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Aportes al tema de la intertextualidad en la literatura de Griselda Gambaro[1].

Nos ocupa la presencia, en las primeras obras de Griselda Gambaro, de Jean Paul Sartre y, sobre todo de Franz Kafka; cómo la autora maneja la
influencia que ellos tuvieron en su generación y cómo los acomoda, los “ajusta”, a un contexto circunstancialmente distinto. La de Kafka en Las
paredes ha sido señalada ya por Sandra Cypess [2] como “reminiscencia”, y tal observación es aceptada por Marta Contreras [3] y Diana Taylor
[4] . La de Sartre no ha sido considerada en particular, que sepamos, aunque sí la del existencialismo [5] . Nos interesa insistir en los relatos
contenidos en El desatino, libro publicado por Griselda Gambaro en 1965 [6] , que abarca cuatro cuentos: (“Los hombres”, “Un final para Adán y
Eva”, “Relato donde toda la gente se muere” y “Sumisión”) y dos nouvelles: “El desatino” y “Las paredes”, ambas adaptadas después al género
dramático. Observar estos relatos antes de abocarse a Las Paredes [7] , puede aportar datos decisivos a la caracterización del teatro de Gambaro,
habitualmente identificado con el del absurdo [8] , del grotesco [9] y el de Artaud [10] . En El Desatino se explicita la relación con Kafka; véase
por ejemplo: “Los hombres”: “Les ocurre como a Gregorio Samsa, les aterroriza el espacio” [11] y en “Las paredes”: “No era posible repetir El
Proceso; faltaba la atmósfera de coherencia, de fatalidad.”[12] Tales citas evidencian que al menos La metamorfosis y El Proceso operan como
intertextos en los relatos de Gambaro. Se puede enfatizar la influencia kafkiana cuando se considera que, en relatos de El Desatino ocurren temas
considerados por Borges como “obsesiones” de Kafka[13]: “subordinación” que degrada y provoca mutaciones, y las “infinitas postergaciones”,
que conducen a la angustia de una espera absurda.

Los dos primeros cuentos (“Los hombres” y “Un final para Adán y Eva”) reiteran acciones y gestos sin sentido, motivados por la costumbre; más
precisamente, evidencia que ellos deshumanizan. Ambos textos cuestionan la convivencia matrimonial, la rutina, los hábitos desgastadores.
“Relato donde toda la gente se muere” señala que los televisores y sus antenas introducen en la casa otra gente que “distrae” de lo vital cotidiano
y oblitera la comunicación entre los miembros de la familia, sólo atentos a lo que ocurre en las pantallas. “Sumisión” cuenta que un hombre
espera a alguien toda su vida, sin saber a quién ni por qué: alguien que lo busque y lo lleve a otro lado. Paranoicamente, el personaje teme la
aparición de la desconocida persona que espera. Y, al fin, esa persona es él mismo: criatura de su imaginación. “El desatino”, al igual que su
versión dramática, presenta un personaje (“Alfonso”) que por accidente calza el pie en un artefacto metálico que lo aprisiona y del que no puede
librarse sin ayuda.

Aquí hay que pasar por alto la alusión al mito de Edipo, pie hinchado, y otros detalles significativos como algunas alusiones al “complejo de
Edipo”, la relación entre la madre y Luis, el amigo de Alfonso, como figura equivalente a este, y algunos detalles más que debemos dejar para
próximos análisis.

Cabe observar que a Alfonso se le hincha el pie y éste se pudre, tal como la manzana arrojada por el padre de Gregorio Samsa, incrustada en el
cuerpo del hijo, por quien la familia experimenta una cierta repugnancia:

“​(...) nadie se atrevió a quitarle la manzana, que así quedó empotrada en su carne (...) era un elemental deber de familia sobreponerse a la
repugnancia y resignarse.”[14]

Alfonso muere finalmente sin que su madre tenga entera conciencia de su muerte; aún así, ella manifiesta un gran alivio.

Más evidente es la intertextualidad perceptible en “Las paredes”, y así ocurrirá con algunas variantes en la versión dramática. El protagonista se
llama o “se deja llamar” Ruperto de Henzau o Hencau (nombre tomado de El prisionero de Zenda escrito por Anthony Hope; esto se aclara en el
cuento, no en el texto dramático). Ruperto es arrestado[15] un domingo en que ha pasado un día de campo, y conducido a un sitio en que “su
caso” va a ser tratado. La habitación donde lo alojan va estrechándose. Espera en vano, angustiosamente, que lo saquen de allí; vive
humillaciones que acepta por miedo a complicar su situación y finalmente muere aplastado por paredes y techo; ya se dijo:

“​No era posible repetir El Proceso; faltaba la atmósfera de coherencia, de fatalidad.”[16]


Ambas versiones incluyen un personaje llamado Ujier. Él se comporta de manera similar al ujier de El Proceso: aparentemente es amable y
conoce cómo funciona el lugar y qué ocurre a los procesados[17].En ambas versiones (la narrativa y la dramática) el joven detenido vive en una
pensión, como Josef K. en El Proceso, y trabaja eficazmente en una compañía; en la novela de Kafka, es empleado bancario. Tanto el personaje
de Gambaro como Josef K. se preocupan por el efecto que en su empleo ha de tener ese inesperado proceso.

En El Proceso, el protagonista espera la audiencia, a celebrarse un día domingo. Un domingo es arrestado el personaje de “Las paredes”: en el
relato, el arresto es narrado en el orden de las secuencias; en el texto dramático es referido por los personajes en diálogo. En ese mismo se reitera
una imagen de El Proceso, la preparación para la muerte del protagonista:

“​Los señores arrojaron a K... al suelo, lo acercaron a la piedra y le pusieron la cabeza sobre ella. A pesar del esfuerzo y de la docilidad de K..., su
posición seguía siendo molesta e inverosímil. Por eso uno de ellos le pidió al otro que le permitiera acomodar a K... él solo, pero ni aún así mejoró
la cosa.” [18] (El Proceso)

“​([el Ujier] le acerca una silla, el Joven se sienta dócilmente. El Ujier, con repentina inspiración, le pone la muñeca entre los brazos, lo contempla
risueño.”[19] (Las Paredes)

Queda absolutamente comprobado el vínculo de los dos textos gambarianos con la obra de Kafka.

Nos falta señalar la relación con Jean Paul Sartre. En su texto A puerta cerrada, aparecen tres temas que se reiteran en los de Gambaro: la espera,
los otros, la libertad.

En cuanto a la espera, habría que indagar la influencia de Kafka en Sartre ya que también en A puerta cerrada aparece esta “obsesión kafkiana” de
las infinitas postergaciones que, por supuesto, aquí también conducen a una angustiosa y absurda espera. De todos modos, no es irrelevante
observar que tanto en el texto de Sartre como en Las Paredes de Gambaro, los personajes llevan a cabo una espera que los degrada también
debido a la carencia de acción autónoma y consiguiente deslindamiento de responsabilidades para tomar decisiones y por lo tanto, afirmarse como
sujetos; tanto es así que el Joven de Las Paredes es incapaz de nombrarse a sí mismo y, en cambio, espera que lo haga el Funcionario, ya que, ni
asume el nombre que le da, ni establece cuál es su propio nombre dejándole a este, la responsabilidad de hacerlo, es decir, de asignarle una
identidad que lo constituya como sujeto:

“​Funcionario: (sin pensar en lo que dice) Al morir, ¡qué bien!. El mío no me regaló nada. (De nuevo toma el reloj que el joven mantiene entre las
manos. Señala) ¿Son sus iniciales?

Joven: Sí, me llamo como mi padre.

Funcionario (bonachón): ¡No diga más! Nosotros tenemos que averiguarlo. Cuestión de rutina.”[20]

En este sentido, este personaje se muestra en constante espera de que los demás, el Funcionario y el Ujier, le digan qué es lo que debe hacer,
definan su porvenir y también decidan quién es. Esto, obviamente, lo convierte paulatinamente en un sujeto incapaz de tomar una determinación
por efecto de un debilitamiento de su constitución como individuo. Así es que queda en una situación idéntica a la de aquellos personajes
anónimos que gritaban al comienzo. Vemos cómo la pérdida de identidad y la sumisión casi voluntaria generada por el temor, hacen que no sólo
lo deje incapacitado para la acción sino que anula su voluntad de ser libre quedando sometido al arbitrario mandato de aquel a quien él le confirió
el poder. Creemos que el hecho de que el personaje que cumple el rol de víctima en este texto esté denominado por un nombre genérico, hace
evidente la intención de Gambaro por definir, evaluar y mostrar los síntomas de una generación que corre el mismo riesgo de anulación si permite
que sean otros los que, atemorizando, extorsionando, los conviertan en entidades incapaces de tomar decisiones.

A propósito de esto, podemos ver el valor del nombre propio en el texto El Nombre, como elemento de preservación de la identidad e instrumento
último para la autodenominación o marcación del “yo” frente al “otro” y como forma de defensa de la integridad frente al intento de vaciamiento
que el sujeto opresor pretende llevar a cabo para dominar.

De más está el comentario respecto de la claridad con que la autora elabora el diagnóstico de una sociedad que pocos años después verá cómo se
debilita la integridad de una generación.

Respecto de “los otros”, es evidente, en Gambaro, el concepto “el infierno son los otros[21]”. Aparece, por lo menos, en tres relatos: “Sumisión”,
“Las paredes” y “El desatino”. Más notorio es el tema de la libertad, de la elección (acto de libertad) simbolizado por la puerta que se abre y
autoriza la elección entre salir o quedarse.

En el relato “Las paredes”, el detenido tiene miedo de escapar, de cometer una falta que complique su situación[22]. Por eso duda hasta que
aparece el Ujier y la cierra: el ujier le ha evitado decidir. En A puerta cerrada, también se abre la puerta, pero los personajes se demoran en una
discusión y quien la cierra es uno de ellos:

“​Garcin: [...]¿Abrirán? (La puerta se abre bruscamente y Garcin está a punto de caer) ¡Ah!.
(Largo silencio)

[...]

Inés: [...]Hace diez veces más calor desde que está abierta (Garcin va hacia la puerta y la cierra).”[23]

Ellos tampoco saben o pueden decidir. En el texto dramático de Gambaro, esta es la situación final, cuando el Ujier hace que el Joven se siente:

“​((...)La puerta queda abierta. El Joven mira hacia la puerta; luego, con obediente determinación, muy rígido, la muñeca entre los brazos, los ojos
increíbles y estúpidamente abiertos, espera.)”[24]

No podemos tampoco pasar por alto otros signos similares entre un texto y otro como la presencia en escena de una obra de arte, en el caso de A
puerta cerrada es una escultura y, en el de Las Paredes, un cuadro que muestra a un joven mirando por la ventana, aunque en verdad, aquí, es
mucho más sencilla la correspondencia entre la trama y este signo que en el texto de Sartre. O por ejemplo, en el texto francés hay un timbre que
no funciona como tal y en el de Gambaro lo que no funciona es la ventana que sólo está sugerida por la presencia de una cortina. Aporta de esta
manera, no sólo a la mera descripción del espacio, una ventana sino la idea de salida simulada, de posibilidad de escape simulado. En este
sentido, Griselda Gambaro, pone en evidencia una realidad tanto o más terrible que la de Francia de la década del `40, ya que, incorpora la idea de
mentira, de engaño perverso. Así, queda el personaje, de alguna manera, relevado de su responsabilidad absoluta en tanto que es víctima de un
ejercicio siniestro del poder: esto es, cuando los poderosos indican una salida que no es más que un muro que servirá para aplastar al crédulo.

CONCLUSIONES. Queda claro, es evidente la presencia e influencia de estos autores en Gambaro, al menos en los textos iniciales de ella.
Revisar las versiones narrativas lo manifestó en virtud de las menciones expresas de personajes y títulos y en la recurrencia de ellos. También en
relatos no vertidos en textos dramáticos.

De ningún modo, se pretende clausurar la polémica acerca de las influencias e intertextos detectables en la obra de Gambaro. Nuestro aporte
consiste en señalar reminiscencias que vinculan su obra a Kafka, antes que a Beckett, Artaud y Ionesco, (aunque sin negar que estén) y
puntualizar lo sartreano que puede detectarse en el existencialismo de la autora.

BIBLIOGRAFÍA CITADA.

- Blanco Amores de Pagella, Ángela, “Manifestaciones del teatro del absurdo en Argentina”. En: Latin American Theater Review. (Fall 1974) p.
22.

- Conteras, Marta, Griselda Gambaro. Teatro de la descomposición. Chile: Editorial Logos, 1994

- Diana Taylor (Ed.), En busca de una imagen. Canadá: Girol Books, 1989.

- Gambaro, Griselda, El desatino. Cuentos. Buenos Aires: EMECÉ, 1965

- ----------------------- Teatro 4. Las Paredes, El Desatino, Los siameses, El campo, Nada que ver. Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1990

- Kafka, Franz, La metamorfosis, Trad. y prólogo de Jorge Luis Borges. 16ª edición. Buenos Aires: Losada. 1989

- ----------------- El Proceso, Trad. Cristina Essner. Buenos Aires: CEAL, 1989.

- Kristeva, Julia, Semiótica, 1981 y Barthes, Roland, Le plaisir du texte, 1973.

- Leon Lyday y George Woodyard Editores, Dramatist in Revolt, Austin: University of Texas Press, 1976, pp. 95-109.

- Nora Mazziotti (Comp.) Poder, deseo y marginación. Aproximaciones a la obra dramática de Griselda Gambaro. Buenos Aires: Puntosur, 1989

- Ramos Foster, Virginia, “Mario Trejo and Griselda Gambaro: Two voices of the Argentine Experimental Theater”. Books Aboad, 42, num.4
(Autuum 1968), pp 534-535

- Sartre, Jean Paul, A puerta cerrada. Trad. Aurora Bernárdez. Buenos Aires: Losada, 1989. 5ª edición

--------------------------------------------------------------------------------

[1] Para el estudio de la intertextualidad se siguen: Kristeva, Julia, Semiótica, 1981 y Barthes, Roland, Le plaisir du texte, 1973.

[2] Cypess, Sandra Messinger, “The Play of Griselda Gambaro”. En: Leon Lyday y George Woodyard Editores, Dramatist in Revolt, Austin:
University of Texas Press, 1976, pp. 95-109.

[3] Conteras, Marta, Griselda Gambaro. Teatro de la descomposición. Chile: Editorial Logos, 1994.

[4] Taylor, Diana, “Paradigmas de la crisis: la obra dramática de Griselda Gambaro”. En: Diana Taylor Editora, En busca de una imagen. Canadá:
Girol Books, 1989.

[5] Ramos Foster, Virginia, “Mario Trejo and Griselda Gambaro: Two voices of the Argentine Experimental Theater”. Books Aboad, 42, num.4
(Autuum 1968), pp 534-535.

[6] Gambaro, Griselda, El desatino. Cuentos. Buenos Aires: EMECÉ, 1965.

[7] Griselda Gambaro, Las Paredes. En: Gambaro, Griselda: Teatro 4. Las Paredes, El Desatino, Los siameses, El campo, Nada que ver. Buenos
Aires: Ediciones de la Flor, 1990, pp. 7-58.

[8] Blanco Amores de Pagella, Ángela, “Manifestaciones del teatro del absurdo en Argentina”. En: Latin American Theater Review. (Fall 1974)
p. 22.

[9] Roster, Peter, “Lo grotesco, el grotesco criollo y la obra dramática de Griselda Gambaro”. En: Nora Mazziotti comp. Poder, deseo y
marginación. Aproximaciones a la obra dramática de Griselda Gambaro. Buenos Aires: Puntosur, 1989, pp. 55-63.
[10] Muxó, David, “La violencia del doble: Los Siameses de Griselda Gambaro”. En: Prismal, vol. 2 (Spring 1978). Citado por Marta Contreras .
Op. Cit. Pág.14.

[11] Griselda Gambaro. Op. Cit. Pág. 11.

[12] Idem. Op. Cit. Pág. 49.

[13] Borges, Jorge Luis, Prólogo a La metamorfosis. En: Kafka, Franz, La metamorfosis, Trad. y prólogo de Jorge Luis Borges. 16ª edición.
Buenos Aires: Losada. 1989. Cabe recordar que la primera edición es del año 1943.

[14] Kafka, Franz. Op. Cit. pág. 56

[15] En el cuento: pág. 53. Cf. cita Nº 6; en el texto dramático en pág. 17. Cf. cita Nº 7.

[16] Op. Cit. pág. 49.

[17] Kafka, Franz, El Proceso, Trad. Cristina Essner. Buenos Aires: CEAL, 1989. Capítulo III.

[18] Op. Cit. pp. 165-166.

[19] Op. Cit. pág. 58.

[20] Griselda Gambaro. Op. Cit. pág. 20.

[21] Sartre, Jean Paul, A puerta cerrada. Trad. Aurora Bernárdez. Buenos Aires: Losada, 1989. 5ª edición. Pág. 41.

[22] Op. Cit. Pág. 90.

[23] Op. Cit. pp. 38-39.

[24] Op. Cit. pág. 58.

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