Sie sind auf Seite 1von 23

UNIDAD 4

4.1
DAMIANI, Pablo
Salud y enfermedad mental
INTRODUCCION
Juan alivia sus penas bebiendo. Hace un tiempo le tiemblan las manos.
“Certificamos que Juan padece alienacion mental, revistiendo peligrosidad para si mismo y para
terceros, por lo cual requiere internacion en un instituto especializado para su mejor estudio y
tratamiento.”
Etiologia o causalidad de las enfermedades mentales.
A diferencia de las enfermedades de tipo fisico, en lo que respecta a la etiologia de las
perturbaciones mentales, no existen normas fijas y universales, sino distintos enfoques que a
veces se contraponen por completo.
Si la sociedad es de alguna manera responsable de las perturbaciones de sus miembros, .puede ella
misma considerarse sana?
#Definiciones de salud y enfermedad mental
Si aceptamos que la ideologia de una sociedad es la ideologia de sus clases dominantes, quienes
actuan como definidores de la salud y enfermedad mental, lo haran desde una perspectiva cientifica
o bien incluyendo expresiones de su propia ideologia, tendientes a la defensa de sus propios
intereses? De esta manera, “normal” sera todo aquello que no atente contra tales intereses
Las terapias psicologicas o psiquiatricas partiran de las respuestas que se den a las preguntas
anteriores.
En cuanto a lo opinion publica, se puede ver la influencia ideologica del sistema en la creacion de
actitudes hacia la salud y enfermedad mental. Por lo general, desde el sistema se crea una falsa
conciencia de la perturbación mental como consecuencia exclusiva de factores individuales o
fisicos, ya que resulta inaceptable una acusación social de las perturbaciones, en tanto “la sociedad
funciona perfectamente”.
Pocos comprenderian que la causa de las perturbaciones mentales responde no solo a la estructura
fisica del sujeto sino muy especialmente al medio ambiente.
Las altas cifras (extension y magnitud) en enfermedades mentales demuestran que el problema es de
indole social. En la actualidad hay mas de 600.000 internados en los manicomios norteamericanos,
es decir, tantos como los que se encuentran hospitalizados en otras instituciones de salud a
consecuencia de todas las demas enfermedades.
El concepto de “locura” siempre ha sido estigmatizado en la sociedad. El “loco” aparece ante sus
semejantes, supuestamente “sanos”, como la expresion concreta de sus miedos, sus culpas, sus
ansiedades (CHIVO EXPIATORIO). Es casi su propia realidad enferma, un modelo de lo que se
puede llegar a ser o en parte se es.
Tres grandes lineas para la comprension de la salud mental:

PSICOLOGISMO:
Pretende entender todas las actitudes y estructura de personalidad del hombre solo en funcion de si
mismo. Historia personal, estructura de personalidad. La causalidad de las enfermedades mentales
seria de tipo psicologico, descartandose los factores organicos y sociales.
Dos principios basicos:
- Reduccion del proceso social a la conducta del individuo
- Estudio del individuo como sujeto gobernado por fuerzas psiquicas, originadas en instintos (es
decir,
determinadas biologicamente).
SOCIOLOGISMO:
Invierte los terminos del psicologismo por completo. Su reaccion ante el psicologismo lo lleva a
desvalorizar (o incluso negar) todos los aspectos psicologicos individuales. La sociedad seria
responsable –o corresponsable- de que sus miembros adquieran distintos tipos de perturbaciones.
ORGANICISMO:
Trata de comprender la enfermedad mental solo en base a perturbaciones fisicas, dejando
completamente de lado los factores psicologicos y sociales. Atribuye a defectos y/o lesiones de los
centros nerviosos las distintas genesis de las enfermedades mentales. Tiene en comun con el
psicologismo el hecho de que tambien encierra al hombre en sus propios limites, sin ver sus
proyecciones sociales.
Damiani: el estudio del hombre no puede desligarse de ninguna manera de la realidad social en que
se desenvuelve y que impregna todos y cada uno de sus aspectos. Solo sobre la base de tal relacion
dialectica (hombre-sociedad) puede comenzarse a analizar la salud y la enfermedad. La unidad
psicosomatica del hombre es una UNIDAD DIALECTICA.
Los factores fisiologicos tienen mucha importancia en la determinacion de la conducta humana,
pero es indispensable reconocer la enorme importancia de la estructura social del sistema capitalista
y el proceso de alienacion que promueve en el condicionamiento psiquico e incluso fisico del
hombre.
Es necesario vincular la presencia de la enfermedad mental con categorias de clase social,
profesion, medio ambiente.
#LOS CONCEPTOS DE SALUD Y ENFERMEDAD MENTAL
Los conceptos de salud y enfermedad mental son relativos y cambiantes cultural e historicamente.
No solo cada sociedad tiene sus propias definiciones, sino que las mismas no son estaticas. Estas se
modifican segun las circunstancias particulares.
El “loco” hoy es comprendido como un “enfermo” practicamente en todo el “mundo civilizado”.
Ese mismo “loco”, hace unos siglos no solo era repudiado sino que debia estar muy contento de
salvarse de la hoguera de la Santa Inquisicion por estar dominado “por los demonios”.
Hoy la enfermedad mental ocupa un lugar dentro del panorama medico-sociologico-psicologico.
El “enfermo” mental aun no es aceptado como un “enfermo” mas y si considerado como un
estigma.
Dos grandes criterios existentes al presente: el estadístico y el normativo.
EL CRITERIO ESTADÍSTICO:
Lo ideologico esta claramente presente en las concepciones de salud mental de este criterio.
El criterio estadistico sostiene que seria “normal” toda aquella persona que responda a las
caracteristicas que reune la mayoria de las personas de su sociedad. Es decir, la persona
normal es la persona adaptada.
Al criterio estadistico tambien se lo llama adaptativo: adecuacion de la conducta individual a las
normas y valores de la sociedad. Se establece, entonces, una relacion entre adaptacion y
conformidad, ya que estar adaptado a una sociedad implica (para los estadisticos) conformarse con
las pautas de tal sociedad.
.Que ocurre si ese sistema promueve el marco alienante antes mencionado?
.Que ocurre si todo el ordenamiento social funciona de manera perjudicial para la salud
psiquica?
Se trata en definitiva de aceptar o no un sistema economico-social, aceptando como “sanos” a
quienes ayudan a mantenerlo, y tomando como “enfermos” a quienes se oponen a el o no sirven
como materia productiva humana.
Marx: “las ideas de una sociedad son las ideas de sus clases dominantes” → Esto vale tambien
para los conceptos de salud y enfermedad mental. (Lo ideologico que mencionamos al principio
de la definicion de este criterio).
EL CRITERIO NORMATIVO:
Lo ideologico tambien esta presente en las concepciones de salud mental de este criterio.
Este criterio establece como parametros a determinados valores o normas, fuera de los cuales se
encuentra lo anormal o patologico. En las definiciones normativas se evidencia la proyeccion de
deseos propios, creencias, concepciones del hombre. Son definiciones ahistoricas, atemporales y a
la vez intentan ser universalistas. Esta tendencia universalista implica la creencia en la propia
cultura como los maximos valores posibles. Quizas se llega a aceptar a otras culturas y sus valores,
pero como estadios inferiores que deben superarse para llegar a la propia.
La CONCLUSION (tanto para criterio estadistico como para el normativo) es que existe una
dificultad casi insuperable de hallar una formulacion que determine con exactitud el significado del
termino “salud mental”.
Sea por adaptacion y conformismo (estadistico), como por explicitacion de contenidos ideologicos
(normativo), estas dos propuestas representan concepciones del hombre y la sociedad cargadas de la
particular vision de quien las formula. Las variables que invalidan tales criterios suelen ser:
etnocentrismo, universalismo, ideologicismo. En la mayor parte de los casos no se aceptan la
relatividad historica y social (en lo referente a la salud mental).
En tanto el hombre actue y evolucione en un marco social, cualquier definicion de salud
mental solo puede referirse a tal marco social y tal periodo historico. Lo contrario implica una
valoracion estatica del hombre. Si aceptamos la unidad biologico-psiquico-social del hombre
como un todo inseparable, es logico que cualquier modificacion en cualquiera de esas areas
producira modificaciones en las otras.Sin embargo, para Damiani lo que interesa son los factores
sociales en la determinacion de la enfermedad mental; muy especialmente aquellos originados en la
sociedad en su conjunto y no solo en los ambitos reducidos de la familia, el pequeno grupo, etc.
FOUCAULT encuentra en las contradicciones del medio social en el que el hombre se desenvuelve
el basamento real de la enfermedad mental. Esta solo puede comprenderse en la historia.
El hombre esta acosado por la contradiccion. Estas contradicciones sociales son el terreno donde el
ser humano se desarrolla, terreno del cual nadie puede escapar.Las relaciones sociales son,
entonces, condicionantes directas de la expresion de la patologia.
La enfermedad mental no puede reconocerse ni entenderse escapando del entendimiento y
funcionamiento de tales relaciones. Negar tal condicionamiento, y buscar la explicacion en el
interior del hombre con exclusividad (psicologismo u organicismo) es el correlato ideologico de
la justificacion del orden social.
Cuando hay enfermedad? Foucault responde: Cuando el conflicto, en vez de llevar a una
diferenciacion de la respuesta, provoca una reaccion difusa de defensa; es decir, cuando el individuo
no puede gobernar, a nivel de sus reacciones, las contradicciones de su medio.
Cooper definio a la esquizofrenia de la siguiente manera: “La locura no esta EN una persona, sino
en un sistema de relaciones del cual forma parte el rotulado ‘paciente’: la esquizofrenia es un
modo mas o menos caracteristico de conducta grupal perturbada. No hay esquizofrenicos
individuales” → “La ilogicidad del esquizofrenico tiene su origen en la enfermedad de la logica de
otras personas”.
4.1’4.2
CONRAD – Medicalización y control social.
La medicalización de la anormalidad y control médico creciente. En todos los casos se buscan
soluciones médicas para problemas de comportamiento y de anormalidad social. La
medicalización de la anormalidad y el control médico social que la acompaña predominan de forma
creciente en las modernas sociedades industriales. La medicina actúa como forma de control social.
En nuestra sociedad tanto los que ejercen la medicina como el tratamiento médico suelen verse
como formas de cura a los enfermos y dar consuelo a los afligidos. Sin duda éstos son aspectos
importantes de la medicina. En años recientes la jurisdicción de la clase médica se ha ensanchado y
ahora abarca muchos problemas que antes no eran definidos como entidades médicas.
Intervención médica como control social.
-Función. La etiquetación del comportamiento anormal, como problema médico, como
enfermedad, obliga a la clase médica a aportar algún tipo de tratamiento para el mismo.
Paralelamente a ello, es la creciente utilización de la medicina como agente de control social, como
intervención médica.
La intervención medica como forma de control social pretende limitar, modificar, regular, aislar
o eliminar el comportamiento anormal socialmente definido utilizando medios médicos y en
nombre de la salud.
Construcción social de la enfermedad.
Distinción entre morbo y enfermedad.
-El morbo se vería como algo que existe “ahí fuera”, aparte incluso del cuerpo humano, que puede
entrar en el cuerpo y causar daño: de este punto de vista parten las ideas de evitar los virus, los
gérmenes y otros “morbos”. A veces se considera que el morbo es simplemente un apartarse de la
salud.
La enfermedad, si de algún modo puede diferenciarse del morbo, se interpreta como la condición
de estar afectado por un morbo.
Enfermedad y morbo como construcciones humanas o sociales.
Las enfermedades son juicios que los seres humanos emiten en relación con condiciones que
existen en el mundo natural. Son esencialmente construcciones sociales.
La enfermedad y los morbos son construcciones humanas; no existen sin que alguien las reconozca
y defina.
Como son juicios sociales, las enfermedades son juicios negativos. Una entidad a la que se etiqueta
como enfermedad o morbo es obviamente considerada indeseable. En el mundo humano esto es tan
cierto en el caso de la tuberculosis o el cáncer como en la enfermedad mental o el alcoholismo. La
aberración biológica no es ni necesaria ni suficiente para ponerle a algo la etiqueta de enfermedad:
un jugador de baloncesto que mida más de dos metros de estatura es biológicamente anormal, pero
no está enfermo. Sin embargo, la mayoría de las condiciones fisiológicas que causan problemas son
definidas como enfermedades.
Cuando un veterinario diagnostica como enfermedad el estado de una vaca, con su diagnóstico sólo
no cambia el comportamiento de la vaca: para la vaca la enfermedad sigue siendo un estado
biofisiológico experimentado, nada más. Pero cuando un médico define como enfermedad el
estado de un ser humano, con su diagnóstico cambia el comportamiento de dicho ser: un estado
social es añadido al estado biofisiológico al asignar el significado de enfermedad al morbo.
En resumen, la enfermedad es una construcción social basada en el juicio humano de cierta
condición existente en el mundo.
En cierto sentido la enfermedad, al igual que la belleza, depende del espectador.
Medicina como institución social legitimadora del rol de enfermo.
Componentes del rol de enfermo. Al criminal se lo castiga con el fin de alterar sus motivaciones y
llevarlas hacia el convencionalismo; a la persona enferma se la trata con el propósito de alterar las
condiciones que impiden su convencionalismo.
Existe un rol del enfermo culturalmente disponible que sirve para legitimar la anormalidad de la
enfermedad, y que tiene cuatro componentes: dos exenciones de las responsabilidades y dos
obligaciones:
A la persona enferma se la exime de responsabilidades normales para que se “ponga bien”.
Al individuo no se le juzga responsable de su condición y no puede esperarse que se recobre
por la fuerza de voluntad.
La persona debe reconocer que estar enferma es un estado inherentemente indeseable, y debe
desear el restablecimiento.
La persona enferma está obligada a buscar y cooperar con un agente competente que la someta
a tratamiento.
En el rol del enfermo está implícita la idea de que la medicina es una institución de control social.
El médico funciona como agente de este control.
Enfoques sobre la naturaleza del morbo y a qué se designa como enfermedad:

Concepto positivista. Tiene por base al sentido común.


La enfermedad es la presencia del morbo en un organismo impidiendo el buen funcionamiento de
los órganos fisiológicos del mismo.
Este concepto que limita la enfermedad y el morbo al mal funcionamiento de los órganos, no
incluye morbos no descubiertos o cambios de órganos que puedan ser adaptaciones a un medio
ambiente.
Concepto subjetivo. El morbo es un estado fisiológico y la enfermedad es un estado social
presumiblemente causado por el morbo. Mientras que el patólogo examina el morbo, el médico ve
solamente los signos y síntomas de la enfermedad y deduce el morbo. Esto permite que haya
enfermedades sin morbo, y morbo sin enfermedad.
Concepto relativista cultural. Sostiene que una entidad o condición es un morbo o una
enfermedad solo si como tal es reconocida y definida por la cultura.
Por ejemplo, para los papago la obesidad no es una enfermedad, pero desde el punto de vista de
la medicina occidental, casi todos los papagos están enfermos.
Se critica este concepto por minimizar la naturaleza orgánico-fisiológica de la enfermedad.
Criminalidad y enfermedad como formas socialmente construidas para designar anormalidad
(teoría de Parsons):
Cambios en la conceptualización de la anormalidad.
Tanto la criminalidad como la enfermedad son formas de designar el comportamiento anormal.
Parsons conceptualizó la enfermedad como anormalidad principalmente debido a su amenaza para
la estabilidad de un sistema social a través de su impacto sobre el desempeño del rol.
Aunque tanto la criminalidad como la enfermedad constituyen la violación de unas normas
(sociales y médicas) y pueden romper la vida social, las atribuciones de causa son distintas.
La anormalidad que aparece como intencionada tiende a ser definida como delito; cuando
aparece como no intencionada tiende a ser definida como enfermedad.
Históricamente ha habido grandes transformaciones en la definición de la anormalidad:
De religiosa a moral a estatal a médico-científica, por ejemplo las crisis epilépticas. A medida que
las sociedades pasan de ser sencillas a más complejas, las sanciones a la anormalidad cambian de
represivas a restitutivas o, expresado de otra manera, del castigo se pasa al tratamiento o a la
rehabilitación.
VaRIaciones del concepto de comportamiento anormal.
Condiciones para medicalizar la anormalidad.
“Un comportamiento o grupo de comportamientos debe definirse como anormal y como problema
que necesita remedio por parte de algún segmento de la sociedad, generalmente personas cuyo
poder social es mayor que el del anormal. “
Antes de que pueda existir un comportamiento anormal es preciso que dicho comportamiento sea
definido socialmente como anormal. Al igual que la enfermedad, es una construcción social.
Cuando formas previas o tradicionales de control social son consideradas como ineficientes o
inaceptables es probable que aparezcan los controles médicos. Las formas y métodos de control
social cambian. La medicalización tiene lugar cuando las formas tradicionales o previas de control
social dejan de ser eficientes o aceptables.
Para medicalizar la anormalidad es necesario disponer de alguna forma médica de control social.
Otro factor que parece ser necesario es la existencia de algunos datos orgánicos ambiguos sobre
la fuente del problema.
Antes de que algo pueda medicalizarse, es esencial que la clase médica acepte que tal
comportamiento anormal entra en su jurisdicción.
Problemas derivados de la medicalización.
La definición médica de anormalidad libera a los individuos de responsabilidad.
La relación de la medicina en sí con la expansión de la industria farmacéutica (poderosos
monopolios) y el estado.
Expansión aparentemente sin límite de la jurisdicción médica sin tener en cuenta hasta donde
puede abarcar.
La supuesta neutralidad moral de la medicina: la medicina positivista cura con el respaldo de la
apariencia de ser una ciencia irrefutable.
La hegemonía de la medicina científica occidental: a la que se delega no solo los problemas
estrictamente médicos sino los problemas sociales.
El incremento de la tecnología médica ya sea a través de fármacos, cirugías, psiquiatría,
intervenciones genéticas que sirven de apoyo al orden establecido (statu quo).
Al concentrarse en el individuo se ignora el origen social de muchas enfermedades
(desnutrición, alcoholismo, suicidio, adicción).
4.2
FOUCAULT – La vida de los hombres infames.

Cita la historia del tratamiento médico antes del siglo XIX en la sociedad occidental. Ubica el
desarrollo de la medicina dentro del campo de cómo la sociedad trata las anormalidades. Cada
época tiene cosas en común que Foucault rescata para una visión más amplia. A comienzos del siglo
XIX, el encierro es una forma de cómo la sociedad trata adentro las enfermedades o anormalidades
(prisiones, manicomios).
Tiene que ver con lo político. Aparece luego, el “derecho a la enfermedad” (relación con
Herzlich), donde los enfermos pueden permanecer en la ciudad. El sistema médico nace y se
consolida como una totalidad que tiene relación con lo político, económico, etc.

El control de las poblaciones en el siglo XIX: avances en medidas sanitarias:


Inglaterra: se expande el sistema de fábrica que quiere controlar los cuerpos, la fuerza de
trabajo, para poder aprovecharla.
Francia: auxilio de la medicina en control urbano. Por ejemplo, las epidemias: cuarentena.
Alemania: necesidad de controlar fronteras, población. Se consolida aquí el monopolio médico.
Capítulo 2 – Médicos, jueces y brujos en el siglo XVII .
La medicina puede ser analizada desde el punto de vista de su funcionamiento social, y dicho
análisis no concierne exclusivamente a la persona del médico, sino también a las formas que adopta
su práctica, y a los objetos que pueden ser medicalizados. Cada cultura define de una forma propia
y particular al ámbito de los sufrimientos, de las anomalías, de las desviaciones, que corresponden
a la medicina, suscitan su intervención y le exigen una práctica específicamente adaptada.
La medicina del siglo XIX creyó que establecía lo que se podría denominar las normas de lo
patológico, creyó conocer lo que en todos los lugares y en todos los tiempos debería ser
considerado como enfermedad. La medicina de hoy ha llegado a ser consciente de la relatividad
de lo normal y de las considerables variaciones a las que se ve sometido el umbral de lo patológico.
La enfermedad es, en una época determinada y en una sociedad concreta, aquello que se encuentra
práctica o teóricamente medicalizado. Hay que restituir en el interior de una formación social, el
proceso mediante el cual se constituye un “saber”.
La sociedad europea, desde el siglo XVI al XIX, había redefinido los límites de la locura: todo
territorio de la “sinrazón” se vio entonces medicalizado. El problema que Foucault plantea es
cómo los personaje brujos o poseídos que estaban perfectamente integrados, pudieron
convertirse en objetos de una práctica médica que les confería un estatuto muy diferente y los
excluyó insertándolos en otro mundo.
La base de esta transformación hay que buscarla en el juego de los procesos propios de una
sociedad.
Es un error considerar los asuntos de brujería del siglo XVII, a partir de los procesos de la
inquisición. El examen de los hechos revela que los grandes procesos de brujería y de posesión
demoníaca que tuvieron lugar a finales del siglo XVI y comienzos del XVII han puesto siempre de
relieve una situación de conflicto entre Iglesia y Parlamento.
Si en sus sentencias los Tribunales de justicia utilizan conceptos médicos, no es tanto para
cuestionar la realidad de los hechos y la intervención demoníaca, cuanto para mostrar que dicha
intervención únicamente ha podido producirse a partir de un estado de irresponsabilidad
(demencia o imbecilidad) y que están obligados por tanto, en función de toda la jurisprudencia
criminal, a tratar a los acusados como inocentes.
Esta situación sin embargo, se convirtió rápidamente y por completo. Desde hacía ya varios años la
Iglesia mostraba señales de poseer una conciencia crítica en relación a los fenómenos de la
brujería.
Estos primeros signos de una oposición, en función de la cual el renacido celo de los tribunales se
obstina contra el nuevo escepticismo de las autoridades de la Iglesia, anuncian sin embargo, para los
años venideros, un conflicto aún mucho más grave. Es posible incluso que la Iglesia haya aceptado
con bastante facilidad la ambivalencia sagrada del sacerdote y que haya tolerado en él
silenciosamente un poder que participaba a la vez de lo divino y de lo demoníaco.
A través de tantos procesos podemos percibir la dificultad con la que el sacerdote (a quien la Edad
Media y sobre todo el Renacimiento habían proporcionado un sordo poder mágico, sobre todo un
conjunto de incertidumbres dogmáticas), se integra ahora en la sociedad que está en vías de
constituirse en el siglo XVII.
Se comprende que la actitud de la Iglesia haya sido bastante inestable. La Iglesia secular, menos
celosa en la lucha por la Contrarreforma, presenta un escepticismo bastante metódico frente a todas
las creencias en las posesiones demoníacas. Muchos médicos han podido comprobar que incluso
tras los exorcismos eran necesarios, para curar a los poseídos, los remedios de la medicina. En fin,
fueron las autoridades eclesiásticas quienes pidieron a las Facultades de Medicina consultas e
informes periciales.
De este conflicto salió triunfante a fin de cuentas la Iglesia secular que derrotó a los tribunales y a
los regulares gracias a la intervención del poder real. En numerosas ocasiones a comienzos del siglo
XVII el poder había optado por mantener los procesos de brujería
Los argumentos son de carácter civil y se refieren a la estabilidad del Estado: no hay ninguna
prueba de la intervención demoníaca y pocas referencias acerca de los signos sensibles del
hechizamiento; pero en contrapartida se hace una doble y solemne advertencia: en todos los
tiempos la jurisprudencia muestra el cuidado que han prestado los Estados bien organizados a
castigar a los brujos; todavía hoy el pueblo se ve sometido por estos sujetos a un estado de temor e
inquietud.
El problema de delimitar sus responsabilidades ya no se plantea: herejía y buena fe, enfermedad,
voluntad sinuosa, ilusiones sugeridas hábilmente o recibidas ingenuamente, todo esto se confunde,
al margen de las decisiones jurídicas, en el interior del confuso mundo del internamiento. La
brujería es ya únicamente considerada en relación al orden del Estado moderno: la eficacia de la
operación es negada, pero no la intención que implica, ni tampoco el desorden que suscita. El
ámbito de su realidad se ha transferido a un mundo moral y social.
La época de finales del siglo XVII se caracteriza en Francia por la represión de las minorías
religiosas. Por diversas razones el poder real y la Iglesia se pusieron de acuerdo para enfrentarse a
los Tribunales que consideraban poco severos con los protestantes y sospechosos de actuar. Las
autoridades religiosas y civiles apelaron entonces al testimonio de calidad de la medicina.
Fue la propia Iglesia quien se convirtió en la instancia más encarnizada de apelación al testimonio
de los médicos contra los fenómenos de éxtasis. En esta ocasión la Iglesia, que tan fácilmente
podía invocar la influencia demoníaca para explicar la herejía, desconfía de dicha influencia y
únicamente le concede un valor bastante reducido. Fue la propia Iglesia también, la que exigió al
pensamiento médico el positivismo crítico que un día iba a intentar reducir toda la experiencia
religiosa a la inmanencia psicológica.
El nacimiento del positivismo médico, los valores escépticos con los que se pertrechó, cobran
sentido el en interior de todo este conjunto de conflictos políticos y religiosos.
El positivismo no se desarrolló por su propia cuenta en simple oposición a “las supersticiones”.
Desde sus orígenes se vio integrado en una trama compleja: los análisis médicos se decantaban
indiferentemente en una dirección o en otra. Fue preciso que se produjese una polémica de más de
un siglo, el peso de toda la autoridad magisterial y la intervención del poder real, para que la locura
se convirtiese en heredera, en el ámbito de la naturaleza, de todo un mundo de trascendencias
que envolvieron en otro tiempo la experiencia religiosa.
Capítulo 3 – La sociedad punitiva.

En el régimen penal de la Época Clásica se encuentran entremezcladas cuatro formas de táctica


punitiva, con orígenes históricos diferentes:
1Deportar, expulsar, desterrar, confiscar los bienes y las propiedades (sociedades griegas).
1. Imponer una recompensa, un rescate, convertir el daño infligido en una deuda de
reparación (sociedades germánicas).
1. Exponer a la vista pública, marcar, herir, amputar, apoderarse del cuerpo y grabar en
él las marcas del poder (sociedades occidentales a finales de la Edad Media).
1. Encerrar.
La prisión se convirtió en la forma general de la penalidad.
La prisión impide al poder judicial controlar y verificar la aplicación de las penas. La ley no
penetra en las cárceles. La prisión al mezclar a los condenados, contribuye a crear una comunidad
homogénea de criminales que se solidarizan en el encierro y continuarán siendo solidarios en el
exterior. La prisión muchas veces no constituye un efecto de desaliento sino que es un reclamo
para la delincuencia (ya que por lo menos comen, tienen abrigo, etc.). De la prisión salen personas
marcadas por malos hábitos.
El círculo carcelario fue denunciado entre 1815-1830.
Por esto, se propone que cada sociedad deberá modular según sus propias necesidades, la escala de
sus penas. El castigo deriva del perjuicio causado a la sociedad, cuanto más débil es una sociedad
tanto más deberá protegerse y mostrarse severa, no hay un modelo universal de la penalidad, sino
una relatividad esencial de las penas.
La infamia (los efectos dla opinión pública) es una pena perfecta ya que es la reacción inmediata y
espontánea de la sociedad misma. También se permitió lo que se denomina talion, en donde se le
impone al culpable un castigo del mismo tipo y de la misma gravedad que el crimen cometido
(puede ser interpretada cuando es inmediata al intento de crimen como defensa personal).
A la vez se agregó el tercer modelo que es el castigo de esclavitud en beneficio de la sociedad, la
pena corresponde a la falta en el sentido de que responde al interés que se ha visto lesionado.
Lo que ha transformado a la penalidad, en el tránsito de un siglo a otro, ha sido el ajuste del
sistema judicial a un mecanismo de vigilancia y de control, su integración común en un aparato
de estado centralizado, la formación y desarrollo de toda serie de instituciones (penales y no
penales).
El siglo XIX fundó así la Edad del Panoptismo, esto se debe en gran medida a la revolución
francesa del siglo XVIII, donde el aparato político de una nación está al alcance de las revueltas
populares.

HERZLICH Y PIERRET – De ayer a hoy: construcción social del enfermo.


La enfermedad considerada como fenómeno social total. Una enfermedad concebida como el
único estado de un cuerpo individual, oculta la realidad de la enfermedad como fenómeno social
total: la naturaleza y distribución de las enfermedades son frecuentemente características de una
época y de una sociedad y algunas de ellas pudieron, por sus consecuencias, ocasionar una
distorsión completa de la evolución social.
Simbólicamente, la enfermedad es una de las encarnaciones privilegiadas de la desdicha individual
y colectiva: exige siempre una explicación que supere la única búsqueda de “causas” y que enuncie
al mismo tiempo una verdad acerca del orden del mundo y del cuerpo del enfermo.

Carácter construido y social sobre el enfermo en la enfermedad.


El discurso colectivo y las practicas que derivan de él están arraigados en lo real-realidad de la
patología de una época y su respectiva respuesta social.
Sin embargo el orden de lo simbólico no es el simple reflejo de la realidad.
“Las ideas pasan del mundo del pensamiento al mundo de los cuerpos, de la naturaleza, y se
transforman en relaciones sociales”. Por ejemplo, estigmatización del sida, cáncer, tuberculosis.
Las concepciones que una sociedad se hace de sus enfermos, y que los enfermos mismos
interiorizan y nutren a su vez, orientan, organizan y legitiman las relaciones sociales y, en cierta
medida “producen” la “realidad” de sus “enfermos”.

En la actualidad, la enfermedad se plantea como una forma de vida.


Ser un enfermo no designa solamente un estado biológico, sino define también la pertenencia a un
status. Ser un “enfermo” es también ser un “atendido”, es decir entrar en relación con una de las
instituciones más importantes de nuestra sociedad: la medicina. Hoy se puede vivir enf rmo durante
varios años sin inquietar el entorno, y conservando una actividad y una vida social.
La enfermedad se convierte para el individuo en condición social y nueva estructuración de
sus relaciones sociales.
Por intermedio del desarrollo de las leyes sociales, las nociones de enfermedad y salud se
encontraron ligadas al trabajo, y el enfermo se definió por su lugar en el proceso de producción.
Así, por su relación con el trabajo y bajo la respuesta médica, la enfermedad se convierte
simultáneamente para el individuo en condición social y nueva estructuración de sus relaciones con
lo que llamamos la sociedad.
Conceptos profanos de la enfermedad. Limitaciones en los trabajos médicos, sociológicos y
antropológicos que rescatan las concepciones profanas sobre la enfermedad.
Diversos artículos se interesaban en las definiciones profanas de salud y de la enfermedad. Pero, en
la mayor parte de los casos el objetivo de los autores permanecía bastante limitado e instrumental:
analizar las definiciones profanas frente a las de los profesionales. Se las consideraba
esencialmente como variables intermediarias con relación a los comportamientos de demanda de
atención y al funcionamiento de las instituciones médicas.
El interés de los sociólogos por el punto de vista de los profanos se diversificó: se estudia la
adhesión de los enfermos al “sick rol” pero también sus percepciones de las causas de estado.
La noción más amplia de la significación está en el centro de ciertos estudios y, particularmente, del
análisis de casos de enfermedades crónicas.
Este interés también aparece entre los médicos y todos aceptan el hecho de que la “enfermedad”
del paciente no coincide con la “enfermedad del médico”.
El “punto de vista del enfermo” adquiere entonces poco a poco una nueva dignidad: a la idea de
una percepción profana concebida como simple distorsión y empobrecimiento del saber médico,
mezclado con algunas nociones tradicionales sin gran interés, sucede aquella de un modo de
pensar autónomo, de una “lógica” o de una teoría profana que tiene su propia coherencia y cuyo
análisis puede constituir para el sociólogo un objetivo intrínseco.

Fue también influenciada por los trabajos de los antropólogos acerca de la diversidad de las
concepciones de la enfermedad en otras sociedades.

Pero estas tendencias y los estudios que se inspiran en ellas se nos aparecen marcadas por
limitaciones: de este modo los trabajos antropológicos tienen a veces tendencia a limitarse a la
enunciación de un discurso de la sociedad como expresión de creencias y de valores que quedan
muy separados de la estructura social y de los comportamientos efectivos.
Las autoras señalan que la experiencia individual de la enfermedad y la concepción que los
profanos tienen de ella, no son independientes de fenómenos sociales más amplios.
La experiencia individual de la enfermedad y la concepción que los profanos tienen de ella no son
separables del conjunto de estos fenómenos macrosociales. Las concepciones que los enfermos
tienen de sus enfermedades y de sus causas pueden ser muy individuales pero serán hasta cierto
punto socialmente imitadas .
A pesar de un interés creciente a lo largo de los últimos años, los sociólogos a través de las diversas
nociones de “conceptos profanos” buscaron más expresar las relaciones que estas realidades
mantienen con el saber y las concepciones médicas, que analizar precisamente en qué forma se las
puede llamar “sociales”.
Las metodologías que usaron las autoras para realizar este análisis.
Hemos visto de qué modo, en diferentes épocas, los enfermos describen su experiencia de la
enfermedad, dicen como conciben su estado orgánico, interpretan las causas y perciben su lugar en
la sociedad. En cada época, una enfermedad domina la realidad de la experiencia y estructura las
concepciones colectivas. Estudiamos la enfermedad en el marco de las epidemias (peste, cólera) y
de las enfermedades infecciosas de otros tiempos, de la tuberculosis y de la sífilis durante el siglo
XIX, del cáncer y de las enfermedades crónicas que dominan la época moderna.
El análisis de las autoras tiene un carácter esencialmente hipotético.
La naturaleza de los datos no permite ni el rigor demostrativo ni la sutileza del análisis que el
sociólogo puede normalmente pretender con un material de observación y de encuesta recogido de
los pacientes actuales, en una interacción entre el entrevistador y su objeto, según un objetivo
determinado. Sin embargo la confrontación con el pasado, y la riqueza del material que ésta permite
reencontrar tiene una fuerza sugestiva tal que la experiencia les pareció valiosa.
Contraste con la concepción de enfermo en las epidemias de la edad media.
Esta realidad de enfermedad como forma de vida y del enfermo como actor social está bien lejos
de lo que fueron durante siglos las epidemias: fenómeno colectivo y social que encarnó largo
tiempo el mal absoluto.
Toda descripción de las grandes pestes es, en primer lugar, enumeración del número de muertos.
La enfermedad estaba directamente asociada al destino (religión), y el anonimato era la
característica principal en la edad media.

Los dispositivos que se implementan en diferentes momentos históricos para dominar las
epidemias.
En el mundo antiguo los sacrificios a los dioses va a la par con las tentativas de desinfección y de
mantenimiento de la higiene publica.
En la edad media, la enfermedad apareció como la prueba enviada por Dios… misas, invocación a
los santos protectores, penitencias y peregrinaje se imponen entre los recursos más poderosos.
En el siglo XIX aparece la lucha colectiva de la medicina y de la higiene, respaldada por la
autoridad pública. Cuando huyen, concurre la difusión de la plaga y se descubre que es necesario,
por el contrario, encerrar los enfermos y cortar los lazos con ellos.
Así, en este siglo se dieron las primeras medidas de acción contra la enfermedad.
Concepciones que rodean al cólera como epidemia en el siglo XIX.
Diferencias frente a las concepciones relacionadas con la peste en el medioevo.
El enfermo es un condenado dominado por un mal extranjero, un destino que sufre en su brutalidad
y su carácter irremediable. Frente al horror de ese destino, la lucha individual no es solo ineficaz
sino también insensata: el enfermo no puede más que esperar la muerte.

En el occidente cristiano, esta antigua noción de una enfermedad-destino se funde con la


concepción religiosa del mal: la voluntad divina es dueña del destino del hombre, Dios le envía la
enfermedad por sus pecados, con motivo de su naturaleza pecadora; ella es advertencia y castigo.

El status de enfermo hoy.


Para que apareciera lo que llamamos hoy el enfermo, numerosos elementos jugaron un rol y fueron
puestos progresivamente en su lugar. Fue necesario que la enfermedad dejara de ser un
fenómeno de masa y que constituyera una forma de vida más que una forma de muerte.
Luego, la medicina debió ser capaz de intervenir eficazmente sobre la enfermedad y de sustituir la
visión y respuesta religiosa. El enfermo hoy es un ser individualizado y pierde su carácter
colectivo.
Ejemplo de la tuberculosis.
Diferencias entre la concepción de enfermedad-enfermo desarrolladas previamente.
Si bien la tuberculosis mata masivamente no ocasiona como la epidemia la muerte colectiva y
brutal en la cual el hombre se hunde. Se muere individual y bastante lentamente de tuberculosis:
ella deja percibir al enfermo, su condición, la imagen que tiene de sí mismo, y la que otros tienen
de él.
Además, por su duración, la enfermedad se convierte en una forma de vida más que una forma de
muerte. La “cura”, el viaje, la estadía en el sanatorio, que constituyeron durante tanto tiempo los
únicos tratamientos verdaderos de tuberculosis, dan al enfermo un status específico: la figura del
enfermo no es más que un valor existencial, se define por un modo de vida y un lugar en la
sociedad.
Concepción que prima en el siglo XIX de salud y enfermedad.
A fines del siglo XVIII las ideas de pecado y redención pierden su impacto. El enfermo no puede
seguir siendo reducido a la figura del penitente. Cuando en el siglo XIX se desarrolla la creencia en
la ciencia y se opera, el ascenso de la intervención médica, el médico y el enfermo dejan de
sentirse dominados por la voluntad divina.
Debido a esta nueva racionalidad comienza también a aparecer la homogeneidad del status de
enfermo que resulta idéntico a pesar de las diferentes formas de padecimientos.
A partir del siglo XIX la enfermedad adquiere también su sentido con relación al trabajo, se
impone la necesidad de tener una mano de obra que responda a las exigencias de la producción. La
salud se asimila a la capacidad de trabajo y la enfermedad a la incapacidad. En tal contexto
importa pues encontrar los medios de conservar y restaurar la salud cuando es amenazada.
Todo asalariado con motivo de su actividad profesional es un “asegurado” que, en caso de
enfermedad, tiene acceso a las atenciones médicas y derecho a dejar de trabajar.
4.3

MENÉNDEZ – Morir de alcohol.


Hegemonía: estilo de poder moderno.
El consenso, según la definición de Giménez, es el acuerdo cultural de ver el mundo político. El
modelo hegemónico es fuerte (monopolio de la cura) y flexible.
En los sistemas médicos alternativos se encuentra la auto-atención. Este es un sistema colectivo,
incluso promovido por el sistema público. Son organismos bases que suplen la atención médica.
Por ejemplo, Alcoholicos Anonimos (público)y Cormillot (privado).
El modelo médico hegemónico. Por Modelo Médico Hegemónico (MMH) entendemos el
conjunto de prácticas, saberes y teorías generadas por el desarrollo de lo que se conoce como
medicina científica, el cual desde fines del siglo XVIII ha ido logrando dejar como subalternos al
conjunto de prácticas, saberes e ideologías que dominaban en los conjuntos sociales, hasta lograr
identificarse como la única forma de atender la enfermedad, legitimada tanto por criterios
científicos como por el Estado.
Durante el desarrollo de las sociedades capitalistas, conviven varias prácticas y saberes de atención
a la enfermedad, pero el MMH construye una hegemonía que intenta la exclusión ideológica y
jurídica de las otras posibilidades de atención.
En todos los contextos se genera conflictivamente la expansión del MMH. Esta expansión es
posible porque la organización social, ideológica y económico-política que impera sobre las
prácticas, y sobre el conjunto del sistema tiende a generar la apropiación y transformación de los
mismos a partir de su subordinación ideológica y técnica al MMH.
Por modelo vamos a entender un instrumento metodológico que supone una construcción
propuesta por nosotros a través de determinados rasgos considerados estructurales y cuyo valor
es básicamente heurístico.
Por modelos médicos, incluido el hegemónico, entendemos aquellas construcciones que a partir
de determinados rasgos estructurales suponen la consideración no sólo de la producción teórica,
técnica e ideológica de las instituciones específicas, sino también la participación en todas estas
dimensiones de los conjuntos sociales implicados en su funcionamiento.
Al ser construcciones metodológicas no pueden explicar cada una de las situaciones históricamente
determinadas y sólo actúan como referencia teórica de dichas situaciones.

El concepto de hegemonía no supone la exclusión de otras tendencias, sino la subalternidad de


las mismas.
Hegemonía no significa unanimidad, sino justamente hegemonía.
Existen tres modelos básicos, el Modelo Médico Hegemónico, el Modelo Alternativo
Subordinado y el Modelo de Autoatención.
Modelos médicos y relaciones hegemónicas.
Modelo Médico Hegemónico.

Esta constitución supone el reconocimiento de tres submodelos: el individuo privado, el médico


corporativo público y el médico corporativo privado.
Los tres presentan los siguientes rasgos estructurales:
Biologicismo; Concepción teórica evolucionista/positivista; Ahistoricidad (contrario a Laurell);
Asocialidad; Individualismo;
Eficacia pragmática; La salud-enfermedad como mercancía; Orientación básicamente curativa;
Concepción de la enfermedad como ruptura; Práctica curativa basada en la eliminación del
síntoma; Relación medico-paciente asimétrica; Relación de subordinación social y técnica del
paciente, que puede llegar a la sumisión; El paciente como responsable de su enfermedad;
Tendencia a la medicalización de los problemas, etc .
Modelo Médico Alternativo Subordinado.
En este modelo se integran las prácticas reconocidas generalmente como “tradicionales”. Clausura
toda la serie de prácticas alternativas que se van constituyendo como dominantes, pero en gran
medida son derivaciones o emergentes del MMH.
Es necesario reconocer que en este modelo se agrupan prácticas que presentan rasgos no
homogeneizables y que algunas no integran la totalidad de los rasgos estructurales a señalar.
El eje de esta “agrupación” radica en que dichas prácticas constituyen opciones institucionales
que el MMH engloba y a las cuales subordina ideológicamente.
Los caracteres básicos de este modelo son: concepción globalizadora de los padecimientos y
problemas, tendencia al pragmatismo, ahistoricidad, asimetría en la relación curador-paciente,
etc.
El modelo alternativo subordinado presenta rasgos similares a los del MMH, pero tiene otros
caracteres incompatibles.
Los caracteres de complementación y subordinación y no de oposición, son los que tenderían a
determinar este modelo.
Modelo de Autoatención .

Es el modelo basado en el diagnostico y atención (prevención) llevados a cabo por la propia


persona o personas inmediatas pertenecientes al grupo familiar y/o a los diferentes grupos
comunitarios. Esta auto-atención supone desde acciones concientes de no hacer nada, pero
encaminadas a la cura hasta el uso de equipo de determinado grado de complejidad. La autoatención
permea la estructura de toda la sociedad y es su primer nivel real de atención. Este modelo está en la
base de todos los anteriores.
La autoatención constituye una práctica social estructural orientada directa y/o indirectamente,
a asegurar la reproducción biológica y social a partir de las unidades doméstico-familiares.
Se funda en dos hechos básicos: la frecuencia, la recurrencia y continuidad de episodios de
enfermedad, daños, o problemas que afectan a los miembros de los grupos primarios; y por otra
parte, la necesidad de estos grupos de establecer acciones inmediatas que den una solución.
El MMH, al cuestionar la autoatención, sobre todo respecto de la automedicación, reduce de
hecho la posibilidad de un primer nivel de atención autónomo y eficaz, en función de la necesidad
de seguir manteniendo su hegemonía.
El caso del “alcoholismo” ha dado lugar al, tal vez más importante y extendido grupo de
autoayuda, el de Alcohólicos Anónimos.
Todos los caracteres del MMH están saturados en niveles consciente/no consciente por
concepciones ideológicas de esta burguesía en ascenso. Este modelo supone en consecuencia una
serie de características que son isomórficas a la estructura de clases dominante: será jerárquico,
asimétrico, clasista y racista.
Es durante el período constitutivo cuando este submodelo formula y consigue imponer su
concepción excluyente respecto de las prácticas operadas por el modelo alternativo. El MMH
necesita imponer su hegemonía, ser la referencia científica e ideológica necesaria y legitimada de
las acciones contra la enfermedad, aún cuando sólo pueda ser consumido por un sector
relativamente pequeño de la población. La legitimación la obtiene de las funciones de control
social e ideológico. Estas funciones se manifiestan a través de la práctica profesional “privada” y
luego púbnlica, y justamente será esta acción profesional la que oculte a los conjuntos sociales las
funciones de control y legitimación que cumple el MMH.
Tanto la clase obrera como los dueños de los medios de producción y el Estado, requieren una
organización contra la enfermedad que garantice la supervivencia del trabajador y su familia, es
decir que contribuya a la reproducción y a la productividad de la mano de obra.
Fue a mediados del siglo XIX cuando el Estado en algunos países capitalistas comenzó a hacerse
cargo sistemáticamente de acciones asistenciales y de acciones sobre el medio, que posibilitan una
vía de desarrollo, control y legitimación del sistema dominante.
La extensión y pertinencia de los dos modelos no hegemónicos no es producto de resistencias
contraculturales; salvo en contados casos, se mantienen y reproducen por su relativa eficacia, por
su reconocimiento social y por ser frecuentemente los únicos y/o los más baratos con que pueda
contar cierta parte de la población.
El MMH se instituyó a partir de los estratos sociales urbanos, incluida la clase obrera. Tanto la
ruptura de los mecanismos de atención comunal/familiar, generada por el desarrollo del proceso
productivo, como la pérdida parcial de la eficacia simbólica y la urgencia de curar las enfermedades
de los trabajadores “libres”, como las necesidades de control y productividad del sistema
dominante, avalan la expansión y hegemonía del MMH.
La expansión del MMH sobre los otros modelos era excluyente en términos ideológicos, se
fundamenta esto con la racionalidad científica y por un proceso de profesionalización legitimado
por el Estado. Además, otro factor facilitó su expansión, cuando a partir de la década del ’30 y con
un aceleramiento en los ’60 y ’70 se desarrolló la “industria de la salud”, de gran importancia
económica para el desarrollo y mantenimiento de las formaciones capitalistas.
La expansión del MMH se caracteriza por:
-Concentración monopólica en la atención de la salud y una función más directa del Estado.
-El desarrollo de un proceso de profesionalización que se da en dos etapas: profesionalismo
liberal (el médico) y el desarrollo de los submodelos corporativos que suponen la emergencia de un
profesional ligado al control, la planificación y la administración.
-El desarrollo de una tendencia en las prácticas curativas que van desde las actividades artesanales
de bajo costo a una organización industrial de la atención médica que supone un constante
incremento de los costos de la salud.

-El desarrollo de un proceso de eficacia centrado en los medicamentos.


-La ampliación de la medicalización y la demanda de las prácticas de este modelo por cada vez
mayores sectores de la población.
MMH: caracteres estructurales.
El rasgo estructural dominante es el biologicismo, que es el factor que garantiza no sólo la
cientificidad del modelo, sino la diferenciación y jerarquización respecto de otros factores
explicativos. El biologicismo subordina en términos metodológicos e ideológicos a los otros
posibles niveles explicativos.
El biologicismo del MMH se expresa no sólo en la práctica clínica, sino en la práctica
epidemiológica.
El biologicismo se manifiesta a través de dos características:
-la primera se expresa en que la investigación epidemiológica se maneja con series de corta
duración histórica.
-la segunda subraya que la epidemiología utiliza como principales variables a aquellas que más
fácilmente puede ligar a procesos biologizados: sexo y edad.
La normalización de los procesos tiende a simplificarlos y a opacar parte de las determinaciones.
Para lA práctica médica, la enfermedad es un hecho natural y biológico y no un hecho social,
histórico; la enfermedad evoluciona y no tiene historia. Otro de los rasgos estructurales del MMH
es justamente su ahistoricidad. La carencia de un análisis histórico facilita suponer que fue la
eficacia médica la determinante en dicho proceso.
El biologicismo y la ahistoricidad hallan su conformación gracias a otro rasgo: la asociabilidad.
Esto es, que lo social constituye un rasgo que la práctica médica puede reconocer a un nivel
manifiesto, pero que no aplica a sí misma.
La estratificación social e ideológica generada en los países capitalistas utilizó indicadores
raciales para establecer diferenciaciones en cuanto a puestos y jerarquías, y los médicos formaron
parte de esta jerarquía. No es posible escindir el racismo dominante en las sociedades
capitalistas del MMH, más aún, el biologicismo del modelo se potencia para fundamentar las
prácticas discriminatorias institucionalizadas en algunos contextos por las instituciones médicas.
Las enfermedades producen sentidos y significaciones subjetivas y colectivas que operan de
diversa manera sobre el proceso de salud-enfermedad. Tanto las enfermedades científicas como los
síndromes de filiación cultural son sociales en la medida en que operan en conjuntos sociales que
construyen significados, que operan dentro de relaciones de contagio social, de incidencia desigual
según la pertenencia social o cultural de acceso diferencial a los servicios.
Lo que se plantea es la necesidad de construir un enfoque unificado donde lo biológico no
constituya el rasgo hegemónico, sino que sea una parte de una perspectiva general que lo incluya.
MMH: funciones.
El Estado se hace cargo de acciones sociales o resuelve impulsar prácticas por medio del aparato
médico-sanitario, aun cuando una parte del saber y de la ideología médica estén en desacuerdo con
las mismas. Esto supone la localización subordinada del aparato médico-sanitario en la
estructura de poder.
El MMH asume la misma ideología que la sociedad dominante respecto de la estructura social,
pues tiende a verla como no conflictiva, competitiva, naturalmente estratificada, etc.
El proceso social será considerado como evolutivo orgánico y el MMH tenderá a opacar los
procesos socioeconómicos y culturales que condicionan los sistemas diferenciados de salud.
El MMH cumple funciones que se agrupan en tres tipos:
1. Funciones curativas, preventivas y de mantenimiento.
2. Funciones de control, normalización, medicalización y legitimación.
3. Función económico-ocupacional.
El mantenimiento requiere la necesaria continuidad en la aplicación de estrategias, ya que si se
reducen los recursos o las medidas de supervisión es posible que la tendencia retome las
características antes dominantes.
Se propone a la medicina como un aparato no sólo ideológico sino político de Estado, como una
compleja institución donde el control se integra a la legitimación y donde la formación de
conductas exige incluso el invento de nuevas categorías gnoseológicas.
La práctica médica transmite pautas de comportamientos consideradas correctas. En este proceso
se complementan las instituciones médicas y los grupos familiares. Una situación extrema de
estas funciones la constituye el proceso de criminalización de la víctima que encuentra en el
alcoholismo una de sus principales expresiones.
El proceso de medicalización tiene que ver con la creciente complejidad de la vida cotidiana y
también por el desarrollo de la profesionalización médica que refuerza su identidad y poder
profesional a través de legitimar desde el Estado a la práctica médica como la única habilitada
para operar sobre el proceso de salud-enfermedad.
La medicalización constituye un obstáculo para reducir la incidencia de determinados
padecimientos (alcoholismo).
Los puntos básicos que señalan los críticos al MMH son los siguientes:
• La tendencia profesional a monopolizar los problemas y a excluir a la población.
• La tendencia indefinida del proceso de medicalización.
• Tendencia a opacar la causalidad social y los procesos históricos de las enfermedades.
• Que la población tiende a ser convertida en “adicta” del sistema médico.

La crisis del MMH.

El MMH comenzó a ser cuestionado en la década de los ’60 y la crítica alcanzó su máxima
expresión en los ’70. Las críticas al modelo surgieron en los países capitalistas centrales y luego
en los dependientes. Dichas críticas evidenciaron toda una serie de procesos negativos, que en los
países centrales son los siguientes:
• Aumento del costo de atención de la enfermedad.
• Aumento del consumo de fármacos.
• Incremento de la intervención médica en los comportamientos sociales.
• La comprobación de que algunas técnicas sencillas y baratas operadas por la comunidad
pueden ser más eficaces en la utilización de técnicas complejas, sofisticadas y costosas.
• El redescubrimiento de que el sector salud es curativo.
• Reconocimiento de los productores de enfermedad (tabacaleras, alcoholera), y la
subordinación política del sector a dicha industria de la enfermedad.
• Junto a las actividades curativo-preventivas se desarrollaron actividades de control social e
ideológico.
En los países dependientes:
• Estancamiento de tasas de mortalidad.
• Mantenimiento o incremento del hambre.

Incremento de la drogadicción, alcoholismo

41.4.3
DIANA WEINGAST

SALUD-ENFERMEDAD-ATENCIÓN

La antropología médica es uno de los campos de mayor debate teórico desde donde las
diferentes perspectivas analíticas han encontrado en la enfermedad y la atención medica, un foco
privilegiado para discutir la importancia de la superestructura y la infraestructura en la vida social.
Donde el cuerpo, la experiencia del sufrimiento y las terapias se constituyeron en un campo de
indagación de las relaciones de diferenciación y desigualdades de género clase y étnicas.
Donde las nuevas tecnologías médicas han abierto nuevas fronteras a la discusión entre naturaleza
y cultura.
Las creencias sobre las causas de las enfermedades y las prácticas de los grupos no occidentales
constituyen una institución social que esta interligada a la cultura.
ERWIN ACKERNECHT sostuvo:
La importancia de entender a la medicina como una institución inseparable del resto de la
cultura y la sociedad, la percepción del estado de enfermedad y su diagnostico, depende de
factores culturales y el tratamiento sigue la lógica de las creencias.
En este planteo se reconoce la diversidad cultural y la existencia de varias medicinas cada una de
ellas ligada a su cultura particular.
Este autor sostiene que la medicina de los pueblos no occidentales representa un modo de
pensamiento cualitativamente diferente a la biomedicina o medicina cientifica.
Por esto instaura el estudio de las medicinas no occidentales como objeto de investigacion
antropologica y reconoce que para entender el sistema medico de una cultura hay que
examinarlo dentro de su contexto socio-cultural ya que las creencias y las practicas en salud y
enfermedad forman parte de un sistema logico conceptual.
Las practicas medicas tradicionales tienen su propia racionalidad diagnostica y terapeutica y se
hallan integradas a las concepciones culturales y productivas dominantes en la comunidad.
Como señala Foster y Anderson:
Los antropologos estaban en situación de explicar al personal de salud como las creencias
tradicionales y las practicas chocaban con las concepciones de la medicina occidental, como los
factores sociales y culturales influyen en las desiciones del cuidado en la salud, y como la salud y
enfermedad son aspectos del modelo cultural que cambian en relacion con cambios socioculturales
mas generales.
La antropología medica norteamericana a partir de los años 70
Horacio Fabrega:
Delimitó el espacio médico del espacio antropológico, distinguiendo dos dimensiones de la
enfermedad: Disease ( enfermedad) y illness ( padecimiento ).
Enfermedad: estados corporales alterados o procesos de desviación a normas establecidas en o por
la ciencia medica occidental.
Padecimiento: enfermedad desde criterios sociales y psicológicos que son separables de aquellos
que emplea la medicina occidental.
El autor señala que todos los pueblos apartan una extensa clase de acontecimientos y cambios
indeseables que pueden afectarlos de modo personal designándolos con algún término que se
asemeja a lo que occidente llama enfermedad.
La enfermedad esta asociada con eventos evaluados como negativos, adversos a los cuales la gente
ha articulado significaciones y acciones
Fabrega enfatiza la perspectiva médica cultural de los diferentes pueblos considerando la
enfermedad en términos de sistema de significados del grupo, lo que conduce al reconocimiento de
diversas formas de enfermar y destacando la relevancia de todo tipo de creencias.
Considera a la biomedicina como un sistema con sus propias reglas de juego, prácticas y creencias
que configuran su papel en el contexto social general.
Kleinman:
Planteó su análisis a través del concepto de modelos explicativos: los de profesionales y los de
los pacientes.
ME de los profesionales: nos acerca a como ellos entienden y tratan la enfermedad
ME de los pacientes: nos habla de cómo ellos construyen el sentido del episodio de enfermedad y
como eligen, evalúan los tratamientos particulares.
Estudiar la interacción de ambos modelos explicativos permite analizar los problemas existentes en
la comunicación clínica.
Byron Good:
Considera la enfermedad como un síndrome de experiencias y significado. Debe ser considerada
como un conjunto de síntomas definidos.
Lo que muestra B. Good con este padecimiento, que sirve para ejemplificar, es un conjunto de
símbolos, situaciones, motivos, sentimientos que estructurados en el contexto sociocultural le dan
significado y especificidad a la experiencia del padecimiento y a su forma de actuar.

Fabrega, Kleinman y Good, se caracterizan por enfatizar la dimension cultural de la enfermedad y


analizan las dimensiones individuales de los padecimientos en tanto experiencia que puede ser
explorada en términos semanticos.
Young:
Puso su centro de atención a la dimension social de la enfermedad designada como malestar.
Enfatizar lo que es definido por los otros como no saludable.
La propuesta relacional dentro del campo de la antropología medica latinoamericana
La antropología clásica ha puesto centralmente la mirada en la estructura de significados y ha
secundarizado la estructura social, por lo que la comprensión de lo social se sustenta en la
descripción de los significados que los sujetos dan a sus actos y a los actos de los demás, sin
preocuparse demasiado por la descripción y análisis de las condiciones y relaciones económicas-
políticas dentro de los cuales se producen y se usan los significados.
Menéndez:
Indica que estos procesos de salud enfermedad atención deben ser leídos, descriptos y analizados
considerando tanto la estructura social, que remite a las dimensiones económico-política a procesos
de urbanización, migración, como a las significaciones sociales que construidas colectivamente
explican sus causas, orientas las practicas y legitiman instituciones.

La institucionalizacion de la biomedicina en tanto saber, practica y teoría acompaña el desarrollo


económico político de las capas burguesas que se apropian del poder y logran identificarla como la
única forma de atender la enfermedad. En los diferentes conjuntos sociales, operan saberes y
formas de atención que se expresan en distintos indicadores diagnósticos, en una variedad de
tratamientos y de criterios de curación, por lo que permite mostrar la existencia de un pluralismo
medico no solo para resolver distintos problemas sino un mismo problema de salud. A pesar de las
crisis, la biomedicina logra mantener su legitimidad y evidencia un continuo proceso de expansion a
traves del desarrollo tecnologico.

Das könnte Ihnen auch gefallen