1. La educación y la desigualdad son dos variables inversamente proporcionales. Por una
parte, la desigualdad se ha visto enfocada en aspectos relacionados con la distribución del ingreso y la propiedad, pero no se han logrado abarcar todos los aspectos que explican esta distribución. Para Piketty (2013), en El Capital en el Siglo XXI, la concentración de la riqueza es un resultado natural de la dinámica de la economía de los países, y es esto, sumado al concepto de herencia, lo que aumenta las brechas de la población, haciendo al rico más rico y dejando que el crecimiento del pobre no sea el suficiente en relación con el avance de la economía, que se traduce en que es relativamente más pobre. La educación, por otro lado, viene a subsanar la dispersión que esta concentración de riqueza produce, con un efecto a mediano y largo plazo. Lo que enuncia Piketty es que la educación a mayor nivel y con mayor calidad puede permitir a la población el entrar a nuevos mercados laborales originados por el avance de la sociedad y de la tecnología. Dado que los factores tecnológicos han tenido unas mejoras significativas en estos tiempos, se ha presentado una transición completa de la sociedad hacia una etapa en donde se pueden ver avances importantes cada hora, puesto que la misma tecnología ayuda a conseguir más cosas por sí misma, en casi un círculo virtuoso. Sin embargo, dado que la fuerza de la tecnología en el desarrollo de la sociedad tiene tanto impacto, los individuos deben ponerse a la par con estos desarrollos y ser parte del círculo, tanto en disposición como en creación y mejora de los aspectos tecnológicos. Es en este punto en donde se explica una causa fundamental de la desigualdad, que es el hecho de que una población que no tenga la adecuada formación no puede ir a la par de esta revolución tecnológica y, por ende, no puede acceder al mercado laboral inherente. Al privarse el acceso a un mercado laboral en ascenso, no se pueden percibir los ingresos derivados de la mejora tecnológica, lo que produce dos efectos: que se importen trabajadores adecuados del extranjero y se desplace el producto nacional, y que la población local deba dedicarse a actividades que no proporcionan los beneficios económicos suficientes para reducir las brechas de desigualdad producidas por el ingreso. Y de esta manera se tiene a una población privilegiada, que ha tenido acceso a educación de mayor nivel y calidad, teniendo ingresos significativamente más altos, y a una población vulnerable que no puede costearse más que un mínimo de sus necesidades básicas. Es por esto por lo que la política más adecuada frente al problema de la desigualdad consiste en brindar educación de mayor nivel y calidad con mayor cobertura población, lo que puede permitir incorporar a un número mayor de personas en las actividades que producen mayores ingresos, que son aquellas que van a la par de los avances tecnológicos. Sin embargo, esto es algo que requiere esfuerzo por parte del Estado en términos financieros, por lo que una política de impuestos progresivos, es decir, que graven más el capital y menos la renta, es necesaria con el fin de conseguir los recursos y hacer una redistribución indirecta de los recursos, a la par de ir cerrando las brechas educacionales y, por consiguiente, las de desigualdad de la distribución. 2. De acuerdo con el debate sobre el Plan Nacional de Desarrollo, este no tiene aportes significativos frente a la reducción de los niveles de desigualdad del país, principalmente porque no toca el aspecto de la redistribución tanto de las tierras como de la riqueza. Con un coeficiente de Gini de 0.93, el PND debería tener acciones específicas sobre estos temas. Por esta razón, la equidad no puede ser lograda mediante los aspectos que propone, es decir, emprendimiento y legalidad, puesto que esto supone un cambio largoplacista, una política que construye oportunidades, pero no necesariamente se garantiza que la población pueda acceder a estas. La crítica que da el profesor Jorge Iván González frente al PND es que este se limita a la distribución del ingreso laboral, mas no a la redistribución de la riqueza. Además de esto, considera que el emprendimiento o esfuerzo de mercado solo lleva a aumentar las brechas de desigualdad porque permite a los capitalistas continuar el proceso de acumulación sin políticas impositivas adecuadas, y frente al aspecto de legalidad, enfatiza fuertemente en el hecho de que los grupos económicos influyentes pueden, valga la redundancia, influir en las leyes frente a los temas económicos y tributarios. En consecuencia, el gasto público está en déficit, más si se compara con economías más desarrolladas, de tal manera que no se alcanza a cubrir las necesidades sociales y no se puede construir sociedad.