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Editores: L. Caro Dobón, H. Rodríguez Otero, E. Sánchez Compadre, B. López Martínez, M. J. Blanco.
Secretariado de Publicaciones, Universidad de León, España 2000.
M. L. Rodrigues de Areia
Universidad de Coimbra, Portugal
Resumen
A pesar de que la distribución de una población según los sexos es teóricamente del
50% para cada uno de los sexos, la realidad etnográfica es muy diferente. El sex ratio
(porcentaje de niños del sexo masculino por 100 del sexo femenino) se aparta de la
unidad manifestante en diferentes poblaciones humanas. La interpretación de los hechos
etnográficos tiende a mostrar la existencia de una variabilidad de las estrategias
adaptativas y de su incidencia en la aportación parental. Muchas variables han sido
analizadas ya, pero aún no es posible establecer los mecanismos concretos que explican
la asimetría en la distribución de los sexos, especialmente la mortalidad embrionaria
diferencial. Un método biodemográfico adecuado debería tener en cuenta no sólo la
diferencia de aportación parental necesaria para tener un niño de uno u otro sexo, sino
además relacionar el sex – ratio y el status social de los padres, así como las diferencias
circunstancias evolutivas que serían favorables a cada uno de los sexos. La presión
demográfica en diversas regiones del mundo, y en particular ciertas políticas anti –
natalistas, han determinado la importancia del sex – ratio como factor pertinente en los
estudios biodemográficos actuales.
Introducción
Por definición, el sex – ratio corresponde a una proporción entre los sexos y se le
presenta normalmente en forma de fracción: el número de niños de sexo masculino
sobre el producto de niños del sexo femenino por 100:
H / F x 100
Esta proporción puede ser aplicada a las diferentes etapas de la vida de los individuos,
dentro de una población concreta, por ejemplo al momento de la fecundación, al
nacimiento o a la muerte.
Dependiendo de lo que se busque, el sex – ratio al momento de la fecundación se
denomina sex - ratio primario; sex – ratio secundario corresponde al nacimiento; el
sex - ratio terciario corresponde a la vida adulta o al momento de la muerte. Los otros
tipos de sex ratio se consideran más operacionales, esto es, la proporción de hombres y
mujeres disponibles para aparearse en una población concreta y en un momento
determinado.
En lo que refiere a este artículo, habremos de procesar al sex ratio en tanto a la
proporción de sexos al nacimiento (sex ratio secundario), teniendo en cuenta sin
embargo, que e el registro etnográfico el sex ratio secundario no se limita a la
proporción de sexos al nacimiento, más bien se extiende a los primeros años de vida del
niño/a. Esta precisión es importante por el hecho de tener en cuenta los cuidados
parentales para cada uno de los sexos si nos vemos privados de una buena interpretación
de los datos etnográficos. Por supuesto que el hecho mismo admite la ocurrencia del
infanticidio. Acá hay dos cuestiones: el infanticidio y los cuidados parentales diferentes
intervienen directamente en el sex – ratio y su incidencia se verifica sobre todo durante
los primeros años de vida.
El registro etnográfico
Yanomamas 128
Cuiva 117
Aché 116
Judíos Ortodoxos (Rusia, siglo XIX) 137
Judíos Ortodoxos (Israel) 131
Interpretación evolutiva
Infanticidio
No hay una razón particular para encontrar una mortalidad elevada entre las niñas. La
explicación en términos de cuidado parental diferencial se impone por consiguiente;
pero este cuidado debe ser comprendido en un sentido muy largo, que comprende
también la ausencia de cuidado, el cual puede ser total (infanticidio por abandono) y
mismo el infanticidio activo.
En realidad la práctica del infanticidio es una de las causas del sesgo en el sex – ratio.
Reconocido por los biólogos y los demógrafos históricos como “el método más antiguo
utilizado para controlar la población durante siglos” (Scrimshaw, 1984), el infanticidio
es definido ya como la supresión deliberada de la vida del niño, ya como el descuido
consciente o inconsciente (negligencia agresiva).
Más allá de las motivaciones culturales que encadenan esta práctica dentro de un
contexto de causas mágico – religiosas, el hecho además aborda la cuestión en términos
adaptativos. Así la eliminación física de niños deformes o malformados 8descriptos
como monstruos o demonios), y también los niños mellizos o albinos, o de otras
categorías, debe ser ponderado en términos de interés relativo a la “fitness” del grupo,
teniendo en cuenta el equilibrio premio / beneficio.
Pero la discusión está lejos de terminarse. Los argumentos favorables al modelo
evolutivo propuesto por Trivers y Willaard (1993) no parecen susceptibles de ser
aplicables en forma semejante a las poblaciones humanas sin introducir las otras
variables como el status social de los individuos dentro de los grupos (Smith, 1993;
Strickland y Tuffrey, 1997).
Según Drivale y Harris (1976), una simple consulta a “Human Ralations Area Files
(HRAF)” ha mostrado que, en una muestra de 56 poblaciones humanas, 36% practican
el infanticidio frecuentemente, mientras que el 13% la practica ocasionalmente, La
incidencia de esta práctica concierne sobre todo al sexo femenino (esquimales, India,
China, etc.), justamente porque son los efectivos femeninos que condicionan el
crecimiento de la población; en tanto que como método para controlar la población, el
infanticidio debe necesariamente incidir sobre el sexo femenino. Los otros objetivos, y
particularmente la búsqueda de matrimonios “hipergámicos”, han intensificado una
práctica ya corriente durante largo tiempo en nuestra especie.