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3 de octubre del 2003

Las multinacionales invadieron ya

Alimentos “corporgánicos”
Carmelo Ruiz Marrero
Masiosare

Erase una vez que estos productos sólo eran cultivados por pequeños
agricultores, hasta que los agrogigantes se dieron cuenta del creciente
mercado potencial y les hicieron cosquillas los bolsillos.
Hoy, gracias a esto, hay anaqueles completos de productos orgánicos en
los supermercados estadunidenses y europeos. Una victoria del
consumidor, se diría. El mercado, sin embargo, es acaparado por las
multinacionales. ¿Y eso qué tiene de malo? ¿Acaso los ecologistas no
querían que este sector prosperara?
Para muchos, lo orgánico es más que la mera ausencia de pesticidas en los
alimentos. La agricultura orgánica es una filosofía socio-ecologista, un
proyecto socio-económico alternativo que ayuda directamente al pequeño
agricultor y revitaliza a las comunidades rurales; y que debe crear
alternativas al mercado global controlado por las grandes corporaciones

Uno de los mas alentadores procesos que se están dando en torno a la


problemática ambiental es el auge de la agricultura orgánica. Entiéndase como
orgánica la agricultura que no usa agroquímicos sintéticos tóxicos, como pesticidas
y herbicidas, u organismos genéticamente alterados.

Que el agroempresario escéptico que crea que esto es sólo una moda pasajera, que
no pasa de ser un mercado pequeño y especializado, sepa que las ventas de
productos orgánicos en Estados Unidos aumentan 20% cada año, y en Europa la
cifra es igual o mayor. Ningún otro sector agrícola en el mundo goza de una tasa de
crecimiento similar.

El movimiento orgánico comenzó con agricultores pequeños vendiendo productos


frescos en mercados locales, pero en años recientes, grandes corporaciones
agroindustriales, como ADM, ConAgra y General Mills, han comenzado a añadir
productos orgánicos a sus líneas de producción, y cadenas de supermercados han
comenzado a ofrecerlos en sus anaqueles. Llamémoslos alimentos corporgánicos:

productos orgánicos hechos por corporaciones transnacionales.

Algunos dirán que eso es bueno, y que tal aceptación por parte de las grandes
corporaciones ayudará a que los productos de la agricultura orgánica lleguen a más
consumidores. Pero quienes tienen una óptica progresista son escépticos, ya que
temen que las transnacionales invadan y se adueñen de la agricultura orgánica. ¿Y
eso qué tiene de malo? ¿Acaso los ecologistas no queríamos que esta nueva
agricultura creciera y prosperara? ¿No será este escepticismo producto de un
sectarismo ultraizquierdoso? Para tener elementos de juicio, veamos unos ejemplos
concretos de la corporatización de la agricultura orgánica.

La invasión de las transnacionales

Miembros de la cooperativa de alimentos orgánicos Greenstar en Ithaca, Estados


Unidos, han investigado cómo las transnacionales se han ido apropiando de la
agricultura orgánica y publicaron sus hallazgos en la página de internet
corporganics.org. La información que encontraron, resumida en el informe What we
need to know about the corporate takeover of the "organic" food market (Lo que
necesitamos saber sobre la invasión de las corporaciones del mercado de alimentos
"orgánicos"), escrito por Paul Glover y Carole Resnick, deja a cualquiera
anonadado.

Hain es un nombre familiar para los vendedores y consumidores de productos


orgánicos. Esta corporación es dueña de muchas marcas que aparentan ser
empresas independientes, como Bearitos (chips de maíz), Bread Shop (granola),
Celestial Seasonings (té), Health Valley, y otras más.

Pero a pesar de que Hain Food Group es en sí un gigante del negocio orgánico,
tiene dueños más grandes aún. Informan Glover y Resnick que sus inversionistas
principales son fondos mutuos, compañías matrices y corporaciones como el
conglomerado tabaquero Philip Morris; Monsanto, empresa productora de cultivos
genéticamente alterados; Citigroup, compañía matriz de Citibank; la petrolera
Exxon-Mobil; el gigante del menudeo Wal-Mart; y la firma armamentista Lockheed
Martin. Y en septiembre de 1999 la empresa procesadora de alimentos H.J. Heinz
compró casi 20% de las acciones de Hain.

Fresh Samantha, marca de jugos orgánicos, se fusionó con Odwalla en mayo de


2000. Y Odwalla pertenece a Coca-Cola como parte de su unidad Minute Maid.

Las hamburguesas vegetarianas orgánicas Boca Burger las hace Kraft, que es parte
de Philip Morris.

Arrowhead Water y Poland Spring Water, marcas de agua embotellada que se


venden en las tiendas de productos naturales, son subsidiarias de Nestle, compañía
que es objeto de un boicot internacional por sus deshonestas prácticas de
mercadeo, que han resultado en la muerte de millones de bebés en Africa.

La bebida de soya Silk Soy Drink es de la compañía White Wave, que es subsidiaria
de Dean Foods. Y los principales accionistas de Dean Foods son Microsoft, General
Electric, Citigroup, Pfizer, Philip Morris, Exxon-Mobil, Coca Cola, Wal-Mart, PepsiCo
y Home Depot.

Lo mismo ocurre con los productos lácteos orgánicos, seguramente el renglón más
lucrativo de la agricultura orgánica. Los productos lácteos orgánicos provienen de
vacas a las que no se les aplican antibióticos u hormonas de crecimiento, y que son
alimentadas con grano orgánico.

La marca Organic Cow comenzó como una red de pequeños ganaderos orgánicos en
Nueva Inglaterra. Pero la imagen de vacas felices en granjas familiares ya no se
ajusta a la realidad de Organic Cow porque ahora es parte de la corporación
Horizon, un gigante corporativo de 127 millones de dólares que controla 70% del
mercado de leche orgánica en Estados Unidos.

El autor Michael Pollan señala en un artículo en el Boulder Daily Camera (03/06/01)


que Horizon no hace a las vacas felices, no tiene nada que ver con pequeñas fincas
y ni siquiera está en Nueva Inglaterra. Su sede está en Colorado y sus fincas están
en el oeste del país. Estas fincas son "fincas fábricas", cada una con miles de vacas
que pasan sus vidas enteras encerradas en un cajón, comiendo grano (¡orgánico,
por supuesto!) y enchufadas tres veces al día a una máquina de ordeñar.

Otra marca orgánica preferida por los consumidores es Cascadian Farms. Esta
compañía vende comidas orgánicas congeladas tipo "TV dinner" (platillos
preparados). ¿Acaso los productos orgánicos congelados no son una contradicción
de términos? Sí lo son para los que creemos que para que un producto sea
etiquetado como orgánico debe ser fresco.

Dice Pollan que la lista de ingredientes de estos "TV dinners" es un desafío a la


definición de orgánico: natural chicken flavor [sabor pollo natural], high- oleic
safflower oil [aceite de cártamo con alto contenido oleico], guar and xanthan gum
[goma guar y xanthan], soy lecithin [lecitina de soya], carrageenan [carragenina] y
natural grill flavor (sabor parrilla natural). Este último aditivo es derivado de algo
llamado tapioca maltodextrin. La etiqueta asegura que casi todos estos ingredientes
son orgánicos; pero ese no es el punto. Los consumidores que prefieren productos
orgánicos los prefieren precisamente porque quieren evitar los alimentos con
aditivos, irrespectivamente de que sean aditivos artificiales o no.

Cascadian Farms es subsidiaria de Small Planet Foods, la cual es una división del
conglomerado de agronegocios y alimentos General Mills. Corporaciones como
General Mills son responsables del uso masivo de pesticidas, la ruina de
comunidades rurales y pequeños agricultores, y alimentos procesados de baja
calidad, precisamente las cosas que la agricultura orgánica busca cambiar. Además,
los principales inversionistas de General Mills incluyen a Philip Morris, Exxon-Mobil,
General Electric, Chevron, Nike, McDonald's, Monsanto, Dupont (pesticidas), Dow
Chemical (agente naranja y napalm) y PepsiCo.

En su artículo The Organic-Industrial Complex, Pollan presenta la carrera de Gene


Kahn como un buen ejemplo de la corporatización de la agricultura orgánica. En
1971 el joven Kahn, un hippie con conciencia ambiental, había dejado sus estudios
universitarios en Chicago para formar un colectivo para producir alimentos para
otros hippies con conciencia ambiental. En los años siguientes se convirtió en
campeón de la agricultura ecológica y contribuyó enormente a su aceptación en el
llamado "mainstream".

De su colectivo original surgió la ya mencionada firma Cascadian Farms. Hoy, esa


finca es una aldea Potemkin, una granja de relaciones públicas de General Mills,
dueña de Cascadia. Kahn, hippie idealista de los setenta, es ahora millonario y
vicepresidente de General Mills.

Una cuestión ética y moral

Para muchos activistas y consumidores de productos orgánicos, los datos


presentados causan consternación porque entienden que orgánico es mucho más
que la mera ausencia de pesticidas en los alimentos. Para ellos, la agricultura
orgánica es una filosofía socio-ecologista, un compromiso ético, un proyecto socio-
económico alternativo que ayuda directamente al pequeño agricultor y revitaliza a
las comunidades rurales. Más importante aún, entienden que debe crear
alternativas al mercado global controlado por las grandes corporaciones y los
gigantes de la venta al menudeo, y establecer un intercambio directo entre
agricultor y consumidor a nivel local.

Pero para algunos empresarios astutos, lo orgánico es simplemente un mercado


lucrativo.

Si el movimiento hacia una sociedad ecológica se vale solamente de un enfoque


meramente técnico, se degrada fácilmente en una fijación obsesiva con inventos
tecnológicos, como por ejemplo buscar nuevas formar de repeler plagas sin usar
pesticidas o mejorar la eficiencia de las fuentes energéticas renovables. Por
supuesto que esto no es malo. Pero el desarrollo de tecnologías ecológicas, ya sean
agrícolas, energéticas o para el tratamiento de aguas sucias, es positivo sólo
cuando es producto de una perspectiva social crítica del orden existente, con
valores morales, espirituales y ecológicos de carácter revolucionario.

Pero mientras la técnica sea lo único que una la teoría a la práctica, se degenera la
agroecología en un limbo tecnocrático, en el que los medios se convierten en fines
en sí mismos. Si no hay ideas sociales sólidas, si no hay una auténtica sensibilidad
ecológica o integridad moral, el cientificismo y el capitalismo acaban reclamando el
terreno duramente ganado por los movimientos ambientalistas alternativos y
contestatarios. Cuando esto ocurre, la ecología como amplia visión filosófica, que
busca la armonización de humanos y naturaleza, se degenera en un
"ambientalismo" tecnocrático que no es más que una subcategoría de la ingeniería.

No podemos mirar a la agricultura orgánica, o a ninguna otra técnica ecológica,


como si fuera una bala mágica que va a resolver por sí sola los males causados por
la sociedad antiecológica en que vivimos. La bala mágica simplifica todos nuestros
problemas, y pretende prescribir una sola solución a problemas variados y
disímiles. Fomenta la percepción de que existe un solo denominador común para
los fenómenos biológicos, psicológicos y sociales del mundo. El decir que la
agricultura orgánica (o la energía solar) es la solución, es tan regresivo como decir
que lo es la energía nuclear o la ingeniería genética. El decir que la agricultura
orgánica es la solución presupone una mentalidad que no cuestiona el aparato
industrial y las relaciones sociales basadas en la competencia y el lucro. La
agricultura orgánica no alterará para nada el grotesco desbalance con la naturaleza
si deja intactas a la corporación transnacional, las estructuras políticas
burocratizadas y centralizadas, y la racionalidad tecnocrática.

Si continúa este proceso de corporatización, la agricultura orgánica acabará siendo


innecesariamente complicada, controlada por burocracias, apropiada por
corporaciones, y centralizada institucionalmente. Una vez que esté centralizada,
exacerbará el enfermizo, burocratizado, arteriosclerótico y alienante sistema de
división del trabajo. Entonces no se podrá hacer agricultura orgánica sin la
intervención de legiones de políticos, burócratas y mal llamados consultores
ambientales de los que cobran un ojo de la cara y que sólo buscan acomodar los
recursos naturales a una sociedad irracional y antiecológica.

En conclusión, la agricultura orgánica es preferible en términos ambientales a la


convencional, pero será nociva y devastadora para la salud espiritual, moral y social
de la humanidad si es tratada como un mero conjunto de técnicas que no implica
nuevas relaciones sociales.

Carmelo Ruiz Marrero


Periodista puertorriqueño,
catedrático del Instituto de Ecología Social y
becado de la Society of Environmental Journalists y
el Environmental Leadership Program.

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