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Derechos inherentes a la persona humana

Estos derechos no se pueden quitar o despegar del ser humano. No importa su


raza, su color, su forma de hablar o vestir, simplemente son derechos que adonde
quiera que valla serán ejercidos

Estos derechos fundamentales de la persona humana son la clave para el respeto


a todos los seres humanos individual y socialmente considerados. Por eso son
universales. Son derechos y deberes que proceden de la dignidad humana, por lo
tanto, NO son una concesión ni una creación del Estado ni de la Nación. El
Estado, en todo caso, lo que debe hacer es tutelarlos, protegerlos y garantizarlos
eficazmente.

Los derechos fundamentales y universales de la persona humana son: el derecho


a la propia existencia; el derecho al desarrollo de la propia perfección personal; el
derecho a cumplir los deberes propios con libertad y responsabilidad personal; el
derecho a llevar una vida verdaderamente humana entre los demás hombres; el
derecho a fundar una familia y a mantener y educar a los hijos; el derecho a
adquirir propiedad privada y poder usar de la misma.

Estos derechos han sido proclamados por la ONU, por la Unión Europea y por casi
todos los Estados del mundo. Están bellamente escritos y esculpidos. Pero esto
no basta ni es suficiente. Es necesario que sean realizables. Que se garantice su
alcance y realización a todas las personas, sin excepción alguna. Porque ¿de qué
nos sirve decir que existe el derecho al trabajo, reconocido en todas las
Constituciones de los países, cuando sabemos que el desempleo es el mayor
problema y sufrimiento de muchas personas concretas en el mundo actual? Lo
mismo podríamos decir de otros derechos proclamados con “bombo y platillo”
como el derecho a la vivienda, a la salud, a la educación, a la propiedad, etc.

El ser humano como persona

A diferencia del concepto del ser humano biológicamente, el ser persona es algo
cultural, se nace humano y se convierte en persona, por el camino, el individuo
tendrá que adquirir habilidades y comportamientos propio de la persona, que
fundamentalmente, son la: la conciencia de si mismo, la racionalidad, y el sentido
del bien y el mal, la persona es un ser humano con capacidad ser auto consiente,
racional y moral.

EL CONCEPTO TEOLOLOGICO DEL DEBER

La ética teleológica sostiene que la vida humana tiende a un bien, que es la


felicidad. Las acciones moral están conformando una persona feliz. Estas éticas
dan prioridad al bien, bajo lo cual se mide lo correcto o el deber. Dentro de esta
orientación se encuentran la ética aristotélica, cristiana y utilitarista, aunque
difieren sobre el contenido de esa felicidad y los modos de obtenerla. Es así que la
ética aristotélica, llamada ética eudemonistica o de las virtudes alude que la
felicidad se encuentra relacionada con la actividad que hace el hombre para
alcanzar la perfección o excelencia su alma racional, es decir que todas las
actividades humanas

tienden hacia una finalidad, a un bien” y de existir muchas actividades se tendrá


muchas finalidades (l

afinalidad de médico es diferente a la de un policía). Por su parte, el filósofo griego


expresa la felicidad selogra viviendo virtuosamente y que los seres humanos
tienden naturalmente a la felicidad, desean ser felices,aunque dependerán de
diversas condiciones el que puedan alcanzarla, para ello el hombre necesita
discernir,sobre lo que debe hacer o no, en ese sentido, toca ser prudente evitando
de esta forma los externos (accionesno racionales, pasiones), buscando el justo
medio de sus acciones.La perspectiva teleológica otorga como ventaja un valor a
nuestras metas, especialmente a nuestra aspiraciónmás profunda de ser feliz las
cuales deben ser construidas, creadas, con nuestras acciones

Serían éticas teleológicas las que se ocupan en discernir qué es el bien no-moral
antes de determinar eldeber, y consideran como moralmente buena la
maximización del bien no moral; mientras que serían éticasdeontológicas las que
marcan el ámbito del deber antes de ocuparse del bien, y sólo consideran bueno
loadecuado al deber. Las ventajas del primer tipo de éticas consistirían en permitir
un enraizamiento de laacción moral en la naturaleza del hombre, dándole un
sentido desde ella; el inconveniente más claro es elconflicto entre los bienes que
los distintos individuos se proponen y que difícilmente puede llevar a
unaconciliación. Las éticas deontológicas, por su parte, salvan la contradicción de
propuestas individuales debien, pero desligan lo moral del concepto de vida
buena, sea individual o política.

La moral autómata de Kant

La moralidad es, pues, la relación de las acciones con la autonomía de la voluntad,


esto es, con la posible Legislación universal, por medio de las máximas de la misma.
La acción que pueda compadecerse con la autonomía de la voluntad es permitida;
la que no concuerde con ella es prohibida. La voluntad cuyas máximas
Concuerden necesariamente con las leyes de la autonomía es una voluntad santa,
absolutamente buena. La Dependencia en que una voluntad no absolutamente
buena se halla respecto del principio de la autonomía
―la constricción moral― es obligación. Esta no puede, por tanto, referirse a un ser
santo. La necesidad objetiva de una acción por obligación llámase deber.
Por lo que antecede resulta ya fácil explicarse cómo sucede que, aun cuando
bajo el concepto de deber pensamos una sumisión a la ley, sin embargo, nos
representamos cierta sublimidad y dignidad en aquella persona que cumple todos
sus deberes. Pues no hay en ella, sin duda, sublimidad alguna en cuanto que está
sometida a la ley moral; pero sí la hay en cuanto que es ella al mismo tiempo
legisladora y sólo por esto está sometida a la ley. También hemos mostrado más
arriba cómo ni el miedo ni la inclinación, sino solamente el respeto a la ley es el
resorte que puede dar a la acción un valor moral. Nuestra propia voluntad, en cuanto
que obrase sólo bajo la condición de una legislación universal posible por sus
máximas, esa voluntad posible para nosotros en la idea, es el objeto propio del
respeto, y la dignidad de la humanidad consiste precisamente en esa capacidad de
ser legislador universal, aun cuando con la condición de estar al mismo tiempo
sometido justamente a esa legislación.

La autonomía de la voluntad es la constitución de la voluntad, por la cual es ella


para sí misma una ley ―independientemente de cómo estén constituidos los objetos
del querer―. El principio de la autonomía es, pues, no elegir de otro modo sino de
éste: que las máximas de la elección, en el querer mismo, sean al mismo tiempo
incluidas como ley universal (...) Cuando la voluntad busca la ley, que debe
determinarla, en algún otro punto que no en la aptitud de sus máximas para su
propia legislación universal y, por lo tanto, cuando sale de sí misma a buscar esa
ley en la constitución de alguno de sus objetos, entonces prodúcese siempre
heteronomía. No es entonces la voluntad la que se da a sí misma la ley, sino el
objeto, por su relación con la voluntad, es el que le da a ésta la ley. Esta relación,
ya descanse en la inclinación, ya en representaciones de la razón, no hace posibles
mas que imperativos hipotéticos: «debo hacer algo porque quiero alguna otra cosa».
En cambio, el imperativo moral y, por tanto, categórico, dice: «debo obrar de este o
del otro modo, aun cuando no quisiera otra cosa». Por ejemplo, aquél dice: «no
debo mentir, si quiero conservar la honra». Este, empero, dice: «no debo mentir,
aunque el mentir no me acarree la menor vergüenza». Este último, pues, debe hacer
abstracción de todo objeto, hasta el punto de que este objeto no tenga sobre la
voluntad el menor influjo, para que la razón práctica (voluntad) no sea una mera
administradora de ajeno interés, sino que demuestre su propia autoridad imperativa
como legislación suprema. Deberé, pues, por ejemplo, intentar fomentar la felicidad
ajena, no porque me importe algo su existencia ―ya sea por inmediata inclinación
o por alguna satisfacción obtenida indirectamente por la razón―, sino solamente
porque la máxima que la excluyese no podría comprenderse en
uno y el mismo querer como ley universal.

Kant pretende derivar de la naturaleza humana, de esa capacidad de racionalidad


propia y constitutiva del hombre los principios morales y jurídicos obligatorios. El
fundamento de la obligatoriedad de las leyes morales no se puede buscar en las
circunstancias del mundo, sino sólo a priori en los conceptos de la razón pura; que
después se vuelve razón pura práctica, razón práctica.
La autonomía moral del individuo deviene la ley fundamental moral. Pero Kant, a
pesar de cierto subjetivismo, no pasa por alto un orden objetivo de las cosas; Kant
no es el representante de un subjetivismo moral puro, como fue desarrollado
por el neokantismo y por ciertas doctrinas existencialistas.

Por otro lado, Kant creyó haber encontrado en el llamado imperativo categórico, la
piedra de toque y, en consecuencia, el punto de partida para la ética que los milenios
antes de él no habían descubierto. Mas para la ética es difícil fundarse sobre el
imperativo categórico. A pesar de todo, Kant, por medio de la libertad autónoma que
concede incondicionalmente a la persona, ésta se convierte en gran medida en
sostén del orden moral. Una frase famosa de Kant que apoya lo anterior al mismo
tiempo está dirigida contra todo totalitarismo: "...todo ser racional, existe como
fin en sí mismo, no sólo como medio... "

En Kant, la moral y el derecho tienen un fundamento común. Las exigencias de


ambas resultan de la razón práctica, que parte del sentimiento y la voluntad. Esta
razón es autónoma, la autonomía significa en Kant solamente que el hombre
encuentra la ley de sus acciones en su razón práctica.

Desde tiempos inmemoriales la ética o filosofía moral se ha ocupado y preocupado


siempre de la praxis
humana.

La moral o lo ético es un conocimiento, un conocimiento que se evoca


principalmente al hombre y a Dios –en la mayoría de los casos-, de la relación que
se establece entre el conocimiento del hombre y el de Dios se deriva así mismo
el conocimiento de lo que es bueno y de lo que es malo.

Este conocimiento moral se encuentra presente en la conciencia de todo hombre,


un conocimiento que es objeto de estudio tanto en el campo teórico como en el
práctico y que constituye un saber filosófico que se ocupa de lo que se debe o no
se debe hacer.

LA IMPORTANCIA DEL DEBER EN LA ETICA

el deber, que es la norma reguladora de la libertad, es el máximo grado de


necesidad con ella compatible; y consiste en la obligación impuesta al sujeto libre
“de usar de su libertad de un modo determinado”.
En el perímetro de la libertad humana podemos descubrir sectores llenos de reglas
que no son suficientes para crear un deber. (Tales son las reglas gramaticales,
artísticas o técnicas). Pero dondequiera surge un deber, invariablemente le
acompaña la nota moral; por cuanto todo, deber tiene carácter ético, obliga en
conciencia, y su violación voluntaria implica responsabilidad.

El análisis de los deberes profesionales nos impone un estudio serio y sistemático


de las actividades peculiares de todas y cada uno de las profesiones. Hablamos de
“deberes generales” y “deberes impuestos por la conciencia”, etc. Es lo que los
clásicos entendían por deberes de estado, y posteriormente por deberes
vocacionales. “El estado” o vocación es la modalidad particular de la vida de
cualquier hombre; y “el deber” es el valor humano de toda actividad que responde
a exigencias concretas del bien común.

Aunque evidentemente puede haber unos deberes más graves que otros, sería
funesto y contra el Orden Moral el que una persona cotizara y tuviera en cuenta
solamente los deberes graves, despreocupándose de los demás. Así ha surgido
una mentalidad desdoblada y estrábica que se despreocupa de los deberes
pudieran despojarse de su carácter de moralidad obligatoriedad y gravedad. Y así
la sociedad soporta el absurdo gravamen de gentes y profesionistas, muy
escrupulosos en sus deberes religiosos y familiares, capaces de comprender que el
mismo Decálogo, que explícitamente legisla para la naturaleza humana,
implícitamente, pero con la misma obligatoriedad moral, está legislando (en los
últimos siete mandamientos) para todas las situaciones que provengan de esa
misma naturaleza.

EL VALOR OBETIVO Y SUBJETIVO

Objetivos:

 Reconocer y valorar la especificidad del ser humano como ser capaz para
darse a si mismo principios racionales que orienten su vida, individual y
colectivamente.
 Identificar y analizar críticamente los problemas morales, valores y proyectos
éticos de la comunidad donde se pertenece.
 Reconocer y analizar cuestiones relativas a los valores morales
fundamentales en función de la vida personal, colectiva como joven.
 Mostrar actitudes de tolerancia y respeto hacia otras opciones éticas, desde
juicios y valoraciones de autonomía moral.
 Mostrar actitudes de rechazo hacia todo tipo de injusticia, corrupción, guerra,
crímenes, secuestro, etc.
 Mostrando compromiso con los proyectos éticos y morales.
 Elaborar juicios morales de valor reconociendo el problema de la justificación
de normas, valores y principios de actuación.
 Debatir de forma racional, con respeto y abierta acerca de problemas éticos,
valorando siempre el dialogo, como medio para la superación de conflictos.
 Ejercitarse, meditar e imaginar cómo tomar medidas para resolver o paliar
problemas morales.
 Desarrollo de la capacidad de elaborar juicios moral

La axiología contemporánea tiende a superar la oposición entre subjetivismo y


objetivismo de los valores: los valores tienen aspectos subjetivos y aspectos
objetivos. El subjetivismo nos ha mostrado la conveniencia de no olvidar la
valoración, es decir, la actividad del sujeto que valora, una actividad marcada por
condicionamientos psicológicos, sociológicos y culturales. Los valores son valores
de una sociedad y los individuos, en su proceso de socialización, los aprenden (o
los rechazan). El objetivismo nos ha mostrado la conveniencia de analizar las
características de la cosa que consideremos un valor, que los valores no son
arbitrarios ni gratuitos, que los valores siempre son valores compartidos

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