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PENTECOSTÉS Y LA FUNDACIÓN DE LA IGLESIA

Para muchos, el primer Pentecostés cristiano evoca la fundación de la Iglesia bajo la acción del
Espíritu. Antes de dejar a sus apóstoles, Jesús les había prometido que les enviaría el Espíritu.
Los apóstoles se reunieron en Jerusalén, para esperar su venida. El Espíritu vino cuando
estaban todos reunidos, el día del Pentecostés judío. Además vino de una manera bastante
espectacular. Los apóstoles empezaron inmediatamente a predicar la Buena Nueva de
la salvación, y todos entendían en sus respectivas lenguas, cuando se les predicaban las
maravillas del Señor... La Iglesia había nacido definitivamente. He aquí en unas palabras cómo
muchos cristianos se imaginan los hechos.
Pero muy pocos se preguntan por qué la Pascua está separada de Pentecostés por un período
de cincuenta días. ¿Por qué la fundación de la Iglesia se refiere a Pentecostés, en vez de a la
Pascua?. El don del Espíritu Santo en Pentecostés, ¿significa una especie de comienzo
absoluto? ¿En qué sentido se puede decir que la misión universal comienza verdaderamente el
día de Pentecostés? Los apóstoles, de hecho, van a dar testimonio de la Resurrección de Cristo,
pero este testimonio no les induce a abandonar Jerusalén para ir a todas las naciones.
En resumen, tenemos que hacernos dos preguntas: por una parte, ¿cuál es el significado
profundo del espacio de tiempo que separa la resurrección de Cristo y la fundación de la Iglesia
en el día de Pentecostés? Y, por otra, ¿es realmente la fiesta de Pentecostés la fiesta por
excelencia de la misión universal? Estas preguntas no son secundarias. Respondiendo a ellas
ayudaremos a los cristianos a captar mejor la originalidad de su fe en Cristo resucitado y el
alcance exacto de sus responsabilidades misioneras.
-LA FIESTA DE PENTECOSTÉS EN ISRAEL, ANIVERSARIO DE LA ALIANZA.
En sus orígenes, la fiesta de Pentecostés fue una fiesta de recolección, como la Pascua era la
fiesta del comienzo de la siega.
Pentecostés, fiesta de recolección y, por tanto, fiesta de abundancia, es fiesta de alegría y de
acción de gracias. Pero, al mismo tiempo que la liturgia tiende a hacerse cada vez más
histórica y cada vez menos cósmica, las grandes fiestas del pueblo judío se van a transformar.
Cuando la Pascua deja de ser una fiesta agrícola, para convertirse en seguida en la celebración
de la liberación de Egipto, se trata de extender esta celebración a todos los acontecimientos
que han acompañado al Éxodo. Entre ellos, el mayor acontecimiento es evidentemente la
conclusión de la alianza del Sinaí, cincuenta días después de haber salido de Egipto. Como la
fiesta de la recogida de la cosecha se celebraba siete semanas después de la Pascua, era una
fiesta muy indicada para conmemorar la alianza.
Desde el siglo II antes de Jesucristo, esta evolución había terminado, y Pentecostés era la gran
fiesta de la alianza.
ALIANZA/PLAN-D: La alianza es una de las realidades más fundamentales a la que dedican su
reflexión los profetas. En un momento decisivo de la historia religiosa de Israel, la alianza ha
definido las relaciones entre Yahvé y su pueblo. El plan de Yahvé es el liberar al pueblo
escogido, a través de los acontecimientos de su historia; pero el contrato de la alianza lleva
consigo una exigencia esencial para Israel: que a la iniciativa salvadora de Yahvé habrá que
responder con la fe. En realidad, y desde el período de prueba del desierto, el pueblo elegido
rehúsa el entrar en los caminos -es verdad que muchas veces son desconcertantes-
de su Dios. Responde con la incredulidad. ¿Son por esto un fracaso los designios salvadores de
Yahvé? ¿No acabará el propio Yahvé por cansarse? Estas preguntas no han cesado de hacer
reflexionar a los profetas. Todos ellos anuncian la cólera divina, pero también el éxito futuro
del plan de Dios.
Como la fidelidad de Yahvé es eterna, los profetas expresan su seguridad de que un día el Dios
vivo suscitará un colaborador adecuado para la alianza. La esperanza mesiánica da testimonio
de esta certeza, que se confirma sin cesar.
Meditando sobre el futuro de la alianza, los profetas hablan gustosamente de una nueva
alianza. El Espíritu de Yahvé será derramado abundantemente sobre toda carne. Los corazones
serán transformados y la nueva ley será grabada en ellos. Los preceptos divinos no se deberán
ya aprender de los demás. La misma creación será renovada. Yahvé aparecerá entonces como
el único Salvador de su pueblo y El hará del pueblo su testigo ante las naciones. La fidelidad del
Mesías va a permitir esta definitiva liberación.

-JESÚS DE NAZARET Y LA ALIANZA EN EL ESPÍRITU.


La proclamación del Reino inaugura los últimos tiempos. Desde la Anunciación, el Espíritu está
obrando en la vida de Jesús. En su Bautismo intervino el Espíritu de una manera solemne para
conferir a Jesús su investidura mesiánica. Durante toda su vida pública se multiplicaron los
signos de efusión del Espíritu. Y cuando llegó el momento supremo de la muerte en la cruz, fue
también el Espíritu el que emprendió la obra por excelencia: la Resurrección. En la sangre
derramada por el Mesías se ha sellado una nueva alianza, que es la que da comienzo al tiempo
del Espíritu.
Todo se ha cumplido en el sacrificio de la cruz (Jn 19, 30). La esperanza de los profetas se ha
visto colmada. La nueva alianza se ha consumado. He aquí que ha llegado ya el tiempo en que
se ha de dar culto en espíritu y en verdad. El Espíritu habita desde ahora en los corazones y los
transforma desde el interior. El acto redentor y expiatorio de la cruz tiene una resonancia
universal.
Toda la humanidad ha sido afectada por la acción del único Mediador de la salvación. La
solidaridad universal en el pecado deja paso a una solidaridad universal en el amor.
Y, sin embargo, si es verdad que todo se ha cumplido, no es menos cierto que todo está aún
por cumplir. El Reino no desciende prefabricado del cielo. La alianza en el Espíritu exige que el
hombre colabore como verdadero aliado de Dios en la realización de sus designios salvadores.
Esta alianza se fundamenta en el Hombre-Dios, que es el que abre el acceso al Padre. El Hijo
único del Padre se rodea de hijos adoptivos. Haciéndose obediente hasta la muerte en la cruz
por amor a todos los hombres, el Hombre-Dios ha inaugurado en su persona el Reino
definitivo, pero no ha suprimido la condición terrena del hombre. Por el contrario, la
intervención de Jesús en la historia revela al hombre la verdad de su condición terrena. Cada
uno está llamado a desempeñar un papel irreemplazable en la edificación del Reino.

El tiempo del Espíritu comienza definitivamente con la Resurrección y la Ascensión de Cristo.


Por su sacrificio en la cruz, Cristo ha dicho al Padre, de una manera perfecta, el sí "filial" de
"criatura" que salva al hombre de una vez para siempre. Este SI le constituye a la derecha del
Padre en Primogénito de la verdadera humanidad. El diálogo entre Dios y el hombre queda ya
cimentado.
El Espíritu de Dios se revela por identidad como el Espíritu del Verbo Encarnado. La nueva
alianza ha sido sellada en el amor. El tiempo del Espíritu ha dado paso a aquel día en que Jesús
pudo decir a sus apóstoles: "Recibid el Espíritu Santo" (Jn 20, 22).

-PENTECOSTÉS Y EL BAUTISMO ECLESIAL EN EL ESPÍRITU.


Al ver la realidad del "costado" de Cristo, la Iglesia, que es su Cuerpo, nace en el acto supremo
del sacrificio de la cruz. Según el testimonio de San Juan, el agua y la sangre que brotaron del
costado de Cristo cuando fue abierto por la lanza, evocan de un modo suficiente este
nacimiento. Además, desde la primera aparición del Resucitado a sus apóstoles, lo esencial del
misterio de la Pascua ha sido ya evocado: "Como mi Padre me envió, así también Yo os envío...
Recibid el Espíritu Santo" (Jn 20, 21-22).
Pero si consideramos esta misma realidad "desde el lado" de los apóstoles, resulta que se
pasan cincuenta días desde la Resurrección hasta la venida del Espíritu Santo sobre la primera
comunidad cristiana. Del Viernes Santo a Pentecostés, tienen lugar una serie de
acontecimientos: la resurrección, las apariciones de Cristo resucitado, y, sobre todo, la
Ascensión, que el cómputo litúrgico fija cuarenta días después de la Pascua.
La cuestión que, por consiguiente, se plantea, es esta: ¿Por qué el acontecimiento pascual no
se ha guardado como la fecha de la fundación de la Iglesia? Es muy comprensible que a los
apóstoles les haya hecho falta un cierto tiempo para comprender todas las cosas que habían
pasado. Pero esta no es una razón suficiente para retardar la fecha de la fundación de la Iglesia
cincuenta días.
Por otra parte, nunca se ha dado esta explicación, sino que ha parecido más sencillo el decir
que, de facto, el Espíritu Santo no había descendido sobre los apóstoles hasta ese día.
La verdadera razón es que los apóstoles estaban llamados a ser los fundamentos de la Iglesia y
que, para llegar a serlo, ellos tienen que recorrer un camino espiritual, acomodando
progresivamente su fe ordinaria a la realidad de la resurrección.
El momento esencial de este camino es la Ascensión de Cristo. Los apóstoles comprenden
entonces que el Reino no es de este mundo, pero que, sin embargo, se construye en este
mundo, a partir de la semilla plantada por Cristo y gracias a una tarea llamada la misión
universal. Entonces ya está todo preparado para que aparezca en todo su esplendor el
testimonio autorizado de los discípulos acerca de la resurrección. Este testimonio funda la
Iglesia en la realidad de este mundo, porque, por vez primera, unos hombres elegidos por
Cristo para eso actualizan la resurrección de Cristo, por medio de su contribución común a la
realización de los designios de Dios. Por tanto, no cabe duda de que verdaderamente se ha
difundido el Espíritu de Cristo.
El Pentecostés judío que evocaba la alianza del Sinaí era muy apto para servir de punto de
apoyo a la primera manifestación de la Iglesia. En el Espíritu del Padre y del Hijo se ha sellado
una nueva alianza.

-PENTECOSTÉS Y LA MISIÓN UNIVERSAL.


Después de la venida del Espíritu Santo sobre la comunidad reunida, los apóstoles empiezan a
dar testimonio públicamente de Cristo resucitado. Ellos han participado de su vida; han tenido
esa experiencia muchas veces, desde la Pascua de Cristo. El testimonio de los apóstoles tiene,
de derecho, un alcance universal, porque la vida que le anima es la misma vida de Aquel que
ha amado a todos los hombres hasta el fin.

Para comprender la misión de la Iglesia, hay que volver siempre al testimonio apostólico en sus
orígenes. Los elementos esenciales que integran la misión universal se encuentran allí.
La Iglesia cuando evangeliza propone el misterio de la resurrección. La Iglesia vive
efectivamente del misterio del que está dando testimonio. El contenido de esta vida es un
amor sin fronteras.
Y, sin embargo, ¡qué camino se ha recorrido si se compara el testimonio apostólico del primer
día y la misión paulina! Persuadidos de que el retorno de Cristo es inminente y de que la
Jerusalén terrena será el escenario de esta intervención decisiva, los apóstoles dan testimonio
de Cristo resucitado, pero no abandonan Jerusalén. Serán los acontecimiento los que les hagan
ver claro acerca de las consecuencias misioneras de su testimonio. El martirio de Esteban
prepara la evangelización de Samaria, y los judíos que habían venido a Jerusalén se llevan la
Buena Nueva a sus tierras. Entonces se hace un llamamiento a los apóstoles.
Entran en la Iglesia los primeros paganos. Poco a poco, los apóstoles llegan a la convicción de
que el testimonio apostólico halla su desarrollo normal en la misión. Un día la Iglesia de
Antioquía enviará a sus responsables de misión: Bernabé y Pablo harán juntos el primer viaje
apostólico.
Durante toda su historia, la Iglesia no ha dejado de reflexionar en las implicaciones de su
misión universal. San Pablo pudo pensar que la misión entre los paganos era una obra que
estaba a su alcance. Hoy, sin embargo, comprobamos que esta obra apenas ha comenzado; la
empresa es gigantesca. Dar testimonio de Cristo resucitado es arraigar el misterio de Cristo y
de su sacrificio perfecto en el corazón del dinamismo espiritual que anima a los pueblos y a las
culturas. Toda la realidad humana -y con ella toda la creación- debe pasar de la muerte a la
vida.
El primer Pentecostés contiene ya en germen todo el crecimiento ulterior de la misión y las
tomas de conciencia que se han conseguido en el curso de los años. En germen, pero sólo en
germen. Lo contrario sería anormal, puesto que el tiempo del Espíritu es el de la edificación del
Reino y el de la responsabilidad de cada uno en respuesta a la iniciativa siempre obsequiosa
del Padre.

-EL PRIMER PENTECOSTÉS Y LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA.

El relato que nos hacen los Hechos de lo Apóstoles acerca del primer Pentecostés evoca como
de una manera anticipada los frutos extraordinarios de la presencia del Espíritu en la
Comunidad apostólica. Desde que el Espíritu obra en el testimonio de la resurrección dado por
los apóstoles, caen los muros de separación existentes entre los hombres, y el obstáculo de las
lenguas puede ser superado. En medio del esplendor de su diversidad y de su unidad
nuevamente hallada, la Iglesia completamente acabada parece encontrarse allí, como a escala
reducida, el día del primer Pentecostés cristiano. Animados por el Espíritu, los hijos adoptivos
del Padre se reúnen en torno al Hermano Mayor.
Este relato expresa con mucha exactitud lo que ocurre en una celebración eucarística. La
antífona de comunión de la misa de Pentecostés está muy bien elegida para ese momento.
"Todos, llenos del Espíritu Santo, cantaban las maravillas de Dios". En la Eucaristía, la tensión
entre el presente y el futuro alcanza su máxima intensidad. El Espíritu obra en ella como en su
terreno privilegiado. Reunidos en torno a Cristo resucitado, los hijos adoptivos dan gracias por
El, con El, en El. Los ausentes también están, en cierta manera, presentes, porque la
convocatoria universal a la salvación alcanza a todos los hombres. La recapitulación cósmica es
efectiva... "Por eso el mundo entero, desbordante de alegría, se estremece de felicidad a
través de toda la tierra".

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969.Pág. 278 ss.
http://www.mercaba.org/DIESDOMINI/PASCUA/PENT/PENT_I_01.htm

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