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ISI (Industrialización por Sustitución de Importaciones)

La industrialización por sustitución de importaciones (ISI) es una política económica basada en la


premisa de que un país en vías de desarrollo debe intentar sustituir productos que importa, por
sustitutos fabricados localmente.

Esta política se basa en tres pilares fundamentales: una política industrial activa que subsidie y
dirija la producción de sustitutos, cree barreras al comercio (altos aranceles), y una política
monetaria que mantenga el tipo de cambio elevado.

Una ventaja importante que señalaron sus defensores, que surgió de la Gran Depresión, es que en
caso de un shock económico a nivel mundial como el de 1929, sólo afectaría ligeramente al país
que practicara políticas ISI, ya que estaría aislado si las industrias nativas tenían en el mercado
local su principal foco de demanda, al estilo de una autarquía.

Durante la Segunda Guerra mundial, favoreció la creación de infraestructura, una política


arancelaria proteccionista, reducción de impuestos a las empresas; junto con un alto ritmo de
inversión pública y privada; propiciaron el desarrollo de una nueva fase de sustitución de
importaciones. Impulsaron, a partir de la segunda mitad de los años cincuenta, el desarrollo de la
siderurgia, petroquímica, etc., pertenecientes al ramo industrial de bienes de capital, medios de
producción, refacciones, piezas de maquinaria, herramienta y materia prima manufacturada. A la
vez, se incrementó la producción de artículos de consumo duraderos, transporte, aparatos
electrodomésticos, cuyas compleja tecnología requiere de mayor inversión.

El incremento del gasto público y la euforia de enriquecimiento produjeron desequilibrios


monetarios y una elevación de precios o inflación, la cual inexorablemente se acompaña de
devaluación monetaria. Como el dinero es un equivalente general y no tiene valor por sí mismo, al
incrementar el volumen, el dinero pierde valor, porque debe reflejar el valor total de producción.

Consecuencias

La política de industrialización mediante sustitución de importaciones tuvo sólo un éxito limitado o


el fracaso. Las tasas de protección arancelarias, que oscilaban entre 100 y 200 por ciento, o más,
fueron comunes en las décadas 1950, 1960 y 1970 en naciones como la India, Pakistán,
Latinoamérica, Kazajstán, etc. Estas tasas dieron lugar a industrias domésticas muy ineficientes y
precio elevados para los consumidores domésticos.

La férrea protección y los subsidios a la industria causaron una elevada intensidad de capital y una
relativamente poca absorción de trabajo. Por ejemplo la intensidad del capital en la producción de
acero en la India igualaba a Estados Unidos, lo que agotó rápidamente los modestos fondos de
inversión de que disponían y sólo creó pocos trabajos.
El esfuerzo por industrializarse mediante la sustitución de importaciones llevó al abandono de la
agricultura y otros sectores primarios, con el resultado de que muchas naciones en desarrollo
experimentaron una disminución en sus ingresos de exportaciones tradicionales y algunas (como
Brasil) incluso se vieron forzadas a importar algunos productos alimenticios que anteriormente
habían exportado. Más aún la política de sustitución de importaciones con frecuencia agravó los
problemas de balanza de pagos de las naciones en desarrollo al requerir mayores importaciones
de maquinaria, materias primas, energéticos e incluso alimentos.

El resultado global fue que a esas naciones en desarrollo que pusieron el acento en la
industrialización con sustitución de importaciones les fue bastante peor y crecieron más lento que
economías en desarrollo (como Hong Kong, Corea y Singapur) que desde principios de los
cincuenta siguieron una estrategia orientada a las exportaciones.

En conclusión, la riqueza de un país estriba en su capacidad productiva real. Existen varias formas
de evitar o disminuir desequilibrios económicos: El primero es incrementar la ductilidad, riqueza
real que fundamenta el valor del dinero en circulación. Más, el valor del dinero, que antes se
respaldaba por reservas en metales ahora se respalda por reservas en divisas, moneda extranjera
ahorrada en la banca central. Si a un proceso inflacionario se le añade escasez o fuga de divisas es
inevitable la devaluación oficial de la moneda nacional. Esto ocurrió a partir de los años '60 en
Latinoamérica.

En relación con la Nueva Economía Política, basándonos en el enfoque de Bates (economista


norteamericano), se puede considerar que los modelos neoclásicos no son capaces de explicar los
patrones de sustitución de importaciones, subsidios (o impuestos) al trabajo y protección de
industrias ineficientes que han ocurrido en la medida que los gobiernos han intentado controlar
los resultados económicos con el objetivo de crear y mantener el apoyo político.

Critica bastante este tipo de políticas económicas dado que subestiman las capacidades
individuales y colectivas de los actores económicos y políticos de las naciones menos
desarrolladas.

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