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Curso de Ética UNID

CAPITULO 3
LA LIBERTAD HUMANA

INTRODUCCIÓN.
Una de las características principales del hombre que nos diferencia de los
animales es nuestra libertad. Por ello no podemos dejar de estudiar este tema pues
es determinante dentro del estudio de la Ética.

Capítulo 3: La libertad humana. 21


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I. DEFINICIÓN:
Es una cualidad de la voluntad, por la cual elegimos un bien con preferencia
a otros.

a. El acto de elegir: Lo típico de la libertad es el acto de elegir, es decir,


tomar un camino, adoptarlo y avanzar por él decididamente, es el
requisito indispensable para poder hablar de libertad. La elección es
un hecho innegable en la vida del hombre; los hombres eligen, se
deciden, adoptan una dirección en lugar de otra.

Gracias a esta facultad de elegir, el hombre se hace dueño de sus


propios actos; él es el señor de su conducta, es el artífice de su vida,
pues elegir algo es lo mismo que elegirse, es decir, fabricarse el tipo
de vida que se ha querido.

Junto a este aspecto positivo de la elección encontramos otro


negativo: toda elección supone una renuncia. El hombre,
forzosamente tiene que optar por un camino, no puede optar todos
simultáneamente. Dicho de otro modo, la libertad no es solamente
elegir, sino aceptar lo que no hemos elegido.

b. El papel de la inteligencia y de la voluntad: El mecanismo interno del


acto libre no es tan sencillo. En él intervienen por lo menos las dos
facultades superiores del hombre que son la inteligencia y la
voluntad.

La elección se realiza por medio de la voluntad. El hombre se decide


gracias a su voluntad. Es en ella donde reside esta cualidad o aptitud
de elegir algo. Recordemos que la voluntad es una facultad del
hombre. Es una inclinación de tipo racional dirigida hacia el bien en
general. Enfrente de los diversos bienes, el hombre usa su voluntad
prefiriendo unos y desechando otros.

Pero, como condición necesaria para que el hombre adopte una


decisión voluntaria, es preciso que previamente, o sino al menos casi
simultáneamente, haya visto con su inteligencia el camino a escoger.

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Al hablar de la inteligencia hemos visto que no se escoge sino lo que


se conoce. En esta colaboración de las dos facultades es donde tiene
lugar ese fenómeno tan característico del hombre en el uso de su
libertad: la deliberación.

Deliberar significa pesar razones en pro o en contra, en relación con


los diversos caminos que propone la inteligencia. Muchas veces es
casi automática, o, al menos, instantánea; en otras ocasiones exige
serias reflexiones, ayudadas por consultas, lecturas, pausas, dando así
ocasión a que el horizonte se presente más claro a la inteligencia y
pueda surgir en la voluntad el motivo más potente en favor de
determinada dirección.

c. El bien, como objeto de la elección: El objeto de la elección


voluntaria es siempre el bien. La libertad no es una facultad para
elegir entre el bien y el mal. Siempre elegimos necesariamente un
bien, por la naturaleza misma de la voluntad. Si el hombre no viera
absolutamente nada bueno en un objeto, ni siquiera se lo propondría
para su elección.

Ahora bien, hay que diferenciar entre “elegir el bien” (nivel


ontológico) y “elegir bien” (nivel moral o moralmente hablando).
Siempre elegimos un bien pero no siempre elegimos bien.

Para que una elección de un bien sea además buena, moralmente


buena, se requieren otras condiciones. Veamos unos ejemplos que l
pueden ilustrar: un enfermo que elige para comer un plato con
alimentos grasosos, elige un bien pero no elige bien. El ladrón que
escoge el botín de un banco escoge un bien, pero no escoge bien.
Vemos que en el primer caso, bien es un sustantivo; en el segundo, es
un adverbio; una cosa es el objeto elegido, otra es el calificativo que
merece la elección.

Por eso, cuando se dice que somos libres para el bien o para el mal,
en realidad se quiere decir que somos libres para elegir bien o elegir
mal. El bien o el mal se refieren a la elección misma, no al objeto
elegido.

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d. Algunas precisiones sobre el objeto de la elección: Es necesario


considerar lo siguiente al tener presente el objeto de la elección:
1. El objeto elegido es un bien, real o aparente, tal como se
presenta a la inteligencia y voluntad. Puede ser que nos
equivoquemos y elijamos un valor que ha sido colocado en un
puesto superior al que le corresponde en realidad (poder,
fama, confort, etc.). La mente puede ser que quede
deslumbrada ante esos valores y les dé más importancia de la
que poseen.

2. La voluntad siempre se dirige a un objeto en cuanto bueno, en


cuanto que presenta un aspecto de bondad. No es necesario
que sea completa y absolutamente bueno para que la voluntad
lo elija; basta que presente a la inteligencia cierto aspecto de
bondad que puede coexistir con otros aspectos de valor
negativo y que la inteligencia también capta. Al presentárselo
así a la voluntad, con sus aspectos positivos y negativos, hace
que el hombre experimente perplejidad, angustia a la hora de
sopesar pros y contras. Esto da origen al fenómeno llamado
“miedo a la libertad”. La indecisión desaparece cuando la
inteligencia ve con claridad los valores preferentes; para ello es
necesario el consejo y la meditación. De ahí que “el mejor
consejo” es el que abre horizontes, no el que empuja a
determinada dirección. El consejo debe dejar toda la
responsabilidad de la elección al sujeto interesado.

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II. DIVISIÓN DE LA LIBERTAD.


Aunque hay diversas opiniones a la hora de hacer una división de la libertad
nosotros seguiremos aquí una división en función de los fines propios de la
Ética.

a. División:

1. Libertad física (también llamada libertad de acción): Ausencia


de vínculos materiales (cadenas, cárcel, violencia, etc.) Desde
el punto de vista de la Ética es de menor importancia en
comparación con la libertad interna, que reside en la voluntad.
Una persona privada de la liberad externa no pierde la interna
ni le queda disminuida.

2. Libertad Psíquica (también llamada libre albedrío): Es, por


antonomasia, la libertad propia del hombre, su capacidad o
poder de autodeterminación: por ella se hace dueño de sus
actos, puede aumentar su capacidad de elección, en fin, es el
autocontrol que nos eleva por encima del determinismo
material o instintivo. A mayor libertad psíquica, mayor valor
humano de la persona, y además, mayor posibilidad de valor
moral, así como mayor posibilidad de deficiencia moral.

También podría llamarse libertad de querer porque,


efectivamente, es la voluntad la que, al decidirse y elegir,
quiere positivamente determinado objetivo, no importa que
materialmente no pueda actuar en pos de él.

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Es variable de persona a persona. Unos pueden decidir con


facilidad mientras que otros, en las mismas circunstancias, no
aciertan a decidirse.

3. Libertad legal: Es la ausencia de vínculos de conciencia. Es lo


opuesto a la obligación moral. Allí donde no hay una obligación
moral para una determinada acción, se dice que hay libertad
legal para la misma. Dicha libertad va disminuyendo no sólo
por medio de leyes morales, sino también por los
compromisos y las promesas. Por ejemplo: El casado no tiene
libertad legal para ser infiel a su esposa (aunque con su
libertad psíquica elija lo contrario); la persona que recibe un
préstamo y se compromete a regresarlo en un plazo de
tiempo, cumplido el plazo, ya no tiene libertad legal para
retener dicho dinero más tiempo; no tenemos libertad legal
para quitar la vida a otro, o para llegar tarde al trabajo, etc. La
libertad legal es más limitada que la psíquica.

4. Libertad moral: Es la adhesión personal a los valores morales,


de tal manera que permite una fácil elección por el recto
camino de la moralidad.

Se trata de un estado poco frecuente, propio de quien se


conduce fácil y espontáneamente por el camino correcto,
valioso, moral. Esta persona tiene una adhesión positiva hacia
los valores morales y hacia su realización. Se siente libre de
impedimentos (resentimientos, pasiones, fobias, odios) para
actuar, no sólo honestamente, sino por el mejor camino entre
los que puede elegir en cada situación. Sus obligaciones reales
no le pesan como algo que “tiene que hacer”, sino que las
ejecuta con verdadera facilidad y hasta con alegría. Es
verdaderamente libre en su interior.

b. Relaciones entre la libertad psíquica y la legal: Su íntima relación


queda expresada por el dicho popular: “puedo, pero no debo”, que
traducido en términos técnicos, diría así: “Tengo libertad psíquica
para hacerlo, pero no tengo libertad legal para lo mismo”. Esto tiene
algunas aplicaciones:

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1. La persona que no respeta los límites de su libertad legal y


hace uso total e indebido de su libertad psíquica, inclusive
pisoteando las leyes y obligaciones con los demás, cae en el
libertinaje (abuso de la libertad psíquica).

Se da el sofisma: “soy libre, luego puedo hacer lo que quiera”;


sería esta una actitud fanfarrona con la que se quiere justificar
una conducta moralmente mala. Efectivamente, es libre, pero
no puede hacer lo que quiera.

2. Esto también nos permite hacer una crítica al liberalismo


económico de los siglos XVIII y XIX. Según dicha doctrina, el
hombre en los negocios no debería estar sometido a ninguna
presión, ley o imposición proveniente del Estado o de
cualquier otra autoridad. Basta actuar conforme a las leyes de
la Economía (como la ley de la oferta y la demanda). “Dejar
hacer, dejar pasar” era su lema. Dicha doctrina ha sido, de
hecho y de derecho, un verdadero abuso de la libertad. No se
puede admitir que la libertad humana en los negocios sea
absoluta y conceda derechos para abusar de la impotencia de
los que no tienen con qué defenderse. La libertad psíquica de
los empresarios debe reconocer las limitaciones de su libertad
legal, y, por lo tanto, los derechos de los asalariados.

c. El incremento de la libertad interna. Mientras la libertad psíquica


puede incrementarse con el tiempo, con la edad (la voluntad de una
persona es más potente a medida que madura psíquicamente), la
libertad legal ordinariamente va disminuyendo a medida que la
persona va adquiriendo mayores deberes, obligaciones,
compromisos. Aplicaciones:
1. Esta situación paradójica puede resultar una experiencia
desagradable para el adolescente que sueña con “ser grande
para ser más libre”. Quizá aquí esté el origen de tantas
rebeldías contra todo lo que es ley, obligación, coartación de la
libertad, etc.

2. La persona que voluntariamente, de un modo autónomo, se


somete a sus propias obligaciones y compromisos, y utiliza su
libertad psíquica dentro de los límites de su libertad legal, va
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adquiriendo simultáneamente una más auténtica y valiosa


libertad, que es la ya mencionada libertad moral. Así la
persona actúa no por miedo al peso de la ley, sino por propia
convicción, por una verdadera autodeterminación que se goza
en la buena elección (ej. pudiendo engañar a otro, no lo hace).
La libertad moral se conquista por la actividad moral
constante, esforzada y aun sacrificada. Al final, la conducta con
valor moral ya no es pesada, sino alegre, ya no es coaccionada,
sino espontánea; entonces se es verdaderamente libre.

III. OBSTÁCULOS Y LIMITACIONES DE LA LIBERTAD.


La libertad humana no es absoluta. Existen una serie de obstáculos que
disminuyen y, a veces, hasta anulan el carácter de libre de un acto humano.
Su estudio ilumina la comprensión del hecho moral. En la medida en que
falta libertad, el acto humano pierde su calidad de humano y puede
convertirse en un simple acto del hombre que, por lo mismo, es amoral,
carente de valor moral. Es cierto que existe la libertad humana pero no
todos los actos ejecutados por el hombre son libres, ni, entre los libres,
todos tienen el mismo grado de libertad. Efectivamente, sólo unos cuantos
actos durante el día pueden llamarse verdaderamente libres. La mayoría es
producto del automatismo, y sólo en unas cuantas ocasiones hacemos una
auténtica elección.

La libertad del hombre no es ilimitada, pero debe vivirse y conquistarse


dentro de un nivel adecuado a la naturaleza humana: la del hombre que vive
en la materia y en el espíritu, que sabe aprovechar los automatismos
propios del cuerpo, y que rige con su inteligencia y su voluntad la dirección
que efectivamente quiere seguir. Y, a pesar de todo, siempre encontrará los
obstáculos a la libertad. Describámoslos:

a. La ignorancia: consiste en la ausencia de conocimientos. Ya vimos


como para elegir algo hay que conocerlo, de ahí que sea un obstáculo
a la libertad. Hay dos tipos:
1. Culpable o positiva: cuando no se sabe lo que se debería saber
(por ej. el médico que desconoce qué recetar ante un
diagnóstico determinado).

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2. No culpable o negativa: cuando no se sabe lo que no sería


necesario saber. Esta no es culpable (por ej. El ingeniero que
no sabe qué recetar a un enfermo).

b. El miedo: consiste en una perturbación emocional producida por la


amenaza de un peligro inminente. En casos extremos (pavor), puede
producir una ofuscación completa de las facultades superiores; lo que
se ejecute en estos momentos pierde el carácter de acto humano y el
sujeto no puede responder de ello. En otros casos, con previsión, es
obligatorio resistir los impulsos del miedo con un esfuerzo de la
voluntad, pudiendo llegar incluso al heroísmo (el soldado que
permanece en la trinchera). La valentía no consiste en no tener miedo
sino en saber controlarse a pesar de él.

c. Las pasiones: Son inclinaciones o tendencias de los apetitos sensibles


del hombre (el enamoramiento, el odio, la cólera, la tristeza, los
celos, etc.). En ciertas ocasiones arrastran por completo al hombre
perdiendo todo control sobre sí mismo (ej. en un momento de
cólera). Las leyes civiles ya tienen en cuenta ciertos atenuantes a la
hora de juzgar crímenes pasionales. Pero en la mayoría de los casos,
el sujeto, advertido de la fuerza de sus pasiones, debe estar
prevenido para controlarlas en el momento preciso.

Las pasiones, como elemento integrante de la naturaleza humana,


son buenas, al revés de lo que pudiéramos pensar. Lo único malo
sería la pasión desordenada, la que funciona en sentido contrario a lo
que manda la razón. Un hombre sin pasiones poco trecho puede
recorrer; un hombre con pasiones desordenadas está en o al borde
del vicio. Un hombre con pasiones ordenadas avanza con rapidez por
el camino adecuado a su propia naturaleza.

d. La violencia: Es una fuerza externa a la que no se puede resistir.


Según sea el grado de ella, puede debilitar la libertad del sujeto y
hacerlo irresponsable en lo que ejecute en esos momentos (por ej. la
cajera del banco que bajo amenaza entrega el dinero al ladrón no se
convierte en su cómplice) Normalmente suele venir acompañado de
otros obstáculos, como el miedo, las pasiones, etc.

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e. Las enfermedades psíquicas, como la neurosis. Una persona


neurótica debe ser tratada en calidad de enfermo. Su estudio, como
caso patológico, es objeto de la Psicología, pero desde el punto de
vista ético decimos que supone un debilitamiento de la libertad
psíquica.

IV. LAS PRUEBAS DE LA LIBERTAD:


¿Cuáles son las razones por las que afirmamos que el hombre es libre? En la
respuesta nos colocaremos en un nivel científico, es decir, en un
conocimiento por causas.

Para algunos esta realidad resultará tan evidente que no verán la necesidad
de plantearse el problema. Pero tenemos que hacerlo pues nos ayudará
para entender más adelante el estudio de los determinismos. No podemos
quedarnos en un nivel ingenuo de simple opinión, sino en el plano superior
del conocimiento científico.

Responder a dicha pregunta es sumamente importante, hasta el punto de


que “sin libertad, se acabaría la ciencia Ética”. No es posible hablar de
moralidad, responsabilidad, obligación, si no es sobre la base del libre
albedrío (libertad psíquica) como hecho innegable. Las pruebas o
demostraciones del libre albedrío, que es la libertad por antonomasia, se
pueden explicar según tres grupos:

a. Pruebas de tipo psicológico:


1. Cada persona tiene conciencia de su libre albedrío. En
cualquier momento puede verificar experimentalmente que en
realidad posee, de un modo cierto y efectivo, la capacidad para
dirigirse hacia una dirección o hacia otra, y que de hecho
escoge una de ellas por propia determinación. Este hecho es
innegable, y contra los hechos no hay teorías que valgan.

2. Además, ¿sería posible que se experimentaran obstáculos y


limitaciones al libre albedrío, si éste en realidad no existiera?
Una persona, como actitud normal en la vida, experimenta un
cierto poder de elección, pero, bajo la influencia del miedo, o
de la cólera, o del odio, etc. experimenta que este poder está
limitado, dominado, determinado por fuerzas que en ese

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momento son invencibles. Pues bien, esta diferencia, ese


poder, que es innegable, constatable, que no es producto de
ninguna teoría abstracta, es justamente lo que se llama libre
albedrío.

b. Pruebas de tipo moral:


1. La existencia de leyes morales y civiles presupone, como un
hecho cierto, el hecho de la libertad. Si el hombre estuviera
determinado por leyes físicas, psicológicas y sociológicas,
quedaría sin explicación la existencia de las leyes morales.

¿Qué objeto tendrían estas últimas si el hombre efectivamente


estuviera determinado por las primeras? Sería absurdo dictar
ese tipo de leyes, si el hombre no fuera libre. Por esta misma
razón es por lo que juzgamos y condenamos con criterio muy
distinto la conducta de un niño y la de un adulto. El primero no
es capaz de elegir, es todavía irresponsable ante sus actos; no
así el adulto. En resumen: el hombre está sometido a un cierto
determinismo regido por leyes físicas, psicológicas y
sociológicas; pero, con todo y eso, mantiene, por encima de
ese nivel, un cierto aspecto de su personalidad que se mueve
libremente respecto de las leyes morales.

2. El hecho de las promesas y los compromisos presupone el


hecho de la libertad. ¿Qué objeto tendrían los contratos, los
pagarés, los compromisos de boda, si el hombre efectivamente
no fuera libre para cumplirlos? Un hombre, ordinariamente,
sólo puede prometer algo cuando se siente capaz de realizarlo
y, además, existe la posibilidad de que no lo realice. En ciertos
casos, una persona promete algo, pero llegado el momento,
no puede cumplirlo. Esto puede deberse a varias razones, o
bien, efectivamente a esa persona le falta libertad, no tiene la
voluntad suficiente para realizar lo prometido (caso de los
viciosos y de enfermos mentales), o bien, en la mayoría de los
casos, se debe a la defectuosa educación de la libertad del
individuo, que elude la responsabilidad contraída.

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c. Prueba de tipo metafísico: La voluntad está hecha para el bien. Su


objeto es el bien. Si la voluntad encontrara un bien absoluto,
quedaría definitivamente determinada o inclinada a él. Pero, en la
vida ordinaria, la voluntad del hombre no se encuentra con el bien
absoluto, sino con una serie de bienes particulares, que son relativos
y limitados. Lo que sucede ante ellos es que la voluntad queda
inclinada hacia dichos bienes; pero no queda “determinada” (o
inclinada definitivamente) por ninguno de ellos en particular. Eso que
falta a los bienes particulares para determinar definitivamente a la
voluntad lo pone ella misma, y así es como se autodetermina hacia
alguno de ellos.

La demostración metafísica de la libertad es de capital importancia


para la Ética. A partir de ella se empieza a vislumbrar que los bienes
de este mundo no son suficientemente poderosos para determinar la
voluntad espiritual del hombre. Es el espíritu humano (razón y
voluntad) el que se autodetermina, está por encima de esos bienes y
los elige. Análogamente no son los bienes de este mundo los que dan
categoría moral a una elección, sino que es el mismo espíritu, por su
subordinación y participación de un Ideal Absoluto, el que otorga
valor moral a un acto humano.

V. LAS TEORÍAS DETERMINISTAS.


Siendo la libertad una característica que le da a la naturaleza humana tan
elevado rango, ha sido, sin embargo, negada por insignes pensadores como
Leibniz, Spinoza, Freud y Calvino, por lo menos tal como es entendida
normalmente y tal como la hemos descrito anteriormente.

Por supuesto que no pueden negar los hechos. Pero, en todo caso – dicen -,
la interpretación de estos hechos ha sido una ilusión producida por la
ignorancia acerca de las verdaderas causas que nos mueven en lo que
ingenuamente creemos que es nuestra determinación absoluta y autónoma.
El libre albedrío - dicen- no es sino el resultado de nuestra suficiencia; pero,
al fin y al cabo, es una creencia ingenua e ilusoria.

Tales doctrinas reciben el nombre de “determinismo”, pues su tesis central


es la de que el hombre ya está fijado o “determinado” en cierta dirección
por diferentes causas que desconocemos en el momento mismo, y que, por

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lo tanto, su decisión libre sólo de nombre lo sigue siendo. Explicaremos a


continuación las teorías más representativas:

a. El determinismo de Freud: Leyendo sus obras encontramos algunas


contradicciones. Por ejemplo, cuando explica el psicoanálisis afirma el
libre albedrío, diciendo que una de sus funciones es la de dar mayor
libertad y responsabilidad al enfermo (Freud, obras completas, tomo
II, Biblioteca Nueva, Madrid 1948, págs. 28, 144 y 283). En cambio, lo
niega expresamente en un discurso ante una Sociedad de Médicos,
diciendo que el libre albedrío es una ilusión (Ibídem, pág. 78).

Esta afirmación se explica porque, en efecto, Freud le da mucha


importancia a la acción de fuerzas inconscientes dentro de la
personalidad. En realidad, no conociéndose esas fuerzas y
motivaciones en el momento mismo de la elección, el sujeto cae en la
ilusoria creencia de que es él mismo quien se ha determinado
libremente.

Los freudianos posteriores han querido comprobar esta teoría con


experimentos de hipnotismo. Efectivamente, el sujeto hipnotizado al
que se le indica que inmediatamente después de despertar salga de
la sala, lo hace, y cuando se le pregunta si lo hizo libremente,
responde que sí.

Refutación:
Siguiendo esta misma línea de experimentos, se da el caso de un
sujeto hipnotizado al que se le indica que al despertar dé una
bofetada a su amigo; al despertar, se dirige a su lugar, y después de
vacilar en sus movimientos, termina sentándose. Enseguida se le
pregunta por qué se notaba vacilante, y responde que sintió un
impulso para abofetear a su compañero; pero, no teniendo motivos,
resistió a dicho impulso, y se sentó.

Efectivamente, hay fuerzas inconscientes, pero no son las únicas que


componen al hombre. El libre albedrío existe, lo cual no niega la
existencia de ciertas fuerzas inconscientes en cada persona. Para
afirmar la libertad no es necesario negar el inconsciente, y para
afirmar el inconsciente, no es necesario negar la libertad.

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Con esto podemos llegar a un conocimiento más preciso de la


naturaleza del libre albedrío. Se trata de una cualidad que reside en la
voluntad; se ejerce de un modo consciente y racional; es un
autocontrol que, por lo mismo, supone algo que controlar; y, en este
caso, hemos palpado esas fuerzas inconscientes que son objeto de
control en el momento en que afloran a la conciencia. En muchas
ocasiones, el sujeto estará de acuerdo en seguir esas fuerzas; en otras
ocasiones se determinará en contra de ellas; habrá situaciones de
lucha, y, por último, se dan casos en los cuales el inconsciente es un
puro conflicto que domina la vida consciente de la persona; tal es el
caso del neurótico, caso patológico, anormal, y por lo tanto, inútil
para concluir acerca de la naturaleza de todos los hombres.

Aplicación práctica:
La libertad es susceptible de educación e incremento, como hemos
visto. El educador tendrá que tener en cuenta las fuerzas
inconscientes para poder armonizarlas en concordancia con la razón.

b. Determinismos biológico, sociológico y físico: Según dicen, existen


fuerzas sociológicas (costumbres de la sociedad), biológicas (instintos)
y físicas (ley de la conservación de la energía por ejemplo), que rigen
y determinan la conducta del hombre.

Refutación:
Por supuesto que el hombre está inmerso dentro de leyes de este
tipo, pero por encima de ellas, están las facultades racionales que
controlan y determinan una dirección a la conducta humana. El libre
albedrío coexiste con otros tipos de fuerzas que bullen en el hombre.
Y la función de la libertad no es otra, sino la de darle un sentido
correcto y armónico a todas esas fuerzas humanas. El libre albedrío es
la acción del marinero que aprovecha con sus velas todas las fuerzas y
direcciones del viento.

c. Determinismo teológico.
Se plantea de dos maneras:
1. El hombre no es libre porque Dios ya conoce todos los hechos,
sean pasados, presentes o futuros. Una vez que conoce todo el
futuro, éste queda determinado, fijado, y, por lo tanto, no da
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lugar a elecciones libres por parte del hombre. La presciencia


divina destruye la libertad humana.

Refutación:
Toda esta argumentación está basada en un sofisma: Creer
que el conocimiento de algo le quita libertad a ese algo. De ahí
que el conocimiento del futuro le quita libertad al futuro. Pero,
en realidad, el conocimiento es una facultad que deja
inmutable al objeto conocido; o, dicho de otra manera: si
alguien conoce un hecho, no por eso cambia la naturaleza de
ese hecho. Hasta la inteligencia humana, con todas sus
deficiencias, es capaz de prever un poco el futuro y predecir en
casos concretos lo que va a suceder; y todo esto, sin quitarle
libertad a tales acontecimientos.

2. Dios no sólo conoce el futuro, sino que, además, debido a que


es omnisciente, actúa sobre el hombre en cada momento.

Refutación:
Efectivamente, Dios es causa primera de todas las acciones
ejecutadas por el hombre. Pero eso no quita la acción de las
causas segundas, entre las cuales se encuentra de un modo
especial el libre albedrío. Coexisten pues todas ellas, y cada
una tiene su correspondiente función dentro de la naturaleza
de cada ser. El papel de las causas segundas o instrumentales
es fundamental.

De todas maneras, hay que reconocer que estos hechos


relacionados con Dios no quedan suficientemente claros para
la inteligencia humana. Siempre queda un margen de
oscuridad y misterio inaccesible al poder intelectual del
hombre. Pero esta oscuridad no nos debería hacer renegar de
la evidencia de dos hechos racionalmente demostrables, a
saber: la existencia de Dios y la libertad del hombre. Lo lógico,
una vez constatada la dificultad al relacionar estas dos
verdades, no es negarlas, sino en todo caso, aceptar la
limitación de la inteligencia humana.

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