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INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA

Aquello que primero concibe el intelecto como evidentísimo, y en lo cual resuelve todas
las otras concepciones es el «ens» (Illud autem quod primo intellectus concipit quasi
notissimum, et in quod conceptiones omnes resolvit, est ens), por otra parte:

El fin de la investigación intelectual no es conocer lo que los hombres piensan de la realidad,


sino lo que la realidad es en sí.1

Como afirmaba J. De Finance parafraseando el texto del Angélico:

No pertenece a la perfección de mi inteligencia, lo Non enim pertinet ad perfectionem intellectus mei,


que tú quieres o lo que tú entiendas, conocer, sino quid tu velis, vel quid tu intelligas, cognoscere, sed
sólo la verdad que tiene la cosa. solum quid rei veritas habeat.2

Desde este punto de partida, es decir, desde la misma realidad nosotros podemos
considerar el estudio de la filosofía en esos dos ámbitos en que normalmente viene
desarrollada en los cursos de bachillerato: la filosofía propiamente dicha (lógica, filosofía de
la naturaleza, filosofía del hombre, filosofía del conocimiento, metafísica, teodicea y otras
disciplinas similares) y la historia de la filosofía (antigua, medieval, moderna y
contemporánea).
Afirmamos esto desde el inicio por dos razones:
La primera, al ser la historia de la filosofía un estudio de aquello que han pensado y
afirmado los diversos autores a lo largo de la historia del pensamiento humano; este estudio
será por su naturaleza tedioso para la inteligencia humana, ya que en el mismo no encuentra
su natural perfección.
La segunda, para rechazar de manera firme esa perspectiva que dice que cada persona
estudia, investiga o hace filosofía o historia de la filosofía desde una determinada tradición
filosófica a la cual adhiere y con la cual interpreta las cosas o los autores que estudia;
relativizando de este modo sus afirmaciones al subsumirlas en una determinada cosmovisión,
tan valida como cualquier otra.
Esta posición parte de presupuestos implícitos que nosotros rechazamos. Por lo cual,
de modo contrario a estos presupuestos, nosotros afirmamos la prioridad del «ens» sobre el
pensamiento; y desde esta prioridad desarrollamos filosofía propiamente dicha y desarrollamos
historia de la filosofía buscando entender, humanamente hablando aquello que estos autores
intentaban trasmitir, tratando de ser lo más objetivos posible.

En este orden de cosas y ciñéndonos a la historia de la filosofía podemos encontrar en


el pensamiento de cada autor los siguientes elementos: a) el autor y su b) obra.
a) Con respecto al autor, son datos significativos para conocer su pensamiento: una
breve biografía del mismo, es decir, la fecha de su nacimiento y muerte para ubicarlo en una
determinada época histórica; los principales hechos de su vida, sobre todo aquellos que
pudieron afectar su pensamiento, en especial su postura religiosa. Ya que al ser cada autor, un
ser humano concreto: ha nacido en el seno de una familia y sociedad que le ha comunicado de
manera conciente o inconciente una serie de valores y presupuestos implícitos o explícitos.
También debemos considerar la influencia que ha tenido la cultura y la religión sobre el autor
y sobre todo el influjo de sus maestros (en sentido lato) que puede ser positivo o negativo, en
particular de modo reactivo.

1
J. De Finance, Conocimiento del ser, Gredos, Madrid 1971. Pág. 7.
2
S. Th., I, q. 107, a. 2 c.
b) Con respecto a la obra, normalmente nosotros podemos sólo conocer su producción
escrita y es muy difícil conocer su enseñanza oral, realizada en sus clases, conferencias u
otros medios. En este sentido debemos decir que el pensamiento del autor supera su obra.
Considerando solamente su obra escrita, la misma implica que ha sido escrita en orden
a un auditorio, la cual consta de tres facetas: un punto de partida, un desarrollo y unos
presupuestos, implícitos o explícitos, que podemos resumir, de modo sucinto en: 1)
presupuestos humanos (económicos, sociales y políticos), 2) presupuestos científicos (el
desarrollo que tenían las ciencias naturales y humanas en la época del autor), presupuestos
religiosos, en particular el problema de Dios.

Después de haber considerado, de modo particular, al autor y a su obra, encaremos


nuestra consideración desde un punto más global. En este sentido, si tenemos en cuenta lo que
afirma Alfredo Cruz Prados, acerca de la historia de la filosofía contemporánea:

La denominada filosofía contemporánea es posiblemente la etapa más compleja de la Historia


de la Filosofía. Los numerosos movimientos comprendidos en ella ponen en juego un repertorio
tan variado y extenso de ideas, que resulta notablemente difícil llevar a cabo una caracterización
global y completa de dicho momento. Repetidas veces, se han ensayado diferentes cuadros
caracterológicos de este periodo, pero el resultado ha sido con frecuencia incompleto y parcial:
según el criterio adoptado para definir ese cuadro de caracteres, se hace hincapié en unos
aspectos, olvidando otros. Parece como si la variedad de elementos y características de la
filosofía contemporánea se resistiese a una reducción a rasgos generales; como si, respecto de
ella, toda generalización supusiera simplificarla y cercenarla. Quizá la raíz de esta dificultad se
encuentre en que todavía carecemos de suficiente perspectiva histórica para contemplarla
panorámicamente; quizá su cercanía a nosotros no nos permita advertir claramente la
articulación jerárquica de sus diversos componentes; o quizá esa misma vecindad impida toda
consideración de la filosofía contemporánea como una etapa ya cerrada y concluida.
En consecuencia, podemos señalar la diversidad como la primera y más cierta característica del
periodo que nos ocupa. La filosofía contemporánea comprende una acelerada y desbordante
floración de corrientes y doctrinas, con frecuencia, en profunda y radical oposición. Así,
mientras unas se afanan en definir el límite que ha de ceñir a la filosofía, otras intentan
rebasarlo por doquier. Mientras unas adoptan una actitud prudente y desconfiada hacia todo
absoluto, otras lo buscan como fundamento imprescindible, situándolo, a su vez, en instancias
diferentes y contrarias.

Podemos, sin embargo, intentar un cierto marco interpretativo que nos permita ubicar
las principales corrientes filosóficas, inspirándonos en R. Garrigou Lagrange.3
3
R. Garrigou-Lagrange, Dios, II. Su naturaleza. Palabra, Madrid 1977. pág. 333-334: El bien ilusorio es tanto
más perjudicial cuanto más adopta el aire de lo que no es. Ahora bien, por encima de las formas extremas del
mal, como la pereza inerte y la agitación brutal, hay lugar para dos cosas en apariencia similares, pero
esencialmente diferentes y opuestas: el bien y la mediocridad. Entre el mal por exceso y el mal por defecto, surge
y se eleva el bien como una cumbre, es la ciudad de Dios; la mediocridad se sitúa a igual distancia de este punto
culminante y de las formas opuestas del vicio. Intenta hacerse pasar por el justo medio donde todo se armoniza,
y de hecho es una especie de medio donde todo se confunde. Suponed una elevación de forma triangular en cuya
cima figuraría el bien y cuyos extremos de la base representarían el mal por exceso y el mal por defecto, la
mediocridad se situaría exactamente en el centro de este triángulo a media altura, en mitad de la ladera. De hecho
se llama comúnmente el centro entre el partido del orden y el de la anarquía violenta tímida, alternativamente.
R. Garrigou-Lagrange, Dios, II. Su naturaleza. Palabra, Madrid 1977. pág. 336, 340: En un grado superior la
mediocridad es una sabia mezcla de verdad y de falsedad, y algo así como una ciencia del bien y del mal. Aquí el
mediocre pretende realizar lo que Dios jamás pudo hacer. Quiere, dice, armonizarlo todo, y se apresta a
confundirlo todo, lo que sería embrollarlo y destruirlo todo. Comienza por establecerse en su centro a igual
distancia del bien y de las formas opuestas del mal manifiesto; para obtener el favor de todos o de la mayor parte
se declara amigo de todo el mundo, se hace pasar modestamente por el sabio que puede conciliar al fin los
diversos aspectos de la verdad y del error; extiende su indulgencia a todas las variedades de mal para reunirlas al
bien en sí. Identifica misericordia y justicia hasta el punto de perdonar al impenitente y de reconocerle al error
los mismos derechos que a la verdad. ¿No es éste el dios que el mundo necesita, el que hará finalmente reinar la
El esquema propuesto sería el siguiente:

REALISMO

AGNÓSTICISMO

EMPIRISMO RACIONALISMO

concreto abstracto
singular universal
contingente necesario
sensible inteligible
continuo discreto
vida pensamiento
existente esencia
hechos históricos sentido de la historia

positivismo-cientificismo idealismo
vitalismo-existencialismo-nihilismo

Notemos como el Racionalismo, que subsume el ser en la razón, ya que todo lo


racional es real, tiene como característica lo abstracto y universal, y por tanto, necesario. Y
busca la inteligibilidad o racionalidad de las cosas mediante el análisis conceptual, y por
tanto, discreto de la realidad. Su ámbito es el pensamiento, en el que capta lo esencial, es

paz, la tranquilidad del orden, desde aquí abajo, sin que le sea necesario prometer una vida futura? ¿No es el
principio de la armonía universal? Se podrá declarar infalible, porque es él quien dará la norma de la verdad
conciliadora siempre cambiante. Se podrá decir impecable. "¿Quién de vosotros me acusará de pecado?"
Esencialmente huidizo por naturaleza, no se podrá formular contra él ninguna acusación precisa. Su dureza
aparente no es más que fuerza, su debilidad no es más que dulzura y longanimidad. Se le reprocha no combatir el
mal, su respuesta es instantánea: combatirlo sería descubrirlo, y por lo demás el mismo mal debe servir para
algo; lo mejor es generalmente enemigo de lo bueno. Cita el Evangelio: "Dejad la cizaña, no sea que con la
cizaña arranquéis también el trigo." Habla incesantemente de moderación y de prudencia, pero sabe apreciar el
celo como una cosa rara, y que debe subsistir. Bajo este reino de paz universal y de perfecta finura la misma
miseria normal puede hacer su camino en el mundo con la máscara de la corrección. El bien y el mal están de tal
manera confundidos que ha llegado a ser imposible deslindarlos…
Este agnosticismo práctico necesita un fundamento intelectual para justificarse. Aquí comienza la utilización de
las grandes paradojas filosóficas que no conseguirían imponerse si no hubiese un secreto interés en admitirlas.
Muchas almas son así conducidas al agnosticismo especulativo; y éste, tal como demuestra la encíclica Pascendi,
prepara el camino para el evolucionismo ateo.
decir, las esencias de las cosas. Una consecuencia es que intenta conocer la razón o sentido de
la historia subsumiéndola en un sistema.
De modo contrario, tenemos el Empirismo que dirige su investigación a lo concreto y
singular, y por tanto, contingente. Busca la realidad sensible y cambiante, que es
inmediatamente percibida por los sentidos (las impresiones) y que se manifiesta de modo
continuo, sobre todo en los fenómenos vitales. Es decir, el existente de la experiencia
inmediata. En el orden histórico su interés primordial son los hechos, es decir, los hechos
históricos.
De una manera, que podríamos clasificar de ecléctica, encontramos el Agnosticismo,
en Kant y en los neokantianos, que intentan hacer una síntesis de las anteriores posturas,
generalmente de orden subjetivo.
En muchos de estos autores, aunque no en todos, se nota la influencia de la
modernidad, mediante un presupuesto muchas veces conciente, que ha recibido el nombre de
principio de inmanencia, por el cual el sujeto no puede ir más allá de su pensamiento, hacia
una cosa en sí. El sujeto está encerrado en sí mismo y lo que puede conocer es lo que aparece
en su conciencia: lo fenoménico.
Por último, el realismo, fundado en una filosofía del ser (Fides et ratio) logra una
síntesis superior de estos distintos aspectos, que las otras posturas parcializan y absolutizan.
El realismo es representado principalmente por la Escuela aristotélica-tomista, sobre todo por
el neotomismo que se desarrolló a partir de Encíclica Aeternis Patris de León XIII.

Otro aspecto a destacar es la génesis histórica de los distintos autores y escuelas de


pensamiento. Teniendo en cuenta lo dicho por Alfredo Cruz Prados:

Como es notorio, la historia de la filosofía — como toda historia — es un proceso sucesivo sin
solución de continuidad alguna. Todo corte, toda segmentación o delimitación de su curso es, en
cierto sentido, arbitrario, y procede de exigencias heurísticas y pedagógicas. Para conocer y
comprender, necesitamos demarcar y circunscribir nuestro objeto. La diferenciación de etapas
se hace, ciertamente, en función de hechos, factores y características que nos hacen pensar en la
modificación o sustitución de unas vigencias por otras, en el agotamiento de un período y
comienzo de otro. Pero aun admitiendo el fundamento real de estas catalogaciones, hemos de
reconocer que nunca el final de una etapa es sólo final de ésta, ni el principio de otra es sólo
principio de ella. En la historia no hay cortes: nada empieza absolutamente, ni nada termina
absolutamente. En los tiempos fronterizos, en los momentos de tránsito, final y principio se
funden: lo que puede considerarse término, también puede considerarse punto de arranque.

Podemos presentar el siguiente esquema, señalando por medio de trazos las influencias
positivas o negativas que los distintos autores han tenido; enmarcando todo en los principales
hechos civiles y eclesiales. Advirtamos el movimiento pendular que ha realizado la filosofía
contemporánea que ha pasado del optimismo racionalista del final del ochocientos al
pesimismo irracionalista y nihilista actual tal como lo señala la Encíclica Fides et ratio.
Otra clasificación que nos da el Diccionario de Filosofía es la siguiente:

René Descartes (fundador)

Adversarios del cartesianismo Blas Pascal


N. Malebranche
Maine de Biran
J. Norris

Trasformación del cartesianismo Fenelón

Mecanicismo universal y materialismo (Iusnaturalismo) Thomas Hobbes

Idealismo acosmístico Berkeley

Monismo Baruch Spinoza

Pluralismo (monadología) Leibniz


S. Pufendorf
G. Vico

Ocasionalismo N. Malenbranche

Jansenismo

Filosofía de la Ilustración

Empirismo inglés John Locke


iniciador de la Ilustración

Matemática Fermat

Siglo XVIII Empirismo inglés (idealismo acósmico) G. Berkeley


D. Hume

Empirismo inglés (escepticismo) D. Hume

Filosofía moral inglesa Locke


Mandeville
S. Clarke

Ciencia de la naturaleza y filosofía natural Isaac Newton


G. Buffon

En Francia: Introducción del empirismo ingles Voltaire


Montesquieu

Materialismo pleno P.H. Holbach


Helvecio
Diderot
Condillac
Destutt

Tránsito al positivismo Alembert


J. A. Condorcet

Superación de la Ilustración J. J. Rousseau


En Alemania: Racionalismo Christian Wolff

Difusión de la Ilustración Lessing

Filosofía trascendental
Immanuel Kant
Acogida y modificación del criticismo J. G. Herder
F. H. Jacobi

Idealismo J. G. Fiche
R. Ch. Krause

Idealismo alemán W. von Humboldt

Romanticismo F. Holderlin
F. Schlegel

Filosofía del derecho Beccaria

Utilitarismo (Ficcionalismo) J. Bentham

Siglo XIX En América A. Bello


Farías Brito
Luz y Caballero

Evolución de la filosofía trascendental

Georg F. W. Hegel
Escuela hegeliana
Ala derecha: V. Cousin
Bruno Bauer
(primera época)

Ala izquierda: Bruno Bauer


(segunda época)

Ala izquierda radical (materialismo) L. Feuerbach


Karl Marx
F. Engels
Max Stirner
K.J. Kautsky
G. Plekhánov

Socialismo P. J. Proudhon
Ch. Fourier

Anarquismo M.A. Bakunin

Influjo del hegelianismo Feuerbach

Panteísmo K. Ch. F. Krause

Arthur Schopenhauer (Doctrina del conocimiento)

Voluntarismo F. Nietzsche

Malthusianismo Th. R. Malthus


Oposición a Kant y a la filosofía trascendental

Positivismo lógico (Fenomenalismo) Saint-Simon (Política)


A. Comte
J. Ingenieros
J.S. Mill

Explicación materialista del Universo

Evolución H. Spencer

Teoría mecánica de la evolución Darwinismo

Otras corrientes

Empiriocriticismo Ernst Mach (Positivismo lógico)

Renovación de la filosofía trascendental

Neokantismo H. Kelsen
Georg Simmel

Síntesis de ciencia natural filosofía trascendental

Convencionalismo H. Poincaré

Filosofía de la cultura G. Tarde

Tema antropológico

Irracionalismo F. Nietzsche

Oposición al naturalismo Th. Carlyle

Irracionalismo espiritualista Sóren Kierkegaard


W. Dilthey
H. von Keyserling

Logística ,J. Bolyai


L. Carroll
K.E. Gauss
N.I. Lobachevski

Trascendentalismo H.D. Thoreau (Contra el capitalismo)

En España Menéndez Pelayo

Nuevo positivismo (Transición al S. XX. Finalismo) H. Bergson


G. Sorel

Oposición a Kant y a la filosofía trascendental

Siglo XX Neopositivismo
Círculo de Viena (Fisicalismo. Positivismo lógico) M. Schlick
E. Nagel
R. Carnal
A.J. Ayer
K. Gödel
Neurath
K.R. Popper

Renovación de la filosofía trascendental

Escuela de Marburgo (neokantismo estricto) Hermann Cohen


Ernst Cassirer
R. Stammler

En España Ortega y Gasset


X. Zubiri

Escuela de Baden (o alemana sudoccidental) Max Weber

Kantianos independientes H. von Keyserling

Neoidealismo

Dirección hegeliana J. Hyppolite


M. Horkheimer

Neohegelianismo B. Croce

Ciencias particulares

Vitalismo y ciencias naturales A. Einstein


Max Plank

Historismo W. Dilthey
H. von Keyserling

Movimiento diltheyano O. Spengler

Logística G. Frege
G. Peano
A. N. Whitehead
B. Russell (Atomismo lógico)
D. Hilbert (Formalismo)
W. Ackermann
R. Carnap
Dedekind
K. Gódel
J. Hintikka
J. M. Keynes
J. Piaget (Psicología)
F.P. Ramsey
A. Tarski

FILOSOFÍA MODERNA

Filosofía del lenguaje (Análisis del lenguaje) J. Austin (Escuela de Oxford)


John R. Searle (Actos de Habla)
Moore
N. Chomski
D. Davidson

Regreso del objeto


Franz Brentano

Realismo crítico (contra el neokantismo) N. Hartmann

Nueva ontología M. Heidegger


N. Hartmann
G. Jacobi

Fenomenología (Lógica gnoseológica) Edmund Husserl


R. Ingarden
E. Fink

Dirección a la teoría de los valores Max Scheler

Existencialismo

S. Kierkegaard (precursor) J.P Sartre


A. Camus
Merleau-Ponty

Existencialismo crítico Karl Jaspers


C. Astrada
M. Scheler

Filosofía ontológica Martin Heidegger


H. G. Gadamer
J. Gaos
P. Ricoeur

Existencialismo cristiano G. Marcel

Filosofía dialogística F. H. Jacobi


G. Marcel

Estudios en el marxismo L. Althusser


E. Bloch
G. Lukács
L. Goldmann
A. Gramsci
A. Sánchez Vásquez

Socialismo cristiano S. Weil

Escuela crítica de Francfort M. Horkheimer


Rh. W. Adorno
H. Marcuse

Teoría de la acción comunicativa J. Habermas


K. O. Apel
Ernst Bloch

Derivaciones del materialismo dialéctico W. Benjamin

Escuela de Madrid J. L. Aranguren


M. García Morente
J. Marías
F. Larroyo
Filosofía cristiana Teilhard de Chardin

Investigación histórica García Bacca

Estética J. Maritain

Filosofía de la ciencia Th. Kuhn


I. Lakatos
G. Bachelard
M. Bunge
P. Feyerabend
W. Heisenberg
C.G. Hempel
A. Koyré

Estructuralismo
Postestructuralismo Saussure
C. Lévi-Strauss
R. Barthes
M. Foucault
J. Lacan

Deconstruccionismo J. Derrida

Filosofía analítica L. Wittgenstein


W. Quine
V. Camps
Ch. Perelman

Pragmatismo F.C. Schiller


M. Blondel
W. James
J. Dewey
C.L. Lewis
Ch. S. Peirce
R. Rorty

Semiótica U. Eco
N. Chomski

Nominalismo N. Goodman

Filosofía de la justicia J. Rawls

Otras tendencias F. Savater


G. Vattimo

Latinoamericanos F. Salmeron
F.J. Varona
J. Vasconcelos
D. Cruz Vélez
R. Frondizi
E. García Maynes
A. Korn
C. Vaz Ferreira
F. Miró Quesada
F. Molina
R. Mondolfo
L. Zea

Franceses G. Bataille
S. de Beauvoir
J. Maritain

Su Santidad Juan Pablo II presenta, en su Encíclica Fides et ratio, estas últimas


corrientes de pensamiento con las siguientes características:

El eclecticismo

La primera es el eclecticismo, término que designa la actitud de quien, en la investigación, en la
enseñanza y en la argumentación, incluso teológica, suele adoptar ideas derivadas de diferentes
filosofías, sin fijarse en su coherencia o conexión sistemática ni en su contexto histórico. De
este modo, no es capaz de discernir la parte de verdad de un pensamiento de lo que pueda tener
de erróneo o inadecuado. Una forma extrema de eclecticismo se percibe también en el abuso
retórico   de   los   términos   filosóficos   al   que   se   abandona   a   veces   algún   teólogo.   Esta
instrumentalización no ayuda a la búsqueda de la verdad y no educa la razón —tanto teológica
como filosófica— para argumentar de manera seria y científica. El estudio riguroso y profundo
de las doctrinas filosóficas, de su lenguaje peculiar y del contexto en que han surgido, ayuda a
superar los riesgos del eclecticismo y permite su adecuada integración en la argumentación
teológica.4

El historicismo

El   eclecticismo   es   un   error   de   método,   pero   podría   ocultar   también   las   tesis   propias   del
historicismo.   Para   comprender   de   manera   correcta   una   doctrina   del   pasado,   es   necesario
considerarla   en   su   contexto   histórico   y   cultural.   En   cambio,   la   tesis   fundamental   del
historicismo consiste en establecer la verdad de una filosofía sobre la base de su adecuación a
un   determinado   período   y   a   un   determinado   objetivo   histórico.   De   este   modo,   al   menos
implícitamente, se niega la validez perenne de la verdad. Lo que era verdad en una  época,
sostiene el historicista, puede no serlo ya en otra. En fin, la historia del pensamiento es para él
poco más que una pieza arqueológica a la que se recurre para poner de relieve posiciones del
pasado en gran parte ya superadas y carentes de significado para el presente. Por el contrario, se
debe considerar además que, aunque la formulación esté en cierto modo vinculada al tiempo y a
la cultura, la verdad o el error expresados en ellas se pueden reconocer y valorar como tales en
todo caso, no obstante la distancia espacio­temporal.
En la reflexión teológica, el historicismo tiende a presentarse muchas veces bajo una forma de «
modernismo ». Con la justa preocupación de actualizar la temática teológica y hacerla asequible
a   los   contemporáneos,   se   recurre   sólo   a   las   afirmaciones   y   jerga   filosófica   más   recientes,
descuidando   las   observaciones   críticas   que   se  deberían   hacer   eventualmente   a   la   luz   de   la
tradición. Esta forma de modernismo, por el hecho de sustituir la actualidad por la verdad, se
muestra incapaz de satisfacer las exigencias de verdad a la que la teología debe dar respuesta.5

El cientificismo

4
Fides et ratio, n° 86.
5
Fides et ratio, n° 87.
Otro peligro considerable es el cientificismo. Esta corriente filosófica no admite como válidas
otras formas de conocimiento que no sean las propias de las ciencias positivas, relegando al
ámbito de la mera imaginación tanto el conocimiento religioso y teológico, como el saber ético
y estético. En el pasado, esta misma idea se expresaba en el positivismo y en el neopositivismo,
que consideraban sin sentido las afirmaciones de carácter metafísico. La crítica epistemológica
ha   desacreditado   esta   postura,   que,   no   obstante,   vuelve   a   surgir   bajo   la   nueva   forma   del
cientificismo.   En   esta   perspectiva,   los   valores   quedan   relegados   a   meros   productos   de   la
emotividad y la noción de ser es marginada para dar lugar a lo puro y simplemente fáctico. La
ciencia se prepara a dominar todos los aspectos de la existencia humana a través del progreso
tecnológico.   Los   éxitos   innegables   de   la   investigación   científica   y   de   la   tecnología
contemporánea han contribuido a difundir la mentalidad cientificista, que parece no encontrar
límites, teniendo en cuenta como ha penetrado en las diversas culturas y como ha aportado en
ellas cambios radicales.
Se debe constatar lamentablemente que lo relativo a la cuestión sobre el sentido de la vida es
considerado por el cientificismo como algo que pertenece al campo de lo irracional o de lo
imaginario. No menos desalentador es el modo en que esta corriente de pensamiento trata otros
grandes problemas de la filosofía que, o son ignorados o se afrontan con análisis basados en
analogías superficiales, sin fundamento racional. Esto lleva al empobrecimiento de la reflexión
humana, que se ve privada de los problemas de fondo que el animal rationale se ha planteado
constantemente, desde el inicio de su existencia terrena. En esta perspectiva, al marginar la
crítica proveniente de la valoración ética, la mentalidad cientificista ha conseguido que muchos
acepten la idea según la cual lo que es técnicamente realizable llega a ser por ello moralmente
admisible.6

El pragmatismo

No menores peligros conlleva el  pragmatismo, actitud mental propia de quien, al hacer sus
opciones, excluye el  recurso a reflexiones teoréticas o a valoraciones basadas  en principios
éticos.   Las   consecuencias   derivadas   de   esta   corriente   de   pensamiento   son   notables.   En
particular, se ha ido afirmando un concepto de democracia que no contempla la referencia a
fundamentos   de   orden   axiológico   y   por   tanto   inmutables.   La   admisibilidad   o   no   de   un
determinado   comportamiento   se   decide   con   el   voto   de   la   mayoría   parlamentaria.   Las
consecuencias de semejante planteamiento son evidentes: las grandes decisiones morales del
hombre   se   subordinan,   de   hecho,   a   las   deliberaciones   tomadas   cada   vez   por   los   órganos
institucionales. Más aún, la misma antropología está fuertemente condicionada por una visión
unidimensional del ser humano, ajena a los grandes dilemas éticos y a los análisis existenciales
sobre el sentido del sufrimiento y del sacrificio, de la vida y de la muerte. 7

El nihilismo

Las   tesis   examinadas   hasta   aquí   llevan,   a   su   vez,   a   una   concepción   más   general,   que
actualmente parece constituir el horizonte común para muchas filosofías que se han alejado del
sentido del ser. Me estoy refiriendo a la postura nihilista, que rechaza todo fundamento a la vez
que niega toda verdad objetiva. El nihilismo, aun antes de estar en contraste con las exigencias
y los contenidos de la palabra de Dios, niega la humanidad del hombre y su misma identidad.
En efecto, se ha de tener en cuenta que la negación del ser comporta inevitablemente la pérdida
de   contacto   con   la   verdad   objetiva   y,   por   consiguiente,   con   el   fundamento   de   la  dignidad
humana. De este modo se hace posible borrar del rostro del hombre los rasgos que manifiestan
6
Fides et ratio, n° 88.
7
Fides et ratio, n° 89.
su semejanza con Dios, para llevarlo progresivamente o a una destructiva voluntad de poder o a
la desesperación de la soledad. Una vez que se ha quitado la verdad al hombre, es pura ilusión
pretender   hacerlo   libre.   En   efecto,   verdad   y   libertad,   o   bien   van   juntas   o   juntas   perecen
miserablemente.8

FINALIDAD DEL CURSO.

Lograr que los alumnos alcancen aquello que el Papa Benedicto XVI decía en su
discurso a la Congregación para la Educación Católica: la formación de los futuros sacerdotes
deberá ofrecer orientaciones e indicaciones útiles para dialogar con las culturas
contemporáneas. Por tanto, hay que reforzar y sostener significativamente la formación
humana y cultural, también con la ayuda de las ciencias modernas, ya que algunos factores
sociales desestabilizadores presentes hoy en el mundo (por ejemplo, la situación de tantas
familias separadas, la crisis educativa, una violencia generalizada, etc.) debilitan a las
nuevas generaciones.

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Fides et ratio, n° 90.

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