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LACAN Y LA CIBERNETICA
lina crítica psicoanalítica del cognitivismo
LACAN
Y LA CIBERNÉTICA
Una crítica psicoanalítica del cognitivismo
VJftvS
Omar Stchigel, Daniel
133 pp .; 22 x 14 cm.
ISBN 978-950-649-512-1
1. Psicoanálisis. I. Título
CDD 150.195
Queda prohibida, bajo las sanciones que marcan las leyes, la reproducción total o
parcial de esta obra bajo cualquier método de impresión incluidos la reprografia,
la fotocopia y el tratamiento digital, sin previa autorización escrita del titular del
copyright.
índice
In tr o d u c ció n ...........................................................................11
La REPETICIÓN S IM B Ó L IC A ...................................................... 15
• Aportes del Estructuralismo................................................ 18
• ¿Por qué la cibernética?..................................................... 20
• La metapsicología freudiana como termodinámica
aplicada............................................................................. 21
C o n c l u s ió n ........................................................................... 121
R e f e r e n c ia s 131
P ró lo g o
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Daniel O mar Stchigel | Lacan y la cibernética
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El método éxtimo de Lacan
Luciano Lutereau
Enero de 2014
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Introducción
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Daniei. O mar Stchic. el | Locan y la cibernética
* * *
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Introducción
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Daniel O mar Stchigel | tacan y la cibernética
* * *
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La repetición simbólica
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Daniel O mar Stchigel | Lacany la cibernética
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La repetición simbólica
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Daniel O mar Stchigel | L a ca n yla cibernética
A p o r t e s d e l E s t r u c t u r a l is m o
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La repetición simbólica
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D aniel O mar Stchigel | Lacanyla cibernética
¿Po r q u é l a c i b e r n é t i c a ?
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La repetición simbólica
La m e t a p s i c o l o g í a f r e u d ia n a c o m o t e r m o d in á m ic a
A PL IC A D A
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D aniel O mar Stchigel | Lacan y la cibernética
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La repetición simbólica
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I
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Más allá del principio del placer
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Daniel O mar Stchigel | Lacanyla cibernética
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Más allá del principio del placer
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Daniel O mar Stchigel | Lacanyla cibernética
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Más allá del principio del placer
La c i b e r n é t i c a y l a d i a l é c t i c a d f .l a m o y d e l e s c l a v o
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Daniei. O mar Stchigel | Lacan y la cibernética
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Más allá del principio del placer
Cabe aclarar que Lacan planteará que esta figura del amo es
mítica, que en todo caso correspondería a la época de decaden
cia de esta institución, y que además, teniendo en cuenta que la
lucha se da por puro prestigio, y que el esclavo opta por mante
ner su vida biológica, quizás es al esclavo a quien debemos po
ner en el lugar del goce.
¿Qué relación puede tener esto con la cibernética? Lacan tie
ne en consideración los primeros autómatas desarrollados a par
tir de las teorías cibernéticas, y los describe como autistas em
barcados en la conquista de los objetos, autistas para los cua
les el otro aparece en espejo como un rival con el que se enta
bla una lucha a muerte por el dominio de dichos objetos (La-
can, 1954-55, 82-85). Hasta aquí, para Lacan, da lo mismo que
se trate de individuos o de máquinas. En el Seminario 3 Lacan
vuelve sobre este ejemplo o apólogo, como él lo llama, y lo per
fecciona. ¿De qué manera? Aclarando que la situación del hom
bre es como la de autómatas cuya regulación dependiera de la
regulación de los otros, de los pequeños otros, los del registro
imaginario, del estadio del espejo. Lacan los piensa como autó
matas carentes, justamente, de un sistema de control, de un sis
tema que garantice la homeostasis, carencia que biológicamen
te es calificada como la prematuridad del hombre. En tal caso,
señala Lacan, los autómatas terminarían aglutinados, chocan
do unos con otros, limitados sólo por la presencia física, real, de
sus respectivos cuerpos (Lacan, 1955-56, 138-139). En ese con
texto, sólo si se introduce la posibilidad de un marco lingüístico
que permita a las máquinas rivales llegar a un acuerdo, se entra
en el plano de la verdadera intersubjetividad. Eso abre un nue
vo espacio, el espacio de la ley, pero a la vez convierte a la sa
tisfacción de la necesidad, esa que en los animales parece dar
se naturalmente, en un objetivo inalcanzable, y a las estructu
ras de la subjetividad en distintos caminos que conducen a ese
goce de modos siempre fracasados, incluyendo entre esos mo
dos las psicosis, las neurosis y las perversiones.
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El t r a u m a f r e u d ia n o c o m o fa l l a d e l m o d e l o
CIBER NÉTIC O
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Más allá del principio del placer
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El grafo del deseo
como máquina deseante
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El grafo del deseo como máquina deseante
La f u n c ió n del W it z
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r
tras con las que antes había simbolizado las leyes que surgen de
una determinada presentación simbólica del juego de pares e
impares (Darmon, 2008, 127-138)- es elaborado para mostrar
el modo en que funciona el Witz como medio a través del cual
el deseo inconsciente asoma en el discurso. Esto es fundamental
para distinguir la máquina deseante de cualquier manera, por
más sofisticada que esta sea, de entender a la mente como un
procesador simbólico sostenido materialmente por un hardware
neuronal. Para entender esto, es necesario ir al texto de Freud El
chiste y su relación con el inconsciente, donde está planteada la
diferencia, destacada por Lacan, entre la simulación o el enga
ño, que es algo que se espera que las máquinas, al igual que los
animales, sean capaces de hacer, y que constituye todo el fun
damento del test de Turing, y la mentira, que, como señala Al
fredo Eidelsztein, “implica la posibilidad de mentir sobre una
mentira” (Eidelsztein, 2010,63). De ello es una muestra cabal el
chiste reproducido por Freud en su famoso texto, en el cual un
judío acusa a otro de mentiroso cuando le dice la verdad acerca
de la ciudad a la cual se dirige, porque supone que lo hace para
que el primero crea que se dirige a otra ciudad, cuando en rea
lidad es a esa ciudad a la que el viajero se dirige.
Siguiendo con la exposición del grafo, Lacan habla del ele
mento fonológico, que está orientado en un sentido, y del ele
mento racional, orientado en sentido inverso (retroactivo). Am
bos se cortan en dos puntos. Uno es el código -que más tarde
llamará tesoro de los significantes-, que permite que haya audi
ción del discurso, y que se encuentra en A, en el gran Otro. El
otro punto es un punto creativo, en el que surge una verdad, la
verdad de un mensaje que genera un sentido. Se trata de lo que
en el grafo ampliado se presentará como s(A), es decir, el signi
ficado del mensaje. El Yo (je) se conecta con el gran Otro, con
el Otro simbólico, como aquél a quien se dirige la demanda,
mientras que el mensaje se conecta con el objeto metonímico,
ese del cual habla el Yo en el discurso vulgar, sin que sea el ver
dadero objeto de su deseo (es un sustituto). Yo y objeto se arti
culan, por su parte, en el discurso vacío. En el grafo desarrolla-
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do, el lugar del je será ocupado por el moi, y el del objeto meto
nim ia) por el i(a) -identificación del yo (moi) con el semejan
te, como con su propia imagen en el espejo.
Lo que interesa aquí es señalar que el elemento fonológico, el
material lingüístico del significante, es aquello que permite que
tengan lugar la metáfora y la metonimia, esos encadenamien
tos gracias a los cuales el deseo inconsciente elude la censura y
puede aparecer a nivel del discurso común a través, por ejem
plo, del Witz. Es lo que señala Freud en su ensayo sobre el chiste
al indicar que, contra lo que pensaba Kuno Fischer, no hay real
mente una diferencia entre los chistes que juegan con las pala
bras y los llamados retruécanos, que juegan con los sonidos. Se
trata en todos los casos de esas condensaciones, con o sin mo
dificación, esas inversiones, esos dobles sentidos, que son des
tacados por Freud en su clasificación de los chistes, y que tienen
que ver estrictamente con su aspecto lingüístico. Es justamente
esto lo que el lenguaje de la máquina cibernética debería evitar.
Incluso, en las versiones más desarrolladas de su máquina, con
las que trató de superar los estrictos límites de lo computable,
Turing se propuso hacer máquinas capaces de aprender a través
de un sistema de recompensas y castigos, es decir, dentro de los
límites de un condicionamiento basado en el principio del pla
cer, pero sin llegar a pensar en la posibilidad de máquinas gra
ciosas, pues algo así implicaría, precisamente, apuntar a un más
allá del principio del placer. De ahí que, en la perspectiva cog-
nitivista, que continuó la labor iniciada por Turing de pensar el
cerebro como una máquina que procesa información, no haya
lugar para lo inesperado de un acontecimiento, salvo como fa
lla, como esa falla en la que consiste la aparición de autorrefe-
rencias, que el propio Turing se esforzó por evitar que conta
minaran su diseño de una máquina capaz de aprender. Simple
mente, no puede haber en la máquina la expresión de un de
seo. Sin embargo, en este grafo inicial que Lacan va completan
do a lo largo de su seminario, como él mismo lo indica, la idea
de máquina cibernética sigue estando presente.
Al volver sobre el ya famoso ejemplo de Freud, del olvido del
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El grafo del deseo como máquina deseante
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La m á q u i n a d e l in g e n io
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Elgrafo del deseo como máquina deseante
“En los esquemas que les propongo y que están extraídos del
juego de la experiencia, trato de establecer tiempos. No son
por fuerza tiempos cronológicos, pero no importa, porque los
tiempos lógicos pueden desarrollarse sólo en una determina
da sucesión.” (Lacan, 1957-58, 204)
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E l g ra fo d e l d eseo c o m o m á q u in a d e se a n te
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Eso no significa, sin embargo, que para que exista una agude
za deba haber un otro humano para advertir la broma. Porque,
si se trata de la necesidad de un otro que sea hombre, debemos
preguntarnos por qué debería tratarse de un humano, y no de
una máquina. Decir simplemente humano es no explicar nada.
Ante todo, dice Lacan, la agudeza apela a la necesidad, esa
necesidad que no puede entrar por una vía directa al ámbito
del discurso. Presupone un cuerpo viviente, que es algo del or
den de lo que en este seminario todavía llama lo real. Es lo que
Freud destaca al señalar que el contenido del chiste siempre tie
ne que ver con la agresión y la sexualidad, y que el placer que
genera surge de una descarga de energía libidinal, de una ma
nera de eludir la barrera de la represión.
Además, debe tratarse de un cuerpo prematuro, con una pre-
maturidad que debe entenderse como “una cierta lesión primor
dial de la interrelación entre el hombre y su entorno” (Lacan, 1957-
58, 119), eso que Freud señala como desamparo del recién naci
do. Lacan se refiere así a la condición que hace posible el desarro
llo del estadio del espejo, que produce la identificación y la consi
guiente rivalidad con el pequeño otro. Esto genera imágenes libres
que deben poder convertirse en significantes usuales, integrando
el tesoro metonímico, que es el lenguaje mismo, en el que las agu
dezas se encuentran en estado de latencia, dentro del gran Otro.
Estas parecen ser las mismas condiciones a las que suelen
apelar los críticos actuales del cognitivismo. Ellos se basan en
dos objeciones a los intentos por elaborar una máquina capaz
de pensar. Uno es que a dicha máquina le falta un cuerpo orgá
nico que tenga necesidades vitales. Otro es que esa máquina ca
rece de la dimensión de la representación, de aquello que Lacan
califica como registro imaginario. Pero la objeción que se le po
dría hacer a la idea de máquina pensante desde una perspectiva
lacaniana apunta más bien en otra dirección.
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E l r o b o t y el s ú b d it o
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La a u t o r r e f e r e n c i a e n f. l c o m p l e j o d f . Ed ip o :
el N o m b r e d e l Pa d r e
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f \ S ->S. ID
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La a u t o r r e f e r e n c i a e n el c o m pl e jo de E d i p o : el d e se o
DE DESEO
¿Qué sucede con esta otra autorreferencia, la del deseo del de
seo? Se trata de un concepto que parece haber sido tomado por
Lacan de las clases de Alexandre Kojéve sobre la dialéctica del
amo y el esclavo de Hegel, lecciones en las que es posible en
contrarlo formulado casi en los mismos términos. Su fórmula es
D(D). Se trata entonces de una propiedad cuyo argumento no es
una variable sino otra propiedad, que además es la misma. Este
deseo, que surge de la hiancia que la pertenencia al lenguaje es
tablece entre la necesidad y su satisfacción, tiene dos momen
tos. Uno de esos momentos es anterior a la interdicción pater
na, y el otro es posterior a dicha interdicción.
En el primer momento del deseo de deseo, que se desenvuel
ve aun en el plano de la identificación con el falo imaginario, el
niño desea ser el objeto de deseo de la madre. De este modo, su
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D(D) = ->«-)
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El grafo del deseo como máquina deseante
con el falo -el falo imaginario-. Una vez que el padre ha pues
to en falta a la función materna, se pasa del deseo de ser el falo,
al deseo de tenerlo. Podemos atribuirle a esa transformación el
siguiente materna (cuidando no confundir la D del deseo de de
seo con la D de la demanda):
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/ :d(x)-»d(d)
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El grafo del deseo como máquina deseante
seo que contiene otro deseo que sin embargo abarca al prime
ro y está a la vez va más allá de él, es a través de esas figuras to-
pológicas extrañas que muestran que algo puede estar adentro
y afuera al mismo tiempo. El deseo de deseo le permite al niño
apresar algo que sin embargo lo excede, exceso que es justa
mente la marca de su fracaso necesario -él no puede ocupar el
lugar del falo para la madre-, y eso lleva a que el deseo del de
seo se sitúe en un plano inestable, que se estabiliza a través de
un salto, de una transmutación del deseo, que puede dar lugar
a distintas canalizaciones, que son sin embargo un número li
mitado de cierres posibles de esta historia, que es el recorrido
que cada uno hace por el grafo del deseo. De ahí que Lacan ha
ble de una lógica de goma, además de incluir el salto, la hiancia
que implica la idea de causa, confundida muchas veces de ma
nera errónea con una continuidad (Lacan, 1964,30). Como dice
María Alejandra Porras en su libro Azar y destino en psicoaná
lisis (2008, 89-91) no hay que confundir la continuidad de una
ley natural con la hiancia entre la causa y el efecto. No se pue
den hacer predicciones en psicoanálisis, sólo reconstruir el re
corrido que cada uno eligió seguir. La idea de causalidad como
continuidad es uno de los obstáculos que impiden diseñar una
máquina deseante, en la medida en que toda intervención cien
tífica sobre lo real presupone la posibilidad de predecir sus con
secuencias en base a las leyes de la naturaleza. Es por este moti
vo que el cognitivismo, recurriendo al modelo de las redes neu-
ronales, ha intentado introducir azar, tyché, basado en que sólo
del caos determinista o de una complejidad al borde del caos
puede surgir lo nuevo.
El más allá es el destino de la demanda, cuando el deseo se
articula en la forma de un mensaje. Ante el hecho de que el pa
dre no responda a la risa del niño, esa risa que es demanda de
un asentimiento para su demanda, el deseo se vuelve incons
ciente. El más allá tal como Lacan lo entiende en esta etapa de
su obra, habla de algo que no está en el infinito, pero que escapa
a los límites del grafo, que no es articulable pero está efectiva
mente articulado en dicho grafo. Se trata del más allá del prin
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El objeto a: d e la l ó g ic a a la t o p o l o g ía
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Diferencias entre la máquina
deseante y la máquina cognitiva
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E l su st r a t o real de la in sc r ip c ió n s im b ó l ic a : c u e r p o
FÍSICO Y C U E R P O PULSIO NAL
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To p o l o g ía d e la c a d e n a sig n ific a n t e
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El s í m b o l o c o g n it iv is t a n o es el s ím b o l o
E STRUCTURA LISTA
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tadter pretende mostrar que, dada una frontera física que sepa
ra un adentro de un afuera, sí el afuera actúa sobre el adentro a
través de la frontera, sin atravesarla, se puede decir que el aden
tro es sensible al afuera. Y si el adentro está en constante cam
bio, sea por influencia causal del afuera, sea por influencia cau
sal de su propio estado anterior, ese adentro puede verse como
un simmbot, es decir, como un espacio simbólico. Pero ¿qué sig
nifica aquí esa mirada que desde cierta distancia contempla el
sistema no ya como físico sino como simbólico? Hofstadter no
lo dice. La mirada parece ser para él el emergente de un bucle
autorreferencial que se forma en el propio sistema, y entonces
es sólo cuando se produce ese bucle que el sistema mismo pasa
a ser de orden simbólico. Y sin embargo, esa autorreferencia es
presentada como siendo de orden imaginario.
Debe inferirse, entonces, que para Hofstadter, dado un siste
ma físico con un borde que lo separa de un afuera, si ese siste
ma es suficientemente complejo, tan complejo como cualquier
sistema axiomático capaz de abarcar a la aritmética elemental
-pues es en ese orden de complejidad que la autorreferencia es
inevitable, como señala el teorema de Gódel-, lo imaginario y
lo simbólico se generan espontáneamente a partir de lo real -
entendiendo como real una realidad física determinada, que en
este caso está dada por las bolitas cargadas magnéticamente que
ruedan en un espacio semipermeable a influencias externas.
Esto muestra que Hofstadter va un paso más allá de Turing
al tratar de hacer un modelo del aparato psíquico basado en el
procesamiento simbólico. No sólo desciende hasta el nivel mo
lecular, tratando de demostrar que la interacción atómica me
diada por el campo electromagnético es ya un sistema simbóli
co, si se sabe verlo desde cierta perspectiva, sino que, en direc
ción a los estratos superiores o emergentes, además de aceptar
un proceso de autoorganización del sistema por aprendizaje,
trata de sostener que es posible demostrar que puede generarse
dentro de él una diagonalización de sus procesamientos de da
tos que produzca aquello que Turing consideraba que debía es
tar prohibido para que una máquina inteligente pueda funcio
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COGNITIVISM O Y B E JA H U N G
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Los límites del discurso del cognitivismo
hace trabajar
>
A SI S2
causa produce
a // S i
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Los limites del discurso del cognitivismo
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I
Hay que aclarar que en este seminario Lacan utiliza las pa
labras falta y falla casi como sinónimos, como lo hizo también
Freud, por ejemplo en Inhibición, síntoma y angustia. Aquí se
ha optado por establecer una diferencia terminológica, toman
do como falta el agujero simbólico que caracteriza al sujeto y
al Otro, mientras que se entiende por falla una falla mecánica
o disfunción.
En cuanto a las enfermedades mentales, el cognitivismo con
sidera que si supiéramos lo suficiente sobre el S, podríamos saber
cómo barrarlo, es decir, cómo hacerlo fallar. Pero hay una dife
rencia abismal entre lo que sería la falla en la máquina y la fal
ta en ser lacaniana. Una falla es siempre puntual. Las fallas pue
den acumularse, pero siempre serán vistas, de un modo reduc
cionista, como modificaciones en los nodos unidos por el grafo
de la máquina, modificaciones que la hagan funcionar con un
régimen que no se considera normal. Una máquina, por ejem
plo, puede empezar a dar respuestas que se repiten sin importar
la entrada de información o estímulo, lo cual hace pensar en el
síntoma. De hecho, para el cognitivismo no hay un más allá del
síntoma. Podría fabricarse, por ejemplo, una máquina que les
tenga fobia a las arañas, y sólo a las arañas. Bastaría para ello con
modificar los programas que le permiten desarrollar un meca
nismo de evitación a los robots hechos para desplazarse de ma
nera autónoma por la superficie de Marte, eludiendo obstácu
los. También podría elaborarse una máquina multifóbica. Inclu
so, por qué no, sería posible hacer una máquina capaz de simu
lar un comportamiento neurótico, sólo que para el congitivis-
mo no hay tal cosa como la neurosis. Neurosis es el nombre de
una multitud de síntomas diferenciados y dispersos. Como dice
Miller, esos síntomas son, desde el punto de vista del discurso
de las personas normales, correspondiente a la cínica del amo,
una serie de significantes (St) entre los cuales cada uno elige el
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“Pues bien, el paso dado, a nivel del principio del placer, por
Freud, es mostrarnos que no existe Soberano Bien -que el So
berano Bien, que es das Ding, que es la madre, que es el obje
to del incesto, es un bien interdicto y que no existe otro bien.”
(Lacan, 1959-60, 88)
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¿Cuál es, entonces, la ética que está detrás del discurso cog-
nitivista? ¿Da Lacan algún indicio acerca de dónde encontrarla?
Así es, y justamente lo hace en el seminario que dedica a la éti
ca del psicoanálisis. La del cognitivismo es una ética netamente
iluminista, enmarcada en el contexto de la revolución científica
moderna, y cuya conexión con la epistemología Lacan no deja
de señalar: la ética kantiana.
¿Por qué la ética kantiana? Porque si la modernidad se ha
bía encargado de desterrar del macrocosmos todo elemento
sexual-pasional, Kant se ve en el deber de hacer lo mismo en
el ámbito del microcosmos -es decir, del sujeto-, de manera
tal que para él todo objeto de pathos -en el doble sentido de
pasión y de patología- debe ser reprimido para que el hom
bre alcance el bien.
¿Y cómo se debe traducir hoy en día el imperativo categórico
kantiano que tiene como contracara el destierro de esos objetos
de goce, que Sade, como un Kant en espejo, va a resaltar hacién
dolos el centro de su propio imperativo? En esto no hay dife
rencia entre el momento actual y aquél en el que Lacan escribe:
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Y agrega luego:
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Referencias
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Referencias
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bajo original publicado en 1976).
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Nagel, E., y Newman, J. R. (1979). El teorema de Gódel. Madrid: Ed. Tecnos.
Negro de Leserre, Marcela (2010). Lo imaginario en la enseñanza de Jacques
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Esta obra se terminó de imprimir durante febrero de 2014
en los Talleres Gráficos “Planeta Offset", Saavedra 565,
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El presente libro no es un trabajo que fuerce la erudi
ción, aunque, por cierto, la suya no es poca; sino que sus
resultados -una puesta en forma de los usos de Lacan
de la cibernética- apuntan a un motivo clínico: un críti
ca -en el sentido kantiano- de los fundamentos de cier
tos supuestos de las prácticas cognitivistas de nuestro
tiempo.
Tiene el lector en sus manos un libro cuya actualidad
debe ser entendida en un doble sentido. Por un lado,
responde a un debate acuciante en nuestros días, la
interface (im)posible entre psicoanálisis, psicología cog-
nitiva y neurociencias. Por otro lado, continúa el desig
nio de una epistemología psicoanalítica que no se dilapi
de en una evaluación de construcción de conceptos, sino
que atienda a sus consecuencias clínicas. En este último
sentido, la presente obra continúa los trabajos prece
dentes del autor en libros como Liberar la ciencia. Alcan
ces y límites de una epistemología lacaniana (2011) y
Nociones básicas de epistemoanálisis (2012).