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GRANDES FILOSOFOS I

1. PRIMEROS FILÓSOFOS

Mileto, del mito al logos

Se dice que el milesio Tales, uno de los siete sabios, fue el primero que se abocó
a la filosofía natural. Dijo que el agua es principio y fin de todo; a partir de ella por
reunión se forman todas las cosas, y a la inversa al disolverse son llevadas nuevamente a
ella.
Tratar de entender los orígenes de nuestra civilización nos lleva inevitablemente
a una época y a un lugar: fines del siglo VII a.C. en el noreste del mar Mediterráneo; si
buscamos la zona en un mapa hallaremos una región regada de islas. Sólo un pueblo de
marinos y comerciantes pudo vivir allí, y fue precisamente el comercio el factor
dinamizador de los cambios que se produjeron en esa sociedad. La filosofía no empezó
en la Grecia continental, si tenemos en cuenta este comenzar de la filosofía, sino en las
prósperas ciudades griegas de las costas de Asia Menor y especialmente, en el caso de
Tales, en la ciudad de Mileto. Esta prosperidad económica es una condición para el
desarrollo de este tipo de actividad más libre, no atada a la satisfacción de necesidades
inmediatas; condiciones, no causas, porque las causas no se pueden reducir a las
condiciones materiales de un tipo de producción cultural.
Tales, Anaximandro y Anaxímenes son oriundos de Mileto, que es una colonia
griega que está situada en el Asia Menor, que se destaca sobre todo por sus aspectos
económicos, culturales, y por su contacto con Oriente. Tiene una posición de privilegio
en el sentido que al ingresar a través de Oriente en Mileto los desarrollos científicos que
se daban, por ejemplo en Egipto y Babilonia, los filósofos de Mileto recibían
privilegiada y prioritariamente esos descubrimientos que les servía para sus planteos
filosóficos.
La ciudad de Mileto estaba situada en la costa de lo que entonces se conocía
como Jonia y que hoy es Turquía. En su puerto se intercambiaban mercaderías llegadas
de la India, Egipto, del Mar Negro y de Fenicia, pero lo más importante era que en su
mercado, calles y tabernas dialogaban gentes de muy diversos orígenes, culturas y
creencias; el no poder confiar en costumbres y valores comunes obligó a los milesios a
desarrollar su racionalidad. Los distintos mitos y leyendas de los viajeros que acudían a
su ciudad, les hizo relativizar sus propias tradiciones; no es raro entonces que surgieran
en estas ciudades comerciales, la semilla del pensamiento científico y filosófico, esto es
la razón, lo que los griegos llamaron logos.
La importancia actual del estudio de los primeros filósofos griegos tiene que ver,
fundamentalmente, con que ellos representan lo que comúnmente se llama el pasaje del
mito al logos. En realidad, es la cristalización de la emergencia del logos filosófico que
es el intento de repensar el mundo por fuera de las explicaciones místicas, por fuera de
todo ingrediente que tenga que ver con un origen divino del universo.

Los presocráticos – La Escuela de Mileto

Otra causa de la emergencia del logos en las ciudades griegas, fue su particular
organización política. Sin el surgimiento de la ciudad y de todo lo que implicó la ciudad
(inclusive la emergencia del logos), de la palabra política, de los acalorados debates en
el ágora (lugar de reunión o discusión), sin esas condiciones materiales de existencia no
podríamos entender la emergencia de un pensamiento como el de los presocráticos.
En la historia de la filosofía se acostumbra llamar presocráticos a aquellos
filósofos anteriores a Sócrates y Platón. El primero que tenemos noticia era de Mileto y

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se llamó Tales y de él no nos ha quedado ninguna obra escrita, ni siquiera sabemos a


ciencia cierta, si escribió alguna; sólo nos han quedado referencias hechas por otros
autores. Las menciones sobre las obras de Tales son bastantes vagas y, evidentemente,
ya en la época de Aristóteles no se conservaba – ni circulaba – ningún escrito de Tales.
Cuando hablamos de Tales y los filósofos jónicos, más que fuentes de
conocimiento habría que hablar de la fuente de una imagen construida por la
sedimentación cultural: Jonia, siglo VI a.C., Tales, Anaximandro, Anaxímenes, la
Escuela de Mileto, en donde comenzaría Occidente. Conocemos los filósofos
presocráticos por una reconstrucción que se remonta en última instancia a Aristóteles,
quien habla mucho de sus predecesores; se refiere a ellos al comienzo de los
tratamientos de cada tema, en cada Tratado, y ello ha sido tomado como histórico.

Tales

Si queremos repensar algunos datos biográficos de Tales, tenemos que fechar


su nacimiento alrededor del 624 a.C. en la Olimpíada 39, y pensar en su muerte
aproximadamente en el 548 a.C., en la Olimpíada 58. Ahora un elemento significativo
en la vida de Tales, y no solamente en la vida de Tales sino en el concierto de este
nacimiento de la filosofía en el mundo griego, hay que ubicarlo en el 585 a.C., en la
Olimpíada 48, que es el punto considerado como el “acmé” de un filósofo (punto
culminante en la vida de una persona y que se consideraba que era en los 40 años de
vida), y esa fecha es (considerando nuestro calendario actual) el 28 de mayo de 585
a.C., que es la que se acepta como la del suceso de un eclipse de sol cuya predicción
había sido hecha por Tales, y no sólo pudo predecir el eclipse, sino que fue el primero
que se percató que la causa del mismo es el paso de la Luna entre el Sol y la Tierra. Se
dice que también estableció los solsticios, la inclinación del Zodíaco y la importancia de
la Osa Menor para ubicar el norte en la esfera del cielo.
Tales además de primer filósofo, está también vinculado a la geometría; en el
siglo V a.C. aparece en algunos textos de comedia mencionado como geómetra y
también astrónomo, de modo que como vemos, filosofía, geometría, astronomía, están
configurando una unidad de saberes, todavía no podemos establecer especificidades. De
todos modos, Tales fue un importante geómetra, se le atribuye haber sido el primero en
mostrar que el diámetro divide al círculo en dos partes iguales, que los ángulos de las
bases de todo triángulo isósceles son iguales y que los ángulos opuestos por el vértice
siempre son iguales. No se trataba de teoría pura sino que con ella pudo elaborar, por
ejemplo, un método para calcular la distancia en el mar. Esta sabiduría práctica que se le
atribuye, tiene que ver con la inclusión de Tales entre los siete sabios de la antigüedad
griega.
Estos siete sabios es una mención que tenemos por primera vez en Platón, pero
que seguramente ya circulaba de antes, y serían los nombres de aquellos que los griegos
identificaban como sus sabios originarios, fundacionales, no los filósofos, que
justamente es como los vemos nosotros a partir de esta construcción aristotélica.
Entonces, ¿Quiénes son estos sabios arcaicos? Son personajes ligados a la Polis, a las
“tormentas” ligadas a la consolidación de la ciudad, legisladores, gobernantes, que
tienen una sabiduría con fuerte tono religioso, ligados en general a la religión de Apolo,
por ejemplo, Solón de Atenas que aparece siempre junto con Tales a la cabeza de esta
lista. No hay unanimidad de criterio con respecto a los demás. Justamente, la tradicional
presentación de Tales como uno de los siete sabios de la Antigua Grecia, se comprende
si atendemos al relato de Herodoto en “Los nueve libros de la Historia”, que lo presenta
como un sabio técnico y político. Es el que aconseja a las ciudades de Jonia a hacer una

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Confederación, hacer o no hacer ciertas alianzas; ese es un Tales sabio político arcaico.
También en Herodoto aparece otro Tales, diríamos el ingeniero: según su versión, ayudó
al rey lidio Creso a atravesar el río Halis desviando su curso; “ésta es la versión
favorita de los griegos” dice Herodoto, “pero yo sostengo que Creso usó los puentes
existentes”. Cabe aclarar que Herodoto fue posterior a Tales en ciento cincuenta años.
La visión racionalista de Tales no lo llevó al ateismo, pero buscó entender la
naturaleza independientemente de los relatos de Homero y Hesíodo. No se trataba de
pensar la realidad como la misteriosa decisión de los dioses, sino como manifestación
material; la divinidad misma era pensada por Tales como una inteligencia que rige el
universo.
En los primeros que filosofaron, como en el caso de Tales, Anaximandro y
Anaxímenes, empezamos a ver los primeros intentos de explicación racional o físico-
natural de la realidad, pero no se terminan de despegar del todo de las explicaciones
mítico-religiosas, por que en estos planteos encontramos todavía rastros de lo divino, o
la atribución de lo divino en relación con los principios que ellos proponen como
rectores del orden cósmico.
La observación de la naturaleza planteó a Tales dos cuestiones básicas: el
cambio y la multiplicidad. ¿Cómo entender que las cosas que continuamente cambian y
que son muchas, conforman un mundo, una realidad? ¿Cuál es el elemento UNO a partir
del cual puede darse esa multiplicidad de cosas? Por lo tanto, aparecen dos elementos,
por un lado la identidad, lo constante, la búsqueda de lo permanente, y por otro lado la
unidad que explica la multiplicidad. Tales propuso que el agua era el principio, que
todas las cosas se originan del agua y a la vez en última instancia, son agua. Según un
testimonio de Aristóteles en la “Metafísica”, para Tales el principio o el “arché” sería el
agua. Al parecer, todas las cosas estarían nutriéndose en humedad, y la fuente última de
la humedad es el agua; esto, al parecer, tendría una fuente en Homero, para el que el
principio de todas las cosas era el Océano, o sea, el agua.
Además de la racionalidad, Tales también representó otros rasgos
paradigmáticos del filósofo, como su capacidad de concentración y ensimismamiento.
Platón alude en el “Teeteto” a la caída de Tales en un pozo; en realidad esta caída tuvo
que ver con que Tales estaba absorto mirando el cielo, impactado por las estrellas que lo
fascinaban, y esta caída resultó un hecho de burla para una criada; la anécdota vuelve a
salir al cruce de esa idea generalizada de un filósofo absorto en sus ideas, en su mundo,
no pudiendo tomar contacto con lo más inmediato, que era el peligro del pozo al que se
acercaba. Esta anécdota, de alguna manera, muestra la concepción del filósofo como
alguien distraído, pero también hay una anécdota que cuenta Aristóteles en la “Política”,
y que tiene que ver con la maniobra financiera que hace Tales con respecto a la cosecha
de aceitunas, en donde Aristóteles muestra como Tales sin pretender enriquecerse (si él
quería podía hacerlo), y harto de que sus vecinos se burlaran de su afición al saber
considerándolo poco útil, pudo prever, debido a sus conocimientos astronómicos, que
iba a haber una muy buena cosecha de aceitunas; arrendó entonces, todas las prensas de
aceite que pudo y cuando llegó la cosecha obtuvo grandes ganancias. De este modo, dio
una lección a sus conciudadanos. Tales vendría a ser el ejemplo, al mismo tiempo, de la
utilidad del filósofo y de la utilidad de la filosofía. De modo que aquí también aparece
otro rasgo, que está enfatizado por Aristóteles, otro rasgo de la filosofía, que es el
desinterés, el no estar apegado a la satisfacción de las necesidades diarias, sino algo así
como el ideal – malentendido muchas veces – del saber por el saber y que el
“práctico” no puede entender.
Estas anécdotas muestran las dos caras, la cara del filósofo que puede
comprometerse en asuntos económicos, y la cara del filósofo como la de un personaje

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distraído, desligado de la realidad, por que está todo el tiempo apuntando a cuestiones
teóricas.

Anaximandro

Tales tuvo un discípulo y sucesor llamado Anaximandro, al que se le atribuye el


primer libro escrito en prosa. También hizo un mapa de la tierra conocida e inventó un
reloj de sol. Postuló que la tierra es casi esférica, que está suspendida en el centro del
universo y no sostenida en nada; estudió los fenómenos meteorológicos y propuso una
teoría respecto a los terremotos. Pero además de demostrar una curiosidad por la
naturaleza similar a la de Tales, se diferenció en no aceptar al agua como el principio de
todas las cosas, en su lugar, propuso una cierta naturaleza de la cual derivarían el aire, el
agua y la tierra. Llamó a este principio apeiron, que significa indeterminado o infinito.
El pensamiento de Anaximandro presenta ya cierta sutileza, consideraba este
mundo como una concurrencia de cualidades opuestas que mantienen entre si constante
guerra. Cuatro de esas cualidades caliente y frío, seco y húmedo, son primarias. El
proceso del mundo es cíclico, el calor del sol seca el agua y el agua apaga el fuego;
aunque uno u otro de los opuestos puede prevalecer durante algún tiempo, el equilibrio
se restablece constantemente.
La masa originaria, apeiron, en constante movimiento provocaría que las
cualidades opuestas empezaran a separarse, de donde se originó la simiente o germen de
un mundo. Va describiendo la formación cósmica hasta la aparición de vida en la
humedad sometida al calor, animales en forma de peces de los que proceden todos los
demás, incluso el hombre, que es, por lo tanto, la evolución final de una especie de pez.
Echó las bases de la “causalidad natural” al sostener “que nada puede venir de
la nada”, que todo efecto presume una causa, que toda causa supone otra anterior, esto
es, el “determinismo universal”.
Dominados por la teoría del hombre es interesante la conciencia que tenían
algunos de estos sabios fisiológicos como Anaxágoras (499-428 a.C.), al afirmar éste
“que las manos hacen del hombre el ser más inteligente de la creación”

Anaxímenes

Anaximandro, a su vez, tuvo un alumno famoso, Anaxímenes, quien propuso,


contra Tales y Anaximandro, la teoría de que el principio del universo entero era el aire
(del griego aer, palabra que en lenguaje corriente – en aquella época no había una
terminología científico-técnica – significa “aire”, “Vaho” o “niebla”). Rechazó la
esfericidad de la Tierra y, con una curiosidad similar a la de su maestro, estudió diversos
fenómenos meteorológicos y geológicos. A causa de este tipo de investigaciones, es que
Aristóteles y su escuela aplicaron a los que llamamos “presocráticos”, el nombre técnico
de los físicos, que deriva del griego fisis (naturaleza), o sea “físicos, los que estudian la
naturaleza”. Junto con una media docena, o más, de nombres de dos siglos distintos,
aparecen entre otros Tales y Anaxímenes, ¿cuál es el esquema que les atribuye
Aristóteles a esta gente?, haber pensado en una especie de sustancia primordial única,
de la cual todo sale y a la cual todo vuelve.
Los primeros pasos de la filosofía, en la ciudad jónica de Mileto, están envueltos
en penumbras; a través de testimonios confusos atisbamos el nacimiento de la
racionalidad occidental. El origen de la filosofía fue a la vez, el origen del espíritu
científico. Tales, Anaximandro y Anaxímenes abrieron con un genio y esfuerzo que hoy

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difícilmente podamos entrever, la senda por la que aun hoy, 2600 años después, se sigue
transitando.

Jenófanes de Colofón

Nadie ha alcanzado aun y nadie alcanzará jamás plena certeza con respecto a los
dioses y al dios que yo llamo la naturaleza toda. Porque por mucho que lograra
dar en lo justo, quedaría sin saberlo; porque todo está cubierto de apariencia.
Jenófanes de Colofón
siglo VI a.C.

Jenófanes de Colofón vivió más de 90 años, aproximadamente entre el 570 al


478 a.C. En este fragmento aparece en toda la magnitud su acendrado panteísmo y un
monoteísmo, si bien no en la medida que lo conocemos hoy, digamos al estilo griego de
su época. La negación al conocimiento de lo trascendental lo hace aparecer como de los
primeros escépticos.
Como los verdaderos grandes hombres, reunió en su personalidad profundos
contrastes que aparentemente se excluyen; un entusiasmo de hondo fervor religioso y la
más sobria claridad le permitía percibir nítidamente, como lo hicimos notar, los límites
del conocimiento humano. Es a la vez segador y sembrador, siega, troncha, para luego
sembrar; y así lo hace cuando fustiga a Homero y a Hesíodo: “…no han enseñado otra
cosa a los hombres que robos, adulterios, y la forma de engañarse mutuamente”.
Despierta su contradicción más violenta la concepción antropomórfica de los divino.
Dice que “si vacas y caballos tuvieran manos, confeccionarían a los dioses como vacas
y caballos. Si fuesen los negros, negros serían los dioses; y pelirrojos de ojos celestes si
fuesen tracios”. Le despertaba encono los premios y gloria al vencedor en la lucha y en
el pugilato, sintiendo la humildad de su propia suerte de escasez y privación al
compararla con la aureola alrededor de la cabeza de brutos atletas premiados, porque
“es injusto preferir la fuerza del cuerpo a la buena sabiduría”. Como vemos, pese a
Jenófanes, las cosas no han cambiado.
Durante los probables 92 años de su vida peregrina mucho recorrió, por lo que se
sabe fue el primero que del hallazgo de restos fosilizados de animales y plantas, sacó
conclusiones correctas y de vastos alcances. Su mente, llena de hermoso humanitarismo
y amor a la justicia y adversa a toda violencia grosera, lo lleva a extirpar todos los
elementos de la religión popular que se oponen a aquellos cánones más elevados.
A todos sus impulsos se agrega otro más: es su amor a la verdad, seria y
profundamente sentida, que le hace rechazar la teología tradicional por su insuficiencia
ética; enuncia no solo lo que no debemos creer, sino también lo que no podemos creer.
Pero una cosa, al menos es segura para Jenófanes: el espíritu humano es una
forma inadecuada para comprender por medio de ella esa infinita unidad que lo
gobierna todo y en que los filósofos han reconocido el principio de todas las cosas.
Nunca se le ocurre insinuar que Dios pudiera carecer de forma. No dice que el mundo es
Dios, de suerte que la forma de Dios sería simplemente la forma del mundo, pues a
Jenófanes no puede despachárselo con la palabra panteísta. Se limita a abrir el camino a
una concepción filosófica negando que la forma de Dios sea humana. Según Aristóteles,
Jenófanes fue el primero en enseñar la unidad del sumo principio.

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Compuso un poema “Fundación de Colofón”, y otro “La colonización de Elea en


Italia”, dos mil versos en total que se han perdido. Sólo quedan fragmentos agrupados
en “Elegías”.

Heráclito

Es probable que Heráclito de Efeso haya sido el más genial de los filósofos
presocráticos. Por el momento resulta imposible determinar cuál es el porcentaje de tal
probabilidad, ya que la misma depende, en buena parte, del estilo literario y estructura
conceptual de quien, no sin razón, se ganó ya en la antigüedad, el epíteto de “el oscuro”;
y en buena parte, también, de la deplorable forma en que nos ha llegado su obra, o, si se
prefiere, los elementos con las cuales reconstruirla.
Nació en Éfeso en el seno de una familia noble, alrededor del 544 a.C., era más
joven que Pitágoras y que Jenófanes, de quien algunos dicen que recibió algunas
influencias. Amigo de la soledad, y enemigo de la multitud – del “rebaño” de los
ciudadanos que expulsaron a Hermodoro, “el mejor de todos” – Heráclito pareció
querer expresar su pensamiento sólo para los pocos, de allí su apodo de “el oscuro”,
también “el llorón” por su estilo quejumbroso. Se hizo misántropo y fue a vivir en las
montañas, donde comía hierbas y plantas. Y como a raíz de esto se enfermó de
hidropesía, regresó a la ciudad, donde falleció a los sesenta años.
Trataré de expresar sucintamente los conceptos fundamentales que, a mi criterio,
hacen excepcional a este pensador.
Define a la sabiduría como un hablar y obrar de acuerdo con la verdad. Decía
que la adoración a los ídolos no es otra cosa que charlar con las paredes, que la ofrenda
de sacrificios era suplantar una mancha con otra, como si el que ha pisado fango
quisiera lavarse con fango”. Es evidente su elitismo, su desprecio por la “masa” inculta
le hizo decir “millones de ellos no pesan lo que un espíritu selecto”.
La búsqueda de la sustancia fundamental, elemento base original del que todo
saldría, hizo surgir distintas teorías como ya hemos visto, nuestro Heráclito considera al
“fuego” como origen. Si lo consideramos literalmente cuesta convencerse, pero si uno
interpreta al “fuego” como signo vital, esencia de la inteligencia universal, la cosa
cambia.
En uno de los fragmentos rescatados, expresa “…que no quiere ser llamada
Zeus”, y claro, como llamarla en singular si no es ni individual ni personal, “…y que a
pesar de eso quiere ser llamada así”, no es contradicción, sino que así expresa que es el
principio supremo del mundo.
“Lo bueno y lo malo es la misma cosa”. Y lo es, el agua de mar es buena para
los animales de vida marina, se alimentan, viven, en cambio para el hombre es letal.
Aquí se expresa una teoría de relatividad de cualidades. Esto nos recuerda al “somos y
no somos” del que no se puede bañar dos veces en el mismo río, de ese río que aparenta
tener siempre la misma agua, el mismo caudal, al que entramos la primera vez. Pero el
que entra no es el mismo por el permanente cambio, ni el río es el mismo río. Es el
eterno fluir, todo es movimiento, es el tiempo que cambia, que nos cambia, el tiempo
que pasa en nosotros. Ese cambio de propiedades en la sucesión del tiempo tiene su
exacta contrapartida en el cambio que se produce en simultaneidad. Los contrastes no se
excluyen, si no que se condicionan mutuamente. “La armonía de lo invisible es mejor
que la visible”. La enfermedad ha creado la curación; la fatiga, el descanso; esto puede
considerarse como la teoría del contraste, o mejor de los opuestos. Heráclito critica a
Homero que quiere eliminar todo lo malo del universo, para Heráclito eso sería el
“ocaso”; de los opuestos nace la armonía, todo es un fluir, cada cosa se convierte en otra

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que luego vuelve a cambiar. Cambio, heterogeneidad es vida, como expresara


modernamente el fisiólogo William Boyd en su “Patología” que tanto gustaba leer en
mi juventud: “Homogeneidad es muerte, heterogeneidad es vida”, y bastaba ver en el
microscopio la diferencia entre células vivas y muertas. Imaginemos una sociedad
homogénea, una familia, e incluso un individuo siempre igual, con los mismos
pensamientos, las mismas actitudes, sin cambio…
Sócrates prefería el trato con los jóvenes, porque no carecían de la capacidad de
asombro, esa capacidad que faltante hace envejecer al hombre, que lo anquilosa, y de la
que me vanaglorio de aun conservar; “si no esperáis lo inesperado, no encontraréis la
verdad, que es difícil de divisar y apenas accesible”, leemos en Heráclito anticipándose
al gran Sócrates.
“No debemos establecer con ligereza suposiciones sobre las cosas suprema”; no
debe guiarnos la arbitrariedad, por que “a los forjadores y testigos de mentira los
alcanzará el castigo”.
“El aprender mucho no enseña por esto mismo a comprender” dice; la
sistemática de Heráclito es considerada nada optimista, metafísica e impregnada de una
espiritualidad que tiene a menos la cotidiana experiencia sensible. No siempre es
comprensible, de allí lo del “oscuro”. Algunos se han empeñado en considerarlo como
creador de la dialéctica, pero lo seguro es que va dando otro matiz a la naciente filosofía
griega, desprendiéndose de a poco de la cosmología propia de las etapas siguientes.
Comienza con él a vislumbrarse la abstracción en su pensar, “Yo me escudriñé a
mi mismo” es el anticipo de Conócete a ti mismo” socrático. Pensar de profunda piedad
cuando expresa “Para el Dios todas las cosas son hermosas buenas y justas” que
recuerdan al buen Jesús de la parábola del perro muerto, “pero los hombres sostienen
que algunas cosas son injustas y otras justas”. La relatividad, la alternancia y la
oposición sólo se realizan en el hombre, no en la divinidad que comprende y abarca la
unidad que lo explica todo, en sentido similar a lo que dice Platón en el “Fedón”.

Parménides

Parménides nació en la colonia griega de Elea, en la Campagna, cerca de lo que


hoy es Nápoles, aproximadamente en el 540 a.C., fue, según Diógenes Laercio,
discípulo de Jenófanes de Colofón, y, según otros, discípulo de Anaxímenes. Parece,
además, probable su relación con algunos pitagóricos. Estas vinculaciones intelectuales
pueden explicar algunos rasgos de la doctrina de Parménides, en particular dos de ellos:
el monismo y el formalismo.
Al lado de la filosofía natural de los jonios y de las especulaciones pitagóricas
sobre los números, aparece con Parménides una nueva forma fundamental del
pensamiento griego, cuya importancia traspasa los límites de la filosofía para penetrar
profundamente en la totalidad de la vida espiritual: la lógica. No es una casualidad que
los fragmentos conservados de su obra, constituyan la primera serie de proposiciones
filosóficas de amplio contenido y rigurosamente conectadas que nos ha legado el idioma
griego. Cuando habla de la Dike (la justicia) que mantiene el Ser fijo en sus límites y sin
posibilidad alguna de disolución, de tal manera que no pueda ya devenir ni perecer,
tiene una función opuesta a la de Anaximandro; mantiene apartado del Ser todo devenir
y todo perecer. En las frases insistentemente repetidas: “El Ser es, el No-ser no es; lo
que es no puede no ser, lo que no es no puede ser”, expresa la necesidad del
pensamiento, de la cual surge la imposibilidad de realizar la contradicción lógica en el
conocimiento. Los filósofos naturalistas, que confían en el devenir y el perecer,
sostienen que el Ser resulta del no-ser y se disuelve en el no-ser. Confiamos en los ojos

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y en los oídos en lugar de preguntar al pensamiento. Si buscamos la verdad, es preciso


que nos apartemos del devenir y perecer que conducen a presuposiciones impensables, y
atenernos al puro Ser, que nos es dado en el pensamiento el pensamiento y el Ser son
uno y lo mismo, afirma rotundamente Parménides, frase que ha llevado a mil
interpretaciones de los filósofos.

El Ser es ajeno al devenir, inmutable, y, por tanto, imperecedero, completo y único,


inconmovible, eterno, omnipotente, unitario, coherente, indivisible, homogéneo,
ilimitado y concluso.
Parménides
siglo VI a.C.

Parménides es el primer pensador que plantea, de un modo consciente, el


problema del método científico y el primero en distinguir claramente los dos caminos
fundamentales que habrá de seguir la filosofía posterior: la percepción y el
pensamiento. Lo que no conocemos por la vía del pensamiento, es meramente “opinión
de los hombres”. Toda salvación descansa en la sustitución del mundo de la opinión por
el mundo de la verdad. Parménides considera esta conversión como algo violento y
difícil, pero grande y liberador. Es el espectáculo del hombre que lucha mediante el
conocimiento, se liberta por primera vez de las apariencias sensibles de la realidad y
descubre en el espíritu el órgano para llegar a la comprensión de la totalidad y de la
unidad del Ser.
La estructura de su obra dividida en dos partes rígidamente contrapuestas, una
consagrada a la verdad y otra a la opinión es explicada por el motivo antedicho. El
sentimiento de su alta misión es lo que condujo en el proemio de su poema a darnos la
primera encarnación humana en la figura del filósofo, la figura del “hombre sabio”,
conducido por las hermanas de la luz, desde los senderos de los hombres, por el difícil
camino que desemboca en la casa de la verdad.

2. SOFISTAS

Mala imagen la de los sofistas. En ese tiempo contemporáneo a Sócrates, con o


sin razón, eran ensalzados o ridiculizados sin transición. Incluso Anaxágoras y Sócrates
cayeron ante la denominación de “Sofistas”, que era sinónimo de impostura,
charlatanismo. Se los vituperaba por poner un arancel a su trabajo, lo que los englobaba
a las más bajas tareas, similares a los esclavos. Tan fue así, que a Sócrates cuando le
pagaron en su escuela de oradores, con lágrimas de vergüenza dijo: “ahora me doy
cuenta que me han vendido”; a quienes aceptaban un sueldo por sus enseñanzas, los
tildaban de “vendedores de si mismos”. No menos convincente es la concordancia que
existe entre las palabras de Platón “¿Por qué, entonces, crees tú que nos trae vergüenza
la banausía (en griego = mentalidad de artesano) y el trabajo a mano?”
La sofística es el movimiento de pensamiento que, en la aurora presocrática de la
filosofía, sedujo y escandalizó a toda Grecia. Hegel califica a los primeros sofistas, en la
Atenas de Pericles, de “maestros de Grecia”: en vez de meditar sobre el ser como los
eleatas, o sobre la naturaleza como los físicos de Jonia, deciden ser educadores
profesionales, extranjeros itinerantes que comercian con su sabiduría, su cultura, sus
competencias, tal cual lo hacen las hetairas con sus encantos. Son al mismo tiempo,
hombres de poder que saben cómo persuadir a los jueces, volcar la opinión de una

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asamblea, llevar a buen término una embajada, dar sus leyes a una nueva ciudad,
instruir en la democracia; en síntesis, hacer obra política. De manera que la sofística no
es sólo la piedra que rompe los escaparates de la regulación filosófica del lenguaje; o, de
serlo, habrá que revalorizar singularmente el sentido, el interés, el impacto de la rotura.
La sofística puede entenderse de dos modos: como un particular movimiento
intelectual que surgió primeramente en Grecia en el siglo V a.C., y como una constante
posible en la historia y en la vida humana. En el primer caso, la sofística tiene
características bien precisas: los sofistas eran los sabios, los “maestros del saber” que,
en virtud de una crisis del espíritu griego, aparecieron y proliferaron en Grecia,
convirtiendo el período cosmológico en antropológico. Antes de la sofística, la filosofía
era especulación solitaria e inclusive desdeñosa; el intelectual era el hombre en soledad,
que monologaba o a lo sumo dialogaba. La sofística descubre realidades que sin ella,
hubieran permanecido ocultas. Lo que encuentra el hombre ante sí no es tanto el
universo, como la realidad humana, pero una realidad inestable y por ello problemática.
Esta seriedad no vale para toda la sofística, sino sólo para aquellos sofistas que han sido
auténticos creadores, de los que nos vamos a ocupar a continuación.
Platón ataca a los sofistas y el diálogo de ese nombre hace escarnio de Pródico
por su físico débil y enfermizo. Sin embargo, es una figura rescatable.

Pródico ¿un protocínico?

Pródico, natural de Ceos, había llegado como delegado de sus compatriotas en la


ciudad de Atenas, y allí adquirió considerable influencia. Algunos gustan en llamarlo
“precursor de Sócrates”, siendo indudable que fue amigo personal de éste. Entre otras
cosas, se le reprocha haber sido el educador de Terámenes, político oportunista y carente
de principios.
Sin embargo, Pródico fue el primero que consideró que el material lingüístico
era digno de ser estudiado en forma científica, ya sabemos que la ambigüedad de las
palabras y la falta de una clara conciencia con respecto a su contenido conceptivo,
constituían una fuente abundante de errores. Si Pródico hubiera encontrado más
continuadores en el camino que abrió, habría sido posible evitar muchas inferencias
erróneas, Pero, ¿qué me atrae de Pródico?, sin saberlo, he citado durante años una frase
suya: “La muerte no tiene nada que ver ni con los vivos ni con los muertos, puesto que,
mientras vivimos, no existe la muerte, y cuando la muerte nos vence, ya no existimos
nosotros mismos”
Cuando con aquella voz baja, que con fuerza acongojadora salía de su cuerpo
delicado, describía las penurias de la existencia humana, cuando pasaba revista a todas
las etapas de la vida, desde la del recién nacido que saluda su residencia terrenal con
sonidos quejumbrosos, hasta la de la segunda infancia de la senectud, cuando increpa a
la muerte de ser acreedora de corazón duro que quita al deudor remiso prenda tras
prenda, ahora el oído, luego la vista, después el libre movimiento de los miembros, era
profunda la conmoción que recorría las filas de sus oyentes.
En la ética introdujo un concepto que desempeñó un papel significativo en la
escuela de los cínicos y de sus sucesores, los estoicos: el concepto de las cosas
indiferentes en sí, que sólo reciben valor cuando se las utiliza correctamente. Entre estas
cosas, incluía la riqueza y los bienes externos.
Sus propias concepciones eran pesimistas y escépticas en materia religiosa, hasta
el punto de afirmar que los hombres divinizan todo lo que necesitan.

Hipias, el “autosuficiente”

211
GRANDES FILOSOFOS I

En variedad de talentos y actividades, Pródico que, según hemos visto, se


ocupaba de estudios de la naturaleza y del lenguaje, de filosofía moral y de historia
religiosa, fue superado ampliamente por Hipias de Elis. El espíritu de éste abarcó
indistintamente la astronomía, la geometría y la aritmética, la fonética, la rítmica y la
teoría musical, así como las del arte escultural y pictórico, la mitología y etnología, la
cronología y la mnemónica. Además era autor de discursos exhortatorios de carácter
moral y actuó como emisario al servicio de su patria, la ciudad de Elis en el Peloponeso.
A todo ello, hay que añadir las obras poéticas de los más diversos géneros que salieron
de su pluma: epopeyas, tragedias, epigramas y ditirambos. Finalmente, se hizo notar en
casi todas las ramas del artesanado. Así pudo visitar cierta vez la Asamblea de Olimpia
con una vestimenta cuyas partes las había confeccionado con su propia mano, desde el
calzado que llevaba en los pies hasta el valioso cinturón trenzado que rodeaba su
cintura, y desde éste hasta los anillos que adornaban sus dedos. A nosotros, hijos de una
época muy adelantada en la división del trabajo, un hombre de esta clase, que dominaba
mil artes a la vez, no nos parece digno y dudamos de la capacidad de su obra, pero en
esa época era cosa admirable. Muchas escuelas esotéricas bregan hoy por volver a esa
polifuncionalidad que dicen, humaniza al hombre y lo hace más perceptivo, con
posibilidades mayores de supervivencia en un mundo probable de carencias que podría
presentarse en un futuro próximo.
Se lo compara con el veneciano Battista Alberti (1404-1472) que se destacó
como arquitecto, pintor, músico, escritor en prosa y poesía, en lenguas; escribió sobre la
teoría de la economía doméstica y artes plásticas; se distinguió por su conversación
fluida y elegante y también aprendió “todas las habilidades del mundo”, incluso las de
la zapatería. Volviendo a Hipias (perdón por la digresión), también víctima de Platón
que se burlaba de él (lo que le valió el mote de “pomposa vanidad”), fue famoso en
mnemotécnica, en la que tuvo como único precursor al poeta Simónides. Se dice que
con ayuda de esa técnica, Hipias, anciano ya, consiguió recitar sin error ni alteración del
orden consecutivo, cincuenta nombres que acababa de oír por primera vez. De él surge
la anotación lingüística de que la palabra “tirano” aparece por primera vez en las poesías
de Arquíloco.
No han llegado a nosotros ninguno de sus escritos, por lo que se ignora en la
actualidad la real valía de su producción, aunque la geometría le debe algunos de sus
progresos.

Protágoras de Abdera

En lo que se refiere a los dioses, no puedo saber ni que existen ni que no existen;
porque muchas cosas impiden saberlo, ante todo la oscuridad del asunto y la vida
humana que es demasiado breve.
Protágoras de Abdera
siglo V a.C.

Esta única frase se ha salvado del libro de Protágoras “Sobre los dioses”, que
fue mandado a quemar por las autoridades de Atenas, por denuncia probable de
Pitidoro, debiendo abandonar la ciudad ante el riesgo de seguir igual destino al de

212
GRANDES FILOSOFOS I

Sócrates. Con esa frase no se justifica la calificación de “ateo” que le fue hecha, cuanto
mucho, se puede hablar de agnosticismo.
“La medida de todas las cosas es el hombre, de las que son, de que sean, y de
las que no son, de que no sean”. Con esta frase inicia su libro “Discusiones
demoledoras” y que valió también para discusiones sobre su interpretación Fue
considerado por ello como individualista antropocéntrico, sumado al “ateismo”
antedicho, lo que lo hizo poco grato para generaciones de filósofos.
¿Pero a qué hombre se refiere como medida? Siempre, desde Platón y
Aristóteles, fue aceptado que al hombre individual; Goethe y luego Gomperz lo
asociaron a una segunda clase de “hombre”, el hombre en general, al hombre como
especie. Pero por que no pensar en una tercera clase, al hombre como integrante de una
sociedad, lo que facilitaría la comprensión de su pensar, y ese “Homo-mensura” en
última instancia es la sociedad, el estado, la polis que ante la pluralidad indefinida de
representaciones individuales legisla sobre lo justo o lo injusto, etc.
De todos modos, aclara que algunos distinguen entre lo verdadero y lo falso y él
por el contrario, considera “unas más convenientes que otras, pero en modo alguno más
verdaderas”, y ese “conveniente” lo dice más adelante…”lo que a cada polis le parece
justo y bello, efectivamente lo es para él, mientras que tenga el poder de legislar”. Así
se hace partidario del más fuerte o de la mayoría, que como dice Henrik Ibsen (1828-
1906) en “Un enemigo del pueblo”, es dueño de la fuerza, pero no de la razón.
Esta opinión lo ha hecho desmerecer ante los filósofos, así como el ser “sofista”,
mercader de la enseñanza y del conocimiento (cf. diálogos de Platón “Protágoras”,
“Sofista” y “Teetetes”)
De este convencionalismo social se derivará el relativismo axiológico del
sofista. El valor (axiología) no es algo “objetivo”, si no que es “puesto” por la sociedad.
Es la sociedad la que estima lo valioso y lo no valioso, y el hombre, modelado por dicha
sociedad, acata las valoraciones de ésta.
“Es verdadero para cada uno aquello que le parece ser verdadero”, si hubiera
constituido verdaderamente el norte de su pensamiento, hubiera dicho con respecto a los
dioses: “Existen para aquellos que crean en ellos, no existen para los que no creen”

Este es un resumen muy sucinto de la lectura ¡apasionante! Del capítulo “Protágoras” en el


libro de Teodoro Gomperz “Pensadores griegos”, p.471-506 y Protágoras y Gorgias, p. 1 a
97.

Gorgias de Leontini

1. Nada existe
2. Si existiera sería incognoscible
3. Si existiera y fuera cognoscible, sería incomunicable

¿Nihilismo? ¿Juego oratorio? Se desconoce qué llevó a Gorgias a enunciar estas


proposiciones con que se inicia este tema. La crítica histórica ha vacilado en el
momento de dar una u otra interpretación. Durante años me he asombrado de lo drástico
del enunciado y su posterior demostración como concluyente, tanto como la firmeza con
que Parménides me convencía de la inmovilidad del Ser. Hoy entiendo que Gorgias ha
hecho abuso de proposiciones de identidad en los pasos de la comprobación de sus
proposiciones. Con impunidad, por ejemplo nos confunde con un infinito espacial

213
GRANDES FILOSOFOS I

originado en deducciones temporales, o partir del absurdo de demostrar la no existencia


del Ser, partiendo de que al decir que “que el no-ser es no-ser” y tomar la partícula
copulativa “es” como dando existencia al no-ser, por lo tanto su contrario el ser no
existe!!
Diríamos que es pura retórica, simple relativismo psicológico, tal vez alentado
por las famosas aporías de Zenón de Elea, elaboradas simplemente para confundir y
vengar así las críticas a las teorías de su maestro Parménides. De la misma forma
Gorgias habría tratado de “molestar” a los eleatas y sus teorías de la inmovilidad.
La tercera parte de su proposición, “que si algo existiera y fuera cognoscible
sería incomunicable” es la más cuerda, ya que la palabra como signo, sólo sería válida
en el supuesto de una relación “unívoca” entre ella y la cosa significada, pero dicha
relación es “equívoca”, por la equivocidad radical dada entre los distintos individuos.
Si el saber es incomunicable, la enseñanza y la actividad docente parece carecer
de objeto, contrariando a los dichos de Protágoras; si bien acordamos que la palabra es
un medio inadecuado de comunicación, también es cierto que es el único que el hombre
dispone, de allí lo encomiable del esfuerzo que hizo Pródico, de distinguir entre las
palabras consideradas como sinónimos, trabajo que no llegó a nuestros días. Para
Protágoras, como ya hemos visto, la moral era un conjunto de reglas convencionales
establecidas por la sociedad. Para Gorgias, la moral es puramente circunstancial, cada
agente debe saber en cada momento como debe actuar. La moralidad es un don de
algunos hombres de saber hacer lo conveniente en cada ocasión, propugnando así, una
atomización de la moral.

1. PLATÓN

Reconociendo que el alma es capaz de todos los males como de todos los bienes,
hemos de marchar siempre por el camino que conduce a lo alto, practicando en
toda forma la justicia con ayuda de la inteligencia, para ser amado por nosotros
mismos y por los dioses.
Platón
“República” 621 c.

Biografía

Platón nació en Atenas en el año 427 a.C. en el seno de una familia aristocrática;
su verdadero nombre era Aristocles, su apodo Platón, que significa en griego “de
espaldas anchas”, aludía a su robustez. En esa época, luego de ganar la guerra contra los
persas, Atenas había conocido un período de gran esplendor político y económico que
duró alrededor de 50 años. El crecimiento de Atenas la llevó a enfrentarse a una
confederación de ciudades liderada por Esparta, en lo que se ha llamado “la guerra del
Peloponeso”. La guerra contra Esparta y sus aliados fue desastrosa para Atenas, que
cayó en una profunda crisis. El gobierno fue tomado por un grupo oligárquico y sólo
después de una guerra civil, pudo restaurarse la democracia. En tal clima de
convulsión, Platón encontró una guía y un ejemplo a imitar en la figura de Sócrates.
Buena parte de la obra de Platón está marcada por la presencia de Sócrates (470/469-
399 a.C.), quien es el protagonista de gran parte de los diálogos platónicos.
Algunos de los parientes de Platón, pertenecieron al gobierno oligárquico al que
él rehusó asociarse; vio con simpatía el restablecimiento de la democracia, pero pronto

214
GRANDES FILOSOFOS I

comprendió que la sociedad en que vivía, mostraba grandes síntomas de decadencia; los
nobles ideales antiguos ya no eran vigentes, por todas partes triunfaban el oportunismo,
el amoralismo, la corrupción y el escepticismo. Para Platón era urgente tratar de
restablecer entre sus conciudadanos, un ideal de justicia y respeto a la verdad. El colmo
de la crisis moral y política ateniense, fue para Platón, el juicio y condena a su maestro
Sócrates. El proceso a Sócrates se desencadenó por razones políticas, algunos de sus
discípulos habían estado vinculados a la tiranía oligárquica y las autoridades
democráticas creyeron oportuno alejarlo de la Polis. Se pidió la pena de muerte, por que
según el derecho ateniense, el acusado podía proponer un castigo alternativo y se
esperaba que pidiera el exilio como era costumbre, pero Sócrates expresó que bien era
culpable y entonces merecía la muerte, o bien no lo era y entonces debían ser
reconocidos sus servicios a la sociedad. Fue condenado a beber una copa de veneno.
Sócrates aceptó la sentencia con gran tranquilidad, se negó aceptar la ayuda de sus
amigos que le aconsejaban huir de la ciudad y murió dignamente. El joven Platón lo
consideró un modelo de conducta y pensamiento.
Según Aristóteles, ha habido tres influencias decisivas en la formación de
Platón: Heráclito (n. cerca de 544-475 a.C.), no en forma directa sino a través de su
discípulo Crátilo, los pitagóricos y Sócrates. Aristóteles le da especial importancia a la
influencia de los pitagóricos en lo que hace a la “Teoría de las ideas”, uno de los puntos
centrales de la filosofía de Platón. Otras influencias tienen que ver con el clima
intelectual en el que se desenvolvió Platón: sofistas, poetas y dramaturgos; por un lado,
como todos los griegos cultos, Platón se había educado con los poemas de Homero y
Hesíodo que podía citar de memoria, por otro lado estaba familiarizado con los grandes
autores trágicos y cómicos, y en sus propios diálogos se puede percibir frecuentemente
esa influencia. Platón tenía de los sofistas mucho más de lo que tal vez hubiera estado
dispuesto a reconocer, porque los sofistas eran muy representativos del clima cultural
que se gesta después del encumbramiento de Atenas, y ese ascenso político y económico
marca también el comienzo de su decadencia.
Poco después de la muerte de Sócrates ocurrida en el año 399 a.C., Platón se
retiró a la casa de su amigo Euclides (cerca de 450-380 a.C.) en Megara; en el año 395
a.C. al desencadenarse la guerra entre Atenas y Corinto, volvió a su ciudad y formó
parte del ejército ateniense. Después de la guerra su espíritu inquieto lo llevó al sur de
Italia (la Magna Grecia), donde trabó amistad con el filósofo Arquitas y otros
pitagóricos. Mientras viajaba por la región fue invitado a visitar la corte de Dionisio, en
Siracusa. De Siracusa era Dión, un personaje que según la tradición tenía lazos muy
cercanos con Platón; la tradición conserva, inclusive, un epigrama amoroso dedicado a
Dión, que probablemente no sea cierto, pero sí dice bien lo que la tradición “piensa” de
la relación entre ambos. Por otra parte Dión era el cuñado del regente, el tirano de
Siracusa, el antes mencionado Dionisio I°. A todas luces Platón tiene que haber llegado
hasta Siracusa intentando no sólo conocer el lugar, sino tal vez con la idea de influir
políticamente sobre Dionisio. Pronto se convirtió en un huésped molesto, produciéndose
discusiones cada vez más frecuentes y exasperantes. Diógenes Laercio (siglo III d.C.)
cuya única obra conocida “Vidas de filósofos “ fue escrita entre el 225 y el 250 de
nuestra era, cuenta que en algún momento pueden haber tenido una discusión muy
fuerte, tanto, que Dionisio juzgó que Platón merecía la muerte por esto, cosa que
evidentemente no sucedió, pero que terminó de una manera un poco extraña: después de
muchas intersecciones de gente importante (importante para Dionisio), éste accedió a
dejar que Platón vuelva a Atenas, pero no lo hace directamente, sino que lo manda en un
barco que pasó por Egina, que es una isla que está frente a Atenas y que en ese
momento tenía las relaciones absolutamente cortadas con los atenienses, tanto que

215
GRANDES FILOSOFOS I

cuando un ateniense llegaba a Egina, era enviado al mercado a ser vendido como
esclavo. En ese momento brilló la estrella de Platón por que un conocido cirenaico,
según dicen las fuentes, lo reconoce y lo compra como esclavo y, obviamente, lo libera.
Al volver a Atenas en el año 388 a.C., Platón pensó que si no era posible hacer
filósofos a los soberanos, quizá fuese oportuno educar filosóficamente a los futuros
políticos y gobernantes. Para ello fundó su Academia, a la que asistieron jóvenes de
Atenas y de otras ciudades, para aprender filosofía, matemáticas, astronomía y otras
ciencias. La Academia es una escuela de formación de dirigentes; ya existía una que era
la “Escuela de retórica” de Isócrates (406-338 a.C.) con una base de retórica, herencia
de la época sofística, pero con una base moral. En cambio la Escuela fundada por Platón
tiene una base científica filosófica, o sea, para ser académico no hay que ser platónico,
por el contrario (en los mismos diálogos de Platón está presente esto) la Academia es el
seno de tremendas disputas, por ejemplo acerca de la “teoría de las ideas”, que es la
doctrina metafísica fundamental de Platón; lo único que había que compartir es que la
realidad tiene una cierta estructura inteligible, la realidad no es irracional, por lo tanto es
estructura, puede ser comprendida y solamente esta comprensión es la base para la
acción. Primero hay que ser filósofo para luego recién poder ser político.
En el año 367 a.C. habiendo fallecido en Sicilia el tirano Dionisio “el viejo”, su
hijo Dionisio II° invitó a Platón a volver a Siracusa; le prometió poner a su disposición
los medios necesarios para concretar el proyecto político platónico. La tentación era
irresistible y Platón viajó por segunda vez a Sicilia. La cuestión es que cuando llega,
ninguna de estas promesas se cumple; sí, según dicen, a Dionisio “el joven” le gustaba
tener a Platón como una especie de “decoración” de la corte, tanto que no le permite
regresar a Atenas. Otra vez tiene Platón que recurrir a amigos que intercedan para
convencer al rey que le permita irse, allí aparece la figura de Arquitas de Tarento. En
esta ocasión no hubo venta por medio y Platón sale una vez más de Siracusa con
muchas menos esperanzas. Contrariamente a lo que uno podría pensar, unos años
después, en el 361 a.C. vuelve a intentar la concreción de sus sueños de un estado ideal;
este tercer viaje vuelve a ser infructuoso, abandonando definitivamente sus esperanzas
de concretar su modelo. En este tercer viaje Platón presentó un proyecto de constitución
que fue desechado por Dionisio; aconsejó la organización de una confederación de
ciudades contra la amenaza de Cartago, que jamás fue instrumentado; requirió la
amnistía para los políticos opositores del joven tirano, que también fue desestimado.
Platón se vio obligado a admitir que no podía pretender que los gobernantes fueran
lúcidos y desinteresados, abandonó así la noción del “rey filósofo” y confió a la
organización legal lo que ya no podía esperar de la sabiduría de los individuos.
Platón posiblemente quería lograr algún resultado en el terreno político del
destino de la Polis, como todo intelectual que se mete en política, fracasó rotundamente;
en cambio, y no se si lo pensó o no, dejo para los siglos o milenios posteriores, esta
especie de esquema con respecto al cual se ha armado occidente.
Platón falleció en el año 347 a.C. Todo el pensamiento occidental desde
Aristóteles hasta nuestros días, creció bajo su sombra y en permanente diálogo con él.

Su obra

Contrariamente a la obra de otros filósofos de su misma época, su producción


literaria ha llegado casi íntegra a nosotros, a continuación se transcribe una de las tantas
clasificaciones de sus obras:
Período Escritos Diálogos
I Juveniles o Apología de Sócrates – Critón – Ion – Laques – Lisis –

216
GRANDES FILOSOFOS I

Socráticos Carmides Eutifrón


II de transición Eutidemo – Hipias menor – Crátilo – Hipias mayor –
Menexeno – Gorgias – República I – Protágoras – Menón
III de la madurez Fedón – Banquete – República II a X – Fedro

IV de la vejez Parménides – Teetetes – Sofista – Político – Filebo –


Critias – Leyes
Dudosos Hipias mayor – Menexeno – Cleitofon – Epinomis –
Alcibíades I
Apócrifos Alcibíades II – Hiparco – Amantes – Teages – Minos

A esta lista le restaría agregar “Cartas”, las que se las consideró por mucho
tiempo como “apócrifas”, habiendo variado esa tesitura, aunque no todas son aceptadas
como de la autoría de Platón, hay algunas como por ejemplo la carta VII de gran
importancia, que definitivamente es auténtica. Esta clasificación varía en lo que hace a
la referencia de su época de origen o autenticidad, de acuerdo al autor citado.
La intención de echar las bases para el establecimiento de un orden social justo
está presente en toda la obra platónica, aun en sus primeros escritos que adoptaron, al
igual que las posteriores, la forma de “diálogo”, recurso literario que le permitió hacer
discutir a diferentes personajes que representaban otras tantas posiciones, y dar así a
cada opinión la oportunidad de ser defendida. A esta época corresponden por ejemplo
los diálogos del “juicio”: la “Apología” y el “Critón”, donde se relatan directamente
momentos de la vida de Sócrates. También a este período corresponden todos los
diálogos llamados “aporéticos”, diálogos que en realidad se plantea la pregunta sobre un
tema: qué es lo sagrado en “Eutifrón”, qué es la amistad en el “Lisis”, qué es la
valentía en el “Laques”; y en realidad estas preguntas se dirigen a algunos
supuestamente expertos, que la comunidad reconoce como tales, pero en el diálogo no
se hace más que mostrar que en realidad, estos personajes carecen de todo saber
respecto al punto tratado. La sugerencia de Platón en estos diálogos tempranos, es que el
desconocimiento de la propia ignorancia impide buscar el saber. La mayoría de los
diálogos platónicos presenta a Sócrates como protagonista. Platón le hace decir que él,
al igual que los demás “no saben nada”, pero al menos sabe que no sabe y por eso es el
más sabio de todos.
Cuando Sócrates dice “Sólo se que no se nada”, “El dios me ha dicho que soy
el hombre más sabio, justamente por saber que no se lo que los demás creen que
saben”, todavía palabras como justicia, bien, belleza, algún sentido tienen que tener,
pero nadie sabe muy bien en que consiste ese sentido: es la figura que está mostrando
esta falta de base, esta falta de fundamento. Sócrates es un poco como esos dibujos
animados en que el personaje va caminando, llega a un precipicio y sigue caminando y
recién se cae cuando se da cuenta que no tiene más el suelo bajo él.
Hasta el momento de la fundación de la Academia, o sea al regreso del primer
viaje, las obras que son consideradas previas suelen llamarse “diálogos de Juventud” y
corresponden hasta los 40 años de Platón (el “acmé”). Esto tiene que ver sobre todo por
las características de estilo que tienen estos primeros diálogos; se las suele conocer
también como “diálogos socráticos”, no por que Sócrates sea el personaje principal,
porque lo seguirá siendo por mucho tiempo, sino más bien por que en realidad estas
obras son las que los estudiosos suelen utilizar para acercarse a la figura de Sócrates,
sería un ciclo histórico, podríamos decir, porque en realidad uno ve rasgos que condicen

217
GRANDES FILOSOFOS I

con las que otras fuentes dan acerca de Sócrates, y son rasgos que después van a
desaparecer.
Los años que van del 387 hasta el 367 a.C. son muy importantes para la
producción intelectual de Platón; en este período escribe los llamados “diálogos de
madurez”: “El Banquete” (el “Simposium”), “Fedón”, la “República”, el “Fedro”. Este
es el momento donde uno ve esta especie de formulación standard de la “Teoría de las
ideas”, donde uno puede ver muy claramente que esta formulación está llamada a
resolver, no solamente problemas meramente intelectuales, problemas epistemológicos,
sino que está llamada a integrar y hacer una síntesis de respuestas de lo que tiene que
hacer el hombre, tanto con respecto al problema del conocimiento, que por supuesto
está contemplado, como también en el tema ético, el problema político, el tema
psicológico…La “teoría de las ideas”, es una especie de centro que concita las
respuestas a todos los planos donde un hombre puede estar inserto y donde puede llegar
a tener dudas que lo acosen. Nada había en la filosofía anterior a Platón que permitiera
prever esta concepción; a partir de ella la ética, la política y la estética encontraron su
lugar en la reflexión filosófica, al lado de la tradicional pregunta por la realidad física y
los problemas del cambio y la permanencia, que habían ocupado ya a Heráclito y
Parménides entre otros. Al formular su teoría Platón se pregunta qué son la justicia, la
bondad, la belleza y las demás propiedades de este tipo. Con este preguntar, abre nada
menos que el pensamiento metafísico occidental.
Estos “diálogos de madurez”, no se limitan a presentar la “Teoría de las ideas”,
encontramos en ellos despliegues poéticos y dramáticos, riqueza de ideas, creación de
discursos míticos y alegóricos y conciencia de los matices de cada problema abordado.
La originalidad de Platón no deja de asombrarnos en cada uno de estos diálogos. Por
otro lado, en este “período de madurez” aparece otro tema, muy presente, que no existía
en los “diálogos de juventud”, que es el problema de la muerte. Basta pensar que el
“Fedón”, que es el diálogo donde Platón narra la muerte de Sócrates, corresponde a este
período. De algún modo, la respuesta platónica a la pregunta socrática, a la pregunta de
ese abismo que se abre bajo los pies, es la llamada “Teoría de las ideas” que como tal
teoría, no está expuesta en realidad en ningún diálogo, en ninguna parte, sino que es una
doctrina que aparece en el período medio de la vida de Platón.
En el período señalado por sus dos últimos viajes a Siracusa, Platón escribe sus
“diálogos de vejez”. Quizás lo más interesante en los últimos diálogos platónicos desde
la problemática filosófica, es su reformulación de la dialéctica que antes era presentada
como la simple contemplación de las ideas.
Lo que antes constituía el meollo de las obras, era esta relación de diálogo,
donde los interlocutores nunca son personajes que están de más, si hay algo que tiene la
dialéctica platónica es una estructuración, donde en realidad los interlocutores son
elementos fundamentales para la comprensión de cómo se da el método filosófico; si
bien a veces puede pasar ver un diálogo donde los interlocutores sólo dicen “si, es
cierto” o “no, no es cierto” o “no entendí demasiado bien”, uno siempre ve que llega
el punto donde estos interlocutores son lúcidos y están controlando el avance de la
argumentación. Desde este punto de vista, la dialéctica se ocupa de discernir a partir de
los “cinco géneros supremos” las relaciones que unen las ideas entre sí, y esos géneros o
ideas fundamentales son: Reposo – movimiento – ser – mismidad y diferencia.
Avanzando ordenadamente desde estos cinco géneros, la dialéctica permite alcanzar las
definiciones de las diferentes cosas.

218
GRANDES FILOSOFOS I

Las ideas

La justicia, la bondad, la belleza y otras propiedades de este tipo, no son


percibidas por los sentidos, sino por la razón. Platón las llama ideas, en griego “ideas”
hace referencia al aspecto de algo, “es lo que se ve”, y Platón dirá que “vemos” las ideas
con el ojo de la razón. Las ideas no son realmente “cosas” que existen en otro plano de
la realidad más “real”, máximamente real – y aquí si aparece la distinción que antes no
existía entre sensible-inteligible, material-inmaterial – es inteligible, no es sensible, es
inmaterial.
Esas ideas, de algún modo respaldan, permiten ver, dan SER a las realidades
sensibles y cambiantes entre las cuales nos movemos y en cuyo mundo estamos; ellas
mismas no cambian, son eternas, y tienen todas las características de lo que es “idéntico
a sí mismo”. Ahora, de algún modo, toda la filosofía de Platón (por lo menos toda la
filosofía de ese Platón que históricamente nos llega, que pesa, digamos, en nuestras
representaciones culturales), es una erótica, una erótica en este sentido, en el del
reconocimiento de la carencia del mundo presente y el deseo de complitud que nos lleva
hacia otro plano y a este permanente ida y vuelta entre los dos planos, el del mundo de
los sentidos y el mundo de las ideas. El sabio platónico no puede ser sin más “sabio”,
sophos no tiene la sophia (saber), es “filo-sofo” aquél que ama, que busca, que
eróticamente busca el saber, pero nunca logra obtenerlo por completo.
Las ideas son las esencias existentes de las cosas del mundo sensible. Cada cosa
en el mundo sensible tiene su idea en el mundo inteligible, y entonces aplica Platón sin
reparo ninguno, a cada una de esas unidades que llama ideas, los caracteres que
Parménides aplica al ser en general. Es decir: una idea es siempre una. Hay muchas
ideas, el mundo de las ideas está lleno de ideas, pero cada idea es una unidad
absolutamente indestructible, inmóvil, inmutable, intemporal, eterna.
Esa idea es además paradigma (es palabra platónica), el modelo ejemplar al cual
las cosas que vemos, oímos y tocamos se ajustan imperfectamente. La mejor manera de
explicar esta relación de similitud imperfecta entre las cosas y las ideas, consiste en
recordar que uno de los orígenes de todo está en la geometría. Las cosas forzosamente
tienen que tener una figura geométrica, pero la tienen imperfecta. A veces parecen
figuras perfectas, pero al acercarnos desaparece esa perfección; como vimos en la p. 11,
en el “mito de la caverna”, Platón compara los dos mundos: el sensible y el mundo
inteligible (de las ideas) o, como él lo llama, el cielo, el “topos uranos”, el lugar celeste;
del mismo modo que las sombras contempladas no son la realidad, los seres que vemos
en nuestra existencia sensible no son más que sombras efímeras, transitorias,
imperfectas, pasajeras, reproducciones ínfimas, inferiores de esas ideas puras, perfectas,
siempre iguales a si mismas, cuyo conjunto forma el mundo de las ideas.
Para Platón, lo mismo que para Parménides, las ideas son realidades que existen,
las únicas realidades que existen, las únicas existentes, puesto que las cosas que vemos
y tocamos son sombras efímeras; son lo que son, indirectamente y por “metexis”(del
griego participar, ser parte de la existencia). En el mundo de las ideas hay además una
jerarquía, las ideas están en relación jerárquica, mantienen una relación que son a su vez
otras ideas. Precisamente este será uno de los puntos flacos del sistema.

Crítica del mundo de las ideas

219
GRANDES FILOSOFOS I

Según la interpretación clásica, Platón ha considerado las ideas como entes


reales, que existen en sí y por sí, que constituyen un mundo inteligible, distinto y
separado del mundo sensible; que constituyen un mundo del ser contrapuesto al mundo
sensible, que es el mundo del no-ser, de la apariencia, del fenómeno. Las ideas son,
pues, “trascendentes a las cosas”. La palabra trascendente tiene en la técnica filosófica
ese sentido: de ser la designación de algo que está separado de otras cosas. En cambio
la interpretación de Paul Natorp (1854-1924) convierte las ideas en unidades lógicas
del pensamiento científico; hace de ellas puntos de vista desde los cuales el pensador,
enfrentándose ante las cosas, organiza sus sensaciones para conferirles objetividad,
realidad. Según esta interpretación, las ideas platónicas serían una posición del ser para
el sujeto pensante. El sujeto pensante, el hombre, cuando se enfrenta ante la
multiplicidad y variedad de las sensaciones, introduce unidades en ese caos de las
sensaciones; por la sola virtud de su pensamiento de carácter sintético, reúne en haces
grupos de sensaciones, a las cuales confiere la plena realidad, la objetividad. Esas
unidades sintéticas no están, empero, en el material con el cual el pensador las fabrica,
sino que son puntos de partida, focos desde los cuales la intuición sensible organiza sus
materiales en unidades. Pero esas unidades las pone el pensamiento. Esas posiciones del
pensamiento serán para Natorp las ideas de Platón. Esta interpretación, Manuel García
Morente (1888-1942) la juzga radicalmente falsa, ya que consiste en introducir en el
platonismo una concepción que no surge en la historia de la filosofía hasta Descartes.
Consiste en introducir en el platonismo la función del yo pensante como una función
que pone el ser. No hay nada más contrario y opuesto al pensamiento griego que el
idealismo moderno y querer convertir a Platón en un idealista moderno es falsear por
completo la posición y la solución del problema metafísico tal como se lo planteaban los
griegos. Pero esto no obsta que tengamos que poner reparos graves a la manera como
Platón ha desenvuelto las bases asentadas por Parménides; pese a sus esfuerzos para
desembarazarse de la confusión parmenídica entre la existencia y la esencia, no logra
hacerlo. Platón como Parménides sigue uniendo indisolublemente la existencia y la
esencia. El idealismo de Platón es un idealismo-realista o si se quiere, un realismo
idealista.
Dejemos, pues, de lado las opiniones del neo-kantiano Natorp para quien las
ideas platónicas son “puras posiciones del pensar”, con ello Platón “se acerca” a Kant,
al tiempo que se muestran los fundamentos platónicos de la filosofía crítica.
Otra es la posición de Aristóteles, quién vio las flaquezas que adolecía el
pensamiento de Platón, y las objeciones que formula contra la teoría de las ideas de
Platón se pueden reducir a seis grupos característicos:
Duplicación: Ese mundo de las ideas que Platón construye metafísicamente con el
objeto de “dar razón” de las cosas sensibles, es una duplicación del mundo de las cosas
que resulta totalmente innecesario; es la primera vez que la teoría de los dos mundos
establecida por Parménides dos siglos antes es objetada, y lo hace Aristóteles al
manifestar que no hay un mundo inteligible de ideas contrapuesto y distinto del mundo
sensible, ya que esta duplicación no resuelve nada, porque sobre las ideas se plantearían
exactamente los mismos problemas que se plantean sobre las cosas.
Infinitud: El segundo grupo de objeciones que hace, es de que el número de las ideas
tiene que ser infinito, si dos cosas particulares, semejantes, son semejantes porque
ambas participan de una misma idea, entonces para advertir la semejanza entre una cosa
y su idea hará falta una tercera y entre esta tercera y la cosa, una cuarta y así
infinitamente.
Relatividad: Si hay una idea de cada cosa, tendrá que haber también ideas de las
relaciones, puesto que las relaciones las percibimos intuitivamente entre las cosas.

220
GRANDES FILOSOFOS I

Opuestos: Si hay ideas de lo positivo, tendrá que haber ideas de lo negativo; si hay idea
de belleza tendrá que haber idea de la fealdad; de lo grande y de lo pequeño; pero entre
los extremos hay infinitud de gradaciones: esto multiplicaría innecesariamente el
número de ideas.
Generación: La doctrina de las ideas no explica la producción, la génesis de las cosas,
daría razón de que las cosas son, pero no como advienen a ser; aquí se deja ver en
Aristóteles una influencia profunda de Heráclito que fijó su mirada en lo que la realidad
ofrece de mutable, de cambiable, de flujo.
Trascendentismo: Tal vez la más importante objeción; no ve Aristóteles la necesidad de
escindir y dividir entre las ideas y las cosas; aquí se verifica el esfuerzo titánico que
hace por traer las ideas platónicas del lugar celeste en que Platón las había puesto, y
fundirlas dentro de la misma realidad sensible y de las cosas. No se comprende qué
comunicación, qué relación puede haber entre esos dos mundos y la palabra metexis (o
participación) que emplea Platón de continuo, no aclara en lo más mínimo ese
problema.

El “Fedón”

Decía San Agustín, que la lectura del capítulo IV de la “Eneida” donde se relata
la pasión de Dido por Eneas, lo había impresionado fuertemente y que sus relecturas lo
seguían emocionando como la vez primera; pues bien, eso mismo me ocurre con el
“Fedón”, especialmente con su parte final cuando Sócrates se despide de sus amigos. Es
por esa causa que elegí únicamente a este diálogo para hacer un breve resumen,
resumen que también merecerían el “Timeo” (mi favorito), “República” y tantos otros.
 Fedón relata en este diálogo, a su compatriota Equécrates, el último día
de la vida de Sócrates; confiesa que creía que Sócrates no dejaba este mundo
sino bajo la protección de los dioses, que le tendrían con seguridad reservada en
el otro una felicidad tan grande, que ningún otro mortal ha gozado jamás otra
igual y así no se sintió sobrecogido de esa penosa compasión que debía
inspirarle esa escena de duelo; sentía como una mezcla, hasta entonces
desconocida de placer y dolor y se lo veía tan pronto sonreír como derramar
lágrimas.
 Se le pregunta a Sócrates porqué no es permitido suicidarse “…te
sorprendería al ver que el vivir es para todos los hombres una necesidad
absoluta e invariable, hasta para aquellos mismos a quienes vendría mejor la
muerte que la vida; y tendrás también por cosa extraña que no sea permitido a
aquellos, para quienes la muerte es preferible a la vida, procurarse a si mismos
este bien, y que estén obligados a esperar otro libertador”.
 “Si no creyese encontrar en el otro mundo dioses tan buenos y tan
sabios y hombres mejores que los que dejo en éste, sería un necio si no me
manifestara pesaroso de morir. Pero sabed que espero reunirme allí con hombre
justos. He aquí porqué no estoy tan afligido en estos momentos, esperando que
hay algo reservado para los hombres después de esta vida, y que, según la
antigua máxima, los buenos serán mejor tratados que los malos”.
 “Ya es tiempo que les explique las razones que tengo para probar que un
hombre que ha consagrado toda su vida a la filosofía debe morir con mucho
valor, y con la firme esperanza de que gozará después de la muerte bienes
infinitos. Los hombres ignoran que los verdaderos filósofos no trabajan durante
su vida sino para prepararse a la muerte; y siendo esto así, sería ridículo que

221
GRANDES FILOSOFOS I

después de haber perseguido sin tregua este único fin, recelasen y temiesen,
cuando se les presenta la muerte”.
 Sócrates pregunta si es digno de un filósofo buscar lo que se llama el
placer como por ejemplo el de comer y beber, o los placeres del amor o todos los
demás placeres que afectan al cuerpo, trajes hermosos, calzados elegantes y
todos los demás adornos del cuerpo. “Todos los cuidados de un filósofo no
tienen por objeto el cuerpo y que por el contrario, procura separarse de él
cuanto le es posible, para ocuparse sólo de su alma. Sin embargo, la mayor
parte de los hombres se figuran que el que no tiene placer de esta clase de cosas
y no las aprovecha, no sabe verdaderamente vivir”.
 Del cuerpo, con todas sus pasiones nacen las guerras, las sediciones y los
combates. He aquí por qué no tenemos tiempo para pensar en la filosofía; y el
mayor de nuestros males consiste en que en el acto de tener tiempo y ponernos a
meditar, de repente interviene el cuerpo en nuestras indagaciones, nos embaraza,
nos turba y no nos deja discernir la verdad.
 Define la templanza como la virtud que consiste en no ser esclavo de sus
deseos, sino en hacerse superior a ellos y en vivir con moderación; y a la
intemperancia como el ceder, ser dominado por las pasiones. La templanza, la
justicia, la fortaleza y la sabiduría misma son purificaciones.
 Dice Sócrates que el cisne hace su mejor canto cuando sabe que va a
morir, el temor que los hombres tienen a la muerte hace que digan que lloran su
muerte y que cantan de tristeza, no reflexionan que no hay pájaro que cante
cuando tiene hambre o frío, o cuando sufre de otra manera. Así él, Sócrates, está
haciendo su canto del cisne hablándoles del alma y su esperanza en su
inmortalidad. La vida después de la muerte. Acuerda que en estas materias es
imposible, o por lo menos muy difícil, saber toda la verdad en esta vida; pero no
intentarlo y cansarse antes de haber hecho todos los esfuerzos posibles para
conseguirla, es una acción digna de un hombre perezoso y cobarde; porque, una
de las dos cosas, o aprender de los demás la verdad o encontrarla por si mismo;
y si una y otra cosa son imposibles, es preciso escoger entre todos los
razonamientos humanos el mejor y más fuerte, y embarcándose en él como en
una barquilla, atravesar de este modo las tempestades de esta vida.
 ¿De dónde procede la certidumbre del filósofo de que con la muerte no
perece todo él? Platón, por boca de Sócrates, se resuelve firmemente a explicar
todos estos problemas terribles y toca uno tras otro los siguientes puntos: la
supervivencia del alma respecto al cuerpo, la reminiscencia, la preexistencia del
alma, la existencia de las ideas en sí, la simplicidad, la inmaterialidad, la
indisolubilidad, la libertad del alma y, en fin, su inmortalidad.
 Y así concluye este diálogo sobre el alma: “Luego volvió a tocarlo él, y
dijo que, cuando (el frío y la rigidez) llegaran al corazón, Sócrates se iría. Ya se
había enfriado prácticamente la región del bajo vientre, cuando se descubrió la
cabeza – pues se la habían cubierto – y pronunció las que fueron sus últimas
palabras: Critón, le debemos un gallo a Asclepio; págaselo, no te olvides.* Así
se hará, respondió Critón, ¿Quieres algo más? Esta pregunta quedó sin
respuesta; un instante después Sócrates se estremeció y el hombre lo descubrió.
Tenía los ojos fijos; al verlo, Critón le cerró la boca y los ojos.”

*En Grecia se acostumbraba sacrificar un gallo a Asclepio (Esculapio en Roma), dios de la medicina, hijo
de Apolo, cuando el enfermo se curaba. Aquí Sócrates, aparentemente, parece agradecer al dios por
“curarse” de una enfermedad, la vida.

222
GRANDES FILOSOFOS I

2. ARISTÓTELES

El hombre es por naturaleza, un animal político. Y quien por naturaleza, y no por


accidente, está fuera de la sociedad, se halla por encima o por debajo de lo
humano…ha de ser una bestia o un dios.
Aristóteles
Política

Biografía

Aristóteles nació en el año 384 a.C., en la pequeña ciudad de Estagira, en la


actual Stabro, que se encuentra en la costa noreste de la península de Calcidia. Su padre
se llamaba Nicómaco y era el médico personal de Amintas II, rey de Macedonia, padre a
su vez de Filipo IV y abuelo de Alejandro Magno. Su madre se llamaba Phiftis,
procedente de Calcis que era el lugar donde Aristóteles iba a refugiarse en los últimos
días de su vida.
El interés que tenía por el estudio de la naturaleza quizá comenzó en su
juventud, y tal vez haya sido introducido por su padre en los rudimentos de la medicina.
Sus padres fallecieron cuando era aún muy niño, tomándolo a su cargo un
familiar llamado Proxeno, que lo llevó con él a otro lugar del Asia Menor llamado
Atarnea, cerca de la región de Misia. Allí conoció a Hermias, que luego se convertiría
en gobernante de su ciudad y de Assos.
Cuando tenía 17 años su tutor decidió enviarlo a estudiar al lugar más
reconocido de Grecia, la Academia platónica que había sido fundada en el 388 a.C., o
sea, cuatro años antes que el naciera. Ya hacía tiempo que la fama de Platón y de su
Academia se había difundido por toda Grecia. Rápidamente Aristóteles se convirtió en
el alumno más brillante; Platón lo llamaba “el lector” por su afición a leer todo lo
escrito que llegara a sus manos, y “la mente” por su brillante intelecto. Allí se encontró,
además, una muy importante cuestión filosófica que subyacía a la polémica de Platón
con los sofistas: la relación del lenguaje con la verdad.
Sofista quiere decir “sabio”, pero a raíz del conflicto con Platón, esta palabra
pasó a significar casi lo contrario, es decir tergiversador, falaz; de todas maneras, en este
ambiente recibe la enseñanza del idealismo de Platón, se incorpora a ella, la cuestión
crucial está en el mundo de las ideas si con el lenguaje humano se puede llegar a
obtener una verdad constante, inmutable, o si el lenguaje humano constituye solo
convenciones.
En los veinte años de permanencia en la Academia adhirió a la solución de
Platón, más tarde habría de criticar la teoría de las ideas (cf. p. 220) y reelaborar una
entera reformulación del problema; de todos modos, mientras Platón vivió, Aristóteles
se mantuvo fiel a sus enseñanzas; luego irá desarrollando su propia filosofía crítica del
platonismo, pero siempre cerca a él.
Otra crítica que le hace a Platón, además de la innecesaria duplicación de la
realidad, era el tema de la participación. Según la teoría de las ideas, las osas sensibles
son a la medida que participan de una idea, pero Aristóteles, dice en la “Metafísica”, que

223
GRANDES FILOSOFOS I

la noción de participación es una metáfora vacía, que no explica nada, que no se


entiende de que manera las ideas pueden ser causa respecto de las cosas.
Esto también va a tener una incidencia directa en la ética de Aristóteles, sobre
todo cuando él critique la idea del Bien platónica; podría decir que la diferencia central
pasa por lo siguiente: tanto Platón como Aristóteles creen que hay algo que es la
“esencia”, la “forma” de las cosas; los dos apuntan a eso, pero la diferencia es que
Platón pone a esa esencia en el plano trascendente, mientras Aristóteles lo coloca en el
plano inmanente.
La diferencia entre la filosofía de Aristóteles y la de su maestro no se definiría
hasta después de la muerte de Platón. Cuando Platón muere, Aristóteles decide retirarse
de la Academia y de Atenas por dos motivos: por un lado por razones políticas, ya en
esa época había conflicto entre Atenas y Macedonia, y, por otra parte, Aristóteles
parecía creer que heredaría la conducción de la Academia, pero los familiares de Platón
deciden designar a un sobrino de este último, Espeusipo, quien encarnaba una tendencia
filosófica opuesta a la de Aristóteles.
Aristóteles viajó a Assos, donde se encuentra con su amigo Hermias ya soberano
de la ciudad, junto con dos platónicos Erasto y Coristo, fundó una escuela filosófica
especie de filial de la Academia.
Filipo decide llamar a Aristóteles para que sea el preceptor de Alejandro, su hijo,
luego llamado Magno y que en ese tiempo tenía 13 años.
Hermias había caído en poder de los persas, quienes lo torturaron para que
revelara los planes de Filipo para la invasión de su reino, y ante su resistencia fue
ejecutado. Aristóteles se conmovió por su muerte heroica y le dedicó un poema que
luego le provocaría problemas en Atenas por acusación de irreligiosidad, ya que sus
palabras de elogio eran más apropiadas para un dios que para un hombre.
El poema no fue lo único que hizo Aristóteles por su amigo; éste tenía una
hermana menor (sobrina según otros) llamada Pitia, de la que se hizo cargo, casándose
posteriormente con ella y tuvo una hija, falleciendo la madre en el parto.
Mientras tanto, se dedicó a la educación de Alejandro, y al fallecer Filipo en el
año 340 a.C., su hijo fue nombrado regente de Macedonia. Aristóteles volvió entonces a
Estagira, su ciudad natal, desde donde, luego de cinco años de residencia, regresó a
Atenas. Tenía entonces 50 años, era sin duda el pensador más famoso y reconocido de
toda Grecia; en ese momento la sucesión de la Academia había ido a Jenócrates (396-
314 a.C.), quien había sido en su momento amigo suyo, pero a ahora estaba
filosóficamente distanciado. Entonces fundó su propia escuela, distinta, opuesta a la
Academia. Alquiló unas casas q estaban próximas al santuario dedicado a Apolo Liceo,
de allí tomó el nombre su escuela, el Liceo; en el terreno arrendado había también un
jardín, en cuyos senderos acostumbraba a dar sus clases, caminando con los discípulos,
a los que se les llamó “los peripatéticos” (en griego paseo o lugar de paseo se dice
peripatos).

Su obra

Los apuntes de las clases que daba por la mañana a los alumnos más avanzados,
se los llamó “escritos esotéricos” y son los que nos han llegado; los otros, los
“exotéricos”, sólo han llegado unos pocos fragmentos y eran los que Aristóteles
destinaba a la publicación. Eran estos últimos, al parecer, diálogos al estilo de Platón,
pero como se dijo, solo han subsistido algunos fragmentos. El llamado “Corpus
aristotelicus” está constituido por las obras, mas bien apuntes de clase, y que eran

224
GRANDES FILOSOFOS I

dedicados a los alumnos, de allí la simplicidad de su escritura, la repetición de nociones


y la aridez de su estilo casi críptico.
Según Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.), que al parecer habría leído los
diálogos perdidos, eran, en su decir, un “río de oro” por su elocuencia y lenguaje
elegante y preciso.
Además de las obras esotéricas y exotéricas, también integran el “corpus” una
serie de recopilaciones sobre temas diversos y una serie de obras cuya atribución a
Aristóteles resultan, cuanto menos, dudosas.
La obra aristotélica en su conjunto o al menos lo que conocemos de ella,
demuestra la amplitud de sus intereses intelectuales: Lógica, Física, Biología, Ética,
Metafísica y Política entre otros. Bajo la dirección de Aristóteles el Liceo se convirtió
en un centro de cultura, y no dudó en fundar la primera gran biblioteca de la antigüedad,
como también un gran museo y un zoológico.
Por lo que sabemos, Alejandro subsidiaba al Liceo y eso fue lo que le permitió
adquirir un gran número de volúmenes para su biblioteca, lo que sería un anticipo de la
posterior biblioteca de Alejandría, fundada por Alejandro (*) en Egipto, luego
incendiada como consecuencia de una acción militar de Julio César, quien torpemente
se había involucrado en las rivalidades dinásticas alejandrinas. Según Séneca (4-65), el
filósofo cordobés, menciona como 40.000 los libros quemados.
Luego de esta digresión sobre el incendio de la biblioteca de Alejandría,
volvamos al tema que nos ocupa; Aristóteles también consiguió gran cantidad de mapas
y por otro lado, animales para su zoológico.
Los años en que dirigió el Liceo, fueron los más productivos en la vida del
filósofo. De esta época surgen la mayor parte de sus obras, y aunque solo una parte de
ellas ha llegado a nosotros, sabemos que era vastísima; los escritos conservados llenaron
106 rollos de papiro de los 550 que, según el catálogo alejandrino, ocupaban
antiguamente su producción escrita total. Los escritos conservados alcanzaron para
fundar el pensamiento científico del helenismo y a través suyo de los futuros mundos
árabe y europeo.

(*) En realidad fue un general de su ejército, Ptolomeo I Sotero (305-282 a.C.) quién la fundó en 295 a.C.
y Demetrio Falero su primer director.

Su Sistema

Hay una paradoja en Aristóteles, y es que es un científico que comete errores; se


podrían citar muchos, por ejemplo, en medicina sostiene que el centro de la
organización fisiológica es el corazón y no el cerebro, y así se podrían mostrar
muchísimos otros errores, sin embargo sobrevive y pervive todavía porque tiene un
método y una forma de ver las cosas con una impresionante capacidad de reelaboración.
Aristóteles acomete la primera sistematización o clasificación de las ciencias en
la “Metafísica”; allí divide al pensar discursivo en tres clases, estarían las Ciencias
productivas, las prácticas y las teóricas. Las ciencias productivas apuntan a la
producción de objetos bellos y útiles; las ciencias prácticas se ocupan de la acción y allí
encontraríamos la Ética y la Política y, por último, en las ciencias teóricas, el ocuparse
del conocimiento por el conocimiento mismo, y ahí ubica a la Física, la Matemática y la
Teología o Filosofía primera o Metafísica, como se suele llamar, “Ciencia suprema”, en
la medida que tiene por objeto esas realidades inmateriales e inmóviles que implican lo
divino.
El ser humano es un animal racional, entonces su conocimiento primero parte de
los sentidos y una vez que hemos captado el conocimiento sensible, es decir la

225
GRANDES FILOSOFOS I

experiencia, la inteligencia puede realizar una labor de abstracción con esos datos. Por
eso el mejor método para comprender el pensamiento de Aristóteles es partir de la
concepción que él tenía acerca de lo natural, de lo físico y a partir de allí uno se podría
elevar a la consideración de las otras disciplinas, la Filosofía primera, la Psicología etc.

Potencia y acto

Puesto que su pensamiento partía de la observación, su primer problema fue el


del cambio. El pensamiento anterior había opuesto el cambio al ser. Por su parte
Aristóteles acuñó la noción del ser en potencia, que no es un no-ser y tampoco un ser
pleno, lo que en la terminología aristotélica se denomina Ser en acto.
Esta noción le permitió explicar el paso del ser en potencia al ser en acto. Así,
por ejemplo, la madera es una mesa en potencia y la mesa es una madera en acto. Para
explicar el cambio al que todas las cosas del mundo están sometidas, hay que pensar en
que en cada caso hay algo que cambia. Aristóteles llamó ousía a ese algo. La palabra
griega ούσία designaba al verdadero valor de una propiedad puesta como garantía de
una transacción comercial. La ousía de un terreno era lo que ese terreno auténticamente
valía, lo que objetivamente representaba: La realidad, su realidad. La palabra fue luego
traducida por los romanos por substancia, es decir, “lo que está por debajo”, lo que
sostiene. Lo que está sostenido por la “substancia” es el accidente. Una silla puede ser
más nueva o más vieja, más clara o más oscura, pero seguirá siendo lo que es.
En cuanto al cambio, propuso dos causas intrínsecas y dos causas extrínsecas.
Esas cuatro causas serían las necesarias para explicar todo cambio. Considera que solo
los compuestos de materia y forma pueden cambiar, por que para él la materia es lo que
implica la potencialidad.
Reconoce los cuatro cambios que se relacionan con las diversas categorías (cf.
p.12):
a) Cambio de la categoría de substancia  generación y corrupción
b) Cambio de la categoría de cualidad  alteración
c) Cambio de la categoría de cantidad  aumento y disminución
d) Cambio de la categoría de lugar  traslación o movimiento propiamente
dicho
Considera que la materia y la forma son las causas intrínsecas del cambio, pero
las causas extrínsecas son la causa eficiente o agente y la causa final.
Volviendo al ejemplo de la madera y la mesa, el carpintero es la causa eficiente y
la causa final es “para lo que ese objeto fue hecho”, por ejemplo “para apoyar un libro
sobre ella”.
Aristóteles llega a mostrar así, que el movimiento no es algo que excluya al Ser,
si no que por el contrario lo supone, dejando así de lado la teoría parmenídea del Ser
inmóvil.
De la doctrina del acto y la potencia y el movimiento, puede sacar conclusiones
más elevadas, por ejemplo puede explicar la existencia de Dios, que él llama el Primer
motor inmóvil.
Dios como acto puro que mueve todo lo demás, plenitud sin carencia alguna,
Aristóteles lo definía como vida feliz y perfecta, goce infinito, pensar que se piensa a si
mismo; el hombre puede tener solo un atisbo de esa plenitud gozosa en la medida en
que participa de la inteligencia contemplativa.
En el inicio de la “Metafísica” señala que la sabiduría debe apuntar a lo más
universal y al conocimiento de la divinidad.

226
GRANDES FILOSOFOS I

Además de su despliegue en la Física, la Lógica, la Biología y la Metafísica, el


pensamiento aristotélico apuntó a la Ética y a la Política.

Ética y Política

En el campo de la Ética, al considerar que se trataba de una ciencia práctica, se


alejó radicalmente de la posición platónica. No se trata de saber qué es la virtud al estilo
socrático, sino de la de encontrar la manera de hacernos virtuosos en lo que hace al
hábito, a la práctica, en formar al Ethos, al carácter a partir del hábito.
En cuanto a la Política, entendió que era la continuación y culminación de la
Ética. No intentó delinear el gobierno ideal, no trató de hablar de la ciudad “perfecta”,
sino de la mejor ciudad posible; para ello, partió de la convicción que el hombre es un
ser social o político que necesita de los otros y que conforma con ellos tensiones y
acuerdos, conflictos y equilibrio; toda forma de gobierno, de acuerdo a esto, es inestable
y sujeta a cambios; para él, la política es el prototipo de toda capacidad humana y su
objeto es la vida feliz y digna de los ciudadanos.
Los sofistas predicaban que los principios de la vida social son meramente
convencionales y contrarios a la naturaleza. Aristóteles sostuvo, en cambio, que el
hombre está por su propia naturaleza, destinado a vivir con otros hombres en el ámbito
de la Polis.
Los sofistas aseguraban también, que los estados surgen artificialmente de un
“contrato” que restringe la libertad de cada uno en defensa de sus intereses mutuos. En
cambio Aristóteles demostró que nadie es libre, ni plenamente humano, fuera de la
comunidad política y que ella no se organiza solo en torno de necesidades comunes,
sino también por objetivos compartidos entre sus integrantes. Entonces, en vez de crear
nuevas ciudades ideales, se pone a estudiar las ciudades reales y escribe un libro
llamado “La Constitución de Atenas”, que era una especie de archivo de lo que había
ocurrido en Atenas en el siglo V y parte del IV a.C., y analiza la enorme documentación
que va archivando y de allí surgen conclusiones de su pensamiento político: la teoría
del equilibrio entre las fuerzas, entre las posesiones económicas de los ciudadanos, la
teoría de la relación entre aristocracia, monarquía y democracia, donde no aparece un
programa absoluto, es decir ideal.
Si nos preguntamos cual es la importancia de Aristóteles en la historia de la
filosofía, diremos que si bien en el conjunto vemos muchas tendencias y autores que se
alejan de él, hay, por otro lado, un reiterado regreso a su doctrina, que sigue siendo
fuente de inspiración y auténtica “filosofía perenne”.
En junio del 323 murió su protector Alejandro, y Aristóteles sintió su vida en
peligro en Atenas, y en una carta a un amigo declara que deja la ciudad para evitar que
los atenienses pecaran por segunda vez contra la filosofía (la primera fue al condenar a
tomar cicuta a Sócrates en el 399 a.C.).
Al dejar Atenas en el 323 a.C., se instaló en la casa de la familia de su madre en
Calcis, donde murió en octubre del 322 a.C., a la edad de 63 años.

3. PLOTINO

Biografía

Es probable que Plotino perteneciera a una familia de altos funcionarios


romanos de Egipto; nació en Licópolis (Egipto), en el 205 de nuestra era; después de
haber sido discípulo de Amonio Saccas (175-242), quien profesaba en Alejandría,

227
GRANDES FILOSOFOS I

durante 11 años, participó de una expedición organizada por el emperador Gordiano


contra Shapur I de la dinastía sasánida, la que aprovechó para abrevar en las fuentes del
conocimiento persa e hindú. Muerto el emperador por sus soldados, a instigación de
Filipo el árabe, Plotino salvó apenas su vida refugiándose en Antioquia; esto ocurría en
el año 239. El año siguiente encuentra a Plotino en Roma, donde establece su escuela;
allí tiene como alumnos a gente de alcurnia, entre ellos a algunos senadores e incluso a
miembros de la casa real. Por su relación con el emperador Galieno y su esposa
Salonina, estos le proponen llevar a cabo en la Campagna, su sueño de fundar una
ciudad platónica. Recién a los 50 años comenzó a escribir su filosofía, que
posteriormente dio forma Porfirio en las “Enéadas”.
Fueron sus alumnos principales Amelio, natural de Etruria, cuyo verdadero
nombre era Gentiliano, el médico alejandrino Eustaquio, quien cuidó del maestro en el
momento de su solitaria (por propia voluntad) muerte en el 270, en Campania
(provocada posiblemente por lepra) y Porfirio (232-304) que tuvo controversias con los
cristianos primitivos, por lo cual sus libros fueron condenados a la hoguera por el
concilio de Éfeso en el 431, algunos hasta lo identificaron con el anticristo. Porfirio es
el autor de una “Vida de Plotino” y la “Isagoge”, que es una introducción a las
“Categorías” de Aristóteles, iniciando con ella la disputa medieval sobre los
Universales.
Las Enéadas

La notoria originalidad de Plotino hace insuficiente la denominación de su


filosofía como neoplatónica, porque más que una síntesis y renovación del platonismo,
hay en Plotino una síntesis, una renovación y una recapitulación de la historia entera de
la filosofía griega. Esta recapitulación fue llevada a cabo, por lo pronto, en forma triple
con la especulación sobre lo uno, con la meditación sobre la participación y sobre las
naturalezas inteligibles y su relación con las sensibles y con el examen de la idea de
emanación. Como se dijo antes, Plotino comenzó a escribir a los 50 años y fue su
discípulo Porfirio el encargado de ordenar y publicar su obra. Se desconoce si al hacerlo
la alteró, pero dejó sentada la progresión en que fue elaborada. Se denominó Enéadas
ya que fue organizada en seis secciones, con nueve tratados cada una (de allí el
nombre). Utilizó para ello la simbología numérica de Pitágoras, el primer impar (3) por
el primer par (2) que da seis, y el primer impar (3) por sí mismo (9). La división en
secciones viene dada por el contenido:

ENÉADA Se refiere al:

I Hombre

II y III Mundo

IV Alma

V Intelecto

VI UNO

El vigor de las Enéadas radica en la visión mística que las informa. Escribe en el
estilo de Aristóteles, pero posee una exaltación idealista más intensa aún que la de

228
GRANDES FILOSOFOS I

Platón. Aspiraba a transportarse a un estado en que el “Yo” pudiera identificarse con el


“Todo”, y aunque su lenguaje y su propósito son religiosos, los medios de salvación que
enseña caen dentro del conocimiento y del intelecto. Describe la quietud sobrenatural
con que el alma universal fluye y penetra el mundo “como los fúlgidos rayos del sol
encienden las opacas nubes y las revisten de orlas doradas”, o “la bendición de las
almas individuales al confundirse con el Uno”:

Allí las espera una existencia plácida, la verdad es su madre, su nodriza, su ser
auténtico y su alimento; todo lo ven, y no las cosas que nacen y mueren, sino las
que tienen ser real; y unas y otras se miran y se reflejan.

La nobleza y la generosidad de Plotino contrastan con la desconfianza y el temor


de Platón, y pese a que la realidad ideal que describe su obra está más allá del intelecto
común, le comunica un aliento tan exaltado y fulgurante que en cierto modo la convierte
en experiencia sensible.
Las Enéadas, que como se dijo, fueron escritas en sus últimos quince años de
vida, se basan en las lecciones y discusiones habidas en su escuela de Roma, mas todos
los tratados pertenecen a una época en que su sistema –que se desarrolla a
continuación– estaba ya totalmente formado en su espíritu. Se vuelve una y otra vez al
mismo tema o grupo de temas, añadiendo nuevos detalles, arrojando nueva luz desde
distintos puntos de vista.

UNO -BIEN
-

NOUS –
INTELIGENCIA

ALMA

NATURALEZA
A
NATURALEZA

MATERIA

229
GRANDES FILOSOFOS I

Diagrama mostrativo de las hipóstasis, en la que todo surge de lo uno en una serie
de sustancias de valor decreciente. En cada hipóstasis se da el ritmo circular (descenso
necesario y ascenso a conversión por amor) que se da en el conjunto del Cosmos y en el
ser humano, el cual se vuelve a su verdadera patria (la Inteligencia y lo Uno) por el amor
y la filosofía.
Para Plotino, la Inteligencia divina –Mundo de las formas – era el Ser, es decir
lo que es. Además tenía oído, era la Vida misma y la Inteligencia. Mas el Ser, la Vida y
la Inteligencia son claramente distinguibles por el pensamiento. Plotino ya había
aceptado este hecho, pero jamás llegó al extremo de separar en tres hipóstasis distintas
la compleja unidad de la Inteligencia divina. Hay tres etapas (hipóstasis, sustancias o
naturalezas, como las llama Plotino): el Uno, el Intelecto (que se convierte en plural en
el ropaje de las formas platónicas, las cuales son identificadas con la mente pensante), y
el Alma (que se convierte en plural por la encarnación de todas las cosas, idea que
compromete a Plotino con un animismo extremo). La relación que existe entre las
hipóstasis es una relación de Emanación (el proceso de partida ya aludido). El mundo
sensible es una copia completa del mundo del Intelecto, pero este está exento de toda
imperfección, temporalidad y extensión. Se desprende de esto que hay formas de
individuos, idea que el mismo Platón no habría aceptado.
El mundo del Intelecto es un mundo de eternidad. Nosotros, en cuanto Intelecto,
tomamos parte en él y expresamos el todo cada uno a su manera. Con el Entendimiento
(dianoia) vemos a las formas separadamente unas de otras, pero con el Intelecto
(noesis) podemos verlas a todas juntas.
Emanación de las hipóstasis, Procesión de las mismas y Conversión en lo Uno
son, por lo tanto, los conceptos capitales, que se seguirá desarrollando a continuación
en base al diagrama de la página anterior.
En la cumbre del sistema de Plotino se encuentra el primer principio
trascendente, al que más a menudo se suele llamar lo Uno o el Bien. A veces se refiere
a él llamándolo el Padre –no en el sentido cristiano – pero muy raramente lo llama
Dios. Porfirio, sin embargo, no vacila en hacerlo, y así lo Uno está todavía más cerca de
lo que nosotros entendemos por Dios que cualquier otro concepto del sistema de
Plotino y aún, quizá, de la filosofía griega. Plotino coloca lo Uno o Bien más allá de la
Inteligencia y más allá del Ser. Lo Uno está por encima de todo, no se lo puede definir,
no se lo puede predicar ya que al decir “lo Uno es” ya estamos incorporando una
dualidad y no puede haber dualidad en la unidad primordial, la Unidad absoluta, que es
el principio de unificación de todas las cosas. Sólo puede ser descrito por negaciones,
“lo Uno no es…” dando origen a la “teología negativa de la negación categórica”, por
la que se niega a lo Uno toda determinación y toda predicación, ante el temor de
comprometer su unidad, confirmando una de las doctrinas fundamentales de nuestro
filósofo –derivada del estoicismo medio – que afirma que una cosa sólo existe en
cuanto es una unidad, un todo singular y coherente.
Dado lo dicho, y el hecho que Él es más y mejor que la realidad de la cual es
origen y su excelencia excede las posibilidades de nuestro pensamiento y de nuestro
lenguaje, creo que aquí habría que optar por seguir el criterio de Wittgenstein “de lo
que no se puede hablar es mejor callar”.
El Uno pensándose da origen al Intelecto, que es su imagen; el Intelecto
pensándose, da origen al Alma que es la imagen del Intelecto; y así, de imagen en
imagen, la Emanación es también un proceso de degradación. Lo que emana del Uno
es inferior al Uno, como la luz es menos intensa a medida que se aleja de la fuente de
donde dimana. Los seres que emanan del Uno no pueden, por tanto, tener su perfección

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GRANDES FILOSOFOS I

ni su unidad, sino que tienden cada vez más hacia la imperfección y la multiplicidad. A
Plotino le gustaba comparar la Emanación como semejante a la luz que se difunde en
torno al cuerpo luminoso o el calor en el cuerpo caliente, o al perfume que emana del
cuerpo oloroso.
Repito, la primera emanación del Uno es el Intelecto (Nous) que contiene ya la
multiplicidad, por cuanto implica distinción entre el sujeto que piensa y el objeto
pensado. Este Intelecto es la sede de las ideas platónicas. Plotino lo identifica con el
Demiurgo de que habla Platón en el “Timeo”. Del Intelecto procede la segunda
emanación, el Alma del mundo, que es verbo y acto del Intelecto, como el Intelecto lo
es del Uno. El Alma por un lado mira al Intelecto del que procede y así piensa; por otro,
se mira a si misma y se conserva, por otro aún, mira lo que hay después de ella y lo
ordena, lo gobierna y lo rige. Así el Alma universal tiene una parte superior que se
dirige al Intelecto y una parte inferior que se dirige al cuerpo.
Uno, Intelecto y Alma del mundo (Trinidad) constituyen el mundo inteligible.
El mundo sensible (corpóreo), supone para su formación, además de la acción del Alma
del mundo, otro principio del que derivan las imperfecciones, la multiplicidad y el mal.
Este principio es la Materia concebida negativamente por Plotino, como privación de
realidad y de bien.
La materia está en el extremo inferior de la escala en cuya cima está lo Uno-
Bien (Dios). Es la oscuridad que comienza allí donde termina la luz: por consiguiente es
No-ser y Mal.
Pero, ¿cómo surge de lo Uno todo lo derivado: la Inteligencia (Nous), el Alma
(Psykhé) y, en general, el Kosmos eterno, bello, bueno y divino? Plotino se representa
este proceso a partir de tres axiomas o principios fundamentales:

1°) La Necesidad de la propagación de la vida en una procesión directa y


continua, sin merma alguna en el principio emisor.
2°) La inferioridad de los derivado con respecto a la fuente y, por tanto, la
degradación progresiva y jerarquizada de la realidad consistente en una
serie de hipóstasis o sustancias de valor y dignidad decrecientes
(Inteligencia  Alma) hasta el estrato último, incapaz de generar nada
(la materia).
3°) La constitución de las hipóstasis en dos fases o momentos no
cronológicos (atemporales), pues el proceso es Eterno.

En la primera fase se produce la Procesión, en la segunda fase la Conversión,


lo producido vuelve a su fuente. La Procesión (descendente) es necesaria e
involuntaria, la Conversión es voluntaria y fruto del amor y deseo de lo superior. La
Materia es totalmente estéril: incapaz de contemplación y producción, incapaz de la
Conversión, de volverse al Alma y formare, y a pesar de todo, el Mundo sensible (el
Kosmos) en su conjunto es una unidad bella, ordenada, animada, buena y divina; una
imagen inferior ciertamente, pero siempre positiva y evocadora de la belleza y del Ser
inteligente. Plotino enlaza aquí con el platonismo más auténtico y especialmente con el
“Timeo”.

La maravilla anterior a la inteligencia es el UNO que es nada; pues es necesario


hacer de tal modo que el Uno no sea más predicado de ninguna otra cosa; él no
tiene, verdaderamente, ningún nombre verdadero, pero si es necesario darle un
nombre, se le puede llamar UNO…

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GRANDES FILOSOFOS I

Plotino
“Enéadas”, VI, 9, 3
siglo III

El UNO anterior a las partes.

Y así, cada uno de nosotros somos un universo inteligible. Por las partes inferiores
de este universo estamos en contacto con lo sensible, mientras que por las partes
superiores de ese mismo universo estamos en contacto con la parte restante de
dicho universo inteligible…
“Enéadas” III, 4 [15]

Y, ¿qué es el hombre? ¿Qué hace aquí? ¿Cuál es su destino? Siguiendo la


constante del pensamiento griego, según la cual el hombre es un “pequeño mundo”
(mikrós kosmos) que reproduce en sí la estructura del “gran mundo” (makrós kosmos),
Plotino establece el paralelismo estricto entre antropología y cosmología: en el hombre
están los mismos grados y niveles que en el cosmos; en el hombre está lo Uno, la
Inteligencia, el Alma con sus niveles (alma superior aplicada a contemplar lo
inteligible, alma inferior o naturaleza vuelta hacia la materia y la razón intermedia) y la
Materia. Pero el hombre es fundamentalmente el Alma que puede orientarse hacia
arriba (la Inteligencia y lo Uno) o hacia abajo, hacia la sensibilidad y la materia. En
este último caso Plotino aplica el mito de Narciso, en que enamorado de su reflejo, su
Alma se pierde y desaparece en las tinieblas de la sensibilidad, al perseguir como real lo
que no es si no imagen y sombra de ella misma. Ahora bien, si el Alma se recoge en sí
misma, puede volverse hacia la Inteligencia y lo Uno (conversión por amor). El ascenso
ontológico y el retorno a lo Uno pueden conseguirla el hombre y el Alma mediante la
virtud y la filosofía. El Alma se purifica, se eleva y salva mediante la contemplación y
los momentos de unión mística con el Uno-Bien (Vida teorética y filosofía). El retorno
del Alma a su patria y a su padre (dice Plotino, como Ulises en su regreso a Itaca) es
tarea del Alma sola, y el itinerario es un proceso de sólo a sólo (el Alma – lo Uno)

El retorno a Dios es un camino que el hombre puede iniciar y recorrer sólo


mediante el retorno a sí mismo. Las etapas del retorno a Dios son las etapas de la
interrogación progresiva del hombre y ante todo, de su liberación de toda
dependencia o relación con la exterioridad corporal.

Plotino afirma que el primer deber del hombre es librarse de sus vinculaciones
corporales y purificarse por medio de las virtudes. Como diría San Juan de la Cruz
(1542-1591) Para venir del todo al todo has de dejar del todo a todo”
En “Introducción a la filosofía antigua”, p. 293, dice su autor A.H.Armstrong:
“Hay numerosos pasajes en la Enéadas en las que Plotino habla de la unión con lo
UNO en un lenguaje que lleva el sello de la experiencia personal y se halla muy cerca
del que utilizaron otros grandes místicos. Si la experiencia mística de Plotino era
realmente sobrenatural o si se trataba de una forma muy superior de contemplación
natural es cuestión muy debatida y que me parece no es dado exponer aquí, pero
personalmente no creo que nadie realmente estudie las Enéadas sin prejuicios o

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GRANDES FILOSOFOS I

preconceptos pueda negar que era auténtica y, además, sana y valiosa, y no un estado
patológico o una aberración psicológica”

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