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El Congreso de Lima de 1877-1878

El 11 de diciembre de 1875 el gobierno del Perú invitó a los países americanos a


reunirse en Lima para iniciar los trabajos encaminados a procurar la uniformidad del
Derecho Privado (normas materiales) y, en segundo lugar, la codificación de las
normas de Derecho Internacional Privado (Derecho conflictual). Este segundo objetivo
sería alcanzado en un instrumento de sesenta artículos, agrupados en ocho títulos, que se
conoce con el nombre del Tratado de Lima. Este vio la luz el 08 de noviembre de 1878,
fruto del Congreso de Plenipotenciarios Jurisconsultos reunidos en Lima (Congreso de
Lima).
El Congreso de Lima tuvo entre sus promotores a Manuel A. Fuentes, redactor de la
Gaceta Judicial, y fue presidido por Antonio Arenas, presidente de la Corte Suprema de
Justicia del Perú. Este último elaboró los principales proyectos con la activa
participación de delegados de seis Estados:
Argentina, Bolivia, Chile, Cuba, Ecuador y Perú; compareciendo más tarde Costa Rica,
Honduras, Uruguay y Venezuela.
El Tratado de Lima incluía reglas sobre conflictos de leyes en materia de: “(...) estado y
capacidad civil; bienes existentes en la República y contratos celebrados en el
extranjero; matrimonios celebrados en el extranjero y celebrados por extranjeros en la
República; sucesiones; competencia judicial civil; jurisdicción penal; ejecución de
sentencias y otros actos de jurisdicción; legalizaciones; y disposiciones comunes a los
capítulos precedentes”.
El 9 de noviembre de 1878, Argentina, Bolivia, Costa Rica, Chile, Ecuador, Perú y
Venezuela firmaron el Tratado de Derecho Internacional Privado.
Posteriormente, Guatemala y Uruguay darían su adhesión por separado en un protocolo
firmado el 9 de diciembre de1878.
Sin embargo, a la hora de llevarse a cabo las ratificaciones solo se verificó la de Costa
Rica y Perú; en éste último caso, el 29 de enero de1879. ¿Qué razones entorpecieron las
ratificaciones de este instrumento?
En primer lugar se debe mencionar a la infausta Guerra del Pacífico que enfrentó a
Chile contra Bolivia y Perú en 1879.
En segundo lugar, el rechazo de algunas de las disposiciones del Tratado, que al haber
recogido la influencia del sistema italiano de la nacionalidad y las ideas de Bello,
Freitas, Mancini y Pradier Fodere, entre otros, privilegiaban el principio de la
nacionalidad53 frente al criterio mayoritario de los países latinoamericanos que se
inclinaban por el factor de conexión del domicilio (criterio territorial),54 contribuirían
en definitiva a truncar esta obra, dejando de lado el acto de ratificación por la gran
mayoría de países adherentes.
Cabe acotar, empero, que aunque el Tratado de Lima no llegó a regir, algunas de sus
disposiciones se incorporarían al Tratado Bilateral de Derecho Internacional Privado de
Quito del 18 de junio de 1903, vigente entre Ecuador y Colombia
Evolución del derecho positivo peruano

Los criterios utilizados por nuestro derecho positivo códigos y convenciones en relación
con el estatuto personal han variado, tanto en lo que respecta al contenido de la
categoría como en lo referente a la conexión utilizada. Con respecto al primero de los
aspectos, si bien casi todos nuestros textos legales, de fuente etática e interetática, han
comprendido las sucesiones dentro del estatuto personal, la única excepción ha sido la
Convención de Montevideo de 1889, suscrita y ratificada por el Perú, la cual en el
Tratado de Derecho Civil Internacional (arts. 44° y 45°), incluye las sucesiones en
general dentro de la categoría del estatuto real, al regularlas por la ley del lugar de la
situación de los bienes.
En lo que respecta a la conexión utilizada, los diversos textos legales, nacionales y
convencionales, han empleado tanto la conexión de la nacionalidad como la del
domicilio, e incluso las dos al mismo tiempo. Tal fue el caso del artículo V del Título
Preliminar del Código Civil de 1936, que prescribía: “El estado y la capacidad civil de
las personas se rigen por la ley del domicilio, pero se aplicará la ley peruana cuando se
trate de peruanos.”
El Código Civil de 1852 no contiene ninguna disposición en lo que respecta a la
conexión que debe regir el estado y la capacidad civil de las personas.
El Código de Comercio de 1902, en su artículo 15°, se inclina por la conexión de la
nacionalidad: “Los extranjeros y las Compañías constituidas en el extranjero podrán
ejercer el comercio en el Perú, con sujeción a las leyes de su país en lo que se refiere a
su capacidad para contratar (...)”.
Por el contrario, el Código de Procedimientos Civiles de 1912 adopta la conexión
domiciliaria en su artículo 1158°: “No tienen fuerza en la República las resoluciones
dictadas por un tribunal extranjero que estatuyen sobre la conexión civil, capacidad
personal o relaciones de familia de peruanos o extranjeros domiciliados en el Perú.”
Este artículo se refiere a la competencia jurisdiccional, pero también indirectamente a la
ley aplicable.
La Comisión Reformadora del Código Civil de 1852, en su artículo VI del Título
Preliminar propuso: “El estado y la capacidad civil de las personas se rigen por la ley
del domicilio.” Esta propuesta fue posteriormente modificada.
Congreso de Lima (1877-1878)
A iniciativa del gobierno peruano se instaló en 1877 un Congreso de Jurisconsultos, al
cual asistieron representantes de Argentina, Bolivia, Chile, Cuba, Ecuador y Perú.
El Congreso elaboró un tratado de 60 artículos para establecer reglas uniformes de
Derecho Internacional Privado, inclinándose, en lo que respecta al estatuto personal, por
la conexión de la nacionalidad. Nos dice Valladao5 que el Congreso de Lima enfrentó la
orientación de nuestro compatriota Antonio Arenas, que era partidario de la escuela
italiana de MANCINI, con base en el libro de Fiori y las reglas del Código Civil
Italiano, y las tesis del delegado de Bolivia Zoilo Flórez, partidario de la orientación
territorialista del Código Civil Argentino. Este tratado solo fue ratificado por el Perú.

Relaciones jurídicas concernientes a los bienes


Contenido del estatuto real
El dominio central del estatuto real está constituido por el derecho de los bienes.
Corresponden al régimen de los derechos reales tanto aquellos denominados principales
como los de garantía. Existe unanimidad en la doctrina y en el derecho positivo en
aplicar la lex rei sitae a los derechos reales. Los problemas se generan en los límites de
la categoría del derecho real y de la categoría del derecho de las obligaciones, como
sucede en el caso de los contratos generadores de derechos reales. En un contrato, por
ejemplo de compraventa, la transferencia de la propiedad se rige por la Lex rei sitae, por
tratarse de un jus in re como distinguía Josserand; mientras que el contrato de
compraventa, caracterizado por un jus ad rem, se regirá por la ley de autonomía de la
voluntad. Asimismo, en lo que respecta al dominio mismo de la categoría, existe
discrepancia en los sistemas jurídicos en la precisión de la naturaleza jurídica de la
institución de la sucesión. Así, mientras para los derechos anglosajón y francés es una
materia del estatuto real, sometiendo los bienes inmuebles a la lex rei sitae y los bienes
muebles a la ley del domicilio del causante en la medida en que se admite que la regla
mobilia sequuntur personam se basa en la localización ficticia de los bienes muebles en
el domicilio de su propietario, otros sistemas ubican la institución sucesoral dentro del
estatuto personal, como es el caso del derecho peruano y el alemán, entre otros, como ya
tuvimos oportunidad de referirnos anteriormente.
Por último, en los países latinoamericanos y en algunos países de Europa Continental
(Alemania, Italia, España, por ejemplo) la lex rei sitae rige a los bienes considerados
individualmente, ut singuli, pero no cuando forman parte de una universalidad, ut
universitas, como es el caso de la herencia y de la quiebra. Estas instituciones están
regidas por su propia regla conflictual, generándose problemas en lo que respecta a los
ámbitos de vigencia de las diversas normas de conflicto.
Relativismo de las ventajas de la lex rei sitae
Al tratar el tema de la localización en función del objeto de la relación jurídica hicimos
referencia a que la lex rei sitae era la más conveniente tanto para los intereses de las
partes como para el interés general. Sin
embargo, hay que tener en cuenta que si bien su valor es indiscutible cuando se trata de
bienes corporales, sobre todo inmuebles, no lo es tanto cuando se aplica a los bienes
muebles corporales, y menos aun en lo referente a los bienes incorporales.
Los bienes muebles corporales, si bien ocupan un lugar en el espacio, su característica
fundamental es la posibilidad de desplazamiento, incluso de un país a otro, dando lugar
a diversos conflictos de leyes en el espacio.
Así, por ejemplo, en algunos países la propiedad mueble se transfiere por simple
consentimiento de las partes; mientras que en otros se exige la tradición del bien
enajenado. Asimismo, en lo que respecta a la prescripción adquisitiva de dominio de
bienes, los plazos establecidos también son diferentes, lo cual puede traer como
consecuencia futuros conflictos por la dispersión legislativa. Todo esto se agrava por el
hecho de que si bien en todos los países existe un sistema de publicidad de los derechos
reales referidos a los bienes inmuebles, la publicidad en lo que respecta a los bienes
muebles es inexistente.
Es por estas dificultades que se ha propuesto descartar en materia mobiliaria la Lex rei
sitae, en beneficio de la regla mobilia sequuntur personam, que presenta la ventaja de
reunir bajo el imperio de una sola
ley los diferentes bienes muebles que pertenecen a un mismo propietario, cualquiera
fuere su situación efectiva. Esta solución ha sido adoptada, por ejemplo, por los países
del common law en lo que respecta a la sucesión mobiliaria, como lo referimos
anteriormente, pero no ha sido extendida al régimen de los bienes muebles considerados
ut singuli. Esto se debe a que la unidad de competencia legislativa no se impone, como
es el caso de la sucesión mobiliaria, y es más conveniente, a pesar de las dificultades,
mantener como ley competente la lex rei sitae.
La segunda reserva que suscita la sanción general del estatuto real a la lex rei sitae se
fundamenta en el hecho de que sus méritos no son idénticos cuando se trata de regir los
bienes incorporales, que por definición no ocupan un lugar en el espacio. Esta clase de
bienes tiene en la economía contemporánea una gran importancia y un valor
considerable. Sin duda, su desarrollo es la causa mayor de la transformación de la
composición de los patrimonios, y del hecho que la máxima res mobilis, res vilis no sea
más reflejo de la realidad.
Según Loussouam y Bourel, es grave la impotencia de la lex rei sitae, y su ineptitud es
flagrante, para regir los bienes incorporales; y si se hace abstracción de los títulos al
portador cuya asimilación a los bienes muebles corporales es posible por el hecho que la
acreencia se incorpora al Título, forzoso resulta constatar que una localización fundada
sobre la situación efectiva del objeto de una relación de derecho está desprovista de
significación cuando este objeto no tiene una realidad material, siendo necesario
entonces recurrir a una localización ficticia.
Derecho positivo Peruano
En lo que respecta al régimen jurídico de los bienes en el Perú, tanto el Código civil de
1852 como los de 1936 y 1984 han distinguido considerarlos individualmente, ut
singuli, o como formando parte de un patrimonio, ut universitas, como es el caso del
régimen de bienes del matrimonio, la sucesión, o la quiebra; sometiéndolos en el caso
individual a la lex rei sitae.
El Código Civil de 1852, en el artículo V del Título Preliminar, tomado del artículo 3°
del Código de Napoleón, establecía: “Están sujetos a las leyes de la República los
bienes inmuebles, cualquiera que sea la naturaleza y la condición del poseedor.”

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