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Valoración de su obra[editar]
Hernández es autor de trece ensayos científicos sobre diversas
disciplinas, ampliamente reconocidos por la Academia Nacional de la
Medicina, de la cual fue fundador. Su trabajo reviste significativa
importancia por su capacidad como clínico de someterse al rigor del
método anatomoclínico que la escuela francesa había llevado hasta el
cénit en su aplicación (como en los casos presentados por Hernández
sobre tuberculosis, neumonía y fiebre amarilla), por su capacidad de
manejar los recursos derivados de las técnicas complementarias
de diagnóstico (los datos de la histología patológica, de
la bacteriología, de la parasitologíay de la fisiología) para lograr una
cabal interpretación de los procesos patológicos presentes en el
paciente y por su capacidad para crear hipótesis novedosas (los datos
de hematimetría en los sujetos de nuestro medio, la descripción de
una nueva forma de angor pectoris de origen palúdico).
Personalidad y legado[editar]
Era conocido como un profesor culto
(hablaba español, francés, alemán, inglés, italiano, portugués,
dominaba el latín, era músico y filósofo) y exigente, y se caracterizaba
por la puntualidad en el cumplimiento de sus deberes profesorales.
Formó una escuela de investigadores, quienes desempeñaron un
papel importantísimo en la medicina venezolana. Discípulos de
Hernández fueron, entre otros, el doctor Jesús Rafael Risquez, quien
fue su sucesor en la cátedra de Bacteriología y Parasitología, y Rafael
Rangel, considerado como el fundador de la parasitología nacional.
En cuanto a sus creencias, era profundamente católico, condición que
nunca entró en conflicto con su labor científica, como apunta el doctor
Juan José Puigbó: «Su faceta religiosa con todo lo encomiable que
sea considerada en el plano místico, no debe opacar el inmenso
aporte que realizó a la ciencia médica venezolana»[cita requerida].