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6. RENÉ DESCARTES
Biografía
Para ubicar la vida de Descartes hay dos fechas fundamentales, la guerra de los
30 años donde Francia unida a Suecia logra desmembrar al Sacro Imperio Romano
Germánico que se fragmenta en una cantidad de principados, palatinados etc., el otro es
el llamado conflicto de la Fronda, que es la denuncia de los señores contra el reciente
nacimiento de la monarquía absoluta.
René Descartes nace en La Haya de Turena en 1596, procede de una familia
noble, lo cual le permite realizar su educación en el colegio La Flèche dirigido por los
jesuitas y uno de los más prestigiosos de Francia. Recibe allí una educación escolástica,
criticada luego por él, ya que consideraba que no le facilitaba las herramientas
necesarias para la búsqueda de nuevas verdades. Se opone a la escolástica, con más
precisión a la llamada “segunda escolástica” decadente y también al pensamiento
aristotélico heterodoxo, que era un pensamiento más bien materialista, ateo; eso en lo
que respecta a la escolástica, porque en cuanto al pensamiento medieval auténtico, el
pensamiento escolástico patrístico agustiniano, está probado actualmente que es del que
se nutre abundantemente.
Se lo considera a Descartes el fundador de la filosofía moderna, en el sentido
que inaugura una nueva perspectiva para pensar el mundo totalmente diferente de la que
recibe en la escuela jesuita.
En la misma forma en que no se podría conocer a un autor sin ver contra que
reacciona, en la misma forma no se puede conocer a Descartes sin conocer al
movimiento contra que reacciona, el llamado “movimiento de los libertinos eruditos”.
Realmente no era un movimiento homogéneo ni sistemático, ni ninguna escuela, pero si
un cierto ambiente intelectual, aristocrático, de nobleza, de características disolventes,
contrario a la moral cristiana y a la importancia de la teología en la vida diaria.
Luego de dejar La Flèche, recibe su diploma en derecho en Poitiers, en 1616;
decidido a conocer el mundo y a hacer fortuna en la carrera militar, se alistó en 1618 en
el ejército de Maurice de Nassau como voluntario. El regimiento de Descartes estaba
acantonado en Breda, en los cuarteles de invierno en Ulm, que fue donde tuvo algo así
como una revelación intelectual relacionada con la matemática, que era de su interés,
dándose así cuenta de la posibilidad de extender el método matemático a todas las
ciencias, otorgándoles así esa certeza necesaria y de las que carecía.
En 1619 quedó libre de su obligación militar y dio curso a su vocación viajera,
haciéndolo a través de Alemania, acantonando a orillas del Danubio y luego movilizado
a Bohemia y Hungría. Descartes regresó a Francia en 1622, liquidó entonces su
patrimonio y vendió sus tierras, aunque conservó el título de “Señor de Perrou” que fue
siempre su nombre oficial; sin ser un hombre rico, su fortuna personal le permitía
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GRANDES FILÓSOFOS III
realizar una vida acomodada e independiente. Además había ya realizado una “teoría de
las tangentes” que le había dado fama como gran matemático.
Durante 20 años, hasta 1649, reside en Holanda, aunque se muda
frecuentemente, pero siempre vive en ambientes rurales, y en ese retiro elabora su
filosofía. Ese fue el período más prolífico de su producción, tanto en libros escritos
como en correspondencia con otros científicos de la época, entre ellos un amigo de la
infancia que era el padre Mersenne.
Precisamente en 1649, había entablado una relación epistolar con la reina
Cristina de Suecia, dado que ella quería aprender filosofía de sus propios labios, lo
invita a su reino; él acepta y viaja a Estocolmo. Descartes estaba acostumbrado a dormir
hasta tarde en la mañana e incluso permanecer en cama, donde efectuaba sus trabajos.
En las mañanas frías del invierno sueco era obligado a comparecer en la corte como un
servidor más, su cuerpo poco acostumbrado a ese clima gélido no lo soportó,
contrayendo neumonía, a consecuencia de la cual fallece en febrero de 1650, siendo sus
restos transportados a Paris, donde es enterrado.
Primeras obras
1) Regla de la Evidencia
2) Regla del Análisis
3) Regla del Orden Gradual de la Complejidad (llamada también de la Síntesis
4) Regla de la Recapitulación
La primera regla del método dice que no se debe tomar como verdadero sino
lo que se presenta como evidente, es decir lo que se presenta al espíritu con total
claridad y distinción de modo que no pueda ponerse en duda. Es decir, una idea es clara
cuando no se le puede confundir con otra, cuando se la puede diferenciar de otras.
Descartes dice, “Quiero llegar a una verdad absoluta, por ello voy a dudar de
todo lo que sabemos, voy a dudar de todo lo que tengo la menor razón de duda”. Esta
es una duda metafísica, no es una duda cotidiana, ya que nosotros podemos dudar
cotidianamente, por ejemplo del testimonio de nuestros sentidos, o nos confundimos
una persona, o nos equivocamos a lo lejos, o pensamos que escuchamos un ruido en la
casa y el ruido viene de afuera, etc., etc.; esta duda es mucho más radical porque dice lo
siguiente: TODO LO PROBABLE ES FALSO, TODO LO POSIBLE ES FALSO, es decir hay una verdad
absoluta y una falsedad, todo lo que está en el medio, es decir la posibilidad, el quizás,
el puede ser, es falso. Hay una verdad absoluta y nada más, por lo tanto, voy a dudar de
aquello que en general no tengo razón de dudar; entonces no sólo dudo de la exposición
de los sentidos con respecto a los cuerpos, sino que dudo inclusive de los sentidos con
respecto a mi cuerpo; voy a dudar que tenga pies, de mi cabeza. ¿Por qué dudo de esto?,
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porque en sueños pienso lo mismo. Sueño que estoy sentado en una silla hablando con
otra persona y sin embargo estoy soñando acostado en mi cama; entonces dudo de todo,
dudo de mi cuerpo y dudo también por razones especialmente complejas de que dos más
dos sean cuatro; es decir, de todas las verdades matemáticas que se me presentan tan
evidentemente sean verdaderas, porque puedo imaginar que hay un dios maligno que
me engaña. En otras palabras, esta es la regla que expresa el criterio de verdad, o sea, la
pauta que seguimos para darnos cuenta de cuando estamos ante el conocimiento de la
verdad, que no es otra cosa que la evidencia, pero esa evidencia está en la idea, o sea en
la representación intelectual de lo conocido, y la idea no es más que una representación
subjetiva, de manera que la pauta o el criterio para descubrir lo verdadero no está en las
cosas, sino que está en el sujeto.
Estoy seguro al menos de que existo, y de que existo como algo que piensa, esto
que soy no es el cuerpo sino una substancia cuya esencia consiste en pensar, de
modo que el alma por la cual soy lo que soy es enteramente distinta del cuerpo. El
alma se define por el pensar, en cambio el cuerpo se define por la espacialidad, es
decir por la extensión.
René Descartes
“Discurso del método”
El dualismo cartesiano
Hay una distinción real entre el cuerpo y el alma, no hay cuerpo cuyo
movimiento pueda ser explicado por propiedades espirituales. Y el alma, por otra parte,
no tiene nada que ver con los movimientos de los cuerpos porque es pensamiento puro.
Por lo tanto, todo el mundo se desacraliza, se desespiritualiza, se hace pura materia.
¿Pero cómo son la substancia pensante y la substancia extensa? Totalmente
heterogéneas, diferentes e independientes; queda abierto entonces, el tema de la
comunicación entre ambas; Descartes atina a darse una respuesta en la interacción que
puede darse en el hombre, porque el hombre es esencialmente substancia pensante y
espiritual, él dice “aunque no existiera el cuerpo seguiríamos existiendo. No
dependemos del cuerpo”. Sin embargo dice que en el hombre se comunican las dos
sustancias en un punto: la glándula pineal, que es la que sintetiza las impresiones que
vienen del exterior y a través de la voluntad ordena los movimientos corporales; pero
esa no resulta una solución convincente. Hoy sabemos que la glándula pineal, cuanto
mucho, es la secretora de melanina que sirve para restablecer el sueño. Por lo tanto
queda abierta la cuestión de la interacción entre las dos sustancias.
A la luz del combate contra los “libertinos eruditas” se podría ver de otras
formas casi todas las tesis cartesianas; la misma duda podría verse como un intento de
llegar a la certeza. Partir del punto de vista libertino de dudar de todo, para llegar a una
certeza incontrovertible para que ni los mismos libertinos pudieran discutir. Puedo estar
soñando que camino, aunque sueñe es realidad que pienso que camino, nadie me puede
engañar con respecto a esto. Alguien me puede engañar con todos los contenidos de mi
pensamiento, pero no me puede engañar respecto a que hay un yo que piensa. Lo
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GRANDES FILÓSOFOS III
fundamental de esto es que el pensamiento puro, sin cuerpo, queda fuera de toda duda y
como verdad fundamental, para todo lo que sigue.
Existencia de Dios
Últimas obras
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GRANDES FILÓSOFOS III
español hay una traducción, con una curiosa historia, debida a José Gaos (1900-1969)
que sólo contiene cuatro). No tiene más de 80 páginas; luego Descartes invita a los
sabios de la época a que presenten sus objeciones a las mismas y escribe su respuesta,
por lo que el libro se agranda enormemente.
En 1642 el rector de la universidad de Utrecht lanzó formalmente la acusación
de ateismo, porque aunque Descartes afirmaba la existencia de Dios, lo reducía a un
principio abstracto y puramente metafísico; no había lugar en la concepción del filósofo
para el Dios de la Biblia. El Consejo de la ciudad prohibió a los profesores enseñar la
nueva filosofía, pero era ya tarde para evitar su difusión por toda Europa.
En 1645 se editan los “Principios de Filosofía”, la física cartesiana; en 1649, un
año antes de su muerte, escribe un pequeño tratado que se llama “Las pasiones del
alma”
Verdad es que hay muy pocos hombres tan débiles e irresolutos que no quieran
nada más que lo que su pasión les dicta. La mayor parte tienen juicios
determinados, por los cuales regulan una parte de sus actos; y aunque a veces
estos juicios sean falsos, y hasta fundados en algunas pasiones por las que la
voluntad se ha dejado antes vencer o seducir, sin embargo, como persiste en
seguirlos cuando la pasión que los produjo está ausente, pueden ser considerados
como sus propias armas, y pensar que las almas son más fuertes o más débiles
según puedan más o menos seguir esos juicios y resistir a las pasiones presentes
que les son contrarias. Pero hay, sin embargo, una gran diferencia entre las
resoluciones que proceden de alguna falsa opinión y las que se apoyan únicamente
en el conocimiento de la verdad; si seguimos estas últimas, estamos seguros de no
sentir nunca pesar ni arrepentimiento, mientras que siempre lo sentimos de haber
seguido las primeras cuando descubrimos el error.
René Descartes
“Meditaciones Metafísicas”, art. 49
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GRANDES FILÓSOFOS III
7. BLAISE PASCAL
El hombre es una caña, la más débil de la naturaleza; pero es una caña pensante.
No es menester que el universo entero se arme para aplastarla. Un vapor, una gota
de agua, es suficiente para matarlo. Pero aun cuando el universo entero lo
aplastase, el hombre sería todavía más noble que el que mata, porque sabe que
muere, y la ventaja que el universo tiene sobre él; el universo no sabe nada.
Pascal
“Pensamientos”, 264
Prólogo
Biografía
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GRANDES FILÓSOFOS III
a la meditación, estudio y enseñanza, donde Pascal pasó sus últimos años de vida.
Falleció el 19 de agosto de 1662, a los 39 años de edad. Su salud delicada desde la
infancia se hizo más frágil sumada a sus flagelaciones y cilicios.
Además de las obras científicas, Pascal escribió otras obras, de las que han
persistido las “Provinciales” y los “Pensamientos”. Con el nombre de Provinciales se
conocen las dieciocho cartas escritas bajo el seudónimo de Luís Montalte, a un
provincial amigo suyo y a los jesuitas acerca de la moral y la política de esos padres. El
móvil fue la lucha entre jansenistas y jesuitas, ya que para estos últimos, la salvación
está siempre al alcance del hombre, el cual, si vive en el seno de la iglesia, posee una
gracia suficiente que le salva si va acompañada de la buena voluntad. Era ésta la tesis
del jesuita español Molina, tesis que los jesuitas habían puesto como fundamento de su
práctica de proselitismo, dirigida a conservar en el seno de la Iglesia el máximo número
de personas. El jansenismo suscitaba una viva reacción en los ambientes eclesiásticos, y
en 1653 una bula de Inocencio X condenaba cinco proposiciones, en las cuales la
facultad teológica de Paris (La Sorbona) había condensado la doctrina del “Augustinus”
de Jansenio. Esas cinco proposiciones eran:
1) Algunos preceptos divinos no pueden ser cumplidos por los justos con las solas
fuerzas de la naturaleza humana, por lo que les es necesaria la gracia.
2) La gracia interior que opera sobre la naturaleza corrompida es irresistible.
3) Para el mérito o el demérito se requiere únicamente la libertad de la coacción
externa
4) Los pelagianos (o semi pelagianos) son herejes por cuanto admiten la
posibilidad para la voluntad humana de resistir u obedecer a la gracia
5) Es erróneo afirmar que Cristo ha muerto por todos los hombres.
Arnaud y los partidarios de Jansenio aceptaron la condenación de las cinco
proposiciones, pero negaron que de hecho pertenecieran a Jansenio y se encontraran en
su obra. Después de algunos años, la disputa fue resucitada ante la facultad de Teología
de Paris, y en ella intervino Pascal.
Las “Cartas Provinciales” de Pascal son una obra maestra de profundidad y
humorismo. En el total de la obra y tras las posiciones e ideas jansenianas, aparece el
rigor lógico de Pascal en el cuadro de la fe, su pasión por la verdad y su preocupación
por las realidades más auténticas de la vida interior. Literariamente, las “Provinciales”
están expuestas en un estilo rápido, vigoroso, claro, exento de toda retórica. La
Compañía de Jesús no supo replicar a la fuerza de las cartas pascalianas y el golpe fue
mortal. Cuando en 1773 la orden fue suprimida por el papa, se hacía justamente
referencia a su moral perniciosa. Voltaire (1694-1778) dijo de los “Provinciales”: Las
mejores comedias de Molière no tienen tanta sal como las primeras Provinciales; y
Bossuet no escribió nada más sublime que las segundas.
Los “Pensamientos”
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GRANDES FILÓSOFOS III
más famoso, los “Pensamientos”, publicado en 1670 por los “Solitarios de Port Royal”
sin gran cuidado. El texto auténtico apareció en 1844. Hay una nota de Pascal que
resume su propósito general y de acuerdo a ciertas indicaciones, constaría de cuatro
partes; la primera tendería a demostrar que la religión no es contraria a la razón y que es
“lógicamente defendible” ante quienes desean la verdad y no hallan en si mismos más
que incertidumbre, ante quienes buscan la felicidad y no hallan sino miseria y muerte”.
La segunda parte vendría a demostrar que la religión cristiana da cuenta única y
exclusivamente de la naturaleza del hombre. En la tercera parte trata de demostrar que
la cristiana es la única religión que promete al hombre el verdadero bien, para
enfrentarse en la cuarta parte, a la demostración de que es la verdadera. Se halla
entonces ante un problema grave, por un lado quiere demostrar la existencia de Dios por
medio de la razón, pero antes había afirmado la impotencia de la razón en materias
metafísicas. Resuelve la cuestión intentando captar la idea de Dios en los hechos,
juzgables siempre por la razón, la cual en esas realidades materiales evidentes podrá
percibir un elemento sobrenatural. Hace una crítica histórica y filosófica de las
Escrituras, pretendiendo dejar sentada la verdad de los libros sagrados y de los milagros
de los testamentos. Tanto por su preparación como por el estado de la historia y la
filosofía en su época, Pascal no pudo sino hacer decir a los textos la verdad que él
necesitaba para su demostración. La conclusión que se desprende es que hay que creer,
y mientras se aguarda la fe, vivir como cristiano, asistir a misa, “atontarse” de tal modo
que las costumbres del cuerpo no ofrezcan obstáculo alguno a los movimientos del
alma. Aún hoy, los “Pensamientos” gozan de gran predicamento tanto por su estilo que
alcanza la belleza de la poesía lírica, por el despojamiento clásico de sus períodos
precisos e inspirados aún en el razonamiento, como por el carácter metafísico de las
imágenes que encarnan sus inquietudes. La crítica ha establecido diferentes juicios
sobre el autor y la obra, algunos negativos como el del poeta italiano Giácomo
Leopardi (1798-1837) o positivos, como el de Miguel de Unamuno (1846-1936): “…
nos invita…a conocer a un hombre, a penetrar en el santuario del dolor universal de un
alma enteramente desnuda, de su alma que llevaba cilicio”.
Ciencia y razón
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GRANDES FILÓSOFOS III
Así, pues, las experiencias constituyen “los únicos principios de la física”; pero
corresponde también a ellas el control de las hipótesis explicativas. El otro límite de la
razón en el campo de las ciencias está determinado por la imposibilidad de deducir los
primeros principios, aquellos que son fundamento del razonamiento escapan sin
embargo a éste, el cual no puede demostrarlos ni refutarlos. La imposibilidad que
comentamos demuestra no la incertidumbre de los principios, sino la debilidad de la
razón. Y de hecho, el conocimiento de los primeros principios (espacio, tiempo, el
movimiento, los números) es seguro, mientras no lo es ninguno de los conocimientos
que nos proporcionan nuestros razonamientos. Los principios se sienten, las
proposiciones se establecen por conclusión. En el conocimiento de la naturaleza la
razón es árbitro, en el dominio del hombre es incapaz. “Dos excesos: excluir la razón,
no admitir sino la razón” (Pensamiento 3).
La condición humana
Conocemos, por lo tanto, nuestro alcance. Somos algo y no somos nada, lo que
tenemos de ser nos oculta el conocimiento de los primeros principios que nacen de
la nada, y lo poco que tenemos de ser nos oculta la vista del infinito
Pascal
“Pensamientos”, 81
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GRANDES FILÓSOFOS III
por encima de la nada, a lo menos en cuanto está por debajo del ser. La posición del
hombre está entre el ser y la nada: función del pensamiento es hacerle conocer
claramente esta posición, es la única dignidad propia del hombre.
“El pensamiento hace la grandeza del hombre” (Pensamiento 257)
Y sin embargo, añade Pascal, el pensamiento no sirve para nada, si no hace entender al
hombre su miseria. En el pensamiento 328 dice que es peligroso hacer ver al hombre
que es demasiado igual a las bestias, ya que las bestias no se pueden liberar de su
miseria; es peligroso también hacerle ver demasiado su grandeza, porque esto
equivaldría a que esa grandeza consiste en reconocer su miseria. Es necesario que no
crea que sea igual a las bestias, ni a los ángeles (pensamiento 329). Si se cree ángel
acaba procediendo como bestia. “Procuran de todos modos quitar la vista de sí y
divertirse”. “No habiendo podido los hombres librarse de la muerte, de la miseria, de
la ignorancia, han creído mejor, para ser felices, no pensar en ello”. Tal es el principio
que llama diversión.
La “apuesta”
Uno de los pasajes en los “Pensamientos” de Pascal que suscitan mayor interés
entre los filósofos, es el que plantea el problema de la apuesta (pensamiento 451): se
trata en él de la necesidad de apostar sobre la existencia de Dios. Necesidad, pues por un
lado la razón no puede por si sola pronunciarse a favor de uno de los dos términos de la
siguiente alternativa: Dios es (existe) o no es (no existe), y por otro lado no se puede
simplemente rehuir una elección. La “apuesta” puede reducirse a los términos
siguientes:
1. El que apuesta, apuesta lo que tiene: una vida, su propia vida
2. Si apuesta esta vida para ganar dos, la apuesta vale ya la pena
3. Si hay tres vidas para ganar, es ya imprudente no apostar la vida que se tiene
4. Si el número de vidas que puede ganarse es infinito, no hay más remedio que
apostar
5. El número infinito de vidas que se pretenden ganar en nuestro caso, es la
beatitud, es decir, una infinidad de dicha
6. Apostemos ahora a favor de que Dios existe. Si se gana, se gana todo. Si se
pierde, no se pierde nada.
Se ha discutido mucho sobre la “apuesta de Pascal”. Merecen ser mencionados:
Una se refiere al propósito de Pascal, quien propondría convencer al
incrédulo obligándolo a apostar, Lucien Goldman (1913-1970) estima que la
apuesta no es un argumento, sino la expresión de la actitud de Pascal frente a un
Dios (el Dios escondido) del que no estando seguro de su existencia, decide
apostar a favor de ella. Julien Green (1900-1998), novelista nacido en EEUU y
que escribió en francés y residió en Francia (“Despojos”, “Adriana Mesurat” etc.),
ya había escrito en 1939 que el ansia que tiene Pascal de tener razón lo empuja
tan lejos que “puede preguntarse si el hombre que quiere convencer de estar en
un error no es Pascal”.
El otro tipo de discusión concierne a la validez del argumento. Es
conocida (aunque no es convincente) la opinión de Voltaire en la carta XXV (de
“Cartas filosóficas”) es que Pascal es demasiado frívolo para la gravedad del tema;
por lo demás, dice Voltaire que no le parece justo arriesgar nada por una dicha
infinita que, según las ideas jansenistas de Pascal, corresponderá sólo a una
minoría ya previamente preestablecida. Esa carta XXV denominada por Voltaire
“Sobre los pensamientos de Pascal” trata de demostrar que Pascal muestra al
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GRANDES FILÓSOFOS III
Prueba y creencia
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GRANDES FILÓSOFOS III
como las tres vías de la fe. La tradición empuja al hombre en cuanto es máquina y
arrastra también al espíritu sin que él piense en ello. Una vez que el espíritu ha visto
donde está la verdad, es necesario adquirir una creencia más fácil, que elimine el
continuo retorno de la duda, y esto es la costumbre de creer y manifestar en actos
exteriores la creencia. La verdadera fe, la fe total, moviliza no sólo al espíritu, sino al
autómata que hay en el hombre.
8. Baruch Spinoza
Biografía
La excomunión
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GRANDES FILÓSOFOS III
infligieron a Spinoza es este último, que se llama “Herem”, que prácticamente es una
maldición:
El Dios de Spinoza
Los motivos de la dura condena aplicada a Spinoza hay que buscarlo en sus
primeros escritos filosóficos, allí planteaba que
“Dios no era solo espíritu eterno sino también cuerpo infinito”
Ello partía de la filosofía de Descartes (1596-1650), corrigiéndola.
Si Descartes afirmaba que había dos sustancias, la extensa y la pensante,
Spinoza entendía que las dos eran modos de una única sustancia superior que era Dios,
pero de este modo al conferir la extensión infinita a la sustancia divina se la
identificaba con el universo, con la naturaleza. Para los rabinos esto era simple
panteísmo.
Entonces, en lugar de postular un solo Dios, tal como lo postuló la teología
Judea-cristiana, nosotros postulamos a un Dios que sea sustancia y a la vez se
identifique con la totalidad de la naturaleza, no vamos a caer en el orden de
inconsistencia lógica, porque justamente Dios va a ser absolutamente infinito, va a
comprender dentro de sí la totalidad de lo real y además Dios va a ser absolutamente
perfecto ya que no va a quedar nada fuera de si, ninguna perfección posible o resto de
realidad queda fuera de Dios como entidad.
Obviamente Spinoza iba a ser acusado de panteísmo, pero hay que tener en
cuenta que el panteísmo de Spinoza no es al modo místico, como muchas veces se lo ha
comprendido y hasta reprochado, sino que el Dios de Spinoza es un Dios que contiene
en si mismo la totalidad de lo real y es una especie de entidad lógica de la que se va
derivando lo real.
Dios existe pero no es trascendente, es inmanente a la realidad misma, por lo
tanto, una relación entre personas es una relación donde la actividad de Dios está
presente, porque no nos trasciende; quiere decir que las relaciones vinculan a los seres y
a las cosas entre si es por donde está circulando la idea de Dios, que no es ninguna
figura eminente, ninguna entidad moral ni ningún Ser Todopoderoso, sino que lo
Todopoderoso es la naturaleza misma.
Spinoza dice que concebir a un Dios que no es extenso, es quitarle una de sus
perfecciones; entonces un Dios absolutamente infinito no solamente tiene que incluir el
pensamiento, sino que además tiene que incluir la extensión.
Este atributo que es la extensión está en realidad conformado por la totalidad
infinita de los cuerpos, esto es por el aspecto que presenta la totalidad de los cuerpos
constituyendo el universo. Esta totalidad de los cuerpos en realidad es una especie de
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GRANDES FILÓSOFOS III
sistema cerrado; hoy en día podríamos decir que esto es un anticipo revelador de
Spinoza, que el sistema de extensión es un sistema de energía, porque en realidad los
cuerpos están constituidos por corpúsculos que van cambiando de forma y van
adquiriendo nuevas configuraciones permanentemente.
Afirmó también que era imposible demostrar la inmortalidad del alma y que la
Biblia debiera ser libremente interpretada sin prestar atención a la exégesis oficial.
La hostilidad hacia Spinoza no cesó con la excomunión, a tal punto que incluso
se lo intentó asesinar, debiendo por ello irse a residir en un pueblito cercano a Leyden y
tres años más tarde a los alrededores de La Haya. Hizo del tallado de cristales su medio
de vida, tratando llevar una vida discreta, reservada y dedicada al estudio y la escritura.
Se le conoce un solo intento de constituir familia, frustrado por la imposición del padre
de la novia de exigirle su conversión al cristianismo.
Ética
El Conatus
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Lo social y lo político
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El conato, el apetito y el deseo, son tres nombres que tienen un único referente,
designar una única entidad. Este conato o este deseo es uno de los nombres que recibe la
esencia de todo lo existente. Nosotros somos conato, somos deseo.
Epílogo
Esto es, el reconoce que no es fácil lograrlo, pero tenemos que intentar hacerlo.
El hombre libre en ninguna cosa piensa menos que en la muerte; y su sabiduría está
en la meditación, no de la muerte sino de la vida.
Baruch Spinoza
“Ética”, Parte IV, 67
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GRANDES FILÓSOFOS III
9. LEIBNIZ
Hay una razón en la naturaleza para que exista algo más bien que nada.
Esto es una consecuencia de aquel gran principio de que nada se hace sin razón;
así como debe ser, además, una razón para que exista esto más bien que otra cosa.
G.W. Leibniz
“Resumen de Metafísica”
Biografía
*Nota: La filosofía perenne es una filosofía que trata de integrar el pasado en el presente y que representa una
especie de “continuo histórico”; una filosofía, por tanto, en cada uno de cuyas etapas laten las etapas posteriores y
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GRANDES FILÓSOFOS III
están patentes las anteriores. Sin embargo esta expresión es ambigua y ha sido tomada por distintas escuelas y
distintas épocas con un significado distinto.
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GRANDES FILÓSOFOS III
Reforma, que de alguna manera se relaciona con esa frase suya tan famosa, quizás su
divisa : “Me deleita la diversidad pero reducida a la unidad.
En esos años confesó en una carta a uno de sus amigos: “Tengo tantas cosas
nuevas en matemáticas, tantos pensamientos filosóficos, que quisiera no morir, y a
menudo me detengo incierto ante lo que debo hacer y siento íntimamente que la
abundancia me paraliza”.
A partir de allí se dedicó de lleno a perfeccionar su pensamiento filosófico;
entonces escribió varios opúsculos; hay que tener en cuenta que Leibniz como filósofo
no tenía la intención de crear un sistema, sus escritos son todos de ocasión y solo
escribe textos de mayor tamaño al fin de su vida.
Las ideas filosóficas de Leibniz las podemos considerar de tres momentos
fundamentales:
A. A partir de los principios de los cuales elabora su pensamiento filosófico.
B. Lo más conocido, que son las mónadas.
C. Su pensamiento sobre Dios y el enlace de los tres momentos.
Al hablar de los principios filosóficos de su pensamiento, nos referimos básicamente a
dos:
1. El Principio de la continuidad de la naturaleza
2. El Principio de Razón suficiente
Para afrontar este problema escribió “Teodicea”, que tal vez sea la obra más
famosa y de alguna manera la más universal, la de mayor trascendencia y resonancia en
la problemática del hombre de todas las épocas, porque en ella se trata, de acuerdo a su
título “Teodicea, ensayos sobre la bondad divina, la libertad humana y el origen del
mal”, que son temas que nunca dejó el hombre de preguntarse desde su origen y quizás
sea el problema más radical.
Entonces, Leibniz que amaba los desafíos de tipo especulativo, lo asume y
produce esta obra para demostrar que en realidad lo que nosotros vemos de mal en la
historia, está todo contemplado en la combinación de los posibles que Dios en su
previsión en realidad hace. En realidad y en última instancia la idea de Leibniz es que
como nosotros no alcanzamos ver la realidad, a eso lo llamamos mal. El mundo real no
es la existencia de todo lo posible, Dios para crearlo tiene que haber hecho una
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GRANDES FILÓSOFOS III
selección, una combinación de posibilidades, teniendo en cuenta también las fallas, los
actos libres de los seres humanos y entonces el mundo presente es limitado, porque una
de las combinaciones de posibilidades no es todo lo que podría haber sido. Pero además
de esto tiene una permisión de cuota de mal, porque esto sería, según Leibniz, una
condición para que en la elección de los posibles resulte la mejor combinación. Esto es
lo que podríamos llamar el “optimismo metafísico” de Leibniz, recuperar la idea de que
no obstante las guerras, la miseria, las catástrofes etc., es decir todos los males que
constantemente acosan al hombre como ser histórico y como ser individual, sin
embargo hay que tener en cuenta que este mundo, con todas sus falencias que vemos
desde nuestro intelecto, es el mejor de los mundos posibles.
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GRANDES FILÓSOFOS III
Las almas actúan de acuerdo con las leyes de las causas finales por deseos, fines y
medios. Los cuerpos actúan según las leyes de las causas eficientes o leyes del
movimiento. Y estos dos reinos, el de las causas eficientes y el de las causas finales,
se hallan en armonía el uno con el otro.
G.W. Leibniz
“Monadología”, 79
Puesto que es el entendimiento que coloca al hombre sobre el resto de los seres
sensibles y le proporciona dominio sobre ellos, constituye por su nobleza un tema
merecedor de ser investigado.
John Locke
“Ensayo sobre el entendimiento humano”
Biografía
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GRANDES FILÓSOFOS III
La gnoseología
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GRANDES FILÓSOFOS III
más pequeñas, es decir de las que ya no son sensibles, que no se perciben a simple vista
y que sin embargo tienen un efecto en nosotros. Concretamente, cuando vemos un
objeto de color rojo, por ejemplo, lo vemos de ese color porque los corpúsculos
insensibles que no vemos, se encastran uno en los otros de tal manera, que en su
conjunto lo vemos de ese color. Esa sería la relación que hay entre cualidades primarias
y las secundarias.
La mente, una vez recibida las ideas simples, actúa sobre ellas comparando,
distinguiendo, combinando y abstrayendo; así surgen las ideas complejas. Cuando
nosotros pronunciamos la palabra “mesa”, lo que tenemos es una idea compleja a partir
de un determinado color, textura, peso, etc., es decir que en última instancia, la idea
compleja es la resultante de las distintas ideas simples que la mente forma a partir de las
operaciones que la propia mente hace. Por ejemplo, tengo una idea de un color rojo, una
forma redondeada, una lisura, un aroma y le doy un nombre: “manzana”, con el
supuesto que hay algo, una especie de sustrato en el cual se ensartan todas esas
cualidades; pero esta sustancia no me es conocida porque no me la propone la
experiencia.
Nosotros podemos preguntar por las cualidades, las experiencias sensibles de la
sustancia, pero nunca vamos a poder llegar al ser último de la sustancia, a ese sustrato
en el cual, aparentemente, esas cualidades sensibles se sostienen.
Locke, con ese enorme sentido común que tenía, decía que en realidad, cuando
nosotros hablamos de sustancia, lo que hacemos es referirnos a una idea que en general
la formamos porque vemos distintas ideas simples que se dan siempre en un cierto
orden, pero que en realidad si queremos indagar que cosa es aquello, que sustancia es la
que está más allá de las realidades, difícilmente lleguemos a descubrirla.
Locke dio un ejemplo; dijo que a un hindú se le preguntó sobre que se apoya el
mundo, y su respuesta fue “Sobre un gran elefante”; ¿y sobre qué se apoya el elefante?,
“sobre una gran tortuga”, ¿y ahora, sobre qué se apoya la tortuga?, “bueno, sobre algo
que no se lo que es”.
La Moral
Locke opina que los principios morales tampoco son innatos, ya que varían
según la necesidad y la época. Da un ejemplo: tomemos el adulterio, comprende ideas
de las sensaciones físicas entre dos personas de distinto sexo, de ideas, de reflexión de
ideas unidas a un deseo, a un placer y a una idea institucional, es decir una sociedad en
la que esa figura existe y es denominada así; por otra parte, dice Locke, deben existir
todas esas ideas en la mente del que inventó el paradigma, sea moral o civil, del
adulterio y le da un nombre, el que luego va a servir para evocarlo, ya que el nombre es
muy importante.
Cuando le decimos a un niño que no debe mentir, el puede preguntarnos porqué,
y entonces se le puede responder que es para no debilitar la institución de la verdad, o
también le podemos responder, por la “regla de oro” que dice que no se le debe hacer a
los demás lo que no nos gustaría nos hagan; entonces, dice Locke, que si se puede dar
razón de cada uno de los principios prácticos y además se requiere, se exige se pueda
dar razón por qué debemos o no debemos hacer algo, eso también demostraría que los
principios morales tampoco son innatos.
Se lo acusó a Locke de ser hedonista por que había sostenido al placer y al dolor
como motivantes del ser humano, pero él considera que al hombre no lo mueve en
realidad el placer, si no la necesidad de evitar el dolor, la inquietud.
263
GRANDES FILÓSOFOS III
Para que el hombre pueda actuar moralmente, dice Locke que necesita de una
facultad: la voluntad. La voluntad es libre, por eso el hombre puede optar por una
conducta u otra, por obedecer a la ley, a la norma o negarla, es decir desobedecerla.
Locke introduce la libertad y esto no es raro, ya que es considerado el padre del
liberalismo político.
La Política
El aspecto socio-económico
264
GRANDES FILÓSOFOS III
Biografía
265
GRANDES FILÓSOFOS III
fue nombrado “fellow” del colegio en 1707 y ordenado en la fe anglicana. En este año y
en el siguiente llenó dos cuadernos de notas con reflexiones que le habían sugerido sus
lecturas de Locke, Newton, Malebranche y otros. Estos libros de notas, actualmente
llamados los “Comentarios filosóficos”, contienen en germen casi toda su filosofía. En
1713 se dirigió a Londres donde frecuentó la brillante sociedad de su tiempo (entre ellos a
su compatriota Jonathán Swift (1667-1745), autor de “Los viajes de Gulliver”, relato de viajes
fantásticos que constituye una crítica implacable, misantrópica y pesimista de la sociedad de su
tiempo y de la humanidad en general).
En los años siguientes viajó por el continente, especialmente Italia. Volvió a
Inglaterra en 1721 y dos años después formuló el gran proyecto de evangelizar y
civilizar a los salvajes de América. En 1724 renunció a su puesto de “fellow” por haber
sido nombrado Decano de Derry. Creyendo que su proyecto había atraído la atención y
el apoyo del público y del gobierno, partió en 1728 para fundar un colegio en las islas
Bermudas. Se detuvo en Rhode Island para esperar (inútilmente) el apoyo económico
prometido, y permaneció allí hasta fines de 1731. Vuelto a Londres solicitó y obtuvo el
nombramiento de Obispo de Cloyne, Irlanda, y se estableció allí en 1734, dedicándose a
numerosas obras filantrópicas y morales.
En ocasión de una epidemia de peste que asoló a Irlanda, creyó ver en el agua
de alquitrán poderes curativos. Se trasladó posteriormente a Oxford, donde murió en
1753, siendo enterrado en la Christ Church Cathedral. Un “college” de Yale y una
ciudad universitaria de California llevan su nombre.
Obra
266
GRANDES FILÓSOFOS III
El inmaterialismo
No hay duda que este obispo anglicano fue más un hombre religioso que un
filósofo; sin disminuir sus méritos, que fueron muchos, todo su pensamiento estuvo
volcado a defender la religión y para ello luchar permanentemente contra la irreligión, el
ateísmo, el escepticismo. En busca de este propósito encuentra que el materialismo es el
principal inductor de estos errores y, en consecuencia, busca demostrar la inexistencia
de la materia. Esto provoca que la opinión más vulgarizada, incluso de gente ducha en
pensar, es que Berkeley negó la existencia de los cuerpos y que todo está en la mente.
Esto es un gravísimo error, que de confirmarse, lo convertirían en un solipsista
indudable, y no es así. Como es natural, lo que hay que hacer para conocerlo, es leer sus
obras y no querer comprenderlo por lo que otros dicen o comentan, o lo que ciertos
manuales de historia de la filosofía afirman, que por lo general (y como es habitual, y no
solo en filosofía) son resultado de copia de otros manuales.
Lo que ocurría, era que el materialismo de la época se basaba en el concepto de
materia (hylé) proveniente de Aristóteles, como el de un sustrato sobre el que se
producían los accidentes y afecciones, que era lo que en realidad veíamos como materia.
Así llega Locke a hablar de las cualidades primarias (objetivas) y las secundarias
(subjetivas), pero como diría Berkeley, aceptar la objetividad de las cualidades
primarias es una arbitrariedad, ya que sostener que existen fuera del sujeto y a un
tiempo que no son perceptibles es traicionar el principio de evidencia empírica,
argumentando Berkeley que nadie es capaz de representarse el espacio o el movimiento
sin colores, tamaño, figuras…Las cualidades primarias no son perceptibles
(objetivables) sino mediante las secundarias. No hay razón, pues, para aceptar su
objetividad. Así la realidad externa era eliminada: el mundo real pasaba a ser entendido
como representación del mundo por el sujeto. A esto se lo conoce como
inmaterialismo, que diferencia al empirismo de Berkeley del empirismo materialista de
Locke. Esta doctrina de Berkeley llevó a la conclusión errónea antes comentada, que
éste negaba la existencia de los cuerpos, y no fue así. Lo que negaba en realidad, era la
materia, pero la materia como sustancia de los filósofos, no la de la vida cotidiana. Dice
en uno de los diálogos de Hylas y Philonus, este último representando a Berkeley, que
no puede negar la existencia del guante que tiene puesto, y así también en el párrafo
LXXXII de “Principios del conocimiento humano” (pág.74), confirmando lo anterior
escribe: “…está muy de acuerdo con nuestros principios el sostener que las cosas
existen, que hay cuerpos o sustancias corpóreas, tomando estos términos en su sentido
corriente y no en el filosófico.
Ser es percibir
267
GRANDES FILÓSOFOS III
Solo hay dos cosas: Ideas y Espíritu, esta es la doctrina de Berkeley y para
entenderla veamos que significa para él, el término idea. Idea es representación sensible
de algo, y por ser sensible y porque para Berkeley no existen representaciones abstractas
(como veremos luego), es siempre particular. Pero idea es al mismo tiempo, la cosa
percibida. Aunque usada en ambos sentidos, la significación de la palabra idea es
desafortunada, desde el punto de vista de Berkeley no existe confusión ni contradicción
entre ambas concepciones, puesto que todo es representación. Sin embargo se ha hecho
observar que su teoría está basada en la confusión entre la cualidad percibida y el acto
de percibir la cualidad. Por este motivo la conclusión de Berkeley sería espiritualista; el
sensualismo sería entonces el punto de partida para demostrar que la materia y sus
cualidades no dependen menos de la sensación que las cualidades secundarias. Es decir,
no existen cosas con independencia del espíritu que las percibe. Entonces solo existen
ideas en este doble sentido, y la vaguedad del término hace posible que quede afirmada
la realidad del mundo exterior en sentido corriente y al mismo tiempo negada su
existencia absoluta en sentido metafísico, lo que confirmaría la aparente contradicción
de lo dicho con respecto a la materia en la página anterior.
Ya vimos la oposición a ciertas doctrinas de Locke, entre ellas refuta a la
abstracción; considera que no existen ideas abstractas, sino concretas y singulares, ya
que considera que creer en la existencia de ideas abstractas favorece la existencia de los
cuerpos con independencia del sujeto percipiente y esto perjudicaría el desarrollo de su
filosofía, ya que todo lo que existe es, en última instancia, idea, y el ser de las cosas
consiste en ser percibidas.
Giovanni Gentile (1875-1944) en su “Obra filosófica” define así este tema:
“Desde principios del siglo XVIII, con la doctrina de George Berkeley , se plantea claramente
este concepto: que la realidad no es pensable si no es en relación con la actividad pensante
por la que es pensable; y en relación con ella no es solamente objeto posible, sino objeto
real y actual de conocimiento. Así que concebir una realidad es concebir sobre todo la
mente en la que esta realidad se representa; y por ello es absurdo el concepto de una
realidad material”.
La realidad última de las cosas no es material sino espiritual, de esta
concepción procede, pues, el principio “Esse est percipi”, culminación de todo el
sistema metafísico de Berkeley. No se cansa de repetir que el mundo exterior, tal como
es percibido, existe en toda su realidad, entiéndase bien una vez más que alude a su
fundamento metafísico, y que es a la existencia de la materia en sentido filosófico lo que
niega vigorosamente. Valiéndonos de un símil, diremos que su concepción es parecida a
la de la física actual, que reduce la materia a ondas, aunque sostiene la realidad del
mundo exterior, y aquí, ¡ambas cosas son compatibles!
Como vimos en la cita que inicia el tema (pp. 265) ser es ser percibido, permite
a un tiempo suprimir el mundo material y garantizar la estabilidad y regularidad de
nuestra experiencia, con lo cual la ciencia no se ve afectada. Todo queda, pues, como
estaba. El mundo pasa a ser el lenguaje con el que Dios habla a los hombres, las leyes
de la naturaleza son la voluntad de Dios y podemos pensar como sabios sin poner en
duda a Dios.
Nominalismo
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GRANDES FILÓSOFOS III
269
GRANDES FILÓSOFOS III
…Los que me hayan leído estarán mejor dispuestos a mirar reverentes y abrazar
las verdades del Evangelio, cuyo conocimiento y cuya práctica son las más alta y
estimable perfección de la naturaleza humana.
Como la ciencia del hombre es la única fundamentación sólida de todas las demás,
es claro que la única fundamentación sólida que podemos dar a esa misma ciencia
deberá estar en la experiencia y la observación.
David Hume
“Tratado de la naturaleza humana”, Introducción
Biografía
270
GRANDES FILÓSOFOS III
obtuvo la habilitación en abogacía en 1732 para obtener sus propios medios de sostén
económico.
Ejerció la profesión en Bristol y a los pocos meses, víctima de agotamiento
físico y nervioso, marchó a Francia decidido a vivir de su pluma. Se instaló en La
Flèche, el mismo lugar en que había un antiguo colegio jesuita en el que se formó
Descartes, y en esa ciudad se concentró durante dos o tres años en redactar su obra
importante, el “Tratado sobre la naturaleza humana”, concluido en 1737, o sea cuando
tenía 26 años. Su libro no tuvo éxito inmediato y eso lo desalentó muchísimo. Había
pensado que con esa obra iba a ser aclamado como el gran renovador de la filosofía
moral (Filosofía moral es el nombre con el que se conocía en el siglo XVIII, lo que hoy
llamamos “Ciencias humanas”). Al ver el escaso recibimiento a su obra, la corrige una y
otra vez, hace nuevas ediciones pero sin cambiar radicalmente su pensamiento, cuyo eje
está centrado, gira, en torno al tema del conocimiento.
La reelaboración del “Tratado” y la aparición de “Ensayos sobre moral y
política”, otro de sus libros, le dieron un discreto reconocimiento, pero a la vez le
hicieron fama de escéptico y ateo, y debido a eso, ya en 1745 se le negó una cátedra en
la Universidad de Edimburgo; Hume necesitaba un trabajo rentado y lo encontró,
primero como preceptor del marqués de Annandale, que resultó ser un demente, y luego
como secretario del general St. Clair, con quien hizo una frustrada excursión militar
contra los franceses en Canadá. La aventura le valió el ingreso a la vida diplomática; fue
secretario de embajada en varias ciudades europeas y al volver a su ciudad natal intentó
nuevamente obtener una cátedra en la Universidad, pero esta vez con más suerte, al
encontrar el respaldo de su amigo, el economista Adam Smith (1723-1790).
En 1752 obtuvo un puesto muy importante en la biblioteca de Edimburgo, eso le
dio una tranquilidad muy grande y pudiendo así despreocuparse de la docencia y con un
sueldo que le permitió dedicarse por entero a una obra que estaba escribiendo sobre la
Historia de Inglaterra.
En 1763 le ofrecen nuevamente ser secretario de embajada, esta vez en Paris,
cargo que acepta. Este es su gran momento, ya que encuentra en el exterior todo el
reconocimiento que no había tenido en Inglaterra. En Paris cultivó la amistad de algunos
iluministas y enciclopedistas franceses más importantes; se lo recibió como una figura
relevante y Voltaire alabó su obra histórica sin reticencias, incluso lo llamó, sin ironías,
San David. Cuando regresó a Inglaterra en 1766, llevó con él al filósofo ginebrino Jean-
Jacques Rousseau, lo alojó en su casa y trató de conseguirle una pensión vitalicia, pero
el difícil carácter de Rousseau provocó pronto una ruptura.
Entre 1766 y 1769, Hume vivió en Londres, ocupando un cargo de subsecretario
de estado, luego decidió regresar a Edimburgo y retirarse de la vida pública; pocos años
después, los médicos le diagnosticaron una enfermedad intestinal y le advirtieron que
era terminal, entonces Hume realizó una gran cena para todos sus amigos. Murió en su
casa, el 25 de agosto de 1776; antes de fallecer tuvo tiempo de redactar su autobiografía,
que se publicaría póstumamente.
Obra
Los dos primeros libros del “Tratado de la naturaleza humana” escrito en 1737,
fueron publicados en 1739, el tercero (acerca de la moral) en 1740; poco más tarde entre
1741 y 1742, publicó un “Ensayo sobre moral y política” que le dieron cierto éxito
intelectual y material, lo que lo levantó del desaliento que le había provocado el fracaso
de su “Tratado”; sería causa de ese renombre social y cultural tal vez, el estilo más
reposado y menos apasionado y el hecho de que el “Ensayo” no tiene la estructura del
271
GRANDES FILÓSOFOS III
otro que es mucho más pesado para leer, además tocó temas que le interesaba al gran
público, como son los temas económicos tales como el enriquecimiento de las naciones,
opiniones sobre el trato social, relaciones políticas etc.; agradó mucho el tratamiento de
esos asuntos y comenzó entonces el período próspero que le permitió, con el tiempo,
tener una vida holgada como el mismo comenta y reconoce en su autobiografía.
El moderado éxito de su “Ensayo” le sugirió re-escribir su “Tratado”, recién en
1748 sería publicada la reedición de la primera parte y luego nuevamente en 1751, bajo
el título de “Investigación sobre el entendimiento humano”; en ese mismo año
publicaría la refundición de la última parte del “Tratado”, bajo el título de
“Investigación sobre los principios de la moral”.
En síntesis, de ese núcleo del “Tratado sobre la naturaleza humana”, salieron dos
obras importantes, una sobre el entendimiento humano, que abarca la teoría del
conocimiento, y otra sobre los principios de la moral, que corresponden al desarrollo de
los dos primeros libros del “Tratado” el primero, y del tercero que había sido dedicado a
las pasiones, aplicado a la moral. No solo fundamentan nuestros juicios morales, lo que
es bueno y lo que es malo, sino que al mismo tiempo determina la condición política del
hombre, el reunirse en sociedad con otros; es esto un poco la idea central sobre la que
Hume desarrolla su idea moral y teoría política. Se juzga que es justo aquello en lo cual
nos ponemos de acuerdo con cierta imparcialidad para poder convivir y buscar la
utilidad recíproca, de modo que el criterio de los que es justo y lo que es injusto lo
establece la sociedad con sus costumbres.
Escribió una “Historia de Inglaterra”, del que hizo una primera parte
concerniente al reinado de los Tudor, y luego retrocedió hasta la época de Julio César
avanzando hasta Enrique VII. Las obras históricas de Hume aumentaron su prestigio.
De hecho, hasta principios del siglo XIX sería más reconocido como historiador que
como filósofo.
Escribe una historia natural de la religión; básicamente, la religión se entendía de
dos maneras: como religión o teología natural o sino como religión revelada. A esta
última la descalifica cuando critica los milagros, sintéticamente se funda en que los
testimonios contrarios a las leyes naturales son menos creíbles que las propias leyes
naturales y uno está llevado a dudar de los testigos, por ejemplo de la resurrección de
Jesús o los testigos de la segunda aparición en Emaus; entonces, al criticar el testimonio
sobre los milagros, desaparece toda posibilidad de fundar la religión en presencia de lo
sobrenatural, ya sea en el caso del islamismo o del cristianismo u otras religiones que se
basan en la presencia del orden sobrenatural, ya sea como mensaje de un profeta, o la
presencia directa de un ente sobrenatural, ángel, hijo de Dios o como quiera entenderse,
eso para Hume queda descartado.
El conocimiento empirista
Hume es heredero de toda una tradición empirista que se inicia con Locke y
Berkeley, donde se planteaba el problema de que es lo que el hombre puede conocer, o
sea basar el conocimiento en la experiencia. En los modernos el gran problema es que la
realidad se hace sospechosa, aparece el llamado problema del mundo externo; este no
era un problema clásico, es un problema moderno, porque entre la conciencia que se
percata de contenidos y el “supuesto” mundo, están las impresiones, las ideas, las
sensaciones; los nombres varían.
Hume lleva a cabo la radicalización del empirismo mediante una crítica de
ciertos principios que todavía operaban en la lógica de Locke, el yo, la sustancia, la
causalidad y la inducción. Para realizar esta crítica, parte de una descripción rigurosa
272
GRANDES FILÓSOFOS III
del conocimiento. Va a tomar a Locke, excluyendo el lado del objeto, es decir a lo que
Locke llamaba sensaciones e ideas; la palabra idea, era una “idea” que tenía que ver con
muchas cosas, por ejemplo con proposición, con actos volitivos, con representación
mental; Hume va a tratar de pensar esto, y va a llamar a las sensacionesimpresiones,
apuntando con esta palabra a algo más preciso, entonces las “ideas” en Hume eran
centralmente representaciones mentales. Sobre esta base elabora su teoría del
conocimiento, que iniciaba con las impresiones, a partir de las cuales se constituirán las
ideas simples, que luego por asociación constituirán las ideas compuestas o complejas y
así completar se teoría del conocimiento (cf. pp. 115). Todo lo que el espíritu contiene
son percepciones y estas pueden ser impresiones o ideas. Hay impresiones simples y
complejas y por lo tanto hay ideas simples y complejas, así la percepción de una
superficie coloreada es una impresión simple, y la idea o imagen de la misma superficie
es una idea simple. Las percepciones complejas, tanto impresiones como ideas, son
aquellas en las cuales se pueden distinguir partes. Así la visión de Buenos Aires desde
los alto del edificio Catalinas es una impresión compleja, y la idea o imagen de tal
impresión es una idea compleja.
Todas las sensaciones y estas impresiones, generan en nosotros una creencia,
que es la creencia de que verdaderamente existe el objeto exterior, y que hay un objeto
exterior que la provoca. Hume dice “que de lo único que yo puedo estar seguro es de
que tengo una sensación en mi, tengo una impresión y eso genera una fe y una creencia
de que existe realmente una presencia exterior a mi, o una realidad que me está
provocando esa sensación”
El objeto que conozco, no es exterior, sino que está en mi conciencia, pues consiste
en un entramado de impresiones e ideas. Si yo afirmo que mis impresiones e ideas
corresponden a un objeto real, es solo por un acto de creencia.
Ahora Hume dice: “nosotros mismos nos ilusionamos y creamos ciertas ideas
para las cuales no hay impresiones”, y va entonces a plantear que ciertas ideas como
las de causa y efecto, espacio y tiempo, la idea de sustancia, o sea la idea de “objetos
exteriores que existen”, todas ellas son fundamentales para la ciencia que se apoya sobre
esas ideas básicas; sobre esos pilares construimos el mundo del conocimiento y hay que
ver si esas ideas tienen validez, si realmente tienen impresiones o sensaciones que las
acrediten o le den la validez objetiva que parecen tener. Hume, haciendo una concesión
al sentido común, reconoce que el hombre no puede vivir sin una cierta fe, creencia
instintiva en la realidad, pero analizando a fondo lo que entendemos por realidad, todo
se reduce a un conjunto de sensaciones.
Dice que la única forma de distinguir la realidad de la ficción, es simplemente
por “estados del alma”; la impresión es un estado del alma con más fuerza y más
vivacidad, es decir la sensación tiene esa característica de presentarse con una claridad y
una fuerza que la idea no tiene. Resumiendo podemos decir que toda idea deriva de la
correspondiente impresión y no existen ideas o pensamientos de los cuales no se hayan
tenido precedentemente una impresión.
Como no estoy muy conforme con la redacción de este tema voy a agregar que:
todas las percepciones del espíritu humano se dividen en dos clases que se distinguen
entre si por el diverso grado de fuerza y vivacidad con que impresionan el espíritu. Las
percepciones que penetran con mayor fuerza y evidencia en la conciencia, se llaman
impresiones; y son todas las sensaciones, pasiones y emociones en el acto en que
273
GRANDES FILÓSOFOS III
Epílogo
274
GRANDES FILÓSOFOS III
el elemento de lo sagrado en la vida cultural. Todavía hoy se puede hacer una lectura de
Hume con cierta vigencia para los problemas epistemológicos actuales fundamentales;
creo que en todo autor hay algo intemporal, por más que no se lo lea actualmente o que
su corriente de pensamiento ya sea pasada o haya tenido un momento de auge en la
historia y hoy sólo sea recuerdo, de todos modos siempre hay algo que perdura y que
pueda servir en la época actual; tal vez en Hume haya elementos que se pueden rescatar
para la época pos-moderna que es la nuestra.
13. KANT
Biografía
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GRANDES FILÓSOFOS III
Desde 1755 escribió una serie de textos sobre materias variadas y fue ganando
prestigio académico. En 1770 fue nombrado profesor titular de Lógica y Metafísica.
Para la ascensión de su cátedra expone en latín sobre los “Principios del mundo sensible
y del mundo intangible” que realmente es una novedad en la filosofía de la época;
introduce la enorme innovación de presentar al espacio y al tiempo, como formas del
mundo sensible y, por tanto, no como algo que está en el mundo, sino como algo que
está en la mente que se enfrenta a ese mundo: “Nunca conozco al tiempo y al espacio
por observación de las cosas que se me presentan, sino que la observación presupone
siempre ya, un conocimiento previo del tiempo y el espacio y ese conocimiento es
independiente de la experiencia”.
El éxito de su exposición le impulsó a desarrollar una de las obras más
importantes de la modernidad, la “Crítica de la razón pura”. Kant creyó que le insumiría
unos pocos meses, pero trabajó unos diez años en ese libro, que recién podría ser
publicado en 1781.
En esos años estuvo a punto de casarse un par de veces, pero desistió,
considerando que el matrimonio sería una grave distracción para sus investigaciones.
Durante esos diez años, dejó manuscritos que aún hoy, en parte se conservan con las
meditaciones que hacía sobre el tema que trataba y principalmente sobre un problema
que no le había quedado muy claro en su disertación de 1770: cómo es posible que el
pensamiento, o digámoslo de otro manera (sin implicancias psicológicas), la mente, la
inteligencia que genera a partir de su propio fondo estas ideas o representaciones, como
espacio, tiempo, o algunos conceptos como sustancia, existencia, que no las aprende de
las cosas sino que las genera espontáneamente, cómo es posible, repito, que con esas
representaciones generadas independientemente de la experiencia, vaya a los objetos,
las aplique y los objetos sean concordantes con estas representaciones. Muchos años
después, Einstein en un trabajo sobre geometría, se haría la misma pregunta.
Pensamiento
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GRANDES FILÓSOFOS III
sin relación con ningún sujeto. SOLO LO QUE ES FENOMENO PUEDE SER OBJETO DEL
CONOCIMIENTO CIENTIFICO.
A partir de su análisis, Kant encontró que los objetos de la matemática que se
apoyan en la intuición pura, y los de la física que se apoyan en la intuición empírica son
posibles, pero no los de la metafísica que no expresan ninguna experiencia. La filosofía
teórica concluye como resultado que no se puede responder con la pura teoría
cuestiones relativas a metafísica, cosas como por ejemplo relacionadas con la teología
natural, como que pasa con Dios, quién creó el universo y cómo muchas otras cosas; sin
embargo Kant encuentra aquí, que a pesar de que todo nuestro conocimiento teórico
quede entonces en la trama general del conocimiento empírico, del conocimiento
espacio-temporal sensible, sin embargo hay un acontecimiento fundamental, que yo me
atrevería a presentarlo casi como un milagro, y es la presencia de la ley moral en la
conciencia.
Dos cosas llenan el corazón y el alma de una admiración siempre nuevas y siempre
crecientes: EL CIELO ESTRELLADO POR ENCIMA DE MI CABEZA Y LA LEY MORAL
EN EL FONDO DE MI CORAZÓN.
Los objetos de la metafísica son solo ideas regulativas para la razón teórica, pero
juegan el papel de postulados ineludibles para la razón práctica. Por la crítica de la
razón teórica pura sabemos por ejemplo, que es imposible conocer ciertamente si hay en
el mundo libertad, pero la razón práctica al plantear el problema de la conducta moral,
presupone la libertad; en resumen, no puedo teóricamente afirmar la libertad, pero
prácticamente, como sujeto ético, debo postularla.
En la propia “Crítica de la razón pura” está abierto el paso a la “Crítica de la
razón práctica” y a la posibilidad lógica de pensar la libertad, por que para Kant, si no
existiera la posibilidad lógica de pensar la libertad, entonces ese tema ni siquiera podría
ser tenido en cuenta.
Obra
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GRANDES FILÓSOFOS III
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GRANDES FILÓSOFOS III
lo que está viendo que es sublime y lo denomina así. Dice por ejemplo, que cuando hay
una tormenta en el mar, una tormenta aterradora, no es eso lo que es sublime, si lo es la
resonancia en mi de eso que estoy viendo. Releyendo este tema, se me ocurre que la
impresión no es “miedo-terror” sino que quedaría más apropiado “sobrecogimiento”,
pero este concepto es personal. Acerca del mismo tema, quiero comentar que hace unos
días en un programa, y a propósito de la erupción del volcán Chaitén en Chile, el
animador Pergolini expresó que era un espectáculo “bello”. Me desagradó ese
comentario y así lo conversé en familia, me dijeron estaba bien, que dentro de todo era
bello, pero no es así, lo adecuado hubiera sido decir que era sublime, pero claro, no se
puede ser tan estricto y pretender que todos lean a Kant.
En 1793 apareció su obra “La religión dentro de los límites de la mera razón”
que le valió una amonestación por parte del emperador prusiano Federico Guillermo en
persona; se le reclamó una retractación con respecto de su filosofía religiosa “si quería
evitar dolorosas consecuencias”. Kant no autorizó ninguna modificación en su escrito,
pero se comprometió de allí en adelante, a “no hablar más de religión”.
En 1795 publicó “La Paz perpetua”, probablemente la más traducida y más leída
de sus obras, y en 1797 “La metafísica de las costumbres”, donde expuso su teoría
jurídica y política. En 1798, al fallecer Federico Guillermo y ocupar el trono su hijo
Federico Guillermo II°, Kant se sintió liberado de su promesa y publicó “El conflicto de
las facultades”, en el que estudiaba los límites mutuos de las ciencias y la relación entre
la filosofía y la teología.
Poco tiempo después, el 12 de febrero de 1804, mientras trabajaba en una
reformulación de su filosofía, falleció.
Parece que hasta en las cosas más pequeñas tendió a buscar un principio sobre el
cual se pudiera subsumir o tendía a organizarlas de acuerdo a principios universales. En
última instancia, esto tiende a mostrar una racionalidad del universo entero y a inscribir
la propia persona en esa realidad del universo.
Kant y la metafísica
Sobre los finales de la década de 1930, hay una serie de conferencias muy
importantes en las que interviene Ernst Cassirer (1874-1945) y representantes del
neokantismo y por otro lado Martín Heidegger (1889-1976); en esas conferencias se da
un debate entre ellos, en el cual el eje de la cuestión es el problema de la metafísica en
Kant: lo que Heidegger cuestiona a la posición de Cassirer y en general del
neokantismo, es esta reducción del problema de la metafísica en Kant a hacer una suerte
de mera fundamentación de las ciencias de la naturaleza. Quizá no sea el momento de
analizar en profundidad la postura Heidegger sobre la metafísica kantiana, que es una
posición bastante compleja, pero más importante quizá sea llamar la atención sobre las
consecuencias que trajo y que se verifican hasta la actualidad, en la interpretación de la
metafísica kantiana, vale decir pareciera en cierto sentido, que Heidegger despertó la
atención sobre el problema de la interpretación metafísica de Kant.
279
GRANDES FILÓSOFOS III
sido verificado por la razón y, por otro, no considerar la razón misma omnipotente e
infalible. Si crítica, en cambio, quiere significar que la razón excluye “a priori” una
verdad revelada (y por esto dogmática) por que la verdad es solo racional, en tal caso no
se enuncia un “juicio” sino un “prejuicio”, no se es ya crítico, sino, contra la esencia
misma de la crítica, se hace una exclusión apriorística y por tanto dogmática. El
pensamiento católico habla de verdad revelada, pero no la emplea para fundar sobre ella
la validez de las verdades racionales y la acepta, no solo por fe, sino también porque la
razón “juzga” (y por esto es crítica) que le es conveniente y no contradictoria. El
filósofo llamado “crítico”, en cambio es “acrítico” en cuento niega desde el principio la
Revelación sobre la base de un presupuesto dogmático que ninguna crítica de la razón
ha autorizado. Y con esto cae también el de que ser católico significa rechazar el mundo
moderno, precisamente lo opuesto: quiere decir penetrar profundamente sus exigencias,
asumirlo “críticamente”, resolver los problemas que él plantea, radicalizarlos hasta el
punto en que la razón se encuentra con la fe.
Salvo que se confunda fundamentalismo y obcecados observadores de reglas
escritas por quien sabe quien, con el verdadero creyente.
Esta digresión “crítica”, no tiene que ver tanto con Kant, sino con aquellos que
utilizaron la crítica y el pensamiento en general de este filósofo para atacar a la religión
y a sus seguidores. Si bien es cierto que se dice que Kant expulsó a Dios por la puerta en
la “Crítica de la razón pura”, también lo es que lo hizo reingresar por la ventana en la
“Crítica de la razón práctica”. No hay que olvidar que su moral y su “pietismo” lo
acercaban al Ser Supremo, aunque él personalmente no aceptaba los rituales religiosos.
Ahora bien, se llama criticismo la teoría del conocimiento de Kant, por
considerarse que esta teoría consiste fundamentalmente en una crítica del conocimiento,
o de la facultad de conocer. En un sentido más general el criticismo es la tendencia
epistemológica que investiga las formas a priori que hacen posible el conocimiento. En
un sentido todavía más general, el criticismo es la actitud que considera la realidad, o el
mundo, desde un punto de vista crítico, es decir, la actitud según la cual no es posible, ni
deseable, conocer el mundo, o actuar en él sin una previa crítica, o un previo examen, de
los fundamentos del conocimiento y de la acción. En tal caso, el criticismo no es sólo
una posición en la teoría del conocimiento, sino una actitud que matiza todos los actos
de la vida humana.
Y nuestra época es la propia de la crítica, a la cual todo ha de someterse. En vano
pretenden escapar de ella la religión por su santidad y la legislación por su majestad,
que excitarán entonces motivadas sospechas que sólo concede la razón a lo que puede
afrontar su público y libre examen.
Epílogo
¿Qué es lo que nos queda de Kant? Queda una revolución que condicionó toda la
filosofía moderna. El ingenuo mira el sol que se pone y llega a la conclusión de que gira
alrededor de la Tierra; el experto sabe que es la Tierra la que gira alrededor del sol: es
la revolución de Copérnico. El ingenuo mira el mundo y cree ver las cosas como son; el
experto (el filósofo trascendental) sabe que está viendo las cosas como se nos aparecen:
es la revolución de Kant.
En el siglo XVIII, el racionalismo de Leibniz, el empirismo escéptico de Hume
y la ciencia positiva físico- matemática de Newton habían llevado a la razón casi al
confín de sus posibilidades. Kant acometió la empresa de salvar el saber, el espíritu, la
moral y la religión sin abdicar ninguna de las conquistas del pensamiento moderno.
Concluyó que la ciencia y sus leyes explican el mundo, pero sólo permiten
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GRANDES FILÓSOFOS III
conocer los fenómenos; concluyó que el espíritu no procede del mundo fenoménico ni
está sometido a las leyes científicas, sino que las impone. Salvó el saber y salvó el
espíritu, pero los puso ante su último límite. La razón pura no puede conocer la cosa en
sí, que, si aún es algo, siempre estará más allá de los fenómenos: no hay respuestas para
los grandes problemas metafísicos de la inmortalidad, de la libertad, de Dios, y si los
hay son extra-racionales.
Quedan, como quería Aristóteles, una razón práctica y una razón poética, pero la
metafísica, como ciencia, es imposible.
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