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Acceso a la Justicia frente al uso de la justicia militar para juzgar a civiles en 2017
frente a las masivas protestas que se verificaron entre abril y julio, consideró
importante analizar el marco jurídico de la justicia militar a los efectos de determinar
el porqué del uso repentino por parte del gobierno de este tipo de administración de
justicia para juzgar a civiles.
1. ¿En Venezuela existen dos tipos de poder judicial: uno civil y otro militar?
Otra cosa es la distribución de las competencias entre los tribunales, la cual se hace
según la materia: civil, mercantil, tributario, entre otras. Una más de ellas, dentro del
ámbito penal, corresponde a los tribunales militares, es decir, estos sólo son
competentes en materia penal y respecto de delitos militares. En cambio, por
ejemplo, en caso de reclamos administrativos, los militares deben ir, como cualquier
otro funcionario público ante los tribunales contenciosos administrativos.
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Por si quedara alguna duda, el artículo 261 de la Constitución señala que “La
jurisdicción penal militar es parte integrante del Poder Judicial”, por lo que está
sujeta a la misma estructura y dirección que los demás tribunales del país.
Partiendo del hecho que todos los tribunales forman parte del Poder Judicial,
debemos señalar que el artículo 254 de la Constitución indica, además, que “El Poder
Judicial es independiente y el Tribunal Supremo de Justicia gozará de autonomía
funcional, financiera y administrativa”. El artículo 255 del texto fundamental agrega
que el “nombramiento y juramento de los jueces o juezas corresponde al Tribunal
Supremo de Justicia” (subrayado nuestro) y que los jueces sólo pueden ingresar o
egresar de la carrera judicial por los procedimientos previstos en la ley. Al ingreso,
además, impone que ha de hacerse con garantía de participación ciudadana.
Tanto le importa a la Constitución la imparcialidad y la independencia de los jueces
(de todos) que en su artículo 256 les prohíbe, tanto a ellos como a los fiscales y a los
defensores públicos, realizar activismo político partidista, gremial o sindical.
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2. ¿La Constitución regula de manera diferente a la justicia militar que al resto
del Poder Judicial?
Luego, como segundo elemento diferenciador, el mismo artículo nos dice que la
justicia militar en lo que tiene que ver con su competencia, organización y
modalidades de funcionamiento se regirá por el sistema acusatorio, que no es otro
que el establecido en el Código Orgánico Procesal Penal (COPP) dictado en 1998, y
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de conformidad con lo previsto en el Código Orgánico de Justicia Militar (COJM), el
cual precisamente fue reformado para que se adecuara a los principios del COPP ya
mencionado, pero debemos acotar que esta reforma sólo se limitó a elementos
procesales, quedando vigentes conceptos propios del régimen dictatorial que le dio
origen, pues el COJM data de la época de Juan Vicente Gómez.
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3. ¿Cómo está organizada la justicia militar?
A partir de esta pregunta es cuándo empiezan a verse las grietas que evidencian el
control del Poder Ejecutivo sobre el Judicial, a pesar de las normas constitucionales
ya citadas que declaran su independencia e imparcialidad.
Así, la Sala Plena del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) dictó el 18 de agosto de 2004
la Resolución N° 2004-0009 (reformada por la Resolución 2014-00201) en la que creó
el Circuito Judicial Penal, el cual dependerá “funcionalmente” de la Comisión
Judicial del Tribunal Supremo de Justicia y administrativamente del Ministerio del
Poder Popular para la Defensa, en lo que refiere al presupuesto, esto último de
acuerdo a lo previsto en la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana2.
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establecen Tribunales de Control en Barquisimeto, Punto Fijo, Maracaibo, San
Cristóbal, Mérida y La Fría.
3Hemos de agregar que cuando se compara la distribución de tribunales de esta Resolución con lo
publicado en la página web del TSJ (http://corte-marcial.tsj.gob.ve/directorio_judicial.asp?id=027)
existen algunas discrepancias, y así por ejemplo, los Tribunales Tercero y Cuarto con sede en los
Valles del Tuy y La Guaira respectivamente (de acuerdo a la Resolución), aparecen como ubicados
en Caracas. La confusión aumenta cuando al abrir alguna de las sentencias publicadas por el Tribunal
Cuarto que supuestamente está en la Guaira, se señala que en realidad se encuentra en Macuto
(http://corte-marcial.tsj.gob.ve/DECISIONES/2016/MAYO/1284-10-CJPM-TM4C-054-2016-
.HTML).
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Tenemos entonces que la justicia militar, a diferencia de los tribunales penales
ordinarios, que están organizados según circuitos estadales, se definió como un
circuito judicial penal de carácter nacional al tener tribunales en casi todos los
estados del país, y con una sola corte de apelaciones (la llamada Corte Marcial) en
la ciudad de Caracas. A esto debemos agregar que, a su vez, las decisiones de la
Corte Marcial, como el resto de las Cortes de Apelaciones del país, son susceptibles
de ser conocidas por la Sala de Casación Penal a través del recurso de casación, con
lo cual se observa como la pirámide judicial tiene su cúspide en el TSJ.
Hemos de acotar que en la Resolución antes descrita también establece los servicios
administrativos correspondientes al circuito (art. 4 y ss.), a saber, servicio de
alguacilazgo, de atención al público y otros.
Esto es grave por suponer una usurpación de las funciones del máximo tribunal, de
acuerdo con las disposiciones constitucionales ya citadas, y además en
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contravención a disposición expresa del Código Orgánico Procesal Penal, el cual en
su artículo 504, parte in fine, establece lo siguiente:
En el caso de la Corte Marcial, el artículo 33 del COJM señala que el TSJ nombrará
de una lista de quince candidatos elaborada por el Ministro de la Defensa a los cinco
miembros de la Corte Marcial. Es decir, que la primera elección la hace el Poder
Ejecutivo, aunque se da algún margen al TSJ. Esta norma, si bien es anterior a la
Constitución de 1999, puede interpretarse progresivamente, pues sin ningún
problema puede hacerse cónsona con la Constitución, asumiendo que el
nombramiento tal como establece la norma suprema lo hace el TSJ, tomando en
cuenta la lista de los 15 mejores candidatos que le presenta el Ministro de la Defensa,
resultado del concurso que le obliga hacer la Constitución.
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y contrariando el COJM, llega al extremo de establecer en su artículo 8 que el
nombramiento de los miembros de la Corte Marcial lo realizará el Tribunal
Supremo, pero no mediante el concurso que señala la Constitución, sino escogiendo
de una lista del propio Ministro de la Defensa, con lo cual resulta obvio quién es el
que realmente hace el nombramiento.
Así entonces tenemos que la intención de este “Reglamento interno” es tan grosera
que ni siquiera se indica el número de postulados en la lista, por lo que si el Ministro
envía sólo cinco candidatos para los cinco cargos de la Corte Marcial, el Tribunal
Supremo no tendrá en realidad capacidad de elección alguna. Adicionalmente, y tan
grave como lo anterior, es que lo mismo aplica para el resto de los jueces militares
(art. 9).
Sin embargo, todo este análisis resulta totalmente estéril, pues la realidad es todavía
más insólita que lo descrito, y sobre todo, ajena a cualquier clase de norma, sea
constitucional, legal o reglamentaria.
Decimos esto porque si leemos la Gaceta Oficial N° 40.462 del 28 de julio de 2014 nos
encontramos con la sorpresa de que todas las normas mencionadas, tanto las
constitucionales como las legales y reglamentarias, quedan para la papelera, por
cuanto mediante una sola Resolución, quizás en un afán de eficiencia, la N° 5665, la
entonces Ministra de la Defensa, invocando normas genéricas5 que no le otorgan tal
5Una de las dos normas invocadas como fundamento de la competencia para nombrar estas
autoridades es el artículo 11 de la entonces vigente Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas (G.O. N°
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competencia, nombra, literalmente de un plumazo, a todas las autoridades
principales de la “justicia” militar, a saber, al presidente de la Corte Marcial, a la
fiscal general militar y al defensor público militar, prescindiendo del TSJ.
Pero eso no es lo peor, pues lo más asombroso de esta situación es que el Tribunal
Supremo de Justicia avaló esta usurpación de sus propias funciones, publicando una
nota de prensa por la que informó que ese Tribunal “juramentó al nuevo presidente
de la Corte Marcial”6 sin explicar que no lo había nombrado y sumisamente aceptó
lo decidido inconstitucionalmente por la Ministra de la Defensa. Lo mismo ocurrió,
lamentablemente, en el caso de la fiscal y el defensor público militar, nombrados por
el Poder Ejecutivo.
6.020 del 21-03-2011) que al efecto dice: “El Ministerio del Poder Popular para la Defensa es el máximo
órgano administrativo en materia de defensa militar de la Nación, encargado de la formulación,
adopción, seguimiento y evaluación de las políticas, estrategias, planes, programas y proyectos del
Sector Defensa, sobre los cuales ejerce su rectoría de acuerdo con lo establecido en el Decreto con
Rango y Fuerza de Ley Orgánica de la Administración Púbica; y su estructura interna será establecida
por el Reglamento respectivo”. Como puede apreciarse, en ningún caso se hace referencia al
nombramiento de cargos en otros poderes públicos como el Judicial o el llamado Poder Ciudadano.
6 http://www.tsj.gob.ve/noticiastsj/-/asset_publisher/yCHb0RSxwqUX/content/magistrada-
gladys-maria-gutierrez-alvarado-juramenta-nuevo-presidente-de-la-corte-marcial-y-circuito-penal-
militar?_101_INSTANCE_yCHb0RSxwqUX_redirect=%2Fnoticiastsj%3Fp_p_id%3D101_INSTANC
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a un nuevo Fiscal Militar para reemplazar al anterior. Es decir, se trata de una
práctica establecida y reiterada ante la mirada indolente del TSJ.
Como puede apreciarse, a pesar del mandato constitucional de que los jueces
militares forman parte del Poder Judicial, y que los mismos deben ser
independientes y que deben ingresar por concurso, e incluso frente a normas
constitucionales y legales que señalan expresamente que los debe nombrar el
Tribunal Supremo de Justicia, resulta que todo esto queda de lado por una
resolución de un ministro del Poder Ejecutivo.
Toda esta situación, que como mínimo debemos calificar como bochornosa, dice
mucho de la verdadera naturaleza del régimen que gobierna Venezuela, así como
de la importancia que le da al Derecho y a las instituciones que el mismo creó e hizo
realidad como la Constitución de 1999.
No, pues como dice la propia Constitución “La competencia de los tribunales
militares se limita a delitos de naturaleza militar”, y siendo así, y dado que tampoco
los tribunales militares son la regla para el propio personal castrense, pues como
hemos visto, en caso de que cometan delitos comunes, de lesa humanidad o en
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violación de los derechos humanos, estos deben ser juzgados por los tribunales
ordinarios. Entonces, si los tribunales militares no son la regla para los militares,
tampoco han de serlo para los civiles.
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A lo dicho debemos agregar que la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
máxima intérprete de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, señaló,
en sentencia de fecha 24 de octubre de 2012, que “En un Estado democrático de
derecho, la justicia penal militar ha de ser restrictiva y excepcional de manera que se
aplique únicamente en la protección de bienes jurídicos especiales, de carácter
castrense, y que hayan sido vulnerados por miembros de las fuerzas militares en el
ejercicio de sus funciones”7, es decir, excluyendo a todo evento el juzgamiento de
civiles por parte de estos órganos jurisdiccionales.
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La Academia incluso ha señalado que algunas democracias actualmente han dejado
sin efecto la justicia militar a tal punto que incluso cuando los militares cometen
delitos de esa naturaleza pueden ser juzgados por los tribunales ordinarios10.
A pesar de lo contundente de las ideas antes citadas, el TSJ inicialmente dio una
interpretación cercana a la antes expuesta, cuando en sentencia N° 750 del 23 de
octubre de 2001 expresó que “Los delitos comunes serán juzgados por los tribunales
ordinarios y la competencia de los tribunales militares se limitará a las infracciones
de naturaleza militar. En consecuencia, deben entenderse por estos delitos, aquellas
infracciones que atenten a los deberes militares”, pero sin expresar claramente que
no es posible que civiles cometan delitos de naturaleza militar.
Del mismo modo la Sala Penal ha señalado que cuando civiles sean acusados de
delitos que se encuentren tanto en el Código Penal como en el COJM, los tribunales
competentes son los ordinarios, pues “… en presencia de dos disposiciones
semejantes, y ante la condición civil de la persona procesada, debe concluirse que la
jurisdicción penal ordinaria recobra su supremacía…” 11 , posición que ha sido
reiterada posteriormente en decisiones ulteriores12.
10 Idem.
11 Sala de Casación Penal, en sentencia número 59, de fecha 2 de febrero de 2001.
12 http://www.accesoalajusticia.org/wp/monitoreo-juridico/caso-del-video-de-primero-justicia-
es-enviado-a-jurisdiccion-penal-ordinaria/
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Esto podría dejar a la interpretación de que si el delito imputado no está en el Código
Penal, pero sí en el COJM, un civil podría ser juzgado por tribunales militares, que
en efecto es lo que ha ocurrido con los manifestantes procesados en 2017 ante la
justicia militar, como explicaremos en el punto 7.
En ese sentido, la posición del TSJ no ha sido muy coherente pues en una decisión
incluso, de manera sorprendente, ha citado tanto a la Comisión Interamericana como
a la Corte Interamericana expresamente en este particular, a pesar de que
reiteradamente se ha negado a cumplir las decisiones de esta última, y así ha
expresado lo siguiente: “Es importante destacar que tanto la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos como la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, ha expresado que la aplicación de la justicia militar a civiles, es violatoria
de la Convención Americana de Derechos Humanos”, concluyendo la Sala que “la
jurisdicción militar no es la naturalmente aplicable a civiles que carecen de funciones
militares, debiendo limitarse a los denominados delitos propiamente militares –por
ser de naturaleza especial” 13.
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En tal sentido, consideramos que la coherencia y solidez de la Corte Interamericana
ponen en evidencia las fallas de lo interpretado por el TSJ en contra de los Tratados
Internacionales de Derechos Humanos, que de acuerdo con el olvidado artículo 23
de la Constitución, tienen rango constitucional, y dado que el propio TSJ ha estado
de acuerdo con la interpretación de la Corte, lo menos que debe exigírsele es que
actúe en consecuencia y como no ha hecho, por ejemplo, en el conocido caso del
diputado suplente de la Asamblea Nacional, Gilber Caro14.
Sí, y lamentablemente son muchas, pues esto tiene que ver, como dijimos
previamente con la estructura normativa sobre la que descansa la justicia militar que
no es otra que el Código Orgánico de Justicia Militar (COJM), que como ya hemos
indicado, entró en vigencia durante la dictadura de Juan Vicente Gómez (1933), y a
pesar de haber tenido algunas reformas, mantiene normas que ponen de manifiesto
el carácter autoritario del este tipo de regímenes, del todo incompatible con un
estado democrático y de derecho como pregona ser el venezolano, aunque ya está
cada vez más claro que no lo es15. Lo dicho pone en evidencia que esta norma es
obsoleta y ajena, entre otros principios democráticos, al de separación de poderes,
como veremos de seguidas.
Así, el COJM, como de esperarse en el régimen que lo vio nacer, hace que la justicia
militar gire en torno a la figura del Presidente de la República. Por ello, por ejemplo,
el artículo 28 señala literalmente que “son funcionarios de Justicia Militar” tanto el
14http://www.accesoalajusticia.org/wp/cronologia-del-caso-de-gilber-caro/
15http://www.accesoalajusticia.org/wp/multimedia/por-que-consideramos-que-hay-una-
dictadura-en-venezuela/
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Presidente de la República como el Ministro de la Defensa y otros militares con
mando de tropa. Esta sola afirmación pone de manifiesto la manera en que se
concibe la llamada justicia militar: como un órgano del Poder Ejecutivo. De más está
decir que en cualquier democracia verdadera los tribunales militares no dependen
del Poder Ejecutivo.
Para evidenciar que lo dicho anteriormente no es sólo un título honorífico del Poder
Ejecutivo, podemos decir que, entre otras potestades el Presidente de la República
puede nada menos que “ordenar que no se abra juicio militar en casos
determinados” (artículo 54, numeral 2), lo que puede dar pie a una grave
impunidad, pues por su sola decisión, y sin ninguna motivación, puede impedirse
un juicio para sancionar delitos, y peor aún “ordenar el sobreseimiento de los juicios
militares, cuando así lo juzgue conveniente, en cualquier estado de la causa” (art. 54,
numeral 3). En tal sentido, debemos recordar que la impunidad de los delitos
cometidos el 4 de febrero de 1992 se concretó gracias al ejercicio de esa última
potestad.
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De la misma manera, el COJM señala que los fiscales militares son nombrados por
el Presidente de la República y no requieren ser abogados (arts. 71 y 77), en este caso
violando la autonomía de uno de los componentes del llamado Poder Ciudadano16,
al que la Constitución también le reconoce su autonomía.
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Con esto, vemos cómo normas vetustas como el COJM, así como otras de muy
reciente incorporación, están extrañamente regidas por los mismos principios y
presentan los mismos vicios.
Como hemos visto, los expuestos no son más que resabios de regímenes militaristas
en los que la autoridad no quiere saber nada del principio de separación de poderes,
porque atenta contra la base misma de su autoritarismo.
18Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas. Real Decreto 96/2009 del 6 de febrero, publicado
en el Boletín Oficial del Estado del 7 de febrero de 2009, Núm. 33.
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No. Como es sabido, durante las masivas manifestaciones del 2017, y a consecuencia
de la negativa de la Fiscalía General de la República, de imputar a los manifestantes
detenidos, el Poder Ejecutivo decidió utilizar a los tribunales militares para
juzgarlos19, llegándose a procesar por esta razón, entre abril y septiembre de 2017, a
757 civiles por parte de tribunales castrenses, de acuerdo con un informe elaborado
por Human Rights Watch y Foro Penal20.
Aun así, y a pesar de lo absurdo de la situación, veamos en qué consisten esos delitos
para apreciar en su verdadera medida la gravedad de lo descrito. Así, de acuerdo
con el artículo 476 del COJM el delito de rebelión se comete al “promover, ayudar o
sostener cualquier movimiento armado para alterar la paz interior de la República o
para impedir o dificultar el ejercicio del Gobierno en cualquiera de sus poderes” y
en su segundo supuesto en caso de “guerra civil” el cometer actos para favorecer “al
enemigo de la legalidad”. Ahora bien, resulta obvio que el derribo por parte de
19 https://www.nytimes.com/es/2017/05/12/venezuela-tribunales-militares-maduro/
20 “Venezuela: Abusos sistemáticos contra opositores. Brutalidad, torturas y persecución política
con impunidad”, publicado el 29 de noviembre de 2017 en:
https://www.hrw.org/es/news/2017/11/29/venezuela-abusos-sistematicos-contra-opositores
21 http://www.radiofeyalegrianoticias.net/sitio/2017/05/detenidos-de-la-villa-del-rosario-seran-
juzgados-por-tribunales-militares/
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civiles desarmados de una estatua en una lejana población fronteriza no encuadra
en esos supuestos y menos si se tiene en cuenta que el artículo 486 del mismo Código
señala que el delito de rebelión será un delito militar aún para civiles en los casos de
que sean “mandados por militares”, “formen partidas militarmente organizadas” de
más de 10 personas, o que “hostilicen” en cualquier forma a las fuerzas armadas,
situaciones estas que no ocurrieron durante los disturbios que llevaron al
derribamiento de la estatua en cuestión, pues, una vez más reiteramos, que los
detenidos eran civiles desarmados que mal podían actuar como una entidad militar
organizada de cualquier tipo.
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Ahora bien, lo dicho también es aplicable para el resto de los casos que en
manifestaciones públicas se presentaron ante los tribunales militares pues la
realización de una manifestación pacífica por parte de civiles no puede ser
considerada, bajo ningún concepto, como rebelión militar, y en ese sentido debemos
recordar que todas las manifestaciones realizadas, fueron consideradas, a priori, es
decir, aún antes de ocurrir, como violentas, y por tanto sujetas a represión.
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una sanción de prisión de 45 días a 6 meses, lo que en la práctica debía significar la
libertad de los detenidos, aún en el supuesto de que hubiesen cometido algún delito
dada la pequeñez de la pena.
Si comparamos esta sanción con los 14 a 20 años de presidio establecido por el COJM
para el ataque al centinela o con los 24 a 30 años de presidio para el caso de rebelión,
y considerando ello aplicable, por ejemplo, para el derribo de una estatua, como ya
hemos visto, se aprecia de nuevo lo desproporcionado y ajeno a la razón de estos
juicios, llevados a cabos por razones de represión política a la expresión de los
manifestantes en clara violación de los derechos humanos.
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