Sie sind auf Seite 1von 4

20 años de la muerte de Ella Fitzgerald

Gracias a ella el jazz entró en los grandes auditorios populares.


Una voz prodigiosa que ilumina el siglo XX
CARLES GAMEZ
15 JUN 2016 - 13:21 COT

Ella
Fitzgerald. ASSOCIATED PRESS
No poseía el glamur de una Lena Horne. Ni la voluptuosidad de una Dina
Washington. Ni tampoco arrastraba ese aura de dolor y tormento -aunque su infancia
no había sido un lecho de rosas- que flotaba alrededor de Billie Holiday. Parecía
tenerlo todo en contra, físico, estilo, actitud, todo, salvo su voz. Ella
Fitzgerald (1917-1996) convirtió el jazz en un genero popular llevándolo a los
auditorios y teatros de todo el mundo; un itinerario artístico distinguido por un
legado de más de 25 millones de discos vendidos. La construcción de una carrera
musical a lo largo de más de medio siglo, desde un estrellato marcado por la
naturalidad y la timidez.

Aunque el título de La voz, hoy popularizado por los concursos de talentos, ha


acabado en manos de Frank Sinatra, a Ella Fitzgerald le corresponde por meritos
propios, el usufructo de esa titularidad al cien por cien Una voz, como el propio
Sinatra definirá, cristalina, milagrosa, proyectada de una manera natural, que desde
el jazz, el swing, acabará abriéndose con éxito y sensibilidad a otros territorios:
Blues, Góspel, Rhythm and blues, pop, bossa-nova, etc. alumbrando un poderoso
legado sonoro y una herencia reclamada cada cierto tiempo por alguna nueva y
emergente intérprete.

Desde su Virginia natal, Fitzgerald se había traslado a la ciudad de Nueva York,


creciendo en el barrio de Harlem en compañía de una tía que hace las funciones de
madre. Un padre desaparecido después de nacer y la prematura muerte de su madre
señalan una infancia llena de penurias. Su primera vocación siendo todavía
adolescente es convertirse en bailarina de claqué. Los deseos de triunfar como
estrella del baile nunca llegarán a materializarse. A cambio, gracias a un concurso
musical, pone de relieve sus excepcionales dotes interpretativas para la música.

Sus primeras presentaciones con la orquesta de Chick Webb en el mítico Savoy


Ballroom de Harlem despiertan la curiosidad y el asombro de los críticos
sorprendidos por el potencial todavía virgen de su voz. Más de una vez tiene que
escuchar los reproches de Web que le recrimina su torpeza y su falta de estilo sobre
el escenario. No es ninguna vampiresa ni femme fatale delante del micrófono, pero a
cambio, posee unas dotes extraordinarias a la hora de recrear una canción, un fraseo
y una entonación que la distinguen a años luz de los otros intérpretes.

Esa habilidad o maestría a la hora de improvisar vocalmente que se conoce con el


nombre de scat, acabará siendo uno de sus signos identitarios. Como Louis
Armstrong, el otro “practicante” de scat, Fitzgerald hace de este modo de cantar
interpretaciones únicas, excepcionales. Esos diálogos onomatopéyicos con la
orquesta que dejan al público fascinado y con la boca abierta.

A partir de los años cuarenta emprende una carrera en solitario guiada por dos
hombres que conocen a fondo la escena del jazz, el productor Milt Gabler y el
empresario y representante Norman Granz. Bajo su dirección y guía la cantante se
abre a nuevos proyectos: Colaboración con Dizzy Gillespie, presentaciones en los
más prestigiosos escenarios y festivales de jazz; las famosas sesiones y giras, Jazz At
The Philarmonic promovidas por Granz, grabación de sus álbumes para el sello
Verve con sus legendarios songbooks dedicados a Cole Porter, Rodgers and Hart,
Duke Ellington, Johnny Mercer o la bossa nova de Antonio Carlos Jobim.

La voz de una intérprete en el súmmum de su arte que en colaboración, entre otros,


de arreglistas como Nelson Riddle reconstruye la historia de la música popular
americana del siglo XX desde los acentos del jazz transformando cada uno de sus
álbumes en obras maestras. En estos años la cantante colabora con Louis Armstrong,
la otra gran estrella popular del planeta jazz, un encuentro histórico señalado por el
álbum Ella and Louis, al que seguirán otros dos registros discográficos. Como otras
cantantes negras su carrera chocará en más de una ocasión con el racismo y la
discriminación racial de la época. La actriz Marilyn Monroe, una de sus fans más
populares, consigue la cantante actué en el Mocambo, uno de los clubs más
populares del Hollywood de los años cincuenta hasta entonces vetado a los artistas
afroamericanos. A cambio, Marilyn se compromete a asistir todas las noches en que
la artista actúe al local.
Bajo la dirección de Norman Granz, Ella Fitzgerald se convierte en la primera y
gran dama del jazz. Su nombre no falta cada año en el cartel de los festivales más
distinguidos que se celebran a uno y otro lado del Atlántico. Su figura tampoco falta
en los programas musicales y shows televisivos al lado de Frank Sinatra, Tom Jones,
Nat King Cole o en el popular Ed Sullivan Show. Junto a Sinatra y la orquesta de
Count Basie protagoniza unos conciertos históricos en Broadway y en Las Vegas en
el año 1975.

A partir de los años ochenta su carrera musical se ralentiza por problemas de salud,
una progresiva ceguera ligada a la diabetes que padece y que acaba con la
amputación de sus piernas. Retirada en su residencia de Beverly Hills, los últimos
años de su vida transcurren con discreción, la misma reserva con la que había
preservado su intimidad a lo largo de su trayectoria artística. El 15 de junio de 1996
moría a los 79 años. Como señala uno de los obituarios que se le dedican: Ella había
nacido sólo para cantar.

Das könnte Ihnen auch gefallen