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LA PUTA POLÍTICA

C ÉSAR I NDIANO
863 Indiano, César
13 La puta política / César Indiano, —la. ed.
(Tegucigalpa): (Litografía López), (2005)
248 p.

ISBN 99926-29-33-9

1.-NARRATIVA

La Puta Política
© César Indiano

Primera edición, 2005

Diseño de carátula: Hektor Varela


Diagramación: Lilian Aguilar
Apoyo Técnico: Rubén Darío Paz, José Antonio Montoya,
Melissa Alvarenga y Karina Eguigurens.

Derechos reservados
conforme a la ley.
Impreso por Litografía López, S. de R. L.
Hecho en Honduras.
S oy ese hombre al que de poco sirvieron todas la lecturas sobre
"el éxito", soy acaso el único ciudadano de este mundo que
habiendo leído atentamente El arte de la guerra perdió una a una
todas las batallas, soy ese don nadie que jamás pudo ser alguien,
esa marioneta de la vida a quien todas la estrategias para salir avante
le fueron adversas.

Heme aquí cumpliendo arresto domiciliario y esperando una


sentencia favorable, incomunicado, comiendo lo que lanzan los
vecinos del otro lado de la tapia, enfermo del bazo, sin otra ropa
que mis pijamas y sin otra compañía que los retratos de mi ex
familia.

Por las mañanas amanezco hambriento, hacia el mediodía me pongo


neurótico, por las tardes siento el horrible tedio de mi reclusión y
por la noche me veo tentado al suicidio. Según la ley (no sé cual de
todas) tengo derecho a la visita de todos mis familiares, también
puedo realizar una llamada por día (antes de que me cortaran la
línea) y más aún, puedo contar con la asistencia de una psicóloga.
Al principio todo me pareció humillante pero con los meses he
tenido que ceder, al fin de cuentas no me siento apto para morir de
inanición y no me veo llevando una vida en absoluta soledad. Hay
dos guardias, quizá tres, que permanecen en el portón frontal y no
cuento con una salida trasera para un potencial escape, si fuera
más ingenioso a lo mejor descubriría el modo de salir pero ¿a dónde
ir? ¿ a quien acudir? ¿quién garantiza que mi fuga no sería al final
otro disparate?.

En definitiva no tengo opciones, todo lo que sucede en esta casa,


la luz que entra, la oscuridad que viene, el tiempo que transcurre al
margen de mi desgracia, el agua que aun sale de los grifos, todo
todo, es el montaje de una gran hipocresía. Sé que todo es ficticio,
me quieren mantener alejado inútilmente de mi realidad, el abogado
Osorio insiste en que las "medidas sustitutivas" atenúan mi
padecimiento, la psicóloga me quiere persuadir de que vale más la
soledad segura que el hacinamiento entre delincuentes y yo solo
callo. Dejo que mi destino se cumpla y que todo transcurra como
si mi opinión importara menos que un bledo. Nunca ha habido
percances que valga la pena recordar aunque todavía no consigo
ser el "presidiario modelo" que pretende la psicóloga. Ella es una
mujer de éxito y no lo digo con ironía, dos meses de visitas y
conversaciones han sido más que suficiente para que entre ella y yo
se afiance una amistad, terapéutica es verdad, pero amistad al fin.
Reconozco que al principio la detestaba y se lo hacía saber pero
con los días, cuando noté que mi detención y mi liberación se iba
enredando de forma inusitada, fui cambiando mi actitud para con
ella. Comenzó por hablarme de sus propios traumas, tratando de
rebajarse a mi condición pero guardando las distancias. Después
me detalló una a una sus hazañas académicas y finalmente me
propuso un plan de sobrevivencia emocional que al principio me
pareció burlesco. Me dijo que tratara de aceptar y de aceptarme, es
decir, aceptar mi realidad y aceptarme en mi situación. Que ella
no poseía facultades para librarme de los cargos judiciales pero sí
estaba autorizada para conseguir que mi encierro fuera lo menos
traumático posible. No recuerdo cuantas veces la mandé al carajo
pero su persistencia rindió frutos cuando un día le pedí un favor
difícil y ella me lo concedió: introducir un cuchillo a expensas de
los guardias. No tuve que darle demasiadas explicaciones,
sencillamente le demostré que esta vida es una completa porquería
si uno no tiene un cuchillo consigo "trate de imaginar por un
momento - recuerdo haberle dicho - la vida de cualquier persona
sin un cuchillo. No solo es una arma, es también un juguete, un
cortador, una puya, una herramienta, un marcador, un amigo, algo
que uno puede tener en su mano al momento de enfrentarse con
un forajido". Una semana después me trajo un cuchillo mediano
de cocina, nada deslumbrante, apenas un hoja embotada, calzada
por dos pernos en un mango rústico.
Lo colocó en la mesa y me dijo "para que tenga con qué pelar la
naranjas". En lo sucesivo no volví a pedirle absolutamente nada,
creo que estaba llevando mis necesidades a límite del abuso y ella
se estaba comportando como una benefactora y no como una
"trabajadora social". Al principio parecía no estar al tanto de mi
situación o por lo menos sabía fingirlo con audacia, entraba y se
iba con admirable naturalidad, como quien trae un recado lo sirve
y se vuelve. Esto me hacía tomarle confianza e incluso hasta conseguí
ver en sus visitas la única forma de aferrarme a la vida. Todo iba
normal hasta que un día, a boca de jarro me dijo "por qué tenían
que matar a ese señor" de mis ojos salieron dos dagas que se clavaron
en los suyos, caminé despacio hasta el patio trasero y nuevamente
permití que se torciera mi corazón y que se dibujara una turbación
en mi cara estropeada. Allí me quedé cerca de dos horas sin jamás
mirar hacia el cielo, lacerado por dentro, ciego por fuera, cortado
en la ingle por no poder convencer a nadie de mi maldita inocencia.
Esta querella me tiene enfermo, sin sueño, sin fuerzas, he repetido
mil veces que yo no soy capaz de matar a alguien, que ese perro de
Luis Cambar sabe toda la verdad y que cometen una brutal injusticia
al privarme de libertad sin tener ninguna prueba en mi contra.

Todo esto es una barata conjura porque nada conseguirán haciendo


expiar al hombre equivocado, ya no sé qué otra palabra utilizar
para defenderme. Todo es inútil, ni mi mujer ni mis hijos han
querido meter las manos al fuego lo cual es incomprensible. Lo
último que yo quisiera creer es que inclusive mis familiares han
sido implicados en esta ignominia. "Cómo te atreves a culpar a
Luis" me dijo descaradamente mi propia mujer cuando le insinué
que el hijueputa de Cámbar estaba meneando los hilos de una
farsa muy peligrosa "claro, le repetía yo como un imbécil, Cámbar
no es lo que dice ser. Ambos lo sabemos, por favor mi vida, lo
conoces desde la secundaria y es capaz de lo peor". Después ya no
solo lo insinué sino que, corriendo mis riesgos, lo aseguré pero
entonces todo fue peor. Idalia, mi bella y solidaria mujer, optó por
apartarse y llevarse mis hijos a otra casa por mientras todo este
embrollo se esclarecía. "No puedes —le decía yo— no puedes irte
y dejarme solo en esta situación" pero sí pudo. No sólo pudo sino
lo hizo de inmediato y sin remordimientos, no sólo se llevó a mis
dos hijos sino que se llevó la última oportunidad que yo tenía para
probar mi inocencia. Cuando el fiscal se enteró de que inclusive
Idalia Marenco, la prestigiada cardióloga, la vicepresidenta del
Colegio Médico, me abandonaba a mi suerte, la querella en mi
contra se montó con dos piezas.

Todos los sucesos de mi captura fueron difusos, yo ya estaba


enterado de la masacre de Oswaldo Rosales y diez horas más tarde
giraron orden de arresto contra mi persona, estaba almorzando de
lo más feliz en el restaurante La Hacienda cuando unos hombres
con antibalas se identificaron en la caja y dos minutos después se
me vinieron encima. Recuerdo que me hallaba esperando un filete
de ternera y mis acompañantes, el ingeniero Yuvini Ruano y el
poeta Elvis Esquivel, se pusieron muy nerviosos y fuera de sí:
nadie sabía lo que estaba sucediendo. En cosa de dos minutos fui
sacado del establecimiento y puesto en manos de mis carceleros.
Al día siguiente mi rostro perturbado fue el plato fuerte de las
primeras planas, alguien me trajo un periódico a la sala de
declaraciones y me vi destrozado bajo un titular "capturan al
diputado Horacio Barquero"en los avances me difundían como el
presunto homicida intelectual del presidenciable Oswaldo Rosales.

Las cosas sucedieron demasiado rápido como para que yo me


percatara y aunque lo hubiera hecho era imposible que yo me lo
tomara en serio; es decir no soy una monedita de oro pero aun no
me considero un criminal. Me declaro culpable de mil delitos
veniales, admito que he sido un conspirador, un delincuente de la
administración pública, un alterador y un influyente tecnócrata
pero puedo jurar que jamás he llegado al extremo de matar a alguien
y menos a Rosales por quien en el fondo siempre guardé alguna
estima. Puedo citar nombres de personas y empresas que conocen
mis antecedentes al dedillo ya porque les favorecí o bien porque les
beneficié, y juro que todos podrían declarar favorablemente sobre
la limpieza de mis ilícitos. Sé que no es ético pronunciar y mucho
menos escribir semejantes confesiones pero las circunstancias son
apremiantes y ahora me debato entre morir, enloquecer o
desaparecer. En medio de mi inexorable hundimiento moral e ido
descubriendo que sólo puedo echar mano de mis propios recursos,
antes de quedar totalmente alienado por las confusiones deliberadas
de este embrollo que tiene como único fin el desaparecerme, he
determinado mantenerme en algunas verdades tardías no exentas
de peligrosidad.

A medida que me acorralan mi boca se ensancha, inclusive, entre


más me presionan desde afuera para que admita esta horrible culpa,
más me empeño en mantenerme vivo. Por eso debo ser cauteloso
con disimulo y no debo desdeñar la compañía de toda persona
interesada en mi caso. En estos momentos no me puedo fiar del
abogado Osorio, sé que es un soplón y desconozco su interés
repentino en manejar la defensa. El fiscal es un verdadero lince,
puedo percibir su frialdad y su deseo involuntario de ganar el caso
a toda costa. Está convencido de mi culpabilidad pero no tiene
suficientes recursos psicológicos para llevarme a una confesión. Creo
que es un paria ilustrado, dispuesto a todo con tal de figurar y
metido en mil problemas sentimentales que le restan puntos a su
personalidad. Los demás son comidilla para mí, saben mi influencia
y he reconocido sobre la marcha a ciertos escribientes que se mueren
de las ganas por devolverme algún favor. En realidad no todo está
en mi contra y lo de ponerse positivo algunas veces produce
resultados. Lo cierto es que ponerse positivo al estilo de los
consejeros es horrible y este es el punto irreconciliable entre la
psicóloga y yo. He buscado muchas vías para explicarle que no
debe tratarme como a un niño y que no debe sentir piedad, que en
realidad soy un hombre complicado y en cierto modo peligroso.

Que deje de lado sus teorías de rehabilitación y que vayamos al


grano con respecto a su función, pero ella, novata, no quiere dejar
morir la fútil emoción de que puede redimir a las personas. Nunca
le he dicho que es una idiota pero varias veces lo he pensado sin
embargo su idiotez —dado que yo tuviera razón—me parece hasta
ahora inofensiva.

La tipa se llama Vera Sinclair. Pomposo nombre para una psicóloga


con aspecto de mosca muerta. Vera es, como ya lo expliqué antes,
una triunfadora en aquello de vender programas de beneficencia
social. Dice manejar una Fundación que se dedica a la protección
de convictos en espera de condena. La razón de ser de su entidad
es la arbitrariedad de los procesos penales, su tesis es la siguiente
"debido a los trámites judiciales algunas veces hay más injusticia
en la espera que en la condena misma" y los fondos de su ONG
provienen de organismos mundiales que salvaguardan los derechos
humanos. No sé cómo me eligió ni lo quiero saber, el caso es que
un día entró por esa puerta enfundada en su elegante traje caqui.
Es una mujer fina y de buen ver, en pocas palabras dijo mostrarse
solidaria con mi situación y se empeñó en aplicarme un test. En
aquella primera ocasión me mostré hosco y le advertí que no estaba
de ánimo para sus niñerías pero ella, resuelta e intrépida, me tocó
el lado flaco, me dijo que dejara mis bravuconadas para demostrar
mi inocencia porque de lo contrario ella estaba en su derecho de
tratarme como a un asesino. Fue dura y odiosa y sin embargo halló
la fórmula para hacerme entrar en cintura, a ella debo el haber
tomado conciencia plena de mi lamentable situación. Hasta
entonces comprendí que yo no era más el intocable abogado
Horacio Barquero, que de un día para otro mi sucio nombre había
sido borrado de toda nómina de decencia y que mis intachables
salvoconductos de político respetable estaban no solo invalidados
sino infamados, hasta entonces repito, tuve claro el precipicio por
el que iba cayendo de forma inexorable. Después recordé que
aquello tampoco era mi casa, mucho menos mi refugio, menos mi
hogar, era nada más mi gigantesca cárcel temporal. Nadie ingresaba
ni egresaba sin el control policial, afuera montaban guardia dos
centinelas insobornables y todos mis movimientos eran
permanentemente vigilados por la DIC al menos eso es lo que
supongo. Los muros del patio que tiempo atrás mandé a levantar
con la idea de guarecer a mi familia se convirtieron después en
murallas infranqueables para mi propio encierro. De mi casa fueron
sacando todo con el pretexto de privarme de armas y cuando la
situación se volvió un infierno Idalia gritó en el centro de la sala
¡Dios mío Horacio, nos has destruido!... Yo traté de consolarla con
mis propios engaños, le dije que tuviera paciencia, que sería cuestión
de días, le recordé que éramos influyentes y que nuestra situación
económica no era del todo mala, le reiteré no una sino mil veces,
usando mis dedos en cruz, que yo era inocente pero ella no lo
soportó. Mis hijos, sobre todo mi niña de catorce años, estaba con
los nervios destrozados y ya iba para su décimo día de llanto y
humillación silenciosa. Daniel el varón se había fugado y sólo había
llamado una vez-para decirnos que se encontraba bien, que se hallaba
con cualquiera de las tías pero no quiso decir con cuál.

Los demás familiares no han querido darse por enterados y aunque


los Barquero somos una familia muy extensa hasta hoy no he
recibido una verdadera muestra de solidaridad por parte de nadie;
en realidad no sé qué está sucediendo allá afuera, he llamado más
de una vez al abogado Manuel Barquero, actual vicepresidente del
Congreso, pero no contesta y sé que es a propósito. La semana
anterior inclusive me atreví a dejarle un mensaje con tono
amenazante en la contestadora de su celular, le dije que si las cosas
empeoran me vería obligado a cantar. Sé que no es lo correcto pero
la verdad me siento acorralado y traicionado. Si fueran realmente
inteligentes, si tuvieran una pizca de astucia, verían la forma de
librarme de este fastidioso percance. Mi equivocado encierro y el
temerario procedimiento del que soy víctima es una treta harto
peligrosa para mucha gente que ahora mismo se jacta de su libertad.
Que es cuestión de tiempo, que tenga paciencia, que cumpla con
las formalidades, váyanse al demonio. Me están destruyendo
lentamente con el diabólico propósito de olvidarse de mí, quieren
que reviente o que me hinche mientras oigo sus putas excusas como
si creyeran que están tratando con un neófito. No me importa
quien asesinó a ese baboso de Oswaldo Rosales y a su movimiento
innovador de pacotilla. Si quieren demorar un siglo en esclarecer
los hechos pues que lo hagan, mientras tanto exijo que me devuelvan
mi tranquilidad porque si no...

"En verdad usted quiere ayudarme licenciada Sinclair—le dije a la


psicóloga y antes de que respondiera continué— entonces
olvidémonos por ahora de la sicología y hablemos de política".

Ella se mostró esquiva como si el repentino cambio de papeles la


hiciera sentir indefensa, sin embargo yo interpreté su silencio como
un sí y di otro paso "escuche bien —le dije— yo valoro sus
intenciones y no sólo las valoro sino que las celebro pero si usted
tiene interés en mí, quiero que me ayude de otra manera. Yo necesito
contacto con el mundo exterior para tramitar mi libertad y para
localizar algunas personas que están obligadas a ayudarme. Casi
todo es urgente porque tengo terribles presentimientos y muchas
pesadillas, creo que si las cosas se complican van a optar por peores
cosas e incluso pueden considerar seriamente la posibilidad de
matarme. Veo que sonríe, seguramente piensa que estoy empezando
a manifestar síntomas de paranoia o de esquizofrenia, yo qué sé,
pues piense lo que quiera, sólo déjeme decirle que todo este barullo
se va a complicar en mi perjuicio. Estoy en el ojo del huracán y si
no me salgo ahora me hundiré irremisiblemente" la licenciada
Sinclair me acerca su cara y me dice de nueva cuenta "Señor
Barquero ¿usted sabe quien a asesinó a Oswaldo Rosales?". Por
supuesto que no, le respondo, nadie lo sabe y a lo mejor nadie lo
sabrá jamás. Le juro que nadie está interesado en averiguar quien
mató a quien, no se trata de eso licenciada. Igual nadie sabe aun
quien mató al juez Sergio Portillo, nadie sabe quien asesinó al
licenciado Pedro Luna, no se sabe quien eliminó a la ecologista
Sara Kawas, haga un poco de memoria y dígame ¿se conocieron
algún día los criminales que ajusticiaron al líder campesino Ismael
Navas, Roberto Marín, Oscar Baldizón, Nehemías Corano, Marta
Melara, Heriberto Carvajal? No licenciada. No se trata de averiguar
las causas de un crimen sino de investigar quien sigue en la lista.

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Miles de personas tenían razones para deshacerse de Oswaldo
Rosales y creo que él mismo lo sabía. Yo mismo le advertí que
moderara su discurso y tratara de tranzar con los sordos pero el
hombre estaba enfermo de tontos idealismos y se mostró desafiante.
Para mí que lo hayan matado no reviste ninguna novedad, pero sí
me asombra que me hayan involucrado y que me tengan en la
mira. Todo esto que ha sucedido escapa de mi control y hasta ahora
reconozco la verdadera capacidad de los sordos para maniobrar al
margen de toda premonición. Yo licenciada, formo parte de grandes
cosas y siempre he estado consciente de mis riesgos, inelusive Idalia
ha estado al tanto de mis movimientos y le juro que nunca he
dado un paso sin su consentimiento. Por eso me asusta su abandono
repentino y por eso temo no sólo por mi vida sino también por la
de mis hijos.

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O swaldo Rosales no era el hombre elegido por los sordos para
liderar las elecciones, es más, a Rosales se le dijo que atendiera
los turnos, que tratara de mensurar sus pretensiones y que no
estorbara de momento la postulación de Dimas Recarte. Yo no
estuve en esa reunión pero tengo el video, solo hay tres personas en
este país que tienen acceso a dicho material. Yo podría mostrar a
través de la cinta, dado el caso que esto se complicara todavía más,
la forma en que el Jefe amonesta a Rosales y el modo en que éste
con tono petulante expresa su obstinación de lanzarse dejando de
lado el programa del Liberalismo. Recuerdo que el sordo mayor le
decía "no se ponga tonto Rosales, no se ponga tonto". El sabía en
lo que se metía, si no, cómo se explica el que haya sacado a su
familia por la puerta trasera y el que haya multiplicado su guardia
personal. Inclusive Rosales siempre iba armado, nadie sabía si en
verdad sabía manejar el trozo o si lo andaba por pura jactancia, lo
cierto es que era propietario de un envidiable juego de pistolas que
según supe la había adquirido por su codeo con los militares. No
conozco más detalles pero todo esto configura con claridad que
Rosales le había declarado la guerra a un ejército en la sombra.
¿Que era un hombre valiente? Quizá, personalmente pienso que
no solo era valiente sino muy inteligente y muy culto. El hombre
era un verdadero humanista y he allí porqué lo considero un
tremendo desperdicio. Quién no sabía en este país que Oswaldo
Rosales era un hombre de izquierda y que incluso en algún
momento fue militante de primera línea en las filas de Los
Cinchoneros. Pero admito que era un izquierdista superado, alguien
que anduvo en las montañas quizá no asaltando cuarteles pero sí
leyendo muchos libros y ganando experiencia, otros dicen que en
realidad estuvo exiliado durante diez años en Praga, nadie puede
asegurarlo. Además Rosales nunca fue un don nadie; ¿quién tiene
más haciendas y tierras en el valle de Quimistán que el propio
Andrés Agatón Rosales, padre del finado, viejo tacaño y vitiligoso

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que ama más a sus brahmán que a sus propios hijos? Si alguien
pudo proteger la vida de Oswaldo Rosales fue su propio padre
pero el muy miserable se atrevió a declarar que él no tenía más
hijos que los toretes de San Francisco de Ojuera. Así de grande es
el odio que ese viejo sentía por su hijo rebelde y así de asombrosas
pueden llegar a ser las insidias cuanto está de por medio el poder y
el lucro.

Los Liberales fingen ahora un dolor hipócrita y estoy seguro que


ya tienen un mártir gratuito para elevar el perfil de ese anciano
monserga que por cuarta vez se empeña en ganar la presidencia.
Cuando no pudieron quitar a Rosales por la vía negociada lo
sentenciaron y tres meses después lo barrieron. No quiero echarle
tierra al testarudo de Andrés Rosales, el padre del occiso, pero me
atrevería a suponer que incluso él mismo ha sido parte de la conjura.

"No crea — me contesta la licenciada Sinclair—que vivo al margen


de la política. Supongo más de lo que sé y estoy segura que usted
me pone al tanto de tanta basura para ver si consigue distanciarme.
Pues bien, no lo va a lograr. Sé que el mundo en que ustedes se
desenvuelven la complicidad es obligada y a la vez mortal. Que
nadie accede a tanta intriga sin volverse parte de ella y que los
laberintos de sus vilezas son tan oscuros y aviesos que solamente
pueden saldarse sacándose la tripa los unos con los otros. Insisto, si
lo que quiere es amedrentarme le anticipo que no pierda más su
tiempo. Sin embargo dígame ¿quiénes son esos diablos llamados
sordos, porqué si son tan poderosos e invulnerables ni siquiera
pueden resguardar la vida de sus propios aliados?".

No sé qué pensar de una mujer tan inteligente como ella, su


temeridad por ratos me saca de quicio y su franqueza me aburre.
Quiero que hablemos de política y en este caso que hablemos de
una "política específica" para salvar mi vida pero la pobre mujer,
atrapada en sus miserables esquemas psicoanalíticos, solo consigue
expresarse como una loca. Ella se cree especialista en mentes torcidas

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mas no sabe que si insiste equivocadamente en este asunto va a
terminar con una bala en la cabeza. Por Dios, no encuentro una
forma de ayudarla y temo por su vida.

Esa rata apestosa que finge ser mi abogado me ha traído una bolsa
de naranjas. Las puso en la mesa sin decirme que eran mías, después
sacó su libreta y me dijo que el procedimiento para mi potencial
liberación es expedito. Sólo tengo que declarar y admitir algunas
culpas menores y luego aceptar vivir un tiempo prudencial en el
extranjero. Es obvio que quiero pero cuando le pregunto que cuáles
son las "culpas menores" me habla de algo peor. Me dice que debo
quemar a Manuel Barquero, mi propio tío, para que le caiga la
Fiscalía y de ese' modo detener el Proyecto Ley de Transparencia
Bancaria. "Es cuestión de detenerlo me entiende, los sordos quieren
ganar tiempo para mover los fondos a otro lugar".

—Está bien —le dije—hablemos de perro a perro. Si yo declaro


abiertamente que el presidente del Congreso está metido hasta
la yugular en el contrabando de madera ¿obtengo mi libertad?
—No tan así. Sólo queremos una insinuación, después nosotros
haríamos el resto. En realidad no queremos quitarlo de su cargo,
sólo recordarle que nos debe algunos favores y que se deje de
pendejadas, queremos que su tío se meta ese Proyecto Ley por el
culo
—Escuche, pero escúcheme bien, yo puedo hundir a toda la
organización si me siguen hostigando. Yo sé que usted es un
testaferro de los sordos, su foto está en mi catálogo de picaros y
no puede venir a lanzarse de correcto frente a mí.
—Me habían dicho que usted era un hombre terco pero no lo
creía, sabe perfectamente que todos estamos untados de mierda
y que la opción es comerla o morir. Ahora quiero que usted me
escuche a mí: no existe un sólo funcionario del sistema judicial
que pueda mover un dedo por usted. Los sordos tienen máxima
alerta con respecto a su caso y si usted no actúa inteligentemente
ya sabe el castigo.

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-Pues muy bien. Lo haré
-Así está mejor. Mañana daremos ingreso a una reportera de la
prensa, recuerde, no se trata de soltar la lengua sino de aguijonear.
-Espere, dado el caso que esto demorara, ¿me pueden autorizar
acceso a veinte minutos con mis hijos?
-Sus hijos están bien. Ya hablaremos después si las cosas se
complican
-Algo más ¿qué percibe usted, cree la opinión pública que yo
maté al huevón de Rosales?
-Sí señor, la mayoría de la gente lo cree
-Eso significa que la treta les ha resultado
-No del todo, el Jefe está furioso porque la cosas se precipitaron.
Alguien movió una pieza en lo oscuro y sacaron del aire al menos
indicado. Rosales estaba comenzando a ceder e incluso ya
teníamos programada una reunión de alto nivel, personalmente
creo que esa cabeza rodó por gusto. Resulta que su mujer, ahora
viuda, una tipa de armas tomar que ha sido dirigente de
organizaciones feministas y que se codea muy bien con los
organismos internacionales, ha levantado banderas sobre la
sangre de su marido y ahora se postula con innegable posibilidad.
¿Lo ve?, son variables que no se tienen en cuenta al momento de
actuar. Nunca creímos que detrás de ese mamón de Rosales se
ocultara una gran mujer. Resulta que la tipa habla bien, se para
firme, se muestra insobornable y cuenta con un respaldo popu-
lar hijueputa. Ya ve, las cosas no siempre se resuelven con sangre,
resulta que eliminaron una hierba ponzoñosa y les nació una
huerta venenosa. Ya se podrá usted imaginar la furia de Dimas
Recarte, el anciano cabrón creyó que libre de estorbos sería
cuestión de blanquear un sepulcro y montar su campaña libre
de percances. Pero ya ve, Ingrid de Rosales le comió el mandado
y nuestro candidato está hecho una tembladera. Lo dejo con
esta interrogante ¿cómo podemos detener esa mujer?, ya sacamos
al rey del tablero y ahora piense ¿cómo nos comemos a la reina?

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D aniel, mi hijo, me envió una carta. Dice así " Papá, no creas
que estoy resentido ni decepcionado. Siempre he sabido en
qué andas metido y creo que Eunice también lo sabe porque lo
hemos discutido muchas veces, tu sabes que ella conmigo se
comunica.

Nunca lo hemos visto como a un modelo de ciudadano o como a


un abogado ejemplar; creo que nadie de nuestro círculo familiar o
de nuestro círculo social piensa semejante cosa. Es más, entre
nosotros, me refiero a la clase de personas con las que nos rozamos,
no acostumbramos a abordar esos temas. Nadie averigua ni el
quehacer ni la vida personal o profesional de los vecinos. Igual yo
tampoco puedo saber y no estoy interesado en los barullos de los
padres de mis amigos. Hemos sido criados —y me parece bien—
al margen de los adultos y nuestra implicación, si es que la tenemos,
se ha limitado a disfrutar aquellas cosas que ustedes nos proveen a
manos llenas. Cómo diablos voy a imaginar que mi padre anda
metido en líos de este nivel, además, con qué derecho puedo yo
recriminar tu conducta si desconozco los motivos profundos que
llevan a involucrarte en estas fechorías. Nosotros, me refiero a
Eunice y yo, somos hijos y te amamos. Creo que eso está claro, mi
madre ha preferido no abordar el tema con nosotros pero nosotros
le hemos dicho que no se haga la tonta, que se deje de dramas y
que se mantenga a tu lado. Ella es un adulto y estamos seguros que
también es tu cómplice, ahora según veo, tu cómplice infiel. Ella
siempre ha conocido tus movimientos y a su manera siempre nos
ha mantenido al tanto. Si tenemos alguna formación con respecto
al funcionamiento de la realidad se lo debemos a ella... Tú más
bien siempre has sido discreto en tus asuntos y te has limitado a
pagar la colegiatura más cara de este país y a besarnos de vez en
cuando mientras no dices 'cuídense mucho hijos, cuídense mucho

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que este mundo no es lo que parece..' Creo que has sabido sintetizar
tus funciones de padre y sin mucho empeño te has ganado nuestro
amor. Nunca nos has pedido admiración y en eso también has
sido un padre inteligente. Sabías que tarde o temprano terminarías
donde ahora estás y que entonces solo quedarían los verdaderos
lazos afectivos, los únicos que resisten pruebas como estas.

Pasando a otros asuntos, tu situación es sumamente complicada.


Hemos hablado con tu abogado, nos hemos entrevistado con
nuestro tío abuelo Manuel Barquero, hemos acudido a tus
principales amigos y mi madre por su lado se ha abocado a las
personas más influyentes del mundo político, y sabes algo, no tienes
amigos. Todos se han mostrado ambiguos y nos han tratado con
tapujos ¿Recuerdas a tu pana, el abogado de la gran risotada, el
intachable Asdrúbal Milla Toledano? Hizo como que no nos conocía
y puso a su mujer a que nos atendiera. Eso hizo el viejo marica,
sabes qué, tuve ganas de meterme a su bufete y gritarle en su cara
que me estoy jodiendo a su hija pero Eunice me contuvo. También
nos hemos entrevistado más de una vez con el fiscal, es un tipo
rudo y tonto, no tiene una mísera idea de qué es entablar un proceso.
Siempre está citando leyes de mierda y hablando de códigos, el
tipo es tan ingenuo que ni siquiera entendió cuando le dije que
guardara esos papeles y que negociáramos. Hasta entonces entendí
algunas de tus enseñanzas, estaba frente a frente con esos personajes
de la burocracia tercermundista que te asombran con su estupidez.
Además aquel individuo era desnutrido, llevaba unos zapatos para
morirse de la risa y usaba una corbata en su más completo dispa-
rate. Insulté aquel infeliz en inglés y se me quedó viendo como un
loco.

Mi madre insiste en que nos concentremos en el colegio y que nos


mantengamos distantes de tu caso, me ha prometido llamar a diario
para mantenerme al tanto de los sucesos pero Eunice sospecha de
ella. Dice que no mueve un dedo por sacarte de ese encierro y que
más bien se entrevista y comparte algunos tragos con algunos

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hombres que antes no habíamos visto. Dime una cosa ¿mi madre
es parte de la mafia o está de nuestro lado? ¿crees que corro peligro
enfrentándome a ella? ¿cuál debe ser mi siguiente movimiento?
Porque no te creas, estoy dispuesto a todo. Sé exactamente lo que
está sucediendo y no le temo a tus captores. Estoy convencido de
tu inocencia con respecto al asesinato de Rosales y hay muchas
personas aquí que también lo creen.

Mi abuela Zarina se ha portado de maravilla y aunque no le gusta


opinar sé que te estima. De momento ella me cuida y me representa
y no dudo que si llegara el momento te tocarse el bolsillo para
ayudarnos lo haría de mil agrados.

Finalmente, me vi con tu pasamanos. Es la psicóloga más extraña


que he conocido en mi vida sin embargo me parece que nos puede
ser de mucha ayuda. La estoy convenciendo para que te meta una
pistola pero todavía titubea, dice que los guardias le espulgan todas
las hendiduras cada vez que te visita. Cuando le pregunté que cómo
le había hecho para introducir el cuchillo, la tipa sólo sonrió, creo
que es bueno tenerla de nuestro lado si realmente quieres salir o
quieres vivir.

Tu abogado me dijo que querías vernos pero yo prefiero que


esperemos. Me gustaría visitarte cuando tenga algo muy concreto
qué hablar contigo.

Cuídate mucho papá, que la vida no es lo que parece

Daniel"

Dicen que el crimen de Rosales fue toda una carnicería pública.


Cuando el hombre salía de la sede del partido en compañía de sus
tres guardaespaldas, un vehículo de los sordos se detuvo frente a
ellos y en cosa de treinta segundos rociaron más de doscientas balas.
Todos murieron en el acto con la mueca estupenda de llevarse las

19
manos al cinto. Inclusive la falta de hígados por parte de los enviados
se llevó de encuentro a una escolar que en ese momento pasaba
por la sanguinaria escena. La policía estaba instruida para llegar a
una hora determinada y acordonar la escena mientras diez patrullas
fingían una ronda completa por todos los anillos de la ciudad en
busca de los asesinos: cuatro hombres metidos en pasamontañas
pertrechados con AK - 47.

Treinta minutos más tarde la noticia se difundía a nivel mundial y


los capos de la política local se manifestaban por los medios de
comunicación en términos muy conmovedores. La viuda llegó al
lugar con la cara anegada de lágrimas y entre sollozos prometía
mover el cielo y la tierra para que el nombre su marido fuera lavado
con el castigo a los culpables.

Yo estaba de gira con Luis Cámbar. Por esos días yo presidía la


Comisión de Energía y la bancada nos había dado instrucciones
expresas de acorralar a Simeón Mulet para que sin dilación se
comprometiera con la candidatura de Dimas Recarte. Sabíamos
que este viejo miope, me refiero a Dimas Recarte, era una pésima
carta de presentación pero los sordos nos habían hablado de un
"Plan infalible" para levantarle el perfil. Parte delplan ya lo sabíamos
y nos aproximábamos a ejecutarlo, la otra, pues la ignorábamos,
por lo menos yo. Mulet, un chapín de mierda que estaba conectado
a nivel de las entrañas con los altos personeros de PEMEX (sus
socios proveedores de combustible por contrabando), se había
convertido en cosa de seis años en uno de los hombres más ricos de
Centro América. Vivía en una suite al pie del Merendón en la
calurosa San Pedro Sula y desde allí manipulaba todo el negocio
relacionado con la Energía. Gracias a la concesión de un gobierno
cachureco el hombre montó libre de percances y aranceles tres
gigantescas plantas térmicas para el abastecimiento de electricidad.
Inició por la zona norte, luego extendió sus tentáculos hacia el
centro del país y finalmente montó una plataforma ínter fronteriza
en El Amatillo. En cosa de dos años llegó a sustituir al gobierno

20
como principal distribuidor, hizo una oferta para comprar la
Represa de El Cajón Francisco Morazán y armó un programa bilate-
ral para abastecer de Energía a todo El Salvador a unos precios
realmente obscenos. Mulet se las quería lanzar de culto frente a
nosotros pero en el fondo era un depravado. El día que lo visitamos
vimos cómo salían de su oficina dos niñas de más o menos catorce
años que al vernos nos sacaron la lengua jugueteando como
serpientes. Luis Cámbar tendría la voz cantante. Fuimos al grano,
le dijimos que la postulación del viejo Dimas Recarte era inminente
y que todo estaba decidido. Cámbar hablaba con él como si todas
las claves estuvieran de antemano descifradas y Mulet escuchaba
atento, sin dejar de mover el ratón de su Pentium. No hubo
necesidad de protocolos y todo se resumió a un intercambio ron
con sodas que las niñas sirvieron al son de sus picaras sonrisas de
diablas. Además estábamos en una loma de lobos conocidos.
"Bueno —dijo Mulet— yo debo pagar el impuesto de guerra y
ustedes deben cumplir con sus promesas. Les he dicho más de una
vez que estamos perdiendo el tiempo con Dimas Recarte mientras
ese agitador de Oswaldo Rosales siga suelto. Si no lo paran no yo
no suelto un cinco. Recarte estuvo ayer aquí y se lo dije en su cara;
¿cómo es posible que no puedan poner en cintura a un pequeño
burgués resentido? ¿cómo es posible que un agitador populista tenga
pija atrás hasta los mismos sordos?... quiero que entiendan esto. La
política no es para azora locos, si no actúan de inmediato ese infeliz
va a subir su popularidad como la espuma. Alguien tiene que actuar
y es un asunto de ahora mismo. Yo estoy para servirles pero pido
algunas condiciones". Cambar calló un momento y después de
apoyarse en mi consentimiento habló " No Mulet, no trate de
vernos la cara de pendejos. Aunque nuestro partido llevara el peor
de los candidatos usted estaría en la obligación de soltar la plata.
No estamos hablando ni de su voluntad ni de sus opiniones ni de
sus caprichos. Estamos hablando del impuesto que usted se
comprometió a soltar para operar sin problemas en la concesión
libre de cargas arancelarias que se le autorizó por intermediación
nuestra. Nadie desconoce la proporción de sus negocios señor

21
Mulet, sabemos que bastaría un clic en su cuenta más pequeña
para financiar no nuestra campaña sino todas las campañas políticas
de este país come mierda. Recuerde que todos los partidos, es decir,
los únicos dos con probabilidad real de tomar el poder, tienen con
usted serios acuerdos de reciprocidad. La candidatura de Dimas
Recarte va con o sin Rosales. La forma en que Rosales deba dimitir
es una cuestión que ahora mismo se está discutiendo. Por otra
parte, no puede hablar de los sordos en tercera persona, el supuesto
anonimato de ustedes funciona con otro tipo de gente pero no con
nosotros, por favor Ingeniero Mulet, entre gitanos no nos demos
las manos".

El hombre se levantó en absorto silencio para atender una llamada


en su vistoso celular. Se movió atento a contra luz de los ventanales
y luego sonrió. Colgó y vino hasta nosotros " ya está hecho" nos
dijo. Noté que Cámbar ni siquiera se inmutó pero yo, juro, que
me estremecí. Habían llegado al extremo sin consultarlo a fondo y
supe de inmediato que se habían quebrado a Oswaldo Rosales.
Después la conversación se relajó y Mulet, obviamente satisfecho,
nos invitó a un trago y nos llevó a su suite de magnate. Todo era
lujo y se respiraba una abigarrada atmósfera de impunidad. Las
alfombras, varios cuadros de Rufino Tamayo, cristalería espejeada
y muchas manipulaciones digitales eran parte de aquella opulencia
sobre cogedora. Aquel tipo había montado su pequeño Vaticano
en el quinto piso de un hotel de lujo y desde allí maniobraba con
asombrosa precisión todos los negocios políticos que requerían sus
operaciones comerciales. Hizo venir a las niñas y al momento
destaparon otra botella mientras nos guiñaban el ojo. Lo que
hablamos a partir de ese momento fue trivialidad, ese tipo de
conversaciones cínicas que uno se gasta con el afán casi hedónico
de celebrar las delicias del hampa.

Ahora bien ¿con qué alevoso procedimiento consiguieron


infiltrarme en toda esta conspiración y porqué me eligieron como
chivo expiatorio? Ahora me pregunto dónde estuvo mi falla, en

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qué momento me dormí. Cuando me capturaron hice todo lo
posible para comunicarme con Luis Cámbar porque estaba
convencido que aquello era una terrible confusión de alto nivel.
Sin embargo las mordazas de la operación fueron tan severas que
apenas tuve tiempo de poner en aviso a mi familia y pedirles que
por favor se quedaran en casa y que buscaran protección. Cuando
pregunté los cargos en la delegación el fiscalito de mierda me dijo
que yo era el principal sospechoso en el crimen por encargo de
Oswaldo Rosales. Todo aquello era una puta equivocación pero yo
necesitaba hablar con alguien de arriba. No podía llegar a ningún
entendimiento con aquellos gatos, luego, conforme pasaban las
horas mi detención se volvía más agresiva y más confusa. En las
primeras horas los guardias ni siquiera se atrevían a tocarme y mi
traje de diputado me sirvió como escudo. Pero cuando llegó la
noche las cosas empeoraron. Unos polizontes cara cortada me
trasladaron a empellones hasta una patrulla y luego me obligaron a
callar a punta de trompadas. Allí supe que aquello no era broma,
que habían manos siniestras e instrucciones deliberadas para acabar
con mi persona. Y todavía, después de cuatro semanas de encierro
en mi propia casa, me sigo preguntando ¿quién inventó todo esto?
¿En qué parte del manual estaba anotado que yo sería sacrificado
sin derecho a réplica? . Esta vez los sordos han ido muy lejos y no
han respetado las reglas. Estoy dispuesto a morir, a que introduzcan
un sicario con órdenes expresas de pegarme un tiro siempre y
cuando me digan porqué yo fui elegido para esta farsa.

23
U no de los guardias me acaba de avisar que van a permitir el
ingreso de un reportero. De sólo pensar que tengo la
posibilidad de ver la cara de una persona que no sea la de la psicóloga
Vera Sinclair y de mi abogado, me animo. Está bien que hayan
optado por un hombre, veré si consigo sacar en claro algunas
informaciones. Desde aquí puedo ver cómo lo registran en la
entrada y cómo le hacen advertencias. Es un individuo viejo lo
cual me beneficia, tiene aspecto de empleado eficiente y se le nota
que no da vueltas vacías. Puedo imaginar que se trata de esos
reporteros que llevan un vida modesta a cambio de mantenerse
limpios, ese tipo de hombres que consideran que la mejor receta
para vivir es un salario mediano y un alto perfil de honestidad.
Cuando cruza el jardín puedo vislumbrar mejor su aspecto, en
realidad viste bien pero calza malos zapatos. Yo lo espero en la silla
individual y con mi actitud le doy a entender que estoy a su
disposición. No puedo ofrecerle otra cosa que un viejo poyo de
mimbre que antes servía de porta tiesto. El se acomoda y antes de
hablar hace una inspección minuciosa por todo el aspecto de mi
Casa - Cárcel. Como no hace ningún comentario al respecto yo
trato de alterar su esquema y le digo "hasta hace algunos días esto
era mi hogar señor. Aquí vivía en compañía de mi mujer, mis dos
hijos y dos mucamas. Era una de las casas más bellas de la zona
antes de que la eligieran para este suplicio. Podría creer que en
todo caso es preferible a los horribles hacinamientos de las cárceles
normales pero no es así. Esta casa está llena de recuerdos y de malos
presentimientos. Aquí oigo la voz de Idalia, la risa tenue de Eunice
cuando venía a reunirse con sus compañeras de colegio y los can-
tos desafinados de mi hijo cuando tocaba su fastidiosa guitarra
eléctrica. Cuando la construí me asesoré con el mejor arquitecto
de Tegucigalpa y cuando la inauguré hice venir al cardenal. Pero
mire lo que es la vida, ha bastado la diabólica conspiración de un

25
grupo de gángsters para convertirla en la fortaleza donde guardan
al reo más solitario del mundo. Usted es la tercera persona que
miro desde que se marchó mi familia. Me dijeron que la medida
cautelar era provisional pero cuando pasó un mes mi mujer se volvió
loca, contrató un camión de mudanzas y se marchó llevándose
todo. No puedo cocinar y he sobrevivido porque los vecinos lanzan
bolsas al patio y me ponen sardinas, hogazas de pan y perchas de
tortillas. Algunas veces quitan el agua durante dos semanas y
entonces llego al nivel de un cerdo. Sólo tengo este mueble y una
cama que pertenecía a la mucama. Otras veces los guardias me
regalan un cigarro y platican conmigo a través de las rendijas, dicen
que tienen órdenes drásticas de mantenerme en total
confinamiento. Gracias a ellos me enteré que tienen a mis hijos en
capilla y no saben lo que sucederá conmigo hasta segunda orden.
Me acusan de ser del asesino intelectual de Rosales cuando hasta el
más ingenuo sabe que había en este país más de mil personas
interesadas en su desaparición incluyendo a su propio padre. Pero
bien, me estoy anticipando a los hechos... soy todo oídos".

El hombre sacó una libreta, mordió la punta de su lápiz y utilizando


su rodilla como mesa comenzó a preguntar con asombrosa frialdad.

—Según usted ¿quienes tenían más interés que usted en asesinar a


Rosales?
—Mil personas señor. Pero no puedo mencionar el nombre de
ninguna en tanto no me garanticen vivir.
—Bueno, una forma de asegurar su vida es hablar con la verdad.
—Tiene razón. Pero esta verdad que usted me pregunta a mí
también la saben cientos de personas que ahora están en libertad.
Esta verdad la sabe el Presidente de la República, la sabe el
presidente de la Corte Suprema y todos los jueces. La sabe el
Ministro de Seguridad, la sabe el Jefe de la Policía, la sabe el
Comisionado Nacional de los Derechos Humanos y me alargo
a decir que la saben muchos dueños de los medios de
comunicación

26
-¿La sabe el Presidente del Congreso?
-¿Se refiere a Manuel Barquero? Probablemente sí. No creo que
un magnicidio se lleve a cabo al margen de una figura tan
importante.
-¿En qué fundamenta sus afirmaciones?
-En muchas cosas que pocas personas sabemos. Escuche bien, yo
no estoy encarcelado por haber asesinado a nadie. Estoy
encarcelado porque sé demasiadas cosas. Tengo pruebas como
para encarcelar a la mitad de las personas honorables de este
remedo de país
-Deduzco entonces que usted "forma parte" de muchas redes
clandestinas dedicadas a los ilícitos
-Claro que sí. Yo no estoy guardado por ser buena ficha. Todo lo
contrario, este arresto y esta injusta payasada que están realizando
conmigo y con mi familia está motivado porque soy un hombre
peligroso, es decir, soy peligroso pero no soy asesino. El trabajo
sucio siempre lo hacen otros; tenía un set de pistolas y no soy
tan malo disparando pero jamás me he ensangrentado las manos.
Inclusive yo fui de los que propuse tolerancia con respecto a
Oswaldo Rosales. En público y en secreto siempre dije que este
candidato, con un poquito de moderación y de pulimento,
podría ser una carta de triunfo para el Partido.
-Cuando lo dijo en público yo fui testigo, ahora ¿a quien se lo
dijo en secreto?
-A los que deciden amigo
-Trata de decir que no decidimos nosotros, trata de insinuar que
las votaciones son una ficción y que la democracia es un completo
chiquero
-No he dicho eso señor. Yo no estoy en posición ni para insinuar
ni para suponer. Lo que le estoy diciendo lo estoy afirmando.
Un presidente se pone o se quita porque se decide arriba. Allá se
arman los cronogramas a las buenas o las malas. Varias veces se
le dijo a Rosales que declinara sus aspiraciones y le dejara el
camino libre a Dimas Recarte. Se utilizó todo género de
argumentos pero el tipo nunca dimitió. Inclusive los sordos

27
llegaron al extremo de ofrecerle plata, mucha plata, para que
momentáneamente depusiera sus intenciones... pero igual, el
hombre se negó y de ese modo firmó su propia sentencia.
—Puedo saber nombres... ¿Se atrevería a dar nombres de arriba?
—De momento no pero si usted vuelve dentro de algunas semanas
y me encuentra en esta misma celda le voy a regalar algunas
bombas.
—¿Quiere decir que me dirá los nombres de los verdaderos asesinos?
—Yo no soy policía señor. Sólo soy un hombre de la clase política
que está en la obligación de saber cómo, porqué y quien está
detrás de las cosas. Yo no sé en detalle quien mató a Rosales pero
sí tengo algunas informaciones que esclarecerían los hechos en
un santiamén
—Volviendo al tema del doctor Barquero ¿puedo suponer que el
actual presidente del Congreso tiene la cola manchada con este
crimen?
—Saque usted sus propias deducciones. Le reitero, jamás van a
poder armar este maldito rompecabezas si me eliminan a mi
que soy la piedra angular.
—Me confunde. Se niega a darme datos precisos pero a su vez
asume tener la clave de todo.
—Por el amor de Dios amigo, dejémonos de mierdas y reúnase
con los sordos. Dígales que no quiero morir como un perro ni
como un árbol. Dígales que me den la vida y yo le doy mi silencio
para siempre.
—No sé qué que habla... ¿acaso cree que aun pertenezco a su clan?

Cuando me dijo eso me le fui directo al gañote y el tipo pegó un


graznido de ave. Los guardias vinieron y me arrinconaron a patadas.
Creo que tengo una costilla quebrada y lamento no haberle trozado
la yugular a ese miserable soplón que se quería hacer pasar por
reportero. Tengo dos días de no levantarme de este catre, me negué
a recibir a la psicóloga pero ella de todas maneras entró y me preparó
un té de hierbas. No sé para qué putas sirven los té pero igual me
lo bebí para mostrarme agradecido con esta extraña mujer. Trajo

28
un termo y varias galletas, también consiguió filtrar naranjas.
Siempre trae naranjas y ni siquiera puedo pedirle que varíe, decirle
que no soy un astronauta, que sé perfectamente que allá afuera se
consiguen otras frutas. En fin, no me sirve su persona en tanto no
esté dispuesta a matar por mí. Está furiosa porque le he dicho más
de una vez que si de verdad le interesa mi persona y mi psique
entonces debe demostrármelo llegando a ese extremo. La mayoría
de las groserías se las he expresado con el afán de espantarla porque
sé que cuando se vuelva parte peligrosa en todo este enredo la van
a liquidar. Su terquedad profesional no tiene fronteras y he
terminado creyendo que se trata de una loca sin parientes. También
he especulado en otro sentido, a veces he creído que se trata de una
espía de los sordos, a través de esta puta —he pensado— pueden
llevar un control de mi decadencia y pueden apurar el perfil de
locura que necesitan para trasladarme a una clínica de enfermos
mentales. Más algunas veces se derrumban mis especulaciones
porque se interesa en mí como lo hacía mi madre, por lo tanto,
descarto que sea loca o puta pero no un fantasma. Mis delirios
crecen en proporción directa con mi desesperación y por momentos
no consigo conciliar lo real con lo imaginario. Sé que estoy pisado,
más no sé si mis culpas son parte de un sueño y si en verdad, en el
etéreo escenario de una pesadilla, maté definitivamente a Oswaldo
Rosales.

Afortunadamente estas elucubraciones son pasajeras, hasta hoy es


más el tiempo que me mantengo lúcido y me asombra que todavía
tenga fuerzas para pelear y defenderme.

Fui agresivo con el reportero porque el infeliz fingió, como es su


costumbre, no conocerme. Más bien admiro mi paciencia de haber
intercambiado algunas frases con este farsante. Lo conozco desde
la secundaria y cuando lo volví a encontrar veinte años más tarde
en el ámbito de la realidad, solo tuve que unir mis recuerdos con la
verdad del momento para armar el personaje. De joven, en el
salesiano, se dedicaba a sobornar los curas y a adular al rector. Fue

29
nuestro primer proveedor de revistas pornográficas las cuales
abríamos de par en par en los excusados mientras nos ahorcábamos
el pito en audaz competencia. Después montó una revista
estudiantil y se hizo célebre porque escribía sonetos; a mí me odió
desde una vez que lo hallé copiando los versos de Neruda y
entretejiéndolos con los suyos. Recuerdo que se me acercó y me
dijo "si cuentas esto te delato" pero yo, que desde entonces podía
agarrar de los huevos a cualquier hampón le respondí "callo si me
hacés parte del negocio". Así nos hicimos socios la primera vez, yo
recibía los pedidos de los productos y él me los suplía
mensualmente. Distribuimos miles de playboysy un número
hasta
ahora indefinido de porros de marihuana. Ambos hacíamos plata
y de paso nos las arreglábamos para pasar nuestras clases. Los curas
nunca se enteraron y si lo hicieron reciban a deshora mis respetos.
Yo le perdí la pista a mi socio cuando mis padres otra vez se
cambiaron de ciudad en nuevas misiones diplomáticas. Siempre
recordé aquel paria como a un oportunista infiltrado entre nosotros
por esos descuidos de clase que se propician en los centros
educativos. Cuando me gradué —soy licenciado en derecho,
notario y abogado— Me refiero a la primera vez que me gradué,
yo ya tenía una vida montada con otros insumos. Lo de graduarme
fue un teatro para agrandar mi prestigio público y para asegurarme
algunos ascensos en el cártel. Porque aunque la gente no lo crea o
no lo sepa en el mundo de los sordos también hay jerarquías,
importan los méritos y se recompensan los esfuerzos. Nosotros,
me refiero a hombres como yo que no ocupan presentación,
llevamos doble vida. Una vida clara y una vida oscura. Ambas deben
conciliarse de modo que no se entorpezcan y procurando que no
se contradigan. Requiere mucho tacto, sutileza; requiere de cierta
frialdad creativa que nos permita ir de un mundo al otro sin alterar
las reglas que rigen a cada uno.

Es decir, debo ser un célebre abogado pero al mismo tiempo debo


estar ¡siempre listo! Para convertirme en un gusano. Puedo abrazar
con mis más tiernas caricias a mi hija Eunice pero con la misma

30
mano y con la misma precisión debo comprobar si las falsificaciones
de papel moneda son de buena calidad. Con la misma prestancia
con que acudo a los llamados del colegio cuando las autoridades
me llaman por asuntos relacionados con el comportamiento de
Daniel, debo acudir a los llamados de media noche para recoger
ciertos encargos de mi otra vida. Por la mañana puedo comparecer
a la iglesia y alimentar con absoluta sinceridad mis devociones y
por la tarde puedo (o podía) presidir una junta de maleantes. Yo
me reúno a diario con personas decentes y uso mis finos trajes para
presentarme a las conocidas obligaciones de un hombre de gabinete,
me expongo a la opinión pública sin jamás perder el aplomo ni la
compostura y puedo mostrarme democrático, ecuánime, civilizado.
Sin embargo puedo ser letal al momento de asestar un golpe
subterráneo y muy atinado al momento de mover los hilos
desalmados de la corrupción en grandes ligas. Soy moralista y vil,
tierno y cruel, pulcro y sádico, nunca maquiavélico pero siempre
ruin. Jamás sucio, no soy de la escuela saca tripas; provengo de
algo más refinado. Soy de la clase aristocrática y el único que pudo
demostrarle a los sordos que aun los actos más macabros pueden
realizarse con cierta elegancia delictiva. En alguna ocasión, en una
reunión de alto nivel, le dije al Jefe en su propia cara que cerdos
como Ilovares — ese reportero mentecato que se las quiso tirar de
niña buena cuando vino a entrevistarme — perjudican el buen
funcionamiento de las cosas. En dicha ocasión me refería en con-
creto a esa horrible manía de cobrar migajas por hacerse los de a
peso. Fue la segunda vez que volví a ver a mi antiguo distribuidor
de marihuana y la primera vez que lo ofendí de manera directa
como queriendo sacarme un viejo clavo. Estuve a punto de
expulsarlo de la reunión pero el Jefe pidió cordura. Después me lo
encontré en otras reuniones y jamás abandonó esa típica conducta
de ahuevado. Creo que el tipo está bien entrenado para ser un
servil, puede recibir una humillación tras otra y jamás se enfada.
Tardé mucho en comprender que al fin de cuenta Piporro Ilovares
no pudo ser, siquiera en el incierto mundo del hampa, más que un
pobre asalariado incapaz de ascender y de prosperar. Admito que

31
en algún momento fui drástico pero igual, el pobre sabandija jamás
consiguió reivindicarse frente a mí.

Cuando me describo rebaso los límites de mi propia discreción y


me comporto como lo que no soy: un sujeto expresivo. Toda la
gente que me conoce coincide en mi parquedad. No entro en el
prototipo de los abogados pero encajo en el cliché de los letales.
Todas la causas que he ganado en los dos mundos se caracterizan
por ser escuetas e ir al punto. Mi prestigio no tiene parangón y si
tratara de presumir con mis logros en el mundo claro, creo que no
existe trayectoria comparable.

La misma Idalia, mi leal esposa, ha vivido asombrada de mi


dualidad. Ahora me cuesta saber si fingía inocencia para darse a la
fuga en el momento más oportuno o si duplicó sus posibilidades
de prosperidad y consiguió ascender a mis espaldas. En cualquiera
de los casos ha sido una actriz impecable. Yo prefiero creer que está
confundida o me obligo a pensar que le contaron los días. Al fin de
cuentas jamás pude medir su nivel de complicidad con mis tramas
sucias ni su nivel de compenetración con mis asuntos dignos. Era
un juego arriesgado y ambos lo sabíamos, sin embargo yo quise
reformarme cuando nació Daniel y le propuse que con ciertas
reducciones en nuestro nivel de vida yo podría salirme de aquellos
sub mundos y dedicarme por entero a una vida enteramente nor-
mal. Lógico, me respondió que no. Sabía que ni aunque ganara
todas mis causas y vendiera toda mi hacienda conseguiría mantener
el nivel de vida en el ritmo, el estilo y el glamour al que todos
estábamos acostumbrados. Su silencio fue entonces un signo
inequívoco de complicidad que jamás discutimos a fondo. O más
bien yo entendí su complicidad como una luz verde e incluí dentro
del acuerdo a mis hijos, lo cual fue a toda vista un error.

¿Se casaron enamorados? Me preguntó un día la doctora Sinclair y


yo me eché a reír. Por Dios licenciada — le respondí — nadie se
casa enamorado. Todas las personas se casan ilusionadas. Es la

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ilusión lo único que compromete a la personas a esos pactos tan
severos.

Sé que odia abordar estos temas, insistió, pero dígame ¿ cual era su
ilusión con respecto a ella, por qué la eligió?. Mi ilusión era su
enorme culo. Cuando me casé con Idalia yo todavía era superficial
y me fijaba en el culo de las mujeres y el de Idalia era uno de los
más codiciados del ruedo. Desde luego era un culo con muchos
valores agregados porque se trataba también de una excelente y
bien remunerada profesional de la medicina. Además tenía en qué
caer muerta y no estaba exenta de ternura y buenas ideas de
prosperidad. Ahora bien, la ilusión de ella era mi dinero. Cuando
nos conocimos yo no tenía un céntimo pero mi aspecto y mi actitud
era de millonario. En realidad yo no tuve la culpa, fue una verdadera
equivocación del destino, una mala jugada de la vida, el haber
llegado a la adultez sin un quinto en el bolsillo.

Los Barquero, todo el mundo lo sabe en este país, somos una


familia de blasones diplomáticos. Mi bisabuelo fue cónsul en el
gobierno de Terencio Sierra y mi padre fue embajador durante
quince años bajo el régimen del General Carias. Esto sin contar
con la flota de tíos Barqueros que tuvieron cargos similares en otros
consulados y cancillerías en distintos gobiernos. Mi padre
inclusive, el licenciado Tomás Barquero Meléndez, fue un serio
aspirante a la presidencia cuando los militares ensayaron los
primeros simulacros de democracia en los años 70. Entonces ¿Quién
habría de pensar que yo, el abogado Horacio Barquero Fritz, habría
de ser un pobre diablo sin fortuna?.

Pues aunque no se crea y aunque no lo parezca, lo era. Mis padres


dilapidaron sus fondos financiando la política, no hay Barquero
que no sea drogadicto de la política. Todo lo que acumularon en
su vida durante décadas de servicio en el exterior fue despilfarrado
en dos campañas proselitistas que fracasaron del pico al pie tratando
de llevar a Víctor Barquero al solio presidencial. En la segunda

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oportunidad decidieron rifarse incluso las propiedades y las reservas;
según sus cálculos erróneos Víctor Barquero se había convertido
en aquel momento en la única alternativa viable para recobrar el
poder. Y ganaron pero el hombre ni siquiera había calentado la
silla cuando los militares reformistas le asestaron el golpe. Allí fue
el acabose, según mi padre la mayoría de los Barquero tuvieron
que salir por puntos ciegos ya que la cacería de brujas desatada
semanas después de aquel penoso acontecimiento tenía como
objetivo secreto desaparecer a toda nuestra estirpe de la faz de la
tierra. Fueron pocos los miembros de mi familia que consiguieron
sobrevivir de aquella vicaría militar, uno de ellos, Lorenzo Barquero,
hermano del actual presidente del congreso. Para mí Lorenzo es el
paradigma de lo que debe ser un político audaz. Abogado igual
que casi todos pero sagaz y previsor. Cachureco cuando conviene,
liberal cuando se puede. Su astucia llegó al límite de infiltrarse en
el gabinete en la sombra del General golpista y posteriormente se
convirtió en Ministro de la Defensa sin jamás haber lanzado un
tiro siquiera. Cuando bajó la marea hizo algo por nosotros, recuerdo
que llamó a mi papá que estaba auto exiliado en México y nos
informó que podíamos regresar sin temor. Y lo hicimos;
albergábamos alguna esperanza de reponernos y mi padre me
auguró un gran futuro como hombre de leyes en un país ávido de
civilización e innovaciones. Jamás había ejercido mi profesión y la
verdad nunca creí verme en la necesidad de hacerlo. Pero después
entendí que todo había cambiado, que yo era el último vástago de
una generación de decadentes.

Comprendí que yo rompía y a la vez inauguraba un nuevo ciclo


seglar en la historia de los Barquero. Acepté con pundonor el hecho
siniestro de saberme pobre y resistí la vergüenza de acudir al último
Barquero que estaba en posición de echarme una mano. Lorenzo,
mi bien amado tío, me recibió después de muchas súplicas y cuando
por fin me tuvo enfrente me dijo sin ambages "¿aceptan que están
en la ruina?" se refería obviamente a mi papá, a mi madre de origen
hanséatica Marta Fritzy a mis hermanas, Elena y Paula. Yo no bajé

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la cabeza pero le dije que sí. Que de hecho si él no hacía algo por
nosotros llegaríamos a tal extremo de necesidad que probablemente
saldrían afectados todos los Barquero por igual. En mis palabras
sonaban ya, sin proponérmelo, los primeros destellos de cinismo
que impresionaron a mi tío Lorenzo. Por suerte el hombre lo tomó
a gracia y después, sin muchas indagaciones, me asignó la primera
tarea notarial. Mis labores fueron tan eficaces y diligentes que no
ocupé ni siquiera el semestre para volverme magistrado. El éxito
de Lorenzo Barquero y su pragmatismo burocrático le valió la
confianza del General pero a su vez redobló los resentimientos de
mi padre quien herido de muerte por la infidencia de nuestro tío
decidió apartarse para siempre a su último refugio, una pequeña
casa de campo que tiempo atrás habíamos construido en Tatumbla.

Mi madre, una teutona culta y serena que vino a este mundo para
aprobar y resistir todas las calamidades de mi padre, se puso por
primera vez de mi lado pero de poco sirvió porque murió
cruelmente de una tremolante infección intestinal. Cuando mi
padre quedó viudo se volvió insufrible, Elena y Paula quienes jamás
volvieron a Honduras — y yo— optamos por abandonarlo pagando
una enfermera a tiempo completo. Como cabe suponer mi padre
no pudo con tanto desengaño y cuando cierta mañana la enfermera
vino para darle el medicamento de rutina, notó que estaba tieso de
muerte. Sí hicimos honras fúnebres a la altura de sus méritos pero
siempre tuve la corazonada de que mi viejo fue vencido por la
realidad mucho antes de morir. Sus últimas frases fueron para mí
inolvidables y reflejan las antípodas de su gran desolación finisecular
"siempre creí que estaba criando algo mejor que yo —me dijo—
más muero con el terror de que alguien escupa mi cadáver por tu
culpa" .

Sin embargo y para mi propia sorpresa el entierro fue


multitudinario, miles de personas se alzaron del anonimato sugerido
por los cuerpos policiales y decidieron enterrar a mi padre como
"último procer de las filas eternamente jóvenes". Así vine a

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enterarme de algunas cosas que hubiera preferido saber antes de su
muerte; por ejemplo que era Liberal de los de cepa y no cachureco
de facto como siempre supuse. Que en sus tiempos mozos había
sido vocal del Partido Comunista y que había fundado, con su
propios fondos, una filial de los Alcohólicos Anónimos. Es más,
vine a enterarme que en sus ratos de ocio practicaba la poesía y que
inclusive fungió como mecenas de un poeta más o menos notable
que previo al entierro pidió la palabra para leer un soneto en su
honor. Aquel sujeto se anunció como hijo adoptivo de mi padre y
dijo llamarse Elvis Esquivel. Lloró con sinceridad y meses después
movió el cielo y la tierra para entrar en contacto conmigo porque
dijo estar en posesión de algo que a mi debía interesarme sobre
manera.

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C onforme pasan los días y las cosas se enredan en el arte
revertido de las prevaricaciones, mi vida anterior se va
dibujando en mi memoria como si alguien estuviera trasegando
lentamente las páginas de un block. Recuerdo a miles de personas
que conocí a cada paso, en el extranjero, en mi infancia, en las
salas de espera de los aeropuertos, etc.

Más ¿no son los personas imágenes pasajeras que sólo dejan manchas
dolorosas en la confusión de la conciencia? ¿cómo puede la gente
llevar un control de todo lo que produce y de todo que significa en
la memoria de los demás?.

He conocido gente buena y gente vil, pero mis negocios siempre se


inclinaron con los segundos. Nadie en esta vida planea convertirse
en un perverso, sencillamente uno negocia de cualquier modo y
cuando se negocia poco importan las historias. En los negocios,
aun los que se hacen pasar por buenos y honorables, sólo importa
el porvenir y los provechos. De ese modo uno va dejando los
escrúpulos en un neceser bien sellado y espadea en la realidad con
las astucias y los atrevimientos. Yo me jacto de haber botado en
cosa de minutos el paredón moral del más impoluto y también me
enorgullezco de haber encontrado el sentido de lo malo. Hay
convicciones en la maldad por eso los pelma no consiguen ser malos
a fondo. Pero mentiría si dijera que basta sólo con ser malo, juro
que no, la maldad perfecta debe ir combinada con una ternura
irreprochable, con cierta inteligencia aguda y con alguna dosis de
religiosidad. Esto lo digo sin tapujos ahora que voy perdiendo, en
un proceso lento y macabro, lo más valioso que tenía. Ahora digo
que los hombres más diabólicos que yo he tratado en mi vida eran
sujetos más bien dulces, deliciosamente correctos e impecablemente
precisos. Yo he tramado mis peores fechorías en las suculentas

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fullerías de los mejores restaurantes, o libando licores extra secos o
departiendo en los mejores spa de lujosos hoteles. No estoy hablando
de cínicas ostentaciones que uno rememora para alimentar las
tramas, no estoy exagerando un ápice. Tan sólo estoy hablando de
situaciones que carecen de trama; me estoy refiriendo a puntos
que no tienen argumento alguno. Todo esto es así porque así es, es
vozpopuli entre personas de este mundo, es cosa normal en quienes
sencillamente asumen la realidad tal cual es.

Los sordos tienen toda la razón si desean matarme y también yo


tengo la razón cuando digo que mi deseo es vivir. Ambos tenemos
razón y si trastabillo lo hago por mi propio riesgo y si termino
muerto cumpliré una de las muchas reglas tácitas que disciplinan
nuestro mundo.

Sin embargo debo echar mano de mi más letal inteligencia para


ganar mi última batalla aun reconociendo que estoy en desventaja;
después de muchas semanas, con los ondulantes dolores de costilla
que producen tantas patadas al costado, con los aguijones
estomacales por tanto comer basura, puedo atar y desatar cabos
con mucha rapidez. Sé que Luis Cámbar está a la caza de Idalia.
Siempre estuve consciente de que en el fondo se siguieron viendo
y continuaron fornicando a mis espaldas. Pero ahora es distinto,
ahora yo estoy preso y ellos están libres, esto significa que Cámbar
cambiará las reglas para ella. Todo el teatro de Idalia es comprensible
y también aceptable. Quizá lo imperdonable sea que involucre de
manera equivocada a mis dos hijos en toda esta cochinada.

Vera Sinclair finge no anonadarse porque así son los psicólogos:


ponen cara de frivolos ante las cosas asombrosas y se muestran
muy interesados en las majaderías. Cuando le digo con soltura y
sin remordimientos que Idalia pisaba con Luis Cámbar ella dice
que todo eso es normal. Yo la cuestiono y le digo que solo una loca
podría creer que semejante baladronada es normal. Por supuesto
que no lo es —le replico— Idalia siempre supo que Luis Cámbar

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andaba tras Eunice. El muy hijueputa me dijo descaradamente
que mi pollita ya tenía edad para dormir en su gallinero; por
supuesto que lo dijo bajo el efecto de tres martinis pero igual le
partí la cara con una botella. Después entendí que tratándose de
los hijos uno siempre recobra algún brillo y que los vecinos de la
mala vida siempre necesitan ciertas demarcaciones. No obstante el
desaire fue superado en nombre de los negocios. El no me pidió
perdón ni yo le pedí disculpas. Nada más puse a las mujeres de mi
casa en sobre aviso. Evité hasta los encuentros casuales entre mi
niña y aquel rufián y le advertí a Idalia que por nada del mundo se
atrevieran a recibirlo en mi ausencia.

Luis Cámbar era un triste fantoche del oportunismo político.


Dueño de varios títulos de dudosa procedencia y mafufo como
una cotorra. Había escalado lento y para la fecha en que lo conocí
era diputado suplente por el departamento de Cortés, una mierda
sin importancia y sin trascendencia. El tipo no era un ganapán
pero se portaba como un rockefeller tegucigalpense. Roía todas las
posibilidades para llamar la atención y en el partido sacaban
provecho de su comportamiento desalmado. Aunque nunca
consiguió ser todo lo abominable que siempre deseó sí se ganó una
merecida reputación de malhechor "necesario". Un día me dijo
carcajeándose que había posado desnudo para el presidente del
Tribunal Supremo Electoral y cuando le pregunté el motivo el muy
cabrón me explicó sin dejar de reírse que el funcionario era gay y
que su principal debilidad era fotografiar vergas famosas. "Pero la
tuya no es famosa" le respondí y el, después de la pausa, respondió
con teatral solemnidad "quizá barquito, quizá..." Odiaba que me
llamara "barquito" pero al principio no tenía la suficiente confianza
para desarmarle la cara de una trompada. Siempre nos
comunicamos con duras ironías pero en el fondo nos teníamos
envidia y entrañable desconfianza. La verdad jamás creí que nuestros
caminos se cruzaran con tanta frecuencia a pesar de que los pasillos
de la política son los mismos y no conducen a ninguna parte la
mayoría de las veces. Cambar era el tipo de hiena que uno preferiría
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no tratar pero reitero, tarde o temprano, lo terminábamos llamando.
Todos sabemos que hay ciertos personajes recurrentes del mundo
burocrático a los cuales hay que evadir en la medida de lo posible,
no permitir que un fulano como este nos diga un día "me debes
una".

Por esas cosas del juego me tocó asistir a una misa negra en una
mesa blanca para discutir un fraude electoral. Supuse que los
opositores estarían en desacuerdo pero me sorprendí cuando el
líder de los cachurecos tomó la palabra para dimitir por las buenas
de sus incipientes aspiraciones. El hombre temblaba como una
rama de ruda y se notaba que alguien lo había obligado a leer aquel
discurso. Así las cosas el fraude fue innecesario y la junta determinó
que "cuando las cosas se pueden arreglar por las buenas" se ahorran
muchos malos entendidos. Quien dirimía aquella reunión era
justamente Luis Cámbar y su frialdad jubilosa eran tan notable
que a los concurrentes se nos puso la piel de gallina. Entre los
presentes se hallaba mi tío Lorenzo, por entonces retirado y
haciendo papeles de oidor, al salir me invitó a un trago y me dijo
"esa bestia fue creada por mí y ahora me cuesta creerlo" se refería
obviamente a Cámbar. Mi silencio fue táctico, quise que fuera él
mismo quien terminara de armar el concepto de su propia creación,
"le pedimos continuó — sin dejar de mirar sus dedos de uñas
comidas — que nos ayudara a desilusionar a este maricón pero se
excedió y terminó destruyéndolo. Sabemos que este candidato tiene
serias probabilidades en su partido pero igual, nosotros tenemos
haciendo fila a tres hombres que lo vencerían con un aletazo. Uno
de ellos es Manuel mi hermano quien si se mostrara más agradecido
con los contrarios seguramente escalaría con mayor rapidez. Vaya,
por decirlo de algún modo, tenemos un repertorio de líderes cuyos
perfiles garantizan el triunfo consecutivo para medio siglo. Inclu-
sive tenemos eyaculadores precoces como Oswaldo Rosales quien
padece el vicio contrario al de mi hermano. Este muchacho tiene
un gran futuro, será cuestión de domesticarlo. El punto es que le
pedimos a Cámbar que de cualquier modo tratara de frenar la

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retórica de este mequetrefe. En los últimos tiempos ha estado muy
desbocado y le ha ocasionado algunos inconvenientes a nuestra
gente, sobre todo a Dimas Recarte. Me refiero a inconvenientes
fuera de la frontera ya que dentro del potrero bien sabes que somos
impermeables; yo creo que con un par de llamadas y ciertas
insinuaciones de peligrosidad el hombre habría reculado un poco,
no totalmente porque la política no tiene sentido sin adversarios...
pero la bestia de Cámbar no entiende de sutilezas y terminó
liquidándolo. ¿Sabes qué hizo? Lo visitó con un fajo de fotografías
donde el tipo aparece travestido en una juerga parisina. Nadie sabe
cómo le hace este maldito para acceder a estos materiales pero un
buen día se le acerca a cualquiera y le dice que tiene algunas tomas
que son de su interés. En fin, tratándose de debiluchos como este
que aceptó la dimisión a las primeras de cambio un individuo como
Cámbar es infalible. Conozco pocos hombres en éste país que
tendrían los cojones de afrontarlo con éxito. No te digo más pero
de todos modos en este mundillo nadie tiene la cabeza asegurada".

Desde aquella plática yo redoblé mi vigilancia con respecto a mi


relación con Cámbar. Fui menos a su chalet, me relacioné menos
con sus bellas putillas y prescindí más de sus favores. Pero repito,
los mil veces trillados caminos del deterioro ético son cada vez más
estrechos y más voraces. Un día descubrí que en el ambiente de las
putrefacciones políticas solo había otro patibulario que se pudiera
comparar con Cámbar: yo. Y juro que cuando lo supe me sentí
bien y bajó la aguja de mis envidias. Descubrirlo fue importante
porque al modo de dos donjuanes fuimos acumulado hazañas y
decapitando incautos. Todo fue bien hasta que él halló mi punto
flaco y me derribó de un zarpazo. Idalia fue tirada a la lona en cosa
de tres amagos. Mientras yo no quitaba los ojos de mi niña Eunice
el infeliz deslizaba su mano turbia por los escotes de mi mujer. Se
la estuvo comiendo dos años a mis espaldas hasta que un día, bajo
el efecto de cinco gramos de cocaína, me dijo con su propia boca
que yo era un imbécil incorregible. Me sugirió que le pusiera un
tercer ojo a mi mujer y lo hice. Contraté a un investigador retirado

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que traté de cerca en tiempo de los golpistas, un torturador jubilado
que solo respondía por El Santo y que fue entrenado por el coronel
Baltodano, otro criminal verde olivo. Recuerdo que El Santo me
preguntó "¿cómo lo quiere jefe, en bandeja o en rodajas?". Sólo
sonreí y quince días después me invitó a su oficina vaciado en
carcajadas "Ah los políticos —decía— se comen el culo en circuito
cerrado".

Cuando por fin paró de reír cambió a un tono más solemne y me


dijo "Le están comiendo la mujer amigo... pero de ese tipo no puedo
traerle siquiera un pelo". Con aquello bastó. No sentí celos, ni
rabia ni odio. Sólo furia conmigo mismo por ser tan viejo y tan
experto y al mismo tiempo tan idiota y tan ingenuo. Tampoco
perdí el control, asumí todo aquello como los polvos que
fecundaron mi verdadera perversidad. Había pagado sin duda un
precio bastante alto pero desde aquel día Horacio Barquero ya no
volvería a ser el de antes.

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V era Sinclair está furiosa conmigo. Dice que mis progresos
son lentos y que mi locura es frenética. Dice que yo estoy
loco por voluntad propia y que mi deseo es morir para castigar su
vanidad de ayudarme. Dice tanta estupidez y siempre que viene se
niega a creer todo cuanto le relato. Hablo hora tras hora sin parar
y ella se pone al frente con su libreta queriendo posar para mí
como la última zarina del psicoanálisis. Lamento su situación y sin
embargo jamás me he atrevido a soltar ningún comentario sobre la
desolación que su presencia me provoca. La veo allí como un ser
absolutamente inútil y no puedo ni empujarla, ni contradecirla, ni
liquidarla, ni influirla. Es un bulto de la vida que ha decidido
aminorar su soledad visitando al más perdedor de todos los
hombres. Ni siquiera he reparado en su cuerpo, no puedo realmente
saber cómo es su cuerpo. Para mí es una máscara montada sobre
un esqueleto que deambula en un mundo de piedades oscuras. Un
ángel caído en desgracia que sólo puede andar sobre las muletas de
sus ilusiones banales, en fin, una persona que me fastidia y me
enloquece con su presencia. Odio profundamente sus naranjas y
sus regalos remilgados. Detesto que no quiera ayudarme a vivir y
sólo insista en estudiarme. Creo que voy a cometer mi primer
asesinato si pasa una semana más y ella se niega a contactar a mis
hermanas.

Anoche tuve otro golpe de lucidez. Las únicas personas que pueden
ayudarme - descartando a mi gran Daniel - son Elena o Paula. No
porque sean mis hermanas sino porque viven fuera de Honduras y
no conocen a nadie de este país. Los sordos tienen bajo control cada
hoja que cae y pueden ordenar mi desaparición al momento, pero
si consigo que Paula y Elena se muevan con cautela desde el exte-
rior seguramente podría dar algunos avances. Entonces es urgente
que Vera, el último cordón que me conecta con el mundo, renuncie

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a ser mi psicóloga y acepte ser mi abogada de hecho. Le haré la
oferta una última vez y si se niega la tendré que matar. Porque al
matarla tendré la posibilidad de ser removido a una cárcel normal.
Desde una cárcel normal puedo apelar a mis contactos y ¿dónde
podría hallar un hombre como yo sus mejores contactos sino en
una prisión?.

Esto define mis primeros objetivos con claridad. En primer lugar


debo buscar que me lleven a un centro penal, reitero, no es sano
que yo sea confinado a esta mansión con la idea nefasta de orillarme
a una muerte resignada. Más de momento debo intentar por última
vez la coartada con Vera.

"No me subestime - me dijo y sus primeras palabras me han


parecido alentadoras - si yo decido ponerme de su lado y salir en
su defensa en qué me fundaría. No puedo lanzarme al garete y
luego quedar en ridículo. Usted desea que yo tome un micrófono
en esta horrible selva de mañosos y que pregone su inocencia
basándome en nada. Hasta hoy usted sólo ha hablado con evasivas
y yo no consigo sacar en claro ninguna cosa. Igual que todo el
mundo yo también estoy confundida. Igual que el abogado, igual
que su hijo, igual que toda la gente yo estoy atormentada con tantas
conjeturas. Allá afuera la gente no sabe nada señor ¿qué les hace
suponer a ustedes que la gente vive al tanto de tantas traperías? ¿en
qué se basan ustedes para creer que en este mundo ya no quedan
inocentes? No señor Barquero, la vida no es sólo como ustedes la
suponen. También existen otras formas de vida, menos audaces
quizá, menos emocionantes talvez, pero igual son vidas controladas,
oxigenadas y movidas por otros objetivos. El que ustedes se
supongan dueños del mundo no quita que los desarrapados sueñen,
esperen y busquen a su modo. Cada cual vive su propio drama en
los escenarios marginales que les asignó el destino y no existe para
mi ver una vida que sea más interesante que otra. Usted piensa que
su situación es única pero no así, la injusticia de la que usted se
supone víctima también lacera el corazón de miles de personas que

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existen a pesar de que ustedes no les den ni la más miserable
importancia. Entonces, si está sinceramente interesado en mi per-
sona hábleme por primera vez alguna cosa que sea cierta. Dígame
quienes son los sordos, por el amor de Dios, explíqueme su verdadera
relación con Luis Cámbar y dígame de una buena vez si está
infiltrado en ese horrendo asesinato".

Ya se lo expliqué antes, no soy un criminal. Soy un delincuente,


eso lo admito, pero en todo caso un delincuente político. Las cosas
son mucho más sencillas de lo que usted pretende. A Oswaldo lo
asesinó el mismo Partido. El Partido decidió radicalmente cierta
noche en la que yo estuve presente. No fijamos fecha, ni hora ni
modo. Se actuó con el estatuto extremo de ¿os sordos cuyo primer
artículo reza "no estamos aquí para oír si no para ejecutar". Las
decisiones se toman así, de forma frontal e inamovible. Oswaldo
nos llevó al hastío cuando nos amenazó con apelar a la justicia
internacional si boicoteábamos su movimiento y no digo con esto
que la temamos, lo que digo es que algunas veces no estamos de
humor para las complicaciones. Habíamos agotado todos los
recursos en las negociaciones intermedias y ¿os sordos nos habían
establecido un plazo para el trance con este hombre, el más
obstinado que he conocido en mi vida. Yo mismo le advertí de lo
difícil que estaba su situación pero jamás se lo tomó en serio.
Cuando nos sonó la campana nos llamaron de urgencia y el Jefe ya
había determinado el acontecimiento; a partir de eso momento
sólo era cuestión de esperar la noticia.

—¿Quien diablos son los sordos?


—Los que no oyen
—Por favor Horacio, ya déjese de mierdas y hable con claridad.
¿acaso me cree una estúpida?
—Bueno, para que usted lo comprenda haga de cuenta y caso que
existe un gobierno invisible que controla y dirige al gobierno
visible. Al gobierno visible lo mira toda la gente, toda la gente lo
oye, lo critica, lo cuestiona, lo aborda e incluso lo derrumba.

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Pero el gobierno invisible sólo lo vemos ciertas personas
privilegiadas. Personas absolutamente anónimas y por lo mismo
tan intangibles y letales como sordos. Se trata de un "supra
estado" cuyo poder es invencible, intocable e inmanente. Son
los verdaderos propietarios de los países y los verdaderos jerarcas
del mundo. Sólo intervienen en cosas extremas porque confían
en que sus subalternos, es decir los gobernantes que son algo así
como sus mayordomos, sean capaces de dirimir las cuestiones
sin necesidad de sacarlos a media noche de sus lindas mansiones
o de sus búnkeres impermeables. Los sordos no son humanos en
el sentido convencional de la palabra. Sus poderes son tan
misteriosos y omnipotentes que controlan a estas alturas no sólo
asuntos propiamente terrenales sino temas de orden metafíisico.
No se mueve una hoja en este mundo sin que ellos lo autoricen
y sin embargo todavía desconfían de su eficacia. Tienen un
decálogo de siete páginas que se memoriza fácilmente y que
gobierna de manera omnímoda cualquier tipo de situación que
altere el orden universal de las cosas. Los sordos tienen dominio
pleno sobre la tierra y soberanía perpetua sobre todos los negocios
humanos hasta hoy conocidos. Secuestraron este planeta y para
liberarlo nadie posee ni material ni espiritualmente la cantidad
inmensurable que ellos solicitan. Ellos pueden deshacerse de
Jhon Kennedy con la misma facilidad con la que han pulverizado
a Oswaldo Rosales y para ellos no existe diferencia alguna. El
código de los sordos no sólo es universal sino también implaca-
ble, ellos no discuten ni reprenden ni amonestan, ellos
literalmente no oyen. Por eso cuando un caso cae en sus manos
producto de las desatinos en las funciones intermedias ellos
golpean el único martillo de su tribunal y sentencian "Sáquenlo
del aire".

-Pero quienes son ¿usted es un sordo?


-Ya quisiera. Yo pertenezco apenas a una especie que
denominamos dialécticos. Qué le parece el cultismo. Yo soy de la
clase política. Como se lo dije al principio mis méritos no dan
todavía para ascender a la máxima categoría de los criminales.
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Además es un problema de acumulación de bienes y riquezas.
Los que conocen este oficio saben que mi estatus es el más penoso
porque al vivir pendiente de las escalas y solo quedarse en los
dilemas de la verdadera perversidad no hacemos más que viciar
nuestras funciones y permitir que desde el mundo visible nos
apostrofen toda índole de embargos. Sufrimos porque del lado
oscuro alguien nos grita "inútiles" y del lado claro nos vituperan
"burócratas". Nuestra función es dialogar. Dialogamos siempre,
no paramos de dialogar, montamos congresos y debates para
dialogar, fundamos asociaciones de diálogo, círculos de diálogo,
convencemos a la gente sobre la importancia de dialogar.
Tenemos la misión impostergable de que el mundo dialogue
siempre, necesitamos que estos diálogos sean eternos y que todos
los ciudadanos desarrollen esta habilidad y de paso la aprecien
como el valor más preponderante de la civilización. Los sordos
nos han investido de todas las prerrogativas que el diálogo
propicia, nos ceden el mundo en bandeja si conseguimos que el
diálogo incluya al más pacifista y al más anarquista. Si a través
de nuestras gestiones propiciamos que los necios y los
intelectuales se sienten en la misma mesa y coman los mismos
bocadillos. Si concertamos al religioso con el impío, al mise-
rable con el creso y al piadoso con el indolente. Si estos controles
pueden manejarse a un aceptable nivel de tolerancia entonces
los sordos jamás aparecen y el mundo sigue su marcha como si en
realidad ellos no existieran. Así hemos llegado a su segundo
mandamiento "ay de aquellos que nos imploren. Más les vale
no haber llegado al tribunal de los sordos". ¿Ahora entiende por
que murió Rosales de forma inapelable?
-Si. Pero entonces ¿quiénes son?
-Bueno. No tengo ánimo para hablar de todo esto...
-¿Lorenzo Barquero, Andrés Rosales, Luis Cámbar, Simeón
Mulet, Asdrúval Milla Toledano, su propia mujer, el abogado
Manuel Barquero, su abogado, el Presidente de la República,
Dimas Recarte, Mauro Pujol, Emilio Callejas... ¡quien putas son
esos sordos y qué diablos se creen!?

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-No licenciada... todos esos son simples dialécticos. Sabuesos,
serviles, súbditos, unos grandes maricones incapaces de dar el
gran salto. Talvez, si muero, el paria de Cámbar suba pero si en
cambio logro sobrevivir, para lo cual requiero su apoyo, tal vez
sea yo quien suba... nadie lo sabe. Pero cambiando de tema,
usted se muestra ansiosa ¿es adicta a alguna cosa?
-Al tabaco no más. Soy adicta desde que era una adolescente. He
vivido distante de esta mierda creo que por diez años pero desde
que lo frecuento no puedo evitar la ansiedad. Ahora bien
¿Oswaldo Rosales era "sordo" o "dialéctico''?
-Ni lo uno ni lo otro. Aquel aspiraba a la dialéctica que es una
manera eufemística de decir que aspiraba a la política.
-¿entonces hay una clase todavía más inferior?
-Si, pero Rosales tampoco pertenecía ni siquiera a esta. La más
baja categoría del mundo invisible se llama los naturales. Se trata
de aquellas criaturas desalmadas e irracionales que los sordos
entrenan para las tareas más sanguinarias del cártel. Estos ni
oyen ni dialogan ni piensan. Son máquinas de carne y hueso
que están disponibles a cualquier hora y en absoluta deuda y
sumisión hacia los sordos. Son el desperdicio humano, seres fríos,
perversos y criminales capaces de tributar con su propia vida los
grados de lealtad que mantienen con sus superiores. Los natu-
rales son objeto de mejores consideraciones por parte de los sordos
y en cierto modo gozan del privilegio funesto de quitar del
camino a todo dialéctico que se les oponga. Al contrario no
sucede y esta ha sido una de las grandes frustraciones de hombres
como Cámbar y como el abogado Osorio quienes nunca tuvieron
la suficiente sangre fría para ser un natural ni las necesarias
características de un auténtico sordo. Entonces ¿quién era
Oswaldo Rosales en realidad? Sencillamente un desclasado. Y
por eso lo liquidaron
-¿Usted planeó su muerte?
-No, lo hizo el Jefe de los sordos. El jefe lo llamó por última vez
un viernes y le dijo ¿te alineas o te arriesgas? Y el infeliz de Rosales
dijo "me arriesgo"

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-¿quién es un desclasado?
-Alguien como usted por ejemplo.
-A qué se refiere.
-Bueno a que lo que usted hace o intenta hacer es absolutamente
banal. Su caridad es una mierda, lo que usted estudia también
es una mierda, lo que usted piensa de mí y también lo que piensa
de usted es una mierda, es una mierda la sicología, la filosofía, la
literatura, la economía, la santidad, el esoterismo y sus malditos
pranas... todo es una mierda hasta que las personas se interesan
por la política. Esa es la única palabra que los sordos oyen y la
única actividad humana que los sordos respaldan. Todo lo demás
es una completa y absoluta mariconada. Actividades triviales
que no alteran en lo más mínimo el verdadero funcionamiento
del mundo. Es decir, los desclasados son personas que están a
millones de años luz de ser siquiera interesantes para los grandes
jerarcas. Sólo existe un único medio de influir y de acercarse a
los sordos y este se llama la política. No hay otro, no existe otro.
Y como no hay otro el camino no presenta divisiones ni opciones.
Este camino es pertenecer a cualquiera de las clases antes descritas,
si en verdad da el gran paso de su vida y se interesa por la política
entonces aparecerá un gran panorama ante sus ojos, un extenso
panorama de tres horizontes por los cuales podrá elevarse a la
grandeza, estos tres cielos son, ya se lo dije, ser un sordo, un
dialéctico o un natural. En el partido todos somos dialécticos y
cuando le propusimos a Rosales que siendo parte del "sistema"
su cuero estaba asegurado, el nos respondió con sus ya conocidas
arengas. Por cierto muy inspiradas y muy genuinas pero igual
¿gastaría lo mejor de su lírica hablando con sordos?
-Entonces en qué quedamos ¿ a Rosales lo mató el partido o fue
"sacado del aire" por lo sordos?
-Veámoslo de este modo: los dialécticos lo acusamos, los sordos lo
sentenciaron y los naturales lo ejecutaron. ¿Va usted a fumar?
-No. No quiero hacerlo. Okey, como lo que yo hago es una mierda
y la sicología no tiene ni la más miserable influencia en el
desarrollo del mundo, dígame, ¿qué debo hacer para ser parte
de algo?
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—Bueno. Dialéctica no puede ser porque no tiene partido ni
filiación ni trayectoria. Sorda mucho menos. Sólo puede ser una
natural y aspirar a un ascenso.
—¿a quien debo matar?
—A una mujer
—A quien
—Tiene que matar a Ingrid de Rosales
—¿Cuándo?
—Cuando yo dé la orden.

Después la doctora Sinclair se puso de pie y fumó su primer cigarro


en mi presencia. Por primera vez desde que empezó este tenebroso
cautiverio la veo tan relajada y tan dentro de sí. Antes de marcharse
guardó su libreta y se retocó el maquillaje. Hasta ahora reparo en
su verdadera cara. Tiene los ojos grandes y cansados. Su pelo es
alegre pero se lo peina con tristeza. Cuando ya está por marcharse
le doy instrucciones precisas sobre lo que debe hablar con Paula y
con Elena. Le advierto que sea cautelosa porque sus llamadas
podrían estar intervenidas... de lo cual casi estoy seguro.

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7

I gnoro en estos momentos cuánto vale mi cabeza, sé que por


cada día que pasa se devalúa pero no está demás saber exactamente
con lo que cuento; hablo obviamente de billete. Esta casa, la cual
crece y decrece ante mis ojos al ritmo de las esperas y los desengaños,
está valorada en cuatrocientos mil dólares. Tengo las escrituras
depositadas en un banco prudente y no descarto que los sordos ya
estén metiendo cuñas para dejarme en las bandas. Tengo un rancho
en Valle de Angeles y una mansión campestre en Coyolito, por lo
bajo están valoradas en quinientos mil dólares cada una. Al
momento de mi captura era propietario de tres vehículos del año
de los cuales ya he vendido dos; estoy seguro que Idalia ya estará
echando mano del tercero para poder pagar las costas de mi
abogado. Soy accionista de una constructora pero no puedo saber
a ciencia cierta qué está sucediendo con ese patrimonio si el otro
accionista principal, hablo de mi lindo tío Manuel Barquero, no se
comunica conmigo. Como la fiesta ya llegó a la hora de los sustos,
estoy seguro que los sordos ya lo tienen amarrado en su propio trono.
Descarto mi parte en lo de tráfico de madera pero debo rescatar mi
res de la constructora. Mi pequeña cuenta en Miami no peligra
pero debo limpiarla de sospechas y aquí es donde entraría en juego
mi hermana Elena. No quiero descartar las deudas y los favores. El
perro de Milla Toledano, el representante legal de Prior Mart, me
debe doscientos mil dólares y dos cuajos. El juez Pineda Batres,
quien ha milagrosamente desaparecido del ambiente, me debe
cincuenta mil dólares. El cardenal, que se las tira de santito, me
debe cien mil dólares y un cuajo. La intachable Emelina Portales,
nuestra madrina de bodas, jamás me entregó la parte de lo pactado.
El ingeniero Yuvini Ruano le dio tantos alargues a la deuda que mi
captura, para colmo mío en su presencia, le cayó como anillo al
dedo. Son tantas las personas que me deben plata que ni siquiera
consigo recordarlas, podría cumplir condena de varios años sólo
recordando caras y nombres de personas que me deben lana y cuajos.

51
Con sólo reunir la mitad de lo que me adeudan yo podría contra
comprar al mejor sicario de los sordos. Necesito comprar gente pero
no tengo la plata a mano y lo que es peor: no tengo la gente cerca.
Por eso lamento la fuga de Idalia y su visión anal de la vida. Daría
cualquier cosa por tenerla como aliada; sé su debilidad, ama las
joyas, el glamour, los carros de lujo, las modas, las revistaslight, los
viajes excelsos y los roces de altura, entonces yo podría comprarla
pero ella está totalmente alienada con la verga venenosa de Cámbar.
Cámbar la ha enfermado sexualmente y ella se convierte en un
horrible y sumiso jilguero que come alpiste en sus manos. Esa mujer
está enajenada, podría volar mentalmente, podría irse por los vientos
en nombre de sus ambiciones y de sus sueños, podría tocar los
cielos con su belleza y sus atributos pero al aterrizar siempre termina
clavada en el miembro de Cámbar, es el único eje sobre el cual
puede rotar su vida. Algunos meses antes de esta conjura habíamos
discutido suciamente sobre la situación de Eunice; yo le pregunté
"cambiarías a tu propia hija por un polvo con Cámbar" y ella
sonriendo me contestó "mejor pregúntale a tu hija ¿matarías a tu
madre para echar un polvo con Cámbar?" entonces la agarré del
pescuezo con la intención de decapitarla. No sé qué me impidió
matarla pero supe que la tipa había llegado al tope de su desquicio
y que Eunice estaba siendo infiltrada en un trama demoníaca.
Después establecimos un acuerdo digamos adulto, naturalmente
un acuerdo muy frágil: yo daba luz verde para sus demasías siempre
y cuando se guardara alguna discreción y ella se comprometía a
mantener a mi hija distante de su depravada hoguera. De todas
formas yo siempre fui un adúltero y de la parte mía, sinceramente,
se habían sellado los poros sexuales con respecto a ella. Cogíamos
por rutina, sin deseo y sin sentido. Nuestros hijos ya estaban crecidos
y las funciones paternales ya se habían sedimentado. Eramos lo
que se dice una familia respetable, onerosa y servicial. Nuestro
estatus político y económico estaba visado para muchas décadas
teniendo en cuenta que los Barquero seguían siendo honorables y
que los Marenco se suponían una ínclita familia adinerada de la
capital.

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Cuando mi mujer se convirtió en una Madame Bovary sin carrusel
yo consolidé mi postura paternal en base a dos conceptos: sustento
e independencia. La fachada de nuestra familia debía conservarse
intacta pues no había otra forma de ocultar sus desafueros y no
existía a la vez mejor mampara para mis negocios de subsuelo. A
partir de un punto la paz fue posible, reducimos el cinismo,
frecuentamos las reuniones sociales, no discutimos frente a nuestros
hijos, dupliqué la inversión hogareña y ella intensificó su contacto
maternal. Por su parte Daniel y Eunice se acoplaron genialmente a
nuestras disposiciones y bien pronto todos empezamos a respirar
cierta normalidad que exagerando un poco se podría calificar de
armoniosa. El pacto incluyó a Cámbar y aunque siempre supe que
los pactos con Cambar son ficticios, conseguí al menos que mi
mujer lo mantuviera a mecate corto con respecto a mi niña. Eso es
lo que suponía y sigo suponiendo.

Dado que pudiera comprar a mi propia mujer en estos momentos


y en estas circunstancias ¿cuánto me costaría, qué me cobraría?, si
me dijera que lo quiere todo para mí sería barato pero cuando le
pida lo que realmente deseo seguramente dirá que no está en venta.
Porque lo que deseo es que interceda para comprarlo a él. Es decir,
no quiero afrontarlo directamente para no verme en la necesidad
de ofrendar a mi niña. Estoy seguro que el miserable no tendría el
menor escrúpulo en pedir a Eunice a cambio de mi vida y no dudo
que Eunice esté dispuesta a pagar cualquier precio a cambio de mi
liberación. Y sin embargo todo sigue siendo conjetura y espejismo.
Armo tramas en el aire sin saber con certeza qué tipos de hilos ni a
través de qué manos se están moviendo las marionetas de este
lóbrego laberinto. ¿Si en verdad me quieren matar porqué demoran?
¿y si quieren que viva porque me confinan? ¿si no quieren mi dinero
entonces quieren a mi hijos y si no quieren a mis hijos entonces
necesitan mi silencio y si nada quieren de mí porque no me
liquidan? ¿quieren que quede loco? ¿es esta una manera correcta de
alienar a un hombre? Repito ¿cuánto vale en estos momentos mi
cabeza, un centavo, muchos millones?.

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Importa tener un poco de calma y mucho cálculo, sé que toda mi
fortuna no alcanza ni para salvar el dedo gordo de mi pie de modo
que materialmente no valgo seguramente un céntimo. Mi fortuna
es lo que sé, lo que tengo guardado en lugares que nadie sabe, lo
que guardo en mi memoria y en mis recuerdos, lo que escondo en
mis archivos herméticos y ante todo: lo que soy capaz ahora mismo
de ocultar en las únicas dos o tres personas que me visitan. Hoy
espero nuevamente a mi abogado, seguramente traerá nuevas
instrucciones veladas para obligarme a ceder más bien sabe que
lobo no come lobo. Igual que Piporro Ilovares, se las quiere tirar
de pulcro frente a mí con la diferencia que mientras aquel finge no
conocerme este supone conocerme al extremo. Inclusive presume
conocer al detalle la vida, la intimidad y los líos de cada Barquero
conocido y no conocido. Yo saco provecho de estas presunciones
pero él no lo sabe, sé que es un zorro de viejos llanos pero igual no
puede ir más allá de sus limitadas intuiciones jurídicas. Ahora viene
con otro que parece su clon. Espero lo peor y sólo puedo apretar
bajo la mesa este inútil cuchillo que la doctora me aprovisionó. Sé
que puedo ser rociado a balazos por cualquiera que ingrese de
sopetón y sé que ese cualquiera puede llegar envuelto en una sotana
o en un casimir. Desde que me ven se llevan las manos a las fosas
nasales con disimulo. Hace ya seis días que no me baño y mis tres
pantalones están hechos una piltrafa. Encima los nervios me han
traicionado y varias veces me he orinado en mis propias prendas.
Además las patadas de los guardias me han hecho sangrar de la
nariz y todo mi aspecto es una completa porquería. Esto sin hablar
de las heridas internas, he sido un hombre tan sano y alentado que
no consigo imaginar cómo soy por dentro. Desconozco el lugar de
mis órganos vitales, la forma de un estómago, el flujo de la sangre
y el aspecto de los huesos. Nunca di ni recibí sangre, jamás tuve
gripe, ni catarro, nunca me había fracturado. Por eso digo que
estoy enfermo del bazo, del páncreas, de la meninge, de las arterias,
de los ganglios o de cualquier otra cosa ya que las palabras médicas
para mi jamás habían tenido el más mínimo significado. Esto más,
no sabría diferenciar una Alka Seltzer de un caramelo. Sin

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embargo reconozco por fin la enfermedad impuesta de la que soy
víctima. Estoy enfermo de abandono y sucio de la impotencia, casi
a un paso de la muerte pero todavía con ganas de disputarme la
vida a puñaladas. Tiemblo de hambre y de calor, no consigo
distinguir mis sensaciones más normales y tengo la desventaja de
que por segundos las cosas se me simulan como parte de un sueño
prolongado. Peor aun, me veo como testigo distante de toda esta
situación, algo así como si ya estuviera muerto y al mismo tiempo
recordando todos los acontecimientos que me llevaron al fin. Por
ejemplo el ingreso de su abogado y su acompañante sucede en un
tiempo a la vez lento y a la vez eterno, hace unos segundos los vi
entrar por el jardín pero presiento que esto sucedió hace ya muchos
siglos. Ahora los veo de nuevo frente a mí y reconozco que son dos
hombres de este mundo, dos hombres decentemente vestidos y de
finos tratos. Rumoran algo pero no consigo descifrar lo que dicen,
solamente se inquietan ante mi y no actúan de forma precipitada.
Al poco rato un guardia ingresa con un balde de agua fría y lo
lanza con violencia sobre mi rostro. Yo me revuelco en el piso entre
una sensación de pánico y deleite. Por fin el agua, por fin el agresivo
signo de la presencia humana. Ya despierto me levantan como lo
harían con un inválido y me sientan en la única silla de la sala.
Cuando el abogado se acerca demasiado a mi cara yo le digo con
débil voz "los voy a hundir". Pero igual me hace sentar y me trata
como si yo fuera un pichingo de trapo que no asusta ni a los pájaros.
Ahora, ya devuelto a la realidad por el chapuzón, consigo distinguir
al otro. Es un hombre gigantesco e irreal, alguien que vi más de
una vez en ciertas reuniones y del cual no precisa saber el nombre
porque resulta inútil. Puede ser un sordo o un natural pero eso no
importa. Se sienta a mi lado y mientras me acaricia los húmedos
mechones que bajan por mi frente me dice "sabe qué es esto" y me
enseña una uña.

Ante mi reacción de león provocado el tipo me agarra del cuello y


me dice al oído "si no me dice donde está el otro video, la siguiente
vez le voy a traer no la uña sino la cabeza de ese valioso muchacho".

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Luego me cierra la boca despacio con la fuerza inmensurable de su
puño y se pone de pie. Sale sin despedirse y el abogado ronda por
la sala fumándose un Belmont. Pasan diez minutos y estoy con el
tronco y la cabeza caídos. El abogado comienza a hablar con la
pared pero conmigo.

—Los sordos han decidido limpiarlos. Es importante que nos diga


donde oculta los videos, si no lo dice le traerán la cabeza de
Daniel en bandeja. Usted sabe que no van a parar, van a borrar
a hasta la última molécula de su familia si se obstina en amenazas
y en secretos indebidos.
—Quiero dos pasaportes y dos salvoconductos para Daniel y
Eunice, mis hijos viajarán a Los Angeles y se verán con una de
mis hermanas. Cuando Paula me escriba diciendo que los niños
están a salvo yo entregaré los videos y los demás documentos.
—¿Y si optamos por deshacernos ahora mismo de todos?
—Entonces los videos quedarán en malas manos. Los sordos no son
tan idiotas como para arriesgarse a esos extremos, no en nombre
de un insecto como yo
—Si es verdad que los videos existen y están en manos de alguien
por qué ese alguien no actúa
—Por que ese alguien también está interesado en el juego y quiere
algo de ustedes. Vamos Osorio, usted bien sabe que este juego
tiene muchas trampas, tenga valor y véame. Nosotros somos
dialécticos y esta silla puede ser ocupada por usted cuando menos
lo presienta. No le pido que me ayude a vivir, de eso usted no
tiene la menor posibilidad. Solo quiero que en esta rifa maldita
mis hijos tengan alguna ficha, eso es todo. Sólo pido dos
pasaportes y la certeza de que mis hijos llegarán a Los Ángeles.
Después podemos proceder a los extremos que deseen. Además
el soplón de Cámbar podría tener tanta información como la
que tengo yo. Nada ni nadie les garantiza que tienen al hombre
correcto. Total, con la aparición de Ingrid Rosales en la palestra
yo ya dejé de ser el estorbo número uno. Sé cómo quitarla del
camino sin derramar sangre pero necesito salvar la de mis hijos

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y también la mía. Lléveles la uña de regreso y dígales que no hay
necesidad de arrancar otra. Veo dos opciones, o nos liquidan sin
necesidad de torturas o avanzamos en la negociación.
—Perdone pero no puedo llevar esa porquería en mi portafolio.
Cerremos ese capítulo y vayamos a otro. ¿quién es la psicóloga?
—Vaya, a veces los sobre estimo.
—¿Forma parte de algo?
—Bueno. Si ella realmente existe y no es un fantasma como algunas
veces he creído, entonces es mi paño de lágrimas. La pobre es
tan ingenua y tan estúpida que ni siquiera sabe lo que significa
la palabra peligro.
—Bien. Ahora lo dejo. Si vuelvo quizá haya negocio, si no
encomiéndese a Dios
—Osorio... usted envejeció pobre. Le doy todo lo que tengo a
cambio de Daniel
—Puede ser Horacio... puede ser. Pero recuerde, quizá usted ya no
tenga lo de antes. Además, Lorenzo Barquero y otros Barqueros
que han aparecido de la nada andan tras sus huesos. Ya están
reclamando derechos sobre sus bienes sin tan siquiera cerciorarse
de que usted esté lo suficientemente muerto. Total, ya veremos
lo que sucede...

Cuando salió y volví a quedar solo lloré como un animal. Después


grité como un animal y los guardias vinieron a quebrarme la tercera
costilla. Estoy perdido, ya me hallaron la llaga y la seguirán tocando
con saña a no ser que agilice las cosas. Sin embargo debo ver el
lado bueno de esta laceración física, si el precio por el video incluye
a mi pequeño Daniel quiere decir que tengo posibilidades reales
de negociar con el mundo exterior. Dado que mi fortuna a estas
alturas no valga nada o haya sido subastada en una junta de
delincuentes, puedo apelar a los videos y también a todos los
documentos de mi archivo siniestro. Todo esto ha sido producto
de mi previsión, siempre me preocupé por documentar todo mi
accionar y nunca subestimé ninguna acción por trivial que pareciera.
Además cuento con doble copia de todo y esto sí que aumenta la

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plusvalía de mis secretos. Lo interesante es que puedo documentar
a cualquier persona del mundo exterior, incluso a cualquier per-
sona del mundo claro, para que gestione mi libertad a nivel de los
tribunales internacionales ya que nada puedo hacer dentro de las
fronteras. El tamaño de esta conspiración ha rebasado las
expectativas de los sordos porque han tenido que acudir a su tercer
mandamiento "el castigo mayor incluye arrasamiento de primera
y segunda generación". Esto quiere decir que cuando se ha
comprobado el envergadura de la infidencia los sordos arrasan con
el traidor, con sus hijos y sus nietos.

Pero no debo temer, es imperativo no temer. Prefiero calcular porque


estoy en la antesala de mi total desaparición. Ya sonaron las
trompetas de mi extinción y hoy he tenido en mis manos la uña
exánime de mi hijo como signo inequívoco de que estamos, Idalia,
Eunice, Daniel y yo, definitivamente en el patíbulo. Ya me imagino
a Daniel desafiando a esos perros, diciéndoles de frente "son todos
una basura, hagan de mi lo que quieran pero no crean que van a
salirse con la suya". No sé de donde heredó ese espíritu solvente y
temerario, ese don de la realidad que en él se vuelve tan exacto y
tan transparente. No conozco a ningún Barquero con ese carácter
y la misma Idalia desconoce ese ímpetu de parte de los Marenco.
Quizá mi madre al final de cuentas tenía razón, ella juraba que
Daniel era una réplica irreprochable de mi abuelo, el sargento nazi
Otto Fritz. Mi madre vivió siendo niña todas esas puterías de la
segunda guerra mundial y no he conocido a nadie que narre con
tanta puntualidad las depravaciones de aquel momento. Sé que
esa guerra existió porque mi madre la cuenta de lo contrario no
creería un comino de toda esa cochinada. Además sé que existió el
sargento Fritz porque lo conocí en Hamburgo. Mis imágenes de él
son vagas pero no fantásticas. Era un alemán perfecto, bello y rosado
como un semidiós, correcto, misterioso y según mi madre, capaz
de dormir a la par de los escorpiones. En cierta ocasión, contaba
mi madre, se lanzó a las aguas frías del puerto para cazar un tiburón.
Fueron tiempos de hambruna en los cuales las sanguijuelas y los

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peces gigantes se convirtieron en la dieta perfecta para unos
alemanes que sobrevivieron a la guerra mascando amarguras. Mi
madre relataba cómo aquel hombre, armado con un puñal de
reglamento se clavó desnudo sobre las ondas del mar y salió abrazado
a una bestia sangrienta que tenía las fauces abiertas en señal de
laboriosos alaridos. El sargento Fritz desovó el tiburón y produjo
aceite, filetes y mollejas marinas para sobrevivir casi un invierno
tragándose el orgullo de en el fondo saberse no vencido. Sé de
otras historias de mi abuelo en sus letales misiones militares y de
todas doy fe por el simple hecho de haberlo tratado en su vejez,
que es una manera de hablar ya que nunca envejeció. El no murió,
yo diría que Otto Fritz era inmortal, el fue asesinado por una red
fanática de la restauración judía pero ese es otro tema. Tuvo dos
hijos y una hija. Ella es mi madre Marta quien era la negación
espiritual de mi abuelo. Mi madre tenía todas las características de
una enfermera y si no se hubiera dedicado a la enfermería a lo
mejor se habría decidido por un convento o habría optado por
convertirse en una proteccionista de animales. Era la bondad
alemana en su más exacta expresión, una combinación de ideas
celestiales y abnegación racional que dejó huellas imborrables en
todos nosotros. Nunca averigüé los sucesos exactos sobre cómo se
conocieron con mi padre, además estos sucesos siempre vienen
salpicados de mentiras y sazonados con aventuras inverosímiles.
Pero tengo claro que mi padre fue cónsul por error en el gobierno
de Juan Manuel Gálvez. Los nacionalistas sustitutos del general
Tiburcio Carias vinieron con ímpetus reformadores y restablecieron
negocios de estado con países que hasta ese día se consideraban
hostiles, como Alemania y Rusia. Aquellos por genocidas y los otros
por comunistas. Dio la casualidad que el profesor de matemáticas
Daniel Obregón fue designado por Gálvez para restablecer y mejorar
las relaciones con los teutones. Pero Obregón sólo puso una
condición: que delegaran como asistente en el grado al abogado
Tomás Barquero. Parece que el asunto no tuvo discusión y mi pa-
dre en el umbral de sus treinta años y con toda una carrera por
delante se marchó y dejó el bufete en manos de su hermano menor,

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el abogado Lorenzo Barquero. Según supe después mi padre, no
más tomar posesión del cargo, contrató a una profesora para que le
enseñara alemán o al menos los diálogos obligados. Así apareció
Marta Fritz quien firme en el deseo de restaurar su vida y volver a
la normalidad del progreso promovido por la pos guerra, atendía
tres jornadas de trabajo con una eficacia solo propia de un país mal
herido. Ella era dulce él ácido, ella racional él supersticioso, ella era
real él irreal, ella blanca mi padre criollo, ella lógica mi padre ilógico,
tan ilógico que cuando Daniel Obregón murió de un infarto cer-
ebral creyó que su deber era volver y abandonar Berlín pero Marta
Fritz, mi inteligente madre le dijo "no, ahora usted es el embajador
y yo su mujer". Después, ya en forma de familia, rodamos por
muchos países y sub países. Nosotros nacimos en todo el mundo
pero a nuestros padres les daba igual porque siempre fuimos hijos
de la embajada. Sólo volvimos a Honduras cuando ya cursábamos
la primaria pero nuestras cabezas ya estaban adelantadas en idiomas,
realidades universales e imágenes cosmopolitas. Por esa razón quizá
jamás conseguimos acoplarnos totalmente al tercermundismo moral
que descubrimos en todas las personas que fueron posteriormente
nuestro círculo social. Al extremo que Elena y Paula siempre se
iban a tomar vacaciones a otros países mientras yo me quedaba a
compartir con mis verdaderos compatriotas, los que al final de
cuentas me abrirían la brecha en el tenebroso mundillo de las
martingalas. No me costó trabajo conceptuar la gente ni la vida ni
la muerte ya que no perdí el tiempo que otros a mi edad perdieron
en descifrar la geografía, en balbucear otros idiomas ni en adivinar
la matemática. A los doce años yo abordaba temas políticos y sociales
con los más duchos de los amigos de mi padre que no eran pocos.
Pero no deslumbrada, en mí todo conocimiento se veía natural ya
que equilibraba mis participaciones ante los adultos con la
amabilidad aprendida de mi madre y con la jocosidad latina de los
Barquero. Jamás nadie me consideró un genio y mi madre, mujer
irritable a las exageraciones, tampoco lo hubiera permitido. Era un
chico normal que debía saber por obligación todo lo que se me
había enseñado por inculcación. Jamás me previ abogado o algo

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parecido pero en la medida que crecí descubrí que los Barquero ya
tenían una profesión "oficial" y que no seguirla era en realidad una
traición familiar. No supe ni cuando ni por qué causa me hallé de
pronto estudiando leyes. Pan comido para alguien que no tuvo
que cumplir quince años para tener una visión holística del mundo
y sus componentes. Gran problema para alguien que en el bajo
mundo estudiantil ya descollaba como un importante líder y como
un sagaz cabecilla. Ahora bien, si yo filtrara toda mi trayectoria
por el colador de los psicoanalistas llegarían a demasiadas
conclusiones científicas sobre mi degradación moral. Combinando
mi historial genético y dejando mal parado a mi abuelo Otto Fritz,
con los trillados análisis del entorno y las nunca bien creídas causas
genéticas y hereditarias, dirían impunemente que han llegado al
meollo de mi diagnóstico. Pero yo deseo confesar que me hice
pillo por decisión propia. Es más, no me hice pillo de un día para
otro sino que soy parte de un proceso meditado, consensuado y
comedido. No elegí la delincuencia por contravenir mis propios
valores ni degradé mi persona por satisfacer pulsiones incontrolables
dentro de mí, vuelvo y repito, nuestra elección es calculada y
nuestros movimientos están sometidos a infalibles vigilancias. Por
otra parte no soy un delincuente común, el crimen atroz y
desmedido no forma parte de nuestros lemas y constituimos en
verdad un legado de invaluable filosofía moral y ética. Nos mueve,
aunque no se crea, una ética oscura y contra ella está dirigido todo
este testimonio que espero no se convierta en un testamento.

Cuando digo que soy víctima de una injusticia no me refiero a la


justicia de babosos que se delibera en los tribunales de los ingenuos,
hablo en verdad de una justicia profunda. Aquella que no está al
alcance de los doctos ni de los probos, aquella por la cual ha muerto
Rosales, aquella que acabó de forma inapelable con el licenciado
Pedro Luna, con el líder campesino Ismael Navas, con Nehemías
Corano, Marta Melara, Roberto Marín, Heriberto Carvajal. Hablo
de aquella justicia que ahora necesita deshacerse de la viuda Ingrid
Rosales y se ensaña conmigo convirtiéndome en el chivo expiatorio

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más desgraciado de nuestras celdas sustitutivas. Me refiero a la
justicia verdadera, la que de verdad importa, la que inventa figuras
jurídicas sin necesidad de discusión, la que absuelve sin evidencias,
la que encarcela sin pruebas, la que delinque sin penas, la que mata
con o sin dolo, la que se cumple al momento y la que castiga con la
severidad más extrema que un tribunal de súcubos pueda imaginar.
Nuestro código es secreto, inapelable y omnímodo. Mi causa por
ejemplo solo puede ser llevada en nuestro lenguaje ya que nuestros
juicios no son orales y menos escritos, nuestros juicios no tienen
lengua ni alfabeto. Nuestros abogados no hablan ni oyen; nosotros
no debatimos ni contendemos, nosotros, los criminales solo
podemos acudir a la instancia de nuestra propia resistencia, al juez
de nuestra propia conciencia y al recurso de nuestra propia frialdad
para vivir y morir con la misma indiferencia. Le cortamos la cabeza
a los soberbios, le arrancamos la lengua a los traidores y enterramos
vivos a quienes nos delatan. Por osadías menores en contra de
nuestros intereses sacamos los ojos, cortamos las manos, arrancamos
uñas, capamos, desnarigamos y rapamos. Cuando el caso amerita
usamos un manual de diplomacia que se considera el documento
mejor sintetizado de nuestra historia delictiva. Este manual de
diplomacia contiene, además del decálogo de los sordos, una rica
variedad de conceptos en los cuales se detalla con asombrosa
erudición los móviles filosóficos que inspiran, posibilitan, estimulan
y enaltecen el delito. Nadie tiene acceso a este material porque por
el mismo hecho de poseerlo sin autorización los sordos aplican pena
de muerte al instante. Recuerdo que un día le hablé a Rosales del
manual de diplomacia y el muy estúpido soltó la carcajada. Le advertí
que se considerara afortunado de no estar muerto ya que desde
arriba habían optado por aplicarle como medida preventiva el
manual de diplomacia. "Qué se creen ustedes —me gritó en la
cara— ¿ La guardia del santo grial, los nuevos templarios, los
mejores de Sion, los siete hijos de Luzbel o una simple pandilla de
maricas con complejo de gánsters?."

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Son cosas que nadie creería de Rosales porque en el ámbito popu-
lar era considerado un hombre muy culto, muy audaz y muy gentil.
Jamás se lo oyó decir una palabra soez y hasta hoy no se le conoce
un rasgo de inmoralidad.

Yo mismo admiraba la parte intelectual de su persona con la misma


intensidad con la que detestaba su engreimiento. Se mostraba
golillero sin razón y nunca superó esas actitudes provocativas de
guerrillero barato. Era tal vez el hombre más letrado del momento
pero su acerbo estaba seriamente contaminado por idealismos fuera
de boga y por conceptos políticos incómodos que terminaron
minando su reputación.

Por algún descuido que más tarde lamentamos el hombre comenzó


a subir a las tribunas y expandirse en airados discursos que movían
y resucitaban el ánimo de las masas. El partido vivía la peor crisis
de cuadros y al barajar alternativas concluimos que debíamos
jugarnos nuevamente con Dimas Recarte. Un viejo carcoma con
inteligencia de cacatúa, rico para nada, bofo como una bronsa y
enteco el viejo cabrón. Nada que ver con el candidato de la
oposición, un tipo joven y suficientemente estúpido para transmitir
ilusiones, un tipo manejable y de buena memoria con quien las
revistas y los periódicos se hacían babas en las portadas y los titulares.
Sin embargo bien pronto el opositor dejó de ser un peligro porque
Rosales después de romper con nosotros de manera muy brusca
reapareció con su Movimiento Innovador Liberal (MIL). Al
principio lo consideramos una caballada propia de su inexperiencia
y sus posibilidades de consolidar su corriente en aquellas
circunstancias no sólo nos parecían remotas sino imposibles.
Siempre vimos a Rosales un caso por madurar o una "situación
por considerar"; jamás nadie se lo tomó en serio a pesar de que
todos le palmoteábamos la espalda después de sus excitadas
participaciones en el estrado. Esto lo fue llenando de enconos y
resentimientos y finalmente optó por la ruptura. No fue tan idiota
para lanzarse sin paracaídas, en realidad ya había conquistado buena
63
porción en las bases y había atraído gente de arriba clandestinamente
interesada en su postulación. MIL nos cayó como un balde de
agua fría porque contravenía casi todas nuestras costumbres y la
mayoría de nuestros valores. MIL venía contra la tradición y la
boca labiosa de aquel hombre, ahora eufórico e inspirado, se volvía
como un tornado. Dimas Recarte estaba hecho una furia y se
fumaba doce puros a diario, el Comité Central se empeñada en
minimizar el fenómeno de Rosales pero Luis Cámbar, Montes
García, Julio Pineda y yo supimos desde entonces que la cosa no
era un juego de niños.

Lo primero que hicimos fue agotar las instancias del diálogo, al fin
de cuentas por algo somos dialécticos. Hicimos venir a Rosales a
una reunión de altura y aunque habían diez puntos en la agenda
para aquella reunión extraordinaria, uno era en verdad el picante.
Nuestro propósito era convencer a aquel imberbe de que la política
siempre ha tenido sus prioridades y su programa. Que la
improvisación perjudicaba nuestro porvenir y que dejáramos las
aspiraciones personales para otro momento. Todos fuimos lo
suficientemente contundentes en la exposición de motivos y creo
que Julio Pineda no sólo fue en aquella ocasión contundente sino
sabio. Finalmente nuestro inquirido pidió la palabra y nos pegó
una barrida de locos. El tipo no sólo se lució en las artes de la
oratoria sino que nos conmovió y fue dibujando en la pizarra in-
visible de sus gestos la tremenda idiotez y el vergonzoso error de
nuestras políticas anacrónicas y timoratas. Con una sutileza propia
de los cínicos nos dijo que nosotros éramos la principal garantía de
fracaso para un partido que se hallaba en el momento de resurgir o
desaparecer. Que nosotros éramos almas buenas pero
desafortunadamente obsoletas; nos hizo quedar como una horri-
ble pandilla de decadentes espantapájaros y lo peor, ninguno pudo
decir ni siquiera pío. Exacto en su exposición, erudito en sus
razonamientos y firme en sus convicciones, Rosales nos demostró
con sencillez que todos —incluido yo que no soy tan viejo—
formábamos parte de un asilo doctrinario regido por resabios y

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rabietas. Recuerdo que se puso de pie y antes de salir nos dijo " yo
soy la seductora novedad, ustedes la despreciable tradición. Yo soy
el que busca, ustedes son los que nada pierden y nunca pierden. Yo
soy fruto de ustedes pero mi cosecha es de otro tiempo, yo soy
quien retoma las personas y las conciencias que ustedes han
históricamente desperdiciado. Yo soy diferente no porque me lo
he propuesto sino porque la vida ha cambiado, el mundo ya no es
el mismo y la política también ha cambiado. ¿Acaso no lo entienden,
acaso no lo ven? ¿por qué se colocan frente al tornado sabiendo
que van a perecer? ¿qué tipo de placer hallan en vivir siempre del
mismo modo, en creer que las cosas solo pueden hacerse a la manera
de ustedes, en insistir con ideas erróneas y en especular con
procedimientos ilícitos?. Todo esto está mal, todo este conciliábulo
debería ser humillante para un verdadero hombre de política. Me
han llamado aparte para proponerme una bajeza, sin embargo voy
a salir de esta puerta y voy a pensar que no he oído nada. Caballe-
ros, yo soy el éxito, ustedes el fracaso ¿ Creen realmente que ustedes
están en disposición de poner condiciones? Señor Dimas Recarte
¿en verdad piensa que estoy equivocado? Entonces demuéstrelo en
las urnas. Que pasen buenas noches".

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V era Sinclair me trajo algunos periódicos. Dice que por algunas


hurgaditas de pipa y cierto manoseo en las perillas de sus
pezones rojos, los guardias comienzan a negociar. "Echaría un polvo
con cualquiera de ellos por introducirme una pistola" le pregunto
de súbito y ella se hace la sorda.

Además de periódicos me ha traído bananos, son los bananos más


caros que mis ojps han visto. También me trajo un cepillo dental y
una ristra de cacahuates. Es la provisión más completa y valiosa
que alguna vez haya recibido pero todo es nada en comparación
con su actitud; por primera vez en muchas semanas se comporta
como una verdadera cómplice. No quiero precipitarme a los hechos
pero presiento que esta mujer está pintada para grandes cosas. Sus
cambios son tan notables y positivos que en vez de una libreta ha
traído mejor un bolso lleno de cosas útiles para mi sobrevivencia.
Ahora no vino vestida como psicoanalista sino como mujer. Vino
con pantalones de mezclilla y una camisa varonil arremangada hasta
los codos, el cabello amarrado con un garfio y unas gafas casuales
que la hacen verse tan joven como Eunice y tan sobria como Idalia.
La siento fresca y familiar y con cierta disposición irreconocible.
No diría que es hermosa y eso tampoco interesa, diría nomás que
es una mujer físicamente correcta y con los atractivos tan bien
equilibrados que puede pasar desapercibida sin proponérselo.
Calculo que tiene entre 37 y 41 años sin embargo al verla de pronto
uno termina creyendo que nació así como es y que así seguirá siendo
para toda la vida. Con su nuevo aspecto se vuelve inclusive más
humana y no puedo menos que hacerle un comentario trivial sobre
lo bien que luce.

Mientras me como las bananas ella hace un poco de aseo, por lo


menos en la zona donde más permanezco. Sube al segundo piso de

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la mansión y regresa con la boca cubierta por un pañuelo. Se queja
del tufo y del polvo y maldice a los hombres, a las viles autoridades
que me tienen convertido en un asqueroso tacuazín. No consigo
descifrar parte de sus insultos pero sé que se refieren a los eternos
contrasentidos de la hijeputa vida que nos tocó sufrir. Después se
queda en silencio y observa el piso, levanta la uña de Daniel y
visiblemente alarmada dice "qué es esto". Yo devoro mi segundo
banano y la veo a los ojos. Ella baja las gradas y pone la uña en ni
cara "qué es esto Horacio" repite y cuando intento hablar vomito
sobre ella y caigo haciendo horribles convulsiones. Es todo lo que
recuerdo. Ahora, después de-no sé cuantos minutos o cuantos años,
estoy en una camilla y veo varios frascos de medicina en el piso.

Es de madrugada, trato de hilvanar los últimos acontecimientos y


me esfuerzo para que todo aquello no se convierta en un despertar
en el purgatorio. Estoy en el segundo piso y hay un ventanal abierto
de par en par por el cual entran los gritos de los pájaros. Recobro la
memoria y sé que han transcurrido más de dos días. De pronto
oigo voces en el primer piso y sin hacer ruido me pongo de pie
para espiar. Tras asomarme veo a Cámbar, a Dimas Recarte y al
abogado Osorio. Hay entre ellos un niño que desconozco y el quinto
es Piporro Ilovares. Lamento no tener una granada conmigo para
lanzarla y desparecerlos pero no soy más que un puño de torceduras
estomacales, llagas y quebraduras. Soy un débil hombre sin fuerzas
que no podría clavar su embotado cuchillo en la piel de un melón
y sin embargo ahora estoy encima de ellos. Veinte gradas me separan
de su bajeza y sé que esperan por mí. Ahora Cámbar me ve y sube
de prisa para ayudarme a bajar. Cuando me toma del hombro
recobro brillos y le digo que se ahorre las atenciones. Mientras
desciendo todos se ponen de pie no para recibirme sino para ver
mi gran miseria humana desde un gran ángulo.

—Cámbar—le digo con una voz que parezca firme— por el amor
de Dios, termina este juego y sácame de aquí
—Por eso hemos venido. Pero es mejor que no te alteres, recuerda

68
que no estás para esos desmanes. A todos los conoces, menos al
señor Chac.

Por fin conozco a Chac. El enano más terrorífico del bajo mundo
y que desde arriba confundí con un niño. Chac me mira con sus
fríos ojos de hurón y no me extiende la mano. Luego toma asiento
en la única mesita de la sala y dice con su voz de flauta desafinada
"tu basura nos interesa".

Aquella primera frase me alegra. Por fin puedo hablar con un sordo
y no con un sordo cualquiera sino con uno de los peores. Entonces
dejo que prosiga y no me impaciento.

"Giramos instrucciones precisas con respecto a esta situación


—dice aquel rufián de cuarenta pulgadas— pero por primera vez
los cosas se nos enredaron. Esto tiene para mí dos explicaciones;
primera: alguien está desobedeciendo las órdenes y segunda: usted
es más valioso de lo que suponemos. Para nosotros todo estaba
claro: desaparecimiento total de Oswaldo Rosales y encarcelamiento
de un culpable. Y luego qué tenemos: una sustituía de Rosales que
ha resultado más peligrosa, como dicen, salió peor la cura que la
enfermedad. Y un reo soberbio que amenaza con extinguirnos.
Usted quería tratar con un sordo; pues bien aquí tiene uno enfrente.
Le he traído los dos pasaportes que pidió y también hemos
contactado a la persona que recibirá sus hijos en Los Ángeles. Ya
hemos comprado los boletos de avión y todo está listo pero... ¿Cómo
sabemos que no nos está mintiendo?. La otra parte de la historia
tiene que ver con Ingrid Rosales ¿tiene usted una forma de
deshacerse de ella cierto? Quiero decir sacarla del aire sin que
nosotros movamos un dedo. Eso fue lo que usted prometió y su
paquete nos interesa. He aquí las pruebas de nuestra seriedad, ahora
deme usted una prueba de la suya".

Cuando Chac calló me sentí bien. Por primera vez en cuatro meses
de cautiverio tengo la sensación de estar avanzando hacia la vida.

69
Tal como veo las cosas tengo muchas probabilidades de salvar a
mis hijos y sobrevivir. Dejo una pausa por si alguno desea agregar
algo, pero todo indica que ante Chac la ley es callar. Total, para
qué hablar ante sordos. Sin embargo ya se da por sentado que tengo
licencia para romper las reglas. Eso es lo que entiendo de esta visita
de malandrines.

"La cosa está así señor. Yo tengo muchos documentos por duplicado
de casi todos los ilícitos que se han celebrado en los últimos diez
años. Tengo algo que yo llamo el archivo Ay algo que denomino el
archivo B. Además de documentos tengo un pequeño juego de
videos con los cuales puedo hundirlo no a usted sino a todos los
que forman parte de esta conjura. Yo le voy a decir en este momento
donde está el archivo A, el precio que cobro por este primer abono
es la liberación de mis hijos y la seguridad de que están fuera del
país y en manos de mi hermana Paula. Vayan a mi mansión de
Coyolito y escarben dos metros debajo de la cocina. Allí darán con
el primer archivo, un armamento clandestino y varios fardos de la
blanca. Cuando tengan el material en sus manos verifiquen si el
botín tiene o no tiene el valor del que me jacto.

El archivo B, será el segundo abono. Este lo voy a ceder a cambio


de mi vida y parte de mis bienes. Como ven, estoy dispuesto a
perder pero no todo. Al salir de aquí quiero que limpien mi nombre
y que me regresen parte de mi fortuna. En concreto renuncio a
mis bienes de el Coyolito, a mis tres vehículos del año los cuales
según entiendo actualmente están en manos de Osorio, a mis tierras
del Zamorano y a Idalia, total, tu te la has estado tirando durante
ya tres años y a estas alturas ya te pertenece en dominio pleno.
También quiero intacta en todo este proceso a mi hija Eunice. Si
de verdad desean negociar esto es todo lo que puedo ofrecer de
momento".

Chac carraspeó y luego dijo "soy un sordo amigo. Los sordos no


negociamos porque no es atribución nuestra. Me he hecho

70
acompañar con estos dialécticos para que ellos decidan qué es lo
pertinente en casos como este". El horrendo enano se puso de pie
y comenzó a salir, de espalda parecía una zarigüeya. Curiosamente
nunca se detuvo y salió del portón haciéndose acompañar de un
Goliat mudo que llevaba varias pistolas camiseadas.

Entonces me quedé en una plenaria con dialécticos. Dimas Recarte


tenía más arrugas que la última vez y por primera vez lo vi hablar
sin usar los puros. Cámbar no cejaba en su fingida elegancia de
funcionario y Piporro Ilovares, quien nunca habló, venía bien
vestido pero como siempre mal calzado.

En aquel preciso momento supe que podía acuchillarlos a los tres


y vengarme en el acto de toda la infamia. Pero no podía echar a
perder una película tan siniestra con un desenlace tan brusco. Ahora
las cosas habían cambiado y estaba en posición de dirimir El
primero en hablar fue Dimas Recarte.

—Escuche Horacio —dijo el viejo— a mí todas las puterías de los


sordos me tienen ahito. Es más, me revienta que estos hijos de
puta manejen las cosas a diestra y siniestra como si nosotros
fuéramos unos mamarrachos. Si no le pegué un tiro a ese enano
desgraciado fue por respeto a la situación. Espero que no me
esté filmando semejante cabrón pero yo he venido por el asunto
de Ingrid Rosales. La muy puta ha retomado el MIL y ahora me
tiene con la soga en el cuello. Dentro de dos meses celebraremos
las internas y todas las encuestas indican que la viuda se las lleva.
Es obvio que no podemos matarla además ya estoy harto de
tanta carnicería. Yo quiero vencerla pero no extinguirla, usted
habla de una forma y yo le pago lo que quiera por ese trabajo.

—Tengo dos preguntas para usted. Es algo que siempre me inquietó


pero que de todos modos nunca se lo pregunté de forma directa
¿ por qué quiere gobernar? Es decir ¿por qué el hombre que se
supone "el más rico" de la clase política se empeña en ser
presidente? ¿qué lo motiva incluso a matar para hacerse del poder?
71
-Se lo voy a resumir a dos palabras: orgullo y negocios. El orgullo
es algo subjetivo pero el negocio, usted bien lo sabe, es algo
objetivo. Muchos suponen que tengo un asombroso talento para
la banca pero que al mismo tiempo piensan que soy un inepto
para la política. Lo cual yo interpreto como un desafío a mi
persona y como un ataque frontal a mi dignidad. Para ser el
líder absoluto que siempre soñé debo ser un triunfador no sólo
en el mundo de las finanzas sino, cosa muy importante, en el
glorioso mundo de la política. Ya he acumulado lo que se puede
acumular en las actuales circunstancias pero sin duda, nunca es
suficiente. Esa es la desventaja de una carrera inspirada en la
utilidad: jamás es suficiente. Tengo a este país completamente
hipotecado, no hay negocio que a la larga no forme parte de los
míos, es más, soy el único capitalista que puede darse el lujo de
fundar y sostener empresas que no reditúan. Cuando estoy de
buenas hago filantropía pero la verdad la bondad es un capítulo
demasiado aburridor para un hombre de finanzas. Es por eso
que la política me interesa, en ella encuentro la emoción de
sentirme inferior en algo, ella le da nuevos brillos a mi fortuna y
me obliga a reinventar los propósitos de mi existencia. Gracias a
la política mi vida dejó de ser estática; en ella puedo rifar mi
fama, arriesgar mi hacienda, exponer mi prestigio, perder mi
seguridad e inclusive jugar con la muerte. Por algo soy parte de
una liga de delincuentes que se disputan el mundo con metralla
y no obstante me siento immune a todo peligro y avergonzado
de que mis poderes no sean lo suficientemente soberanos como
para mover un dedo a favor de los condenados. Usted sabe mejor
que nadie que nunca estuve de acuerdo con el asesinato de
Rosales. ¿Entonces por qué no lo impidió? Podría alguien
injuriarme, pero yo pregunto ¿ por culpa de quien los sordos
están encima de nosotros? ¿quién permitió que los sordos se
convirtieran en ese inapelable tribunal de serpientes, en esa
caterva de diablos implacables? Fuimos nosotros Barquero. La
pandilla de culeros que somos todos los dialécticos del mundo,
los cobardes funcionarios intermedios que no somos capaces de

72
emanciparnos por la única vía posible: la guerra sucia. La sangre
subterránea, la puñalada por la espalda, las ejecuciones por
encargo, el ajuste de cuentas. Todos me suponen sordo pero si
hablamos la verdad soy todo lo contrario, he sido el único
disidente digno de esos criminales y si no le creen ¿ averigüen
quien es el único que les ha ocasionado bajas? Todas la veces que
fui metido en su lista yo me adelanté algunos pasos y me libré
de las emboscadas. Sigo estando en la mira pero el lente de sus
catalejos asesinos se les empaña porque saben que no les temo
ni a sus metrallas ni a los cuchillos de sus matarifes. El último
negocio exitoso que he montado es un estuario de lagartos que
se comen cuarenta caballos al día; estos animalitos saben que su
dieta mejora cuando los sordos se. me ponen como carne de cañón.
Pero bien, vayamos a lo nuestro y dígame ¿ qué quiere a cambio
de sacar a Ingrid Rosales de competencia?
—Quiero el negocio de Mulet, la Secretaría de Relaciones Exteriores
y una indemnización con cheque en blanco por los daños y
perjuicios que me han ocasionado en este proceso
—Mulet no se toca. Usted bien lo sabe
—Mulet es usted y déjese de mierdas. Es su testaferro, el sabueso
que usted entrenó para que recoja sus migajas y el magnate más
altanero que alguna vez hayamos soportado
—Está bien pero no suba el tono. Con la Secretaría no veo mayor
problema y con lo del cheque pues eso es cosa de trámite. Ahora
bien, cómo piensa sacar esa espinita de mis mocasines
—Esa espinita amigo es en realidad un arbusto que ustedes hicieron
crecer con sus estupideces de Partido. Ahora ya no se trata de
desyerbar a un neófito sino de talar un bosque en llamas; entonces
no cometa el error señor Recarte de subestimar a sus opositores.
Retomaremos el tema cuando mis hijos estén fuera del potrero
¿qué le parece?
—Cámbar tiene algo qué decirle
—Soy todo oídos

73
Ya ratos Cámbar e Ilovares se hacían los de a peso. Nunca los perdí
de vista y en cierto modo me he querido lucir ante ellos. Cámbar
se muere de envidia porque estando cautivo puedo agarrar de los
huevos a dos de los grandes sin amedrentarme; ya despaché a Chac
con su mini cola entre las patas y ahora me estoy comiendo al más
intransigente. Siempre fui superior a Cámbar pero jamás me
interesó demostrarlo; sabe que me traigo algo entre manos y sabe
que me lo puedo llevar de encuentro si no abre los ojos ante las
nuevas realidades de esta vorágine. Ilovares por su parte me ha
hecho un favor sin querer. Desde que empezó esta plática hundió
el play de su micro grabadora y presume que nos está tomando el
pelo a todos por igual. Por primera vez le veo una iniciativa y si me
aprovecho del momento quizá lo eche de mi lado. Dimas se ha
quedado pensativo como una estatua decrépita. No sabe qué decir
antes de marcharse y da la impresión de querer ordenar sus ideas lo
cual en este vejestorio no es más que una vanidad pues jamás, que
yo recuerde, ha tenido una idea. Como hay indecisión en mis
visitantes empujo a Ilovares hasta un rincón y le digo "hagamos
negocio, te guardo el secreto de la cinta entre los sordos si me
prometes una copia" el idiota tiembla pero no alcanza a responder
porque Cámbar se nos viene encima. Vuelvo a lo colectivo y
entonces mi verdugo toma la palabra.

—Horacio— el imbécil se muestra indeciso— todo esto ha sido


un error. Una jugarreta que se nos complicó sin querer. Algo
que no calculamos bien
—Cámbar, me estás arruinando hijueputa. Me están robando todo,
me van a dejar en la calle. Mírame maldito, estoy en harapos y
hambriento, por lo que más quieras Cámbar has que esto se
acabe. Están devorando a mi familia Cámbar, tienes que detener
esta maldita ruleta de confusiones y sacarme de aquí. O por lo
menos decime qué está pasando. ...Yo estaba almorzando en
compañía del ingeniero Yuvini Ruano y del poeta Elvis Esquivel.
Luego vinieron estos malditos por mi, me dijeron una sarta de
estupideces, me pusieron las esposas y me condujeron a la

74
delegación. Al día siguiente me explicaron que estaba involucrado
en el asesinato de Rosales y que me mantendrían con algunas
medidas cautelares. Qué broma es esta ¿cuáles medidas cautelares?
Todo forma parte de plan demoníaco para desaparecerme
lentamente. Ves esta casa ¿alguna vez te imaginaste ver a tu amigo
convertido en una mierda dentro de su propia casa? ¿hasta donde
quieren llegar? ¡dime algo maldito! ...

En aquel punto perdí el control y lo agarré del gañote. Dimas


Recarte sacó una deslumbrante pistola y me la puso en el cráneo y
yo insistí en mis barullos ¡mátenme desgraciados, mátenme de una
vez infelices, vamos viejo perdedor, dispare de una vez, hágalo!
Pero los guardias vinieron otra vez y como siempre me recetaron
un nuevo manjar de patadas. No sé cuantas costillas tengo rotas, el
caso es que mi esqueleto cada vez está más desgonzado.

75
C reo que puedo fugarme. Los guardias se distraen jugando
naipe y a veces incluso se retiran de la posta para coquetear
con las domésticas de este vecindario. Son dos, uno es pequeño y
flaco y el otro también es pequeño pero más grueso. Andan dos
fusiles antiguos y una fornitura repleta de cacahuates. Creo que
estos fulanos se sostienen con semillas y con sobras de las mansiones
que vigilan. Sé que no son listos sin embargo son crueles, leales y
letales. Casi nunca los relevan y estoy completamente seguro de
que no trabajan para la policía regular sino que son sicarios baratos
que cumplen misiones expresas de los sordos.

El otro día los sorprendí destazando una guatusa y asándola a la


media noche con leña de los carbonales, devoraban los tríceps de
aquel animal como si se tratara de costillas hornadas. Después se
echaron sobre sus chamarras y se durmieron chineando el fusil, al
menos eso creo. No podré saber su verdadera intrepidez mientras
no intente algo, sin embargo mi plan no es agresivo. Puedo salir de
aquí con la técnica del topo. Todos los días me permiten ir al
traspatio y tomar el sol, doy vueltas en círculo y he formado varios
caminos concéntricos por los cuales transito a diario saltando de
un carril a otro para vencer el aturdimiento. He ido destruyendo
todas la flores y me las he restregado en las llagas con fe en que
tengan virtudes curativas o que por el contrario me envenenen
para acabar con este calvario de una forma improvisadamente
romántica. No me permiten hablar mientras estoy fuera pero
algunas veces no he resistido y he gritado como loco "sáquenme de
aquí por lo que más quieran" entonces han entrado los centinelas y
me han agarrado a culatazos. Paradójicamente los muros de mi
propia casa son impermeable, los hice deliberadamente
impermeables para triplicar mi seguridad y para que nunca nadie
osara saltarlos o vencerlos. El arquitecto tuvo la genialidad de
decorarlos con algunas púas de bronce que simulan la piel de un
77
puerco espín y encima están reforzados con cemento hidráulico.
Ahora bien, puedo atravesarlos usando una gran escalera o puedo
evadirlos cavando una madriguera. Si en vez de dormir cada noche
como un barzón me escabullo armado de alguna paleta y comienzo
a excavar es muy probable que escape. Son cosas que uno ha visto
en películas pero que funcionan en la vida real, con la diferencia
de que en este caso yo no tengo prisa ni soy un héroe. En este caso
especial yo soy un antihéroe calculador que no distingue entre una
fuga extraordinaria y una gesta decepcionante. Sin embargo existe
una tercera manera de fuga; enfermarme mortalmente. Quiero
decir, llegar a tal grado de postración que urja mi traslado a algún
hospital y desde allí clamar libertad. También podría incendiar
esta casa y aprovecharme de la turbamulta para escabullirme,
también podría disfrazarme de alguien, por ejemplo puedo matar
a Vera y luego huir metido en su vestido. Podría fingir la muerte
con la complicidad de alguien que luego me libere en un panteón
o pedir que alguien me lance cuerdas y arneses para escalar por la
parte más baja del muro. Podría incluso ensayar un salto desde el
segundo piso y tratar de caer en el techo vecino pero, en definitiva,
todas las formas requieren fuerza y yo estoy débil y enfermo. Creo
que moriría con la pala en los brazos o ahorcado en mis propias
trampas. Si he de elegir debo ser realista y no mortificarme. Es
urgente que mate a Vera y luego me disfrace. No más que entre
por esa puerta le diré que me agrada verla otra vez pero cuando se
agache para sacar las frutas de su bolso le voy a clavar el cuchillo en
la espalda. Después la subiré al segundo piso y acto seguido le voy
a cortar la cabellera para confeccionarme una peluca. Una vez
retocado voy a salir al portón y cuando los guardias abran la puerta
comenzaré a caminar como si nada sucediera. Será una fuga
genial, los guardias sólo se percatarán cuando sientan los hedores
del cadáver o miren la corona de zopilotes encima de la casa. Para
entonces yo estaré lejos y habrá empezado mi venganza. Sin em-
bargo debo esperar agazapado y paciente como los felinos. Todo
está decidido, debo sacrificar esta cordera para que yo cumpla mi
apostolado y me desquite.

78
Pero ¿qué sucedería si los sordos transigen? De hecho los tengo pija
atrás pero igual mi deber es no confiar. Ahora sí que es urgente un
intermediario con el mundo exterior y en caso de que Vera traiga
noticias me vería obligado a prorrogar su fin.

Estuve ojeando los periódicos que me trajo la última vez y por lo


visto estoy frito. Ya los medios me han condenado y la gente está
convencida de mi culpabilidad. El abogado Osorio se ha convertido
en el vocero de la mafia y declara todas las supercherías que le
redactan esos buitres en la oscuridad. Me infama y me cataloga
como un reo poco colaborador ya que aunque admito mi
participación en el magnicidio pero me niego a colaborar con el
paradero de los ejecutores lo cual demora el proceso y enreda la
situación. "De momento, declara el infeliz, el asesino intelectual
de Rosales cumple prisión domiciliar y la policía anda tras la pista
de otras evidencias para incoar el juicio con suficientes elementos"...
afortunadamente es mi abogado defensor, que tal si fuera mi
acusador este desgraciado. Aunque ya no soy portada se nota que
el caso tiene seguimiento diario y que los periodistas me van
siguiendo la pista a su manera.

En el periódico sampedrano se anuncia la apertura de una nueva


planta térmica. En el destacado escriben "Importante desarrollo
energético para la región central" y abajo, en una foto capciosa,
aparece el ingeniero Mulet dándose la mano con el Presidente del
Congreso, el abogado Manuel Barquero (mi tío), ante un corro de
empresarios exitosos entre los que no podría faltar el insigne Dimas
Recarte, el impenitente abogado Asdrúbal Milla Toledano, el Juez
marica Sergio Pineda Batres, la excelsa dama, Presidenta de la
Asociación de Esposas de Abogados, la señora Emelina Portales,
los esposos Chaín dueños de Prior Mart, el presidente del Comité
Central del partido mi lindo amigo Julio Pineda y ese infaltable
adulador de oficio, el ingeniero Rodrigo Caballero Mena. Liban
sus glorias y brindan un loor a la delincuencia. Comparten sus
cócteles mientras posan para las cámaras, celebran el glamour de

79
sus alianzas y renuevan los pactos tácitos de sus grandes empresas.
Ah cuadrilla de criminales, algún día saldré de estas cuatro paredes
y publicaré a los cuatro vientos el verdadero ditirambo de sus oscuras
vilezas.

En el otro periódico, el menos leído de los cuatro, leo una


declaración interesante. El padre de Oswaldo Rosales, un hombre
que parece cebra a causa del vitíligo, este terrateniente de Quimistán
que se llama Andrés Agatón Rosales Fletes, declara que sabe
abiertamente quien mató a su hijo. Cuando el periodista le pregunta
que porqué no recurre a la policía el viejo contesta con evasivas.
Insinuando que teme por su vida y dando a entender que Oswaldo
se lo buscó. Sé que el viejo se abstiene de entablar demandas porque
le tiene pavor a los gastos. Es el hijueputa más tacaño de toda la
república y sé que no asistió al sepelio de su hijo por temor a que le
pidieran colaboración para el cajón. Aunque el infeliz es dueño de
casi todo el valle de Quimistán y propietario de seis mil cabezas de
ganado sólo tiene un par de botas ya que las manda a reparar las
veces que resistan, además, mientras las reparan se queda con los
pies desnudos convenciendo al zapatero para que le haga una
rebajita. Tuvo dos hijos y una hija: Rogelio, Oswaldo y Elvira.
Todos salieron huyendo de su tiña y forjaron sus carreras al margen
de ese maldito Tartufo. Sólo su mujer lo toleró pero dicen que la
señora se alimenta y se viste gracias a la venta personal de bizcochos
y tabletas. Oswaldo Rosales nos contó, al calor de unos tragos, que
cierta vez, cuando estaba por graduarse del bachillerato en la capi-
tal se abocó a su padre como última instancia para conseguir un
saco y una corbata, entonces el viejo le regresó una misiva que
literalmente decía "Hijo, tu tío Policarpo no quiso prestarme las
prendas. Tu mamá no quiso vender sus diez gallinas y sólo te envía
estos veinte pesos para que por lo menos te compres una corbata.
Felicidades por tus logros". En otra ocasión llegó una brigada de
médicos japoneses para tratar problemas de la piel en las
comunidades periféricas de Quimistán. Cada paciente debía pagar
la simbólica cantidad de un lempira por la consulta pero el viejo

80
sátrapa formó un berrinche y se negó a cancelar. Cuando llegó su
turno la especialista le diagnosticó cativí y le recetó unas p omadas
cuyo costo no llegaba a los cien pesos, en aquel punto el viejo
granuja se puso de pie y comentó "qué dice, ustedes dijeron que
era gratuito. Chinos hijos de puta" y salió hecho una furia. Un año
después ya se había descascarado y cuando los mozos le sugerían
medicamentos naturales para la sanación de aquel mal inocultable
el viejo respondía "no estoy para gastos".

La fama de su avaricia ya había traspasado las fronteras y el mismo


Rosales hijo terminó por hallar el lado cómico y pintoresco del
asunto. Cuando Oswaldo rebasó el umbral de su ingenuidad y se
convirtió después de su graduación en un reconocido activista
estudiantil de izquierda, cuando cayó en sus manos el Manifiesto
Comunista, el 18 Brumario y el Capital de Carlos Marx, las tres
lecturas obligadas para los principiantes de la doctrina, le fue muy
fácil reconocer en su propio padre el símbolo extremo del
conservatismo pequeño burgués. Desde entonces la tacañería del
terrateniente y ganadero Andrés Agatón Rosales Fletes dejó de
parecerle graciosa y por el contrario se le figuró como una odiosa,
esclavizante, feudal y represiva actitud que no sólo había
desamparado a toda una familia sino a varias aldeas y caseríos que
sufrían aun y sin esperanza los dictámenes de un despotismo secu-
lar aparentemente invencible. Oswaldo trazó desde joven una
conspiración personal para luchar en este mundo contra todos
aquellos hombres iguales o semejantes a su papá. La ruptura no
fue violenta porque en realidad no hubo. Andrés Agatón Rosales
Fletes había dejado en la orfandad a sus tres hijos y no había
establecido con ellos ningún vínculo afectivo rescatable, de modo
que si ellos crecieron, se educaron y se expandieron fue por una
misteriosa combinación de milagros, sacrificios, padrinazgos,
oportunidades y suerte. Todas las decisiones que Oswaldo y sus
hermanos tomaron a partir de los once años fueron arriesgadas
además de prematuras e inocentes. Su pobre madre robaba pequeñas
raciones de aquella hacienda para enviarlas clandestinamente a los

81
municipios donde los niños por cuenta propia labraban sus estudios.
Oswaldo en especial sacó su primaria en una marginal escuela de
Macuelizo bajo la modesta custodia de su padrino, un hombre
pobre que por su voluntad decidió bautizar a aquel niño
prometiéndole a don Andrés Agatón que todos los gastos saldrían
de su bolsa. Este padrino hizo los trámites a su debido tiempo para
que su hermana, residente en Tegucigalpa, se dignara a recibir a
aquel valioso joven que suspiraba por estudiar un bachillerato
técnico. De este modo tan incierto Oswaldo Rosales, el primogénito
de uno de los hombres más ricos y poderosos de Quimistán, vino
a vivir comiendo matahambres en un pequeño cobertizo de madera
en el barrio El Chile que el llamaba "mi cuarto".

Nadie sabe de qué vivió Oswaldo durante los años de su formación,


lo cierto es que todo el mundo lo recuerda como a un tipo cordial,
solvente y feliz. Exitoso con las chicas y dichoso con sus compañeros
de aula y sus compañeros de lucha. Donoso con el verbo, atento
con las clases y brillante en la discusión. Sano y positivo, siempre
pendiente de los problemas de los demás y solidario con naturalidad.
Lector a cual mejor, sobrado en convicciones pero jamás
esquemático ni radical. Un verdadero revolucionario no sólo en lo
respectivo a las atribuciones políticas sino también a los
compromisos humanos. Encima de todo, virtuoso con la guitarra
e inigualable como trovador. De joven no más le decían El Bardo,
apelativo que él merecidamente absorbía y a la vez re dimensionaba
con su sobrado don de gracia y de gente. El bardo Rosales ya era
una leyenda viva a los 25 años pero luego se esfumó. Así eran los
comunistas hijos de puta, nadie sabe si por magia, por hechicería o
por milagro el caso es que a partir de un buen día nadie les volvía
a ver ni un vello. En unos casos los daban por muertos, en otros
por desaparecidos (que era lo más probable pero por su propia
cuenta) y en última instancia la gente rumoraba "se lo llevaron los
rusos". En el caso del Bardo Rosales esto último fue lo cierto. Yo
desconozco sus actividades académicas y revolucionarias durante
la década en la que estuvo perdido. Yo lo conocí ya convertido en

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cuadro prometedor de los liberales; según Montes García fue atraído
a las filas por Julio Pineda y designado posteriormente como
secretario del Comité Central Ejecutivo. Desde esta posición
comenzó a labrar su carrera política primero con un estilo moderado
y culto y después con un estilo más enfático y desafiante. Siempre
andaba en su viejo Lada y mantenía a su mujer y a su único hijo lo
más distante posible de nosotros. En algún momento todos
coincidimos en su frescura, su carisma y su genialidad y estuvimos
de acuerdo en irlo puliendo para catapultarlo a su debido momento.
Pero el tipo se desesperó con nuestros fracasos reiterados. Rosales
había hecho todo lo humana, política y económicamente posible
para que los liberales se hicieran del triunfo en las últimas dos
elecciones pero el fracaso de Carlos Pino primero y el tortazo de
Dimas Recarte después nos dejó prácticamente en las latas. Los
cachurecos se ufanaban de sus innovaciones en nuestras propias
barbas y encima nos vencían con márgenes escandalosos en tanto
nosotros nos hundíamos en la diáspora de nuestras propias
frustraciones, y me incluyo porque yo incluso metí plata y esfuerzo
en ambos proyectos. Recuerdo que en una evaluación de mesa
presidida por Rosales en su calidad de Jefe de Campaña nos acusó
de estar obsoletos. Pero lo dijo con tanta gracia y elocuencia que
todos estuvimos de acuerdo; creo que desde aquel momento el
tipo decidió su suerte frente a nosotros. Hastiado de las canas y los
achaques de hombres como Carlos Pino, Hornero Gamero,
Gonzalo Idiáquez, Julio Pineda, Pedro Colindres, Luis Letona,
Marcos Benavides y el mismo Dimas Recarte; desilusionado con
la sumisión de Montes García, Filiberto Azcona, Enrique Huertas,
Flora Facussé y Javier Camacho quienes según él debían hacer
oposición interna y no figurar en una ociosa espera, Oswaldo
Rosales se lanzó al ruedo apostando por un movimiento
independiente llamado MIL (Movimiento Liberal Independiente)
que tenía mucha probabilidad aunque no lo aceptáramos y la
mayoría no lo supiera. Todo dio inicio con frecuentes discusiones
bizantinas sobre el porvenir del partido y sobre ciertos cambios
obligatorios en los comandos intermedios. Toda la cúpula liberal

83
era consciente de las disfunciones internas y del descalabro
organizativo pero la verdad, habían cosas que eran, según nosotros,
sencillamente inamovibles. Una de ellas, el turno de Dimas Recarte
como presidenciable. Para ser consecuente con los atinados análisis
de Rosales transigimos en cambiar el modo de hacer política y
decidimos propulsar a Recarte con una imagen rejuvenecida,
vendiendo como honorable y honesto a un hombre que en todo el
país se le conocía como usurero y leonino. Recuerdo que después
de muchas discusiones fuera de orden Rosales, cierta noche, se
puso de pie y nos dijo "Señores, perdonen si mis palabras les parecen
insolentes, pero no es cuestión de cambiar el modo de hacer política,
se trata de cambiar los políticos" aquello generó una pausa incómoda
en el ambiente por cuanto sabíamos en el fondo hacia donde
apuntaban ya sus dardos. Recuerdo que yo le pregunté "entonces
qué propones" "propongo —respondió— que pensemos en otro
candidato. Caso contrario yo no pienso invertir mi tiempo ni mi
energía. No lo tome a mal Ingeniero Recarte, pero si lo postulamos
no habrá estilo ni estrategia que nos libre de una tercera derrota
consecutiva. Eso sería el fin ya que el liberalismo no está preparado
para un fenómeno crítico tan insostenible y llegaríamos
irremediablemente al colapso institucional. Si no tomamos una
decisión conjunta en el mínimo plazo yo tomaré algunas de manera
personal" y se retiró de la reunión.

84
10

E s un pésimo día si tengo en cuenta que debo decidir la suerte


de Vera Sinclair. Siempre viene los martes a las nueve y los
sábados por la tarde, pero por razones que desconozco hoy ha
demorado. Quizá presiente o un ángel la puso en aviso; por fin
oigo ruidos en el portón y sé que los guardias la manosean a su
antojo mientras ella, estoica, lo permite en nombre de su
profesionalismo. Cuando ingresa yo finjo indiferencia poniendo
el periódico en mi cara pero ella no oculta su emoción de
encontrarme todavía con vida. Como siempre vacía su bolso y entre
las frutas aparece una carta. Alguien me ha escrito pero espero que
sea ella quien me lo anuncie. Además me ha traído un trozo de
filete envuelto en papel aluminio y una cajita de pasas para el postre.
Me sirve la comida sin hacer ningún comentario y cuando yo la
tomo con fingido desinterés ella toma asiento en la primera grada
de la escalera.

No resisto más y le meto el diente a la ración, ante su ojos debo


parecer una hiena pero es inútil que intente parecer algo mejor.
No estoy hediondo como otra veces pues han puesto el agua de
nuevo y he conseguido bañarme. Sin embargo mis ropas se han
desgarrando de tal forma que con costo consigo taparme los
genitales y el dorso. Me he acostumbrado a andar descalzo y
solamente cuando hace frío me envuelvo los pies en la toalla, la
cual se ha convertido en la prenda más útil de mi cautiverio pues
además de toalla ha sido indistintamente paño de lágrimas,
compresa, estropajo, esparadrapo, frazada y jergón.

Cuando Idalia se marchó quedé aprovisionado con más de veinte


mudadas y toda clase de ropas, pero los guardias me han ido
despojando de todo y cada vez que ingresan no sólo me propinan
patadas con sus burros sino que se llevan todo lo que encuentran a
85
mano. Ellos me robaron el reloj, los zapatos, casi todas las camisas,
casi todos los pantalones y todos los pañuelos. Además han saqueado
la casa. Han desbaratado los llavines del guardarropa, se han llevado
las molduras, las lámparas, los cuadros. Es verdad que algunas cosas
las he canjeado por comida pero en la mayoría de las veces han
cateado la mansión aprovechándose de mi impotencia.
El filete está delicioso. Lo como sin comentar y Vera disfruta mi
voracidad. Luego me limpio la boca con la toalla y ella me extiende
las pasas. Al vaciarlas en mi mano trémula, ella pregunta.

—Por qué me quieres matar


—¿Qué dices?
—Olvidas que soy una psicóloga. Estás ansioso, tu ansiedad significa
que estás en el peor de tus días porque te aprestas a cometer un
crimen. Teniendo en cuenta que soy lo única persona que tienes
a la mano no dudo en suponer que yo he sido la elegida. Además,
no has sido muy discreto en la preparación de la escena. Llevas
el cuchillo en la cintura y has cerrado las cortinas demasiado
temprano. Todo esto me parece decepcionante... no propia de
un dialéctico
—¿Y para ti, hay alguna diferencia entre morir y vivir?
—No. Pero sí hay una gran diferencia entre morir por obra de mis
depredadores y morir a mano de mis benefactores
—Vera. Esta pesadilla es una realidad. Quiero que entiendas que
no estamos jugando. No se trata de un juego. Se trata de matar
o morir.
—De acuerdo, pero ¿por qué no matar a los enemigos? ¿por qué
cebarse en los propios amigos y pretender justificar la perversidad
con razonamientos ilógicos? Sus procedimientos son una
completa porquería. No conducen a nada y alimentan el mal
por el puro deseo de mantenerse en el trastorno. Son unos
desquiciados sin sentido ¿que me contradigo? Claro que me
contradigo por que no consigo hilvanar una sola idea, todas la
malditas ideas, tanto las divinas como las diabólicas, son patrañas.
Tu eres una patraña, todas la personas que te mantienen aquí

86
son una patraña. Todas las que están de tu lado son una ponzoña.
Y todavía vienes a decirme que esto es una realidad y no una
pesadilla; por favor Horacio, ni ustedes mismos consiguen llevar
el control de sus ficciones. ¿Acaso me quieres convencer de que
esto es una realidad? ¿y en qué podría yo fundarme para asegurar
que todo esto no es más que un drama montado y movido por
hilos del más allá? Los verdaderos protagonistas de toda esta
estúpida saga ya están muertos. Ya está muerto Rosales, ya está
muerto el capo más grande. Ya están muertas las personas que
les estorbaban y ya asesinaron a quienes se les oponían. Entonces
¿por qué urge que yo muera? ¿por qué debe morir Ingrid? ¿por
qué hay que eliminarte a ti? ¿por qué hay que deshacerse de tus
hijos, de tus amigos, de tus enemigos?... dime cual es el sentido
de todo esto y me dejaré sacrificar como a una cordera.

No tenía interés en razonar mis actos, sobre todo ahora que las
negociaciones para mi liberación ya iban encaminadas. Sin em-
bargo cuando aquella mujer bajó su cabeza y comenzó a gemir no
pude menos que acercarme, quitarle el cabello de la cara y explicarle
algunas cosas en detalle. Ella entonces se sintió mejor y me invitó
a la segunda planta. Improvisamos un asiento y sobre el piso
extendió un manojo de fotografías. Con ellas fue armando el
rompecabezas de su propia vida y mostrándome la otra cara de la
mafiosa maldad. Casi todas las personas que formaban parte de su
círculo familiar y social eran bondadosas, serviciales y honestas.
En las fotografías siempre salían celebrando reuniones y riendo en
absoluta concordia. Sus padres tenían cara de beatos y casi todos
sus hermanos eran resplandecientes y angelicales. Los Sinclair eran
sureños. No sabían exactamente el origen del apellido pero habían
constatado que sólo se presentaba en todos los poblados ubicados
entre Amapala, San Marcos y Nacaome. Posiblemente algún marino
venido de la costa pacífica lo esparció por los muelles de San Lorenzo
y luego floreció en varias familias más o menos conectadas. De
esto Vera no poseía datos seguros, sin embargo conocía en detalle
el origen, el estado y el destino de todos sus familiares. Entre las

87
fotografías apareció una mujer de rostro dichoso y ojos azules; yo
me interesé al instante en el misterio de su mirada y Vera me
asombró con la cantidad de pormenores que en instantes relató
sobre su vida. Tantas cosas sabía Vera de su prima que terminé
avergonzado de mi ignorancia con respecto a mi mismo.

Por cada foto que ella elegía al azar o yo con el índice, ella emanaba
un cuento hermoso como si cada pariente de su dulce vida fuera la
pieza de una gran epopeya de bondades. Cuando terminamos el
ejercicio yo le pregunté ¿nadie en tu familia es malo? Y Vera contestó,
no. Yo me puse de pie y bajé avergonzado. Ella me siguió y como
un adiós me dijo "yo quiero ser la primera". Luego hizo ademanes
de marcharse pero en realidad solo estaba buscando su bolso.

"Está bien —le dije, después de leer la carta enviada por Daniel—
mis hijos están bien. A Daniel le arrancaron dos uñas y casi lo
capan pero al final supo liberarse de esos verdugos. El no me
preocupa pero sí temía por Eunice. Eunice debería estar en tu
colección de fotos. Es un verdadero ángel, heredó el cuerpo de
Idalia y el espíritu de mi madre. En cambio en Daniel se reencarnó
mi fiero abuelo Otto Fritz. Ya están camino de Los Angeles y se
hacen acompañar de mi suegra que también es valiosa, la señora
Zarina de Marenco. Sólo quedan dos cosas pendientes y es aquí
donde tu entras en acción. La primera es salvar algunos de mis
bienes y regar alguna plata entre personas que están fuera. La
segunda es salvar mi vida. Las dos cosas deben realizarse
simultáneamente y de inmediato. Necesito que te contactes con
un político que me estima, actualmente está al frente de una
Comisión Anti Corrupción y además es propietario de varias
empresas de transporte pesado. No pienses mal, el ya tenía sus
empresas antes de integrar la comisión. Se llama Erick Montes
García. Es un buen tipo. Yo le voy a redactar una carta en la que
van instrucciones detalladas de algunos favores que debe devolverme.
Necesito que se esconda esta carta en el tuétano de los huesos por
que si la descubren moriría al momento y además se quebrarían a

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Montes García gratuitamente. Después quiero que se contacte con
Ilovares y que le entregue una copia de un material. Con este ma-
terial usted se va a presentar donde Ingrid Rosales y le va a proponer
un plan. Tenemos que convencerla de que solo existe una forma
segura de quedarse con el poder: liberándome. Si me libera matará
dos pájaros de un tiro porque demostrará su capacidad para hacer
justicia y porque dará con los verdaderos homicidas de su esposo.
Ahora bien, esta situación debe manejarse con absoluta cautela y
con total discreción. Si Dimas Recarte o Simeón Mulet, si el mismo
Chac o cualquiera de los sordos, si el aprendiz de capo Cámbar... se
enteran de esta jugada subrepticia seguro que nos limpian en cosa
de horas. Tiene que estar consciente de toda la maniobra y no
desconcentrarse. He fingido durante meses este incómodo papel
de víctima pero llegó la hora del contra ataque. Han caído en la
trampa y he llamado la atención de los peces gordos. Me he hincado
ante ellos pidiendo clemencia para mí y piedad para mis hijos, me
he dejado revolcar en mi propia bosta solo para montar el melo-
drama de mi desgracia. He permitido que me hundan y me
humillen solo a cambio de tratarlos en persona. Jamás creí que
trataría a un sordo, nunca pensé que pondría a Dimas Recarte a
comer alpiste en la palma de mi mano. Les he convencido de que
mi vida vale y de que mis secretos son invaluables, los he persuadido
de que merezco vivir mas no saben que todo forma parte de un
engaño de última hora.

Alguien como yo vive para su fines y ni en el encierro los olvida.


Claro que merezco vivir pero además progresar. Mi libertad solo
tiene sentido en el poder y mi poder sólo se fundamenta en mi
propia astucia. En estos momentos el reglamento de los sordos y su
Manual de Diplomacia me es absolutamente innecesario y pueril.
En estos momentos solo cuenta mi propia ley y mi personal sanción.
Estoy en el umbral de una revolución criminal sin atenerme a los
dictámenes ni a las indicaciones del fuero delincuencial vigente. Si
consigo poner de mi lado los confusos comandos de la mafia
política, es un hecho que puedo egresar de este encierro convertido

89
en el más temido de todos los sordos. Por fin entendí en qué consiste
ser parte de los sordos. Ahora comprendo de tajo el cuarto
mandamiento: los sordos no dan ascensos, sólo aceptan nuevos
miembros. Pero bien ¿quién se declara nuevo miembro de ¿os sordos?
Pues aquel que con las garras afiladas los agarra de los huevos y los
pone en sus cabales. Eso sí, si damos un mal paso nos hundimos,
hasta allí llegaría tu carrera por conocer el mal y hasta allí quedaría
mi empeño por ser de la cúpula. Resumo: debes contactar a Montes
García, hablar con Ingrid, verte con Piporro Ilovares y volver con
respuestas en el mínimo tiempo. Algo más, te daré un número
para que llames a Idalia y le digas que si consigue salvar mis acciones
en la constructora se las cedo a cambio del divorcio. Alguna
pregunta".

Vera se queda pensativa como recontando mentalmente mis


instrucciones. Quisiera ser ella y divagar por sus hondas
maquinaciones repentinas pero es imposible. Ni siquiera puedo
medir cuanto de mi plan es concebible en una alma que está
irremediablemente inclinada hacia la bondad. Cómo admiro su
esfuerzo por ser mala, cómo me asombra su persistencia. Debo
estar loco para confiarle tantas diligencias a una pobre criatura que
de tan buena parece volar.

Esta vez se ha quedado más de cuatro horas conmigo y sin darnos


cuenta ha llegado la oscuridad. Tengo dos opciones, obligarla a
partir o arriesgarme a que me regale la noche y pedirle sexo. Prefiero
que se vaya porque sería demasiada tentación para los guardias. Sé
que se masturban todas las noches y no sé que otro tipo de bajezas
sean capaces de realizar. Además no debe existir amor más ruin
que el de un enfermo cautivo y una virgen conmovida. No
comprendo cómo una mujer tan atractiva pudo llegar a esta edad
llevando la virginidad a cuestas. En fin, prefiero que se marche y
que sea ya pero insisto ¿hay alguna pregunta? Y ella me responde
"¿si por alguna razón yo jamás volviera entonces qué harías?".
Sencillo, le respondo, abortar el plan y declararte traidora.

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Me mira a los ojos con fijeza de lince y luego da la media vuelta y
se marcha. Por primera vez al verla partir me derrumbo pero no
estoy hablando de sentimientos, me refiero a infundados temores
con respecto a mi destino. Siento que en su bolso se va mi alma y
que esta horrible casa se agranda y se estira hasta el infinito como
un cielo negro sin techo.

91
11

C edido el archivo A, sólo me queda el B. En el A hay do-


cumentos, videos y evidencias de dos décadas de patra-
ñas. Pequeñas películas caseras donde se departe alegremente o
donde se traman las peores traiciones del mundo político.
Reuniones clandestinas y alianzas bajo de agua. Yo filmaba con la
autorización de los jefes pero siempre tuve la precaución de crear
un doble archivo, por aquellos días no sabía por qué pero algo me
decía que la acción era importante.

También poseo un completo arsenal de fotografías que nadie en


este mundo ha visto. Fotografías delatoras, un verdadero botín para
los tribunales, evidencias gráficas que aclararían de un día para
otro todos los casos de crímenes que la policía ha calificado de
pendientes.

Yo poseo evidencias incriminatorias para encarcelar la asamblea


legislativa a puerta cerrada. Yo conozco a los autores intelectuales
de todos los crímenes que se han cometido en los últimos quince
años y puedo rastrear, sin dificultad, a los autores de los magnicidios
políticos más espectaculares cometidos en los últimos cinco años.
Yo he sido algo así como un secretario superintendente de las
operaciones clandestinas y he concentrado, con absoluta discreción,
los archivos documentales más asombrosos del hampa. Mi
desenvolvimiento era de alta eficiencia pues siempre buscaba
posiciones intermedias que me permitieran injerencia sutil por un
lado y distancia precautoria por otro. En la jerga política los
secretarios somos los más peligrosos y al mismo tiempo los más
intocables. Los secretarios, como la denominación lo indica, somos
el alma secreta de todo poder y la mano peluda que manipula los
asuntos más delicados con guantes de seda. Los reyes y los
presidentes mismos están conscientes de nuestra preponderancia y
de nuestra inmanencia, somos el verdadero poder ya que no estamos
93
al frente y no obstante siempre estamos encima. Nuestras funciones
son secretas y al mismo tiempo visibles. Nosotros los secretarios
no nos elevamos por obra de los magníficos ni nos derrumbamos
con sus caídas. No hay en nosotros proselitismo ni propaganda,
sólo cabildeo y cotilleo. Luego, cuando nos apartamos de un lado
siempre surge una vía mágica para llegar a otro. Por eso insisto, mi
reclusión ha sido el peor de los errores. No soy la persona indicada
para este vano calvario teniendo en cuenta que la mafia ha detenido
su agenda y los costos por este error están empezando a ser
excesivamente elevados.

No todo lo que hay en el archivo A favorece mi defensa. Sé que


hay documentos y escenas que multiplicarían por diez mis
imputaciones. Sé que si los sordos lo deciden pueden editar mi
participación y proporcionarla a los fiscales para que me hundan
para siempre. Sin embargo me fío de que esta vez se imponga la
negociación. Ahora estoy seguro que han cambiado de planes y
que Dimas Recarte y Mulet de pronto han comenzado a estorbar.
Rosales constituía un peligro para los sordos porque tenía relaciones
demasiado fraternas con el CIA y con la INTERPOL. Rosales jamás
dio su brazo a torcer en aquello de bajar la confrontación contra el
crimen organizado. Encima casi todas las candidaturas del triángulo
litoral, territorio celado y tomado por el narcotráfico que incluía
las franjas norte de Honduras, Guatemala y Belice, estaban bajo la
amenaza de duros gobiernos liberales y reformadores que se venían
en tromba contra los capos. En El Salvador los sordos ya habían
controlado la situación inyectando millones de dólares en la
campaña de los ARENAS. La cosa allá no fue difícil pues casi toda
la plata se lavó en el inmenso mar de las remesas. En Guatemala
los empresarios estuvieron de acuerdo en pactar con los sordos a
cambio de impedir la bancarrota de los militares, una pesada carga
que ya nadie se quería echar a cuestas. Pero en Honduras Rosales
se mostraba impoluto. Dueño de una soberanía personal pocas
veces vista en un político moderno, alzaba su voz en contra de
nosotros y decía que contaba no con la asesoría del imperio sino con las

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armas de su propia integridad. No se declaraba de centro izquierda
ni se consideraba de centro derecha. No apelaba a reformas social
demócratas ni creía en las fanfarrias laboristas. No era ni
populachero ni popular pero sí asombrosamente persuasivo.
Cuestionaba el socialismo y comparaba la burocracia con un
socialismo cavernario donde las empresas del estado tenían "dueños
a perpetuidad" y donde los funcionarios de oficio montaban
dinastías inspiradas en la ineptitud y el saqueo público. Decía que
el capitalismo no era otra cosa que una pésima idea convertida en
sistema por la timidez, la cobardía y la vacuidad de los mercaderes.
Decía que el nacionalismo jamás pudo ser una doctrina política y
quienes la asumían como tal eran personas que creían todavía en la
cigüeña. En fin, Rosales no poseía una sola idea predecible y su
genial combinación de conceptos políticos con ironías filosóficas
daba como un resultado un carisma peligroso. Encima tenía mucho
humor, la gente reía y gozaba al oírlo, él relataba con inigualable
gracia las boberías de la guerrilla y las divertidas anécdotas de la
clandestinidad política. Sin embargo cuando se refería a nuestros
rubros se mostraba implacable e insobornable. Nos desafiaba en-
tre líneas y corroboraba nuestras sospechas. Yo tengo no menos de
ocho videos de sus arengas públicas y más de veinte documentos
inéditos donde Oswaldo Rosales se expresa abiertamente como un
enemigo jurado de nosotros y nuestras operaciones. Llegado un
punto no sabíamos lo que en verdad políticamente se avecinaba
pero sí estábamos convencidos de que su discurso era aplaudido,
respaldado y quizá hasta financiado por la CIA. Y no vaya a creerse
que nosotros estemos contra dichos con la Agencia Central de
Inteligencia, todo lo contrario, siempre hemos dirimido nuestros
intereses en ambientes de relativa concordia pues hay muchos
negocios que más bien son comunes entre nosotros. Lo que en
realidad nos preocupaba con respecto a Rosales era que se estaba
saltando las trancas. El capítulo local, me refiero a deudas políticas
pendientes entre Dimas Recarte, Simeón Mulet, el conservador
Emilio Callejas, los empresarios de la azúcar Julius y Eduardo
Fasquelle, los torrefactores Ernesto Chicas y Mauro Pujol y el

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banquero Mario Santander, habían determinado ajustar cuentas
cediendo el gobierno siguiente a Dimas Recarte.

Pero los conservadores, liderados entonces por Emilio Callejas,


montaron una alianza económica subrepticia con el liberal Dimas
Recarte para ganar la contienda que llevó fácilmente a Callejas al
poder. Sucedió que al momento de devolver favores el presidente
nacionalista se quiso hacer de la vista gorda y se rodeó de
compinches para crear un gobierno descaradamente ilícito, deplo-
rable y exclusivo. Recarte comenzó a presionar por su parte de la
torta pero el presidente respondía con evasivas. Fueron aquellos
días en que la harina de las donaciones fue a dar a los molinos de
los funcionarios y que el monopolio cafetero sacó de competencia
a los pequeños productores. En pocas palabras o por lo menos así
los visualizaba Recarte, los hijos de puta cachurecos -dueños de
los silos harineros, de los torrefactores y de los ingenios azucareros
- se estaban dando la gran vida en un paraíso gubernamental que
se había comprado con mucha plata liberal. Ni los Recarte ni los
Chicas, reconocidos financistas de la política, estaban siendo
resarcidos y esto enfureció a la cúpula. En aquellos días el partido
liberal hubiera desaparecido por falta de fondos pero no contábamos
con los embates de la naturaleza, que esta vez se pusieron de nuestro
lado. Emilio Callejas nunca imaginó que en el primer semestre la
represa del Cajón se quedaría sin agua debido a una sequía
apoteósica. Los cachurecos habían heredado el proyecto
hidroeléctrico más espectacular alguna vez construido en Centro
América pero el maldito embalse bajó su nivel de aguas casi a cero
y se tuvieron que apagar las turbinas. En estas circunstancias los
liberales preparamos nuestro desquite. Un ingeniero guatemalteco
(liberal en teoría, es decir: hombre de derecha) que de paso era
amigo cercano del presidente ejecutivo de PEMEX, presentó una
idea inmejorable e insuperable para afrontar la crisis. Además rápida
y rentable: una planta térmica a base de combustión. Sólo había
un pequeño inconveniente; Mulet quería monopolio operativo para
veinte años al margen de las alternaciones políticas y exigía como

96
subsidiario a Dimas Recarte por razones que en aquel momento
no quiso enunciar. Se trataba de la instalación de una gigantesca
planta térmica en la bahía de Cortés la cual, teóricamente,
abastecería de electricidad a toda la nación creando suficientes
toneladas de mega vatios para incluso vender a los demás países
del área.

Pero hasta allí sólo he hablado parcialmente del problema, es decir,


en un primer momento nosotros no sabíamos ni el gobierno en
qué medida podía beneficiar a nuestro bolsillo el montaje de aquella
mega industria. En fin, nos reunimos en secreto con los personeros
de Emilio Callejas y los persuadimos de que tenían una ocasión
inmejorable para levantar la imagen pública de un gobierno que
en el lapso de seis mes ya se había totalmente desgastado. Recuerdo
que Julius Fasquelle y el comemierda de Mauro Pujol preguntaron
con brusquedad por qué razón un gobierno nacionalista debía
favorecer intereses ajenos; con ajenos querían decir liberales o
extranjeros. Entonces me vi en la obligación de pedir la palabra y
explicarle a aquel par de oportunistas que todo el gobierno estaba
montado con fondos liberales y que si no ajustaban las cuentas en
aquel momento las consecuencias serían impredecibles, no tuve
que hablar de los sordos pero ellos entendieron. Hablé bien de
Simeón Mulet arriesgándome a quedar como imbécil y sólo después
me enteré que se trataba de un antiguo socio de Dimas Recarte, un
sujeto que en Guatemala había hecho una boyante carrera en el
negocio turbio de los bienes raíces... así comprendí su vieja amistad
con Recarte. Convencí a los más reacios de que debían embarcarse
en el proyecto de Mulet en el menor plazo y cerré mi participación
magnificando en cifras las pérdidas catastróficas que provocaría a
los molinos y a los beneficios el colapso energético del país. Así se
desató la bola de nieve que me llevó de encuentro. Mediante un
pacto tácito de no agresión comercial introducimos un negocio
liberal en el período cachureco y en recompensa todos los amigos
del presidente de turno vivieron su jauja de enriquecimiento ilícito
libre de oposiciones relevantes. Tuvimos la fiesta en paz pero Simeón

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Mulet se fortaleció demasiado y se le fue de las manos a Dimas
Recarte quien alegaba que el chapín hijueputa le estaba sacando
baza por la puerta trasera. Y era cierto. Dimas había sido utilizado
por segunda vez y se mostró temerario. El viejo perdió la razón y
armó su propio escuadrón. Amenazó con derrumbar toda la
organización y dijo estar dispuesto a quedar en la calle con tal de
acorralarnos a todos en un callejón sin salida. Conocíamos al viejo
y sabíamos que era capaz de todo con tal de recuperar cada centavo.
La situación se puso tan crítica que los sordos cargaron sus metralletas
y el gobierno de Callejas redobló su fuerza policial. Estábamos a
punto de una carnicería cuando recordé que Dimas Recarte siempre
había estado interesado en el solio presidencial. Supuse y no supuse
mal que Recarte podía ceder si se le ofrecía oficialmente la
oportunidad de gobernar después de Emilio Callejas. Hablamos
con Mulet quien además de reconocer que ya tenía fuertes
inversiones y nuevos tratos con gente del gobierno, se mostró
dispuesto a una negociación pacífica. Cuando Mulet y Dimas
aclararon sus viejas desavenencias nos dimos cuenta del gran
berrinche que montaron, en realidad entre ambos habían ganado
más millones netos que todo el gabinete de Callejas junto. Los
perros habían hecho el negocio del siglo a costillas de nosotros
pero al verlos y oírlos uno terminaba lanzándoles una moneda en
su calcetín de dádivas. Recuerdo que por aquella intermediación
el partido me premió con una candidatura y ¿os sordos me
autorizaron para cobrar el impuesto de guerra a los molineros y a
los torrefactores.

Qué sacamos en claro de aquella crisis, dos cosas: que no debíamos


fiarnos de los inversionistas ni de las alianzas comerciales y que la
política es una puta que se va con el que mejor le paga. Dejamos a
Dimas Recarte bala en boca y ni aún con todos los empujones que
le dimos de uno y otro bando pudo vencer al imberbe Ricardo
Lamas. Un cipote que todavía mamaba calostro lo derrotó en las
generales y allí nos dimos cuenta de otra cosa: Dimas Recarte es el
típico político liberal por el que no votan ni los cojos. Yo fui de los

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primeros en aceptar aquella realidad pero jamás, bajo ningún punto,
pudimos convencer al viejo para que depusiera sus aspiraciones.
Lo intentó tres veces y tres veces chocó contra el mismo muro. En
su cuarto intento la cosa se había complicado demasiado por el
hecho irremisible de que el partido se había agotado y de que
Oswaldo Rosales ya había surgido. Creo que sumadas las razones a
las circunstancias y a las coincidencias podemos obtener el motivo
exacto por el cual tuvimos que deshacernos de Rosales. Sin em-
bargo algunas veces ni yo mismo tengo claro por qué lo matamos.

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A noche soñé con mujeres. Anoche soñé con mi madre Marta


Fritz. La vi llevando un enorme vestido floreado, uno que
jamás tiró a la basura y que siempre reapareció en nuestros equipajes.
También soñé con Paula y con Elena, curiosamente jamás sueño
con ellas sino viéndolas niñas. Jamás las he visto adultas ni en sueños
ni en pesadillas. Elena jugaba monopolio con su novio mientras él
acariciaba su linda cabellera dorada. Paula cocinaba crepas chilenas.
Aprendió a cocinarlas cierto trimestre que vivimos en Santiago,
algún tiempo antes del bombardeo para deponer a Salvador Allende
en la famosa Operación Cóndor. También soñé con algunas mujeres
que amé y adoré en mi adolescencia. De ciertas he olvidado los
nombres pero recuerdo claramente a Julia Deras, a Ivania Pierce, a
Linda Mcluhan, a la bellísima Carmen Urtecho y a su no menos
bella madre Valeria de Urtecho. Si mal no recuerdo mi padre tuvo
un desliz con esta mujer nicaragüense y creo que yo, la verdad no
lo recuerdo, a su vez me enrolé con Carmen. No lo sé. Soñé también
con la madre de mi padre, una señora que parecía vestido y que
siempre estuvo comentando leyendas bíblicas en un escaño. Ella se
llamaba Nubia Donaire y siempre tuve la impresión de que había
muerto de ochocientos años. Recuerdo que cantaba mientras tocaba
las flores y sonreía con toda la gente como si hubiera resucitado.

También soñé con Angela Zelaya mi madrina. Esta era una mujer
fantástica. Siempre me aprisionaba en sus enormes brazos y me
besaba a la fuerza mientras me decía con su ronca voz de foca "me
lo como, me lo como". Esta señora me resulta inolvidable porque
nunca la vi de día. Ella era una gran presencia nocturna; más tarde
me enteré que padecía de una extraña enfermedad que le impedía
el más mínimo contacto con la luz. También soñé con Camencho
nuestra más fiel empleada, con Adelaida Carvajal quien murió
después de parir un negrito, con Elisabeth Montoya, con Silvia
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Jarros, con Glenda Prats, con Susana Rodríguez y su eterna raqueta
de tenis. Soñé con la primera mujer que obligué a abortar, una
lunática que se creía estrella de teatro y que conocí y traté en los
barrios pobres de México. Soñé con Yocasta Naranjo una tonta
que escribía poemas y me los leía mientras yo le chupaba la vagina.
Soñé con Eva de la Fontaine quien me demostró que una lengua
romance se puede aprender por osmosis. También soñé con Meri
Cristofer una venezolana de ojazos azules que se bronceaba con
cataplasmas de barro negro.

Soñé con Idalia. Con Idalia Marenco y la vi radiante como siempre.


Bien vestida y bien peinada. Sobria en su traje de médico y altiva
en su belleza retocada. Oí su voz llena de reclamos y sus jugarretas
en los primeros días de nuestro matrimonio. La vi con todos los
vestidos que se compró en el extranjero y con toda la mercería de
su oloroso ropero. La vi lucir sus discretos collares y sus lindos
dijes. La vi saborear fresas mientras miraba su programa favorito
en la televisión. La vi carcajeando chismes con sus amigas a través
del teléfono. Soñé que la tomaba como de costumbre, despacio y
semi a oscuras, viéndonos sin pudor en la discreción que dan la
siluetas, arañándonos sin violencia en la permisión que dan los
deleites. Después la vi envejecer; resulta que la veía bajar de un
tren en un país gris y polar. Envuelta toda en ropas para el frío,
serena como un cerezo, remota como la eternidad. Venía hacia mi
quitándose la bufanda y riéndose con su voz de cítara, después se
derrumbaba y caía en mis hombros mientras yo acariciaba su canosa
cabeza con mis dedos trémulos. Después no sé qué paso, desperté
sudando un sudor helado. Temblando un temblor perdido. Después
me dormí sin querer y entonces soñé con otra mujer, la que amo
más que a todas la mujeres que antes recordé, soñé con Eunice.
Soñé con mi hija. Soñé con sus ojillos de cierva y con sus dos
trenzas rebotando en sus frágil cuello. Soñé cuando cierta vez salí a
la media noche con ella en brazos buscando un médico en la
oscuridad. La vi resucitar en una camilla del hospital y oí su
respiración como una brisa perfecta, una brisa por la cual brotaban

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en mí los destellos para seguir viviendo. Soñé con ella en el kinder,
llorando en la verja y pidiéndome que no me fuera. Después soñé
el modo en que cada tarde nos poníamos a garabatear cuadernos,
riéndonos de los payasitos que dibujábamos con la crayola. Luego
las miradas de Idalia diciéndome que últimamente toda mi atención
estaba en mi nena y que recordara que había otra niña. Así fue mi
vida, mi vida de bueno.

Cuando nació Eunice yo renací. A pesar de Daniel, de mi buena


posición política y económica, de mi intachable salud y de mi
envidiable mujer sentía un vacío. Esto lo discutí mil veces con mis
doctos amigos y todos coincidían en que necesitaba una amante lo
cual era ilógico. Era absurdo porque no existe cosa que haga más
feliz a un hombre que tener una hermosa mujer y un espléndido
hijo. Qué se compara con esto. Probé todas las acciones que tenía
a la mano inclusive suprimí el cigarro y parcialmente la bebida.
Sin embargo y a pesar de que empecé a fingir plenitud algo me
estorbaba a fondo. Idalia me preguntaba todos los días por qué
razón siempre andaba pensativo y qué me inducía a mostrarme de
pronto irreconocible. Yo no contestaba al momento, solo le pedía
que no exagerara, que a lo mejor eran suposiciones de la gente.
Malas vibras que uno a veces proyecta sin querer, improntas que se
agrandan con el prejuicio de aquellos que viven demasiado
pendientes de uno. En fin. Pasaron dos años y el tema se fue
ausentando de nuestras pláticas. Sólo entonces supe que no estaba
conforme con mis ingresos. En los últimos tiempos los negocios
limpios se mantuvieron muy regulares y ahora con el nacimiento
de Daniel mi solvencia estaba precaria. Jamás lo quise discutir
abiertamente con Idalia quien suponía que en la parte monetaria
éramos un paraíso. La vida siguió siendo normal en apariencia
pero en realidad yo ya tenía media pata metida en un feo embrollo.
Para reparar mi secreta debacle acepté prestar mi nombre para
quebrar una financiera. En esta primera treta me involucré con
Asdrúbal Milla Toledano, con mi madrina Emelina Portales y con
el banquero Mario Santander. Con una movida rápida y poco
103
riesgosa me gané cincuenta mil dólares y los saqué del país como
dinero lícito. Sabíamos que el negocio era turbio pero también
oportuno, al fin de cuentas ya se aproximaba una escalada
incontenible en la cual todos los financistas se darían a la fuga cada
quien con su costal. La cosa salió tan bien que lamenté todo el
tiempo perdido en labores improductivas acicaladas por la decencia.
Después de esta maniobra recuperé aplomo y pude dedicarme con
mayor fruición a mi hijo y a mi mujer. Tanto así que con el aliento
que me produjo el primer negocio directo, preñé por segunda vez
a Idalia.

Cuando mi niña nació mis operaciones de "guante blanco" ya eran


notables y de igual modo sospechosas. Mis aliados me hablaron de
ciertas limpiezas urgentes de las cuales traté de mantenerme al
margen. Recuerdo que nos reunimos con un general retirado, un
hombre de apellido Baltodano quien recién había coordinado junto
a los hermanos Saúl, Alex y Alvin Centeno - nicaragüenses - la
quiebra de Interbank en Managua. El nos instruyó de forma casi
profética el modo en que la banca centroamericana colapsaría pero
nos advirtió que las reacciones serían violentas, no se refería a las
turbas pues estas en nada perjudican, si no a los narcotraficantes
medianos. En otras palabras, nos dijo que el dinero caería de los
palos con sólo mover el tronco pero que la trifulca sería sangrienta
porque la quiebra en cadena se llevaría de encuentro dinero peruano
y colombiano recién blanqueado. Baltodano era además un
vendedor clandestino de armas y recuerdo que ese día, después de
la reunión, se me acercó y me dijo "le vendo un juguete". Lo seguí
hasta su mansión en las Lomas del Guijarro y sin protocolo me
llevó a un sótano donde guardaba parte de su arsenal secreto. Yo
jamás había pulsado armas pero ese día pudo más la curiosidad y
estuve trasegando deslumbrantes revólveres y fusiles recortados para
asalto.

Me vendió una escuadra 357 que yo elegí por razones estéticas. La


metí discretamente en un estuche y le dije a Baltodano que pasara

104
al otro día por el cheque; él sonrió con malicia y me dijo "ahorremos
trámites, deme todo lo que lleve en la billetera".

Por la noche esperé que Idalia y los niños se durmieran. Me levanté


en puntillas y saqué la arma con la intención de apreciarla. Me
entretuve en esta operación solitaria durante varios minutos hasta
que mi mujer me interrumpió con un susto. Luego se sentó a mi
lado y sin darle importancia me dijo que guardara aquel artefacto
en un lugar seguro. Meses después me compré tres pistolas más y
pasado el año ya era propietario de una bonita colección. Era algo
así como una afición tardía que compartía en secreto con Idalia,
siempre supimos que aquellos aparatos jamás tendrían para nosotros
otra función que no fuera decorativa, quiero decir, secretamente
decorativa. Daniel y Eunice crecieron sin inconvenientes y sin
limitaciones. Bien pronto dejaron de ser bebés y se convirtieron en
personitas que tenían su propia identidad. Jugaban de principio a
fin y comían como cachorros. Daniel simbolizaba la travesura en
cambio Eunice la discreción, Daniel la fantasía y Eunice la cordura.
Como toda familia visitábamos en turnos bien sincronizados a los
abuelos de ambos lados. Mamá se quejaba de que no fuéramos a
Tatumbla con más frecuencia así que algunas veces animaba a mi
viejo para que encendieran su viejo Mercedes y nos caían de
sorpresa. Los viejos estaban locos con mis hijos, si no se atrevieron
a pedírmelos fue por un acto de pudorosa valentía. Además mis
niños correspondían al amor de mis viejos mejor que reaccionaban
ante los mimos de los Marenco. La verdad todos los Marenco eran
un témpano en cuestiones afectivas y algo de eso estaba presente
en Idalia quien algunas veces reaccionaba de forma inusual en las
reuniones familiares o en los obligados convivios de la vida social.
Con excepción de Zarina Marenco, la madre de Idalia, todos los
miembros de aquella familia tradicional tenían el corazón duro y
varicoso como un ripio.

Dentro de esta normalidad idónea se movía mi vida cuando cierta


tarde de sábado, cuando me aprestaba a regar mis gardenias en

105
compañía de mis dos hijos, dos sujetos, sin bajarse de una
motocicleta comenzaron a rociar balas contra nosotros y sin piedad.
Yo me lancé con mis dos ángeles sobre los parterres y la empleada
se fue de bruces en la cochera. Me arrastré aterrorizado y conseguí
filtrarme hasta la cocina sin jamás perder noción de la realidad. No
sé cuántos minutos pasaron pero cuando recuperé el sentido del
tiempo mi niña sangraba a borbotones. Corrí como loco hacia mi
carro que estaba parqueado en la acera exterior y sin percatarme de
la situación de Daniel, quien se mantuvo todo el tiempo en
tenebroso silencio, bajé en tres minutos hasta el Medical Center
sin saber exactamente cuanto de mi hija estaba todavía con vida.
Solo cuando la ingresé mi cuerpo dio paso a los temblores y mi
niño, para entonces con nueve años, comenzó a llorar con un pánico
retardado. Media hora más tarde el internista bajó con un rostro
optimista. Eunice no moriría. Por obra de un milagro las balas
solo rozaron su piel y por instinto de supervivencia Daniel y yo
estábamos incólumes. Sin embargo Teresa Martínez, nuestra
empleada desde siempre, murió inexorablemente. Cargué con la
pena de haberla dejado en el burbujeo de su sangre hasta que una
autopsia demostró que sus heridas fueron letales. Eunice convaleció
una semana en el hospital y un lunes a primera hora me la
devolvieron íntegra pero sin voz. Al principio los médicos nos
explicaron que la situación se pintaba para muchos traumatismos
pero que no nos alarmáramos. La niña podía reponerse en pocas
semanas, decían los especialistas, de los daños físicos peroteníamos
que ser pacientes con su reposición psicológica. Pasado el barullo
periodístico, familiar y político que estos acontecimientos suscitaron
yo determiné algunos cambios en mi seguridad personal y en mis
movimientos clandestinos. Tomé tres decisiones drásticas y fueron
las siguientes: castigar mortalmente a los hechores frustrados que
sin duda eran unos peligrosos aprendices. Triplicar mi seguridad
personal y quintuplicar la seguridad de mis hijos. Aparte de dejar
las cuentas claras en todos mis ilícitos; era evidente que aquel
encargo estaba inspirado por delincuentes resentidos de mis últimas
maniobras financieras. Recordé las palabras del coronel Baltodano

106
"Este dinero lo vamos a ganar fácil pero no nos van a llover confites".
Entonces comprendí claramente su mensaje cifrado de venderme
juguetes y además entendí que las armas más bellas son las que se
usan.

Con dos llamadas y tres preguntas di con los criminales y pagué


una fuerte suma para sacarlos del aire. Simultáneamente me compré
una casa más segura en la colonia Florencia y conseguí por
injerencias de Baltodano que el ejército asignara tres efectivos para
que se mantuvieran en mis portones. Mientras tanto comencé a
construir una mansión a prueba de bombas (ésta misma) y cambié
absolutamente mi sistema de locomoción. Mis hijos iban a la escuela
escoltados y los fines de semana me retiraba con Daniel a la finca
campestre donde practicábamos tiro al blanco toda la tarde. Inclu-
sive Idalia y Eunice se nos unieron de pronto a esta recién
descubierta afición, aunque Eunice sólo en calidad de muda
espectadora pues desde la balacera jamás volvió a decir ni pío.
Recuerdo que yo la abrazaba con mucha ternura y le preguntaba
"a ver mi Cindirela, dígame por qué ya no quiere hablar" pero ella
sólo abría sus ojazos más de los usual y soltaba algunas lágrimas
minúsculas que rodaban por su rostro de sirena. Estaba a la vista
que tampoco oía. Resignado a todo le hice los exámenes de rutina
y comprobé sin asombro que la niña sería un misterio para toda la
vida. Desde entonces la amo mil veces más que antes. Mientras
habló su belleza y su ternura fue llamativa pero cuando enmudeció
estas mismas cualidades se volvieron divinas. Idalia lloraba a solas
pero yo la consolaba con argumentos religiosos, diciéndole por
ejemplo que a lo mejor todo aquello era un mensaje de Dios. Acepté
su invitación de acercarme a la iglesia y esto me trajo otras ventajas
sociales y políticas que me permitieron avanzar por una ruta menos
escabrosa. Aprendí que la iglesia es un refugio perfecto para los
criminales, y no lo digo por malbaratar infamias, lo digo por que
allí fui a tropezar a boca de jarro con hombres que antes solo podía
tratar en los ámbitos sectarios o en las farándulas delictivas, previa
cita e identificación. Además el cardenal Rodrigo Fallas era un

107
recurso paternal invaluable para todos aquellos que necesitamos el
perdón con mayor frecuencia y con más urgencia. El cardenal era
una autoridad solemne con quien uno podía concertar citas y
discutir pecados, poseía cierto dominio ético lo suficientemente
neutral para amonestar nuestras acciones y para castigar nuestras
desobediencias. Idalia, con su intuición de mujer, hizo que yo me
acercara digamos de forma paulatina a la máxima autoridad
eclesiástica y el cardenal, dócil, aceptó mis inclinaciones con un
dejo de verdadera santidad. Allí descubrimos que el templo era el
único lugar del mundo a donde podíamos ingresar sin pistolas y
sin guardaespaldas. Era un sitio de concertación y por qué no
decirlo, de conciliación. Los padres operaban con reglas claras e
inapelables y quien las aceptaba o las cumplía o se retiraba. Recuerdo
que la primera vez que me quedé a solas con el cardenal Rodrigo
me dijo seca y abiertamente "Eres bienvenido hijo, pero en mi
territorio la única arma es la cruz y la única sangre que puede
derramarse es la de Cristo". Entonces bajé mi cabeza por primera
vez en esta vida y él bendijo el gran ardor de mis infatigables
pensamientos siniestros. Gracias al cardenal, creo, no elegí la forma
más atroz de la criminalidad, si no la más moderada. Gracias a él
comprendí que estaba envenenando mi alma y la de mi hijo en
aquellas sesiones frenéticas de tiro al blanco. Guardé distancia con
la acidez de mis rencores y reconocí mi parte de culpa en los
contubernios. Lo más interesante de todo fue la forma en que me
acostumbré a mi nueva hija y el modo en que se desarrollaron mis
posteriores negociaciones. Además ahora tenía a alguien con quien
conversar y un sitio para reflexionar mucho más reconfortante que
mis oficinas y mis mansiones.

Mi crisis personal no obstante coincidió con cierta bonanza política


con la que en aquellos momentos no contaba. Manuel Barquero
logró subirse en el barco político de los liberales cuando llegó al
poder Roberto Peña Córdoba. Yo era magistrado en el gobierno
recién depuesto pero mi tío me ofrecía un curul en el legislativo
para que le ayudara a coordinar de cerca ciertos negocios que tenía

108
en mente. Yo me mostré reacio y desmotivado pero mi tío Manuel
insistió hasta que lo obligué a darme detalles. Me contó que la
CIA estaba pidiendo unanimidad absoluta en el Congreso para
infiltrar sin tropiezos algunos Proyectos de Ley que tenían el sello
de "urgentes". Aquello era pan comido para los liberales pues los
Estados Unidos ya habían iniciado el desmantelamiento de la guerri-
llas en El Salvador y Guatemala y ahora querían acabar con el
sumidero seudo comunista de los mucos.

La labor resultó mucho más sencilla de lo que supuse, era cuestión


de hacer algunos ajustes a La Constitución, redactar, aprobar y
publicar algunos decretos y mantener contenta la oposición con
ciertas cotas doiarizadas. Además las transacciones fueron ricas en
relaciones públicas con personeros norteamericanos y con
autoridades militares y policiales que nos visitaban algunas veces
sin preaviso. Me sorprendió la ingenuidad de los gringos y su para-
noia militarista, estaban dispuestos a financiar hasta nuestro papel
sanitario con tal de que les concediéramos algunos potreros donde
ellos montarían imperiosas bases militares. Yo nunca se los dije
porque no era mi problema, pero en realidad la cúpula estatal del
FSLN que en aquellos momentos gobernaba Nicaragua ya estaba
para echársela a los perros. En realidad todos los negocios de
naturaleza política me parecen la mierda más aburrida de este
mundo. Odio tratar con héroes porque a la hora de los tiros se
orinan en sus calcetas o se entregan por una barra de chocolate.
Además jamás se dan cuenta de nada o se hacen los pendejos sino
es que todo lo arruinan a última hora en nombre de sus calenturas
doctrinarias. Lo cierto es que los gringos tenían un concepto
demasiado elevado de aquella pandilla de sandinistas que se hacían
pasar por revolucionarios cuando en verdad no eran más que otro
capítulo siniestro de la nueva mafia política. Es más, con algunos
de ellos yo coordiné ciertos negocios de verdad lucrativos. Pero
bien, si los gringos querían hacer guerrita, que la hicieran. Al fin
de cuentas los gringos son los mejores en eso de hacer negocios
con pólvora.

109
Sin embargo mi participación íntima en todos estos negocios para
militares, aunque tediosa, me dejó inapreciables conocimientos
sobre los intereses políticos de las organizaciones que defiendo.
Gracias a mi comprobada experiencia en ciertos temas sensibles
puedo ser secretario privado de muchas transacciones bajo de agua.
Mi hoja de vida está llena de laureles y congratulaciones. Mi nombre
aparece en casi todos los acuerdos de paz hasta ahora celebrados y
en la mayoría de convenios comerciales y políticos hasta ahora
contraídos. He conseguido que mi nombre se funda en placas de
bronce y he presidido importantes coloquios para la concertación
de políticas globales de desarrollo. Soy una celebridad del mundo
político y puedo moverme en cualquier cargo confidencial siempre
y cuando se requiera mi escalpelo. Soy liberal por tradición como
lo fueron todos los Barquero en sus últimas tres generaciones pero
soy cachureco por obligación ya que mis inversiones intelectuales
y financieras han rebasado los sentimientos puramente partidarios.
Quiero decir que mis movimientos tanto los oscuros como los lícitos
abrevan indistintamente en ambas aguas y que mis propósitos nunca
se sumergen ni se anegan. Estoy apto para alimentar cualquier tipo
de ficción política, inclusive puedo reclutar revoltosos para que
hagan una revolución en mi nombre o en nombre de alguna
doctrina que yo podría inventar al instante. Lo importante es crear
situaciones controvertidas donde pueda sacar mi parte sin
problemas y donde uno pueda demostrar su liderazgo favoreciendo
los intereses de la gente verdaderamente poderosa: uno trabaja para
los sordos.

110
13

R ecuerdo que Luis Cámbar me llamó un viernes por la tarde y


me dijo que lo acompañara a una "contratación". Fuimos en
su Land Rover y nos sumergimos en un barrio dantesco donde
convivían en diabólica armonía miles de pobres con incontables
toneladas de basura, indescifrable cantidad de cucarachas, ratas,
pestes y peligros. Yo sabía que aquellas realidades existían pero jamás
me vi en la obligación de visitarlas o visualizarlas. Supuse que
Cámbar tendría una explicación razonable para exponerme de aquel
modo. Otras veces me había jugado bromas similares y habíamos
terminado en burdeles clandestinos o en algún casino de la costa
sur. Algunas veces me llevó sin avisarme a reuniones con gente que
requería mis servicios y más de alguna vez preparó barbacoas en
complicidad con el Partido en las cuales se tomaban decisiones
trascendentales. Así era Cámbar, siempre estaba buscando la forma
de hallar esparcimiento ya que nuestras actividades por meses se
tornaban estresantes. En el ambiente político la gente nos concebía
como carnales pero yo siempre guardé mis reservas con respecto a
esta imagen. La verdad jamás logré definirlo porque cuando creía
tener un concepto claro de su naturaleza de ser o de su personalidad,
el tipo se me salía del esquema y me alteraba el esbozo. Durante
muchos años creí que Luis Cámbar era el típico lúmpem que hace
carrera política sin dificultad en las estrecheces burocráticas del
tercermundismo. Sus padres fueron hasta donde sé honorables per-
sonas de clase media que laboraron casi toda su vida en la
administración de la Tela Railroad Company. Su fortuna de hijo
único hizo de Luis una rata ociosa y sin embargo poseía algunos
méritos rescatables. Hablaba inglés a la perfección y sabía conducir
avionetas; en algún momento supe que fue parte de la milicia
norteamericana pero jamás conocí los detalles de su baja deshonrosa.
Su comportamiento de adolescente caprichoso y de drogadicto
incorregible acabó con las reservas económicas de sus padres quienes
según me han contado fueron enterrados en un panteón marginal
111
de La Ceiba. Yo lo conocí en los lodos políticos. Recuerdo que el
partido había cifrado todas sus esperanzas en Carlos Pino y que el
optimismo se había propagado por todo el país ya que Pino
convenció al mundo de que la democracia no sería posible sin el
reconocimiento legítimo de las instituciones políticas de oposición.
Su discurso era interesante porque abría para los cachurecos la
oportunidad de reformar el partido conservador y sacudirse la cruz
bestial de los militares golpistas que en aquellos momentos ya eran
historia. Carlos Pino tuvo además la capacidad de encausar
pequeñas corrientes sin futuro a favor de la gran causa que él
indudablemente representaba. Luis Cámbar trabajaba en esos días
en una fugaz corriente que se llamó Fuerza Liberal para la
Transformación (FLT) y su único propósito era llamar la atención
de la plana mayor y conseguir una diputación. Lo consiguió
fácilmente pero cuando Emilio Callejas se hizo del poder en el
siguiente período Cámbar fue defenestrado y no pudo adaptarse a
la llanura. Después pasó lo que pasó, Cámbar ascendió como la
espuma y se reveló como un importante médium entre la política
y la mafia.

Mi cercanía con él se hizo providencial, la desesperación económica


labrada en varios comicios fracasados hizo que nuestras arcas se
fueran casi a cero y la mayoría de nuestros candidatos, aunque
fueran idóneos, siempre se iban a pique por falta de inversión y
propaganda. En ese ambiente de incertidumbre Cámbar hizo su
agosto y vinculó con asombrosa habilidad los dineros sucios con
las necesidades latentes de la política.

Cuando Carlos Pino por fin ganó la contienda la plana mayor del
Partido no dudó un minuto en proclamar el triunfo como una
"hazaña política sin precedentes en la que había dominado la
audacia y el empeño de hombres como Luis Cámbar quien ya se
perfilaba como una garantía de éxito para futuras contiendas
electorales" ...entonces se convirtió en el niño bonito de Carlos
Pino y el tipo —Cámbar— no sólo se enriqueció en la gavetas de

112
un gobierno maniatado por compromisos sino que enriqueció a
casi todo su círculo de amistades. Su luna de miel con el gobierno
duró los cuatro años que él necesita para acumular sus millones y
encima fortaleció la dependencia política que todos los dialécticos
mantienen hoy día con los sordos. Yo digo que la hegemonía de los
liberales en los últimos veinte años proviene de haber descubierto,
antes que los cachurecos, la nuevas fuentes de financiamiento para
sostener la gran clientela partidaria. Los liberales pueden ahora
darse el lujo de financiar una campaña entera de sus opositores y
lo hacen cada vez que quieren tomarse un descanso y jugar con
otros dados.

Ya habíamos avanzado seis kilómetros y el panorama monótono


de la pobreza se mostró para mí intransitable. Le pregunté cual era
el rumbo y Cámbar se limitó a decir que ya lo vería. No quise
mostrar mi impaciencia porque él la hubiera interpretado como
temor, pero la verdad aquella impertinencia ya me llevaba de
cuadritos. Por fin parqueó cerca de un hondonada dentro de la
cual había un millar de casuchas en cuyos techos almacenaban
toda índole de basuras y desperdicios. Yo esperaba que cualquier
cosa saliera de aquella inmundicia y Cámbar notó mi inquietud.
Al poco rato, después de pitar dos veces, apareció un hombrecillo
de bondadosa desnutrición. Se acercó con mansedumbre a nosotros
por la puerta de Cámbar y luego cambiaron algunas palabras. Nada
que tuviera importancia y sin embargo tan elocuente y exacto que
lo tuve por un hecho. Luego el sujeto introdujo su brazo que parecía
una raíz de calaguala y sobre la palma de su mano Luis Cámbar
colocó cinco billetes de a cien. Cuando veníamos de regreso yo le
pregunté a mi compañero que qué era aquello y me enteré que
Rosales, inexorablemente, ya tenía una pierna en el panteón.
Recuerdo que me tembló el corazón y Cámbar lo notó, como me
pusiera ansioso comencé a refunfuñar por las arbitrariedades y por
la frialdad con la que estaban actuando. Blasfemé contra todo y me
mostré opuesto a aquellas determinaciones criminales que se estaban
tomando al margen de nuestras opiniones. Dije cuanto improperio

113
se me ocurrió y al final mi interlocutor me respondió una frase fría
que ahora reconozco como una premonición de los hechos referidos
a mi propia suerte "bueno —me dijo aquel maldito— mucha gente
de arriba piensa que tu eres el cerebro oculto de MIL". Guardé
silencio y traté de congelar mi furor, saqué mentalmente las
equivalencias y supe que ya estaba sin darme cuenta en la pupila
del diablo. Ya antes sabía que Luis Cámbar era sin discusión la
criatura más temible del nuevo cártel pero hasta allí supe que tenían
varias ojivas apuntadas contra mí. De regreso preferí cambiar el
tema y opté por invitarlo a cenar. Recuerdo que nos reunimos en
El Corral y hablamos casi tres horas con mi tío Manuel, el buenazo
de Montes García, con Ernesto Chicas y con ese viejo bovino de
Mauro Poujol.

Por extraño que parezca el tema de Rosales no vino a cuento, así


supe que los autores de un crimen por encargo tienen la
endemoniada habilidad de guardar el decoro y la discreción ante
hechos vergonzosos que por lo demás arruinan la reputación y
degradan el prestigio de las organizaciones. Tres días antes del
asesinato de Rosales todo el mundo ya lo daba por hecho sin em-
bargo la vida continuaba en sus más absoluta normalidad. Recuerdo
que intenté abordar el tema con todas las personas que me encontré
pero el capítulo se había clausurado de tal modo y con tal saña que
me vi dialogando entre zombis. Inclusive en la sala de sesiones del
congreso se respiraba una atmósfera de complicidad cuando yo
levanté la mano y propuse como último punto para la agenda "La
nueva ley contra el crimen organizado". Fui secundado por Montes
García pero extrañamente se mostró mal de salud y no permaneció
en la reunión parlamentaria. A las diez de la noche nos dimos un
receso y aproveché para hablar a solas con Manuel Barquero, mi
susodicho tío, actual presidente del Congreso Nacional.

Recuerdo que entré a su oficina sin anunciarme y le dije "¿está


seguro de lo que han decidido?"; entonces sacó un cigarrillo de su
gaveta y sin verme a los ojos me dijo " así es la vida sobrino. Así es

114
la vida. Nosotros, espero no estar equivocado, no tenemos vela en
este entierro." Luego lo encendió y soltó la primera bocanada de
humo "Rosales —continuó en un tono inmutable __ es un ti
inadecuado. Ese tipo de hombres que descomponen los programas
del mundo. Ya nadie lo tolera y todos estamos conscientes de los
peligros que acarrea; no solo es problema de Dimas Recarte El
muy cabrón nos ha empezado a provocar y si no lo detenemos
ahora después va a ser muy tarde. Pero te repito, nosotros no
tenemos por qué embarrarnos en esta mierda. Es más, te
recomiendo que desde ya guardes silencio fúnebre con respecto a
este tema. Voy a ayudarte un poco, levantaré la sesión alegando
agotamiento y ya mañana, con la cabeza fresca, veré cómo saco de
agenda el punto que propusiste. No es recomendable abordar esos
temas en este momento. Así que cambia esa cara y dale seguimiento
a la vida porque ésta nunca se detiene".

No tuve valor de volver a la cámara. Fui por mi maletín y me


resigné a las cosas tal y como estaban. Ahora me sigo preguntando
¿qué tipo de pudores me angustiaban aquel día con respecto a
Rosales? ¿por qué temía el homicidio si yo jamás tuve un vínculo
ni siquiera fraterno con aquel hombre que ya estaba definitivamente
condenado a muerte?. Quizá sea una de las pocas cosas que desearía
aclarar con Vera Sinclair. Ya más o menos prevengo su respuesta
pero de todas formas me gustaría saber hasta donde ha asimilado
los vericuetos de la psicología política.

Sin embargo Rosales no murió al siguiente día ni al siguiente. Llamé


a Cámbar para preguntar pero no me dijo nada claro. Me habló de
ciertas demoras inverosímiles y me dijo que estaban estudiando la
manera; todo aquello era muy extraño pues en otras ocasiones las
sentencias se había cumplido con la cabalidad del caso en lo
concerniente a hora, lugar y forma. Cuando pasó una semana y no
hubo novedad supe que el plan se había abortado y que Rosales,
advertido de 'su final, había concertado una reunión de alto nivel
en la que había prometido ceder en algunos puntos. No me alegré
115
por su vida pero cosa extraña, comencé a temer por la mía. Cuando
ya los sordos tenían pagada una cabeza no había paso atrás así que
me llené de malos presentimientos porque si la de Rosales no rodaba
rodaría la de cualquiera. Recuerdo que acudí a Idalia con la
esperanza de que conociera por la vía cama, ciertos datos que en
aquel momento me parecían determinantes para cuidar mi piel.
Pero ella se mostró impotente y me dijo, por primera vez en esta
vida, que yo estaba quedando chiflado, que dejara aquella para-
noia y que no confundiera las cosas. Además me dijo algo que
todavía me niego a creer: que ya no estaba saliendo con ese perro
de Cámbar sino con alguien más. Era natural que no me interesara
en sus burdelerías ya que la relación se había desbocado de tal
modo que nada de lo que hablábamos tenía un ápice de cordura.
En algún momento me atreví a hablar con el propio Rosales y
quedé tan asombrado de su frescura que cambié de inmediato el
propósito de mi visita. Aquel tipo parecía no estar al corriente de
nada relacionado con los riesgos; vivía tan volcado en sus
convicciones que uno terminaba apenado. Era un hombre sabio y
bien parecido. Recibía a cualquiera como si se tratara de un virrey,
se mostraba amable ante las sugerencias y espléndido ante las
consultas. En sus palabras no destilaba una gota de veneno para
nadie pero entre líneas manifestaba su irrefrenable deseo de
convertir la política en la ciencia del progreso para todos los
ciudadanos honestos. Sus maneras eran joviales y sus intenciones
fueron mucho más transparentes al final de su vida. Siempre se
gastaba una nota de humor y cuando alguien le recordaba los
peligros solamente decía "no lo creo, los tiempos han cambiado".
Creo que él me conocía más de lo que yo pensaba. En aquella
ocasión hizo un recorrido bastante apresurado pero muy exacto
por la reconocida trayectoria de los Barquero. Elogió a mi padre y
demostró ser un experto en las relaciones públicas de todos los
gobiernos en los últimos cincuenta años. Sin embargo no me
asombró, al fin de cuentas era un intelectual y un erudito. Cuando
yo le mostré parte de mi acerbo el hombre se sintió inclinado hacia
mi persona y me dijo, de forma indirecta claro, que estaba

116
conformando su gabinete con los mejores hombres del entorno
En aquel punto yo metí la nota fría y le pregunté "¿ya arregló sus
contrariedades con los sordos?" y él sin jamás perder al aplomo me
dijo "escuche señor Barquero, si habrá un candidato que le convenga
a los sordos ese soy yo. Sabe por qué, por que si yo gano la presidencia
ya no se verán obligados a continuar en esa viciosa vida de
criminalidad. Les he propuesto que se regeneren y acepten mi oferta
de gobernar incluso en nombre de aquellos que han vivido
excluidos. No estoy hablando señor Barquero de iniciar una cacería
oficial contra los delincuentes, estoy hablando de sacarlos a la luz y
hacerlos parte de un proyecto político democrático, equitativo y
transparente". Hablamos otros temas pero como se trataba de un
hombre "intratable" no pude sacar nada en claro con respecto a lo
que yo deseaba. En fin, no murió esa semana ni la siguiente sino la
tercera después de nuestra plática. Lo barrieron cuatro hombres y
no uno; de una forma poco ortodoxa y en tales circunstancias de
odio extremo que nadie se daba abasto para relatar los verdaderos
hechos. El acontecimiento fue como un balde de agua fría para
todos los que infundadamente nos creíamos parte íntegra de aquella
sanguinaria atrocidad. A punto de cumplir cinco meses en este
cautiverio yo me pregunto ¿Era gente de los sordos? ¿Fue una
maniobra personal de Luis Cámbar? ¿fue un encargo de Recarte? o
¿Fue algún arreglo coyuntural entre enemigos desconocidos que
tenían interés en el mismo cordero por otras motivaciones? Ya lo
he dicho más de una vez: cualquiera estaba dispuesto a barrerlo
menos yo. Pero ¿Por qué yo fui capturado y en vez de quien?.

117
14

L os trámites encomendados a Sinclair en general me conforman


pero al mismo tiempo me preocupan. Esta vez tardó siete
días en volver y casi muero de hambre y de angustia. Uno de los
centinelas estaba furioso y metió la punta de su rifle en mi boca
mientras me decía "qué pasó con la zorra. Por qué ya no viene". Yo
sólo movía la cabeza hacia los lados mientras el otro me orinaba la
espalda. Los pillos están locos de remate y no sé por qué no me
han liquidado. A veces se meten a casa de sopetón y se ponen a
disparar como unos energúmenos, entre carcajadas conciertan un
concurso de puntería que consiste en mochar mis cabellos o en
perforar mis orejas. Tengo heridas graves en la piel y estoy lleno de
moretes. Sin embargo sigo vivo; creo que están enamorados de
Vera y que yo soy la única garantía para sus enigmáticas
pretensiones. El más flaco me dijo el otro día que si yo le consigo
un polvo con ella me dejará escapar. Cuando le dije que eso era
imposible porque el otro se sentiría traicionado, se acercó con sigilo
hasta mi oído y me dijo "usted no se preocupe. Para peinármelo es
ya". Sin embargo sé que todo esto no es más que otra etapa de la
humillación, es el típico estilo de los sordos quienes ya están al tanto
de que esta mujer es una nueva llaga para mí. Lo peor de todo es
que Vera es una inexperta. Ella podría armarse de valor, conseguir
una pistola y matarlos en buena hora pero estoy seguro que llegado
el momento temblaría y estos infelices se la comerían viva. Estos
animales que me resguardan son capaces de todo pues hablan como
asesinos, actúan como psicópatas, se mueven como fieras y se
comportan como necrófilos.

Por estar pendiente de sus temperamentos no he podido urdir


una sola idea coherente para mi potencial escapatoria. Por cada día
que pasa su rabia crece y sus apetitos sexuales se desaforan. Ahora
los animales silvestres que cazan en los matorrales no sólo los
sacrifican para improvisar su cena sino que previamente los
119
sodomizan. De modo que no sé en qué momento entrarán por esa
puerta con la idea de vejarme a la última escala de la humillación.
Rezo a secas para que se abstengan de su furia ya que no podría
salir de aquí con mis órganos genitales profanados. Por ahora quien
está en la cuerda floja es Vera y debo pensar en algo que funcione
para ella sin que altere mis probabilidades de sobrevivir.

Esta vez no me ha traído frutas. Sólo consiguió introducir dos


zanahorias y varias latas de sardina. También me ha traído tortillas.
Las he devorado en el acto como sólo lo haría un náufrago. Cuando
abro la lata con mis propias uñas mugrientas Vera se concentra en
mi aspecto y no puede evitar llorar. Hay varias lágrimas en su cara
pero mi hambre es tanta que no puedo interrumpir la masticación
para hablar y consolarla. Además no me interesa su conmiseración.
Algo me dice que estoy acercándome al final. Sé que las noticias
no son alentadoras y no hace falta ser inteligente para leerlo en su
mirada. Parece más enterada que antes pero al mismo tiempo más
desengañada. Hay tantas preguntas en su rostro y ni un sólo rastro
de esperanza. Su mirada ha envejecido con respecto a la última vez
y otra vez me enfurece su inusitado misterio al mirar. Cuando voy
por la tercera lata ella me detiene y me dice "deje para otro día, si
cree que habrá otro día".

Después se mantuvo callada cerca de diez minutos. Se puso de pie


y se quedó no recuerdo cuánto tiempo apoyada en el alféizar de la
ventana, viendo hacia ninguna parte porque desde la primera planta
el único paisaje que uno consigue apreciar es el infranqueable muro
de mi propia casa. Yo me repongo despacio de mi semi postración
física y me acerco a ella por la espalda. Entonces se vuelve y sin
trastabillar me dice "usted es un mentiroso".

Retrocedo hasta mi silla y no respondo al momento. En realidad


no desearía responder jamás pues mi ánimo se ha desvanecido a tal
nivel que con costo logro distinguir la frontera de la vida y de la
muerte. Ahora resulta que soy mentiroso. El enfático modo en que

120
me lo reclama hace suponer que mi aliada ha vuelto a sus delirios
psicoanalistas. Percibo en ella la notable seriedad de una
amonestación profesional y capturo al instante su ambición de
volver al principio.

"Vera —le digo con la voz de un resucitado— usted hizo todo lo


que le encomendé". Mueve la cabeza diciendo "si". Entonces hago
un esfuerzo por sonreír y mostrarme positivo.

Ella entonces toma asiento en la segunda grada y comienza a hablar


como si yo no existiera, en un extraño soliloquio de oraciones
remendadas entre pausas capciosas.

"Además de mentiroso es usted un demagogo. Oiga ¿Cómo le hace


para imaginar tanta cosa? ¿Cuántos años le ha llevado construir
tanta superchería? Sabe, ni la persona más imaginativa de este
mundo podría inventar un universo de fantasías tan exactas y tan
coherentes como las que usted ha creado a dispensas no de su locura,
porque es obvio que usted no es un loco, sino de su desesperación.
Usted mató a un hombre bueno e inocente, a un hombre que le
confió su verdad y sus anhelos. Usted acabó con la esperanza de
miles de personas ya que el señor Oswaldo Rosales se había
convertido en la última oportunidad de un pueblo que clamaba
cambios, reformas y consideraciones que no tuvo jamás nunca por
parte de ninguno de ustedes. ¿Sabe cuántas personas asistieron al
entierro de ese hombre señor Barquero? Todo el país, el pueblo se
volcó en masa para rendirle tributo al único hombre que supo
sintetizar las aspiraciones de la gente. Aquel hombre señor Barquero
representaba el fin y el principio de una larga historia de
padecimientos humanos y había sido elegido por la providencia
para redimir, por una vez en varios intentos, a miles de personas
sencillas y humildes que lo estuvieron esperando durante décadas
de hambruna material y espiritual. Usted borró en un día a un ser
que se había fraguado en varios siglos, usted aniquiló el retoño de
lo único hermoso que le había sucedido a la gente en muchas

121
décadas. Usted no mató a un hombre señor, usted se encargó de
eliminar al único héroe que había nacido en estas tierras confinadas.
Su feroz egoísmo. Su diabólica envidia, su tremenda ignorancia y
su alma secuaz, su falta de humanidad y su incontrolable ansia de
poder lo llevaron a un extremo imperdonable. Su venenosa maldad
no tuvo límite y echando mano de un odio ciego encargó por la
vía más vil que alguien pueda tramar un asesinato que lo orilló a la
locura. Sin embargo señor Barquero diez purgatorios con
humillaciones más severas de las que actualmente padece serían
poco castigo para el alevoso crimen que usted cometió. No consigo
imaginar qué género de sanción se puede aplicar a un homicida
que borra en un instante lo que un pueblo mereció en siglos, no sé
qué tipo de pena se le puede adjudicar a una bestia que arrasó de
golpe con el sueño de toda una población.

Qué le puedo decir que sea hiriente, qué le puedo reclamar que sea
suficiente; he convivido como estúpida oyendo las falsas quejas de
un homicida sellado eternamente por la maldición. He oído sus
pláticas truculentas y sus enfermizos razonamientos. He dado de
comer al más malo de todos los hombres y me he prestado para
una banal compasión a favor de un miserable cuyo sucio corazón
no tiene precio ni lugar en la imaginación. He arriesgado mi vida
y he sacrificado mi dignidad para proteger el sujeto más inmundo
alguna vez conocido en la historia de la humanidad. Bajé mi
dignidad al nivel de la escoria y ahora me siento sucia, irreparable,
deshonesta, impía y hedionda.

Ay, que chiste, qué prolongado chiste. Pues resulta que el más
famoso magnicidio de la historia centroamericana fue cometido
por cuatro asesinos baratos que cumplían órdenes de un político
mediocre. Oh, pero cómo va usted a creerlo, todo esto fue obra de
los sordos. De los seres más perversos del orbe... pero resulta que los
sordos no existen sino en su maldita imaginación. Oh sí, fueron los
sordos. Los sordos son unos pillos que operan en absoluta
clandestinidad y el cuento no llega hasta allí: ellos son los malos de

122
la tierra, los más despiadados chupa cabras, los dispuestos a comerse
el corazón a término medio de todos aquellos que se opongan a
sus maquiavélicas intenciones. Pero debajo de ellos hay otros menos
malos, los mal llamados dialécticos, los cuales tampoco existen sino
en los delirios de su siniestra esquizofrenia. ¡Maldito loco, usted es
un maldito loco!... ¿tiene algo qué agregar maldito loco? ¿tiene
algo qué decir gusano de pus?... yo soy toda oídos: heme aquí
escuchando su largo cuento de brutalidades clandestinas. Aquí estoy
de nuevo para poner atención a sus cuentos chinos, aquí está la
única idiota que llegó tarde al gran banquete de su tremenda
ejecución. Seguramente tiene nuevas y lúcidas versiones de su
inocencia, ahora dirá que andan tras su hacienda. ¿De qué
hacienda hablaba señor? Usted es la vergüenza de los Barquero. El
único que se desvió de la tradición en alas de la corrupción y el
crimen, el único que no estudió las leyes para enaltecerlas sino
para pervertirlas, el único que ensució una tradición de servicio y
que escupió sobre el prestigio de una familia honorable. Ya averigüé
quien era su padre y cuan alta fue su honra, ya investigué quien fue
la señora Marta Fritz y cómo sufrió sus demasías y sus atropellos.
Ya sé que hizo todo lo posible por dejarlos en la calle y utilizó el
poder para expropiarlos. Ya sé que se adueñó impunemente de casi
todas las acciones de la Constructora Barquero y que incluso
amenazó de muerte a su mismo tío para intimidarlo. Conozco al
detalle la forma en que humilló a su propia mujer obligándola a
tener relaciones con hombres asquerosos a cambio de favores
políticos e influencias. Idalia es una verdadera Marenco y los
Marenco se han visto mancillados por su culpa, sin embargo nunca
pudieron con usted porque usted es un ser vil y no conoce la piedad.
Qué tipo de hombre es usted que incluso puede infundir temor en
hombres intocables como Dimas Recarte, Mauro Poujol, Luis
Cámbar, Funes Artica, el coronel Baltodano y el mismo Asdrúbal
Milla Toledano. De qué es capaz y de qué no es capaz usted. Dígame
una cosa ¿por qué su niña nunca volvió a hablar, qué le hizo? ¿qué
sucedió entre usted y sus hermanas Paula y Elena que decidieron
trazar una línea impasable entre su vida y la de ellas? ¿qué les hizo,

123
que tipo de amenazas utilizó para obligarlas a que renunciaran a su
herencia, a sus familiares y a su país? ¿tiene una nueva historia?
Pues sería bueno que esta vez la contara bien porque el día de su
juicio ha llegado y todo el país está dispuesto a declarar contra su
ruin existencia".

Luego calló y tomó aire. Sabía que aquello sólo era el comienzo.
Cuando recuperó aliento hizo nuevas inquisiciones y su retahila se
prolongó de tal forma que me desmayé; no resistí físicamente pero
ella tampoco permitió mi asfixia. Vino por mi y me obligó a volver,
me ayudó a respirar y continuó con nuevas recriminaciones. Todas
bien detalladas y bien argumentadas. Noté que se había tomado
más de cinco días para armar aquel interminable alegato y descubrí
que Vera había llegado con el propósito exclusivo de matarme por
medio de un método revolucionario: un infarto de la conciencia.
Sin duda lo estaba logrando pero cuando se me paraba el corazón
ella me resucitaba y me obligaba a seguir escuchando sus reclamos
interminables. Yo ya no podía más, quería respirar pero al mismo
tiempo el aire se negaba a ingresar en mis pulmones, después quería
moverme pero los músculos habían caído en tal laxitud que ni
siquiera podía distinguir una pierna de un dedo. En algún momento
supe que era mi fin y tuve mi mano al alcance del cuchillo pero
mis mecanismos musculares estaban totalmente fallidos y recordé
la sardina. Ella murmuró " ¿Estaba sabrosa la sardina?" y entonces
grité inútilmente. Tuve varios segundos para despedirme de esta
vida ruin y cerré los ojos viendo la nada. Ha sido el peor de mis
días, se fue dándome por muerto pero resistí. He sido envenenado
más de ocho veces y de todas me recuperé. Idalia lo intentó con
todo tipo de venenos caseros y sólo consiguió mejorar mis defensas.
Tuve una novia en mi adolescencia, una tipa que se llamaba Claribel
Padua. Ella fue la primera que me echó barbitúricos en una bebida
para vengarse de mi por una traición juvenil. Años después fue ella
quien se suicidó cuando repitió la hazaña con otro novio y la policía
la descubrió.

124
Creo que las cosas ya han tomado un rumbo inesperado. Ya no
tengo aliados en el mundo exterior y se han agotado de manera
abrupta todas la posibilidades de negociar por la vía subterránea.
Siempre supe que esta mujer estaba mal de la cabeza, me hice
demasiadas expectativas con esta demente. Ignoro cómo se las
arregló para inmiscuirse en tanta estupidez y no consigo comprender
quien tuvo, allá afuera, la impecable habilidad de alienarla a ese
extremo. Alguien hizo un trabajo perfecto y esto me coloca en
amplia desventaja con respecto a mis intenciones. Me la han quitado
con fineza e incluso le lavaron el cerebro de tal modo que la
obligaron a sacrificarme. El recurso de la sardina envenenada fue
genial teniendo en cuenta que se trata de productos herméticos,
sin embargo no puedo negar que esta vez sí estuvieron cerca. Desde
ya descarto a los sordos e inclusive descarto a cualquiera del mundo
dialéctico. Mi inmunidad a los venenos es conocida en el ambiente
político y hasta se rumoran muchos chistes con respecto a mi sangre
de buey. De manera que debo reflexionar con mucha agudeza sobre
esta nueva secta que ansia mi desaparición. Presiento quien puede
ser pero de momento prefiero no especular.

No recuerdo todas las idioteces que habló pero al final dijo algo
interesante. Dijo que ya estaba casi todo listo para mi enjuiciamiento
y añadió que el pueblo entero estaba dispuesto para acusarme. Esto
concuerda con mis planes porque los sordos tienen que agotar todas
las instancias institucionales y jurídicas para facilitar mi absolución.
En estas tramitaciones tiene que estar la mano peluda de los sordos
o el guante blanco de Dimas Recarte. Esto coincide con la visita de
Osorio esta mañana. El abogado Osorio no me lo quiso decir de
forma directa pero por primera vez me habló de algunas
posibilidades reales para mi liberación. Ahora teme perder la
oportunidad que le ofrecí de enriquecerse en el acto porque si los
sordos deciden a mi favor habrá problemas para mis depredadores.
La salida más favorable para todos ellos tiene que ser concertada.
Tienen que poner en la mesa las siguientes cartas fatales: el peligro
de mi muerte. Las dificultades de mi retención y el riesgo de mi

125
liberación. Es obvio que mi muerte es un problema grave para los
sordos (por lo menos he conseguido que lo supongan) , que mi
encarcelamiento es una situación insostenible para los dialécticos y
mi liberación una verdadera pesadilla para todos los que me deben,
me odian o me rehuyen.

Si es verdad que el juicio es inminente significa que la balanza se va


inclinando a mi favor. Sin duda, los sordos ya han acordado con los
dialécticos que debo vivir pero con tal suspicacia que todo debe
parecer un mal entendido en los tribunales. Osorio teme pero le
he dado a entender que por esta vez he frenado mis rencores y que
me daría por bien resarcido con recuperar la libertad, mis dos hijos
y la mitad de mi fortuna.

Hay más de cien personas influyentes que al igual que el abogado


Osorio tiemblan ante la posibilidad de mi salida; necesito convencer
a esta gente de que soy otro. Necesito una conversación urgente
con Luis Cámbar, el puede ser un excelente emisario de mis
intenciones y buen pregonero de mis renovadas expectativas. Debo
conseguir que vengan a verme antes de las elecciones internas. Si
Ingrid Rosales crece en popularidad desde ya me doy por hundido
y si lo permito los sordos van a dudar de mi verdadera capacidad
para controlar la situación. Las cosas tienen que ser aceleradas y
debo buscar la manera de que mis presiones se sientan y se
consideren. Debo buscar la forma de atraer otra vez a Vera. Se fue
sin despedirme pero mi deber es esperarla ya no en calidad de aliada,
ahora sí en calidad de psicóloga, es urgente recaer para que ella me
vele. Pero ¿cómo hacerle saber que ahora sí estoy interesado en su
asistencia médica? Veo una sola manera, utilizar el morbo de los
centinelas.

Aquí viene uno, el más imbécil y por lo mismo el más canalla.


Hace una inspección dentro de la casa y luego vacía las bolsas en
busca de comida. Yo me quedo quieto y sin verlo. Cuando está por
salir le digo "De verdad te la querés coger"... el tipo se da la vuelta

126
y viene despacio para oír mejor. Cuando ya se apresta a una patada
contra mi cara yo me anticipo y le grito "hay una forma". Entonces
aquel chacal toma asiento a mi lado y me dice "qué te pasa perro,
me has visto cara de pendejo..." me armo de valor y le digo "ella
nunca volverá excepto que yo la vuelva a solicitar... si querés que
vuelva, dale este papel. Cuando esté de regreso yo te hablaré del
plan. Si te fallo me puedes matar"...

Entonces aquel cafre agarra la carta, la mete en su fatiga y me dice


"te puedo matar ahora si quisiera" después sale cerrojeando el fusil
mientras yo pienso "pobre diablo".

127
15

A hora que rememoro mis errores con respecto a Vera caigo


a la razón. No debí forzar sus psiquis, al fin de cuentas ella
poseía cierta solvencia mental que a la larga hubiera sido favorable
para mí. Creo que mi error fundamental fue no haber sacado
provecho de su bondad natural, la acorralé de tal modo que terminó
buscando información en el lugar menos indicado. Reconozco en
su voz a una mujer, estoy seguro que todas las idioteces que habló
en mi cara las sustrajo de otra mujer. Podría ser Idalia pero tengo
mis dudas ya que mi mujer no maneja una versión tan depurada
de mi trayectoria, además, de ser así hubieran aflorado otros datos
que Vera no trajo a colación. Pudo ser la tía de Idalia, Chinda
Marenco, la más grande chismosa de la república, el vejestorio más
venerado en el mundo de los notarios. Ella ha tramado desde
siempre una forma de engullirme y tengo evidencias inobjetables
de que ha pagado para matarme. A Daniel lo odia con igual firmeza
desde cierta vez que mi muchacho le quitó bruscamente la peluca
en una reunión familiar. Sin embargo ¿cómo pudo suscitarse un
encuentro entre Chinda Marenco y Vera Sinclair? Sé que hay mil
formas e incontables razones pero pesan más las dudas. Pienso en
la mujer de Asdrúbal Milla Toledano o en alguna de las diez amantes
de Piporro Ilovares, mujeres de baja condición que gobiernan y
sufren la miseria de este periodista ordinario. Aquí la conexión es
más lógica porque Vera debía cumplir una diligencia con él y no
descarto que lo haya rastreado en el peor de los lugares: la sala de
redacción donde los chismes se cocinan a todo vapor en una
gigantesca olla de presión. Por otra vía es probable que Vera se
haya puesto al habla con Elena y no con Paula. Elena aprovecha
cualquier oportunidad, por insignificante que sea, para lanzar sus
dardos más venenosos en mi contra. Me malquiere a pesar de su
amor. Pesa que haya sido su hermano modelo y su principal
confidente hasta al borde de nuestra segunda adolescencia pero
pesa más en su nuevo corazón que yo me haya convertido en lo
129
que soy. Su odio es exquisito y exacto pues puede verterlo sin sesgo
y puede defenderlo a sus anchas. Ella es una de las personas que
me conoce a fondo por eso tembló cuando cambié y ya no pudo
tener control sobre mis impulsos. Según ella yo maté a mis dos
padres, es decir, metafóricamente hablando. Desde su perspectiva
yo deseaba quedarme con toda la heredad Barquero Fritz y tramé
una manera infalible para que los viejos patearan el balde
prematuramente, pero lo que más lamenta es la forma en que
manejé la documentación con el albacea para alevosamente
quedarme con todo. Recuerdo que en el sepelio apareció en todo
el esplendor de su hipocresía con un rebozo negro y una ridicula
chalina romana. Junto a Paula parecían "Mis tías las sanatas ", yo
fui contundente con la situación y antes de que se hicieran ilusiones
les informé del estado de pobreza en que se hallaban los viejos al
momento de expirar. Paula se mostró comprensiva pero Elena con
un rumor furibundo me dijo "si quieres quedarte con todo estás
muy equivocado. Se te olvida que yo también estudié leyes y que
de mi no puedes burlarte". Yo no sentí cargos de conciencia porque
aunque ellas pensaran lo contrario fui el único que se mantuvo
con aquellos ancianos hasta los últimos momentos. A decir verdad
creo que murieron de angustia, esperando que sus lindas hijas
regresaran algún día. Yo las llamé infinidad de veces explicándoles
en detalle el calvario que se había desatado en la casa de Tatumbla
debido a los padecimientos terminales no sólo de papá sino de
mamá. Ellas nunca lo creyeron pues jamás se han sentado un solo
momento ni para tomar aire, siempre se creyeron ciudadanas del
mundo y nunca superaron ese deleznable complejo de embajadoras
cosmopolitas. Se han recorrido el mundo palmo a palmo pero
cuando vinieron a enterrar a sus padres tuvieron que pagar un guía
para que les indicara la dirección exacta de nuestro domicilio.
Encima querían achacarme facturas morales que yo no debía e
inculparme como locas de sus propias frustraciones afectivas y
económicas. Se negaron a creer —repito más Elena que Paula—
en la ruina de los Barquero porque igual, como la luna de miel les
duró toda la vida, jamás se enteraron de que mi padre compraba
las medicinas y mantenía su única propiedad con el raquítico cheque
130
de su sueldo vitalicio. Una mierda que apenas alcanzaba para
comprar sus drogas y para complacer su deseo irrefrenable de
consumir coñac. Para ellas todo aquello, que efectivamente era la
realidad en su cruda exposición, constituía una mentira urdida
por mi mente maquiavélica. Ninguna de mis explicaciones les
pareció suficiente y como me lo habían advertido nos fuimos a los
tribunales; aquí la pobre Elena sólo vino a hacer el ridículo. Había
estudiado leyes en la estratosfera y no fue capaz de armar un solo
procedimiento que tuviera sentido en nuestro entorno judicial.
Cuando se dio cuenta que estaba caminando por terrenos minados
emprendió la retirada y se subió al avión gritando que volvería
mejor equipada. Pero jamás volvió.

Paula por su parte, quien sin presunción vivía en mejores


condiciones económicas y se había casado con un prestigiado
empresario venezolano, se quedó algunos meses en el país. Me dijo
que estaba interesada no en la herencia material de los Barquero
pues era obvio que no la necesitaba tanto como Elena, pero sí en la
herencia intelectual. Se sintió conmovida y muy anonadada por
los sucesos del entierro y reconoció cierta vergüenza por no conocer
cosas sobre sus padres que cualquier paisano recitaba de memoria.
Me dijo muy conmovida que siempre tuvo clara la importancia de
los Barquero para este pueblo pero que no sabía que nuestro papá
en especial fuera motivo de tantas honras. Ahora lamentaba,
tardíamente, su desinterés y su indiferencia. Ahora se arrepentía
de no haber convivido siquiera en los capítulos finales con unos
señores que a toda vista eran unas celebridades del mundo
diplomático y político. Durante el mes en que se entretuvo se dedicó
a rastrear fotos, a ordenar sus utilerías, a almacenar sus muebles y a
leer artículos y documentos escritos por nuestro padre en diferentes
etapas de su azarosa vida, inclusive contactó al poeta Elvis Esquivel
para discutir la edición de un opúsculo consagrado a mi padre.

De parte de Paula no recibí ningún tipo de reclamos y hasta


compartí con ella gratos momentos. Se fue enamorada de Daniel y
dijo que Eunice era la niña más bella que alguna vez hubiera visto en
131
el mundo. Su esposo, un caraqueño enorme y sano que se llama
Julián Pereira, también se fue impresionado con la belleza fina e
intensa de mi hija. Previo a marcharse para Phoenix antes de
instalarse definitivamente en Los Ángeles, Paula me apartó y me
dijo "quiero que te salgas de todas esas cosas en las que andas metido.
Hazlo por tus hijos".

De modo que si a alguien puedo descartar de cualquier


animadversión hacia mi persona es a Paula. De ella no saldría una
sola palabra de injuria contra su querido hermano, más no puedo
decir lo mismo de Elena quien a la larga terminó viviendo bajo la
protección de Paula cuando su esposo la sustituyó dejándola de
patitas en la calle y lo peor: sin hijos.

Por último viene a mi mente esto: si Vera visitó a Ingrid para


sondearla según mis instrucciones pudo haber sucedido lo
inesperado. No puedo ni imaginar todo el odio que esa viuda destila
hacia mí, pues como se trata de una mujer ingenua y sensitiva no
descarta cualquier margen de error con respecto a mi culpabilidad
en el asesinato. Ella necesita un chivo expiatorio mucho más que
los tribunales de justicia y mucho más que Los sordos. Ella amaba
con locura a Oswaldo Rosales, tanto lo amaba que decidió vivir al
margen de sus tercas ambiciones políticas para no presenciar el
momento de su muerte. Se trata en verdad de una mujer culta,
valiosa y genuina. Para encontrarla hacía falta interesarse en las
ceremonias culturales de la ciudad. Era invitada de honor en las
exposiciones de pintura, en las presentaciones de libros, en las
condecoraciones de la academia, en los foros universitarios y en las
veladas teatrales. Sin proponérselo se convertía en el centro de las
miradas pues lucía ingeniosa en el vestir y su porte de dama delicada
y afectiva opacaba la mayoría de las veces el móvil de las reuniones.
Creo que conversé con ella en dos o tres ocasiones y esto me bastó
para captar su grandeza. Me contó que su madre era rumana pero
que su padre provenía de New Jersey. Vivió en carne propia los
conflictos sociales y políticos de las dos Europas y conoció a

132
Oswaldo cuando este pasaba por Varsovia en busca de Moscú. Su
nombre verdadero es Ingrid Mayer Starucci y según contaba con
gracia siempreviva quedó colgada de Oswaldo desde que se
conocieron en un Congreso Comunista al que llegaron con el
objetivo tácito de enamorarse de alguien. Siempre remembraba la
labia envolvente y fácil de un hombre que contaba cosas increíbles
enmedio de rondas de fanáticos políticos que no paraban de reír al
fragor del vodka. Quedó prendada de un Rosales fabuloso, de un
revolucionario divertido qué podía con igual habilidad hacer reír a
sus camaradas con las anéctodas costumbristas de ultramar o
hacerlos enfurecer con sus críticas puntuales sobre la infamia de
un sistema que ya era sin discusión una pandemia. Su compromiso
con aquellos preceptos en boga prosperó inversamente proporcional
al derrumbe de la cortina de hierro. Y no sólo una vez le escuché
decir a Rosales, con aquel humor implacable, que Europa del este
fue un invento de Dios para que él se encontrara con Ingrid Mayer
Starucci y así las cosas todos los camaradas no fueron más que sus
confidentes o sus alcahuetes. Ellos volvieron a Honduras con la
desbandada tras la caída del muro. Oswaldo se dedicó a remendar
recuerdos en un mundo distinto y a recobrar afectos severamente
estropeados por su desconsiderada desaparición de quince años
sin dejar huellas. Cuando la pareja retornó el país era otro pero
igual. Y como siempre la principal dificultad de cualquier regreso
a la realidad fue hallar la punta del hilo para conseguir dinero. Por
suerte Ingrid era y quizá todavía lo es, una mujer total. Experta en
pastelería, trilingüe, maestra de escuela, escultora, dasónoma,
periodista y enfermera. Y como valores agregados su belleza y su
cultura. Insertarse en el ambiente fue para ella mucho menos difícil
que para Oswaldo reencontrarse con su gente. En el primer año se
sustentaron con los negocios y las reservas de ella. Pero luego las
cosas revistieron una mejoría cuando Roberto Peña Córdoba, viejo
amigo de la secundaria de Oswaldo Rosales, llegó al poder con el
Partido Liberal. El revolucionario arrepentido, vomitado por las
puertas traseras de una Europa restaurada, consiguió entonces un
pegue en el rastro municipal dando allí los primeros pasos de lo

133
que sería la carrera política más brillante, espectacular y dramática
de la última década. Se decía que Oswaldo Rosales hizo del rastro
municipal la dependencia distrital más eficiente del Alcalde
Gervasio Acosta. Creó una ley para acabar con el destace clandestino
y modificó a totalidad las condiciones sanitarias, mercantiles y
laborales del rubro cárnico municipal. Desde entonces los
carniceros, los destazadores y los vendedores lo adoraban. Por su
parte Ingrid, llamada ahora Ingrid Rosales para fines políticos y
legales, consiguió una plaza en la Secretaría de Cultura desde la
cual implemento un programa para enseñar a esculpir con arcilla a
niños de las escuelas públicas. Desde aquellas posiciones marginales
en el gobierno de Peña Córdoba, los Rosales fraguaron una
trayectoria intachable, ejemplar y seductora. Eran, sin exagerar, las
únicas dos personas alegres, transparentes y vivas del mundillo
burocrático. Después, entiendo, les nació un hijo al que llamaron
Lenín. La única vez que lo vi estaba enseñando ajedrez a otros
niños de la barriada mientras su padre daba instrucciones a unos
obreros de la colonia Canaán quienes se disponían a montar el
fluido eléctrico con fondos municipales.

Sin embargo Ingrid jamás pecó hablando de política. Sus evasivas


eran tan encantadoras que la insistencia se volvía necedad. Por
aquellos días yo sólo fungía como un apaga fuegos entre las alas y
las bancadas. Vivía literalmente de mi bufete y de mi sueldo de
funcionario y casi nunca me involucraba en las misas negras. Como
ya dije antes yo conocí a Rosales cuando ya se había encaramado
como presidente del Comité Central del Partido, jovial y atractivo
por entonces pero no sedicioso ni provocador. Nunca trabé una
amistad cercana con él ni con su mujer pero sí me jacto de ser el
sujeto idóneo para decir la verdad con respecto a su biografía
política. Además había algo entre nosotros que no fluía y ahora
creo que ese estorbo inexplicable fue la propia Ingrid. La radiante
Ingrid Rosales se molestó conmigo cuando le declaré,
impunemente, mi deseo de tirármela.

134
Lo hice en contra de todo escrúpulo y a pesar de los nefastos
augurios. Llegó un punto en que su belleza y su irresistible fragancia
de valquiria trastornó a toda la asamblea Liberal. Desde el más
encumbrado jerarca del partido hasta el más pintoresco diputado
de pueblo suspiraba por aquella diosa fugaz de piernas talladas en
mármol de Carrara. Todos sin excepción estábamos conspirando a
la luz del día por entrar en la perspectiva de sus ojos pero sus ojos,
azules como un mar negro, le pertenecían de forma radical a
Oswaldo Rosales quien seguro de su fortuna podía incluso ignorar
sin resonancia nuestros desvelos. No conocí por aquellos días a
ningún alto funcionario que no contratara echacuervos para escalar
de a poquitos el inexpugnable muro de aquel mujerón. Recuerdo
que el mismo Cámbar me confesó ser parte de aquella demencia el
mismo día en que presumió estar a un palmo de comérsela. Por
supuesto yo no le creí, conocía los prototipos de Cámbar y estaba
más que seguro que los filetes de aquella cena nunca se servían en
las mesas inmundas de perros como él. Inclusive yo mismo supe
que no tenía acceso a Ingrid y sin embargo quise suicidar mis
apetitos a través de una homeopatía emocional. Necesitaba una
acción que purificara mi ambigua relación con Oswaldo Rosales y
una exacción que me liberara de mi dependencia sexual con Idalia.
Si alguien estuvo cerca de tumbar a Ingrid Rosales fui yo pero
cuando le dije a secas que quería sus huesos a cambio de un ascenso
para ella, mi atrevimiento fue inoportuno. En el fondo odiaba la
perfección de su personalidad y no pude saber en aquel momento
hasta donde mi poder sobre la situación era real o imaginario.

Supongo que de algún modo también me desesperé, me faltó


frialdad y quise ser el héroe de un escenario que estaba súper poblado
de villanos muriendo de amor platónico como Romeo. Fui la
catarsis que todos ocupaban porque cuando se supo, por lenguas
infames, de mi raspón en pleno día todos los demás montaron su
retirada. Para algunos hice el ridículo, para otros fui el héroe pero
al final mi temeridad me trajo la incómoda reputación de hereje

135
conyugal. Después de esa torpeza ya me fue imposible reparar mi
relación con Idalia quien, furiosa, se subía totalmente desnuda en
la mesa del comedor y me gritaba "decime infeliz, hay algún defecto
en este culo ¿Qué tiene esa magalla que no tenga yo, qué les ha
dado esa payula de mierda?"; además ya no hubo manera de
recuperar la confianza de Oswaldo Rosales quien para colmo ya ni
siquiera me determinaba.

En fin, no cabe duda que Vera se ha encontrado con ella en una


circunstancia inusual y tras intercambiar versiones terminó
imponiéndose el don subjetivo de las mujeres. Sumando datos y
atando cabos llegaron a la injusta determinación de incriminarme
y ahora no sólo debo lidiar con las adversidades masculinas de los
sordos sino también con las fantasiosas debilidades de las mujeres.
Tengo la impresión de que las cosas han empeorado y mi vida
pende de un papel, si este maldito loco no le entrega la carta a la
psicóloga debo ir cayendo a mi realidad. Debo admitir que no seré
capaz de sobrevivir.

Excepto que sucediera algo imprevisto, un cagadal que me libre de


peso y que me permita una tregua. No lo sé, pero ha llegado el
momento para un poco de suerte. Ahora sí sé que debo tener fe
por lo menos en la suerte.

136
16

V oy con una capucha puesta y cuatro hombres a mi alrededor.


Sé que voy en un carro de dos cabinas, polarizado y que
incluyendo al chofer son cinco los sujetos que me acompañan.
Obedecen órdenes no sé de quien y no puedo saber si los centinelas
son parte de la comitiva. Agobiado y extenuado por los dilemas y
los maltratos del día anterior me quedé dormido en el piso, con
medio cuerpo arropado en mi toalla y temblando de fiebre. A la
media noche con la complicidad de la tiniebla entraron estos
sabuesos y en cosa de segundos me encapucharon y me amarraron.
Luego me sacaron de la casa y ahora me conducen a mi fin. Ha
llegado mi fin y ni siquiera me van a permitir escribir alguna nota
para despedirme de Daniel y de Eunice. Muero conforme porque
mantuve mi temple y patalee hasta el final. Hemos recorrido
aproximadamente doscientos kilómetros hacia oriente si no me
equivoco, quizá está amaneciendo pues siento la frescura del
crepúsculo y oigo los pájaros que pían tenebrosos. Exactamente de
este modo matamos hace algunos años al líder campesino Ismael
Navas. Digo matamos pero en verdad fue un encargo de mi tío
Manuel Barquero. Por aquellos días mi tío estaba sacando en
contubernio con la policía y las cooperativas doscientas trozas diarias
del Guayape. Aprovechándose de algunos conflictos territoriales
entre Juancho Zelaya, el bizco Lardizábal, Timoteo Lamas, Amílcar
Alcocer y Sirio Zúñiga, mi tío ingresó por la puerta ancha al cártel
de los madereros. Les propuso la creación de una ley libre de vedas
con ampliación de límites a cambio de un impuesto de guerra que
entraría como limpio a la cuenta de Constructora Barquero. Con
el tiempo mi lindo tío no sólo multiplicó sus millones y sus acciones
sino que montó su propio aserradero clandestino en unos terrenos
confiscados pertenecientes a "Gallina Negra" Arévalo. Yo fui el
encargado de meter la moción, conseguir que la aprobaran en dos
debates y de repartir las bonificaciones pero surgió una piedrita
que nos empezó a molestar los zapatos: Ismael Navas. Un campesino
137
resentido con ínfulas de reivindicador que se atrevió a organizar
una marcha protestando por la explotación del bosque y
denunciando las arbitrariedades legales de la tala. Aquel maldito
jornalero de buena labia se había tomado el costo de estudiar las
ambigüedades de "la Nueva ley de Explotación Forestal" y con
renglones en mano, enfundando conocimiento de causa, puso en
aprietos al Congreso Nacional en pleno. Queríamos que el lío no
rebasara los límites "dialécticos" pero los sordos metieron la mano y
todo se resolvió, como siempre, con sangre. El jefe del cártel de las
maderas adujo estar harto de componendas y nos pidió permiso
para arreglar el asunto a su modo. Como ahora conmigo, cuatro
hombres del Bizco Lardizábal interceptaron al insidioso campesino
cuando se conducía en su pequeño pick up, lo bajaron a punta de
AK y se lo llevaron a una propiedad remota en las inmediaciones
de Lepaguare. Allí lo mantuvieron a pan y agua hasta segunda
orden y un mes después, mientras la familia lo buscaba por todo el
territorio con escoltas y linternas, lo encapucharon y lo fueron a
tirar al crematorio con siete balas en el cráneo. Cierta vez hablé
con el Bizco Lardizábal sobre el tema, le pregunté si en realidad
hacía falta llegar a esos extremos con líderes campesinos que no
tenían ni la más pequeña probabilidad de perjudicarnos pero el
viejo, con un ojo hacia mí y el otro hacia la meca, me respondió
"caramba Barquito, usted nunca entendió las leyes de este negocio"
y me regaló un documento de siete páginas que se llama Manual
de diplomacia. Entendí su regalo en dos sentidos: como una
premonición de mi mejoría y como un mal augurio para mi futura
suerte. Sabía que el "Decálogo de los Sordos" era una completa
basura impresa en satinado que circulaba clandestinamente con la
particularidad de que nadie se declaraba autor y menos propietario
del documento. Es más, nadie lo leía y a nadie parecía interesarle;
una especie de superstición criminal anulaba la curiosidad de
cualquiera.

Estoy seguro que vamos camino de la hacienda de los Sevilla


Moradel, allí me van a meter diez balas en la cabeza y luego me van
a enterrar en alguna fosa perdida.
138
Por la forma en que hablan todo se hará con rapidez. Sé que no
hay escapatoria y si muevo la boca corro el riesgo de enfurecerlos y
acelerar la situación. Hemos ingresado a un camino de tierra y
ahora los brincos del carro son como pullas en mis costillas dañadas.
La ruta es tortuosa y presiento que avanzamos sobre cráteres. Sin
embargo mi espíritu flota y puedo verme en un paraíso ficticio;
adelanto mi destino para sobrellevar el dolor de no poder sobrepasar
este límite y cuando por fin se detienen yo pego un gemido.

Me llevan casi a rastras a lo que pudiera ser una cabaña perdida en


la sierra. Me quedo quieto, esperando el ruido del primer disparo
que sin embargo demora. Luego oigo una tronazón de fuego y sé
que habrá protocolo; me cuelgan de las muñecas desde una viga y
luego me bajan los pantalones, cuando me empiezan a chamuscar
los testículos con un hachón de ocote pego un alarido que llega
hasta saturno. Después siento una mano fría que se apodera de mi
pene y luego me insertan una aguja de zapatero que me cruza el
glande. Con mi siguiente alarido cruzo la vía Láctea y no obstante
sigo con vida. Estoy exhausto, perdido, con un hilo de voz pido
que me maten pero uno de ellos, sin mostrarse alterado, me dice
"necesitamos el archivo B". Cuando muevo la cabeza en señal de
no, siento que me introducen algo en el ano, entonces no puedo
más y me desmayo.

Tres horas después recobro el conocimiento y el dolor del recto se


ha esparcido por cada molécula de mi cuerpo. Cuando abro los
ojos veo frente a mi a cuatro hombres que esperan con calma mi
reposición. Entre ellos distingo al guarda espalda de Chac. No por
su cara, pues todos tienen la cabeza envuelta en pasamontañas,
sino por su estatura y su motor. El más pequeño tiene una macana
en la su mano y antes de acercarse me pregunta "quiere cantar o
prefiere que le meta esta tranca otra vez en el culo". Al verlo venir
me entrego y con temblores en la voz le digo "ya pare, ya pare...
voy a decir donde está el archivo B. está en casa... está enterrado
en
mi casa... si, lo juro". Al momento sueltan una carcajada que
sólo

139
se detiene con la voz del otro que se pone de pie y va hacia el fogón
de donde regresa con un fierro de ganado en brasa "Sin embargo
—dice aquel verdugo— te vamos a marcar para que nunca olvidés
que a los sordos nadie puede desafiarlos y menos hacerlos peligrar".
Mientras los demás me sujetan por encima de las sogas aquel
maldito va acercando la brasa y luego la aprieta con furia en mi
hombro. El eco de este alarido ha roto los límites del espacio.
Cuando despega la herramienta llevándose la piel chamuscada en
forma de una S sangrienta yo me entrego a la muerte. Muero por
voluntad absoluta y un velo de oscuridad vuelve a caer sobre mi
conciencia...

Estoy otra vez en casa. Consigo arrastrarme hasta donde guardo


mi embotado cuchillo pero cuando intento clavarlo en mi corazón,
mi mano se dobla. No tengo fuerzas ni para ponerme de pie e
intentar un suicidio. Sin embargo llevo el hombro vendado, alguien
me ha hecho las curaciones y puedo sentir la sanación. No sé cómo
se las arreglaron para cavar en el lugar exacto porque hay varios
hombres trasegando tierra justo debajo de la biblioteca.

Cuando den con el botín los sordos tomarán una determinación


definitiva con respecto a mi suerte y ojalá que sea pronto porque
por primera vez en todo este proceso me domina el deseo de morir.
Ahora sí, morir es urgente para mí. Me siento como un gran tumor
que respira, una gigantesca llaga que oye y mira. Un bulto animado
que todos patean de aquí para allá y que sin embargo mantienen
vivo para eternizarlo en agonía. Ya no existe nada peor a todo esto,
ya me cauterizaron las emociones y puedo liberarme de
remordimientos con respecto a Daniel y Eunice. Ya todo está
perdido y cuando esos hombres encuentren el pobre tesoro de mis
mentiras me iré al vacío de la tumba como si jamás nunca hubiera
existido.

Ahora ha cesado la actividad y los peones se dedican a buscar lo


que no existe. Veo que uno de ellos se acurruca y recoge una caja

140
de cartón que está llena de juguetes descartados. El otro le pregunta
si tiene algo pero aquel se limita a extraer un títere, lo coloca en su
mano y lo hace decir "hola Barquero, creo que esta vez te van a
cortar la cabeza". Luego sacan otros valores y lo meten todo en un
bolso. Pasan por la sala sin decir algo y luego desaparecen en el
portón. Cuando pongan el botín en manos de Chac seguro que
ese pestilente enano se va morir de la furia. Entonces todos hemos
tocado fondo y es mejor acabar de una vez. Lo del archivo B es una
genial idea pero la tuve demasiado tarde. No fui lo suficientemente
precavido con respecto a mi seguridad y ahora no hay retroceso.

Ahora soy vigilado por tres centinelas desconocidos, uno de ellos


ingresó hace poco y me lanzó un papel. Lo tiró con mucho disimulo
y me cerró el ojo. Hace rato que espero la partida de los peones
para abrirlo y ahora es el momento. Es una carta y al momento sé
que es de Idalia. Busco el mejor de los rincones y la devoro como si
se tratara de un filete en el último hostal de un desierto.

"Hay una forma de sacarte pero necesito dinero. Mucho dinero.


Ya he vendido todos los carros para proteger a los niños. Con tus
bienes requisados me he quedado a merced del sueldo; he hablado
varias veces con el abogado Osorio sobre la posibilidad de traspasar
algunos bienes a mi nombre pero me evade. Parece que han
dispuesto de toda tu fortuna como si ya estuvieras muerto. En
realidad no sé lo que realmente sucede. El hombre que te entregó
este papel es de confianza. Una vez llegó al hospital con los intestinos
en la mano y yo se lo arrebaté a la muerte con una cirugía de
emergencia. Ahora trabaja para Chac quien ha tomado posesión
de tu caso en dominio pleno. Me he movido con cautela y he
abordado a los hombres más poderosos de este país pero todos se
hacen los de a peso. Manuel Barquero me recibió después de veinte
intentos y me dijo con absoluta frialdad que él no quería problemas.
Que él te había advertido todos los peligros pero que igual tú
insististe como un ciego en involucrarte. Furiosa, eché mano del
cinismo recordándole que tu encierro lo mismo que tu muerte

141
podía comprometerlo a él de manera muy peligrosa. Entonces el
desgraciada me respondió que hablara con más cuidado porque
los ánimos estaban muy caldeados y no podía asegurar nada con
respecto a mi suerte. Cuando dijo esto me fui encima de él y le
arañé el rostro, tuvieron que entrar dos hombres de seguridad para
desprenderlo de mis garras y aun así no paré de insultarlo; con
todo mi pulmón le dije ¡mafioso, ladrón, aberrado, hereje, capo,
presta nombres!.. fui detenida y luego liberada por órdenes secretas.
El escándalo de todas formas se convirtió en la primera plana al
día siguiente y desde entonces el director del hospital me tiene en
la mira. Quiere aprovecharse de mi situación para destituirme y
todos los días soy objeto de humillaciones y abusos por parte de
todo el gremio médico.

Las indagaciones sobre tu presunta culpabilidad en el caso de


Rosales están prácticamente detenidas. Alguien las tiene congeladas
por órdenes superiores y te juro que el mismo Presidente de la
República está con las manos arriba en esta situación. En tales
circunstancias he hablado con tres personas que tu detestas para
que me ayuden. Una de ellas es Elena a quien le he ofrecido la
mitad material de lo que recuperemos. No me ha dado una respuesta
clara pero la estoy convenciendo de que no sólo se trata de esta vez
de tu vida, sino del futuro de Eunice y Daniel, de que está en juego
el patrimonio de los Barquero y de que ésta sería su última
oportunidad de reponerse, pues bien sabes que el marido la
abandonó y la dejó de forma flagrante de patitas en la calle. Tú ya
sabes los motivos. La otra persona es Ingrid Mayer Starucci. Ella es
en este momento la persona más influyente de la política y la mártir
más carismática entre la gente. Se ha convertido en un fenómeno y
ya la pintan como la nueva presidenta del país. Ha fortalecido su
corriente con respaldos internacionales y ha conseguido la simpatía
de muchos personajes intocables del ambiente político mundial.
Recuerda que el asesinato de su esposo le dio la vuelta al mundo y
ella ha sabido sacar provecho de esta condición. En todas la fotos
aparece de la mano de su hijo Lenín dando la imagen de una madre

142
sola que intenta corregir la gran podredumbre creada por los
hombres. Yo diría que todas la mujeres vamos a votar por ella y
que nuestro deber es seguirla, fortalecerla y protegerla. En algún
momento creí que la única mujer que no podría unirse al fenómeno
de su liderazgo era yo. Pero un día me armé de valor y le pedí una
cita.

Me recibió en la sede y me dio una gran demostración de


humanismo. En su cara no había un sólo destello de odio y su
mirada de eternos ojos azules traslucía un brillo de poderosa
beatitud. Fui al grano, le dije que yo soy tu esposa, entonces ella se
tomó una pausa, se puso de pie y me dio la espalda para limpiarse
una lágrima que brotó de sus ojos y tras volverse a sentar me dijo
—¿Usted es Idalia Marenco?.

Entonces comenzó a hablar sobre su esposo. Dijo que era el hombre


más hermoso de la tierra. Dijo que era bueno, solidario, estudioso,
transparente, luchador, brillante, discreto, bondadoso y ante todo
muy dado a comprender a los demás. Me contó escenas irrepetibles
con respecto a la relación que Rosales mantuvo con su pequeño
Lenín, describió aquella relación como algo fuera de toda
posibilidad. Padre e hijo se amaban con locura, como si la función
de padre se acabara de inventar y como si el rol de hijo fuera el
afecto más reciente concedido por Dios para uso de los humanos.
Eran niños y eran hombres al mismo tiempo, siempre estaban
besándose y nunca paraban las jugarretas. Se contaban cuentos
inéditos entre sí y las horas se les convertían en minutos cuando
estaban juntos. Nunca vi a un hombre que amara tanto a su hijo
— me dijo Ingrid. Al final me quedó viendo a los ojos y me
preguntó ¿Por qué cree que su esposo mató al mío?... Entonces me
puse de pie y comencé a escapar avergonzada, cuando ya estaba en
la puerta tuve una inspiración divina, las palabras vinieron a mi
boca como un milagro, entonces regresé y le dije — el mío también
amaba a su hijo — con la idea de no exhibir mis lágrimas ante una
mujer tan íntegra salí hecha un manojo de nervios y nunca me
143
volví para mirar. A los pocos días recibí una llamada en la que me
decía que deseba hablar conmigo. Por primera vez oí a alguien que
tuviera sospechas argumentadas con respecto a tus descargos. Yo
misma estuve segura de tu culpa hasta ese día en que Ingrid, juiciosa
y sabia, me expuso una versión incógnita sobre los verdaderos
móviles del crimen. Ese día medí su verdadera grandeza, aquella
mujer había ido por su cuenta más allá de la realidad aparente y no
sólo eso, está armando la secuencia de los hechos mediante una
investigación secreta en la que interviene personal del FBI y de la
INTERPOL. No me aseguró que fueras inocente pero sí insinuó
que tu implicación es secundaria. Como ves, la situación va por
buen camino pero tu liberación, dado que al fin de cuentas sí estás
implicado, no es prioridad para la señora Rosales. Inclusive fue
muy categórica cuando me manifestó que en estos momentos su
urgencia es ganar las elecciones. Presiente que solamente desde la
silla presidencial va a poder alcanzar el nivel de justicia para honrar
a su esposo y para descargar a los cientos de inocentes que esperan
sentencias en las cárceles. Pero esta situación me preocupa porque
algo me dice que la cosa no va ser tan fácil para ella. Ya me conoces,
tengo malas corazonadas y ya me parece que los criminales le salen
al camino y la acribillan sin piedad. Perdona que sea tan pesimista
pero hemos llegado a ese nivel de pudrición y de un tiempo acá ya
nada nos asombra. En tal caso la posibilidad de demostrar tu
inocencia se esfumaría así que he acudido a Luis Cámbar. Deja de
lado lo sentimental y concéntrate en el objetivo. Le dije que
necesitaba de él para sacarte de esa ratonera que antes fue nuestro
hogar; me refiero a todo tipo de documento, pista o información
que pudiéramos facilitarle a la policía secreta para agilizar tu proceso.
Típico en él, me pidió lo imposible: varios millones. Esta vez lo
comprendo porque está en la llanura e inclusive teme por su vida.
Me ha ofrecido un cajón completo de evidencias a cambio de cien
mil dólares, algo así como dos millones en moneda local. Cuando
le expliqué que no tenía un céntimo me dijo igual que era mi
problema o el tuyo pero no el de él. Algo me dice que Cámbar
sabe toda la verdad y si no al menos tiene en su poder las piezas

144
faltantes de este maldito rompecabezas. Necesito que me indiques
una fuente, siempre fue tu fuerte, busca la manera de escribir algo
o hazme llegar información a través de nuestro enlace. Debes darte
prisa pues desconozco los planes de Chac, de Dimas Recarte y los
de Simeón Mulet. Creo que si consigo la plata podré comprar a
Cámbar, convencer a Elena para que nos represente y acercarme a
la policía secreta que opera para Ingrid Rosales. Con respecto a los
niños puedes estar tranquilo y con respecto a mí, no tienes nada
qué temer. Lo último que deseo hacer por tí es sacarte de allí y lo
último que debes hacer por mí es concederme el divorcio y darme
la oportunidad de volver a empezar".

He tenido que leer varias veces la carta antes de incinerarla. No sé


pero algo me dice que no es la voz de Idalia. Falta su rencor y su
matiz ordinario y no consigo sacar en claro cierta parte de la oferta.
En concreto me pide plata para dársela a Cambar. Por un lado me
dice que Elena se pondría al frente de mi defensa y por otro que
Ingrid Rosales tiene una coartada para dar con los verdaderos
artífices del crimen. Además no logro traslapar el repentino
desinterés que manifiesta por Cámbar cuando ha sido hasta hoy su
chulo de sala. Luego, cómo es que habla con tanta familiaridad de
Dimas Recarte, Simeón Mulet y del mismo Chac, cuando en otro
tiempo se mostró alérgica hasta para nombrarlos. Luego ¿quién
me garantiza que esta no es jugada de Ingrid Rosales para sacar la
verdad diciendo mentiras?. Decido descansar un poco y no tomarme
las cosas a la ligera. Total, si todo esto lleva verdad lo tendré más
claro al amanecer. Sin embargo en esta nueva estrategia tendría
que desandar mis planes con Vera y averiguar datos sobre su vida.
Además hay una carta suelta y un emisario perdido. Por lo visto el
mensaje nunca llegó a su destino y no quiero ni imaginar lo que le
puede suceder a esta estúpida psicóloga. Estoy tan dañado de la
cabeza que ni siquiera puedo confiar en el aire que respiro, por
ratos me niego a respirar tras creer que son gases aclimatados para
envenenar mis pulmones. Veo rostros en las paredes y oigo voces
tras las puertas. Cuando me quedo dormido todos mis sueños se

145
repiten con la misma luz y con la misma acción: un verdugo con
caperuza me vuela la cabeza con una guadaña y mientras voy por
los aires miro hacia abajo mi propio cuerpo cayendo sobre los
guijarros. Algunas veces me duele el vit, el vit es un órgano
diminuto, del tamaño de una nuez, que nace en la entraña de todos
los hombres malos. El vit es un órgano masculino que se desarrolla
al lado de la hiel. Al destazar un hombre malo los forenses deben
apartar la bilis y buscar esa piedra colorada que continúa palpitando
diez horas después de muerto dentro de uno como si fuera el
corazón de un ratón. Me duele el vit. Pocos hombres sentimos este
dolor. El vit de Chac debe ser más agrio y más sucio y creo incluso
que lo lleva de implante. Pero el vit de Dimas Recarte debe ser
amargo y enorme, como una bola de ajenjo. Este dolor sui generis
es el patrimonio biorgánico de todos aquellos que hacemos la
diferencia, es nuestra sustancia material, el chip genético que depura
y eterniza nuestro linaje. La sabia maldita que nos mantiene enteros
en la derrota y fuertes ante el agravio. El vit es la caja negra de
nuestros accidentes y lo único que crece en nosotros mucho más
que el pelo después de muertos.

Debo reconocer que la carta de Idalia me ayudó a dormir. También


a soñar. Volví a soñar con mis hijos y con mi bella Eunice. He
notado que los nuevos centinelas se distraen y me permiten algunas
licencias. Ayer caminé más de dos horas por el jardín y me divertí
mucho hablando a señas con unos albañiles que puedo ver en el
noveno piso del edificio Jalil. Creo que saben quien soy y si no
entendí mal me van a dar cuarenta años. Ha llovido mucho y
algunos árboles van dejando la adolescencia. Del lado derecho caen
algunas semillas de almendros dentro de mi patio y yo las recojo y
las chupo durante horas. Después las pongo a secar en la solera y
las deshueso. Ha sido mi plato preferido desde que Vera se retiró.
Algunos días los guardias me traen una ración enviada por no sé
quien pero la mayoría de las veces ya viene adulterada. Y como ignoro
la procedencia de esas golosinas las trago con dolor, como si comiera
con el objetivo de morir. No se ha vuelto a repetir el problema del

146
agua. Siempre hay agua en los grifos y los domingos me baño en
cueros en el jardín para vencer la rutina y el calor. He echado de
menos la caridad de mi único vecino. Se que al lado vive Enrique
Vílchez, un buen hombre con el que jamás pasé del hola.
Conmovido por mi situación estuvo tirando raciones durante mi
primer mes de cautiverio. Cada mañana veía cómo se elevaba una
bolsa de papel hasta el cielo y luego caía con un golpe seco en la
jardinera. Siempre me ponía tortillas, frijoles, queso y de vez en
cuando una pieza de jamón. Pero un buen día cesó el cañonazo y
dejé de contar con esta provisión. Tengo dos tesis, a lo mejor el
señor Vílchez está de viaje y encomendó la misión a la sirvienta
pero esta persona seguramente no puede hacer los "homrronazos".
La otra es que con seguridad no quiere líos. Si los periódicos me
infaman a su antojo no dudo que me he convertido en uno de los
prisioneros más detestados del pueblo. Por otra parte todos los
envíos de Idalia fueron desviados al estómago sin fin de los
centinelas ya que mi mujer cometía el error de enviarme platos
con carne. No he podido remediar el problema de mi alimentación
y si no fuera por las almendras que caen del cielo, los abastecimientos
clandestinos de Vera y las migajas que me entregan esos perros a
domicilio, ya estaría convertido en un esqueleto sostenido por su
piel. No he adelgazado mucho, en realidad sólo siento los huesos
cada vez más pesados y la cabeza menos real. He conseguido convivir
con las llagas y la magulladuras y siempre tengo algún espacio limpio
para nuevas patadas y golpes. Tengo una hinchazón en el tórax y la
marca de ganado que me hicieron en la tortura ha sanado de forma
satisfactoria. Nunca he llorado pero me ha salido mucha agua de
los ojos, una agua lenta y sucia, como óxido de hombre. Mi ropa
se ha resumido a una calzoneta raída y a dos camisetas ya casi
transparentes por el uso. Tengo un par de sandalias, una rasuradora
desechable con la que me arranco los pelos de la barba, la toalla
que ya es un sudario para mí y un gorro de algodón que apesta a
ratón tierno. He sufrido más con el calor que por el frío pero la
otra noche bajó una neblina asesina del Picacho y por poco
amanezco convertido en un pargo. En el segundo piso he

147
improvisado una cama con los periódicos que me trajo Vera y me
he hecho experto en dormir en sillas y en gradas. Estoy planeando
bajar al sótano y subir varios bramantes. Los peones hicieron un
bochinche buscando el archivo perdido y no se percataron de otros
enseres que pueden contribuir con mi confort. Mañana en vez de
salir a caminar por el gigantesco circuito de mi jardín, me escabulliré
hasta el sótano y veré qué cosas puedo rescatar para construirme
una cama que sea más acorde con un diputado descendiente de los
Barquero.

Oigo un ruido en el portón y me brinca el corazón al ver que


permiten el ingreso de Vera Sinclair. Esta vez trae una bolsa más
grande y luce mucho más joven que la última vez. Trae un ánimo
resuelto y camina hacia aquí como si yo fuera un lindo koala.
Cuando ingresa yo la espero sentado, ella repite su rutina de vaciar
las bolsas y me lanza dos naranjas. Luego toma asiento en las gradas
y me dice bruscamente "he venido en calidad de psicóloga. Espero
que cumpla lo que escribió en el papel ¿lo recuerda? Una relación
estrictamente profesional en la que yo pregunto y usted responde.
Si está de acuerdo dígamelo y si no también para salir de aquí y no
volver nunca jamás". Mientras devoro las naranjas digo un sí
apresurado. Entonces comienza su interrogatorio mientras me lanzo
sobre la bolsa en pos de los panes.

—¿Tiene mucha hambre?


—Sí doctora
—¿Cuál es su plato predilecto?
—Las pastas. Adoro las pastas y el perejil
—Así que adora las pastas. Y dígame ¿le gusta la sardina?
—Las detesto y ahora todavía más
—¿Por qué?
—Porque se trata de peces muertos y encerrados. Siempre he tenido
la impresión de que los meten vivos en las latas y después los
distribuyen por todo el mundo
—Eso quiere decir que la muerte y el encierro son situaciones
que lo agobian.
148
-Sí doctora
-Qué piensa de mi
-Pienso que no está bien de la cabeza.
-Y por qué piensa eso.
-Por que anhela dos cosas al mismo tiempo. Por una parte
quiere ser buena y por otra desea ser muy mala
-Podría explicarse
-Bueno. Según usted debe salvarme y para lograr este objetivo,
me visita, me atiende y me alimenta. Por otro considera un deber
eliminarme y mete dentro de los alimentos venenos
mortales.
-Pero de todas formas usted es inmortal ¿no es cierto?
-No doctora. Sólo soy resistente
-¿y cual es el límite de su resistencia?
-Yo soy un hombre malo. Mi resistencia es mucha
-Eso quiere decir que mi resistencia es mayor que la suya
porque yo además de mala soy buena
-No doctora. Usted es un ser muy frágil, porque usted es
ambigua. Usted no tiene una verdadera identidad
-¿Cómo podría yo tener una identidad?
-No lo sé doctora
-Ah, no lo sabe. Pero sí sabe quien mató a Rosales ¿no es así?
-Los sordos doctora
-Y puedo yo saber de una buena vez quienes son estos per-
sonajes anónimos que viven en ninguna parte
-Son los líderes del mal. Cada negocio sucio tiene su líder. El
territorio de las operaciones ilícitas esta dividido en zonas, en
rubros y en reglas.
-Veamos, hábleme de uno de dichos rubros
-Bueno. Le podría hablar del rubro maderas. Los dueños de los
bosques son cinco: Juancho Zelaya. El bizco Lardizábal. Timoteo
Lamas. Amílcar Alcocer y Sirio Zúñiga. El jefe de los madereros
es el bizco Lardizábal. Un hombre temible y letal. El es un
sordo. Ha metido mucha plata en política y cuando se siente
amenazado se quita de enfrente a cualquiera. Hay cincuenta

149
sicarios que trabajan para él y tiene fuertes acciones en la policía,
la mitad de los agentes asignados en las zonas de explotación
son parte de una planilla secreta pagada por los madereros. Ellos
tienen comprado todo el bosque centroamericano y no permiten
intromisiones en sus gigantescas hectáreas, Lardizábal tiene bajo
control el total de los aserraderos y distribuye maderas a Europa
y Estados Unidos sin descuidar el mercado local. Le repito, él es
un sordo. Los otros son sus socios. Si usted lee periódicos se
habrá enterado de la muerte de Ismael Navas. Pues bien, fue un
encargo de Lardizábal. Hay siete muertes de líderes campesinos
y comunitarios cargadas a su cuenta. Usted oyó hablar de Pedro
Luna, de Heriberto Carvajal y del ecologista Marvin Escaleras,
todos erradicados en el lapso de dos años, pues bien, fueron
encargos del bizco Lardizábal.

-¿Entonces Lardizábal es un sordo?


-Sí
-Hábleme de otro rubro
-Le voy a hablar de los narcotraficantes. En Centroamérica no
somos importantes cultivadores. Pero somos los principales
aliados para el transporte y la distribución. Somos el cuello de
botella y los principales reclutas del cártel, el gran jefe de
estos negocios se llama Chac. Un caleño depravado, más enano
que un chiguagua. El es el fundador de la organización y se
dice que controla el tráfico desde Panamá hasta Veracruz. Tiene
su residencia en Guatemala y más de veinte mansiones esparcidas
entre Boca del Toro, San José, San Pedro Sula, Puerto Barrios y
Tapachula. Vive con una morena cubana que jefea un harén de
niñas entrenada para dormir con él, por puro hedonismo, ya
que el maldito enano además de impotente es asmático. Yo tengo
un video donde el enano demoníaco aparece chupando la va-
gina de una niña de doce años, la escena es divertida porque
la chiquilla carcajea y le golpea la cara con una soga. Ahora
mismo estoy en espera de su represalia ya que tuve que
entregar el archivo a cambio de salvar la vida de mis hijos.

150
—Cómo llegó ese video a sus manos
—Pues aquí hay otra historia doctora. Existen los criminales de
los criminales. Tipos como Luis Cámbar que se dedican a traficar
con documentos comprometedores o sujetos como el abogado
Asdrúbal Milla Toledano que se dedican a llevar y traer recados
mal versados para que nos matemos entre nosotros. No sé
quien diablos le entregó una copia de este video a Cambar
pero yo se lo cambié a él por un juego de armas. Chac es el
tipo más risible del hampa ya que trabaja con personas que lo
traicionan. No importa cuantos se haya cargado, al final, su
gente cede a la tentación y terminan filtrando información
que él recupera con altas cifras o con ejecuciones vengativas. Es
un enano ridículo y al mismo tiempo ruin. Si usted no cree lo
que le digo busque al famoso periodista Piporro Ilovares y dígale
que le muestre la última plática que Chac mantuvo conmigo en
esta prisión. Estuvo aquí hace algunas semanas y volví a
confirmar mi tesis de que los colombianos escriben bien pero
hablan horrible
—¿Entonces Chac es distribuidor?
—Así es doctora. El se encarga de comprar postas, de coordinar
envíos, de lavar dinero, de comprar equipo, de establecer
acuerdos con los otros sordos, de reclutar personal y de quitar
los estorbos.
—¿Acuerdos? Por ejemplo
—Bueno. A cambio de montar una pista clandestina para el
aterrizaje de avionetas en terrenos de Juancho Zelaya, este recibe
una transferencia que ingresa a la cuenta de su aserradero en
forma de cancelación por producto.
—¿Cuántos sordos son?
—Los que puedan. No los que quieran. Son un gobierno super-
puesto, algo así como un Consejo Superior de los negocios
ilícitos, los únicos verdaderamente lucrativos, que se mantienen
alerta a todas aquellas rebeldías de sus subalternos. Yo conozco
nueve pero deben ser mucho más, recuerde que están organizados
en capítulos.

151
-¿Cual de los sordos mató a Rosales?
-Tengo dos teorías. Por un lado la mafia política y por otro la
mafia financiera.
-¿No son los mismos?
-No. La mafia política está constituida por todos los partidos.
Tanto los pequeños como los grandes. Aquí la principal actividad
es la venta de servicios e influencias. Ellos necesitan controlar
todas las instituciones clave del gobierno para luego formular
ofertas a los criminales. Los partidos hacen pujas secretas para
proponer candidatos y el paquete incluye las instituciones
legislativas y las entidades que manejan plata. Por ejemplo
cuando decidimos que Emilio Callejas se fuera arriba ya le
habíamos mutilado el gobierno. Lo dejamos sentarse a cambio
de la Corte Suprema de Justicia, de la Presidencia del Congreso
y de la Telefonía. Fue entonces cuando los liberales, a través de
una bancada previamente entrenada por nosotros, aprobó la
nueva Ley Forestal, el libre comercio de textiles, el impuesto
a los combustible y la operación libre de aranceles e impuestos
para cien empresas de comida rápida. A cambio nosotros los
dejamos hacer de las suyas en todos los negocios relacionados
con la banca, los préstamos, el café, los puertos, la carne y el
contrabando. Ahora bien, es verdad que cada uno de estos
sectores nos proporcionan ganancias y canonjías, pero en los
últimos tiempos los partidos nos hemos estado peleando por
la clientela sucia de todas las mafias. Cuando las mafias nos
demostraron que tenían tanto dinero para comprar al país
entero nos dimos cuenta que la pulcritud política se había vuelto
obsoleta. En un parpadear de ojos un sólo sordo ganaba lo que
nosotros obteníamos después de muchas operaciones lentas y
riesgosas. Había llegado eso que llamamos "globalización de la
economía" que consiste en operar con cárteles que abarcan
regiones y no países. Nuestra visión localista del negocio fue
despabilada por operaciones negras que se realizan en varios
túneles de ilegalidad que se inician en el río Bravo y terminan
en las selvas colombianas y algunas veces se extienden hasta las

152
pampas argentinas. Nuestros socios y nuestros radios de
influencia se conectan con el capo Pat Valdés en el sombrío estado
de Sonora y se extienden hasta el Chocó de la venal Colombia si
hablamos del rubro droga por ejemplo. En eso consiste, doctora,
hacer política: en poder formular las mejores ofertas para que
los delitos se sincronicen sin inconvenientes mayores de nuestra
parte.
-¿Quiere usted decir que la política es una basura?
-No digo eso. Digo que la política se ha hecho más ingeniosa
para sobrevivir en un mundo que cambió de forma radical las
reglas del juego.
-"Quien tiene el poder económico, tiene el poder político". Está
de acuerdo con esta premisa
-Quien piensa de esa manera es un idiota. La mafia financiera
vive como cualquier otra a merced de nosotros. El poder
moderno es un poder sincronizado y la dependencia es una
táctica vital para sobrevivir. La realidad de nuestros vínculos es
que no pueden subsistir al margen de la dependencia y de la
coordinación. Los distintos sectores del crimen se nutren entre
sí a niveles tales que se vuelve imposible la autonomía de acción.
He allí por qué los dialécticos tenemos la misión de seguir
inculcando en los pueblos el patriotismo, la independencia y la
soberanía. Entre más bobos son los votantes más factibles son
las condiciones para nuestras operaciones utilitarias
-¿Dimas Recarte es el sordo mayor en la mafia financiera?
-No. El sordo mayor es un coronel retirado de apellido Baltodano.
Se enriqueció cuando los militares fueron convertidos en
mercenarios: los gringos querían hacer una limpieza de
comunistas que fuera rápida, segura y legítima. Desde el
Congreso hicimos los acomodos legales y autorizamos la
instalación de ocho bases militares. Esto incluía apoyo logístico,
equipo, armamento, entrenamiento y un hidrante roto de
dólares. Por aquellos días nuestro país fue un carnaval de
operaciones militares. La gente vio en carne propia las
movilizaciones de contingentes aéreos, las putas se volvieron locas
153
con los Ahuas Tara y los guerrilleros fronterizos conocieron la
verdadera verdad de una arma de guerra.
—¿En qué se diferencia Recarte de alguien como Baltodano?
—En las ambiciones. Los sordos no ambicionan, sólo protegen su
hacienda y su radio de influencia. Un sordo jamás sería presidente,
magistrado o funcionario público excepto en circunstancias
insuperables. Baltodano no tiene bancos pero sabe cómo
derrumbarlos y volverlos a crear. Recarte tiene dos bancos pero
si los perdiera no tendría idea de cómo recuperarlos. Por eso le
interesa la política y por eso suspira por el poder. Es un pobre
mierdero que nunca comprendió las nuevas formas de movilizar
el dinero. Se muere de envidia porque un capo de cuarta categoría
como Cámbar, en el nuevo estilo de hacer negocios, puede
acumular en dos días lo que él amasó en medio siglo de migrañas
—Si razono bien, era el más interesado en deshacerse de Rosales
—Así es, pero la verdad ya se la dije una vez y se la voy a repetir.
Los tiempos que vivimos no son para mártires. El mundo ya no
funciona con mártires, le puedo asegurar que dejando de lado a
Ingrid Rosales nadie está realmente interesado en sacar a flote la
verdad, dígame algo ¿para qué le sirve a la gente la verdad? ¿si
los investigadores sacaran en claro que fui yo, tu, él, nosotros,
vosotros o ellos, quien se beneficiaría? Más aun, creo que las
aspiraciones políticas de la misma Ingrid Rosales se verían
agrietadas con la dilucidación de este tema. Cuando mataron a
Marvin Escaleras se supo claramente que el autor intelectual era
el bizco Lardizábal y qué sucedió, pues realmente nada y es que
en realidad no podía suceder nada. Hay una verdad suprema
contra la que choca cualquier intento racional de hacer justicia:
¿os sordos son impenetrables y al mismo tiempo útiles para el
sostenimiento de un orden político relativo. Son el verdadero
imperio de este mundo y contra ellos cualquier demanda resulta
inútil además de suicida.
—Entonces usted no fue
—No doctora. Yo nunca he matado a nadie y tal vez esta sea mi
principal debilidad

154
—¿Usted quiere salir de aquí?
—Si doctora.
—Para qué
—Para ver a Daniel y a Eunice
—¿Solamente?
—Si doctora.
—Quiere contarme algo más
—Por ahora no doctora
—Cómo le hago para saber que todo lo que habla es cierto
—Vea mi hombro. Le juro que estas marcas no las imprimen los
fantasmas ni las alucinaciones.

Sus ojos quisieron escapar de su sitio cuando le mostré la cicatriz


de la tortura. Después Vera Sinclair rehizo su maleta de mano y se
marchó sin despedirse. Su actitud ha sido lo suficientemente
solemne para despistarme. En un acuerdo común y tácito hemos
dejado los rencores en el olvido y hemos congeniado en los límites
indicados. Por lo menos puedo ver en su retorno una ventana hacia
mi propia conciencia. Es la primera vez que hablo tan abiertamente
de todo y admito que me siento más liviano, he experimentado
una terapia de purificación que renueva mis ideas y aclara mis
aspiraciones. He sido prudente al esperarla y discreto al mantenerme
en los límites, también he sido astuto al robarle una libreta, un
lápiz y un billete de a cien. Esperaré a que los centinelas se duerman
para subir al segundo piso y contestar la carta en compañía de esa
enorme luna que esta noche se exhibe en la totalidad de su
esplendor.

155
17

E s sin duda una noche hermosa. Puedo ver el abanico resplan-


deciente del cielo y la discreción tenue de las estrellas
permitiendo que la luna se exprese. Hay un cenital que persigue la
sutileza del astro y un trasfondo azul que parpadea en una
inmensidad inexplicable. Desde la ventana se ve mejor dibujada la
perfección absoluta de la inmensidad y cuando cierro los ojos por
unos momentos, jugando con la luz y su magia, puedo oír el rumor
silencioso de los giros celestes y la melodía increíble de las
gravitaciones. .

El cielo es el mensaje eterno de los prisioneros. Pero el cielo cuando


hay luna llena es el símbolo melancólico de los abandonados.
Cuando todo se ha perdido y todo se ha desvanecido, cuando las
esperanzas se han borrado casi para siempre, en el firmamento
nocturno se manifiestan las galaxias futuras que nos anuncian la
posibilidad que hay en el infinito de reinventar la vida y eternizar
el sueño. El mismo crimen es nada a la par de la luna y la misma
jactancia se vuelve ceniza a la hora de captar la verdadera grandeza
de los elementos universales. Yo quiero vivir para no volver a ver la
luna en soledad, yo quiero salir de este cautiverio para no volver
apreciar la inmensidad desde una miseria espiritual. Yo quiero volver
a caminar por las plazoletas y parar al vendedor de sorbetes. Yo
quiero que Daniel salga corriendo por la playa mientras yo lo
persigo, quiero irme de noche a la alcoba de Eunice y besarla
mientras duerme abrazada a su peluche demonio de Tanzania. Yo
quiero jugar con la regadera del jardín y bañar a mis perros, lavar
mi jeep para divertirme, encender la parrilla y asar chuletas, comer
pastas hechas por Idalia, leer periódicos en mi tumbona, lanzarme
a la alberca y hacer reír a mis invitados, acabar con las cervezas de
la hielera, escribir historietas en mi Pentium o jugar solitario, reñir
con mis colegas por teléfono, quedarme dormido en el sillón prin-
cipal con el control remoto en mis manos. Quiero volver al
157
inmundo mundo por pequeñas cosas y dejar el crimen. Por eso me
asombra la luna.

Cuando coloco la libreta sobre el piso y busco la mejor posición


para escribir oigo que la puerta cruje. Me pongo de pie y aprisiono
el cuchillo. Me voy de puntillas hasta una esquina y espero en
silencio. Sé que el sujeto viene por mi y me olisca en todos los
intersticios de la primera planta. Gracias a la luna puedo verlo
entero, se mueve despacio como una pantera y palpa la sala como
si midiera. No consigo distinguir su rostro pero se que es un guardia.
Se apodera de unos panes y toma asiento en mi silla. Para mi fortuna
se trata del enlace. Parece que anda husmeando comida y no para
de buscar mi presencia. Entonces hago ruido con la ventana y el se
pone en guardia.

"Quien es"pregunta. Alza su arma de reglamento y yo le digo "soy


yo, nadie más vive por aquí". Bajo las gradas y le ofrezco agua. El
tipo toma asiento en la gradas y se coloca el fusil en las piernas
como si se tratara de un bebé. Le advierto que podemos hablar sin
hostilidad y que incluso podemos compartir la ración. El se muestra
esquivo pero en la medida en que le doy demostración de paz se va
sosegando.

Come como un obrero y masca con lentitud. Es un hombre joven


y luce ingenuo pero mi deber es no fiarme. Sería un craso error
suponer que alguien que trabaja para Chac es una mansa oveja.
Supongo que todavía no está maleado pero denota una gran
eficiencia en sus funciones de celo.

—Por qué lo tienen aquí - me dice mientras saborea la orilla de mi


pan.
—No lo sabe
—Bueno. Dicen que mató a alguien
—Sí, dicen que maté a un político que se llamaba Oswaldo Rosales
—¿Quién era la mujer que vino hoy?

158
—Es una trabajadora social
—Yo la conozco
—De verdad ¿cómo, de dónde?
—Ella es la amante de mi antiguo jefe.
—¿Y quien era su antiguo jefe?
—El líder de la Unión Democrática: Funes Artica
—¡Cómo lo suponía!

El hombre es un pillo ya que se ha comido toda la provisión pero


al revelarme aquel dato lo concibo como un ángel enviado por la
luna a la media noche. Intento no sorprenderme para sonsacarlo
pero el tipo traía una misión muy específica y se retira cuando ya
no queda un solo pan en la bolsa. Antes de que salga le digo "vuelva
mañana, hoy voy a escribir el encargo".

No puedo conciliar el sueño pensando en Vera Sinclair ¿quién es


en realidad? Si era o es la amante de Leopoldo Funes Artica el líder
del Partido Unificación Democrática, entonces, podría ser una espía
política contratada a expensas de ¿os sordos para mantenerme a raya.
Ante ella yo debería ser un difunto porque su intento de atosigarme
fue dictado por una fuerza siniestra que hasta hoy no había
considerado.

La Unificación Democrática fue una fuerza de choque inventada


por los comunistas para aspirar al poder por la vía legítima. Fue un
invento inofensivo desde su fundación ya que a su líder, Leopoldo
Funes Artica, se le advirtió desde el origen cuáles serían los límites
de su participación en el negocio. El agotamiento bipartidista nos
estaba perjudicando y por unanimidad, liberales y cachurecos,
autorizamos la fundación de dos partidos nuevos que tuvieran la
función concreta de balancear el cotejo: Unificación Democrática
y el Partido Verde de Innovación y Unidad. Todos conocíamos de
sobra las chinches de izquierda y podíamos, con sobrada audacia,
mantenerlos en sus fundas. Sin embargo hay un par de factores
que quizá todos hayamos pasado por alto. Leopoldo Funes Artica

159
deseaba como cualquier sordo y como cualquier dialéctico la
desaparición física de Oswaldo Rosales. Teniendo en cuenta que la
forma del asalto y las circunstancias del crimen siguen siendo
extrañas incluso para nosotros, vale la pena considerar la posibilidad
de que esta vez la obra fue de la Unificación Democrática. Esto
explicaría muchas cosas y resolvería varios problemas. El enredo
causado entre cárteles en torno al magnicidio de Rosales puede
resolverse al momento si conseguimos que alguien haga algunas
pesquisas de rutina en los gabinetes de la Unificación Democrática.
Si en verdad consigo demostrar la relación íntima entre Sinclair y
Funes Artica, seré capaz de soltar el nudo gordiano y avanzar hacia
una solución inesperada. Este dato obtenido al azar es quizá la
llave de mi libertad.

En veinte años de comicios democráticos la Unión Democrática


jamás alcanzó ni el uno por ciento de los votos. Esto puso en
precario su legitimidad y orilló a sus dirigentes a labores de zapa
para no desaparecer de manera definitiva. No sólo una vez le
sugerimos a Leopoldo Funes Artica que si quería ser parte de los
planes confidenciales incrementara su morbosidad pública ya que
los escépticos comenzaban a revelar síntomas de intolerancia con
respecto a su partido parasitario. Encima, como fuerza de choque
estaba excedido ya que dos diputados de extrema izquierda se
volvían muchas veces más insidiosos que setenta de las bancadas
adversarias. Funes Artica llegó a ser inclusive sinónimo de cuña o
de comodín; había aceptado con estoicismo su papel de revoltoso
a sabiendas de que jamás podría ser realmente determinante en las
decisiones trascendentales. Debido a eso lo llenaron de motes y
llegó un punto en que todos lo asumimos como el payaso de la
asamblea. Sin embargo nunca se resignó. Algunas veces hizo
berrinches y echó mano de muertos dogmatismos doctrinarios para
defender sus descabelladas proposiciones. Un día Erick Montes
García me preguntó ¿por qué seguir tolerando las rabietas de un
partido que no produce ni para su propio papel sanitario? Y yo le
respondí "porque la contradicción forma parte del negocio y del

160
show". Ahora bien, mientras sus disparates no rebasaran el folclore
propio de los debates la cosa pudo manejarse. Creo que Leopoldo
Funes Artica se salió de los estribos cuando amenazó con utilizar al
Bloque Popular (sindicatos, gremios profesionales, asociaciones de
campesinos y grupos étnicos) para pedir la cabeza de Manuel
Barquero acusándolo abiertamente de abuso de poder. Todos
quedamos espantados de su temeridad y supimos de inmediato
que había gato encerrado. Para colmo su moción fue divulgada
por todos los medios y transmitida con todos los palmares a nivel
nacional.

A los pocos minutos recibimos llamadas de los comandos superiores


pidiéndonos explicaciones de aquellos desmanes. Recuerdo que
esa misma tarde hablé por teléfono con el bizco Lardizábal a quien
solo pude consolar diciéndole la mentira de que todo era deliberado.
Esa misma tarde, cuando le pedimos a Funes Artica las explicaciones
de sus exabruptos nos salió con majaderías ideológicas y arguyó
que era tiempo de quitar la tapadera del caldero. Supimos que el
tipo estaba descarrilado y que alguien estaba inyectándole adrenalina
desde afuera. Lo averiguamos en cosa de horas: había vendido su
palabra a la Federación de Obreros y Campesinos del bajo Aguán
para expropiar tres fincas que la compañía reclamaba como propias.
También se había comprometido con la Cooperativa Forestal Yoreña
a detener los contratos de explotación recientemente otorgados a
Sirio Zúñiga y el bizco Lardizábal en los cuáles Manuel Barquero
tenía metidas las manos hasta el codo. Todo a cambio de votos
para salvar la moribunda Unificación Democrática y algunas
partidas de emergencia que el Tribunal Supremo Electoral estaba
pidiendo bajo de agua para aceptar la inscripción del organismo
político. Una vez que tuvimos datos y evidencias en nuestras manos
lo llamamos a una reunión y después de deliberar en un ambiente
de equívocos yo tomé la palabra y le dije "Bueno. Admitimos que
la izquierda por fin está aprendiendo a negociar. Qué quieres a
cambio de cerrar la boca" el tipo hizo una pausa y con tremendo
descaro nos dijo "Quiero el diez por ciento de todos los negocios

161
hechos por los Liberales. Mi partido se debate en una pobreza que
se ha vuelto insoportable. No es posible que todos se llenen los
bolsillos a costa..." entonces Manuel Barquero lo interrumpió y en
nombre de su pragmatismo le dijo " tendrán el cinco y no quiero
más ruido". Desde entonces todas las operaciones realizadas con
sello Liberal destinan el cinco por ciento a una cuenta fantasma
que se llama Fondo de Solidaridad Popular. Nosotros ya sabíamos
que Leopoldo Funes Artica era una alimaña pero la negociación
nos sirvió al menos para apagar un fuego que bien pudo ser
convertido en incendio.

Sin embargo esta es sólo una cara de la historia. Nosotros descono-


cíamos las discrepancias legendarias entre Funes Artica y Rosales,
las cuales se remontaban a los tiempos en que fueron estudiantes
del mismo colegio. Todo daba a entender que se odiaban con
elegancia y que había entre ellos un pacto tácito de no agresión.
Los pocos datos que pudimos recabar de aquella pugna contenida
no nos fueron de mucha utilidad hasta que Oswaldo Rosales publicó
un libro de éxito relativo que intituló El ocaso de los mártires.
Prologado por su propia mujer y editado con buen gusto por la
Tipografía y Papelería López y López. En el texto además de revelar
un talento infalible para la narrativa, Rosales hacía aflorar toda la
podredumbre interna de los becados comunistas en Moscú. Ofrecía
nombres propios y un rico anecdotario de escaramuzas políticas
que ponía en precario el prestigio revolucionario de la mayoría de
los miembros de la Unificación Democrática. Un episodio en es-
pecial narraba los medios de subsistencia al que se vieron obligados
los estudiantes de la Patricio Lumumba en Moscú cuando el
gobierno Socialista suspendió las mesadas para estudiantes
extranjeros que se negaron a regresar después de la Perestroika. El
libro, con intenciones más bien ilustrativas que peyorativas, relataba
las aventuras de Clementina Rivas quien estuvo lavando pisos en
un teatro marginal, las hambrunas de Rigoberto Salinas Roy quien
tuvo que aceptar un turno de taxista y revender licor de contrabando
en los pasillos de la universidad, las peripecias de Camilo Bejarano

162
Cruz quien se fingió loco para que lo ingresaran en un orfanato de
vagabundos, las aventuras de Onán Barrientos Ney quien cuidó
cerdos en una porqueriza comunitaria, los sufrimientos de Vicky
Guardiola que aceptó el puesto de cuidar monos en un circo
chechenio y las travesuras de Leopoldo Funes Artica quien según
Oswaldo Rosales se disfrazó de ruso, contrabandeó cigarros, birló
comida de los restaurantes y se ganó muchos rublos pasando la
gorra mal tocando zampoña. La lectura es una graciosa recreación
testimonial sin fines históricos ni jactancias intelectuales pero su
publicación elevó el voltaje de una vieja inquina entre Rosales y
Funes Artica. Todos los mártires aludidos por Rosales en su libro,
mismos que hoy son cuadros legendarios en las filas de la Unión
Democrática, cerraron filas para desautorizarlo y quienes pudieron
derramaron tinta en los periódicos locales acusando a Oswaldo de
"infiltrado" "infamante" "libelista" "calumniador" y "resentido".
Además afloraron historias no contadas de la vida estudiantil de
Rosales en las que mutuamente con Funes Artica se acusaban de
iletrados, portadores de títulos ilegales y traficantes de influencias.
Fue el único suceso público que empañó la inmaculada imagen de
un Rosales impoluto. Sin embargo la rencilla duró lo que dura un
jet en la cordillera. La pendencia no más sirvió para dejar en claro
que Funes Artica era una planta de pared y que Rosales tenía todavía
capítulos pendientes para completar su reputación de intachable.
Desde luego un zipizape no es suficiente razón para llegar al extremo
de matar al contrincante. Creo que el conflicto o la gota que
derramó el vaso con respecto a Funes Artica fue la frontal oposición
que Oswaldo Rosales manifestó por la inscripción de la Unificación
Democrática en los siguientes comicios. Basado en ley y fundado
en su innegable popularidad Oswaldo Rosales elevó una queja ante
el Tribunal Supremo Electoral para que verificara la legitimidad de
un partido que no demostraba tener la base social que la ley
estipulaba para su participación en las elecciones. Aunque Funes
Artica calificó la demanda como una evidente persecución per-
sonal, el juez del Tribunal de todas formas le dio seguimiento a la
acusación. Si quería validar su continuidad en el régimen

163
eleccionario el Partido de Unificación Democrática debía reunir
diez mil firmas en un momento en el que el perfil de la izquierda
no daba ni siquiera para diez.

Nosotros, me refiero a la plana mayor de los liberales, fingimos no


ser parte del lío y la confrontación pero reconocimos la sagacidad
de Rosales para sacudirse adversarios decorativos en un dos por
tres. Afloraba ya el estratega político que podía extirpar tumores
burocráticos utilizando pequeños tramites cortantes. Mi tío Manuel
Barquero, un liberal de ultra derecha, vio con buenos ojos la frialdad
legalista de Rosales y agradeció en secreto que por fin alguien lo
liberara de aquel patacón.

Si demostráramos en un juicio que Funes Artica ajustició a Rosales


por estas discrepancias seguramente nuestro acusado sería
sobreseído. Haría falta un sumario más revelador donde se
entrecrucen intereses políticos, celos pasionales y odios ácidos. No
consigo vincular a Vera en todo este engañoso panorama pero si el
dato de mi enlace es verídico las cosas caerán por su propio peso.

Llegó la hora de instruir a Idalia.

1. Tengo una cuenta en Miami. Es el único recurso seguro con el


que contamos de momento y debes manejarlo con precisión de
cirujana. Paula te pondrá al tanto sobre lo que debes hacer para
liberar dinero sin riesgo. Debes fingir que estamos en la vil calle,
inclusive, movilízate en taxi o pídele cooperación a tu Madre.
Osorio sospecha de esta plata y si se entera te juro que nos chupa.
En estos momentos no puedo apelar a mi tío Manuel. Recuerda
que el tipo está bien muy enredado y ahora se encuentra
seguramente acorralado. Prefiero que no lo presionemos por
ahora. Creo que con él saldaremos cuentas en otro momento.
2. Elena no es de fiar. La conozco desde que nos disputábamos la
litera y sé que no es el tipo de persona que supera los rencores
con facilidad. Prefiero que tengamos con ella un trato netamente

164
profesional, háblale de costas y dile que nos represente al margen
del parentesco. Explícale que su participación en todo el embrollo
es circunstancial y que se le pagará cada centavo por sus servicios.
Ten en cuenta que ella no tiene colegiatura en el país y solo
fungirá como supervisora de los procedimientos. Esto nos obliga
a buscar en el medio algún jurista que no esté maleado y que
esté dispuesto a abogar por el hombre más odiado del momento
corriendo los riesgos. Habla con Montes García y explícale todos
los giros de la situación. Sé que el tipo tiene años de no litigar
por miedo a que le asesinen nuevamente a su familia, pero visítalo
y dile que él es mi tabla de salvación. No será fácil convencerlo
pero debes intentar hasta lo imposible
3. Debemos aceptar el trato de Cámbar. Dile que te enseñe la caja
y verifica lo que contiene. Creo que él posee un video casero
que se filmó cuando hicimos la alianza entre los Liberales y la
Unificación Democrática. También una caja de boucher y recibos
que él guardó de algunas transferencias que hicimos a la cuenta
del Fondo de Solidaridad Popular. Dile que podemos duplicar su
recompensa si nos consigue documentos, fotos y evidencias que
relacionen a Funes Artica con el partido. Haz de cuenta que
esto es muy urgente. Cuando tengas en tus manos el botín de
Cámbar revísalo cuidadosamente con el litigante, que espero,
sea Montes García y no un desconocido. No le entregues un
centavo a ese desgraciado mientras no garantice discreción en la
entrega, no sé, tu lo conoces mejor que yo así que debes buscar
una forma de mantenerlo a raya. Debes sacar copia de todo lo
que obtengas y aprender a entregar las pruebas por partes.
Siempre debes jugar con cartas de última hora y nunca debes
dar la sensación de que tienes urgencia.
4. Necesito que hagas un bochinche mediático. Necesito un
escándalo que trabe las operaciones de ¿os sordos. Ayer Chac
envió unos hombres a escarbar debajo de la biblioteca con la
esperanza de encontrar un supuesto archivo que yo le había
ofrecido a cambio de algunos beneficios. Bien sabes que ese hoyo
lo diseñé como refugio contra bombardeos y que jamás lo llené si

165
no de cachivaches. Los hombres dieron con un saco lleno de
trapos y títeres decapitados, se lo echaron al hombro y se
marcharon. Estoy en peligro de morir así que quiero que te vayas
a los medios, que te pongas dramática y que organices una huelga
pidiendo mi libertad. Puedes hablar con las chonas, abócate a
una tipa que se llama Mercedes Covadonga y dile que tienes
pruebas de mi inocencia. Que necesitas organizar un mitin y
que se inventen una consigna. Si te pide dinero dáselo pero que
no sea mucho. Ella sabe quien soy y estoy seguro que está
esperando la oportunidad de devolverme algunos favores. Dile
que convoque unas mil mujeres y que hagan un plantón pidiendo
justicia, hábeas o cualquier otra mierda que venga al caso. Si es
posible que repitan la marcha durante varios días a fin de que
Chac dilate sus planes y frene su furia.
5. Hay una mujer que me ha estado visitando durante todo mi
cautiverio. Se llama Vera Sinclair, dice ser directora y fundadora
de una ONG para la vela de los derechos humanos. Quiero que
investigues en el menor tiempo la existencia de esta entidad y de
ser posible que corrobores algunos antecedentes con respecto a
ella. Hasta hoy la tipa ignora que la estoy rastreando y finjo ser
su paciente ya que ella se presenta aquí con salvo conducto de
trabajadora social. Este sería en buen punto de partida para saber
hasta dónde mi caso está realmente en manos del sistema penal
o de los sordos. Tengo algunas dudas inciertas con respecto a su
verdadera identidad pero la verdad no me gustaría conjeturar
por ahora
6. Ahora que ya has tratado de cerca a Ingrid Rosales, te pido lo
que un día me pediste por otras razones: distancia. Ella está en
la cuerda floja tal y como tu lo presientes. Su cabeza está en una
rifa negra pero de todas formas la solución final con respecto a
su postulación nadie la sabe de momento. Podría ser que sus
vínculos con la CIA o la DEA sólo sea una cortina de humo
para infundir respeto. De todas formas conviene que todo sea
cierto porque los sordos tendrían que negociar a otro nivel y yo
saldría beneficiado. Es importante que ella te dé mayores detalles

166
sobre su investigación para ver qué datos podemos aportar desde
nuestra trinchera. Necesito que afiances con ella una confianza
femenina, has uso de tu condición y metete en su corazón hasta
que la tengamos de nuestro lado. Eleva los méritos de Rosales y
háblale del aspecto positivo de la situación, al fin de cuentas
jamás ha gobernado una mujer y ahora su éxito político resulta
inminente e incontenible. Agudiza su sensibilidad con base al
niño, dile que ves en Lenín la reencarnación de Rosales y que en
su aspecto y en su porte ya se avizora una carrera política de
éxito ¿quién dice que de una tragedia no pueda germinar una
reforma ? Es importante que ella te asuma como mujer solidaria
que comparte un sufrimiento a la inversa. Confío en que todas
estas diligencias las harás con pericia femenina, tu sabes hacerlo
y ahora tendrás la oportunidad irrepetible de demostrarme
virtudes que nunca te valoré. Nunca voy a poder recompensar
el hecho de que hayas salvado a mi niña de las fauces de tu
enfermo. Lamento que Cámbar se sienta perturbado, creo que
al pobre le ha llegado la hora de pagar algunas de sus célebres
fechorías, incluyendo esta broma de mal gusto que me tiene al
borde de morir. Temo que lo maten. Estuvo aquí hace algunas
semanas y en su cara vi un difunto. De momento no sé qué
puedo hacer para ayudarlo. Creo que nadie, ni los encerrados ni
los libres, pueden mover un dedo por salvarlo. Finalmente; esta
experiencia me ha hecho madurar y cambiar. Creo haber
comprendido, quizá a tiempo, que la mejor forma de hacerlos
felices a Eunice, a Daniel y a tí es viviendo lejos. He sido un
irresponsable arriesgando mi mayor fortuna por unos negocios
impíos. No te prometo el retiro pero sí una distancia, más allá
del divorcio, que asegure la vida de mis seres queridos.

Ahora necesito un sebo para que venga el guardia. A esta hora


siempre hacen un ronda interna, se pasean por el jardín en busca
de no sé qué y después se meten a la casa con la intención de hallar
algún desperdicio. Me confunde que dos de los tres lleven uniforme
y armas de reglamento en cambio mi enlace viste fatigas pero no

167
botas ni pantalón policial. Esto explica hasta donde están de
confundidos mis captores y mis depredadores. Aritméticamente
hablando diría que la balanza empieza a inclinarse hacia la policía
regular. Si hay dos guardias del Ministerio Público y solo un
elemento operando para los sordos significa que la justicia viene
por mi. Si todo fuera una apariencia montada para despistar mis
intuiciones entonces debo elegir a ciegas entre dos fuegos. Subo a
la segunda planta con la carta resumida a su mínima expresión
para que mi emisario pueda ocultársela incluso debajo de una uña.
Me arrimo al ventanal mientras finjo tomar algo de sol y calculo el
momento para hacerle una señal. Dos hacen la ronda y uno se ha
quedado en el portón principal; se entretienen chupando almendras
y jugando con sus fusiles ociosos. Después abren el grifo del jardín
y toman agua ahuecando sus manos. Debo arriesgarme a hacer
algún ruido para que se percaten y me miren. Corro el riesgo y
decido hablar.

—Las almendras son sabrosas

Entonces entornan la mirada y veo sus dos caras como dos monedas
sin valor. Cuando creí que podrían alarmarse por mi confianza no
autorizada, el más joven que es el más viejo, me lanza algunas
semillas con tono de broma. Así consigo aliento para soltar mi
siguiente frase en clave.

—Cuando suban les voy a leer un cuento. Tengo sardinas

Luego se concentran en quebrar las semillas utilizando la culata


del fusil. Entonces aprovecho para ducharme con agua fría. Por fin
ha sanado mi cicatriz y la S de los sordos bien podrá ser de igual
manera el Signo indeleble de mi Soledad mortal. De Sentencia
para mis Sanciones, de Sufrimiento para la Subsistencia, de Sereno
Servilismo para mi Sucia Sepultura. Mientras cae el agua por mi
piel pienso y mientras reviso palmo a palmo las huellas de mi tortura
descubro que he envejecido. He vivido como joven demasiado

168
tiempo pero la vejez ha venido por mi, puntual y oportuna. Lo
noto en mis codos y en mi barbilla, en mi papada, también lo noto
en la forma en que funcionan mis visceras. Antes mi hígado iba
más rápido y mi sangre casi galopaba. Yo oía en la calma de la
noche el modo en que mi estómago molía los alimentos y la forma
agresiva en que mi vejiga trituraba mis desechos líquidos. Siempre
me divertí oyendo mi maquinaria interna pero todo ha cambiado.
Tengo el corazón flojo y los huesos lentos, mi cabeza se ha
convertido en un gran estorbo, por lo demás un estorbo duro y
áspero como una pezuña superior que utilizo para allanar caminos
en la abstracción de mis aburridas reflexiones delictivas. Cómo me
gustaría donar mi corazón y cederlo a una vaca. Quisiera probar
mi principal viscera latiendo en la caja toráxica de en un cuadrú-
pedo.

Es un día caluroso pero el agua me divierte. Me gusta oír el ruido


del chorro golpeando los azulejos y todos los ruidos de mi cautiverio
son una sinfonía que se divaga por paredes, alcantarillas, que se
esparce por toda la casa en un secreto movimiento de la vida que se
burla de mi situación. Y todo resulta más extraño porque no he
tenido sexo. Jamás me he masturbado y no pienso hacerlo ahora.
Siempre he mantenido una relación de profundo y recíproco respeto
con mi pene. Mi castidad manual se volvió todavía más profunda
e intacta cuando nació Eunice. Desde que nació esa criatura, desde
que la vi envuelta en sus primeras sábanas esterilizadas del puerperio,
supe que mi miembro era un pincel divino, una vara de oro, un
cetro puro. De ahí que mi relación sexual con Idalia jamás fue
todo lo satisfactoria que ella anhelaba. Pues yo no permito que
nadie me toque, mi sexo es correcto y a oscuras. Cálido y vigoroso
pero jamás sucio ni morboso. Mi sexo es una acción austera con la
cual busco gozo, reproducción y virilidad. Todas las mujeres que
tuve antes y durante Idalia pueden dar fe de esta curiosa pudibundez
que cualquiera pudiera calificar de ridicula. Por otra parte no me
excito con la mente ni con fetiches. Poseo una pureza mental
invencible y si no hay vulva a la mano no hay placer en mi alma.

169
Ese fue el secreto que me permitió hacer feliz a la mayoría de las
mujeres que traté, menos a Idalia porque Idalia practica un sexo
masturbado, es decir, un sexo bajo y artificial que sólo se culmina
en los confines.

Vera huele rico y tiene unas piernas como que las mandó a hacer
donde un ebanista. Huele a virgen y por eso tengo mis reservas
con la información que vino del guardia. Si en verdad es la amante
de Funes Artica, mi olfato de perro adiestrado me está fallando lo
cual no debe asombrarme. Me alargo a que salga con dos o tres
sentidos en buen estado de esta zozobra. En estos días miro como
un daltónico y extravío las paredes en pleno día. Cuando como
panes me parece que son apios, cuando trago agua se dispersa por
toda mi boca un insoportable sabor a laxante. Oigo frases en los
martillazos de la construcción contigua y no distingo las bocinas
de las tormentas. Si toco una sábana brinco asustado creyendo que
he agarrado un sapo. La otra vez confundí los olores de las almendras
con los del excusado y estuve bajando la palanca del inodoro toda
la mañana. Curiosamente la pérdida gradual de mis sentidos básicos
ha compensado la agudeza del sexto. El sexto sentido ha sido el
más fiel de mis aliados, mi verdadero abogado, mi leal centinela,
mi infatigable protector. Es como un libro interno que se abre
despacio cuando decaigo, como una llama tenue que se mantiene
encendida en mi corazón aún cuando mi conciencia clama la
muerte.

Cuando veo que el guardia no entiende mis códigos echo mano


del billete y lo elevo como una bandera. El pequeño gallardete de
mi mano ha sido eficaz, pues el hombre comienza a caminar hacia
aquí. En todo momento se muestra agresivo y desconfiado ya que
debe guardar la compostura ante los otros. Entra en la casa gritando
e insultando; para mi suerte se trata de un excelente actor porque
al tiempo que grita patea la baranda de la gradas y hace retumbar
la casa. Yo entiendo que debo bajar. Mientras él continua en sus
ofensas yo meto la carta en la cremallera de su fatiga. Le indico con

170
señales que es urgente y que me consiga algunos panes y si es posible
algunos periódicos. Cuando intenta protestar le meto el billete en
el bolsillo y se queda callado. Antes de retirarse le pregunto:

—Por qué dice que la doctora es la amante de Funes Artica


—Porque yo era su chofer. Siempre lo iba a dejar a una mansión
que él tiene en Las Hadas. Ella salía a encontrarlo y se besaban
—¿Cómo se besaban, como amantes, como hermanos o como
conocidos?
—Yo no sé distinguir esas mierdas. Yo jamás he besado a nadie. Le
voy a pedir que no me hable. Es muy peligroso, quiero que se
comunique conmigo por papelitos.

Entonces salió haciendo su teatro "cerdo dormilón" gritaba el infeliz


"ya lo voy a bañar con orines".

171
18

E l infeliz ha cumplido su promesa de traer algunos periódicos,


son periódicos de ayer pero los estimo como si fuera un
incunable tesoro. Gracias a las noticias puedo prescindir
momentáneamente de comida. Llevo dos días leyendo palmo a
palmo inclusive los clasificados. Las páginas sociales son la vitrina
de mis enemigos. Siempre están celebrando algo y dándose la gran
vida con los cuerpos diplomáticos. Hay cuatro figuras que nunca
faltan: mi colega Asdrúbal Milla Toledano embebido como siempre
en labores de adulación en tiempo extra. Simeón Mulet quien ha
tenido una exitosa recepción en los círculos sociales y al mismo
tiempo una provechosa manera de ensanchar sus negocios leoninos:
ya introdujo una tienda por departamentos y va camino de
convertirse en uno de los veinte hombres más ricos de Centro
América . Nuestra madrina de bodas Emelina Portales, quien
siempre se las arregla para ser invitada inclusive a convivios donde
la detestan. Débora Capra, una mujer que todo el mundo sabe
que es hombre y que no obstante nadie le disputa el primer lugar
como modista de la clase alta.

Débora Capra fue hermafrodita hasta los veinte años, pero afrontó
los prejuicios sociales y se convirtió en una celebridad mundial
cuando mediante una exitosa cirugía realizada en Houston se
extirpó los tres gramos de purrunga que su cuerpo tenía de más.
En realidad se comporta como una fina dama y ha conseguido
llamar la atención de hombres honorables como Fito Baltodano,
hijo del coronel Baltodano, quien movido quizá por la curiosidad
le ofreció matrimonio. Fito es piloto de la fuerza aérea y fue dado
de baja deshonrosa cuando se declaró invenciblemente enamorado
de Débora Capra. Es un tipo valiente ya que su amor pudo más
que los prejuicios y las deshonras; pero su matrimonio fue un fias-
co porque su "mujer" cada vez que se pasaba de copas terminaba
173
convertida en un hombre agresivo. Así que Fito Baltodano, la
vergüenza pública del ejército, terminó finiquitando la relación
por violencia familiar. Sin embargo todo el mundo reconoce que
Débora se vio mucho mejor después de su fracaso matrimonial.
Mejoró su aspecto, su elegancia y su glamour. Montó una bou-
tique de varias sucursales y además publicó una biografía breve
donde confesaba detalles sobre su padecimiento hormonal. Siempre
me pareció un ser inofensivo esta Débora, creo que fue imposible
borrar de su psiquis cierta perspicacia masculina que la volvía fluida
entre nosotros los garañones irredentos. El Partido Liberal le debe
muchos favores a Débora Capra y aunque ciertos puritanos no lo
acepten, más de alguno ha dicho, al calor de los tragos, que el tipo
tiene unas piernas envidiables y una clase pocas veces en una dama
de sociedad. Prueba de ello es que la mayoría de programas de
ayuda y filantropía que se desarrollan en la capital son coordinados,
dirigidos y controlados por la magnánima Débora Capra.

Veo que los periódicos capitalinos no están apostando por la


candidatura de Ingrid Rosales. Apenas la mencionan en esquinitas
o la soslayan en secciones de relleno. Fue el mismo error que
cometimos en dos ocasiones cuando subestimamos a Emilio Callejas
primero y a Rogelio Agustinus después. Este Dimas Recarte es un
caso incorregible, no da una el muy jetón. Cree que puede comprar
la prensa cuando el negocio de la prensa es justamente no venderse
a uno solo sino a todos. Recuerdo una plática que tuvimos con el
dueño de uno de los rotativos más influyentes del país en vísperas
de la postulación de Roberto Peña Córdoba. Le dijimos sin ambages
que no pautaríamos un centavo más de nuestra campaña si
monitoreábamos propaganda del adversario en sus páginas, así que
el tipo nos contestó "perdonen señores pero mi negocio no es la
política, mi negocio con el perdón ustedes, es la publicidad".
Entonces le preguntamos que cuánto costaban los espacios a puerta
cerrada y con exclusividad total, así que el nos volvió a decir "un
negocio de esa naturaleza reduciría mis lectores al cincuenta por
cierto, por lo tanto, pierdo".

174
El único líder que de verdad desafió la venalidad periodística y
agarró de los huevos a los dueños de medios fue Oswaldo Rosales.
Su popularidad era tan creciente y tan envolvente que los periódicos
corrían el riesgo de desaparecer si no publicaban sus comparecencias
en primera plana. Recuerdo que en un discurso dijo " ¿quieren los
periodistas tener una buena noticia todos los días? Entonces síganme
la pista. ¿Quieren temas duraderos para sus primeras planas?
Entonces cubran mis movimientos" despechados por tanta
indiferencia y de tanto desafío el día que lo mataron los cinco
periódicos activos se pusieron de acuerdo para teñir de rojo todas
las portadas. La sangre de Rosales y su rostro frío y estático fue el
icono sincronizado de una venganza mediática; fue el día fatídico
en el que yo caí en la trampa como un cordero distraído.

En el patio trasero de los periódicos siempre aparecen noticias de


caballete para que los políticos de bajo perfil opinen y hagan
oposición. Siempre indagan a Funes Artica sobre los temas del día
o consultan a ciertos abogados eminentes sobre las dicotomías
jurídicas. La prensa turna payasos cada día y todos hacen su show
con la esperanza de elevar su presencia en las contiendas. Son ese
tipo de maniobras serviles de las que se quejó Rosales. Rosales
siempre tuvo una mejor idea sobre todas las cosas. El tipo había
desarrollado una inteligencia totalizadora de la cual nadie podía
salir librado. Sabía la verdad profunda de todos nuestros errores y
conocía la debilidad moral de todas nuestras costumbres. Además
era un erudito singular. Su academicismo era gracioso por cuanto
podía hallar el sentido sublime de gran la filosofía alemana y en el
mismo momento destrozarla y hacerla ver como una tremenda
comedia racional. Era divertido para enseñar y sagaz para aprender.
En realidad intelectualmente jamás nadie lo quiso enfrentar, sólo
pudimos establecer con el una relación cordial que nunca sobrepasó
los límites de la gentileza. Por su parte y casi convencido de su
superioridad mental, jamás nos hizo sentir inferiores. Yo, que no
me considero un político del patio y que algo he aprendido de mis
travesías jurídicas, siempre reconocí en Rosales un talento fuera de

175
serie. Además de El ocaso de los mártires, Rosales había escrito varios
textos fabulosos sobre Derecho Público sin ser un jurista,
importantes estudios sobre política y economía sin ser estadista y
no pocos tratados de historia contemporánea, antropología social
y filosofía sin ser historiador ni nada parecido.

Por eso insisto en mi tesis de que su asesinato se fraguó en un


indeciso ambiente de amor y odio. Esa es mi tesis pero mi hipótesis
es la siguiente: la envidia amargada.

Reconozco que los liberales detestábamos sus posturas imbatibles


y su brillo cada vez renovado de criterios pero no a nivel de
liquidarlo. El mismo Dimas Recarte con todo y su sibilina conducta
de pillo banquero no se ofreció de golpe y mas bien fue partidario
de la negociación. Sabíamos que los sordos lo tenían en capilla pero
igual, todavía aguardaban por una resolución en los mandos
intermedios. Tuvo que haber una tercera fuerza siniestra y no me
cabe duda que fue la Unificación Democrática.

La prensa habla de cuatro sujetos enmascarados que salieron al


paso de la víctima y sin mediar palabra rociaron todas las balas
humeantes de sus AK - 47. Luego se dieron a la fuga y se diluyeron
en la ciudad como si nada. Ahora bien ¿quién asegura que eran
hombres y no mujeres?; semanas antes del homicidio Funes Artica
había planteado una moción extraña: dijo que vía decreto debíamos
reivindicar la participación de la mujer en los asuntos de Estado.
Fue secundado por la otra diputada de la UD, la abogada
Clementina Rivas, quien sobrecogida de una emoción indecible
arguyó que había llegado el turno de las mujeres, que el mundo
estaba convertido en un oprobioso burdel por la tiranía seglar de
los hombres y que la UD era un partido de innovaciones profundas
y reivindicativas. De pronto, un hombre como Funes Artica quien
jamás había tenido una sola idea original encontró en la moción
de género su bandera de lucha: o una tabla de salvación. Con aquel
seudo planteamiento la UD halló una manera de capitalizar en

176
buena hora el voto femenino, algo recién inventado por ellos porque
hasta ese día los votos y los electores no tenían género. Esta clientela
inédita hizo posible que un hombre como Funes Artica viniera a la
palestra y se volviera en cierto modo respetable. A su vez el opaco
perfil de Clementina Rivas se elevó notablemente fundando
barricadas en barrios, bohíos y aldeas que de algún modo estaban
sedientas de proposición. Naturalmente que todos nos pronun-
ciamos con respecto a este fenómeno inusitado; Montes García, el
político más parco que yo conozco, dijo que la idea era encomiable
pero que el procedimiento era lesivo a la Constitución. Dijo que la
equidad no se obtenía vía decreto sino vía procesos. "Nadie
—declaró— sabe el día ni la hora en que las mujeres van a gobernar
en absoluta equidad con los hombres; podría ser mañana, podría
ser muy pronto o podría ser jamás. Esto depende de cómo
evolucionen las aspiraciones de la gente y de cómo se planteen las
guerras futuras". Sin embargo entre mayor oposición filosófica,
ideológica y moral se montaba contra la consigna de Funes Artica,
más se fortalecían las posturas de la UD: por fin la izquierda, pensé
a solas, tuvo un idea valiosa.

Cuando determinamos que el fenómeno Funes Artica no podía


tomarse tan a la ligera iniciamos una ronda de averiguaciones.
Teníamos que saber qué había detrás de toda aquella euforia y
definir con relativa exactitud los niveles de riesgo para los partidos
tradicionales. Con dos enredones descubrimos que la UD había
hecho una alianza bajo de agua con Las Chonas*. Mercedes
Covadonga, líder del único bloque de mujeres en el país, afincada
en un sendo de sector de madres solteras, familiares de desaparecidos
políticos y comadronas beligerantes, presidenta del COMUN
(Comité de Mujeres Nuevas) había capitalizado y cristalizado todo

* Grupos reformadores del género femenino integrados preferiblemente por


mujeres. Actuan bajo la inspiración de Visitación Padilla, una de las pioneras
hondureñas en el tema de los derechos de la mujer.

177
el resentimiento femenino urbano y se jactaba de poseer una base
social suficiente para fundar un nuevo partido. Entró en pláticas
con la UD y a renglón seguido surgió lo que después se denominó
Partido de Unificación Democrática para la Participación
Equitativa. La COMUN y la UD Estuvieron de luna de miel
durante algunas semanas hasta que salieron a la carga y plantearon
la primera moción en el legislativo. Esto no era grave en sí mismo;
total siempre supimos que Mercedes Covadonga era una fanfarrona.
Pero nos preocupaban los problemas de forma, si en verdad la
consigna de género era buen sebo político por qué no utilizarlo e
incorporarlo como ideal de nuestro partido. Total, las ideas no se
patentan, son de quien mejor las explota. Cuando hicimos el
recuento virtual del descenso de popularidad que tanto los liberales
como los cachurecos experimentaríamos con la fuga de miles de
mujeres que estaban siendo encandiladas con la efectiva y renovada
agitación de una izquierda embalada, nos enfrentamos a dos
alternativas: cortar las alas de la UD o incorporar el tema dentro
de nuestros idearios. Optamos por lo segundo y designamos a
Montes García como nuevo asesor de Dimas Recarte en los temas
de "equidad y género". Para entonces ya las fisuras en el MIL —el
movimiento de Oswaldo Rosales— y nosotros con nuestro fantoche
oficial, sangraban demasiado. Sabíamos que Dimas Recarte sería
pan comido para Funes Artica que era un orador de barricada.
Nuestro viejo no andaba ni a empujones y en las primeras de cambio
comenzó a hacer el ridículo. Además el viejo es el prototipo del
machismo más arcaico: barrigón, provocador, absolutista,
autoritario, prepotente y barzón. Cuando hablaba de la mujeres
creía que se estaba refiriendo a las mulas de su finca o a las lagartas
de su criadero. No tenía tacto ni astucia ni estilo y puso en peligro
la base electoral del liberalismo que supimos siempre fue femenino
por mandato varonil tradicional.

En tales circunstancias hicimos la última negociación posible con


Oswaldo Rosales. Fue una de la reuniones crepusculares de nuestro
deterioro doctrinario; al margen de Dimas Recarte para no oír ni

178
sus gritos ni sus rabietas, hablamos con Rosales sobre la posibilidad
de contener el ruidoso maremoto de la UD.

Para Rosales desautorizar la demagogia de Funes Artica y de su


pandilla con Mercedes Covadonga al frente fue pan comido. Los
conocía tanto que con el mismo operativo argumental desarmó a
Funes Artica y desnudó a la abogada Clementina Rivas. Y ni siquiera
ocupó mencionarlos, sencillamente el fundador de MIL hizo una
exhaustiva interpretación de los fenómenos participativos en los
ambientes democráticos vigentes y demostró con doctorada
facilidad que la participación de la mujer ya era una realidad y no
un proyecto. Por primera vez en su trayectoria evocó a su mujer y
la hizo parte de una revelación política. Ahora ya la gente no sólo
adoraba a Rosales si no que también amaban a Ingrid y a sus
perturbadores e invencibles ojos azules.

Por eso mi hipótesis: tres débiles motivos pudieron convertirse en


una poderosa razón. En esta vida Funes Artica no tenía ninguna
probabilidad de alzar vuelo en tanto Oswaldo Rosales estuviera
vivo. Tres agravios se habían amalgamado en el amargo corazón de
un perdedor y llegó un punto en que el mundo se hizo demasiado
pequeño para los dos. De buena fuente sé que lo primero que
Rosales le arrebató a Funes Artica fue la novia. Hay un capítulo
omiso en el ocaso de los Mártires que trata sobre un mortal triángulo
de fuerzas. En resumen parece ser que Ingrid Mayer era la novia de
Funes Artica y que inclusive como pareja albergaron por un tiempo
a su compinche político venido de ultramar, el trío compartió un
cuarto en la legendaria Varsovia. Los detalles no se conocen bien,
pero una década después Rosales publicó el controvertido libro
que toda la izquierda calificó de ominoso e infamante. Y ahora
Rosales desacreditaba la última carta de una baraja perdida. Ahora
destruía con proverbial sutileza el único lema que podía levantar al
moribundo terminal que siempre fue la Unificación Democrática,
mal venida de pronto en unificación para la "participación
equitativa".

179
Entonces casi podría asegurar que aquellos sicarios que llegaron a
la sede del partido para acabar con Rosales fueron en realidad cuatro
mujeres entrenadas por Funes Artica para deshacerse de su eterno
e invencible adversario.

Todo calza con lo demás. Vera Sinclair tiene todas las cualidades
de una chona, una chona sutil pero chona al fin. Una pantera
entrenada en los circos del COMUN. Luego, la UD repudia la
postulación de Ingrid Rosales porque ven en ella una cínica secuela,
un recuerdo burlesco, un peligro rejuvenecido. Ahora la discordia
se ha acentuado porque la clientela que persigue Funes Artica con
su pandilla de locas es la misma que debe captar Ingrid Rosales
con su movimiento resurgido. Todo hace suponer que mi última
entrevista con mi psicóloga deber ser reveladora. Convertiré mis
respuestas en preguntas de modo que pueda hallar en el berenjenal
de su conciencia complicada el dato que necesito. Mientras tanto
me han avisado que Osorio quiere verme. Esta vez no dejaré que
me embruje en sus conjuros judiciales, llegaré al meollo de su propia
miseria y arruinaré sus ambiciones con el ácido de mi más conser-
vada crueldad. Todo dialéctico que ingrese por ese portón será
convertido en mi plebeyo; el juicio final está cerca y los vahos de
mi pestilencia serán tragados a fuerza por todos mis depredadores.

Ha llegado la noche y no me interesa dormir. No duerme uno con


la cabeza ni con el cansancio si no con la voluntad. Al tener la
voluntad mal herida yo me siento como un búfalo que rota sobre
su peso con una lanza clavada en la cerviz. La noche me parece
ahora estúpida y también me parecen unas temblorosas bolas de
mierda todas las estrellas. Nada ocurre nada más allá que sea más
interesante que este encierro; el infinito es una banalidad que
aliena la conciencia y que desvía los objetivos prácticos de la vida.
Nada es más importante que la vida pero la vida tiene trabas y está
llena de geniales peligros. No es una flojera ni una inspiración,
requiere un trámite y este debe realizarse antes que todas las cosas.
La gran furia de vivir que hay en todas las personas proviene de

180
saber que no hay otra cosa. Esta podredumbre lo es todo, es la
única podredumbre que uno desea. Es la única emoción que
satisface nuestro corazón. Todos lo muertos nos tienen envidia;
dirán que soy un gusano y que no merezco vivir pero lo que digan
en verdad no me importa. Yo soy más importante que la inteligencia
de Rosales, soy más resistente que la bondad de Sara Kawas, más
provechoso que la honradez legendaria de Ismael Navas; soy en
realidad más valiente que el intrépido Marvin Escaleras. ¿Qué soy
una rata, una chinche, un vomito de la naturaleza? Tal vez pero tal
vez no. Sólo me ampara el hecho de estar vivo a pesar de todo.
Tengo la vida y para conservarla he de valerme de todo, por que no
hay otra y esta es la única de la que yo me puedo valer. No me
interesa la muerte pero negocio con ella, ella tiene sus planes y sus
acciones en el laberinto de la vida. Entonces yo negocio con ella
porque la muerte es un espíritu enfermizo que envidia incluso a
tipos como yo. La muerte es una majadera que se viste con la ropa
que desechan las putas; teme que la conozcan y odia que la
descubran. Hay que rebasar los últimos miedos, reírse de la
inteligencia y asesinarla, ser brutal con los bondadosos y apuñalar
cualquier índole de santidad para dominar la muerte. Los mártires
son imbéciles que no vencieron la muerte y los místicos son idiotas
que la adulan. Los malos somos los únicos que conseguimos
esclavizarla; ella trabaja para nosotros y se rinde a nuestros tributos.
En el fondo es como una niña que clama un poco de atención ya
que en definitiva es un aborto del cosmos.

En todo hay intriga, la intriga es más importante que la duda. La


duda es una cobardía en comparación con la intriga. Me he valido
en esta vida de la intriga para sobrevivir y no he vacilado al momento
de defenderme. Inclusive aprecio esta marca de mi hombro, la
asumo como un tatuaje. Cuando llegue el momento la voy a enseñar
con orgullo así como los marineros que relatan sus aventuras ante
un auditorio de párvulos. Aunque la principal marca de mi
padecimiento irá por siempre en mi corazón, en mi desconfiado
corazón de cascabel.

181
Ya amaneció y creo que dormí, no lo sé. Enrique Vilchez ha vuelto
de su viaje porque ha caído una bolsa llena de comida en el traspatio.
Y el sol ya está cumpliendo como siempre su rutina. Presiento que
este día será a mi favor. La comida es un buen signo y el sol es
mejor signo aun. Dentro de algunos minutos vendrá Osorio. Dejaré
que hable y después cerraré con él un decisivo negocio.

"Horacio —me dice el hombre con palabras bien reguladas—si


mal no recuerdo la última vez que nos vimos dije que si volvía sería
para negociar. Pues aquí estoy. Quiero que negociemos: he
reflexionado todo el fin de semana esta decisión, puse en la balanza
los pro y los contra y al final opté por traicionar a los sordos. Sé que
es temerario pero lo he pensado bien. Yo puedo plantear tu defensa
pues tengo copia íntegra de todo el archivo A. Los sordos me han
enviado como instigador. A pesar del embuste que les metiste con
lo del archivo B Chac, Pat Valdés y el paraguayo sospechan que
todavía tienes en tu poder documentos comprometedores. He
tratado con imputados toda mi vida y sé cuando dicen la verdad y
cuando mienten. Creo que podemos hablar con absoluta sinceridad
y con cierto nivel de confianza. En realidad el archivo que entregaste
es un verdadero botín para los litigantes. Allí hay evidencias para
encerrar al país entero y con sólo mercarlas inteligentemente creo
que me haría millonario. Pero ese no es el punto; he hablado de tu
caso con todo el gremio y la mayoría se inclina por tu inocencia.
Debo reconocer que tienes buenos aliados en el ámbito de los
juristas. Además hay quienes hablan de ti como una eminencia del
derecho. Tal vez exageren pero yo debo conjugar mis posibilidades
de morir con tus probabilidades de vivir. No estoy diciendo que
estoy seguro de tu inocencia, esto habrá que demostrarlo en un
tribunal. En definitiva, si te interesa salir de aquí yo puedo ser,
ahora en serio, tu defensor. No me mires de ese modo, ten en
cuenta que no podía lanzarme en tu predio sin paracaídas y a ciegas.
He trabajado para los sordos casi quince años y por fin me hallo un
caso donde puedo liberar a alguien sintiendo que al mismo tiempo
me libero yo también".

182
-Qué está sucediendo allá afuera
-Miles de cosas.
-Hábleme de una
-Anoche mataron a Cámbar
-¡Dios santo!
-Creo que sigo yo
-Por qué
-No lo sé ¿acaso tu sabes por qué estás aquí?
-Bien. Déjeme tomar aire... veamos ¿quién mató a Cámbar y
cómo?
-Esa es la pregunta que nos hemos estado haciendo durante una
década Horacio. Esta carnicería se ha prolongado demasiado y
siempre volvemos al mismo punto ¿quién hizo rodar esta cabeza
y por qué?
-Me refiero a los hechos... cómo sucedió
-Bueno, lo esperaron en el estacionamiento del Congreso. Eran
dos hombres con escuadras. Le vaciaron todas las balas en el
cuerpo y se dieron a la fuga en una camioneta gris. Como
siempre, se esfumaron en los laberintos de la gran ciudad
-Aunque no lo crea, estoy dolido. El maldito se llevó demasiada
información a la tumba... cómo habría disfrutado una última
plática con él. En fin, según la secuencia ¿usted será el próximo?
-Es una corazonada
-Al menos no se lleve las causas a la tumba y dígamelas ahora
-Horacio. Necesito que me ayudes a vivir, yo no estoy preparado
para esto. Yo puedo causar terror con un código en mi mano
pero si pulso una pistola comienzo a temblar. Además tu sabes
bien que no hay arma que valga cuando a uno le llega el turno.
Casi todos han caído con las pistolas atadas al cinto entonces a
cuenta de qué puedo yo garantizar mi vida fundado en mis
propios recursos de seguridad.
-Veamos si lo entendí: me está ofreciendo la defensa, oponerse a
los sordos y montar el juicio a cambio de que yo interceda por su
seguridad
-Y la de mi familia. Tengo seis hijos. Cuatro son mujeres
183
-Entonces, esta vez no es problema de plata.
-No Horacio, por esta vez cambio justicia por vida
-Por qué supone que yo puedo salvarlo
-Por que me ha demostrado su invulnerabilidad. Jamás conocí a
un hombre que defendiera tan efectivamente su vida como usted.
No me lo tome a mal pero corren rumores de que ni los venenos
pueden aniquilarlo. Anoche, cuando vi a Cambar tirado en su
propio charco de sangre supe que nadie está a salvo excepto
usted
-Ahora sí que está exagerando. Escuche Osorio, ha corrido mucha
sangre y se han agudizado los odios de una manera yo diría
demasiado caótica. Hay una gran confusión en las organizaciones
criminales. Los códigos de comunicación se han vuelto de pronto
decadentes y la reglas del juego ya están obsoletas. El catálogo de
los sordos se ha convertido en una bobada y todos los acuerdos
flotan en el aire. Usted no puede garantizar mi libertad así como
yo tampoco puedo asegurar su vida; pero sí podemos hacer un
pacto basado en nuevas reglas.
-De qué habla
-De esto. Es un hecho que los sordos van a barrer a todos aquellos
que tienen metidas las manos en este asunto. Usted sabe de sobra
que hay mucha gente involucrada, a decir verdad la muerte de
Rosales fue como una maldición que se desató sobre todos los
verdugos. Si en verdad teme por su vida entonces debe aprender
a atacar. Todos los pasivos quedan como Cámbar: aniquilados.
Es cuestión de manejar los tiempos y alterar el orden.
Supongamos que todos vamos a caer en cierto orden
predestinado, entonces, por qué no ceder los turnos. Qué he
hecho yo en realidad, cuál es en verdad mi mérito, pues conseguir
que mis depredadores me cambien la fecha. Ya han matado tres
personas antes que a mí, primero fue a un guardia (desconozco
las razones) pero un día ya no volvió y un informante me ha
dicho que lo limpiaron. Después se quitaron de enfrente a una
señora que supuestamente había identificado a los ejecutores en
el asesinato de Rosales y anoche fue el final de Cámbar. Cómo

184
ve todo ha sido un problema de prioridades. Usted supone que
está en la lista de lo cual no tengo la menor duda, entonces, qué
le puedo ofrecer desde la miseria de mi encierro, sólo una cosa,
ayudar a demorar su final. Este es el trato: cada día que yo siga
metido en este purgatorio réstelo al calendario de su vida.

Mis últimas palabras debieron ser muy severas para mi defensor


por cuanto lo hice ruborizar. Creo que le he ofrecido más de lo que
realmente puedo pero la astucia sin esperanza no suele ser muy
eficaz.

Previo a su partida le he dado instrucciones para que se aboque


con Idalia; si Montes García se niega a tomar mi caso en su manos
que es lo más probable, entonces Osorio será puesto al frente de la
situación. También le asigné tareas con respecto a Vera Sinclair. Si
en el menor plazo confirma mis sospechas es un hecho que veremos
los resultados en poco tiempo.

He abierto tres flancos y debo ir apretando las filas hasta hallar el


punto de confluencia.

Creo que a Cámbar no lo mató la organización. El tipo estaba


infiltrado en demasiados negocios corrientes, fue una manía que
yo siempre le critiqué. El nunca supo diferenciar las personas y en
esa parte murió ingenuo. Jamás pudo distanciarse de los lumpen y
jamás pudo sacudirse el roce con vagabundos. Más de una vez lo
abandoné a la media noche porque me quiso enredar con putas
baratas y con puñaleros de esquina. No existe un solo homosexual
urbano que no conozca las intimidades de Cámbar; ahorita deben
estarlo llorando en todos los burdeles de mala muerte. Además
nunca entendió la naturaleza de nuestras operaciones; cuántas veces
le expliqué que nuestro trato no era con mafufos ni con
despreciables distribuidores al por menor sino con personas de cierto
nivel, con notables y con autoridades. Pero todas mis advertencias
y todas mis instrucciones fueron como echar sal al agua. Al final

185
terminaba cantando rancheras con drogadictos, vagos y rateros.
Como nunca pudo controlar su propio consumo terminaba
revolcándose en su propia boñiga. Cámbar era en realidad un
hombre acomplejado a pesar de su innegable simpatía. Todas las
mujeres se lo querían devorar al momento, eso no lo niego, el tipo
irradiaba cierta alegría natural en la bohemia y modulaba todas las
juergas con su inagotable humor caribeño. Hablaba un inglés
bostoniano, era buen jugador de cartas, bailaba con insinuaciones
y hedía a noche. Sin embargo su devoradora simpatía no estaba
exenta de rencores y enemistades. Aunque siempre consiguió salir
con vida de los bochinches que montaba en las barras, su cuerpo
era una verdadera galería de heridas secas. Las veces que fuimos a
la playa o compartimos algún trago en las albercas de los hoteles
yo me asombré de todas los graffiti que los cuchilleros habían hecho
en su piel.

Sin embargo él asumía su realidad con sobrado desparpajo. Para


cada cicatriz tenía una historia qué relatar y uno realmente se
entretenía oyéndole. Creo que pocos conocimos ese lado de
Cámbar. En los medios oficiales el se convertía en otra persona.
Enfundado en su traje de diputado y sentado en una sala de
conferencias nadie podía sospechar que la noche anterior había
estado retozando con tres putas de barrio al ritmo de los porros.

En algún momento, tiempo antes de que sedujera a mi propia


mujer, le advertí muchas cosas. Le dije que no era bueno ni para él
ni para nadie estrechar relaciones tan bajas con personas tan
miserables. Para que no lo tomara como un sermón ni cosa parecida
le dije que nosotros éramos propulsores de un estilo. Que
necesitábamos ser más selectivos con nuestros socios y que no
rebajáramos nuestras funciones a la condición de un paria.

El me abrazaba y con una bocanada de marihuana me decía "ay


Barquito, tu siempre navegando a la deriva". Fueron aquellos
comentarios salpicados de droga y sarcasmo los que hicieron

186
germinar en mí un odio tierno hacia su persona. No sé en qué
momento específico lo empecé a detestar ni reconozco las verdaderas
causas de este sentimiento secreto que me atraía hacia su compañía
cada vez con mayor furor. Lo cierto es que me encantaba
mantenerme cerca de él para descubrir su talón de Aquiles. Me
niego a creer que lo repudiaba por intuición; porque años después,
cuando Idalia me confesó su adulterio yo no experimenté un
aumento o una disminución en mis rencores sino todo lo contrario:
viví una especie de consolación afectiva.

Todo esto no deja de ser raro porque esta mañana, cuando Osorio
me notificó de su muerte el corazón me brincó. Sentí como un
filudo témpano" rompiendo mis entrañas y sin embargo todavía es
muy prematuro para sacar una conclusión final con respecto a mi
reacción.

Por eso insisto: a Cámbar no lo barrieron los sordos. No hay motivos


a la vista, el atraco no es el estilo de la organización y el momento
no me parece muy oportuno. Cuando le confesó a Idalia que se
hallaba desesperado seguramente se refería a líos de su bajo mundo,
a sus enredos de falda, droga y licor.

Me pregunto ¿habrá entregado la caja a Idalia? Y si no la entregó a


manos de quién irá a parar. Si al menos estuviera libre podría
adelantarme a la policía en muchos de sus metederos. Cámbar
tenía como diez casas pero no habitaba ninguna, en realidad eran
refugios sexuales sin ningún gusto y exentos de toda comodidad.
Pero tenía una cabaña en Santa Lucía que él llamaba "mi cuartel
general". La había acondicionado para celebrar barbacoas y montar
misas negras. La llenó de camas y de colchas, típico en él, que
consideraba una cama más importante que una cocina. Creo que
allí debe guardar el tesoro de información que le ofreció a Idalia.
Bien recuerdo que junto a los baños los cuales están localizados en
el traspatio edificó un desván y dentro de el escondía una valija
hermética. Si la caja existe debe estar allí y no es así siempre sería

187
interesante requisar esa valija antes de que lleguen los investigadores.
A la larga Cámbar siempre fue un azora locos. La mayoría de las
veces hacía chantajes con marranadas que él conseguía en los
gremios homosexuales o con objetos que cambiaba con sus amantes
de una noche. Recuerdo que yo tenía una carpeta con fotografías
de casi todos los presidentes en situaciones penosas. Fotos que yo
había tomado y otras que había conseguido a cambio de pequeños
favores. Algunas ni siquiera eran serias, bromas que todas las per-
sonas se gastan en la intimidad o en la confianza y que sólo en
manos de un perverso podrían convertirse en materiales denigrantes.
En esta misma carpeta guardaba algunos documentos de curso le-
gal que de igual modo eran restringidos. El caso es que un día
desapareció de mi gaveta como por magia, hice un berrinche
buscándola y ni aun así apareció. Idalia alegó inocencia y en su
nerviosismo dijo disparates como "seguramente los perros se la
habían comido". Con los días me olvidé del percance pero cierta
vez, mientras compartía unos tragos en casa de Montes García,
una de las amantes de mi tío Manuel Barquero, hizo un comentario
provocador. Dijo algo como "los Barquero estábamos haciendo
nuestro agosto con el bosque pero que sus mujeres a veces no tenían
ni para comprar toallas sanitarias". ¿Quién había puesto en boca
de aquella golfa un ultra secreto como ese?, además, justo algunos
días después de que había extraviado mi carpeta. No hizo falta
hacer averiguaciones: esta mujer, que se llamaba Lumila o Lucila,
yo qué sé, trabajaba para Cámbar en un negocio de bajo mundo
relacionado con adopciones clandestinas. La tipa, que no era fea
pero sí veleidosa, andaba hecha una furia con mi tío Manuel ya
que la había puesto en su sitio con un solo zarpazo. No conozco
los detalles, siempre he creído que mis tíos en cosas de mujeres son
unas muelas. Se revuelcan con cualquier diabla y terminan asfixiados
en sus propios enredos. Inclusive preñan a cualquier doméstica y
van disolviendo y ensuciando la pureza del apellido. Por lo que
después averigüé esta Lumila interpuso una demanda por alimentos
alegando públicamente que el presidente del Congreso no cumplía
con sus obligaciones de padre y permitía que ella y su niña de ocho

188
años aguantaran hambre. Este escándalo desató la furia de Manuel
Barquero y hundió a aquella pobre mujer a una escalofriante
orfandad. Manuel Barquero nunca le perdonó la calumnia y de ese
modo otra niña quedó sin apellido en este mundo... Que en este
caso era desde luego lo más sensato.

Yo no sé cómo aquella pobre infeliz fue admitida en casa de Montes


García, lo cierto es que se movía con entera confianza y cosa
increíble: era una excelente amiga de Sofía Magaña, la mujer de
Montes García.

Até cabos al instante y recordé que la señora Magaña era seguidora


y hasta aliada de Mercedes Covadonga y de Clementina Rivas y
que las mujeres por aquellos días se hacían un nudo por encima de
las diferencias sociales: entre ellas, con toda seguridad, una fulana
como Lumila tenía connotaciones de víctima y heroína a la vez.
Sin embargo yo quería matar a Idalia. Me inventé una excusa y me
salí de aquella absurda reunión, aceleré mi carro y no más entrar a
mi casa grité: Idalia.

Salió de su cuarto metida en su más erótico "babydoll". Traía el


pelo suelto y se había rociado la fragancia que a mi me embrutecía.
Se acercó muy despacio y en su pequeño trayecto se deshizo de la
prenda lo cual ahogó mi furia y enderezó mi miembro. No pude
más y la llevé en brazos hasta la alcoba. Hicimos el amor despacio
y en silencio. Repetí dos veces y en el intermedio tomé jugo de
toronjas. Después me dejé domar por el sueño y al día siguiente
me reservé los reclamos. Total ambos sabíamos que Cámbar era
una alimaña, que no sólo era capaz de llevarse una carpeta del
escritorio sino y con igual saña dinero de nuestros bolsos y joyas
de nuestros neceseres. Hasta allí ni Idalia ni yo sospechábamos que
incluso podría robarnos, como lo hizo años después, nuestra
felicidad de pareja.

189
Aunque no quiera admitirlo creo que algo parecido al afecto llegué
a sentir por este perdedor: Murió víctima de sus propios excesos y
no le alcanzó el tiempo para descubrir la verdadera maldad, no
exagero, pero desde mi punto de vista mataron a un ángel.

Tal y como supuse al amanecer el día ha sido todo lo favorable que


podía ser. Cuando fui al patio por la bolsa que me lanzó don Enrique
Vilchez recibí una fabulosa sorpresa adicional, mi benefactor tuvo
la gentileza de incluir un periódico del día, un libro de reciente
publicación y varios sobres de semillas sintéticas. Encima de los
sobres hay indicaciones sobre cómo hacer pequeños huertos caseros.
Me ha enviado gérmenes de pepino, zanahoria y remolacha. Todo
un caballero este don Enrique.

Se trata de un periódico capitalino; en la sección "frente a


frente"incluyen una extensa entrevista con Dimas Recarte e Ingrid
Rosales. Han montado una joda con las fotografías pues en una
toma de súper primer plano destacan el rostro divino de la viuda
junto a las carnosas arrugas de un Dimas Recarte decrépito. No
más ver las fotos uno sabe quien ganará la contienda.

Ambos confiesan optimismo y dicen estar listos para asumir el


poder. Dimas denota cierta brillantez irreconocible en sus palabras
y experimenta con conceptos atípicos como una táctica final para
contrarrestar su inminente derrota electoral. Al menos han tenido
el acierto de contratar un buen asesor de campaña para que el viejo
pegue los últimos coletazos en la arena movediza.

Por su parte Ingrid se presenta casi inexpugnable. Se ante pone su


elegancia natural, su serenidad intelectual, su actitud maternal.
Inspira sin necesidad de empalagar, seduce sin enajenar. No veo en
qué parte de su imagen podríamos clavar las partesanas.

Al verla imperturbable en su belleza dominante se me antoja que


estoy en muchos peligros. Ahora sí comprendo la celeridad de Idalia

190
cuando me ha dicho que estamos navegando contra el tiempo.
Nadie puede asegurar que en realidad haya sanado favorablemente
el tremendo dolor de la candidata viuda; al menos yo no debo ni
puedo fiarme. Estoy a merced de las coartadas y debo pensar siempre
en lo peor. Qué tal que una vez en el trono cambie sus disposiciones
afloren las venganzas, entonces sí es urgente agilizar los trámites.
Su promesa de campaña también tiene para mí muchos tejidos
sospechosos. Habla de gobernar dando prioridad a la justicia pe-
nal, promete la purificación de un sistema carcelario, la organización
de la gente para imponer respeto a los criminales y la creación de
una "escuela de formación política". Sus palabras no traslucen odio
pero sí advertencias. Tiene todo de su parte, ha conseguido explotar
su condición de víctima. Ha sabido combinar su belleza cautivadora
con su exotismo circunstancial y —lo admito— se ha metido en la
gente como un verdadero fenómeno revolucionario. No obstante
todavía queda un mes y debe existir alguna salida de última hora
para derribarla en caso de que se vuelva necesario.

El otro obsequio de mi vecino es un libro. Algún hambriento en


apuros como son todos los escritores del tercer mundo ha escrito
con premura y sin rigor la biografía de Oswaldo Rosales. Agradezco
la gentileza de Vilchez quien se ha esmerado en nombre de mi
esparcimiento; lo voy a leer con detenimiento al anochecer. De
momento me urge contactar a mi informante. La última vez que
lo vi le entregué un papel en el que le pedía un favor inaudito: le
pedí que me consiguiera una puta. Inclusive le ofrecí dinero para
los tres si me hacen la tranza.

Desconfío de estos hombres sobre todo de uno que jamás ingresa.


La única vez que lo vi completo ingresó hasta el jardín frontal y
estuvo como treinta minutos comiendo granadillas en profundo
silencio. Jamás se separa del fusil y siempre adopta el aspecto de
una estatua de acero. Con respecto a los otros ya descubrí que mi
cómplice se llama Godofredo Ramírez pero el otro, su inseparable
socio, solo lo llama Goyo. Ahora los dos se aproximan con

191
intenciones de entrar, entonces yo me arrecuesto en mi catre y
adopto una actitud pacifista. Creo que han olido la comida: son
como perros, jamás se les acaba el hambre. Cuando ingresan les
ofrezco algunas tortillas y de ese modo agradezco el que hayan
disminuido casi a cero las patadas y las humillaciones de los primeros
meses.

Nunca los había tenido tan cerca y en cierto modo me incomoda,


el otro que según leo en su pin de reglamento, se llama Juan
Chandía, parece una mofeta. Tiene los ojos chispeantes y menea la
cabeza como un caldero, además sonríe como un bobo peligroso.
Les entrego la bolsa con lo que me quedó del envío aéreo hecho
esta mañana por Vilchez. Chandía devora las quesadillas con una
mano y Goyo, mi enlace, sentado en la segunda grada, se entretiene
pelando una mandarina. Prefiero escuchar en vez de hablar, hay
una pausa intranquila en la que se oye claramente la masticación.
Yo permanezco echado en mi catre y entonces Goyo habla "aquél
tiene una prima que hace el trabajo pero cobra quinientos. Además
solo acepta con condón".

Muevo la cabeza diciendo sí pero Goyo sentencia "será mañana


pero queremos que nos adelante algo a nosotros". En este punto es
importante que diga algo. No puedo negociar a ciegas así que les
digo "tendrán quinientos cada uno, comida y algunos regalos pero
nada será por adelantado"... Lo que temí, Chandía se pone furioso
y se lanza contra mí cerrajeando su arma. El otro lo detiene con
calma y le dice "tranquilo Chandía. Si nos engaña lo jodemos y
ya". Así que me roban el resto de la provisión y salen gritando
sandeces. Por la ventana consigo ver cómo discuten con la estatua.
Necesito sexo pero más que sexo necesito material humano para
seguir tejiendo intrigas en este confuso panorama de inmundicias.

Ahora puedo conciliar el sueño, respirar mejor y estabilizar mi


estómago. He tenido una semana fortuita para mi salud. La falta

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de golpes y trompicones ha fortalecido mi ánimo y consigo dormir
con mayor facilidad. He tenido menos pesadillas e inclusive he
soñado cosas tan lúcidas que de plano me avergüenzan. La otra vez
anduve, en un sueño desde luego, predicando el evangelio en un
extraño pueblo de África. Creo que era un aldea de Túnez o una
villa polvorienta de Liberia. Lo cierto que es que era un lugar al
que yo nunca he ido, ni tan extraño como Marte ni tan desconocido
como el polo sur. Había allí animales exóticos que no obstante
eran bondadosos. Por ejemplo un camello sin joroba pero con las
virtudes del camaleón. Me encantaba por la noche porque de un
bermejo profundo se metamorfoseaba a un azul pálido. Por lo aires
volaban unas mariposas elásticas que se comían los patacones del
ganado. También vi unas vacas enanas, del tamaño de un chancho
pero dóciles como un astracán. Sin embargo lo más raro de todo
este surrealismo era la gente. Por ejemplo habíamos ochenta
Horacios y nos vestíamos con un uniforme rosado. Pero no éramos
parte de una clonación, en realidad, cada horacio tenía su propia
personalidad y sus propias responsabilidades. Siempre nos
movíamos en manada y enfrentábamos los peligros en grupo.
Además todos manipulábamos un libro del mismo color de nuestra
ropa y con él domesticábamos por decir algo a las marías que eran
doscientas solamente en una aldea. Las marías llevaban unas burkas
negras y siempre se desplazaban corriendo, eran como búfalas
huyendo de algo pero no alcanzaba a saber de qué. En fin, la gente
estaba clasificada en idalias, veras, Simeones, chaques, ericks, dimas,
mercedes, manueles, andreses, asdrúbales, clementinas, luises, etc.
Cada grupo portada un uniforme con su propio color y lucía
distintos tipos de armas. Por ejemplo los manueles llevaban unas
filosas pértigas de obsidiana, las clementinas portaban floretes de
acero y los andreses cargaban machetes deslumbrantes. Sólo
nosotros los horacios nos distinguíamos por llevar en vez de armas
aquel extraño libro rosado con el cual predicábamos. Todos los
demás nos rendían pleitesía y por alguna razón nos temían. Consigo
recordar cómo eran todas aquellas personas pero no logro identificar
por qué razón existían ni con qué propósitos interactuaban. Sin

193
embargo todo era lógico, nosotros los horacios teníamos un grado
dominante y todos los demás gremios eran nuestros subditos. En
el sueño yo lloraba sobre las páginas de mi libro y mis lágrimas
borraban las letras o las convertían en cucarachas, no lo sé. En
alguna parte del sueño vi un lago de sangre y sobre las ondas púrpura
navegaban varias góndolas remadas por esqueletos. Yo oía que los
esqueletos decían "horado horacio horado" pero su voz era dulce
y buena. Eran esqueletos de niños y de mujeres. Después llegué a
una ciudad de casas sin puertas. Para ingresar en ellas uno debía
perforar un hueco en las paredes de adobe. Esa noche en particular
había tres lunas y los otros astros estaban tan cerca que uno podía
aguijonearlos con una vara. No había clima sólo tiempo y en vez
de días movimientos de luz con una peligrosa actividad de fuego,
chispas y carbones encendidos. Yo iba caminando por el fango de
la única avenida y por cada paso que daba me hundía un centímetro.
No recuerdo que hubieran pájaros. Creo que los pájaros eran
imposibles en aquella urbe, sólo revoloteaban esas horrendas
mariposas que comen patacones y nada más se escuchaban viniendo
de los campanarios unas silbatinas de lechuza.

Cuando desperté me fui de bruces sobre el catre y vomité los


copetines de Vilchez. Hice una cagantina tal que los guardias casi
me matan a patadas. Entre los tres me obligaron a limpiar toda la
casa. Consiguieron una escoba, varios baldes y un trapeador. Me
dijeron que si no oían rechinar el piso iba a saber de verdad lo que
era una cachimbeada. Ha sido el día más confuso de mi encierro.
Lo sobrellevé entre una sensación de terror, delirio y desmayo.
Repasé cada minuto de mi vida y me sostuve en la prueba
recordando la linda cara de mi niña Eunice. Hacia el mediodía
tuve una recaída pero mis depredadores se conformaron con verme
caer sobre el piso como lo haría un ebrio. Estuve boca abajo cosa
de veinte minutos y luego, puyándome el culo con el palo de una
escoba me decían "arriba ese culo, arriba ese culo". No puedo
recordar con detalles cómo fue la tarde ni qué tipo de fortaleza me
hizo cumplir, lo cierto es que llegué al final del día y caí como un

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costal de plomo sobre el piso más pulcro de la tierra. Para modular
rencores he decidido hacer una edición psicológica. He pegado el
último capítulo del sueño con todas las escenas de ayer. De este
modo voy a poder contar en el futuro, porque tengo futuro, que
tuve la peor pesadilla de mi vida estando despierto en el sueño y
dormido en la realidad.

Esto me hace decir que la semana ha sido buena y que a pesar de


que han demorado en traerme la puta, todo es alentador. Teniendo
en cuenta que puedo recibir mis visitas en un ambiente sano y
limpio no estuvo nada mal la forzada operación limpieza.

Ahora debo conseguir que me permitan limpiar el patio y hacer


los arriates para mi hortaliza. Ya ha comenzado el invierno y es
buen tiempo para sembrar. Debo negociar con los guardias la
introducción de una azada y en último caso de un pujaguante. La
siembra me traerá además otras ventajas adicionales, distracción y
una manera positiva de esperar. Jamás he sembrado siquiera un
pepino pero la vida reserva enseñanzas para los momentos más
oportunos de manera que la naturaleza dispone la tierra y yo sólo
tengo que predisponer mi voluntad.

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19

M ientras los guardias se acercan a husmear me puse a hojear


el libro. Lo escribió un fulano llamado Sergio Vasconcelos.
Redacta como un genio pero desconoce el alma de los hechos. Es
un calumniador calificado que no busca la verdad sino el
exhibicionismo. Afirma por ejemplo que Rosales poseía una fortuna
y era dueño de casi todo el valle de Quimistán. Cuando cualquiera
sabe que Rosales siempre vivió de su sueldo de funcionario y que
gracias a su mujer pudieron comprarse una casa mediana con
relativas comodidades. Supe que el señor Dick Mayer, al final de
su vida y agobiado por una enfermedad terminal, recordó en el
lecho de muerte que tenía una hija abandonada en Rumania y la
heredó con una importante cantidad de dólares. Todo el mundo
notó la mejoría económica de los Rosales después de aquella
transferencia; recuerdo que vendieron un horrible Lada que parecía
un refrigerador con ruedas y se compraron un bonito sedán del
año. Adquirieron terrenos cerca de la capital hacia el lado de
Azacualpa a donde ellos se retiraban en compañía de Lenín y se
ponían a sembrar flores. En los últimos tiempos estaban levantando
un rancho rústico pero muy auténtico; nunca supimos si Ingrid
tenía otros parientes en Europa y si los mismos eran pobres o ricos.
Lo cierto es que era notable que la economía de la familia Rosales
Mayer estaba cimentada en una administración matriarcal.

Otra calumnia de Vasconcelos es lo referido a la relación de Oswaldo


con su padre. Afirma que el viejo se fajó financiando los estudios
de su primogénito y que este al final le había pagado con la
infidencia de volverse comunista. Fue al revés, ante el infame
desamparo de un padre Tartufo, todos los hijos del terrateniente
Andrés Agatón Rosales se esparcieron sin rumbo hacia una vida de
incertidumbres. En el caso de Rosales fue desde su adolescencia un
refugiado en casas de parientes, vecinos, mesones y finalmente de
los comunistas que eran algo así como recolectores de miserables.
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El escritor enfatiza la extracción doctrinaria de Rosales y lo pinta
como un hombre de extrema izquierda cuando más bien fue todo
lo contrario. Para mi Rosales fue un disidente secreto que aprovechó
los viajes y la clandestinidad para forjarse conceptos de la vida real,
alguien que jamás perdió su esencia de bardo popular. Si algo
consiguió Rosales de sus travesías por los países del este fue aquella
mujer hermosa y poderosa; si algo cosechó de su breve vagancia en
las montañas cuando aún creía que la injusticia humana se corregía
con una vieja carabina, fue aquel firme carácter de hombre solidario
y valeroso.

Luego Vasconcelos manifiesta una lastimosa ignorancia con respecto


a los verdaderos tejidos del poder tras el poder. El sigue creyendo
que la figura más influyente de un país es el presidente y casi toda
su crítica se desperdicia cuando intenta cuadrar el homicidio como
una simple maniobra del gobierno. El tipo, asombrosamente, no
sabe la existencia de los sordos y eso lo lleva a satanizar sin tregua a
todos los dialécticos. Pero el peor de sus muchos errores es garantizar
que yo fui contratado por los norteamericanos para deshacerme de
un hombre que a toda vista era una amenaza para sus intereses. El
idiota no comprende que los gringos amaban a Rosales. Que gran
parte de su popularidad estaba cimentada en la conjugación de
conceptos políticos que Rosales usó por primera vez en nuestro
patio. El occiso siempre hablaba de un " desarrollo basado en el
libre mercado pero inspirado en el progreso espiritual de los
ciudadanos". Los gringos estaban felices con estas promisiones y
ya habían muchos acuerdos establecidos desde la pre candidatura.
Pero el cebo más tentador de Rosales para atraer la atención del
senado y del pentágono fue su actitud manifiesta de combatir,
corregir y vencer al crimen organizado. En este tema en especial
hablaba de desatar una cacería sin tregua contra el narcotráfico y
contra los traficantes de humanos entendiendo por esto la mafia
recién constituida de la migración americana. Cualquiera, aun el
analista más superficial, podría entonces deducir que los verdaderos
interesados en deshacerse de Rosales eran las organizaciones

198
criminales. Esto sería una tesis aceptable y menos descabellada que
afirmar que yo fui un mercenario contratado por el imperio.
Ahora bien, un verdadero escritor debería saber lo que yo sé. Un
verdadero escritor no debería escribir ni ficciones colectivas ni
ficciones personales. En la vida no hay ficciones y menos en la vida
criminal; si habrá tema lógico, dramático, interesante y cautivador
es la realidad en su estado puro. Desafortunadamente esta realidad
se niega a los bondadosos y a los solemnes. Esta realidad nos
pertenece por derecho propio a aquellos que la vivimos en la trama
verdadera de matar o vivir sin dilaciones y sin remordimientos.

Sin embargo hay un par de puntos en los cuales Vasconcelos calza


con la verdad. Es allí donde afirma las intrínsecas vinculaciones de
los partidos y el show de nuestras alianzas bajo mesa. Denuncia
cosas que cualquiera sabe y que ya no son motivo de alarma. En
fin, lo que pretendió ser una biografía sensacional no rebasó el
límite de un tebeo para colegiales.

El día en que me capturaron yo había invitado a almorzar a Yuvini


Ruano y al buen amigo Elvis Esquivel para conversar de todo un
poco. La idea era ir configurando el argumento para un libro sobre
la podrición interna de los partidos políticos tradicionales y no
tradicionales. Yuvini y Esquivel se conocían desde tiempo atrás y
según me lo contaron compartieron escuela, colegio y barrio. Por
esos días eran las únicas dos personas de mi mundo ajetreado con
las cuales me distendía a placer. Con ellos abordaba temas altivos y
discutíamos el devenir y el porvenir de la filosofía. No eran muy
cultos pero su falta de referencias la compensaban con el buen
humor y con la buena disposición de aprender. Esquivel en espe-
cial tenía buena imaginación verbal aunque para mi gusto
demasiado lenta y por ratos muy florida. La charla de Ruano era
más real, se trataba de un ingeniero cultivado con una carrera de
pintor frustrada. Ambos tenían sensibilidad y vivían, como yo,
sedientos de estímulo espiritual.

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Aquel nefando día en el Restaurante la Hacienda, estábamos
enfrascados en una discusión con respecto a la poesía, con énfasis
en la poesía irregular de Elvis Esquivel. Ruano profesaba que la
imaginación de Esquivel estaba estancada por que escribía con
formatos anacrónicos.

"Yo no entiendo —le decía Ruano— por qué escribís sonetos. La


gente ya no habla así y la gente ya no piensa así". Y yo me moría de
la risa viendo a Esquivel haciéndose el sordo. Es un hombre terco
este Esquivel cuando se le abordan temas acusativos. Yo procuraba
guardar distancias con el asunto pues sólo me interesaba conocer
a alguien que estuviera dispuesto a escribir sobre política. Bastaron
pocas pláticas para entender que Esquivel no era mi hombre; yo le
estaba muy agradecido con el opúsculo en verso que escribió sobre
mi padre y que publicamos sin fines comerciales, pero la verdad, el
hombre era cero a la izquierda en materia política que es el
equivalente a decir que el poeta no tenía ni la más ligera noción de
la realidad. Conservé su amistad porque al fin de cuentas me hacía
reír con sus ocurrencias y con sus actitudes de niño resentido. Su
orgullo era un espectáculo aparte y asumía su rol de poeta con
tanta solemnidad que se convirtió sin saberlo en el principal juguete
humano del ingeniero Ruano. Por otra parte Esquivel jamás andaba
dinero pero igual nunca pedía lo cual volvía el tema todavía más
divertido.

Desde que lo conocí ya no tuve que botar zapatos y camisas en el


basurero pues él me las pedía y las revalidaba como verdaderos
tesoros. No sé en qué estaba fundada su amistad con Ruando pero
la verdad mantenían una relación muy ambigua. Jamás supe quien
era el líder de quien porque igual se insultaban por desacuerdos en
las discusiones cotidianas pero al día siguiente se volvían a encontrar
en los cafés con renovados afectos que algunas veces parecían hasta
inéditos. La verdad tanto el poeta como el ingeniero siempre fueron
personas entretenidas cuyas miserias individuales y duales jamás
me parecieron ofensivas.

200
Yo prorrogué el tema de buscar a un verdadero escritor para mi
proyecto y cuando ya no tuve tiempo de rastrear comencé a
garrapatear por mi cuenta algunos apuntes nada descartables de lo
que podría ser un libro revelador. Si los asaltos a mi mansión de
Valle de Angeles no han sido extremos, lo cual es ilusión,
seguramente podré recuperar estos ejercicios incipientes ya que los
realicé directamente sobre mi Pentium. No tengo la maestría de
Sergio Vasconcelos ni sus recursos literarios pero tengo algo mejor
que eso: la verdad. Lo que en su libro no existe. Lo que hace que su
libro, al menos para mí, no sirve para nada.

Oigo movimientos en el portón, hay una inusual agitación entre


los guardias y sé que no es en balde. Aparece una ágil escolta que se
aposta bajo las granadillas y que inspecciona con formidable rapidez
los corredores de mi mansión. Son los aspavientos que los
carabineros realizan cuando abren brechas para el presidente pero
¿Para que querría el presidente hablar conmigo? Afortunadamente
estaba equivocado. Se trata de la visita que esperaba, por fin voy a
tener la oportunidad de pedir clemencia ante el cardenal Rodrigo
Fallas. Viene en compañía del padre Ciro Covarrubias y del ins-
pector Juan Vega. Tres verdaderos Filisteos de la política eclesiástica.
Como desconozco el móvil de su presencia tan inusitada me pongo
a la defensiva, de este modo les manifiesto a bocajarro mi
resentimiento.

El cardenal es un hombre muy fino y muy cordial. Jura que habla


siete idiomas pero cierta vez lo vi en apuros cuando el finado quiso
entablar con él un diálogo discreto en inglés. También son famosas
sus habilidades con el sax sólo que lo practica a solas y como un
acto de contrición. Jamás en público. El padre Covarrubias es más
bien un buen hombre, un fiel sumiso que se gana la vida casando.
Idalia y yo nos casamos con él y desde entonces jamás lo volví a ver
sino en las inauguraciones de tiendas y centros comerciales en los
que ocasionalmente era invitado para regar agua bendita con una
porra de oro ficticio. En cuanto al inspector jamás he sabido qué

201
inspecciona sin embargo es un buen amigo de las autoridades de la
iglesia y siempre se encarga de dirigir las maniobras de seguridad.

Antes de emitir cualquier palabra el cardenal da un paseo completo


por la mansión, hace una revisión exhaustiva de la manipostería y
toca la madera para verificar no sé qué. Luego comprueba el
funcionamiento de los inodoros y verifica la pintura de las paredes.
Su inspección es más que elocuente: le han ofrecido mi mansión a
cambio de algo.

—Me han dicho que deseas ser remitido a una prisión regular
—Así es cardenal
—¿Estás seguro?
—Estoy seguro
—Yo podría influir para que se cumpla tu deseo. Es poco lo que
puedo ofrecer por tu salvación física. Debes admitir que mataste
al hombre más valioso del país
—Yo no fui padre
—Bueno. Mi deber es creerte pero mi fianza no sirve para fines
penales. Tienen que agotarse todas las instancias judiciales que
tú conoces mejor que yo, mi perdón salva tu espíritu pero no
significa absolución.
—Padre. Yo tengo hijos, ya voy a cumplir siete meses de estar en
esta caverna y no sé qué ha sucedido con ellos. Padre Ciro,
explíquele al cardenal de qué modo yo venero a mi familia.
—No hace falta padre Ciro. Yo conozco perfectamente mi rebaño.
Dime algo ¿tienen en la mira a la señora Ingrid Rosales?
—Si padre
—Debo suponer que tu no lo harás ¿o sí? ¿quién está planeando
este horrible pecado?
—Yo no maté a Rosales padre. Creo que sólo me creerán cuando
Ingrid como ya sucedió con Cámbar y con otros, caiga abatida
—¿Sabes a qué he venido?
—No padre, quizá a verificar con sus propios ojos esta diabólica
connivencia

202
—He venido a confesarte
—Ya lo hice. Ya le dije que yo no fui
—Entonces dime quién fue
—No lo sé padre. Sospecho de mucha gente. Yo creo que todo ha
sido un encargo de Funes Artica. Pero no puedo probar nada
mientras esté encerrado
—Tienes algo más qué decirme
—A usted no cardenal, pero sí al padre Ciro
—Bien, los dejaremos un momento a solas. Dos minutos nada
más

El cardenal sube las gradas junto al inspector Vega. Me cercioro de


que estén lo suficientemente alejados y le caigo al padre Ciro con
frenesí.

—Padre, qué desea el cardenal. Por qué escruta cada palmo de esta
casa
—Descuida. Es una manía. Se mete a todas partes y toca las cosas.
No se conforma con mirar. Hace eso desde que colocaron una
bomba en su camioneta con la idea de pulverizarlo. Dios lo
guarda porque el artefacto jamás reventó pero ahora él hace lo
suyo para cooperar con Dios
—Entonces, qué quieren, por qué han venido
—No lo sé hijo, yo acompaño al cardenal con obediencia
—Está bien. Pero quiero que me ayude. En primer lugar deme
todo el dinero que lleve en su billetera.
—Pero... yo
—Por favor padre. No perdamos tiempo. Algo más. Aquí, al lado,
vive un hombre que se llama Enrique Vilchez. Quiero que busque
la forma de convencerlo de esto: que me lance una pistola cargada
y parque extra. Si de verdad quiere ayudarme hágalo.
—Pero
—No lo piense más. Tuve un sueño padre y todo está saliendo
conforme a él. Sé que mañana o pasado mañana me van a
liquidar. No le estoy hablando de un presentimiento, le hablo
de una certeza.
203
—Bien, si no tienes nada más que decir creo que la confesión ha
terminado
—Padre, cuando usted nos casó hizo una lectura sobre la fe y la
fuerza que proviene de los arrepentidos
—Entonces estás arrepentido
—Si, pero no de haber matado, si no de haber permitido que me
encerraran aquí y de que me quitaran a mis hijos y a la mujer
que usted me dio
—Que Dios te bendiga hijo

Cuando se cumple el tiempo el cardenal y el inspector descienden


lentamente por las escaleras. El es el misterio personificado y el
inspector Vega la representación de una incógnita moral. Yo finjo
desenfado pero la verdad me estoy muriendo de tristeza. Por primera
vez siento que mi caso es severo. Tan severo que no consigo ponerme
de acuerdo ni con los representantes de Dios sobre mi inocencia y
menos sobre mi perdón.

Mientras van saliendo quiero irme con ellos pero mi alma se hace
un nudo y me muerdo los labios de impotencia. No he tenido la
valentía de pedir perdón y quizá el cardenal se haya desilusionado
con mi soberbia. No sé cómo evalúa esta comisión los propósitos
de su visita, por mi parte he sumado más acres a mi esperanza. Sé
que el padre Ciro le tiene aprecio a Idalia y que adora a mi niña
Eunice. Algo más, en el pasado el padre Ciro Covarrubias fue aliado
del Frente Farabundo Martí y estoy seguro que todavía no ha
olvidado su fervor de justicia por la vía armada.

En definitiva la bendición de recibir al cardenal a estas horas de la


noche me ha dejado dos cosas: mil trescientos lempiras y acceso
muy probable a una pistola. Sé que mi espera se va agotando y que
dentro de algunos días sólo habrá dos opciones para mi destino: la
muerte o mi libertad.

La muerte me ha hecho reflexionar más de lo medicinalmente


correcto. Más poco he pensado con respecto a mi libertad. Ya se
204
sabe que volveré a la política pero con renovados bríos. Yo no soy
un animal político, soy un político para animales. Horacio
Barquero, el doma fieras, el caza brujas, el chupa cabras, el
comelengua, el matacaballos, el sujeto sombrío de la bartolina.
Hoy renovado y con otros aires, hoy con las ganas restauradas y
más lleno y más pleno que nunca. Horacio Barquero el diputado,
el abogado, el jurisprudente, el litigante, el funcionario, el fiador,
el representante... Ha de volver a ser libre pero no al viejo estilo.
Será irreconocible en su nueva estampa, inexpugnable en su otro
espíritu.

Ha amanecido y creo que Goyo ya me autorizó permiso para


sembrar. Me ha facilitado una puya pequeña para que rompa la
tierra del traspatio y riegue las semillas. Esta actividad tan extraña
para mi temperamento no me entretiene pero al menos me
consuela. Doy la imagen de alguien fortalecido en espíritu. Parezco
un eremita en su penitencia solitaria, un labrador sin hijos y sin
bueyes, alguien que convencido de su culpa acepta la aburrida
eternidad de un cautiverio. Han transcurrido más de tres horas y el
sol me ha abierto el apetito. No me he cansado como debiera pero
el hambre ya por poco me marea. Hago una pausa y me refugio en
la sombra de un almendro. Calculo mentalmente lo que estará
haciendo la gente después de ese muro y me figuro todas las acciones
de mis hijos al lado de mis hermanas Paula y Elena. Qué hará mi
niña, cómo habrá modificado su vida sin mi. Qué hará Daniel,
qué maquinaciones vendrán a su cabeza febril. Cuando salga los
voy a abrazar todos los días y les voy a decir "los quiero mucho
hijos, no saben cuanto los quiero".

Hacia el mediodía el sol se vuelve insoportable entonces ingreso a


la sala, en el catre, en mi catre, encuentro una niña sentada como
una estatua. De momento me asusto pues parece una ánima pero
luego compruebo que se trata de una persona de este mundo. Al
verme se arrecuesta con una señal inconfundible y yo me
desconcierto con su desenvoltura. No sé qué hacer ni qué decir y

205
ante mis titubeos la muchacha se desprende de su vestido floreado
y pone sus piernas en V. Mi asombro aumenta cuando en un dos
por tres se deshace de sus calzoncitos y me invita con sus ojos
maliciosos a que la acompañe. Sé que no se trata de una broma y
que yo me lo busqué; los infelices me quieren dar ratón por liebre.
Estos desgraciados creen que estoy loco y que voy a cebarme con
este pollito de mes. La pobre no sólo es torpe en sus expresiones
puteriles sino que además no sabe disimular su vergüenza. Cuando
demoro la chiquilla se pone intranquila y me dice "entonces, quiere
o no quiere".

Entonces le tiro mi toalla encima y le digo "tu tío te ha enviado"

—No es mi tío—contesta— es mi papá


—Está bien. Quiero que se ponga su ropa y que salga
—Pero el me golpea cuando no trabajo
—No tema. Usted dígale que trabajó y que todo salió bien
—Pero necesito el dinero
—Cuánto es
—Son quinientos
—¿Son ... tuyos?
—No. Son de él
—Está bien. Aquí tiene pero me hará un favor: quiero que se
esconda este papel en su escote y que se lo entregue a la primera
persona adulta que usted encuentre en la calle, es una carta muy
delicada. Ahora yo me salgo para que se vista y cuando vuelva a
entrar ya no quiero que esté aquí ¿de acuerdo?

Salgo furioso otra vez al jardín y recuerdo a Eunice. Al menos esta


chica habla pero mi niña no. Ella no podría explicar que alguien la
humilla de ese modo. Ella sólo soportaría en silencio un abuso de
esta proporción. Lo de la carta es una nueva treta, la escribí anoche
antes de dormirme. Es un SOS al azar. Un papel para que caiga en
las manos de cualquiera. Es una explicación detallada de toda la
tortura que estoy padeciendo en mi propia casa, un relato
206
conmovedor dirigido a cualquier persona del mundo exterior.
Pensaba lanzarlo al viento y que viajara a su suerte pero ya que un
ángel ha venido a verme no ha podido ser mejor.

Tengo deseos de matar, sé que mi arsenal está constituido por un


cuchillo sin filo y esta puya de sembrar pero tanta es mi rabia que
podría darles su merecido a estos canallas. No sólo me han quitado
el dinero si no que han abusado de mi confianza. No debí ceder
demasiado, debí mantenerme en mi frialdad de reo orgulloso. Ahora
dirán que soy un pedófilo además de un asesino. Es sin duda la
peor jugada que me han hecho y he puesto en riesgo mi liberación.

En fin, gracias a mi imprudencia, me quedé sin plata y sin puta. Si


los pepinos y las remolachas no nacen y si mis benefactores se
olvidan de mi existencia creo que el hambre va a conseguir lo que
no ha conseguido ni los sordos ni los sicarios: matarme.

Y por si todo esto fuera poco ya pasó la temporada de las almendras.


Tiembla mi pulso y sé que no es por fiebre, es por el hambre. Ruge
mi estómago, berrean mis tripas. Estoy al borde de un desmayo y
los centinelas lo saben. Si no resuelvo esta situación a la mayor
brevedad creo que voy a exponerme a que me disparen. De
momento hago las del perro y me echo a dormir. Si no vuelvo de la
siesta doy por hecho que moriré. Me hallaran tieso y frío, congelado
en el calor, con una infinita mueca de hambre.

Un ruido en el portón me trae de nuevo a la realidad y sigo con


vida. Me arrimo a la ventana para verificar y mi corazón se alegra
cuando mis ojos distinguen a Vera Sinclair discutiendo su ingreso
con los guardias.

Me limpio las legañas de la siesta y me acicalo el pelo con saliva.


Aunque la odie esta mujer ha sido, igual que mi sexto sentido, la
más fiel de mis guardianas. Trae un bolso de cuero y una bolsa
llena de comida. Por supuesto los cerdos del portón piden su arancel
y ella no lo puede impedir.
207
Cuando ingresa siento que quiero abrazarla pero no lo hago. Me
retengo en mi orgullo y sólo alcanzo a decir "creí que no volvería".
Ella muestra una graciosa dentadura al sonreír. Como siempre me
trajo naranjas que ya son para mí un manjar. Me trajo varios
emparedados, algunas donas y varias barras de chocolates. Pero lo
más delicioso de esta vez son unas empanadas de pollo que estoy
seguro compró en alguna tienda de comidas rápidas.

Mientras como sentado en las gradas ella deambula por la sala,


husmea en el ambiente la primera frase. Medita, hace apuntes en
una libreta, me mira, me da la espalda pero todavía no dice nada.
Entonces con la intención de sacarla del percance le pregunto "está
satisfecha con mi conducta" ella sigue callada y se limita a dar vueltas
lentamente por toda la sala. Como no se anima vuelvo al ataque
"no me trajo periódicos". Entonces saca uno de su bolsa y me lo
pone muy cerca de los ojos, casi regreso la empanada cuando veo
en la portada al abogado Osorio nadando en un charco de sangre.
Sigo comiendo por la inercia pero ahora mi atención se concentra
en los avances de la noticia.

"Asesinan al defensor de Horacio Barquero" y a continuación relatan


los escalofriantes detalles del homicidio que se perpetró en idénticas
condiciones al de Rosales y al de Cámbar. Se ha formado un nudo
en mi garganta así que empujo los alimentos para pasarlos a mi
estómago.

Voy a la página de sucesos y leo con retenida atención los porme-


nores del ataque y las gráficas del crimen. De golpe se vienen a mi
mente los seis hijos de Osorio y no puedo seguir masticando.
Entonces me pongo de pie en silencio y busco el ventanal. Mi
psicóloga todavía guarda silencio, pareciera que las palabras entre
nosotros estuvieran desfallecidas. Ambos somos respiración y
consternación. Dos sombras dubitativas en el centro de un huracán
de sangre.

208
"Creo doctora que mi encierro acabará con mucha gente. Usted
me pidió que no volviéramos a abordar el tema político y que nos
concentráramos en la terapia. Pero es importante que detengamos
esta serie. Esto no va a parar si usted, yo o alguien de afuera no
hace algo de inmediato. Osorio estuvo aquí hace algunos días, vino
a anunciarme su muerte y le pedí por enésima vez lo que siempre
le pido a todo el que viene a verme: libérenme, sólo yo puedo
volver a equilibrar este caos. Mi muerte y mi prolongado encierro
alteraría mucho más las cosas. Pero si me dejan salir puedo
normalizar este zafarrancho que se ha desatado. Las organizaciones
criminales están confundidas, se lo juro, inclusive mi prisión forma
parte de esa gran confusión. Mientras no corrijan el error de mi
captura no podrán explicarse la causa de esta matanza en serie. Si
usted se fija bien hay un antes y un después en el tema criminal.
Antes de mi detención y después de mi detención y sabe usted o
sabe alguien ¿quién me detuvo y por qué? Usted sabe muchas cosas
doctora, dígame por favor ¿quién diablos encargó mi captura y
con qué propósito? ¿están seguros que no hubo una confusión, un
enredo de las órdenes? Esta es la clave que lo resuelve todo. Tanto
los delincuentes como los probos deben estar interesados en esta
aclaración ya que la vida y la muerte se ha vuelto una incógnita
para todos. Yo he sido claro desde siempre, mis negociaciones han
sido justas y he cumplido con mi parte de los tratos. Quiere decir
que aquí adentro no hay confusiones, la anarquía está allá afuera.
Aquí nadie ha muerto a pesar de los intentos, aquí, como usted
puede notar se vive en armonía y bajo cierto entendimiento
funcional. Doctora, yo no soy el forajido que todos suponen ni el
asesino que todos detestan, los culpables, los autores, los promotores
de esta carnicería andan sueltos y necesitan que alguien los controle.
Créame que la situación se ha escapado del control de los sordos.
Entienda que el crimen requiere cierto orden y cierta pericia,
comprenda que el rencor de la vendetta no tendrá un alto si no me
permiten salir de aquí. Entiendo su interés por mi rehabilitación
pero le recalco que si perdemos más tiempo las cunetas se van a
convertir en arroyos incontenibles de sangre. Yo no sé quien mató

209
a Osorio ni a Cámbar ni a Rosales, ellos tres han caído víctimas de
una confusión y de una desesperación. Pero yo le puedo asegurar
que esta secuencia no se detendrá mientras yo siga atrapado por
razones misteriosas y absurdas".

Vera ha escuchado cada palabra con atención de médico más no sé


si le interesa mi versión de las cosas. Total la de ella es en estos
momentos mucho más importante pero no creo que la desembuche
tan fácilmente. La doctora Vera Sinclair podría ser a la larga una
víctima de este embrollo. Inclusive no descarto que sea en realidad
una doctora y que su ONG exista para los fines que ella pregona.
Ahora bien ¿cómo hago que hable de Funes Artica? ¿qué peligros
corro si tomo la iniciativa con respecto al tema y ella nota que
tengo sospechas sobre su verdadera identidad? Prefiero callar y
esperar. Ya habrá una manera de esculcar su alma sin que ella
necesariamente lo note.
—Cómo se siente hoy
—Muy bien doctora
—A pesar de las noticias
—Si, a pesar de las noticias
—Qué sentía por el abogado Osorio
—Nada señora
—Quien era el abogado Osorio
—Un pobre hombre
—No entiendo. Podría ahondar
—Fue pobre toda su vida y cuando intentó prosperar hizo dispa-
rates.
—Como cuáles
—Bueno, uno no se hace corrupto de un día para otro. Todo
requiere escuela. El abogado Osorio era uno de los abogados
más eminentes del país, su fama de honesto ya había rebasado
las fronteras. Así que todos sabíamos que su negocio era la
probidad. Pero un día nos anuncia que está harto de la probidad
y que quiere saber cómo le hacemos nosotros para prosperar de
forma tan acelerada

210
-Quizá tenía presiones
-Si, la presión que ejerce la avaricia. Todos la hemos experimen-
tado en algún momento. Osorio murió creyendo que los negocios
delictivos son rentables por sí mismos. Jamás comprendió la
otra cara de la moneda. El delito no es rentable, todo lo contrario,
puede incluso empobrecer.
-Y si no es rentable por qué lo hacen
-Porque es una vocación. Es como que usted le preguntara a un
equilibrista de la vía pública por qué lo hace. Lo hace porque
tiene vocación, porque el peligro da sentido a su vida y como
consecuencia la gente está dispuesta a pagar sus exhibiciones
suicidas. Así somos nosotros ¿quién financia nuestros delitos?
Pues la gente. Es la gente la que necesita fumar drogas para
sentirse bien. Es la gente la que necesita jugar casino y comprar
morfina. Los pederastas trabajan para aquellos que hallan placer
en el sexo con niños. La gente está dispuesta a pagar cualquier
cantidad de dinero para que le ayudemos a burlar fronteras. La
gente está aburrida en sus propios países, quieren una vida más
entretenida y van por ella a donde sea. La gente no busca justicia,
ni comida, ni empleo, la gente anda buscando locamente
diversión y emociones fuertes. La gente ama los riesgos y paga
por ellos. Nosotros, los mal llamados delincuentes, nos hemos
limitado a crear una oferta para los seres más aburridos del
mundo. El aburrimiento es la peste bubónica del hombre
moderno. Osorio jamás entendió la naturaleza de nuestro oficio
y se volvió un personaje odioso e insidioso en los gremios
delictivos. Tenía cruzados sus principios y algunas veces olvidaba
que para ser parte de esta vida hay que dejar la otra o hacer lo
que hago yo: Llevar dos vidas simultáneas pero jamás confundir
los momentos. En los últimos tiempos el viejo se veía derrotado
y enfermo, creo que estaba trastornado y que terminó rebotando
como una pelota de ping pong en una mesa de confusiones
creadas por él mismo.
-En definitiva. La muerte es el castigo para los que se confunden
-La muerte y el olvido. Recuerde que a Rosales lo mataron porque

211
estaba confundido pero sigue vivo en mente del pueblo y sigue
preocupando a muchas personas. Mañana ya nadie recordará
quien fue Osorio como ahora ya no nos importa averiguar quien
era Cámbar, pero por siempre la gente estará interesada en saber
quién era Oswaldo Rosales, el hombre más grande que ha nacido
en este país
-Quiere decir que Rosales todavía es peligroso
-Si
-¿Por que su esposa llegará al poder?
-Por eso y porque sus ideales están más vigentes que nunca.
-Qué ideales
-Bueno. Rosales siempre profesó la democracia de la aptitudes. El
derecho público por encima del derecho positivo. La libertad de
acción por encima de la libertad de organización. La
preponderancia de la ideas sobre la tiranía de las supersticiones
y el predominio de la razón personal sobre las euforias colectivas.
-Qué opinaba de las mujeres
-No tenía una opinión sobre las mujeres. No creo que en su cabeza
estuvieran tan demarcados estos escrúpulos. En realidad Rosales
nunca se refirió a las mujeres o a los hombres como dos cosas
distintas. Recuerde que Rosales era ante todo un humanista.
Un creyente de la humanidad y un defensor de los talentos, la
aptitudes y las buenas inclinaciones. Cuando Funes Ártica
propuso la equidad de género vía decreto lo que hizo fue sacar
partido de una confusión. Acentuar los complejos femeninos y
dramatizar las tiranías masculinas puede atraer muchos votos
entre incautos pero afortunadamente los liberales ya habíamos
ingresado a otro ámbito de ideas y la UD no nos halló
desprevenidos. Para un hombre como Rosales fue fácil
desacreditar un demagogo enchapado a la antigua como Funes
Artica
-Y usted ¿qué opina de las mujeres?
-Me lo pregunta como delincuente, como abogado o como
político
-Como las tres cosas

212
-Bueno, como delincuente creo que las mujeres son deliciosas
mercancías. Como abogado son nada más personas jurídicas,
entes de interacción sujetos a los mandatos y al derecho, y como
político pues soy rosaliano: no me interesa diferenciar.
-Y como hombre
-Nadie consigue ser un hombre, por lo tanto las mujeres nunca
sabrán lo que significan para un hombre. Sospecho que deben
significar para un hombre mucho más de lo que significan para
Dios si nos atenemos al derecho canónico.
-¿Quisiera usted saber lo que opino yo de los hombres?
-Más me gustaría saber lo que opina usted sobre un hombre:
sobre Oswaldo Rosales. Y si no es mucho pedir: sobre Funes
Artica.
-Bueno. Es obvio que son hombres completamente distintos
-Qué tan distintos
-Me está confesando
-No, sólo quisiera escuchar lo que opina una profesional de la
sicología y cuántas son las cosas que uno no percibe.
-De Oswaldo Rosales no puedo decir mucho, sé de el lo que sabe
toda la gente. A Funes Artica lo he tratado de cerca.
-¿No me diga que lo conoce?
-Se podría decir que sí. Ha sido mi paciente durante varios años,
sé muchas cosas de él pero comprenderá que la ética no me
permite decir mucho.
-Si entiendo. Pero al menos dígame su opinión como mujer
-Si he de hablar verdad, es el hombre más limitado que he
conocido en mi historia clínica. Es una mezcla de temor, furia,
pánico a perder, alucinaciones, angustia, sentimiento de culpa y
parafilias.
-No me diga que padece de parafilias
-Claro, pero entienda. No le puedo decir detalles
-¿Siente algo por él?
-Por supuesto que no. El es mi paciente. Bueno, sí lo quiero pero
como se quiere a un hijo problema ¿comprende? Creo que a
estas alturas él piensa que yo soy su madre.

213
—O la mujer que nunca tuvo
—Quizá. Pero de eso no puedo estar segura
—¿Lo cree capaz de matar?
—No. Pero sí de conspirar un crimen
—¿Usted cree que yo soy capaz de matar?
—No. Pero sí de conspirar un crimen
—Por fin hemos llegado a un punto certero. Recuerde que yo estoy
capturado por haber tramado un asesinato y no por haber
asesinado a alguien. En todo caso si yo fuera culpable sería
solamente de forma indirecta. Esa es la razón que me mantiene
en pie. Necesito ir a los tribunales para demostrar judicialmente
que si no asesiné indirectamente también soy inocente del hecho
que me imputan, porque sobre mi inocencia directa ya no hay
duda.
—En pocas palabras me está diciendo que los verdaderos autores
de un homicidio por encargo son los ejecutores y no los autores
intelectuales
—Seré más claro aun. Si la justicia consigue demostrar que Funes
Artica es el autor intelectual del magnicidio contra Rosales lo
van a condenar aunque alegara locura. Pero si la justicia consigue
descubrir quienes eran esas cuatro personas enmascaradas que
se plantaron frente a él para liquidarlo de manera tan flagrante,
no le quepa ni la menor duda de que van a ser hundidas con el
máximo rigor de la ley.

Con mis últimas palabras la plática agarra fuego. Vera se pone de


pie visiblemente alterada. Está hecha una leona y ahora deambula
por la sala en busca de algo, quizá un cuchillo, quizá una pistola.
No lo sé. Ahora sí que ha enmudecido de pronto y siento que he
asestado el golpe definitivo de mis contra indagaciones.

En estos momentos puede ocurrir cualquier cosa así que me


mantengo alerta. No cabe duda que estoy en ventaja; pudiera
incluso agrandar esta ventaja si me atreviera a insinuar que tengo
evidencias de que una de las cuatro sicarias que barrieron a Rosales

214
era élla. Pero no quiero cerrar la sesión de manera tan cortante, al
fin de cuentas me interesa dejar espacios para las dudas.

Cuando ya ha recuperado el aplomo cambia de conversación. Me


pregunta por el trato que me dan los guardias, por el rumbo que
ahora tomará el proceso con la súbita desaparición de Osorio y por
las probabilidades reales que tiene Ingrid Rosales de ganar la
contienda. Estoy en el punto cero de la negociación. He llegado
sin prisa a donde quería. En estos momentos yo podría decirle con
pleno cinismo " ¿me harían al trabajo completo a cambio de
mantenerme callado?" entonces ella preguntaría "de qué se trata"
"bueno - respondería yo — Oswaldo Rosales les estorbaba a ustedes
pero la mujer de Rosales me estorba a mi" entonces obtendría sin
duda una respuesta afirmativa. Con este hecho yo armaría la mejor
ganga de mi vida. Tendría asegurado el boleto para mi liberación y
para mi sobreseimiento.

Sin embargo me mantengo en reserva y decido que quede todo


como un plan auxiliar. Como la presión ha sido mucha me muestro
ahora muy indulgente. Trato de hallar un tema propicio para que
la visita concluya con la sensación de que todo sigue igual aunque
en realidad no sea así.

Vera se retoca la cara en un espejuelo de mano y hace ademanes de


una partida final. Ahora sé que no volverá y que más nunca nos
veremos. Es en realidad una situación dramática y ambigua. De
algún modo le tengo afecto y allá en el fondo un poco de lástima.
Es un ser tan confundido y al mismo tiempo tan tierno y tan altivo.
Es una mujer irreal que busca lo que no existe y que se auto destruye
con la sensación de hacer el bien.

Intentó de todo conmigo pero al final pesaron más sus trastornos


de identidad. Vino hasta mi con la idea de cuidar una mentira
pero terminó aporreada por los latigazos de la verdad. Yo soy un
hombre de derecho y ella es una psicóloga, siempre la rectitud se

215
impondrá sobre las mandingas. La pobre mujer vino por lana y
terminó trasquilada.

Sé que ellas mataron a Oswaldo Rosales por indicaciones de un


cobarde llamado Funes Artica. Esto lo comprobaría el menos ducho
de los fiscales si supiera lo que yo sé y si intuyera lo que yo intuyo.
Sin embargo puedo esperar otras resoluciones. Ahora que he tejido
en el vacío varias opciones para mi rescate puedo darme el lujo de
elegir la mejor forma. La que más conviene a un hombre interesado
en reformarse.

Se ha marchado sin decir nada. En el portón los guardias le tocan


hasta el hígado y entonces veo desde la ventana todo lo patética
que una persona puede llegar a ser en nombre de sus obsesiones.
Ahora tengo sueño. Necesito dormir bien para afrontar los desafíos
de mañana. Sin embargo debo acostumbrarme a un sueño liviano
de modo que pueda reaccionar en caso de un atraco repentino.
Esta noche está más fría que otras pero tiene la ventaja de que hay
tiniebla absoluta. Desde la ventana veo cómo los guardias devoran
un cigarro por turnos y más al fondo se divisan las calles gélidas y
abandonadas de una ciudad sin motivos.

Creo que estoy estresado. He dado mil vueltas en el catre y todavía


sigo despierto. Voy por mi libreta de apuntes y me pongo a escribir
sin pensar. He encendido la luz del fondo para no llamar la atención
de los centinelas. Supongo que ya es la media noche porque hay
una quietud fantasmagórica en los sarmientos.

"Hija mía —escribo en mi libreta— qué quieres que yo haga para


volver a oir tu voz. Cómo le haces para estar callada por tantos
años. Recuerdas cuando íbamos a pasear por los bosques de Valle
de Angeles y tu desde el riachuelo me gritabas —papá agarré un
pescadito. Tu voz era tan bella Eunice, tan dulce y tan agradable.
Cuando aprendiste a leer fue todo un espectáculo, traías todos tus
libros a la cama y me decías— quieres que te lea un cuento papá. Y

216
yo, entre dormido y despierto agarraba uno y te lo ponía en las
manos. Luego comenzabas a leer y yo me quedaba dormido. Ah
mi niña, me repetiste tantas veces la misma historia con tu lectura
balbuceada que al final me hice experto en tu voz. Tu voz llegó a
ser parte de mi; más que música, más que canto, más que melodía.
Inclusive tu eras voz y no otra cosa. Entonces por qué callaste de
pronto. Por qué callaste para mí, para Idalia y para el mundo. No
puedo creer lo que cuenta Daniel acerca de ti, dice que con él sí
hablas y que incluso carcajeas. Necesito saber si eso es cierto y
cuando lo compruebe entonces te voy a grabar y me voy a dedicar
a escucharte aunque sea en una grabadora, en un disco, en un
casette.

Si consigo salir de este cautiverio, lo cual es más probable que


imposible, entonces voy a hacer un trato contigo. Me voy a retirar
de todos los líos y de todos los problemas con la única condición
de que tú me lo pidas con tu voz y con tu boca. Tu eres la única
persona que puede hacer el mandato final con respecto al rumbo
de mi vida. He recibido demasiados daños y mi espíritu está algo
más que fatigado, en mi se ha encarnado un destino sangriento
que por ratos se torna irreversible. De mi manan vibras mortales
para que los demás mueran o sufran, inclusive, cuando los de mi
entorno fracasan y expiran por otras causas en el ambiente queda
la sensación de que yo soy el culpable de todo lo que ocurre. He
ido permitiendo que mi persona sea un símbolo nefasto y que las
desgracias se disputen mi corazón para luego comérselo a mordidas.
He aceptado que los crímenes me hagan la corte y he cedido mi
alma a los dicterios de la corrupción moral. Pero a pesar de todo he
hecho dos cosas buenas, una se llama Daniel y la otra Eunice. Pero
Daniel habla y se expande. Reacciona y lucha, brilla con luz propia
y se defiende con el armamento natural de su intrépida
personalidad. En cambio mi pequeña es como un dibujo hecho a
mano sobre un pergamino transparente. Nada que ver con Idalia,
nada que ver conmigo; algo de mi madre con un poquito de diosa.
Suave como un perfume, amigable como las flores cálidas que nacen

217
en los pantanos. Así es Eunice aun sin voz. Jamás acepté el vere-
dicto médico sobre los trastornos del oído interno producidos por
un desgarre de filamentos, sé que se trata de algo más misterioso.
Posiblemente ha estado preparando las palabras que yo debo oír
para el mejor momento de mi vida, a lo mejor estudia la oración
que sigue para un hombre que se haya desde hace ya muchos años
sumergido en un monólogo sombrío.

Así que reitero mi oferta, sólo tu voz puede impedir que yo elija
para el resto de mis días otro rumbo que no sea la venganza".

Ahora puedo hojear con calma el periódico que me trajo Vera. En


la sección política alguien declara que el triunfo de Ingrid Rosales
es algo incontenible lo cual es triunfalismo porque estamos
hablando de las internas. Es muy probable que Ingrid supere con
facilidad a Dimas Recarte, total, creo no existe un método para
conseguir que Recarte tenga por lo menos una urna.
Los mejor está por venir. Los cachurecos se la van a rifar con un
tipo que no es ningún bagazo. Hablo del general Hugo Mendoza.
Un hombre de centro derecha muy dado al libre pensamiento. Su
mayor mérito es haber reformado el ejército y haber conseguido
por la vía civilizada que se acabaran los golpes militares en pro de
lo que hoy llamamos "El advenimiento democrático". No se trata
de un militar corriente, en realidad el general Hugo Mendoza es al
mismo tiempo un fino hombre de letras, un dogmático de la
honestidad y un prócer moderno apreciado por su regio e intachable
carácter. Los liberales siempre vimos como un golpe de suerte el
que el hombre se mantuviera no sólo retirado del ámbito militar
sino también desinteresado del juego electoral. Los seguidores de
Ingrid Rosales están muy equivocados si piensan que Hugo
Mendoza va a ser comida de trompudo. Creo que los cachurecos
han echado mano de su mejor misil para lanzarlo a mansalva. Algo
que los cachurecos también tienen a su favor es que el general
Mendoza despierta fervientes sentimientos patrióticos en la
ciudadanía y los publicistas van a recordarle a la población que por

218
muy simpática y atractiva que les parezca la adversaria al fin de
cuentas es una rumana no naturalizada.

Qué esperan los sordos y las organizaciones criminales de un gobierno


dirimido por Hugo Mendoza, pues no mucho. En esta ocasión
ambos huesos son duros de roer y que creo la delincuencia por esta
vez tiene todas las de perder.

El sueño llama a mi cabeza. Es casi de madrugada y el cansancio


por fin me doblega.

219
1
20

M e ha despertado una gritería en frente de la casa. Subo al


segundo piso para ver lo que sucede y desde aquí oigo
con mayor claridad las consignas de la turba. Hay como mil mujeres
apostadas en la calle, comandadas por el COMUN y lideradas por
Mercedes Covadonga.

La policía se muestra en apuros tratando de controlarlas y los tres


guardias de mi posta denotan nerviosismo. No consigo leer los
carteles pero si puedo escuchar lo que exigen "muerte al asesino,
muerte al criminal" "queremos su cabeza para colgarla en un altar"
"Rosales clama justicia, Ingrid la quiere negociar" "el COMUN
retumba por la tumba de Rosales" "no hay perdón no hay perdón,
mejor un tiro en el mero corazón".

Por alguna razón me aferro a mi cuchillo sin filo y a mi puya de


sembrar. Sé que los ánimos allá en la calle están fuera de sí y que
los guardias podrían abandonar sus puestos. En ese caso sería sacado
y arrastrado por las avenidas. Ahora el mitin me confunde, no sé si
está orquestado por Mercedes Covadonga según mis instrucciones
o si es el despliegue final de las jaurías feministas al mando de
Clementina Rivas y Vera Sinclair. Si consiguen entrar estoy perdido;
ya sobreviví a los venenos y a las torturas pero la verdad no tengo
ni la menor idea de cómo podría liberarme de las garras de esas
fieras histéricas. Lo cierto es que me siento acorralado y que
conforme pasan los minutos oigo los gritos y los vituperios más
cerca de mi oído. La situación es verdaderamente riesgosa y debo
tomar una decisión urgente. Pero qué hacer.

Un guardia ha disparado. Hay una pausa que me llena de pánico y


luego vuelve el griterío esta vez más consternado. Se forma el caos
y mientras algunas mujeres se dan la desbandada se oye otro disparo,

221
ahora la histeria colectiva de ha apoderado de la manifestación y
los guardias, aterrorizados por la turbamulta comienzan a descargar
sus fusiles a lo que agarren. Es una verdadera carnicería, oigo los
alaridos, los llantos desaforados y las escándalos de la fuga. Los
guardias han cerrado filas y tienen la mirada perdida. No saben en
realidad lo que está sucediendo frente a ellos, sin embargo se
mantienen a boca de tiro, dispuestos a seguir disparando como
locos si las mujeres no se retiran. Mientras esto ocurre y yo lo
presencio con mis oídos, tiemblo. Sé que se trata de una masacre,
calculo que deben ser no menos de ocho mujeres muertas e igual
número de mal heridas.

En la desbandada otras han tropezado y más de una ha resultado


con quebraduras en sus tobillos. Todo ha ocurrido en cosa de cinco
minutos. Después vuelve la normalidad cuando se oyen las sirenas
policiales. Diez minutos más tarde se ha desplazado una brigada
completa de preventivos al lugar de la matanza y hay agitación en
toda la ciudad.

Por extraño que parezca todo sucede como parte de un sueño. Los
guardias son sustituidos y remitidos a la delegación bajo estricta
vigilancia, los policías dispersan a los curiosos después de levantar
los cadáveres y una hora después todo vuelve a su lugar. He sido
completamente ignorado y hago un nuevo descubrimiento: ya ni
siquiera existo. Yo sigo aquí adentro y allá afuera han asignado los
relevos para que continúen la vigilancia como si nada hubiera
sucedido. Es como volver a empezar y del terror de morir he
regresado a la perturbadora sensación de vivir otra vez para nada.
Me queda la incógnita de quienes fueron las abatidas. Sería una
verdadera pena que Mercedes Covadonga hubiera caído víctima
de una confusión. Sería lamentable saber que Vera Sinclair se hallaba
entre las amotinadas y que murió defendiendo como siempre de
manera errónea sus causas perdidas.

222
No podré saberlo hasta que no consiga un periódico. Ojalá que
Vilchez se apiade de mi y me lance un ejemplar. Estoy seguro que
lo hará porque esta vez los sucesos más destacados del día ocurrieron
a pocos metros de su casa. Esta confrontación pone de manifiesto
que los sordos ya no tienen el control. Creo que la situación quedó
por fin en manos de la policía; cuanta vuelta ha dado todo este
asunto para llegar a su verdadero punto de partida. No en balde
tengo la sensación de que estoy comenzando porque justo lo que
acaba de suceder debió haber sucedido ocho meses atrás. Por fin
veo tres guardias con uniforme verdadero y con indicaciones claras
en el portón. Por fin la medida cautelar de mi cautiverio tiene la
cualidad de una detención domiciliar, por fin me siento sospechoso
y culpable de muchas cosas pero nunca de un asesinato que yo no
cometí.

Uno de los guardias ingresa con una ración de reo y la coloca en mi


catre. Es un policía bien entrenado y muy formal. Lleva una pistola
de reglamento, las chachas y el garrote. No está desnutrido ni
manifiesta vileza en sus atenciones. No sé si sea correcto que lo
aborde o tal vez demasiado prematuro, cuando caigo sobre los
alimentos el tipo me dice "tendrá tres raciones diarias. Le ruego
recoger los desperdicios en esta bolsa de basura y sacarlos al patio.
Debe levantarse a las seis de la mañana todos los días y hacer el
aseo de su área. Debe bañarse y rasurarse, no puede estar espiando
sin autorización por las ventanas ni sostener conversaciones con
los guardias al menos que nosotros la iniciemos. Nos llevaremos
ese cuchillo y esa puya y cuando necesite cortar o abrir algo nosotros
lo haremos con nuestras navajas de reglamento. Tiene derecho a
dos salidas al día para distraerse o para entretenerse. Si quiere cuidar
el jardín o la huerta deberá hacerlo bajo nuestra estricta vigilancia.
Mañana será proveído de ropa, algunos medicamentos, un par de
frazadas y periódicos. Tiene derecho a una visita diaria o a la
compañía de algún familiar cercano que quiera mantenerse con
usted bajo las normas. No puede fumar ni beber y cualquier
solicitud o reclamo sobre su reclusión deberá formularla según el
procedimiento. Si no tiene preguntas, que tenga buen provecho".
223
El hombre se retira erguido e impertérrito. No he querido hacer
una sola de las mil preguntas que tengo. Preguntas relativas a la
arbitrariedad de este proceso, a la legitimidad de estas disposiciones
y la severidad de sus aprehensiones. Sé que no puedo discutir mi
situación judicial con un guardia así que necesito urgentemente la
presencia de un abogado. Ya es tiempo que reciba noticias sobre
Idalia, si Montes García acepta defenderme doy por hecho que
será cuestión de horas. El podría demostrar con sobrada
argumentación todo el ilícito que se ha cometido conmigo. Jamás
un procedimiento penal fue violado de forma tan flagrante y tan
burlesca. Se pasó de los indicios a la captura en cosa de doce horas.
Me condenaron a un arresto domiciliario sin haber tenido pruebas
y encima confiscaron todos mis bienes y mis propiedades. Esto
significa que debo ser resarcido, indemnizado o conmutado.
Además de mi libertad deben devolverme mi fortuna bien habida
y mi dignidad bien labrada. Será cuestión de una plática con Montes
García o con cualquier otro querellante que tenga determinación
y quiera ganarse las costas de mi caso. Sin descontar que hay daños
irreparables en mi cuerpo y en mi corazón que nunca podrán ser
reparados por nadie. Llevaré de por vida el fierro de los sordos y las
marcas emocionales que me dejó la muerte de tanta gente inocente
por obra de una confusión.

Mientras espero rindo homenaje a mi tenacidad, celebro conmigo


mismo la perseverancia de mis huesos y la resistencia de mi espíritu.
He sido el abogado de mi vida en los propios límites de la muerte
y el estar aquí, vivo, con un plato de comida cocinado por mis
verdugos, vigilado con rigor por mis propios captores, protegido
en mi propia casa por instrucciones de mis perseguidores, constituye
en sí mismo un triunfo de los justos sobre los réprobos.

Hacia el mediodía el guardia ha regresado con otra ración y me


trae dos periódicos. Los coloca en la mesa y antes de salir me dice
"dentro de una hora lo sacaremos al jardín. Si no desea salir me lo
hace saber".

224
—Espere—le digo—Tiene usted algún grado militar, es decir, ¿ha
estado en la milicia?
—Si señor
—Entonces debe conocer el coronel Baltodano
—Así es señor
—Si acaso lo viera, digo por si acaso, dígale que el señor Horacio
Barquero necesita verlo

El guardia se retira sin mascullar palabra. Quedo frente a un


exagerado plato de arroz blanco. No tengo hambre sin embargo
guardo la ración en mi estómago por si acaso. Estaba ávido por un
periódico y no más ver la portada sé que ocurrió lo peor. Entre las
siete víctimas del tiroteo ha caído Mercedes Covadonga, la pintora
nacional Vicky Guardiola, la sub coordinadora del Comité de
Mujeres Nuevas, Lidia Peñalba Galán, la poetisa Angela Mayorga,
la coordinadora del Comisionado Nacional de los Derechos
Humanos Telma Rodríguez, la líder campesina Ramira Turcios y
una desconocida transeúnte llamada Juana no sé qué.

Ha sido una verdadera hecatombe; no sé como estas mujeres


pudieron exponerse de esa manera y no comprendo porqué los
guardias se mostraron tan celosos de sus posiciones. Es una
verdadera pena porque todas ellas eran en el fondo personas bien
intencionadas. Conocí de cerca de Mercedes Covadonga. Una
verdadera luchadora de barricada. A pesar de que sus posiciones
políticas ya estaban desfasadas siempre me pareció una mujer
brillante y emprendedora. Era de las que se rifaba el físico en las
calles defendiendo sus consignas devaluadas. Nunca fuimos afines
políticamente pero llegué a tratarla por intermedio de Idalia. Idalia
hizo muchos amigos y amigas en los quirófanos. Mercedes
Covadonga era madre por intermediación de soltera de una niña
con serios problemas cardio vasculares y cuando mi mujer la libró
de estos padecimientos mediante un tratamiento de dos años, quedó
pactada entre ellas una amistad casi indestructible. La niña, que se
llama Irina, fue inclusive buena amiguita de Eunice antes de que

225
mi hija perdiera el habla. Con el tiempo comprendí que el mundo
de Idalia no era necesariamente mi mundo así que entre ellas nació
una simpatía de la que yo nunca participé sino como distante
testigo.

La poetisa Angela Mayorga también era madre soltera de un joven


que terminó de cabecilla en pandillas juveniles. Yo conocí al
muchacho por mediación de Cámbar quien siempre fue amigo de
pillastres.

Las otras mujeres que cayeron en la tragedia eran también mujeres


solas o solitarias. Motivadas por un prejuicio demasiado duradero
terminaron agrupadas en torno a luchas estériles; no puedo menos
que lamentar su final. Sólo podré saber mi porcentaje de culpa en
esta masacre cuando haya aclarado el tema con Idalia. Los
periódicos, por premura o por pereza, sólo pueden contar la tragedia
como una riña huelguística producida por el enfrentamiento de
mil heroínas que pedían la cabeza de un asesino que se guarece en
su mansión bajo la protección de la policía ¿qué digo?, oh Dios,
jamás había pensado en eso. Según la prensa yo me refugio por
voluntad propia y evado la justicia en contubernio con la policía.
Eso significa que yo tengo pleno uso de la situación y que si no he
sido remitido a los tribunales y posteriormente a las cárceles es
porque los guardias me protegen con una lealtad a toda prueba. Si
esto es así qué hago encerrado, por qué no me pongo mi mejor
traje, por qué no me meto a mi tibia bañera como lo hacía antes y
llamo a la servidumbre para que me arregle el desayuno. Por qué
no juego con mis perros ni lavo mi jeep, por qué no como manjares
ni bebo coñac, por qué no salgo libremente por esa calle y le digo
"hola" a mi único vecino. Debo ser un tonto para no tomarme
estas libertades. Desde que me implicaron en la muerte de Rosales
—explica la prensa— he permanecido encerrado, dando
instrucciones vía teléfono a todos mis cómplices y manipulando la
justicia a través de mis conocidas influencias en el Ministerio
Público, en la Corte Suprema de Justicia y en el Congreso Nacional
donde mi tío, el abogado Manuel Barquero, me sirve de interventor.

226
El COMUN —sigue diciendo la prensa— enardecido por los
flagrantes abusos a los procedimientos penales decidió tomarse las
calles para exigir el encarcelamiento y la condena de un homicida
que se encuentra amurallado en su propia casa tratando de burlar
la justicia y utilizando a los mismos gendarmes del Ministerio
Público.

Esta iniquidad periodística sólo puede provenir de un hombre que


yo conozco: Piporro Ilovares. Ahora comprendo su contenida
sonrisa de hiena las dos o tres veces que vino a verme. Tiene una
imaginación prodigiosa para el amarillismo y esta vez ha hecho su
mejor maniobra mediática. Jamás le reconocí talento ni ánimo para
hacer cosas más allá del cotilleo, pero esta vez se ha puesto al frente
de todos los rotativos publicando una versión de los hechos
realmente sensacional. No ha publicado una mentira ni un cuento
superficial, ha ido más allá, ha creado una noticia sobre otra y ha
dejado al público con la boca abierta.

Por estar concentrado en la noticia del día no me había percatado


de una nota marginal "Muere Dimas Recarte en su propio criadero".
Caray, qué mala leche la de este político, ni para morir fue oportuno.
Me salto a la página de sucesos y leo la nota. Explican que el viejo
tenía la costumbre de visitar sus lagartos una vez por semana. Cada
vez que llegaba, con su ropa de mezclilla como buen granjero, le
pedía a los cuidadores que alimentaran a los animales para verlos
en acción, así que traían varias gallinas vivas y las lanzaban al
estuario. Al momento se formaba un oleaje de lodo, coletazos y
fauces; un oleaje de cocodrilos hambrientos que se disputaban hasta
la plumas de las aves sacrificadas. Los cuidadores declaran que su
patrón había hecho de esta escena su principal entretenimiento
pues nadie podía controlar sus carcajadas cuando traían nuevas
presas para el sacrificio.

El domingo que murió parece que Dimas Recaarte se hallaba muy


estresado en su mansión de Cofradía. Así que se fue a dar un paseo

227
por las lagunas, sacó varios conejos de la jaula y se acercó lo más
que pudo usando el puente. Lanzó el primer conejo y comenzó el
espectáculo. Luego lanzó el otro y se quedó disfrutando la trifulca;
de pronto, cuando se aprestaba a lanzar la tercera presa lo doblegó
un ataque cardíaco. Cayó primero sobre sus rodillas y luego rodó
por el pequeño muelle de la laguneta. Un trabajador que hacía
horas extras en la bodega de concentrado vio el accidente a la
distancia pero su carrera fue inútil porque cuando llegó al criadero
ya los cocodrilos habían descuartizado al señor Dimas Recarte. La
forma en que describen el suceso es espeluznante y dentro de mí
algo se desmorona. No era el final merecido para un hombre de
tanto mérito como persona. Fue por ejemplo el único político que
desafió a los sordos. El viejo estaba construido con viejos materiales
y tenía un concepto muy personal de la valentía, de los negocios y
de la dignidad.

Deja siete hijos y dos mujeres. Además una honda pena en el


liberalismo tradicional y un gigantesco vacío en el fisco. A estas
horas deben estar celebrando los testaferros de Chac. Pero el resto
de las mafias seguro que pondrán un chongo negro en sus cuentas
secretas y en las fachadas de la banca.

Ya sin adversario el triunfo de Ingrid en las internas es más que


inminente. El sustituto inmediato de Dimas Recarte es Julio Pineda
pero seguro que va a negociar el turno con el santo de la secta: el
bondadoso Erick Montes García.

Montes ya ha rechazado en dos oportunidades la oferta oficial para


una candidatura. Creo que el pobre jamás se va recuperar de la
alevosa muerte de su familia. Vive concentrado en los negocios del
transporte y parece flotar en el Congreso. Cuando habla lo hace
conmigo, su voz es débil pero profunda. Hay muchos que lo
consideran un autista incorregible pero yo sé que era el cuadro
más capaz después de Oswaldo Rosales. Es mucho más docto que
otros que sólo presumen. Un día regresaba de una gira de rutina

228
con la gente de Julio Pineda. Fueron aquellos días en que
reconocimos que debíamos ceder el turno a Emilio Callejas. Serían
como las nueve de las noche y no más entrar a la ciudad Montes
García llamó a su casa para anunciarse pero extrañamente nadie
contestaba. Montes García supuso lo peor y supuso bien, fue a
encontrar a su mujer y a su hija en una posa de sangre. A la empleada
la habían violado y la dejaron colgada de una manguera en la parte
trasera del jardín. Las primeras pesquisas demostraron que se trataba
de un robo, al parecer la mucama había permitido el ingreso de los
hombres pero en el trasiego discutieron por la crueldad de los hechos
y entonces los delincuentes la ultrajaron y finalmente la asesinaron.
Montes García lloró a su familia cosa de un año en el que todos lo
dimos por muerto. No admitía consuelo de nadie ni aceptaba visitas.
Un pariente nos contó que permanecía días enteros en completo
silencio y que dormía sobre un revoltijo de fotografías. Todos los
choferes de buses y camiones que trabajaban para él, obreros que
lo adoraban por su don natural de justicia, llegaban en grupos con
la idea de convencerlo de una resignación pero el abogado Montes
García sólo respondía "no se preocupen por mi muchachos. Yo
estoy bien".

Por nuestra parte hicimos todo lo pertinente para solidarizarnos


con su pérdida. Mantuvimos inmunes sus derechos en la bancada
y abierta su oficina en el Comité Central. Sabíamos que tarde o
temprano nuestro amigo volvería a ocupar su lugar entre nosotros
y así fue sólo que regresó con otra cabeza, con otro aspecto y con
otro corazón. Se convirtió en el hombre más callado de la asamblea.
A veces su participación se limitaba a levantar la mano cada día
para aprobar acuerdos y decretos que en el fondo jamás le
interesaron. Si lo invitábamos a salir él aceptaba pero su alma nunca
iba con nosotros. Recuerdo que en un intento por volverlo a la
vida, más o menos tres años después de la tragedia, yo le endosé a
la mujer más bella del ambiente diplomático, hablo de una tipa
que resistió las embestidas de todas las administraciones y todas las
reestructuraciones de personal, hablo de la divina Norma Escamilla.

229
Una beldad de fantasía, un monumento que respiraba, una diosa
andante, una mujer cuya única misión en esta vida era ser bella de
un modo exagerado. Una mujer que se privó de cruzar las calles
para no perturbar el tráfico, que mandó a polarizar su carro para
evitar ser vista, que entrenó tres guarda espaldas mujeres para
defenderse de los maniáticos, que llenó una bodega con cartas,
propuestas de amor, poemas, litografías y tarjetas. Un espécimen
de belleza sobrenatural por el cual un país entero no pudo hacer
otra cosa que contratarla para siempre en el departamento de
protocolo de la cancillería. Recuerdo que cierta vez, en el gobierno
de Peña Córdoba, nos visitó el Secretario de Estado de los Estados
Unidos. Norma Escamilla fue la encargada de recibirlo, atenderlo
y congraciarlo. Durante las pláticas el hombre se mantuvo incólume
pero no más terminar la ceremonia se acercó a mi oído y me dijo
en su español de emergencia "dígale al presidente que todas sus
peticiones quedan aprobadas si me consigue una noche con esa
deidad". Yo no podía tomar un comentario como aquel tan a la
ligera así que me acerqué a nuestra funcionaría de lujo y le dije "la
patria peligra, sólo con su entrega podríamos salvarla". Desde
aquella vez soy el único hombre de todo este país que puede
permitirse una plática normal con Norma Escamilla. Inclusive soy
el que descubrió que detrás de aquella belleza descomunal se
escondía una muñequita juguetona y una persona muy amorosa.
No recuerdo qué sucedió al final pero entiendo que desde aquel
momento el gobierno de Peña Córdoba fue ganancioso, próspero
y populoso.

Cuando Montes García no tuve que explicar muchos detalles por


cuanto la historia de su desgracia era pública y única. Le dije a mi
buena amiga Norma Escamilla que con toda la sutileza aprendida
en sus exitosa trayectoria diplomática tratara de revivir al buen
Montes. No fue difícil convencerla porque Norma, como casi toda
la gente, le tenía un aprecio especial a nuestro colega. Yo me
encargué de todo el montaje y tomé las precauciones debidas para
que todo pareciera natural. En la treta involucré a Cámbar, a mi

230
mujer, al licenciado Julio Pineda y a otras mujeres de mi círculo
que querían bien a Montes.

Inicié por invitar a una barbacoa en la que por supuesto se daría el


casual encuentro entre Montes García y la diosa de los gabinetes.
Todos fuimos intachables actores porque con un par de
desplazamientos y algunos intercambios de palabras conseguimos
que la mejor banca de mi jardín sirviera de escenario para la
conversación inicial de la pareja. Al principio Montes García se
mostró vacilante y hasta torpe pero Norma tuvo la pericia de hacerlo
sentir en confianza. Cuando llegó la noche nos despedimos y yo
me comprometí a repetir el convivio en el menor tiempo posible.
A la media horamarqué el celular de mi cómplice y me dijo "oime
Barquero ¿estas seguro que Montes García está bien de la cabeza?"
Yo le pedí explicaciones y me dijo "por más que le pedí que no me
llamara Sofía, no lo entendió. Luego empezó a preguntarme que
por qué me había pintado el pelo, que me miraba más robusta,
que mi cara había cambiado mucho. Que por qué usaba vestidos
negros si nunca fueron de mi agrado. Cuando le expliqué que todo
estaba normal, que así había sido toda mi vida etc, cambió
bruscamente su semblante y me dijo —no Sofía, tu no eras así"...—
Le pedí a Norma Escamilla que detuviéramos la plática y que de
una vez abortáramos el plan. Desde entonces caí en la cuenta de
que Montes García sufría su dolor por encima de cualquier
sensación terrenal.

Durante mucho tiempo lo tuvimos por loco pero un día por obra
de milagro el hombre volvió a ser el de antes. Yo fui el primero en
notarlo y me bastó con oírlo hablar. Volvió a su cara su típica sonrisa,
recuperó la agudeza que siempre le reconocimos y retomó sus
funciones con impresionante propiedad. No hizo falta divulgar su
recuperación porque al mes ya todo el mundo lo había notado.
Fue tan espectacular su curación que el Congreso decidió hacerle
un homenaje a la valentía, a la perseverancia y a la integridad. El lo
recibió gustoso y en su discurso, del cual yo poseo un copia íntegra,
231
da testimonio pormenorizado de las tinieblas mentales y espirituales
a que se vio sometido cuando se quedó sin esperanzas. Al final
enfatizó su deseo de hacer prevalecer la ley de prevenir crueldades
tan inicuas como las que había vivido en carne propia su esposa
Sofía y su hija Viviana. Dos meses después se volvió a casar con
una joven muchacha que conoció en Juticalpa: una agradable
olanchana que administraba una lechería. Hoy día tiene dos varones
y su casa está llena de precauciones, altares, jardines y bendiciones.
Sigue siendo un diputado parco pero cuando participa todos
callamos para oír a uno de los hombres más preclaros de la república.
Por eso y por mucho más quiero que me defienda. Es el profesional
idóneo porque practica una justicia fundada en derecho pero
inspirada en la verdad. El sabe quien soy y no soy. El puede ir y
venir al alma de cualquiera y puede litigar aun en los más densos
laberintos de la iniquidad. Por otra parte es el único hombre al que
muchos hombres podemos considerar un verdadero amigo.

Sé que Idalia no podrá convencerlo pero al menos ella puede


conseguir que me visite para incoar mi proceso de una vez por
todas.

En el otro periódico veo una fotografía muy extraña. Manuel


Barquero, mi tío (con el cual de paso tengo mucho qué conversar)
aparece inaugurando una carretera de asfalto que llega,
curiosamente, hasta el rancho de Andrés Agatón Rosales. En la
regia ceremonia celebrada bajo una carpa y ante la presencia de
mil andrajosos, bajo un sol endiablado en la canícula de Quimistán,
reconozco a Simeón Mulet muchos más pletórico que de costumbre,
a Mauro Poujol, al infaltable Gonzalo Idiáquez, al imborrable Julio
Pineda y esposa, al cardenal Rodrigo Fallas, a la excéntrica Débora
Capra, a los esposos Chain, al abogado Luis Letona, a la llamativa
Flora Facussé, al doctor Carlos Pino en y la mesa principal a los
torrefactores Elías Otero Kafati, Eduardo Fasquelle, Julius Fasquelle
y a varios representantes de los ingenios azucareros. Se ve claramente
que es una es una ceremonia de conciliación entre los agro

232
industriales y los ganaderos. Jamás vi a Andrés Agatón Rosales con
traje y con mocasines, parece ser el pan del evento sin embargo su
cara parece muy contrita por tanto derroche. Lo extraño del ágape
es que reúne sin remordimientos a los supuestos homicidas de
Oswaldo Rosales con su padre. Recuerdo que en otros tiempos el
viejo Rosales decía que los liberales sólo servían para machacarlos,
revolverlos con estiércol de vaca y echarlos como abono en sus
pastizales. Nadie duda que lo hubiera hecho cuando trascendió
que gansters liberales tras bambalinas fueron los precursores del
asesinato de su hijo pero el hacendado de Quimistán no hizo otra
cosa que llamarse al silencio o referirse al tema de soslayo.

Quien sabe qué cargos pesan sobre su conciencia; el viejo infeliz


no dijo ni pío ante los sucesos y ni siquiera fue parte del
multitudinario cortejo fúnebre que condujo al mártir del liberalismo
en su paseo final hasta el panteón.

En México yo conocí a Rogelio Rosales, el hermano de Oswaldo.


Entre resignado e indiferente me contó que la culpable de todo el
desastre familiar fue su propia madre, doña Consuelo Rubí de
Rosales.

Recreando remotos recuerdos me contó que la relación de don


Andrés con doña Consuelo era un completo infierno. La golpeaba
casi todas las noches y ella amanecía curándose los moretes con
tintura de árnica.

"Aquello era un calvario — me dijo Rogelio Rosales— algunas


veces tuve que intervenir en las golpizas pero mi padre me dejaba
las marcas de su cinturón tan marcadas que no se me borraban ni
con pomadas. Yo intervenía porque era el mayor. Elvira y Oswaldo
se limitaban a llorar en un rincón y aquella escena se repetía cada
vez que mi papá regresaba de los potreros con algunos tragos en la
cabeza. Yo no me explicaba el motivo de tanta violencia hasta que
cierto día escuché una plática entre mi tío Policarpo y mi papá;

233
descubrí que mi madre había tirado algunas canas al aire con un
agrónomo de apellido Alcántara. Un tipo que prácticamente vivía
en nuestra casa y que había salido de Managua tras la revuelta de
los sandinistas, es imposible recordarlo sin una guitarra con la cual
armada rondas para cantar guapangos.

Cuando mi papá se tocó los cuernos empezó la machaca. Se vengó


de todos menos del culpable Alcántara quien al final se fue por su
cuenta sin decirle adiós a nadie. Pero la crisis llegó a su punto más
álgido cuando Oswaldo, a los seis años apenas, comenzó a cantar y
a tocar la guitarra con una maestría que sólo era posible en las
manos del agrónomo célebre. De inmediato vimos el cambio de
actitud de mi padre hacia nosotros y su gran despotismo hacia
nuestro hermano de enmedio: Oswaldo. Se puso tan loco que in-
clusive llegó a decir que ninguno de nosotros éramos sangre de él y
que por lo tanto no debíamos llevar su apellido. Ya se puede
imaginar nuestro trauma, tres mocosos oyendo cómo nuestro
propio padre nos decía que nos fuéramos al demonio. Yo por
ejemplo soy una copia de su cara y lo que es Elvira es como estar
viendo al mismo viejo en versión mujer. La única harina de otro
costal era Oswaldo, basta con ver las fotografías, pero el viejo hizo
pagar a santos por pecadores. Nos convirtió en la familia más mise-
rable de Quimistán. Nos convertimos en la burla de todos aquellos
pueblos y nos obligó a padecer una horrible orfandad material.
Qué quiere que le diga, hoy vivo de tocar un organillo en el zócalo
de DF, tengo siete hijos y soy más pobre que un perro de barrio.
No tuve la fortuna de Oswaldo ni la suerte de Elvira quien ahora,
según entiendo, vive en los Estados Unidos recluida en un convento
de maristas. Dicen que mi madre permaneció al lado de aquel viejo
desgraciado y se gana la comida vendiendo tabletas y hornando
quesadillas. Con respecto a Oswaldo, la verdad me gustaría volver
a verlo, no lo sé, a lo mejor ni se acuerde de mi. Tenga en cuenta
que hay ciertas infancias que sale mejor olvidarlas y ciertas vidas, la
mía por ejemplo, que es preferible no vivirlas".

234
Más de una vez me encontré con el viejo Andrés Agatón Rosales
en distintas reuniones: los cachurecos lo conservan como una
reliquia por el hecho gratuito de haber sido confidente del
mandamás Tiburcio Carias; ven en Andrés Agatón Rosales un
ejemplo viviente de la fidelidad partidaria y del autoritarismo
anacrónico. Cuando salía de Quimistán siempre se ponía un viejo
traje azul que parecía robado a un muerto. Se decía cachureco a
morir y siempre estaba buscando la manera de no gastar. Algunas
veces me vi tentado a abordar con él el tema de sus hijos fugitivos
para saber la verdad definitiva sobre su familia y especialmente
sobre Oswaldo quien por aquellos días ya se había convertido en el
innegable fenómeno político que crispó los nervios de los sordos y
de los más encopetados adversarios del ruedo.

Por su parte la señora Consuelo Rubí de Rosales fue toda la vida


un enigma andante. Conocida en todo Santa Bárbara como doña
Chelo la de Agatón se mantuvo firme ante la calumnia y digna ante
los embates. Se mantuvo fiel al matrimonio y a su modo trató de
cumplir con sus deberes de madre enviando remesas clandestinas a
sus hijos prematuramente desperdigados. Jamás volvió a tener
amigas estrechas ni parientes cercanos y cuando el tiempo cerró
los poros de aquella agitación doña Chelo se quedó al frente de la
hacienda, estoica, cumpliendo el orgullo de ser la señora de Rosales
y haciendo caso omiso a los chambres de pueblo. La única vez que
la vi vino de visita a buscar a su hijo, recuerdo que estábamos en
una reunión en la sala de conferencias del Comité Central cuando
alguien le avisó a Rosales que una "correligionaria" deseaba hablar
de urgencia con él. Rosales nos pidió unos minutos y salió, luego
volvió a la reunión con otro semblante. Cerró su participación y se
despidió pidiendo disculpas, entonces todos los demás
aprovechamos para un descanso y yo me arrimé al ventanal con la
intención de pesquisar. Vi cómo el hijo imprecaba a su madre y vi
cómo élla agachaba la cabeza sin decir palabra. Al final Rosales
sacó su billetera y le extendió varios billetes pero doña Consuelo
los rechazó y comenzó a caminar. Cuando ya había andado una
235
cuadra Rosales no pudo más y corrió, noté cómo le pedía perdón
por algo. Después se fundieron en un abrazo y luego se despidieron
de una forma que parecía para siempre; luego comenzó a llover.

Oigo actividad en el portón. Creo que se trata de gente importante


por que los guardias procuran mostrar disciplina. Espero a un
abogado, prefiero que sea Montes García pero en última instancia
no me importa quien sea. Las cosas se han esclarecido casi por sí
solas y mi libertad en estos momentos es cuestión de papeleos.
Podría ser el jefe de la policía, algún emisario de los dialécticos,
Idalia con buenas noticias, Vera Sinclair en su cruzada final y con
alguna contra propuesta de Funes Artica. Podría ser mi tío Manuel
Barquero, mi hermana Elena, el cardenal Rodrigo Fallas, el
inspector Vega, Simeón Mulet para hacerme un ofrecimiento, inclu-
sive podría ser al fin de cuentas el mismo satanás en persona. Todavía
hay actividad en el portón y la oscuridad prematura me impide ver
con claridad. Últimamente estoy culpando a la oscuridad porque
no quiero reconocer que tengo lo ojos trabados y la vista turbia. Lo
cierto es que en los últimos días sólo confío al cien por ciento en
mis oídos. Gracias a ellos reacciono ante las amenazas y ante los
ruidos agrestes que se filtran del mundo exterior. Oigo, por no
decir veo, que una mujer de esplendoroso semblante avanza
viniendo hacia mi ¿qué hace Ingrid Rosales entrando a la boca del
lobo? ¿será que ha venido en persona a cumplir personalmente
una venganza?; cómo quisiera tener el cuchillo en mis manos, la
puya a mi alcance, algo con qué defenderse de un ataque final.
Increíblemente viene sola pero dos de los guardias se acercan y se
apostan junto a la puerta. Yo me quedo quieto en la semi oscuridad,
fijo frente a ella e íntegro en mi posición de ofendido. Está
cambiada, ya no es la damisela de salones ceremoniales que
acaparaba la atención de los eruditos, ya tiene el signo político
calcado en su semblante. Entra despacio, como palpando con sus
pies el linóleo de mi guarida nauseabunda. Entra en cámara lenta,
sin pánico pero con evidente cautela. Todavía huele como antes
pero ahora su fragancia es ácida; conserva su figura de siempre

236
pero sus movimientos me parecen menos dibujados que antes. Yo
me quedo agazapado como un lince en la penumbra, respiro con
regularidad y trato de no moverme en vano. Finalmente ella me
encuentra, se queda más de dos minutos observando mi ruin
aspecto. Hasta entonces vuelvo a recordar que mi aspecto; reparo
en que voy casi en cueros, que mi única camisa ya sólo tiene un
botón, que mi pantalón se convirtió en calzoncillo y que mi cara
parece la máscara de un lobo enfermo. Debido al suspenso de los
últimos días he descuidado mi aspecto, olvidé arrancarme los pelos
de la barba y no he lijado mis dientes con la piedra poma que
levanté de los arriates. No puedo evitar una triple vergüenza ante
la mujer más importante del cotejo político actual: la triple
vergüenza de haber contribuido según la gente a asesinar a su amado
esposo, de haber ofertado su muerte a cambio de mi liberación y
de exponer mis vejigas ante sus ojos por falta de ropa. Pero tengo
mi toalla y la enrollo sobre mis muslos entonces ella saca de su
bolso una mudada y me la tira. Agobiado por la vergüenza me
meto en el pantalón y luego en la camisa y ya cubierto me movilizo
del rincón hacia la luz. He caído en una trampa terrible pero no
me importa; sé que ésta ropa perteneció a Oswaldo Rosales pero
igual yo en estos momentos la necesito mucho más que un náufrago.
El silencio se ha prolongado demasiado lo cual me alarma. Es obvio
que yo estoy a su merced pues los guardias mantienen sus rifles en
ristre y vigilan cada uno de mis movimientos. La mujer sube cuatro
escalones y se detiene, mientras desciende pregunta " ¿La casa es
suya?" yo contesto con la cabeza. Luego toma asiento en mi catre y
me dice "¿Cómo es que un hombre forma una bonita familia, con
una esposa ejemplar y hermosa, con unos hijos sanos y bellos, con
unas comodidades irreprochables y luego lo tira todo a la borda en
nombre de bajas ambiciones?" yo sigo callado. La verdad no sé qué
puedo contestarle que sea atinado. Además no puedo vencer el
miedo, a veces mueve las manos como si buscara una cuchilla en
su escote o un puñal en su monedero. Ahora va hacia el ventanal y
desde allí intenta divisar la solitaria oscuridad del jardín. "Señor
Barquero —me dice con una voz sosegada—alguien me quitó mi

237
esposo y nadie en este absurdo país me puede decir quién fue. Los
fiscales e incluso sus tíos dicen que fue usted; pero todo es un
completo y rotundo misterio. Jamás creí verme enredada entre
policías y averiguaciones de un país extraño. Yo no provengo de un
paraíso pero sí de un hogar plácido. Crecí entre gente honrada y
entre camaradas solidarios que soñábamos utópicamente con un
mundo mejor. En ese limbo conocí al único hombre que amé y
aunque la realidad y la necesidad nos hicieron volver a la tierra le
puedo jurar que nuestro amor siguió siendo sublime e indestructi-
ble. Indestructible, esa era la palabra que definía mejor nuestra
relación hasta que ustedes, alguien, yo no sé quien, nos demostró
que estábamos equivocados. Dejaron a Oswaldo nadando en un
charco de sangre y se olvidaron de mí y de Lenín. Acabaron con
un buen hombre y no les importó que las multitudes salieran a
llorar conmigo en un sepelio que todavía no ha terminado y que
quizá jamás termine.

Yo estaba volando en una alfombra mágica, tiempo después caminé


palmo a palmo buscando pistas en el pavimento y ahora, en estos
momentos, en este instante, el rencor ha cedido a la paz porque he
entendido que la mejor forma de honrar el nombre de mi esposo
es intentar llevar a feliz término la gran tarea que dejó inconclusa
por que alguien le arrebató la vida. Las investigaciones que se han
hecho señor Barquero están guardadas en varios mamotretos de
papeles sin sentido, hay mil versiones y no sé cuántas especulaciones
sobre los móviles y circunstancias del crimen. Pero de un tiempo
acá sólo puedo contar con mis propias indagaciones. Desconfío
inclusive de la policía internacional, de la sibilina ética de los
norteamericanos. En fin, nadie puede demostrar la verdad y el
mundo se ha quedado sin justicia ¿quién lo dijo una vez? ¿quién
fue el primero que habló con erudición sobre el sabotaje moral del
mundo? ...Oswaldo Rosales. Fue pionero, profeta, sabio y maes-
tro. No tocó ningún tema de manera errónea y a usted le consta
más que a nadie pues es muy dado a grabar todo lo que las perso-
nas hacen y hablan.

238
El señor Luis Cámbar nos entregó, mas bien le entregó a su esposa,
una caja contendiente de documentos verdaderamente incunables.
Un verdadero tesoro informativo que me hizo recordar un Oswaldo
que yo jamás hubiera podido explorar. He disfrutado los videos
donde el aparece como exponente político en foros cerrados y
públicos, pero lo que me tiene doblemente asombrada es el concilio
de malvados que se movían a su alrededor ¿cuál de todos esos
hombres señor Barquero fue el ejecutor de mi esposo? ¿qué tipo de
películas colecciona usted que por más que uno las mira jamás
aparece el homicida?.

Pero bien, no he venido ni a perdonarlo ni a acusarlo. He venido


porque alguien me entregó esto".

Entonces levanta un papel que es para mí inconfundible. Es la


carta que mantuve conmigo durante meses y que contiene la
exposición más pormenorizada de mi sufrimiento. Es la carta que
hace tres o cuatro días remití sin destinatario a través de aquella
putilla que entró a mi celda con la intención de provocarme. La
ruleta de la vida ha querido que la golfilla pusiera la misiva en las
peores o tal vez en las mejores manos. Sería bueno arrebatarle ese
papel a mi visitante pero todas mis acciones están fielmente vigiladas
por los guardias. Así que me reservo las acciones y permanezco de
pie, más inclinado a la penumbra que a lo claro. Ingrid hace una
pausa para limpiarse una lágrima furtiva que baja por su bello rostro
tenebroso.

"La política me ha enseñado grandes cosas con respecto a lo que


las personas hacen para combatir la muerte y para burlar las trampas
de la realidad. Siempre discutí con Oswaldo por su inclinación
casi incontrolable hacia la política, es más, después del fracaso de
los sistemas socialistas tanto en mi país como en los lejanos
decidimos retirarnos para siempre del tema. Hicimos un pacto para
archivar nuestra aventura política de juventud como la más hermosa
de nuestra historia conyugal. El plan era volver a su país, trabajar

239
de cualquier cosa, acercarnos a los familiares abandonados y de ser
posible reparar viejas heridas. Tendríamos dos hijos, sembraríamos
muchos árboles, variedad de flores y montaríamos una pequeña
biblioteca en un terreno boscoso que compramos por la zona de
Azacualpa. Creo que usted conoce nuestro rancho porque en uno
de los videos rescatados usted aparece conversando con Oswaldo.
Todo marchaba bien hasta que alguien lo engatusó. No sé quien,
no sé cuando, lo cierto es que al principio con cautela y más tarde
con entrega, Oswaldo ya jalaba parejo con los liberales. Yo sigo sin
entender qué son en realidad los liberales, porque para mí miles de
cosas siguen sin tener lógica, o tal vez sea que por aquí, sobre todo
entre ustedes, se vive con muchas lógicas. Esto explica la cantidad
de procedimientos entrecruzados que existen para esclarecer un
crimen tan evidente. Esto motiva la variedad y la cantidad de leyes
que ustedes practican y de las cuales no se cumple ni una tan sólo.
Mi abstencionismo político era justamente porque jamás hallé la
lógica de todo lo que hacen y de todo lo que hablan. Sin embargo
Oswaldo tenía una facilidad rotunda para brillar entre todos ustedes,
los conocía bien y siempre hallaba la manera de satisfacerlos,
reorganizó el partido y les refrescó los argumentos, les enseñó otras
filosofías y nuevas estrategias de popularidad y cuando ya todo me
parecía más o menos razonable vienen y lo matan. Quién, por
qué, no sé cual de todos los inspectores me lo puede decir ni cual
de todos los abogados me lo puede aclarar. Ahora comprendo mi
reticencia inicial hacia la política; no obstante hay algo que hasta
ahora comprendo: los auténticos representantes del pueblo no hacen
política para codearse con los déspotas sino para acercarse a la gente.
Este era el secreto de Oswaldo y es el secreto a voces que ha de
convertirme en la futura presidenta de este país. Para ganarme el
favor de la gente no ha sido necesario sentirme como la gente sino
volverme como la gente. El precio que yo pagué para ser como la
gente es grande señor Horacio, yo no hago política para atraer a
nadie hacia mí. No señor Barquero, Oswaldo Rosales decía que
nos hacemos como los demás para que la política se rinda a nuestros
pies.

240
En mí confían todas las personas excepto las delictivas. Eso significa
que tengo mucho camino por recorrer en este campo; sentiré que
he honrado los ideales de Oswaldo Rosales el día que incluso los
criminales consideren que puedo gobernar con justicia y sabiduría
inclusive para éllos. Entonces señor Barquero he venido por tres
cosas. En primer término para reconocer su grandiosa actitud ante
la niña que me entregó este papel. Ella me contó todo en detalle y
usted la hizo crecer porque le enseñó en un instante que era digna
de respeto. En segundo lugar, dentro de dos días seré declarada la
candidata oficial por el Partido Liberal para competir en las gene-
rales contra el general Hugo Mendoza. Yo le prometo desde ya
anteponer mis mejores oficios para garantizarle un juicio justo en
caso de que usted siga capturado al momento de mi asunción.
Tercera, he leído atentamente su carta y me he convencido de algo.
En el fondo usted es un hombre valioso. Reflexione seriamente en
esto que le digo; sé que su carta sin destinatario tenía otras
intenciones pero al leerla cuidadosamente uno descubre la voz de
alguien que es algo más que sangre sucia, que hiel de cuervo o
garras de dragón para usar su lenguaje. A lo que usted llama vit, yo
le llamaría el corazón de repuesto para aquellos que lo pierden en
el delito o en la iniquidad.

Algo más; allá afuera se rumoran muchas cosas sobre usted. Aunque
no lo crea hay quienes aseguran que inclusive usted es inmortal, yo
no creo ni dejo de creerlo pero si en sus manos está evitar que me
eliminen hágalo porque no me gustaría dejar huérfano a Lenín".

Comenzó a salir de la misma forma en que ingresó: despacio y


fantasmal. Sin embargo cuando ya estaba en la puerta volvió y
acercándose mucho me dijo casi con un susurro "si usted me dice
quien fue, mañana mismo retiraré todos lo cargos". Vuelve a ser el
ademán de partir y yo le grito "fue Vera Sinclair". Retorna otra vez
y me dice:

—¿Tiene pruebas?

241
-No
-Pero lo sé. Si me envía un abogado todo será aclarado
-No ocupa un abogado. Soy yo quien más necesita la verdad
-Vera Sinclair es socia de Funes Artica y además es una sorda
-Para utilizar los conceptos de su carta, los sordos son los jefes de
un cártel ¿cuál es el cártel comandado por Vera Sinclair?
-Ella es la reina de la mafia sexual. Su organización produce y
distribuye pornografía, trafica con niños y adopciones, surte a
los pederastas y prostituye niñas
-Y en qué estorbaba a la mafia sexual la política de Oswaldo.
-En mucho señora. Tenga presente que la promesa política de
Oswaldo Rosales sólo era del agrado de los honestos y este país
tiene varios siglos de estar secuestrado por pérfidos y criminales.
Nunca se lo quisimos decir abiertamente porque albergábamos
la esperanza de que en algún momento lo descubriera y lo
comprendiera. Recuerde que ustedes venían de otro mundo y
las reglas de nuestro juego fueron trazadas y consensuadas desde
mucho tiempo atrás. En realidad los sordos querían agotar otras
instancias pero Vera Sinclair se precipitó. Llegaron al colmo de
decirle "bueno. Si tienes tanta prisa porqué no lo haces tú". Y
bueno, lo hizo. Los que dispararon a quema ropa eran gente,
quizá mujeres, que trabaja para Vera Sinclair y Chac el caleño
-Por qué tenía prisa
-Porque Rosales se metió con Funes Artica
-A qué se refiero con "se metió"
-Bueno. Funes Artica estaba recibiendo plata de este sector. Y
usted sabe, él debía corresponder con algunos favores a nivel del
Congreso y en forma de influencias para que la gente de Vera
pudiera mercadear y operar sin inconvenientes con las
autoridades. Ya sabe, uno puede hacerse de la vista gorda a cambio
de ciertos favores, esto funciona así.
-Sé el resto de la historia. Cuando mi esposo descubrió estas
anomalías denunció la situación a nivel de Ministerio Público y
puso en peligro la situación institucional de la UD al declararlo
ilegal y corrupto.

242
—Así es señora Rosales. El Tribunal Supremo Electoral inclusive
amenazó con finiquitar la personería jurídica de la UD. ¿Sabe
usted lo que dice el capítulo V, Artículo 44, literal ch de la Ley
Electoral?
—Sí señor Barquero, también conozco las enmiendas. Ahora bien
¿de donde provenía esa extraña relación entre un líder de
izquierda y una proxeneta de ultra derecha?
—Bueno, él es homosexual y ella una traficante de influencias con
oprobiosos nexos sexuales. Encima de eso agregue todo lo que
usted quiera, por ejemplo el futuro del voto lesbiano.
—Bien. Señor Barquero, si usted consigue demostrar su inocencia
me gustaría volver a sostener una conversación. Ojalá que sea
pronto.

Y esta vez sí salió. Los guardias la escoltaron hasta la salida y yo me


senté en mi catre entre una sensación de alivio y vacuidad.

Ha llegado nuevamente la noche. Puedo oír los aleteos de los


murciélagos y los zarpazos de los gatos buscando comida en los
tejados.

Ingrid ha conseguido lo que no pudo el cardenal Rodrigo Fallas:


ha despejado mi alma. Mientras me duermo puedo oír con claridad
cómo en la lejanía de la ciudad los parranderos conversan y carcajean
subidos en su motos o sentados en los capó de sus carros.

243
21

E s la alborada. He madrugado y antes de vestirme en el traje


de Rosales me he dado una ducha fría. Me he restregado con
la piedra poma y me he peinado. Dedico esta elegancia elemental
al día que está por llegar y a todas las personas que se dignen a
venir. Hoy no quiero trabajar en mi hortaliza ni limpiar el jardín.
Hoy sólo quiero esperar noticias y recibir personas. Tomaré el
desayuno y después me pondré a esperar, no sé a quien, pero igual
yo quiero que este día sea únicamente para esperar.

Estoy sentado en el catre, oigo trasiego en el portón y es la primera


señal de vida humana. El guardia ingresa con una bandeja, allí
vienen dos panes y un café humeante. Coloca todo en las gradas y
el hombre se retira como siempre imperturbable. Todavía no me
ha traído los periódicos. Necesito periódicos, con ellos me conecto
más fácilmente con la realidad.

Mientras disfruto el café oigo un tortazo en el jardín. Esta vez el


golpe ha sido más potente y más seco que de costumbre. Con mucha
cautela me arrimo al ventanal y puedo ver que de la bolsa lanzada
por Enrique Vilchez ha salido una pistola. Afortunadamente cayó
detrás de la jardinera y tal vez los guardias no se percaten. Además
este día no tengo prisa y lo he destinado a esperar. No sé a quien,
pero igual, quiero dedicarlo a esperar.

Por fin escucho ruido en el portón. Esta vez es mucha gente ¿o son
alucinaciones?. Idalia asoma primero y junto a ella puedo distinguir
a Montes García y a mi hermana Elena. Esta vez no puedo contener
la emoción y salgo de la puerta frontal hasta las granadillas. Los
otros centinelas me advierten que no siga pero entonces Idalia rebasa
el cordón policial y se funde conmigo. Está llorando y no sé qué
decirle. Luego ingresa Montes García, después Elena y la escena se

245
repite. Una vez adentro, mientras yo tiemblo todavía de emoción,
Montes García y Elena me explican la situación. Me dicen que ya
estoy prácticamente en libertad pero los trámites van a durar algunos
días más. Que no tema, que Idalia y Elena ya pueden quedarse en
la casa y que mis hijos ya están de regreso en un avión que salió de
Los Angeles a las siete de la mañana. Yo no sé qué decir, me muestro
incrédulo y entonces Idalia se sienta junto a mí y me dice "no estás
alegre" "claro que sí —le respondo con una voz distante— es sólo
que ni sé a dónde ir pues debes recordar que esta es mi casa. Lo
mas lógico es que se vayan los policías, no les parece"

Todos se miran entre sí como diciendo "llegamos tarde, se chifló".


Entonces trato de ponerme más positivo y hago preguntas del
mundo exterior.

Una hora más tarde los centinelas vienen a avisar que el tiempo ha
expirado. Cuando noto que Idalia da señales de quedarse yo le
digo "mejor ve por mi hijos al aeropuerto y no regreses sin éllos".
Ella comprende mi solicitud o al menos la obedece. Mientras se
van retirando algo se derrumba nuevamente en mí. A la hora de
almorzar el hombre entra con un bistec y una gaseosa. Coloca la
ración en la mesa y me dice "hablé con mi coronel Baltodano. Me
dijo que vendría a verlo un día de estos". Aprovecho el momento
para solicitarle un recreo en el jardín. Entonces él me responde
que será después de almorzar. Como despacio mientras mi mente
divaga en misteriosas reflexiones. Algo extraño me pasa, algo que
no sé describir. En fin, ha llegado la hora del paseo y me retiro con
prudencia hasta donde está la pistola. Hago ademán de sentarme y
la recojo con mucha cautela. Luego la oculto dentro de mi pantalón
y me desplazo lentamente hasta la puerta. Finjo insolación y pido
permiso para entrar. Una vez adentro me voy directo a la segunda
planta y reviso el arma. Es una 22 especial con el tambor repleto
de balas. La escondo en un escollo y bajo a la sala otra vez a esperar.

246
Cae la noche. Viene la cena, duermo, llega otro día. Viene el
desayuno, voy al jardín, regreso a la sala, almuerzo. Cae la noche,
cena otra vez, amanece, llega otro día. Luego otro día, como otra
vez, voy al jardín, limpio mi huerta y nadie viene. Ha pasado una
semana que parece la eternidad. No sé que está sucediendo, ha
amanecido, desayuno, no quiero ir al jardín entonces subo al
segundo piso, busco la pistola y meto el cañon en mi boca. Cuando
voy a apretar el gatillo oigo una voz

"No papá" ...

Es Eunice. Tras oírla corro a su encuentro y la abrazo como si fuera


a destriparla. Más atrás está Daniel quien lentamente se une al
abrazo y finalmente todos: Idalia, Paula, Elena, nos hemos hecho
un nudo y lloramos sin decir nada. Luego bajamos a la sala y Montes
García, visiblemente emocionado me dice "ya no hay guardias,
amigo mío, aunque no lo creas... eres libre. ¿Quieres venir conmigo
a comprar una botella?"

"Ve tú — le digo— yo me quedaré a oír la voz de mis hijos".

Al día siguiente un carro de mudanzas se parquea en el portón y


unos obreros comienzan a regresar los muebles que un día salieron
a dar un paseo forzado. Todos nos involucramos en las reparaciones.
Idalia recuerda con memoria fotográfica donde estaba cada cuadro,
cada libro, cada adorno y mis hijos ayudan a reconstruir el hogar.
Han bastado tres días para colocar las cosas donde estaban
aparentemente. Todo ha vuelto a la normalidad menos yo. No he
querido salir a ninguna parte y me he entretenido cuidando mis
hortalizas. He descubierto la grandeza de mi hogar, entre aporcar
mis arriates, jugar con mis hijos, ver la televisión, oír música, leer
periódicos etc. los días van pasando. He recibido cantidad de
llamadas de buenos amigos solidarizándose con mi inocencia y
algunas visitas inesperadas. Vino Manuel Barquero con toda su
prole y no hablamos de negocios, sólo de las aventuras y las

247
desventuras de nuestros hijos. Lorenzo Barquero me llamó esta
mañana para avisarme que vendrá el domingo. He tenido que
hacerme un horario de visitas para atender a todas las personas,
reporteros, funcionarios y correligionarios que desean reunirse
conmigo. Todo ha cambiado ahora que estoy en libertad pero sigo
sin interés para ir a ninguna parte...

Hoy me levanté a dar a una ronda por la manzana, Vilchez pasó a


mi lado y yo le dije "Hola" luego pasó de largo haciendo como
siempre su trote mañanero. El mundo sigue siendo el mismo,
entonces ¿Qué ha pasado conmigo? ¿Por qué siento que no quiero
continuar?.

Fin.

248
Este libro se terminó de imprimir
en los talleres de Litografía López, S. de R. L.
en el mes de octubre del 2005,
su edición consta de 1,000 ejemplares.

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