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Espacios del Saber


Últimos titullo. publicados
MartinJay
Director de colección: Clhristian Kupchlk

41. M. Hardt, Gil/es Deleuze. Un aprendizaje filosófico


42. S. Ziiek, Violencia en acto. Conferencias en Buenos Aires
43. M. Plotkin y F. Neiburg (comps.), Intelectuales y expertos. La constitución del
conocimiento sodal en la Argentina
44. P. Ricoeur, Sobre la traducción
45. E. Grüner, La cosa política o el acecho de lo Real
Cantos de experiencia
46. S. ZiZek, El títere y el enano
47. E. Carrió y D. Maffía, Búsquedas de sentidn pIPa una nueva política
48. P. Furbank, Un placer inconfesable
49. D. Wechsler y Y. Aznar (comps.), La memoria compartida. España y la Ar-
gentina en la co'llS"t'rocción de un imaginario cultural Variaciones modernas
50. G. García, El psicoanálisis y los debates culturales
~l. A. Giunta y L. Malosetti Costa, Arte y posguerra. Jorge Romero Bresty la re- sobre un tema universal
vista "Ver y Estimar"
52. L. Arfuch (comp.), Pensar este tiempo
53. A. Negri y G. Coceo, GlobAL
54. H. Bhabha y]. T. Mitchell (comps.), Edward Said: Continuando la conver-
sación
55. ]. Copjec, El sexo y In eutanasia de la razón
56. W. BongersyT. Olbrich (comps.), Literatura, cultura, enfermedad
57. J, Bucler, Vida precaria
58 .. O. Mongin, La condición urbana
59. M. Carman, Las trampas de la cultura
60. E. Morin, Breve historia de la barbarie en Occidente
61. E. Giannetti, ¿Vicios privados, beneficios públicosl
62. T Todorov, Introducción a la literatura fantástica
63. P. Engel y R. Rorty, ¿Para qué sirve la verdad?
64. D. Scavino, La filosofia actual
65. M. Franco y R Levín (comps.), Historia reciente
66. E. Wizisla, Benjamin y Brecht, Historia de una amistad
67. G. Giorgi y F. Rodríguez (comps.), Ensayos sobre biopolítica
69. D. R. Dufour, El arte de reducir cabezas
70. M. MeIlino, La critica poscolonial _
71. E. Diapola y N. Yabkowski, En tu ardor y en tu frío
72. J. Burler y G. Spivak, ¿Quién le canta al estado-nación?
73. G. Vattimo, Ecce comu
74. J. Kristeva, Esa increí'ble necesidad de creer
PAIDÓS
Buenos Aires - Barcelona - México
75. M. Jay, Cantos de experiencia
Título original: Songs ofExperience. ModenzAmericr!l1 and European Variations
a Universal Theme
071
© 2005, 2006 The Regents of the University of California
Publicado por acuerdo con University of California Press

Jay, Martin
Cantos de experiencia: variaciones modernas sobre un tema
universal- la ed. - Buenos Aires: Paidós, 2009.
496 p. ; 23x15 cm. (Espacios del Saber; 74)

Traducido por: Gabriela Ventureira


ISBN 978-950-12-6575-0

1. Filosofía. 1. Ventureira, Gabriela, trad. n. Título


CDD 190

Cubierta de Gustavo Macri

Traducción de Gabrieh Ventureira

1" edición, 2009

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de


los titulares del {OPJ'rigbt, bajo las sanciones establecidas en las
leyes, la reproducción parcial o tata! de esta obra por cualquier
medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el trata-
miento informático.

© 2009 de todas las ediciones en castellano


Editorial Paidós SAlCP
Defensa 599, Buenos Aires
e-mail: difusion@areapaidos.com.ar
www.paidosargentina.com.ar

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723


Impreso en la Argentina. Printed in Argentina

Impreso en Primera Clase, California 1231,


Ciudad de Buenos Aires, en junio de 2009

Tirada: 2.000 ejemplares

ISB~: 978-950-12-6575-0
.-
lndice

Agradecimientos ...................................................................... ::.:.. 11


Introducción .................................................................................. 15

1. El juicio de la "experiencia". De los griegos a Montaigne


yBacon..................................................................................... 25

2. Experiencia y epistemología. La disputa entre el empirismo


y el idealismo............................................................................ 61

3. La apelación a la experiencia religiosa. Schleiermacher,]ames,


Otto y Buber .................................... :....................................... 103

4. El retorno al cuerpo mediante la experiencia estética. De Kant


a Dewey .................................................................................... 163

5. Política y experiencia. Burke, Oakeshott


y los marxistas ingleses............................................................. 207

6. Historia y experiencia. Dilthey, Collingwood, Scott


y Ankersmit .............................................................................. 259

7. El culto de la experiencia en el pragmatismo norteamericano.


James, DeweyyRorty .... :......................................................... 309

8. El lamento por la crisis de la experiencia. Benjamin


y Adorno................................................................................... 365

n
-
MartinJay

9. La reconstitución postestructuralista de la experiencia.


Bataille, BarhesyFoucault.. ..................................................... 419

Conclusión ......... ....... ..... .... ........ ......... .................. ..... ........... ... ...... 463

Índice analítico .............................................................................. 473


10 El juicio de la ~~experiencia yy

De los griegos a Montaigne y Bacon

"De todas las palabras del vocabulario filosófico, 'experiencia' es,


sin lugar a dudas, la más difícil de manejar", advierte Michael Oakes-
hott; "y debe ser la ambición de todo escritor lo bastante temerario
como para usar el término escapar a las ambigüedades que contiene".1
Tal ambición, sin embargo, suele ser más típica de los filósofos, ansio-
sos por inmovilizar el juego del lenguaje y arribar a conclusiones firmes
acerca de aquello que pretende representar, que de los estudiosos de la
historia intelectual, interesados en las ambigüedades mismas. Los pri-
meros suelen emplear uno de dos métodos para reducir o eliminar la
incertidumbre polisémica: o bien privilegian un significado y relegan
los otros a los márgenes (Oakeshott mismo sigue este modelo, dado
que declara explícitamente que "comenzaré, entonces, por indicar lo
que a mi juicio denota"),2 o bien buscan un fundamento de autentici-
dad en el significado hipotéticamente "original" de la palabra.
Tales intentos de "manejar" un vocablo, según la reveladora metá-
fora de Oakeshott, son especialmente peligrosos cuando se trata de
"experiencia", pues imponen una rígida y atemporal singularidad a
aquello que, precisamente, ha tenido una evolución variada y cam-
biante, y que podríamos denominar, de manera provisoria, una -expe-
riencia semántica. Si bien se admiten ciertos límites a la infinita flexi-
bilidad de cualquier término, sería insensato decidir de antemano que
ciertos significados son correctos y otros no lo son. La noción witt-
gensteiniana del significado como uso y la tolerancia de la deconstruc-
ción a la catacresis nos enseñan que, cuando una palabra ha tenido una
historia tan larga y compleja como el término "experiencia", no es
posible hacer justicia a sus avatares mediante un prematuro cierre
semántico.
Martil1Jay El juicio de la "experiencia"

Desde el punto de vista etimológico no es necesario, por cierto, Otra palabra griega, pathos, suele incluirse entre los antecedentes
estar siempre al servicio de inmovilizar la ambigüedad lingüística. del concepto moderno, aun cuando el vínculo etimológico esté ausen-
Como lo ha advertido Derek Attridge, hasta las cuestionables tentati- te. Básicamente, pathos significa "algo que sucede" en el sentido de lo
vas de localizar el origen de una palabra -por ejemplo, las llamadas que uno sufre o soporta. Cuando "e~periencia" adquiere el sentido de
etimologías etnológicas- nos permiten tomar conciencia de la rique- "experimento", sus dimensiones prácticas se activan, pero cuando se
za de la historia denotativa y connotativa de un término: "depende de vincula al pathos ::::es decir, ,~l_h,e_~h<?,,_c!~_q~<:Jaexperiel1cia puede. sobre-
la manera en que las palabras que encontramos frecuentemente y tra- venimos sin buscarla o desearlq-: se destaca su dimensión paSIva. En
tamos como unidades completas, sólidas y simples (que representan esteC;~~ia paciend~ pu~de'convertirse en una virtud y la espera de un
conceptos sólidos, simples), pueden descomponerse en sus partes encuentro que uno no puede forzar se considera una fuente de expe-
constitutivas, fusionarse unas con otras y mostrar que están divididas nenCIa.
y carecen de autoidentidad, sin límites claros y sin un centro eviden- Los equivalentes de "experiencia" en alemán merecen especial aten-
, te".3 No pretendemos, sin embargo, re capturar el verdadero origen ción y, de hecho, han tenido una amplia repercusión en la bibliografía
general sobre el tema fuera de Alemania. Erlebnis y E1fabrung se tradu-
lingüístico de una palabra -después de todo, el griego, el hebreo y el
cen en inglés por la misma palabra, pero han llegado a implicar dife-
latín, los protolenguajes favoritos de buena parte de la indagación eti-
rentes nociones de la experiencia. En los escritos de varios teóricos
mológica, proceden de lenguas incluso anteriores-, pero será útil
proclives a explotar la distinción, tales como Wilhelm Dilthey, Martin
echar una ojeada a la evidencia de los significados sedimentados que
Buber y Walter Benjamin, a menudo se contrasta odiosamente una con
invocaron muchos cantantes de los "cantos de experiencia".4
otra (aunque, como veremos, no siempre con la misma definición o
La palabra inglesa experience deriva directamente del latín expe1'ien-
evaluación). Erlebnis contiene la raíz de la palabra Leben (vida) ya veces
tia, que denota "juicio, prueba o experimento". La francesa expérience y
se traduce como experiencia vivida ["vivencia" en castellano]. Aunque
la italiana esperienza pueden significar también un experimento científi- erleben es un verbo transitivo e indica la experiencia de algo, Er!ebnis
co (cuando se las usa en la forma indefinida). En la medida en que suele implicar liñ'a'unidad piimitiva, previa a cualquier diferenciación u
"probar" (expe7'eri) contiene la misma raíz que periculzmz (peligro), hay objetivación. Normalmente localizada en el "mundo cotidiano" (el
asimismo una asociación encubierta entre experiencia y peligro, la cual Lebenswelt) del lugar común y de las prácticas no teorizadas, puede
indica que la primera proviene de haber sobrevivido a los riesgos y de sugerir, asimismo, una intensa y vital ruptura en la trama de la rutina
haber aprendido algo del encuentro con dichos peligros (ex significa cotidiana. Pese a que Leben indica también la totalidad de una vida,
"salida de"). Quizá por esta razón puede connotar también una munda- Erlebnis generalmente connota una variante de la experiencia más
nidad que ha dejado atrás la inocencia al enfrentar y superar los peli- inmediata, prerreflexiva y personal que Eifahrung.
gros y desafíos que la vida suele presentar. Esta última se asocia a veces con las impresiones sensoriales produ-
El antecedente griego del latín es e771peiria, que también sirve como cidas por el mundo exterior, o con juicios cognitivos acerca de ellas
raíz de la palabra inglesa empírica!. Una de las escuelas griegas de medi- (especialmente en la tradición asociada a Immanuel Kant). Pero tam-
cina, basada en la observación más que en la autoridad o la teoría, se bién ha llegado a significar unal1,oción de experiencia temporalmente
denominó los Bmpiríki, en oposición a las facciones rivales conocidas !J..1~samplia, basada en un proceso de aprendizaje, e~l~ integración de
como los Dogmati/á y los Methodi/á. Aquí ya es evidente el vínculo momentos disCretos de la experiencia en un todo narrativo o en una
esencial entre la experiencia y la sensación cmda, no reflexiva, o la aventura. Esta última visión, llamada en ocasiones una noción dialécti-
observación no mediada (contrapuestas a la razón, la teoría o la especu- ca de la experiencia, connota un movimiento prog;eslvo, no siempre
lación). También es evidente la asociación entre la experiencia y el tra- sin asperezas, a lo largo del tiempo, implicado por el Pahrt (viaje) inser-
tamiento de asuntos específicos, particulares, m,ls que de asuntos gene- to en Eifahrung, y por la conexión con la palabra "peligro" (Gefabr).
rales, universales. De ahí proviene la creencia, manifiesta en ciertos En cuanto tal, activa el vínculo entre la memoria y la experiencia, un
usos, de que las experiencias son personales e incomunicables antes que vínculo que subyace a la creencia de que la experiencia acumulativa es
colectivas e intercambiables. capaz de producir un tipo de sabiduría que solamente se alcanza al final

26
MartinJay El juicio de la "experiencia"

del viaje. Si bien no siempre es el caso, Erlebnis a menudo indica la con- pureza de la forma por sobre el desorden y la incertidumbre de la vida
dición inefable del individuo, mientras que Erfahrung puede tener un cotidiana.
carácter más público, colectivo. No obstante, veremos variantes de Quizá la figura más influyente en este aspec,tofue el filósofo nor-
cada una de ellas utilizadas en sentido opuesto. teamericano]ohn Dewey, cuyo propósito era fundamentar su alterna-
Si las pruebas etimológicas indican algo, es que "experiencia" es un tiva pragmatista"'-;f~~cionalismo idealista en un renovado respeto por
término repleto de significados sedimentados, pasibles de actualizarse la experiencia. 8 De acuerdo con Dewey, la denigración clásica de la
para servir a diversos propósitos y de yuxtaponerse a una gama de antó- experiencia prevaleció hasta el siglo XVII, y se basó en el desdén por
nimos putativos. Tal como el caso alemán lo demuestra, es posible las imperfecciones de la mera opinión, en oposición a las certezas de
tener dos versiones antagónicas de lo que en inglés es un solo término. la ciencia. Platón desconfiaba de la experiencia, más dependiente de la
Ello permite tanto el lamento (que encontramos en la Introducción) de costumbre y del h;Íhlt~ que de las explicaciones rá¿io;'ales .de las cosas,
que "la experiencia" (en uno de los sentidos de Erfahrung) ya no es y la consideraba un obstáculo para alcanzar el verdadero conocimiento.
posible, como la afirmación, aparentemente contradictoria, de qlle y le disgu"staba, no porque fuera "subjetiva", una acusación esgrimida
ahora vivimos en una auténtica "sociedad de la experiencia" (Erlebnisge- más tarde por los defensores de una ciencia supuestamente "objetiva",
se¡¡schaft). 5 Permite apelar a la experiencia como si se tratara de una sino porque se ocupaba de asuntos relativos al azar y a la contingencia.
cosa del pasado, ya la par "anhelarla" como si fuera algo para gozar en Para Platón y la tradición a la que dio origen, afirmaba DeweyTla expe-
el futuro. Y hace posible establecer una distinción entre el sustantivo rielÍchi siguificó "la esclavitud al pasado, a la costumbre. La experiencla
"experiencia", como algo que uno "tiene" o "de lo que p.no ~prende",y era casi el equivalente de los hábitos establecidos, configurados no por
el verbo "experimentar" o elp~(?c_~~O de "experime~ta:(', que sugj.ere l~ la razón o bajo un control inteligente, sino por la repetición y por un
que uno está "haciendo'~ o '.'sintiendo" ahora. 6 Dado que se refiere método empírico caracterizado por su ceguera".9 En el extremo opues-
tanto a lo que se está experimentando cuanto al proceso subjetivo de to del espectro se hallaban las verdades necesarias y eternamente váli-
operar"
e;Cl!~-tim~~~~~il.o, la palabra suele como un "término paraguas" das de la matemática, se derivasen o no de la experiencia de un sujeto
para superar la escisión epistemológica entre sujeto y objeto. Los prag- falible.
matistas norteamericanos eran especialmente proclives a usarlo de esta Aunque J\r.~stó.teles atenuó la hostilidad de su predecesor hacia la
manera. Si sumamos a ello los adjetivos que frecuel1temente acompa- empeiria y rechazó la fe en la racionalidad intuitiva yen la demostra-
ñaban a la palabra, tales como "~~iqa"1 "il!terior".Y "genuina", es fácil ción deductiva; vio un progreso en el hecho de pasar, mediante percep-
comprender por qué el término ha tenido uIla historia tan llamativa y ciófiés organizadas, de las meras impresiones sensoriales, impulsadas en
continúa fascinando nuestra imaginación. gran medida por el apetito, a una forma más racional de cognición sus-
Esa historia,· conviene señalar de inmediato, no siempre consistió en tentada en una ciencia carente de pasión, la cual debía trascender la
una celebración ininterrumpida. De hecho, en el pensamiento clásico contingencia de los eventos individuales y ser universalmente verdade-
se argumenta con frecuencia que los que ahora reconocemos como los ra. 10 Si, como sostenía Dewey, la experiencia había ocupado un lugar
antecedentes del término desempeñaron un papel no solo modesto en la filosofía clásica, era en las actividades no contemplativas subsumi-
sino incluso negativo. Según]ohn Deely, "durante el penado griego, la das bajo la categoría de "práctica". Mientras que 1!1.teoría, tal como lo
noción existente no iba mucho más allá de la simple empeiria, que apa- indica la etimología de la palabra, se apoyaba en una vi~ión desinteresa-
rece, por ejemplo, en la Metafísica y en la Ética de Aristóteles como una da, espectatorial del mundo, se estimaba que la práctica no mantenía la
suerte de semilla semántica de cuyo desarrollo se encargarán sus 'debida distancia con respecto al mundo en el cual estaba inmersa como
comentaristas. Tal vez siguiendo el ejemplo, en el período latino la para producir un conocimiento confiable. Resumiendo su argumento,
noción de experiencia se refería exclusivamente a la acción de la cosa Dewey especificó lo que la filosofía griega consideraba como los tres
sensible: convertirse ella misma en objeto por medio de su acción sobre defectos de la experiencia:
el órgano sensorial".7 El descuido o aun el desprecio de la experiencia
en el pensamiento clásico a menudo se relacionaba con el sesgo jerár-
quico de la tradición racionalista, que eleva las ideas, el intelecto y la

2í1 ?o
MartinJay El juicio de la "experiencia"

Existe un contraste entre el conocimiento emprnco (estrictamente En segundo lugar, se ha señalado que la evidencia literaria revela
hablando, la creencia y la opinión más que el conocimiento) y la ciencia. una considerable desconfianza popular respecto de la sabiduría del
Existe un contraste entre la naturaleza restringida y dependiente de la prác- hombre puramente "teórico". Pese al intento de Platón de expulsarlo
tica y el carácter libre del pensamiento racional. Y existe una base metafísi- del Estado, el legado de la épica de Homero -¿alguna vez hubo una
ca para estos dos defectos de la experiencia: el hecho de que los sentidos y descripción tan vívida del peligroso viaje (Fahrt) que constituye la
la acción corporales están confinados al reino de los fenómenos, en tanto experiencia (Eifahrung) corno la de la Odisea?- nunca fue totalmente
que la razón, en su naturaleza intrínseca, se relaciona con la realidad últi-l!'.
olvidado. En las obras de Eurípides y Aristófanes, la~iÓ.l1~deUci"e?:~
ma. Este triple contraste implica, por consiguiente, un menosprecio meta-'
lismQantiempírico identifica<:l0 por pewey con el pensamiento griego
físico por la experiencia, un menosprecio epistemológico y, combinando
estos dos aspectos y dándoles su contenido humano, un menosprecio
tOZlt court fue' so~etido a una sátira demoledora.]5 El famoso rechazo de
moral: la diferencia de valor entre la actividad circunscripta al cuerpo y a Platón por la representación teatral era producto, en parte, de la resis-
las cosas físicas -que tiene su origen en la satisfacción de una necesidad y tencia mostrada en el escenario a celebrar la especulación racional.
sirve a fines utilitarios y temporales- y la actividad que conduce a los valo- En tercer lugar, se ha argumentado que, independientemente del
res ideales y eternos.]] privilegio conferido a la vita contemplativa por la tradición filosófica
hegemónica, el ciudadano griego, en la vida cotidiana de la democráti-
Si bien concedió que los griegos tenían razón al desconfiar de la ca polis, valoraba la vita activa.]6 En directa oposición con la república
experiencia tal corno la conocían -es decir, antes del advenimiento de autoritaria de Platón, gobernada por reyes-filósofos, la Atenas de Peri-
los métodos experimentales, capaces de verificar intersubjetivamente lo cles fue la sede de una práctica política donde los hechos y las palabras
que se había experimentado-, Dewey afirmó que los griegos se equivo- eran más importantes que las ideas puras. La vida política fue, en sí
caban al enfrentar la razón con la experiencia como si se tratara de una misma, similar al teatro en cuanto a su afirmación performativa del
oposición eterna e infranqueable. Su fetiche de universalidad, necesi- heroísmo desplegada ante un público receptivo, un público capaz de
dad y abstracción significaba que los filósofos clásicos no habían com- convertir los hechos en narrativas que compartirían las generaciones
prendido el valor de la actividad práctica, aunque falible, en el mundo, futuras. El valor atribuido por los griegos a la phronesis (o sabiduría
una actividad que Dewey se dispuso a rescatar. práctica) también significaba que la pura especulación no era el único
Si el estudio de Dewey acerca de la experiencia fue o no fructífero, modo válido de conocimiento. Según lo ha notado un reciente comen-
es un tema del que nos ocuparemos en otro capítulo. La validez de su tador, la phronesis combinaba "la generalidad de la reflexión sustentada
caracterización de los griegos ha sido cuestionada por varios comenta- en principios con la particularidad de la percepción en una situación
dores, quienes han formulado cuatro objeciones principales: en primer determinada. Se distingue del conocimiento teórico por cuanto se
lugar, se ha demostrado que l~-ciencia griega, especialmente en los ocupa no de algo universal y eternamente igual, sino de algo particular
campos de la medicina, la óptica y la acústica, no era tan apriorística ni, y cambiante. Y necesita tanto de la experiencia como del conocimien-
a priori, tan hostil a la observación empírica e incluso a la experimenta- to".]7
ción basada en el cálculo como suponía Dewey.]2 Filtrada a través de Por último, a partir de la época de Dewey comenzó a valorarse el
las descripciones posteriores de críticos tales como los escépticos y los papel desempeñado por la experiencia dentro de la filosofía griega.
primeros cristianos, la ciencia griega fue erróneamente considerada Esto implicaba reconocer, al menos parcialmente, que "desde un punto
como asentada en dudosos experimentos mentales y en deducciones de vista filosófico, la idea de experiencia se remonta al pensamiento
silogísticas, antes que en los resultados de la empeiria basados en los griego, especialmente al de Aristóteles" .]8 Si bien en las reflexiones
sentidos. El mismo prejuicio dio origen a las int1uyentes observaciones finales del libro sexto de la Ética nicomaquea el filósofo denigra la phro-
de Francis Bacon sobre el terna, motivadas en parte por su hostilidad nesis a favor de la teoría, en otra parte señala que "las aseveraciones y
hacia los efectos aún poderosos del escolasticismo aristotélico.!3 Pero la las opiniones no fundamentadas de las personas mayores, sagaces y ex-
investigación más reciente, junto con la disolución de la rígida distin- perimentadas merecen tanta atención corno las aseveraciones que se
ción establecida entre teoría y observación empírica, ha demostrado sustentan en pruebas, pues dichas personas aprehenden los principios a
cuán problemáticas son realmente esas generalizaciones rápidas. través de la experiencia".]9 En las breves pero s~minales discusiones

21
30
MartinJay El juicio de la "experiencia"

sobre la dependencia científica de la empeiria en la Metafísica y los XVII a través de la Escuela de Cambridge (sobre todo por Henry
Sef5Undos Analíticos, Aristóteles reconoce sus lazos con la memoria y la More, Benjamin Whichcote y Ralph Cudworth) ayudó a generar el
particularidad,2o aun cuando Aristóteles mismo fue en definitiva inca- discurso de la experiencia estética lanzado por Shaftesbury.25 Friedrich
paz de romper enteramente con lo que se llamó la tendencia "aristocrá- Schleiermacher, el principal defensor de la experiencia religiosa, tam-
tica" a los universales y a la lógica demostrativa heredada de Platón. bién estaba en deuda con Platón, cuyos Diálogos (excepto tres) había
En otros filósofos antiguos, especialmente en los cínicos y en los traducido al alemán. 26
sofistas, encontramos una apreciación menos equívoca de la significa- Pese a estas salvedades, resulta difícil negar que hay algo de verdad
ción de la experiencia. En Diógenes, la restitución transgresora del en la caracterización de Dewey del papel relativaménte modesto de-
cuerpo con todas sus sórdidas necesidades e irreparables imperfeccio- sempeñado por la experiencia -al margen de cómo se la defina- en el
nes contra la celebración idealista de la mente racional -su inversión pensamiento clásico hegemónico. Después de todo, la retórica sofista
crudamente materialista de la tradicional jerarquía de valores- implica- no logró imponerse a la lógica demostrativa, y los cínicos como Dióge-
ba una apertura a todo cuanto pudieran enseñar las experiencias sen- nes continuaron siendo marglD'ales con muy poca influencia hasta que
suales específicas. 21 Su famosa Ilnterna se dirigió a las escenas munda- se los convirtió en héroes burgueses en el siglo XVIII.27 El legado de
nas con las que tropezaba en su viaje de descubrimiento, no a las Platón y Aristóteles, combinado con elementos no griegos con diversos
formas eternas que resplandecían en el firmamento platónico. grados de coherencia y frecuentemente de un modo ecléctic0,dominó
Asimismo, la insistencia de los sofistas en el hombre, más que en las la filosofía medieval. Como resultado de ello, los efimeros sucesos de la
formas platónicas, como el centro de la indagación filosófica indicaba vida cotidiana fueron confinados a los márgenes en la búsqueda de ver-
cuanto
q?-e ~,~a pr~ciso ~01?_ar en serio ~a experiencia seJ.?sorial en ;ehí- dades universales. Aunque los escritores medievales solían invocar la
cufo de conocimiento. De acuerdo con Protágoras, "el hombre es el fórmula aristotélica "nihil in intellectu quod non prius in sensu" (no
amo de todas las experiencias en lo tocanteali·'fériom"enalidad' de ló hay nada en el intelecto que no haya pasado antes por los sentidos),28
qiíé~s~eal y ~ !a"'llo-fenomella!.idad'· delo que nó eSJeal".22 Aunque no tardaron en desplazarse hacia las verdades supremas de la razón ins-
Gorgias concluyó que la experiencia, desgarrada por contradicciones, pirada por lo divino. En lugar de la evidencia de los sentidos o de la
jamás podría reconciliarse con la razón, otros sofistas, tales como Aflti- experimentación controlada, la doctrina de la Iglesia y la autoridad~de
fante, prefirieron una comprensión más halística del término, que evi- los "filósofos ·de la antigüedad proporcionaron los fundamentos de la
taría el escepticismo irracionalista. 2J El hecho de que los sofistas privi- creencia metafísica y, en cierta medida, de la filosofía naturaI.29 El
legiasen la retórica contra la dialéctica, la lógica y la matemática escolasticismo estaba m~s interesado en demostrar la existencia de Dios
siguificaba que conferían más importancia al lenguaje oral que al escri- mediante argumentos racionales que en investigar la experiencia reli-
to, al lenguaje destinado a persuadir e influenciar a una audiencia antes giosa del creyente. La afirmación de Aristóteles de que la sensación sig-
que a demostrar una verdad, el lenguaje para el oído, no para el ojo.24 nificaba la recepción de formas sensibles se conservó en la creencia de
! En su modo performativo, el lenguaje estaba por consiguiente ligado que las "especies" objetivas constituían la fuente de la percepción. Aun
. tanto a la teatralidad censurada por la tradición platónica cuanto a la cuando en el siglo XIII el monje Roger Bacon propuso una Scientia
intersubjetividad que formaba parte de la experiencia entendida como Experimentalis para complementar la Sacra Doro'ina, se refería tanto a la
i un encuentro con la otredad. iluminación divina cuanto a la percepción sensorial, además de incluir
Antes de pasar a otro tema, conviene hacer una última observación prácticas ocultas tales como la alquimia y la astrologia. JO En general, se
concerniente a la recepción del platonismo en la historia de los debates mostró poco respeto por la qJ?se~ac;jó.n e,glpírica per se ~_~_S':l.~n~~ fu~Il- ,i

sobre la· experiencia. Pues, por irónico que parezca, aunque a men\19_() te válida desab.idurÍa o.<kun conocirni~nto con¡¡íl¡;Ié"eneLsentido de ¡
haya sido un obstáculo para aceptar la experiencia como una categoría una scientia rigurosamente diferenciada de la mera opinión, si bien los
·epistemológica, la idea platónica de intuición constituyó una influencia estudiantes medievales de astronomía, de anatomía y de otras ciencias
posItiva cuando la experiencia fue entendida en términos estéticos o dependían, al menos en parte, de la observación. J! Resulta siguificativo
religiosos. Como ha demostrado Cassirer, la recuperación del platonis- que el experimentum se asociara a menudo con la magia y otras "cien-
mo en el Renacimiento y su difusión en Inglaterra durante el siglo cias inferiores", y que el término "Emperick" se utilizara de manera

32 :¡:¡
MartinJay El juicio de la "experiencia"

despectiva, sobre todo en contextos médicos, como un sinónimo de nidad (Neuzeit, en alemán) fue ante todo consciente de sí como un
"matasanos", hasta bien entrado el siglo XVII.32 "tiempo nuevo" -el autor sitúa el cambio en el siglo XVIII-, cuando
Tal vez la principal excepción a este desprecio general por la expe- "las expectativas ya se habían distanciado de toda experiencia previa".38
riencia, al menos en una de sus variedades, se encuentra en la obra de Es decir, la noción espacial de pasado y presente entendidos como
San Agustín, cuyas reflexiones confesionales sobre su viaje espiritual simultáneamente efectivos, sin conceder privilegio alguno a lo que es
han constituido frecuentemente el punto de partida de las ulteriores más reciente o a lo que potencialmente está por venir, fue reemplazada
exploraciones de la ':~xperiencia interior". "No es exagerado decir en la modernidad por una alternativa temporal en la cual el horizonte
-escribió Charles Taylor- que fue Agustín quien introdujo la interiori- de expectativa encuentra su legitimidad en un futuro imaginario que ya
dad de la reflexividad radical y la transmitió a la tradición del pensa- no está en deuda con el pasado. El sentido histórico mismo que asocia-
miento occidental."33 La confianza de Agustín en la narración en pri- mos con la autoconciencia moderna, en particular con su creencia en el
mera persona y en el rol desempeñado por los propios recuerdos progreso, depende -argumenta Koselleck- de la pérdida de fe en la
promovió el desarrollo de una práctica de examen introspectivo que continuidad sin fisuras del pasado con el presente y el futuro.
tomaba en serio la experiencia. De acuerdo con Hans Blumenberg, "la Aunque, como veremos al examinar la apelación políticamente con-
memoria de Agustín da por primera vez detalles precisos de un órgano servadora a la "experiencia" pretérita en figuras tales como Edmund
y un contenido a partir de los cuales puede constituirse lo que cabe Burke, la ruptura no fuera completa, pues al menos una acepción del
describir como 'experiencia interior"'.34 término -que lo identifica enteramente con el aprendizaje de las "lec-
Sin lugar a dudas, la experiencia interior de Agustín aún no estaba ciones" del pasado- había adquirido ahora, paradójicamente, el signifi-
dirigida a los encuentros con el mundo profano -de hecho, su aversión cado peyorativo procedente del período clásico. Hasta un defensor tan
al pecado de la curiositas lo condujo al resultado opuesto-, pues la acérrimo de la Eifahrung como Walter Benjamin tuvo que despojar al
memoria podía emplearse al servicio de una anamnesis platónica más término de su connotación negativa a fin de aplicarlo a sus propósitos
impersonal. Pese a que hubo, por cierto, corrientes medievales que más radicales. 39 Pero entendida en función de la realidad presente y no
implícitamente valoraban la experiencia por encima del acatamiento de como un mero residuo del pasado, y beneficiada por la nueva valora-
las normas, tales como la orden comunitaria de los franciscanos, quie- ción de lo transitorio y lo efímero, la -"~){peTiencia" emergió en el
nes imitaban la humildad y la pobreza de la vida de Jesús, eran todavía umbral de la modernidad al menos como un candidato plausible para
hechos relativamente aislados que a menudo no lograban imponerse a ocupar el rol abandonado por los más antiguos y ahora desacreditados
la autoridad dogmática de la Iglesia. 35 No fue sino a comienzos de lo fundamentos de legitimidad.
que ahora llamamos la edad moderna cuando el "juicio" a la experien- El cambio de actitud fue evidente en varios y diversos contextos. En
cia, al igual que el juicio a la curiosidad, de cuya valoración similar se la religión, donde la unidad de la iglesia medieval y su monopolio de la
ocupa Blumenberg en La legitimidad de la Era Moderna,36 terminó con autoridad doctrinal se habían hecho añicos, tanto la Reforma como
la absolución del acusado o, mejor dicho, con un jurado que, incapaz la Contrarreforma hallaron en la "experiencia" un medio viable en la
de llegar a un veredicto, continúa debatiendo sus méritos hasta el día lucha por la salvación de las almas. Para muchos protestantes, lo que se
de hoy. Erosionada la confianza en el racionalismo escolástico, debili- ha denominado "la afirmación de la vida ordinaria"4o significaba cen-
tado el poder espiritual de la Iglesia e invertida la jerarquía de los anti- trarse en los detalles de la existencia cotidiana de la familia o de la
guos y los modernos, la modernidad buscó un nuevo fundamento de comunidad piadosa, antes que en la fidelidad a las enseñanzas doctrina-
legitimidad. "La modernidad -escribe Jürgen Habermas- ya no puede les o a los rituales de la Iglesia. "No solo la Escritura -insistía Martín
en
ni quiere tomar préstamo criterios procedentes de modelos de otra Lutero-, sino también Ia experiencia ... Tengo la materia misma y la
época; tiene que crear su nornzatividad a partir de sí misma. "37 experiencia junto con la Escritura ... La experiencia basta para hacer un
En un sentido, cabe decir que esta búsqueda significó un desprecio teólogo".41 El viaje espiritual, magníficamente ejemplificado en "el
tácito por la experiencia al identificarla solamente con el saber acumu- progreso de peregrino" de}a famosa parábola de John Bunyan, impli-
lado del pasado y, por consiguiente, al considerarla un baluarte de la caba el peligroso encuentro con la otredad ~ la_narración retrospectiva,
autoridad tradicional. De hecho, según Reinhart Koselleck, la moder- que constituían aspectos centrales de la noción dialéctica de experien-

34
MartinJay El jzticio de la "experiencia"

cia. Aunque no se guardara memoria de la experiencia del nacimiento experiencia".48 Pero al margen de las posibilidades de poner en prácti-
natural, la crisis de conversión -conocida por la metáfora ahora fami- ca un programa semejante, la "experiencia" había adquirido una nueva
liar "nacer de nuevo"- era algo que podía experimentarse. La inmedia- connotación en cuanto fenómeno especialmente intenso y profundo,
tez de la vida espiritual, ya no filtrada por los oficios de una jerarquía capaz incluso de convertirse en un fin en sí mismo cuando se deja
eclesiástica, produjo un examen constante de la conducta y de sus moti- atrás su función religiosa.
vaciones, fundamentado en la creencia de que "la religión debe ser un En el entorno más humanista del Renacimiento cabe discernir una
asunto susceptible de ser captado por la experiencia sola, sin necesidad valoración similar del individuo excepc;ional, autocreado, ese uomo sin-
de apelar a conceptos de ningún tipo",42 como lo expresó en 1732 el go/are o !tomo unico cuya importancia ha sido reconocida por ] acob
líder pietista conde van Zinzendorf. La poderosa tradición de una Burckhardt. 49 Pero aquí también es posible inferir una implicación en
"experiencia específicamente religiosa", que analizaremos con más última instancia más igualitaria de la nueva fascinación ejercida por el
detalle en el capítulo 3, surgió por primera vez en este contexto. sujeto singular. Quizás el paradigma de esta nueva sensibilidad fue
Si bien para muchos protestantes la evocación de la "experiencia" Michel de Montaigne (1533-1592) quien, a pesar de su localización
podía siguificar una nivela~ión democrática del acceso a lo _s.agra1'" ocasional dentro del período barroco o incluso dentro de un hipotético
ciertas figuras de la Contrarreforma católica solían arribar a conclusIO- Contra-Renacimiento, tipifica la fascinación renacentista por la expe-
nes muy diferentes. Aquí el valor de una variante específicamente mís- riencia, ahora extendida a la gente común y a los aconteei-mientos
tica de la religiosidad, que Tomás de Aquino había definido como cog- mundanos. En la medida en que su notable contribución al discurso
nitio dei experimentalild (conocimiento de Dios a través de la sobre la experiencia se ha convertido en el criterio con el cual se ha
experiencia), ganó una nueva audiencia. De acuerdo con Gershom ,comparado a muchos otros Ca menudo desventajosamente), conviene
Scholem, el gran historiador de la variante judía, elJ11isticismotiende.ll.. demorarnos un poco en el pensador francés, una tentación a la que es
ápárece~ e~llna etapa:de desar~ollore~igioso donde la Ul:,id~d .Previa fácil sucumbir dado el inagotable poder de su extraordinaria obra.
entre lo sagrado y lo profano, entre DIOS y Su mundo, se sIente con
especial agudeza como una condición perdida pero potencialmente
recuperable. 44 Operando dentro de las religiones tradicionales antes MONTAIGNE y LA EXPERIENCIA HUMANISTA
que constituir intentos radicales de Cfear nuevos dogmas, eLrpi§.!=.Ícis_~~
busca reparar la ruptura que percibe entre lo divino y lo mundano. Los famosos Ensayos deMontaigne culmiuan con una larga medita C ,

. Aunque precedió ciertamente a la Reforma -cabría argumentar ción escrita en 1587-88, cuando tenía 56 años, titulada "De la e;ipe- '
que la búsqueda mística de la unidad comienza, en rigor, con la sepa- riencia". Tras haber participado activamente en los asuntos-de su época
ración monoteísta de un Dios trascendente de Su creacÍón-, la crisis -nacido en el seno de una familia aristocrática, fue magistrado en el
de la Cristiandad medieval, así como la agitación social y política, le parlamento de Bordeaux entre 1557 y 1570-, Montaigne se había reti-
dieron un nuevo ímpetu. 45 A diferencia de la vigilancia cotidiana con- rado, durante las últimas dos décadas de su vida, a su castillo en el Péri-
tra el pecad,? promovida por los predicadores protestantes como una gord para reflexionar sobre las humildes lecciones que había aprendi-
práctica que todos debían seguir, la eXQeriencia mística se limitó sola- do. 5ü Tal como señaló irónicanlente, "alln pue~tos ,en el, más elevado
mente a los virtuosi religiosos, aquellos que tenían un don especial tr~.1l:.o., ~"~este mundo, es m,enes_ter que nos-sentemos sobre nuestro tra-
para la auto inmolación extática o la disciplin~ ~ara concentrar la ~.ero'~~51 Ámique en varias ocasiones retornó al servicio público en leÍ
mente y las emociones en una sola meta, una practIca que se denomI- década de 1580, contó con el ocio suficiente para confeccionar el más
nó contemplación.46 Como explicÓ en el siglo XVII el místico francés elaborado registro introspectivo -una suerte de extensa entrevista a sí
Jean-Joseph Surin en La ciencia experimental, si bien la ('fe" es el cami- mismo, como lo llamó un comentador-52 en el período de mil trescien-
no común a la salvación para muchos, la genuina "experiencia" místi- tos años transcurridos entre las Confesiones de San Agustín y las de
ca es sólo para "pocos".47 En la época de }ITiJliam Blake, sin embargo, ]ean-]acques Rousseau.
se le restó validez a las implicaciones elitistas del misticismo con la Los Ensayos de Montaigne -el título mismo sugiere experimentos
esperanza de permitir a todos los hombres. cantar "los cantos de la tentativos, exploratorios, antes que la fundamentación de un dogma-

36 37
Martin Jay El juicio de la "experiencia"

documentan su viaje de autodescubrimiento, así como sus observacio- misma. 59 Las lecciones del ensayo derivan, en parte, de comparar una
nes extraordinariamente agudas sobre la condición humana. serie de ejemplos de una manera que reconoce sutilmente tanto sus
El estilo coloquial, idiosincrásico y accesible logra que la voz del similitudes como sus diferencias. 6o Más parecido al relato de Ul1:l vida
autor emerja de entre la escritura alienada en la página, una voz que desordenada que a una demostración lógica, "De la experiencia" discu-
está claramente en busca de un oído afín, como el que Montaigne rre digresivamente combinando anécdotas y aperfus con argumentos y
había perdido con la muerte de su querido amigo Étienne de la Boetie citas, retomando temas y enfocándolos desde diferentes ángulos. Su
en 1563. 53 La confesión, en el sentido tradicional cristiano de hablar propia temporalidad, rítmicamente desigual e irreductible a una narr,1-
con Dios a través de un sacerdote, ya no era suficiente. El interlocutor tiva unificada, duplica las reflexiones asistemáticas sobre el tiempo que
del diálogo imaginado de Montaigne es una audiencia mundana, capaz sé-encuentran en toda la obra de Montaigne. 61 Lo que respondió el
de reconocerse en sus reflexiones. En su obra, las experiencias se com- indignado Goethe cuando le preguntaron si su gran obra teatral podía
parten, no se acaparan. reducirse a una idea ("¡Bonita cosa me habría salido si hubiese tratado
Pero Montaigne también parece haber comprendido los límites de de anudar al hilo sutil de una sola idea una vida tan rica, varia y revuel-
la identificación vicaria y la singularidad de la historia de su vida. Edu- ta como la que se desarrolla en el Fausto!"),62 sin duda le hubiera servi-
cado en el aprendizaje de fos clásicos, aunque renuente a aceptar la do a Montaigne para defender la estructura aparentemente indiscipli-
prioridad de los antiguos, sostuvo desafiante: "Prefiero ser una autori- nada de "De la experiencia", donde se ejemplifica performativamente
dad sobre mí mismo antes que sobre Cicerón".54 Le agradaba la desca- lo que se argumenta sustancialmente.
rada irreverencia de Diógenes de Sinope, y prefería el cínico materia- Según Montaigne, definir de manera unívoca o razonar deductiva-
lista al idealista platónico, cuya fe en la racionalidad universal no podía mente equivalía a entorpecer el proceso impredecible del aprendizaje,
compartir. Recordando que en cierta ocasión un filósofo imploró a que hacía tan valiosa a la experiencia. Desdeñando el intento compara-
Diógenes que leyera más libros, Montaigne cita la réplica del filósofo ble de hacer justicia mediante la sanción de leyes unívocas yobligato-
cínico con evidente aprobación: "¿Estáis bromeando? .. Del mismo rias bajo las cuales podían subsumirse fácilmente los casos, Montaigne
modo que preferís las brevas auténticas y naturales a las pintadas, así recurrió en cambio a la experiencia adquirida durante sus años en la
debéis preferir también las enseñanzas naturales, auténticas, a las escri- magistratura y confeccionó un informe para los jueces cuya finalidad
tas".55 era interpretar las leyes abstractas y aplicarlas a casos específicos,
Revirtiendo la jerarquía tradicional que privilegiaba las verdades basándose en el sentimiento tanto como en el intelecto. 63 Cuando los
intemporales por sobre las apariencias transitorias, y rechazando tácita- protestantes procuraron frenar el debate apelando a la palabra literal de
mente la búsqueda mística de la unidad con lo divino, Montaigne ase- las Sagradas Escrituras, el filósofo alegó que sus argumentos dependían
veró con audacia: "Yo no pinto el ser; pinto solamente lo pasajero". 56 de una premisa igualmente falsa, "¡como si hubiera acaso menos ani-
Comprendió que el tiempo no debería medirse contra una hipotética mosidad y amargura en comentar que en inventar!".64
plenitud eterna y, por lo tanto, juzgarlo deficiente; vivir el momento no La desconfianza de Nlontaigne hacia toda pretensión de alcanzar la
era inferior a vivir para la eternidad. A fin de cuentas, tampoco la verdad absoluta, evidencia su deuda con el escepticismo, reactivado tras
imperfecta memoria podía totalizar toda la historia en una narración la recuperación de los escritos pirronistas de Sexto Empírico en la
plenamente significativa, por muy valiosa que fuese como investigación década de 1560, yel renovado interés por el escepticismo "académico"
de fragmentos del pasado. 57 En consecuencia, algunos observadores de Cicerón. 65 Si bien nunca rechazó explícitamente el catolicismo,
consideraron a Montaigne el paradigma de una exacerbada sensibilidad Montaigne había absorbido sin duda muchas de las críticas contra su
a lo transitorio, fugaz y efímero propia del barroco, caracterizado por teología dogmática durante la Reforma, y se negaba a creer en los
su aceptación de las múltiples contradicciones de la experiencia. 58 milagros o en la hechicería, además de no aceptar los argumentos a
Resulta significativo que en el ensayo de ese mismo nombre lVlon- favor del pecado original. Se suele afirmar que su amistad con el rey de
taigne no intentara nunca definir (o "manejar", según Oakeshott) la Francia, Enrique IV, incidió significativamente en la promulgación del
palabra "experiencia", permitiendo que su significado -o sus múltiples Edicto de Nantes en 1598, que autorizaba la tolerancia a los hugono-
significados- se revelasen gradualmente en el proceso de la lectura tes. Resueltamente mundano y acostumbrado a los placeres y dolores

38
MartinJay Eljuicio de la "experiencia"

de la carne, disfrutó con indudable deleite de la sensualidad humana en su aceptación, e incluso afirmación, de.~Jragilidad de la condición
que tan a menudo había repudiado la Iglesia. Por consiguiente, no cen- hllmana yde! hech~inevitable de franqueare! único umbral del qué no
tró su atención en la salvación sino en vivir una buena vida, l:1na lección ey; posible tener experiencia alguna:.el de la muerte. "Filosofar -coinci-
que le ganaría el respeto de los librepensadores de la Ilustración en el dió con Cicerón (y anticipó a Martin Heidegger)-- no es sino preparar-
siglo XVIII.66 se para la muerte ... Y para despojarla de su principal ventaja contra
Pero la experiencia también le había enseñado que la vida no estaba nosotros, quitémosle la extrañeza, acostumbrémonos, habituémonos a
exenta de 'paradojas, ironías y desilusiones. Se acepte o no la división ella. No pensemos en nada con más frecuencia que en la muerte y fijé-
tradicional de'su carrera en las etapas estoica, escéptica y luego epicú-' masIa en todos los instantes en nuestra mente."74 Pero a diferencia de
rea, es claro que Montaigne era en extremo consciente de los límitesde otros desafíos, era imposible, admirló, aprender acerca de la muerte
la condición humana e incluso de la incierta confiabilidad de los senti- por medio de la experiencia: "para morir, que es la mayor tarea que
dos.67 Hásta la famosa afirmación de Protágoras, tan cara a la autoafir- debemos realizar, la práctica no puede ayudarnos. Gracias al hábito y la
mación humanista, de que el hombre era la medida detodas las cosas, experiencia, un hombre puede fortificarse contra el dolor, la vergüen-
no escapaba a sus sospechas. 68 Como consecuencia de ello, fue posible za, la indigencia y otros accidentes similares; pero, en cuanto a la .
interpretar su legado en términos fideístas, tal como lo demostró e! muerte, no podemos experimentarla más que una vez: todos somos
pirronismo cristiano de los teólogos de la Contrarreforma Pierre Cha- aprendices cuando llegamos a ella",75 Lo más cerca que podemos apro-, '
ron y Jean-Pierre Carnus, quienes le deben mucho a su ejemph 69. ximarnos a la muerte es cayendo en la inconsciencia, perdiendo así
Montaigne, en efecto, nunca permitió que sus dudas se conVIrtiesen momentáneament~ e! control sobre nuestra individualidad. La expe-
en una franca misantropía o en un desilusionado alejamiento del riencia del sueño::próp6iciona un análogo sugestivo, pero una analogía
mundo de los hombres. Cuando eligió como lema la pregunta escépti- que, en el mejor de los casos, es mediada. Según Giorgio Agamben,
ca "Que sais-je?" (¿qué sé yo?) parece haberlo hecho para rendir tributo Montaigne "puede concebir la última meta de la experiencia como una
a Sócrates, quien fue sabio hasta el punto de reconocer los límites de su aproximación a la muerte; esto es, el avance del hombre a la madurez
conocimiento, lo cual significaba la incapacidad tanto de refutar cuan- mediante la anticipación de la muerte como el límite extremo de la
to de confirmar muchas de nuestras creencias,7o La lección que Mon- experiencia, a la cual solo es posible aproximarse",76 En esta explora-
taigne aprendió de Sócrates, según su gran admirador Ralph Waldo ción de una experiencia límite, como la denominarían pensadores más
. en 5aber,que po demos no 5abeI"71
Emerson, fue que "el saber conSIste . recientes, Montaigne demostró ser plenamente consciente de las para-
Más aún, al no oponer el intelecto a los sentidos, Sócrates evitó instau- dojas irresolubles que se hallan aun en las experiencias más auténticas y
rar nn dualismo problemático, comó señaló Montaigne con aproba- satisfactorias. En ese sentido, ha señalado Richard Regosin, "la muerte
ción: "él elogia, como debe, la volnptuosidad corporal, pero prefiere la se ~.~.~y:!e!~eJ paradójicamente,. en una experienc~a emblemática"1Tp'a~á
del espíritu por ser más fuerte, constante, fácil y digna. Esta última en M~~~~igp.e., .p.ues significa los límites d~ toda. experiep.cia. Mientras que
modo alguno camina aislada, según él -pues no es tan extravagante- los adeptos posteriores de las experiencias límite manifestarían un
sino que es únicamente la primera. Para él la templanza es moderadora deseo irrefrenable de empujar esas fronteras lo más lejos posible, Mon-
y no enemiga de los placeres".72 La actitud de Montaigne haci~ el cu.e~­ taigne parece haberse resignado alegremente a lo que la vida, tal como
po era la de alguien que lo habitaba totalme~te como una reahdad V1V1~ él la conocía, pudiera depararle.
da no la de un observador que podía exarnmarlo desde leJOS, como SI
se' tratara de un objeto dentro del mundo. La autocomprensión
-demostró-no era lo mismo qne la autopsia de un cadáver, una apre- BACON y LA EXPERIENCIA COMO EXPERIMENTO CIENTÍFICO
ciación por la cual se lo ha comparado con fenomenólogos del siglo
XX tales. como Maurice Merleau-Ponty.1 3 Fue de hecho la cautela en cuanto a convertir la experiencia en un
. Su notable serenidad y equilibrio, su capacidad de convivir con la experimento potencialmente peligroso lo que, pese a todo su atractivo,
.incertidumbre y la duda y de encontrar solaz en un mundo donde impidió considerar a Montaigne. como un modelo adecuado para el
abunda~an las contradicciones y ambigüedades, se e.-xpresó cabalmente hombre moderno 'en su versión más temeraria y ambiciosa. "El escép-

40 4.1
MartinJay El juicio de la "experiencia"
rico 11,1ontaigne es conservador -señala Blumenberg-, pues piensa que los pilares de Hércules -al igual que Ulises, pintado en el frontispicio
la imaginación del hombre está constreñida por los límites de su expe- de Instauratio magna (La gran instauración),84 escrito por Bacon en
riencia; ya su juicio el ámbito de esa experiencia constituye todavía una 1620- y explorar el mundo desconocido. Mientras que Montaigne se
magnitud constante. Por consiguiente, no puede saber que en dicho contentaba con permanecer en el plano de la particularidad y la idio-
ámbito sería posible un progreso, cualquiera que fuere".7 8 Pero los sincrasia, reflexionando sobre las lecciones del sentido común, ellos
pensadores modernos, quienes deseaban "progresar" más allá de un buscaban un saber sistemático y universal -Bacon todavía hablaba de
estado de tolerancia relativista a la ambigiiedad ya los infortunios de la las "formas" en la naturaleza-SS que trascendiera los prejuicios de boi
vida, no podían contentarse con el credo de Montaigne, "Me estudio a polloi. En tanto que él reconocía la combinación de la lógica y la retóri-
mí mismo más que a cualquier otro sujeto. Tal es mi metafísica, tal es ca, a menudo caótica, ellos privilegiaban en cambio la primera por
mi física."79 Por el contrario, ellos querían salir al mundo e investigarlo sobre la segunda. 86 Si Montaigne se contentaba con la opinión, la tran-
con la esperanza de hallar un conocimiento nuevo y fiable, un conoci- sitoriedad y la probabilidad, ellos pretendían una verdad científica y
miento que les permitiera dominar lo que hasta entonces había estado una certeza absoluta basadas en encuentros programados, no aleato-
fuera del control humano. El escepticismo de Montaigne con respecto rios, con el mundo exterior, así como explicaciones de dichos encuen-
a la experiencia sensorial los condujo, no a la resignación introspectiva, tros regidas por leyes. 87 Si el enfoque de Montaigne era totalizador y
sino a la búsqueda de nuevos medios para compensar sus fracasos y de dialéctico, el de ellos era atomista y reduccionista, pues buscaban la
instrumentos que superaran los efectos nada confiables de la sensación verdad por debajo del nivel de las superficies visibles. Podemos consi-
en estado bruto. derar que las ambiciones de Bacon y Descartes constituían un nuevo y
"La experiencia -insistía el gran químico experimental Robert audaz punto de partida o bien, como ha sugerido Stephen Toulmin,88
Boyle- no es sino un asistente de la razón, dado que suministra infor- una temerosa respuesta a la creciente agitación política, religiosa y eco-
mación al entendimiento, pero el entendimiento aún continúa siendo nómica del siglo XVII, pero el resultado será el mismo: la perdida de fe
el juez y, por lo tanto, tien~ el poder y el derecho de examinar y hacer en la posibilidad de esa experiencia integrada, equilibrada, holística,
uso de los testimonios presentados por la experiencia."8o No obstante, aunque siempre flexible y provisoria, tan celebrada en los Ensayos de
el entendimiento, en sí mismo, está al servicio de un resultado más Montaigne.
práctico. La ciencia moderna tiene lo que Amos Funkenstein denominó Quizá nada demuestre el cambio con más claridad que las diferen-
un modelo de conocimiento érgico, basado en el hacer y no en el mero tes reacciones con que fue acogida la colosal refutación de la experien-
razonar, que se opone al modelo contemplativo de conocimiento. SI cia cotidiana y del sentido común por parte de la nueva ciencia: la revo-
Francis Bacon, en particular, procuró vincular la verdad a la utilidad, e lución copernicana en la astronomía. En su "Apología de Raymond
integrar la ciencia y la tecnología. 82 Pero se trataba de una empresa Sebond" Montaigne se refiere a la nueva teoría, la cual, según él, se
cuya finalidad no residía en la experiencia per se sino más bien en el opone a la sabiduría tradicional; y luego pregunta: "¿Qué deducir de
conocimiento del mundo externo que esta podía aportar. esto sino que debe importarnos poco cuál sea el cuerpo que realmente
Así pues, virtualmente al mismo tiempo que el "juicio a la experien- se mueve? ¡Quién sabe si dentro de mil años una nueva opinión no
cia" parecía otorgarle la victoria frente al anticuado racionalismo esco- echará por tierra las dos precedentes! Por lo tanto, cuando se nos
lástico y al dogmatismo religioso, proporcionando una integración muestra una doctrina nueva, tenemos motivos sobrados para desconfiar
holística del cuerpo y el alma, del individuo y la cuitura, del conoci- y suponer que, antes de presentarse en el mundo, la contraria gozaba
miento y la fe, surgieron nuevos críticos decididos a cuestionar su de crédito y estaba en boga; y así como la moderna acabó con la anti-
valor, o al menos su autosuficiencia. Las destacadas figuras de Francis gua, también es posible que a alguien se le ocurra, en el futuro, un ter-
Bacon (1561-1626) y René Descartes (1596-1650) explicitaron por pri- cer descubrimiento que destruirá del mismo modo al segundo".89 Para
mera vez una desconfianza más específicamente moderna con respecto Bacon y Descartes, por el contrario, el universo tolemaico había perdi-
a las afirmaciones de al menos una de las variantes de la experiencia do definitivamente toda vigencia, y la "experiencia" geocéntrica basada
defendidas por Montaigne. 83 Rechazando la serenidad del castillo de en el sentido común que le había conferido plausibilidad fue desechada
Montaigne en Périgord, Bacon y Descartes se dispusieron a pasar por a favor de una comprensión más verdadera del cosmos, una compren-

42
MartinJay Eljuicio de la. "experiencia"

sión que procuraba superar la perspectiva finita de! sujeto humano con- tempa de la innovación tecnológica se aunaron para disminuir su auto-
tingente. 90 ridad.
Dewey llamó a la traQj"ióll. gu.~d.e~"S'Pclí~ <:le B-"cgIlJrPe~qr.tes.!a El raciona}.i~mo.rnás deductivo y geométrico de Descartes, sustenta-
"búsqueda de la_ceri:ez~_~_'., el deseo, e~ s.~ma" ge un .c~.l!0ciIllÜ::ntQ. ca.paz do e~ ~~~encia en las· ú:f~as iñiiatas,-Wl tuvo eil-4é"Iínldva ·~enos éxito
de trascender el mareo del cual emerge y de suscitar en todos los hOm- entre los cientí~,,-o~ que la X?I.§jººi!lQ~~!ivad~·j3a~~n,'Luj~§¡l~iayaba
bres racionales una justificada éonfianza 'e;'s~ ·veracidad. 9t Si l~expe­ la importancia de un programa continuo Y Qrganizado de investig.ación
riencia de Montaigne parecía proporcionar solo un conocimiento pers- lfe~á.c!()a.cabopo¡:)ln:Ú9111~llicIaddecientíficos. t02 En "De la expe-
pectivista, falible, y si resultaba imposible retornar al desacreditado riencia" Montaigne ya había advertido que "la inferencia que pretende-
racionalismo de los escolásticos, era necesario entonces comenzar de mos sacar con la comparación de los argumentos es siempre incierta,
nuevo, proporcionando lo que Bacon llamaba una "gran instaura- puesto que son siempre desemejantes. Ninguna cllalidad hay tan uni-
ción"92 y confiando solamente en lo que podía verificarse mediante versal.el1 ~s.!aitnagen de las cosas como la diversidacly lava~iedad" .'03
leyes rigurosas de investigación. Entendida en un sentido tradicional, Pero tales escrúpulos se dejaron de lado luego de los descubrimieÍnos
se lamentaba Bacon, la experiencia "es ciega y estúpida, de modo que hechos por la revolución científica. Se dio por sentado que el influyen-
aunque los hombres deambulen y vagabundeen sin un derrotero defi- te Isaac Newton apoyabaa Bacon más que a Montaigne o, para el caso,
nitivo, consultando aquellas cosas que por casualidad aparecen ante a Ires·cartes. Ya no telÚa vigencia la hipótesis, defendida ¡ior figuras
ellos, re'correrán un amplio territorio, pero avanzarán muy poco".93 tales como Paiacelso, de que la percepción y la identificación consus-
Pero había una alternativa: "En lo relativo a la experiencia, el orden tanciadas con los mecanismos ocultos de la naturaleza, al igual que la
correcto consistiría en encender una luz, y con esa luz mostrar luego el iluminación interior de los protestantes, podían ser una fuente válida
camino, comenzando con una experiencia ordenada y <?rganizacl-ª, ..no de conocimiento. 104 Tampoco tenía vigencia el prejuicio contra los
irregular y errática, y apa!:t!r.dé· el!aderivaraxiornas, y de los axiomas casos anómalos, aquelios "monstruos" que se suponían irrelevantes
así establecidos derivar a·su vez nuevo~perirnentQh.t'lL~moJ-ª-~~ ,¡:>ara comprender el funcionamiento de la naturaleza de Dios, pues
bra de Dios operó, de manera ordenada, sobre la informe materia de la ahora podían tomarse como instancias privilegiadas de regularidades
creación".94 Lo qué Bacor{denominaba experientia literata -experien- aun más profundas. tOs El ideal de la generalización a partir de expe-
cias informadas o letr~a;{s·a las que se les había "enseñado cómo leer y ri.~ncia~rep,oducibles, cuyoprop6~itoe~~ explicarlo q;'~ se había
escribir"- era el primer paso hacia el conocimiento esencia1.9~}~I,"resul-. observado de acuerdo con ros mecanismos de las leyes naturales,pron-
tado de todo ello serían esas unidades cogni):iyas""privilegiadas q\le J~ tO. PªS.9 a..sc.r. el. '~qlétodo· C~~!l.tf.fi~o~'. t~Zft caun, por mucho que fuera
éi~ñcia negÓ:l~onsiéIerar "hech~':.yerifi.,,-ables:96 transgredido en la práctica científica concreta, y al margen de los pro-
" La creencia de que era posible encontrar un procedimiento correc- blemas que pudiera haber pl~nteado a ciertas ciencias tales como la
to capaz de proporcionar una verificación infalible empezó mucho biología evolucionista.
antes de la revolución científica -Walter Ong remitió sus orígenes al Entre las c()nsecuencias del fetichismo del método para los avatares
methodus griego, una búsqueda de conocimiento desarrollada en e! siglo del iérITllno "experiencia", cuatro de ellas J?erecen especial atención.
. TI por el retórico helénico Hermógenes, y localizó su renacimiento en En priIner lugar, la nueva identificación de la experiencia fiable y segu-
la lógica dialéctica del francés Peter Ramus, en el siglo XVI_,97 pero ra·con la experimentación verificable significaba la creencia en la
solo con la revolución científica cabe decir que ha comenzado lo que reproductibilidad y en e! carácter público de la experiencia, al menOs
podríamos llamar e! fetiche del método. 98 Según un comentador, "'el cuando se la invocaba para proporcionar una fuente de conocimiento
método' cumplía una función análoga a la del Espíritu Santo en e! válido. Aunque Descartes pudo haber emulado en un principio el
catolicismo, pues identificaba la fuente oculta de la legitimidad de una repliegue de Montaigne hacia un yo escéptico cuya única verdad indis-
tradición".99 Si bien el resultado no fue un repudio masivo al testimo- cutible era la duda, no tardó en regresar a la realidad del mundo que
nio que aportaba la experiencia sensorial no programada -después de estaba presente -gracias a la cortesía de un Dios no maliguo- en las
todo, Descartes había dicho que los sentidos no siempre nos engaña- ideas claras y distintas alojadas en la conciencia de ese indubitable yo.
ban-, tOO e! creciente prestigio de la matemática y la aceleración de! Había restringido, desde luego, el conocimiento verdadero a ciertos

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MartinJay El juicio de la "experiencia"

aspectos de la realidad, especialmente la extensión y el movimientos de desde ninguna parte", es decir de una visión sin el referente subjetivo
los cuerpos, aunque reconocía que otros aspectos, tales como el color o del que ve. El sujeto psicológico, con su historia personal y sus apetitos
el sonido, dependían del poco confiable sensorio del sujeto. 106 Sin peculiares, fue separado de su doble epistemológico, concebido este
embargo, Descartes pensaba que al menos lo que los filósofos pronto último como una especie de amplio alcance. Como afirma TayJor, lo
iban a llamar características "primarias", en oposición a las "secunda- que Descartes nos pide es "dejar de vivir 'en' o 'atr~-;és' de la experien-
rias", podrían ser conocidas por todos. cia, tratarla como un objeto o, lo que es lo mismo, como una experien-
. Con Bacon, la peculiaridad e inefabilidad de la "experiencia inte- cia que bien podría haber sido la de cualquier otro".lll No es sorpren-
rior" fue reemplazada por los datos confirmables intersubjetivamente dente entonces que los críticos posteriores de los fundamentos
del experimento controlado. Tomando en cuenta que otros podían euro céntrico y antropocéntrico de la subjetividad moderna lanzaran sus
aprender el método correcto, la experiencia debía ser comunicable y no dardos contra el (agito de Descartes y contra el dominio colectivo de la
meramente inteligible. Debía ser, de hecho, potencialmente asequible naturaleza de Bacon, y procuraran retrotraerse a una noción más cultu-
a cualquiera dispuesto a seguir los procedimientos prescriptos, los cua- ralmente mediada y corporalmente situada de las experiencias incon-
les, a diferencia de las estratagemas secretas de los magos o de los ejer- mensurables.l 12 .
cicios especiales de los virtuosi religiosos, eran accesibles a todos.10 7 A partir de esta distinción entre sujeto psicológico y epistemológico'
Los científicos no se asemejarían a los jueces de Montaigne, quienes se se desprende una segunda implicación significativa. La trascendentali-'
basaban en las ambigüedades de las artes hermenéuticas, sino que se zacíónyládespersonalización del sujeto epistemológico significaron la
ceñirían en cambio a las reglas ciertas de la indagación y la verificación. extensión de su ciclo vital más allá de aquel del ser humano individual.
"LaCasa de SaÍómón", descripta por Bacon en La nueva Atlántida, de El proyecto de explorar la naturaleza fue acumulativo y sin término
1627, se convirtió en el modelo para las academias científicas qlle alguno, excepto el conocimiento perfecto. ll3 Como resultado de ello,
comenzaron a proliferar desde la creación de la Sociedad Real en 1662. se desterró la confrontación profunda con nuestra inevitable finitud,
El proyecto de una gran enciclopedia que incluiría todo el conocimien- que constituía una parte tan importante en la idea de experiencia de
to acumulado hasta la fecha, cuya implementación tendría que esperar Montaigne. Este había dicho que "nuestras investigaciones no tienen
hasta Diderot y los pbilosopbes, ya estaba implícito en el reclamo de fin; nuestro fin está en el otro mundo";114 Bacon, Descartes y sus epí- ~~
Bacon de hacer un inventario del saber científico abierto a todos. lOS ganas replicaron que el sujeto de la experíencia científica,la comuni- ..
Cierto es que, como argumenta Timothy]. Reiss, quienes accedían a dad en marcha de los investigadores desinteresados, era inmortal. La
ese saber eran todavía, para Bacon, una elite tácita que poseía una suer- experiencia límite de la muerte ya no interrumpía su interminable bús- .
te de "alfabetización experimental", pero, en principio, cualquiera queda de conocimiento.
podía aprender el método. 109 La nueva confianza en los informes veri- En tercer lugar, si para Montaigne (y la noción más dialéctica de
ficables y dignos de crédito de~losexperimentos específicos -denomi- experiencia) la memoria de las pruebas y fracasos del pasado continúa
nados "testimonios virtuales"110 y extrapolados de los caballerescos formando parte de la experiencia misma, para el método científico
códigos de la conducta honorable y la civilidad-permitió la rápida esa memoria es deliberadamente descartada como no pertinente.
difusión de los nuevos descubrimientos. Paradójicamente, tal democra- Según Hans-Georg Gadamer, para el método científico "una expe-
tización del sujeto de la experiencia significó, asimismo, su reducción rIencia solo es válida si se la confirma; en este sentido su dignidad
implícita a un único modelo universal: el incorpóreo, espectatorial (agi- reposa, por principio, en su reproductibilidad. Pero esto significa que
to cartesiano, supuestamente normativo para todos los seres humanos. por su propia naturaleza la experiencia cancela en sí misma su propia
Aunque el sujeto de Montaigne podía compartir con otros sus expe- historia" .115
riencias únicas, no daba por sentado que esas experiencias fuesen per- El tan conocido gesto de Descartes de arrasar con el pásado por
fectamente fungibles con las de sus interlocutores. gn ~l sujeto carte- considerarlo una autoridad dudosa se correspondía con el desenmasca-
siano y baconiano, por el contrario, la diferencia cualitativa se ramiento de Bacon de las ideas falsas o de los idola (de la Tribu, la
subsumía bajo la conmensurabilidad cuantitativa, lo cual dio nacimien- Caverna, el Mercado y el Teatro), cuyos encantos mistificadores solo
to a un metasujeto tácito de la cognición que gozaba de una "visión habían confundido a los pensadores previos. La búsqueda fundaciona-

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MartinJay El juicio de la "experiencia"

lista tan a menudo atribuida a la filosofía moderna en su conjunto, esta- ba, no obstante, que sus secretos "saldrían finalmente a la luz" .120 La
ba así íntimamente ligada a la creciente brecha entre la experiencia pre- metáfora de Paracelso de "escuchar a hurtadillas" los secretos de la
térita y el horizonte de expectativas percibido por Koselleck como una naturaleza no tardó en desecharse."! La he[elIlollía delojo, incitada
marca identificatoria del Neuzeit. El prudente respeto de Montaigne p,:r .las innovaciones en la representación perspectivista del espacio en
por los antiguos, así como su fascinación por los proverbios y máximas las pinturas del Renacimiento, que parecían responder al universo
de la tradición popular, se consideraban ahora totalmente démodé. Tal racionalizado de la nueva ciencia, no solo significó la demgración de
vez lo que mejor defina esta mentalidad científica, como lo ha mostra- los otros sentidos, sino también la destextualización de la experiencia
do de nianera convincente Peter Dear, es el nuevo respeto por las en general. Aparte de unas pocas figuras marginales -el filósofo portu-
experiencias históricas úmcas, el experimentum crucis susceptible de ser guésJoao Poinsot (1589-1644) fue rescatado recientemente de la oscu-
narrado por haber ocurrido en un tiempo y en un lugar específicos, 116 ridad para desempeñar el rol de la excepción que confirma la regla-,122
pero la historia de los traspiés y los falsos presupuestos del pasado per- lo.s pensadores modernos tendían a suprimir la mediación semiótica y l'
dió, sin embargo, credibilidad. cultural de la experiencia y procuraban fundamentarla en la observa-
. En cuarto y último higar,'el aprendizaje corporal basado en los sen- ci?~J?~_a, pri~cipaJ~ente vis:ual, y en la experimentación controlada. J

tidos que Montaigne defendió como el fundamento falible, aunque Desde la época de Max Weber, por lo menos, se ha diebo con fre- !
necesario, de la experiencia, fue reemplazado cada vez más por los ins- cuencia que la modernidad ha significado una diferenciaci6n de las
trumentos "objetivos", cuyo registro de los estímulos del mundo exte- esferas de valor cada vez más especializadas, Las instituciones y los dis-
rior era supuestamente más preciso y desinteresado. Lo que se llamó cursos cognitivos, morales y estéticos cobraron una relativa autonomía
"el test!n¡()mo de los no humanos"117 sustituyó gradualmente a los tes- y crearon su propia lógica inmanente de desarrollo. En efecto, la espe-
tigos de carne y hueso cuya mortalidad resultaba irrelevante para los cialización produjo dentro de ellos un revoltijo de subesferas distintas y
laboratorios de la ciencia moderna. Esos instrumentos no aportaban de disciplinas aisladas que no eran fácilmente conmensurables. El todo,
automáticamente la certidumbre para la cual se habían diseñado. al margen de cómo se lo definiera, dejó de ensamblarse de una manera
Agamben llegó hasta el punto de afirmar que "la visión a través del coherente. Ya no entendido en función de una gran cadena del ser, de
telescopio de Galileo no generaba certeza ni fe en la experiencia sino la una multiplicidad de similitudes o de una cosmópolis donde el cosmos
duda de Descartes y su famosa hipótesis de un demomo cuya única y la polis estaban en recíproca sintonía, el mundo moderno luchaba por
ocupación es engañar a nuestros sentidos". Pero luego se supuso, para- llegar a un acuerdo con lo que Friedrich van Schiller llamaba su "de-
dójicamente, que el antídoto consistía en dispositivos prostéticos aún sencanto", una expresión que Max Weber hizo famosa. Lo que Bruno
más precisos e imparciales. "~~_~~.rificación científica deIa exp_~rienc~~ Latour ha identificado como la disgregación moderna de los híbridos
que se actualiza en el experimento ... responde a esta pérdida de certeza en sus partes constituyentes -sujeto y objeto, cultura (o sociedad) y
desplazándose 16 más lejos posible del individuo: a 10s_!~strumentºs y~ naturaleza, espíritu y materia- implicaba una tendencia a la purifica-
195, núm~'r:os."1l8 La reflexividad introspectiva que defi~~ la versión ción y a la creación de límites,l23 Aun si evitamos la nostalgia de una
montaigneana de la experiencia fue entonces reprimida o puesta entre supuesta era previa a la caída en la "separación violenta", la "aliena-
paréntesis. LQ>..9!!j"tosdela)ndagación científica -"revelados" por los ción" o la "fragmentación" J resulta .obvio que la modernidad estuvo
nuevos medios técnicos o bien "construidos" por las nuevas teorías- se acompañada por una creciente especialización de la funciÓn y parIa
distanciaron cada vez más del mundo familiar de la vida cotidiana. pérdida de un sentic!<!111ás .iIltegradode Jayida.
---EliJa-medida-en q~e l;s instrumentos má~ innovadores de la época -Cabe-,físcerci'r un proceso comparable en la diferenciación explíci-
-el telescopio y el microscopio- ampliaron el alcance y la acuidad de ta de la experiencia holística que Montaigne trató de unificar en algu-
un sentido en particular, laexperiencia científica tendió a privilegiar lo nas snbvariantes discretas. Lave~sión científica,_asentad~_en el sujeto
visual por su mayor capaéldad Cle generar un conocimiento a distán~i~ de una especie trascendental, descorporizada e inmortal, localizado
con respecto_ a los otros sentidos.1 19 Aun cuando Bacon censuró l~ llie'~os "en"los cuerpos falib{~s ,qll~ en los instrumentos más impa~~_íá.les",
visiÓn normal p'or permanecer en la superficie de las cosas y no prestar aáivó, tal como vimos, ~_ Jª,zP epistemológko entre la experiencia ~l y
atención al mundo invisible que subyacía en dichas superficies, espera- exp"rimento, ""ll(juesuprimiendo el valor de .la sabiduría acumulada

4>1 40
lVIartin Jay El juicio de la "experiencia"

del pasado. Pero en lugar de sofocarlas, solo creó nuevas dudas para los NOTAS
estudiosos de epistemología: la investigación del sujeto y de las condi-
1_ Michael Oakeshott, E:cperie-¡¡ce and lts lVIodes, Cambridge, 1933, pág. 9.
ciones del conocimiento que surgió tras el ocaso de la metafísica racio:-
2.Ibíd.
nal en el siglo XVIII. El "problema de Descartes", como se lo ha deno- 3. Derek Attridge, "Language as Historyl History as Language: Saussure and the
minado recientemente, tenía dos dimensiones.I 24 La primera implicaba Romance of Erymology", en Derek Attridge, Geoff Bennington y Roben Young (eds.),
la escisión o al menos el lazo aún no explicado entre la experiencia sen- Post-struettwalis1J1 and the Question ofHistory, Cambridge, 1987, pág. 202.
sorial cotidiana y el funcionamiento mecánico y matemático del mU12cf0 4. Lo siguiente está basado en el O:cjiml English Dictionmy; las entradas correspon-
q'ue, según se pensaba, producía esa experiencia. ¿Cuál era la relación dientes a "experiencia" y "empírico" se mencionan en Rayrnond vVilliams, Keywods, 2a
edición, Oxford, 1983; yen F. E. Peters, Greek Philosopbical Te17l1s: A Historieal Le:cicon,
entre las profundidades secretas de la realidad (llamadas "lo oculto" por Nueva York, 1967. La entrada "Blfabnmg" aparece en el Historisches Wij,-te,-bucb de,- Phi-
los escolásticos) y los fenómenos observados en la superficie de dicha losophie.
realidad?, se preguntaban los científicos y los filósofos. 125 La segunda 5. Gerard Schulze, Die Erleb12isgesellrd){ift Kultursoziologie de," Gegenwart, Frankfurt,
dimensión del problema involucraba la relación entre las experiencias 1992.
6. Sobre un intento psicológico de distinguir entre "experiencia" y "experimenta-
sensoriales y los pensamientos proposicionales o las representaciones
ción", véase Eugene T. Gendlin, E:cperiencing and the Creation ofivIeaning: a Philosopbical
lingüísticas derivadas de ellos. fl1Zd P'ychological Approach to tIJe Subjective, Nueva York, 1962.
- En el próximo capítulo delinearemos los debates suscitados entre 7. John Deely, New Beginnings: Eady lvlode171 Pbilosophy and Postnzodem TbouglJt,
los teóricos que trataban de explicar el r?tge la "t!xperiencia~flJa Toronto, 1994, pág. 17.
cognición,_comenzando por John Locke, David Hume e Immanuel 8. Acerca de la discusión de Dewey sobre la noción clásica de experiencia, véase espe-
cialmente su Reconstruetion in Pbilosophy, Nueva York, 192 0, capítulo 4; y "An Empirical
-Kant. En el capítulo 3 centraremos la atención en la manera como se
Survey ofEmpiricisms", enJo Ann Boydston (ed.), The Latet- TVorks, 1925-1953, vol. 2,
exploró la experie:¡j~f;- en el ámbito moral o, más precisamente, en el 1935-37, Carbondale, Ill., 1987, publicado por primera vez en 1935_ V éanse también sus
religioso, donde la valoración de la vida cotidiana y de! misticismo observaciones en E:cpniellce and Natzl1"e, La Salle, lIl., 1987, capítulo 9, l' edición 1925.
había servido de soporte a sus aseveraciones en un período previo. 9. Dewey, Reconstruction in Philosophy, ob. cit., pág. 92.
Continuaremos, en el capítulo 4, con la apelación específica a la expe- 10. Aristóteles, Segundos Analíticos 1.31: "Uno percibe necesariamente a un individuo
en un tiempo yen un lugar, y es imposible percibir lo que es universal y se mantiene en
riencia en el nuevo discurso sobre el arte, que alcanzó plena validez en
cada caso".
el siglo XVIII. Además, cuestionaremos la posibilidad de una "expe- 11. Dewey, "An Empirical Survey ofEmpiricisms", ob. cit., págs. 74-75.
riencia estética" separada de las obras de arte per se y de otros tipos de 12. Uno de los primeros argumentos implícitos conn-a Dewey puede encontrarse en
experiencia, cognitiva o moral. En el capítulo 5 exploraremos la apela- John Burnet, "Experiment and Observation in Greek Science", en Essays and Aeldresses,
ción a la experiencia en términos políticos, subrayando su flexibilidad Freeport, N.Y., 1930. A partir de esa fecha se inició un animado debate sobre el alcance
y el rol de la observación empírica en la ciencia griega, donde participaron, entre otros,
para ser utilizada por los defensores tanto del pensamiento radical Francis Cornford, Karl Popper, G. S. Kirk y Gregory Vlastos. Para el estado de la cues-
como del pensamiento conservador. El capítulo 6 versará sobre los tión actual y para un resumen del debate, véase G. E. R. L1oyd, lVIagie, Reason and Expe-
intentos realizados por los historiadores y los filósofos de la historia ,·ienee: Studies in tbe O,·igin al1d Devefop711e11t of Ancient Greek Science, Cambridge, 1979;
para comprender el rol de la experiencia en cuanto objeto de indaga- The Revolution ofWisdom: Stltelies in tbe Clai711s and Pmctice ofAncient G,-eek Seience, Berke-
ción histórica y como producto de dicha indagación en el presente. En ley, 1987; y Methods mzel Problems in Greell Scienee, Cambridge, 1991. L10yd muestra que
es necesario examinar campos específicos de indagación, así como diferentes períodos,
la segunda mitad de nuestro recorrido, volveremos a una amplia gama antes de hacer generalizaciones acerca de las prácticas científicas griegas.
de pensadores pertenecientes a la última centuria, quienes se esforza- 13. Francis Bacon, Novlt71t OrganZl71l, traducido al inglés y compilado por Peter
ron por subsanar lo que consideraban las rupturas de la experiencia y Urbach y John Gibson, Chicago, 1994, págs. 80-87.
por generar o recobrar una alternativa más holística susceptible de rei- 14. Véase la discusión en Franz BoH, "Vita contemplativa", Sitzungsbe,-icbte der Hei-
vindicar -al menos en cierta medida- las opiniones de Montaigne. La delbC1-ger Akade711ie der Wirsenschaften, Heidelberg, 1920.
15. Véase, por ejemplo, A1ltíope de Eurípides o Las nubes, de Aristófanes.
tarea de los capítulos finales consistirá en mostrar que esa alternativa se 16. El más celebre e influyente argumento a favor de esta afirmación está en Hannah
basaba en una crítica radical al sujeto cartesiano de la modernidad, el Arendt, Tbe Human Condition, Chicago, 1958.
cual conducía a una aparentemente paradójica "experiencia sin sujeto". 17. David Couzens Hoy, The Critical Ci1"Cle: Litemture and Hist01y in Conte111porary
He17Jlen.eutics, Berkeley, 1978, pág. 58.

50
MartinJay Eljuicio de la "experieucia"
18. John]. McDermott, The Culúwe ofExpericnce: Philorophicnl &says in the American algo llamado "experiencia" y, en este sentido, cabe considerarlo un protoempirista, no
Gnrin Nueva York,1976, pág. 8. utilizó experimenta para verificar hipótesis o para intervenir activamente a fm de descu-
19.Aristóteles, Ética, 1143b, 10-15. brir los secretos de la naturaleza. Galileo, sin embargo, defendió 10 que llamó un pe1"icu-
20. En Segundos Analíticos, Aristóteles escribió: e'la percepción sensorial da origen a la lum precisamente con ese fin en su temprana obra De Motte (1589-1592), aun cuando usó
memoria tal como la llamamosj y los recuerdos repetidos de 10 mismo dan origen a la incluso la palabra expm·menta en el sentido más pasivo de mera observación y privilegió
experien~ia [entpeiria]; porque los recuerdos, aunq~e n~mérican~ente son muc?os, cons- la matemática por sobre la experiencia y la experimentación. Después de mudarse a
tiruyen una única experiencia. Ya partir de la experIenCIa, es decIr del todo umversal que Padua, refiere Schmitt, Galileo desarrolló un método más próximo al defendido por
ha venido a descansar en el alma, proviene un principio del-arte [techne] o de la ciencia Bacon.
(epistel1u]; del arte si concierne a la producción, de la ciencia si concierne a lo que es" 32. Williams proporciona un ejemplo que data de 1621, en Keyw01·ds, ob. cit., p. 99.
(99b38-100a9). Para un análisis de la significación de este pasaje, véase Patrick H. Byrne, 33. Charles Taylor, SOU1·ces o[ tbe Self: The j\1nkillg o[the lv10dernIdentity, Cambridge,
AllPlysis tmd Science in A,·istotle, Albany, N.Y., 1997, págs. 173-76. Byrne advierte que, Mass., 1989, pág. 1J 1.
para Aristóteles, la experiencia significa "un hábito desarrollado en el alma humana que 34. Hans Blumenberg, The Legitimacy o[the iV!adem Age, trad. al inglés de Robert M.
hace a una persona capaz de buen juicio en un área que le es familiar, es decir, donde ha Wallace. Cambridge, Mass., 1983, pág. 287.
acumulado suficientes recuerdos" (pág. 175). Pero luego señala que era incluso inferior al 35. Sobre los franciscanos, véase Malcolm D. Lambert, Fmnciscan Pove1''tyJ Londres,
cipo de análisis que condujo a explicar las conexiones observadas por la experiencia. 1961. Antes de esta época, por lo general se ponía el acento más en la Potestad imperso~
21. Para una reciente evaluación de Diógenes y de lo que él llama la tradición "cíni- nal de Jesús que en Su Sagrada Humanidad y en Su experiencia como individuo vulnera-
ca", véase ,Peter Sloterdijk, C1·itique o[ CY1lical Reas01l, trad. al inglés de Michael Elred, ble y sufriente, la cual no era plenamente valorada. Para un análisis que compara a los
Minneapolis, 1987. primeros místicos cristianos con aquellos de la Edad Media tardía, de acuerdo con la
22. Citado en Mario Untersteiner, The Sophists, trad. al inglés de Kathleen Freeman, relativa presencia del Cristo doliente en sus experiencias, véase Jess Byron Hollenback,
Oxford, 1954, pág. 42. iVfysticism: R-cpl!1·ience, Response nnd E711pOWemtent, Univesity Park, Pa., 1996, págs. 86-87.
23. Para una discusión sobre estos debates, véase ibíd. 36. Hans Blumenberg, The LegitimaCJ o[ the Modenl Age, ob. cit., tercera parte. El
24. Edc Havelock fue el primero en vincular el énfasis platónico en las verdades lazo entre la curiosidad yuna cierta idea de experiencia se pone de manifiesto en el culto
eternas, ideales, a la fijeza de la escritura en oposición a la transitoriedad de la expresión de la experiencia pe1· se, evidente en obras tales como Fausto de Goethe.
oral. Véase su Pre[ace to Plato, Cambridge, Mass., 1963. 37. Jürgen Habennas, T/Je Pbilosopbicnl DiscoU1"Se 0[lWode17lity: Twe/ve Lectures. trad. al
25. Ernst Cassirer, Tbe Plotollic Renoissance in Englo1ld, trad. al inglés de James P. inglés de Frederick Lawrence, Cambridge, Mass., 1987, pág. 7 (el subrayado pertenece al
Pettegrove, Nueva York, 1970. original).
26. Para un análisis de la deuda de Schleiermacher con Platón, véase Albert L. 38. Reinhardt Koselleck, Futtlres Post: On tbe Semallticso[HistoricalTime.trad.al
Blackwell, Schleie171JOche1·'s Early Pbilosophy o[ Lijé: Dctc17l1inis11l, Freedom, and Phfl1ltasy, inglés de Keith Tribe, Cambridge, Mass., 1985, pág. 276. .
Chico, Calif., 1982, parte 2, capítulo 2. Veremos un entusiasmo similar en la obra de 39. Veáse el ensayo de Benjamin "Experience", de 1913, escrlto cuando estaba en el
Rudolf Otto examinada en el capítulo 3. Movimiento Juvenil y se mostraba hostil a las demandas de los adultos de una sabiduría
27. Klaus Herding, "Diogenes als Bügerheld", en 1m Zeichen de1· Aujkl¿i71l1lg: Studien de orden superior, en Se/eaed Writings, vol. 1. Marcus Bullock y Michael W. Jennings
zur j\1ode17le, Frankfurt, 1989. (comps.), Cambridge, Mass., 1996. En Pbilosophical Discotmes of j1¡fodefnity, Habermas
28. Véase, por ejemplo, Juan de de Salisbury, T/Je Metalogicnn, trad. al inglés de compara al Benjamin tardío con Koselleck y advierte que "Benjamin propone una inver-
Daniel D. McGarry, Berkeley, 1962, pág. 223. Algunos aducen que tales manifestaciones sión dr·ástica del horizonte de expectativa y del espacio de la experiencia. Adjudica a todas
de fe en los 'sentidos significaban que a la ciencia medieval, &idil su confianza en la expe- las épocas pasadas un horizonte de expectativas insatisfechas; al presente orientado al
riencia ingenua, se le impedía utilizar experimentos para llegar a un conocimiento con- futuro le asigna la tarea de experimentar un pasado correspondiente por medio del
rraintuitivo. Véase, por ejemplo, Anneliese Maier, Metnphysische Hinte1"g1"iinde del" spiits- recuerdo, de manera tal que podamos satisfacer sus expectativas con nuestro débil poder
cholnstischen Philosophic, Roma, 1955, pág. 405. Sin embargo, no queda claro que la mesiánico" (pág. 14; el subrayado pertenece al original).
experiencia del sentido común pudiera triunfar sobre la autoridad doctrinal. 40. Taylor, SourcesoftheSelf, ob. cit., pág. 14.
29. Robert Grosseteste, por ejemplo, reprobaba a quienes dependían de los experi- 41. Estas obsenraciones de Taúle Talk de Lutero están citadas en B. A. Gerrish. Con-
mentos sin contar con un fundamento firme en la doctrina. Véase una discusión sobre el tilluing the Refor111atioll: Essays 011 Mode177. Religiotls Tbollght, Chicago, 1993, pág. 186.
tema en Bruce S. Eastwood, "Medieval Empiricism: The Case of Grosseteste's Optic", Gerrish sostiene que "al enfocar el interés teológico en lo que significa vivir por la fe,
en Speculu1It 43, 1968, págs. 306-21- Lutero creó una teología de la experiencia que prefiguró la visión moderna de la teología
30. Para un análisis de Roger Bacon y la experiencia, véase E. J. Dijksterhuis, The como un estudio antropocéntrico de un fenómeno teocéntrico" (pág, 56).
Mechnnization o[ the W01"ld Pictu1"e, trad. al inglés de C. Dikshoorn, Londres, 1969, págs. 42. Nikolaus Ludwig van Zinzendorf, DI:1' Deutsche SoC'rtltes, Leipzig, 1732, pág. 289,
135-41. reimpreso en Pietists: Selected W,·itings, Peter C. Erb (ed.), Nueva York, 1983. pág. 291:
31. Véase Charles B. Schmitt, "Experience and Experiment: A Comparison ofZaba- 43. Tomás de Aquino, SUnt'l1lfl Theologicl1, citado ~n Gershom G. Scholem, 1VfaJor
rella's View with Galileo' s in De j\1ot1l", en Smdies in tbe RCllaiSSf111ce 16, 1969. Este exce- T1·ends in Jewish j\1ysticis11l, Nueva York, 1974, pág. 4.
lente ensayo describe la transición de la ciencia aún aristotélica de Jacopo Zabarella 44. Gershom Scholem, ob. cit, pág. 8.
(1533-1589) a la del joven Galileo Galilei (1564~1642). Mientras que Zabarella valoraba 45. De acuerdo con Michel de Certeau, "durante los siglos XVI y xvn, la mayoría

52
MartinJay El juicio de la "experiencia"

de los místicos pertenecía a regiones o categorías sociales que se hallaban en una rece~ión con más frecuencia la palabra en el sentido de un conocimiento directo, personal, contra-
socioeconómica, perjudicadas por el cambio, margmahzadas por el progreso o destrUldas puesto a la especulación o a la imaginación, y no en el sentido de una técnica o saber
or la guerra". HeteJ'ologies: DiscouJ'se 071 the Othe1', trad. al inglés de Brian J\lassumi, Min- retrospectivo y acumulativo.
~eapolis, 1986, pág. 84. Sin embargo, e! misticism.o e~:uvo probablemente. en au~e 60. Sobre el tema de la ejemplaridad en Montaigne, véase ]ohn D. Lyons, "Circe' s
durante el siglo XIV, un periodo de conSiderable agnaclOn dentro de la IglesJa. Segun Drink and Sorbom1ic Wine: Montaigne's Paradox of Experience", en Alexander Gelley
Evelyn Underhill, el misticismo normalmente florece tras un período de creatividad inte- (ed.), Ul1771ly Exa1l1ples: 011 the Rbeto1'Ícity ofExempla,-it)" Standford, 1995. ,
lectual y estética, tal como la época del alto gótico o del Renacimiento. Véase su libro 61. Para una discusión sobre estc tema, véase F. ]oukovsky, iHolltaigne et le proble771e
j~lJsticis771, Nueva York, 1961, pág. 453. d71 temps, París, 1972. .
46. Hollenbeck, lvIysticisJ1Z, ob. cit., capítulo S. 62. Goethe, conversación con JOhalill Peter Eckermann el 6 de mayo de 1827, cita-
47. Citado de un manuscrito en la Bibliotheque Nationale, en de Certeau, HeteJ'olo- do en C071Venatio11S tlnd E1lcozmten, trad. al inglés y ed. por David Luke y Robert Pick,
gjes, ob. cit., pág. 93. Chicago, 1966, pág. 160. . .
48. Sobre el lugar ocupado por Blake en la tradición mística y su intento de demo- 63. Es dificil no reparar en la similitud con el argumento de Kant a favor de los )UI-
cratizarla, véase Underhill, J\II)'sticis7J1, ob. cit., pág. 235. cios "reflexivos", en oposición a los "determinantes", en lo relativo a los objetos estéticos
49. ]aeob Burckhardt, The Civilization of the Re7laissrl/lce i711taly, trad. al inglés de S. en la tercera Crítica, que examinaremos en el capítulo 4. Para otros pal'<llelismos, vé,lse
G. C. Middlemore e Irene Gordon. Nueva York, 1960, pág. 121. Ernst Cassirer, Mnt's Life fl71d Tbought, trad. al inglés de James Haden, New Haven,
SO. Para una introducción al tema, véal1se Peter Burke, Jl;I071taigl1e, Oxford, 1981; y 1981, pág. 86.
Ame Melberg, Ve7'SZteh übeJ' iv[o71taig71e, trad. al inglés de Lodm' Schneider, Egginen, 64. Montaigne, "Of Experience", Complete ESSfl)'S, ob. cit., pág'. 815.
2003. 65. Para un estudio sobre la importancia de este último, que fue menos absoluto que
5 L Montaigne, "Of Experience", en Tbe Complete Es.wJs ofl\II01ltaigl1e, trad. al inglés el pirronismo, véase José R. Maia Neto, "Academic Skepticism in Early Moc1ern Philo-
de Donald Frame, Stanford, 1965, pág. 857. sophy", en J01l11lfll ofHút01Y ofidefls 58, n° 2. Abril de 1997.
52. Mavl de Fillipis, "L' esperiel1za secondo Montaigl1e", en Lr/ Cultura 18, nO 1, 66. Sobre la importancia de Montaigne para la Ilustración, véase Peter Gay, The
1980, pág. 106. EI1/igbte7177le1lt: All il1telp"etatiol1, 2 vols., 1: Tbe Rise ofJJ;Iode17l Pagrl71iJ77z, Nueva York,
53. Para un análisis de los textos de Montaigne como un intento de hablar una vez 1968, págs. 287-90; e Ira O. IVade, Tbe 171tellecttla¡ O,'igi71s of tlJe Frencb El1ligbte71711C1lt,
más con su amigo fallecido Étienne de la Boétie, véase de Certeau, "Montaigne's 'Of Princeton, 1971, págs. 84-107.
cannibals''', en HeteJ'ologies, ob. cit. Sobre el contexto más amplio en que los Essays fueron 67. En "Apology for Rayn10nd Sebond", J\fontaigne reconoce que todo cuanto
escritos, véanse N atalic Zemon Davis, "Boundaries and the Sense of Self in Sixteenth- conocemos proviene de nuestros sentidos, aunque en ellos "reside el principal fundamen-
Century France", en Thomas C. Heller, Morton Sosna y David E. Wellbury (eds.), to y la prueba de nuestra ignorancia", Complete Esstl)'s, ob. cit., pág. 443.
Reconstructillg individualis17l: Autonom)', Individuality, a71d tbe Selfin f,Veste11l Thought, Stan- 68. Ibíd., pág. 418. ..
ford, 1986. 69. Para un estudio sobre el tema, véase Richard. H. Popkin, Tbe Hist01Y ofSkeptlw711
54. 1\1ontaigne, "Of Experience", en Complete Esstl)'s, ob. cit., pág. 882. fr071Z EJ'(/sIJIUS to DeSCi11'tes, Nueva York, 1964, capítulo 3.
55. Montaigne, "Of the Education ofChildren", en Complete Essays, ob. cit., pág. 124. 70. Como advierte Stephen Toulmin, "los escépticos humanistas ... deseaban negm'
56. Montaigne, "OfRepentance", en Complete Essa)'s, ob. cit., pág. 611. las tesis filosóficas generales tanto como afl17llarltls. Al igual que los dos filósofos clásicos
57. Véase Richard Regosin, "The Text of Memory: Experience as Narration in con quienes se compara Móntaigne, Pirron y Sexto Empirico, los humanistas considera-
Montaigne's Esstlis, en ]ohn D. Lyons y Nancy J. Vickers (eds.), Tbe Dialeetie ofDiscovf7Y, ban que las cuestiones filosóficas trascendían el alcance de la experiencia de una manera
Lexinton, Ky., 1984, para un análisis del rol de la memoria imperfecta y débil en Mon- indefendible". Coslllopolis: Tbe Hidden Agmdil ofMode17Zit)', Chicago, 1990, pág. 29.
taigne. La imperfección de la memoria sirve para liberamos de la obediencia a las autori- 71. Ralph vValdo Emerson, "Montaigne; or, the Skeptic", en Stephen E. \Vhicher
dades del pasado, pero no es tan imperfecta como para impedirles transmitir una cohe- (ed.), Selections from Ralpb Wflldo E1I1ersoll, Boston, 1960, pág. 296.
rencia narrativa a lo largo del tiempo en lo referente al yo, especialmente cuando se pone 72. Montaigne, "OfExperience", Complete Essa)'s, ob. cit., pág. 855.
en primer plano su momento activo, reconstructivo. La escritura misma de los ensayos 73. Daniel Aris y Franc;ois]oukovsl.'Y, "Une philosophie de l' expérience", en Bulle-
opera de esta forma para Montaigne: "en el plano personal, los ensayos permiten que su tin d~ la société des milis de iVlo1ltaiglle, 21-22, julio-diciembre de 1990, pág. 87.
experiencia sea algo más que una mera sucesión de instantes discretos cn un intermina- 74. Montaigne, "That ro Philosophize Is to Learn ro Die", en Complete Essa)'s, ob.
ble presente. Si el escritor parece ejercer su juicio en momentos puntuales, su experien- cit., págs. 56-60.
cia es también la de una vida vivida a lo largo del tiempo" (pág. 147). 75. Montaigne, "Of Practice", Complete Essr/j'S, ob. cit., pág. 267.
58. Véanse, por ejemplo, F. J. vllamke, VenÍons of tbe Bm'oque, New Haven, 1972; y 76. Giorgio Agamben, lnfonc:y fl11d Hist01y: Essays 011 tlJe DeSt1'llctiOll of Experience, trad.
José Antonio Maravall, Cultm'e of the Br/l'oque: A7Itllysis of a Hútol'iCl¡/ St17IctU1'e, trad. al al inglés de Liz Heron, Nueva York, 1993, pág. 19.
inglés de Terry Cochran, Minneapolis, 1986, capítulo 7. 77. Regosin, "The Text ofMemOlY", pág. 157.
59. Para discernir los múltiples significados bas,índose en los usos comparativos en 78. Hans Blumenberg, Tbe Gel1esis of the Copel7liet71¡ g701'ld, trad. al inglés de Robert
los comienzos de la Francia moderna, véase IV. G. NIoore, "Momaigne's Notion of M. vVallace, Cambridge, Mass., 1987, pág. 629.
Experience", en Will Moore, Rhoda Sutherland y Enid Starkie (eds.), The Fre1zcb jj;Ii"d: 79. Montaigne, "Of Experience", Complete Ess<1)'s, ob. cit., pág. 821.
Esstl)'s in Hono,' ofGustilve Rudle,-, Oxford, 1952. Moore concluye que Montaigne utiliza 80. Robert Boyle, The Works of the H0710umble Robert Boyle, Thomas Birch (ed.), 6

54
MartinJay El juicio de la "experiencia"
vals., Londres, 1672, vol. 5, pág. 539, citado en E. A. Buret, Tbe Metapbysicol FOltndntions 93. Novu'I1l 011{anu1n, ob. cit., págs. 78-79.
ofModern Sciencc, Garden Ciry, N.Y., 1954, pág 171. 94. !bid., págs. 91-92.
81. FlU1kenstein, Theology flnd tbe Scientific Imaginntion, Princeton, 1986, pág. 298. El 95. Véase Lisa ]ardine, "E:cperientia literata or Novum 01-ganU1Il? The Dilemma of
compromiso de Descartes con la experimentación real fue, en cierto modo, menos firme Bacon's Scientific Method''t en William A. Sessions (ed.), Francis Bacon's Legacy olTexts,
que el de Bacon. Para una discusión del tema, véase Bernard Williams, Descartes: Tbe Nueva. York, 1990. ]ardine advierte la tensión, en la obra de Bacon, entre el más modesto
Project ofPU1'c E12quby, Nueva York, 1978, capítulo 9. modelo de expe1'ientia litC1'ata, más cerca del empirismo en el sentido de Gassendi y
82. Sobre e'sta cuestión, véase PaoIo Rossi, "Trum and Utiliry in che Science of Hume, y el modelo del novum o11{anU'I1l, que busca un conocimiento más firme de las for-
Francis Bacon", trad. al inglés de Salvator Attanasio, ed. por Benjamin Nelson, Philo- mas esenciales.
sopby, Technology and the Arts in tbe Early A1odc17l En/, Nueva York, 1970. Para una críti- 96. Para un análisis reciente del concepto de "hecho" y su relación con la experien-
ca del aserto de que Bacon era un prora-utilitarista en el sentido fuerte del término, cia, véanse Mary Poovey, A HistoJy 01the jV1ode17l Fact: ProblC111S 01Knowledge in tbe SciC1Zces
véase Perez Zagorin, Fnmcis Bacon, Princeton, 1998, pág. 88. olWealth ¡¡nd Society, Chicago, 1998; y Barbara]. Shapiro, A ClIltu1"e olFact, 1550-1720,
83. Para una comparación del legado de Montaigne con el de Bacon y Descartes, Ithaca, N.Y., 2000.
que concede la victoria a estos dos últimos, véase Toulmin, Cos11lopolis, ob. cit. Para un 97. Walter]. Ong, Ra'l1ltlS, Metbod, and tbe Decny 01 Dialogue, Cambridge, Mass.,
análisis previo de la relación entre Montaigne y Bacon, véase Pierre Villey, il101ltaigne et 1983, capírulo 11. Véanse también Neal W. Gilbert, RC1zaissance Concepts 01 lv1etbod,
F1't1llcis Bacon, París, 1913. Nueva. York, 1960; y Peter Dear, "Method in the Srudy ofNarure", en Michael Ayers y
84. El lema rezaba: jl1ulti penrallsibunt et augibetur scientia (muchos transpondrán el Daniel Garger (eds.), The Cn'l1lb1idge History 01 Scvruteentb-Cenul1Y Pbilosopby, Cambrid-
umbral y el conocimiento será incrementado). ge,1998.
85. Para un examen del tema, véase AntoniQ Pérez-Ramos, "Eacon's Fonns and the 98. Erich Auerbach alegó, provocativamente, que Montaigne mismo-aeberÍa ser
Maker's Knowledge Tradition", en Markku Peltonen (ed.), Tbe Call1bridge Compan¡on to incluido en esta generalización: "El método aparentemente caprichoso de Montaigne,
Bacon, Cambridge, 1996. que no obedece a un plan preconcebido, es, básicamente, un método experimental estric-
86. Véanse, por ejemplo, las despreciativas observaciones de Bacon sobre el método to, y el único que se adapta a un tema de esa índole ... Es justamente este método estricto
retórico en Novum Orgm11l11l, ob. cit., pág. 96. Para un análisis de la resistencia de Bacon e incluso científico, en el sentido moderno, el que Montaigne procura aplicar". j\1imesis:
y Descartes a la retórica, véase Thomas M. Conley, Rheto1'ic in the EU1'opeall Traditioll, Tbe RepresC1Ztation 01 Reality in Weste17l Litemture, trad. al inglés de Willard R. Trask,
Chicago, 1990, capítulo 6. Bacon no colocó la lógica demostrativa por encima de la Princeton, 1953, pág. 256. Pero si bien el enfoque de Montaigne tal vez resultó apropia-
inducción como fuente del nuevo conocimiento, como lo habían hecho los criticos ante- do para el esrudio de lo transitorio, el de la nueva ciencia buscaba la regularidad estruc-
riores de la retórica. Veáse una discusión sobre,el tema en Lia Formigari, Ltmguage and rural y la verdad esencial.
R-rperiellce bl 17tb-Century Britisb Philosopby, Amsterdam, 1988, capítulo 1. Para una 99. Peter Dear, Discipline and Expedruce: The klatbematical rVay in the Sdentific Revo-
argumentación reciente de que la retórica no siempre estaba subordinada a la dialéctica lution, Chicago, 1995, pág. 121. Dear demuestra la importancia del nuevo respeto por la
en Bacon, véase Brian Vickers, "Bacon and Rhetoric", en Peltonen, Tbe Call1bridge C011l- matemática, especialmente entre los filósofos jesuitas del siglo XVII, que contribuyó al
panion to Bacon, ob. cit. Pero incluso Vickers concluye que Bacon esperaba que la ciencia desarrollo de una noción moderna de ciencia experimental.
terminaría por conectamos directamente con las cosas sin la intermediación de palabras 100. D. M. Clarke ha identificado seis usos distintos de "experiencia",en Descartes:
engañosas. Bacon se mostró indudablemente crítico en lo tocante a la lógica aristotélica, introspección, examen no guiado, sentido de observación, fenómenos objetivos, expe-
encerrada en sí misma, de los escolásticos, y la consideró una herramienta defecruosa riencia ordinaria y experimento científico. Véase su libro Descartes' Philosophy olScience,
para aplicarla al descubrimiento acerca del mundo. Para un análisis del tema, véase Zago- Manchester, 1982, págs. 17-24. Conviene advertir que la duda cartesiana no se dirigía
rin, P,'ancis Bacon, ob. cit., capítulo 2. indiscriminadamente a todas nuestras creencias y hábitos. Por ejemplo, se excluían aque-
87. Con respecto a la lucha ente las nociones de posibilidad y certeza, véanse Paula llos que proporcionaban experiencias religiosas. Véase un análisis del tema en Nicholas
R. Backscheider (ed.), Pl'obnbility, Time, and Space in EigbteC1Ztb-CentIl1Y Literntm-e, Nueva Wolterstorff, Jo/m Locke fl11d tbe Etbics 01 Belief, Cambridge, 1996, capírulo 3.
York, 1979; y Barbara]. Shapiro, Probability and Ce1taimy in SevC1Zteentb-Celltll1y Englt11zd, 101. Cabe argumentar que Descartes pensaba que las ideas innatas eran, en sí mis-
Princeton, 1983. mas, una variedad de la experiencia interior. En efecto, en Reglas parata dú'CCción del espí-
88. Toulmin, Cosmopolis, ob. cit., capírulo 1. 1"itlt (1628), Descartes identificó la experiencia con "lo que percibimos sensorialmente, lo
89. Montaige, Complete Essays, ob. cit., pág. 429. que escuchamos de labios de otrOS y, en términos generales, con cualquier cosa que lle-
90. Sobre las implicaciones de la nueva. astronomía en el desprecio a la experiencia gue a nuestro entendimiento, o bien de fuentes externas, o bien de esa contemplación
basada en el sentido común, véase Blumenberg, The GC11esis 01tbe Copel7lican Wodd, ob. cit., que nuestra mente dirige hacia sí misma".Tbe Pbilosopbical W01'ks 01 Descmtes, trad. al
pág. 62. Es interesante notar que Bacon mismo manifestó cierras objeciones con respecto inglés de Elizabeth Haldane y G. R. T. Ross, Cambridge, 1968, págs. 43-44. Pero en la
al telescopio, aunque aprobaba la revolución copemicana. En Novum 01-gmw11t confesó que mayoría de los contextos, empleó la palabra para todo cuanto nos llegaba a través de los
el telescopio 10 había desilusionado debido a sus escasos descubrimientos (pág. 226). sentidos. Sobre un estudio de las relaciones entre Bacon y los cartesianos, véase Amonio
91. Dewey, Tbe Questfo1' CC1'íainty, Nueva York, 1960. Pérez-Ramos, "Bacon's Legacy", en Peltonen, Tbe Ca71lb1"idge C071lptrnioll to Bacon, ob.
92. InstfltU'atio significa, en latín, restauración y también renovación, pero Bacon cito, págs 312-14.
puso el acento en la segunda acepción. Véase una discusión sobre este punto en Zagorin, 102. La inducción no significaba, para Bacon, limitarse a reunir datos y a generalizar
F1'tl11cis Bacon, ob. cit., pág. 76. a partir de ellos, como a veces se supone; comprendía la importancia de las hipótesis y
MartinJay El juicio de la "experiencia"

del proceso de excluir explicaciones insatisfactorias. Para una discusión sobre el tema, cómo ha sucedido algo en una ocasión particular", pág. 4 (el subrayado pertenece al origi-
véase Zagorin, Fmnás Bacon, ob. cit., págs. 91-103. nal).
103. Montaigne, "Of Experience", en Complete Essays ,ob. cit., pág. 815. 117. Bruno Latour, We Have Neve,. Be~n 111ode17l, trad. al inglés de Catherine Porter,
104. ''''alter Pagel, PamceL<us, Basilea, 1982, pág. 50. La tradición iniciada por Para- Cambridge, lVIass., 1991.
celso no desapareció de manera inmediata. En Inglaterra, por ejemplo, gozó de una 118. Agamben, lufoncy ¡¡ud Hist01), ob. cit., pág.l7. Sin lugar a dudas, Bacon na esta-
suerte de renacimiento a mediados de siglo, en la época de la revolución puritana. ba tan interesado en la matematización y geometrización del mundo como Descartes,
Como lo ha notado Evelyn Fax KeI!er: "el énfasis en la iluminación derivó de la expe- Galileo y Newron, lo cual llevó a algunos historiadores de la ciencia -por ejemplo, a .AJe-
riencia directa (accesible a cualquiera que persiguiera el arte), lo cual concordaba con las xandre KOyTé- a restar importancia a su contribución a la revolución científica. Par,] un
ambiciones políticas y religiosas de esos tiempos". Reflectiolls 011 Gender mld Scie71ce, New intento de pluralizar esa revolución y otorgarle un lugar a Bacon contextualizándolo den-
Haven, 1985, págs. 45-46. No obstante, en la década de 1670 los baconianos ya habían tro de la tradición de quienes experimentaban con la naturaleza, véase Thomas Kuhn,
triunfado. "Mathematical versus Experimental Traditions in the Development of Moderniry", en
105. Sobre el cambio de actitud hacia las anomalías, véase Dear, Discipline a17d Expe- Tbe Essential TC1Ision: Seleeted Studies in Scientific Tmdition i/1,d Cha17ge, Chicago, 1977.
rience, ob. cit., págs. 20-21. 119. He intentado explorar algunas de las ramificaciones del prejuicio ocularcentrista
106. Véase la discusión en su lvleteorology (1637), en Diseom'se on j\lIethod, Opties, Geo- de la modernidad en "Scopic Regimes of lVIodernity", en Force Fie/ds: Between l1ltellectzttll
metl), and 111eteorology, trad. al inglés de Paul]. Olscamp, Indianápolis, 1965, pág. 338. HistOl] and Cultural Critique, Nueva York, 1993; y D07V1lCf]st E)'es: Tbe Denigmtion of
107. Bacon indudablemente estaba en deuda con los primeros intentos de la magia y Vision in Twentieth-Centm) Freneh Tbougbts, Berkeley, 1993. Contra la creencia de que
del ocultismo por dominar la naturaleza y descubrir sus secretos. Véase 'Nilliam Leiss, Bacon sobrestimaba la importancia de los instrumentos ópticos, véase Catherine Wilson,
The Domillation ofNatzl1'e, Nueva York, 1972. Pero su modelo de una sociedad científica Tbe luvisible ¡'Vodd: Emiy klode17l Phi/osophy and tbe lnvention of tbe j'vIicroscope, Princeton,
abierta no guardaba ninguna relación con ellos. 1995, pág. 5.
108. Sobre una comparación de Bacon y los philosopbes en estas y otras cuestiones, 120. Bacon, Novu1ll 01-gmUt111, ob. cit., pág. 60. Sobre el uso de la luz como imagen
véase Wade, Tbe lntelleetual O"igins of tbe Frezlch Rcvolution, ob. cir., págs. 118-26. de la verdad y el conocimiento en Bacon, véase Zagorin, Frt/llcis Bacon, ob. cit., pág. 88.
109. Timothy]. Reiss, The Discourse ofl11ode17lism, Ithaca, N.Y., 1982, capítulo 6. 121. Pagel, Pmtzcelsus, ob. cit., pág. 50.
Partiendo del argumento de Foucault acerca del poder y del saber, Reiss detecta una dia- 122. Deely, New Beginnings, ob. cit.
léctica política operante en el método de Bacon. "El concepto de Wla experiencia gene- 123. Latour, We Have Neve¡' Been 111odel'1), ob. cit.
ral -universal y razonable, tal como la entienden los gramáticos- permite la elaboración 124.]ohn T. Kearns, Recollsidering Expe¡'iC1lce: A Solution to tIJe P"oblem 11lIJe,-itedfrom
y la práctica del Estado liberal, fundado en un contrato entre individuos iguales, cada DesCt/rtes, Albany, N.Y., 1996.
uno de ellos en posesión de una voluntad similar. Como Descartes, Bacon influirá pode- 125. Véase Keith Hurchison, "VVhat Happened ro Occult Qualities in the ScientiBc
rosamente en la creación de ese 'espacio discursivo' que hará posible la idea del conoci- Revolution?", en Isis 73, 1982, págs. 233-53. Irónicamente, estas cualidades demostraron
miento y la práctica social" (pág. 206). Pero lo que este modelo oculta, afirma el autor, es no ser tan ocultas en la época en que la ciencia comenzó a revelar gradualmente los
el hecho de que se basa en un discurso que se niega a revelarse como tal, un discurso que secretos de la naturaleza, pero retornaron cuando los escépticos como Hume cuestiona-
refleja las relaciones de poder que solo conceden a unos pocos individuos el derecho a ser ron la confiabilidad de los resultados científicos.
experimentalmente "instruidos".
110. Steven Shapin, "Pump and Circumstance: Robert Boyle's Literary Techno-
logy", en Social Stztdies ofScie71ce, 14, 1984, págs. 481-520; véase también Steven Shapin y
SmlOn Schaffer, Leviatbmz and the Air-Pump: Hobbes, Bo)'!e, and tbe Expel'i11le11tal Life,
Princeton, 1985; y Steven Shapin, A Social HistOl) ofTruth: Civiliry a11d Scie11ce in Seven-
teemh-Ce11tu,) Eng/i/1ld, Chicago, 1994.
111. Taylor, Sources ofthe Self, ob. cit., pág. 162.
112. Véanse, por ejemplo, Susan R. Bordo, Tbe Fligbt to Objectivity Essays 011 Cm/e-
simzimz mld Cultuz'e, Albany, N.Y., 1987; Y Keller, Reflectiolls on Gendel' mld Science, ob. cir.
Sobre una defensa de esa postura, véase Zagorin, Fmncis Bacon, ob, cit., pág. 122.
113. De acuerdo con Blumenberg, Descartes y Bacon no perdieron la esperanza de
alcanzar un estado fmal de conocimiento perfecto. Esta lucha infinita se convirtió en un
tema solamente con Pascal. Véase The Legitimacy of the ivlodet7Z Age, ob. cit., págs. 83-84.
114. Montaigne, "Of Experience", Complete Ess{/ys, ob. cit., pág. 817.
115. Gadamer, Trutb {md lV1etbod, Nueva York, 1986, pág. 31 l.
116. Dear, Discipline mzd Experience, donde localiza el cambio ocurrido en la década
de 1670 con la obra de Newton y Boyle. Por el contrario, la antigua noción de experien-
cia basada en el universalismo racionalista aristotélico y escolástico ia entendía como "un
enunciado acerca de cómo aeo1ltecellltZs cosas en la naturaleza y no un enunciado acerca de

58
20 Experiencia y epistemologia
La disputa entre el empirismo
y el idealismo

El escepticismo precariamente afirmativo de Michel de Montaigne


-su tolerancia a la falibilidad de los sentidos y a la debilidad del cuer-
po- no sobrevivió fácilmente a la impaciencia de los primeros pensado-
res modernos] ansiosos por lograr un saber cierto acerca del mundo
revelado por la ciencia.! Tampoco sobrevivió su valoración de las lec-
ciones de la sabiduría popular y las enseñanzas de los antiguos, a quie-
nes honraba pese a su renuencia a seguirlos ciegamente. Con René
Descartes llegó el deseo de comenzar de nuevo, evitar los errores del
pasado y mirar con confianza hacia el futuro. El nuevo prestigio de la
ciencia significaba también desestimar el interés de Montaigne por la
introspección y el autodescubrimiento. P!!l1!PJ)1arl",-e!,-,.er¡º,.k"",,,p~:
r~,,!lcia .t"!lí~.'l~.". se~.R!lblicª,r?p.~()4u~i~!~x,,!'!.iI!c_aE!em".diªl1te ins:
trumentosybjetjy.Qs.' Por consiguiente, el énfasis de Montaigne en
confrontar nuestra mortalidad individual, tarea esencial de todo ser
humano, ya no parecía pertinente para una mentalidad que identificaba
al sujeto con la comunidad inmortal de los investigadores científicos. 3
Se juzgaba que la búsqueda científica era fundamentalmente distinta a
la del peregrino que avanza hacia la redención o a la del humanista que
en la madurez se convierte en un estoico capaz de contemplar el rostro
de la muerte sin inmutarse. Se trataba de una indagaciónin§11i.ta,cuyo
tel~s_ era el dominio, Ilo1a conCifiacíiín., EEiijeto de esa especie insacia-
blemente curiosa fue desacoplado del sujeto contingente de la felicidad
o lá salvación individuales.-
Pero las dudas que Descartes y Francis Bacon intentaron reprimir
con tanto vigor no tardaron en retornar cuando sus soluciones a los
enigmas planteados por la experiencia perdieron gran parte de su atrac-
tivo. La fe de Descartes en la razón deductiva y en las ideas innatas, y la

fíl
Mmti71Jay Experiencia y epistemología

confianza de Bacon en la experimentación inductiva, revelaron lo que la conciencia de los límites dentro de una noción esencialmente holísti-
eran: creencias que no podían proporcionar el fundamento de certeza ca de la experiencia pasó a ser un mero énfasis en los límites o fronte-
que habían buscado. En la conclusión de su clásico estudio sobre el ras entre variantes de la experiencia. Más aún, el cuerpo vivo entendido
escepticimo moderno, Richard Popkin sostiene que "el pirronismo como sede de la experiencia fue reemplazado por los cinco sentidos, en
continuaría siendo el espectro que acosaba a la filosofía europea, mien- particular por el de la vista, como el vehículo privilegiado en la búsque-
tras los filósofos se esforzaban por encontrar una manera de superar la da de un conocimiento "confiable" (pero no seguro).
duda teórica o bien de descubrir cómo aceptarla sin destruir toda certi- Si bien las esperanzas de Descartes en encontrar un nuevo funda-
dumbre humana".5 Aunque los científicos, especialmente aquellos mento de la verdad absoluta pudieron haberse malogrado, su desdén
cuyos campos se fundaban en la matemática (como la mecánica y la por la "experiencia", defendida por las autoridades del pasado, se ~an­
astronomía), se mostraban optimistas en relación con el proyecto de tuvo incólume en la tradición de la epistemología moderna. Una
alcanzar un conocimiento verdadero, la confianza de muchos filósofos noción totalmente dialéctica de la experiencia (contrapuesta a la cientí-
comenzó a flaquear, aun cuando evitaran incurrir en un escepticismo fica) que incluyera generosamente las pruebas y errores pretéritos en
categórico. La precaria conciliación de Descartes entre la razón y los lugar de trascenderlos, tendría que esperar hasta Georg Vvilhelm Frie-
sentidos -su creencia de que era posible, en definitiva, armonizar una drich Hegel para volver a la vida, aunque solo con un éxito relativo.
comprensión mecánica de la realidad esencial con el encuentro cotidia- Cuando el regreso de la "experiencia" en tanto aprendizaje a partir del
no con sus apariencias- no llegó a cristalizarse. pasado fue llevado a cabo por pensadores anteriores (como veremos,
El resultado de todo ello, al menos entre quienes no podían seguir fue el caso de David Hume), esta operó en un plano psicológico para
a Baruch Spinoza o a Nicholas Malebranche en cuanto a defender una explicar la mera creencia y no para fundamentar un saber auténtico, lo
metafísica pura y racionalista, fue un nuevo respeto por el ámbito de lo cual fue interpretado por muchos como una capitulación ante el escep-
probable, en oposición al ámbito de lo cierto, así como la decisión de ticismo. Pese a que ciertos pensadores de la Ilustración francesa, tales
apoyar su rol incluso en la investigación científica. Rodolfo Agricola y como el marqués de Condorcet y Étienne de Condillac, reconocieron
otros retóricos del Renacimiento habían combinado la dialéctica con la el valor del método de la "errancia" o devaneo conjetural y aceptaron
probabilidad, una tendencia que pronto encontraría eco entre los pen- el riesgo de error en el proceso de descubrimiento, admitiendo con
sadores cuyo desdén por la tradición retórica era manifiesto. 6 Pese a la modestia que el intelecto humano jamás alcanzaría la perfección, no
frecuente caracterización de la modernidad como la victoria de la incorporaron el error mismo en una noción dialéctica superior de ver-
imperiosa búsqueda cartesiana de certidumbre por sobre el intento dad, a diferencia de Hege1. 9
alternativo de Montaigne,7 m21chos pensadores de la Ilustración esta-. No es sorprendente entonces que los diversos intentos realizados a
ban dispuestos a conformarse con algo menos que las ideas innatas, cla- finales del siglo XL'\: y a principios del XX por recapturar una noción
ras y distintas, o las verdades eternas generadas inductivamente (o tal más integrada y sólida de la experiencia, se juzgaran fallidos por el
vez tenían la esperanza de ganar algo más, aunque ese "más" fuese hecho de reducirse a cuestiones epistemológicas, por su exagerada
menos apodÍcticamente cierto). Por consiguiente, el exilio de la "expe- dependencia de la observación visual y por su interés en la ciencia
riencia" hacia los instrumentos supuestamente objetivos y el mundo natural, una actitud que se refleja cabalmente en la queja a menudo
atemporal de los números impersonales gradualmente llegó a su fin. citada de vVilhelm Dilthey de que "no es sangre auténtica la que fluye
Pero cuando la experiencia no mediada retornó al centro de la escena en las venas del sujeto cognoscente fabricado por Locke, Hume y Kant,
lo hizo en cierto modo como una figura disminuida y marchita. Ya no sino solamente la linfa diluida de la razón en cuanto mera actividad
era el sólido facilitador de la sabiduría que, según Montaigne, nos ense- intelectual".1 0 Cabe discutir si era la razón u otra cosa lo que fluía por
ñaba "que la grandeza del alma no consiste tanto en tender hacia lo esas venas, pero Dilthey expresó un difundido presupuesto sobre el '
alto o en pugnar hacia adelante como en saber acomodarse y circuns- carácter desvaído y restringido de la experiencia examinada por esos
cribirse";8 la~~Li.~l].~i<!..fu(;!x~ducida a un meclio modesto y problemá- pensadores.
tico, aunque indispensable, para conocer o, metor dicho, para "com- E~tos .p~rtenecían, desde luego, a dos tradiciones filosóficas distin-
prender" el mundo exterior. Además, lo que en Montaigne había sido tas que han llegado a denominarse empirismo (a v~ces sensacionisrno o

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MartinJay Experiencia y epistemología

asociacionismo) e idealismo (o, más precisamente, idealismo trascen- griega y de las prácticas ocultas medievales y renacentistas, ni perdió
dental). No obst~nte, am:~~stradiciones estaban unidas porq~ha­ sus lazos con la tradición escéptica lanzada por Sexto Empírico,
zaban la razón deductiva como medio privilegiado de conocimiento, Ja comenzó a ser revalorizada en el siglo XVIII, sobre todo"en G¡an Bre~
revelación dogmática o la autoridad textual como fundamento de! taña.!1 La "modestia filósofica" de Isaac Newton, como la calificaba
ir
s;tI,er p~nían ~I) s~Jtlga¿Ú~""p~rieicia. AsÍffilSmo-;-éompa;tían la Voltaire, se impuso gradualmente a la arrogancia de Descartes, espe-
-responsabilidad de reducir la experiencia misma a una cuestión esen- cialmente cuando los resultados científicos obtenidos por esta última
cialmente epistemológica, poniendo entre paréntesis sus otras dimen- demostraron ser harto cuestionables (por ejemplo, la afirmación carte-
siones. En este capítulo, nos limitaremos a bosquejar las principales siana de que la luz se transmitía instantáneamente fue refutada por las
características de su lucha por encontrar una comprensión viable del observaciones de las lunas de Júpiter realizadas por e! astrónomo danés
papel desempeñado por la experiencia en la constitución de un conoci- Ole Roemer en 1676). El creciente contacto con tierras no europeas,
miento que fuese más o menos fundacional, aun cuando ya no preten- cuyos habitantes, flora y fauna, desconocidos hasta el momento, no
diese alcanzar una absoluta certeza acerca de las verdades ontológicas. resultaban fáciles de incorporar en las netas categorías de! pensamien-
J ohn Locke y David Jfurne gC:\lpar.án lQS lugares habituales como to recibido, otorgó un nuevo prestigio a los frutos de la observación,
-ilefenséiré-a'é únanociónfundamentalrnente pasiva de la experien¡:ia, un prestigio que se sumaba al de la revolución copernicana en astrono-
en tanto que Immanuel Kant aparecerá como el instigador de un mía, llevada a cabo gracias el telescopio. En campos tales-como la
momento más~a_c:!~Y2_.en la tradid6n epistemológica, u~,.momento-fun­ medicina, los efectos de una flexibilidad no dogmática y de la voluntad
~i1:nac()ncep.ción trascendent~l y n,:, meramentepsTéOlogic'-de de experimentación, asociadas durante largo tiempo al curanderismo,
l,,'actividad de. la mente. Empero, habrá que tomar en cuenta también empezaron a producir beneficios saludables hacia la década de 1750. 12
las otras tendencias que aparecen en sus escritos y que complican estos COlnpara.d" con la razón deductiva, la~~c:~.a_ció}!teÓIi~-yl"
retratos convencionales, pues ponen en cuestión la simple dicotomía . comprensión intu~~:va, el emE~~w.9. . .u~~gq_,~.~sociars.e,Y¡3.g.a.ll1ente,con
entre lo activo y lo pasivo. el métodoEien_ti:tic;(»)!l9_m;gyp, cuyo poder gozaba de gran populari-
Debido a la imposibilidad de presentar todos los intrincados argu- dad desd;la época de Francis Bacon. El propio B-"."."::.fi;"llam~.d()..el
mentos y contra-argumentos esgrimidos por los filósofos e historiado- padre del empirig!w.!J..a{!."m~I)()~,qll!,_pºrJi~g~l.IJ En las Indicaciones
res de la filosofía que trabajan en el campo epistemológico, centrare- ;~l~;¡vasitla-tnt~rpret(lción de la naturaleza, sin embargo, había compa-
mos nuestra atención solo en los más importantes antes de pasar a las rado despreciativamente a los empiristas con las hormigas, "quienes
variantes rivales del discurso de la experiencia, aquellas que más se simplemente recolectan cosas y las usan",14 además de buscar un
ciñen a la metáfora de los cantos que hemos tomado de William Blake. método más confiable que la mera observación para obligar a la natu-
Así pues, lo que sigue se aS~E<:.a!?is .~Ylltipo.isl.eat9_.alll)a.E"S'?}}!ig:uc­ raleza a revelar sus secretos. En m.a.!!9~ de los más pro~ine!1~es e.mpi-
CiQll['lc:ioE~L9.ll.e.aCú"~lñtento de hacer justicia a las complejidades de ristas británicos, J ohn Locke, (:;eorge Berkeley y David Hume,15 se
las figuras cuya obra ha sido y sigue siendo la fuente de interminables produjo un cambio significativo de prioridades. No solo fue calificada
comentarios. Su justificación no es meramente el vastísimo material hi~confian.z-a 'oe'13ac'on en revelar los misterios de la naturaleza, sus
bibliográfico que, en el mejor de los casos, requeriría alguna depura- "formas" universales, a través de la experimentación inductiva, sino
ción, sino también el hecho de que muchos críticos de la tradición también su fe en la absoluta fiabilidad de los procedimientos e instru-
epistemológica trabajaron con una comprensión esencializada y a mentos utilizados para arrancarle esos secretos. El impulso agresivo y .
menudo reduccionista de su legado. dominante de la ciencia baconiana fue sutilmente modificado cuando·
surgió una vez más el mom.ento más pasivo y p.~cien.te de la.('experi.en-
cia", un cambio caracterizado por el nuevoljnterés en lo que se cono-
LOCKE y LA EXPERIENCIA DE LOS SENTIDOS ciÓ como lo "dado" de los datos sensorial€S.16 En la época de Hume,
•• _ •••• _ . _ . ' • • _ _ ., • • • • " .,_ , ___ o" • • _, _ _ _ _ ' , 0 __ . _ . 1,

la inducción misma fue cuestionada como herramienta epistémica.!7 e

Aunque la palabra "empírico" nunca se despojó por completo de la El telón de fondo contra el cual aconteció este cambio fue apodado
connotación peyorativa que arrastraba desde la época de la medicina p o.rJi!!LH'!.cki!1K"la. ap"Eici~11 d".la prob~bilid_ad".18 Relacionada en un

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MartinJay Experiencia y epistemología

principio con el ámbito de la mera opinión, en oposición al ámbito del leza o de la sociedad, dado que la opinión no era nunca enteramente
conocimiento verdadero, e identificada con la "aprobación" de las ideas reemplazable por un conocimiento preciso, constituía un error refu-
promulgadas por autoridades eruditas (teólogos y filósofos de la doctri- giarse en un escepticismo debilitante, pu~s debajo de la superficie exis-
na de la moral cristiana), la probabilidad había perdido su brillo a causa tían patrones que regían el comportamiento de un gran número de
de su vínculo con la casuística de los jesuitas en el siglo XVI. Así pues, e~entos, si no de cada individuo. Aun cuando este último podría, en
fue necesario superar el dudoso método del "probabilismo", como última instancia, estar determinado y no ser producto del azar, los
llegó a llamarse por su apelación al testimonio y a la conveniencia, humanos, falibles como eran, tendrían que confomarse con patrones
antes de poder lanzar una ciencia moderna de la probabilidad. Los his- más groseros y estimativos que los que revela el cálculo de probabilida-
toriadores coinciden en que el punto de inflexión se produjo aproxima- des, y abandonar así la esperanza de alcanzar una ominisciencia seme-
damente en 1660 con el brillante grupo de teólogos, lógicos y matemá- jante a la de Dios. Pero lo que no deben temer es el caos engendrado
ticos janseÍlÍstas de Port-Royal, cuyos repr~sentantes más notables por un escepticismo llevado al extremo. Aunque las causas últimas per-
fueron Antoine Arnauld, Pierre Nicole y Blaise Pascal. manezcan ocultas, al menos las que se encuentran en la naturaleza -y
Hacking advierte el rostro dual de la nueva teoría. La probabilidad quizá también en la sociedad- pueden discernirse. E incluso aquellas
no solo significaba, como en Montaigne, una tolerancia epistemológica que se extienden al futuro, como creían los estudiantes más optimistas
a la ambigüedad y la incertidumbre por parte del sujeto cognoscente, de la teoría de la probabilidad, por ejemplo el pbilosopbe del siglo XVIII
una tolerancia que Bacon y Descartes habían desdeñado por conside- Condorcet. 2o
rarla indigna de la verdadera ciencia, al margen de su utilidad para En consecuencia, tras la aparición de la teoría de la probabilidad fue :
retóricos como Agricola. También significaba, y en esto residía su gran posible revivir una nociÓn de experiencia no baconiana, liberada hasta
innovación, una teoría de las frecuencias probables enJIngrannúmero cierto punto de los severos criterios de Bacon para conQcer la verdad
de eventos, tales como lanzar los dados o el crecimiento de la pobla- última y de su fe en los instrumentos impersonales del saber. Aunque
ción. Esta últlmaacepción, que Hacking denomina aleatoria en oposi- podriamos hablar incluso de una crisis cultural persistente durante el
ción a epistemológica, se basa en el supuesto de que debajo de la super- auge del empirismo británico -y, en rigor, el recuerdo de las guerras
ficie de los eventos aparentemente aleatorios, pueden encontrarse religiosas de mediados del siglo XVII estaba aún lo bastante fresco para
patrones pasibles de ser descubiertos mediante lo que se ha conocido provocar cierta angustia respecto de la fuerza residual del "entusias-
como el cálculo estadístico. Si bien las rigurosas fórmulas matemáticas mo"-,21 en general sus fundadores no estaban tan afectados por los
aplicadas a la determinación de esos patrones por Pascal y otros cola- traumas sufridos durante el período posterior a la Reforma europea
boradores de la teoría de la probabilidad, como Jacob Bernoulli y Pie- como las generaciones precedentes. Al esperar mucho menos del cono-
rre-Simon Laplace, eran mucho más sofisticadas que cualquiera de las cimiento que Descartes o Bacon, y operando en un ambiente donde la
que se habían utilizado antes, la empresa se sustentaba en una premisa tolerancia a las-diferencias religiosas era mayor, estaban más conformes
sorprendentemente premoderna. Las "ciencias inferiores" tales como con las imperfecciones de la experiencia humana, entendida principal-
la alquinlÍa y la astrología, condenadas por Bacon y Descartes, se habían mente en términos epistemológicos. Si bien lograron exorcizarlo por
basado en el supuesto de que la naturaleza era un texto legible. Según completo, el fantasma del escepticisimo ya no resultaba tan aterrador. 22
la "doctrina de las signaturas" de Paracelso, el mundo operaba median- Lo que al cabo de poco tiempo recibió el nombre de filosofía del "sen-
te similitudes y afinidades que podían ser descifradas.l 9 La teoría de la tido común" volvió a centrar la atención en el mundo cotidiano del
probabilidad también buscaba las señales de pautas más profundas en la hombre ordinario y se apartó de los rarificados procedimientos de los
superficie aparentemente aleatoria de los eventos, pero lo hacía apli- virtuosi religiosos a científicos. 23
cando un cálculo matemático de resultados probables. Si bien la doble crítica de Pierre Gassendi al cartesianismo y al
La relación entre las dos caras de la teoría de la probabilidad, la pirronismo constituyó un importante preludio a la tradición empirista
epistemológica y la aleatoria (o, dicho de otro modo, la subjetiva y la británica,24 es preciso comenzar con ]ohn Locke (1632-1704), cuya
objetiva), era la siguiente: aunque los seres humanos solo podían tener contribución a la historia de la experiencia fue tan seminal como la de
una comprensión imperfecta e incierta de los mecanismos de la natura- cualquiera de las figuras de nuestra historia, pero cuya descendencia

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MartinJay Experienda y epistemología

fu upa rebelde y pendenciera prole. El responsable de ello era en gran materialista, corpuscular, tomó en serio y de quien aprendió la crucial
edid a Locke mismo, pues al escribir a comienzos de la filosofía distinción entre cualidades primarias y secundarias. 28 Locke también
¡!lederna no había adquirido aún el hábito de usar un vocabulario téc- conocía y respetaba los logros de Newton. 29 Por consiguiente, es cues-
¡!la. o de un mo d o · .
rIguroso y consIstente, de manera que, como 1o tionable afirmar, como una vez esrovo en boga, que Locke desdeñaba
plC reS ó un comentador exasperado, "en casi cada tópico hay desacuer- la ciencia porque esta se valía del razonamiento hipotético, que él juz-
~Psobre lo que Locke quiso decir" .25 gaba insostenible. 30
o La culpa reside asimismo en un cierto número de confusiones y La formación médica de Locke, que culminó en un importante
tocontradicciones conceptuales, imposibles de desentrañar incluso ensayo descubierto recién en el siglo XIX y titulado "De Arte Medi-
au el más exhaustivo análisis filológico de su intencionalidad. Cabe ca", le había dado motivos para rechazar la idea de que las hipótesis
. ~orir no obstante, que "Locke" será siempre la suma de sus textos y no sin verificación experimental no eran válidas. JI Como en el caso de
1eCo~dencia coherente, unificada, que subyace en ellos (un argumento los empiriki griegos, estaba dispuesto a suspender el juicio sobre las
a ~almente válido para todo escritor prolífico e inventivo). Después causas últimas y operar en el plano de lo que parecía eficaz en el tra-
: todo, su principal contribución a la tradición epistemológica, el tamiento de una enfermedad. Era menester, sqstuvo, remitirse de los
Be ayo sobre el entendimiento humano, fue el fruto de diecinueve años de efectos a las causas, en la medida en que estas pudieran determinarse.
~ajo esporádico antes de su publicación en 1690, y muestra los efec- Loc!ee extrapoló esa actitud a la defensa general del valor .del saber
tra de lo que, según el autor admitió, era el ensamblaje forzado de cotidiano, en oposición a la búsqueda, propia. de la investigación
;05 Tcelas incoherentes".26 Escrito y reescrito durante períodos de exi- científica, de verdades últimas ordenadas sistemáticamente. En el
lay de intenso compromiso político, mientras redactaba el gran opús- Ensayo invocaba la bondad de Dios para explicar la prioridad del pri-
10 sobre la tolerancia y dos tratados sobre el gobierno, lleva las cica- mero sobre la segunda:
10
c~ eS de su perturbada composición. Y, finalmente, cabe explicar la
tflCbiniledad del legado de Locke por la tensión, y en ocasiones el con- El infinito y sabio Creador de todos nosotros y de todas las cosas que
am ó"entre 1o que autor se proporua
fl'cto, ' d·eCl! y 1a manera -retonca,
,. fi gu- nos rodean ha adaptado nuestros sentidos, facultades y órganos a la conve-
1 'va metafórica, narrativa, tropológica- como lQ decía.
27 niencia de la vida y a los asuntos que aquí nos incumben. Somos capaces,
ra "'(]~a Ae,.l~.s..c~r.ac~erí~~cas de la tradi.ci?~._~I?iciada P9!_J,.Qcke._~,~,~~.~
ti en virrud de nuestros sentidos, de conocer y distinguir las cosas, de exami-
narlas en la medida en que las apliquemos a nuestros usos, y de acomodar-
lu ·."dudas, una moderada toleranciaa la inc<o.rtid.'!fl1bre; por lo tanto, las de diversas maneras a las exigencias de la vida ... Pero parece no haber
1tcho de no saber exactamente lo que quiso decir o si lo que quiso sido la intención de Dios el concedernos un perfecto, claro y adecuado
~ dr era por completo coherente, por no decir plausible; no debe ser conocimiento de ellas: un conocimiento que tal vez no se halla en la com-
e fuente de desesperación. Su gran obra, al igual que la de Montaig- prensión de ningún ser finito. 32
una fue presentada bajo la forma de un ensayo estimativo, no de un tra-
e
n do perfecto. Nuestra experiencia de leer e interpretar a Locke puede Utilizando la célebre metáfora del reloj que había cautivado a Boyle
ta siderarse en sí misma una lección sobre el valor de la probabilidad. y que iba a desempeñar un papel crucial en el argumento deísta de la
~nmbién es un ejercicio donde los juicios y errores de los intérpretes existencia de Dios a partir del diseño, Locke ilustró su posición afIT-
a edentes deben tomarse en serio y no desestimarse como lecturas mando que era menos importante conocer los mecanismos del reloj
pr ec
uÍ\r{)cadas que es necesario superar, pues a menu do constItuyen .
que ser capaz de leer su esfera para saber la hora. 33 Recurriendo implí-
~q ortantes contribuciones a la historia de la "experiencia". citamente a un argumento teleológico que revela su confianza última,
llUPConviene comenzar nuestro análisis por la relación de Locke con la aunque "razonable", en la religión, Locke sugirió que los límites de
. dición que identificamos con Bacon y Descartes, la cual acompañó nuestro entendimiento responden a un propósito en definitiva pragmá-
~a urgimiento de la ciencia moderna como un modelo de experiencia tico: el de abrirnos camino en el mundo cotidiano.
;. s bruto" mejorada y corregida. La formación de Locke mismo incluía Aunque Locke, al igual que Descartes, apeló a un Dios benigno en
l:~siología, la química y la, filosofía ~at:'ra,~. Fue amigo de cientí~,:os un punto crucial de su argumento, difería de su predecesor en dos
r11inentes como el "qmffiIco esceptIco Robert Boyle, cuya fíSIca aspectos fundamentales: nunca juzgó totalmente indigno de confianza
tan e

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MartinJay Experiencia y epistemología

al mundo de la opinión y del sentido común, y nunca trató de reme- mente por la acción de objetos externos sobre los sentidos, una acción
diarlo recurriendo a ideas innatas, claras y distintas, colocadas en la producida por los "corpúsculos" o átomos materiales al desplazarse
mente por el Creador. En su definición de la experiencia, Descartes desde el mundo físico a la mente. 41 En este aspecto Locke era un firme
había incluido "todo aquello que llega a nuestro entendimiento, sea de realista, pues creía en la existencia de objetos materiales fuera de la
fuentes externas, sea de la contemplación que nuestra mente dirige conciencia subjetiva. Los efectos de la intrusión de esos objetos apare-
hacia sí misma".34 Locke, por el contrario, siguió a Pierre Gassendi al cían en el primer nivel del conocimiento consciente como "percepcio-
inclinar la balanza -aunque no totalmente, por cuanto todavía creía en nes". "En las percepciones desnudas", escribió Loclee, "la mente, en su
las intuiciones morales- a favor de las fuentes externas. La doctrina de mayor parte, es solo pasiva; y no puede evitar percibir lo que está per-
las ideas innatas había sido concebida por quienes deseaban defender cibiendo".42 Debido a esta descripción de la percepción como algo
los prejuicios habituales como si fueran intemporales, y Locke, como 10 intrínsecamente involuntario, John Dewey pudo afirmar que "cuanto
demostró su célebre argumento en pro de un contrato social origina- c3racteriza la sensación y la observación y, por consiguiente, la expe-
rio, no soportaba las demandas de legitimidad tradicional ni en la epis- riencia es, en el pensamiento de Lodee, su coercitividad".4J Para
temología ni en la política. Según lo manifiesta en un célebre pasaje del Lodee, sin embargo, las percepciones eran solo los componentes bási-
Ensayo: cos del entendimiento, ya que a menudo debían ser auxiliadas o mejo-
radas por lo que denominaba el juicio. Por ejemplo, el ojo podía ver
Supongamos entonces que la mente sea, como afirmamos, un papel solamente un círculo chato en su campo visual, pero luego, valiéndose
blanco vacío de cualesquiera caracteres, sin ideas de ninguna clase. ¿Cómo de otras claves (su solidez al tacto o su previa familiaridad con el obje-
es que se llena? ¿De dónde procede ese vasto acopio que la diligente e ili-
to), se percataba de que era un globo tridimensional.
mitada fantasía del hombre ha pintado sobre ella en una variedad casi infi-
De ese modo, en lugar de zanjar la cuestión del origen del entendi-
nita? ¿De dónde obtiene todos los materiales de la razón y del conocimien-
to? A esto respondo yo: de la experiencia, en la cual se funda todo nuestro miento, las formulaciones de Locke solamente la complicaron, sobre
conocimiento y de la cual este se deriva, en última instancia. J5 todo al reconocer que "nuestra observación, se la aplique a los objetos
externos sensibles o a las opemciones internas de nuestms mentes percibidas por
Si faltaba el conocimiento innato impreso por Dios, entonces la nosotros)' reflejadas en nosotros, es lo que suministra a nuestros entendimien-
mente era, de acuerdo con la famosa frase (que Locke usó, de hecho, tos todos los materiales del pensar". 44 Vale decir, además de las percepcio-
en raras ocasiones),J6 una tabula rasa cuyas ideas eran causadas entera- nes causadas por la acción de los objetos externos sobre nuestros senti-
mente por la "experiencia". Por "idea" se refería a las entidades yobje- dos, la experiencia también podía implicar "operaciones internas" de la
tos inmediatos "en la mente", los cuales incluían "fimtasnza, noción, espe- mente tales como el juicio. ¿En qué consistían exactamente estas ope- .
cie o cualquier otra cosa en que pueda emplearse la mente al pensar".J7 raciones y procesos dado que no eran ideas innatas, y qué papel desem-
Formuladas vagamente y extendidas más allá de la acepción tradicional peñaban en relación con los estímulos provenientes del exterior? A ;
de las ideas en cuanto imágenes visuales (del griego eidos),J8 las "ideas" pesar de su metáfora de la tabula rasa, Locke admitió que algo (no las '
de Locke se han entendido, a veces, como representaciones indirectas ideas innatas) existía en la mente antes de ser "escrita" por los stimuli
de objetos externos y, otras veces, como manifestaciones más directas y externos: "la naturaleza, lo confieso, ha puesto en el hombre el deseo
por lo tanto más confiables de los objetos reales mismos.J 9 El primer de la felicidad y la aversión al sufrimiento: estos son, en rigor, princi-
caso sugiere un empirismo fenomenalista que solo registra el juego de pios prácticos innatos, los cuales (como corresponde a todos los princi-
las cualidades superficiales; el segundo, una alternativa realista que pos- pios prácticos) continúan operando constantemente e influyendo en
tula el acceso a los objetos individuales que poseen esas cualídades. 4o nuestras acciones sin cesar; y pueden observarse en todas las personas y
También se hainterpretado que las "ideas" incluían tanto objetos dis- en todas las edades, de manera normal y universa1".45 Sin embargo, lo
cretos de conocimiento cuanto los efectos del raciocinio sobre ellos, que era realmente la sustancia de tales deseos y aversiones, insistió
normalmente llamados conceptos. Locke, no podía derivarse universalmente, como lo demostraba la pro-
Independientemente de cómo se las comprendiese -yen los textos liferación de diferentes preferencias personales e imperativos morales
de Locke hay diferentes interpretaciones-, las ideas eran puestas en la en el mundo.

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MartinJay Experiencia y epistemología

Lo quesí compartían todas las mentes era, según Locke, lacaRaci- "De las palabras", Si bien pasaron inadvertidas en su tiempo y se las
dad ,Íe'reflexión, A tra"ésde operaciones reflexivas tales como juzgar, marginalizó en la bistoria ulterior del empirismo, las severas críticas de
dudar, querer, razonar, recordar y creer, los datos de los sentidos -el Locke respecto del lenguaje le han permitido, según Charles Sanders
involuntario aporte de información que conducía al conocimiento Peirce, ser considerado como uno de los padres de la semiótica moder-
consciente, que Locke llamaba percepciones- se transfqrmabanen,un. na,50 Suctítica del Ínuatismo, sostuvo más recientemente Hans Aarsleff5 1
genuinq ent~ndimiento. La reflexió~ se aplica a las ('ideas simple~_", qu~__ pudo muy bien haber apuntado contra la visión "adámica" dellengua-
eran los efectos inmediatos de los sentidos, así como el placer y el dolor je, donde los nombres originales concordaban perfectamente con sus
podían ser el efecto inmediato de impresiones sensoriales. La reflexión referentes, como contra las ideas cartesianas. En consecuencia, cabe
sobre ideas simples las convierte luego en "ideas complejas" mediante trazar una línea implícita desde Locke hasta el convencionalismo lin-
combinaciones, abstracciones y comparaciones (las cuales eran más que güístico de Ferdinand de Saussure, pasando por Condillac y Wilhelm
meras asociaciones),46 Nuestro entendimiento de los modos, relaciones van Humboldt, una línea que sugiere que una noción puramente sen-
y sustancias implicaba ideas complejas, que no eran sino el producto de sacionista de la experiencia, tal como la que le atribuyó gran parte de la
las reflexiones sobre la información suministrada por los sentidos, La crítica decimonónica, era para Locke una idea equivocada. 52 Como
pasividad de la percepción debía ser suplementada, en cierta medida, señaló un comentador reciente, "en cada giro, la tensión entre el dis-
por la labor de una agencia mental capaz de devolver a la experiencia curso retórico y el expositivo configura las tesis más básicas .del empi-
un poco de la energía activa que la metáfora de la tabula rasa parecía rismo relativas a lo que puede o no puede ser experimentado".53
negarle, Indudablemente, Locke aún no había dado un completo "giro lin-
De acuerdo con Locke, las ideas complejas siempre pueden derivar- giiístico". En comparación con las tendencias dominantes del empiris-
se de las simples, de las cuales son combinaciones efectuadas por la mo en la actualidad, el suyo se interesaba más por los objetos e ideas
mente.:Como consecuencia de ello, algunos comentadores han sosteni- que por las proposiciones u otras expresiones lingüísticas. 54 Tampoco
do que el empirismo de Locke fue compensado por un racionalismo había llegado a la conclusión wittgensteiniana de que la fuente del sig-
residual, por cuanto los conceptos son producidos por la mente y no nificado es el contexto de uso y no la palabra y su objeto,55 Locke
generados inductivamente (por ejemplo, el concepto de centauro).47 El llamó a los sonidos articulados "signos de concepciones internas ... marcas
propio Locke lo admitió ante su crítico Edgard Stillingfleet, obispo de para las ideas que se hallan dentro de la propia mente [del hablante]", y
Worcester: sostuvo que "si pudiéramos rastrearlos hasta sus fuentes, encontraría-
mos, en todas las lenguas, que los nombres que representan cosas que
Nunca dije que la idea general de sustancia derivara de la sensación y la no caen bajo nuestros sentidos, han surgido por primera vez de las ideas
reflexión, o que fuera una idea simple de la sensación o la reflexión, aunque sensibles".56 Pero cuando se ·trataba de asuntos más complejos, Locke
en definitiva se fundamentara en ellas: pues se trata de una idea compleja, era un devoto nominalista que despotricaba contra la confusión de los
compuesta por la idea general de un ente, o un ser, con la relación del sus- objetos abstractos con los objetos reales en el mundo. Por lo tanto, es
trato con los accidentes. Las ideas generales no entran en el entendimiento difícil sostener la opinión de que era, en todos los aspectos, ~n referen-
por la sensación o la reflexión, sino que son criaturas o invenciones del
cialista ingenuo, ya sea respecto de los objetos del mundo o del discur-
entendimiento.48
so mental previo a su expresión lingüística. 57
Por todas estas razones, el empirismo de Locke era modesto en
Pero por muy necesaria que fuese la reflexión para suplementar la
cuanto a su capacidad de conocer el nivel de realidad buscado por la
información suministrada por los sentidos, no podía proporcionar el
scientia, fuese aristotélica o baconiana. "La manera de obtener y mejorar
conocimiento último de las verdades que la scientia tradicional había
nuestro conocimiento de las Sustancias solo por la experiencia y la historia,
buscado. Las únicas esencias susceptibles de ser conocidas -y aquí
que es lo único a lo que podemos aspirar, dada la debilidad de nuestras
Locke sigue evidentemente a Boyle-49 eran "nominales", no "reales".
facultades en el estado de mediocridad en que nos hallamos en este
Al argumentar de esa forma, Locke reconocía la importancia de la
mundo -concedió- me hace sospechar que la filosofía natural no es
mediación lingüística en la comprensión originada en la experiencia. El
capaz de convertirse en una ciencia".58 Para muchos, tal actitud se con-'
libro 3 del Ensayo estaba, en efecto, dedicado totalmente a la cuestión

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MartinJay Experiencia y epistemología

decía perfectamente con la defensa protoliberal de la tolerancia por la no entidades reales. Aunque admiraba la obra de Newton y recibía con
diversidad de opiniones que Locke había formulado en términos polí- beneplácito los avances del conocimiento producidos por la indagación
ticos y religiosos. No obstante, dejaba muchísimas preguntas en el aire sistemática de la ciencia, Berkeley rechazaba la tesis de que la evidencia
que tanto sus epígonos en la tradición empirista C01110 sus críticos entre empírica podía conducir a un conocimiento más profundo del tiempo,
los idealistas posteriores se esforzaron por responder, mientras intenta- el espacio o el movirriento absolutos. Gran parte de su filosofía estaba
ban bu~car una noción epistemológica de experiencia más coherente y dirigida a subvertir las inferencias impropias, a menudo ocasionadas
defendIble. Uno de sus más distinguidos intérpretes modernos John por las imperfecciones de nuestro lenguaje. 6o
y oIton, dijo al respecto: ' De acuerdo con Berkeley, solo necesitamos dividir el mundo en un
espíritu percipiente y en aquello que es percibido, esas ideas de la
Si Locke restringe la experiencia a la sensación y a la introspección, mente que, según Locke, eran producidas de algún modo por la reali-
e~tonces no ha mostrado cómo las ideas se derivan de la experiencia. Pero dad externa. Las ideas incluían pensamientos tanto como sensaciones y
Sl extendemos e~te. concepto de experiencia de modo que cubra cualquier percepciones. El inmaterialismo radical de Berkeley, que para muchos
acto del entend1m¡ento, entonces cualquier contenido mental será clara- parecía una refutación del sentido común, se asentaba en el supuesto de
mente experiencial. Una posición de esa índole puede haber sido suficiente que no tenemos realmente experiencia de los objetos materiales. La
pa~a Lock~, dada su enemistad con el innatismo, pero difícilmente resulte aparente coherencia y confiabilidad de dichos objetos se explicaba, en
sausfactona para el empirismo. 59 cambio, por la intervención de un Dios benigno que ponía las impre-
siones -la metáfora favorita de Berkeley es "impronta"- en nuestro
En suma, si todo en el intelecto es cxperiencia v todo en el intelecto aparato perceptual. El mundo no es un fantasma de la imaginación ni
~ntonces la experiencia n~ es sino otra palabra
surge de la expe.riencia, tampoco un sueño: es tan real como creemos. No podemos convocarlo
para los contemdos del1l1telecto y no explica mucho de nada. a la existencia, ni tampoco escapar de su vivacidad y regularidad, lo cual
lo distingue de los productos de nuestra imaginación nocturna. Así
pues, Berkeley, como señaló Popkin,61 no fue un defensor del escepti-
HUME ENTRE EL ESCEPTICISMO Y EL NATURALISMO cismo, pese a que muchos lo interpretaron así. De hecho, por cuanto
no le encontraba sentido alguno a la distinción entre las ideas y los
En la historia canónica del empirismo británico, el legado de Locke objetos representados por ellas, y se negaba a aceptar el agnosticismo
~e desa~roll~do lue.go por George Berkeley (1685-1753), quien ingre- fenomenalista acerca de las esencias, desde cierto punto de vista cabe
so en la.lgl.esIa anglIcana de Irlanda y llegó a ser obispo de Cloyne. Su considerarlo un realista ontológico y no alguien que creía que todo lo
obra pnnclpal, Tratado sobre los principios del conocimiento hzt77umo fue que podemos conocer son meras superficies, pues los objetos mentales
publicada en 1710, un año después de su importante Ensayo sobr: una no eran menos reales que los materiales. Ypace el doctor J ohnson, tam-
~ueva !eoría de!t~ visión. C?mpartiendo con Locke la desconfianza en las bién podía considerárselo como un pensador que reforzaba la creencia
Ideas mnatas y la creenCIa de que las impresiones sensoriales eran el en el mundo compartida por el sentido común.
fundamento de la. experiencia, Berkeley radicalizó el empirismo de su O al menos eso es lo que Berkeley pretendía estar haciendo. Los
pr.edecesor de vanas maneras cruciales. En tanto que Locke había sus- resultados, sin embargo, fueron muy diferentes. Según señaló reciente-
cnpt~ a ,un realismo materialista basado en átomos corpusculares que
mente Jules David Law:
constltUl,an los ~omponentes básicos del mundo de los objetos, Berke-
l~y penso que SI la experiencia no nos proporcionaba un conocimiento La paradoja central de la carrera filosófica de Berkeley reside en que
dIrecto de tal~s sus~ancias en sí mismas, no había garantía alguna para todo lo que pudo decir o hacer para que el mundo pareciera rnás real, acce-
creer e~ su eX1stenCIa. "Esse est percipi", solia insistir. Aplicando además sible y verdadero, solo sirvió para hacerlo parecer más quimérico, fantásti-
l~ nava):l de O~cam, de~echó la distinción entre características prima- co y teatral. Ningún filósofo ha hecho nunca afirmaciones más contrarias a
nas y secundanas.a partIr del mismo razonamiento; ¿quién, después de la intuición, partiendo de las observaciones más empíricas o de los axiomas
t~~o, habla expenmentado la una sin la otra? Los objetos insensibles, más elementales del semido común. 62
solIdos y carentes de superficies coloreadas eran abstracciones verbales ,

74
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MartinJay Experiencia y epistemología

Quizá la dimensión más vulnerable del argumento de Berkeley sea subyacente en el mundo que Locke le había atribuido. En uingún sen-
su dependencia de un Dios benevolente para garantizar la realidad de tido -advirtió- podía interpretarse la probabilidad como una variante
las percepciones que constituyen la experiencia. No menos que Des- de la comprensión racional. 68 En sus principales obras sobre teoría del
cartes y tal vez más que Locke, Berkeley recurrió al supuesto de una conocimiento, Tratado de la naturaleza humana (1739) e Investigación
deidad intervencionista, quien operaba como la causa de las percepcio- sobre el entendimiento humano (1748), Hume redujo radicalmente los
nes/ideas en la mente humana, garantizaba la existencia de los objetos, vestigios de racionalidad que aún quedaban en sus predecesores empi-
aun cuando no se los percibiese, y, por lo general, da!:Ja cuenta de la ristas, dejando solo las verdades matemáticas que se hallaban exclusiva-
regularidad y el orden en el universo experimentado. Afirmó, asimis- mente en el reino de las ideas.
mo, que había un lenguaje divino que nos permitía traducir los datos La reducción de la racionalidad fue acompañada por una drástica
de uno de los sentidos a los de otro. 63 reducción del sujeto cuya razón se suponía congruente con la del
Pero, ¿qué ocurría si negábamos la existencia de ese deus ex machi- mundo exterior. Locke y Berkeley habían conservado el sentido carte-
na? ¿Cómo podríamos entonces escapar de un escepticismo extremo? siano tradicional de la existencia del sujeto consciente -en cuanto res
La respuesta llegó con la radicalización de la tradición empirista lleva- cogitans antes que res extensa-, quien tenía experiencias, aun cuando
da a cabo por David Hume, cuya desconfianza "pagana"64 de cualquier careciera de ideas innatas. Por lo tanto, su tabula nunca fue completa-
explicación basada en la intervención providencial de Dios debilitó las mente rasa, como lo demuestra la capacidad reflexiva de la mente para
primeras nociones de experiencia y, a la vez, ayudó a establecer otras convertir las impresiones simples en ideas complejas. Para Hume, por
nuevas. Su provocadora reconceptualización del papel desempeñado otro lado, la identidad coherente y perdurable del yo, anterior a las
por la experiencia no solo proporcionó un modelo para los empiristas experiencias sensoriales que "este" tenía, distaba de ser autoevidente.
posteriores, sino que también siguificó un desafío para quienes perte- Rechazando la creencia de Locke y Berkeley en la inmortalidad del
necían a la tradición idealista y juzgaban que las soluciones de Hume alma, buscaba fundar el pensamiento en la materia del cuerpo, donde
eran insostenibles, como Kant. Asimismo, contribuyó a lanzar la se fijaban las impresiones. 69 En algunos pasajes de sus escritos el sujeto
carrera de la experiencia como piedra de toque política, cuya trayectoria, es equiparado simplemente a la sucesión de sensaciones unas tras otras,
que abarca desde conservadores como Edmund Burke hasta marxistas al haz de impresiones que constituyen la experiencia misma. Se antici-
como Rayrnond Williams y E. P. Thompson, analizaremos en el capí- pó a Friedrich Nietzsche al sostener que la identidad personal es un
tulo S. artefacto verbal, una función de la gramática, no una realidad,7o Es
Hume, al igual que Locke, desconfiaba de las ideas innatas y del como si la disolución del mundo de los objetos, exterior a la experien-
abuso de la razón deductiva, y pensaba que el "método experimental" cia de los sentidos, reflejara una disolución siruilar del sujeto que tiene
de Newton podía aplicarse tanto a las ciencias morales como a las natu- esa experiencia; lo que queda es solo la realidad fugaz, transitoria, de la
rales. Ridiculizó la afirmación de Malebranche según la cual Adán experiencia sensorial misma. Ello se entiende, habitualmente, como
había venido al mundo con todos sus poderes racionales intactos,65 una variante de la interpretación fenomenalista extrema del empirismo
pero tomó en serio el argumento de Berkeley contra el realismo onto- aplicado tanto al interior cuanto al exterior, una interpretación que
lógico de Locke y su distinción entre ;"'alidades primarias y secunda- convirtió a Hume en un precursor de filósofos como Ernst Mach. 71
rias. Acordó en que no había garantía alguna para creer en objetos Hume, empero, no fue por completo consistente en su descripción
materiales más allá de los objetos de nuestra experiencia consciente, del sujeto de la experiencia, lo que llevó a sus comentadores a luchar
pues esa duplicación de la experiencia le parecía excesiva. 66 Rechazó durante centurias por conciliar sus declaraciones radicalmente escépti-
asimismo la alternativa idealista de Berkeley, pero en cambio percibió cas con los argumentos opuestos, que sugieren una filosofía más natu-
en su obra "las mejores lecciones de escepticismo que cabe encontrar ralista, más afin a la creencia de sentido común en algún tipo de yo
entre l~s filósofos, sean los antigilos o los modernos".67 Más aún, aun- perdurable, que no era enteramente una función de sus impresiones
que 'aprobó el abandono de la búsqueda de certidumbre por parte de externas acumuladas,7' Todo lo que Hume había argumentado en la
Locke (extendiéndolo, incluso, también al ámbito moral), d"daba de sección "De la identidad personal" del Tratado fue modificado en el
que la probabilidad permitiera el grado de confianza en la regularidad apéndice del libro, donde admite que "cuando .llega el momento de

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J\;lartin Jay Experiencia y epistemología

explicar los principios, se desvanecen todas mis esperanzas de encon- semejanza o identidad entre ambos que es necesario (aunque imposi-
trar un vínculo que una las sucesivas percepciones en nuestro pensa- ble) demostrar. 8o
miento o conciencia. No puedo descubrir ninguna teoría que me satis- La costumbre, el hábito y la repetición formaban parte de la expe-
faga en ese punto".?3 El esfuerzo de Hume se manifiesta también en el riencia en el sentido amplio del término, y proporcionaban los funda-
hecho de que a veces recurre a la metáfora visual del teatro para descri- mentos de una creencia plausible en el transcurso probable tanto del
bir la mente, 10 cual sugiere un yo espectador externo a sus impresio- futuro como del pasado, pero no ofrecían un conocimiento riguroso. La
nes; pero luego se apresura a advertir quc "la comparación con el tea- epistemología se reduce aquÍ en gran medida a la psicología de la cre-
tro no debe engañarnos. Solamente las percepciones sucesivas dibilidad y al condicionamiento cultural basado en la convención. Co~­
constituyen el entendimiento"J4 viene advertir que Hume mismo no pretendió otra cosa para su propIa
Una posible manera de salir del dilema consiste en alegar que, si filosofía, la cual no podía aspirar al rigor científico fundado en la
bien Hume rechazó una noción fuerte, a priori y epistémica de la demostración deductiva o en la prueba inductiva. 8! Si bien alegó vigo-
mente, como la que más tarde Kant llamaría trascendental, sí tomó en rosamente que las impresiones y observaciones externas eran la fuente
cuenta aquello que emergía gradualmente como el producto de los de todo entendimiento,82 su propia práctica, fundada como estaba en
encuentros discretos con el mundo a lo largo del tiempo, y que dejaba premisas tácitas que no se derivaban simplemente de los encuentros
una suerte de residuo permanente. Es decir, con Hume la experiencia pasivos con la realidad, indicaba, performativamente, lo contrario.
recobró su dimensión temporal en cuanto aprendizaje acumulado, una Cuando se vio obliaado a explicar por qué las creencias infundadas
b ',-1
acepción claramente operante cuando analizó el valor de la experiencia eran tan poderosas -creencias que defendían el supuesto de una Len-
en los asuntos políticos, donde la razón abstracta era una guía engaño- tidad tanto objetiva cuanto subjetiva más allá de las impresiones dis-
sa, y defendió la importancia del estudio de la historia.t 5 La memoria cretas de cualidades efÍmeras-, Hume echó mano de una característica
-una cuestión marginal para los primeros empiristas- recuperó el papel del entendimiento que había desempeñado un papel marginal en sus
central que había desempeñado en Montaigne. Hume destacó así la predecesores empiristas: la imaginación. s3 "La experiencia es un ~rin­
importancia de la temporalidad e incluso de la narrativa como una cipio que me instruye sobre las diversas conjunciones de objetos
dimensión fundamental de la experiencia. 76 durante el pasado", escribió. "El hábito es otro principio que me indu-
En el sentido epistemológico -o, más precisamente, en el psicológi- ce a esperar 10 mismo en el futuro; y ambos, operando en mi imagina-
co- el yo era la función de la repetición de experiencias discretas a tra- ción me inducen a formar ciertas ideas de una manera más intensa y
vés del tiempo. Mientras que Locke desdeñaba la asociación de ideas vívida que otras, a las cuales no se les concede la misma privilegiada
mediante la repetición por considerarla una forma inferior de conoci- atención."84 Si bien la vivacidad de los datos sensoriales inmediatos
miento, Hume recurrió a ella como fuente primaria -pero no como nos permitía saber que esas impresiones eran previas a las ideas: ~a
justificación lógica- de aquellos juicios inductivos que, según él, no imaginación, junto con la memoria (basada en los encuentros preten-
constituían la base de un conocimiento ni siquiera probabilístico del tos con el mundo real), nos proporciona el tejido conectivo cuyo
mundo real exterior al yo.!7 Su famosa crítica de la relación entre el resultado son las ideas del sentido común acerca de objetos y sujetos
efecto y su causa aparente se asentaba en el argumento de que tende- que duran en el tiempo y que pueden causar efectos en los otros. Ello
mos a atribuir causalidad a 10 que habitualmente precede a algo más, fortalece la propensión a creer, posibilitando así la anticipación del
pero no hay ninguna inferencia racional que pueda demostrar la nece- futuro como una continuación del pasado, aun cuando no podamos
sidad de ese vínculo.7 8 En las cuestiones de hecho (distintas de las puras fundamentar un conocimiento cierto, o incluso probable, de lo que
"relaciones de ideas" o verdades analíticas, como las llamaría Kant más acontecerá. La imaginación también desempeña un rol crucial en el
t~rde),79 la ~onjunción y la continuidad constantes en el espacio y en el desarrollo y en la intensidad de las pasiones humanas (uno de los
tIempo nos mducen a esperar una continuación de 10 que acaeció en el '" L·
grandes temas de Hume).85 En este aspecto, pese a su aparente e11laSlS

pasado, aunque no tengamos garantía lógica alguna de que ello se repe- en la pasividad en nuestra recepción de las impresiones del mundo
tirá. En rigor, la afirmación misma de que el futuro reproducirá el exterior, lo que condujo a muchos a pensar que defendía un empiris-
pasado se basa en una hipótesis circular que supone, precisamente, una mo totalmente a posteriori, sustentado en la percepción sensorial

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MartinJay Experiencia y epistemología

"inmediata", Hume dio cabida a un mínimo de actividad constitutiva que era la percepción o la observación inmediata la base de su fenome-
en la mente. Pero el punto crucial residía en que la imaginación, al ser nalismo antirrealista? ¿Por qué pretender que tales encuentros con el
una facultad no reflexiva, no podía brindar argumentos demostrativos mundo exterior podían descomponerse en sus elementos simples -por
e indicativos basados en la evidencia para sus conclusiones. Al igual ejemplo, la rojez pura de un vestido rojo- en lugar de ser intrínseca-
que la percepción en estado bruto, la imaginación era asistemática, mente complejos, multiestratificados e irreductibles a sus componentes
previa al juicio, y no estaba sometida a las limitaciones críticas de este básicos (los cuales podrían denominarse, de acuerdo con A. ]. Ayer,
último. Tal como señala P. F. Strawson, la imaginación es, para "campos sensoriales~')?91 ¿Por qué suponer que esos componentes dis-
Hume, "un arte secreto del alma, una facultad mágica, algo que nunca cretos eran los que se repetían en las diferentes experiencias, permi-
comprenderemos acabíldamente".86 tiendo a la memoria y a la imaginación reforzar la creencia, y no las
Colocar la imaginación por encima de la razón podría abrir las variaciones y matices que la mente -o quizá el poder categorizante del
puertas a una filosofía incapaz de distinguir entre las fantasías, o inclu- lenguaje- enlazaba en una cualidad única e idéntica? El "Mito de lo
so las alucinaciones, y las percepciones legítimas. Aunque desconfiaba Dado", que más tarde denunciaría Wilfrid Sellars desde una postura
de la racionalidad deductiva, Hume no pretendía descalificar la creen- hegeliana-wittgensteiniana,92 implicaba postular un orden temporal
cia "razonable". El control crítico de la fantasía, capaz de generar -primero las percepciones básicas, seguidas luego por la reflexión, la
invenciones y creencias falsas que Hume deseaba distinguir de las cre- memoria, la imaginación, etcétera- que tenía una justificaGión poco
encias .justificadas, era la frecuente repetición de estas últimas en la plausible en nuestra manera habitual de estar en el mundo.
experiencia de todos los hombres. "Es preciso distinguir en la imagina- No menos problemática fue la concepción humeana del yo, que
ción -~xplicó~ entre los principios que son permanentes, irresistibles y oscilaba entre un receptor pasivo' de los estímulos exteriores, carente de
universales, tales como la habitual transición de las causas a los efectos una identidad genuina a lo largo del tiempo, y un generador imaginati-
y de los efectos a las causas, y los principios que son variables, débiles e vo de creencias injustificadas pero necesarias que permitían operar en
irregulares".87 Aunque parezca extraño, Hume le asigna un papel la vida cotidiana. Al no explicar cabalmente qué faenltades del entendi-
importantísimo a la imaginación solo cuando esta confirma lo que ya miento -además de la imaginación, definida vagamente- nos permitían
forma parte de la experiencia previa, cuando se halla en armonía con la recordar, comparar y luego asociar las impresiones discretas a fin de
costumbre y el hábito y refuerza nuestro sentido de la realidad del producir la creencia, ni demostrar tampoco en qué medida las presio-
mundo. Aún no hemos transpuesto e! umbral de! período romántico, nes convencionales podían dar cuenta de experiencias pretendidamen-
durante el cual se le daría a la imaginación un rol más constitutivo y te universales, la evaporación psicologista del yo epistémico perdurable
transfigurador Ca diferencia de la salvaje e improductiva "fantasía"). Su dejó así muchas cuestiones sin resolver. Si la concepción inconclusa de
confianza conservadora en el poder irresistible de las creencias sancio- sujeto de Hume era difícil de aceptar por mucho tiempo, también lo
nadas por la costumbre lo salvó de caer en un escepticismo aun más era su disolución del objeto en una mera sucesión de sus cualidades dis-
corrosivo. 88 Si esta posición era naturalista, entonces se trataba de un cretas experimentadas. Después de todo, ¿cómo podía el empirismo
naturalismo que veía en todo lo que había existido durante largo tiem- sostener su tesis de que el fundamento del saber probable o de la cre-
po un reflejo de las cualidades humanas eternas. 89 Según un reciente encia razonable se hallaba en la observación cotidiana, cuando los obje-
comentador, "lo natural, en sentido humeano, es todo lo que es fácil y tos del saber científico eran cada vez más teóricos y contrarios a la
genuino. Lo natural se opone a lo insólito, lo milagroso, lo artificial".9o intuición? Al ensancharse la brecha incluso entre las observaciones
Fuera escéptica o naturalista, lo cierto es que la radicalizada des- inferenciales y los objetos de la ciencia, generados teórica o matemáti-
cripción empirista de la experiencia en Hume dejó muchas preguntas camente, resultó cada vez más difícil recurrir a las impresiones senso-
sin responder. Por ejemplo, ¿cómo podría uno aislar las impresiones riales como la base para los criterios de verdad. Lo que John T. Kearns
sensoriales que son supuestamene anteriores a las creencias que tene- denomina el "problema de Descartes", la disparidad entre las versiones
mos delos objetos que aparentemente denotan? Si nuestra experiencia del sentido común y las versiones científicas de la realidad, no podía
ya está siempre estructurada por las creencias asentadas en la memoria, soslayarse para siempre. Según Kearns, "los principios de Hume se
el hábito, la costumbre y la imaginación, ¿cómo podía afirmar Hume debilitaron cuando los objetos que no pueden observarse llegaron a ser

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MartinJay Experiencia y epistemología

un lugar común científico ... no es posible apelar a experiencias que Aunque a Kant le llevó un tiempo asimilar el impacto de la obra de
confieran inteligibilidad a los conceptos de cosas inobservables".93 En Hume -gran parte de la cual no estaba traducida a una lengua que
suma, corno concluyó John Yolton: pudiera leer-, se sintió profundamente afectado por lo que consid.e~ó,
correcta o erróneamente, sus ejercicios devastadores de un esceptICIS-
La "ciencia de la naturaleza humana" [de Hume] fue un intento llevado mo radical,97 El empirismo de Hume, según sus famosas palabras, lo
a cabo en una suerte de empresa introspectiva, pero se trata realmente de despertó de "su sueño dogmático" y lo llevó a abandonar el racionalis-
una metafísica de la experiencia, cuyas conclusiones no podían ser -y no mo deductivo que había caracterizado la filosofía alemana de esa
eran- establecidas mediante la observación y el experimento. De hecho, se época. A partir de ese momento, y durante unos doce años, Kant se
puede deducir la mayoría de sus conclusiones -las que se suponen típica- dedicó a encontrar una respuesta a 10 que interpretaba como las impli-
mente "humeanas" - a partir de dos principios: que las percepciones son 98
caciones corrosivas e irracionalistas del pensamiento de Hume. Kant
todas las que están presentes en el entendimiento y que las ideas están
deseaba, sobre todo, hallar un nuevo fundamento del conocimiento
siempre precedidas por las impresiones y son copias de estas. En resumen,
Hume utilizó el método de razonamiento y no el método anunciado por él, que trascendiera el convencionalismo asociacionista de Hume, que
basado en el experimento y la observación y.. consideraba como el punto final de su trabajo. A Kant le preocupaba
que Hume hubiera reducido la mente a su funcionamiento psicológi-
Si el empirismo no había podido brindar una descripción episte- co y que hubiera sustituido las certezas más sólidas de la inferencia
mológicamente plausible de la experiencia, y el regreso a las ideas lógica y la razón universal por el frágil consenso del sentido común y
innatas y a la racionalidad deductiva resultaba imposible, era preciso la repetición habitual. Como resultado de todo ello, no podía propor-
entonces lanzar una nueva teoría a fin de proporcionar un concepto cionar un baluarte contra los peligros del fanatismo religioso y del
más defendible del término; una teoría que tratara de abordar las pre- emotivismo irracionalista que Kant, un acérrimo defensor de la Auf-
guntas que habían quedado sin responder debido a las implicaciones kldrung y un crítico de los poetas transgresores del Sturm und Drang,
escépticas del fenomenalismo y al convencionalismo conservador de estaba decidido a resistir. Depender de las certezas menores de la teo-
su alternativa naturalista, asociacionista y psicologista. La responsabi- ría de la probabilidad o sacrificar el rigor filosófico en aras de la argu-
lidad de esta tarea recayó, como lo sabe cualquier estudiante de histo- mentación retórica no era suficiente, desde su punto de vista, para res-
ria de la filosofía, en Immanuel Kant, de cuya reconceptualizacion de ponder a la amenaza de la duda radical, una amenaza que el sentido
la experiencia -siempre en el sentido de Eifahrung, con la connotación común naturalista jamás podría erradicar. 99 Incluso la imaginación,
de un viaje a lo largo del tiempo, y nunca en el sentido de Erlebnis que en su forma más sobria había acudido a socorrer a Hume, no
(vivencia), que sugiere una inmediatez prerreflexiva, holística-95 pasa- podía suministrar un lastre lo bastante pesado para contener los vuelos
mos a ocuparnos. de la fantasía que Kant había reprobado tanto en la Schwá'rmerei [exal-
tación] de los visionarios como Emanuel Swedenborg. loo Si bien le
KANT y LA TRASCENDENTALIZACIÓN asignaba a la imaginación un rol esencial por cuanto reconocía s.u
DE LA EXPERIENCIA COGNlTIVA
capacidad de percibir identidades a lo largo del tiempo y de subsun1lf
diferentes objetos en un mismo concepto, Kant no podía seguir a
Hume fue traducido al alemán por primera vez en 1755, en la edi- Hume en asignar a la imaginación la tarea puramente asociativa de
ción de Johann Georg Sulzer de la Investigación sobre el entedi'l1ziento producir creencias injustificadas en la continuidad. lOl
Este no es, evidentemente, el sitio adecuado para aventurarnos en
bumano. Su publicación, poco después de la muerte de Christian
W olff, el último gigante de la metafísica ~acionalista, significó un un análisis extenso, y menos aún en una crítica seria, de la compleja
nuevo giro en la filosofía alemana. Paradójicamente, el camino había respuesta de Kant al desafio de Hume, que para algunos significó una
sido preparado por un pensador religioso, el filósofo y teólogo pietis- capitulación ante el escepticismo, y para otros, un prometedor prolegó-
ta Christian August Crusius, quien destacaba las limitaciones del meno, como el propio Kant lo expresó, a tilla metafísica futura. 102 Sola-
entendimiento humano y la necesidad de valerse de argumentos fide- mente nos limitaremos a hacer unas pocas observaciones esenciales
Ístas y no lógicos o metafísicos para demostrar la existencia de Dios. 96 sobre la experiencia, según la conceptualizó el filósofo en dicha res-

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MartinJay Experiencia y epistemología

puesta. Aun cuando Kant no podía retornar al desacreditado raciona- implicaba una demarcación de límites que muchos de sus herederos -y,
lismo deductivo de los primeros metafísicos, con su pretensión siste- podría decirse, e! propio Kant en sus obras tardías- intentarían superar.
mática de conocerlo todo acerca de la realidad, encontró al menos En muchos aspectos, la reconstrucción epistemológica de Kant,
alguna inspiración en uno de los aspectos de su legado, que había sido luego de la devastadora crítica humeana a la metafísica tradicional y su
desarrollado particularmente por Gottfried Wilhe!m Leibniz: la cuali- vulnerable inflación del poder de la razón, dependía de esos límites. La
dad activa, autolegisladora del entendimiento humano. Coincidió con experiencia, tal como la desarrolló en la prímera Crítica, abarcaba cues-
su predecesor alemán en que la mente no era UlJ.a sustancia, como tiones relativas al conocímiento válido, y no toda la gama de encuen-
Descartes y Spinoza habían sostenido, sino una actividad (un presu- tros humanos con el mundo que Montaigne, por ejemplo, había inclui-
puesto que iba a ser crucial para su célebre defensa de la libertad do en su uso más amplio del término.!D8 La felicidad personal fue
humana y de la autonomía moral). Ya hemos tenido oportunidad de subordinada al juicio cognitivo y al desarrollo espiritual/moral. Como
aclarar que los empiristas británicos no apoyaron nunca una noción resultado de ello, Kant fue un blanco tentador para los críticos poste-
totalmente pasiva de la mente. Pero desde el punto de vista de Kant, riores, 'quienes lo acusaron de excluir, a diferencia de Hume, el cuerpo,
dependían demasiado de la generación externa de ideas a través de los las emociones, los deseos, la memoria histórica, etcétera, de sus refle-
sentidos como para proporcionar una teoría del conocimiento cohe- xiones.!o9 Tampoco la célebre decisión de Kant de "limitar la razón
rente y capaz de satisfacer los requerimientos de una auténtica scientia para dar lugar a la fe" satisfizo a algunos de sus contemporáneos, entre
(o Wissenschaft, en alemán). ellos F. H. Jacobi, quien pensaba que la fe debía fundarse en una expe-
L<1; famosa "revolución copernica~a"103 introducida por Kant en la riencia religiosa inmediata y no solo en una ley moral abstracta. IID En
filosofía buscó audazmente una respuesta centrándose menos en el la Crítica del juicio, Kant contribuyó al desarrollo de una noción especí-
objeto del conocimiento que en el sujeto, un sujeto constitutivo que era fica de la experiencia estética, distinta de su contraparte cognitiva; y en
mucho más que la sucesión de sus percepciones o la sede de la repeti- una de sus últimas obras, Antropología en sentido pragmático (1798),
o ción habitual. 104 Por consiguiente, su noción de experiencia se ha vin- investigó cuestiones prácticas, siguiendo el espíritu de la teoría sobre la
culado, a veces, con ese intervencionismo activo en el mundo que prudencia (Klugheitslehre) de la filosofía cortesana de Christian Thoma-
caracterizó el método científico baconiano, situado en una tradición sius. ll1 Pero en la primera C1~ítica, la más inmediatamente influyente,
llamada "maker's knowledge" [el conocimiento del creador], que incluía dio una definición mucho más restringida de lo que podría denominar-
figuras tan dispares como Nicolás de Cusa y Giambattista Vico. 105 Tal se la experiencia genuina.
vez lo que separa a Kant de otros pensadores pertenecientes a esa tra- El desarrollo de dicha noción implicaba la existencia de límites
dición fue el hecho de restringirse, al menos en la Crítica de la razón internos dentro del conocimiento mismo. Al contrastar la razón deduc-
pura, a los objetos formados solo por el conocimiento, que distinguió tiva y dialéctica (Vernunft), cuyos peligros especulativos había llegado a
cuidadosamente de los objetos reales de! mundo así como de los obje- percibir cuando Hume interrumpió su "dogmático sueño", con el más
tos del pensamiento puro. Contra la reducción de Berkeley de dichos modesto pero fiable entendimiento (Ve¡'stand, a veces traducido por
objetos a ideas de la mente puestas allí por Dios -es decir a meras ilu- "int.electo") basado en encuentros concretos con el mundo real, Kant
siones, ya que se los consideraba realidades independientes y externas-, aceptó la crítica empirista a las ideas innatas y la demolición de las
Kant afirmó la existencia independiente de las cosas en sí mismas. 106 Su pruebas deductivas acerca de la existencia de Dios o del alma. El cono-
idealismo -insistía- debía por lo tanto llamarse "formal, o mejor aún ... cimiento -y no se cansó de insistir en que era preciso distinguirlo tanto
crítico" para distinguirlo del "idealismo dogmático" de Berkeley.!D7 de la mera opinión o creencia como de la razón deductiva- se generaba
Las entidades existen en el mundo, aun cuando no se las percibe; son a través de algo llamado experiencia. Tal como lo expresó en el tan
objetos reales de los cuales es posible tener experiencia. Más tarde, los citado párrafo inicial de la introducción a la segunda edición de la Crí-
idealistas alemanes y sus sucesores marxistas se encargarían de extender tica de la razón pura, "no hay duda alguna de que todo nuestro conoci-
la construcción activa a la constitución histórica e incluso ontológica miento comienza con la experiencia. Pues ¿cómo podría ser despertada
(sin recurrir, como Berkeley, a la disolución de la materia en la mera a actuar la facultad de conocer sino mediante los objetos que afectan a
idea de Dios). La reconstrucción kantiana del concepto de experiencia nuestros sentidos?".1l2 Ese fue de hecho su principio fundanlental, lo

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MartinJay Experiencia y epistemología

que llamó en los Prolegómenos "el resumen de toda la [primera] Críti- del mundo (más allá de que aceptaran su materialidad o los disolvieran
ca":l13 que la razón no puede enseñarnos nada más acerca de los obje- en las impresiones efímeras o en ideas divinas), Kant expandió su inves-
tos de la experiencia posible. Así, Kant compartía con Hume un pro- tigación para incluir los aspectos relacionales y estructurales del conoci-
fundo recelo por las ideas a priori que anteceden o trascienden la miento. Si bien es posible pensar en formas sin contenido, como pre-
experiencia. A estas últimas las denominó "puras" porque estaban exen- tendía hacer la razón pura, es imposible, alegó, pensar en un contenido
tas de la confusión caótica de la realidad cotidiana y de las imperfeccio- carente de toda forma, como los empiristas parecían creer. Desde el
nes de los datos sensoriales. Y procuró escribir una crítica acerca de comienzo, la experiencia implica la capacidad de discernir cuasi-isomor-
ellas en la medida en que las creía absolutamente previas a toda expe- fismos -aunque no identidades perfectas como en las demostraciones
riencia. "La experiencia -escribió- es un conocimiento empírico, es lógicas- en los datos sensoriales, que nos permiten encontrar regulari-
decir, un conocimiento que determina un objeto por medio de las per- dades y orden en lo que de otra manera sería una confusión aleatoria de
cepciones."ll4 estímulos superpuestos, contradictorios y carentes de sentido, un flujo
Sin embargo, donde Kant difiere de Hume es en su afirmación pos- de conciencia incoherente y caleidoscópico.
terior -que constituyó la base de su respuesta al convencionalismo aso- Esta capacidad es lo que proporcionaba la mente activa, que tras-
ciacionista- de que tales principios a priori subyacen en la experiencia, cendía la mera imaginación de Hume en virtud de la naturaleza regu-
como 10 expresó en uno de los pasajes más citados de la primera Crítica: lar, universal y necesaria de aspectos fundamentales de la experiencia,
tales como el tiempo, el espacio y la causalidad. 1l8 Contra la disolución
Pero aunque todo nuestro conocimiento comience con la experiencia, de la mente en una sucesión de impresiones fortuitas y heterogéneas,
no por eso procede todo él de la experiencia. En efecto, podría ocurrir que Kant postuló una mente unificada, compartida por todos los seres
nuestro mismo conocimiento empírico fuera una composición de 10 que humanos, a la que denominó "unidad trascendental de la apercepción".
recibimos mediante las impresiones y de lo que nuestra propia facultad de El "yo" constituía el sustrato de toda experiencia y era la sede de la
conocer produce (simplemente motivada por las impresiones) a partir de sí
misma. 115 autonomía moral, como argumentó más tarde en la Crítica de la razón
práctica. Pero en su carácter de tal, no podía ser reducido a un objeto de
la experiencia cognitiva, una reducción que fue la fuente de falacias psi-
Para descubrir la parte del conocimiento que no surge enteramente
cologistas. ll9 Estrictamente hablando, el yo -entendido en términos
de la experiencia (entendida solo en el sentido de estímulos externos, lo
"dado" según la tradición empirista), Kant introdujo lo que fue quizá su epistemológicos y no psicológicos- trascendía el mundo fenoménico y
estaba situado en el ámbito de lo nouménico o de las cosas-en-sÍ incog-
mayor innovación filosófica: el método trascendemaI.ll6 Estableció una
noscibles, un argumento que se condecía con su aseveración de que era
cuidadosa distinción entre "trascendental" y "trascendente", que signifi-
imposible conocer el alma humana inmortal, aun cuando pudiera ser
caba ir más allá de la experiencia de una manera ilegítima a fin de bus-
pensada.
car el conocimiento de las Ideas puras, que solamente podían ser pensa-
Oponiéndose al supuesto de que algo llamado experiencia interna
das pero no conocidas. Utilizó en cambio el primer término para referirse
fuera anterior a la del sujeto cognoscente en su relación con el mundo,
a las condiciones universales y necesarias de toda experiencia posible. La
una implicación que podía ser inferida -con cierta licencia- del escep-
razón deductiva podía extraer esos momentos de la experiencia que no
ticismo psicologista de Hume, por adeptos del espiritualismo tales
era posible explicar valiéndose de los datos suministrados desde el exte-
como el filósofo francés Maine de Biran,120 Kant afirmó que:
rior, ni de la mera repetición habitual. La deducción trascendental en
particular apuntaba a descubrir los aspectos formales del conocimiento,
La representación yo soy, que expresa la conciencia que puede acompa-
que articulaban cada percepción del mundo y cada juicio acerca de él, ñar a todo pensamiento, incluye en sí misma directamente la existencia de
por muy incipientes y fugaces que fuesen.!l? Tal era el ámbito del un sujeto, pero no incluye todavía un conocimiento de ese sujeto y, por lo
entendimiento, que Kant distinguió tanto de la razón pura a priori, tanto, tampoco un conocimiento empírico -i. e. una experiencia- ele él.
como de la no menos pura sensibilidad a posteriori. lVIientras que los Pues tal experiencia implica, además del pensamiento de algo existente,
empiristas británicos, que ponían el énfasis en la sensibilidad, habían también la intuición, y aquí me refiero específicamente a la intuición inter-
limitado sus indagaciones solamente a los objetos materiales discretos na, con respecto a la cual -por ejemplo, el tiempo- el sujeto debe ser deter-

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MartinJay Experiencia y epistemología
minado; y esta determinación requiere definitivamente de objetos externos.
Por consiguiente, la experiencia interna es en sí misma solo indirecta y solo
ocupaban de los "objetos de la experiencia", no de las cosas en sí mis-
es posible mediante la experiencia externa,121 mas. Más aún, como sostuvo en la "Tercera analogía de la experiencia"
en la Crítica de la razón pura, donde explicaba la simultaneidad aparente
Pero dicha "experiencia externa" no era totalmente producida por situándola en e! contexto espacio-temporal de la acción recíproca o
esos objetos. Involucraba la constitución subjetiva que era, además, comunidad (en el sentido de comunicación), los niveles de la apariencia
involuntaria y coercitiva. No hay manera alguna, afIrma Kant, de ver a superficial y de la estructura profunda -que Locke había llamado carac-
un elefante que no esté en el espacio y en el tiempo, aunque es posible terísticas primarias y secundarias- debían ser relativizados de una
pensar un elefante en esas condiciones, del cual, por lo que sabemos, manera dinámica. En el nivel más profundo, formaban parte de la
podría decirse realmente que existe más allá del conocimiento humano. naturaleza entendida al menos en sentido regulativo como un sistema
Nuestros juicios acerca del mundo de los objetos de la experiencia son holístico. 124
a la vez, a priori y sintéticos, por cuanto producen un nuevo conoci~ Más allá de que los precisos mecanismos que según Kant operaban
miento capaz de trascender las tautologías analíticas. La experiencia, en la estructuración de todo conocimiento, fueran o no convincentes
por su. propIa natural:~a, Implica duración temporal -la Eifahrung (la mayoría de los comentadores ha tenido sus dudas al respecto),125 su
ent~ndlda como un V1a¡e- tanto como localización espacial, que es audaz intento de reformular la cuestión epistemológica de la experien-
rntnnsecamente relacional. cia sobre nuevas bases que trascendieran las falacias de la razón deduc-
El intento de Kant de restablecer la posibilidad de un conocimien- tiva y del empirismo asociacionista o inductivista, pero resistiendo la
to científi~o válido contr~ ~as más modestas pretensiones de la opinión, psicologización de la mente activa, dio origen a un rico y productivo
la creenCIa y la probablhdad, dependía de! abandono tácito de la debate que todavía muestra pocas signos de perder su vígor (excepto
noción tradicional de verdad como correspondencia, en favor de un por las ocasionales tentativas de neopragmáticos como Rorty de arro-
modelo coherentista. Aunque no era un fenomenalista sino un realista jarlo a la basura).
ontológico,122 que se resistía a conceder prioridad a las impresiones El empirismo de Hume, enténdido como más o menos fenomena-
~gaces d: los sentidos por sobre los objetos perdurables que las produ- lista, también vivió cierto resurgimiento en la obra de filósofos del
Clan, nego la pOSIbIlidad de conocer el mundo tal como realmente exis- siglo XX como Ernst Mach y Rudolf Camap, quienes buscaban, de
tía; las "cosas ~n sí" se hallaban más allá de la experiencia, aun cuarido diferentes maneras, disolver el sujeto trascendental kantiano y su obje-
fue~an n."ce~anas para, el~a. Lo que, según Kant, le permitió escapar de tiva cosa en sí en el ámbito indiferenciado de la experiencia sensorial.
las ImphcaclOnes escepucas de esa negación fue su aserto de que el La filosofía ~nalítica continúa proporcionando respuestas a lo que uno
conOCllluento referencial era apodíctico (del griego apódeixis o demos- de sus epígonos denomina "el enigma de la experiencia",126 a menudo
tración! e~ la medida en que involucraba las categorías y esquemas de! rompiendo la barrera entre las cuestiones epistemológicas y psicológi-
entendlIruento, las cuales eran elementos necesarios, inevitables y uni- cas que Kant construyó con tanta asiduidad (por ejemplo, en la obra de
versales de la experiencia cognitiva de cualquier tipo. Cabe decir W.V.O. Quine). En rigor, como hemos visto en este capítulo, la expe-
entonces que e! subjetivismo de la especie fue la respuesta de Kant al riencia como fundamento del conocimiento fue, desde el comienzo, un
subjetivismo individual o cultural de la tradición pirronista. lorus signado por las controversias, donde nunca llegaron a dirimirse.las
Asimismo, Kant proporcionó una sugestiva respuesta al "problema cuestiones relativas a la pasividad y actividad, a la construcción subjeti-
de Descartes", la aparente disparidad entre la experiencia del sentido va y a la imposición objetiva, y al papel contrapuesto desempeñado por
común y las explicaciones de la ciencia natural.1 23 Pues si ambas se e! sujeto cognoscente individual y el colectivo.
concep~alizaban en términos de juicios sintéticos a priori, entonces no En lugar de rastrear más variaciones sobre la "canción de la expe-
había lln~ diferencia esencial entre las impresiones sensoriales supues- riencia" ejecutadas bajo la rúbrica de la epistemología, lo cual nos enre-
t~mente lll?,enuas y las enudades teóricas de las ciencias. La experien- daría en los serpenteos de argumentaciones filosóficas aún más com-
CIa ordInana no era, por consiguiente, una simple ilusión, ni la ciencia plejas que las que hemos encontrado, es hora de pasar a otros discursos
natural se basaba enteramente en soslayar sus falsas lecciones; ambas se en otros contextos. Pues resulta claro, al margen de cómo se entienda
la "experiencia" en términos cognitivos, que también sirve a propósitos

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Marti71Jay Experiencia y epistemología
muy diferentes. En efecto, tales alternativas surgieron en respuesta a lo enfoques religiosos y seculares, véase ]ohn McManners, Defltb fl7ul tiJe EnligiJtemnem:
que se percibió como una reducción limitada y restrictiva de la expe- Cbflnging Attitudes to Deflth in Eigbteemb-Centu1'Y F1'il1Zee, Oxford, 1985. Pero cuando la
riencia a nada más que una función epistemológica. experiencia personal se subordinó a la experiencia trascendental del sujeto de la ciencia,
En términos generales, dichas variantes asumieron dos formas. La la muerte se convirtió en un problema para resolver, antes que en W1a experiencia límite
para explorar. De acuerdo con McManners, "desde el surgimiento de la ciencia moder-
primera fue el desarrollo o la elevación de otras modalidades de la
na, en el siglo XVII se había aceptado la idea de que la naturaleza podía ser manipulada
e~?eriencia, t~le~ como la estética, la religiosa o la política, a una posi- y controlada, lo cual dio lugar a especulaciones sobre la posihilidad de romper la barrera
ClOn d~ sup~nondad respe~to ?e la variante, considerada seca y árida, de la duración de la vida humana. Descartes y Bacon se refirieron superficialmente a esta
que se IdentIficaba con la CIenCIa moderna. La segunda y más ambicio- idea en su visión de un futuro basado en la ciencia" (pág. 116).
sa condujo a la búsqueda de una nueva noción integrada que en cierto 4. Véase Hans B1umenberg, Tbe Legiti7l1f1cy of fbe jV!odml Age, trad. al inglés de
Roben M. vVallace, Cambridge, Mass., 1983, capítulo 10.
modo restablecería una experiencia halística anterior a las fisuras alie-
5. Richard H. Popkin, Tbe Hist07y of Skepticis711 fr07lt E7'fIS711US to Descartes, Nueva
nantes de la modernidad, procurando enmendar la ruptura ocasionada York, 1964, pág. 217.
por 10 que John Dewey llamó despectivamente "el método de parti- 6. Sobre Agricob, véase Thomas M. Conley, Rbetorie iu tbe EU1'opean T7'fIdition, Chi-
~ 1os capltu
ción" d e K ant. 127 J:<.n ' los"SiguIentes me referiré a las formas en cago, 1990, págs. 125-28.
que la ':exp~riencia" se fragmentó en modos discursivos especializados, 7. Véase, por ejemplo, Stephen Toulmin, COJ7110polis: Tbe Hidden Agenda ofj1¡[odel'-
nity, Chicago, 1990.
y exammare algunos de los intentos realizados en el siglo XX para vol-
8. Michel de Montaigne, "Of Experience", Tbe Complete Essflys ofilllontilig71e, trad. al
~er a unir 10 que había sido separado. Así pues, comenzaré por las crí- inglés de Donald M. Frame, Stanford, 1965, pág. 852.
tIcas .a .Kant de un grupo de pensadores que sostenían que la reducción 9. Acerca del papel positivo desempeñado por el error en la epistemología de la Ilus-
cogmtIva de la experiencia, junto con su austero suplemento moral no tración, véase David Bates, EnligbtemJle71t Abermtions: E17'01' mul Revolutio17 in Fumce,
podía hacer justicia a una forma más fundamental de la experiencia ~ue Ithaca, N.Y., 2002.
~ant,. lam~n~ablemente, había desestimado. Esa alternativa era la expe- 10. vVilhelm Dilthey, Introduetion to tbe Humfln Scimces: An Atte711pt to Lfly ti F011172-
dfltian jor tiJe Study of Society flnd Hist07y, trad. al inglés de Ramon]. Betanzas, Dcrroit,
nenCIa rehglOsa, la cual daba al devoto la prueba inmediata de la pre- 1988, pág. 73.
sencia divina, y cuyo primer y principal defensor fue el gran crític~ de 11. Véase la entrada "Empírical" en Rayrnond vVilliams, KC)'W01'ds, Nueva York, 1983.
Kant, Friedrich Schleiermacher, en el ocaso de la Aujkldrzmg del siglo 12. De acuerdo con Peter Gay, "no fue hasta mediados de siglo cuando, debido a la
XVIII. gran influencia ejercida por los filósofos y, parcialmente, a su propaganda, el empirismo
pluralista cambió el curso de la investigación médica". Tbe E71ligbten7JlC1lt: An Ime7'P"etfl-
ti071, vol. 2, Tbe Scienee ofF7-eedonJ, Nueva York, 1969, pág. 22.
13. G. W. F. Hegel, Vodesllngen über die Gescbi[bte del' Pbilosopbie 3, We7-ke, E. N101-
NOTAS denhauer y K.M. Michel (eds.), vol. 20, Frankfurr, 1971, pág. 7ó Y siguientes.
14. Francis Bacon, Novu771 Ol'gmw771, trad. al inglés y eel. de Peter Urbach y John
. 1. Montaigne tuvo, posteriormente, algunos seguidores. Veáse, por ejemplo el ing-e- Gibson, Chicago, 1994, pág. 105. Si Bacon podía Ibmarse el padre del empirismo en el
111050 texto ,~e Matthew P:ior, "A Dialogue between Mr. 10hn Lock [.rie] and Seigneur~de sentido positivo que Robert Hooke le da al término "empirismo" o en el sentido negati-
MOntalgne de 1721, reImpreso en Tbe Literay vV07'ks of Mattbew Prior, H. Bunker vo que le atribuye Hegel, es un asunto que ha suscitado numerosas controversias.
Wnght y Monroe K. Spears (eds.), vol. 1, Oxford, 1959. Prior defiende el uso que Mon- 15. Para un panorama útil de sus vidas y obras, véanse10hn Dunn, Locke;J. O. Urmson,
talgne hace de la retórica, su desdén por el método y su posicionamiento dentro del Berkeley; yA.]. Ayer, Hume, compilados como Tbe Briúrb E1I1pil'icists, Nueva York, 1992.
mu~do social, en oposición a Locke, quien pretendía centrarse enteramente en el Enten- 16. La pasividad del empirismo constituyó uno de los blancos favoritos de los críti-
dlm~ento Humano genérico. Y pone en boca de MOl1taiglle la siguiente sentencia: "Has cos posteriores, tanto del campo idealista como del pragmatista. Pero en lo tocante a la
es:nto todo el tiempo que sólo estabas pensando que Tú pensabas; Tú y Tu entendi- recepción del empirismo, incluso se ha refutado la importancia relativa de la pasividad en
mIento son las personae d7'tl711t1tis, y la obra equivale nada más que a un diálogo entre 10hn su epistemología. H. H Price sostiene que es "históricamente falso que los empiristas
y Lock" (pág. 620). pensaran que la mente humana era pasiva. En todo caso, sería más justo criticarlos por
2. ~I paso in~cial de De~cartes, sustentado en la certidumbre de su cogito como hacerla más activa de lo que posiblemente es". Tbi71king (me! Expen'ence, Cambridge,
fuente de su ser, Imp!Jcaba CIertamente una mirada introspectiva, pero sus sucesores Mass., 1962, pág. 199. Aunque esto puede ser cierto en el sentido de que los empiristas
pron:o abandonaron este paso en las argumentaciones sobre la realidad del mWldo incluían muchas actividades inconscientes y no deliberadas en el entendimiento, nunca
extenor. pusieron en primer plano la intervención fuertemente activa en el mundo que caracterizó
3. Esto no significa que los hombres y mujeres de la modernidad temprana no se la
a ciencia baconiana. Más aún, esas actividades se consideraban temporalmente poste-
ocuparan de la gran cuestión de cómo enfrentar la moralidad. Para un estudio de los riores a los datos que provenían del exterior.

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MartinJay Experiencia y epistemología
17. Aun en los intentoS recientes de rescatar alguna noción de inducción, se recono- ü'iticolInqui1y 5, n° 1, otoño de 1978, cuando el tema volvió a un primer plano. Véanse
ció el poder de la crítica de Hume. Véase, por ejemplo, Max BIack, "Induction and Expe- cuatro libros recientes, escritas por críticos literarios que interpretan retóricamente a
rience", en Lawrence Foster y J. W. Swanson (eds.), Expe-rience and Theory, Amherst, Locke, aunque llegan a diferentes conclusiones: John Richetti, Pbilosopbical Wi'iting:
M,ss., 1970. Locke, Berkeley, Hume, Cambridge, Mass., 1983; Cathy Caruth, E11lpi1'ical T17ltbs flnd Cri-
18. lan Hacking, The Emergence ojP1'obability, Cambridge, 1975. tical Fictions: Locke, WOl'dsw01'"tb, &nt, Ft·etld, Baltimare, 1991; Jules David Law, T/Je
19. Como veremos, fue precisamente la renovación de este enfoque lo que caracteri- Rhet017C ofEmpi1'l·cism: Languagc ond Pel'ception fr011l Locke to 1. A. Ricbonls, Ithaca, N.Y.,
zó el intento de Benjamin, a comienzos del siglo XX, de restablecer una noción más 1993; y William Walker, Locke, LitC1Wy C1'iticislll, and Pbilosopby, Cambridge, 1994. En
vigorosa de experiencia, capaz de revertir su reducción a los métodos científico y episte- tanto que Richetti subraya el impulso hacia las metáforas literalizantes en Locke, De
mológico. Pero lo hizo sin recurrir a la teoría de la probabilidad. Man ve una figuralidad interminable. Law argumenta a fav.or de una tensión entre estas
20. Véase Keith Michael Baker, Coud01'cet: Ft'071t Natllml Philosophy fo Social Mathe- dos tendencias. Caruth continúa el análisis de De Man, mientras que Walker lo somete
motics, Chicago, 1976, capítulo 3. Baker muestra que la esperanza cartesiana residual de a un examen crítico. Para una respuesta a estas posturas, véase Adam Potkay, "Writing
una ciencia universal se asentaba en un cálculo de probabilidades. About Experience: Recent Boaks on Locke and Classical Empiricism", en Eigbteentb-
21. Para un estudio de Locke que considera su obra como una respuesta a la doble CmNlryLife 19,1995.
amenaza del escepticismo y del fanatismo religioso, véase Nicholas Wolterstorff, John 28. Peter Alexander, "Boyle and Locke on Primary and Secondary Characteristics",
Locke Imd the Elhics of Belief, Cambridge, 1996. El entusiasmo horrorizaba a los teológos en Tipton, Locke on Hlt11tOll Undel'stondillg, y "Locke's Philosophy of Body", en Vere
anglicanos como Henry Moore (1614-87), cuyo disgusto por la retórica emocional se Chappell (ed.), The C011lb1'idgc Companion to Locke, Cambridge, 1994, pág. 60. Tbe Skepti-
vincula, según Conley (Rhet01'ic in lbe Etl1"opean T111dition, pág. 168), con la preferencia cal ChY111ist era el tirulo de un libro que Boyle publicó en 1661. La teoría corpuscular fue
por el "estilo llano" de Bacon en la recién creada_Royal Society. una renovación del atomismo al que adherían los filósofos griegos Demócrito-y Epicuro,
22. Véase Richard H. Popkin, "Scepticism with regard to Reason in the 17th and y que luego popularizó Gassendi.
18th Centuries", y G. A.]. Rogers, "Locke and the Skeptical Challenge", en GAJ. 29. Véase]ames L. Axtell, "Lock:e, Newton, and the Two Culrures'''·en]olm Yolton
Rogers y Sylvana Tomaselli (eds.), The Philosopbical Canon in the 17th and 18th Centu1'ies: (ed.), John Locke: Pl'oblems and PC1'Spectives: A Collection ofNew Essays, Cambridge, 1969.
Essays in Hono/' ofJohn W Yolton, Rochester, N.Y., 1996. 30. Véase, por ejemplo, R. M. Yost (hijo), "Locke's Rejection ofHypotheses about
23. En ocasiones se apeló al "sentido común" para rebatir los argumentos más para- Sub-Micrascapic Events", en Jotl17lo1 o[ tbe Hist01Y of Ideos 12, n° 1, 1951; para una críti-
dójicos de los empiristas; el ejemplo más famoso fue la patada que el doctor ]ohnson le ca, véase Laurens Laudan, "The Narure and Sources of Locke's Views on Hypotheses",
dio a una roca para refutar el antimaterialismo de Berkeley. La Escuela Escocesa del Sen- en Tipton, Locke on HumJ111 Unde1:rtanding. Véase también Margaret]. Olser, "]ohn
tido Común, dirigida por Thomas Reid y sir William Hamilton, a menudo tratÓ de res- Locke and the Changing Ideal of Scientific Knowledge", enJoumnl of the Hist01y ofIdeas
ponder a las implicaciones escépticas que detectaba en el empirismo. Pero en muchos 31, nO 1,1970.
aspectos, Locke, Berkeley y Hume apelaron también a 10 que interpretaban como las 31. Locke fue colega del célebre médico Thamas Sydenham, quien puede haber sido
percepciones y significados compartidos por el hombre común. el autor de «De Arte Medica". Véase la discusión sobre el tema en]. R. Milton, "Locke's
24. Para un estudio breve y excelente del tema, véase Ira O. Wade, The Intc/lectual Life and Times", en Chappell, The Ctlmbddge Companion to Locke, ob. cit., pág. 9. Para un
Origins o[the H'ench Enligbtenmellt, Prillceton, 1971, págs. 207-30. Quienes se sienten análisis de la importancia de su formación médica, véase Patrick Romanell, "Sorne Medi-
perturbados por los momentos racionalistas de Locke consideran que el verdadero padre co-Philosophical-Excerpts from the Mellon Collection ofLocke's Papers", en Joumal of
del empirismo británico fue Thomas Hobbes, pero históricamente es Locke quien suele the Hist01] ofIdeas 25, n° 1, 1964. Y Dougla~ Odegard, "Locke's Epistemology and the
recibir ese honor. En el primer capítulo de ¡"ev~atá1l, Hobbes sostuvo.que_"lo original Value ofExperience'',Jou17101 oftbe Histol'Y ofIdeas 26, nO 3, 1965.
de ... todos [los pensamientos del hombre} es lo que llamamos sentido, pues no hay con- 32. Locke, An Essay COllcC17zillg Human Undel'sttlllding, ob. cit., pág. 154.
cepción alguna en la mente del hombre que no haya sido, en principio, totalmente o en 33. Ibíd., pág. 155. Sobre una discusión acerca de la metáfora, véase Laurens Lau-
partes, generada por los órganos de los sentidos". Leviatban; 01' Tbe lv1.atte1·, FOl111e and dan, "The ClockMetaphor and Probabilism", enAlIllales ofSciencc, 22, 1966.
Powel' o[ a Com11l0nwealth Ecclesiaticall and Civil, Michael Oakeshott (ed.), Nueva York, 34. Descartes, "Rules for me Direcnon of the Mind", en The Pbilosopbical Works of
1962, pág. 21. La defmición de Hobbes de experiencia fue, en cambio, más restringida: Descartes, trad. al inglés de Elizabeth Haldane y G. R. T. Ross, Cambridge, 1968, pág. 44.
"mucha memoria, o memoria de muchas cosas" (pág. 24). 35. Locke, An Essay C01lcernitzg Human UlIdel'Stt11zding, ob. cit., pág. 45.
25. I. C. Tipton, "Introduction", Locke on HU1llfl1z Undcstanding: Se/caed Essays, 36. El término aparece solamente en el borrador del Ensayo de 1671, no en la versión
Oxford, 1977, pág. 2. Locke era plenamente consciente de la necesidad de clarificar los final publicada. Sobre un análisis del tema, véase Walker, Locke, Litenny C1iticism, ond
ténninos en el discurso filosófico. Véase An Essay Concerning Human Undcrstanding, J ohn Philosophy, ob. cit., págs. 31-32.
Yolton (ed.), Londres, 1995, pág. 280. Si logró o no cumplir este propósito, es una cues- 37. Locke, An Essay Cm/ce'ming Human UndC1'Stal1di1zg, ob. cit., pág, 17.
tión debatible. 38. Se ha debatido mucho sobre la supremacía de la visión en la obra de Locke. Para
26. Locke, A1l Essay Conce17ling Human UndC1:rtol1ding, ob. cit., pág. 4. un excelente análisis de la mezcla de lo visual y lo verbal en su "grammar of reflection",
27. La importancia del modo tropológico de argumentación en Locke fue advertida véase Law, The Rhctoric ofEmpiricisll1, ob. cit., capítulo 2. Catherine Wilson sostiene que
ya en 1704 por Leibniz, en New Essays Conce17ling HU1llon Ul1derstanding. No fue sino los racionalistas eran más sensibles a las paradojas de la experiencia visual que Locke.
hasta la aparición del ensayo de Paul de Man, "The Epistemology of Metaphor", en Véase su "Discourses ofVision in Seventeenth-Cenrury Metaphysics", en David Michael

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Marti71Jay Experiencia y epistemología

Levin Ced.), Site,. of Vi.fion: The DisC1lnive C07l.ftntctioll of Sight in the History of Philosophy, 52. En su ensayo "Locke's reputation in Nineteenth-Century England", Aarsleff
Cambridge, Mass., 1997, pág. Il8. advierte una importante excepción: Henry Rogers, quien en una reseüa de 1854 de las
39. Este no es el lugar para tratar de resolver el espinoso problema de lo que Locke obras de Locke, criticó la reducción de la idea de experiencia a una sensación no media-
entendía por "idea". Para una contribución importante a este debate, véanse Maurice da. From Locke to Sflusmre, ob. cit., pág. 138.
Nlandelbaum, "Locke's Realism", en Philosophy, Science, oud Sense Pel'ceptio1Z, Baltimore, 53. Law, Tbe Rbetoric oIE11lpiricislIl, ob. cit., pág 13 (el subrayado pertenece al original).
1964; John W. Yolton, Locke ¡md the Composs ofHwll07z Reoson, Cambridge, 1970, y Per- 54. La filosofía analítica del siglo XX no siempre puso el lenguaje en el lugar de la
ceptllol AcquaiJZta7lce, Oxford, 1984; Douglas Greenlee, "Locke's Idea of 'Idea"', en Tip- percepción. W. V. O. Quine, por ejemplo, sostuvo que "la verdad depende, en general,
ton, Locke 071 HU77!a7l Undenta71di11g, ob. cit.; y Vere ChappeIl, "Locke's Theory ofIdeas" tanto de! lenguaje como del hecho extralingüístico" ("Two Dogmas of Empiricism", en
en Chappell, The Cambridge Compo7lio71 to Locke, ob. cit. F"01ll a Logienl Poi1lt ofView, Nueva York, 1963, pág. 36).
40. Para un análisis de esta distinción, véase Lorenz Krüger, "The Grounding of 55. Véase la discusión en Jonathan Bennett, Lacke, Berke!ey, Hume: Ce1itml Tbemes,
Knowledge on Experience: A Critical Consideration of John Locke", en C071te7l1pormy Oxford, 1971, pág. 148.
Gemlal1 Pbilosoph)', 2,1983, pág. 29. 56. Locke, AIl Esso)' COllCenzilZg Huma1l Undentanding, ob. cit., págs. 225, 226 (e!
41. Locke, .111 Es.ft1)' C071cemillg HZllJlt!7Z U11dc1"St07zding, ob. cit., pág. 310. Sobre la subrayado pertenece al original).
deuda de Locke con el corpuscularismo, véase Edwin McCann. "Locke's Philosophy of 57. Ian Hacking va demasiado lejos cuando afirm~: "Locke no tenía una teoría del
Body", en Chappell, The Cambz°idge Companiol1 to Locke, ob. cit. significado. No tenía una teoría del discurso público. Tenía una teoría de las ideas: que
42. Locke, Au Essfly Conce17ling Humfln Understll7uling, ob. cit., pág. 78. es una" teoría del discurso mental" (Wby Does Longtl/lge lliltltter to Pbi/osopby?, Cambndge,
43. John Dewey, "An Empirical Survey of Empiricism", en Tbe Lmer Works, 1925- 1975, pág. 52).
1953, vol. 2, 193)--37. Jo Ann Boydston (ed.), Carbondale, Ill., 1987, pág. 77. Para una 58. Locke, Al1 Essay C01zce171ing Human U17dcrstillzding, ob. cit., pág. 380 (el subraya-
crítica a la afirmación de que Locke consideró la mente como totalmente pasiva, véase do pertenece al original). " .
John vV. Yolton, "The Concept of Experience in Locke and Hume", en Joul7lal oftbe 59. Yolton, "The Concept ofExperience in Locke and Hume", en JOlt17Zoj of tbe HIS-
Hi.rt01Y ofPhilosopby 1. n l, 1963.
O
O
t01y ofPbilosophy n l, 1963, pág. 60. Sin embargo, cabría alegar en favor de Locke que él
44. Locke, An Essa)' C07zce77Zing HZl11lil7Z Uzzderstrl11ding, pág. 44 (el subrayado pertene- nunca pretendió equiparar todo lo que ocurre en la mente, por ejemplo, los deseos profun-
ce al original).
damente arraigados, con la experiencia; de modo que esa ecuación es exagerada, aunque las
45. Ibíd., pág. 31.
ambigüedades de la escritura de Locke pueden conducir a es(e tipo de conclusiones.
46. Locke, en efecto, vincula la mera asociación con la locura en el capítulo 33 del 60. Como en el caso de Locke, recientemente se ha prestado mucha atención a la
libro 2 del Ensayo, lo cual demuestra cuán lejos se encontraba del "asociacionismo" de importancia del lenguaje en Berkeley. Véase, por ejemplo, Richetti, Pbi/osopbicnl Wri-
David Harrley. Sobre un examen de la irracionalidad del asociacionismo que amenazaba tings; Law, tbe Rhetoric of Expaience; y Colin M. Turbayne, Tbe iV1)'th of lVIetopbor,
el estudio de la experiencia empírica por parte de Locke, véase Caruth, Emp¡'°ienl Trutbs Columbia, S.e., 1970.
and Cn'tico! Fictions, ob. cit., págs. 20-33.
61. Richard Popkin, "Berkeley and Pyrrhonism", en Review ofl\1etapbysics 3, 1951.
47. Véase, por ejemplo, EIliot D. Cohen, "Reason and Experience in Locke's Epis- 62. Law, Tbe Rbetorit ofEmp¡"icism, ob. cit., pág. 94.
temology", en Pbilosapb)' 81zd Pbeno7Jlenologi(al Researeb 45, nO 1, septiembre de 1984. En 63. Para un análisis de esta afirmación, véase Genevieve Brykman, "Common Sensi-
el capítulo 17 del cuarto libro del Emoo)'o, Locke admite que "los sentidos V la intuición bles and Common Sense in Locke and BerkeIey", en Rogers y TomaseIli, Tbe Philosopbi-
no van muy lejos. La mayor parte de nuestro conocimiento depende de la; deducciones ca! COllon in the 17th mzd 1Stb Centuries, ob. cit.
y de las ideas intermedias".An E.rsa)' COlZce17ling Human Undentanding, ob. cit., pág. 395. 64. En Tbe Enlightenment: An Intezp"etfltio1Z, I: Tbe Rise of lVIode17l Paganis7Jl (Nueva
48. Locke a Stillingfleet, Tbe WO"ks 01 Jo/m Lo(ke, 10 vals., vol. 4, LOFldres, 1823, York, 1968), Peter Gay llama a Hume "el pagano moderno" (pág. 67) y sitúa su obra
pág. 19.
dentro de la apropiación general del pensamiento clásico por parte de la Ilustración.
49. En su O,oigin oud Fom". ofQualities de 1666, Boyle ya había advertido contra las Hume perdió su fe religiosa tras leer a Locke y Clarke cuando contaba poco más de vein-
formas sustancialistas, esencialistas, tal corno lo ha bía hecho antes que él Gassendi en su te años; escribió en contra de los milagros, la hipocresía clerical, el entusiasmo y la
S)'1ltagl11a pbilosopbicum de 1658.
superstición, y publicó en 1757 Natural Hist01y ofReligion, un libro donde desacreditaba
50. En el En.ra)'o, Locke denomina semiótica o "doctrina de los signos" a la tercera las creencias religiosas. Para una discusión acerca del tema, véanse James Noxon,
rama del conocimiento, después de la filosofía natural y de la ética (pág. 415). Para un "Hume's Concern with Religion", en Kenneth R. Merrill y Robert W. Shahan (eds.),
examen de la contribución de Locke a la semiótica, su valoración por parte de Peirce y la David HU7Jle: Milny-sided Genius. Norman, Okla., 1976; y]. e. A Gaskin, "Hume on
relación de su trabajo con el de sus predecesores y contemp,?ráneos, véase Lia Formigari, Religion", en David Fate Norton (ed.), The Cambridge Compo11jon to Hume, Cambridge,
Langllage f/11d Experience in 17tb-Cerztzuy B1"itisb Pbilosopby, Amsterdam, 1988, capítulo 3; 1993. Si bien Hume atacó los argumentos racionales a favor de la existencia de Dios,
John Dee!y, New Begi7Z11ings: Ea'-/)' lVIodem Pbilosoph)' mzd Postmode17l Tbougbt, Taranta, tales como la prueba del diseño, su reserva escéptica en cuanto a desaprobarlo todo cate-
1994, capítulo 5; y Norman KIetzmann, "The Main Thesis of Locke's Semantic The- góricamente y su creencia de que podía haber, pese a sus dudas, un Ser Supremo le impi-
ory", en Tipton, Locke on HU11lan Understmzding, ob. cit.
dieron convertirse en un ateo recalcitrante.
51. Aarsleff, From Locke lo SausSllre: ESSil)'S 012 tbe Study of Lf/1zguage mzd Intellectua! 65. Hume, An Abstract ofil Book Lately Publisbed, ezztitled, A Treatise on HWl!all Nauwe
Hist01y, Minneapolis, 1982.
etc., Cambridge, 1938, págs. 13-14.

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MartinJay Experiencia y epistemología
66. Para un análisis del tema, véase Volean, Per'ceptlldlAcquointance, ob. cit., capírulo 8. 76. Sobre estudios relativos a la importancia de la temporalidad y la narrativa para
67. David Hume, An Enquhy C01Zcc'l7ling HU111an Understanding, La Salle, TIl., 1966, Hume, la cual debilita el supuesto de que consideró la experiencia en términos atomistas
pág. 17). y mecánicos, véanse Livingston, HU'I11e's Philosopby ofCommon Lifo, ob. cit., capítulo 5; y
68. Véase David Owen, "Hume's Doubts abom Probable Reasoning: Was Lacke Schmidt, David Hume.
the Target?", en M. A. Stewart y John P. Wright (eds.), Hume olld Hume 's Conllcxions, 77. En este sentido, se anticiparon a Hume defensores de la retórica tales como
Edimburgo, 1994. Para una evaluación más positiva. de la creencia de Hume en la capa- Chesneau DuMarsais (1676-1756), cuyo Des Tropes de 1739 se discute en Conley, Rheto-
cidad de la probabilidad para proporcionar un mínimo de conocimiento válido, que se ric in the European T1't1diti01l, ob. cit., págs 197-98. En general, Hume aprobaba la retórica
basa en la :interpretación de Norman Kemp de Hume como naturalista, véase Baker, mucho más que Locke. Véase su lamento sobre la declinación de la elocuencia clásica en
Condorcet, ob. cit., capítulo 3. Véase también un análisis sobre esta cuestión en Paul K. "OfEloquence", Essays: Mo1't1l, Political and Lite1't11y, ob. cit.
A1kon, "The Odds against Friday: Defoe, Bayle, and Inverse Probability", en Paula 78. Conviene advertir que Hume nunca negó la causalidad petO se, sino la capacidad
Backscheider (ed.), Probabilitj, Time, fmd Space in Eigbteeutb-Centll1Y Litemturc, Nueva para justificarla deductivamente. "Nunca formulé una proposición tan absurda como que
York, 1979, págs. )9-40. algo pueda surgir sin una causa -le escribió a un amigo-; yo me limité a sostener que
69. Hume, <lOf the Immortality of the Soul", en Essnys: 11101'01, Political d1zd Litet:d1Y, nuestra certeza de la Falsedad de esa proposición no procedía ni de la Inducción ni de la
en Eugene F. Miller (comp.), Indianápolis, 1987. Véase también John P. Wrighc, Demostración, sino de otra fuente". Citado en MalI, Nattt1'olism and C,·iticism, ob. cit.,
"Hume, Descartes, and the Materialicy of the Soul", en Rogers y Tomaselli, Tbe Philoso- pág6.
phical Cf11lOlI in the 17th nnd 18th Centtl1"ies, ob. cic. 79. Hume reconoció que las verdades matemáticas se basaban en "relaciones de
70. Hume, Treatise ofHuman Nature, ob. cit., pág 262. Compárese con la declaración ideas" que eran diferentes de los "hechos". Veáse An Enqui1y Conce171ing Human Ul1del'S-
de Nietzsche según la cual no nos libraremos del sujeto más grande de todos, Dios, a tal1ding, ob. cit., pág. 25. Esta distinción fue ilustrada en uno de los más famosos pasajes
menos que anulemos la gramática. de su libro: "Si tomamos en nuestras manos cualquier volumen, de teología o metafísi-
71. Thomas Reid, en su libro Inqui1y iuto the HU1IIan 111ind, de 1764, ya había inter- ca escolástica, por ejemplo, preguntémonos: ¿Contiene algún 1'az0l1ftll1iento abstracto 1-elati-
pretado a Hume como un cabal fenomenalista. Con respecto a las intepretaciones que vo a la cantidad o al nlÍmero? No. ¿Contiene algún pensamiento e."Cpel·immtnl,·e!ativo a un
niegan que el fenomenalismo fuese la postura final de Hume, véanse Livingston, Hllme's hecho y a una sustancia? No. Entreguémoslo, pues, a las llamas, ya que no puede contener
Philosophy ofC07lt'll101l Lije, Chicago, 1984, capítulo 1; y Charles H. Hendel, Stttdies in thc más que ilusión y sofistería". Ibíd., pág. 184. Para un análisis del uso de esa distinción,
Philosophy o[ David Hume, Indianápolis, 1963, apéndice 4. Sobre un argumento según el véase Alexander Rosenberg, "Hume and the Philosophy of Science", en Norton, The
cU'Jl <lH ume, como filósofo, era fenomenalista, pero sólo en su carácter de filósofo acep- Cflmb1'idge Companion to Hume, oh. cit. Por lo tanto, fue incorrecto por parte deJohn
taba el fenomenalismo; en sus otras capacidades o disposiciones, no lo era", véase Man- Dewey aducir (en The Quest jor Celtainty: A Study of the Relation between Knowledge flnd
delbaum, Philosopb)', Scimce, Imd Sense Pe1'ceptiOll, ob. cit., pág, 122. Actio71, Nueva York, 1929, pág. 156) que "la incapacidad del empirismo para explicar las
72. La defensa clásica del naturalismo de Hume puede encontrarse en Norman ideas matemáticas se debe a su imposibilidad para conectarlas con actos realizados. De
Kemp Smitb. The Philosopby of David Hume, Londres, 1941; véanse también Barry conformidad con su carácter sensualista, el empirismo tradicional busca el origen de
Stroud, Hume, Londres 1977, y R. A. Mall, Nattl1'alism fmd Criticisl1l, La Haya, 1975. esas ideas en las impresiones sensibles o, en el mejor de los casos, en una supuesta abs-
Sobre una respuesta que reafirma su escepticismo, véase Robert]. Fogelin, HU11lc's Skep- tracción de las propiedades que caracterizan antecedentemente a las cosas físicas". Si las
ticism in the T1'eatise ofHuma1l Nattl1'e, Londres, 1985. Para una defensa de Hume como "relaciones de ideas" de Hume eran o no precisamente las mismas que las verdades ana-
un "pospirroniano", véase Donald W. Livingston, Humes Philosophy ofCo1Jlmoll Lije, ob. líticas de Kant, basadas en la identidad tautológica, y si sus "hechos" equivalían a los jui-
cit. Para una refutación de su escepticismo, véase Wayne Waxman, Hume's Theol'y of cios sintéticos kantianos, fue una cuestión respondida por Robert E. Butts en "Hume's
Conscioumess, Cambridge, 1994. Más recientemente, Claudia M. Schmidt ha interpreta- Skepticism", en]ou1'1wl ofthe Hist01y ofIdeas 20, n° 3, junio-septiembre de 1959.
do a Hume como un pensador histórico antes que naturalista, quien escapa al escepticis- 80. Hume, An El1qUÚy COllce17lmg Human Unde1'Standing, ob. cit., pág. 39.
mo localizando la razón en la historia. Véase su libro David Hume: Reason in Hist01y, Uni- 81. Para una discusión acerca de esta premisa, véas,? Yolton, "The Concept of E;xpe-
versicy Park, Pa., 2003. rience in Locke and Hume", ob. cit., pág. 63-65.
73. Hume, T"eatise o/Human Nntllt'c, ob. cit., pág. 636. 82. En la introducción al Treotise, Hume se refirió a todas las explicaciones de las
74. !bid., pág. 253. verdades últimas en las ciencias y en las artes en los siguientes términos: "ninguna de
75. Por ejemplo, Hume sosttivo en su ensayo "On tbe Independence ofParliament", ellas puede ir más allá de la experiencia, o establecer principios que no se fundamenten
que "si el interés privado carece de contrapeso y no se encamina al bien público, no en esa autoridad" (pág. xviii).
pod emos esperar de este gobierno más que luchas, desórdenes y tiranías. En esta opinión 83. Para un análisis de la importancia de la imaginación en su pensamiento, véanse
me asiste tanto la experiencia como la autoridad de todos los filósofos y políticos anti- Mall, Natumlism and C,'iticis11l, ob. cit., capítulo 2; Yolton, Pe1'ceptual Acquai1ltonce, ob.
guos y modernos". Essays: 111011(1) Politicol Imd Lite1'fl1y, pág. 43. Elogió el estudio de la cit., capítulo 9; y Waxman,_Hume's Theoly OfC01ISciouslless, ob. cit., capítulo 2.
historia, a la cual dedicó gran parte de sus energías, en los siguientes términos: "si no 84. Hume, T1'catise ofHuman Natllre, ob. cit., pág. 265.
fuera por su invención seríamos niños para siempre, pues extiende nuestra experiencia a 85. Ibíd., págs. 424-27. El libro 2 del T1'atado está dedicado a las pasiones, cuya
todas las edades pretéritas y a las más distantes naciones ... ". "Of the Study ofHistory", importancia se pone de manifiesto en una de las observaciones más citadas de Hume:
ibid., pág. 566. "La razón es, y debería ser, solo la esclava de las pasiones, y no puede pretender nunca

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ejercer otro oficio que no sea el servirlas y obedecerlas" (p,íg. 415). Para un análisis de la venta, ni siquiera a un precio irrisorio, sino que debe ser confiscado tan pronto como
esta cuestión, véase Fogelin, Hume's Skepticis71l in the Treatise of Hlt7Jlall Ntlture, ob. cit., se lo descubra". Critique of Pure Reason, edición unificada, trad. al inglés de Werner S.
capítulo 9. Pluhar, Indianápolis, 1996, pág. 10. En cuanto a las citas, me remitiré a las páginas de
86. P. F. Strawson, "Imagination and Perception", en Foster y Swanson, Expe"ience esta edición y no seguiré la convención más antigua de citar como "A" o "B" las páginas
tl7zd The01y, ob. cit., pág. 34. de las ediciones originales de 1781 o 1787. No obstante, estas aparecen en los márgenes
87. Hume, Tremíse of HU71lan Nauwe, ob. cit., pág. 225. Más adelante definirá el para aquellos que deseen verificar su procedencia. Para un examen de la hostilidad de
entendimiento como "bs propiedades más generales y arraigadas de la imaginación" Kant por la retórica, véase Conley, Rbeto"ic in tbe European Tradition, ob. cit., pág. 244.
(pág. 267). 100. La importancia del odio a Swedenborg par parte de Kant ha sido enfatizada por
88. La epistemología de Hume coincidía exactamente con su pensamiento político, Hartmut Bohme y Gernot Biihme en "The Batde ofReason with the Imagination", en
10 cual le valió el calificativo de "el primer filósofo conservador". Livingston, Hume's Phi- James Schmidt (ed.), T-Vbat Is Enligbten11Zent? Eighteentb-Centll1Y A71swers and Twe7Ztietb-
losopby of Comnton Lijé, ob. cit., pág. 122. Centzny Questiolls, Berkeley, 1996.
89. En su Tratado (págs. 280-281), defiende explícitamente la universalidad e inalte- 101. En la bibliografía sobre Kant hubo un vigoroso debate sobre el alcance de su
rabilidad de la naturaleza humana. Los críticos posteriores no tuvieron dificultad alguna desconfianza hacia la imaginación. Para un análisis reciente del tema, centrado en la crí-
en demostrar que Hume había generalizado con demasiada prontitud a partir de los bien tica de Heidegger yen la respuesta de Dieter Henrich, véase Jane Kneller, "The Failure
educados caballeros de su época, cuya confiabilidad había sido también una premisa de la of Kant's Imaginatian", en Schmidt, Wbat Is Enligbte1Z77lCnt?, ob. cit. Véanse también
revolución científica, según la opinión de Stephen Shapin, formubda en A Socillf History Jonathan Bennett, Kant's Analytie, Cambridge, 1966; Eva Schaper, Studies in Kant 's Aes-
ofTntth: Civility and Scie17ce in Seventeeuth-Centmy Englond, Chicago, 1994. tbetics, Edimburgo, 1979, donde pone el acento en su desdén por Swedenborg; y Straw-
90. Mal!, Naturalism tl7ld C"iticiJ711, ob. cit., pág. 38. son, "Imagination and Perception", donde el autor defiende una interpretación más
91. A.]. Ayer, Hume, en Tbe British Empiricists, ob. cit., pág. 229. generosa del tema. Véase asimismo John H. Zammito, Tbe Genesis of Kant's Critique of
92. Wilfrid Sellars, Empiricism O/Id the Philosophy ofJl!Iind, Cambridge, Mass., 1967. Judgme1lt, Chicago, 1992, donde muestra que en la obra posterior de Kant sobre la esté-
93. John T. Kearns, Reconceiving Experience: A Solmion to a P"ob/em Inbaited fr01ll tica, la imaginación llega a desempeñar un papel m,is positivo. Para una interpretación
Descates, Albany, N.Y., 1996, pág. 104. de toda la obra de Kant en la cual se destaca el rol productivo de la imaginación como
94. Yolton, "The Concept ofExperience in Locke and Hume", ob. cit., pág. 69. fundamentalmente significativo, especialmente en las Críticas, véase Sara L. Gibbons,
95. El "emprender el viaje" en la Elfab7"U71g de Kant ha sido destacado recientemente Mnt's Tbe01y of Imagination: Bridging Gaps in Judgl1lcnt mI Experience, Oxford, 1994. La
por Charles P. Bigger en Kant's }¡[etbodology: An Essay in Pbilosopbical Arebeology, Athens, cuestión se complica ante la posibilidad de que el término no tuviera el mismo significa-
Ohio, 1996, pág. l. Basándose en argumentos fenomenológicos, Bigger afirma asimismo do para los dos pensadores, lo cual llevó a un comentador a decir que la imaginación en
que "método" connota "ponerse en camino". Hume es "simplemente el entendimiento kantiano de incógnito". Véase W. H. 'vValsh,
96. Sobre la importancia de Crusius, vé~se Giorgio Tonelli, "Crusius, Christian "Hume's Concept ofTruth", en Reason tl7zd Reality, Royal Institute ofPhilosophy Lec-
August", E17cyc/opedia of Pbilosopby, J, pág. 270. Crusius formó parte de la escuela de tures, vol. 5, Londres, 1970-71, pág. 116. Mal! formula un argumento similar en Natu-
Christian Tomasius, más pragmática y empirista que la escuela rival de Christian Wolff, mlis17l and Criticism, donde afirma que la "imaginación a priori" de Hume suministró
puramente racionalista. "principios" que eran versiones más vagas de las "categorías" proporcionadas por el
97. Hubo varios intentos de averiguar cuándo yen qué sentido Kant fue influido por "entendimiento" de Kant.
Hume, así como de evaluar su comprensión respecto de lo que leyó (que aparentemente 102. Para un estudio de la recepción inmediata de la obra de Kant, véase Frederick
no incluía todo el Tratado). Véanse, por ejemplo: Arthur Lovejoy, "On Kant's Reply to C. Beiser, The Fate of Reason: Gerllltl7l Pbilosopby fr017l Kant to Fiebre, Cambridge, Mass.,
Hume", Arcbh' fij¡o die Gescbicbte de,' Pbilosopbie 19, 1906; E. W. Schipper, "Kant's Answer 1987. Según Beiser, en Alemania hubo pensadores influidos por Locke que consideraban
to Hume's Problem', en ](¡mt-Studien 53, 1961; M. E vVilliams, "Kant's Reply to que la obra de Kant era una vuelta al racionalismo escolástico; otros, como Mases Men-
Hume", en lG71lt-Stltdien 55, 1965; Nlall, Natll1'alism and CriticiJ711; ob .. cit., Lewis White delssolm, temían las implicaciones escépticas de su filosofía, la cual "10 destruía todo". La
Beck, Essays on Kant {md Hume, New Haven, 1978, y su "A Prussian Hume and a Scottish caracterización de Kant de su obra en términos de un desbrozamiento del terreno para
Kant", en Beryl Logan (ed.), I7Il711mzuel Kant's Prolegomena to Any Future Jl!Ietaphysics: in acceder a una metafísica no dogmática y más viable ya es visible en el título de su libro de
Focus, Londres, 1996; y Manfred Kuehn, "Kant's Conception of 'Hume's problem''', 1785, Prolegómenos a toda metafísica fotum (donde aparece la expresión "sueño dogmáti-
también en Logan. Kuehn ofrece una detallada descripción de la recepción de la obra de co"). Conviene leer el texto comentado en Logan, I171771anuel M7lt's Prolegome7U1 to Any
Hume en la Alemania del siglo XVIII. Ftttw'e iVIetapbysics.
98. Para una lectura detallada de los años transcurridos entre el primer encuentro de 103. La validez de esta metáfora para la obra de Kant (una metáfora que, de hecho,
Kant con Hume y la publicación de la Crítica de ¡a razón pm'a, que se basa en material nunca fue utilizada por él) fue recusada por Roben Halm en Mm 's Newtonitl7l Revolution
inédito, véase Paul Guyer, Kant tl7ld tbe Clrli711s of Knowledge, Cambridge, 1987. in Pbilosophy, Carbondale, I1I., 1988. Hahn sostiene que Kant se hallaba mucho más cerca
99. En el prefacio a la primera edición de la C,'ítiea de la razón PilTa, Kant escribió: del método hipotético-deductivo de Newton que del de Copérnico. La mayoría de los
"Con respecto a la certeza, me he limitado a mi propio veredicto: que en modo alguno es comentadores, sin embargo, la avala, pues señala dos aspectos fundamentales de la filoso-
permisible sostener opinio17es en esta clase de estudio; y si alguna cosa en él se parece fía de Kant: su desafío a las nociones comunes de conocimiento basadas en la aparente
demasiado a una hipótesis es un mero contrabando, y, por 10 tanto, no debe ofrecerse a evidencia suministrada por los sentidos (el sol, como lo demostró Copérnico, no gira

nn
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MartinJay Experiencia y epistemología

alrededor de la Tierra, como suponen nuestros sentidos), y el cambio del centro de gra- eran comunes a fmes de la década de 1770; por ejemplo, el ataque holístico de Johann
vedad del objeto de indagación al sujeto (equivalente, grosso modo, al desplazamiento Gottfried von Herder a la división de Kant de las facultades humanas. Véase el análisis
desde un cosmos geocéntrico a un cosmos heliocéntrico, aunque las implicaciones de del tema en Zammito, The Genesis ofKant's C"¡tique ofJudg711ent, ob. cit., pág. 43, y un
éste último parecieran menos antropocéntricas que las del primero). estudio más detallado en su K01lt, He1'de¡', and tbe Bú·tb oiAnthropology, Chicago, 2002.
104. Sobre una sugerente alternativa a esta interpretación, véase Guyer, Ktnu and the Para una reciente consideración de estas cuestiones cuyas conclusiones son más indul-
Clni1lls ofKnowledge, ob. cit. Guyer alega que Kant nunca superó totalmente su temprana gentes, véase Susan Meld Shell, Tbe Embodilllent ofReason: Kant on Spi1'it, Genemtion, ond
ambivalencia en cuanto a si conviene enfatizar el concepto de un "objeto de la experien- Co11t11tullity, Chicago, 1996.
cia" misma, 10 cual conlleva, en cierto modo, sus propias reglas necesarias y universales, 110. Véase F. H.]acobi, D/lVid Hume on Belief. 01', Idealislllond Reolism, 1787.
o el sujeto constirutivo, trascendental que impone esas reglas. 111. Para un análisis de este punto, véase Holly L. Wilson, "Kant's Experiential
105. Antonio Pérez-Ramos, Fmncis Bnean's Idea ofScience and tbe Mnker's Knowledge Enlightenment and Court Philosophy in the 18th Century", en HistOl) 01 Philosopby
T1'adition, Oxford, 1988, pág. 60. El célebre principio verum/factllm de Vico, según el Qum1erly 18, n° 2, abril de 2001.
cual el hacer y el conocer eran intercambiables, fue limitado al mundo histórico, del que 112. Kant, C"itique ofPlwe Reason, ob. cit., pág. 43.
podía afirmarse que estaba hecho por los seres humanos. En la primera C,'ítica, Kant 113. Kant, Prolegol1uma to A1ZY Futttre Metaphysics, ob. cit., pág. 119.
estaba más interesad,? en la naturaleza que en la historia; aunque en sus obras posterio- 114. Kant, Cduque OfPlI1'C Reason, ob. cit., pág 247. Como sostiene Camy Caruth,
res, tales como "Idea para una historia universal en clave cosmopolita" (1784), abordó sus hay sin embargo una distinción crucial entre "experienciall y "observación empírica" en
implicaciones. Dicho estudio se basó, en principio, en una interpretación providencial de Kant: " 'Experiencia' no es un concepto derivado de la observación empírica sino una
la trayectoria histórica, pero concedía un creciente papel a la intervención humana en la figura generada por los argumentos discursivos para suplementar su propia autorrepresen-
resolución de ese plan. tación. 'Experiencia' funciona entonces como el ejemplo lingüístico que siempre acompa-
106. La distinción establecida por Kant, hecha como reacción a una temprana rese- ña al ejemplo empírico". E11lp¡'iricol T1'Utbs (l11d Critical Fictions, ob. cit., pág. 84-85.
ña de la Primera Crítica que fusionaba ambas posiciones, no convenció a todos los 115. C1'itique ojPlIre Reason, ob. cit., pág. 45.
comentadores. Véase, por ejemplo, Colin Turbayne, "Kant'sRelation to Berkeley", en 116. Sus complejidades han dado origen a una formidable bibliograña académica. Véan-
Lewis "White Beck (ed.), Kant Studüs Today, LaSalle, m., 1969. Sobre las refutaciones a se dos estudios contrapuestos en Henry S. Allison, Kant's Tmnscel1denta/Idealism: A1lIntel'-
dichos comentadores, véanse Gordon Nagel, Tbe St7'1lCtul'e ofR"CfJerience: Kont's Systent of pretauoll and Defense, New Haven, 1983; y Guyer, Kant tl11d tbe Clai11ls olKnowledge, ob. cito
PrincipIes, Crucago, 1983, capítulo 1; y Armur Collins, Possible Experience: Understandillg 117. En ocasiones, Kant permitió que las percepciones e intuiciones precedieran a
Knnt's Critique ofPtwe Reason, Berkeley, 1999. Véase también Guyer, IVmt olld tbe Claims los juicios, lo que ha inducido a algunos comentadores a pensar en úna demora entre el
of Knowledge, ob. cit., parte 4, y los ensayos en Ralph Walker, Tbe Real and tbe Ideol, registro inicial de los datos del exterior y su organización en experiencias significativas.
Nueva York, 1989. Pero en la medida en que el espacio y el tiempo eran contribuciones trascendentales fun-
107. Kant, Pl'olegolllena to Ally Futu1'e iVletflpbysics, ob. cit., pág. 131. Kant distinguió damentales a todo conocimiento y ninguna percepción inmediata podía hallarse fuera del
también su posición de lo que llamaba "el idealismo escéptico" de Descartes. marco espaciotemporal, es difícil captar la naturaleza de esa demora, salvo como una sub-
108. Tal como sostiene uno de sus actuales defensores, Gordon Nagel: "La teoría de sunción reflexiva de la percepción bajo una regla tal como la causalidad. Solo cuando
la experiencia de Kant es la base de todas sus otras teorías, sea la de la ciencia, la de la Kant habla específicamente de la experiencia estética en la tercera Ct'Ítt"cn esta distinción
matemática, la de la religión, la de la ética, la de la estética o la de la educación ... En el se vuelve significativa. Véase el análisis de Zammito en The Genesis ofKant's Critique 01
caso de cada uno de estos gérmenes teóricos, la teoría de la experiencia de Kant desem- Judgment, ob. cit., pág. 104.
peñ.aun papel fundacional hasta cierto punto diferente, aunque para cada uno de ellos es, 118. Donde la imaginación sí desempeñó un rol para Kant fue en la transición de las
de alguna manera, fundamental. La ciencia extrae su temática del contenido empírico de reglas conceptuales a los casos individuales, sea mediante la subsunción o, como sosruvo
la experiencia. La matemática depende de ciertos aspectos formales de la experiencia, al en la Crítica del juicio, mediante la reflexión analógica y paradigmática. Conviene advertir
tiempo que los explora. Puesto que la religión y la ética trascienden la experiencia, la teo- que las analogías constituyeron una parte crucial de la primera Crítica, donde el filósofo
ría kantiana de la experiencia define los límites más allá de los cuales pueden operar y fija explora tres "analogías de la experiencia": el '¡principio de la permanencia de la sustan-
las condiciones a las cuales se someten. Las teorías kantianas de'la estética y la educación cia", el "principio de la sucesión temporal según la ley de causalidad" y el ¡'principio de la
se basan en los descubrimientos que él ha"ce sobre la naturaleza de la mente en el curso simultaneidad según la ley de la acción recíproca o comunidad" (págs. 247-82). Para un
de su investigación de la experiencia". The Structllre of~perience, ob. cit., pág. 30. análisis y una crítica de su significación, véase Guyer, Kant aud tbe Clflims ofKnowledge,
109. Véase, por ejemplo, Mikel Dufrenne, Tbe Notion oftbe A Pl'i01'i, trad. al inglés ob. cit., págs. 61-70. La descripción de la transición de Kant ha sido, en efecto, una fuen-
de Edward S. Casey, Evanston, m., 1966, que se basa en la fenomenología de Husserl a te de interminables debates, especialmente sobre la cuestión de cuán universal, necesaria
fin de extender la idea kantiana de estructuras a priori a la historia, el arte, la sociedad y y sometida a la regla puede ser la imaginación en cuanto opuesta al entendimiento.
el cuerpo. donde la sensación tanto como la comprensión son cruciales. Véase también 119. Para un útil examen de esta cuestión, véase Allison, Kant's T1'fl11scC"lldentalldea-
Robin May Schott, Cognition and Eros: A C1"itique o[ tbe Kantil111 Pnmdigm, Bastan, 1988, lism, ob. cit., capítulo 12. .
donde se ataca a Kant desde una perspectiva marxista-feminista por reducir ascéticamen- 120. Para una discusión sobre la tradición de los espirirualistas franceses, que incluía
te la sensibilidad a un registro neutral de objetos reificados; la autora pide, en cambio, a Félix Ravaisson, Jules Lachelier y Charles Renouvier, así como a Biran, véase Philip P.
una epistemología basada en la "experiencia vivida" o vivencia (pág. 196). Estas quejas ya Hallie, ¡'Hume, Biran, and the iVIéditatift Intérielws", en Jou17lal 01 tbe History 01 Ideas 18,

100 1n1
MartinJay

n° 3, junio de 1957. No es mi intención sugerir que I\.ant estaba reaccionando específica-


mente contra Biran, quien era una generación más joven, sino que se resistía a la noción
de "experiencia interior" que Biran, entre otros, iba a difundir. Sobre algunos análisis
respecto de esa resistencia, véanse Candace Vogler, "Sex and Talk", en Criticrtl Inquúy
24, n° 2, invierno de 1998; y Collins, Possible Expe1"ienee, ob. cit., capítulo 12.
121. Kant, C1"itique olPure Reason, ob. cit., pág. 29l.
122. Para los realistas más comprensivos, como los filósofos William Hamilton y
Thomas Reid, quienes pertenecían a la tradición del sentido común, Kant no escapó
nunca del fenomenalismo. Véase, por ejemplo, D.]. B. Hawkins, The Criticislll 01 Expe-
rienee, Londres, 1947. Hay razones para pensar que sí lo hizo, según los convincentes
análisis de Allison, Kant's Transcendental Idealism, ob. cit., págs. 30-34, y Collins, Possible
Experienee, ob. cit., capítulo 15.
123. En Reconceiving Experience, Kearns denomina su propia solución una derivación
dentro del marco lingüístico de Kant (pág. 109).
124. Para un examen detallado de la importancia de la tercera analogía, véase Guyer,
Kant and the Clai1lls olKnowledge, ob. cit., capítulo 11.
125. Para una excepción, véase Nagel, The Structure oIExperie71ce, ob. cit.
126.].]. Valberg, The Puzzle 01 Expel·iellce, Oxford, 1992. V éanse también coleccio-
nes tales como las de Foster y Swanson, Experience tll1d Tbeory; y Tim Crane (ed.), Tbe
Contents 0IExpel·ie7lce: Essays 071 Perceptiol1, Cambridge, 1992.
127. John Dewey, Tbe Quest 101· CC11:tlinty, Nueva York, 1929, pág. 61.

102
T
r

6. Historia y experiencia
Dilthey, Collingwood, Scott y Ankersmit

En Experience and Its Modes, Michae! Oakeshott no escatima pala-


bras para burlarse del modo histórico de la experiencia por considerar-
lo una mera "interrupción de la experiencia. La historia es un mundo
de abstracciones. Es un páramo cultural y, desde el punto de vista de la
experiencia, un error. No conduce a parte alguna; y en la experiencia,
si no la hemos evitado, podemos recuperar el camino a lo que procura
satisfacción solo suplantándolo o destruyéndolo".1 Oakeshott continúa
afirmando que juzgada desde la ventajosa y elevada perspectiva neoide-
alista, según la cual la noción absoluta de Experiencia es una unidad
holística anterior a cualquier modelización, la experiencia histórica
constituye "una mutilación de la experiencia del presente ... deformada
y restringida por el hecho de haber sido vertida en el molde del pasado
histórico, por haber sido concebida bajo la categoría del pretérito".2
Haciéndose eco, sin saberlo, de la famosa crítica de Nietzsche del his-
toricismo como el enemigo de la vida plena en su ensayo de 1874
"Sobre los usos y desventajas de la historia para la vida", Oakeshott
advirtió contra el peligro de fetichizar el pasado per se, de vivir en ese
pasado muerto y de organizar la experiencia sub specie praeteritorum. J
Por extraño que parezca, dada la típica apelación conservadora al
pasado como fundamento de legitimación normativa y como antídoto
contra el racionalismo excesivo, Oakeshott mostró no menos desdén
por el intento de utilizar las supuestas lecciones de! pasado para fines
prácticos en el presente, un error cuyo origen remitió a Edmund
Burke. "No es posible esperar alguna guía para la vida práctica de la
organización de la experiencia sub specie pmeteritorum. El mundo histó-
rico no ofrece ningún dato del cual pueda hacer uso la experiencia
práctica; y pensar que brinda tales datos es desconocer su carácter".4

2)9
MartinJay Historia y experiencia

¿Cuál era ese carácter a los ojos de Oakeshott, y cuál para otros saber histórico. Suponiendo que esos dos polos se mantengan (y que
comentadores, menos idiosincrásicamente acerbos que él acerca de su haya consenso sobre el significado mismo de la experiencia), la cuestión
valor, que han tratado de dar sentido a una noción específicamente his- metodológica más problemática enfrentada por los historiadores es el
tórica de experiencia? ¿Qué ha significado la apelación a la experiencia pasaje del uno al otro. En otras palabras, ¿cuál es la relación entre la
para los historiadores que reflexionan sobre su oficio? ¿Hasta qué escritura, la lectura y el juicio de los relatos históricos en el presente y
punto difiere la experiencia en el discurso histórico de sus equivalentes lo que fue la experiencia de los supuestos protagonistas de esos relatos?
en la ciencia, la estética, la religión y la política? ¿Se justifica llamar ¿De qué manera el sujeto que produce un escrito histórico se relaciona
histórica a la experiencia en el presente si responde a los indigestos con el objeto de esa escritura, quien, según se entiende, ha sido tam-
residuos del pasado, resistiéndose a transformarlos en momentos de bién un sujeto que tuvo experiencias?
una narrativa en exceso coherente? ¿O es precisamente el reconoci- Lo que sorprende al lector de las reflexiones de Oakeshott sobre el
miento de que nosotros estamos inmersos en esa narrativa 10 que hace sujeto es su rechazo explícito a esta misma polaridad. Extrapolando una
que la experiencia actual sea realmente histórica? premisa fundamental de su estudio holístico de la experiencia absoluta
En este capítulo nos centraremos en dos figuras en particular, el a uno de sus modos, Oakeshott insiste en que "la distinción entre la
filósofo e historiador alemán Wilhelm Dilthey (1833 -1911) Y el filóso- historia tal como sucedió (el curso de los acontecimientos) y la historia
fo e historiador inglés R. G. Collingwood (1889-1943), y luego exami- tal como se la piensa, la distinción entre la historia misma y la historia
naremos cómo han influido estas cuestiones en la autoconciencia acer- meramente experimentada, debe desaparecer, pues no es meramente
ca de su arte de historiadores posteriores. AquÍ nos ocuparemos de la falsa: carece de significado. La tarea del historiador no es descubrir,
crítica postestructuralista hecha por la historiadora feminista nortea- recapturar o incluso interpretar sino crear y construir. .. La historia es
mericana Joan Wallach Scott y de la defensa de una alternativa posmo- experiencia, el mundo de experiencias del historiador. Es un mundo de
dernista ofrecida por el filósofo holandés de la historia, Frank R. ideas, el mundo de las ideas del historiador".6 La única distinción posi-
Ankersmit. Pero detengámonos un poco más en Oakeshott, quien, pese ble entre el material en bruto de la historia y la historia misma reside
a su evidente desdén por las insuficiencias de la experiencia histórica, en que esta última suele mostrar un poco más de coherencia e inteligi-
dedicó un ~apítulo sustancial de su libro al tema, y al hacerlo produjo bilidad. Pero esos rasgos proceden del propio historiador, pues "la his-
lo que Collmgwood celebraría como "un nuevo y valioso logro para el toria es la experiencia del historiador. Está 'hecha' por nadie, excepto
pensamiento inglés".5 por el historiador; escribir la historia es la única manera de hacerla. Es
un mundo, y un mundo de ideas"'?
Haciéndose eco de Benedetto Croce y anticipándose a Hayden
OAKESHOrr y LA EXPERIENCIA HISTÓRICA
White, Oakeshott impugnó vigorosamente la noción positivista de
poner entre paréntesis las mediaciones interpretativas actuales para
COMO LA EXPERIENCIA DEL HISTORIADOR
registrar el pasado "como realmente fue" a través de una depuración
inductiva de los testimonios históricos. 8 Adherir a esta ilusión implica-
Al parecer, la experiencia ingresa al universo del discurso histórico
ba subsumir la experiencia histórica bajo otras de sus modalidades, por
en dos puntos: la experiencia de aquellos cuya historia se cuenta, o bien
ejemplo la de la ciencia, que comprende el mundo sub specie quantitatis
la de quienes la están contando. Vale decir, cabe interpretar que la
y busca leyes generales. Ambas, sin lugar a dudas, abstraen de la expe-
tarea del historiador consiste, en cierto modo, en acceder y representar
riencia entendida en un sentido absoluto. Pero cuando el historiador
lo que fue "experimentado" por hombres y mujeres en el pasado, o
abstrae mediante su "construcción" del pasado, 10 hace, insiste Oakes-
puede entenderse como algo que nos sucede ahora, cuando pensamos
hott, centrándose exclusivamente en la preteridad del pasado y, por lo
históricamente en esos residuos pretéritos que se manifiestan para noso-
tanto, separándolo del ámbito total que es la experiencia absoluta. La
tros -o que interpretamos como manifiestos- en el presente. Pues aun
abstracción histórica, entonces, no entraña derivar generalizaciones
cuando no tengamos el conocimiento empírico de un "testigo ocular"
universales a partir de un enredo de casos concretos inconmensurables,
en lo referente al pasado, el cual ya no está aquÍ para ser experimenta-
que es la forma de abstracción practicada por la ciencia y, por 10 tanto,
do por los sentidos, es posible hablar de experiencia en relación con el

260 261
MartinJay Historia y experiencia
inadecuadamente impuesta a la explicación histórica. Esta última está momento histórico (o al menos sus prejuicios personales respecto del
contenida enteramente en la narrativa misma, que siempre versa sobre género) al afirmar que la experiencia práctica "se ocupa del pasado
sucesos concretos e individuales. Pero incluso la historia no seudocien- como si éste fuera un hombre con quien espera conversar sensatamente
tífica es todavía una abstracción, todavía se halla divorciada de una ver- y tener algo oportuno que decir en lo relativo a sus 'causas' y compro-
dad más amplia, porque "el único individuo absoluto es lo universal en misos plebeyos. Pero para el 'historiador', quien opina que el pasado
su conjunto".9 está muerto y es irreprochable, el pasado es femenino. Lo adora como
'Aunque construida por el historiador, la experiencia histórica no a una amante de quien nunca se cansa y con quien no espera nunca
debe confundirse con el recuerdo del pasado del historiador individual, hablar en términos sensatos".12
cuya memoria es personal (a Oakeshott no le interesaba la supuesta Si el pasado es un objeto sexual sin sentido (y quizás incluso sin
memoria colectiva). Tampoco consiste totalmente en la fantasía del vida) construido por un historiador masculino, quien lo ama únicamen-
historiador acerca de un pasado que nunca existió, pues las ideas que te por su capacidad de despertar una lujuria infinita y no por lo que
constiruyen la experiencia histórica existen antes de su creación, aun- puede enseñarnos en el presente, no es de extrañar entonces que las
que esta última es necesaria para otorgarles mayor coherencia. Si bien animadversiones de Oakeshott por la experiencia histórica no constitu-
la creencia en un registro "objetivo" del pasado e independiente de la yeran una fuente de inspiración para los historiadores que no compar-
experiencia del historiador es absurda, esa experiencia tampoco es tían sus premisas idealistas neohegelianas. 13 Pues una vez que la-creen-
completamente subjetiva. Por consiguiente, resulta irreductible a los cia holística en la experiencia absoluta fue desechada como el criterio
prejuicios políticos del historiador actual, cuyo rol no estriba en juzgar supremo de la verdad experiencial, y que la experiencia histórica ya no
el pasado sino, más bien, eri crearlo mediante la imaginación histórica. fue considerada como una mera "interrupción" en la totalidad más
Dicho en otras palabras, los juicios y la creación se hallan tan Íntima- amplia, la problemática cuestión de cómo la experiencia en el presente
mente entrelazados en la experiencia del historiador que es imposible se relaciona con la experiencia en el pasado.volvió a cobrar vigencia.
establecer una distinción entre ellos. Pues "no hay hecho alguno en la Oakeshott puede haber perjudicado su postura al imaginar que el his-
historia que no sea un juicio, ningún acontecimiento que no sea una toriador actual era un varón presa del deseo, y el pasado, un objeto de
inferencia. No hay nada en absoluto fuera de la experiencia del histo- amor femenino duro de entendederas, una ocurrencia producida por
riador".10 alguna suerte de fantasía heterosexual masturbatoria. Pero incluso si no
Y, sin embargo, la experiencia histórica encierra una paradoja que, hubiera sido víctima de sus presupuestos sexistas, su descripción de la
según Oakeshott, es la principal causa de su fracaso definitivo: se halla unidad de la experiencia histórica proporciona poca guía para resolver
enteramente en el presente, generada por la "construcción" del histo- -y mucho menos trascender-la paradoja que, según su descripción, se
riador de hoy, pero se interesa enteramente por el pasado muerto con halla sugestivamente en el núcleo de la experiencia histórica.
la esperanza de comprenderlo en sus propios términos.·Es, por consi- Pues la historia -la palabra misma denota ambiguamente tanto lo
guiente, "la continua aseveración de un pasado que no es pasado y de que ocurrió como lo que se ha escrito sobre lo ocurrido- necesaria-
un presente que no es presente".l1 Leer el presente en el pasado y con- mente implica una compleja negociación entre el pasado y el presente,
vertirlo en un mero preludio de nuestra situación actual da origen a no una total apropiación del uno por el otro. Aun cuando algunos idio-
una "historia whi¡f' políticamente presentista que viola el pasado pe,. se, mas distingan, como lo hace el alemán, entre Geschichte y Historie, tam-
aunque solo sea el presente el que hace la experiencia histórica. bién registran la irreductible interacción entre ambas. 14 Oakeshott
Habiendo descartado la unificación de la experiencia histórica y creyó poder cortar el nudo gordiano proclamando que la experiencia
práctica como una amalgama imposible, Oakeshott arribó a la extraña histórica era una e indisoluble (aunque todavía fuese una abstracción
con.clusiÓn de que, si bien construida enteramente en el presente, la comparada con el criterio superior de experiencia absoluta), pero le
experiencia histórica solo era construida por los historiadores que resultó imposible abolir la distinción establecida entre experiencia
podían, en cierto modo, poner entre paréntesis y suspender sus intere- pasada y experiencia presente. Tal como vimos en los casos de expe-
ses o necesidades habituales. Procurando a tientas dar con una manera riencia cognitiva, religiosa, estética y política, a menos que se preserve
de expresar esta paradoja, Oakeshott reveló los límites de su propio alguna tensión entre el sujeto y el objeto de la experiencia -sea la natu-

262
T
MartinJay I Historia y experiencia

raleza, Dios, las cosas bellas o las metas políticas-, se corre el peligro fueron consideradas inicialmente, con toda la seriedad que merecían,
de perder, precisamente, el encuentro mismo con la otredad y el por el filósofo e historiador alemán vVilhelm Dilthey en el siglo XIX. 16
momento de pasividad que están profundamente insertos en el concep- Como ya vimos, Dilthey fue el primer biógrafo de Friedrich Schleier-
to de experiencia en la mayoría de sus formas. Más aún, como Hans- macher, quien comprendió que solo era posible escribir un estudio
Georg Gadamer ha señalado, las nociones hegelianas de experiencia sobre las ideas de un teólogo si se las situaba dentro del contexto de la
que la equiparan con la autoconciencia sin residuo, no registran la historia de su vida. Al igual que Schleiermacher, rechazó el racionalis-
inevitable finitud de la experiencia histórica, la cual nunca deja de mo dogmático en teología en favor de una noción experiencial del pro-
acontecer y nunca alcanza la perfección de una clausura. 15 Esta limita- testantismoY Dilthey fue también quien popularizó el vocablo germa-
ción es válida tanto para la experiencia histórica del pasado cuanto para no Erlebnis como una alternativa de Eifahrung, especialmente en su
el intento del historiador de escribir acerca de ella en el presente, un libro Poesía y experiencia, 'publicado en 1905, aunque el término ya había
intento siempre superado por las interpretaciones y narrativas ulterio- sido había introducido por Wolfgang van Goethe bajo la influencia de
res. Cabe decir entonces, pace Hegel y Oakeshott, que la historia no es Jean-Jacques Rousseau. 18 A menudo agrupado con los "filósofos de la
una totalidad sino un "infinito malo" que puede no ser tan malo, des- vida" de fines del siglo XIX -Henri Bergson, Friedrich Nietzsche,
pués de todo. Georg Simmel-, Dilthey valoraba, no obstante, lo que trascendía el
Cuando se deja de lado el problemático constructivismo neohege- criterio meramente biológico sugerido por el término, sin incurrir por
liana de Oakeshott, la cuestión real enfrentada por historiadores y por ello en un vitalismo metafísico.
quienes filosofan sobre lo que están haciendo, vuelve a aparecer: cómo Pero donde dejó su mayor impronta fue, quizás, en su rol de defen-
los constructos del presente emergen de, duplican, configuran, modifi- sor del estatuto especial de la razón histórica, cuya crítica esperaba
can y/o traicionan el pasado, ese "país foráneo" cuya extranjería misma agregar a las escritas por Immanuel Kant una centuria antes. Durante
es la principal razón para viajar allí. 'En lo tocante a nuestros propios su larga y distinguida carrera, Dilthey luchó por defender la autonomía
intereses, ello implica considerar la relación entre lo que se experimen- de la cognición histórica con respecto a la cognición científica, opo-
tó en el pasado y el relato -o re experiencia /reactualización- del histo- niéndose al imperialismo de una metodología positivista que amenaza-
riador de dicho pasado. Más allá de esa cuestión, implica asimismo un ba con embarrar a todos sus rivales, si bien evitó adherir a la alternati-
juicio acerca de cuánto de ese pasado puede comprenderse plausible- va del subjetivismo relativista.I 9 La ahora familiar dicotomía entre las
mente bajo la categoría de experiencia y cuánto -sea conceptualizado llamadas ciencias culturales o humanas (Geisteswissenschaften) y las cien-
como hechos, acontecimientos, estructuras, tendencias, instituciones o cias naturales (Naturwissenschaften), se debió en gran medida a sus
discursos- elude esa categoría. Y, finalmente, nos obliga a considerar la esfuerzos (ya los de Heinrich Rickert y vVilhelm INindelband, entre
posibilidad de que la "experiencia" misma pueda tener una historia, lo otros neokantianos).2o Lo mismo ocurrió con la expansión del interés
cual significa que no se trata de recuperarla en "el pasado" sino, más por los métodos interpretativos, introducidos por Schleiermacher, a los
bien, de reconocer que tal vez hubo muchos pasados diferentes, los cuales se les daria el nombre de hermenéutica. 21 Yen muchos aspectos,
cuales impiden una fácil homogenización. En consecuencia, cabe hacer cabe afirmar que la importancia conferida por Dilthey a las prácticas,
otra pregunta, formulada también por vValter Benjamín y Theodor hábitos y cosmovisiones pertenecientes a la esfera de la vida y previas a
Adorno: ¿la capacidad de tener experiencias, al menos en alguna de sus la reflexión critica, anticipó la obra de los fenomenólogos Edmund
formas, ha cambiado a lo largo del tiempo? Husserl y Martin Heidegger, así como la de los pragmatistas nortea-
mericanos. 22
En todos estos contextos, la cuestión de cómo interpretar y acceder
DILTHEY Y LA REEXPERú\1ENTACIÓN retrospectivamente a algo llamado experiencia (denotada normalmente
DE LA ERLEBNIS DEL PASADO por Erlebnis y traducida generalmente por "experiencia vivida" o
"vivencia") resultaba crucial.23 Hay una rica y pormenorizada biblio-
Muchas de estas preguntas fundamentales que continúan inquietan- grafía sobre las vueltas, giros, interrupciones y recomienzas que impli-
do hasta el día de hoya los filósofos de la historia ya los historiadores, có para Dilthey la tarea de resolver la cuestión, pero aquí solo conta-

264 265
MartinJay Historia y experiencia
mos con el espacio suficiente para subrayar sus rasgos más caracterÍsti- sufrimientos de la criatura humana, un nivel que sugería una verdad
24
cos. Lo primero que conviene destacar en lo relativo a la experiencia más subjetiva y psicológica, irreductible a los mecanismos de la mente.
es el repudio de Dilthey por lo que consideraba el reducciouismo de su Cualitativamente distinta, era una verdad que rechazaba la reducción a
acepción empirista. Respondiendo a Jobn Stuart Mill y a otros pensa- una generalización cuantitativa, revelando así individuos antes que
dores ingleses cuyo intento de defender una noción de las ciencias tipos o patrones generales. Estos individuos constituían, en sí mismos,
morales en oposición a las naturales encontraba interesante aunque, en todos significativos cuyas vidas no podían ser atomizadas en momentos
última instancia, insuficiente, Dilthey escribió: "El empirismo ha resul- discretos, inconexos. En 1907/8 Dilthey escribió: "Una vivencia es un
tado tan abstracto como el pensamiento especulativo. El ser humano modo distintivo y característico en el cual la realidad está allí-para-mí.
que las influyentes escuelas empiristas han construido valiéndose de las La vivencia no me enfrenta con algo percibido o representado; no me
sensaciones y representaciones, como si se tratara de átomos contradi- es dada, sino que la realidad de la vivencia está allí-para-mí porque
ce la experiencia interna a partir de cuyos element~s se deri~a, después tengo una conciencia reflexiva de ella, porque la poseo inmediatamente
de todo, la idea de ser humano".2s Al margen de lo que pudo haber sig- como algo que me pertenece en algún sentido".3o En consecuencia, en
nificado la Erlebnis para Dilthey, era claramente distinta -pero no abso- lugar de conocer, querer o sentir las vivencias, uno conoce, quiere y
lutamente opuesta- a la conducta exterior observable, postulada por los siente a través de ellas.
empiristas como el objeto de la indagación epistemológica.'6 De Pero la Erlebnis, por muy íutima que fuese, llegó a significilr.. para
hecho, Dilthey advirtió contra todas las relaciones espectatoriales con Dilthey mucho más que la mera subjetividad solipsista, aislada de sus
la experiencia, fueran teóricas o empíricas, a las que calificó de "ocula- vínculos con las realidades culturales y espirituales situadas fuera de la
.
flsmo. "'1asta la'llltrospeCClOn,
" 27 .1--: . . enten d'd
1 a en cuanto una relación dis- psique individual. ll La experiencia implicaba estar en el mundo, no
tanciada con la propia vida interior, como si está fuese un objeto obser- retirarse de él. A lo largo de su carrera, muchos acusaron a Dilthey de
vado desde lejos, resultaba inadecuada. 28 Tal enfoque podía funcionar incurrir en el psicologismo, aun cuando en su "psicología descriptiva y
para la ciencia natural, pero el historiador requería de otros modos analítica" procuró evitar toda reducción a las versiones típicamente
para recapturar la experiencia.
cientificistas o asociacionistas de la época. 12 Dilthey, empero, rechazó
Dichos modos, sin embargo, no debían comprenderse en términos la implicación de que la Erlebnis significara la pérdida de cualquier vali-
del modelo de una estructura apriorística de las impresiones sensoriales dez epistemológica transubjetiva más allá del contexto particular de su
postulada por Kant, que Dilthey identificaba con la Eifabrung. En un origen. En este sentido, cabe decir que fue un opositor coherente del
pasaje frecuentemente citado del prefacio a su Introducción a las ciencias romanticismo, al menos en su forma subjetivista, particularizad ora y
del espíritu de 1883, el filósofo criticó tanto a quienes reducían la expe- emocional. Gadamer ha señalado que en su biografía de Schleierma-
riencia a la sensación pasiva como a aquellos que la reducían al pensa- cher, Dilthey supuso que la experiencia religiosa se hallaba conectada
miento activo: .
con el.infinito; cada una de las vivencias del-teólogo, escribió, "es·-una
· . "JJ
imagen separada del universo que se extrae de1contexto exp llcatlvo .
Por las venas del sujeto cognoscente que construyeron Locke, Hume y El momento panteísta que hemos observado en la crítica de Schleier-
Kant no corre verdadera sangre, sino el diluido jugo de la razón como mera
macher a la filosofía crítica kantiana dejó una huella en el uso de Dil-
actividad mental. Pero el tratar con el hombre entero en la historia y en la
psicología me llevó a ponerlo en la multiplicidad de sus facultades, como
they del término Erlebnis, lo cual llevó a un comentador a definirla
ese ente que quiere, siente y tiene representaciones, como fundamento del como "un acontecimiento de la vivacidad espiritual".34 Sin embargo,
conocimiento y de sus conceptos (tales como mundo exterior, tiempo, sus- nunca adhirió a un panteísmo plenamente realizado y se resistió a la
tancia, causa), aunque el conocimiento parece tejer sus conceptos sólo de la conciliación hegeliana o spíuoziana que reducía la diferencia a una
materia de la percepción, la imaginación y el pensamiento.29 emanación de la igualdad monista, así como a las nociones mÍstico-reli-
giosas de completa fusión. Análogamente, se opuso al apriorismo drás-
En tanto que las Eifahrungen permanecían en el plano de la percep- tico de la reescritura de la noción kantiana de experiencia de Hermann
ción o intelecto, las Erlebnisse se hallaban situadas en un nivel de inte- Cohen, donde este suprimía por completo la independencia de las
rioridad más profundo que implicaba la volición, la emoción y los cosas-en-sí mismas en nombre de un constructivismo radica1. 35 Seme-

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MartinJay Historia y experiencia
jante visión -se lamentaba Dilthey- convertiría la experiencia histórica ciación de la belleza per se. 40 Además, el arte sugería la objetivación y
en una simple proyección del sujeto constituyente. externalización de la experiencia interna, haciéndola asequible a los jui-
Para Dilthey la experiencia era en cambio un concepto relacional, cios de los otros. "El mundo humano existe para el poeta en la medida
que entrañaba algo más allá de la inmanencia y la inmediatez absolutas. en que experimenta la existencia humana en sí mismo y trata de enten-
Aun cuando a veces parecía avalar la opinión de que el conocimiento derla cuando lo enfrenta desde afuera ... al comprender proyecta toda
inmediato, interior, era previo a su reflexión objetivada, insistió siem- su experiencia interna en otros seres humanos y, no obstante, al mismo
pre en que la experiencia significaba un encuentro con algo que tras- tiempo, las profundidades insondables y ajenas de otro gran ser o de un
cendía la interioridad del yo. Además -y por eso se lo ha considerado poderoso destino, lo conducen más allá de los límites de sí mismo;
una figura tan importante en la historia de la hermenéutica-, sostuvo entonces comprende y da forma a lo que nunca hubiera podido experi-
que la relacionalidad de la experiencia se ponía de manifiesto en el rol mentar personalmente", escribió Dilthey refiriéndose a Goethe.41 La
que desempeñaba el significado en esta. "En su realidad concreta autobiografía, el acto de auto-narrativización estética más completo de
-escribió-, la experiencia se torna coherente por la categoría de signifi- todos, era en cierto sentido el non plus ultra de este proceso, "la forma
cado. Esta es la unidad que, a través de la memoria, une lo que ha sido suprema y más instructiva en la cual la comprensión de la vida nos con-
experimentado, o bien directamente, o bien mediante la reexperiencia. fronta. " 42 L a b'lOgralla
C! d
e otra fiIgura extIende
. el proceso tomando en
Su significado no se halla fuera de las experiencias que le confieren consideración el contexto histórico y los efectos póstumos de esa vida.
unidad sino que está contenido en ellas y constituye la conexión entre Aunque Dilthey no redujo nunca la experiencia histórica a la pro-
las ellas".36 Dicha unidad estaba situada en el contexto más amplio de ducción poética, la aptitud para crear objetos significativos asociada
una vida cuya totalidad era preciso tomar en cuenta; en rigor, solo a la con esta última configuraba su comprensión de la primera. Especial-
hora de la muerte se esclarecía el significado final. mente en una obra posterior de 1910, Aufoau del' geschichtlichen Welt
Dilthey rechazó de plano la tentativa neokantiana de separar los in den Geisteswissenschafte (La constitución del mundo histórico en las cien-
hechos de los valores. El verbo erleben sugería "seguir viviendo, pervi- cias humanas), escrita a la sombra de la crítica del psicologismo de
vir" y no un momento estático, por muy intenso que fuese. Por esa Husserl,43 Dilthey procuraba encontrar una manera de localizar el
razón la Erlebnis no era una sucesión de estímulos discretos, en bruto, significado no en la interioridad del sujeto sino, más bien, en el "espí-
producidos por un flujo transitorio e impersonal, sino más bien una ritu objetivo" dejado atrás por las empresas individuales. Estas deli-
estructura o patrón temporal de intensidad, valor y coherencia, una mitaban y fijaban objetivaciones que contenían un residuo de las
distinción que prefiguraba lo que John Dewey y otros observadores lla- intenciones teleológicas de sus autores, y como tales constituían lo
marían "tener una experiencia" en oposición a "la mera experiencia".37 que Dilthey denominaba una Ausdruck -normalmente traducida
Más aún, el hecho de tener esa experiencia significativa requería tanto como "expresión", pero a veces como "objetivación- de su Erlebnis.
del juicio como de la percepción, un juicio similar a la variante reflexiva "La vivencia", escribió, "genera sus propias expresiones".44 Entre
y no a la determinante analizada en la Crítica del juicio de Kant. "La ellas se incluían los enunciados lingüísticos, las acciones y los signos
experiencia (enzpeiría, experientia) es el conocimiento basado en la per- no verbales, como los gestos o el lenguaje corporal. Todos ellos pue-
cepción", insistió Dilthey. "La percepción en cuanto tal no es todavía d~n ser ~ás que la encarnación de las emociones autoriales, pues a
experiencia, pues esta última consiste en juicios e implica una extensión dIferenCIa de estas contienen toda la gama de las vivencias. 45 Están
del conocimiento de los hechos".38 m~diados por cosmovisiones (VVeltanscbauungen), las cuales, pensó
Si tener "una experiencia" entrañaba hacer juicios reflexivos en el DIlthey, podían categorizarse tipológicamente. 46 Hegel y Johann
sentido kantiano del término, no es sorprendente entonces que a veces Gustav Droysen ya habían señalado que esas expresiones habían
se haya pensado que Dilthey privilegiaba las experiencias estéticas por logrado ~na cie~ta autonomía con respecto a la vivencia, de modo que
ser las más vitales de las Erlebnisse. 39 Pues tales juicios apuntaban preci- era preCISO descIfrarlas hermenéuticamente para obtener su sÍanifica-
samente a extraer sentido de -y a evaluar-las instancias individuales de do: Así p~es: era posible aplicar las aptitudes desarrolladas ~or los
inteligibilidad que incluían tanto la dimensión sensual como la dimen- pnmeros mterpretes de los textos sagrados a todas las expresiones de
sión espiritual o mental (geistige). Buscaban la verdad, no la mera apre- la actividad humana.

268 269
T
MartinJa), Historia)' experiencia
'~'

Aquí el rol crítico de lo que Dilthey llamaba "comprensión" (Verste- ciones vitales. En la medida en que transformamos las vidas de las figuras
hen) resultaba fundamental en el proceso de recuperar el pasado.47 Más históricas en narrativas, podemos entender tanto sus expresiones en térmi-
profunda que una mera aprehensión cognitiva de las realidades exterio- nos del despliegue de sus vidas, como también el despliegue de sus vidas en
res o que una subsunción racional bajo categorías, más que la simple cuanto encarnaciones del desarrollo y la interacción de sistemas sociohistó-
"explicación" (Erkliirung) de causas y efectos implicada por el Verstand ricos más abarcadores. 54
kantiano (traducido a menudo por "intelecto" o "entendimiento"), la
comprensión implicaba la captación prerreJlexiva del significado interno Aunque ello sea comparable a un acto de la imaginación poética, la
de una "expresión" de la vivencia de aquellos -o al menos de algunos de "reexperiencia" no es nunca una imposición al pasado tan exclusiva-
aquellos- que nos precedieron históricamente. 48 Aquí la vida, la vida mente figurativa como han afinnado Haydén White y otros comenta-
dore~ recientes. Cuando se trataba del conocimiento histórico, Dilthey
significativa del historiador, permite acceder a las vidas significativas
contmuaba SIendo un realista obstinado, no un metarustoriador. 55
que constiruyen el tema de su esrudio. Ciñéndose al célebre principio de
Además de ser epistemológicamente ventajosa -ya que nos ayuda a
vmlm-factum de Giambattista Vico, según el cual quienes hacen algo lo
comprender el pasado-, la reexperiencia tiene también un efecto salu-
pu;,den conoc~r más y mejor que quienes no hacen nada, Dilthey afir-
dable en los historiadores del presente, pues enriquece sus vidas al
mo que es pOSIble conocer cuanto se ha hecho en el pasado en virrud de
mostrarles una esfera más amplia de posibilidades humanas. Mediante
la intencionalidad humana, pues todos participamos en la misma activi-
una suerte de apropiación de la experiencia del pasado, de pasea por las
dad. 49 El alcance de la Geisteswissenchaften, argumentó, "está determina-
narrativas de otros, expandimos nuestras vidas y surgimos transforma-
do por la objetivación de la vida en el mundo exterior. El entendimiento
dos, desplazándonos más allá de la mera introspección, lo cual confir-
sólo puede comprender lo que él mismo ha creado. La naturaleza, el
ma lo que ya somos. "La oscuridad de la experiencia se ilumina, los
tema de las ciencias narurales, abarca la realidad que ha surgido inde-
errores producto de la comprensión más limitada del sujeto se corri-
pendlentemente.de la actividad del entendimiento".5o Y en otra parte
aseveró que "la primera condición de posibilidad de la ciencia de la his~
gen, la experiencia misma se ahonda y completa en el proceso de
entender a otros, en la medida en que se los comprende a través de
t~ria consiste en que yo mismo soy un ser histórico, en que quien inves-
nuestra propia experiencia".56 Dados los efectos benéficos de la expe-
aga la historia es el mismo que quien la hace" n
riencia vicaria, Dilthey sostuvo que una actitud puramente contempla-
El proceso por el cual el historiador del presente ingresa en la
tiva hacia el pasado, en la cual se suspendieran por completo nuestros
expe~I~~cia de los actores pretéritos es lo que Dilthey llamó "reexpe-
valores y propósitos, no solo era imposible sino también insalubre.
nencla (Nacherleben) o, menos frecuentemente, "recreación" (Nachbil-
Pues únicamente a través de la historia el hombre puede conocerse a sí
der:), que trascie~~e la mera empatía emocional (Einfühlung).52 "En mismo. En consecuencia, y aunque no llegó tan lejos como Oakeshott
prrnclplO -escnblO- la comprensión cabal del desarrollo histórico se en cuanto a fusionar la experiencia pasada y la presente, Dilthey las
logra cuando el curso de los acontecimientos se reexperimenta en la consideró mutuamente enmarañadas y significativamente entretejidas.
imaginación en los momentos más cruciales en los que se inicia el Ser plenamente humano no era sino sumergirse en la corriente del
movimiento hacia adelante". 53 Comparable a la comprensión activa devenir histórico, compensando así el carácter unilateral y parcial de
. que se da cuando ingresamos en una narrativa ficcional (digamos, una nuestra experiencia personal mediante nuestra apertura a la experiencia
o.bra de teatro o una novela), la cual depende de nuestras propias expe- de los otros. El círculo hermenéutico implica un constante ir y venir
nenClas, de nuestras propias precomprensiones para dar sentido a del texto a la interpretación, del pasado al presente, de la vida del his-
aquellas que nos presentan, la reexperiencia puede interpretar las toriador a las vidas de quienes estudia. En su mejor versión, puede con-
expresiones de la experiencia pasada de maneras significativas. De ducir a una comprensión ampliada susceptible de reclamar genuina-
acuerdo conJacob Owensby, mente el estatuto de conocimiento objetivo, trascendiendo las
implicaciones relativistas del pensamiento historicista.
Nachedeben es la revitalización, por parte del intérprete, de las relacio-
El optimismo expresado en tal reclamo no fue, sin embargo, fácil de
nes vitales encarnadas en las expresiones usadas en los datos. Es volver a
sostener, y el proyecto de Dilthey de escribir una crítica del conoci-
un~r, utilizando al individuo como punto focal, un nexo dinámico de rela-
miento histórico comparable a las de Kant se ha considerado, por lo

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Historia y experiencia
MartinJay
ses, de las denegaciones estructurales de oportunidades y logros ni de
general, un fracaso productivo. 57 La objetividad epistemológica y la
las relaciones de poder implicadas en las realidades de la vida".63
interpretación hermenéutica eran más difíciles de conciliar de lo que
Una de las paradójicas consecuencias del enaltecimiento de la con-
había pensado. El pasaje de la vivencia inicial a la reexperiencia históri-
ciencia histórica característico de la época de Dilthey fue ahondar la
ca a través de la cosmovisión y la expresión demostró ser más precario
brecha entre el presente y el pasado, lo cual explica el incremento del
y discontinuo de lo que esperaba. Como en el caso de Vico, la inevita-
auto-análisis metodológico, evidente en el propio Dilthey. De acuerdo
ble pregunta exigía una respuesta: ¿quién es el "nosotros" que "hace" la
con Rudolf Makkreel, Dilthey llegó a reconocer, en definitiva, que "si
historia y, por tanto, puede conocerla (o, más bien, que vive la historia
bien reflexionar en nuestras experiencias continúa siendo un punto de
y puede revivirla)? ¿Es posible suponer que la suma de las acciones
individuales genera un sujeto histórico colectivo o que los individuos
partida para comprender a los otros, tal reflexión es ... indeterminada y
.
no puede servir como fund amento para 1a lllterpretaclOn ., "64
. D e h ec h o,
representativos son, en realidad, típicos de los grupos que configuran
incluso para el creador cultural, el ajuste entre la experiencia y la expre-
activamente su mundo? ¿"Hacer" y "experimentar" son, en rigor, sim-
ples sinónimos? ¿Es el hamo faber el único modelo de la condición sión -o al menos su significado histórico- se ha ido atenuando cada vez
humana?58 más. Lo que Simmelllamó en su famoso ensayo de 1911 "la tragedia
El principio de verum-factum no solo conlleva la implicación pro- de la cultura" significaba la creciente disparidad entre las expresiones
blemática de que la historia puede entenderse, sobre todo, como el subjetivas y sus correlatos culturales objetivos en una sociedad ~omple­
producto de la intencionalidad humana antes que como el resultado de ja, lo que provocaba una disociación trágica muy difícil de conciliar. 65
fuerzas, estructuras, circunstancias impersonales y de la pura contin- Los historiadores, ya no asentados firmemente en la continuidad de la
gencia, además de los actos de la voluntad humana. También supone "tradición", debían esforzarse por convertir lo desconocido en algo
una continuidad esencial entre quienes hacen el pasado y quienes lo familiar y redescribirlo en términos que tuvieran sentido para ellos
reconocen, una continuidad que postula implícitamente un sujeto mismos. Tal como Gadamer señaló más tarde:
humano perdurable, trascendental y tácitamente estable, cuya especifi-
Así como la lejanía y el hambre de vivencias, que proceden del sufri-
cidad histórica es menos crítica que su uniformidad genérica. Asimis-
miento bajo el complicado aparato de una civilización transformada por la
mo, da por sentada la existencia de una gran narrativa denominada revolución industrial, hicieron emerger la palabra Edebnis hasta generalizar
Historia en cuanto relato universal hecho por ese sujeto, una narrativa su uso, también la nueva distancia que adopta la conciencia histórica frente
cuya pretendida existencia, tal como se ha mostrado desde entonces, a la tradición orienta el concepto de Erlebnis hacia su propia función episte-
fue un producto del cambio epocal que marcó el comienzo de la mológica. 66
modernidad. 59 Por consiguiente, la historicidad misma que Dilthey
anhelaba postular contra los pensadores antihistóricos como Nietzsche, Pero como herramienta epistemológica la Erlebnis solo podía llegar
complicó la tarea de revivir el pasado mucho más de lo que había así de lejos, al menos en la dirección del conocimiento objetivo que
supuesto. 60 El espectro de la noción hegeliana de la historia en tanto Dilthey esperaba obstinadamente alcanzar. De hecho, en sus últimos
Bildung del Mundo del Espíritu retornó subrepticiamente, pese a los trabajos llegó a reconocer su estatuto provisiona1. 67 Si bien continuó un
esfuerzos de Dilthey por exorcizarlo. 61 La biografía y la autobiografía, acalorado debate sobre cuán relativista era realmente su posición,68
advirtieron sus críticos, podían ser los modelos privilegiados para la re- pocos comentadores pensaron que había logrado su objetivo. Max
experiencia histórica solo en el caso de entender esa Bildung como una Weber y otros cientistas sociales kantianos procuraron concebir enfo-
vida individual, cuya historia podía recogerse al final de la narración, ques más plausibles, desde el punto de vista metodológico, que la re-
prácticamente como la memoria colectiva de la humanidad. 62 Según experiencia imaginativa, mientras que los fenomenólogos hermenéuti-
Michael Pickering, "hay un reconocimiento insuficiente de las vidas cos como Heidegger y Gadamer trataron de reconducir la atención
que discurren vivencialmente en conflicto unas con otras, y de la lucha desde las cuestiones epistemológicas a las ontológicas. 69 Hacia la déca-
por privilegiar los significados de ciertas experiencias en detrimento de da de 1920, el proyecto de Dilthey de proporcionar una herramienta
las de los demás, a las que luego se marginaliza o se las vuelve insigni- rigurosa de análisis histórico se había convertido en un vago e impreci-
ficantes. La experiencia no puede separarse de los conflictos de intere- so eslogan en la lucha contra los residuos del "positivismo". Tal como

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MartinJay Historia y experiencia

lo ha señalado Fritz Ringer; "la retórica del Erleben fue utilizada para del pensar, puede reactualizarse en el presente y en esa reactualización
indicar una identificación intuitiva, así como se interpretó que los méto- ser conocido como pasado ... la historia no se basa en un error filosófi-
dos 'fenomenológicos' autorizaban la 'visión' directa de los significa- co [como afirmaba Oakeshott] ni es un modo de la experiencia, sino
dos 'esenciales' (Wesenschau)".70 Hasta aquellos que todavía invocaban una parte integrante de la experiencia misma". 76
su poder, censuraban los residuos del objetivismo aún discernibles en Collingwood, sin embargo, compartía muchas de las tendencias
e! vano intento de Dilthey de llevar a cabo una crítica de la razón his- idealistas de Oakeshott, lo cual indujo a muchos a pensar que, en el
tórica. fondo, era un hegeliano,77 En sus primeros trabajos, sobre todo en Spe-
culum Mentis de 1924, trató de sistematizar el conocimiento y de explo-
rar una dialéctica totalizadora de la experiencia -incluyendo el arte, la
COLLINGWOOD y LA REACTUALIZACIÓN DEL PENSAMIENTO religión, la ciencia y la historia-, lo cual puso de manifiesto su deuda
DEL PASADO con el legado de F. H. Bradley y de otros idealistas británicos de [mes
del siglo XIX,78 De acuerdo con uno de sus más distingnidos intérpre-
Típica de esta reacción fue sin duda la crítica a la psicología de Dil- tes, Louis O. Mink, "Collingwood no utilizó 'experiencia' como un
they, hecha por e! filósofo e historiador oxoniense Robin George término con un significado sistemático, sino como un sinónimo más o
Collingwood en su célebre estudio Idea de la historia, basado en las con- menos aproximado de consciencia. Generalmente, el términ9_sugiere
ferencias que dio en 1936 Ypublicado póstumamente una década más toda actividad consciente, en la medida en que es un objeto de la cons-
tarde gracias a la aynda del editor T. M. Knox,71 Para Collingwood, ciencia más profunda".79
todo intento de fundar la historia en la psicología significaba una capi- En lugar de analizar todas las variedades de experiencia en cuanto
tulación ante el positivismo y naturalismo que Dilthey pretendía com- conciencia desde el punto de vista de Collingwood, conviene que nos
batir. Pese a malinterpretar "la psicología descriptiva y analítica" de centremos en su comprensión crucial de ese modo llamado histórico.
Dilthey, cuya intención era evitar la explicación causal, atomista, en Pues en Idea de la historia, al responder a la pregunta" ¿de qué puede
favor de una comprensión holística de los contenidos de la mente, haber conocimiento histórico?", Collingwood replicó explícitamente:
Collingwood estaba en lo cierto al señalar que Dilthey mismo había "de lo que puede ser reactualizado en la mente del historiador. Ante
considerado que sus intentos de proporcionar un fundamento psicoló- todo, debe ser una experiencia. De aquello que no es experiencia sino
gico viable de la reexperiencia histórica eran, en definitiva, un fracaso. mero objeto de la experiencia, no puede haber ninguna historia". 80 Al
Incluso Hajo Holborn, un acérrimo defensor de tales intentos contra la ignal que Dilthey, Collingwood entendía la experiencia histórica como
acusación de Collingwood, tuvo que reconocer que, por algnna razón, algo más que los datos sensoriales inmediatos de! empirista ingenuo.
la psicología había dado paso a la hermenéutica en su última obra. 72 "En la medida en que es mera experiencia inmediata -escribió-, un
Collingwood, no obstante, continuó reflexionando sobre las mismas mero flujo -de la·conciencia compuesto de sensaciones, sentimientos y
cuestiones postuladas por Dilthey, con la esperanza de efectuar "un otras cosas semejantes, su proceso no es un proceso histórico".81 Si
rapprochement entre la filosofía y la historia",7J un rapprochement cuya bien había malinterpretado a Dilthey, al decir que la vida "significa
finalidad era esclarecer el rol de la experiencia en la indagación históri- experiencia inmediata, en oposición a la reflexión o al conocimiento ...
ca y que tuvo especial resonancia en e! mundo angloparlante,74 Aunque la historia por sí misma es mera vida, experiencia inmediata y, por con-
también había aprendido mucho de Oakeshott, rechazaba su asevera- signiente, el historiador en cuanto tal experimenta una vida que solo el
ción de que la historia' era merdmente una detención de la experiencia psicólogo en cuanto tal comprende", 82 compartía con su predecesor
real, por considerarla hasta cierto punto deficiente en la reflexión filo- alemán la creencia de que algnna suerte de reexperimentación del pasa-
sófica que caracterizaba la experiencia absoluta. En su calidad de histo- do resultaba esencial para el conocimiento histórico.
riador profesional, especialmente de la Britania romana, e hijo de un Empero, Collingwood se distanciaba de Dilthey en al menos dos
distingnido arqueólogo, Collingwood valoraba la historia desde aden- sentidos. En primer término, defendió la "reactualización" antes que la
tro. 75 L a hstana,
i ' argumento, , "deb ena
' ser un pasado viviente, un pasado "reexperimentación", una distinción que ponía el acento en la impor-
que ,al no ser un acontecimiento meramente natural sino un producto tancia de las acciones pretéritas como el blanco de la indagación rustóri-

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ca. "La geología nos presenta una serie de eventos", argumentó, "pero la que dicho proceso reactualizaba como arrastrado en el flujo actual de la
historia no es historia a menos que nos presente una serie de actos". 83 consciencia. Objetando explícitamente la noción de experiencia histó-
Estos eran tanto manifestaciones externas cuanto motivaciones internas, rica de Oakeshott, según la cual el presente ve el pasado sub specie prae-
el adentro y el afuera de los eventos. Haciendo hincapié en la importan- toritorum, y la afirmación de Croce de que toda historia es historia con-
cia de las acciones individuales deliberadas, de las res gestae, Collingwood temporánea, Collingwood insistió en que reactualizar el pensamiento
estaba repudiando a quienes afirmaban que las estructuras, instituciones, del pasado mantiene ambos polos de la ecuación en una tensión creati-
discursos o patrones de conducta constituían el tema apropiado del arte va. 87 En consecuencia, el pensamiento histórico era subjetivo y a la vez
del historiador, un repudio que lo acercó al humanista Dilthey (aun objetivo. Lo que Collingwood denominaba la "imaginación a priori"
cuando Collingwood 10 considerara un psicologista generalizador). Pero del historiador le permitía convertir los documentos pretéritos en reac-
el énfasis en la acción marginalizó también todos aquellos elementos de tualizaciones de los actos que les dieron origen, una intervención
la experiencia que implicaban una cierta pasividad o apertura ante los mucho más activa que el cotejo y ordenación de las fuentes por parte
encuentros con lo inesperado, lo anunciado, una tendencia a someterse del historiador con "tijeras y engrudo", y mucho más creadora que la
a lo ocurrido antes que estar dispuesto a que ocurriese, y que dependía simple imitación. A juicio de Collingwood, la reactualización imagina-
de los apetitos y creencias subyacentes a la decisión consciente de tiva se sustentaba en al menos algún atributo común a la experiencia
actuar. Aquí ese momento religioso que hemos visto en Dilthey, influido humana, pues para comprender los textos de una figura del pasado "es
sin duda por las enseñanzas de Schleiermacher, ese momento de rendi- preciso leerlos provistos de una experiencia lo bastante similar a la suya
ción cuasi panteísta ante el mundo, se hallaba totalmente ausente. En la como para conlenre . orgamcI. ·d ad a esos pensamIentos.
. " 88 Pero 1a reac-
dialéctica de la mente tal como la formula Collingwood en Speculum tualización también implicaba una dimensión crítica, que iba más allá
Mentis, la religión estaba llamativamente subsumida bajo la ciencia, y la de la empatía con las experiencias pasadas y suponía una voluntad de
historia era, en sí misma, "una ciencia de un tipo especial",84 basada en tomar en serio la pretensión de verdad de los pensamientos anteriores,
la inferencia antes que en la observación directa. entendidos como respuestas viables a preguntas reales, preguntas que
Para Collingwood, la re actualización significaba, además, una ten- cambiaban a 10 largo del tiempo.89
dencia hacia las motivaciones de la acción misma y hacia la reflexividad Aun cuando la historia se basara en la propia experiencia personal,
consciente del pensamiento. "Toda historia -proclamó con audacia en difería de la memoria precisamente en la medida en que trascendía la
uno de sus aforismos más controvertidos- es historia del pensamien- contemplación pasiva en pos de una reactualización activa en el pensa-
to".85 Respondiendo a la crítica de que las experiencias eran tan inefa- miento presente. "La memoria en cuanto tal-argumentó Collingwood-
bles, personales e irrepetibles que no podían ser reactualizadas por los es solo el pensamiento presente de la experiencia pasada en cuanto tal,
historiadores del futuro, replicó: sea cual fuere esa experiencia; el conocimiento histórico constituye ese
caso especial de la memoria en el que el objeto del pensamiento pre-
En la medida en que la experiencia consiste en mera consciencia, en sente es el pensamiento pretérito, y la brecha entre el presente y el
sensaciones y sentimientos puros y simples, ello es cierto. Pero un acto de pasado no solo se salva en virtud del poder del pensamiento presente
pensamiento no es una mera sensación o un mero sentimiento. Es conoci-
de pensar en el pasado, sino también en virtud del poder del pensa-
miento, y el conocimiento es algo' más que la consciencia inmediata. El
proceso de conocer no es, por lo tanto, una simple sucesión de estados ... El
miento pretérito de revivir en el presente".90 En el caso de los procesos
pensamiento mismo no está inmerso en el flujo de la consciencia inmedia- aparentemente impersonales tales como las guerras o las tendencias
ta; en cierto sentido, se encuentra fuera de ese flujo ... [El] mismo y único económicas, de las cuales el historiador no tuvo experiencia directa, la
acto de pensamiento puede pervivir durante un lapso y revivir después de reactualización también era posible -insistió Collingwood- centrándo-
un tiempo cuando ha estado en suspenso. 86 se en las intenciones de quienes comandaban la guerra o de quienes
tomaban las decisiones económicas.
En razón de la cualidad objetiva del pensamiento, alegó Collingwood, Dadas estas premisas, no es sorprendente que su teoría de la histo-
era un error reducir la reactualización a un proceso subjetivo llevado a ria haya sido acusada con frecuencia "de ser demasiado intelectualista,
cabo enteramente en el presente. No era menos erróneo considerar 10 demasiado racionalista, demasiado orientada a la acción, demasiado

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mentalista y demasiado individualista", para citar a uno de sus más emi- Desde luego, la idea vitalista de Dilthey con respecto a la Edebnis no
nentes comentadores. 91 Incluso lectores favorables como Gadamer podía ser aceptada por alguien que había escrito: "de todo lo que no
objetaban que "una teoría del planeamiento o de la acción no puede sea pensamiento no puede haber historia. Una biografía, por ejemplo,
nunca hacer justicia a la experiencia de la historia, en la cual nuestros por mucha historia que contenga, se construye sobre principios que no
planes tienden a hacerse añicos y nuestras acciones y omisiones tienden solo no son históricos sino incluso antihistóricos. Sus límites son los
a conducir a consecuencias inesperadas".92 Aunque aceptó la existencia eventos biológicos, el nacimiento y la muerte de un organismo huma-
de motivos irracionales pasibles de ser puestos en práctica, Collingwood no: su marco conceptual no es por tanto un marco de pensamiento sino
pensó que era heurísticamente más importante dar por sentada prime- de la ciencia natural".97 Una vez evitados los límites biológicos, se abría
ro la racionalidad. 93 Pero la dificultad surgió al suponer un lazo entre el camino a un espiritualismo veladamente trascendental que permitió
las intenciones racionales y los resultados racionales. Tampoco era sen- a Collingwood dar por sentada la identidad del pensamiento a través
cillo comprender cómo podríamos juzgar las diferentes reactualizacio- del tiempo.98
nes de los historiadores en relación con los actos originales que ellos no El énfasis fenomenológico en el ámbito de la vida característico de
reproducían miméticamente sino que reconstruían imaginativamente. Dilthey es apenas evidente en Collingwood, aunque este compartía con
Después de todo, ¿qué criterio podía guiar una evaluación semejante si Husserl y Heidegger la crítica al psicologismo en su versión naturalis-
solo era posible acceder al pasado por via de las reactualizaciones mis- ta. Tal vez la reactualización intuitiva, no racional, encontró finalmente
mas? ¿La coherencia comparativa era un ~riterio suficiente para esta- un lugar en su enfoque de la historia del arte. 99 En otros de sus text~s,
blecer una distinción entre las re actualizaciones en
conflicto? Y, por sin embargo, parecía casi un precursor involuntario de la teoría de la
último, ¿resultaba plausible aplicar el argumento tradicional contra el elección racional, que habría de predominar en las ciencias sociales de
psicologismo -según el cual los actos mentales que se ceñían a las prue- los años posteriores (aunque no en la disciplina de la historia, lo que no
bas de la lógica silogística descubrían verdades objetivas que trascendí- deja de ser significativo).lOO A diferencia de Dilthey, Collingwood rara
an sus momentos de actualización individual- a los pensamientos vez tomó en cuenta la naturaleza colectiva de la experiencia, que tanto
semánticamente variables y culturalmente filtrados de las personas de influyó en los historiadores interesados en las identidades generaciona-
diferentes épocas y lugares? La ley del tercero excluido es tan válida les, de clase, étnicas y de género. Como resultado de ello, se lo acusó
pa"a nosotros como lo fue para Platón, pero ¿la comprensión de la jus- además de introducir subrepticiamente supuestos ideológicos liberales
ticia del filósofo griego era perfectamente equivalente a la nuestra y, en su versión del pasado, y de tener una noción del entendimiento
por tanto, asequible a una reactualización racional? francamente eurocéntrica. 101
Si bien parte del problema puede haber provenido del uso evidente-
mente impreciso que Collingwood hacía de los conceptos y del hecho
de que dejó inconcluso Los principios de la historia a causa su muerte, así LA HISTORIA Y LA VIDA COTIDIANA: LA RECUPERACIÓN
como de la ignorancia general de sus otros textos más allá de Idea de la DE LA EXPERIENCIA "ORDINARIA"
historia y de fragmentos de su Autobiografía, resulta difícil negar que su
pensamiento se iba alejando considerablemente de la noción más inclu- El llamado a recuperar la experiencia histórica, hecho aproximada-
siva de Erlebnis sustentada por Dilthey.94 En Collingwood, la sangre mente una generación después por quienes defendían "la historia desde
del sujeto de la vivencia concebido por Dilthey comenzaba a parecerse abajo" de E. P. Thompson, respondía sin duda a motivaciones muy
a "ese jugo diluido de la razón" que corría por las venas de Locke, diferentes. 102 Antes que tratar de reactualizar el pensamiento racional
Hume y Kant (o quizá, más apropiadamente, de Hegel).95 Su rechazo de los principales actores del pasado, sus defensores volvieron la aten-
al momento psicologista que percibía en la obra de Dilthey y que con- ción hacia las masas de hombres y mujeres olvidados cuyas vidas coti-
. sideraba un residuo del naturalismo positivista lo llevó a separar dema- dianas, por muy triviales que fuesen, consideraban un tema digno de
siado radicalmente el contenido del pensamiento -susceptible de ser indagación histórica. Oponiéndose a Collingwood en lo relativo a atri-
reactualizado porque trascendía la época en que se lo pensó original- buir agencia activa y reflexión racional a todos los actores cuyas expe-
mente- de sus diversos contextos de origen, transmisión y recepción. 96 riencias podían reactualizarse imaginativamente, reconocieron los lími-

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tes impuestos a la agencia y la reflexión por las condiciones sociales que Medioevo y en la temprana Edad Moderna. Las monumentales inves-
coaccionaban a aquellos cuya experiencia registraba inevitablemente el tigaciones llevadas a cabo por la Escuela de los Anales, dirigida por
poder de esas coacciones, aun cuando lucharan por superarlas. Fernand Braudel y Lucien Febvre, desempeñaron un papel clave en
Lo que se ha dado en llamar "el giro a lo ordinario"103 en historia despertar el interés por las "mentalidades compartidas" de los grupos
se correspondía con la "transfiguración del lugar común" en la práctica culturales y no por las ideas explícitas de las elites intelectuales. Yen su
artística y encontraba eco en la valoración de la simple piedad, en opo- afán por hallar un acceso a esa esfera de las culturas pretéritas, dichos
sición a la dogmática esotérica en la que se había basado la temprana investigadores abrieron la puerta a una reflexividad más autoconscien-
celebración de la experiencia religiosa. Inspirados por el deseo de te en lo relativo a la propia experiencia del historiador, quien ya no
incluir la historia de quienes habían sido ignorados por los estudiosos, podía ocultarse tan fácilmente tras la fachada de la impersonalidad
que se habían centrado exclusivamente en las elites intelectuales, socia- autorial. 108
les o políticas, a fines de la década de 1960 y durante la de 1970 los his- La nueva fascinación internacional por las experiencias de los -hasta
toriadores de diferentes países buscaron una forma de narrar la historia ahora- olvidados provenía, por cierto, de múltiples fuentes. Al explicar
que permitiera a quienes Gramsci había denominado "los subalternos" el advenimiento de "la historia desde abajo" en Gran Bretaña, Raphael
hablar (y hablar incluso literalmente, dada la importancia conferida Samuel, uno de los principales miembros del Taller de Historia, recor-
ahora a la utilidad de la historia oral). La "crítica de la vida cotidiana", dó lo siguiente:
que había comenzado en la década de 1930 de manera esporádica y
vacilante con Henri Lefebvre y otros marxistas, se convirtió también El papel central que el Taller de Historia ha conferido a menudo "a la
en la preocupación de muchos no marxistas, entre ellos lvIíchel de Cer- experiencia de la vida real", sea como tema de indagación histórica o como
teau. 104 En las disciplinas auxiliares como la geografía, el énfasis huma- un método para examinar lo abstracto contrastándolo con lo particular,
nista en la vivencia y en la vida cotidiana fue, asimismo, evidente en la puede atribuirse, conjeturalmente, a una serie de influencias diferentes. En
parte, ello se debe a que casi todos nuestros escritores son obreros, y al
obra de figuras tales como Yi-Fu Tuan.l° 5
hecho de que estábamos haciendo un trabajo histórico al cual el escritor
Cuando "la nueva historia cultural" desplazó a la historia social, que aportaba no solo los frutos de la investigación sino también los de su histo-
había llegado a la madurez en la década de 1960, los historiadores de la ria personal. Y, en parte, proviene de una fuente muy distinta: la influencia
corriente hegemónica profundizaron su apreciación de la importancia radicalizante de la microsociología, popularizada en la década de 1960 por
de la esfera cotidiana. 106 Aquí las "descripciones densas" [thick descrip- los teóricos de la "desviación" [de las normas sociales consensuadas], quie-
tions) , defendidas por antropólogos culturales como Clifford Geertz y nes ponían el acento en los modos informales de resistencia en institucio-
Victor Turner, constituyeron una importante fuente de inspiración. nes de reclusión tales como las prisiones. Una influencia más sustancial
Sea como locus de mistificación o de resistencia (o ambas cosas a la vez), -aunque en definitiva limitante- fue sin duda la antropología social y cultu-
la vida "cotidiana" se transformó en una arena privilegiada para aque- ral, con su método basado en la observación participativa, centrado en lo
llos historiadores culturales que miraban con ojos críticos los discursos local y familiar, y su intento de dar una dimensión teórica y cultural a las
transacciones realizadas en la vida cotidiana. 109
enrarecidos y las instituciones exclusivas. En la década de 1980, lo que
se conoció en Alemania como la Alltagsgeschichte concitó la atención
general cuando se ocupó de la vida cotidiana durante el período nazi, y A estos estímulos hay que sumar el poderoso impulso que significó
el nuevo interés por la historia de las mujeres, estrechamente vinculado
salió a luz la cuestión de la complicidad, neutralidad o resistencia hacia
con la aparición del movimiento político y social por la liberación
el régimen por parte de los "ciudadanos alemanes comunes". 107 Si bien
femenina, no solo en Occidente sino también en otras partes del
resultaba más sencillo acceder a la experiencia putativa de quienes se
mundo. llo Se ha señalado a menudo la valorización de la experiencia en
hallaban en los últimos peldaños del orden social en la época moderna,
la lucha por los derechos de las mujeres, aunque no menos influyente
pues los documentos eran más asequibles, ingeniosos investigadores
ha sido el vigoroso debate sobre sus implicaciones, un debate que con-
como Emmanuel La Roy Ladurie, Carla Ginzburg, Roger Chartier,
tinúa hasta el día de hoy. La historia de las mujeres permitió la focali-
Natalie Zemon Davis, Robert Darnton, Hans Medick y Peter Burke
zación en la experiencia de la vida diaria, de varias maneras significati-
desarrollaron métodos para sondear la experiencia cotidiana en el
vas. La insistencia en que "lo personal era lo político" dirigió la

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MartinJay Historia y experiencia
atención a la vida privada, especialmente a la familia, la maternidad, las las versiones lacaniana y althusseriana de cientificidad-, Laing aún ope-
actividades propias del tiempo libre y al ámbito de lo doméstico, así raba con una noción empírica del yo, por mucho que la encubriese con
como al trabajo realizado por las mujeres fuera del hogar, un tema rela- una terminologia fenomenológica o existencialista. Su repudio a la alie-
tivamente soslayado por los historiadores que se ocupaban solo de los nación y objetivación del sujeto en el capitalismo moderno lo había lle-
grandes hechos acaecidos en la esfera pública. Advirtiendo que en el vado a postular un sujeto ingenuamente humanista que no podía ser el
pensamiento occidental la supremacía de la razón era por lo general de objeto de una auténtica ciencia de la psicología, la cual -argumentó
género masculino, las historiadoras feministas rechazaron sutilmente el Mitchell- operaba eh cambio con una idea del inconsciente que ponía
presupuesto de Collingwood, según el cual el historiador sólo podía en cuestión el carácter auto evidente de la experiencia. "Antes que utili-
recuperar la experiencia pretérita si esta era una actividad racional pasi- zar lo que para él es un término contradictorio, 'la experiencia incons-
ble de ser reactualizada en el presente. ll ! El hacer hincapié en el valor ciente', Laing prefiere afirmar que hay diferentes modos de experiencia:
de las narraciones compartidas, que habían ganado un lugar de privile- la imaginación, la memoria, la percepción, el sueño, etc. Cuando uno
gio en los grupos de "concientización" de la década de 1970, despertó no se percata de lo que está imaginando (por ejemplo), uno no establece
el interés por recopilar las narrativas femeninas del pasado y reflexionar una buena comunicación ni consigo mismo ni con el otro." Dicho de
acerca de ellas, dado que relataban experiencias aparentemente banales otra manera, lo inconsciente puede comprenderse (volverse inteligible)
de maneras reveladoras. Tales experiencias a menudo podían servir exactamente de la misma manera que la conciencia".114
como instancias paradigmáticas de resistencia por parte de la víctimas La crítica de Juliet Mitchell no se dirigía específicamente a la recu-
de la opresión, e incluso convertirse en una ventaja política en el pre- peración histórica de la experiencia olvidada de las mujeres, pero su
sente. escepticismo acerca de la autoevidencia experiencial y su insistenCia en
No obstante, mientras se exigía el redescubrimiento histórico de la la necesidad de mediarla a través de modelos explicativos más teóricos,
experiencia femenina, se alzaban voces dentro de la comunidad femi- fuesen o no freudianos, pronto encontraron eco en las historiadoras
nista -y también en otros sectores- preocupadas por sus implicaciones femínistas.!15 Tal vez no compartieran la esperanza de Mitchell de
potencialmente ideológicas. No es sorprendente que muchos de los encontrar una explicación científica de los eventos históricos compara-
argumentos teóricos dirigidos contra la obra de E. P. Thompson y de ble a la teoría psicoanalítica que ella trató de rescatar de su detractoras
Rayrnond Williams por críticos como Terry Eagleton y Perry Ander- feministas, pero mostraban la misma desconfianza hacia la autoridad de
son, examinados en el capítulo anterior, se esgrimieran en los debates la experiencia subjetiva, tanto en el presente como en el pasado. El
sobre los peligros inherentes a una noción demasiado ingenua de la hecho de percibir que la exhortación antropológica cultural a recuperar
experiencia femenina. En Gran Bretaña, la primera en lanzar el ataque y registrar la vivencia estaba perdiendo terreno entre los antropólogos
fue Juliet Mitchell, miembro del círculo de la New Left Review yardien- mismos, fortaleció sin duda ese escepticismo. 116 En una de las reunio-
~~ te defensora de Sigmund Freud contra sus detractores en el movimien- nes de la Asociación Norteamérica de~ Antropología realizadas en la
to en pro de las mujeres. En su influyente libro Psicoanálisis y feminismo década de 1980 y organizadas por Victor Turner, Barbara Myerhoff y
de 1974, analiza críticamente la evocación existencialista de la expe- Edward Bruner, lo que un panel había llamado con optimismo "la
riencia en la obra de R. D. Laing. Citando observaciones del psiquiatra antropologia de la experiencia" ya era el blanco de una acerba crítica
extraídas de La política de la experiencia, tales como "la experiencia no es cuando las actas de la conferencia se publicaron con ese título seis años
sino la invisibilidad del hombre para el hombre; a la experiencia solían más tarde. 117 La transición de Dilthey de la Edebnis a la Ausdruck,
llamarla El Alma; la experiencia en cuanto la invisibilidad del hombre según reconocieron quienes contribuían a dicha transición, era dema-
para el hombre es, al mismo tiempo, lo más evidente de todo. Solamen- siado abrupta, y los códigos lingüísticos y los protocolos performativos
te la experiencia es evidente; la experiencia es la única evidencia; la psi- que mediaban ambos conceptos confundían toda tentativa de reexperi-
cología es el lagos de la experiencia",112 Mitchell dedujo que dichas mentar un momento original en su estado puro.
~eflexiones estaban motivadas "por una búsqueda místico-religiosa de la El poderoso impacto producido por el historiador intelectual nor-
experiencia trascendental".113 Desde un puntó de vista científico -y teamericano James Clifford fue emblemático de esta crisis de confian-
Mitchell utilizaba una definición de la ciencia que estaba en deuda con za entre los antropólogos. En su libro de 1988, Dilemas de la cultura,

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puso en tela de juicio el culto de la experiencia, que apuntalaba el feti- que está activamente constituida por el lenguaje, ha tenido implicacio-
che del trabajo de campo llevado a cabo por observadores participan- nes cada vez más trascendentes" .122 Cuáles eran precisamente esas
tes. Admitiendo que la evocación de la vivencia en Dilthey estaba en implicaciones ha sido, desde entonces, un motivo de vigoroso deba-
deuda con ese culto, Clifford advirtió contra la autoridad de la expe- te,!23 sobre todo porque no ha habido consenso acerca de qué modelo
riencia: de lenguaje dio origen al giro lingüístico. Baste decir que la mayor
atención concedida por las ciencias humanas al lenguaje en cualquiera
Al igual que la "intuición", es algo que se tiene o no se tiene, y el hecho de sus formas estuvo acompañada por un creciente escepticismo res-
de evocarla huele a menudo a mistificación. No obstante, deberíamos resis- pecto de la tradición que hemos identificado con Dilthey, Oakeshott y
tirnos a la tentación de convertir toda experiencia significativa en interpre- Collingwood, una tradición posteriormente democratizada a través de
tación. Si las dos están recíprocamente separadas, entonces no son idénti-
"la historia desde abajo", según la cual se entendía que el objeto de la
cas. Por 10 tanto, es sensato mantenerlas separadas, dado que las
indagación histórica era la experiencia de los actores en el pasado.
apelaciones a la experiencia suelen actuar como validaciones de la autoridad
etnográfica. IIS En efecto, hacía 1987 el péndulo había oscilado a tal punto en la
nueva dirección, que el historiador intelectual norteamericano John
Ya fuera que significara "una presencia participativa, un contacto Toews y otros defensores de dicha tradición reaccionaron con alarma
sensible con el mundo que procura comprender, una compenetración ante 10 que censuraban como "una nueva forma de reduccionismo ... la
con su gente, una concretización de la percepción" o "un saber acumu- reducción de la experiencia a los significados que la conforman", 10 que
lativo que se profundiza", I 19 la experiencia elevaba el rol subjetivo del revelaba "la hyhris de los constructores de palabras que afirmaban ser
antropólogo por encima de la interacción intersubjetiva con aquellos constructores de realidad". Argumentando a favor de la irreductibilidad
que estudiaba. Asimismo, interrumpía la producción discursiva de las de la vivencia, advirtió: "para comprendernos a nosotros mismos y
representaciones de esa experiencia primordial, ceñida a protocolos también para cumplir con la tarea del historiador de conectar la memo-
irreductibles, a la experiencia no mediada del trabajador de campo, al ria a la esperanza, es esencial reconocer y examinar el alejamiento de la
margen de cómo se entendiera el término. experiencia como una respuesta específica a eventos y desarrollos par-
. L~ descalificación de Clifford de la supuesta autoridad de la expe- ticulares en la historia de la experiencia" .124
nenCIa etnográfica, como la crítica lacaniana de Mitchell a Laing, deri-
vaba en gran medida de su adhesión a lo que llegó a conocerse como el
"giro lingüístico", primero en filosofía y luego en las humanidades en JOAL'\[ WALLACH SCOTT y EL GIRO LINGÜÍSTICO
general. Operando como lo que un observador denominó "una expre-
sión aplicable a las críticas divergentes de los paradigmas, las narrativas La recusación de Toews fue respondida, al cabo de un breve lapso,
y las crónicas históricas establecidos, que abarcaba no solo la crítica lin- por la distinguida historiadora social]oan Wallach Scott, quien había
güística postestructuralista, la teoría lingüística y la filosofía, sino tam- sido una pionera en la historia de la clase obrera europea. 125 Ya a
bién la antropología cultural y simbólica, el nuevo historicismo y la his- mediados de la década de 1980, había cuestionado la confianza de E. P.
toria del género",120 "el giro lingüístico" se transformó muy pronto en Thompson en los sólidos cimientos de la experiencia, sugiriendo que
el grito de guerra de los críticos de la experiencia entendida como el los historiadores deberían "preguntarse cómo y de qué maneras las
proto-objeto de la indagación histórica. Las absurdas tentativas de opo- concepciones de clase organizaban (las percepciones de) la experiencia
ner el lenguaje a la experiencia, como la del filósofo italiano Giorgio social. Antes que suponer un ajuste exacto entre la vida material yel
Agamben en Infoncia e historia, publicado en 1978, empezaron a encon- pensamiento político, entre la experiencia y la conciencia, su enfoque
trar eco en la obra de los historiadores profesionales. 121 Según lo mani- impide ese ajuste, rechaza la oposición entre ambos".126
festó el historiador Patrick J oyce en 1991: "Se ha reconocido que el Género y la política de la historia, la compilación de 1988 donde se
hecho, aparentemente simple, de admitir que la categoría de 'experien- reimprimió este ensayo, fue considerado "una suerte de línea divisoria
cia' (de la cual historiadores como E. P. Thompson derivan la concien- en lo tocante a la autocomprensión de los historiadores profesiona-
cia de cIase) no es, en efecto, anterior al lenguaje ni lo constituye, sino les"127 por introducir un enfoque postestructuralista o deconstructivista

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del pasado. Poniendo énfasis en el género como categoría relacional ro construida relacionalmente. Por eso debemos prestar atención a los pro-
antes que en la repetición de diferentes relatos masculinos o femeninos cesos históricos que, mediante el discurso, posicionan a los sujetos y gene-
contados por "la historia de las mujeres", Scott planteó importantes ran sus experiencias. No son los individuos quienes tienen experiencia, sino
cuestiones sobre la capacidad de los historiadores de reconstruir expe- los sujetos que se constiruyen a través de la experiencia. UD
riencias típicas de acuerdo con la identidad sexual. Si todos los postes-
tructuralistas se mostraban tan suspicaces como ella en lo referente a la Dejar de lado esta inversión significaba subestimar los soportes
categoría de experiencia con todas sus diversas acepciones o no, es un políticos de las experiencias aparentemente más personales. Aun cuan-
tema que analizaremos en el capítulo 9. Pero ese fue el mensaje que do historiadores políticamente progresistas como Thompson intenta-
transmitió con singular energía en el notable ensayo publicado en 1991 ron situar la experiencia en los contextos relacionales del conflicto de
y titulado "The Evidence of Experience".128 Utilizando la retórica clases y del modo de producción, soslayaron la forma en que las posi-
deconstruccionista de la diferencia y expresando un desdén típicamente ciones de sujeto estaban constituidas por la yuxtaposición de redes rela-
postestructuralista por los fundamentos trascendentales, Scott rechazó cionales, tales como las que constituyen las identidades de género.
de plano la celebración de la experiencia por parte de los historiadores Otros historiadores, por ejemplo Collingwood, cuya Idea de la histo-
cuyo propósito era expandir el alcance de su investigación para incluir ria "se convirtió en una lectura obligatoria en los cursos de historiogra-
lo que habían soslayado previan1ente (aquí el ejemplo inicial, ilustrado fía durante varias generaciones",131 se habían equivocado al dar por
por la autobiografía de Samue! De!any The 1Viatian af Light in Water, sentada no solo la existencia, evidente per se, de la experiencIa de los
fueron los homosexuales, aunque bien podrían haber sido las mujeres o sujetos del pasado, sino también la del historiador en el presente. Asi-
las minorías étnicas): mismo, Collingwood había supuesto con demasiada prontitud y poco
criterio que los historiadores eran jueces desinteresados del pasado,
Es precisamente este tipo de apelación a la experiencia como prueba cuyo fracaso era la consecuencia de reconocer su propia situacionalidad
incontestable -como fundamento sobre el cual se basa el análisis-lo que histórica concreta. Lo que la historiadora intelectual Dominick LaCa-
debilita el ímpetu de los historiadores de la diferencia. Al permanecer den- pra denominó la dimensión "transferencial" de la reconstrucción histó-
tro del marco epistemológico de la historia ortodoxa, estos esruclios perdie- rica del pasado significaba que no era posible ninguna reexperiencia sin
ron la oportunidad de-examinar aquellos supuestos y prácticas que excluían, la mediación de los investimientos emocionales del historiador, los
de entrada, toda consideración de la diferencia. 129 cuales no podían suprimirse en nombre de un pasaje sin trabas del
pasado al presente. Según Scott, el mismo malentendido signaba la
Antes que una realidad vivida en el pasado susceptible de ser reex- tentativa reciente deJohn Toews de apelar a la experiencia con el pro-
perimentada en el presente por el historiador empático, la "experien- pósito de oponerse al giro lingüístico. La separación que establecía
cia", insistió Scott, era siempre una categorí<l_~onstruida que cOl1teI1Í.a entre- significado y experiencia, __ un término que nunca q.efmió aun
dentro de sí los residuos ideológicos del contexto discursivo del q1le cuando lo invocara de una forma fundacional, soslayaba el hecho de
había surgido. Aunque procuraban trascender el fetiche de los que la comunidad dé historiadores en el presente no puede dar por
"hechos", favorecidos por un positivismo desacreditado, aquellos eru- supuesta una comunalidad experiencial, la cual se ve desmentida por las
ditos que privilegiaban la experiencia no eran menos ingenuos en su fracturas y conflictos del mundo de hoy. "Cualquiera sea la diversidad
búsqueda de un auténtico cimiento de la verdad objetiva, que localiza- y el conflicto que existan entre ellas", argumentó Scott, "la comunidad
ban en la Erlebnis individual. Incluso centrarse en los sujetos colectivos de historiadores de Toews se vuelve homogénea en razón de su objeto
no resolvía el problema, pues exponer meramente la experiencia preté- compartido (la experiencia) ... En el artículo de Toews no hay desa-
rita a la mirada del historiador no bastaba para iluminar las condiciones cuerdo alguno en cuanto al término experiencia, dado que la experiencia
estructurales que la hicieron posible: misma se encuentra fuera de su significación".1J2
En suma, la experiencia, como objeto de la indagación histórica o
Hacer visible la experiencia de un grupo diferente pone de manifiesto la como algo que posee el historiador contemporáneo que busca reexpe-
existencia de mecanismos represivos, pero no su funcionamiento interno o rimentar o reactualizar el pasado, se hallaba inevitablemente mediada
su lógica; sabemos que la diferencia existe, pero la comprendemos en cuan-

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por, precisamente, aquellas relaciones lingüísticas y estructurales que esas fuerzas impersonales de la historia que la reivindicación feminista
sus defensores trataban de poner entre paréntesis. Solo oponiendo una de los sujetos olvidados había procurado denegar. 138 Y aunque algunos
resistencia radical a toda esenciaüzación de categorías tales como expe- aceptaron la crítica de Scott de las nociones ingenuas de la historia
riencia, la cual debía entenderse como un término sometido a debate entendida como recuperación de la experiencia pretérita, cuestionaron
antes que como un término discursivo dado, era posible devolver una su reducción universal y no dialéctica de la experiencia a nada más que
dimensión política a la indagación histórica. Solo una genealogía de una función del discurso, que no contempla la posibilidad de discursos
conceptos fundamentales como la experiencia -y aquí Scott apelaba antihegemónicos derivados, como señaló un crítico, de "una experien-
directamente a la reciente apropiación de Michel Foucault del método cia semiautónoma de las construcciones discursivas dominantes o con-
genealógico nietzscheano- podía sacar a luz los residuos ideológicos tradictoria con respecto a dichas construcciones" .139 Quizás el veredic-
que subyacían a su uso inocente. to final fue resumido por otro crítico de la siguiente manera: "Scott
Al final de su ensayo, Scott se vio obligada a conceder que "expe- ofrece una reconstrucción magistral del concepto de experiencia, pero
riencia no es una palabra de la que podamos prescindir, aunque toman- no llega realmente a redefinirla o reescribirla. Por lo tanto, aunque
do en cuenta su utilización para esencializar la identidad y reificar al coincidamos con la autora en lo que la experiencia no es (transparente,
sujeto, resulta tentador abandonarla por completo. 1\l3s el término visceral), no estamos seguros de lo que podría ser".140
experiencia forma a tal punto parte del lenguaje cotidiano, está tan En la réplica a sus críticos, Scott misma admitió que aún l~Jaltaba
imbricado en nuestras narrativas que sería fútil abogar por su expul- clarificar un concepto viable de experiencia. "En algunos círculos",
sión".133 No obstante, instó a los historiadores a no dar por sentada la escribió,
existencia original de la experiencia en cuanto un término fundacional
evidente de suyo, un malentendido que será superado únicamente la experiencia sirve de fundamento a una política identitaria según la cual
"cuando los historiadores comprendan que su proyecto no consiste en las diferencias entre sus componentes son producto de la falsa conciencia o
la reproducción y transmisión de un conocimiento al que, según se del oportunismo. Se supone que la experiencia es una descripción veraz de
sistemas cerrados de dominación y opresión, y que el conocimiento es el
dice, se llega a través de la experiencia, sino en el análisis de la produc-
simple reflejo de una experiencia objetiva. Esta es justamente la versión que
ción del conocimiento mismo".I H El resultado no sería la abolición del deseo poner en tela de juicio, sustituyéndola por una noción de exper~enc~a
sujeto, como temen algunos críticos del giro lingüístico, sino, más bien, entendida como una lectura teorizada que se hace posible, aunque no meV1-
la comprensión de cómo se constituye dicho sujeto en primer lugar. table o especialmente, en virtud de la propia relación con las instituciones y
La aguda crítica del giro experiencial en la "historia desde abajo" discursos domina tes. 141
feminista generó, como era dable esperar, una respuesta no menos
vigorosa por parte de quienes no estaban muy convencidos de que la Cabría cuestionar si esta noción de una lectura teorizada, posibilita-
agencia y la subjetividad sobrevivieran a su deconstrucción, pese a las da por la relación con las instituciones y discursos dominantes, todavía
garantías de Scott en ese respecto. Algunos, repitiendo las típicas que- conserva alguno de los diversos significados tradicionales de la palabra
jas antideconstruccionistas, alegaron que ponía los textos antes de los "experiencia". De hecho, la reconstrucción del concepto por parte de
contextos, que no explicaba adecuadamente el cambio histórico y que Scott no ha pasado de ser una promesa. Sin embargo, es preciso reco-
iba demasiado lejos al restar validez a la función comunicativa del len- nocer que la autora había debilitado drásticamente uno de los supues-
guaje.I 35 Otros, preocupados por el prejuicio francamente presentista tos a favor del argumento de la reexperimentación en su forma más
de Scott y su agenda explícitamente política, adujeron que su evocación reciente. Dilthey y Collingwood habían hablado de manera abstracta
de la política no era sino un gesto retórico sin ningún contenido acerca del historiador y su re experimentación o reactualización de la
real. 136 A pesar de sus aclaraciones, se la acusó de incurrir en un "idea- experiencia de los actores pretéritos, poniendo entre paréntesis la cues-
lismo lingüístico" o "pantextualismo" por quienes opinaban que "la tión de si la experiencia del historiador era comparable a la de quienes
violación y la violencia doméstica masculina ... no son fenómenos que estudiaba. Si se trataba de la vida que comprendía la vida o de una reac-
puedan caracterizarse como derivados de un conflicto de discursos".137 tualización racional que repetía una acción racional, el supuesto no era
Incluso hubo quienes se molestaron por su evidente reintroducción de sino la capacidad trascendental compartida por todos los historiadores

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y sus sujetos, una capacidad que permitía reconstruir la experiencia do único Cnuestro pasa~o') y solo una manera de volver a contarlo".l44
pasada en el presente. En la atmósfera signada por la política identita- Era necesario abandonar las modalidades tanto universalista como
ria, la cual no era sino el producto de la crítica feminista de "la historia político-identitaria de la reexperimentación, concluyó, pues la recupe-
desde abajo", emergió la noción contraria de que solo los miembros de ración de la experiencia no era un fundamento suficiente para la
ciertos grupos contaban con un punto de vista privilegiado para com- reconstrucción histórica, fuera de quien fuere el pasado que estaba en
prender a sus predecesores. Por lo tanto, las mujeres podían escribir juego.
más cabalmente acerca de las mujeres, las minorías acerca de las mino- Al argumentar de esa forma, Scott, la pionera feminista, se acercaba
rías, los obreros acerca de los obreros, y así sucesivamente. irónicamente a la postura decididamente no feminista de Michael
La deconstrucción de Scott de las categorías esencialistas supuestas Oakeshott en Experience and Its Modes. Pues Oakeshott, huelga repetir-
por tal afirmación fue una de las razones de su derrumbe.1 42 Pero lo, desconfiaba de todos los modelos de reexperiencia, subrayando en
incluso quienes no estaban convencidos del giro lingüístico podían cambio el carácter inevitable de la construcción activa del pretérito
extraer una importante e instructiva moraleja de la historiografía del estudiado por el historiador. "Para el 'historiador' que opina que el
pasado reciente, que también confería validez al argnmento de Scott. pasado está muerto y es irreprochable, el pasado es femenino", había
En su discurso ante la Asociación Histórica Norteamericana en 1963, escrito. "Lo ama como a una amante de quien nunca se cansa y con
titulado "La gran mutación", Carl Bridenbaugh, profesor de historia quien no espera nunca hablar en términos sensatos".145 Seott no-era ni
americana en la Universidad de California, en Berkeley, había lamenta- una defensora de la celebración neoidealista de Oakeshott respecto de
do la pérdida putativa de una cultura compartida en la profesión. Con la Experiencia Absoluta, ni tampoco tan hostil como él a las implicacio-
el ingreso de los "jóvenes profesionales", quienes son "producto de la nes prácticas de la investigación histórica, y segnramente no hubiese
clase media baja o extranjeros de origen", advirtió, "no es infrecuente aprobado su retórica desembozadamente sexista. Pero al cuestionar la
que las emociones obstaculicen las reconstrucciones históricas. Tienen autoridad de la experiencia histórica, incluso la de las mujeres cuyas
la sensación; muy real por cierto, de que son forasteros respecto de vidas procuraban rescatar las historiadoras feministas, se hizo eco de su
nuestro pasado y se consideran excluidos de él. Y aunque no tengan la escepticismo acerca de un pasado capaz de hablar con sensatez pOl: sí
culpa, es verdad. Carecen de toda experiencia que los asista, y el abis- mismo. Si la historia es un "mundo de ideas" creado por el historiador,
mo que los separa de nuestro remoto pasado se ensancha hora a como aflrmaba Oakeshott, o la reconstrucción de "eventos discursi-
hora".143 En resumidas cuentas, solamente los nativos blancos, anglosa- vos", que Scott consideraba "necesariamente ligada al reconocimiento
jones, protestantes y procedentes de familias de sólida clase media del historiador de lo que para él estaba en juego en la producción de
deberían escribir acerca de la historia colonial norteamericana. Aquí la conocimiento",146 entonces no era posible otorgar una primacía funda-
política de la identidad demostraba cuán peligrosamente restrictiva cional a la Erlebnis del pasado en sí misma.
podía ser la apelación a la experiencia.
Para responder al giro elitista que Bridenbaugh le acababa de dar a
la política identitaria, Scott no podía retornar, empero, al modelo uni- F. R. ANKERSMIT y LO SUBLll\1E EXPERIENCIAL
versalista del historiador desinteresado capaz de reexperimentar el
pasado de cualquiera, una postura similar al trascendentalismo espiri- Pero, ¿quedaba todavía algo en la idea de experiencia histórica en
tual de Collingwood, cuya perniciosa presencia percibió en el supuesto el presente, susceptible de separar al historiador más consciente lin-
tácito de Bridenbaugh de que solamente la visión de su grupo no estaba güísticamente del deconstructor literario y filosófico de textos? Si la
contaminada por ningún tipo de partidismo. "Bridenbaugh", señaló la Erlebnis pretérita eludía siempre la re experimentación, ¿había una
autora, "no sugiere que [la clase baja o los historiadores extranjeros de manera de distinguir la experiencia histórica actual de otros modos de
·origen] tengan una experiencia diferente o una perspectiva diferente de experiencia? Oakeshott, como hemos visto, respondió a la pregnnta
la historia; simplemente no concibe que sus experiencias constituyan subrayando la abstracción modal de la Experiencia Absoluta, produci-
también la historia, pues ello pondría en tela de juicio la supuesta uni- da por la organización del mundo sub specie praeteritontm. Pero esta
versalidad de su propia visión. Insiste, en cambio, en que hay un pasa- formulación aún ponía el acento en la construcción presente del senti-

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Historia y experiencia
MartinJay

Es esencial que la noción de experiencia histórica nos proporcione un


do de preteridad. ¿Era posible que la experiencia histórica aconteciera
contacto directo e inmediato con el pasado; un contacto que no esté mediado
sin ese hacer constructivo, poniéndose así en contacto con el momen-
por la tradición historiográfica, el lenguaje o aspectos del lenguaje, la teo-
to pasivo que, según vimos, se consideró a menudo como el comp~­ ría, la narrativa, el prejuicio ético o ideológico, etcétera. Pues si cualquiera
nente central de la experiencia en la mayoría de sus formas? ¿Habla de estos factores codeterminara el contenido de la experiencia histórica,
algún modo de preservar la distinción entre la experiencia subjetiva y destruiría la indubitable claridad y la inmediatez que tal experiencia recla-
su objeto, sin incurrir en una noción ingenua de la Erlebnis pretérita ma. 152
como dicho objeto?
A estas y otras preguntas intentó responder un teórico contem- En ocasiones, ese contacto se manifiesta bajo la forma de una aguda
poráneo, influido en gran medida por las ideas postestructuralistas y nostalgia, descripta por Ankersmit como "la experiencia momentánea,
posmodernistas: el filósofo holandés de la historia Franklin R. vertiginosa, del súbito ocultamiento de la grieta ente el presente y el
Ankersmit. Aunque Ankersmit es más conocido como un epígono de pretérito, una experiencia en la cual el pasado se revela, durante una
Hayden White y su crítica narrativista y tropológica de la historio- fracción se segundo, 'tal como es o fue'''. No obstante, agrega: "este tal
grafía descriptiva o explicativa,147 y, por lo tanto, inicialmente no como es no equivale al wie es eigentlich gewesen historicista, sino al pasado
menos entusiasta del "giro lingüístico" que Joan Scott, abordó la investido por la diferencia".153 La experiencia abrumadora que evoca el
cuestión de la experiencia desde una perspectiva novedosa. Condui- pasado es similar a la que se privilegia en la estética de lo sublime, pues
' l o ec h an do una rapl
remos este capltu '·d · da a su argumen t o. 148
a Ojea "en lo sublime tenemos acceso a una realidad no mediada por las cate-
En una serie de ensayos publicados durante la década de 1990, gorías de la comprensión y, mutatis mutandis, cabe decir lo mismo de la
Ankersmit intentó escribir sobre 10 que llamaba una "fenomenología experiencia histórica" .154 La opacidad de lo sublime, su resistencia a
de la experiencia histórica".149 Rechazando explícitamente la tentati- una representación directa, nos pone en contacto -Ankersmit prefiere
va de Dilthey de re experimentar la experiencia pasada -a la que las metáforas táctiles a las visuales- con una realidad más profunda que
denominaba desdeñosamente "la copia de la experiencia antes que la la propia, permitiéndonos vislumbrar lo que se halla más allá de nues-
experiencia (del pasado) misma-Iso y descontento con el constructi- tra conciencia actual o de nuestra capacidad de inventar,ficciones.
vismo radical que atribuía a Oakeshott o con el trascendentalismo Puesto que obstaculizan todo intento de dar sentido a los eventos
lingüístico que acechaba tras el uso de la deconstrucción por parte contextualizándolos de manera inconsútil en narrativas diacrónicas a
de Scott, Ankersmit propuso un encuentro súbito con la preteridad gran escala, esas epifanías históricas posibilitan una participación más
que trascendía el mero saber aportado por documentos y archivos. inmediata en la vida del pasado, ayudándonos a comprender "cómo
Entre los ejemplos típicos figuraban la reacción de poetas como era" vivir en ese período. Al comparar dichas narrativas con la ganancia
Goethe y Byron en sus primeros viajes a las ruinas de la Roma clási- en intensidad e inmediatez producida inesperadamente por la ruptura
ca o a la Venecia del Renacimiento, las cuales actuaban como las del lenguaje, tal como se lo expresa en La carta de Lord Chandos de
magdalenas de Proust, suscitando una inesperada remembranza de Hugo von Hofmannstahl, AnkersmÍtt alegó que "no pretenden trans-
cosas o acontecimientos pertenecientes al pretérito. Inspirado por el mitir un conocimiento (coherente) del pasado, que sólo puede enaje-
gran historiador holandés Johann Huizinga, cuya noción de una narnos de la experiencia sino, más bien, brindar al lector una 'experien-
"sensación histórica" o una "embriaguez intelectual" denota un con- cia' pretérita que sea tan directa e inmediata como lo permita el
tacto más íntimo con la realidad que las observaciones o las impre- lenguaje del historiador". 155
siones, Ankersmit denomina esa experiencia "una dádiva del Con el propósito de revalorizar esta noción de experiencia históri-
momento [la cual] llega inesperadamente, sin anunciarse y no puede ca, que no equivalía ni a una relación epistemológica directa con los
repetirse a voluntad". 151 Esos momentos, por muy infrecuentes que objetos existentes ni tampoco a las construcciones discursivas actuales
sean, no son enteramente subsumibles bajo las categorías discursivas de un pasado completamente imaginado, Ankersmit recurrió al aserto
mediadoras propuestas por Scott o sub specie praeteritorum, la rúbrica de Gadamer según el cual la experiencia histórica es una variante de su
general de Oakeshott. homólogo estético, aunque sin aceptar, por cierto, el trascendentalismo
lingüístico de esta última. Pues si hay un paralelo entre la experiencia

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MartinJay Historia y experiencia

histórica y lo sublime, entonces las teorías de la experiencia estética los críticos con tendencias psicoanalíticas que intentaban repensar la
pueden resultar reveladoras en los dos casos. Dado que los objetos importancia del trauma individual o colectivo en la historia, un trauma
artísticos constituían a menudo la fuente de experiencias históricas -la que producía lo que alguien llamó las "experiencias sin reclamar" de
arquitectura veneciana que inspiró a Byron o las estatuas romanas que quienes no podían asimilar, elaborar ni entender los horrores que habí-
entusiasmaron a Goethe-, AnkersIpÍt exploró el momento enaltecedor an sufrido. 162 Para ellos, la brecha insalvable entre la experiencia y la
común a ambos, un momento en el cual "uno 'se somete' pasivamente reexperiencia ya era paradójicamente evidente en la experiencia trau-
al espectáculo" antes del acto reflexivo del "escrutinio erudito",156 mática inicial misma, en la cual la dilación y la irrepresentabilidad for-
Tal momento, argumentó, había sido central en la estética pragma- maban parte de su estructura básica. No reclamadas y quizá perpetua-
tista desarrollada por Dilthey y, más recientemente, revivida por mente irreclamables, tales experiencias frustraban la posibilidad de la
Richard Shusterman. En El arte como experiencia, el objeto artístico no Bildung subjetiva, considerada con frecuencia tanto el fruto de! apren-
es "devorado" enteramente por el sujeto que lo experimenta sino que dizaje experiencial como el proceso de normalización contextua!.
se le garantiza su propio espacio en una constelación de relaciones. Pero, ¿podrían ser reclamadas vicariamente por los historiadores
Para Ankersmit, el momento de la diferencia radical preservada en la ulteriores a través del propio contacto con lo sublime, generando así
nostalgia capturaba parte de esa misma irreductibilidad que Dewey una suerte de comunidad empática del trauma compartido? ¿O acaso
había atribuido a la experiencia estética, la que siempre es una expe- eran más inaccesibles a la visión de estos últimos que las exper-iencias
riencia de algo no en sí mismo. Si bien Ankersmit acusó a Dewey de de un tipo menos traumático? Y si el universalismo trascendental del
insertar la experiencia estética demasiado profundamente en sus diver- historiador quien, como Dilthey o Collingwood, re experimentaba o
sos contextos (pues el contextualismo radical no era sino el mero rever- reactualizaba el pasado, y el particularismo culturalmente signado del
so del trascendentalismo), admiró la resistencia pragmatista a disolver historiador cuya identidad se correspondía con la de los sujetos estudia-
completamente el objeto de arte en su recepción o interpretación. dos fueran ambos supuestos insostenibles, ¿qué era lo que permitía
Tales objetos, continúa Ankersmitt, "se aproximan al Ha'llch o aura entonces los momentos privilegiados de acceso al pretérito en la expe-
de los objetos que proporcionan una experiencia histórica",157 introdu- riencia del presente del propio historiador? Ankersmit ha dado poca
ciendo así un término asociado principalmente con Walter Benjamin, guía en cuanto a responder estas preguntas. Tampoco su evocación de
quien lo definió en función de una distancia infranqueable entre e! lo sublime histórico y su llamado a abrirse a la experiencia del pasado
objeto y el observador. Y, concluyó, "si relacionamos esta percepción ayndan mucho a decidir cuál experiencia pretérita podría obtener una
lúcida de la naturaleza de la experiencia estética pragmatista con las validación intersubjetiva en la comunidad actual de historiadores. Las
especulaciones de Heidegger sobre la palabra griega 'verdad' -aletheia- cuestiones epistemológicas que tanto habían perturbado a Oakeshott,
o Unverborgenheit [desocultamiento], cabría decir con justicia que la Dilthey y Collingwood ya no parecían inquietarlo. Ni sentía deseo
verdad última que podemos tener del mundo es una verdad en la cual alguno de rescatar la experiencia de la gente común, que había motiva-
el mundo 'se expone' ante nosotros libre de todo contexto. Y esa ver- do a quienes practicaban la "historia desde abajo".
dad es, paradigmáticamente, una verdad estética tal como la encontra- Así pues, cabe decir que Ankersmit abandonó la búsqueda de un
mos en la experiencia estética pragmatista y en la experiencia históri- criterio de verdad histórica entendida como una correspondencia entre
ca".'5 8 Al elevar de ese modo cuanto estaba en juego en dicha la experiencia pasada y presente, prefiriendo en cambio una alternativa
experiencia -que, "por su misma naturaleza, continuará siendo un abiertamente estética. Al invocar a Dewey, Benjamin, Heidegger y a un
fenómeno raro,y excepcional en la práctica histórica", como reconoció posmodernismo que se resistía al trascendentalismo lingüístico, demos-
Ankersmit-,159 no era probable que lograra la aprobación de los histo- tró hasta qué punto había absorbido las tentativas más provocadoras
riadores más tradicionales. 160 del siglo XX de repensar la categoría de experiencia de una manera
Con todo, encontró eco en la obra de aquellos eruditos en literatura postepistemológica. De hecho, e! propósito de tales intentos era termi-
e historia que estaban desarrollando, al mismo tiempo, lo que llegó a nar con la modalización radical de la experiencia -epistemológica, reli-
conocerse como "el nuevo historicismo", inspirado en la evocación de giosa, estética, política e histórica- que, como vimos, fue el legado de la
Foucault de lo sublime histórico.I 61 Y también sirvió de soporte para separación, acaecida a principios de la modernidad, de la noción unifi-

294 ?9'í
MartinJay Historia y experiencia

cada que encontramos por última vez en Michel de Montaigne. Asi- Knowledge, Nueva York, 1965. Según Meiland, hay significativas diferencias entre eIlos:
mismo, registraban la crisis de la noción relativamente fuerte del suje- Croce subrayó la intervención interesada del historiador en el presente, algo que Oakes-
hott negó, y Croce creía en la existencia de acontecimientos pretéritos claros y distintos,
to de la experiencia en la modernidad tardía, al cual reducían solo a una los cuales, según Oakeshott, no podían ni experimentarse ni juzgarse. Por su parte,
función de estructuras exteriores o de fuerzas impersonales. La búsque- \Vhite no parece haberse apoyado en Oakeshott para llegar a conclusiones similares, y
da paradójica de la experiencia sin un sujeto centrado, un sujeto cuya nunca, hasta donde sé, lo cita.
Bildung individual se supuso durante largo tiempo que constituía su 9. Oakeshott, Experience and Its Modes, ob. cit., pág. 151.
10. Ibíd., pág. 100.
telos, condujo, por así decirlo, a cantos de la experiencia compuestos en
1!. Ibíd., pág. 11 1.
una nueva y diferente clave. Nuestra tarea, en la segunda mitad del 12. Oakeshott, "The Activity ofBeing an Historian", ob. cit., pág. 166.
libro, consistirá en captar, en la medida de lo posible, sus a menudo 13. Incluso los historiadores conservadores como Gertrude Himmelfarb, quien dis-
extrañas e inesperadas melodías. taba de ser feminista, lo encontraron ofensivo. Véase su "Does History Talk Sense?", en
Tbe New Hist01y and tbe Old: Critical Essays and Reappraisals, Cambridge, Mass., 1987,
pág. 175. Himmelfarb concluye que: "lo más sorprendente en la teoría de Oakeshott es
su escasa esperanza con respecto al futuro de la historiografía inglesa o con respecto al
pasado. No hay futuro porque su teoría es más una receta para no escribir la historia que
NOTAS para escribirla. Y no hay pasado porque quita legitimidad a casi todo el corpus de la
escritura histórica ... Oakeshott quizá sea culpable de incurrir en la falacia del racionalis-
l. Michael Oakeshott, Expe1'ience and Its Modes, Cambridge, 1933, pág. 148. Oakes- mo que él mismo diagnosticó de manera tan brillante" (pág. 181).
hott retomó el tema de la historia en 1995, en "Tl,e Activity of Being an Historian", 14. Reinhart Koselleck, "Transformarion of Experience and Methodological Chan-
RLItionalisnz in Politics and Otber Essays, Londres, 1962, Y en 011 Hist01y a71d Otbe,. Essays, ge", en Tbe Practice ofConceptualHist01Y: Tinzing Hist01y, Spacing Concepts, trad. al inglés
Oxford, 1983, allilque no cambió sustancialmente su posición. Sobre varios análisis de su de Todd Samuel Presner y otros, Stanford, 2002.
argumento, véanse William H. Dray, "Micha el Oakeshott's Theory of History", en 15. Hans-Georg Gadamer, Trotb alld j'v[etbod, Nueva York, 1986, pág. 319.
Preston King y B. C. Parekh (eds.), Politics and Experience, Cambridge, 1968; David Bou- 16. Asimismo, sería posible centrarse enteramente en una tradición idealista británi-
cher, "The Creation of the Pasto British Idealism and Michael Oakeshott's Philosophy of ca que se remonta a Samuel Taylor Coleridge, incluyendo figuras como Bemard Bosan-
History", en HistOIY and Tbeory 23, 1984; Christopher Parker, Tbe Englisb Idea ofHistOIY quet y F. H. Bradley, y que culminó en Oakeshott y Collingwood. Esta tradición recusó
fronz Coleridge to Collingwood, Aldershot, 2000, capítulo 8; y Luke O' Sullivan, Oakesbott las implicaciones escépticas del empirismo de Hume y buscó un suelo más firme donde
on Hist01Y, Exeter, 2003. asentar el conocimiento histórico. Véase Parker, Tbe Englisb Idea ofHist01Y from Coleridge
2. Oakeshott, Experience and Its Modes, ob. cit., pág. 152. to Collingwood, ob. cit. Pero Dilthey exploró el tema de la experiencia con mayor comple-
3. Sobre un interesante panorama de la crítica de Nietzsche a la historia, véase David jidad que cualquiera de sus homólogos británicos decimonónicos.
D. Roberts, Notbing but Hist01Y: Reco71st77/ction and Extrenzity afier j'v[etapbysics, Berkeley, 17. Sobre las pruebas del interés juvenil de Dilthey por la teología y su afmidad con
1995, capítulo 4. Para un intento de discemir una distinción entre Oakeshott y Nietzs- la versión de Schleiermacher de la experiencia religiosa, véase Der' junge Diltbey: Ein
che con respecto a la utilidad del pasado, véase Parker, Tbe Englisb Idea ofHist01Y, ob. cit., Lebensbild in Brieftn ulld Tagebücball, 1852-1870, editado por su hija Clara Misch, Gotin-
pág. 142. ga, 1960.
4. Oakeshott, Experience and Its !vIodes, ob. cit., pág. 158. La frase latina significa: 18. Dilthey, Poet1y and Experience, Selected //Vorks, Rudolf A. Makkreel y Frithjof Rodi
"desde el pllilto de vista de lo que precede". En su ensayo sobre la historia en RLItionalisnz (eds.), Princeton, 1985; y Gadamer, Tmtb and Metbod, ob. cit., pág. 56. Véase también
in Politics, Oakeshott continuó afirmando lo mismo, argumentando que: "el hombre René Wellek, "Genre Theory, the Lyric, and 'Erlebnis''', en Herbert Singer y Benno
práctico lee el pasado retrospectivamente. Solo reconoce y le interesan aqueIlos aconte- von Wiese (eds.), Festscbrift for Ricbal'd Alweyn, Colonia, 1967.
cimientos del pasado que puede relacionar con las actividades del presente ... Pero en la 19. En inglés se han publicado solo fragmentos de las Gesanzmelte Scbriften de Dil-
actitud 'específicamente' histórica ... no se considera el pasado en relación con el presente they, 20 vols., Gotinga, 1958-90. Véanse H. P. Rickman (ed.), Pattem and Meaning in
ni se lo trata como si fuese el presente" (págs. 153-54). Para una apreciación crítica de la Hist01y: Tbougbts 011 Histo1y and Society, Nueva York, 1962; H. P. Rickman (ed.), //Vilbelm
distinción, véase W. H. Walsh, "The Practical and the Historical Past", en King y Diltbey: Selected //Vritings, Cambridge, 1976; y Rudolf Makkreel y Frithjof Rodi (eds.)
Parekh, Politics and EXpe1"ience, ob. cit. ~Vilbelm Diltbey: Selected //V01'ks, 6 vols., Princeton, 1985. Entre la extensa bibliografía
5. R. G. Collingwood, Tbe1dea ofHist01Y, Nueva York, 1956, págs. 155-56. secundaria, merecen citarse: H. A. Hodges, Tbe Pbilosopby of //Vilbelm Diltbey, Londres,
6. Oakeshott, Experience and Its ]V1odes, ob. cit., pág. 93. 1952; Otto Friedrich Bollnow, Diltbey: Eine Einfüb17mg in seine Pbilosopby, Stuttgart,
7. Ibíd., pág. 99. 1955; WiI1iam K1uback, //Vilbehn Diltbey's Pbilosopby ofHist01Y, Nueva York, 1956; Rudolf
8. Oakeshott incluso repite en la pág. 109, sin mencionar la procedencia, la célebre A. Makkreel, Diltbey: Pbilosopber of tbe Human Sciences, Princeton, 1975; Michael
fórmula de Croce de que "toda historia es historia contemporánea", hecha por el filósofo Ermarth, //Vilbelm Diltbey: Tbe Critique of Historical Reason, Chicago, 1978; H. P. Rick-
italiano en Hist01Y: Its Tbe01y and Pmctice, trad. al inglés de Douglas Ainslee, Nueva York, man, //Vilbelm Diltbey: Pionee1' of tbe Human Mind, Berkeley, 1979; Ilse Bulhof, //Vilbe/m
192 1. Para una comparación de los dos, véase J ack. VV. Meiland, Scepticisnz and Histol'ical Diltbey: A Hermeneutic Approach to tbe Study ofHist01Y and Cultu1"e, La Haya, 1980; Theo-

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MartinJay Historia y experiencia
dore Plantinga, Histo17cnJ Understfll1ding in the ThougbtofWilhel71l Di/tIJey, Taranta 1982- 32. Dilthey, Descnfltive Psychology and Histol'ieal UndC1"St1111ding, trad. al inglés de
yJacob Owensby, Dilthey and fhe Nt117'otwe ofHistOl)1, Ithaca, N.Y., 1994. ,. Richard M. Zaner y Kenneth L. Heiges, La Haya, 1977. Para un buen análisis acerca de
20. Par,a un pru;orama todavía útil de la cri~ca al positivismo compartida por Dilthey y la relación de Dilthey con el psicologismo, veáse Makkreel, Diltbey: Philosophe1' of tbe
los neokantlanos, vease H. Stuart Hughes, CansclOusness fl11d Sodety: The Reorientation ofSocial Human Sdences, ob .. cit., pág. 9 Y siguientes, y su introducción a Desc1'iptive Psycbology t111d
Thougbt, 1880-1930, Nueva York, 1958. Sobre un estudio más reciente de la relación de Historieal Undmtanding, ob. cit. Para lUl análisis general de la batalla desencadenada por
Dilthey con los .neo~cianos, véanse K1aus Christian Kahnke, The Rise ofNeo-Kontinnism: este problemático concepto, véase Martin Kusch, Psychologism: A Case Study of the Socio-
Gerrnnn. Amdemlc Phllosophy between Ideolism Imd Positivism, trad. al inglés de R. J. Hollingdale, logy ofPhilosophical Knowledge, Nueva York, 1995.
Cambndge, T 1991; Y Ch~rles ,R. Bambach, .Hei~egge1·, Dilthey, Rlld the Gis;s of Historieislll, 33. Dilthey, Lebm Schleie1'll10chers, 2.1. edición, Berlín, 1922, pág. 341, citado en Gada-
Ithaca, N. 1::, 1995. Getsteswtssellschnften (cIencIas del espíritu) se ha traducido a menudo mer, T'"1lth and Method, ob. cit., pág. 58.
:1
CO~~ "e~lU~os h~~os"~ ~;ro m?mento empíri~o en la comprensión de Dilthey de su 34. K1uback, Wilhelm Diltbey's Philosophy ofHist01Y, ob. cit., pág. 76.
pr:cttca mdlca que ClenCla esta mas cerca de sus mtenciones. Wissenschaft, como se ha 35. Véase Kohnke, The Rise ofNeo-Kantiallimt, ob. cit., págs. 178-89, sobre la rein-
senalado con frecuencia, significa siempre algo más que simplemente ciencias naturales. terpretación apriorística de Cohen de la noción kantiana de experiencia.
. 2L.El pap~l desempeñado por Dilthey en la historia de la hennenéutica ha sido ana- 36. Dilthey, PattC171 nnd lWeaning in Hist01Y, ob. cit., pág. 174 (la traducción no es
lizado, ~ter alta,. en Richard E. Palmer, HemJCneutics: Inte1pretntion The01y in Sehleiemlfl- totalmente literal).
ehC1', Dtlth?, Heldeggc1', tmd. Gadomer, Evanston, m., 1969; Roy]. Howard, Th"ee Foces of 37. John Dewey, Al't as E'Cperience, Nueva York, 1958, capítulo 3. Comprendida de
HC17~1C11eutles: An IntroductlO~. to C~1i"C11t. Thc01'ies of Unde1·stolldhzg, Berkeley, 1982; y esta manera, la Edebnis se acerca mucho a lo que comentadores posteriores como Gada-
1?aVld Couzens Hoy, The C17t1eol Cnde: LitC1'oture nnd Hist01] in Conte111p01"tl1y He11Jleneu- mer y Benjamin llamarían E1foh1'llng, una vez que el término fue liberado de su denota-
ties, Berkeley, 1978. ción científica o empírica, 10 cual no deja de ser irónico.
2~. Véase Rudolf A. Makkreel y.10hn ~canlon (e~s.), Dilthey ond Phen0111cnology, 38. Dilthey, Selected Works, vol. 1, ob. cit., pág. 270.
Washin~on, D. C:., 1987. Sobre las dIferencIas entre DIlthey y Heidegger, véase Bam- 39. Véase en particular, Makkreel, Dilthey: Pbilosophe1' of the HU111an Sciences, ob. cit.
~ac?,. Heldegge1~ DIlthey, and the ü"isis ofHist01'icism, ob. cit. Para lUl intento de señalar las 40. Sobre la búsqueda de Dilthey de la verdad en el arte, véase Palmer, He1'llteneutics,
;uTIlhtud::s ?nt!"e Dil~hey y el primer Heidegger, véase Robert C. Scharff, "Heidegger's ob. cit., pág. 122.
Approopnatlon of DIlthey before Bcing ond Time", en Joumnl of the Hist01y of Phitosophy 41. Dilthey, POCO] and Expe1'ience, ob. cit., pág. 278.
25, n 1, enero de 1997. Para una comparación de Dilthey y los pragmatistas, véase 42. Dilthey, Patte17l and kleaning in Hist01Y, ob. cit., pág. 85.
James. KIoppenberg, Uncc1"taill Viet01y: Social De1l10c1"t1cy alld Prognssivism in European I1nd 43. Véase Makkreel, Diltbey: Philosophe1' ofthe HU111an SciC1zces, ob. cit., capírulo 7,
A7IIe17con Thougbt, 1870-1920, Nueva York, 1986, capítulo 2. . para un análisis de la respuesta de Dilthey a Husserl y del diálogo que mantuvo con él.
23. Es menester agregar el adverbio "nonnalmente" porque Dilthey no siempre usa 44. Dilthey, "Fragments for a Poetics", Selected WOl'ks, ob. cit., vol. S, pág. 229.
la~ dos palabras alemanas por "experiencia" de manera consistente. Sobre todo en sus 45. Para lUl examen de la distinción entre las teorías expresivistas del arte, basadas en
pnmeros texto:, no establece ninguna diferencia entre Erlebnis y E1fohrIl11g. las emociones y en los sentimientos, y el uso de Dilthey del término Ausdmck, véase Pal-
24. Ademas de .las obras ya citadas, véase Karol Sauerland, Diltheys Edebnisbe?J'ijf: mer, Hel"'I1teneMies, ob. cit., págs. 111-12.
Entstehul1!J., Glanzzelt lmd Ve1'kii1J17l1eml1g cines litC1'Ottlrhist01'iscIJcs Bcgriffi, Berlín, 1972. 46. Dilthey, Dilthey's Philosopby ofR'Cistence: Ino'oduetion to Welta1lScbauungslehre, t~ad.
25. Ddthey~ 111troduet~on to the HU11l~n S~ienees: An Atte7l1pt to Laya Foundati01l [01' al inglés de William KIuback y Martin Weinbaum, Westport, Conn., 1978. Los ttpos
th,e Stttdy of Soclety ond HlSt01)', trad. al mgles de Ramon J. Betanzos, Detroit, 1988, que privilegió eran el "materialismo o naturalismo", el "idealismo objetivo" y el "idealis-
pag.17J.
mo subjetivo o idealismo de la libertad". .
2.6. S~~re la distinción relativa, antes que absoluta, entre'-la experiencia interior y la 47. ComO" 'sucede con casi todos los términos de Dilthey, se ha mostrado que
ex~enor, vease Er~arth, Wi~e/71/. Dilthey, ob. cit., pág. 104. A Dilthey le gustaba distin- Ve1'steben cuenta con una variedad de significados superpuestos. Para un intento de
guIr entre el !i.7l1pmS1l~~, que Identificaba con el positivismo, y su propia noción de 1l1zbe- dilucidarlos, véase Owensby, Dilthey and the N01~'ative ofHist01)', ob. cit., capítulo 5.
fol1ge~le E11lf117e (empmsmo i1llptwcinl), que incluía tanto la experiencia interior como la Una ambigüedad central concierne a la distinción entre la comprensión del significa-
extenor. Vease sus GeSt111lmelte Seh1'iften, vol. 1, pág. 8I. do objetivo de, digamos, tina demostración geométrica, y los motivos ~ razo~es ~e
27. Para lUl examen de su rechazo a privilegiar el ojo, véase Ennarth, ,,"Vilhe/71/. Dil- aquellos que desarrollaron la prueba o fueron persuadidos por e~l~. Lo pnmero Impl~­
they, ~b. cit., págs. 118-19. No es el único en manifestar este rechazo, como he tratado de ca comprender la lógica de un argumento; lo segundo, sus condICIones de emergenCIa
mostrar en mi libro Downcast Eyes: The Deni?J'otion o[ Visiol1 in 20th-Centll1y Freneh y difusión. Si no se establece una distinción entre ambos, se produce lo que se ha lla-
Thollgbt, Berkeley, 1993. mado una falacia genética. Revivir la experiencia de quienes están persuadidos de la
. 28. Dilthey también se opuso a la valorización no espectatorial de Nietzsche de la verdad de lUl argumento no es lo mismo que llegar a comprender su fueza lógica ahis-
llltrospección debido a su indiferencia hacia la historicidad .. Véanse sus observaciones en tórica.
Potte17l1171d lVIel17ting in Hist01Y, ob. cit., pág. 92. 48. La expresión "al menos algunos de ellos" es necesaria porque Dilthey reconoció
29. Dilthey, 11ltroductioll to tbe Humnn Sciences, ob. cit., pág. 73. cada vez más la dificultad de reducir todas las expresiones culturales a las biografías de
30. Dilthey, "~ra~en~ for a P~ecics", .Se/ected W01'l(S, ob. cit., vol. 5, pág. 223. sus creadores. Véase la nota 30 en el capítulo 3 (pág. 89).
, 31. Sobre las .lmplicacIOnes mas· amplIas de "la experiencia interior" en Dilthey, 49. Para una comparación de ambos filósofos, véanse H. P. Rickman, ''Vico and Dil-
vease Owensby, DIlthey and the N017'Otive ofHistory, ob. cit., pág. 28. they's Methodology of the Human Srudies" y H. A. Hodges, ''Vico and Dilth~y", en

79R 700
MartinJay
" Historia y experiencia

Giorgio Tagliacozzo y Hayden \Vhite (eds.), Giambattista Vico: An Intemational Sympo- 66. Gadamer, Truth a1ld Method, ob. cit., pág. 58. Más allá de que los primeros histo-
sium, Baltimore, 1969; y H. N. Tuttle, "The Epistemological Status of the Cultural .adores tuvieran o no razón al pensar que era dable suponer características de la expe-
n I ' .
World in Vico and Dilthey", en Giorgio Tagliacozzo y Donald P. Verene Ceds.), Giam- iencia comunes a las generaciones pretéritas -¿Gihbon habitó realmente e mIsmo um-
battista Vieo's Science of Humanity, Baltimore, 1976. Véase también David D. Roberts, :erso que Tácito?-, lo cierto es que no solían atormentarse a causa de esa d~sparidad.
Nothingbut Histo,-y, ob. cit., capítulo 2. 67. Véase, por ejemplo, Dilthey, Gesmmnelte Sehriften, ob. CIt., vol. 7, pago 106. .
50. Dilthey, Pattern andlV1eaning in Hist01y, ob. cit., pág. 125. 68. Para un resumen de los diferentes argumentos, véase Bambach, Heidegger, Dzl-
51. Dilthey, "Plan der Fortsetzung zum Aufbau der geschichtlichen Welt in den they, and the CrisisofHistol"icis1lt, ob. cit., págs. 169-76. ..
Geisteswissenschaften", en Gesmnmelte Sehriften, vol. 7, pág. 278. 69. Véanse Fritz K. Ringer, M,¡x Weber"s lV!etbodology: Tbe U1lificntlOn ofthe Cultural
52. Ibíd., págs. 213-16. Sobre la diferencia entre la reexperiencia y la empatía, véase and Social Sciences, Cambridge, Mass., 1997; Bambach, Heidegger', Diltbey a71d the Crisis of
Makkreel, Dilthey: Philosopber of the Human Sciences, ob. cit., págs. 252-53. Makkreel Histo1"Íeism, ob. cit.; y Georgia Warnke, Gadamer: HerrJleneuties, Tradition a71d R~ason,
cuestiona la traducción de Rickman, en Pattem and Meaning, de naehel'leben como "empa- Stanford, 1987, capím10 1. Hubo algunos críticos literarios que continuaron empleando
tía", pues esta última sugiere la proyección de sentimientos contemporáneos en los acto- el concepto de Erlebnis de Dilthey en sus obras; por ejemplo, Oskar vValzel y Jo.sef~or­
res pretéritos en lugar de interpretarlos imaginativamente. ner. Véase el análisis de sus textos en Sauerland, Diltbeys Erleb12lsbegriff, ob. Clt., pags.
53. Dilthey, Gesammelte Sehl·iften, vol. 1, ob. cit., pág. 254. 154-62.
54. Owensby, Dilthey and the Narrative ofHist01Y, ob. cit., pág. 155. 70. Fritz Ringer, Fields ofKnowledge: Freneh Acade1llie Culture in Comparative Perspecti-
55. Hayden \Vhite, Metahist01Y: The Historieal Imagination of Nineteenth-Centmy ve 1890-1920, Cambridge, 1992, pág. 206.
Europe, Baltimore, 1973. Dilthey es prácticamente ignorado en el estudio de White, y , 71. R. G. Collingwood, The Idea of History, Nueva York, 1956, págs. 171-76. En
aparece sólo como un "neo-hegeliano" superado por Croce (pág. 381). 1993 apareció una edición parcialmente revisada, editada por Jan van der Dussen. Se
. 56. Dilt.hey, Pattem and ivleaning in Hist01Y, ob. cit., pág. 122. Sobre el repudio de basa en manuscritos recientemente descubiertos, cuyas implicaciones analiza van der
Dilthey haCIa su temprana fe en la introspección, véase Plantinga, Hist01"ieal Understan- Dussen en "Collingwood's 'Lost Manuscript' of Tbe P"inciples of Hist01y", en History and
ding in the Thought ofWilhelm Dilthey, ob. cit., págs. 47-48. Tbe01y, vol. 36, n° 1, 1997. Todas las referencias pertenecen a la prime~a edición, lacua1
57. Para un estudio todavía valioso de Dilthey en el contexto general de las tentati- influyó poderosamente en los lectores de Collingwood durante generaclO~es. A pamr de
vas hechas por otros autores para tratar las cuestiones planteadas por él, véase Hughes, esa época, muchos manuscritos inéditos del autor se hallan dlspombles; vease Donald S.
ConsCloumess and Society, ob. cit., capítulo 6. Taylor, R. G. Collingwcod: A Bibliography, Nueva York, 1988.
58. Esta cuestión fue abordada con singular perspicacia en Hannah Atendt, The 72. Holborb, "Wilhe1m Dilthey and the Critique of Historica1 Reason", en EU"ope-
Human Condition, Chicago, 1958. an lntelleetual Hist01Y sinee Darwin and Mm:r:, W. Warren Wager (ed.), Nueva York,
59. Reinhart KoseIleck, Futm'es Past: On the Semantics of Historieal Time, trad. al 1966, págs. 78- 80.
inglés de Keith Tribe, Cambridge, Mass., 1985, págs. 92-104. 73. R. G. Collingwood, AnAutobiogmphy, Oxford, 1939, pág. 76.
60. Para ser justos con Dilthey, conviene señalar que él reconoció los obstáculos 74. Para una comparación de sus dos posiciones, véase Hodges, Tbe Philosophy of
prácticos en casos específicos; por ejemplo, en su intento de dar sentido a las sectas reli- J,Vilbelm Dilthey, ob. cit., capítulo 10. Para evaluaciones generales de su obra, véanse
giosas de la Reforma, a las que calificó de "totalmente incomprensibles para mí". Véanse Louis O. Mink, Mind, Hist01y and Dialectie: The Pbilosopby of R. G. Collmgwood, Bloommg-
sus observaciones al respecto en Derjunge Dilthey, ob. cit., pág. 152. ton, Ind., 1969; Michael Drausz (ed.), Oiticnl Essays on tbe Pbilosophy ofR. G. Collingwood,
61 .. No todos sus comentadores aceptan esta conclusión; véase, por ejemplo, Hodges, Oxford, 1972; W. J. van der Dussen, Histo1J as a Science: Tbe Pbilosopby of R. G. Collmg-
The Phzlosophy ofWilhelm Dilthey, ob. cit., pág. 319. wood, La Haya, 1981; David Boucher, James Connelly y Tariq Modood (eds.), ~hzlosophy,
62. Sobre la idea de la historia como "memoria de la humanidad", véase Bulhof, Wil- History and Civilization: Inte7"disciplilla7"] Perspeetives on R. G. Collingwood, Cardlff, 1?95;
h.e!m Dilthey, ob. cit., capítulo 3. Por otra parte, poner el acento en la biografía le permi- William H. Dray, Hist01y as Re-enaetment: R. G. Colling;¡JJood's Idea of Hist01y, Oxford,
tIo a DIlthey suponer, a veces, que los grandes hombres representaban, en cierto modo, 1995; y la tirada especial de History and Theory 29, 1990, dedicada a "Re evaluar a
su Zeitgeist. Collingwood". .. ,
63. Michael Pickering, Hist01Y, Experienee and Cultural Studies, Nueva York, 1997, 75. Para una bibliografía de la obra de Collingwood como hlstonador y arqueo lago,
pág. 128. véase I. M. Richmond, Proeeedings ofthe Brtitish Aeademy 29, 1943, págs. 481-485.
64. Rudolf Makkreel, introducción a Dilthey, DesC1'iptive Psyehology and Historical 76. Collingwood, The Idea ofHist01Y, ob. cit., pág. 158.
Understanding, ob. cit., pág. 20 (el subrayado pertenece al original). 77. De acuerdo con Louis O. Mink, "De hecho, si es posible asociar a Collingwo-
65. Georg Simmel, "On the Concept and Tragedy of Culture", en John Rundel! y od con alguna figura específica de la historia de la filosofía, esa figura sería Hegel, aun-
Stephen MenneIl (eds.), Classical Readings in Cultm"e and Civilization, Londres, 1998. Para que sólo fuera en virtud de la breve pero esclarecedora intepretación del filósofo al~­
un análisis del enfoque de Simmel de la cuestión de la Erlebnis, véanse Rudolph H. mán en su Tbe Idea of Hist01Y". JV1il1d, Hist01"] and Dia/eetie, ob. cit., pág. 5. Al proplO
Weingartner, Experience and Cultul"e: The Philosophy ofGeorg Simmel, Middletown, Conn., Collingwood le molestaba esa identificación; en una carta a Gilbert Ryle en 1935,
1?6~; y Sauerland, Diltbey Erlebnisbegt-iff, ob. cit., págs. 151-54. Acerca de un pesimismo escribe: "Me temo que me disgusta tanto el rótulo como la manera Irresponsable de
SImIlar en lo relativo a la conciliación entre la vivencia y la expresión cultural, véanse los endosármelo". Citado en David Boucher, "The Iife, Times and Legacy of R. G.
ensayos escritos en la misma época por Georg Lukács y compilados como Soul and F017n, Collingwood", en Boucher, Connelly y Modood (eds.), PbilosopbJ', Hist01yand Civiliza-
trad. al inglés de Auna Bostock, Cambridge, Mass., 1971. tion, ob. cit., pág. 27.

300
MartinJay Historia y experiencia
78. Collingwood, Speculum iVlentis (Oxford, 1924). El análisis de Collingwood es 92. Gadamer, Reasoll in the Age ofScience, ob. cit., pág. 46.
quizá más hegeliano que el de Oakeshott en Expe11e71Cé 8nd lts 111odes, pues procura orga- 93. Para una discusión acerca de este punto, véanse Dray, Hist011 ond Re-enact-
nizar las modalidades de la experiencia en una jerarquía cada vez más concreta, donde en 11Ient, ob. cit., pág. 118 Y van der Dussen, "Collingwood's 'Lost' Manuscript of The
cada nivel se superan las contradicciones del nivel anterior. PrincipIes of Hist01Y", ob. cit., pág. 44. Si bien él nunca reconoció la conexión, aquí
79. Mink, jV1ind, Hist01"y nud Dialectic, ob. cit" pág. 271. Collingwood estaba siguiendo el precepto de Max Weber: "A los fines de un análisis
80. Collingwood, The Iden ofHistory, ob. cit., pág. 302. científico tipológico, es conveniente tratar todos los elementos de la conducta irracio-
81. Ibíd. nales o determinados afectivamente como factores que inducen, a desviarse de un tipo
82. Ibíd., págs. 172-73. conceptualmente puro de acción racional". The The01y ofSocial ond Economic 01'gani-
83.lbíd., pág.115. zation, Talcott Parsons (ed.), trad. al inglés de A. M. Henderson y Talcott Parsons,
84. Ibíd., pág. 251. Nueva York, 1947, pág. 92.
85. lbíd., pág215. 94. Sobre la tesis de que los manuscritos de Collingwood indican una noción más
86. lbíd., pág. 286. amplia del pensamiento humano, véase Parker, The English Idea ofHistOIY fl'011l Colel'idge
87. A veces se ha equiparado a Collingwood con eracej véase, por ejemplo, Siegfried to Collingwood, ob. cit. Parker concluye que "si Collingwood intentó, sin embargo, hacer
Kracauer en Hist01y: Thc Last Things before the Ll1st, Nueva York, 1969, capítulo 3, pero de la reactualización de la emoción un elemento importante de su filosofía de la historia,
él siempre trató de ev.itar una posición demasiado presentista. Kracauer está en 10 cierto ello representó el abandono de una posición en la cual había invertido, sin duda, mucho
al cuestionar la facilidad con que Collingwood se desplazaba del p.r:esente al pasado capital intelecmal. En ambos casos, el 'Collingwood' histórico que hemos conocido
basándose en las afinidades putativas que existían entre ambos. desde la publicación de The Idea ofHist01Y en 1946 parecía ser esencialmente racionalista
88. Collingwood, The Idea ofHistol'Y, ob. cit., pág. 300. Sin embargo, en otras de SUS en este aspecto, y su nueva posición -si en realidad era nueva- no parecía..haber sido
obras pulsa una nota más relativista; por ejemplo en su Autobiognlphy, donde ataca el enteramente repensada" (págs, 207-8).
supuesto de los problemas perennes de los "realistas" filosóficos: "la historia de la teoría 95. Como señala Gadamer, "esto sólo sería legítimo desde los presupuestos de
política no es la historia de las diferentes respuestas dadas a la misma pregunta, sino la Hegel, en la medida en que la filosofía de la historia está iniciada en los planes del espíri-
historia de un problema que, en cierta medida, cambiaba constantemente y cuya solución tu universal y puede, desde ese saber esotérico, designar a unos pocos como individuos
cambiaba con él" (pág. 62). Lo que permitía la continuidad entre pasado y presente, importantes en una escala universal-histórica, en los cuales se daría una auténtica coinci-
empero, fue el supuesto posterior de que la historia se ocupa de procesos infinitos, no de dencia entre sus ideas particulares y el sentido histórico universal de los acontecimien-
eventos discretos, 10 cual implicaba que el pasado y el presente no eran radicalmente tos". T1'llth ond Method, ob. cit., pág. 334.
inconmensurables (pág. 97). 96. Por extraño que parezca, Karl Popper reprochaba a Collingwood precisamente
89. De acuerdo con Ermarth, el Ve1'Stehen de Dilthey también involucraba la crítica el psicologismo que este trataba de evitar a toda costa. Véase Oijective Knowledge: An Evo-
inmanente de las ideas del pasado. Véase Wilhelm Dilthey, ob. cit., págs. '3-16-17, para lutionmy APP"oach, Onord, 1972, pág. 187. Para una critica exhaustiva de la intepretación
una comparación con Collingwood respecto de esta cuestión. Para un resumen de la errónea de Popper, véase Peter Skagestad, lVIaking Sense Qf Hist01y: The Philosophies of Pop-
defensa general hecha por Collingwood de la lógica de las preguntas y respuestas en per ond Collingwood, Oslo, 1975. El rechazo de Collingwood a la psicología se hace evi-
oposición a las proposiciones lógicas, véase All Autobiograpby, capítulo 5. Sobre su dente cuando la compara, en An Autobiograpby, con la astrología, la alquimia y la freno-
influencia en la obra de Quentin Skinner y su escuela, véase James Tully (ed.), l\1eaning logía, considerándola: "el fraude científico de moda en nuestra época" (pág. 95).
and Context: Quentin Ski121W' and His Critles, Oxford, 1988. Hans-Georg Gadamer tam- 97. Collingwood, The Ideo ofHist01Y, ob. cit., pág. 304.
bién reconoció la importancia de Collingwood en su propio desarrollo. Véase su libro 98. Para un interesantísimo análisis respecto de su importancia, véase David Bates,
Reuson in the Age ofSCience, trad. al inglés de Frederick G. Lawrence, Cambridge, Mass., "Rediscovering Collingwood's Spiritual History (In and Out of Context), en Hist01Y and
1983, págs 45-46; y Tnuh and l\1etbod, ob. cit., págs 331-41. Gadamer escribió, además, Tbeo1y 35, nO 1, 1996.
la introducción a la edición alemana de Autobiography de Collingwood, aunque insistió 99. Sobre este punto, véase Dray, Hist01"] as Re-enactl11e1lt, ob. cit" pág. 139, Véase
siempre en que las preguntas formuladas por el historiador no son simplemente reac- también Makkreel, Dilthey: Philosopbe1' of the HUll1111l Sciences, ob. cit., págs. 409-.1 O. Según
malizaciones de aquellas formuladas por los actores históricos. Pese al reproche de Dray, al considerar que la experiencia artística es totalmente irreflexiva, Collingwood
Gadamer, Collingwood parece haber reconocido esta distinción en su Autobiography, niega la posibilidad de una reactualización de la historia del arte basada en algo que traS-
cuando escribe: "los problemas históricos surgen de los problemas prácticos. Esmdia- cienda la mera fe en el testimonio del artista con respecto a-sus emociones. Dado que no
mas la historia con el propósito de ver con más claridad la situación en la que se nos se interesaba por la evolución de los estilos, Collingwood incurre en el error opuesto al
pide que actuemos. Por consiguiente, donde surgen en definitiva los problemas es en el de Heinrich Wolfflin, esto es, en lugar de "una historia del arte sin nombres", "los nom-
plano de la vida "real": el plano al que nos remiten para encontrarles una solución es la bres del arte sin historia".
historia" (pág. 114). 100. Veáse S. M. Amadae, Ratiollnlizing Copitolist De11l0cmcy: The Cold Wm' 01'iginr of
90. Collingwood, Tbe Idea ofHistOIY, ob. cit., pág. 294, Rodanal Choice Libmdism, Chicago, 2003.
91. Dray, HistOIY as Re-enad711ent, ob. cit., pág. 109. Dray defendió a Collingwood 10 1. Con respecto a la primera acusación, véase Keith Jenkins, Re-Tbinking Birt01"]
contra estas acusaciones, aunque lo hizo de manera atenuada, a menudo señalando ambi- Londres, 1991, pág. 44. EnAn Autobiofl'apby, Collingwood reconoció que "mi actitud
güedades o presentando ejemplos en contrario extraídos de las obras completas de hacia la política ha sido siempre lo que en Inglaterra se denomina democrática y en el
Collingwood, tanto las publicadas como las inéditas. continente, liberal" (pág. 153), y describe lo que fue su ferviente apoyo a los antifascistas

302
T
MartinJay Historia y experiencia
en la Guerra Civil Española. En cuanto a la segunda acusación, véase la introducción de Scott, "Women's History", en New Perspeetives in Historieal W,·iting. Sobre su aparición
~lliam Debbins a Essays in the Philosophy ofHist01)', de Collingwood, Nueva York, 1996, en el contexto británico de "la historia desde abajo", véanse Dennis Dworkin, Cultural
pag.XXXI. lvlar.r:ism in Postwll1- Britain, Dirham, N.e., 1997, capítulo 5; Y Carolyn Steedman, "The
102. Para un panorama general, véaseJim Sharpe, "History from Below", en New Price of Experience; Women and the Makmg of the English Workmg Class", en Radical
Penpectives on Historieal W,-iting, Peter Burke (ed.), University Park, Pa., 1992. El título Hist07)' Review 59, primavera de 1994.
proviene del ensayo de Thompson publicado en Times Literm)' Supplenzent 7 de abril de 111. Véase una típica crítica a la naturaleza generizada de la razón en Genevieve
1966. ' Lloyd, The Man olReason: "ivIale" and "Felnale" in Westem Pbilosopby, Minneapolis, 1984.
103. Pickering, Hist01)', Experienee and Cultural Studies, ob. cit., capítulo 3. 112. R. D. Laing, The Politics of Expe1"ience and the Bin! of Paradise, Londres, 1967,
104. Henri Lefebvre y Norbert Guterman, "La mystification: Notes pour une criti- pág. 16, citado en]uliet Mitchell, Psichoanalysis aud Feminisnl, Londres, 1974, pág. 236.
que de la vie quotidienne", en Ava1lt-Poste 2, agosto de 1933. El libro se analiza en Bud 113. Mitchell, Psicboanalysis and Feminism, pág. 240 (el subrayado pertenece al original).
Burkhard, Freneh lv[arxis~l Between the Wars: Henri Lefebvz'e and the "Philosophies", 114. Ibíd., pág. 255 (el subrayado pertenece al original).
Arnherst, N. Y., 2000, capItulo 7. La obra de Lefebvre culminó con su Critique de la vie 115. Como] ane Gallop ha señalado, conviene notar que "la palabra 'historia' abunda
quotldzemle, París, 1947-62, que consta de varios volúmenes. El primero fue traducido al en las discusiones de Mitchell sobre el psicoanálisis ... Mitchell hace una lectura peculiar
inglés, con el título de EVe7)'day Life in the Mode77l Woz-ld, por S. Rabinovich, Nueva de Lacan, pues interpreta que Lacan fortalece la vertiente histórica del psicoanálisis".
York, 1971; luego se lo volvió a publicar, junto con los volúmenes 2 y 3, como Critie of Gallop, "Moving Backwards or Forwards", en Teresa Brennan (ed.), Between Feminism
Evez)'day Life, Londres, 1994, 2002, 2004. Los vols. 1 y 2 fueron traducidos al inglés por and Psycboanalysis, Londres, 1989, pág. 34. Mitchell también participó en proyectos his-
]ohn Moore y el vol. 3, por Gregory Elliott. Michel de Certeau, L'Invention du quoti- tóricos como The Rights and W"ongs ofWomen, Harmondsworth, 1976, que editó junto
dzen, 2 vals. París, 1980; el primer volumen se publicó en lengua inglesa como The Pmc- con Ann Oak1ey. _
tiee ofEvez)'day Life, trad. de Steven Rendall, Berkeley, 1984. Para un estudio crítico del 116. Véase, por ejemplo, Aletta Biersack, "Local Knowledge, Local History; Geertz
f.apel desempe~ado por lo cotidiano en los estudios culturales, véase Laurie Langbauer, and Beyond", en Hunt, Tbe New Cultu1"tl1 Hist07)'. Sobre el papel clave desempeñado por
Cultural Studles and the Polmcs of the Everyday", en Diae1'ities 22, n° 1, primavera de Clifford Geertz en estimular la moda de la antropología entre los historiadores, véanse
1992. Para una c~nsideración filosófica del mismo tema, véase Agnes Heller, EVel)'day Ronald Walters, "Signs of the Times; Clifford Geertz and the Historians", en Social
Life, trad ..al m~les de G. L. Campbell, Londres, 1984. Para un examen general de su Research 47, n03, 1980; y William H. SewellJr. "Geertz, Cultural Systems and History;
ImportanCIa, vease Ben Hlghmore, Evez)'day Life and Cllltuz'al The01)'." An Imz'oduction, From Synchrony to Transformation", en Repz'esentations 59, verano de 1997. Sobre el
Londres, 2002. impacto general de la antropología en la "historia desde abajo", véase Renato Rosaldo,
. 105. Yi-F~ Tuan, Spaee and Place: The Penpeetive of Experience, Minneapolis, 1977. "Celebrating Thompson's Heroes; Social Analysis in History and Anthropology", en
Vea~se tamblen los ensayos dedicados a él en Paul C. Adams, Steven Hoelscher y Karen Harvey]. Raye y Keith McClelland, (eds.), E. P. Tbompson: C,'itieal Per.rpectives, Oxford,
E. TI]] (ed.~, Textures ofPII/ce: Explo7"Íng H1l1l1anist GeogTaphies, Minneapolis, 2001. 1990.
106. Veanse los ensayos en Lynn Hunt (ed.), en The New Cultuz-al Histoz)' Bcrkeley 117. Victor W. Turner y Edward M. Bruner, (eds.), Tbe Antb"opology ofExperienee,
1989. ' ,
Urbana, Ill., 1986. En el epílogo del texto, Clifford Geertz llama a la experiencia "el elu-
. 107. Véase, por ejemplo, A1f Lüdtke (ed.), Alltagsgeschiehte: 2m' RekonSt77tktion histo- sivo concepto clave de esta colección, un concepto con el que ninguno de los autores
mch:,' E1fahrungen und LebensweisC71, Frankfurt, 1989. Para otros análisis del tema, véanse parece del todo feliz y del cual ninguno puede prescindir"; yaüade que las vicisitudes
DaBd F. Crew, "Alltagsgesehitbte: A.New Social History 'From Below"', en Central Euro- sufridas actualmente por el término "hacen que las probabilidades de darle un uso decen-
pean Hist01)' 22, nos. 3-4, 1989; Y mi "Songs of Experience: Reflections on the Debate te a la palabra parezcan escasas. Pero también es cierto que sin ella, o sin un término
over Alltagsgesebichte", en Cultural Se1l1antics: Keywords of 01lr Time Amherst Mass similar, los análisis culturales parecen flotar a varios pies por encima del suelo humano"
1998. ' ,.,
(pág. 374).
108. Para un análisis de esta tendencia en la Escuela de los Anales, véase Philippe 118.]ames Clifford, The PZ'ediea11le1lt of Cultu1'e: Twentietb-CentU1)' Etbnog1"tlpby, Lite-
Carrard, "Theory of a Practice; Historical Enunciation and the Annales School" en z'atuz-e, and An, Cambridge, Mass., 1988. pág. 35.
Frank Ankersmit y Hans Kellner (eds.), A New Philosophy of History, Chicago, 1995. 119. Ibíd., pág. 37.
Aunque 10 hlstonadores eran más medidos que los críticos literarios, muchos de los cua- 120. Kathleen Canning, "'Feminist History after the Linguistic Turn: Historicising
les unhzaban una "crítica delmoi" confesional antes que la interpretación tradicional de Discourse and Experience", en Signs 19, nO 2,1994, pág. 417.
los textos, es posible :ncontrar varios ejel~lplos tocantes a la incorporación de las expe- 121. Agamben, Infoncy and Hist01)'." Essays 071 tbe Destruction of Expez'ienee, trad. al
ne~c~as de los hl~tonado~es en sus narratIvas, en las últimas dos décadas del siglo XX. inglés de Liz Heron, Londres, 1993. No estoy sugiriendo que este libro haya influido
Qmzas el_caso mas extrano sea el hbro de Edmund Morris, Duteb: A i\¡[emoil" of Ronald directamente en la práctica histórica, sino que al establecer una diferenciación radical
Reagan (Nueva York, ~ 999), donde el autor intercaló relatos imaginarios de sus propias entre la experiencia (entendida como un estado de beatitud prelingüístico asociado con la
reUnIones con el preSIdente en una versión supuestamente no ficcional de la vida de infancia), por un lado, y el lenguaje y la ocurrencia histórica, por el otro, anticipó algunas
Reagan. de las mismas actitudes expresadas por los historiadores que criticaban la recuperación de
109. Raphael Samuel, "On the Methods ofHistory Workshop; A Reply", en History la experiencia en cuanto principio metodológico.
Worksbop 9, pnmavera de 1980, págs. 165-66. 122. Patrick]oyce, Visions oftbe People: Industrial England aud tbe Question ofClass,
110. Para un breve estudio del surgimiento de la historia de las mujeres, véase loan 1848-1914, Cambridge, 1991, pág. 9.

304 305
MartinJay Historia y experiencia
123. Sobre mi propio intento de desentrañar dichas implicaciones para la historia ejemplo, los argumentos a favor de lo que se conoció como el "realismo post-positivista"
intelectual, véanse "Should Imellectual HistoryTake a Linguistic Tum? Reflections on en la obra de Satya P. Mohanty y sus epígonos, cuyos textos fueron recopilados por
the Habermas-Gadamer Debate", en Fin-de-Siecle SocioliJ7Il, Nueva York, 1988; y "The Moya y Hames-GarcÍa en Reclai11ling Identity. La posición de Scott no solo fue criticada
Textual Approach to Intellectual History", en POl'ce Pie/ds: Between Intel/ectual HistOl) ond en "Reading 'Experience"', de Zammito, sino también en "1s there something you need
Cultural C,·itique. Nueva York, 1993. to teH me? Coming Out and the Ambiguity of Experience", de Wrlliam S. Wilkerson,
124. JOM T oews, "Intellectual History after tbe Linguistic Turn: The Auronomy of que se centra en la identidad gay yen el ejemplo de Samuel Delany utilizado por SCOtt
Meaning and the Irreducibility of Experience", en Ame1'ican Histo1'icol Revicw 92, nO 4, en "The Evidence of Experience".
1987, págs. 906-7. 143. Cad Bridenbaugh, "The Great Mutation", enA'l1wicnn Histon'caJ Review 68, n° 1,
125. Joan WalIach SeDrr, The Glassworkers al C0171It1UX: French Cnlftsmen and Foliticol enero de 1963, pág. 328. Scott no fue la primera en sentirse ofendida por ese argumen-
Actlan in o Nineteenth-Centll1Y City, Cambridge, Mass., 1974; y con Louise Tilly, Womeu, to. Lawrence W. Levine recordaba que "la jeremiada de Bridenbaugh fue recibida con
W01"k and the Family, Nueva York, 1978. un silencio embarazoso, y se la consideró -si acaso se la consideró- como una suerte de
126. Scott, "Women in The lltfoking 01 the English Woddng Closs", en Gende1' ond the aberración idiosincrásica". "The Unpredictable Past: Reflections on Recent Am~rican
PoliticsolHistOl)1, Nueva York, 1988, pág. 89. Historiography", enA1Jzcn'cnn Historiad Review 94, n° 3, 1989, pág. 675.
127. Roberts, Nothing but Hist01Y, ob. cit., pág. 263. 144. Scott, "History in Crisis", ob. cit., pág. 685.
128. Scott, "The Evidence of Experience", en O·iticnllnquhy 17, nO 4, verano de 145. Oakeshott, "The Accivity ofBeing an Historian", ob. cit., pág. 166.
1991, reimpreso en James K. Chandler, Amold 1. Davidson y Harry Harootunian, (eds.), 146. Scott, "The Evidence ofExperience", ob. cit., pág. 797.
Questiol1s olEvidence, Chicago, 1994. Véase también Dominick LaCapra, Hist01Y ol1d Rea- 147. Véase su Narrative Logic: A Sentnntic Annlysis 01 tbe Hist01"ian's Languoge, La
ding: Tocqueville, Foucault, French Studies, Toronto, 2000, donde la autora apoya y amplía Haya, 1983. _
la respuesta de Scott a Toews. 148. La oportunidad de leer el manuscrito de su libro Histo1"ictll Experience: The
129. SCOtt, "The Evidence of Experience", en Criticallnqlli1Y 17, n° 4, verano de Emb1'ace 01 Romeo ond Juliet, que será publicado por la Seanford Univesity Press, me ha
1991, pág. 777. permitido comprender acabadamente su posición.
130. ¡bid., pág. 779. 149. F. R. Ankersmit, Hist01Y and Tl"Opology: Tbe Rise 011d Fal JolMetaphor, Berkeley,
131. ¡bíd., pig. 783. 1994, capítulo 7; "Can We Experience the Pase?", en RolfTorstendahl y Irmline Veit-
132. ¡bíd., pág. 790. Brause (eds.), Histoly-Making: Tbe Intcl/ectl.loJ pnd Sodal F0171lt1tiOll ola Discipline, Estocol-
133. ¡bid., pág. 797. mo, 1996; y "Historicism: An Attempt at a Synthesis", en Hist01y ol1d The01y 34, n° 1,
134. ¡bid. 1995. Sobre un panorama general y una crítica de la obra de Ankersmit, véaseJohn H.
135. Laura Lee Downs, "If'woman' is just an emptycategOlY, then why am 1 afraid Zarnmito, "Ankersmit's PostInodernist Historiography: The Hyperbole of 'Opacity''', en
to walk alone at night? 1dentity Politics Meets the Postmodern Subject", en Comparative Hist01Y O1zd Tbe01y, 37, n° 3, 1998.
Studies in Society ond Hist01Y 35, 1993. Scottle respondió en "The Tip of the Volcano", 150. Ankersmit, History t1nd r,"opology, ob. cit., pág. 20.
seguido por el artículo de Downs, "Reply tO Joan Scott", aparecidos en el mismo número 151. Ankersmit, "Can We Experience the Past?", ob. cit., pág. 51.
de la publicación. 152. !bíd., pág. 56. .
136. Gertrude Himmelfarb, "Some Reflections 011 the New Histo¡y", enA11Ie1"icon 153" Ankersmit, History t1nd Trop%g)', ob. cit., pág. 200 (el subrayado pertenece al
Hist01'icnl Review 94, n° 3, Junio de 1989, seguido del artículo de Joan \Nallach Scott, original). Sobre una comprensión diferente de la nostalgia, véase el análisis de Angelika
"History in Crisis? The Others' Sirle of the Story". Véase también la discusión sobre el Rauch citado en el capítulo 8, nota 96.
debate en Roberts, Nothing but Hist01Y, ob. cit., capítulo 10. Sobre la segunda crítica, 154. Ankersmit, "Can We Experience the Past?", ob. cit., pág. 56. Es difícil decir lo
véaseJohn Zammito, "Rea9ing 'Experience': The Debate in Intellectual History among que esto significa exactamente, pero una experiencia que ruve antes de leer a Ankersmit
Scott, Toews and LaCapra", en Paula M. L. Moya y Michael R. Hames-CarcÍa (eds.), parece prefigurar este argumento. Véase "The Manac1es of Gavrilo Princip", en Cultuml
Reclai11ling ldentity: Reolist TheolJ and the Predico1l1ent 01 Post'mode17lism, Berkeley, 2000, Se111nntics, ob. cit.
pág.302-3. 155. Ankersmit, "Historicism: An Attemp at a Synthesis", ob. cit., pág. 161.
137. Pickering, Hist01y, Expe1"ience ond Cultural Studies, ob. cit., pág. 228. 156. Ibíd., pág. 67.
138. Louise Tilly, "Gender, Women's History and Social Histori', en Social Science 157. !bid., pág. 68.
Hist01Y 13, n° 4, 1989, Y Eleni Varakis, "Gender, Experience and Subjectivity: The TiUy- 158. !bid., pág. 71.
SCOtt Disagreement", en New Left Review 211, mayo-junio de 1995. 159. ¡bid., pág. 73.
139. Thomas Holt, "Experience and the Polities ofIntellectual Inquiry", en Chan- 160. En "Ankersmit's PostmodernistHistoriography", Zarnmito señala críticamente
dler, Davidson y Harootunian, Questions olEiJidel1ce, ob .. cit., pág. 391. que "Ankersmit sospecha que todo cuanto describe probablemente renga, para un histo-
140. Canning, "Feminist History after the Linguistic Turn", ob. cit., pág. 424. riador convencional, 'un aire de revelación mística o casi religiosa'. Y no se equivoca"
141. Scott, "A Rejoinder to Thomas Holt", en ChandIer, Davidson y Harootunian, (pág. 345).
Qllestions ofEvidence, ob. cit., pág. 399. 161. Veáse Catherine Gallagher y Stephen Greenblatt, Pl"actising New Histodcism,
142. Indudablemente, había otros argumentos postestructuralistas menos intransi- Chicago, 2000, sobre la importancia <lel mandato de Foucault de estar abiertos al impac-
gentes que trascendían el representacionalismo de la política identitaria. Véanse por to que implica experimentar los residuos materiales del pasado como una ruptura en los

306 307
MartinJay
aceitados mecanismos de las narrativas historicistas normales. Gallagher y Greenblatt
citan un pasaje donde Foucault habla del encuentro con documentos relativos a la vida de
figuras singulares, cuya intensidad deseaba preservar intacta en su propia obra y a propó-
sito de los cuales se preguntaba: "¿No era mejor dejarlos en la misma forma en que me
habían hecho experimentarlos?" (pág. 67). El uso de la anécdota, característico del
"nuevo historicista", estaba concebido para evocar un efecto similar a la extrañeza produ-
cida por el pasado, que las narrativas normalizadoras -o contextualizadoras, en términos
de Ankersmit- habían integrado sin demasiado esfuerzo.
162. Cathy Caruth, Unclaimed Experience: Trauma, Nm"rative, and HistOIY, Baltimore,
1996. Caruth afirma que la "experiencia del trauma, el hecho de la latencia, parecería
consistir no en el olvido de una realidad que, por cierto, nunca se conoce por completo,
sino en una latencia inherente a la experiencia misma. El poder histórico del trauma no
consiste únicamente en el hecho de que la experiencia se repite después de su olvido, sino
que es solo en -y a través de- su olvido inherente cuando primero se lo experimenta por
completo" (pág. 17). El historiador que más se ha centrado en el trauma es Dominick
LaCapra, pero prefiere considerarlo como una experiencia que oculta en lugar de produ-
cir una versión de sí misma (o, en el mejor de los casos, produce un simulacro virtual de
ella por parte de los futuros historiadores). Véase su análisis en Hist01Y and Readillg, págs.
62-63.

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