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Análisis y reflexión acerca del texto de primera carta del apóstol san juan

capitulo cuatro versos del siete al once

Sabes algo del AMOR, seguro que si…. Bueno hace mucho tiempo alguien
interesado en la vida de los demás, y en la forma como se establecían las
relaciones, se atrevió a sugerir una exhortación y a ubicar él porque… al
hacerlo nos remitió a las fuentes del amor y nos revelo el gran secreto,
que aún hoy se encuentra oculto en la conciencia de mucha gente, incluso
de aquellos que dicen moverse desde y por el AMOR… hace mucho tiempo
alguien dijo:

V7Queridos amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo


el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.

V8Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor.

V9En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios; en que Dios


envío al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él.

V10En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a


Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de
expiación de por nuestros pecados.

V11Queridos, si Dios nos ha amado de esta manera, también nosotros


debemos amarnos unos a otros.

V12A Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros Dios
mora en nosotros y su amor ha llegado a nosotros a la perfección.

1Jn 4, 7 – 12
Y yo me atrevo a analizar sobre esto, que alguien dijo hace mucho tiempo.

Análisis del texto


Lectura por versículos

EXHORTACIÓN AL AMOR FRATERNO PORQUE ESTE VIENE DE DIOS.

V7: Queridos amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el


que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.

La exhortación de amarse los unos a los otros es por razón de que el amor
procede de Dios; es decir Dios es la fuente del amor, de modo que solo a partir de
él podemos amar verdaderamente.

Según este versículo quien acepta esta exhortación ha nacido de Dios y conoce a
Dios o lo que es lo mismo, es considerado hijo de Dios y le conoce a él; ahora
bien, esto debe entenderse en este sentido, no es la práctica de nuestro amor el
que nos lleva a ser hijos de Dios, es la aceptación de ser hijos de Dios y vivir en
consecuencia de esto, lo que nos lleva a amar a los otros. En el fondo la
exhortación está el sentido de aceptar la filiación a Dios y guiar la vida en relación
con los otros bajo esta luz.

V8: Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor.

Si la práctica del amor a los otros, evidencia que somos hijos y que conocemos a
Dios; la ausencia de esta práctica, el no amar evidencia por tanto el
desconocimiento de Dios, pues este Dios, su esencia constitutiva es precisamente
el amor, por tanto si este amor no se vive en relación a los otros, es expresión de
que a Dios no se le conoce, pues de otra manera el procedimiento seria lo
expresado en el versículo anterior: amar a los otros.

Dios es amor, quien no ama, no le puede conocer, el autor de la carta más


adelante declara, quien no ama a su hermano a quien ve, como puede amar a
Dios a quien no; en este versículo, podríamos entender que no se trata de solo
alcanzar un conocimiento de Dios, pues si este se alcanzara, pero no hubiese la
práctica del amor, esto sería una mentira, pues quien sabe quién es Dios, es decir
quien le conoce, obra en consecuencia de este conocimiento.

LA MANIFESTACIÓN Y LA EXPRESIÓN DEL AMOR DE DIOS ES EL ENVÍO


DE SU HIJO COMO VÍCTIMA DE EXPIACIÓN (reparación) DE NUESTROS
PECADOS Y PARA QUE VIVAMOS EN ÉL.

V9: En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios; en que Dios envío
al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él.

La exhortación con la que se iniciaba esta pericopa (unidad literaria) es la de


amarnos los unos a los otros, porque de Dios procede el amor, y a él le
conocemos y además somos hijos de él. Ahora en esta parte de la pericopa el
autor, nos presenta cual es la manifestación de este amor de cuya esencia Dios es
y de quien procede el amor fraterno: el envío de su Hijo único para darnos vida.

El texto lo deja claro, Jesús es el único Hijo de Dios, solo en él nosotros somos
hijos de Dios y Él quiso manifestar su amor, expresarlo en el don más preciado
que es su propio Hijo. Dios ha entregado al mundo a su Hijo, en quien está la vida
para que vivamos por medio de él. El texto no lo menciona pero esto encierra en
sí, la correspondiente exigencia de la fe en la Encarnación del Hijo de Dios.

Dios nos ama por eso nos da a su Hijo, para que creyendo en Él tengamos vida.
Implícitamente este versículo hay una defensa de la venida del Hijo de Dios en
carne mortal, lo cual es una respuesta a aquellos que negaban y consideraban
innecesario la fe en el Hijo de Dios para el establecimiento de la relación con Dios.

El autor de la carta deja claro que el amor de Dios, su forma de relacionarse con
nosotros esta manifiesta en la Encarnación de su Único Hijo, cuyo objeto es
darnos vida mediante la fe.

V10: En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios,


sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de expiación por
nuestros pecados.
En este versículo encontramos dos detalles fundamentales,

1. El autor de la carta va más al fondo del tema sobre ¿Cómo es el amor de


Dios?; expresa que el amor de Dios, tiene un elemento constitutivo, es
totalmente libre de nuestras acciones u omisiones; el texto declara que el
amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, no, está no es la
razón para el amor de Dios y el envío de su Hijo. La razón es la libertad y la
iniciativa primera de Dios en amarnos independientemente de nuestros
actos.

2. En segundo lugar el texto expresa que nosotros


no hicimos ningún acto de amor en ninguna ocasión para con Dios;
pero Él hizo el ACTO de amor al enviar a su Hijo para ser ofrecido como
sacrificio por el perdón de nuestros pecados; su sacrificio en la cruz el lugar
donde Dios que es amor, se encuentra con el hombre que es transgresor
de su amor. En Jesús Hijo de Dios, por su sacrificio en la cruz está
realizada la paz; Dios entrego a su Hijo en lugar del pecador.

Con esto el autor de la carta define con contundencia qué constituye el amor de
Dios, nos amó, aunque nosotros no lo hubiésemos hecho y sin la necesidad de
esto; y nos demostró su amor al enviar a su único Hijo, así nos amó.

De ahí que lo extraordinario, no está en que nosotros lleguemos a amar a Dios,


sino en que nosotros podamos amar como Él ama, de ahí se desprende el tema
de los siguientes versículos.

EL AMOR FRATERNO ES REFLEJO DEL AMOR DE DIOS

V11: Queridos, si Dios nos ha amado de esta manera, también nosotros


debemos amarnos unos a otros.

El autor nos ubica en este versículo frente las consecuencias prácticas del amor
de Dios. Si Él nos ha amado de tal manera (amándonos sin condiciones,
entregando a su Hijo para el perdón de los pecados y para que creyendo en Él
vivamos en Él) entonces también los que son hijos de Dios y le conocen, deben
amarse mutuamente, con el mismo amor de Dios, el cual implica
incondicionalidad, entrega total, libertad y gratuidad.

El texto expresa que este amarnos unos a otros es sin duda reflejo del amor de
Dios. Pero al mismo tiempo es prolongación de su amor, pues el amor de Dios se
expresa a través del amor al amor a los hermanos.

El amor de Dios para con nosotros es el gran motivo de nuestro amor de los unos
hacia los otros.

V12: A Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros Dios mora
en nosotros y su amor ha llegado a nosotros a la perfección.

El amor de Dios expresado en Jesús es la demostración del amor de Dios y al


mismo tiempo el motivo para el amor fraterno; finalmente el autor en este versículo
no está expresando que la presencia de Dios en nosotros está muy relacionada
con el amor de los unos a los otros.

Pero el versículo además expresa que a Dios nadie lo ha visto jamás, pero el amor
que se expresan aquellos que han conocido a Dios y son sus hijos, es la certeza
de la presencia de Dios nosotros, es decir que su amor nos ha afectado
profundamente.

De esta forma, a Dios nadie lo ha visto, pero si se puede ver el amor entre los
hermanos como evidencia de que Dios mora en nosotros, de tal manera que Dios
no solo revela su amor, sino que se revela a sí mismo a través del creyente que
ama a sus hermanos.

En otras palabras el amor fraterno es la expresión visible del amor de Dios en la


historia; y este amor ha llegado a nosotros a la perfección porque se ha
experimentado y se ha expresado en la relación con los hermanos.

Puedo concluir que es mediante el amor fraterno, el amor por los hermanos como
damos testimonio de nuestra fe y de la presencia de Dios en nuestras vidas. Por
esta razón no creemos de verdad en Dios, si no amamos a los hermanos y no
amamos de verdad a los hermanos, sino creemos en Dios.

Síntesis teológica

Estos versículos de 1Jn 4, 7 – 12, desarrollan el tema del amor fraterno,


remontándose al fundamento del mismo, que es el amor de Dios el cual ha sido
demostrado en la entrega de su Hijo en el sacrificio en la cruz para el perdón de
nuestros pecados, sin nosotros hacer méritos; y ya que Dios nos ha amado de
esta forma, nosotros demos amarnos los unos a los otros como prolongación del
amor de Dios y como evidencia de la presencia de Dios en la vida de cada uno de
sus hijos.

Después de analizar lo que alguien dijo hace mucho tiempo… qué puedo decir hoy
en mi tiempo a partir de todo este análisis, estudio del texto bíblico:

Actualización

Al terminar de estudiar este texto de la Primera Carta de San Juan, quiero


concluir, si acaso se puede concluir algo sobre este tema de Dios es amor, el cual
es como un pozo insondable, del que mana toda una fuerza espiritual de
animación, iluminación y fortalecimiento de nuestra vida de fe en relación con
nuestros hermanos en la comunidad y en el mundo.

Dios es amor, es la gran verdad y a la vez la gran buena noticia que declara este
texto, el origen, la naturaleza de Dios es el amor, más él mismo lo es, de ahí que
él actúa hacia nosotros en favor nuestro movido por el amor. Su esencia, el amor,
es la única razón y el motivo único de toda su actuación con respecto a nosotros:
nos crea por amor, nos conserva en el ser por amor, nos elige y nos llama por
amor, nos acompaña por amor, nos ha dado a su Hijo por amor, y por amor su
Hijo nos ha salvado del pecado y de la muerte. Sin duda esta es la identidad
propia de Dios.

Ahora bien, este amor que Dios es y que él nos tiene, presenta muchas
expresiones, así como una hermosa rosa, presenta diversos pétalos; más la
máxima e incomparable expresión del amor de Dios se llama Jesús. Él es la
manifestación suprema, la demostración definitiva de que Dios es amor y nos ama.
“En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al
mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el
amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y
nos envió a su Hijo como expiación por nuestros pecados”

Es en Jesús donde Dios nos revela su más genuina identidad, su verdad más
profunda, su plena autenticidad, que es la misericordia: bondad ilimitada, amor
que se entrega hasta el extremo, fidelidad inquebrantable, gratuidad absoluta,
incondicionalidad eterna. Jesús es la expresión visible del amor que Dios siente
por nosotros; pero por qué este amor de Dios por nosotros; la razón y el porqué
de su amor a nosotros no están en nosotros mismos, sino en él. Dios nos ama
porque él es el Amor, porque tiene la libertad de amarnos, es decir a él le da la
gana de hacerlo y lo hace a razón de lo que él es y no de los méritos que
hagamos o no, en respecto de él. El amor de Dios no necesita de nuestra bondad
o de nuestra vinculación efectiva en el mundo de los pobres como expresión de
solidaridad; es precisamente el amor de Dios que crea en nosotros la bondad. Su
mirada nos hace buenos y gratos a sus ojos. Somos lo que somos no para
alcanzar su amor, sino porque su amor nos alcanzó primero y hace de nosotros lo
que somos, su amor nos penetro antes de que nosotros pudiéramos elevar una
exclamación de amor hacia él. Él nos amó antes de que nosotros lo pudiéramos
hacer porque este amor está lleno de libertad e incondicionalidad.
En consecuencia la experiencia de la vida cristiana debería girar en torno a creer
que Dios nos ama y reconocer agradecida y temblorosamente ese amor que nos
impulsa a la otra orilla, es decir que nos jalona a salir de nosotros mismo hacia el
encuentro con los otros por razón de ser amados por Dios y no tanto para recibir
su amor.

Por tanto, la iniciativa no es nuestra, sino suya. Y nos ama a nosotros “por
nosotros mismos”, buscando sólo nuestro bien. Dios nos ama a nosotros porque
somos nosotros. Y somos nosotros porque nos ama. Él nos ha amado primero y
sigue amándonos primero; por eso, nosotros podemos corresponder también con
el amor.

Lo curioso de la carta, en estos versículos no es la exhortación amar a Dios


porque él nos ama y nos ha enviado a su Hijo y este se ha ofrecido como víctima
para el perdón de nuestros pecados, no, revolucionariamente, la carta nos
exhorta: ya que somos amados intensamente por Dios, que nos ha dado a su Hijo,
que nos amó al extremo de dar su vida por nosotros, es hacia los hermanos a
quienes debemos dirigirnos. Diera la impresión de que Dios no necesita de
nuestro amor, de nuestra entrega… y qué va a necesitar de nosotros a Aquel que
todo nos lo ha dado; la carta nos pone en el reto permanente de volver nuestros
ojos a la tierra, al horizonte de nuestra historia y comprender que creer en Dios
necesita de un polo a tierra y este es el hermano, es el pobre.

Dios nos ha amado primero para depositar en nosotros su amor, haciendo de


nosotros los recipientes visibles de su amor en la historia y así de esta manera
prolongar su amor y evidenciar su presencia en la historia en la medida que este
amor se derrama en el mundo de los que no son amados, en la medida en que los
hermanos se expresan mutuamente el amor.

Ahora bien el amor, si proviene de Dios y es él mismo, no se encuentra


necesariamente en el ámbito de la reciprocidad, es decir Dios nos ha amado,
arriesgándose a que nosotros no correspondamos a su amor, a que no seamos
fieles a su amor, porque el permanece fiel. Por lo tanto si así es su amor por
nosotros, así debe ser también el amor de nosotros por los demás, totalmente
ajeno a la reciprocidad o mejor a la correspondencia de los otros.

Pienso en este momento en el amor de una madre por su hijo, es un amor donde
no puede imperar el principio: “te doy para que medes”, es evidente que nada
puede esperar la madre de su hijo, ella ama, porque elige hacerlo, y lo sigue
haciendo porque escoge hacerlo, no por razón de que su hijo le retribuya en algo
su amor, sino porque dentro de su naturaleza está el hecho de amar a su hijo
expresado en procurar lo mejor y más bueno para su creatura.

El amor de la madre a su hijo es la forma más alta que una persona tiene de
trascenderse a sí misma, porque no exige, ni requiere forma alguna de
reciprocidad.

Considero que así tendría que ser el amor hacia nuestros hermanos en las
fraternidades y en el pueblo. Pues es fácil amar cuando somos correspondidos,
pero es difícil amar cuando no somos correspondidos de la misma forma. No por
esto debemos renunciar a expresar en el mundo lo que Dios ha puesto nosotros,
todo lo contrario, es ahora cuando se puede valorar e incluso descubrir la
capacidad de amor dentro de nuestro corazón.

El verdadero amor se demuestra cuando no buscamos nuestro propio beneficio, ni


buscamos ninguna recompensa, ninguna compensación. Comportarse así
significa vivir el amor fraterno con corazón de madre, situarse en la línea de la
voluntad de Dios, de la fidelidad al amor, dándolo todo porque antes ya Alguien
nos lo ha dado todo.

Finalmente considero que la perfección del amor de Dios en nosotros se expresa


en la medida que en que podemos hacer realidad en nuestras relaciones tanto
fraternas como con el pueblo, aquella exhortación de Francisco a un Ministro
(servidor): “que no haya hermano alguno en el mundo que haya pecado todo
cuanto haya podido pecar, que, después que haya visto tus ojos, no se
marche jamás sin tu misericordia, si pide misericordia. Y si él no pidiera
misericordia, que tú le preguntes si quiere misericordia. Y si mil veces
pecara después delante de tus ojos, ámalo más que a mí para esto, para que
lo atraigas al Señor; y ten siempre misericordia de tales hermanos”

La plenitud del amor de Dios en nosotros se evidencia cuando nosotros tenemos


la capacidad de amar a los otros no por ellos, sino por nosotros mismos, porque
tenemos la libertad de hacerlo y lo hacemos porque Dios nos ama y nos urge
prolongar su amor en la historia, nos urge hacer visible su permanencia en nuestro
mundo.

Santiago de Cali, febrero de 2012

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