Sie sind auf Seite 1von 11

1

'. f.
f
¡·

1
"

I :_
{
f.
60
l
1 Ética y etiqueta
~
)1
•:i.

\i
l Las transformaciones que empujan a una medicina de la clasifi-
cación se inscriben en una tendencia más global de las culturas
occidentales, cada vez más marcadas por la problemática de la
modelización. Es decir; por la representación en forma mate-
mática y sistemática de io real, con el objetivo de comprenderlo
y modificarlo. Pero la perversión de esta tendencia reside en el
hecho de que nuestras sociedades terminan por creer, en el sen-
tido profundamente antropológico del término, que lo real debe
disCiplinarse y ordenarse de acuerdo con grillas, modelos y con-
ceptos. Se diría que, una vez establecidas, las etiquetas y las cla-
sificaciones toman el lugar del mundo: nuestra relación con este
se torna una relación con los modelos que representan el mun-
do mismo. Y detrás de esta taxonomía, toda paradoja o incerti-
dumbre se escapa, es percibida como el aspecto incómodo de lo
real. Deploramos el hecho de que lo real, el mundo, los anima-
les y las cosas en general tengan esa fastidiosa tendencia a esca-
par al bonito modelo epistemológico de la jaula clasificatoria.
Habiendo construido esa jaula para que habiten en ella, en el
peor de los casos, o para que desaparezcan detrás del modelo
que los representa (en el mejor de los casos).
Dicho esto, es evidente que, sin modelización, sin un traba-
jo de clasificación o de diferenciación, no puede existir ningún
saber, ningún pensamiento. Para comprender los ejemplos que
78 Las pasiones tristes Ética y etiqueta
79

expondremos en este capftul o, tal vez habría que recordar el así decir aquello que no se ve... , lo que no escapa a la etiqueta. Por
consejo de Karl Marx: no hay que confundir las cosas de la lógi- ejemplo, a nadie se 1e ocurriría subrayar que el presidente fran-
ca con la lógica de las cosas ... cés es un hombre, pero en todas partes se comenta que el primer
ministro de la India era una mujer; del mismo modo, nadie diría
con un aire más o menos consternado que el minis.tro del Inte-
Etiqueta y multiplicidad de persona rior es heterosexual, pero si el alcalde de una ciudad importante es
homosexual la gente tiene algo que comentar (para bien o para
E n el dominio de la clínica, esto se traduce muy simplemente . mal, eso no viene al caso). ~·· "·· ·
de la siguiente manera: uno puede decir que la habitación 301 es La norma está ligada así a una suerte de circulación de la
una cirrosis, o bien saber que en una habitación alguien sufre de mirada, a una distribución de la mirada: es nonnal aquello que
cirrosis. En el ámbito de la medicina somática se aborda a me- no llama la atención, aquello que se consigna bajo la fórmula
nudo este problema; rara vez se lo resuel~e, pero al menos la nada llamativo. La mirada, aquello que se ofrece a la vista, aquello
identificación de una persona con su enfefmedad es percibida que hay que ver y sobre lo que hay que hacer como si no se viera:
como un exceso, una deformación. todo eso determina, desde un punto de vista antropológico, los
En contrapartida, en el campo psicosocial, esas cuestiones principales elementos de cada cultura, los límites que no se de-
Pc:ta"n
""'¡.J'"" il..L
1'e1n.c rlP.
ii.. ' :.J'-JU ........ '""
'lrl".lr".lrC:P.
U. ''-'i.L.t.~CA.A.ú ......
f)~O'".ln-'lf'I<.; ("111P.
'1.wv
.Ji-'.A.ó(..l.,A. . .4.A'-..lo..J'
P.C:
"'"'¡,.)
rel')t~"'{T'lYYlP'Ylf-P t~r;l r\'ll"'"l
'(,4.\,.A.YC4.l.!.. .l'-"A ..I. \.~ A..Q.""".l.I. yaJ..a
.!!..
ben franquear. Esos elementos pueden ser muy diferentes, pero
el señor Pérez salirse o escapar a la etiqueta cirrosis, hacer valer el mecanismo de base es el mismo: una mirada que intenta ver
su derecho de ser y de existir como multiplicidad sin que se más allá de lo que el otro ofrece a la vista y de lo que la cultura
identifique la cirrosis con la multiplicidad. Pero es mucho más considera como aquello que puede escapar a los límites de lo
difícil, incluso imposible, para alguien que ha sido diagnosti- correcto, que se vuelve obsceno o abusivo.
cado como esquizofrénico o catalogado como discapacitado esca- Tomemos el ejemplo de la sociedad afgana. En sus reporta-
par a esa etiqueta. Por el contrario, todo lo que concierne a su per- jes en Afganistán publicados en enero de 2002 en el diario Líbé-
sonalidad, incluido aquello que no tiene nada que ver con el diag~ ration, la periodista Florence Aubenas explicaba lo que los hom-
nóstico o la clasificación, será arbitrariamente identificado como bres y las mujeres miran en las mujeres, sometidas a 1a porta-
partes, síntomas o signos de tal clasificación. Se verá a un esquizo- ción obligatoria de la burka (esa vestimenta que cubre todo su cuer-
frénico que pinta y su pintura será una pintura de esquizofrénico, po). Las mujeres confiesan que al mirar a una mujer oculta bajo su
se verá a un discapacitado comprometerse en política y será antes burka, ellas observan sus manos: llevando su mirada a las manos
que nada un discapacita.do que hace política. Antes que nada, será la pueden saber cómo es esa mujer, si es joven o vieja, si es cuidadosa
etiqueta la que ubicará, en la percepción social, al ser en el mundo de sí misma o no ... Finalmente, ellas ven a través de las manos todo
de aquellos que han sido etiquetados. lo que las mujeres de cualquier cultura intentan ver y que está limi-
La cuestión de la etiqueta nos remite a la de la norma (es tado desde el interior por aquello que está permitido dejar ver.
decir a la norma social, que ya hemos analizado un poco) y a su Los hombres afganos, por su parte, confiesan que al ver pa-
funcionamiento en el seno de nuestras culturas. Es normal por sar a una mujer sus miradas se dirigen a los tobillos. Es por eso
!J..
·,;¡

80 Las pasiones tristes Ética y etiqueta


81

que las mujeres compiten entre sí a través del tipo de medias que justamente, que en el dominio psicosocial las etiquetas plantean
llevan, sabiendo que es lo que se deja ver de ellas.Juegan ese papel tantos problemas: adoptamos una mirada normalizadora.
universal que consiste en evocar lo que se oculta, lo que no debe ser Cuando por ejemplo dirigimos nuestra mirada a un disca-
mostrado, o incluso lo que no se debe intentar ver en público. pacitado, vemos por lo general una etiqueta que lo recubre com-
Dada la opresión que soportan las mujeres afganas, este ejem·~ pletamente y que, socialmente, lo hace desaparecer detrás de
plo puede parecer provocador. Pero nuestra intención es muy ella. Cuando alguien sale a la calle en silla de ruedas, se cruza
pacffica, se trata simplemente de explicar el mecanismo de la nor- con las miradas equívocas e incómodas de los transeúntes: ellos
ma-mirada que se aplica, con enormes diferencias, en toda nor- evitan mirarlo o lo miran con un respeto exagerado. La mirada
ma social. Más allá de las diferencias, en efecto, ocurre lo mis- está llena de incomodidad porque el otro, el que se desplaza
mo en Occidente: la minifalda es justamente lo que, al ser sentado, muestra algo que nos da la impresión de ser su esencia
visto, evoca lo no-visible. Eso es precisamente lo que da a las fundamental, su etiqueta-naturaleza, la que todo el mundo escon-
playas nudistas un sabor tan marcado a puritanismo. La des- de, la que, como todos sabemos, separa claramente el espacio
nudez de los cuerpos, en esas playas, no es
erótica, al contra- definido por la mirada privada y el de la mirada pública; sería,
rio, esa desnudez dice claramente aquí, no hay absolutamente de un modo imaginario, como mirar al otro en una suerte de
nada que ver. .. icirculen! Pero existe otra clase de desnudez, erótica desnudez forzada. Es por eso que en esa mirada se sospecha una
esta:, en ia que la ballanna o ei nauarm; aesnu da evoca a traves
• • , •1 • ( t f •f , ' 1 . , ue
_J
suerte de obscenidad.
los movimientos eróticos las delicias que se podrían probar, pero Esta dinámica de la mirada está tan codificada en cada cultu-
que el espectador no puede ver. Es la evocación de lo que podría ra que forma parte de la educación de los niños. De esta forma,
ocurrir en otra escena, en una escena privada. asistimos con frecuencia a la escena en la que un niño mira a un
Este mecanismo de lo que se mira, de lo que se ve y de lo que se enano, un discapacitado o alguien que lleva un estigma de dife-
da a ver determina en cada sociedad el respeto por el otro, por los rencia: lo mira fijo y el adulto le enseña ese límite de la mirada.
otros y por sí mismo. No existir como un objeto transparente a la No hay que mirar así. El otro está ahí, el niño puede verlo, pero así
mirada del otro es la base de la sociabilidad. La división entre las como se le enseña sobre las partes púdicas de su propio cuerpo,
escenas públicas y las escenas privadas es una base de existencia de debe aprender a no mirar aquello que no debe ser visto, o al
toda comunidad; puede tomar difererites forinas pero, en todas menos a hacer como si no viera aquello que el otro muestra a
partes, se encuentra la misma estructura de separación. pesar de sí.
Es el milagro de la etiqueta: da la impresión de que la esencia
del otro es visible. Y entonces el otro ya no es una multiplicidad ¡
l
La dinámica dela mirada sobre el otro
contradictoria que existe en ese juego de luces y sombras, de lo i
velado y lo desvelado, es inmediatamente visible, conocible. Uno
La etiqueta hace creer, gracias a la clasificación y al diagnóstico, cree que a través de la etiqueta va a estar en condiciones de sa-
que se ha hecho visible algo que ~n una persona sería del orden berlo todo sobre lo que el otro es, sobre aquello que desea y que
,:,,.~de
la ésen~ia y que se transforma en esencia visible. Es por eso, organiza su vida, puesto que la etiqueta no se limita a la clasifi-
· ~v><~-. -.,,,-••· -· ·- -.. ... .,_ ,....... . _ _____.__________......... _. ,~-·-- ...--. - -- ··- ··- ·· .~ . ···•· ·-
=- "· ,.;o.
82 Las pasiones tristes Ética y etiqueta
83

cación, sino que establece un sen~ido, una suerte de ()rden en la


Etiqueta y determinismo
.
\T~.~~..9.i...~~g~t9~~~i~~n~-y~_;.,r:~·"rre.iiiiiia entonce·s·sería · e;;i~: ··¿c}~é
· ~;abemos verdaderamente del otro cuando conocemos su eti-
queta? He aquí la cuestión, en el enunciado que mezcla el saber Comprendemos ahora que verse revestido de una etiqueta equi-
con el eso a ver 13 • vale a ser encerrado en una suerte de destino determinado. U no
l; Pero esta dinámica es particularmente compleja en nuestras se encuentra, a pesar suyo, en una configuración de determinis-
¡; sociedades, porque el deH.flw-4~.mirm: se asimila a un <jerciciq~s!~~ mo social o individual: nuestros deseos, nuestro devenir y lo
11
t~i~_QQ.f~-~LQ!t.2.:, Sabemos que una familia etiquet;¿~--~~~pro- que podemos esperar y construir en nuestras vidas forman par-
blemas debe aceptar ser mirada: los profesionales ijueces, psicó- te de un saber y de una estadística preestablecidos, que nos exi-
logos, educadores, asistentes sociales) tienen un derecho de lian de nuestra propia incertidumbre, condición de la libertad
mirada sobre su espacio privado. En nuestras sociedades, aquel de todo ser humano o grupo social.
que se aparta de la norma, o que la transgrede, pierde sobre todo Este determinismo social, del que la consulta psicológica
sus derechos en el dominio privado y del s~creto. Dicho de otro participa a menudo, forma parte de la visibilidad de nuestra his-
modo, el derecho a una cierta no-visibilidad, el derecho a una toria hecha pública. La visibilidad comparte esa idea de determi-

opacidad privada se asocia a un privilegio, es un derecho que nismo y de fatalismo. Al mismo tiempo, el determinismo signi-
debe ser merecido y que se puede perder desde el momento en fica claramente una violencia muy fuerte ejercida contra la gen=
que uno se aparta, de un modo u otro, de la norma social. En tal te arrojada por el etiquetamiento al campo de lo visible. Se veri-
caso, uno se ve confrontado a la mirada del otro. Existen nume- fica, efectivamente, que el saber y el eso a ver sobre una persona
rosas razones para ser arrojado a la gran bolsa de aquellos que se son finalmente compartidos y aceptados por esa persona que es
desvían de la norma y para ser, de hecho, expuesto a la mirada pú- objeto de la mirada y del saber. Explícitamente o no, esa persona
blica: un accidente que lo deja a uno discapacitado, un delito, una sabe que la sociedad espera de ella una identificación con su

r gran dificultad para organizar su vida, una enfermedad genética...


u na vez más, el problema es que al ver una etiqueta, cree-
"~ íl) mos: e.quivocada~ente, sa~erlo todo d,.e ~quel .que la porta. En
etiqueta, pero no de manera recalcitrante porque entonces no
podrían ayudarla. Frente al etiquetami~nto y al saber normaliza-
dor, el único medio de resistencia para aquel que quiere existir
~ j[ la chmca de la tnsteza soCial,. en la chmca pst, el proyecto de como persona implica muy a menudo una violencia sintomáti-
¡I
lj\ es~ucha y de ayuda,. d.ebe pasar por un trabajo previo sob:e uno ca hacia los otros, hacia su propio medio y hacia sí mismo.
\~mismo cuyo propostto es no ver en la persona una etiqueta. Perola.his..toria muestra · -
nue es sobre todó
_...,................,:J...:.._,,. . _...,,."-"'~•:
--- - ...-.......................,._
la acción colectiva
""'."'....,'~.,,.,..,..,...,_,_...,..,,.,.,..,,.,.,...,...;..,.,.,~ .....,v.•~, ~.,._.. . ., ,,,.,.....,h~"'"",,._.-.;,.,-:-·"'-"'"-
........,,....,...,.,...,_... .... .. ..

-- Pero eso no es en absoluto suficiente, hay que ir más allá y ayu- lo que permite escapar al determi11ismo de.Jª"..~tÜlY~~a. Esto es
dar al otro, al individuo o a la familia, a despegarse de esa eti- tlaro par~ "Gs-<llversa·;";;;I~;ri;~-~;;-~f~;¡~~·q~e han cambiado de
queta con la que ·a menudo se identifica y que a veces asimila a lugar en el dispositivo de la norma social por medio deljuego de
un modo de estar en el mundo. la resistencia-construcción. Es por ejemplo el caso de las comu-
nidades homosexuales objeto del discurso y de la mirada, objeto
13
Juego d,~,palabras entre le savoir (el saber) y le fª avoir (el eso a ver) [N. del T.]. de represión y de tratamiento (para su . h.l~n ... ), objeto de tentati-
vas de exterminio, los grupos homosexuales figuraban entre esos
84 Las pasiones tristes Ética y etiqueta 85

visibles. Cuando alguien era identificado como homosexual, esa ta. El sordo no se define por la falta, es un ser humano que
etiqueta lo volvía visible, era clasificado en referencia a la mirada percibe y habita un medioambiente diferente al del oyente. La
normal: sus actos eran interpretados como síntomas y esos sín- lengua de señas no es una especie de muleta que reemplazaría a
tomas instalaban a la persona en una unidimensionalidad pato·· la maravillosa lengua de los oyentes; es simplemente una lengua
lógica que permitía tener un saber sobre ella y sobre su destino. diferente. Y, como todo el mundo sabe, una lengua no es una
\ Y lejos de buscar establecer un saber compartido con la persona simple herramienta de comunicación, es también una combi-
\ en cuestión, la etiqueta la invalida como sujeto del discurso: hay natoria pensante y creadora de conceptos, de perceptos y de afee=
l quienes saben en lugar de ella. tos que le son propios.
Esta es la lógica que los homosexuales consiguieron romper En este sentido, la integración social de los sordos no debe
con sus luchas, sus trabajos y sus escritos. Se han transformado pensarse como un favor de parte de los normales para con los
poco a poco en sujetos del discurso, criticando y desplazando la pobres deficientes. Se trata más bien de una ampliación del mun-
norma heterosexual dominante. Pero al tqmar la palabra y ex- do por obra de una sensibilidad conceptual, artística y huma-
presarse, este grupo no se vuelve más dar6 o más transparente. na suplementaria: combinada con la cultura dominante no
Por eI contrario, ese cambio les permite ser vistos en su multi .. sorda, la cultura sorda enriquece a la sociedad. Así es como la
plicidad: para el grupo y para cada uno de los que lo componen, etiqueta sordo, que condenaba a la persona a un determinismo
esto significa que la sociedad les reconoce otra cosa, que no se estrecho (en el sentido de que, a la pregunta ¿qué es lo que un sordo
resume en una etiqueta, dado que la multiplicidad no se puede desea?, la respuesta normalizadora era desea oír), da lugar a una
limitar a un solo elemento que toma el lugar del todo. Paradóji- multiplicidad nueva y profusa. Allí donde el eso a ver, a propósito
camente, el hecho de comunicar les da el derecho a una cierta del sordo, nos hacía creer en un saber sobre él, aparece una opa-
privacidad y opacidad que son el fundamento concreto de toda cidad creadora.
objetividad en el discurso. A través de estos ejemplos, se comprende de qué modo la
El ejemplo afortunado y alegre de la cultura sorda ilustra bien etiqueta social es parte de una disciplina, de un esfuerzo perma-
esta dinámica. Es sabido que con frecuencia los sordos han sido nente por un ajuste a la norma, por una normalización. Al con-
duramente reprimidos: quince mil sordos fueron esterilizados trario, una sociedad democrática, no esclerosada, es una socie-
por los nazis, y otros conoci~ron la misma suerte en países de- dad en la que esas etiquetas, esas determinantes pueden evolu-
¡
mocráticos como Suecia o los Estados Unidos; su lengua, con- cionar, cambiar y desaparecer. Es en ese punto donde se juega
sistente en señas, fue prohibida, y en el mejor de los casos se les '
11
una buena parte del destino de nuestras sociedades occidenta-
proponía la oralización con el fin de acceder al estatuto de dismi- t! les, sobre su capacidad de ~~Ei~~i.E.M~}~_S:.-~.~ . !~.1!:!~~~.~.~ .g~. . ~~~~!!.!E.!.~:
nuidos aceptables y de imitadores de la norma. Al esgrimir la no- t -~~}G2.~--~~Q~.n~.s . m.últiI?k§..Y..,~.211trn.cii~!2r~2~-.E.2r..,§ª!?~r.~§,,..!.~~,~~:.
ción de cultura sorda, aquellos que se han enfrentado a esta nor-
malización nos han enseñado mucho. Por ejemplo que una sub-
jetividad perceptible, es decir un modo particular de percepción
¡ ci}~!1tifi~gs.
Es difícil para nuestros contemporáneos adherir a la
idea de que el aumento de los saberes científicos sobre la vida y
sobre las sociedades no debe reemplazar la multiplicidad. Pero
t f'
ddmundo, va a cons.tr:uir mia singularidad conceptual conc_re- esta última no de be ser comprendida como mi~tíguorancia que
i
¡
j
86 Las pasiones tristes Ética y etiqueta 87

va en el sentido de un oscurantismo, sino como kf2h~1~.!!-ª.~i9n cian _?-1 bá!:_Q-ª!.º-: ~l r~~~~!~~El!~~!~~-~-~Y~-~~!:.~. ~4.5-!~~~~~-~~-~-:­
de los saberes p~gdu~idos por la ciencia 1a técnica saberes ~~.ª Y.P..9..~~~-~~lifil2...lª-.?.~~!0.Y.~}l~ÜL\k n y_c:;.?.!rª?._ <;:~_l!~E~.~:
._(fo üfra.naturai~za. ·- Etimológicamente, la palabra bárbaro designa en el mundo
....,· s~·~·~os ciaros-: la resistencia a la ideología cientificista no se grecorromano a aquel que no posee la lengua, al que chapurrea.
opone a las prácticas científicas. Esa resistencia contribuye a su Por lo tanto no está capacitado para respetar lo~Jres Í!;!Ud-ª!!.!~!,1-
desarroHo puesto que las libera de la carga abusiva que las hace .!'.QS dtla Cl!ltt;t_!:?i. CQ!:lle lo que está prohibido, o en todo caso no
responsables del devenir de la sociedad. Nuestras sociedades come de manera civilizada; sus E~J-~~~5?!1C.~ .~e~uales_o la manera
viven hoy un evidente déficit de pensamiento y de sentido; pero no de utilizar sus órganos genitales no son normales y no posee la
\ se trata de acusar a la ciencia y a la técnica de robar o de mono- len~a....de la civilización (por extensión, se dirá que no posee
1 polizar este pensamiento, este sentido. Más bien h~Y..9..1¿,~~~§?:.:
"'f""""_',,,,__
una le.n gua en absoluto). Pero el bárbaro no es solamente aquel
rrollar los lazos y I~~ práctic~s q11e :penrlite11 ~lef1:ar ese vacío y que amenaza las fronteras de la civilización, es también aquel que,

.3~0.-~~~t~~~f~fR~;~~Í!t~~~j!i·~~i;~~~ren··~· prohibicio-. en el seno mismo de la civilización, no se adapta ni puede asumir


la norma social que ella impone; al mismo tiempo, es aquel que
nes fundantes de cada cultura, debemos comprender que -~~i~l!::. disfruta de cosas no permitidas~ sin límites y sin control.
.~!~.~~?fl?fü~ª-· -~-º!.?:,m.~nl~ . m.~~anis.n1Qs__y_.qne._~_sQ__!1_QJJQ~-~~m~-~~-- ,. .. Desde este punto de vista, toda persona desviada o anormal
absoluto de reflexionar sobre ellos.
0 . ,, _., ... •-..., · -· ,,_. ,. •'"''' ~' oV,•;, .• ,.,, , , ,, ..... ,.~o .. ~,,, ,, _ ,,, ' ·'-, ,,,, _.,,, ,,,, ,.• ,r•~ - '' " " .. ' ~"·"" ~-,~ ..... , -~••,M• - • .,,.,_.,._, ....... , .,.......,_M· ·· •,, ..., •. , ~--· -..· ~. • - ... ,_
será, corno el bárbaro, sospechosa de no saber controlar su goce.
0

O bien se considerará que debería abandonar todos los goces.


La cultura se define muy claramente por este encierro del goce
Inventar una dínka de fa mu.hipiiddad que no es respetado ni por el bárbaro, ni por el desviado (eviden-
temente las razones de uno y otro para no respetarlo son muy
Si calificamos el territorio de lo real de continente negro, de espa- diferentes). Aquel que de por sí está poco habituado al mundo !
cio inaccesible a las luces, podemos decir entonces que la edu- de lo psicosocial habrá reconocido en estas tres desviaciones (re la• j
cación, la reeducación, la cura, la normalización (llámeselo como cionadas con el alimento, el sex_o y la palabra) los rasgos de base 1
se quiera) toman parte en la conquista ~elcontinente ~egro, territo- que sirven para calificar; en nuestra cultura, a todos los desviados \
rio a C01Jflf!.Í~~~tRP.t.Y.Pf±t:.(l"!ª.S. .·fü~efLª-~-Jqfª-~~~ "b"iéñ.l;~~;;;;q;ista"' iael, y enfermos.
·aerco~tiriente negro es una de las metáforas para ·designar esa acti- Por supuesto, el discapacitado puede hablar, al igual que el
tud (demasiado vista y demasiado repetida) de las ~ociedades de · psicótico; pero su palabra, atrapada por los planes de lectura y
la norma, de la vigilancia y el castigo, frente al otro de la razón. por la etiqueta, _y~~~Q;,~LgªJ~~~E.ª2...§.~--~2!.?:.Y,!~E!E,,.~!'!"~.~-~!E::!?~:.:."
Ese otro podría ser, en el caso de la enfermedad mental, el loco Es esta posición disciplinaria la que, como profesionales, nos es-
o el marginal. En el seno de la educación, era el ignorante de la forzamos por superar radicalmente, con el fin de comenzar nues-
cultura dominante. El otro servía igualmente para aludir a la mujer, tra intervención allí donde termina la visión normalizadora.
identificada con un continente negro. En todo caso lo negro, Jo in- Nuestra clínica no parte de la clasificación para determinar im- w
accesible a la raz~:i P.~-~?._p~i_ c~-' -~~}? . ~l~~--11.~~S.~~~s:·:s-oef~dad~~ ~~~-- · posibilidades, apunta al contrario a descubrir, junto con aque- f

ll'
88
Las pasiones tristes Ética y etiqueta 89

Hos que nos consultan, las potencialidades que posee cada uno.
r{
caso. Por el contrario, hablamos y trabajamos con algo que no
O más bien aquellas que es susceptible de apropiarse una vez sabemos a ciencia cierta qué es, aun cuando no nos condena a
que la unidimensionaiidad de la etiqueta es dejada de lado y una subjetividad agnóstica: esas hipótesis pueden ser productivas (si
sobreviene la multiplicidad. Es al mismo tiempo una clínica del las aplicamos al trabajo profesional, se revelan satisfactorias).
compromiso: no podemos acompañar a aquel que nos consulta Queda que el paciente nos hable de lo que se supone que
en una verdadera superación de su unidimensionalidad si nos debemos considerar un síntoma, o de lo contrario debemos iden-
quedamos tranquilamente escondidos detrás de nuestra propia . tificar por diversos medios aquello que en nuestro saber se lla-
etiqueta de técnicos.
ma síntoma. Pero es allí donde otro problema comienza: ¿qué
Esto no implica en absoluto que el profesional olvide los hacer con ese síntoma? ¿Hay que procurar hacerlo desaparecer
saberes y las técnicas que le son propias, o que establezca falsas a toda costa? La respuesta no es tan evidente. En efecto, Jg_g:g_~-­
simetrías con e1 paciente. Pero se trata sí de adentrarse con él en el pacÍente ~ede llamar síntoma es al mismo tiempo un ele-
un camino común del que conocemos t~l vez algunos trazos,
l -~e::!?.~--á~!Eil!ii49-Iiiiii9.i!iiii.~~-:.~ct~:j; _
_ q~~~---AQ·~;-!I9~·~PQ~ifªm.~$
pero del que ignoramos (aceptamos ignórar) la dirección del
trayecto. l_l~~E-~!-~!?-l_l!l:ª-J1~rª._ qi.~~.gl..Qº-ª.L~~--~º-ef2.A~-~~fqr,,~11.~J . ~1:'..':!_qp_L~~~
.!
dasein (según el término de Heidegger). Eso significa que no se
pueoehablar de una persona hipotéticamente sana, a la que se
El síntoma y el modo de §er habrían incorporado una serie de síntomas.
Por eso es que nuestra preocupación principal no será en
ningún caso eliminar esos síntomas lo más rápido posible, sino
Aquellos que nos consultan llegan a nosotros más o menos li- más bien intentar comprender su sentido en el seno de la mul-
bremente; incluso si la mayoría de las veces vienen por propia tiplicidacl-Jelapersona. Di~ho..<l.~t;;-;;~~~;~-s·e-trata· -cre ·t0~;~· , .
iniciativa, es difícil saber en qué medida su consulta no es pro-
ducida de manera normalizadora e imperativa. Las personas que
como puñtOae partioa, en nuestra clínica, el famoso principio
existencialista que enunciaba Sartre: "La existencia precede a la
llegan a nuestros consultorios se quejan de uno o de varios sín- esencia". La multiplicidad de la existencia, siempre contradicto-
tomas molestos y nos piden que por favor les ayudemos a des- ria y compleja, precede (sin reducirse nunca a una etiqueta) al
embarazarse de ellos para poder seguir viviendo. En principio, síntoma o al carácter único que, una vez reconocido, reduciría a
esto parece algo totalmente banal, salvo porque los síntomas psi cambio a la persona a un elemento-esencia (es una anoréxica, un
no se comparan con los de una apendicitis aguda (y aquí ni si- esquizofrénico, etcétera).
. ~--
quiera hablamos de los síntomas ligados al malestar social y que Vayamos más lejos todavía: contrariamente a lo que creen
nosotros clasificamos como psicológicos).
ciertos psicólogos, el hecho de que un síntoma sea realmente
El saber psi trabaja fundamentalmente con metáforas, con molesto para un paciente y que él afirme sinceramente querer
hipótesis metafóricas, pues los conceptos y categorías que des- eliminarlo no autoriza para nada a concluir que la multiplicidad
criben el funcionamiento psíquico de una persona no existen en contradictoria que lo constituye desee realmente deshacerse de
un en sí del que bastaría tomarlos para luego aplicarlos a cada él. Por eso es que no debemos tomar a la gente al pie de la letra: aun
90 Las pasiones tristes É'tica y etiqueta 91

si todo lo que dicen es digno deje, nunca es todo lo que pueden contaba un psiquiatra muy conocido, cuando se iniciaba en Fran-
decir. Todos conocemos personas toxicómanas o alcohólicas que cia el trabajo llamado de integración de los discapacitados en el
incesantemente repiten actos que les son perniciosos mientras ámbito escolar. La niña hacía cinco o seis crisis por día y, des-
afirman sinceramente que quieren abandonarlos ... Pero no hay pués de que se integró en una escuela primaria, el número de
que dejarse llevar a la posición simplista de creer que, puesto sus crisis se redujo a la mitad. Era un muy buen resultado, por
que ha sido dicho sinceramente, ese enunciado compromete al supuesto. Pero desde nuestro punto de vista, la integración de-
conjunto de la persona en su multiplicidad. bería consistir también en que la escuela pudiera incluirla, cual-
r-;<: Esta posición le parecerá incómoda a los psicólogos que de- quiera fuese la evolución del número de sus crisis, aun en el
r seen poseer un poder (el de curar) sobre sus pacientes. Pero una caso de que estas aumentasen. Deseamos una escuela en la que
clínica de la situación se desarrolla justamente a partir de una

j
no se trate de serfuerte, sino de no ser ni fuerte ni débil (sino de
exigencia de creación de una base común con nuestros pacientes, asumii· juntos la fragilidad propia de la vida).
' un trabajo de co-pensamiento, que desde. el comienzo nos im- Desde nuestro punto de vista, tanto la integración como la
).\{.,,¡, pide estar en la posición del sujeto frentd a su objeto a reparar.
cura pasan por la puesta en multiplicidad de la persona. Esta puesta
El trabajo terapéutico en psiquiatría no puede apuntar ala mera en multipl1cidad no concierne únicamente a ·aquellos que tie-
supresión de los síntomas (más allá de algunos casos precisos, nen problemas, pues también sería preciso que aquellos que se
¿acaso podría hacerlo?). Debe tener en cuenta !a multiplicidad consideran normales pudieran por fin abandonar, con un gran
inherente a todo sujeto y el lugar que el síntoma tiene en ella. alivio, esa terrible y dolorosa etiqueta del normal, con el fin de
Sin embargo esto no implica (puntualicémoslo) descuidar . poder asumir y habitar las múltiples dimensiones de la fragili-
la molestia que puede constituir el síntoma, como lo expresa a·· dad. En nuestras sociedades de la dureza y de las pasiones tristes ..~
contrario sensu un chiste que se cuenta en Francia y en la Argenti- nos interrogamos .sobre el fracaso de aquellos a quienes llama-
na (donde la práctica del psicoanálisis está muy difundida). Es la mos débiles, cuando, nos parece, deberíamos cuestionarnos un poco
historia de dos amigos, uno de los cuales le dice al otro: "iHace diez más sobre aquello que se reconoce como el triurifo y el éxito.
años que estás en análisis!". Y el otro le responde: "Sí, pasó que Esto se suma a lo que exponíamo~ a propósito del ideal de . i
todavía me hacía pis en la cama a los cuarenta años y fui a consultar dominación. Ahí donde nadie mira, en ese límite de la norma, i
con alguien". Intrigado, su amigo le pregunta: "Y ahora, después de hay una serie de seres humanos que viven permanentemente en
diez años, ¿qué pasa?". Y el otro le explica: "Por supuesto que me el temor de tener que ser fuertes, estar a la altura. Triunfar en las
sigo haciendo pis en la cama, ipero ahora no me importa!". sociedades de la tristeza es por lo menos igual de grave que fra-
De modo que no se trata para nada de hacer la apología de casar: implica siempre pagar el precio de la tristeza, de la dureza
una ausencia de cambio en nuestros pacientes, sino de cuestio- y de pasar por alto la angustia de encontrarse uno mismo inclui-
narnos como profesionales sobre el sentido de ese cambio ne- do algún día en el lote de las personas que revelan unafalla. Triunfar
cesario y sobre su fundamento. Para ilustrar este punto, evo- supone alejarse de las propias dimensiones de fragilidad y de com-
quemos la historia verídica -a diferencia de la del paciente en u- plejidad. Yfracasar es ahogarse en la amargura de los sentimientos
rético- de una niña epiléptica, que hace unos diez-'•años nos de revancha y de envidia, las dos caras de una misma moneda.
93
Las pasiones tristes
Ética y etiqueta
92

escrito además una serie de cuadernos en los que explicaba la


El caso del señor emperador vida en Orbuania. Les había dado a leer esos cuadernos a sus
profesores. Al igual que los padres, consideraban que incluso si
El ejemplo de un paciente con el cual uno de los autores de este el niño estaba un poquito obsesionado con su historia, no era
libro, Miguel Benasayag, compartió muchos años de trabajo, de otra cosa que la expresión de un niño que dc::.ja trabajar mucho
pensamientos y de emociones contribuirá tal vez a explicitar lo su imaginación ...
que intentamos exponer aquí. (El siguiente pasaje estará, nece= Es necesario puntualizar que Marc había revelado, en el cur···
sariamente, escrito en primera persona). so de pruebas en el hospital, una inteligencia superior. Y les ha-
Hace años, Marc, de diez años de edad, vino a una consulta bía dicho a los psicólogos que le habían realizado los tests que
en el hospital. Como ocurre con frecuencia, aquel niño preocu- deseaba hablar sobre su imperio con alguien, pero que no de-
paba mucho a su entorno: la consulta estaba motivada por una seaba ser tratado psicológicaniente. Yo le pregunté por qué. Desde
mala experiencia en la colonia de vacaciones, en la que un com- lo alto de sus diez años, me respondió que los psicólogos son
portamiento, que hasta entonces había p~sado más o menos in- gente que no entiende nada de las cosas, que lo interpretan todo
advertido, había explotado. ~ y que él hque quería era hablar, pero de una manera más com~
Un lunes por la mañana, recibo a este joven con sus padres, pleja y más profunda, con un adulto que no lo catalogara.
muy preocupados (como la mayoría de los padres que acompa- Yo no daba crédito a mis oídos: este niño me decía que no
ñan a su hijo al consultorio de un psiquiatra, su angustia se ve quería ser tratado como un síntoma. Me decía muy claramente
redoblada por el temor implícito de ser juzgados: ¿somos buenos que deseaba hablar, pero que dicha conversación no debía caer
padres?; ¿no se nos considerará como a gente que nd ha sabido educar a en un reduccionismo técnico. Le dije _inmediatamente que yo
sus hijos, al punto de que la sociedad, para su bien, ahora tendrá que era un psi, pero que también era filósofo, que su historia me
ocuparse de ellos?). Me cuentan que todo comenzó en la colonia interesaba mucho y que de veras quería hablar con él, pero que
de vacaciones, donde Marc se negaba a bañarse delante de otros no comprendía del todo por qué él quería hablar con alguien.
niños. Luego, Marc me explica que, también en su casa, él se Pienso que al principio el deseo de comunicar su visión prove-
ducha vestido (con una especie de combinación) y que se enja- nía de dos razones muy distintas: por ·un lado, la gente reaccio-
bona a través de una tela muy fina. Me explica que los coordina;.. naba mal cuando él les hablaba de su imperio; y por otro lado,
dores de la colonia se habían inquietado mucho por lo que él como no todo estaba claro para él en esta historia, la opinión de
contaba ... alguien que no lo juzgara le sería inestimable. Ese fue nuestro
Marc explicaba, continúa la madre, que él es el emperador primer acuerdo, que permaneció intacto durante más de diez
de un planeta que se llama Orbuania y que, en tanto que empe- años de trabajo compartido y de mutua amistad.
rador de ese planeta, viene todos los días a la Tierra a observar. El señor emperador, así es como muy pronto empecé a llamar-
Pero todas las noches abandona su cuerpo y viaja a su planeta lo. Se había convertido en su nombre, o más bien su sobrenom-
donde continúa viviendo su vida normal de emperador. Les pre- bre, que él aceptaba con un cierto placer (y yo no era el único
gunto entonces a· los padres si Marc ya les había hablado antes que lo llamaba así). Las secretarias, al verlo llegar para su hora
de todo eso, y me responden que sí, naturalmente. Marc había
94 Las pasiones tristes Ética y etiqueta 95

de conversación (ya que eso no fue nunca una sesión), lo salu- Un día viví un episodio bastante cómico con el emperador.
daban, sin ningún tipo de burla, diciéndole: "iBuen día, señor Era una tarde de verano y hacía mucho calor en el consultorio;
emperador!". recibí a Marc y le propuse ir a beber algo en el bar, lo cual era
Poco a poco, Marc me iba contando sobre su planeta. Tam- una cosa bastante corriente. Cuando estábamos en el bar, vie=
bién hablábamos de la dificultad de vivir en la Tierra, una difi- nen a tomar el pedido y yo pregunto: "¿Qué va a tomar, señor
cultad que en muchos puntos compartíamos (con la desventaja emperador?". Él responde y, cuando se van con nuestra orden,
para mí de que, contrariamente a él, yo ni siquiera soy empe- me dice con un tono un tanto protector: "¿sabe, Benasayag . . . ?
rador durante algunas horas al día). Desde las primeras se- A mí no me molesta para nada, pero si usted me sigue llamando
siones, le pregunté lo que pensaba de la realidad de Orbua- así en públi~o, lo van a terminar por creer un poquito trastorna-
nia. Él desarrolló al respecto una teoría que no cambió jamás do"; y acompañó su afirmación con un gesto inc·onfundible del
en el curso de los años, incluso si con el tiempo se fue afi- índice girando sobre sí mismo cerca de la sien ... Así, poco a poco
nando. Orbuania y sus constelaciones, los otros planetas que yo aprendía a darme cuenta de cuándo podía llamarlo sefi.or
dependían de su imperio, así como los entmigos de este, exis- emperador. Y por su parte él aprendía, tal vez al mismo tiempo
tían realmente, pero él no podía demostrarlo. Entonces me que me lo enseñaba, que no todo el mundo puede oír las intere-
proponía pensar la existencia de su imperio como la apuesta santes informaciones sobre su planeta, por la buena y simple
de Pascal a propósito de la existencia de Dios. iDeben imagi- razon" t
ae que muy poca gente esta,, en cond..
ic10nes d e compren-
narse mi asombro (y no iba a ser el último) cuando oía seme- der, para empezar, los Pensamientos de Pascal. ..
jante argumento de labios de un niño de esa edad! La reali- Esta historia no nos debe hacer olvidar lo que todavía no se
dad de Orbuania no dependía de una creencia personal, sino ha dicho: que Marc no fue jamás medicado, que jamás fue hos-
del nivel de existencia determinado por la necesidad de que ese pitalizado.en psiquiatría, ni etiquetado, que tampoco fue nunca
objeto existiera... objeto de un programa de integración ... Sólo cuando entró en la
Algunos años más tarde, cuando Marc comenzaba a tener el École Normale Supérieure, después de haber hecho matemáti-
perfil del matemático que es hoy, vino en calidad de oyente a ca superior y la especialización en mat_emática, y cuando yo le
unas reuniones que yo coordinaba con dos investigadores (uno aconsejé que se dedicara sobre todo a la investigación y no tanto
matemático, el otro físico), a propósito de un libro de lógica a la enseñanza, compartió mi opinión y siguió mi consejo.
matemática. Entre los asuntos que abordábamos, estaba el pro- En un momento de esta historia con Marc, le propuse hacer
blema ontológico del estatuto de existencia del objeto de la cien- una pequeña película en la que explicara su imperio, los delica-
cia. El emperador daba su opinión sobre los teoremas funda- dos mecanismos de ese mundo en el que los dos sexos no se
mentales de Godel y de Cohen, entre otros. Y, siempre que era distinguen por ningún signo exterior, siendo uno y el otro idén-
posible, daba noticias de Orbuania, lo cual evidentemente inte- ticamente lisos, donde el partido mayoritario es misógino, don-
resaba en el más alto grado a mis cómplices científicos, incapa- de las mujeres (que él era el único que podía identificar) eran
ces por su parte de definir lo que existe o no, e incluso de saber genéticamente inferiores a los hombres, donde el imperio sub-
más o menos lo que esa palabra significa. vencionaba a los miembros de un partido anarquista como si
Ética y etiqueta 97
96 Las pasiones tristes

siona al otro en su etiqueta. A partir de esa base común, pode-


fuesen payasos oficiales ... Contrariamente a lo que se podría
mos pasar a un trabajo global de descubrimiento y de desarrollo
creer, los relatos de Orbuania no se parecían en nada a una no-
de las posibilidades, de los potenciales.
vela de ciencia ficción. El emperador me contaba con el correr
Al referirnos a Blaise Pascal, ese filósofo tan apreciado en
de los años detalles sobre la circulación vehicular, los impues-
Orbuania, podemos decir que, en la terapia de situación, nos em-
tos, la educación, entre otras cosas. Y me informaba de las in-
barcamos. Desarrollar los posibles no es otra cosa que el proyecto
terminables guerras y conflictos que su imperio mantenía con
de la ética de Spinoza, puesto que (contrariamente a una clínica
sus colonias, porque el señor emperador realmente no era un
del síntoma, que sabe en el lugar del otro) nosotros partimos
izquierdista...
del principio central de laÉtU:a: "Nunca sabemos lo que un cuer-
Le interesó mucho hacer un documental, pero como siem-
po puede". Ya lo hemos explicado, ese no saber no representa en
pre había que ponerse de acuerdo en un punto: no utilizar ese
absoluto una .ignorancia; por el contrario, permite el desarrollo ~¡
film como material psi. Podía ser mostrado a filósofos, antropó-
de todos los saberes y de todos los deseos, porque no condena al 1
logos u otros intelectuales, pero en ningúp caso a técnicos que
no verían en él otra cosa que síntomas, que no verían, según los
otro a su síntoma-etiqueta. _j
Hoy, Marc sigue siendo emperador pero, como en el chiste
términos de Marc, nada.
del hombre que se hace pis en la cama, eso no le molesta ... Por-
Podemos enunciar la base del trabajo con Marca través de
que, en tanto que investigad9r e intelectual, en tanto que hom~
afgunos principios. Para empezar, se trata de decir claramente
bre, él no es solamente el emperador de Orbuania... ¿y quién
que la gente que nos consulta está muy bien tal comó es. No
sabe? Tal vez algún día, en una noche primaveral clara y fresca,
son personas con defectos de fabricación: son como son y, juntos,
echado en mi cama, haré por fin ese viaje a Orbuania, a ese
tratamos de ver cómo pueden descubrir sus potencialidades,
planeta donde no sólo tengo a un amigo, sino a alguien que allí
cómo pueden ser no solamente emperadores sino también otra cosa
es realmente muy influyente ...
como, en el caso de Marc, investigadores matemáticos por ejem-
plo, o, como en el de Julien, de quien hablaremos más adelan-
te 14, músicos.
Nuestro trabajo p-qed.é? h?-c:erse eµ una puesta entre parénte~
sis de una parte de la realidad, con el fin de construir con nues-
tros pacientes esa base común a partir de la cual es posible co-
menzar a integrar, a construir y a caminar. Una clínica de la situa-
ción es un trabajo de liberación del potencial, de los potenciales
presentados por Spinoza como las pasiones alegres. Se trata de evitar . {

el camino de la tristeza, el de un saber normalizador que apri-

14
Ver capítulo 8.

Das könnte Ihnen auch gefallen