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hizo miembro de un gimnasio para hacer ejercicio. Sacrificio inútil: siguió estando tan
gordo como antes, así es que decidió despreocuparse de su gordura. Me parece que,
desde entonces, aún como más que cuando fue a la consulta del médico.
2. Resulta curioso que el ambiente cultural de la ciudad fuera más culto de lo que hoy parece.
No había televisión, ni apenas cines. Pero se leía mucho, existían tertulias, donde se
los demás superiores a cualquier norma y acatamiento, vociferan con tal estruendo o
producen tales ruidos con las máquinas de correr que llaman motocicletas, que impiden el
4. La canción no la cantaban las brujas, sino un muchacho que, en compañía de diez o doce,
estaba calentándose alrededor de una hoguera. Uno cantaba canciones liberales y los
otros lo coreaban. No habían comenzado a oírse los primeros tiros, y Briones y su gente
que era la que pasaba el cepillo del pan de San Antonio en la parroquia. La pobre vieja vivía mal, y
embromaban las otras mozas del pueblo enseñándole la picota y diciéndole: ¡en otra igual colgaron
a tu padre, tía asquerosa! Elvirita, un día que ya no pudo aguantar más, se largó del pueblo con un
asturiano que vino a vender peladillas por la función. Anduvo con él dos años largos, pero como le
daba unas tundas tremendas que la deslomaba, un día, en Orense, lo mandó al cuerno y se metió
de pupila en casa de la Pelona, en la calle del Villar, donde conoció a una hija de la Marraca, la
leñadora de la pradera de Fracelos, en Rivadavia, que tuvo doce hijas, todas busconas. Desde
entonces, para Elvirita, todo fue rodar y coser y cantar, digámoslo así. La pobre estaba algo
amargada, pero no mucho. Además, era de buenas intenciones y, aunque tímida, todavía un poco
orgullosa.
No debería uno contar nunca nada, ni dar datos ni aportar historias ni hacer que la gente
recuerde a seres que jamás han existido ni pisado la tierra o cruzado el mundo, o que sí pasaron
pero estaban ya medio a salvo en el tuerto e inseguro olvido. Contar es casi siempre un regalo,
incluso cuando lleva e inyecta veneno el cuento, también es un vínculo y otorga confianza, y rara
es la confianza que antes o después no se traiciona, raro el vínculo que no se enreda o anuda, y
así acaba apretando y hay que tirar de navaja o filo para cortarlo. ¿Cuántas de las mías
permanecen intactas, de las muchas confianzas brindadas por quien tanto ha creído en su
instinto y no siempre le hizo caso y ha sido ingenuo demasiado tiempo? La gente relata sin cesar
y narra sin darse ni siquiera cuenta de lo que está haciendo, de los incontrolables mecanismos
de insidia, equívoco y cao que pone en marcha y que pueden resultar funestos…
1. Cada vez que dices que no vas a hacer algo, la vida te obliga a hacerlo.
7. Mi padre está preocupado por lo que voya a hacer cuando termine los estudios.
11. He pedido a mi marido que instale el aire acondicionado antes de que muramos asfixiados.
12. La casa de la que nos han hablado no tiene ventanas al exterior pero sí un hermoso patio
22. Carecía de argumentos con los que convencer a su oponente, quien sonreía burlón.