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Sánchez Núñez Karina Mariel

Historia del norte novohispano.

Tercera entrega: Fichas de tres fuentes secundarias.

1- Tanck de Estrada, Dorothy, Pueblos de indios y educación en el México


colonial. 1750-1821, México, El Colegio de México, 1999, 668 p.

En este libro, Dorothy Tanck de Estrada expone su investigación en torno al


sistema educativo novohispano durante la segunda mitad del siglo XVIII y hasta el
período independiente. La autora se concentra en el estudio de las doce
intendencias del virreinato novohispano, lo que deja fuera de su exposición al
territorio correspondiente a la península de Baja California, mismo que quedaba
bajo dependencia del Virrey. Esto nos obliga a ser especialmente cuidadosos con
los datos e información que podría no ser totalmente válida para nuestro objeto de
estudio. Considerando esto, se puede señalar que nos resultan bastante útiles los
capítulos “III. El establecimiento de escuelas en los pueblos de Indios” y “V. La
educación en los pueblos”. Si bien éstos se enfocan en las intendencias y no en
los gobiernos bajo dependencia del virrey, nos dan luz sobre el marco general
dentro del cual se decidió en las cuestiones relacionadas a la educación y algunos
aspectos culturales (tanto antes como después de las Reformas Borbónicas).

-[Relacionado a la impartición de Justicia] “Desde 1542, en el capítulo 20 de las


Leyes Nuevas el gobierno real reconocía que las sociedad indígena podía
conservar las prácticas legales y culturales <<guardando sus usos y costumbres,
no siendo claramente injustos>> o en contra del cristianismo. La cédula real del 6
de agosto de 1555 confirmaba la continuación de las antiguas costumbres
indígenas siempre que no fueran contrarias a la religión ni a las leyes” (p. 49) [?]

-“Promover el uso del castellano entre indios, establecer escuelas y pagar a los
maestros con fondos comunales eran proposiciones incluidas en la Ordenanza de
Intendentes de 1786 que se habían venido desarrollando en Nueva España
durante los dos siglos anteriores”. (p. 153)
- “A mediados del siglo XVI se plantearon iniciativas para enseñar a los indios
la lengua castellana” siempre ligadas a la enseñanza de la doctrina cristiana.
Tomás López de Medel, oidor de Guatemala, señaló su importancia como medio
para la hispanización de los indígenas, sin embargo la justificación meramente
religiosa continuó teniendo mayor fuerza, por lo menos hasta finales del siglo XVII
cuando el rey señaló que la lengua castellana “tanto conviene para el fin de la
mayor inteligencia de la fe cristiana como para la sociedad y comunicación con los
españoles” (p. 153-156).

- “La muerte de Carlos II en 1700, la guerra por la sucesión al trono español, de


1700 a 1713, y la caída en la economía de Nueva España, de 1690ª 1740,
contribuyeron a detener la fundación de escuelas en los pueblos de indios,
promovida a finales del siglo XVII y principios del XVIII”, la iniciativa sería
retomada hacia 1753 por el Arzobispo de México; “La decisión del arzobispo
tendiente a promover escuelas no solo pretendía… mejorar la instrucción religiosa,
[también] ofrecía una ayuda para llevar a cabo la secularización de las doctrinas”.
(p. 158-161)

- Relacionado a las crecientes presiones por oficializar el uso del castellano a


partir de la segunda mitad del siglo XVIII: “El fiscal del Consejo de Indias no
aceptó sugerencias del obispo de Oaxaca para mandar a los indios a que
[aprendieran el castellano]… Observó que solo se podía conseguir la
castellanización poco a poco…” y no en un solo año, como se esperaba. (p. 168)

- Aun hasta 1763 la enseñanza del español no implicaba ni la prohibición de las


lenguas indígenas ni que su conocimiento fuera obligatorio para que los indios
pudieran ocupar puestos en sus puestos. (p. 168)

- No es sino hasta 1770 que Carlos III, influenciado por el arzobispo Francisco
Antonio de Lorenzana, promulga una cédula real [Medida considerada en la fuente
primaria]donde se estipula que los indios pueden ser obligados a instruirse en el
castellano, buscando después “conseguir el que se extingan los diferentes idiomas
de que se usan… y solo se hable el castellano”, contrastando totalmente con las
políticas de Fernando Vi tendientes a tolerar el uso de lenguas nativas, logrando
así inconformar al cabildo y de los representantes religiosos, quienes lanzaron
duras críticas a las políticas de Carlos III y Lorenzana. (p. 176-181)

-Tomando el ejemplo de los romanos (discutido por Antonio Joaquín de


Rivadeneira y Barrientos, asistente real), Carlos III denunció como perjudicial el
hecho de que las prácticas evangelizadoras, desde el siglo XVI hasta entonces, no
introdujeran a los indios en el conocimiento obligatorio del castellano. “El rey
quería que los indios hablaran el castellano como medio para lograr fines
religiosos, políticos y económicos” (p. 178-188)

- “Especialmente entre 1753 y 1772, las autoridades eclesiásticas promovieron


las escuelas para que los indígenas dejaran de hablar su idioma nativo y
aprendieran el español. Varios obispos afirmaban que solo en castellano se
podrían expresar con exactitud los misterios de la fe y que era necesario suprimir
las lenguas autóctonas que consideraban <<bárbaras, pobres y oscuras…>>”
(p.339)

- “Por la parte gubernamental, junto con la instrucción en castellano iba una


actitud de paternalismo (en el mejor de los casos) y de imposición cultural”. (p.
339)

- “Generalmente se ha considerado que la educación indígena en Nueva


España al final de la Colonia era casi inexistente o que era impartida
predominantemente por la Iglesia. Estas afirmaciones no reflejan la realidad de los
pueblos de indios en las últimas cuatro décadas del virreinato” (p. 345)

- “Desde 1550 hasta 1782 hasta 1782 la legislación ordenaba la enseñanza de


la lengua castellana a los indios. Durante estos dos siglos se presentaron dos
actitudes frente al proceso de castellanización: una, la que pregonaba la
superioridad del español y la necesidad de cambiar el habla de los indos; otra que
advocaba la utilización de los idiomas nativos para la evangelización y que insistía
en que el aprendizaje del castellano debiera ser voluntario. De 1753 a 1782 se
tendió a promover la extinción de las lenguas indígenas y sustituirlas con el
español…; de 1782 a 1821 dejó de legislar sobre la supresión de idiomas
nativos…”. (p. 426)

2- Aguilar Marco, José Luis, et al, Misiones en la Península de Baja California,


editado por Antonio Guzmán y Lourdes Martínez, México, Instituto Nacional
de Antropología e Historia, 1991, 328 p.

Este texto se divide temáticamente en dos partes: Los antecedentes históricos


(políticos, sociales) y lo referente a la arquitectura de las misiones. En nuestro
caso, es la primera la que nos resulta de especial interés. En ella se exponen
brevemente los rasgos generales de los pobladores de la península, así como
como aspectos relacionados a las expediciones españolas y el establecimiento y
conformación del sistema misional. Es necesario prestar atención, pues el tono del
texto en algunos es claramente prohispanista,

- “Los intentos de colonización en la península empezaron en el siglo XVI


por parte del Reino Español, con varias partidas militares y civiles que nunca
lograron su propósito. Es hasta finales del siglo XVII que la Compañía de Jesús,
con la bandera del cristianismo y en el nombre del Rey de España, logra iniciar la
tare de colonización, realizada lenta y penosamente, dados los pocos recursos
físicos de la franja peninsular…” (P. 15)

- “Los misioneros que colonizaron la península hacían mención de los


indígenas hablaban. Unos decían que tres, otros cuatro y otros aún más. Los
idiomas de los pericúes, en el extremo sur, y de los guaycuras [y cochimíes] eran
distintos entre sí de los idiomas del norte…” (p. 16-17)

- “El afán del conquistador guiado por los mitos y narraciones fantásticas, la
búsqueda de la aventura y el encuentro de tierras desconocidas, lo llevó hasta la
península de Baja California… Se emprendió pues la conquista de la California,
pero los hombres encargados de ella… fueron doblegados durante casi 200 años
por esta tierra…” (p. 33)
- “Durante este siglo [XVI] continuaron las expediciones a la península [con]
el propósito de establecer en la California colonias españolas; sin embargo
tuvieron pocos resultados… fue a finales del siglo cuando el gobierno español se
percata que las expediciones constituidas por soldados no tenían el resultado
esperado, por lo cual decidió encomendarle esta tarea a la compañía de Jesús…”
(p. 38)… “Fue así como Carlos II ordenó que se emprendan nuevos intentos de
colonización; comisionó entonces la obra de evangelizar a la Compañía de Jesús,
a quienes faculta para colonizar, gobernar civil y eclesiásticamente las tierras que
pudieran descubrir, con cargo a los fondos que pudieran ellos mismos obtener”. (p.
40)

- “Aunque los neófitos aceptaron de buena gana esta forma de vida [¿?],
hubo siempre a lo largo de esta labor de los jesuitas muchos indígenas
inconformes y renuentes a cambiar sus antiguas costumbres; a causa de ello se
desarrollaron varias rebeliones… de estas manifestaciones hubo una en 1734, que
realmente puso en peligro toda labor misional. Se desarrolló una rebelión que
abarcó todas las misiones del sur…”

- “Al recibir el decreto de expulsión de los jesuitas del Reino de la Nueva


España, el virrey, Marqués de Croix, y el inspector general, José de Gálvez,
resolvieron poner las misiones peninsulares en manos del Colegio Franciscano de
San Fernando de México… el cual se inclina a aceptar obligadamente las
misiones en la península de la California”. A partir de la década de los setentas,
las misiones fueron compartidas entre dominicos y franciscanos. (p. 58-63)

3- Rodríguez Tomp, Rosa Elba, Cautivos de Dios. Los cazadores-


recolectores de Baja California durante el período colonial, México, Instituto
Nacional Indigenista; Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en
Antropología Social, 2002, 331 p.

Este texto escrito por Rosa Elba Rodríguez Tomp se distingue de los dos
anteriores por el enfoque un poco más antropológico que le da a su estudio,
muchos más afín a nuestros intereses. En términos generales aborda las
implicaciones culturales que tuvo el encuentro de los californianos con los
españoles. Aunque en toda su investigación hay elementos que nos resultan
útiles, prestaremos especial atención a los capítulos 2, 3 y 4, donde desarrolla
más concretamente las consecuencias del encuentro.

- “Es bien sabido que la península de California fue, en tiempos de la


colonización española de América, una frontera difícil de dominar. Su agreste
medio natural y el peligro que implicaba la travesía del mar de Cortés para llear a
sus costas constituyeron frenos importantes para los deseos expansionistas de los
conquistadores de México Tenochtitlan… A partir de la llegada de los europeos a
las costas californianas los informantes y crónicas que describían a sus
pobladores como bestiales y bárbaros no dejaron de influir”. (p. 15)

- Con el contacto entre españoles y los pobladores de Baja California “toda


su cultura fue puesta en crisis a partir de la expansión del aparato misional en
suelo californiano”.

- “Ante las dificultades que planteaba a los exploradores, y el escaso


provecho económico que prometía, la conquista de California tuvo que ser
emprendida por religiosos que, en nombre de la fe, y por supuesto, de la Corona
española, se dieron a la tarea de humanizar a sus habitantes, para lo cual
ejecutaron acciones tendientes a borrar todo rastro de su tradicional modo de vida,
contrario a la religión católica y al imperio español” (p. 15)

-“Como toda población asediada los peninsulares no fueron elementos


pasivos, y sus reacciones a la dominación impidieron que los misioneros
alcanzaran plenamente sus objetivos, pero algunos de los mecanismos que se
pusieron en juego durante el desarrollo de la relación intercultural terminaron por
diezmar y finalmente llevar a su extinción a la mayoría de los californianos” (p. 17)

- “Cuando nos preguntamos cómo pudo esa relación entre entorno y


hombres que permitió el desarrollo de grupos de diversa composición por un largo
período debemos estar conscientes que la cultura de un pueblo es algo más que
una acumulación accidental de rasgos; es un todo integrado, con sus partes
constituyentes compatibles las unas con las otras y ajustadas entre sí… No es un
equilibrio estable, sino que se modifica y reajusta en forma permanente a medida
que se adoptan nuevos elementos o pierden vigencia otros” (p. 20)

- “En los relatos históricos que a la fecha se conservan sobre los cazadores-
recolectores bajacalifornianos se hace patente la paulatina transformación de los
usos y costumbres autóctonos, en la medida en que los conquistadores van
ocupando el espacio e imponiendo su cultura, hasta su casi desaparición del
territorio peninsular” (p. 47-48)

- A pesar de las múltiples diferencias entre los grupos nativos, mantuvieron


cierta identidad cultural a partir ciertos rasgos comunes a todos (capítulo 1)

- “Los elementos que contribuyeron a dificultar el avance de los españoles


sobre el territorio del septentrión se observan también, de manera general, en el
descubrimiento y conquista de la península de Baja California” (p. 86)

- Los intentos de conquista y colonización de Baja California iniciaron hacia


1532. A partir de estos primeros contactos con los hispanos, “en la mayor parte de
los relatos los indígenas aparecen como sujetos activos del contacto… Ello nos
lleva a pensar que los cazadores-recolectores tenían el contacto por positivo,
siempre y cuando se mantuviera dentro de los códigos de conducta a los que
estaban habituados, y puesto que los intercambios les permitían el acceso a una
mayor variedad de productos, no era para ellos desdeñable la experiencia” (p. 86-
101)

- “La empresa de colonización de la antigua California quedó en manos de


la Compañía de Jesús por el hecho de haber sido esta orden la que presentó ante
las autoridades españoles el proyecto más viables de cuantos fueron
considerados” (p. 131) “La labor misional jesuita estuvo marcada desde el
comienzo por las características de esa orden religiosa, es decir, por la disciplina y
el empeño, que condujeron en poco tiempo al logro de sus más caros objetivos:
fundar entre los californios tantas misiones como fueran necesarias para incluir a
toda la población peninsular en el programa de cambio cultural que tenían
previsto”. (p. 132)

- Hacia inicios del siglo XVIII “los nativos manifestaban [según crónicas y
testimonios] satisfacción por la llegada a sus parajes de aquellos conspicuos
personajes, lo cual contribuía a crear en los misioneros la idea de que la conquista
espiritual era a todas luces viable” (p. 135)

- “los primeros encuentros… están marcados por señales de cordialidad…


Los misioneros aprovechaban las experiencias vividas para enriquecer su acervo
lingüístico y cultural acerca de los nativos y poder aprovecharlo más adelante en
posteriores encuentros… pero también los indios acumulaban y utilizaban
conocimientos obtenidos de pasadas experiencias y muchas bandas ya sabían…
qué comportamientos privilegiaban ellos…, [y] de qué onjetos temibles habían de
cuidarse”, lo que, de acuerdo con Rodríguez Tomp, puede explicar su
.comportamiento de veneración hacia algunos elementos del culto católico. (p.
137-138)

- “Sería un error considerar la acción misional como un fenómeno


fulminante y masivo que afectó de manera inmediata y homogénea todo el
territorio de los cazadores-recolectores bajacalifornianos. Debemos recordar que
el avance jesuita, aunque decisivo, estuvo siempre supeditado a la ayuda en
alimentos y otros insumos que recibían los misioneros por vía marítima” (p. 148)

- “Sobre la movilidad y capacidad de relación de los distintos


conglomerados indígenas podemos encontrar en las crónicas algunos indicios
que, aunque escasos, permiten suponer que el conocimiento y utilización de los
distintos recursos que les proporcionaba su territorio tenían que estar ligados a
una capacidad de relacionarse con bandas distribuidas en territorios amplios, y no
necesariamente hablantes de la misma lengua o similar dialecto” (p. 151)

- “Loreto, en su calidad de capital misional, albergó desde su fundación a


diversos grupos de diferente filiación lingüística procedentes de toda la California
misional que asentaban por períodos prolongados…” (p. 154)
- “… los brotes de inconformidad contra el sistema misional nunca dejaron
de darse, algunos con la virulencia de la rebelión de 1734…, otros menos
violentos, pero todos con el mismo fin de intentar librarse del control misional” (p.
155)

- “La diferencia entre las costumbres y forma de vida que los misioneros
venían a imponer a la Antigua California y las que habían compartido sus
habitantes… era tan grande que los mismos evangelizadores… no podían menos
que reconocer que su labor era titánica” (p. 155-156)

- Aun durante las últimas décadas del siglo XVIII los indígenas siguieron
mostrando “comportamientos reprobables a los ojos de los españoles” y brotes de
rebeldía. Rodríguez Tomp encuentra que esto puede relacionarse con que “los
rasgos culturales propios de los cazadores recolectores no podían perderse en
tanto no fueran sustituidos por otros que operaran adecuadamente… Es
comprensible, por tanto, el constante reparo que ponen los nativos en aprender y
valerse de los nuevos elementos culturales cuando se daban cuenta de lo poco
eficaces que se volvía fuera del ambiente artificial introducido por sus maestros…”
(p. 158-159)

- “No obstante lo expresado, sería aventurado pensar que la influencia de


sus ministros no fue decisiva en los cambios culturales que tuvieron lugar a partir
del establecimiento de las misiones” (p. 162)

- “Una de las principales tareas que se llevaban a cabo en la jurisdicción de


una nueva misión era aprender la lengua de los lugareños. Las bandas nómadas
eran hablantes de una infinidad de lenguas y dialectos que desafiaban la
capacidad de cualquier lingüista… Lo que los religiosos buscaban era ante todo
lograr de sus catecúmenos la comprensión de la doctrina cristiana y junto con ella
el aprendizaje de muchos elementos de la cultura europea… [pero] no
consideraban el hecho de que la expresión verbal de los californios, como sistema
simbólico, estaba condicionado por los patrones de comportamiento intelectual
muy distinta de aquella de la que provenían los miembros del grupo
conquistador… Por ello es probable que durante muchos años después de
establecidas las misiones, los aborígenes no lograran comprender –ni en su
idioma ni en el de los misioneros- nociones que estaban fuera de ese contexto”, lo
que llevó a los misioneros a considerar que su lenguaje era inferior al suyo. (P.
162-164)

- Hacia la década de los setentas algunos de los dialectos peninsulares se


habían extinto ya. “Podemos suponer que la circunstancia de haber olvidado su
lengua materna y entender y hablar solo el castellano significó para los indios una
pérdida de muchos de los referentes culturales con los que acostumbraban
relacionarse entre sí y con su entorno…” (p. 164-165)

- “Lo más frecuente y grave desde el punto de vista del código misional
eran las quejas por la reincidencia de los indígenas en las ceremonias, fiestas y
otras actividades propias de su cultura ancestral” (p. 173)

- A pesar de la parcial tranquilidad de la cual guardaron testimonio los


misioneros, desde que los jesuitas se establecieron en sistema misional y aun
cuando este estuvo bajo la administración dominica hasta el siglo XIX, se dieron
ciertas manifestaciones, violentas o no, de resistencia cultural por parte de los
habitantes de la península, tales como las rebeliones o incluso el hecho de huir de
las misiones (p. 175- 189), siendo esta última una actitud intensificada durante la
administración franciscana (p. 219)

- “Hacia finales del siglo XVIII parecía evidente que las congregaciones de
indios en la región central de la península estaban viendo sus últimos días”

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