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Las principales encrucijadas de la conquista española

España, como se ha dicho tantas veces, fue el único país conquistador que puso en duda su derecho a ejercer una
acción dominadora. El asunto no sirvió de nada, pues la conquista de América tuvo la misma virulencia de cualquier
otra, pero dice bastante de la capacidad de autocrítica del pueblo español en el siglo XVI.
En realidad la conquista, como tal, no fue ordenada por nadie. No existen unas capitulaciones de conquista
similares, por ejemplo, a las de Santa Fe, que iniciaron el descubrimiento. La conquista de las Indias se planteó tan
pronto como se comprobó que las tierras encontradas no eran China, ni Japón, ni la India, lo que hizo inoperante la
idea inicial de fundar unas factorías comerciales para realizar en ellas el intercambio de especias, oro, piedras
preciosas, telas finas, etc. Colón se hartó de buscar las mercadurías de que hablara Marco Polo y, finalmente, se
dedicó a buscar oro. Las incursiones en busca del metal precioso despertaron el recelo de los naturales y cuando
éstos se sublevaron emprendió contra ellos una campaña, al término de la cual les capturó como esclavos y les
impuso un tributo.
El problema se mixtificó con el hallazgo de indios caribes (antropófagos), que fueron considerados igualmente
susceptibles de ser dominados mediante la guerra y esclavizados. Los Reyes se alarmaron ante el envío masivo de
esclavos indios a España y consultaron el asunto a juristas y teólogos, que confirmaron la posibilidad de esclavizar
a quienes se enfrentaban a los españoles, así como a los antropófagos. Contra los primeros se esgrimió el principio
medieval de la guerra justa contra infieles, pero aplicado a paganos, y contra los segundos el de su irracionalidad.
Boyl y Margarit señalaron entonces que los métodos empleados por Colón habían llevado a los indios a la rebelión.
Los monarcas efectuaron nuevas consultas de las que vino a resultar, en 1500, la declaración de los indios como
vasallos libres (se pusieron en libertad los esclavizados sin motivo alguno), si bien continuó manteniéndose el
principio de que los rebeldes podían ser sometidos por la guerra y los caribes esclavizados. Ovando realizó luego
las grandes campañas militares de la Española contra todos los rebeldes e impuso el repartimiento de los indios
como mano de obra de los españoles. Su ejemplo fue secundado en otras islas antillanas, sin que nadie pusiera
objeción alguna.
En 1511 se complicaron las cosas, pues el padre Montesinos (portavoz de los dominicos de La Española)
escandalizó a todo el mundo disertando desde el púlpito contra la explotación de los indios y poniendo, de camino,
en tela de juicio la autoridad con que se les dominaba y hasta la guerra que se les hacía. A partir de entonces, los
dos problemas del trabajo indígena y de la guerra a los naturales se afrontaron conjuntamente. Los Reyes volvieron
a consultar nuevamente a teólogos y juristas que ratificaron la legitimidad de ambos, dándoles además una
solución jurídica.
El trabajo obligatorio del indio fue considerado justo y necesario, pero siempre que no supusiera su aniquilamiento,
ni impidiera su evangelización. Bastaba por tanto reglamentarlo adecuadamente, cosa que empezó a hacerse en la
Junta de Burgos de 1512, donde se dieron las primeras leyes en favor de los indios, que formaron en realidad una
legislación laboral dirigida a mitigar la explotación indiscriminada de los naturales. Los naturales gozarían de días
festivos, remuneración por el trabajo, buen tratamiento, adoctrinamiento, etc. Se complementaron luego con las
Ordenanzas acordadas en la Junta de Valladolid el año 1513 y las de la Junta de Madrid de 1516. Naturalmente
todas estas leyes no lograron evitar los abusos, sino únicamente castigar a los culpables que explotaban
inmisericordemente a los indios... cuando eran denunciados (rara vez) y se comprobaban sus delitos (más raro
aún).
En cuanto a la cuestión de hacerles la guerra, se salvó mediante el llamado Requerimiento, que estrenó Pedrarias
Dávila en 1513. Fue un documento de carácter ético jurídico en el cual se libraba a la real conciencia de
responsabilidades, gracias al uso de la advertencia. Dando por sentado el hecho de que los españoles tenían
derecho a ocupar las Indias, se interpretó que cuando los indios se oponían a ello era por dos posibles razones; por
mala intención, en cuyo caso se les podía hacer la guerra justa sin el menor reparo, o por falta de información.
Para solventar este último obstáculo, se decidió explicarles bien el derecho que asistía a los españoles. Se redactó
un documento en el que se les ilustraba sobre el particular con toda clase de detalles. Debía leérseles cuando los
españoles comprendiesen que los indios iban a lanzarse al ataque, que era considerado el momento oportuno.
El Requerimiento, que así se llamó, fue redactado por el famoso jurista Palacios Rubio, y explicaba que Dios hizo el
cielo y la tierra y una pareja humana de la que todos venimos (tesis monogenista), y que dejó a San Pedro para
que fuese superior del linaje humano. El descendiente de este San Pedro vivía en Roma y era el Papa, quien hizo
donación de todas las Indias a los Reyes de Castilla en virtud de ciertas escrituras que, se decía, "podéis ver
(estaban en latín) si quisiéredes" y que por tales señores habían sido recibidos por otros indígenas, permitiendo su
adoctrinamiento.
Se exhortaba luego a los indios a entender todo lo explicado, tomándose el tiempo necesario: "Por ende, como
mejor puedo vos ruego y requiero que entendáis bien esto que os he dicho, y tenéis para entenderlo y deliberar
sobre ello el tiempo que fuere justo ...." Finalmente se les amenazaba con que si a pesar de todo no aceptaban la
presencia española "certifícoos que con el ayuda de Dios yo entraré poderosamente contra vosotros y vos haré
guerra por todas las partes y manera que yo pudiere, y vos sujetaré al yugo y obediencia de la Iglesia y de sus
Altezas, y tomaré vuestras personas y de vuestras mujeres e hijos y los haré esclavos, y como tales los venderé
...." A modo de colofón, se añadía que la culpa de todo lo que ocurriera sería de los indios, y no de los españoles:
"y protesto que las muertes y daños que della se recrescieren sean de vuestra culpa, y no de Su Alteza, ni mía, ni
déstos caballeros que conmigo vinieron". Como el Requerimiento había que leerlo necesariamente a unos indios no
conquistados y cuando se disponían a defenderse de los invasores, lo normal es que no hubiera un intérprete
capaz de traducir todo aquello, por lo que se recurría a uno de alguna lengua cercana, o se leía en castellano.
El efecto era aproximadamente el mismo. Los indios, una vez repuestos de la sorpresa de haber escuchado aquella
perorata ininteligible, y por lo regular antes de que concluyera su lectura, se lanzaban a combatir y con verdadera
furia. Resultó así que el Requerimiento no solucionó nada, salvo librar de pecado a los invasores y a sus reyes,
pero el formalismo se mantuvo durante décadas y fue compañero inseparable de la conquista.
Los dominicos, sobre todo el padre Las Casas, no se quedaron muy conformes con el remedio dado, como se
decía entonces, y siguieron atacando la conquista, por considerarla injusta y opuesta a la misión evangelizadora.
Las Casas llegó a calificar la palabra conquista de "mahomética", pues hasta ese extremo le parecía infernal. La
polémica se agudizó a partir de 1525, cuando se formaron ya verdaderas escuelas de expertos en defender y
rechazar el derecho de conquista. Contra ella estaban fray Antonio de Córdoba, Las Casas, Vitoria, Domingo de
Soto, Vázquez Menchaca, etc. A favor estaban Palacios Rubio, Fernández de Enciso, Solórzano, etc. El
enfrentamiento alcanzó su punto culminante en la Junta de Valladolid de 1542, año en el cual Las Casas redactó
tres escritos importantes para defender su postura: "La Brevísima relación de la destruición de las Indias", el
"Memorial de Remedios" y una "Representación al Emperador".
La "Brevísima" es un relato terrorífico sobre la conquista de América hecho con la finalidad que nos dice su autor:
"suplicar a Su Majestad con instancia importuna que no conceda, ni permita, las que los tiranos inventaron,
prosiguieron y han cometido (que) llaman conquistas". Contiene muchas verdades y mentiras sobre tales
conquistas. Es de anotar que las mayores exageraciones se hicieron al narrar las campañas realizadas en el Perú y
en el Nuevo Reino de Granada, que el dominico escribió utilizando fuentes de segunda mano y malintencionadas,
como eran una "Relación" de Marcos de Niza, para la primera, y una probanza hecha contra Jiménez de Quesada,
seguramente de Jerónimo de Lebrón, para la segunda. Impresa posteriormente en 1552, la "Brevísima" sirvió de
base para la Leyenda Negra, como es sabido.
El "Memorial de Remedios" era un plan de colonización de las Indias, acorde con la más exigente moral católica, en
el que se suprimían la encomienda y la esclavitud indígena, y se proponían formas diversas en conformidad con la
situación en que se encontrase el territorio. Para los no conquistados se proponía únicamente la penetración
mediante misioneros. En cuanto a la "Representación al Emperador", constituyó la mayor utopía lascasiana -y las
tuvo grandes- pues sugería a Carlos I la restitución por parte de los conquistadores de los bienes robados a los
indios, que irían a parar a los naturales, si se les localizaba, o a la Corona.
La solución pragmática de la Corona al escándalo promovido por la conquista y explotación del indio mediante la
encomienda fueron las Leyes Nuevas, otorgadas el 20 de noviembre de 1542 en las que, entre otras muchas
cosas, se suprimió el traspaso de encomiendas, se prohibió que ningún Virrey ni Gobernador hiciera nuevos
descubrimientos, ni por mar, ni por tierra. Sólo los autorizarían las Audiencias y en caso de extrema necesidad,
llevando un religioso, y teniendo prohibido tomar bienes de los indios o las personas de éstos. Unos años después,
en 1549, el Consejo de Indias propuso al Rey la suspensión absoluta de todos los descubrimientos y las conquistas
que estuvieran pendientes.
En realidad ya se había conquistado casi toda la América hispana y el resto tenía escaso interés, por carecer de
riquezas. En 1573, el jurista Juan de Obando propuso que en el futuro se sustituyese la palabra conquista, de tan
malas resonancias, por la de pacificación; una solución muy española que consiste en cambiar de nombre a las
cosas, pensando que con ello se resuelve algo. Las únicas pacificaciones importantes fueron las de Filipinas y
Nuevo México, pues el resto estaba ya pacificado a sangre y fuego.
Pese a todos los esfuerzos realizados, fue imposible parar a tiempo la conquista, que cumplió su ciclo de
destrucción y barbarie. No caeremos nosotros en la trampa de justificarla con los argumentos tradicionales de
necesidad de la evangelización o de incorporar los pueblos americanos a la cultura occidental, o de asegurar que
era un proceso inexorable que habrían emprendido otros países europeos de no llevarlo a cabo los españoles, ni
de decir que las conquistas se han seguido haciendo hasta nuestros días por otros pueblos prepotentes, pues todo
esto no es más que la razón de la sinrazón. La conquista pudo haber sido diferente si se hubiera hecho en otra
coyuntura histórica, pero es difícil aventurar si habría sido mejor o peor. En cualquier caso, está justamente en el
origen de la formación de los pueblos americanos y es preciso conocerla a fondo para comprender la Historia de
América. De nada sirve ocultarla o cambiarla de nombre.

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