Sie sind auf Seite 1von 2

El orden masculino se inscribe también en los cuerpos a través de las conminaciones tácitas

implicadas en las rutinas de la división del trabajo o de los rituales colectivos o privados.
Las formalidades del orden físico y del orden social imponen e inculcan, las disposiciones
al excluir a las mujeres de las tareas más nobles, asignándoles unas tareas inferiores
Enseñándoles cómo comportarse con su cuerpo, atribuyéndoles unas tareas penosas,
bajas y mezquinas (transportan el estiércol y, en la recolección de las aceitunas,
son las que, junto con los niños, las recogen, mientras el hombre maneja la vara) 38
los principios opuestos de la identidad masculina y de la identidad femenina se codifican de
ese modo bajo la forma de maneras permanentes de mantener e! cuerpo y de comportarse,
que son como la realización o, mejor dicho, la naturalización de una ética. Del mismo
modo que la moral de! honor masculino puede resumirse en una palabra, cien veces
repetida por los informadores, qabel; enfrentarse, mirar a la cara, y en la postura correcta,
demostración de rectitud, que designa.v igualmente la sumisión femenina parecía encontrar
una traducción natural en e! hecho de inclinarse, de agacharse, de doblar el cuerpo, de
someterse, las posiciones curvadas, flexibles, y considerar que la docilidad a ellas asociada
es más adecuada para la mujer. La educación fundamental tiende a inculcar unas maneras
de manejar el cuerpo, o tal o cual de sus partes, que contienen una ética, una política y una
cosmología 42
Esta especie de confinamiento simbólico queda asegurado prácticamente por su
vestimenta, que tiene como efecto, a la vez que disimular el cuerpo, recordar en todo
momento el orden 43
Estas maneras de mantener el cuerpo, profundamente asociadas a la actitud moral y al
pudor que deben mantener las mujeres, sigue imponiéndose, como a pesar suyo, incluso
cuando dejan de ser impuestas por el atuendo. Y las posturas o las posiciones relajadas,
como el hecho de balancearse en una silla o de poner los pies sobre el escritorio, que se
atribuyen a veces a los hombres -de elevado estatus--, a título de demostración de poder
o, lo que equivale a lo mismo, de seguridad, son, para ser exactos, inimaginables en una
mujer.44
Las divisiones constitutivas del orden social y, más exactamente, las relaciones sociales de
dominación y de explotación instituidas entre los sexos se inscriben así, de modo
progresivo, en dos clases de hábitos diferentes, bajo la forma de hexeis corporales
opuestos y complementarios de principios de visión y de división que conducen a clasificar
todas las cosas del mundo y todas las prácticas según unas distinciones reducibles a la
oposición entre lo masculino y lo femenino. Corresponde a los hombres, situados en el
campo de lo exterior, de lo oficial, de lo público, del derecho, de lo seco, de lo alto, por el
contrario, a las mujeres, al estar situadas en el campo de lo interno, de lo húmedo, de abajo,
de la curva y de lo continuo, Si les adjudican todos los trabajos domésticos, es decir,
privados y ocultos, prácticamente invisibles o vergonzosos, como el cuidado de los niños y
de los animales, así como todas las tareas exteriores que les son asignadas por la razón
mítica, o sea, las relacionadas con el agua, con la hierba, con lo verde 45
las mujeres sólo pueden llegar a ser lo que son de acuerdo con la razón mítica, lo que
confirma, sobre todo a sus propios ojos, que están naturalmente abocadas a lo bajo, a
lo torcido, a lo menudo, a lo mezquino, a lo fútil, etc. Están condenadas a dar en todo
momento la apariencia de un fundamento natural a la disminuida identidad que les ha sido
socialmente atribuida; 45
La violencia Simbolica. La preeminencia universalmente reconocida a los hombres se
afirma en la objetividad de las estructuras sociales y de las actividades productivas y
reproductivas, y se basa en una división sexual del trabajo de producción y de reproducción
biológico y social que confiere al hombre la mejor parte, así como en los esquemas
inmanentes a todos los hábitos/bichos esquemas, construidos por unas condiciones
semejantes, y por tanto objetivamente acordados, funcionan como matrices de las
percepciones 49
las mismas mujeres aplican a cualquier realidad y, en especial, a las relaciones de poder
en las que están atrapadas, unos esquemas mentales que son el producto de la asimilación
de estas relaciones de poder y que se explican en las oposiciones fundadoras del orden
simbólico 49
No voy a afirmar que las estructuras de dominación sean ahistóricas, sino que intentaré
establecer que son el producto de un trabajo continuado de reproducción al que contribuyen
unos agentes singulares y unas instituciones: Familia, Iglesia, Escuela, Estado. 50
Como esos principios comunes exigen de manera tácita e indiscutible que el hombre ocupe,
por lo inenos aparentemente y de cara al exterior, la posición dominante en la pareja, es
por él, por la dignidad que ellas le reconocen a priori y que quieren ver universalmente
reconocida, pero también por ellas mismas, Por su propia dignidad, por lo que ellas sólo
pueden querer y desear a un hombre cuya dignidad está claramente afirmada y demostrada
en y mediante el hecho de que «las supera» visiblemente. 52
Así pues, sólo es posible imaginar esta forma especial de dominación a condición de
superar la alternativa de la coacción y del consentimiento, de la coerción mecánica y de la
sumisión voluntaria, libre y deliberada, prácticamente calculada. El efecto de la dominación
simbólica no se produce en la lógica pura de las conciencias conocedoras, sino a través de
los esquemas de percepción, de apreciación y de acción que constituyen los hábitos y que
sustentan, antes que las decisiones de la conciencia y de los controles de la voluntad, una
relación de conocimiento profundamente oscura para ella misma.58
Así pues, la lógica paradójica de la dominación masculina y de la sumisión femenina,
de la que puede afirmarse a la vez, y sin contradecirse, que es espontánea e impetuosa,
sólo se entiende si se verifican unos efectos duraderos que el orden social ejerce sobre las
mujeres (y los hombres), es decir, unas inclinaciones espontáneamente adaptadas al
orden que ella les impone. 54
El poder simbólico no puede ejercerse sin la contribución de los que lo soportan porque
lo construyen como tal. Pero, al evitar que se detenga en esa verificación (como el
constructivismo idealista, etnometodológico o lo que sea), hace falta verificar y explicar la
construcción social de las estructuras cognitivas que organizan los actos de construcción
del mundo y de sus poderes. Y descubrir claramente de ese modo que esta construcción
práctica, lejos de ser un acto intelectual consciente, libre y deliberado de un «sujeto»
aislado, es en sí mismo el efecto de un poder, inscrito de manera duradera en el cuerpo de
los dominados bajo la forma de esquemas de percepción y de inclinaciones que hacen
sensibles a algunas manifestaciones simbólicas del poder. 56
La violencia simbólica sólo se realiza a través del acto de conocimiento y de reconocimiento
práctico que se produce sin llegar al conocimiento y a la voluntad y que confiere su «poder
hipnótico» a todas sus manifestaciones, conminaciones, sugerencias, seducciones,
amenazas, reproches, órdenes o llamamientos al orden. Pero una relación de dominación
que sólo funcione por medio de la complicidad de las inclinaciones hunde sus raíces, para
su perpetuación o su transformación, en la perpetuación o la transformación de las
estructuras que producen dichas inclinaciones 59

Das könnte Ihnen auch gefallen