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MEDIO: Estudinero
Siguiendo este razonamiento, cada interacción que involucre dinero de manera directa o
indirecta pertenece al universo de las finanzas personales, desde pasar la tarjeta por el
molinete del subte a la mañana cuando salimos rumbo al trabajo hasta lo que elegimos
de cenar a la noche antes de acostarnos. De lo dicho se desprende que las finanzas
personales están presentes de manera recurrente en nuestra cotidianidad, mientras que
las finanzas patrimoniales sólo "aparecen" unas pocas veces al mes, o incluso al año,
cuando se toman decisiones de inversión que involucran el patrimonio de una persona.
Pero que exista esta diferencia entre ambas no quiere decir que las mismas no estén
intrínsecamente relacionadas: salvo que hayamos recibido una herencia o ganado la
lotería, es imposible "pasar" a las finanzas patrimoniales sin haber aprendido a manejar
antes las finanzas personales. Y aún en el caso de haber tenido padres millonarios o de
haber tenido la suerte de acertar la boleta ganadora del Quini, el desconocimiento de las
finanzas personales puede poner en riesgo rápidamente a las finanzas patrimoniales,
deglutiendo los recursos (patrimonio) que la misma ofrece en post de mantener a flote
la economía doméstica y cotidiana.
Recibimos nuestro sueldo o ingreso todos los meses, cumplimos con los gastos que
tengamos y lo que sobra (si es que sobra algo) lo ahorramos. Pero al mismo tiempo, si G
es mayor a I (es decir, el gasto es mayor al ingreso) entonces A (ahorro) será negativo.
¿Qué quiere decir que A sea negativo? Simple: que necesitamos echar mano a ahorros
para poder cumplir con nuestros gastos o que, en caso de no poseer los mismos, nos
estamos endeudando.
Pero sin complicarnos demasiado y siguiendo siempre las reglas más simple de las
matemáticas, las variables que forman parte de una identidad o ecuación como la
presentada pueden pasar de una lado al otro del signo igual siempre y cuando cambien
su condición de positivo a negativo o viceversa al hacerlo. En dicha identidad, A es
positivo, al igual que I, mientras que G es negativo (porque está precedida del signo
menos).
Sabiendo esta sencilla regla, vamos a realizar una simple operación que consiste en
despejar dos de las variables, es decir, pasarlas de un lado a otro cambiando a su vez el
signo: A, que está en la izquierda y con signo positivo, pasará a la derecha con signo
negativo, y G que está en la izquierda con signo negativo pasará a la derecha con signo
positivo. La ecuación queda entonces de la siguiente forma:
Resumiendo: el gasto está ahora subordinado a lo que queda luego de haber separado
una parte del ingreso para el ahorro. Nos estamos pagando primero a nosotros (al
ahorrar) para recién luego de ello cancelar pagos con terceros asumiendo el gasto
mensual. Ese ahorro que ahora existirá mes a mes formará la base del patrimonio, que
dará nacimiento a las finanzas patrimoniales.
¿De cuánto tendrá que ser ese ahorro? Se recomienda al menos el 10% del ingreso, pero
el no poder llegar a ese porcentual no será excusa suficiente para transformarlo en cero:
cualquier ahorro positivo, aunque sea del 2% del ingreso, también sirve y es deseable
para lo que viene.
Las opciones de inversión son amplias y variadas, y así como analizamos antes la
ecuación de las finanzas personales, en las finanzas patrimoniales existen dos claves
fundamentales a tener en cuenta:
Los flujos de fondos que provendrán de la inversión del patrimonio se encuentran ahora
en un futuro incierto, y por ello cuando hablamos de rendimientos tenemos que hablar
de "rendimiento esperado". No existe en finanzas ningún patrimonio que nos ofrezca
flujos futuros de fondos que sean 100% ciertos; siempre algún riesgo existirá.
El axioma inquebrantable que existe en las finanzas patrimoniales tiene que ver con que
a mayor rentabilidad esperada, mayor será el riesgo, lo que traducido quiere decir que
mientras más alta sea la tasa o monto de rendimiento prometido, mayor riesgo estará
asumiendo el inversor.
2) Conflicto de interés:
Aquí es cuando entra en juego la codicia, que es una emoción que nos puede estimular a
tomar mayor riesgo del que deberíamos cegados por la tentación de ganar dinero fácil y
rápido: si ello sucede nuestro patrimonio podrá evaporarse rápidamente, de un día para
el otro.
Un buen consejo para reducir el riesgo es diversificar entre distintas inversiones que
tengan una baja correlación entre sí.
Pero debemos tener en claro que no se trata de eliminar el riesgo, que siempre existe
aún cuando no hacemos nada (y, en nuestro país, se incrementa incluso ante la
pasividad financiera), sino de aprender a convivir y manejar el mismo.
El conflicto de interés que emerge aquí tiene que ver con que el ejecutivo de cuenta o
asesor financiero que elijamos tendrá como objetivo incrementar sus propios ingresos,
que estará en función de los productos del banco que nos pueda vender, mientras que el
nuestro será incrementar el patrimonio y los flujos provenientes del mismo gracias a la
inversión que habremos de realizar.
Por consiguiente, no nos queda otra que involucrarnos en este juego asumiendo la
responsabilidad en cuanto a la toma de decisiones, yendo de a poco y ganando
experiencia en el camino.
Los argumentos aquí expuestos tienen como fin guiar al lector al acceso de ese camino y
equiparlo con un "GPS" para que pueda transitar esta senda con mayor seguridad.