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CONFESIÓN Y EXAMEN DE CONCIENCIA

Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y cambiar, para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo,
por tanto, no debemos dejar pasar la oportunidad para recibir EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y DE LA
RECONCILIACIÓN.
Este sencillo trabajo, tiene por fin ser una pequeña ayuda para prepararnos para la confesión a través del
examen de conciencia.

REFLEXIONEMOS LA PALABRA DE DIOS (1)


 En la tarde de Pascua, el Señor Jesús se mostró a sus apóstoles y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes
perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Jn 20, 22-
23).
 "Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados dice entonces al
paralítico: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». El se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente
temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres." — Mateo 9, 6-7

LA MISERICORDIA DE DIOS, LLEGA A SER CASI INCOMPRENSIBLE


 La Misericordia de Dios, llega a ser casi incomprensible, ¿Por qué?, porque pecamos una y otra vez, nos
arrepentimos y luego volvemos a cometer las mismas faltas, provocamos el enojo de Dios y sin embargo el
no deja de ser misericordioso con nosotros. La Misericordia de Dios, es la perfección del Amor, tanto así, que
El envió a su propio Hijo engendrado al mundo, permitiendo su muerte en la cruz y de este modo nuestros
pecados fuesen perdonados. En Justicia Dios nos condena pero en Misericordia nos salva.
 Es bueno preguntarse, ¿tenemos derecho a su Misericordia?, ¿tenemos derecho al perdón?, eso es lo
incomprensible, entre más pecamos y mas provocamos el enojo de Dios, más derecho tenemos.

SALMO 102
El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando, ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen, nuestros pecados, ni nos paga según nuestras culpas.

REFLEXIONEMOS LA PALABRA DE DIOS (2)


 Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas
murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos». Lc 15, 1-3
 Cristo Jesús quiere que nosotros seamos misericordiosos como El Padre Celestial es Misericordioso.
"Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia". Mateo 5:7
 Dice Jesús: Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se
convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse". (Lc 15-7)
 San Pablo nos exhorta a lo que el Padre más desea: que nos reconciliemos con él por medio de Cristo y de la
Iglesia, para que "seamos criatura nueva" 2 Cor 5,17.

CONFESARSE
 Para mucho de nosotros, no es fácil y en otras ocasiones, no nos parece agradable confesarnos, arrodillarnos
frente al sacerdote pareciera doblegarnos. Sin embargo, después de la confesión tenemos una gran paz
espiritual, esta nos restituye nuestra amistad con Dios, nos aumenta la gracia santificante, nos refuerza la fe,
nos aumenta la fuerza para evitar cometer mas falta, nos da vigor para no caer en la tentación y nos
compromete a no ofender a Dios.
 Sin embargo, después de confesarnos, muchas veces nos sucede que no nos sentimos seguros si hemos
hecho una buena confesión, como también nos ocurre que cuando estamos frente al sacerdote nos
cohibimos o nos contenemos de decir todas nuestras faltas. Más de alguna vez, pensamos que ciertas cosas
no son faltas y no las decimos o nos justificamos. ¿Entonces que hacer? ,

EXAMEN DE CONCIENCIA
 Cada cual puede tener un método para prepararse para la confesión, muchos proponen un examen de
conciencia previo a confesarse, ¿Cómo hacerlo?, creo que sin angustiarse y sin apesadumbrarse con las
faltas, pero con mucha confianza en Dios sabiendo que seremos perdonados.
 “Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La
oración ferviente del justo tiene mucho poder” Santiago 5, 16
 Examinemos nuestra conciencia en oración ante Dios, escuchando su voz en nuestro corazón, Dios siempre
perdona cuando hay arrepentimiento.
 Contemplen al que traspasaron" Jn 19:37
 Contemplemos a Cristo, su amor manifiesto en su Cruz, el nos ayudara a prepararnos.
 Al preparar nuestro Examen de Conciencia, recordemos que tenemos Diez Mandamientos que cumplir y
observemos en cuales hemos faltado. También podemos profundizar en los llamados Siete Pecados
Capitales, sin olvidar que faltamos muchas veces al no admitir nuestros defectos de carácter y no
aprovechamos los dones que Dios nos ha dado para servirle.
 A continuación propongo algunas preguntas a responder, quizás falten muchas más, ya que esto es una
mínima ayuda.

I. DE LOS DIEZ MANDAMIENTOS

1. AMARÁS A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS


- Amo de verdad a Dios
- Siente mi corazón que ama a Dios
- Confío siempre en Dios
- Le doy a Dios un instante de mi tiempo personal
- Me dejo guiar por Dios
- Alabo a Dios
- Agradezco a Dios
- Escucho a Dios
- Uso los dones que Dios me ha dado

2. NO TOMARÁS EL NOMBRE DE DIOS EN VANO


- Hablo bien de Dios
- He mentido tomando a Dios por testigo
- Utilizo el nombre de Dios para las cosas frívolas

3. SANTIFICAR EL DÍA DEL SEÑOR


- Voy a Misa los Domingos
- Rezo con amor durante la Eucaristía
- Pido perdón a Dios durante la celebración
- Me reconcilio con mis hermanos durante la Misa
- Voy a la Misa diaria si puedo o prefiero ir a otro lugar

4. HONRAR PADRE Y MADRE


- Me preocupo por cuidar a mis padres
- Atiendo las necesidades de mis padres
- Doy tiempo a mis padres
- Ayudo económicamente cuando lo necesitan
- Soy obediente a mis padres
- Miento a mis padres

5. NO MATARÁS
- He participado en la muerte de alguien
- Promuevo y acepto el aborto
- He pensado suicidarme
- Conduzco irresponsablemente
- Pongo en peligro la vida de los demás

6. NO COMETER ACTOS IMPUROS


- Soy fiel a esposo o esposa
- Busco la afectividad fuera del matrimonio
- Mantengo relaciones sexuales fuera del matrimonio
- Practico la fantasía sexual
- Leo o veo pornografía
7. NO ROBAR
- He robado
- Le he quitado indebidamente algo a alguien
- He engañado para mi beneficio
- No he devuelto lo que no es mío
- Me aprovecho de mi situación en mi beneficio

8. NO LEVANTARÁS FALSOS TESTIMONIOS NI MENTIRÁS


- Digo la verdad
- Hablo mal de los demás
- Revelo secretos que se me ha confiado
- Busco que otros opinen mal de mis hermanos
- Induzco a pensar erróneamente de alguien

9. NO CONSENTIRÁS PENSAMIENTOS NI DESEOS IMPUROS.


- Vivo con desorden a las facultades morales del hombre
- Permito o promuevo a otros a cometer pecados

10. NO CODICIARÁS LOS BIENES AJENOS.


- Tengo deseos de avaricia
- Deseo cosas que no me pertenecen
- Me siento envidioso
- Le deseo mal a otros

II. DE LOS PECADOS CAPITALES


Los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana caída está
principalmente inclinada. Es por eso muy importante para todo el que desee avanzar en la santidad
aprender a detectar estas tendencias en su propio corazón y examinarse sobre estos pecados. Los
pecados capitales son enumerados por Santo Tomás como siete: soberbia (orgullo), avaricia, lujuria, ira,
gula (glotonería), envidia, acidia (pereza).

1. SOBERBIA: Consiste en una estima de sí mismo, o amor propio indebido, que busca la atención y el
honor y se pone uno en antagonismo con Dios.
- Me he rehusado a Obedecer a Dios
- Vanagloria, la siento de sí mismo a causa de las ventajas que tengo y me jacto de poseer por
sobre los demás
- Jactancia, me esmero alabarme a mismo para hacer valer vistosamente mi superioridad y mis
buenas obras.
- Me elevo por sobre los demás en dignidad exagerando, para ello, el lujo en los vestidos y en los
bienes personales.
- Soy altanero, trato al prójimo, hablándole con orgullo, con terquedad, con tono despreciativo y
mirándolo con aire desdeñoso.
- Soy ambicioso, con deseo desordenado de elevarme en honores y dignidades como cargos o
título.
- Soy hipócrita, hago simulación de la virtud y la honradez con el fin de ocultar los vicios propios o
aparentar virtudes que no se tengo.
- Soy presumido y confío demasiado de que soy capaz de efectuar mejor que cualquier otro para
ciertas funciones.

2. AVARICIA: Inclinación o deseo desordenado de placeres o de posesiones. Es uno de los pecados


capitales, está prohibido por el noveno y décimo mandamiento.
- Tengo apego inmoderado a los bienes con; “esa pasión ardiente de adquirir o conservar lo que
tengo a toda costa.
- Me resisto a dar al que necesita.
- He privado a otros de algún bien.
- Le he negado a un hermano algo que me sobra.
- He participado de hechos fraudulentos para mi beneficio
- Soy tacaño
3. LUJURIA: El deseo desordenado por el placer sexual. Los deseos y actos son desordenados cuando no
se conforman al propósito divino, el cual es propiciar el amor mutuo de entre los esposos y favorecer
la procreación. Es un pecado contra el Sexto Mandamiento.
- Practico la fornicación.
- He sentido el deseo de estupro
- He efectuado algún tipo de rapto
- Soy partidario del incesto
- He sido adultero
- Practico la sodomía

4. IRA: Uno de los siete Pecados Capitales. El sentido emocional de desagrado y, generalmente,
antagonismo, suscitado por un daño real o aparente. La ira puede llegar a ser pasional cuando las
emociones se excitan fuertemente.
- He actuado contrario a la razón.
- Actúo sin moderación
- Tengo deseos de venganza
- Me siento maquiavélico
- Me domina la pasión en las discusiones
- Me indigno sin razón
- Participo de alguna riña

5. GULA: La gula es el deseo desordenado por el placer conectado con la comida o la bebida.
- He respetado el ayuno
- Practico el hurto para comer solo por placer.
- Mi deleite en el comer se reduce a un fin único y preponderante en la vida.
- No soy capaz de guardar abstinencia en los días de precepto
- Me provoco voluntariamente el vómito para continuar el deleite de la comida.

6. ENVIDIA: Rencor o tristeza por la buena fortuna de alguien, junto con el deseo desordenado de
poseerla. Es uno de los siete pecados capitales. Se opone al décimo mandamiento.
- Me entristece que otros tengan bienes materiales
- Me aflige si otro tiene un puesto que yo deseo
- Siento insatisfacción por los bienes que pose otro.
- Me angustia que otros sean felices
- Le deseo mal a alguien

7. PEREZA: Falta culpable de esfuerzo físico o espiritual; acedia, ociosidad.


- Deliberadamente me entristece sentirme obligado cooperar con mis hermanos.
- Descuido mi salud, me pereza ir al medico
- Soy inconsistente en el bien
- Desisto rápidamente de mis obligaciones.
- No ejecuto lo que se me ha encomendado
- No me atrevo a ayudar y me abandono en la inacción
- Me siento ocioso
- Soy cómodo y no me agrada el sacrificio de levantarme temprano
- Me fugo del trabajo

REFLEXIÓN FINAL

 Todos estamos muy necesitados de la paz interior, reconocer nuestras faltas, es un paso para lograrlo, la
culpa se elimina reconociéndola.
 La confesión nos invita a hacer un examen profundo de nuestra conciencia, descubrir lo que llevamos
adentro, por tanto nos ayuda a conocernos más,
 Pero hay algo de gran importancia, necesitamos saber si estamos en condiciones de ser perdonados, y
necesitamos saber que hemos sido perdonados.
 No olvidemos que una cosa es pedir perdón y otra distinta ser perdonado.
 Del Catecismo Católico, 1422 "Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la
misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra El y, al mismo tiempo, se reconcilian con la
Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y sus
oraciones" (LG 11).
 Necesitamos una confirmación exterior, sensible, de que Dios ha aceptado nuestro arrepentimiento. Esto
sucede en la confesión: cuando recibimos la absolución, sabemos que el sacramento ha sido administrado,
y como todo sacramento recibe la eficacia de Cristo.

CONSEJOS PARA VENCER LAS TENTACIONES


Necesitamos de los sacramentos, la oración y el sacrificio para poder vencer las tentaciones.

Consejos para vencer las tentaciones


Para vencer las tentaciones, ten en cuenta estos seis consejos:
1. No perder la calma: estar seguros de que todas las tentaciones pueden vencerse con la gracia de Dios.
2. Acuérdate de que sólo la voluntad puede pecar y, por lo tanto, mantenla inflexible.
3. Encomiéndate a Dios y a la Virgen Inmaculada, que jamás abandonan a los que acuden a ellos.
4. Desembarázate de la ocasión, en cuanto puedas.
5. Si hubo victoria, da gracias a Dios.
6. Si caída, arrepiéntete y aprovecha la lección para otra vez.
7. Después de cada caída, haz un acto de contrición, confiésate enseguida y además ofrece en reparación
una mortificación que te cueste.
8. No vuelvas a pensar más en la tentación; ocúpate de algo.
Para tu tranquilidad has de saber que dice San Pablo que Dios jamás permitirá que seamos tentados por encima
de nuestras fuerzas
Dice San Agustín y el Concilio de Trento lo repite que «Dios no pide a nadie cosas imposibles, sino que hagas lo
que puedas, y pidas lo que no puedas; que Él te ayudará para que puedas».

Después de una tentación pueden ocurrir tres cosas:


1. Victoria clara, porque la rechazaste totalmente en cuanto caíste en la cuenta de la tentación: dale
gracias a Dios que te ha ayudado a vencer.
2. Derrota clara, porque te dejaste llevar conscientemente: arrepiéntete, humíllate ante Dios, y pídele que
te ayude a vencer en otra ocasión; haz un acto de contrición y propón confesarte pronto.
3. Duda de si consentiste o no consentiste. No estás seguro si resististe completamente a la tentación. En
este caso expón al confesor sencillamente tu duda, por ejemplo, diciéndole: «he tenido malos
pensamientos y malos deseos contra la pureza, y no sé si los he rechazado suficientemente».

No te contentes con dejar la confesión para después de la caída. La confesión también tiene un valor preventivo,
porque aumenta la gracia en virtud del sacramento y fortalece la voluntad.
Cuando presientas una posible caída, confiésate aunque no tengas pecados graves. Y si, además, puedes
comulgar, todavía mucho mejor.
Para dominar el cuerpo es muy conveniente la mortificación. Es una práctica común de todos los santos. Un
cuerpo mortificado es mucho más dócil.
El ser mortificado fortalece la voluntad y enriquece espiritualmente.

He aquí algunos modos de mortificarse:


- No hacer gastos inútiles.
- Ser puntual para no hacer esperar a los demás.
- Escoger los peores sitios en las reuniones.
- Dejar hablar a los demás cuando estás deseando intervenir.
- No discutir aunque se tenga razón, si la cosa no es importante.
- No enfadarnos, si no es necesario.
- Sonreír amablemente aunque no se tengan ganas.
- Disponibilidad en los servicios comunes.
- Escoger para sí mismo lo peor, cuando esto sea posible.
- Evitar ruidos que molestan a los demás.
- Cuidar el aseo personal evitando malos olores.
- Terminar bien lo que se está haciendo aunque esté cansado.
- Etc., etc., etc.

Es necesario luchar mucho para permanecer puros. A las malas inclinaciones de nuestra pasión, se une la
inmoralidad que se ve en la calle y en el cine.
ALGUNAS RAZONES POR LAS QUE TENEMOS QUE CONFESARNOS

1. En primer lugar porque Jesús dio a los Apóstoles el poder de perdonar los pecados. Esto es un dato y es la
razón definitiva: la más importante. En efecto, recién resucitado, es lo primero que hace: "Reciban el
Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados, a los que no se los perdonen,
les quedarán sin perdonar " (Jn 20, 22-23). Los únicos que han recibido este poder son los Apóstoles y sus
sucesores. Les dio este poder precisamente para que nos perdonen los pecados a vos y a mí. Por tanto,
cuando quieres que Dios te borre los pecados, sabes a quien acudir, sabes quienes han recibido de Dios ese
poder.
2. Es interesante notar que Jesús vinculó la confesión con la resurrección (su victoria sobre la muerte y el
pecado), con el Espíritu Santo (necesario para actuar con poder) y con los apóstoles (los primeros
sacerdotes): el Espíritu Santo actúa a través de los Apóstoles para realizar en las almas la victoria de Cristo
sobre el pecado y sobre la muerte.

3. Porque la Sagrada Escritura lo manda explícitamente: "Confiesen mutuamente sus pecados" (Sant 5, 16).
Las condiciones del perdón las pone el ofendido, no el ofensor. Es Dios quién perdona y tiene poder para
establecer los medios para otorgar ese perdón. De manera que no soy yo quien decide cómo conseguir el
perdón, sino Dios el que decidió (hace dos mil años de esto…) a quién tengo que acudir y qué tengo que
hacer para que me perdone. Entonces nos confesamos con un sacerdote por obediencia a Cristo.

4. Porque en la confesión te encuentras con Cristo. Esto debido a que es uno de los siete Sacramentos
instituidos por El mismo para darnos la gracia. Te confiesas con Jesús, el sacerdote no es más que su
representante. De hecho, la formula de la absolución dice: "Yo te absuelvo de tus pecados" ¿Quién es ese
«yo»? No es el Padre Fulano –quien no tiene nada que perdonarte porque no le has hecho nada–, sino
Cristo. El sacerdote actúa en nombre y en la persona de Cristo. Como sucede en la Misa cuando el
sacerdote para consagrar el pan dice "Esto es mi cuerpo", y ese pan se convierte en el cuerpo de Cristo (ese
«mi» lo dice Cristo), cuando te confiesas, el que está ahí escuchándote, es Jesús. El sacerdote, no hace más
que «prestarle» al Señor sus oídos, su voz y sus gestos.

5. Porque en la confesión te reconcilias con la Iglesia. Resulta que el pecado no sólo ofende a Dios, sino
también a la comunidad de la Iglesia: tiene una dimensión vertical (ofensa a Dios) y otra horizontal (ofensa
a los hermanos). La reconciliación para ser completa debe alcanzar esas dos dimensiones. Precisamente el
sacerdote está ahí también en representación de la Iglesia, con quien también te reconcilias por su
intermedio. El aspecto comunitario del perdón exige la presencia del sacerdote, sin él la reconciliación no
sería «completa».

6. Porque en la confesión te reconcilias con la Iglesia. Resulta que el pecado no sólo ofende a Dios, sino
también a la comunidad de la Iglesia: tiene una dimensión vertical (ofensa a Dios) y otra horizontal (ofensa
a los hermanos). La reconciliación para ser completa debe alcanzar esas dos dimensiones. Precisamente el
sacerdote está ahí también en representación de la Iglesia, con quien también te reconcilias por su
intermedio. El aspecto comunitario del perdón exige la presencia del sacerdote, sin él la reconciliación no
sería «completa».

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