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Parshat Behár
2 15 de Iyar 5779
Likutei Sijot
Bsd.
Likutei Sijot
son suyas, sino que le fueron concedidas por Di-s, como se explicó
antes de dos maneras.
Es probable que ésta sea también la razón por la que Rab Iosef
es llamado con el nombre “Sinaí”3, debido a que su subordinación
y auto-anulación del propio yo era al estilo de el Monte Sinaí, que si
bien posee la virtud de ser un monte, no obstante, permanece con
bitul debido a su baja altura.
17. En base a lo expuesto, comprenderemos el dicho de la
Guemará4: “Dijo Rab Iosef: siempre la persona debe aprender del
criterio de su Hacedor, pues el Altísimo dejó de lado todas las altas
montañas y cerros, y posó Su Shejiná –Presencia Divina– sobre el
Monte Sinaí”.
Esta declaración, al momento de ser entendida cabalmente,
presenta las siguientes dificultades conceptuales: a) El apartarse de
la soberbia no constituye un buen consejo, más bien se trata de un
deber y una advertencia acerca de una prohibición terminante5; y
2 b) ¿para qué es necesario, con el fin de advertir a la persona que no
se deje llevar por la soberbia, citar como evidencia “el criterio de
su Hacedor”, es decir, la acción Divina de elegir al Monte Sinaí, si el
tema del rechazo a la arrogancia ya es abordado de modo explícito
por la Escritura6: “Todo aquel de corazón arrogante es algo
abominable para Di-s”?
De acuerdo a lo antedicho, el tema se comprenderá con facilidad:
la cita talmúdica no se refiere a la soberbia y al sentimiento del ego
negativo, propio de la kelipá –impureza–, pues no precisamos del
ejemplo del Monte Sinaí para tomar esta enseñanza, pues como se
dijo, la propia Escritura lo advierte. Aquí se alude a una “arrogancia”
de santidad, es decir, el decidido arrojo del judío por hacer lo que
3 Berajot 64a; Horaiot 14a. Véase también Eruvín 30a, y Moed Katán 12a.
4 Sotá 5a.
5 Véase Sotá 4b-5b; Rambam, Mishné Torá Hiljot Deot 2:3; Shulján Aruj del Alter Rebe,
Oraj Jaim 156:3
6 Proverbios 16:5.
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Di-s de él demanda, pero aun así, incluso de tratarse de una cualidad
necesaria y positiva para la práctica del judaísmo, cuando se trata de
Matán Torá –la Entrega de la Torá y su recepción por parte del judío–
el “recipiente”, vale decir, el estado espiritual interior adecuado, es
exclusivamente el de bitul –la subordinación a Di-s y auto-anulación
del propio yo interior–.
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exclusivamente porque así es el Mandato de la Voluntad Suprema.
Esta idea concuerda con el dicho: “Si se nos hubiera ordenado cortar
leños…”, una tarea por demás simple sin gran recompensa y vacía de
contenido, también hubiéramos obedecido con entusiasmo, pues al
tratarse de un Mandamiento de Di-s, lo principal es la implementación
de Su consigna, sin importar la característica de la misma.
Cumplir las mitzvot para beneficiarse de la fuerza implícita
en ellas, ya sea para curación física o refinamiento del alma, o para
obtener recompensa – hablando con franqueza – es el estilo de
servicio a Di-s de un jitzón –alguien superficial– que no se conecta,
y por ende no se entrega a la cosa en sí misma, en cambio, mientras
hace algo, en ese momento piensa en otra cosa. Por otro lado, el
pnimí –la persona reflexiva– (de acuerdo al Maamar del Rebe
Rashab8), es aquel que al hacer algo está dedicado por completo
al tema, sin pensar y sin dejar lugar para nada diferente en ese
momento.
Y esta es precisamente la enseñanza que resulta de la Entrega
4 de la Torá sobre el Monte Sinaí. Como se mencionó antes, el resto
de las montañas poseían virtudes genuinas, pero al ser que la Torá
demanda pnimiut –dedicación integra– al presentarse éstas ante
Di-s exponiendo sus virtudes y reclamando que considerándolas,
la Torá debiera entregarse sobre ellas, en ese escenario, Di-s vio que
no solo esas cualidades no constituyen argumentos válidos para
suponer entregar la Torá en ellas, sino al contrario, son argumentos
que motivan lo opuesto, pues la Torá debe ser entregada en un
lugar donde no se entremezcle ninguna cuestión accesoria, es decir,
debe ser un lugar que deje a la Torá brillar por la Torá en sí misma.
A esto se debe que la Torá fuera entregada exclusivamente en
el Monte Sinaí. Si bien también éste se distingue por ser un monte
–pues al igual que todos los montes consiste en la elevación de la
materia inerte– sin embargo, al ser que este aspecto no es notorio
ni sobresaliente, dado que es el más bajo de todos los montes, en él
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no se perciben cuestiones accesorias, esto lo hace ser el “recipiente”
adecuado para la Torá.
19. En base a lo explicado comprenderemos también lo que dice
el Midrash9, que antes de la Entrega de la Torá el Monte Carmel vino
de Aspamia, el Monte Tavor de Eilím y el Monte Sinaí provino
desde el Monte Moriá. De esta descripción del Midrash entendemos
que el aspecto distintivo del Monte Sinaí está vinculado con el
significado conceptual del Monte Moriá.
Lo que distingue al Monte Moriá es que sobre él ocurrió la
“Akeidá –atadura– de nuestro Patriarca Itzjak”, esto es sinónimo de
auto-sacrificio incondicional en aras de materializar la Voluntad
del Altísimo, sin que se entremezclen cuestiones accesorias. Si
entramos en el terreno de las conjeturas y la lógica, es factible el
análisis y los interrogantes si la sumisión de Itzjak para ser atado y
eventualmente sacrificado fue una actitud correcta, pues Itzjak escuchó
que sería atado para luego ser sacrificado de boca de un profeta, su
padre, nuestro Patriarca Avraham, mientras que la prohibición de 5
derramamiento de sangre humana: “Vuestra sangre, la de vuestras
almas, voy a reclamar”10, era ya en esa época un Mandamiento
ordenado por Di-s que incumbía incluso a toda la humanidad, los
Hijos de Noaj. Pero Itzjak sabía que esa era la Voluntad de Di-
s, y no entró en ningún tipo de análisis ni deducciones. Él estaba
absolutamente entregado a la Voluntad Suprema, con pnimiut –con
todo su ser– y mesirut nefesh –auto-sacrificio–. Esto, lo sucedido en
el Monte Moriá con Itzjak, es el “recipiente” para la Torá que luego
fue entregada en un monte, el Sinaí, que trajo consigo las aptitudes y
cualidades de lo sucedido en el Monte Moriá.
9 Midrash Tehilím.
10 Bavá Kamá 91b.
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