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En: Tendencias actuales de Investigación en la Antropología Física Española, : 375-380.

Editores: L. Caro Dobón, H. Rodríguez Otero, E. Sánchez Compadre, B. López Martínez, M. J. Blanco.
Secretariado de Publicaciones, Universidad de León, España 2000.

LA MANIPULACION DEL SEX - RATIO COMO FACTOR


BIODEMOGRAFICO

M. L. Rodrigues de Areia
Universidad de Coimbra, Portugal

Resumen

A pesar de que la distribución de una población según los sexos es teóricamente del
50% para cada uno de los sexos, la realidad etnográfica es muy diferente. El sex ratio
(porcentaje de niños del sexo masculino por 100 del sexo femenino) se aparta de la
unidad manifestante en diferentes poblaciones humanas. La interpretación de los hechos
etnográficos tiende a mostrar la existencia de una variabilidad de las estrategias
adaptativas y de su incidencia en la aportación parental. Muchas variables han sido
analizadas ya, pero aún no es posible establecer los mecanismos concretos que explican
la asimetría en la distribución de los sexos, especialmente la mortalidad embrionaria
diferencial. Un método biodemográfico adecuado debería tener en cuenta no sólo la
diferencia de aportación parental necesaria para tener un niño de uno u otro sexo, sino
además relacionar el sex – ratio y el status social de los padres, así como las diferencias
circunstancias evolutivas que serían favorables a cada uno de los sexos. La presión
demográfica en diversas regiones del mundo, y en particular ciertas políticas anti –
natalistas, han determinado la importancia del sex – ratio como factor pertinente en los
estudios biodemográficos actuales.

Palabras clave: sex – ratio, infanticidio, aportación parental

Introducción

Por definición, el sex – ratio corresponde a una proporción entre los sexos y se le
presenta normalmente en forma de fracción: el número de niños de sexo masculino
sobre el producto de niños del sexo femenino por 100:

H / F x 100

Esta proporción puede ser aplicada a las diferentes etapas de la vida de los individuos,
dentro de una población concreta, por ejemplo al momento de la fecundación, al
nacimiento o a la muerte.
Dependiendo de lo que se busque, el sex – ratio al momento de la fecundación se
denomina sex - ratio primario; sex – ratio secundario corresponde al nacimiento; el
sex - ratio terciario corresponde a la vida adulta o al momento de la muerte. Los otros
tipos de sex ratio se consideran más operacionales, esto es, la proporción de hombres y
mujeres disponibles para aparearse en una población concreta y en un momento
determinado.
En lo que refiere a este artículo, habremos de procesar al sex ratio en tanto a la
proporción de sexos al nacimiento (sex ratio secundario), teniendo en cuenta sin
embargo, que e el registro etnográfico el sex ratio secundario no se limita a la
proporción de sexos al nacimiento, más bien se extiende a los primeros años de vida del
niño/a. Esta precisión es importante por el hecho de tener en cuenta los cuidados
parentales para cada uno de los sexos si nos vemos privados de una buena interpretación
de los datos etnográficos. Por supuesto que el hecho mismo admite la ocurrencia del
infanticidio. Acá hay dos cuestiones: el infanticidio y los cuidados parentales diferentes
intervienen directamente en el sex – ratio y su incidencia se verifica sobre todo durante
los primeros años de vida.

El registro etnográfico

La curiosidad concerniente a los datos etnográficos es el resultado de una constatación.


En efecto, dentro del orden del reino animal como en las comunidades humanas, el sex
– ratio es a menudo muy cercano a 100 / 100, un valor acorde con la teoría denominada
“estrategia de la estabilidad evolutiva”. Según la hipótesis de Fisher, se establece que en
cada individuo no hay más que un padre y una madre, el número total de descendientes
de hombres así como el de las descendientes de mujeres es necesariamente el mismo. Si
por consiguiente algunos reproductores están favorecidos, esto significa que los otros
individuos del mismo sexo y pertenecientes a la misma población estarán
desfavorecidos, tendrían por consiguiente menos descendientes. Pero si esto pasa dentro
de una generación, esta será diferente en la siguiente, es decir, habrán sido favorecidas
dentro de la generación F1, estarán desfavorecidas en la generación F2. El equilibrio será
por consiguiente, restablecido. Esta es la razón por la que esta teoría se llama “estrategia
de estabilidad evolutiva”. Pero en realidad, el registro etnográfico nos presenta casos
concretos que constituyen la excepción a la teoría de la estrategia de la estabilidad
evolutiva.
Observando el número de niños para cada sexo de las diferentes poblaciones humanas,
se constata en el número de niños del sexo masculino por el producto de cien niñas
(sexe ratio secundario) es en los diferentes casos, superior a la media teórica prevista. Si
se considera grandes muestras de población, se encuentra que el principio del equilibrio
teórico se verifica, como en es el caso de América Latina (100/100), o de Africa Negra
(98/100), o mismo de los Estados Unidos (103/100). Pero India y China se desvían un
poco de esta media, y se debe considerar que estos dos valores tienden a alejarse de la
media teórica (China: 128/100).
Es sobre todo en poblaciones particulares bien determinadas como pequeños grupos
indígenas y de judíos (Sieff, 1990) que se verifica un sesgo en la relación entre varones
y niñas:

Yanomamas 128
Cuiva 117
Aché 116
Judíos Ortodoxos (Rusia, siglo XIX) 137
Judíos Ortodoxos (Israel) 131
Interpretación evolutiva

Siendo conocido que el sesgo en el sex – ratio no es exclusivo de las sociedades


humanas, pues se verifica también en diferentes especies de animales, se ha ensayado
saber si los mecanismos explicativos del sesgo del sex – ratio en los grupos de animales
serían aplicables al hombre. Uno de los trabajos más importantes en ese tema, es el de
Clutton – Brock (1984) sobre le ciervo rojo (Cervus elaphus).
Los estudios de Clutton – Brock han demostrado que las hembras dominantes, habiendo
accedido a las áreas de alimentación más favorables durante la lactancia (cuidado
parental por excelencia), han dado más descendientes machos; por el contrario las
hembras dominadas han dado más hembras. En las experiencias realizadas en
laboratorio con ratones, se obtuvieron los mismos resultados: las hembras con estrés
nutricional (hambre) o en situación de estrés social (agresión, por ejemplo), dieron sobre
todo descendientes femeninos; por el contrario, la ausencia de estrés y en condiciones
favorables de nutrición, ellas dieron sobre todo machos (Sieff, 1990).
Trivers y Willard, entre otros, han sugerido que las mismas condiciones serían válidas
para las poblaciones humanas, intrepretándose las condiciones síquicas en términos de
situación económica y social de las parejas. Pero, por otro lado, el registro etnográfico
demuestra también que la manipulación humana del sex – ratio estaría en función sobre
todo de la categoría social de la mujer. En efecto, una primera constatación es que en las
sociedades humanas con un sex – ratio elevado, son las mujeres de status social más
favorable quienes procrean más varones que niñas. Incluso si la determinación del sexo
es definida luego de la fecundación, se sabe que en entre los mamíferos, en general, y en
particular los primates, el cuidado parental es muy elevado y se prolonga durante un
período más largo. En las sociedades humanas, el período de lactancia se alarga hasta
casi los cuatro años, una característica particular de nuestra especie. En suma, si se tiene
en cuenta la situación económica, o si los bienes transmisibles están comprendidos en el
cuidado parental, entonces se podría decir que el cuidado se prolonga más allá de la vida
de los genitores.
Si por consiguiente se verifica un sesgo en las proporciones de los sexos en las
diferentes poblaciones humanas, el hecho todo debe ser abordado conociéndose si la
conducta puede tener un significado adaptativo.
Entre los más recientes análisis que buscan interpretar el sex – ratio como un
mecanismo evolutivo, se pone en relieve aquellas que están basadas sobre la hipótesis
del cuidado diferencial (en relación también con la mortalidad diferencial), y también
aquellas que articulan la competencia entre individuos del mismo sexo y el grado de
cooperación. Este es el caso de las diferentes sociedades asiáticas, donde se verifica un
status favorable para la primer hija en función de la contribución que ella aporta a la
familia, en particular en favor de sus hermanos y hermanas más jóvenes. Este cuidado
sobre la hija primogénita no es suficiente para anular el sesgo en el sex – ratio pero
reduce sin duda su valor.
También en ciertas poblaciones de Estados Unidos (Estado de Utah) (Mealey y Mackey,
1990), se verifica diferencias significativas en el sex – ratio: los valores son demasiado
elevados para el sexo masculino en los casos de mujeres con un status social importante
y demasiado bajos para las mujeres de status social inferior. Los autores no han
avanzado con alguna explicación para estos casos.
Igualmente, dentro de las poblaciones alemanas del siglo XIX, Voland (1984; 1990)
señala una mortalidad infantil muy elevada en las hijas mujeres entre los grandes
propietarios; por el contrario, entre los otros grupos de población (pequeños
agricultores, trabajadores agrícolas y comerciantes), se verifica el crecimiento de la
mortalidad infantil masculina. Todo parecería indicar por consiguiente un cuidado
parental diferencial a favor de los varones, y sobre todo del primogénito, único heredero
de la tierra. Pero aparte del caso, el cuidado parental está claramente sesgado a favor de
las hijas. Aquí manifiestamente el orden de los nacimientos, por lo menos para los
varones, interfiere con el cuidado de los padres y por consiguiente, con el sex- ratio.
Otro caso muy evidente de cuidado parental diferencial en función del sexo más
también del orden de los nacimientos, está en la población noble portuguesa del siglo
XV y XVI (Boone, 1988). Las probabilidades de una hija de acceder al matrimonio (una
modalidad del cuidado parental) juegan más a favor de la hija primogénita que de las
otras. De la misma manera que las primogénitas acceden más fácilmente al matrimonio,
las más jóvenes estaban destinadas en su mayoría para los conventos. En lo que
concierne a los varones, un buen número moría en combate en las guerras del Africa del
Norte o la India; los primogénitos morirían en menos número y lo harían en zonas más
cercanas al país (Norte de Africa); los más jóvenes morirían en mayor número y en
zonas más lejanas (India),
A pesar de estos datos, y también de que se ha podido observar en los registros
etnográficos, la interpretación evolutiva del sex – ratio no está nunca para nada
predeterminada. Para que el sesgo del sex – ratio pueda ser interpretado como
adaptativo, el hecho siempre demuestra que los genitores cuidan con preferencia de uno
u otro sexo como respuesta a las presiones del medio, lo que es siempre difícil de medir
en tanto que son únicos todos estos cuidados a lo largo de la vida de los padres.

Infanticidio

No hay una razón particular para encontrar una mortalidad elevada entre las niñas. La
explicación en términos de cuidado parental diferencial se impone por consiguiente;
pero este cuidado debe ser comprendido en un sentido muy largo, que comprende
también la ausencia de cuidado, el cual puede ser total (infanticidio por abandono) y
mismo el infanticidio activo.
En realidad la práctica del infanticidio es una de las causas del sesgo en el sex – ratio.
Reconocido por los biólogos y los demógrafos históricos como “el método más antiguo
utilizado para controlar la población durante siglos” (Scrimshaw, 1984), el infanticidio
es definido ya como la supresión deliberada de la vida del niño, ya como el descuido
consciente o inconsciente (negligencia agresiva).
Más allá de las motivaciones culturales que encadenan esta práctica dentro de un
contexto de causas mágico – religiosas, el hecho además aborda la cuestión en términos
adaptativos. Así la eliminación física de niños deformes o malformados 8descriptos
como monstruos o demonios), y también los niños mellizos o albinos, o de otras
categorías, debe ser ponderado en términos de interés relativo a la “fitness” del grupo,
teniendo en cuenta el equilibrio premio / beneficio.
Pero la discusión está lejos de terminarse. Los argumentos favorables al modelo
evolutivo propuesto por Trivers y Willaard (1993) no parecen susceptibles de ser
aplicables en forma semejante a las poblaciones humanas sin introducir las otras
variables como el status social de los individuos dentro de los grupos (Smith, 1993;
Strickland y Tuffrey, 1997).
Según Drivale y Harris (1976), una simple consulta a “Human Ralations Area Files
(HRAF)” ha mostrado que, en una muestra de 56 poblaciones humanas, 36% practican
el infanticidio frecuentemente, mientras que el 13% la practica ocasionalmente, La
incidencia de esta práctica concierne sobre todo al sexo femenino (esquimales, India,
China, etc.), justamente porque son los efectivos femeninos que condicionan el
crecimiento de la población; en tanto que como método para controlar la población, el
infanticidio debe necesariamente incidir sobre el sexo femenino. Los otros objetivos, y
particularmente la búsqueda de matrimonios “hipergámicos”, han intensificado una
práctica ya corriente durante largo tiempo en nuestra especie.

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