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INFORME

SER EDUCADOR HOY


TEMA: ANÁLISIS DE LAS DOS PRIMERAS CLASES Y LOS
TEXTOS LEíDOS
MATERIA: Didáctica General

EDUCADOR: Prof. Esteban Ríos

ESTUDIANTE: Sosa Camacho Lautaro A.

CURSO: 2do Año

AÑO: 2019

FECHA DE ENTREGA: 3/4/2019


SER EDUCADOR HOY

INTRODUCCIÓN
DESARROLLO

¿Por qué quiero ser educador de teatro hoy? Esa fue la pregunta con la que
nos recibió el profesor y así nos presentamos entre todos, dando comienzo a la materia.
En su respuesta muchos compañeros hicieron referencia a experiencias del pasado, donde
contaban que lo único bueno durante alguna etapa de su vida había sido asistir a clases de
teatro. Otros, dentro de los cuales me incluyo, porque consideran a la docencia y al teatro
como medios de transformación social. Los menos dieron breves respuestas con cierta
timidez o hablaron de la importancia del encuadre teórico que buscaban. Dar una sola
respuesta a esta pregunta resulta más difícil que determinar una única definición de
didáctica. Sin embargo, más allá de la heterogeneidad de las respuestas, se encuentra un
valor constante en cada una de ellas; “ayudar a otro”. Como dice Olegario González de
Cardedal.

Ayudar a otro es parte importante de la matriz del educador y del fin de la


educación. Pero ¿Es acaso este el único objetivo de la educación? ¿Es de lo único que se
debe ocupar el educador? ¿Cómo debe hacerlo? ¿Qué factores ayudan y cuáles son las
adversidades? ¿De qué dependen todas estas cuestiones? Nuevamente no existe una sola
respuesta para todas estas preguntas. Comienzo a pensar que este fenómeno estará
presente siempre que hablemos de educación.

En los textos de Graciela Frigerio se pueden hallar las funciones y las


cuestiones que debe afrontar el docente-educador en dos tiempos distintos dentro de un
mismo lugar, la Argentina. Hay más diferencias que similitudes, aunque estas últimas son
las más preocupantes. Comenzando por las similitudes, tanto a principios de los 90´como
en el 2018, el educador atraviesa crisis en su profesión e institucionales. Las carencias
generales durante la formación profesional, la falta de capacitación y la ausencia de
voluntad son los principales factores que contribuyen a la estrepitosa caída de la calidad
educativa que se ofrece en nuestro país. A su vez, esto es agravado por un sistema
educativo obsoleto e instituciones relegadas a un segundo lugar, siendo bondadoso con
esta expresión, como las escuelas.

Tampoco debemos ser ingenuos y pensar que todos estos contratiempos


sean tan similares en dos tiempos tan lejanos solo por casualidad. Es el producto de un
proceso que se encuentra en desarrollo desde hace 30 años al menos, interpreto que
también está diciendo Frigerio en sus notas. Hay que tener siempre presente que la
educación es transversal a todos los sistemas sociales y mientras mejor sea la educación,
más personas con pensamiento crítico tendremos en cada una de las funciones de nuestra
sociedad <”…el efecto de la educación es constitutivo de la subjetividad…”>, “seres
sensatos” diría Olegario también. Más adelante profundizaré el tema.

En esta última cuestión es donde recala la función política de la educación,


como hace mención Frigerio, y como consecuencia pretender “instituir al otro como
semejante”, es decir, entender que todos formamos parte de los mismos espacios y para
ello es menester poder encontrarnos en quienes tenemos al lado para comprender que
las acciones individuales no solo impactarán sobre mí, sino también sobre mi entorno.
Aquí la importancia de tener “conciencia”, como comentó Mariela durante la segunda
clase, pero debe ser una “conciencia colectiva” que se encuentre en cada uno de
nosotros.

Haciendo foco en las diferencias entre los textos de Frigerio, lo primero a


destacar es el cambio de la terminología “docente” por el concepto de “educador”. Esta
modificación personal, a la cual me adhiero, la justifica explicando que de esta forma se
define mejor el rol de quienes acompañan los procesos de los estudiantes. Lo que no
significa que cualquier persona que educa puede dar clases en una escuela. Para esto es
necesario poseer un título habilitante.

Reconocerse como educador, hoy requiere de estar dispuesto a afrontar


grandes desafíos, ya que representa romper con metodologías anticuadas. El paradigma
de las metodologías educativas también mutó. El eje hoy es la relación entre los
contenidos y los saberes, dice Frigerio. Para el educando esto significa poder encontrar los
contenidos que trabaja en la escuela, en su entorno diario y viceversa. De esta manera se
facilita la generación de saberes, la aplicación de la teoría en la práctica y el
reconocimiento de lo teórico durante la práctica. Este concepto parece estar tomado de
Paulo Freire, cuando habla sobre lo que implica “la lectura del mundo”.

A raíz del último párrafo, hay que destacar la habilidad del educador para
interpretar la mejor forma de generar un saber en el educando. Para ello la didáctica. El
texto que habla sobre este tema primero aclara que es complejo definir lo que es la
didáctica, tal como se hace mención al comienzo del presente informe, y su concepto
varía según el motivo con el cual se lo asocie (histórico, político, epistemológico, etc.). Y
en segundo lugar, sobre la teoría y la practica como dos caras de la misma moneda. Esta
es otra razón fundamental de la educación que se encuentra implícitamente en todos los
textos; complementar. Saber complementar la teoría con la práctica y viceversa, es otra
de las tantas tareas del educador. Aquel que pretenda atender estas cuestiones por
separado estará “detenido”, y como dice Stanislavski quien no avanza, inevitablemente
retrocede, es decir, no existe el “educador estancado”. Esto mismo se relaciona con el rol
de los educadores del siglo XXI, del cual habla Frigerio sobre el final de su entrevista del
2018. No es una cosa o la otra, son las dos y en un accionar constante. “Es un pensar
haciendo y un hacer pensándose” y luego indica que debemos replantearnos la formación
del educador desde ese lugar.

Entonces ¿En qué momento comenzamos a ser educadores en verdad?


Intento contestar esta pregunta analizando los fragmentos leídos de Cartas a un Profesor
Amigo de Olegario González de Cardedal. Probablemente sea un acertado reflejo escrito
del “espíritu” necesario para ser un buen educador o al menos pretender serlo. Pero como
nos preguntamos en estas dos primeras clases ¿Qué es ser un buen educador? ¿Cuál es la
diferencia con otros? ¿La materia hace al docente o el docente a la materia? Si bien el
texto no utiliza los mismos términos con los que se formularon estas preguntas, en él se
encuentra gran parte de las respuestas. Indica que profesor es quien “ayuda a ser
hombre”, entendiendo como hombre a un “ser sensato”, capaz de sobreponerse a lo
adverso de lo real siendo un sujeto critico y humanizado.
Es constante la intención de los textos en resaltar la responsabilidad y lo
complejo que significa educar, ya que, este acto nos convierte en interventores o
influyentes directos en la vida de otras personas y depende de nuestras capacidades y
actitudes para que los resultados sean positivos. Esto me lleva a imaginar lo difícil que
puede ser cumplir con todas las funciones de un buen educador. Partiendo desde que su
formación nunca se termina hasta tener la valentía de experimentar con diversos
métodos, en otras palabras, dedicarle vida. Además, el espíritu del buen educador al cual
se hace referencia, debe ser independiente de la materia y el contexto.

Ahora bien ¿el buen educador es la única clase de educador que existe? La
respuesta es no, claramente no. De lo contrario, la realidad en la que vivimos sería muy
distinta. Hay educadores que se denominan de esta forma solo porque cuentan con un
certificado que así lo avala. Creen que educar se limita a transferir contenidos de un libro
a una persona. Me gusta llamarlos “mercenarios de la educación”. Usufructúan con este
sistema causando daños incalculables. La carta de Olegario también dice mucho con lo
que no tiene escrito.

Espiritualmente no es necesario tener un título para sentirse un buen


educador o ser reconocido como tal. Sin embargo, un buen educador no debe percibirse
como un sujeto limitado, por lo que no contar con un título habilitante quizás sea la mayor
de las limitaciones, prohibiéndole la libertad a este espíritu.

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