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GRANDES FILÓSOFOS III

6. RENÉ DESCARTES

Como deseaba dedicarme exclusivamente a la investigación de la verdad, pensé


que debía rechazar como absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera
imaginar la menor duda, para ver si después de esto no quedaba algo en mis
creencias que fuese enteramente indudable.
René Descartes
“Discurso del método”, Cáp. IV

Biografía

Para ubicar la vida de Descartes hay dos fechas fundamentales, la guerra de los
30 años donde Francia unida a Suecia logra desmembrar al Sacro Imperio Romano
Germánico que se fragmenta en una cantidad de principados, palatinados etc., el otro es
el llamado conflicto de la Fronda, que es la denuncia de los señores contra el reciente
nacimiento de la monarquía absoluta.
René Descartes nace en La Haya de Turena en 1596, procede de una familia
noble, lo cual le permite realizar su educación en el colegio La Flèche dirigido por los
jesuitas y uno de los más prestigiosos de Francia. Recibe allí una educación escolástica,
criticada luego por él, ya que consideraba que no le facilitaba las herramientas
necesarias para la búsqueda de nuevas verdades. Se opone a la escolástica, con más
precisión a la llamada “segunda escolástica” decadente y también al pensamiento
aristotélico heterodoxo, que era un pensamiento más bien materialista, ateo; eso en lo
que respecta a la escolástica, porque en cuanto al pensamiento medieval auténtico, el
pensamiento escolástico patrístico agustiniano, está probado actualmente que es del que
se nutre abundantemente.
Se lo considera a Descartes el fundador de la filosofía moderna, en el sentido
que inaugura una nueva perspectiva para pensar el mundo totalmente diferente de la que
recibe en la escuela jesuita.
En la misma forma en que no se podría conocer a un autor sin ver contra que
reacciona, en la misma forma no se puede conocer a Descartes sin conocer al
movimiento contra que reacciona, el llamado “movimiento de los libertinos eruditos”.
Realmente no era un movimiento homogéneo ni sistemático, ni ninguna escuela, pero si
un cierto ambiente intelectual, aristocrático, de nobleza, de características disolventes,
contrario a la moral cristiana y a la importancia de la teología en la vida diaria.
Luego de dejar La Flèche, recibe su diploma en derecho en Poitiers, en 1616;
decidido a conocer el mundo y a hacer fortuna en la carrera militar, se alistó en 1618 en
el ejército de Maurice de Nassau como voluntario. El regimiento de Descartes estaba
acantonado en Breda, en los cuarteles de invierno en Ulm, que fue donde tuvo algo así
como una revelación intelectual relacionada con la matemática, que era de su interés,
dándose así cuenta de la posibilidad de extender el método matemático a todas las
ciencias, otorgándoles así esa certeza necesaria y de las que carecía.
En 1619 quedó libre de su obligación militar y dio curso a su vocación viajera,
haciéndolo a través de Alemania, acantonando a orillas del Danubio y luego movilizado
a Bohemia y Hungría. Descartes regresó a Francia en 1622, liquidó entonces su
patrimonio y vendió sus tierras, aunque conservó el título de “Señor de Perrou” que fue
siempre su nombre oficial; sin ser un hombre rico, su fortuna personal le permitía

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realizar una vida acomodada e independiente. Además había ya realizado una “teoría de
las tangentes” que le había dado fama como gran matemático.
Durante 20 años, hasta 1649, reside en Holanda, aunque se muda
frecuentemente, pero siempre vive en ambientes rurales, y en ese retiro elabora su
filosofía. Ese fue el período más prolífico de su producción, tanto en libros escritos
como en correspondencia con otros científicos de la época, entre ellos un amigo de la
infancia que era el padre Mersenne.
Precisamente en 1649, había entablado una relación epistolar con la reina
Cristina de Suecia, dado que ella quería aprender filosofía de sus propios labios, lo
invita a su reino; él acepta y viaja a Estocolmo. Descartes estaba acostumbrado a dormir
hasta tarde en la mañana e incluso permanecer en cama, donde efectuaba sus trabajos.
En las mañanas frías del invierno sueco era obligado a comparecer en la corte como un
servidor más, su cuerpo poco acostumbrado a ese clima gélido no lo soportó,
contrayendo neumonía, a consecuencia de la cual fallece en febrero de 1650, siendo sus
restos transportados a Paris, donde es enterrado.

Primeras obras

Durante su residencia en Amsterdam y aprovechando sus conocimientos en


física y matemáticas, inventa una máquina para tallar lentes que aumentó su prestigio.
En 1633 escribe un libro del tipo de las “Meditaciones”, el llamado “Tratado del
mundo”, al que quería llamar “Tratado de la luz”, donde parte de la perspectiva
heliocéntrica de Nicolás Copérnico (1473-1543), pero que se cuida de dar a la imprenta
por temor a que le suceda lo mismo que a Galileo Galilei (1564-1642) y recibir un
juicio inquisitorio. Dio a conocer otros trabajos menores, entre ellos una introducción
que llamó “Discurso del método para bien dirigir la razón y buscar la verdad en las
ciencias”. Propuso allí un método para aumentar el conocimiento, que se resume en
cuatro reglas:

1) Regla de la Evidencia
2) Regla del Análisis
3) Regla del Orden Gradual de la Complejidad (llamada también de la Síntesis
4) Regla de la Recapitulación

La primera regla del método dice que no se debe tomar como verdadero sino
lo que se presenta como evidente, es decir lo que se presenta al espíritu con total
claridad y distinción de modo que no pueda ponerse en duda. Es decir, una idea es clara
cuando no se le puede confundir con otra, cuando se la puede diferenciar de otras.
Descartes dice, “Quiero llegar a una verdad absoluta, por ello voy a dudar de
todo lo que sabemos, voy a dudar de todo lo que tengo la menor razón de duda”. Esta
es una duda metafísica, no es una duda cotidiana, ya que nosotros podemos dudar
cotidianamente, por ejemplo del testimonio de nuestros sentidos, o nos confundimos
una persona, o nos equivocamos a lo lejos, o pensamos que escuchamos un ruido en la
casa y el ruido viene de afuera, etc., etc.; esta duda es mucho más radical porque dice lo
siguiente: TODO LO PROBABLE ES FALSO, TODO LO POSIBLE ES FALSO, es decir hay una verdad
absoluta y una falsedad, todo lo que está en el medio, es decir la posibilidad, el quizás,
el puede ser, es falso. Hay una verdad absoluta y nada más, por lo tanto, voy a dudar de
aquello que en general no tengo razón de dudar; entonces no sólo dudo de la exposición
de los sentidos con respecto a los cuerpos, sino que dudo inclusive de los sentidos con
respecto a mi cuerpo; voy a dudar que tenga pies, de mi cabeza. ¿Por qué dudo de esto?,

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porque en sueños pienso lo mismo. Sueño que estoy sentado en una silla hablando con
otra persona y sin embargo estoy soñando acostado en mi cama; entonces dudo de todo,
dudo de mi cuerpo y dudo también por razones especialmente complejas de que dos más
dos sean cuatro; es decir, de todas las verdades matemáticas que se me presentan tan
evidentemente sean verdaderas, porque puedo imaginar que hay un dios maligno que
me engaña. En otras palabras, esta es la regla que expresa el criterio de verdad, o sea, la
pauta que seguimos para darnos cuenta de cuando estamos ante el conocimiento de la
verdad, que no es otra cosa que la evidencia, pero esa evidencia está en la idea, o sea en
la representación intelectual de lo conocido, y la idea no es más que una representación
subjetiva, de manera que la pauta o el criterio para descubrir lo verdadero no está en las
cosas, sino que está en el sujeto.

Estoy seguro al menos de que existo, y de que existo como algo que piensa, esto
que soy no es el cuerpo sino una substancia cuya esencia consiste en pensar, de
modo que el alma por la cual soy lo que soy es enteramente distinta del cuerpo. El
alma se define por el pensar, en cambio el cuerpo se define por la espacialidad, es
decir por la extensión.
René Descartes
“Discurso del método”

El dualismo cartesiano

Hay una distinción real entre el cuerpo y el alma, no hay cuerpo cuyo
movimiento pueda ser explicado por propiedades espirituales. Y el alma, por otra parte,
no tiene nada que ver con los movimientos de los cuerpos porque es pensamiento puro.
Por lo tanto, todo el mundo se desacraliza, se desespiritualiza, se hace pura materia.
¿Pero cómo son la substancia pensante y la substancia extensa? Totalmente
heterogéneas, diferentes e independientes; queda abierto entonces, el tema de la
comunicación entre ambas; Descartes atina a darse una respuesta en la interacción que
puede darse en el hombre, porque el hombre es esencialmente substancia pensante y
espiritual, él dice “aunque no existiera el cuerpo seguiríamos existiendo. No
dependemos del cuerpo”. Sin embargo dice que en el hombre se comunican las dos
sustancias en un punto: la glándula pineal, que es la que sintetiza las impresiones que
vienen del exterior y a través de la voluntad ordena los movimientos corporales; pero
esa no resulta una solución convincente. Hoy sabemos que la glándula pineal, cuanto
mucho, es la secretora de melanina que sirve para restablecer el sueño. Por lo tanto
queda abierta la cuestión de la interacción entre las dos sustancias.

Pienso, luego existo

A la luz del combate contra los “libertinos eruditas” se podría ver de otras
formas casi todas las tesis cartesianas; la misma duda podría verse como un intento de
llegar a la certeza. Partir del punto de vista libertino de dudar de todo, para llegar a una
certeza incontrovertible para que ni los mismos libertinos pudieran discutir. Puedo estar
soñando que camino, aunque sueñe es realidad que pienso que camino, nadie me puede
engañar con respecto a esto. Alguien me puede engañar con todos los contenidos de mi
pensamiento, pero no me puede engañar respecto a que hay un yo que piensa. Lo

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fundamental de esto es que el pensamiento puro, sin cuerpo, queda fuera de toda duda y
como verdad fundamental, para todo lo que sigue.

Existencia de Dios

¿Qué es dudar? Dudar es un modo de pensar; entonces de lo único que estoy


cierto es de que dudo, de lo único que estoy cierto es que pienso y si estoy pensando es
que estoy existiendo. O sea, pensar es existir, llega así Descartes, a la certeza
fundamental que estaba buscando. ¿Y cómo llega?, lo hace con el sólo auxilio de su
razón, sin ninguna intervención de la experiencia, de los sentidos.
La filosofía y la teología agustiniana, es una filosofía de la interioridad, implica
partir del sujeto y no perderse en la multiplicidad de los objetos materiales. Entonces el
cogito, el pienso, luego existo, de Descartes tiene un antecedente en San Agustín (354-
430); también estaría indicando la influencia de este tipo de filosofía.
Esa misma idea, el pienso, luego existo, que viene a ser la única certeza que él
tiene, va a ser lo que se constituye en idea universal y única de la que se pueda deducir
todo lo que antes puso en dudas, porque en cierta forma ahora está encerrado en su
propia razón, pero ahora tiene que volver a aquello que puso en duda, ¿y cómo se hace?,
bueno, a través de la necesidad de probar que Dios existe, porque si Dios existe no me
puede engañar, porque si Dios existe es un ser perfecto, engañarme sería una
imperfección y ya no sería Dios, por lo tanto, si Dios existe no me engaña cuando yo
capto ideas claras y distintas como dos y tres igual a cinco. Entonces se ve obligado a
demostrar la existencia de Dios.
Descartes ofrece dos argumentos para probar la existencia de Dios, el primero
parte de la imperfección: “Puesto que dudo soy imperfecto, pues saber es una
perfección superior a dudar, y como es imposible que lo más perfecto provenga de lo
más imperfecto, la idea de un ser perfecto no puede proceder de uno mismo sino que
tiene que haber sido puesta por Dios, entendido como esa naturaleza que tiene en sí
todas las perfecciones pensables”.
“No puedo tener idea de Dios si no hay un Dios que la puso en mi como una
marca, un sello; entonces Dios es causa eficiente porque pone la idea, pero transmite
también una semejanza entre la causa y el efecto”.
Por otro lado, retomando a su modo el célebre argumento de San Anselmo
(1035-1109), Descartes comenta que la existencia de un ser perfecto está incluida en su
esencia; si Dios no existiese no sería perfecto, puesto que existir es una mayor
perfección que no existir.
A partir de acá, deduce de Dios todas las leyes físicas; esto es lo que en el siglo
XVIII se llamaría “El espíritu del sistema”, es decir, dada una verdad fundamental
puedo deducir todas las verdades, pretensión absoluta de la filosofía a la que ya ha
renunciado hace tiempo.

Últimas obras

La publicación del “Discurso del método” puso a su autor en el centro de las


discusiones intelectuales de la época, pero en 1640, Descartes sufrió, al decir de sus
propias palabras, la pena más grande de toda su vida al morir su pequeña hija de 5 años.
Para superar su dolor se sumergió en el trabajo, del que surgió una obra en la que
profundizó su pensamiento; esa obra se llamó en latín “Meditaciones de Summa
filosofía”; las conocemos hoy como “Meditaciones Metafísicas”. Descartes publica la
primera edición en 1641 en latín, y en 1642 en francés; son seis meditaciones (en

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español hay una traducción, con una curiosa historia, debida a José Gaos (1900-1969)
que sólo contiene cuatro). No tiene más de 80 páginas; luego Descartes invita a los
sabios de la época a que presenten sus objeciones a las mismas y escribe su respuesta,
por lo que el libro se agranda enormemente.
En 1642 el rector de la universidad de Utrecht lanzó formalmente la acusación
de ateismo, porque aunque Descartes afirmaba la existencia de Dios, lo reducía a un
principio abstracto y puramente metafísico; no había lugar en la concepción del filósofo
para el Dios de la Biblia. El Consejo de la ciudad prohibió a los profesores enseñar la
nueva filosofía, pero era ya tarde para evitar su difusión por toda Europa.
En 1645 se editan los “Principios de Filosofía”, la física cartesiana; en 1649, un
año antes de su muerte, escribe un pequeño tratado que se llama “Las pasiones del
alma”

Verdad es que hay muy pocos hombres tan débiles e irresolutos que no quieran
nada más que lo que su pasión les dicta. La mayor parte tienen juicios
determinados, por los cuales regulan una parte de sus actos; y aunque a veces
estos juicios sean falsos, y hasta fundados en algunas pasiones por las que la
voluntad se ha dejado antes vencer o seducir, sin embargo, como persiste en
seguirlos cuando la pasión que los produjo está ausente, pueden ser considerados
como sus propias armas, y pensar que las almas son más fuertes o más débiles
según puedan más o menos seguir esos juicios y resistir a las pasiones presentes
que les son contrarias. Pero hay, sin embargo, una gran diferencia entre las
resoluciones que proceden de alguna falsa opinión y las que se apoyan únicamente
en el conocimiento de la verdad; si seguimos estas últimas, estamos seguros de no
sentir nunca pesar ni arrepentimiento, mientras que siempre lo sentimos de haber
seguido las primeras cuando descubrimos el error.
René Descartes
“Meditaciones Metafísicas”, art. 49

Los libros de Descartes, a instancias de los jesuitas, fueron prohibidos y durante


cierto tiempo fue crimen, en los países católicos, declararse cartesiano, es decir,
discípulo de Descartes; sin embargo pronto fueron publicándose las obras inéditas, así
como su correspondencia con los personajes de la época.
Su obra señala el momento en que el hombre europeo abandonó el criterio de autoridad
y abrazó el ideal de RAZÓN.
Descartes dividió el mundo en dos partes absolutamente diferentes. Una
material, mecánica, desprovista de todo valor, sujeta a leyes puramente físicas. La otra
espiritual, dotada de libertad.
Pocas veces, como en el caso de Descartes, la imagen de su personalidad y su
biografía han sido tan mediatizadas por una tradición académica, que ha hecho de él el
retrato del filósofo encerrado en su gabinete, al lado de la estufa, meditando y
construyendo el mundo desde la pura introspección. De este modo, el pensamiento
cartesiano (de “Cartesius”, forma latinizada de Descartes) aparece como inicio del
racionalismo moderno, reafirmando, al mimo tiempo, la supuesta autonomía del
quehacer filosófico, respecto del contexto histórico-político en el que se produce.

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7. BLAISE PASCAL

El hombre es una caña, la más débil de la naturaleza; pero es una caña pensante.
No es menester que el universo entero se arme para aplastarla. Un vapor, una gota
de agua, es suficiente para matarlo. Pero aun cuando el universo entero lo
aplastase, el hombre sería todavía más noble que el que mata, porque sabe que
muere, y la ventaja que el universo tiene sobre él; el universo no sabe nada.
Pascal
“Pensamientos”, 264

Prólogo

A propósito de una lectura circunstancial recurro a mis páginas escritas, para


consultar en ellas una información sobre Pascal, no encontrando ni siquiera una
referencia. No es que me haya sumado a quienes sostienen que Pascal no fue filósofo,
sino tal vez el hecho que no se haya destacado como creador de un sistema, como
acostumbraban construir los filósofos de su época, o que su propia existencia (39 años)
no se lo haya facilitado. ¿Científico, místico o filósofo?, es lo que trataré de dilucidar en
estas páginas, subsanando mi omisión anterior.

Biografía

Blaise Pascal nace el 19 de junio de 1623 en Clermont (hoy Clermont Ferrand)


en Auvernia, Francia. Proveniente de una familia de magistrados, sus padres fueron
Etienne Pascal y Antoinete Bégon. Sus primeras aficiones fueron las matemáticas y la
física, que su padre había dispuesto no enseñarle hasta los 15 años, debiendo quebrantar
tal propósito cuando a los 11 años de edad, Blaise (Blas) encontró por sí solo la
proposición 32 (y su prueba) del libro I de los “Elementos” de Euclides. También para
esa época, compone un “Tratado de los sonidos”. A los 16 años compuso el “Tratado de
las secciones cónicas”; a los 18 años inventó una máquina calculadora, la primera,
conocida como “la pascalina”. Después hizo numerosos experimentos sobre el vacío,
repitiendo en Ruan el experimento de Evangelista Torricelli (1608-1647) sobre el
mismo tema (descritos en el “Tratado sobre el peso de la masa de aire” y en otro “Sobre
el equilibrio de los líquidos”, que han quedado como obras clásicas. Aún cuando la
aspiración religiosa llenó su vida, no le abandonó el interés por la ciencia: la teoría de la
ruleta, el cálculo de las probabilidades y otros inventos, le ocuparon años de su
madurez. Pascal llevó a su familia sus ideas sobre el jansenismo, que inclinó a su
hermana Jacqueline a entrar como novicia en el convento de Port-Royal (deformación
fonética de Porrois). Acá corresponde hablar dos palabras sobre el jansenismo. Esta
doctrina está basada en el “Augustinus”, obra del obispo Ypres Cornelio Jansenio
(1585-1638) que inspiró a Antoine Arnaud (1612-1694), llamado “le Grand Arnaud”,
quien crea este grupo con la intención de reforma católica. Profesaban un rigorismo
moral y religioso ajeno a todo compromiso, haciendo depender la salvación solamente
de la acción eficaz de la Gracia divina, reservada a pocos. Pascal siente una revelación
divina que según parece tiene fecha fija, 23 de noviembre de 1654, y desde ese
momento entra a formar parte de los “solitarios” de Port Royal, también conocidos
como “esos señores”. La abadía de Port Royal había sido fundada por el abad de Saint
Cyran (1581-1643) y constituía una comunidad religiosa cuyos miembros se dedicaban

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a la meditación, estudio y enseñanza, donde Pascal pasó sus últimos años de vida.
Falleció el 19 de agosto de 1662, a los 39 años de edad. Su salud delicada desde la
infancia se hizo más frágil sumada a sus flagelaciones y cilicios.

Los Provinciales y el Jansenismo

Además de las obras científicas, Pascal escribió otras obras, de las que han
persistido las “Provinciales” y los “Pensamientos”. Con el nombre de Provinciales se
conocen las dieciocho cartas escritas bajo el seudónimo de Luís Montalte, a un
provincial amigo suyo y a los jesuitas acerca de la moral y la política de esos padres. El
móvil fue la lucha entre jansenistas y jesuitas, ya que para estos últimos, la salvación
está siempre al alcance del hombre, el cual, si vive en el seno de la iglesia, posee una
gracia suficiente que le salva si va acompañada de la buena voluntad. Era ésta la tesis
del jesuita español Molina, tesis que los jesuitas habían puesto como fundamento de su
práctica de proselitismo, dirigida a conservar en el seno de la Iglesia el máximo número
de personas. El jansenismo suscitaba una viva reacción en los ambientes eclesiásticos, y
en 1653 una bula de Inocencio X condenaba cinco proposiciones, en las cuales la
facultad teológica de Paris (La Sorbona) había condensado la doctrina del “Augustinus”
de Jansenio. Esas cinco proposiciones eran:
1) Algunos preceptos divinos no pueden ser cumplidos por los justos con las solas
fuerzas de la naturaleza humana, por lo que les es necesaria la gracia.
2) La gracia interior que opera sobre la naturaleza corrompida es irresistible.
3) Para el mérito o el demérito se requiere únicamente la libertad de la coacción
externa
4) Los pelagianos (o semi pelagianos) son herejes por cuanto admiten la
posibilidad para la voluntad humana de resistir u obedecer a la gracia
5) Es erróneo afirmar que Cristo ha muerto por todos los hombres.
Arnaud y los partidarios de Jansenio aceptaron la condenación de las cinco
proposiciones, pero negaron que de hecho pertenecieran a Jansenio y se encontraran en
su obra. Después de algunos años, la disputa fue resucitada ante la facultad de Teología
de Paris, y en ella intervino Pascal.
Las “Cartas Provinciales” de Pascal son una obra maestra de profundidad y
humorismo. En el total de la obra y tras las posiciones e ideas jansenianas, aparece el
rigor lógico de Pascal en el cuadro de la fe, su pasión por la verdad y su preocupación
por las realidades más auténticas de la vida interior. Literariamente, las “Provinciales”
están expuestas en un estilo rápido, vigoroso, claro, exento de toda retórica. La
Compañía de Jesús no supo replicar a la fuerza de las cartas pascalianas y el golpe fue
mortal. Cuando en 1773 la orden fue suprimida por el papa, se hacía justamente
referencia a su moral perniciosa. Voltaire (1694-1778) dijo de los “Provinciales”: Las
mejores comedias de Molière no tienen tanta sal como las primeras Provinciales; y
Bossuet no escribió nada más sublime que las segundas.

Los “Pensamientos”

En 1656 Pascal escribe a Mlle. De Roannez, que iba a entrar en un convento,


cartas que revelan directamente su sentimiento religioso. Pensaba hacer una “Apología
de la religión cristiana” capaz de orientar a los libertinos y a los ateos hacia la verdad
religiosa. El proyecto se va precisando a medida que transcurre el tiempo; Pascal
acumula datos con vistas a esta obra constituida por notas escritas en trozos de papel,
llenos de abreviaturas y sin orden alguno que formaron a la muerte del autor su libro

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más famoso, los “Pensamientos”, publicado en 1670 por los “Solitarios de Port Royal”
sin gran cuidado. El texto auténtico apareció en 1844. Hay una nota de Pascal que
resume su propósito general y de acuerdo a ciertas indicaciones, constaría de cuatro
partes; la primera tendería a demostrar que la religión no es contraria a la razón y que es
“lógicamente defendible” ante quienes desean la verdad y no hallan en si mismos más
que incertidumbre, ante quienes buscan la felicidad y no hallan sino miseria y muerte”.
La segunda parte vendría a demostrar que la religión cristiana da cuenta única y
exclusivamente de la naturaleza del hombre. En la tercera parte trata de demostrar que
la cristiana es la única religión que promete al hombre el verdadero bien, para
enfrentarse en la cuarta parte, a la demostración de que es la verdadera. Se halla
entonces ante un problema grave, por un lado quiere demostrar la existencia de Dios por
medio de la razón, pero antes había afirmado la impotencia de la razón en materias
metafísicas. Resuelve la cuestión intentando captar la idea de Dios en los hechos,
juzgables siempre por la razón, la cual en esas realidades materiales evidentes podrá
percibir un elemento sobrenatural. Hace una crítica histórica y filosófica de las
Escrituras, pretendiendo dejar sentada la verdad de los libros sagrados y de los milagros
de los testamentos. Tanto por su preparación como por el estado de la historia y la
filosofía en su época, Pascal no pudo sino hacer decir a los textos la verdad que él
necesitaba para su demostración. La conclusión que se desprende es que hay que creer,
y mientras se aguarda la fe, vivir como cristiano, asistir a misa, “atontarse” de tal modo
que las costumbres del cuerpo no ofrezcan obstáculo alguno a los movimientos del
alma. Aún hoy, los “Pensamientos” gozan de gran predicamento tanto por su estilo que
alcanza la belleza de la poesía lírica, por el despojamiento clásico de sus períodos
precisos e inspirados aún en el razonamiento, como por el carácter metafísico de las
imágenes que encarnan sus inquietudes. La crítica ha establecido diferentes juicios
sobre el autor y la obra, algunos negativos como el del poeta italiano Giácomo
Leopardi (1798-1837) o positivos, como el de Miguel de Unamuno (1846-1936): “…
nos invita…a conocer a un hombre, a penetrar en el santuario del dolor universal de un
alma enteramente desnuda, de su alma que llevaba cilicio”.

Ciencia y razón

Pascal recibió una doble influencia, de Epícteto (50-aproximadamente 120,130)


el pensador estoico conocedor de la grandeza del hombre, pero ignorante de su miseria
y la de Michel de Montaigne (1533-1592), autor de los “Ensayos”, sabedor de la
miseria humana, pero escasamente atento a su grandeza. Según Pascal, sólo el
Evangelio puede unir a estos opuestos trascendiéndolos. Resaltan en el pensamiento
filosófico de Pascal ciertos elementos que se pueden considerar centrales:
 Su concepción del hombre
 Su idea de la “apuesta”
 Su análisis de los dos espíritus, el de la prueba y la creencia
 Su examen del problema de la prueba y la creencia
Si se considera con atención el trato y enfoque que da Pascal al tema del hombre se
comprende que el movimiento existencialista le reivindique, tal como hizo con
Kierkegaard, como uno de sus antecesores. Descartes había abierto a la razón humana
todos los caminos y todos los campos posibles; Pascal, por vez primera, reconoce los
límites de la misma. Según él, caen fuera de la razón y de sus alcances, el mundo
propiamente humano, la vida moral, social y religiosa del hombre. Pero aún en el
mundo de la naturaleza, donde la razón es árbitro, su poder encuentra un doble límite;
uno es la experiencia que no sirve sólo, como creía Descartes, para decidir cual sea la

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verdadera entre las diversas explicaciones posibles que la razón presenta de un


fenómeno dado. La experiencia debe servir también como norma constante y guía de las
explicaciones racionales.

Los secretos de la naturaleza están ocultos y aunque ella actúa siempre, no


siempre se descubren sus efectos: el tiempo los destaca de época en época y, si bien
ella sea en sí misma siempre igual, no siempre es igualmente conocida. Las
experiencias que nos dan su inteligencia se multiplican de continuo y, como éstas
constituyen los únicos principios de la física, las consecuencias se multiplican
proporcionalmente.
Blas Pascal
“Tratado del vacío”, Prólogo

Así, pues, las experiencias constituyen “los únicos principios de la física”; pero
corresponde también a ellas el control de las hipótesis explicativas. El otro límite de la
razón en el campo de las ciencias está determinado por la imposibilidad de deducir los
primeros principios, aquellos que son fundamento del razonamiento escapan sin
embargo a éste, el cual no puede demostrarlos ni refutarlos. La imposibilidad que
comentamos demuestra no la incertidumbre de los principios, sino la debilidad de la
razón. Y de hecho, el conocimiento de los primeros principios (espacio, tiempo, el
movimiento, los números) es seguro, mientras no lo es ninguno de los conocimientos
que nos proporcionan nuestros razonamientos. Los principios se sienten, las
proposiciones se establecen por conclusión. En el conocimiento de la naturaleza la
razón es árbitro, en el dominio del hombre es incapaz. “Dos excesos: excluir la razón,
no admitir sino la razón” (Pensamiento 3).

La condición humana

Toda la investigación de Pascal es un análisis de la condición del hombre en el


mundo. Para Pascal, como para Montaigne, el hombre es el único tema de investigación
filosófica. Su filosofar es una continuación directa del de Montaigne pero, una
continuación que tiene por fin último la fe. Busca una claridad no objetiva ni racional,
sino subjetiva y estimulante de tal forma que constituya al hombre en lo que debe ser. El
hombre está entre el todo representado por el infinito y la nada, el mundo de lo
infinitamente pequeño. Es un medio entre el todo y la nada. Infinitamente lejos de
comprender los extremos, el fin de los fines y su principio se ocultan para él en un
secreto impenetrable. Es igualmente incapaz de ver la nada (Pensamiento 84).

Conocemos, por lo tanto, nuestro alcance. Somos algo y no somos nada, lo que
tenemos de ser nos oculta el conocimiento de los primeros principios que nacen de
la nada, y lo poco que tenemos de ser nos oculta la vista del infinito
Pascal
“Pensamientos”, 81

En estos términos Pascal dibuja la condición de inestabilidad que es propia del


hombre y por la cual el hombre no alcanza el ser ni la nada, de manera que se encuentra

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por encima de la nada, a lo menos en cuanto está por debajo del ser. La posición del
hombre está entre el ser y la nada: función del pensamiento es hacerle conocer
claramente esta posición, es la única dignidad propia del hombre.
“El pensamiento hace la grandeza del hombre” (Pensamiento 257)
Y sin embargo, añade Pascal, el pensamiento no sirve para nada, si no hace entender al
hombre su miseria. En el pensamiento 328 dice que es peligroso hacer ver al hombre
que es demasiado igual a las bestias, ya que las bestias no se pueden liberar de su
miseria; es peligroso también hacerle ver demasiado su grandeza, porque esto
equivaldría a que esa grandeza consiste en reconocer su miseria. Es necesario que no
crea que sea igual a las bestias, ni a los ángeles (pensamiento 329). Si se cree ángel
acaba procediendo como bestia. “Procuran de todos modos quitar la vista de sí y
divertirse”. “No habiendo podido los hombres librarse de la muerte, de la miseria, de
la ignorancia, han creído mejor, para ser felices, no pensar en ello”. Tal es el principio
que llama diversión.

La “apuesta”

Uno de los pasajes en los “Pensamientos” de Pascal que suscitan mayor interés
entre los filósofos, es el que plantea el problema de la apuesta (pensamiento 451): se
trata en él de la necesidad de apostar sobre la existencia de Dios. Necesidad, pues por un
lado la razón no puede por si sola pronunciarse a favor de uno de los dos términos de la
siguiente alternativa: Dios es (existe) o no es (no existe), y por otro lado no se puede
simplemente rehuir una elección. La “apuesta” puede reducirse a los términos
siguientes:
1. El que apuesta, apuesta lo que tiene: una vida, su propia vida
2. Si apuesta esta vida para ganar dos, la apuesta vale ya la pena
3. Si hay tres vidas para ganar, es ya imprudente no apostar la vida que se tiene
4. Si el número de vidas que puede ganarse es infinito, no hay más remedio que
apostar
5. El número infinito de vidas que se pretenden ganar en nuestro caso, es la
beatitud, es decir, una infinidad de dicha
6. Apostemos ahora a favor de que Dios existe. Si se gana, se gana todo. Si se
pierde, no se pierde nada.
Se ha discutido mucho sobre la “apuesta de Pascal”. Merecen ser mencionados:
 Una se refiere al propósito de Pascal, quien propondría convencer al
incrédulo obligándolo a apostar, Lucien Goldman (1913-1970) estima que la
apuesta no es un argumento, sino la expresión de la actitud de Pascal frente a un
Dios (el Dios escondido) del que no estando seguro de su existencia, decide
apostar a favor de ella. Julien Green (1900-1998), novelista nacido en EEUU y
que escribió en francés y residió en Francia (“Despojos”, “Adriana Mesurat” etc.),
ya había escrito en 1939 que el ansia que tiene Pascal de tener razón lo empuja
tan lejos que “puede preguntarse si el hombre que quiere convencer de estar en
un error no es Pascal”.
 El otro tipo de discusión concierne a la validez del argumento. Es
conocida (aunque no es convincente) la opinión de Voltaire en la carta XXV (de
“Cartas filosóficas”) es que Pascal es demasiado frívolo para la gravedad del tema;
por lo demás, dice Voltaire que no le parece justo arriesgar nada por una dicha
infinita que, según las ideas jansenistas de Pascal, corresponderá sólo a una
minoría ya previamente preestablecida. Esa carta XXV denominada por Voltaire
“Sobre los pensamientos de Pascal” trata de demostrar que Pascal muestra al

250
GRANDES FILÓSOFOS III

hombre desde una perspectiva odiosa y que se encarniza en pintarnos a todos


malvados y desdichados. Imputa a todos los hombres lo que no pertenece más que
a ciertos hombres. Si bien Voltaire ideológicamente está en las antípodas del
ideario de Pascal (y del que esto escribe) no deja de tener cierta razón en sus
argumentos.
 A favor del argumento de Pascal se puede mencionar ciertas
consecuencias de la reciente “teoría de los juegos”: la suma de los premios en una
lotería es inferior a la suma de las apuestas, pero ello no impide apostar, ya que
aunque es probable que pierda poco, mientras si gana, será considerable. No
olvidemos que Pascal ya había escrito sobre la Ruleta. Un argumento similar al de
Pascal se lee en la “Theología Naturalis” de Ramón Sabunde (Barcelona ¿?-
1436) cáp. LXVIII.

Prueba y creencia

Vanidad de las ciencias. La ciencia de las cosas exteriores no me consolará de la


ignorancia de la moral en tiempos de aflicción; pero las ciencias de las costumbres
me consolarán siempre de la ignorancia de las ciencias exteriores.
Pascal
“Pensamientos”, 196

El hombre debe pues, empezar por sí; el objetivo esencial y primero es el de


conocerse a si mismo (pensamiento 81). El corazón – dice Pascal en el pensamiento
477 – tiene razones que la razón no conoce: entender y hacer valer las razones del
corazón es la tarea del espíritu de finura. El antagonismo entre la razón y el corazón,
entre el conocimiento demostrativo y la comprensión instintiva (otros dirían intuición),
es expresado por Pascal como antagonismo entre espíritu de geometría y el espíritu de
finura. En el espíritu de geometría los principios son palpables, lejanos de los usos
comunes y difíciles de ver, pero una vez vistos, es imposible que desaparezcan. En el
espíritu de finura, los principios son de uso común, están delante de los ojos de todos.
Las cosas sutiles se sienten más bien que se ven; es completamente imposible hacerlas
sentir a los que no la sienten por sí y no se pueden demostrar completamente porque no
se poseen sus principios como se poseen los de geometría. El espíritu de finura ve el
objeto de un solo golpe y con una sola mirada, no por medio del razonamiento (por la
intuición). Se puede expresar exactamente la diferencia establecida por Pascal entre
espíritu de geometría y espíritu de finura diciendo que el primero razona y el segundo
comprende. El espíritu de finura tiene como objeto propio el mundo de los hombres, el
de geometría el mundo externo (pensamiento 21).
La fe no puede alcanzarse en virtud de demostraciones y de pruebas: las pruebas
que se dan de la existencia de Dios, partiendo de las obras de la naturaleza, pueden valer
solamente para quien tiene ya fe, pero no pueden producir la fe en el que está privado de
ella. A veces la prueba es el instrumento de la fe que Dios mismo pone en el corazón,
pero en todo caso la fe es diferente de la prueba; la prueba es humana, la fe es un don de
Dios. Aunque sirviera la prueba, serviría solamente en el momento en que uno la ve:
una hora después temería haberse engañado. En el pensamiento 482 dice Pascal que hay
tres medios de creer: la razón, la costumbre, la inspiración. El valor de la tradición o
costumbre, que con razón la religión cristiana equipara a la razón y a la inspiración

251
GRANDES FILÓSOFOS III

como las tres vías de la fe. La tradición empuja al hombre en cuanto es máquina y
arrastra también al espíritu sin que él piense en ello. Una vez que el espíritu ha visto
donde está la verdad, es necesario adquirir una creencia más fácil, que elimine el
continuo retorno de la duda, y esto es la costumbre de creer y manifestar en actos
exteriores la creencia. La verdadera fe, la fe total, moviliza no sólo al espíritu, sino al
autómata que hay en el hombre.

8. Baruch Spinoza

Cada cosa se esfuerza, en cuanto está en ella, por preservar su ser.


Baruch Spinoza
“Ética”, parte 3ª, Proposición 6

Biografía

Baruch Spinoza, o Baruch de Spinoza, o Benedicto Espinoza, nació en


Ámsterdam en 1632, de una familia judía de origen portugués y que había emigrado a
Holanda a fines del siglo XVI perseguida por la corona de Portugal, la que con sus
políticas coloniales estaba ávida de dinero para financiarlas y que había encontrado
en la cárcel y asesinato de los judíos, por distintas causas, suficiente excusa para
confiscar sus bienes.
Los Spinoza eran de clase comerciante de buena posición en la colectividad
judía de Ámsterdam, por lo que procuraron para Baruch una educación acorde; con el
tiempo Baruch comenzó a colaborar en las actividades comerciales de la familia, pero
sus intereses eran otros; su padre, Miguel, empezó a ver en él un futuro rabino, para
ello lo hizo ingresar en las escuelas de la colectividad, donde comenzó a estudiar el
Antiguo Testamento, hebreo, estudios religiosos, que de alguna manera influyeron en su
pensamiento, ya que toda su obra está impregnada de Dios, tiene como centro a Dios ; el
filósofo “ebrio de Dios” como a algunos les gusta llamarlo.
Lo que va advirtiendo, es que las prácticas religiosas institucionales, no solo del
judaísmo sino también las de otras creencias, le parecían reñidas con el espíritu mismo
de la religiosidad; desde ahí parte para hacer una reformulación que inclusive alcanza a
la idea de Dios.
Además de familiarizarse con la lectura del Antiguo Testamento y del Talmud,
con las especulaciones de la Cabala, los intereses intelectuales del joven Spinoza, se
orientaron hacia el conocimiento de las matemáticas, la filosofía y los idiomas. Su
abierta inteligencia lo llevó a cuestionar los puntos de vista ortodoxos para la
interpretación de las Escrituras, y en 1656 cuando solamente tenía 24 años, fue
solemnemente excomulgado.

La excomunión

De modo que a partir de ese momento le quedó vedado a cualquier miembro de


la colectividad judía leer sus textos, relacionarse con él e incluso acercarse físicamente a
su persona.
La excomunión en la sinagoga puede ser más leve o más dura que lo que
conocemos habitualmente como excomunión en el mundo católico cristiano. Tiene tres
planos, uno podríamos decir más leve, uno mediano y otro muy duro. La que le

252
GRANDES FILÓSOFOS III

infligieron a Spinoza es este último, que se llama “Herem”, que prácticamente es una
maldición:

“Excomulgamos, maldecimos y separamos a Baruch de Spinoza, con el


consentimiento de Dios bendito y con el de toda esta comunidad; delante de estos libros
de la Ley, que contienen trescientos trece preceptos; la excomunión que Josué lanzó
sobre Jericó, la maldición que Elías profirió contra los niños y todas las maldiciones
escritas en el libro de la Ley; que sea maldito de día, y maldito de noche; maldito
cuando se acueste y cuando se levante; maldito cuando salga y cuando entre; que Dios
no lo perdone; que su cólera y su furor se inflamen contra este hombre y traiga sobre él
todas las maldiciones escritas en el libro de la Ley; que Dios borre su nombre del cielo
y lo separe de todas las tribus de Israel…” etc.

…Y es ilevantable! El que recibe el “Herem” es para siempre.

El Dios de Spinoza

Los motivos de la dura condena aplicada a Spinoza hay que buscarlo en sus
primeros escritos filosóficos, allí planteaba que
“Dios no era solo espíritu eterno sino también cuerpo infinito”
Ello partía de la filosofía de Descartes (1596-1650), corrigiéndola.
Si Descartes afirmaba que había dos sustancias, la extensa y la pensante,
Spinoza entendía que las dos eran modos de una única sustancia superior que era Dios,
pero de este modo al conferir la extensión infinita a la sustancia divina se la
identificaba con el universo, con la naturaleza. Para los rabinos esto era simple
panteísmo.
Entonces, en lugar de postular un solo Dios, tal como lo postuló la teología
Judea-cristiana, nosotros postulamos a un Dios que sea sustancia y a la vez se
identifique con la totalidad de la naturaleza, no vamos a caer en el orden de
inconsistencia lógica, porque justamente Dios va a ser absolutamente infinito, va a
comprender dentro de sí la totalidad de lo real y además Dios va a ser absolutamente
perfecto ya que no va a quedar nada fuera de si, ninguna perfección posible o resto de
realidad queda fuera de Dios como entidad.
Obviamente Spinoza iba a ser acusado de panteísmo, pero hay que tener en
cuenta que el panteísmo de Spinoza no es al modo místico, como muchas veces se lo ha
comprendido y hasta reprochado, sino que el Dios de Spinoza es un Dios que contiene
en si mismo la totalidad de lo real y es una especie de entidad lógica de la que se va
derivando lo real.
Dios existe pero no es trascendente, es inmanente a la realidad misma, por lo
tanto, una relación entre personas es una relación donde la actividad de Dios está
presente, porque no nos trasciende; quiere decir que las relaciones vinculan a los seres y
a las cosas entre si es por donde está circulando la idea de Dios, que no es ninguna
figura eminente, ninguna entidad moral ni ningún Ser Todopoderoso, sino que lo
Todopoderoso es la naturaleza misma.
Spinoza dice que concebir a un Dios que no es extenso, es quitarle una de sus
perfecciones; entonces un Dios absolutamente infinito no solamente tiene que incluir el
pensamiento, sino que además tiene que incluir la extensión.
Este atributo que es la extensión está en realidad conformado por la totalidad
infinita de los cuerpos, esto es por el aspecto que presenta la totalidad de los cuerpos
constituyendo el universo. Esta totalidad de los cuerpos en realidad es una especie de

253
GRANDES FILÓSOFOS III

sistema cerrado; hoy en día podríamos decir que esto es un anticipo revelador de
Spinoza, que el sistema de extensión es un sistema de energía, porque en realidad los
cuerpos están constituidos por corpúsculos que van cambiando de forma y van
adquiriendo nuevas configuraciones permanentemente.
Afirmó también que era imposible demostrar la inmortalidad del alma y que la
Biblia debiera ser libremente interpretada sin prestar atención a la exégesis oficial.
La hostilidad hacia Spinoza no cesó con la excomunión, a tal punto que incluso
se lo intentó asesinar, debiendo por ello irse a residir en un pueblito cercano a Leyden y
tres años más tarde a los alrededores de La Haya. Hizo del tallado de cristales su medio
de vida, tratando llevar una vida discreta, reservada y dedicada al estudio y la escritura.
Se le conoce un solo intento de constituir familia, frustrado por la imposición del padre
de la novia de exigirle su conversión al cristianismo.

Ética

En 1673 se le ofreció una cátedra de filosofía en la Universidad de Heidelberg,


que rechazó a fin de mantener su independencia y aislamiento.
Sólo dos obras publicó durante su vida, los “Principios de la filosofía de
Descartes” y el “Tractatus Theologico Politicus” aparecido anónimamente en 1670.
Poco después de su muerte, irían apareciendo sus otros escritos y su obra más
importante: “Ética demostrada según el orden geométrico”.
En realidad escribió su obra principal siguiendo el método de Euclides, el que
parte de ciertos axiomas, ciertas definiciones y a partir de ellas se van derivando
lógicamente una serie de proposiciones a lo largo de las cuales se demuestran esas
definiciones, axiomas, de las que se partió. Dice que va a tratar de las personas y los
sentimientos humanos como si se tratara de líneas y de puntos. Entonces la ética que
funda, es una ética objetiva, que es deducida como se deducen las propiedades de un
triángulo.
El amor intelectual, que es la figura donde culmina todo el planteo ético de
Spinoza, es alcanzar la forma del conocimiento más perfecto, donde se vea la realidad,
las cosas singulares y todas las cosas relacionadas entre si, que en el fondo surgen de un
ser divino , que es Dios, obviamente en forma necesaria, constante y en todo momento;
incluso me comprendo a mi mismo como una manifestación de Dios y ese amor que yo
tengo de esa fuente de donde surjo, a esa causa inmanente, me doy cuenta que es Dios
amándose a si mismo.
El problema no es Dios, sino el uso político moral que se hace de Dios; este es el
tema que más escándalo produjo, ya que a partir de ese pensamiento deduce que toda
moral que determine qué es el bien y qué es el mal, es un aparato de sometimiento y
obediencia.
De ahí que su libro sobre la ética sea su texto más escandaloso, donde dice que
son las relaciones entre las cosas y entre los hombres los que establecen lo bueno y lo
malo, no el bien y el mal, sino lo bueno y lo malo.
Lo bueno es aquello, que no siendo yo mismo, me afecta produciendo
sentimientos de alegría y que genera, según sus palabras, “encuentros y
composiciones”; aquello que genera “desencuentros y descomposiciones” en las
afecciones entre los seres y las cosas, son las pasiones tristes.

El Conatus

254
GRANDES FILÓSOFOS III

Tanto en la Ética como en su Tratado Político, critica duramente a aquellos


filósofos y teólogos que tratan las afecciones humanas como pecado o vicios de una
recta razón, y lo que más destaca es que las pasiones son constitutivas de la naturaleza
humana, que son tan naturales como las acciones y que sólo con el reconocimiento de
este carácter pasional e ineludible en todo hombre es que se va a acceder efectivamente
al conocimiento.
Su filosofía parece priorizar el aspecto lógico, formal o arquitectónico del
sistema, su orden geométrico; sin embargo, le da gran importancia a aspectos tan poco
formales como el cuerpo, las pasiones, los afectos y a ese deseo o impulso que recibe el
nombre de conato (Conatus en latín, traducido por “esfuerzo”, “empresa” y también
“potencia”-activa-).
Concretamente, dice Spinoza, todas las cosas particulares, todos los cuerpos
particulares, se encuentran en interconexión; cada cuerpo es una entidad autónoma,
relativamente autónoma, porque cada cuerpo está animado por lo que Spinoza llama “el
conato”, que es una tendencia de la cosa a permanecer o mantenerse en existencia; de
alguna manera el conato es la esencia de toda cosa singular, es decir según Spinoza,
todas las cosas singulares incluido los hombres, tenemos o poseemos conato. Este
conato que años después se llamaría “instinto de vida” o como lo llamó Freud, “libido”,
es lo que nos lleva a permanecer en existencia.
El conato, para definirlo con precisión, quiere decir que cada cosa, en cuanto
puede, persevera en su ser; para explicarlo más fácilmente todavía, cada cosa en la
medida en que no haya circunstancias exteriores que le impidan ser, cada cosa persevera
en el ser. El conato aparece como voluntad cuando se refiere solamente al espíritu y
como apetito cuando se refiere al espíritu y al cuerpo; en ambos casos son modos de ser
del conato o esfuerzo como determinación ontológica general.
Los conatos también se pueden unir entre si para constituir nuevos organismos o
nuevas relaciones y más aún si se van subsumiendo a los cuerpos entre si, vamos a
encontrar por ejemplo los reunidos en una habitación formando un nuevo cuerpo, así
también los pobladores de una ciudad, una nación y así sucesivamente ascendiendo en
la multitud de cuerpos, llegamos a lo más total del universo, es decir a la configuración
de todos los cuerpos.

Lo social y lo político

Existe el individuo, pero el individuo es la colectividad y entre lo colectivo y lo


individual no hay ninguna separación, entre lo político y lo social tampoco la hay; lo
político es una forma de segregar lo social, donde unos hacen obedecer a los otros.
Para Spinoza lo social debe pensarse como un encuentro que potencia el conato
de los individuos. En vez de sostener como el filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-
1679) que “el hombre es el lobo del hombre”, entiende que cada hombre completa a los
otros y es completado por ellos; una comunidad es un individuo colectivo que potencia
las posibilidades y los derechos de sus miembros. En Spinoza a diferencia de las teorías
contractualistas, en ningún momento hay contrato ni hay cesión del derecho natural.
Parte de la idea de que en el estado de naturaleza el hombre cuenta con su derecho
natural, pero justamente al estar enfrentado con los otros hombres, su conato está
totalmente debilitado y por una cuestión de utilidad y para poder perseverar en la
existencia el hombre, en la teoría spinoziana, reconoce que lo más útil para un hombre
es otro hombre: y así es como se constituye un cuerpo político.

255
GRANDES FILÓSOFOS III

El conato, el apetito y el deseo, son tres nombres que tienen un único referente,
designar una única entidad. Este conato o este deseo es uno de los nombres que recibe la
esencia de todo lo existente. Nosotros somos conato, somos deseo.

Epílogo

Baruch Spinoza falleció de tuberculosis en 1677, solo tenía 44 años de edad; su


filosofía fue a la vez mística y racionalista, iluminista y religiosa. Ha influido a Georg
Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), a Sigmund Freud (1856-1939), a Gilles
Deleuze (1925-1995) y a muchos otros pensadores.
Hay un antes y un después de la lectura de Spinoza; podemos decir que da
“vuelta la cabeza” y al decir esto, y en términos spinozianos, se dice que “da vuelta al
cuerpo”. Nadie puede saber lo que puede un cuerpo. La idea de pecado, de culpa, la
idea de mal, de odio, de rencor, es totalmente expulsado de la concepción spinoziana.
Lo que hay es positividad, encuentros, composiciones, relaciones, vinculaciones; es
limitada, es precaria porque somos precarios de una totalidad.
Si bien Spinoza es un filósofo del siglo XVII, su obra no deja de aportar una
serie de caminos para interpretar la política, pensar la realidad.
La filosofía tiene eso, que de algún modo, siempre nace en una época, en un
contexto determinado, en una época donde la situación política y económica hace que el
filósofo se exprese; pero al mismo tiempo tiene algo perenne que le permite perdurar en
el tiempo, y que en algunos casos sus ideas vuelvan a conmover.
Spinoza tiene esa virtud, esa cualidad; uno puede volver a leerlo y si bien hay
mucho contexto en su obra, también hay un valor que es eterno por el cual se puede
aplicar al mundo contemporáneo.
Se puede pensar que este trabajo sobre Spinoza es demasiado ambicioso, es
decir pretender que por él veamos como seres finitos, las cosas desde la “specie de la
eternidad” (sub specie aeternitatis: usado por Spinoza para expresar que se ve todo
“bajo el ángulo de la eternidad), como la vería este Dios substancial que nos propone,
tal vez sería una exigencia demasiado ardua. Sin embargo Spinoza termina su Ética con
las siguientes palabras:

TODO LO EXCELSO ES TAN DIFÍCIL COMO RARO

Esto es, el reconoce que no es fácil lograrlo, pero tenemos que intentar hacerlo.

El hombre libre en ninguna cosa piensa menos que en la muerte; y su sabiduría está
en la meditación, no de la muerte sino de la vida.
Baruch Spinoza
“Ética”, Parte IV, 67

256
GRANDES FILÓSOFOS III

9. LEIBNIZ

Hay una razón en la naturaleza para que exista algo más bien que nada.
Esto es una consecuencia de aquel gran principio de que nada se hace sin razón;
así como debe ser, además, una razón para que exista esto más bien que otra cosa.
G.W. Leibniz
“Resumen de Metafísica”

Biografía

Gottfried Wilhelm Leibniz nace cuando esta concluyendo la “guerra de los 30


años”, una guerra que fue terrible, para Alemania sobre todo, porque la dejó en ruinas,
no físicas sino culturales, por la pérdida de vidas jóvenes y de la intelectualidad,
quedando así un país devastado.
La vida de Leibniz se ubica entre 1646 y 1716; prácticamente es el iniciador de
la filosofía alemana. Paradojalmente sus escritos fueron en latín y luego en francés,
porque pensaba que el idioma alemán aún no estaba suficientemente liberado de una
serie de barbarismos que le impedirían expresar su pensamiento filosófico y
matemático y hacerlo conocer en el mundo intelectual de la época.
Leibniz nació en Leipzig en 1646, su padre fue profesor universitario,
efectuando el joven Gottfried sus estudios elementales en la Nicolai Schüle y desde muy
temprano llamó la atención por su inteligencia.
En 1661 ingresó en la universidad de Leipzig, donde estudió filosofía,
matemáticas y jurisprudencia. En 1667 entró al servicio del barón von Boineburg, quién
lo introdujo en la corte. Más tarde prestó servicios a distintos personajes de la nobleza,
gracias a los cuales pudo viajar por Europa.
Entre 1671 y 1676 fue un período en el que estuvo en Francia, Holanda e
Inglaterra. En ese lapso entrevista a muchos de los filósofos, especialmente franceses,
que conocía por la lectura de sus obras, y como llegó a confesar, no en forma profunda.
Al concluir ese período, en 1676, va a recibir un cargo que lo va a marcar para
toda la vida: es nombrado bibliotecario de la casa de Hannover, siendo contratado por la
familia Brunswick; además sería consejero de la corte. Eso le permite un desahogo
económico y una proyección de tipo social, teniendo por otra parte, acceso a los más
valiosos libros para la ampliación de su conocimiento.
A los 30 años tenía ya un gran prestigio en el mundo intelectual europeo, había
escrito ya varios textos sobre filosofía, derecho, matemáticas, pedagogía, física,
aritmética, teología y política. En esa época escribió una detallada historia sobre la
ciudad de Hannover.
Es sabido que era tanto filósofo como teólogo, ingeniero, matemático, lingüista,
diplomático, físico, estratega militar, es decir, era un sabio renacentista abierto a todo,
pero siempre le parecía que esa totalidad no era una pura yuxtaposición de cuestiones,
sino que había un principio común, por eso es que en filosofía divulgó la expresión
filosofía perenne*, porque creía que detrás de todos los hombres y de todos los
pensamientos había un fondo de unidad y que en él todo era compatible y tendía a la
verdad.

*Nota: La filosofía perenne es una filosofía que trata de integrar el pasado en el presente y que representa una
especie de “continuo histórico”; una filosofía, por tanto, en cada uno de cuyas etapas laten las etapas posteriores y

257
GRANDES FILÓSOFOS III

están patentes las anteriores. Sin embargo esta expresión es ambigua y ha sido tomada por distintas escuelas y
distintas épocas con un significado distinto.

Los últimos años de Leibniz fueron difíciles; en 1705 el filosofo cayó en


desgracia en la corte prusiana; poco después se vio envuelto en una discusión con los
físicos ingleses que reclamaban para Isaac Newton (1642-1727) el descubrimiento del
cálculo infinitesimal y que arrojaron sobre él la sospecha de plagio. A consecuencia de
esto, en 1710 sus colegas lo reemplazaron en la presidencia de la Academia de Ciencias
en Berlín; en 1714 se vio envuelto en algunas situaciones incómodas con los jesuitas y
las autoridades protestantes que recelaban de su fidelidad. Leibniz se aísla cada vez
más, lo que perturba su pensamiento es sobre todo la polémica que tiene con Newton,
que no es en realidad una polémica, sino un caso de nacionalismo a ultranza a ver quien
es el primero que descubrió el cálculo diferencial. La crítica histórica actual ha
establecido, con toda certeza, que no se trata de ningún plagio, ya que fueron trabajos
paralelos realizados con distintas metodologías en ambos casos; pero esa disputa le
causó gran disgusto y más aún, cuando la Royal Society of Sciences prácticamente
dictaminó que los trabajos de Leibniz eran plagio, quitándole así autoridad en el mundo
cultural y científico de la época, y, para colmo, fueron muriendo o separándose sus
protectores.
Llega con vida a los primeros años del siglo XVIII, esto quiere decir que ya no
estamos en la época clásica del racionalismo que podemos centrar, por ejemplo, en
Spinoza, sino en alguien que llega al siglo de las luces y que es, de alguna manera, un
pre-iluminista. En ese sentido es que lleva la idea de la razón a la cumbre, y con él
empieza a dar un giro que no se podrá ver en toda su plenitud, hasta que se alcance a dar
lo que se llama el “Idealismo alemán”.
Gottfried Wilhelm Leibniz murió en 1716, a la edad de 70 años, a las nueve de la
noche del 14 de noviembre, mientras conversaba con su médico personal sobre temas de
alquimia.
El matemático: el cálculo infinitesimal

A partir de sus estudios sobre arte combinatoria basado en los trabajos de


Francis Bacon, inventó la primera máquina de calcular de la historia (otros dicen que
fue Pascal). Diseñó dos modelos, una máquina aritmética capaz de resolver cálculos y
problemas geométricos y una máquina algebraica para resolver ecuaciones. También
aplicó las matemáticas a los problemas de movimientos, sentando así las bases de la
dinámica moderna. Pero el aporte fundamental fue el descubrimiento del cálculo
infinitesimal. Las cosas se pueden dividir hasta el infinito, es decir que no hay un punto
que podamos decir que es el de inicio; si dividimos dos números, veremos que nos
vamos acercando de una manera infinitesimal al producto de la división, pero nunca lo
vamos a alcanzar; por ejemplo, si dividimos 10 por 3, vamos a tener 3,3333333….etc. y
así hasta el infinito y nunca va a superar este 3,3333…etc.; esta explicación, en forma
por demás elemental y burda, es la base del cálculo infinitesimal. Lo que debe ser
entendido, no meramente desde una perspectiva matemática, sino que debe ser
entendido como Leibniz lo había hecho arrancar, desde una perspectiva metafísica, que
es la idea de la continuidad que hay en toda la naturaleza.
De 1676 en adelante, la actividad de Leibniz fue asombrosa; cumplió tareas de
juez en la corte, realizó experimentos físicos, intentó reunir y conciliar a las iglesias
cristianas y protestantes, convocó a los científicos a reunir sus esfuerzos en la
confección de una enciclopedia que reuniera todo el saber de la época.
Uno de los intereses mayores de toda su vida fue, como se dijo en el párrafo
anterior, lograr la reunificación de las iglesias católicas y protestantes separadas desde la

258
GRANDES FILÓSOFOS III

Reforma, que de alguna manera se relaciona con esa frase suya tan famosa, quizás su
divisa : “Me deleita la diversidad pero reducida a la unidad.

El filósofo: el Principio de razón suficiente

En esos años confesó en una carta a uno de sus amigos: “Tengo tantas cosas
nuevas en matemáticas, tantos pensamientos filosóficos, que quisiera no morir, y a
menudo me detengo incierto ante lo que debo hacer y siento íntimamente que la
abundancia me paraliza”.
A partir de allí se dedicó de lleno a perfeccionar su pensamiento filosófico;
entonces escribió varios opúsculos; hay que tener en cuenta que Leibniz como filósofo
no tenía la intención de crear un sistema, sus escritos son todos de ocasión y solo
escribe textos de mayor tamaño al fin de su vida.
Las ideas filosóficas de Leibniz las podemos considerar de tres momentos
fundamentales:
A. A partir de los principios de los cuales elabora su pensamiento filosófico.
B. Lo más conocido, que son las mónadas.
C. Su pensamiento sobre Dios y el enlace de los tres momentos.
Al hablar de los principios filosóficos de su pensamiento, nos referimos básicamente a
dos:
1. El Principio de la continuidad de la naturaleza
2. El Principio de Razón suficiente

El Principio más rotundo es el de “Razón suficiente”, con el que quiere decir


que todo cuanto existe, todo cuanto se manifiesta en su existencia, tiene una razón
suficiente para ser; si careciera de esta razón suficiente no podría existir (sin embargo el
místico Angelus Silesius (1624-1677) diría que “la rosa es sin porqué”). Pero este
principio está vinculado con otros principios que también tienen importancia,
fundamentalmente hay que tener en cuenta el “Principio de continuidad”, que dice que
todo en la naturaleza está unido con una suerte de hilo; se diría más tarde, mucho más
tarde, que la naturaleza no da saltos.
No hay discontinuidad en la naturaleza, todo está relacionado, desde lo
infinitamente pequeño a lo infinitamente grande; el cálculo infinitesimal no es más que
la expresión matemática de esa continuidad. Todo tiene sentido, pero esta visión
profundamente optimista, parece chocar con aquello que parece no tener sentido, el
enigma del mal.
El teólogo: “el mejor de los mundos posibles”

Para afrontar este problema escribió “Teodicea”, que tal vez sea la obra más
famosa y de alguna manera la más universal, la de mayor trascendencia y resonancia en
la problemática del hombre de todas las épocas, porque en ella se trata, de acuerdo a su
título “Teodicea, ensayos sobre la bondad divina, la libertad humana y el origen del
mal”, que son temas que nunca dejó el hombre de preguntarse desde su origen y quizás
sea el problema más radical.
Entonces, Leibniz que amaba los desafíos de tipo especulativo, lo asume y
produce esta obra para demostrar que en realidad lo que nosotros vemos de mal en la
historia, está todo contemplado en la combinación de los posibles que Dios en su
previsión en realidad hace. En realidad y en última instancia la idea de Leibniz es que
como nosotros no alcanzamos ver la realidad, a eso lo llamamos mal. El mundo real no
es la existencia de todo lo posible, Dios para crearlo tiene que haber hecho una

259
GRANDES FILÓSOFOS III

selección, una combinación de posibilidades, teniendo en cuenta también las fallas, los
actos libres de los seres humanos y entonces el mundo presente es limitado, porque una
de las combinaciones de posibilidades no es todo lo que podría haber sido. Pero además
de esto tiene una permisión de cuota de mal, porque esto sería, según Leibniz, una
condición para que en la elección de los posibles resulte la mejor combinación. Esto es
lo que podríamos llamar el “optimismo metafísico” de Leibniz, recuperar la idea de que
no obstante las guerras, la miseria, las catástrofes etc., es decir todos los males que
constantemente acosan al hombre como ser histórico y como ser individual, sin
embargo hay que tener en cuenta que este mundo, con todas sus falencias que vemos
desde nuestro intelecto, es el mejor de los mundos posibles.

Ontología: las mónadas

El mundo, para Leibniz, es racional, continuo y ordenado, pero no puede


reducirse a una sustancia única, tal como entendía Spinoza, por el contrario, el mundo
real pensado como la óptima combinación de posibilidades, es el que ha de admitir la
máxima complejidad y diversidad; este extremo pluralismo ontológico es lo que Leibniz
desplegó en su doctrina de las mónadas o Monadología.
Es una filosofía pluralista en cuanto que defiende no solamente la existencia de
una única sustancia, sino de infinitas sustancias que forman la armonía de la creación,
emanando de la mónada suprema que sería Dios creador. Esta es la primera idea, es
decir es una filosofía pluralista que no engloba todos los seres en un único gran ser.
La otra idea importante es el carácter dinámico de la realidad que se contrapone
a Descartes.
Mónada viene de μονας (monas) que en griego quiere decir unidad; las
mónadas son las manifestaciones de todo cuanto existe en forma de unidades: Ese
continuo que es la naturaleza, está constituido por infinitas cantidades de mónadas;
nosotros somos mónadas, nuestro espíritu es una mónada. Pero a su vez nosotros
estamos constituidos por distintos tipos de mónadas. Entonces una mónada es algo así
como un principio indiscernible, básico, que constituye todo cuanto existe (no toda la
creación). Muchos intérpretes de Leibniz se vieron tentados de comparar el término de
mónadas con los átomos; no es así, ya que los átomos tienen una explicación ya desde la
época de Amedeo Avogadro (1776-1856), John Dalton (1766-1844), André-Marie
Ampère (1775-1836) y de otros físicos; Avogadro, especialmente, tiene una explicación
estrictamente física. La mónada, en cambio, no es una entidad física sino espiritual, y
tanto es así que la mónada por excelencia es Dios.
A este respecto expresa Edgardo Albizu (profesor titular de filosofía en la
Universidad de San Martín), que “la mónada suprema, la divinidad, es algo así como el
centro del ser que contiene en sí las leyes totales, la primera de las cuales es la Ley de
la Armonía pre-establecida; armonía entre la percepción y las otras mónadas; como es
característica de la metafísica racionalista, el problema de la espontaneidad de las
conciencias todavía no se alcanza a concebir en su totalidad, de modo que siempre se
remite a Dios las características finales de este fenómeno, de esta reciprocidad de las
conciencias”

260
GRANDES FILÓSOFOS III

Las almas actúan de acuerdo con las leyes de las causas finales por deseos, fines y
medios. Los cuerpos actúan según las leyes de las causas eficientes o leyes del
movimiento. Y estos dos reinos, el de las causas eficientes y el de las causas finales,
se hallan en armonía el uno con el otro.
G.W. Leibniz
“Monadología”, 79

Su obra filosófica dio inicio a la filosofía alemana, pre-anunció los desarrollos


de la lógica matemática, preparó el camino al perspectivismo y dio culminación al
racionalismo moderno.
Su pensamiento marca a la vez el fin de una época y el comienzo de otra y quizá
reúna lo mejor de ambas.

10. JOHN LOCKE

Puesto que es el entendimiento que coloca al hombre sobre el resto de los seres
sensibles y le proporciona dominio sobre ellos, constituye por su nobleza un tema
merecedor de ser investigado.
John Locke
“Ensayo sobre el entendimiento humano”

Biografía

El filosofo inglés John Locke nació en Wrington, Somerset, en 1632; le tocó


vivir en su niñez la guerra civil que estalló en 1642 y que culminó con la ejecución del
rey Carlos I en 1649, por obra de Oliver Crownwell.
Una vez obtenida su licencia para ejercer como médico, viajó a Alemania en
misión diplomática y a su regreso a Londres en 1666, entró al servicio de Lord Hashley,
quien fuera poco más tarde, el primer conde de Shaftesbury. Es a través de su contacto
con Shaftesbury que empezará la evolución de su pensamiento, principalmente en
materia política. Sus obras filosóficas son mucho más tardías.
Locke ocupó el cargo de secretario particular de Shaftesbury y cuando éste llegó
a presidir el gobierno en 1672, asumió el cargo de Secretario de Agricultura del
Ministerio de Comercio. Al caer el gobierno huyó a Francia, donde entró en contacto
con diversos científicos y naturalistas. Cuando Shaftesbury recuperó el poder en 1679
regresó a Londres, para volver a exiliarse en 1683 al caer por segunda vez su protector;
en esta oportunidad huyó a Holanda, registrándose bajo nombre falso. Fue entonces
cuando fue expulsado de la Universidad de Oxford, a cuyo cuerpo de profesores había
pertenecido durante muchos años.
Holanda se había convertido en el centro europeo de la defensa de las nacientes
ideas liberales. Hizo amistad con muchos intelectuales y escribió su obra más
importante, la “Carta sobre la tolerancia” redactada en 1685 y que fue publicada en
forma anónima cuatro años después. Establece un principio que a partir de ese momento
triunfaría en occidente, y es el de la distinción de competencia entre la esfera religiosa y
la política, entre la finalidad de los gobernantes y la finalidad de las iglesias y la

261
GRANDES FILÓSOFOS III

convicción que el derecho de coacción solo pertenece al poder político y no a las


iglesias.
Vuelve a Inglaterra en 1689 después de la expulsión de Jacobo II y de que el
trono fuera ocupado por Guillermo de Orange, con cuyos partidarios estuvo asociado
durante su exilio, y goza a partir de ese instante, de enorme prestigio como partidario de
la facción triunfante y como pensador más o menos conocido, teniendo además grandes
amigos en el poder. En 1689 y 1690 publicará sus obras fundamentales: “Ensayos sobre
el entendimiento humano” que había redactado aproximadamente en 1670 y “Ensayo
sobre el gobierno civil”, dividido en dos tratados, uno en el que discutía el derecho
divino de los reyes y otro donde establecía los derechos y obligaciones de todo
gobierno.
Entre 1690 y 1704, mientras desempeñaba diversas funciones gubernamentales,
Locke publicó tres cartas adicionales a sus textos sobre tolerancia, como así también sus
pensamientos sobre la educación, un estudio sobre la racionalidad del cristianismo, un
tratado titulado “Dirección del entendimiento” y otras ediciones consecutivas del
“Ensayo sobre el entendimiento humano”, con importantes ampliaciones.
Murió apaciblemente a la edad de 72 años, cuidado por la familia Masham, en
Oates, en 1704.

La gnoseología

Sus dos preocupaciones más caras son la gnoseología y la política, ambas se


ven reflejadas en sus obras más importantes, los “Ensayos” sobre el entendimiento y
sobre el gobierno civil. El “Ensayo sobre el entendimiento humano” va a ser
fundamental para entender los debates sobre el poder del conocimiento, y se ha
considerado una de las piezas claves del empirismo. Algunos consideran que el
“Ensayo” y la filosofía teórica, es el inicio del empirismo inglés, para esto se toma en
cuenta la importancia que le da en el segundo libro del entendimiento, a la experiencia
como origen de las ideas frente al racionalismo entonces imperante, especialmente en la
filosofía continental.
Los racionalistas consideraban que en la mente del hombre hay ideas innatas que
les permiten conocer principios especulativos y prácticos, teóricos y morales, a partir de
los cuales se deducen todos aquellos aspectos del conocimiento que al hombre le es
posible alcanzar; pero Locke propone que no hay ningún sentimiento universal a
ninguna proposición, como es mencionada por los racionalistas, ya que, dice, no es
conocida por los niños ni por los idiotas – en el sentido médico – ni en los salvajes, ni
en los iletrados y que tampoco conocen la idea de Dios, que se va aprendiendo con la
experiencia y que igual ocurre con la idea de los números que se va aprendiendo con el
correr de los años.
Locke explica que la mente recibe pasivamente el material que proveen las
sensaciones y la reflexión. Las cualidades objetivas de las cosas son percibidas por los
sentidos y producen cualidades subjetivas, es decir, ideas, ideas simples en el
entendimiento.
Cuando percibimos una cosa, en realidad percibimos sólo ciertas cualidades de
las cosas; en esta formulación de las cualidades objetivas o primarias y su papel en la
formación de las ideas simples, Locke se apoya en las teorías de un físico de su época,
Robert Boyle (1627-1691), quien propone que la realidad se compone de pequeños
corpúsculos que tienen propiedades geométricas, es decir forma, extensión, figura;
luego Locke añade la solidez. Estas cualidades las llama Boyle y también Locke,
cualidades primarias. Las cualidades primarias son las combinaciones de las partículas

262
GRANDES FILÓSOFOS III

más pequeñas, es decir de las que ya no son sensibles, que no se perciben a simple vista
y que sin embargo tienen un efecto en nosotros. Concretamente, cuando vemos un
objeto de color rojo, por ejemplo, lo vemos de ese color porque los corpúsculos
insensibles que no vemos, se encastran uno en los otros de tal manera, que en su
conjunto lo vemos de ese color. Esa sería la relación que hay entre cualidades primarias
y las secundarias.
La mente, una vez recibida las ideas simples, actúa sobre ellas comparando,
distinguiendo, combinando y abstrayendo; así surgen las ideas complejas. Cuando
nosotros pronunciamos la palabra “mesa”, lo que tenemos es una idea compleja a partir
de un determinado color, textura, peso, etc., es decir que en última instancia, la idea
compleja es la resultante de las distintas ideas simples que la mente forma a partir de las
operaciones que la propia mente hace. Por ejemplo, tengo una idea de un color rojo, una
forma redondeada, una lisura, un aroma y le doy un nombre: “manzana”, con el
supuesto que hay algo, una especie de sustrato en el cual se ensartan todas esas
cualidades; pero esta sustancia no me es conocida porque no me la propone la
experiencia.
Nosotros podemos preguntar por las cualidades, las experiencias sensibles de la
sustancia, pero nunca vamos a poder llegar al ser último de la sustancia, a ese sustrato
en el cual, aparentemente, esas cualidades sensibles se sostienen.
Locke, con ese enorme sentido común que tenía, decía que en realidad, cuando
nosotros hablamos de sustancia, lo que hacemos es referirnos a una idea que en general
la formamos porque vemos distintas ideas simples que se dan siempre en un cierto
orden, pero que en realidad si queremos indagar que cosa es aquello, que sustancia es la
que está más allá de las realidades, difícilmente lleguemos a descubrirla.
Locke dio un ejemplo; dijo que a un hindú se le preguntó sobre que se apoya el
mundo, y su respuesta fue “Sobre un gran elefante”; ¿y sobre qué se apoya el elefante?,
“sobre una gran tortuga”, ¿y ahora, sobre qué se apoya la tortuga?, “bueno, sobre algo
que no se lo que es”.

La Moral

Locke opina que los principios morales tampoco son innatos, ya que varían
según la necesidad y la época. Da un ejemplo: tomemos el adulterio, comprende ideas
de las sensaciones físicas entre dos personas de distinto sexo, de ideas, de reflexión de
ideas unidas a un deseo, a un placer y a una idea institucional, es decir una sociedad en
la que esa figura existe y es denominada así; por otra parte, dice Locke, deben existir
todas esas ideas en la mente del que inventó el paradigma, sea moral o civil, del
adulterio y le da un nombre, el que luego va a servir para evocarlo, ya que el nombre es
muy importante.
Cuando le decimos a un niño que no debe mentir, el puede preguntarnos porqué,
y entonces se le puede responder que es para no debilitar la institución de la verdad, o
también le podemos responder, por la “regla de oro” que dice que no se le debe hacer a
los demás lo que no nos gustaría nos hagan; entonces, dice Locke, que si se puede dar
razón de cada uno de los principios prácticos y además se requiere, se exige se pueda
dar razón por qué debemos o no debemos hacer algo, eso también demostraría que los
principios morales tampoco son innatos.
Se lo acusó a Locke de ser hedonista por que había sostenido al placer y al dolor
como motivantes del ser humano, pero él considera que al hombre no lo mueve en
realidad el placer, si no la necesidad de evitar el dolor, la inquietud.

263
GRANDES FILÓSOFOS III

Para que el hombre pueda actuar moralmente, dice Locke que necesita de una
facultad: la voluntad. La voluntad es libre, por eso el hombre puede optar por una
conducta u otra, por obedecer a la ley, a la norma o negarla, es decir desobedecerla.
Locke introduce la libertad y esto no es raro, ya que es considerado el padre del
liberalismo político.

La Política

El liberalismo de Locke afirma la existencia de derechos individuales anteriores


a la existencia del estado, un liberalismo que es la antítesis del autoritarismo, del
absolutismo.
Se entiende por liberalismo político, la idea en general de que el poder del
estado debe quedar limitado a ciertas esferas; esta idea en la época de Locke, apunta en
primer lugar a limitar el poder de la monarquía, y la teoría en la que se fundamenta es la
de los derechos personales.
Los hombres deben ponerse de acuerdo en una Asamblea para ordenar la
sociedad civil y para Locke, lo fundamental en el estado es el Poder Legislativo, que es
la que hace las leyes.
La finalidad por la cual los hombres constituyen una sociedad política, es la de
garantizar ciertos derechos que ya existen en el estado pre-social, pero que no pueden
ser suficientemente defendidos en ese momento, porque, decía Locke, que en el estado
de naturaleza hay una ley natural por la cual el hombre está dotado de ciertos derechos,
tres fundamentales:
 El derecho a la Vida
 El derecho a la Libertad
 El derecho a la Propiedad,
y que la finalidad del estado es garantizar a las personas, el goce de estos derechos.
El Poder Legislativo representa a la mayoría y es esa mayoría la que debe
gobernar. El Ejecutivo, que puede ser una sola persona, hará que se ejecuten las leyes
que el Poder Legislativo promulga, pero no asumirá otro poder.
La autoridad política está para garantizar la vida, la libertad, la propiedad pero
no la religión. Si alguien me ofende, me roba, me secuestra o me mata, la autoridad
política interviene, pero no lo puede hacer más allá de eso; la salvación de las almas
compete fundamentalmente a las religiones, a las iglesias y la pertenencia de los
individuos a determinada iglesia, es una cuestión de libre decisión.
Se lo ha refutado a Locke diciendo que no hay gobiernos por consentimiento
sino por invasión, por imposición, por herencia de un soberano a otro, pero Locke cita
los ejemplos de Venecia y Roma que se constituyeron por acuerdo de ciudadanos; esto
históricamente es cuestionable, pero lo cita como casos que serían excepciones a lo que
generalmente sucedió en el mundo.
¿Qué pasa cuando el rey no cumple con ese trato? Locke se remonta a viejísimas
tesis medievales en que la autoridad debe respetar, mantener, obedecer un orden moral,
que por encima de la voluntad del rey estaba la tradición del reino y un cierto orden
natural, y en este caso la idea de que el estado está para garantizar los derechos que son
inherentes a la naturaleza humana, y que cuando el soberano no respeta estas leyes, el
pueblo tiene derecho a la rebelión. De ahí que su obra “Ensayo sobre el gobierno civil”
termine clamando al cielo por la legitimidad de su reclamo.

El aspecto socio-económico

264
GRANDES FILÓSOFOS III

Según Locke somos propietarios de nuestra persona, libertad y posesiones, lo


que es mucho decir, y también de nuestro trabajo, es decir, cuando trabajamos
agregamos algo a las cosas y nos convertimos en sus propietarios. Así, dice, el que
recoge manzanas de un árbol se convierte en su dueño, ya que ha puesto su esfuerzo, su
trabajo en ello; esto parece tener cierta semejanza de lo que serán luego las ideas
marxistas. Por otro lado, y según mi humilde opinión, es una contradicción, porque,
¿cómo juega aquí el rol de la propiedad que él defendía?

Prácticamente es un autor que ha tenido influencias en el campo de la filosofía,


la economía, la política, la educación, lo que lo hace una de las figuras capitales en el
pensamiento de occidente. Por otro lado, creo que éste es el mensaje principal de
Locke, él termina diciendo que si en realidad no es tan importante conocer a Dios, o al
alma, o al mundo, o a los objetos metafísicos en general, es porque “la filosofía tiene
que ser una guía para conducirse en la vida, o sea, en última instancia, para vivir una
vida mejor”, y eso es lo importante, y aún todavía lo es hoy en día.
El pensamiento de Locke inauguró una nueva tradición filosófica que marcó
para siempre a la cultura occidental en general y a la anglo-sajona en particular,
mediante la formulación de los principios del liberalismo y del empirismo.

11. GEORGE BERKELEY

Que ni nuestros pensamientos, ni las pasiones, ni las ideas formadas por la


imaginación pueden existir sin la mente, es lo que todos admiten. Y, a mi parecer,
no es menos evidente que por las varias sensaciones o ideas impresas, por
complejas y múltiples que sean las combinaciones en que se presenten (es decir,
cualesquiera que sean los objetos que así formen), no pueden tener existencia si no
es en una mente que las perciba. Estimo que pueden obtenerse un conocimiento
intuitivo de esto por cualquiera que observe lo que significa el término existir
cuando se aplica a las cosas sensibles. Así por ejemplo, esta mesa en que escribo,
digo que existe, esto es, que la veo y la siento; y si yo estuviera fuera de mi estudio,
diría también que ella existía, significando con ello que, si yo estuviera en mi
estudio, podría percibirla de nuevo, o que otra mente que estuviera allí presente la
podría percibir realmente. Cuando digo que había un olor, quiero decir que fue
olido; si hablo de un sonido, significa que fue oído; si de un color o de una figura
determinada, no quiero decir otra cosa sino que fueron percibidos por la vista o el
tacto. Porque es incomprensible la afirmación de la existencia absoluta de los seres
que no piensan, prescindiendo totalmente de que puedan ser percibidos. Su existir
consiste en esto, en que se los perciba; y no se los concibe en modo alguno fuera de
la mente o ser pensante que pueda tener percepción de los mismos. ESSE EST
PERCIPE ET PERCIPERE (Ser es percibir y ser percibido).
George Berkeley
“Principios del conocimiento humano”, tomo III, pp.42

Biografía

George Berkeley nació en Dysert, Irlanda, el 12 de marzo de 1685. Ingresó en


el Trinity College de Dublín a la edad de 15 años, se graduó en 1704 (bachiller of art) y

265
GRANDES FILÓSOFOS III

fue nombrado “fellow” del colegio en 1707 y ordenado en la fe anglicana. En este año y
en el siguiente llenó dos cuadernos de notas con reflexiones que le habían sugerido sus
lecturas de Locke, Newton, Malebranche y otros. Estos libros de notas, actualmente
llamados los “Comentarios filosóficos”, contienen en germen casi toda su filosofía. En
1713 se dirigió a Londres donde frecuentó la brillante sociedad de su tiempo (entre ellos a
su compatriota Jonathán Swift (1667-1745), autor de “Los viajes de Gulliver”, relato de viajes
fantásticos que constituye una crítica implacable, misantrópica y pesimista de la sociedad de su
tiempo y de la humanidad en general).
En los años siguientes viajó por el continente, especialmente Italia. Volvió a
Inglaterra en 1721 y dos años después formuló el gran proyecto de evangelizar y
civilizar a los salvajes de América. En 1724 renunció a su puesto de “fellow” por haber
sido nombrado Decano de Derry. Creyendo que su proyecto había atraído la atención y
el apoyo del público y del gobierno, partió en 1728 para fundar un colegio en las islas
Bermudas. Se detuvo en Rhode Island para esperar (inútilmente) el apoyo económico
prometido, y permaneció allí hasta fines de 1731. Vuelto a Londres solicitó y obtuvo el
nombramiento de Obispo de Cloyne, Irlanda, y se estableció allí en 1734, dedicándose a
numerosas obras filantrópicas y morales.
En ocasión de una epidemia de peste que asoló a Irlanda, creyó ver en el agua
de alquitrán poderes curativos. Se trasladó posteriormente a Oxford, donde murió en
1753, siendo enterrado en la Christ Church Cathedral. Un “college” de Yale y una
ciudad universitaria de California llevan su nombre.

Obra

El interés dominante de Berkeley no es el filosófico, sino el religioso y toda su


obra no lleva sino un solo fin: defender la conciencia religiosa y sus valores básicos.
Utiliza como base el empirismo de Locke y en oposición al materialismo de éste, su
propio inmaterialismo, principio que mantiene en todos sus escritos, completándola con
el pasar de los años con las doctrinas del neoplatonismo religioso. Atacó principalmente
al materialismo, acusándolo de fundamento del ateismo y el escepticismo, causas según
él, de la irreligiosidad y de errores y dificultades en las ciencias.
Su primera obra data de 1707, los “Comentarios…” citados en la página anterior,
y publicados recién en 1871; esta colección juvenil de pensamientos presenta ya los
temas sobre los que debía insistir en su especulación. Estos mismos temas aparecen en
su obra de 1709 “Ensayo de una teoría de la visión”; allí teoriza que la distancia de los
objetos al ojo no se ve, sino que es sugerida al espíritu por las sensaciones derivadas de
los movimientos oculares y que lo único visto realmente son los colores. Unas y otras
sensaciones son signos dirigidos por Dios a los sentidos y a la inteligencia. Ya aquí
prescinde de cualquier referencia a una realidad externa, que se radicaliza en su obra
siguiente de 1710, “Tratado sobre los principios del conocimiento humano”, cuyo
principal intento se manifiesta claramente en su subtítulo “en el cual se investigan las
principales causas de error y de dificultades en las ciencias, con los fundamentos del
escepticismo, del ateísmo y de la irreligiosidad”.
Cuando llega a Londres en 1713, publica los “Tres diálogos entre Hylas y
Philonus”, en los cuales reproduce en forma dramática de diálogo, lo propuesto en el
“Tratado”. Aquí Hylas (de hylé, materia en griego) representa a Locke como
materialista y Philonus (de philo=amante y nous en griego inteligencia, espíritu) que
representa a Berkeley.
Reproduce su viaje a Italia en la narración descriptiva “Diario de Italia”,
publicada recién en 1871. En 1721 publicó un breve escrito de filosofía natural “De
motu”, en la que expone su tesis de que la mente es el principio activo, acción y

266
GRANDES FILÓSOFOS III

movimiento; Berkeley ve en Dios la mente y el principio informador del universo;


reconoce, no obstante, que en la filosofía física es menester buscar las causas de los
fenómenos en principios mecánicos.
Durante su estadía en Rhode Island escribe “Alcifron”, diálogo polémico contra
los libres pensadores de su tiempo, y que fue publicado en 1732. En el curso de la peste
de 1740, escribió “Siris” o cadena de reflexiones e investigaciones filosóficas sobre las
virtudes del agua de alquitrán. El cambio desde el “Tratado” hasta “Siris” es enorme, el
tono dogmático y polémico de aquella obra, se transforma e mesurado y pensativo de
ésta última, donde repite las especulaciones del neoplatonismo, reconociendo en ella
tres hipóstasis: la autoridad, la luz y la vida. (cf. Plotino, pp. 227)

El inmaterialismo

No hay duda que este obispo anglicano fue más un hombre religioso que un
filósofo; sin disminuir sus méritos, que fueron muchos, todo su pensamiento estuvo
volcado a defender la religión y para ello luchar permanentemente contra la irreligión, el
ateísmo, el escepticismo. En busca de este propósito encuentra que el materialismo es el
principal inductor de estos errores y, en consecuencia, busca demostrar la inexistencia
de la materia. Esto provoca que la opinión más vulgarizada, incluso de gente ducha en
pensar, es que Berkeley negó la existencia de los cuerpos y que todo está en la mente.
Esto es un gravísimo error, que de confirmarse, lo convertirían en un solipsista
indudable, y no es así. Como es natural, lo que hay que hacer para conocerlo, es leer sus
obras y no querer comprenderlo por lo que otros dicen o comentan, o lo que ciertos
manuales de historia de la filosofía afirman, que por lo general (y como es habitual, y no
solo en filosofía) son resultado de copia de otros manuales.
Lo que ocurría, era que el materialismo de la época se basaba en el concepto de
materia (hylé) proveniente de Aristóteles, como el de un sustrato sobre el que se
producían los accidentes y afecciones, que era lo que en realidad veíamos como materia.
Así llega Locke a hablar de las cualidades primarias (objetivas) y las secundarias
(subjetivas), pero como diría Berkeley, aceptar la objetividad de las cualidades
primarias es una arbitrariedad, ya que sostener que existen fuera del sujeto y a un
tiempo que no son perceptibles es traicionar el principio de evidencia empírica,
argumentando Berkeley que nadie es capaz de representarse el espacio o el movimiento
sin colores, tamaño, figuras…Las cualidades primarias no son perceptibles
(objetivables) sino mediante las secundarias. No hay razón, pues, para aceptar su
objetividad. Así la realidad externa era eliminada: el mundo real pasaba a ser entendido
como representación del mundo por el sujeto. A esto se lo conoce como
inmaterialismo, que diferencia al empirismo de Berkeley del empirismo materialista de
Locke. Esta doctrina de Berkeley llevó a la conclusión errónea antes comentada, que
éste negaba la existencia de los cuerpos, y no fue así. Lo que negaba en realidad, era la
materia, pero la materia como sustancia de los filósofos, no la de la vida cotidiana. Dice
en uno de los diálogos de Hylas y Philonus, este último representando a Berkeley, que
no puede negar la existencia del guante que tiene puesto, y así también en el párrafo
LXXXII de “Principios del conocimiento humano” (pág.74), confirmando lo anterior
escribe: “…está muy de acuerdo con nuestros principios el sostener que las cosas
existen, que hay cuerpos o sustancias corpóreas, tomando estos términos en su sentido
corriente y no en el filosófico.

Ser es percibir

267
GRANDES FILÓSOFOS III

Solo hay dos cosas: Ideas y Espíritu, esta es la doctrina de Berkeley y para
entenderla veamos que significa para él, el término idea. Idea es representación sensible
de algo, y por ser sensible y porque para Berkeley no existen representaciones abstractas
(como veremos luego), es siempre particular. Pero idea es al mismo tiempo, la cosa
percibida. Aunque usada en ambos sentidos, la significación de la palabra idea es
desafortunada, desde el punto de vista de Berkeley no existe confusión ni contradicción
entre ambas concepciones, puesto que todo es representación. Sin embargo se ha hecho
observar que su teoría está basada en la confusión entre la cualidad percibida y el acto
de percibir la cualidad. Por este motivo la conclusión de Berkeley sería espiritualista; el
sensualismo sería entonces el punto de partida para demostrar que la materia y sus
cualidades no dependen menos de la sensación que las cualidades secundarias. Es decir,
no existen cosas con independencia del espíritu que las percibe. Entonces solo existen
ideas en este doble sentido, y la vaguedad del término hace posible que quede afirmada
la realidad del mundo exterior en sentido corriente y al mismo tiempo negada su
existencia absoluta en sentido metafísico, lo que confirmaría la aparente contradicción
de lo dicho con respecto a la materia en la página anterior.
Ya vimos la oposición a ciertas doctrinas de Locke, entre ellas refuta a la
abstracción; considera que no existen ideas abstractas, sino concretas y singulares, ya
que considera que creer en la existencia de ideas abstractas favorece la existencia de los
cuerpos con independencia del sujeto percipiente y esto perjudicaría el desarrollo de su
filosofía, ya que todo lo que existe es, en última instancia, idea, y el ser de las cosas
consiste en ser percibidas.
Giovanni Gentile (1875-1944) en su “Obra filosófica” define así este tema:
“Desde principios del siglo XVIII, con la doctrina de George Berkeley , se plantea claramente
este concepto: que la realidad no es pensable si no es en relación con la actividad pensante
por la que es pensable; y en relación con ella no es solamente objeto posible, sino objeto
real y actual de conocimiento. Así que concebir una realidad es concebir sobre todo la
mente en la que esta realidad se representa; y por ello es absurdo el concepto de una
realidad material”.
La realidad última de las cosas no es material sino espiritual, de esta
concepción procede, pues, el principio “Esse est percipi”, culminación de todo el
sistema metafísico de Berkeley. No se cansa de repetir que el mundo exterior, tal como
es percibido, existe en toda su realidad, entiéndase bien una vez más que alude a su
fundamento metafísico, y que es a la existencia de la materia en sentido filosófico lo que
niega vigorosamente. Valiéndonos de un símil, diremos que su concepción es parecida a
la de la física actual, que reduce la materia a ondas, aunque sostiene la realidad del
mundo exterior, y aquí, ¡ambas cosas son compatibles!
Como vimos en la cita que inicia el tema (pp. 265) ser es ser percibido, permite
a un tiempo suprimir el mundo material y garantizar la estabilidad y regularidad de
nuestra experiencia, con lo cual la ciencia no se ve afectada. Todo queda, pues, como
estaba. El mundo pasa a ser el lenguaje con el que Dios habla a los hombres, las leyes
de la naturaleza son la voluntad de Dios y podemos pensar como sabios sin poner en
duda a Dios.

Nominalismo

Ya vimos que Berkeley niega que el espíritu humano tenga la facultad de


abstracción y que las ideas abstractas sean legítimas. La idea de un hombre es siempre
la de un hombre particular, blanco o negro, alto o bajo, etc.; el triángulo que un maestro
enseña es siempre un triángulo particular, por ejemplo isósceles o rectángulo, el teorema

268
GRANDES FILÓSOFOS III

demostrado vale indistintamente para todos los triángulos; esta es la única


universalidad que nuestras ideas puedan tener. Con estas consideraciones, Berkeley
defiende un nominalismo que es aún más radical que el de Locke y deriva también de
Ockham directamente. Lo que Locke llama ideas generales no son ideas abstractas,
como él sostiene, sino ideas particulares, tomadas como signos de un grupo de otras
ideas particulares afines entre sí.
El origen de las ideas abstractas se debe simplemente al mal uso de las palabras
y el mejor medio para librarse de ellas, y para evitar las confusiones a que da pie, es el
de fijar nuestra atención en las ideas y no en las palabras que las ideas expresan. Esta
reducción de las ideas generales a signos es el punto de partida de un nominalismo
cuyas etapas sucesivas serán:
1º, la reducción de toda realidad sensible a idea.
2º, la reducción de la idea a signo de un lenguaje divino.
Berkeley emplea el principio cartesiano, ya aceptado por Locke, de que los únicos
objetos del conocimiento humano son las ideas. Lo que nosotros llamamos COSA no es
más que una colección de ideas; por ejemplo “manzana” es un conjunto de un cierto
color, de un olor, de una figura, de una consistencia determinada. Ahora bien, para
existir ya vimos que las ideas tienen necesidad de ser percibidas: su ESSE, dice
Berkeley, consiste en PERCIPI, y no es por tanto posible que existan de cualquier
modo fuera de los espíritus que las perciben. Se distingue el ser percibido de una cosa
de su ser real, pero esta distinción es una de las muchas abstracciones que Berkeley
condena de antemano. En realidad es imposible concebir una cosa sensible separada o
distinta de la percepción correspondiente. El objeto y la percepción son la misma cosa y
no pueden ser abstraídas uno de otro. Esto quiere decir que no existe una sustancia
corpórea o materia como objeto inmediato de nuestro conocimiento y la idea no existe si
no es percibida. ¿Quiere esto decir que si yo (mi espíritu) no la percibe deja de existir?
No es así, si no iríamos a un solipsismo inmediato. Cuando yo (mi espíritu) no la
percibe, hay otros espíritus que lo hacen. En este sentido las cosas pueden también
llamarse externas con respecto a su origen, en cuanto no son engendradas desde el
mismo interior del espíritu, sino impresas en él por un espíritu diverso del que las
percibe, Dios, quien descubre a los hombres sus atributos y los guía hacia la felicidad de
la vida. El ser de las cosas consiste en ser percibido por la mente de Dios.

Dios, la elección menos problemática

La filosofía de Berkeley surgió como un intento de salvaguardar la existencia


real del mundo del espíritu frente a la supremacía que quería conceder a la existencia de
las cosas exteriores. Quiere demostrar por todos los medios que no es posible hablar de
existencia sin, al mismo tiempo, implicar una mente que la perciba. Existencia significa
percepción, y pensar de otro modo es contradictorio.
No hay existencia absoluta, es decir, con independencia de una mente que la
perciba. Esto no quiere decir que cuando el espíritu no perciba haya eliminación y luego
cuando si la hay se produzca creación, esto es ridículo, sería reducir el mundo exterior a
la conciencia. Si Berkeley no hubiera partido ya desde el comienzo, desde la existencia
de Dios, inevitablemente hubiera caído en ese error. Su filosofía se funda en una
teodicea: sin la admisión de Dios su doctrina se desmorona, ya que suponiendo que no
existiera Dios, se le preguntara que ocurre con las cosas cuando el hombre deja de
percibirla, no habría respuesta para tal cuestión a menos de caer, como antes se dijo, en
el absurdo. Dios, entonces, es el fundamento último de la existencia de las cosas. Las
cosas existen porque Dios las percibe.

269
GRANDES FILÓSOFOS III

…Los que me hayan leído estarán mejor dispuestos a mirar reverentes y abrazar
las verdades del Evangelio, cuyo conocimiento y cuya práctica son las más alta y
estimable perfección de la naturaleza humana.

Berkeley habría estado en lo cierto si se hubiera detenido en la afirmación


general de que el ser externo sólo puede ser aplicable a partir del sujeto que lo percibe,
la desafortunada expresión del término idea, como ya se dijo antes, le hizo incurrir en
una confusión entre el acto de sentir y lo sentido, que son realmente distintas, pese que
bajo su óptica esto era viable.
Se trataba de elegir entre Dios o el mundo material como garantía externa de la
regularidad de nuestra experiencia. Y Berkeley legitima su opción en principios de
naturaleza económica: se eliminan muchos problemas y se gana en seguridad, pues Dios
escribe con mayor claridad en nuestra alma que la naturaleza a través de sus afecciones,
y por descontado, así se destruye la creencia en el mundo material, el materialismo que
está en la base del ateismo. Más aún, la vida así queda puesta como un diálogo entre
nosotros y Dios, muy del gusto de la religión reformada y fácilmente coordinable con
un agustinismo neoplatónico que Berkeley deja ver en los últimos parágrafos de sus
“Principios” y, con mayor claridad en sus obras posteriores. Ese era su objetivo,
podemos decir su único objetivo.

12. DAVID HUME

Como la ciencia del hombre es la única fundamentación sólida de todas las demás,
es claro que la única fundamentación sólida que podemos dar a esa misma ciencia
deberá estar en la experiencia y la observación.
David Hume
“Tratado de la naturaleza humana”, Introducción

Biografía

David Hume nace en Edimburgo, el 26 de abril de 1711 y corresponde a lo que


se llama la “ilustración escocesa”, y es así mismo considerado el último de los grandes
filósofos empiristas británicos, siendo los predecesores John Locke y George Berkeley.
En él se conjuga esta tradición empirista y un retorno al pirronismo o escepticismo
pirrónico, solo que en el caso de Hume, no es una posición escéptica, sino un empleo de
herramientas pirrónicas para radicalizar el proyecto empirista. Al mismo tiempo Hume
es un autor que hace entrar las ideas de la ilustración en el mundo británico.
Nació en el seno de una familia vinculada con la nobleza, aunque con no
demasiada fortuna; huérfano de padre desde los dos años, se crió con su madre, su
hermana y su hermano mayor; según la usanza tradicional, fue este último quien heredó
las tierras familiares; el joven David fue destinado tempranamente a la carrera judicial.
Hume tenía pasión por la literatura y la filosofía, es así como alterna la lectura
de los libros de derecho, con la de Cicerón, Virgilio y otros autores clásicos. Ya que no
era suficientemente rico como para dedicarse exclusivamente a la filosofía y a las letras,

270
GRANDES FILÓSOFOS III

obtuvo la habilitación en abogacía en 1732 para obtener sus propios medios de sostén
económico.
Ejerció la profesión en Bristol y a los pocos meses, víctima de agotamiento
físico y nervioso, marchó a Francia decidido a vivir de su pluma. Se instaló en La
Flèche, el mismo lugar en que había un antiguo colegio jesuita en el que se formó
Descartes, y en esa ciudad se concentró durante dos o tres años en redactar su obra
importante, el “Tratado sobre la naturaleza humana”, concluido en 1737, o sea cuando
tenía 26 años. Su libro no tuvo éxito inmediato y eso lo desalentó muchísimo. Había
pensado que con esa obra iba a ser aclamado como el gran renovador de la filosofía
moral (Filosofía moral es el nombre con el que se conocía en el siglo XVIII, lo que hoy
llamamos “Ciencias humanas”). Al ver el escaso recibimiento a su obra, la corrige una y
otra vez, hace nuevas ediciones pero sin cambiar radicalmente su pensamiento, cuyo eje
está centrado, gira, en torno al tema del conocimiento.
La reelaboración del “Tratado” y la aparición de “Ensayos sobre moral y
política”, otro de sus libros, le dieron un discreto reconocimiento, pero a la vez le
hicieron fama de escéptico y ateo, y debido a eso, ya en 1745 se le negó una cátedra en
la Universidad de Edimburgo; Hume necesitaba un trabajo rentado y lo encontró,
primero como preceptor del marqués de Annandale, que resultó ser un demente, y luego
como secretario del general St. Clair, con quien hizo una frustrada excursión militar
contra los franceses en Canadá. La aventura le valió el ingreso a la vida diplomática; fue
secretario de embajada en varias ciudades europeas y al volver a su ciudad natal intentó
nuevamente obtener una cátedra en la Universidad, pero esta vez con más suerte, al
encontrar el respaldo de su amigo, el economista Adam Smith (1723-1790).
En 1752 obtuvo un puesto muy importante en la biblioteca de Edimburgo, eso le
dio una tranquilidad muy grande y pudiendo así despreocuparse de la docencia y con un
sueldo que le permitió dedicarse por entero a una obra que estaba escribiendo sobre la
Historia de Inglaterra.
En 1763 le ofrecen nuevamente ser secretario de embajada, esta vez en Paris,
cargo que acepta. Este es su gran momento, ya que encuentra en el exterior todo el
reconocimiento que no había tenido en Inglaterra. En Paris cultivó la amistad de algunos
iluministas y enciclopedistas franceses más importantes; se lo recibió como una figura
relevante y Voltaire alabó su obra histórica sin reticencias, incluso lo llamó, sin ironías,
San David. Cuando regresó a Inglaterra en 1766, llevó con él al filósofo ginebrino Jean-
Jacques Rousseau, lo alojó en su casa y trató de conseguirle una pensión vitalicia, pero
el difícil carácter de Rousseau provocó pronto una ruptura.
Entre 1766 y 1769, Hume vivió en Londres, ocupando un cargo de subsecretario
de estado, luego decidió regresar a Edimburgo y retirarse de la vida pública; pocos años
después, los médicos le diagnosticaron una enfermedad intestinal y le advirtieron que
era terminal, entonces Hume realizó una gran cena para todos sus amigos. Murió en su
casa, el 25 de agosto de 1776; antes de fallecer tuvo tiempo de redactar su autobiografía,
que se publicaría póstumamente.

Obra

Los dos primeros libros del “Tratado de la naturaleza humana” escrito en 1737,
fueron publicados en 1739, el tercero (acerca de la moral) en 1740; poco más tarde entre
1741 y 1742, publicó un “Ensayo sobre moral y política” que le dieron cierto éxito
intelectual y material, lo que lo levantó del desaliento que le había provocado el fracaso
de su “Tratado”; sería causa de ese renombre social y cultural tal vez, el estilo más
reposado y menos apasionado y el hecho de que el “Ensayo” no tiene la estructura del

271
GRANDES FILÓSOFOS III

otro que es mucho más pesado para leer, además tocó temas que le interesaba al gran
público, como son los temas económicos tales como el enriquecimiento de las naciones,
opiniones sobre el trato social, relaciones políticas etc.; agradó mucho el tratamiento de
esos asuntos y comenzó entonces el período próspero que le permitió, con el tiempo,
tener una vida holgada como el mismo comenta y reconoce en su autobiografía.
El moderado éxito de su “Ensayo” le sugirió re-escribir su “Tratado”, recién en
1748 sería publicada la reedición de la primera parte y luego nuevamente en 1751, bajo
el título de “Investigación sobre el entendimiento humano”; en ese mismo año
publicaría la refundición de la última parte del “Tratado”, bajo el título de
“Investigación sobre los principios de la moral”.
En síntesis, de ese núcleo del “Tratado sobre la naturaleza humana”, salieron dos
obras importantes, una sobre el entendimiento humano, que abarca la teoría del
conocimiento, y otra sobre los principios de la moral, que corresponden al desarrollo de
los dos primeros libros del “Tratado” el primero, y del tercero que había sido dedicado a
las pasiones, aplicado a la moral. No solo fundamentan nuestros juicios morales, lo que
es bueno y lo que es malo, sino que al mismo tiempo determina la condición política del
hombre, el reunirse en sociedad con otros; es esto un poco la idea central sobre la que
Hume desarrolla su idea moral y teoría política. Se juzga que es justo aquello en lo cual
nos ponemos de acuerdo con cierta imparcialidad para poder convivir y buscar la
utilidad recíproca, de modo que el criterio de los que es justo y lo que es injusto lo
establece la sociedad con sus costumbres.
Escribió una “Historia de Inglaterra”, del que hizo una primera parte
concerniente al reinado de los Tudor, y luego retrocedió hasta la época de Julio César
avanzando hasta Enrique VII. Las obras históricas de Hume aumentaron su prestigio.
De hecho, hasta principios del siglo XIX sería más reconocido como historiador que
como filósofo.
Escribe una historia natural de la religión; básicamente, la religión se entendía de
dos maneras: como religión o teología natural o sino como religión revelada. A esta
última la descalifica cuando critica los milagros, sintéticamente se funda en que los
testimonios contrarios a las leyes naturales son menos creíbles que las propias leyes
naturales y uno está llevado a dudar de los testigos, por ejemplo de la resurrección de
Jesús o los testigos de la segunda aparición en Emaus; entonces, al criticar el testimonio
sobre los milagros, desaparece toda posibilidad de fundar la religión en presencia de lo
sobrenatural, ya sea en el caso del islamismo o del cristianismo u otras religiones que se
basan en la presencia del orden sobrenatural, ya sea como mensaje de un profeta, o la
presencia directa de un ente sobrenatural, ángel, hijo de Dios o como quiera entenderse,
eso para Hume queda descartado.

El conocimiento empirista

Hume es heredero de toda una tradición empirista que se inicia con Locke y
Berkeley, donde se planteaba el problema de que es lo que el hombre puede conocer, o
sea basar el conocimiento en la experiencia. En los modernos el gran problema es que la
realidad se hace sospechosa, aparece el llamado problema del mundo externo; este no
era un problema clásico, es un problema moderno, porque entre la conciencia que se
percata de contenidos y el “supuesto” mundo, están las impresiones, las ideas, las
sensaciones; los nombres varían.
Hume lleva a cabo la radicalización del empirismo mediante una crítica de
ciertos principios que todavía operaban en la lógica de Locke, el yo, la sustancia, la
causalidad y la inducción. Para realizar esta crítica, parte de una descripción rigurosa

272
GRANDES FILÓSOFOS III

del conocimiento. Va a tomar a Locke, excluyendo el lado del objeto, es decir a lo que
Locke llamaba sensaciones e ideas; la palabra idea, era una “idea” que tenía que ver con
muchas cosas, por ejemplo con proposición, con actos volitivos, con representación
mental; Hume va a tratar de pensar esto, y va a llamar a las sensacionesimpresiones,
apuntando con esta palabra a algo más preciso, entonces las “ideas” en Hume eran
centralmente representaciones mentales. Sobre esta base elabora su teoría del
conocimiento, que iniciaba con las impresiones, a partir de las cuales se constituirán las
ideas simples, que luego por asociación constituirán las ideas compuestas o complejas y
así completar se teoría del conocimiento (cf. pp. 115). Todo lo que el espíritu contiene
son percepciones y estas pueden ser impresiones o ideas. Hay impresiones simples y
complejas y por lo tanto hay ideas simples y complejas, así la percepción de una
superficie coloreada es una impresión simple, y la idea o imagen de la misma superficie
es una idea simple. Las percepciones complejas, tanto impresiones como ideas, son
aquellas en las cuales se pueden distinguir partes. Así la visión de Buenos Aires desde
los alto del edificio Catalinas es una impresión compleja, y la idea o imagen de tal
impresión es una idea compleja.
Todas las sensaciones y estas impresiones, generan en nosotros una creencia,
que es la creencia de que verdaderamente existe el objeto exterior, y que hay un objeto
exterior que la provoca. Hume dice “que de lo único que yo puedo estar seguro es de
que tengo una sensación en mi, tengo una impresión y eso genera una fe y una creencia
de que existe realmente una presencia exterior a mi, o una realidad que me está
provocando esa sensación”

El objeto que conozco, no es exterior, sino que está en mi conciencia, pues consiste
en un entramado de impresiones e ideas. Si yo afirmo que mis impresiones e ideas
corresponden a un objeto real, es solo por un acto de creencia.

Ahora Hume dice: “nosotros mismos nos ilusionamos y creamos ciertas ideas
para las cuales no hay impresiones”, y va entonces a plantear que ciertas ideas como
las de causa y efecto, espacio y tiempo, la idea de sustancia, o sea la idea de “objetos
exteriores que existen”, todas ellas son fundamentales para la ciencia que se apoya sobre
esas ideas básicas; sobre esos pilares construimos el mundo del conocimiento y hay que
ver si esas ideas tienen validez, si realmente tienen impresiones o sensaciones que las
acrediten o le den la validez objetiva que parecen tener. Hume, haciendo una concesión
al sentido común, reconoce que el hombre no puede vivir sin una cierta fe, creencia
instintiva en la realidad, pero analizando a fondo lo que entendemos por realidad, todo
se reduce a un conjunto de sensaciones.
Dice que la única forma de distinguir la realidad de la ficción, es simplemente
por “estados del alma”; la impresión es un estado del alma con más fuerza y más
vivacidad, es decir la sensación tiene esa característica de presentarse con una claridad y
una fuerza que la idea no tiene. Resumiendo podemos decir que toda idea deriva de la
correspondiente impresión y no existen ideas o pensamientos de los cuales no se hayan
tenido precedentemente una impresión.
Como no estoy muy conforme con la redacción de este tema voy a agregar que:
todas las percepciones del espíritu humano se dividen en dos clases que se distinguen
entre si por el diverso grado de fuerza y vivacidad con que impresionan el espíritu. Las
percepciones que penetran con mayor fuerza y evidencia en la conciencia, se llaman
impresiones; y son todas las sensaciones, pasiones y emociones en el acto en que

273
GRANDES FILÓSOFOS III

vemos o sentimos, amamos u odiamos, deseamos o queremos. Las imágenes debilitadas


de estas impresiones se llaman ideas o pensamientos. La diferencia entre impresión e
idea es por ejemplo, la que hay entre el dolor por un golpe (Impresión) y la imagen de
este dolor en la memoria (idea o pensamiento).
Las ideas que constituyen el mundo de nuestra experiencia presentan
indudablemente orden y regularidad. Tales caracteres son debidos a los principios que
los asocian y unen entre sí. Hume reconoce tres únicos principios de esta naturaleza:
 La semejanza
 La contigüidad en el tiempo
 La causalidad
Un retrato, por ejemplo, conduce naturalmente nuestros pensamientos a su original
(semejanza); el recuerdo de la habitación de una casa, lleva a pensar en las otras
habitaciones de la misma (contigüidad); una herida hace pensar enseguida en el dolor
que ocasiona (causa y efecto).
Para Hume la causalidad, la sustancia y el yo son solo creencias. Pero de hecho
yo jamás tengo experiencia de ellas, si me atengo solo a ellas debo decir que el yo se me
aparece como una haz de sensaciones, como un puro fluir de actos de conciencia; la idea
de sustancia, por otra parte, se disuelve en sensaciones que nosotros agrupamos
espacio-temporalmente, y en cuanto a la causalidad, no es más que una sucesión de
fenómenos que por hábito tendemos a considerar necesaria. El hábito es una guía
infalible para la práctica de la vida, pero no es un principio de justificación racional o
filosófico, pues no existe un principio de esta clase. Sus teorías sobre la causalidad, la
inducción, las leyes naturales y conectada con esta última su rechazo a los milagros,
son las cuatro nociones solidarias de su filosofía.
El problema de la causalidad está ligado al problema de la inducción, es decir,
que porque vemos un cisne blanco, cien cisnes blancos, un millón de cisnes blancos, no
podemos inducir que todos los cisnes son blancos, por que eso va a ser abolido cuando
aparezca el primer cisne negro, o sea que el problema de la inducción, que por otra parte
es un método aceptable, tiene sin embargo el gravísimo problema con respecto a su
fundamentación o justificación, por que los mismos principios que justificarían la
inducción, el principio de regularidad de la naturaleza por ejemplo, han sido obtenidos
inductivamente, por lo tanto, no justifican ni fundamentan nada.

Epílogo

Básicamente dos tesis de la filosofía de Hume influyen en el siglo XX, su crítica


sobre la inducción y su tesis sobre la fundamentación de la moral; prácticamente toda la
filosofía analítica moral del siglo XX pivoteó sobre la famosa distinción sobre ser y
deber ser, que adquiere carta de ciudadanía contemporánea en la obra de George Moore
(1873-1958) “Principia Ethica”, pero que está formulada por primera vez por David
Hume.
Hume quiere quitar a la moral el vestido de luto con que la han revestido
teólogos y filósofos, la moral no habla de inútiles austeridades y rigores, de sufrimientos
y humillaciones: su único fin es tener contentos a los hombres y hacerles felices en cada
instante de su existencia.
Hay en su obra páginas que parecen llevar ciertas formas de irracionalismo que
están presentes en nuestra sociedad, luego hay una proyección de sus ideas morales y
sociales en el tema del utilitarismo que tanta influencia tiene en las sociedades
contemporáneas y también su figura es importante para entender todo el proceso de
secularización de la sociedad occidental, sobre todo la europea, en el sentido de eliminar

274
GRANDES FILÓSOFOS III

el elemento de lo sagrado en la vida cultural. Todavía hoy se puede hacer una lectura de
Hume con cierta vigencia para los problemas epistemológicos actuales fundamentales;
creo que en todo autor hay algo intemporal, por más que no se lo lea actualmente o que
su corriente de pensamiento ya sea pasada o haya tenido un momento de auge en la
historia y hoy sólo sea recuerdo, de todos modos siempre hay algo que perdura y que
pueda servir en la época actual; tal vez en Hume haya elementos que se pueden rescatar
para la época pos-moderna que es la nuestra.

13. KANT

Todo conocimiento especulativo posible de la razón debe limitarse únicamente a


los objetos de la experiencia. Ciertamente, aquí se dice que no podemos conocer
esos objetos como cosas en sí, aunque por lo menos pueden pensarse. Pues si así no
fuera, se seguiría de ahí la absurda proposición de que habría apariencias
(fenómenos) sin algo que en ellas apareciera.
Immanuel Kant
“Crítica de la razón pura”

Biografía

Immanuel Kant nació el 22 de abril de 1724, en la ciudad de Königsberg


(actual Kaliningrado), ubicada sobre el mar Báltico, capital de la Prusia Oriental,
destruida durante la II Guerra Mundial, fue cedida por los acuerdos de Postdam (1945) a
la URSS.
Era de origen bastante pobre, su padre era maestro talabartero, sin embargo con
gran esfuerzo y ayuda de benefactores, pudo enviar a sus hijos a la universidad.
Kant en la universidad estudió lógica, metafísica, ciencias naturales
(particularmente geografía física) y filosofía de la religión.
En su formación filosófica fue fundamental la influencia del racionalismo de
Leibniz y el conocimiento de la tradición empirista inglesa; también fue importante el
ambiente religioso en el que se crió.
La madre era practicante de una línea religiosa que se conoció con el nombre de
“pietismo”, que consistía en un movimiento de renovación cristiana hostil a todo dogma
y a toda institución eclesiástica y centrada en la actitud y el sentimiento religioso; lo
importante era vivir como cristianos. Había surgido a fines del siglo XVII como
variante del Luteranismo germano, y hacía hincapié en un examen de conciencia
extremadamente escrupuloso; la conducta tenía que basarse en una pureza perfecta y eso
seguramente marcó el pensamiento de Kant, tanto en lo que se refiere a la minuciosidad
del pensamiento en general como también en lo que se refiere al rigorismo en lo moral.
Una vez terminados sus estudios, se contrató como preceptor de familias nobles;
en 1755 presentó una tesis sobre temas físicos y consiguió el título que lo habilitaba
para dar clases. Pocos años después, consiguió el cargo de ayudante en la biblioteca
imperial. En el futuro, cuando escriba ese tratadito suyo sobre la “Paz perpetua”, se
notará la influencia de las lecturas hechas seguramente en esa biblioteca, así como la
extensa bibliografía sobre temas jurídicos y científicos que de otro modo se le hubiera
hecho dificultoso conseguir.

275
GRANDES FILÓSOFOS III

Desde 1755 escribió una serie de textos sobre materias variadas y fue ganando
prestigio académico. En 1770 fue nombrado profesor titular de Lógica y Metafísica.
Para la ascensión de su cátedra expone en latín sobre los “Principios del mundo sensible
y del mundo intangible” que realmente es una novedad en la filosofía de la época;
introduce la enorme innovación de presentar al espacio y al tiempo, como formas del
mundo sensible y, por tanto, no como algo que está en el mundo, sino como algo que
está en la mente que se enfrenta a ese mundo: “Nunca conozco al tiempo y al espacio
por observación de las cosas que se me presentan, sino que la observación presupone
siempre ya, un conocimiento previo del tiempo y el espacio y ese conocimiento es
independiente de la experiencia”.
El éxito de su exposición le impulsó a desarrollar una de las obras más
importantes de la modernidad, la “Crítica de la razón pura”. Kant creyó que le insumiría
unos pocos meses, pero trabajó unos diez años en ese libro, que recién podría ser
publicado en 1781.
En esos años estuvo a punto de casarse un par de veces, pero desistió,
considerando que el matrimonio sería una grave distracción para sus investigaciones.
Durante esos diez años, dejó manuscritos que aún hoy, en parte se conservan con las
meditaciones que hacía sobre el tema que trataba y principalmente sobre un problema
que no le había quedado muy claro en su disertación de 1770: cómo es posible que el
pensamiento, o digámoslo de otro manera (sin implicancias psicológicas), la mente, la
inteligencia que genera a partir de su propio fondo estas ideas o representaciones, como
espacio, tiempo, o algunos conceptos como sustancia, existencia, que no las aprende de
las cosas sino que las genera espontáneamente, cómo es posible, repito, que con esas
representaciones generadas independientemente de la experiencia, vaya a los objetos,
las aplique y los objetos sean concordantes con estas representaciones. Muchos años
después, Einstein en un trabajo sobre geometría, se haría la misma pregunta.

Pensamiento

En la “Crítica de la razón pura”, Kant investigó si era posible y cómo el


conocimiento matemático, físico y metafísico en tanto conocimiento con pretensión de
universalidad y necesidad. Según Kant no debemos considerar cualquier conocimiento
desde sus objetos, sino inversamente: los respectivos objetos que hacen posible nuestro
conocimiento de ellos. Kant llamó a esta conversión el giro copernicano por analogía
con el audaz gesto de Nicolás Copérnico (1473-1543), que en vez de considerar que el
sol giraba en torno a la Tierra, pensó a ésta girando alrededor del sol.
Kant dice, por un lado está la actividad conceptual de la razón, pero por otro
lado también tenemos que deponer el orgullo del nacionalista dogmático y admitir que
también están las leyes de la sensibilidad y que los conceptos de la razón sin un
contenido dado por la sensibilidad son vacíos; así como el empirismo recalcitrante,
empecinado, que dice solamente vamos a dar fe a los contenidos obtenidos por
experiencia sensible, esos contenidos son ciegos, el puro dato sensible sin concepto que
la estructure es ciego, es como lo recibe un receptor de televisión que no razona y no
sabe lo que recibe; entonces, resumiendo:
 El puro concepto sin contenido sensible es vacío
 El puro contenido sensible sin concepto es ciego
Según ya vimos antes, según Kant, el sujeto constituye al objeto como unidad sintética
de sus percepciones; la actividad del sujeto es lo que hace posible al objeto, por eso
Kant introdujo la distinción entre fenómeno y nóumeno. Nóumeno, es la “cosa en sí”,

276
GRANDES FILÓSOFOS III

sin relación con ningún sujeto. SOLO LO QUE ES FENOMENO PUEDE SER OBJETO DEL
CONOCIMIENTO CIENTIFICO.
A partir de su análisis, Kant encontró que los objetos de la matemática que se
apoyan en la intuición pura, y los de la física que se apoyan en la intuición empírica son
posibles, pero no los de la metafísica que no expresan ninguna experiencia. La filosofía
teórica concluye como resultado que no se puede responder con la pura teoría
cuestiones relativas a metafísica, cosas como por ejemplo relacionadas con la teología
natural, como que pasa con Dios, quién creó el universo y cómo muchas otras cosas; sin
embargo Kant encuentra aquí, que a pesar de que todo nuestro conocimiento teórico
quede entonces en la trama general del conocimiento empírico, del conocimiento
espacio-temporal sensible, sin embargo hay un acontecimiento fundamental, que yo me
atrevería a presentarlo casi como un milagro, y es la presencia de la ley moral en la
conciencia.

Dos cosas llenan el corazón y el alma de una admiración siempre nuevas y siempre
crecientes: EL CIELO ESTRELLADO POR ENCIMA DE MI CABEZA Y LA LEY MORAL
EN EL FONDO DE MI CORAZÓN.

Los objetos de la metafísica son solo ideas regulativas para la razón teórica, pero
juegan el papel de postulados ineludibles para la razón práctica. Por la crítica de la
razón teórica pura sabemos por ejemplo, que es imposible conocer ciertamente si hay en
el mundo libertad, pero la razón práctica al plantear el problema de la conducta moral,
presupone la libertad; en resumen, no puedo teóricamente afirmar la libertad, pero
prácticamente, como sujeto ético, debo postularla.
En la propia “Crítica de la razón pura” está abierto el paso a la “Crítica de la
razón práctica” y a la posibilidad lógica de pensar la libertad, por que para Kant, si no
existiera la posibilidad lógica de pensar la libertad, entonces ese tema ni siquiera podría
ser tenido en cuenta.

Obra

La escritura de Kant no es fácil de leer, y no toda la dificultad se debe a la


profundidad del tema tratado no a la originalidad de las ideas. Kant se recreaba en la
invención de términos técnicos y en encajar a la fuerza las ideas dentro de rígidos
esquematismos. Pero el lector que persevera a través de sus difíciles textos descubrirá
que el esfuerzo invertido bien vale la pena. Hay algunas opiniones que no son tan
optimistas, por ejemplo la de G.J. Warnock, autor de una “Historia crítica de la filosofía
occidental” y que en el tomo V, página 10 expresa:”…sus principales escritos son
tremenda e intransigentemente profesionales, elaboradamente esquemáticos, cargados
de términos técnicos y sumamente difíciles de leer y de comprender”.
Otra opinión de alguien tan respetable y conocido como Wilhelm Windelband
(1848-19159 autor de varias “Historias de la filosofía”, EN EL II° tomo de “Historia de
la filosofía moderna”, página 45 escribe: “…Pero, considerando la pedantería de Kant
para todo lo demás, resulta extraño el uso en sumo grado laxo y ambiguo de los
términos, que contribuye tanto a la oscuridad de sus escritos como la pesadez en la
construcción de sus períodos y que demuestra claramente su lucha constante con el
pensamiento”

277
GRANDES FILÓSOFOS III

La “Crítica de la razón pura” dio a Kant una fama sorprendente y un tanto


incómoda para su estilo de vida rutinario. Mostrando una inmensa vitalidad intelectual,
Kant publicó en pocos años una serie de escritos importantes, los “Prolegómenos a toda
metafísica futura” en 1783, los “Primeros principios metafísicos de las ciencias
naturales” en 1786 y la “Crítica de la razón práctica” en 1788.
La “Crítica de la razón práctica”, que sería la segunda de sus críticas, tiene un
estilo muy severo y una metodología estricta que intenta ser paralela a la de la “Crítica
de la razón pura”, en cambio en la “Fundamentación de la metafísica de las costumbres”
es como si estuviera dirigida a un público más amplio, no hay dificultad para
entenderlo. En la “Crítica de la razón práctica”, Kant se propuso fundar una ética
racional y autónoma que se apoya solamente en la razón y que no dependiera de
inclinaciones subjetivas.
Para Kant, el respeto es el único sentimiento racional, es la razón que frente a la
forma de la ley la acata por respeto necesariamente. Lo contrario sería una
determinación de la voluntad por las inclinaciones que Kant llama patológicas, no en el
sentido de patológico como enfermo, sino de pathos como la cosa que se vincula con lo
sensible; en ese sentido odio, amor, simpatía, cualquier tema que sea un contenido, eso
es una determinación patológica de la voluntad. Entonces, el hecho de que la voluntad
sea solamente moral cuando está determinada por el respeto a la ley, es lo que se
denomina el formalismo kantiano, porque se excluye de esto totalmente cualquier
contenido que quisiéramos darle.
Conducirse por respeto a la ley no es lo mismo que conducirse conforme a la ley;
es posible que alguien actúe de acuerdo con la ley pero por motivos no morales (cf.
Ética, pág. 102). En el contexto kantiano, la ley moral es un facto, un hecho, no se
desprende de nada, no hay antecedentes, cada uno en su conciencia la encuentra. Por
eso dice Kant “Cuando veo en una persona humilde esa ley moral que yo reconozco en
mi mismo, mi espíritu se inclina”. Acá no es una cuestión de ser un ilustrado para
descubrir ese respeto por la ley moral, ese sentido del deber está naturalmente en todos
los hombres y esa ley moral se denomina en Kant “EL IMPERATIVO CATEGÓRICO”, que
se contrapondría a los “imperativos hipotéticos”, por que estos últimos son
condicionados, persiguen fines. En última instancia, el imperativo categórico es un si
libre y un no a deshonestas legislaciones o a otras personas que pudieran entrar en
colisión con las propias convicciones morales, sin excluirse a uno mismo a no someterse
a presiones biológicas, de los propios intereses, ambiciones, que pudieran entrar en
colisión con esta ley moral.
En 1790 publicó la tercera de sus “Críticas”, la “Crítica del juicio” o crítica de la
facultad racional de subsumir lo particular en lo general y hallar lo general en lo
particular. Se ocupó allí de estudiar el juicio estético y el juicio teológico.
Dice Kant “Bello es aquello que gusta sin que me de un concepto, gusta”; es el
juicio del gusto realmente y entonces eso provoca un agrado, hay una armonía en esto
entre la imaginación y el entendimiento; entonces, dice Kant, el sentimiento es de
agrado; hay que tener en cuenta que en esa época la belleza estaba relacionada
exclusivamente con el arte. Había otra cosa que es lo sublime, que concierne a eso que
causa horror, que es enorme, oscuro, incomprensible, infinito. Nuestra primera
impresión ante algo de esas características es de miedo, terror, pero al mismo tiempo
como es un fenómeno que no nos va a afectar, que no pondrá en peligro nuestra vida o
nuestros intereses, ese terror se convierte en una forma de agrado, o sea no es la cosa lo
que es sublime, por eso esta crítica es la del juicio reflexivo, es la vuelta sobre el sujeto,
aparece eso que estamos calificando como “sublime”, y en última instancia es la
conciencia que está frente a “eso” que está sucediendo, la que tiene ese sentimiento de

278
GRANDES FILÓSOFOS III

lo que está viendo que es sublime y lo denomina así. Dice por ejemplo, que cuando hay
una tormenta en el mar, una tormenta aterradora, no es eso lo que es sublime, si lo es la
resonancia en mi de eso que estoy viendo. Releyendo este tema, se me ocurre que la
impresión no es “miedo-terror” sino que quedaría más apropiado “sobrecogimiento”,
pero este concepto es personal. Acerca del mismo tema, quiero comentar que hace unos
días en un programa, y a propósito de la erupción del volcán Chaitén en Chile, el
animador Pergolini expresó que era un espectáculo “bello”. Me desagradó ese
comentario y así lo conversé en familia, me dijeron estaba bien, que dentro de todo era
bello, pero no es así, lo adecuado hubiera sido decir que era sublime, pero claro, no se
puede ser tan estricto y pretender que todos lean a Kant.
En 1793 apareció su obra “La religión dentro de los límites de la mera razón”
que le valió una amonestación por parte del emperador prusiano Federico Guillermo en
persona; se le reclamó una retractación con respecto de su filosofía religiosa “si quería
evitar dolorosas consecuencias”. Kant no autorizó ninguna modificación en su escrito,
pero se comprometió de allí en adelante, a “no hablar más de religión”.
En 1795 publicó “La Paz perpetua”, probablemente la más traducida y más leída
de sus obras, y en 1797 “La metafísica de las costumbres”, donde expuso su teoría
jurídica y política. En 1798, al fallecer Federico Guillermo y ocupar el trono su hijo
Federico Guillermo II°, Kant se sintió liberado de su promesa y publicó “El conflicto de
las facultades”, en el que estudiaba los límites mutuos de las ciencias y la relación entre
la filosofía y la teología.
Poco tiempo después, el 12 de febrero de 1804, mientras trabajaba en una
reformulación de su filosofía, falleció.
Parece que hasta en las cosas más pequeñas tendió a buscar un principio sobre el
cual se pudiera subsumir o tendía a organizarlas de acuerdo a principios universales. En
última instancia, esto tiende a mostrar una racionalidad del universo entero y a inscribir
la propia persona en esa realidad del universo.

Kant y la metafísica

Sobre los finales de la década de 1930, hay una serie de conferencias muy
importantes en las que interviene Ernst Cassirer (1874-1945) y representantes del
neokantismo y por otro lado Martín Heidegger (1889-1976); en esas conferencias se da
un debate entre ellos, en el cual el eje de la cuestión es el problema de la metafísica en
Kant: lo que Heidegger cuestiona a la posición de Cassirer y en general del
neokantismo, es esta reducción del problema de la metafísica en Kant a hacer una suerte
de mera fundamentación de las ciencias de la naturaleza. Quizá no sea el momento de
analizar en profundidad la postura Heidegger sobre la metafísica kantiana, que es una
posición bastante compleja, pero más importante quizá sea llamar la atención sobre las
consecuencias que trajo y que se verifican hasta la actualidad, en la interpretación de la
metafísica kantiana, vale decir pareciera en cierto sentido, que Heidegger despertó la
atención sobre el problema de la interpretación metafísica de Kant.

¿Qué cosa es “crítica”?

Se ha hablado hasta el hartazgo de “Crítica”, pero ¿qué cosa es? “Critica”


significa “juicio” y juzgar quiere decir definir, señalar los límites; por consiguiente
proponer críticamente el problema “filosofía” y los problemas de la filosofía, significa
definir su objeto propio y con esto indicar los límites de la validez cognoscitiva de la
búsqueda racional, esto es, de un lado no aceptar dogmáticamente un saber que no haya

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GRANDES FILÓSOFOS III

sido verificado por la razón y, por otro, no considerar la razón misma omnipotente e
infalible. Si crítica, en cambio, quiere significar que la razón excluye “a priori” una
verdad revelada (y por esto dogmática) por que la verdad es solo racional, en tal caso no
se enuncia un “juicio” sino un “prejuicio”, no se es ya crítico, sino, contra la esencia
misma de la crítica, se hace una exclusión apriorística y por tanto dogmática. El
pensamiento católico habla de verdad revelada, pero no la emplea para fundar sobre ella
la validez de las verdades racionales y la acepta, no solo por fe, sino también porque la
razón “juzga” (y por esto es crítica) que le es conveniente y no contradictoria. El
filósofo llamado “crítico”, en cambio es “acrítico” en cuento niega desde el principio la
Revelación sobre la base de un presupuesto dogmático que ninguna crítica de la razón
ha autorizado. Y con esto cae también el de que ser católico significa rechazar el mundo
moderno, precisamente lo opuesto: quiere decir penetrar profundamente sus exigencias,
asumirlo “críticamente”, resolver los problemas que él plantea, radicalizarlos hasta el
punto en que la razón se encuentra con la fe.
Salvo que se confunda fundamentalismo y obcecados observadores de reglas
escritas por quien sabe quien, con el verdadero creyente.
Esta digresión “crítica”, no tiene que ver tanto con Kant, sino con aquellos que
utilizaron la crítica y el pensamiento en general de este filósofo para atacar a la religión
y a sus seguidores. Si bien es cierto que se dice que Kant expulsó a Dios por la puerta en
la “Crítica de la razón pura”, también lo es que lo hizo reingresar por la ventana en la
“Crítica de la razón práctica”. No hay que olvidar que su moral y su “pietismo” lo
acercaban al Ser Supremo, aunque él personalmente no aceptaba los rituales religiosos.
Ahora bien, se llama criticismo la teoría del conocimiento de Kant, por
considerarse que esta teoría consiste fundamentalmente en una crítica del conocimiento,
o de la facultad de conocer. En un sentido más general el criticismo es la tendencia
epistemológica que investiga las formas a priori que hacen posible el conocimiento. En
un sentido todavía más general, el criticismo es la actitud que considera la realidad, o el
mundo, desde un punto de vista crítico, es decir, la actitud según la cual no es posible, ni
deseable, conocer el mundo, o actuar en él sin una previa crítica, o un previo examen, de
los fundamentos del conocimiento y de la acción. En tal caso, el criticismo no es sólo
una posición en la teoría del conocimiento, sino una actitud que matiza todos los actos
de la vida humana.
Y nuestra época es la propia de la crítica, a la cual todo ha de someterse. En vano
pretenden escapar de ella la religión por su santidad y la legislación por su majestad,
que excitarán entonces motivadas sospechas que sólo concede la razón a lo que puede
afrontar su público y libre examen.

Epílogo

¿Qué es lo que nos queda de Kant? Queda una revolución que condicionó toda la
filosofía moderna. El ingenuo mira el sol que se pone y llega a la conclusión de que gira
alrededor de la Tierra; el experto sabe que es la Tierra la que gira alrededor del sol: es
la revolución de Copérnico. El ingenuo mira el mundo y cree ver las cosas como son; el
experto (el filósofo trascendental) sabe que está viendo las cosas como se nos aparecen:
es la revolución de Kant.
En el siglo XVIII, el racionalismo de Leibniz, el empirismo escéptico de Hume
y la ciencia positiva físico- matemática de Newton habían llevado a la razón casi al
confín de sus posibilidades. Kant acometió la empresa de salvar el saber, el espíritu, la
moral y la religión sin abdicar ninguna de las conquistas del pensamiento moderno.
Concluyó que la ciencia y sus leyes explican el mundo, pero sólo permiten

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GRANDES FILÓSOFOS III

conocer los fenómenos; concluyó que el espíritu no procede del mundo fenoménico ni
está sometido a las leyes científicas, sino que las impone. Salvó el saber y salvó el
espíritu, pero los puso ante su último límite. La razón pura no puede conocer la cosa en
sí, que, si aún es algo, siempre estará más allá de los fenómenos: no hay respuestas para
los grandes problemas metafísicos de la inmortalidad, de la libertad, de Dios, y si los
hay son extra-racionales.
Quedan, como quería Aristóteles, una razón práctica y una razón poética, pero la
metafísica, como ciencia, es imposible.

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