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, 2. ¿Qué les pasó a Pablo y Silas en Filipos? (Vea el dibujo del principio).

ERA casi medianoche en la ciudad de Filipos. Dos misioneros


llamados Pablo y Silas estaban en la celda más profunda de una
prisión. Tenían los pies sujetos en un cepo y las espaldas adoloridas
por los golpes que acababan de recibir (Hech. 16:23, 24). Ese día,
todo había pasado muy rápido. Sin previo aviso, una multitud los
había arrastrado a la plaza del mercado para hacerles un juicio
improvisado. Les habían arrancado la ropa y les habían dado una
severa paliza con varas (Hech. 16:16-22). ¡Qué injusticia! Pablo era
ciudadano romano y merecía un juicio formal.*
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Mientras Pablo estaba en la oscura celda, tal vez pensó en lo que
había pasado ese día. Puede que también pensara en la gente de
Filipos. Muchas de las ciudades que él había visitado tenían una
sinagoga, un lugar donde los judíos adoraban a Dios. Pero en Filipos
no había ninguna. Por eso los judíos se reunían fuera de las puertas
de la ciudad, junto a un río (Hech. 16:13, 14). ¿Por qué no había
sinagoga? Puede que no hubiera en la ciudad 10 varones judíos, que
era lo mínimo que se requería para formar una. Sin duda, los
habitantes de Filipos estaban muy orgullosos de tener la ciudadanía
romana, aun si esta era de clase secundaria (Hech. 16:21). Tal vez por
eso no creían posible que aquellos dos judíos fueran ciudadanos
romanos. Sin importar lo que pensaran, lo cierto es que habían
encarcelado a Pablo y Silas injustamente.

3. a) ¿Por qué puede ser que Pablo se sintiera confundido cuando lo metieron en prisión? b) ¿Cómo
reaccionó?

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Es posible que Pablo también pensara en cómo acabó en Filipos.
Unos meses antes, estaba al otro lado del mar Egeo, en Asia Menor.
Allí, el espíritu santo le impidió varias veces predicar en ciertas zonas.
Era como si lo llevara en otra dirección (Hech. 16:6, 7). Pero ¿adónde
lo llevaba? Pablo recibió la respuesta cuando estaba en la ciudad de
Troas. En una visión, un hombre le dijo: “Pasa a Macedonia”.
El apóstol vio con claridad cuál era la voluntad de Dios, así que de
inmediato se fue a Macedonia (lea Hechos 16:8-10). Pero poco
después de llegar lo metieron en la cárcel. ¿Por qué permitió Jehová
que pasara esto? ¿Cuánto tiempo estaría encerrado? Aunque se
sintiera confundido, no dejó que su fe y su gozo se debilitaran.
La Biblia dice que él y Silas se pusieron a orar y a cantar a Jehová en
la celda (Hech. 16:25). Sin duda, sentían la paz de Dios.

4, 5. a) ¿En qué se puede parecer nuestra situación a la de Pablo? b) ¿Cómo cambió su situación de
manera inesperada?

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¿Nos hemos sentido alguna vez como Pablo? Quizás le pedimos
ayuda a Dios para tomar una decisión y nos parecía que estábamos
siguiendo la guía del espíritu santo. Pero puede que las cosas
no salieran como esperábamos. Tal vez enfrentamos dificultades o
situaciones que nos llevaron a hacer cambios grandes en nuestra
vida (Ecl. 9:11). Y quizás ahora nos preguntemos por qué Jehová
permitió que pasaran ciertas cosas. ¿Qué nos ayudará a seguir
aguantando con plena confianza en Jehová? Para saber la respuesta,
volvamos a la historia de Pablo y Silas.

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Mientras ellos cantaban, empezaron a pasar cosas inesperadas.
Primero, hubo un gran terremoto. Luego, se abrieron las puertas de
la prisión y se soltaron las cadenas de los presos. Cuando el
carcelero vio esto, quiso suicidarse, pero Pablo se lo impidió.
Entonces, el carcelero y su familia se bautizaron. Tan pronto
amaneció, los jueces enviaron a unos oficiales para que liberaran a
Pablo y Silas, y les pidieran que se fueran de Filipos en paz. Cuando
los jueces se enteraron de que habían cometido un grave error con
aquellos ciudadanos romanos, fueron para escoltarlos ellos mismos y
sacarlos. Pero, antes de irse de la ciudad, Pablo y Silas insistieron en
despedirse primero de Lidia, una cristiana recién bautizada. Además,
aprovecharon la oportunidad para fortalecer a los demás hermanos
de Filipos (Hech. 16:26-40). ¡Qué rápido cambió la situación!

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