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2019 - 05 - 20

Crímenes internacionales y justicia penal. Principales desafíos. 1ª ed., septiembre 2016


Tercera parte. Las víctimas de los crímenes internacionales
IV. Crímenes internacionales de violencia sexual o por razón de género, acceso a la justicia y mujeres (EVA MARÍA RUBIO FERNÁNDEZ)

Tercera parte. Las víctimas de los crímenes internacionales

IV Crímenes internacionales de violencia sexual o por razón de género, acceso a la


justicia y mujeres
EVA MARÍA RUBIO FERNÁNDEZ

Universidad de Murcia

Sumario:

1. Consideraciones generales
2. El acceso a la justicia y las mujeres en relación con los crímenes internacionales
2.1. La justiciabilidad
2.1.1. Previsiones normativas y acceso irrestricto de la mujer a los sistemas de justicia
2.1.2. Agentes y otros intervinientes en los sistemas de justicia
2.1.3. Procedimiento y justicia
2.2. La disponibilidad
2.3. La accesibilidad
2.4. La buena calidad
2.5. La eficacia de los recursos
2.6. La rendición de cuentas
3. Conclusiones
4. Bibliografía

1. CONSIDERACIONES GENERALES

La violencia por razón de género o violencia de género 1) es una de las expresiones más extremas de la desigualdad y de la discriminación que sufren las
mujeres, por su género o identidad, en el disfrute de sus derechos. Convertida en una lacra global presente en todos los Estados, incluso en los que se
califican de Estado de derecho, democráticos y respetuosos con los derechos humanos, encuentra en el marco de los conflictos armados, internos o
internacionales, o en marcos políticos-institucionales despóticos, algunos de sus peores escenarios al materializarse en prácticas sistemáticas y masivas,
hasta hace fechas recientes ignoradas, que nos llevan a situarnos ante una de las más graves violaciones del Derecho Internacional Humanitario y del
Derecho Internacional de los Derechos Humanos.

A pesar de que la práctica de la misma en sus variadas formas de expresión no es algo reciente en la historia, sí cabe señalar que se ha producido una
execrable evolución en su práctica, especialmente en lo referido a la violencia sexual, de tal forma que, de ser una suerte de consecuencia de las situaciones
de caos o venganzas personales en el marco de conflictos armados o sistemas dictatoriales, por diferentes motivos, parece haberse convertido en una táctica
o arma de guerra más 2), tal y como ha señalado el Consejo de Seguridad 3), aunque ello no sea predicable respecto de todas las partes implicadas 4).

Los crímenes de violencia sexual o contra la mujer, por el hecho de serlo en estos escenarios han existido para vergüenza del ser humano, siempre,
consecuencia indefectible de la minusvaloración de la mujer por su condición de tal y de la correspondiente situación de discriminación en la que
históricamente hemos estado sometidas. Como consecuencia de los logros alcanzados de los movimientos político-sociales a favor de la igualdad efectiva de
mujeres y hombres en los correspondientes avances jurídico-normativos, internacionales e internos, quizá pudiera afirmarse que se ha producido un
aumento no de su concurrencia, sino de su visibilización. Sin embargo y sin negar que la atención sobre este tipo de execrables conductas ha experimentado
un notable incremento, lo cierto es que pudiera afirmarse que desde los vientos de cambios en la concertación internacional reivindicados al albur del
Nuevo Orden Internacional, tras la caída del bloque soviético, la comisión de estas conductas, frontalmente contrarias a los derechos humanos, ha
aumentado exponencialmente.

Sea porque los conflictos internos han proliferado desde la década de los noventa del siglo XX y en ellos tienen lugar los desarrollos más brutales de la
violencia más primaria y primitiva de la que es capaz el ser humano, sea porque dichos desarrollos se producen en el ámbito interno más allá de la
existencia de un conflicto o no y que, frente al avance que supuso la dejación en la consideración de las vulneraciones de los derechos humanos bajo la
jurisdicción de un Estado como un asunto interno, se produzcan movimientos acaso inconscientes de resistencia al cambio, sea porque ello ha contagiado
cualquier otra manifestación de la violencia, en la actualidad los actos de violencia, sexual o no, contra las mujeres son tan o más frecuentes que los fuegos
cruzados o los bombardeos 5).

En la guerra de la Antigua Yugoslavia, donde las partes combatientes instauraron oficiosamente días oficiales de violación, sólo en Bosnia-Herzegovina se
estima que existieron entre 20.000 y 60.000 mujeres violadas 6), mientras que, en el marco del genocidio ruandés, lo fueron entre 250.000 y 500.000 mujeres 7).
En la guerra civil de Liberia, las cifras varían entre las oficiales (entre 9,2 y 15% de sus mujeres) y las oficiosas (75%) 8). En la República Democrática del
Congo, en un conflicto que supone un campo franco a las violaciones, las cifras manejadas por la Misión de Naciones Unidas en el Congo en los años 2008-
2009 apuntaban a más de 15.000 mujeres violadas por año, señalándose desde otros estudios que dichas cifras deben ser incrementadas en un 26% 9). En el
conflicto de Sudán del Sur, los datos estadísticos no son menos escalofriantes 10).

Resulta importante señalar que la violencia sexual contra la mujer se ejerce no sólo en forma de violación y durante los conflictos armados, puesto que
también tiene lugar en los momentos previos, pudiendo ser utilizada como indicador de su próximo estallido, y en los posteriores 11), proyectándose
igualmente a los colectivos que, sin estar directamente en el conflicto, surgen a raíz de éstos (refugiadas, desplazadas y, en su caso, apátridas) 12). Igualmente,
se ha de considerar que los efectos y consecuencias de estas violencias se prolongan en el tiempo después del cese en su expresión más inmediata (téngase en
cuenta, por ejemplo, la problemática derivada de la infancia nacida de actos de violación, de la muerte de sus madres o de las enfermedades derivadas, como
el SIDA) 13).

Por otra parte, resulta necesario tener en cuenta que la violencia sexual no es la única que se exacerba en estas situaciones. Las situaciones de violencia
doméstica, así como las diferentes expresiones de la discriminación hacia las mujeres, experimentadas en todo el planeta e independientemente del estado
de guerra o paz, se acentúan especialmente en estos marcos donde el caos y la implacable ley del más fuerte imperan sin restricciones 14).

Así pues, de los múltiples aspectos de la cuestión cuyo estudio resulta necesario, el análisis de la problemática y garantía del acceso de las mujeres, adultas o
niñas, a la justicia en caso de crímenes internacionales se presenta como imperioso no sólo por la reiterada reclamación de visibilización del estado en el que
encuentran las mujeres en la realidad del sistema actual, sino también para la valoración de las medidas que se han adoptado para aliviar su situación
discriminatoria y salvajemente desigual y la identificación de las que aún habrán de explorarse para lograr el pleno disfrute y respeto del principio de
igualdad entre mujeres y hombres.

2. EL ACCESO A LA JUSTICIA Y LAS MUJERES EN RELACIÓN CON LOS CRÍMENES INTERNACIONALES

Siendo el acceso a la justicia una de las vías que garantizan la efectividad y disfrute de los derechos reconocidos, éste se presenta como un derecho esencial
para todo ser humano, mucho más cuando nos referimos a las mujeres vista la discriminación sistémica que sufren y al hecho de que actualmente son
objetivos predominantes de la violencia en entornos de conflicto armado o posteriores al conflicto o situaciones de emergencia derivada de acontecimientos
políticos.

El Comité para la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (en adelante, el Comité) ha abordado de forma específica el derecho de
acceso a la justicia en dos recomendaciones generales. Así, en la Recomendación general núm. 30 sobre las mujeres en la prevención de conflictos y en
situaciones de conflicto y posteriores a conflictos 15) le dedicó un apartado específico, mientras que, partiendo de su carácter fundamental como elemento del
estado de derecho y la buena gobernanza, le dedicó en su totalidad la Recomendación núm. 33 sobre el acceso de las mujeres a la justicia 16).

Por otra parte, en lo que viene siendo habitual en la práctica de los órganos convencionales de protección de los derechos humanos, en general, y de este
Comité, en particular, la interpretación de qué se haya de entender por este derecho deberá derivarse de la lectura cruzada de los artículos de la propia
Convención y otras Recomendaciones generales adoptadas. Así, además de las dos señaladas, se ha de tener en cuenta lo señalado en la Recomendación
general núm. 28 relativa al artículo 2 de la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer 17), la Recomendación
general núm. 19 sobre la violencia contra la mujer 18) y la Recomendación general núm. 32 sobre las dimensiones de género en el estatuto de refugiada, el asilo,
la nacionalidad y la apatridia de las mujeres 19).

Así mismo, su comprensión ha de producirse en combinación con los tratados y declaraciones, universales o regionales, que contienen obligaciones
relacionadas con la igualdad de sexo y/o género ante la ley y la protección que ésta brinda 20), debiendo tenerse igualmente presente que, en cualquier caso,
las obligaciones previstas en las Convención para la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer , de 18 de diciembre de 1979 21), «no
cesan en períodos de conflicto armado ni en los estados de emergencia declarados por acontecimientos políticos o desastres naturales» 22) y ello «sin
discriminación entre los ciudadanos y los no ciudadanos que se encuentren en su territorio o bajo su control efectivo, incluso cuando estén fuera del
territorio del Estado parte» 23), en la misma línea de lo señalado en términos generales acerca de la vigencia del Derecho Internacional de los Derechos
Humanos en tiempos de conflicto armado 24). A ello habrá que sumar las obligaciones internacionales que existan alrededor de la protección de la persona en
tiempo de conflicto armado 25), así como las derivadas de las decisiones del Consejo de Seguridad, bien sea en relación a dicha protección, bien en conexión
con la especial situación que viven las mujeres en estos supuestos, respecto a las cuales la resolución 1325 (2000) ha supuesto un hito y el inicio de una línea
de actuación temática y continuada en el órgano restringido de Naciones Unidas 26), inspirador de otras iniciativas intergubernamentales 27).

Este trabajo tomará la Recomendación general núm. 33 como eje vertebrador de las cuestiones principales que alrededor de los crímenes internacionales
plantea el derecho de acceso de las mujeres a la justicia, puesto que se presenta como la recomendación que de forma específica aborda este derecho, aún
cuando su análisis se produzca con un cierto tamiz en relación a las consideraciones contenidas en la Recomendación general núm. 30, al ser las situaciones
de conflicto armado o posteriores a los conflictos el marco en el que se producen de forma principal los crímenes internacionales de violencia sexual o por
razón de género, o en las recomendaciones relacionadas.

En la Recomendación general núm. 33 se partió de la identificación de seis componentes «esenciales y relacionados entre sí» de este derecho, cuya
concurrencia se considera básica para garantizar dicho acceso (justiciabilidad, disponibilidad, accesibilidad, buena calidad, eficacia de los recursos y
rendición de cuentas de los sistemas de justicia) 28).

2.1. LA JUSTICIABILIDAD

Entre las recomendaciones formuladas por el Comité a los Estados parte en relación al acceso sin restricciones de la mujer a la justicia y a la capacidad de
reclamación de sus derechos, se encuentran las relacionadas con su previsión y las condiciones de acceso de la mujer a la justicia, las relativas a las personas
que la imparten y a las personas u organizaciones que favorecen dicho acceso y las que se refieren a la impartición de la misma desde un punto de vista
procedimental.

2.1.1. Previsiones normativas y acceso irrestricto de la mujer a los sistemas de justicia

En este apartado, el Comité afirma la necesidad de la garantía de reconocimiento e incorporación a la ley de los derechos y protecciones jurídicas
correlativas 29), entre las cuales podríamos englobar la tipificación penal de sus vulneraciones como forma de coadyuvar a su respeto. En los supuestos de
conflictos armados o de períodos posteriores a éstos es muy posible que se haya producido la caída del estado de derecho, por lo que, aún en caso de que
estas previsiones estuvieran contempladas, habría que restablecer éste para poder garantizarlas. Por otra parte, existe la posibilidad de que ya antes de estos
supuestos los derechos de las mujeres y su correspondiente protección jurídica no existiera debido a la vigencia de la cultura machista y el sistema
patriarcal 30). Sea como fuere y trayendo a colación la vigencia de las obligaciones derivadas de la Convención que garanticen la igualdad de facto y de iure , el
Comité ha apuntado la prohibición de todas las formas de violencia de género, sea por parte de agentes estatales o no estatales, entre otras vías mediante
leyes, políticas y protocolos, así como la sanción de todas las formas de violencia por razón de género, la asunción de la política de tolerancia cero frente a las
mismas y la previsión de medidas específicas para evitar la discriminación de las mujeres 31), sin olvidar la necesidad de aplicar exhaustivamente la
Convención para la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer , el Derecho Internacional de los Derechos Humanos y el Derecho
Internacional Humanitario 32).

En la medida en que el estado de derecho no es lo único que se ve dinamitado por situaciones de conflicto armado o emergencias por acontecimientos
políticos, pues los sistemas de justicia tienden también a ser objeto de su demoledor impacto, la existencia de tribunales internacionales con competencia
sobre estos crímenes, así como la afirmación de la competencia estatal sobre los mismos a través de títulos habilitadores del ejercicio extraterritorial de la
soberanía (como, por ejemplo, el principio de jurisdicción universal) se presenta como fundamental, debiendo, en consecuencia, entenderse las maniobras
reduccionistas del campo de acción de las mismas como elementos que entorpecen e inciden en la privación u obstaculización para las mujeres y niñas de su
derecho de acceso a la justicia, favoreciendo la impunidad de estas conductas 33).

Por ende y en línea con la estimación de que el procesamiento de estas conductas resulta más conveniente en el lugar de su comisión ante la alarma social
que generan, cabe proyectar la recomendación hecha por el Comité alrededor de dedicar recursos humanos, técnicos y financieros al establecimiento de
estructuras judiciales capaces de llevar a cabo su procesamiento, entendiéndose, por tanto, que, en los supuestos en que los recursos nacionales sean
limitados, los Estados concernidos han de solicitar apoyo de fuentes externas, esto es, organismos especializados del sistema de Naciones Unidas, comunidad
internacional y sociedad civil, sin que por ello desaparezca la obligación del Estado de dotación a medio y largo plazo de los recursos necesarios que
garanticen la sostenibilidad de los sistemas de justicia, puesto que ningún motivo, sea político, social, cultural, religioso, económico o de otra índole, puede
ser esgrimido para justificar la demora en el respeto de los derechos de las mujeres 34). Apoyo que llegado el caso y si realmente existiese un compromiso de
enjuiciar estos actos podría no limitarse al establecimiento de sistemas judiciales internacionalizados o la exploración de la competencia de los tribunales
internacionales, sino también suponer la emisión de peticiones gubernamentales de enjuiciamiento por parte de jurisdicciones de terceros Estados
habilitadas para ello en virtud de los diferentes títulos de ejercicio extraterritorial de la soberanía.

En cuanto a la categorización de las distintas expresiones de la violencia sexual como crímenes internacionales, tras algunas previsiones no explícitas,
aunque sí relacionadas y alguna puntual excepción 35), los cuatro Convenios de Ginebra, de 1949, y sus Protocolos I y II , de 1977, establecieron una cierta
recepción de la perspectiva de género, si bien ni tan siquiera la violación se consideró una conducta de la entidad suficiente como para catalogarla como una
de las violaciones graves del Derecho Internacional Humanitario 36).

A nivel internacional, su consideración como crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad o actos constitutivos de genocidio ha tenido lugar, en
términos generales, en época reciente. Así, los Estatutos del Tribunal Internacional Penal para la Antigua Yugoslavia y del Tribunal Internacional Penal para
Ruanda contemplan la violación como un crimen contra la humanidad, recogiendo lo ya establecido por el Estatuto del Tribunal Militar Penal Internacional
de Núremberg, mientras que su jurisprudencia ha reconocido diferentes manifestaciones de la violencia sexual como crímenes internacionales y, por tanto,
violaciones graves del Derecho Internacional Humanitario. En este sentido, el Tribunal Penal Internacional para Ruanda, en el caso Akayesu , fue el primero
en condenar la violación como un acto constitutivo de genocidio, además de como un crimen contra la humanidad 37). Por su parte, en sede del Tribunal
Internacional Penal para la Antigua Yugoslavia, se señalan como hitos en este avance el caso Mucić et al. , en el que se produjo la asimilación de la violencia
sexual a la tortura, el caso Furundžija , donde se afirmó que una sola violación en el marco de ataque generalizado puede constituir un crimen contra la
humanidad y que la responsabilidad penal del individuo podía deducirse, conforme al Derecho Internacional consuetudinario y en cualquier tipo de
conflicto armado, de la comisión de una violación u otros actos de violencia sexual, el caso Kunarac et al. ¸ en el que se incluyó la esclavitud sexual dentro de
la esclavitud como crimen contra la humanidad, o el caso Krstić , donde se estableció el vínculo entre violación y limpieza étnica, considerando además que
la violencia sexual era una consecuencia previsible del conflicto y no el resultado de conductas espontáneas de los individuos. Igualmente, cabe referirse a lo
concluido por el Tribunal Especial para Sierra Leona en el caso Brima , Kamara y Kanu , que consideró que el matrimonio forzoso era un acto inhumano que
constituía un crimen contra la humanidad 38).

El Estatuto de la Corte Penal Internacional, considerado «el primer tratado internacional que reconoce de forma rotunda que los crímenes de naturaleza
sexual se encuentran entre los crímenes más graves que se pueden cometer en el Derecho Internacional» 39), tipifica como crímenes de guerra y de lesa
humanidad la violación, la esclavitud sexual, la prostitución forzada, el embarazo forzado, la esterilización forzada, así como otras conductas de violencia
sexual de gravedad comparable, siendo el crimen de embarazo forzado el único que ha recibido definición en su texto, si bien en el caso de la Corte la
determinación del mens rea y el actus reus puede guiarse a través de lo señalado en los Elementos de los Crímenes (2000) 40).

El Consejo de Seguridad, por su parte, ha puesto de relieve que la violación y otras formas de violencia sexual son susceptibles de ser considerados como
crimen de guerra, crimen de lesa humanidad o como acto constitutivo de un genocidio 41).

Aunque no sean considerados crímenes internacionales, corresponde recordar que el derecho de las mujeres al acceso a la justicia engloba también, incluso
en los supuestos de situaciones de conflicto armado o posteriores al conflicto, la derogación de leyes discriminatorias y la promulgación de previsiones
normativas que prevean su recurso a los sistemas judiciales o cuasi judiciales para la depuración de las posibles violaciones de sus derechos humanos civiles,
políticos, económicos, sociales y culturales (por ejemplo, los relacionados con su intimidad, la disolución del matrimonio y la custodia sobre su descendencia,
la propiedad o restitución de bienes, herencia y derecho a la tierra, los derechos electorales, la educación, la salud y sus derechos reproductivos, el trabajo,
etc.) 42).

Por otra parte, sobre el acceso sin restricciones de las mujeres a los sistemas de justicia 43), cabe plantearse si la referencia al mismo como forma de
empoderamiento y de consecución de la igualdad de facto y de iure podría en su caso servir para fundamentar alegaciones de la obligación de
reconocimiento de la legitimación activa de las mismas en el enjuiciamiento por crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad o crimen de genocidio. Lo
cierto es que, en la medida en que esta previsión busca la igualdad con la situación masculina, si a los hombres no se les reconoce tal legitimación, sea en la
jurisdicción nacional, sea en la internacional, difícilmente podremos considerar tal cosa. Por lo tanto, en este estadio de la cuestión, el Comité no ha
abordado esta medida que, sin duda, reforzaría el derecho de acceso de las mujeres a la justicia y, por tanto, el derecho a la tutela judicial efectiva al
posibilitar el inicio de los procedimientos judiciales más allá de las decisiones adoptadas al respecto por la Fiscalía o resto de sujetos beneficiarios del ius
standi , no necesariamente libres de condicionamientos derivados de estereotipos de género 44).

Otros aspectos que redundan en ese acceso sin restricciones serían la eliminación de interpretaciones de textos religiosos o normas tradicionales que limiten
su acceso a la justicia, la garantía de que mujeres y niñas afectadas por un conflicto disfrutan en igualdad de los derechos para la obtención de la
documentación necesaria para ejercer sus derechos, el derecho a la expedición de los mismos a su nombre, incluso en los supuestos de migraciones
posteriores a los conflictos, y a su rápida emisión o sustitución sin requerir condiciones especialmente gravosas, como el retorno de mujeres y niñas
desplazadas a sus lugares de origen para su obtención. También, lo serían el derecho de las mujeres solicitantes de asilo a hacerlo de forma independiente y,
en estos casos, a ser entrevistadas por separado sin la presencia de sus familiares varones, y la supresión de la obligación y necesidad del permiso previo de
sus familias, parejas o comunidades para el inicio de actuaciones judiciales y acceso a otros servicios como la educación y la salud, incluida la salud sexual y
reproductiva 45). En este extremo, debe tenerse presente que el pleno respeto de los derechos sexuales y reproductivos de estas mujeres tiene especial
significación, pues una de las consecuencias u objetivos, según sea el caso, de las violaciones son los embarazos. La vinculación de la práctica de una
interrupción voluntaria del mismo a un permiso previo puede colocarlas en una situación de embarazo forzoso.

2.1.2. Agentes y otros intervinientes en los sistemas de justicia

Al respecto, el Comité señala a la atención de los Estados parte la necesidad de que estos aseguren que las personas profesionales de los sistemas de justicia
tramiten los asuntos atendiendo a las cuestiones de género, respondiendo a criterios de independencia, imparcialidad, integridad y credibilidad y al objetivo
de lucha contra la impunidad, señalándose también en este extremo la acción contra la corrupción como parte de la eliminación de la discriminación contra
las mujeres 46).

El Comité también ha instado a que se produzca la participación de las mujeres en todos los órganos y niveles de los sistemas judiciales y cuasi judiciales, así
como en la provisión de servicios relacionados con la justicia, todos ellos, incluso mediante la adopción de medidas especiales de carácter temporal o
acciones positivas. Ello porque, aunque la presencia femenina no es garantía infalible del respeto en igualdad de los derechos de las mujeres, su
participación en las diferentes estructuras contribuye a la atención y cobertura de sus necesidades especiales 47).

Sobre este extremo, más allá de lo indicado respecto de otros tribunales internacionales 48), cabe destacar el hecho de que el Estatuto de la Corte Penal
Internacional es el primer documento constitutivo de un tribunal internacional que contempla expresamente la necesidad de que su composición responda a
criterios paritarios, añadiéndose la condición de que entre las posiciones de magistratura haya juristas con especialización en temas de violencia contra las
mujeres y la infancia 49). A su vez y respecto de la Oficina de la Fiscalía, el Estatuto requiere que la Jefatura de la misma nombre a personas expertas
especialistas en violencia sexual y por razón de género, así como que tenga en cuenta «la naturaleza de los crímenes, en particular los de violencia sexual,
violencia por razones de género y violencia contra los niños» 50).

En la actualidad, la Corte Penal Internacional está compuesta por seis magistradas y doce magistrados. Por primera vez en su historia, la Presidencia y las
dos Vicepresidencias son ocupadas por mujeres (Silvia Fernández de Gurmendi, Joyce Alouch y Kuniko Ozaki, respectivamente) 51) y su División de
Apelaciones también es presidida por una magistrada (Sanji Monageng), a lo cual se ha de unir que la Jefatura de la Fiscalía es también ocupada por una
mujer (Fatou Bensouda) desde el 15 de junio de 2012, la cual ha aumentado la presencia femenina en la Oficina de la Fiscalía (cf. supra ), siendo además la
responsable última del viraje de la Fiscalía en la forma de abordar la violencia sexual y por razón de género en la formulación de cargos y de la adopción del
Documento de Política sobre los crímenes sexuales y por razón de género , distribuido en junio de 2014 y lanzado oficialmente el 7 de diciembre de dicho
año 52).

El cambio de enfoque que supone una composición femenina de este órgano judicial se ha puesto de relieve en diferentes ocasiones. Así, la posición de la
entonces magistrada Elisabeth Odio Benito respecto a la decisión limitativa de la Fiscalía, por aquellos días dirigida por Luis Moreno Ocampo, de no
presentar cargos por crímenes de violencia sexual como crimen autónomo y separado del reclutamiento de menores para la participación activa en las
hostilidades en el caso Lubanga Dyilo , permite pensar en su contribución a que el texto final de la sentencia también recogiera que fue la negativa de la
propia Fiscalía a plantear estos cargos, a pesar de los hechos, solicitudes y oportunidades planteadas, lo que impidió el pronunciamiento de la Corte al
respecto 53). Por otra parte, no debe pasar desapercibido que la Sala de Primera Instancia III estaba compuesta por tres magistradas en el momento de emitir
su veredicto sobre el caso Jean-Pierre Bemba Gombo el 21 de marzo de 2016 54). Una sentencia que ha sido calificada como «histórica» por la prensa 55) y
«notable» por su Fiscalía 56) en lo que a los crímenes de violencia sexual se refiere, al ser la primera condena por violación como crimen de guerra, así como
crimen de lesa humanidad, entre otros, por aplicación de la doctrina de la responsabilidad penal del superior al considerar a J.-P. Bemba Gombo culpable de
los hechos acaecidos respecto de mujeres, hombres y menores en la República Centroafricana del 26 de octubre de 2002 al 15 de marzo de 2003, donde hubo
más violaciones que víctimas mortales, por ser la persona que actuaba como mando militar con autoridad y control efectivos sobre las fuerzas del
Movimiento de Liberación del Congo que cometieron los crímenes imputados 57).

Teniendo presente que las composiciones de los sistemas judiciales o cuasi judiciales, internacionales o nacionales, no son mayoritariamente femeninas 58) y
que, como se ha afirmado, su presencia no es sinónimo automático de respeto pleno de la igualdad en la impartición de justicia, se han de traer a colación las
observaciones hechas por el Comité acerca de la acción frente a los estereotipos de género, relacionadas con la concienciación y fomento de la capacidad de
agentes del sistema de justicia, donde hay que incluir los cuerpos de policía, para la incorporación de la perspectiva de género y la eliminación de éstos, a
través, por ejemplo, del diálogo y la comprensión de los efectos negativos que los mismos comportan o del conocimiento de la letra y la aplicación de los
instrumentos jurídicos internacionales y leyes nacionales de protección de los derechos humanos que incidan sobre la igualdad y la prohibición de la
discriminación de las mujeres 59).

En la impartición de la justicia también se presenta como oportuno atender a la posición que ocupan otros agentes estrechamente vinculados con el pleno
disfrute por las mujeres de sus derechos. Así, no sólo las víctimas, sino también las personas que asumen su defensa legal pueden ser objeto de
hostigamientos, amenazas, represalias o violencia. Persecución y acoso que también se recrudecen cuando nos encontramos en situaciones de conflicto
armado o posteriores al conflicto y se intensifican aún más cuando su labor se centra en la defensa de los derechos de mujeres y niñas como un fruto más de
la discriminación estructural imperante. Por ello, el Comité ha interpretado que la eliminación de obstáculos en su acceso a los sistemas judiciales y su
protección forma parte del derecho de acceso de las mujeres a la justicia y han de ser garantizados por los Estados Partes 60).

Dado el papel principal que en las diversas investigaciones sobre este tipo de crímenes y sobre el resto de violaciones de los derechos de las mujeres cabe
reconocer a la sociedad civil, las organizaciones de base comunitaria y las organizaciones no gubernamentales, tanto respecto de los órganos cuasi-judiciales
y administrativos del sistema de justicia, como de los judiciales, el Comité también ha subrayado la necesidad de cooperar con las mismas y la promoción de
su participación en los litigios correspondientes 61).

2.1.3. Procedimiento y justicia

Dentro de la justiciabilidad, se pueden incluir las previsiones que el Comité efectúa en relación a la revisión de las normas de la carga de la prueba para
asegurar la igualdad entre las partes y la eliminación de toda forma de poder que prive a las mujeres de un tratamiento igual de su caso por parte de los
sistemas judiciales, así como su indicación, alrededor de la carga de la prueba en el caso de mujeres solicitantes de asilo, de que la obligación de comprobar y
evaluar los hechos pertinentes sea compartida entre éstas y quienes examinan su expediente, subrayando que el límite de aceptación de la solicitud será la
posibilidad razonable del temor fundamentado de persecución de la solicitante y no su probabilidad. Por otra parte y aunque el Comité lo haya incluido
dentro de la buena calidad de los sistemas de justicia, la imparcialidad en la aplicación de normas probatorias y, por tanto, la reclamación de investigaciones
y procedimientos probatorios libres de estereotipos de género constituyen igualmente elementos de este componente 62).

Estas referencias irían en la línea de eliminar hechos tales como que las agresiones sexuales a hombres hayan sido calificadas como tortura, persecución o
actos degradantes, sin que haya sido necesario acreditar circunstancias coercitivas o falta de consentimiento, mientras que en los casos en los que las
víctimas son mujeres se hayan tenido que producir cambios en las pautas probatorias para no exigir la prueba del consentimiento o para prohibir la
utilización de la vida sexual anterior de las víctimas, entendiéndose que la falta de consentimiento podía ser inferida de las circunstancias del caso, como el
contexto de una campaña genocida o de la detención de la víctima 63).

Sobre esta cuestión, corresponde indicar que la adopción de documentos políticos, manuales de buenas prácticas 64) o protocolos internacionales 65) que
mejoren la ejecución de la investigación de los hechos relacionados con estos crímenes y, por tanto, el éxito en su procesamiento han de valorarse
positivamente, aunque ello aún no esté teniendo su reflejo en la práctica, ya que, como las cifras y hechos demuestran, la posibilidad de condena en estos
supuestos es menor que respecto a otros crímenes 66).

Alrededor de esta cuestión, cabe apuntar lo inconveniente de la decisión de construir principalmente la prueba sobre la base testifical de las víctimas u otras
personas, habiéndose evidenciado que la misma resulta especialmente compleja de obtener, tanto por el número de testimonios, como por su formulación
temporal que afecta a la obtención de pruebas físicas o el detalle que se exige a los mismos, limitados por la estigmatización, la vergüenza, la intimidación o
el trauma que se deriva de haber sufrido múltiples hechos vitales terribles 67). Además, su utilización para demostrar la voluntad de cometerlos dentro de un
plan común de ataque, en lugar de buscar otras vías argumentales que podrían ser más ágiles a la hora de probar la implicación en los hechos cometidos,
permiten afirmar que el problema reside más en términos de falta de voluntad política de procesamiento y sanción que en las dificultades probatorias 68).

Posiciones como la adoptada por la Fiscalía de la Corte Penal Internacional de incorporar otras pruebas como elementos probatorios (léase, prueba
documental derivada de los archivos de los hospitales o estrategias de investigación forense), al estilo de lo que ya puede suceder en casos de violencia de
género practicada fuera del marco de los conflictos armados, han de ser, en consecuencia, bienvenidas 69).

En la medida en que estas actuaciones, provengan de instituciones internacionales o nacionales, se despliegan principalmente en el territorio donde estos
hechos han sido cometidos, no resulta gratuito recordar que el Comité ha instado a los Estados Parte en la Convención para la Eliminación de todas las formas
de Discriminación contra la Mujer a adoptar medidas que aseguren la igualdad de condiciones entre mujeres y hombres durante la preparación y tramitación
de los casos, eviten la gestión inadecuada de los mismos y de la reunión de pruebas o impidan la estigmatización de las mujeres que luchan por sus derechos
participando activamente en el sistema judicial. Por ende, les ha señalado como extremos sobre los que actuar de cara a la mejora del proceder de sus
agentes del sistema judicial, el incremento de la credibilidad y ponderación de las opiniones, argumentos y testimonios brindados por las mujeres y la
superación de entendimientos inflexibles por parte de judicatura y fiscalía acerca de lo que constituye un comportamiento adecuado de éstas, a través de
programas de capacitación 70).

2.2. LA DISPONIBILIDAD

Referida al establecimiento, mantenimiento y financiación de tribunales y órganos cuasi judiciales, en todos los lugares necesarios, el Comité incluye en este
apartado la previsión relativa a la creación, mantenimiento y desarrollo de cortes, tribunales y otras entidades (entre las que podríamos incluir los
mecanismos de justicia basados en la Comunidad, las Comisiones de la Verdad y órganos similares) que aseguren el acceso de las mujeres a la justicia en todo
el territorio por remoto, rural o aislado que sea, mencionando expresamente una práctica ya existente como es la del establecimiento de tribunales móviles,
así como la posibilidad de usar las tecnologías de la información y la comunicación para este fin 71). Medidas que buscan superar las dificultades que
encuentran las mujeres sitas en lugares remotos, inaccesibles o con poca formación o recursos.

Puesto que las situaciones post-conflicto o de transición política se presentan de forma dual como desafíos y oportunidades, los Estados podrían
aprovecharlas para mejorar el sistema judicial mediante su reforma y actualización. Acción que no tiene que ser excluyente respecto del establecimiento de
tribunales que permitan a las mujeres plantear sus reclamaciones de forma más específica, bien sea a través de salas especializadas en los tribunales
nacionales ya existentes (como en el caso de Croacia, Liberia, República Democrática del Congo, Serbia y Uganda), o de tribunales híbridos que permitirían
una nueva configuración del sistema nacional que contase con el soporte y pericia de la acción internacional (por ejemplo, los casos de Bosnia-Herzegovina,
Sierra Leona, Camboya, Timor Leste, Kosovo o la República Democrática del Congo). De hecho, la exploración de estas vías, siempre que se respeten las
oportunas garantías y, en el caso que nos ocupa, recojan los progresos realizados en el plano internacional sobre los crímenes sexuales y por razón de
género, permitiría disminuir gran parte de las críticas de intervencionismo y paternalismo emitidas respecto de la actuación de instituciones judiciales
internacionales o nacionales en virtud de la dimensión extraterritorial de la soberanía, como se ha producido alrededor de la acción de la Corte Penal
Internacional y algunos tribunales nacionales 72).

Sin embargo, en muchas ocasiones, ello no resulta posible procurándose superar la situación a través del establecimiento de mecanismos no estatales o
comunitarios de justicia, lo cual no siempre se ha mostrado como una vía adecuada, principalmente, cuando se les ha atribuido el tratamiento de crímenes
graves 73).

Dentro de la gestión de las situaciones post-conflicto y de transición de regímenes autoritarios a democráticos, las comisiones de la verdad y la
reconciliación, las comisiones internacionales de investigación y las misiones de constatación de los hechos han cobrado un protagonismo indiscutible
alrededor del cual, pudiéndose afirmar su contribución a la recopilación de la prueba y al esclarecimiento de los hechos como factor de la justicia y la
estabilidad 74), también cabe resaltar que, a pesar de los significativos intentos de incorporar en los mismos la perspectiva de género y su tratamiento de las
situaciones de violencia sexual o por razón de género, no han sido capaces de atender en su generalidad al amplio espectro de necesidades de las mujeres
víctimas, bien haya sido por falta de sanción de los crímenes y normalización de las violaciones de sus derechos o por soslayo de la interdependencia e
interacción de todas las violaciones de derechos humanos que tienen lugar durante el conflicto 75).

Difiriendo el tratamiento de la impunidad derivada de estos procesos transicionales al análisis del componente relacionado con la eficacia de los recursos, en
este punto cabe señalar las encomiendas hechas por el Comité respecto a que se ha de garantizar que los mismos integren la perspectiva de género, que sus
mandatos incluyan el tratamiento de todas las violaciones por razón de género y que se colabore con ellos y se practiquen las reformas pertinentes para
armonizar su acción con el respeto de los derechos humanos y, en concreto, el principio de igualdad entre mujeres y hombres, debiéndose asegurar
igualmente el cumplimiento de sus recomendaciones o decisiones cabe interpretar que cuando las mismas contengan la perspectiva de género 76).

Puesto que la sociedad civil, organizada o no, en estas situaciones de violaciones masivas y graves del ordenamiento jurídico internacional desempeñan roles
de gran transcendencia, otro elemento integrante de la disponibilidad se encontraría en la existencia de normas que permitieran la participación a grupos y
organizaciones de la sociedad civil con interés en el tema a través del planteamiento de peticiones y su intervención en las actuaciones del sistema de
justicia. Por tanto, concepciones que limitaran ese derecho a las víctimas es posible que trabajen en aras de la agilidad del proceso, aunque no
necesariamente en aras de la correcta depuración de la responsabilidad 77).

Por otra parte, el Comité entiende que la disponibilidad de los sistemas de justicia requiere que se garantice el acceso, entendido como habilitación,
mantenimiento y financiación, a centros de crisis, refugios, líneas de emergencia, asistencia financiera, y servicios médicos, psicosociales y de orientación,
debiéndose procurar la mejora de la capacitación del personal médico y, aunque no se señale expresamente, del personal encargado de la orientación
psicosocial 78).

Finalmente, y aunque podría ubicarse perfectamente en el apartado de la rendición de cuentas, el Comité insta al establecimiento de mecanismos de
supervisión o inspección independientes con capacidad de tratamiento de cualquier denuncia sobre un comportamiento discriminatorio contra la mujer que
protagonice el personal que interviene en el sistema de justicia 79).

2.3. LA ACCESIBILIDAD

Los recursos económicos de las víctimas de estos crímenes van a ser, en muchos casos, escasos, muy escasos o nulos. De ahí que el Comité incida en la
superación de los obstáculos económicos a través de descuentos en los honorarios profesionales y costes de los tribunales, en casos de bajos recursos, o de su
gratuidad, en supuestos de pobreza. En este extremo inciden claramente la prestación de servicios pro bono por parte de profesionales, individual o
asociativamente, o la previsión de exenciones en el pago de tasas o precios públicos 80).

Teniendo presente que en muchos conflictos las mujeres víctimas pertenecen a minorías nacionales o carecen de formación multilingüística o son
analfabetas, resulta trascendental la eliminación de las barreras lingüísticas, mediante el ofrecimiento de servicios de interpretación y traducción o de
asistencia individualizada, cabe entender que también regidos, al menos, por criterios de capacidad de pago en su remuneración 81).

Las tecnologías de la información y la comunicación han de ser también utilizadas para materializar el acceso de las mujeres a la justicia y, si bien
dependiendo del conflicto armado o del territorio sometido a régimen autoritario su uso puede no ser factible, en aquellos lugares en que lo sea permitirían
la superación de las distancias y la recogida y suministro de datos e información a las personas interesadas a través de videoconferencias, chats, correos,
etc. 82)

En parte ya planteado como un elemento de disponibilidad, en este extremo el Comité incluye la referencia a la habilitación de «centros de atención
integral», que permitan simplificar los pasos a seguir para recibirla al poderse producir a través de ellos la recepción del asesoramiento jurídico y asistencia,
el inicio del procedimiento judicial y la coordinación de todos los servicios de apoyo para las mujeres en todas las esferas 83), en una formulación que
recuerda en gran medida a los servicios ofrecidos en nuestro país por los Centros de Atención Especializada para Mujeres víctimas de Violencia de Género
(CAVI).

Como parte también de la accesibilidad, el Comité concreta la imperiosidad de suministrar medios de transporte hasta las instituciones relacionadas con la
justicia, teniendo también presentes las condiciones económicas de las beneficiarias, así como entornos «acogedores, seguros y accesibles a todas las
mujeres», como podrían ser dependencias específicas de género 84). Se trata, pues, no sólo de habilitar un espacio donde se aborden estas cuestiones, sino
también de que se diseñen tomando en consideración las necesidades y el estado psicológico y físico en el que se encuentran las mujeres. Así, la presencia de
personal femenino y la prestación de atención médica y psicosocial a la par que se interviene en los procesos del sistema de justicia, revierte en que
disminuya la sensación de amenaza o indiferencia, el trauma o el estigma 85).

Dichos entornos podrían derivar del establecimiento de salas, oficinas, divisiones específicas, aunque también de los denominados «tribunales de mujeres»,
no por su composición (que, a veces, también), sino por ser creados para tratar exclusivamente las violaciones de derechos sufridas por las mujeres ante la
inacción, el ostracismo o la falta de logros en otras instancias judiciales o cuasi judiciales. Aún sin tener sus conclusiones, decisiones o veredictos carácter
vinculante, éstas pueden dar lugar a actuaciones ante estructuras gubernamentales o intergubernamentales con mayor repercusión y, aunque no fuera así,
desempeñarían en cualquier caso una función de empoderamiento de las víctimas y superación de los episodios traumáticos y sus consecuencias.
Argumento que seguiría siendo insuficiente para hacer decaer la crítica que corresponde a que la depuración de responsabilidades respecto a las violaciones
de los derechos de las mujeres tenga que verse sistemáticamente abocada a foros alternativos de justicia sin consecuencias formales, en muchas ocasiones,
para sus perpetradores. Como ejemplos de tribunales femeninos podemos citar el Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra sobre la Esclavitud Sexual
de las Mujeres en Japón, el Tribunal Internacional de Crímenes contra las Mujeres de Burma, el Tribunal de Conciencia contra la Violencia Sexual hacia las
Mujeres durante el Conflicto Armado Interno en Guatemala o el Tribunal de las Mujeres en la antigua Yugoslavia 86).

Independientemente de su existencia, los Estados concernidos en estos supuestos deberían emprender actividades de divulgación e información en todas las
lenguas comunitarias y distintos formatos, con atención, en su caso, a las mujeres de grupos étnicos o minoritarios sobre los mecanismos de justicia
existentes, los procedimientos y recursos disponibles 87). Medida que no es, en absoluto, baladí si tenemos en cuenta que los estudios dicen que las mujeres
están menos informadas de los mecanismos de justicia formales y tradicionales que los hombres 88).

En este apartado y, en consecuencia, siguiendo tendencias generalizadas acerca de esta condición, se produce el recordatorio del Comité de que todo lo
señalado alrededor de este derecho deberá tener en cuenta las condiciones de las mujeres con diversidad funcional 89).

2.4. LA BUENA CALIDAD

El acomodo de los sistemas judiciales y cuasi judiciales a los parámetros de calidad se presenta como otro de los extremos necesarios para asegurar el
derecho de acceso de las mujeres a la justicia. Las referencias del Comité al respecto han versado sobre su adecuación a las normas internacionales de
competencia, eficiencia, independencia, imparcialidad y las derivadas de la jurisprudencia internacional, la adopción de indicadores que midan dicho acceso
(como los acordados en el seno de Naciones Unidas o alrededor de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la
Mujer, de 9 de junio de 1994) o de enfoques innovadores, dinámicos, participativos y transformadores de los propios de sistemas de justicia, así como el
suministro de recursos apropiados y eficaces que garanticen la solución sostenible de las controversias (matizado por la indicación de que sea a través de un
«calendario oportuno») 90).

La buena calidad llamaría también a la transparencia, si bien en estos supuestos la misma ha de ser ponderada e, incluso, moderada, pues como elemento de
calidad también se presenta la protección y garantía de la privacidad, seguridad y otros derechos de las mujeres, lo que se puede traducir en el empleo de las
tecnologías de la información y la comunicación para la emisión de sus testimonios, evitando así la posible confrontación con las personas procesadas; la
difusión restringida de los mismos; la utilización de técnicas que garanticen el anonimato en todas las fases del proceso; la prohibición de captación y
transmisión de su imagen; o, la adopción de medidas legislativas y destino de recursos (presupuestarios, humanos, etc.) a la protección efectiva de mujeres
querellantes, demandadas, reclusas o participantes en la prueba testifical contra amenazas, hostigamientos y otros daños durante y después de las
actuaciones del sistema de justicia 91).

En este extremo, no puede dejar de llamarse la atención sobre el hecho de que la protección y seguridad de quienes prestan la asistencia letrada a las
víctimas sea considerada por el Comité como parte integrante de la justiciabilidad, mientras que las de estas mujeres se cataloga de «buena calidad». Cierto
es que el propio Comité comienza su referencia a los componentes del derecho de acceso a la justicia afirmando el carácter esencial y complementario de
cada uno de ellos y que la asistencia legal es fundamental para el correcto desarrollo de los procesos judiciales, aunque cabe plantearse si no lo es también
garantizar la integridad física y psicológica de las mujeres víctimas o perpetradoras.

2.5. LA EFICACIA DE LOS RECURSOS

En todas las ocasiones en que ha tenido la oportunidad de pronunciarse sobre ello, el Comité ha sido contundente a la hora de señalar la incompatibilidad
entre el derecho de acceso de las mujeres a la justicia y las leyes de amnistía u otras previsiones y acciones que promuevan la impunidad de quienes han
violado sus derechos humanos, especialmente cuando dichas violaciones constituyen crímenes internacionales, en general, y de violencia sexual o por razón
de género, en particular.

De hecho, frente a las voces que reivindican la necesidad de no proceder al enjuiciamiento de estas conductas ante la necesidad de concordia social y
garantías de éxito de los procesos de reconciliación, alegando la fractura que supone la depuración de la responsabilidad penal de todas las personas que las
han cometido dado su carácter generalizado, así como la inviabilidad del desarrollo de todos los procesamientos que ello acarrearía, ubicando en los
mecanismos cuasi-judiciales y oficiosos al igual que en los macro-programas de reparación colectiva de la denominada «justicia transicional» toda la acción
posible respecto de estos crímenes, el Comité ha reaccionado rechazando la adopción de las leyes de amnistía y la aplicación de la prescripción para las
violaciones de los derechos humanos basadas en el género o de naturaleza sexual; pidiendo la derogación de las mismas en el caso de las ya existentes y la
promulgación de legislaciones que garanticen la sanción adecuada de acuerdo con las normas internacionales de los derechos humanos; precisando que los
recursos no oficiales, tales como las disculpas públicas, los monumentos públicos recordatorios o las garantías de no repetición, mediante las comisiones de
la verdad, la justicia y la reconciliación no pueden ser sustitutivos de las investigaciones y enjuiciamientos correspondientes; o, reclamando el suministro de
recursos jurídicos efectivos y oportunos que se ajusten a los diferentes tipos de violaciones de derechos humanos que sufren las mujeres 92).

En este sentido y en una suerte de intento de escapismo a lo afirmado por este órgano, intérprete auténtico de una Convención que no contiene cláusula de
salvaguarda o derogatoria alguna y que, como ya se ha dicho, ha de respetarse también en tiempo de conflicto armado o en situaciones posteriores al mismo,
se suele argumentar que las soluciones que vienen de la «justicia transicional» en aras a la reparación de los daños sufridos por la mujer son más adecuadas
o convenientes que fórmulas tradicionales de justicia. Desde una óptica en cierto modo pragmática y nacida de inercias de miedo, trauma, invisibilidad y
postergación de derechos en sociedades patriarcales, es posible que, ante una situación de emergencia física, psíquica, familiar o colectiva, acaezcan
otorgamientos de prioridad por las víctimas a programas o acciones que inciden en la superación de estas situaciones. Sin embargo, el paso del tiempo
refleja que, aun existiendo esta suerte de reparación, las víctimas no sienten que haya triunfado la justicia, ni se sienten plenamente «reparadas» si no se
produce el procesamiento de quienes cometieron sobre ellas crímenes tan atroces, lo que permitiría afirmar que los procesos de transición que no
contemplen las formas tradicionales de la justicia oficial estarían generando «paces cerradas en falso» 93).

En el plano intergubernamental, el Consejo de Seguridad parece insertarse con bastante claridad en esta línea, aunque en los textos relacionados haya
variaciones en las formulaciones. Así, aunque las referencias a la exclusión de estos crímenes de las leyes de amnistía, además de estar precisadas en su
primera mención por la expresión «siempre que sea viable», dejaron de aparecer a partir de 2008 94), han sido reiteradas las ocasiones en que ha instado a las
partes en los conflictos armados a poner fin de la impunidad, poniendo de manifiesto la obligación o necesidad de investigar todas las denuncias, enjuiciar a
las personas responsables o castigarlas, o apuntando su disposición a que ello se produzca y a obligar a rendir cuentas por los medios apropiados 95). Por
ende, se ha referido a la lucha contra la impunidad como elemento del «enfoque global para alcanzar la paz (sostenible), la justicia, la verdad y la
reconciliación nacional» 96) y, en los últimos años, ha resaltado el papel que en el fin de la impunidad han tenido la Corte Penal Internacional, los tribunales
especiales y mixtos y las salas especializadas de los tribunales nacionales 97).

Esta referencia permite plantearse si los miembros del Consejo de Seguridad desean meramente resaltar y debidamente reconocer la labor que estas
instituciones están desarrollando en aras de la aplicación del Derecho Internacional y del respeto del derecho de acceso de las mujeres a la justicia,
fortaleciendo así el papel que a éstas corresponde tener en estos procesos, o si también está mandando el mensaje de que son los tribunales internacionales,
internacionalizados y nacionales de los Estados partes en el conflicto los más adecuados para conocer de estos crímenes internacionales, obviando
voluntariamente la aportación que a la vigencia del ordenamiento jurídico internacional y la protección de los derechos de las víctimas se ha producido por
parte de otros tribunales en virtud del principio de jurisdicción universal. Interrogante que se refuerza si tenemos presente que miembros significativos del
Consejo de Seguridad se encuentran entre los firmantes de la Declaración sobre el Compromiso para poner fin a la violencia sexual en los conflictos , donde,
junto con prácticamente esta misma consideración relacionada con la contribución de la jurisprudencia internacional o nacional especializada, expresan su
voluntad de acabar con la cultura de la impunidad y conseguir que no haya refugio alguno para las personas culpables de estos hechos 98).

Por otra parte, en lo que, en ocasiones, casi parece una campaña de promoción de la justicia transicional, se identifica a la misma con la «justicia
transformadora» en exclusividad, lo cual no puede ser sino rechazado. La transformación omnicompresiva que se reclama y vincula a los procesos de
transición deriva de la necesaria orientación de toda la acción que en ellos se produce a la plena realización, entre otros, del principio de justicia o, en lo que
nos concierne en este trabajo, del principio de igualdad entre mujeres y hombres. Es el hecho de que en un Estado no se respeten los mismos antes, durante
o después de un conflicto armado o, en su caso, de un régimen autoritario lo que lleva a reclamar que aquello que acaezca a continuación transforme lo
existente para convertirlo en un nuevo escenario donde dichos principios imperen. En este entendimiento, la comprensión que niega a la acción judicial su
contribución a esta transformación parte de un craso error, pues pocas acciones transforman más la conducta de una persona responsable de un crimen de
violencia sexual o por razón de género, o que piensa serlo, y del círculo comunitario que le rodea que la seguridad de que no se saldrá impune.

Obviamente, el otro gran pilar de la eficacia de los recursos al sistema de justicia es la reparación del daño causado. Al respecto el Comité, descartando el
carácter mutuamente excluyente de sanciones penales y resarcimiento de daños civiles, ha señalado la necesidad de que los recursos sean, además de
adecuados y efectivos, atribuidos con prontitud, holísticos y proporcionales a la gravedad del daño sufrido, debiendo contemplarse, según corresponda, la
restitución o reintegración; la indemnización, sea en dinero, bienes o servicios, la cual deberá ponderarse teniendo también en cuenta las actividades
domésticas y de cuidados no remunerados de las mujeres (en lo que catalogamos como una innovadora lectura del lucro cesante); y la rehabilitación,
entendida como atención médica y psicológica y otros servicios sociales, en lo que es especialmente importante en estos crímenes debido a la extrema
gravedad y duración de las secuelas físicas, psicológicas y de otra índole que provocan 99).

Resaltando la imperiosidad de colaborar estrechamente con las organizaciones de mujeres y la sociedad civil en el diseño de los programas de reparación, el
Comité también llama a la creación de fondos específicos para las mujeres para que obtengan una reparación adecuada en los casos en que las personas o
entidades responsables de violar sus derechos humanos no puedan o no quieran proporcionar dicha reparación 100). Este punto escuetamente señalado se
presenta de gran importancia, pues una de las principales argumentaciones para sostener la falta de idoneidad de los foros judiciales para abordar los casos
de crímenes masivos de violencia sexual o por razón de género es el coste que conlleva el procedimiento, así como la imposibilidad de que sus víctimas
puedan ver reparado su daño por esa vía al carecer de recursos suficientes las personas que los cometieron.

La primera argumentación puede ser superada haciendo realidad lo señalado por el Comité respecto de la accesibilidad de los sistemas de justicia. La
segunda podría superarse con esta medida, pues la habilitación de estos fondos específicos permitiría al Estado ofrecer a las víctimas la reparación efectiva y
adecuada tanto en los casos en que su responsabilidad pudiera colegirse, aún de forma subsidiaria, por deberse a hechos que le resultan atribuibles por
haber sido cometidos por sus órganos 101), por personas o grupos de personas que siguieran sus instrucciones, actuaran bajo su dirección o control, o
ejercieran de hecho atribuciones de poder público en ausencia o defecto de autoridades oficiales, así como por asunción propia, o en virtud de la diligencia
debida. Por otra parte, estos fondos, si así se previese, podrían responder aún en los casos donde no se pudieran subsumir los hechos en las categorías
anteriores.

Sería ahí donde los mecanismos cuasi judiciales y administrativos de los procesos de transición podrían jugar un papel remarcable a la hora de determinar
las identidades de las víctimas cuando los procesos judiciales no hubieran culminado con una sentencia condenatoria o no se hubiesen podido celebrar, por
ejemplo, por deceso de la persona imputada. También podrían jugarlo a la hora de delimitar quién debería contribuir al sostenimiento de dichos fondos,
siendo oportuno recordar en este punto lo señalado por la Declaración de Nairobi sobre el derecho de las mujeres y las niñas a interponer recursos y obtener
reparaciones sobre la necesidad de que los programas de reparación contemplen la responsabilidad de todos los actores implicados y, por tanto, también a
otros Estados, organismos intergubernamentales, grupos armados, empresas transnacionales, inversionistas, personas o empresas prospectoras o
particulares no subsumibles en las categorías anteriores 102). Ello sin excluir la posibilidad de que el Estado decidiera destinar bienes públicos, subastarlos o
contraer deuda pública para hacer frente a estas partidas en situaciones de crisis financiera. Con ello, quizá, se generaría otro efecto. Y es que, si las
motivaciones económicas se encuentran en el origen y sostén de muchos conflictos armados y sistemas dictatoriales, no hay que descartar la posibilidad de
que sea también un motivo económico como éste el que lleve a su final o, al menos, su contención.

2.6. LA RENDICIÓN DE CUENTAS

Este componente se estructura en torno a dos ejes: los mecanismos de supervisión y la recopilación y utilización aplicada de datos estadísticos.

Apuntada en las recomendaciones sobre la disponibilidad de los sistemas de justicia, el detalle de la rendición de cuentas suministrado por el Comité apunta
a la necesidad de arbitrar mecanismos eficaces e independientes que observen y supervisen el cumplimiento de los principios de justiciabilidad,
disponibilidad, accesibilidad, buena calidad y eficacia de los recursos que incluyan revisiones y auditorías periódicas de la autonomía, eficiencia y
transparencia de todos los órganos de los sistemas de justicia, así como vías de presentación de quejas, peticiones y sugerencias de todo el personal
implicado (incluido el de la salud y bienestar, el de la orientación social y el técnico), con previsión, cuando corresponda, de medidas disciplinarias o de otro
tipo, entre las que se incluye la creación de una entidad específica con estas competencias 103).

Estas medidas, sobre todo, en situaciones de conflictos armados o posteriores a los mismos plantean evidentes dificultades conectadas con patrones de
desorden y anarquía, escasez de recursos o, incluso, con la problemática derivada de que algunas de las acciones supervisadas recaigan en manos de
organizaciones no gubernamentales o sociedad civil, en general, como podría ser el caso de la atención médica y psicosocial, las cuales a su vez son objeto de
persecuciones y ataques 104). Empero, nuevamente se ha de traer a colación el hecho de que los conflictos armados o las situaciones posteriores no pueden
ser válidamente esgrimidos como justificaciones al incumplimiento del ordenamiento jurídico internacional.

Por ello y aunque la tentación de ubicar en estructuras no oficiales la realización de estas labores de supervisión y control sea grande, máxime vista la
tendencia creciente de las autoridades gubernamentales, en tiempos de guerra o de paz, a delegar tácita o implícitamente el ejercicio de sus funciones en
organizaciones no gubernamentales o de la sociedad civil 105), debe afirmarse que el respeto de la rendición de cuentas alrededor del acceso de las mujeres a
la justicia corresponde a los Estados y a ellos atañe responder en caso de mal funcionamiento del mismo, sin estructuras intermedias que dilaten o
entorpezcan las medidas subsecuentes.

En relación con la información estadística y dando por reproducidas las consideraciones sobre su exigibilidad en situaciones de conflicto armado o
posteriores al conflicto, el Comité ha señalado como ítems a recopilar sin carácter exhaustivo: el número y distribución geográfica de los órganos del sistema
de justicia; el número de hombres y mujeres que trabajan en ellos; el número y distribución geográfica de la asistencia letrada, con desglose por sexo; la
naturaleza y número de caso y denuncias registradas en los órganos del sistema de justicia, con desglose por sexo de la persona querellante; la naturaleza y
número de casos tratados en los sistemas oficiales y oficiosos de justicia, con desglose por sexo de la persona querellante; la naturaleza y el número de casos
que requieren de asistencia jurídica y defensa pública, aceptadas y prestadas, con desglose por sexo de la persona querellante; y la duración de los
procedimientos y sus resultados, también con desglose por sexo de la persona querellante 106).

La recopilación de estos datos, además de permitir ampliar el alcance de la transparencia como criterio de buena calidad, facilita la elaboración de estudios
cuantitativos y cualitativos con perspectiva de género de los sistemas de justicia, con identificación de aquellas previsiones y prácticas que promueven el
pleno disfrute de este derecho por las mujeres y, a su vez, garantiza la aplicación efectiva y sistemática de sus conclusiones y su idoneidad, al permitir que las
mismas se proyecten sobre los aspectos o estructuras oportunas y respondan de un modo más certero a la solución del problema detectado 107).

3. CONCLUSIONES

El derecho de acceso de las mujeres a la justicia se presenta como la garantía indefectible del respeto a la totalidad de sus derechos, humanos o no. Debiera
ser la garantía última, más ante el nivel de discriminación sistémicamente pertrechada que sufren las mujeres, se convierte en la primera y básica. Las
medidas recogidas en la Recomendación general núm. 33 sobre el derecho de acceso de las mujeres a la justicia , así como las contempladas en las otras
recomendaciones generales relacionadas, suponen un conjunto bastante armonizado y detallado de cuál es su contenido y alcance, aún con las discrepancias
expuestas en la ubicación de algunas de las medidas en este último pronunciamiento del Comité y algunos significativos silencios que, de no existir,
redundarían directamente en su pleno disfrute por las mujeres que son víctimas de los crímenes internacionales. No obstante, hubiera resultado oportuno
que ciertas previsiones, como la emisión o sustitución de documentación sin exigir condiciones especialmente gravosas hubiera sido incluida en el texto de
la recomendación general núm. 33 y, por tanto, desligada de la condición de mujer o niña desplazada, por resultar también conveniente su proyección a
mujeres víctimas de la trata.

En términos generales y respecto a los crímenes internacionales de violencia sexual o por razón de género, más que observaciones por previsiones
defectuosas o insuficientes, podríamos concluir que su problemática principal deriva de la materialización de las mismas.

Dada la regulación existente, el Comité sólo puede emitir recomendaciones y, aunque utiliza sus recomendaciones generales en las observaciones y
comentarios que formula al hilo de sus diferentes mecanismos de control como extremos que determinan el cumplimiento de la Convención, sus
conclusiones no son vinculantes y carece de herramientas de promoción de su puesta en práctica más allá de las que tienen que ver con la presión política y
social. Por otra parte, aunque la vinculación entre la Convención y las resoluciones emitidas por el Consejo de Seguridad alrededor de las mujeres, la paz y la
seguridad ha sido confirmada por ambos órganos, hasta el punto de que, alrededor de estos crímenes, el Consejo de Seguridad ha realizado ya la
interpretación que le podría llevar a la preceptiva calificación para la plena exploración del sistema de seguridad colectiva, por el momento, dejando a un
lado la continua sucesión de resoluciones y declaraciones presidenciales con la que parece querer demostrar que el tema sigue siendo importante para él, no
ha emprendido acción alguna de cierto alcance respecto de los Estados que, en primera línea, promueven su comisión.

El fin de la violencia sexual y por razón de género está en su agenda, en la de la organización y, teóricamente, en la de muchos de sus Estados Miembros. Los
progresos en los razonamientos teóricos que van conformando la definición y apreciación de la concurrencia de estos crímenes se están produciendo en la
jurisprudencia internacional. Los procesamientos y condenas también, aunque en número inferior al existente respecto de otros crímenes, sin obviar el
hecho de que, ante el número de crímenes cuantificados en los diferentes supuestos, la cifra de personas procesadas debería calificarse como
deshonrosamente baja y, por el contrario, la cantidad de mujeres ultrajadas, cruelmente heridas, demoledoramente invisibilizadas y olvidadas,
escandalosamente elevada.

En el Derecho Internacional no es extraño que la acción sea la adopción de una declaración grandilocuente, aunque, en el caso de las mujeres, ello incide en
una práctica muy habitual y que consiste en el decir para calmar, que no para cambiar. Cuando la situación de referencia tiene unos perfiles tales como los
que se desprenden del horror derivado de estos crímenes, esa artificiosa calma no revierte en beneficio de la comunidad y la monstruosidad se expande
como evidencia el hecho de que la violencia sexual se esté proyectando en hombres, sobre los que por cierto tampoco existen datos acerca de con cuál
género se identifican o qué orientación sexual tienen. Si ello ocurre, existe una inconsciente inclinación a valorar el sufrimiento masculino en mayor medida
y, aunque sea de forma sutil, parece que el ofrecimiento de una respuesta apropiada comienza a agilizarse y tomar forma. Y, aunque ello podría resultar
positivo por el sentido de la inflexión generada, sin embargo, no evitan que las inercias seculares se impongan y la reacción continúe siendo
mayoritariamente postergada o relegada al discurso. Empero, las inercias se pueden romper.

El horror sufrido, los traumas, las mutilaciones, las enfermedades crónicas y mortales, la destrucción del cuerpo y el espíritu, plagado de cicatrices vitalicias
que no se ven, de las mujeres que son víctimas de estos crímenes internacionales ni son menores, ni pueden quedar impunes, ni son gratuitos. El precio
político o económico de llevar a los responsables, inmediatos o últimos, de estos crímenes a la justicia es alto, aunque ello no debería ser óbice para que se
convirtiera en una prioridad de cualquier Estado o acción intergubernamental. El precio de retornar (en muchas ocasiones, desgraciadamente, llevar por
primera vez) a estas mujeres a niveles satisfactorios de seguridad, salud física y psicológica, capacidad económica, educación y formación profesional,
participación social y política, en definitiva, a niveles de igual disfrute de la totalidad de derechos humanos, incluido el derecho de acceso a la justicia,
también es muy elevado. Tanto que los países que habrían de hacer frente a ello, en realidad, todos los existentes vista su colaboración necesaria, por acción
o por omisión, en la comisión de los hechos, tendrían que dedicar gran parte de sus recursos económicos a ello. No están dispuestos. Ni siquiera cuando se
encuentran a nivel intergubernamental y, al menos, oralmente se envalentonan.

No existen ejemplos de contribuciones significativas a fondos con este destino, ni medidas claras y de amplio espectro frente a las mismas. ¿Cuántos
regímenes de sanciones ha impuesto el Consejo de Seguridad vinculando su levantamiento al enjuiciamiento de todas las personas culpables de estos
crímenes y a la plena y satisfactoria reparación del daño a sus víctimas? ¿En cuánto se va incrementar el presupuesto de la Corte Penal Internacional, los
tribunales especiales y mixtos, las salas especializadas, los tribunales especializados para garantizar las investigaciones, enjuiciamientos y condenas, así
como la atención integral y la plena y adecuada reparación a las víctimas? ¿Cuántas legislaciones nacionales se han modificado o están dispuestas a
modificarse para garantizar el pleno e igualitario acceso de las mujeres a la justicia, en lo que supondría también contemplar el principio de jurisdicción
universal para conseguir que una persona responsable de estos hechos salvajes, denigrantes, atroces, de verdad no encuentre ningún refugio seguro en todo
el planeta? ¿Cuántos estudios y decisiones políticas de actuación frente a los conflictos y dictaduras existentes o inminentes están teniendo en cuenta la
vinculación entre explotación de recursos naturales, comercio de armas, tráfico de estupefacientes, trata de personas, paraísos fiscales, intereses
geoestratégicos y vulneración masiva y generalizada de todos los derechos de las mujeres, sean de la generación que sean?

El pleno respeto del derecho de acceso de las mujeres a la justicia en la forma en que ha sido abordado por el Comité para la Eliminación de todas las formas
de Discriminación contra la Mujer es, como el Consejo de Seguridad ha deslizado en sus pronunciamientos, esencial para la paz y seguridad mundiales,
básico para el desarrollo sostenible, el bienestar y la continuidad de la Humanidad. Ahora que las palabras ya están en las declaraciones, resoluciones,
estatutos, tratados e, incluso, algunas leyes nacionales, ahora que ya nos ha sido clarificado cómo se garantiza este derecho respecto de estos crímenes, es el
tiempo de actuar. Sin dilación. Sin excusas.

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NOTAS AL PIE DE PÁGINA


1

El Comité para la Eliminación de toda forma de Discriminación contra la Mujer definió la violencia por razón de género en el apartado 6 de su Recomendación General
núm. 19, de 29 de enero de 1992 como: «la violencia dirigida contra la mujer porque es mujer o que la afecta en forma desproporcionada. Incluye actos que infligen daños
o sufrimientos de índole física, mental o sexual, amenazas de cometer esos actos, coacción y otras formas de privación de libertad». Disponible a través de la página:
http://www.ohchr.org/EN/HRBodies/CEDAW/Pages/Recommendations.aspx. En los dos textos convencionales adoptados hasta la fecha sobre esta cuestión se ha optado por
recurrir a la expresión «violencia contra la mujer/las mujeres» (Convención Interamericana para prevenir, erradicar y sancionar la violencia contra la mujer, Belem do
Pará, de 9 de junio de 1994, y Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica, Estambul, de 11 de
mayo de 2011), si bien en ambos también se hace referencia al «género» (artículo 1, y artículo 3. a, c y d, abordando éste último numeral al definición de «violencia contra
las mujeres por razones de género», respectivamente).

Sin ánimo exhaustivo en cuanto a los motivos expuestos o los conflictos analizados, se ha puesto de manifiesto que el uso de la violencia sexual como arma de guerra se
produce para humillar (Bangladesh, Burma, Bosnia, Holocausto, República Democrática del Congo, Egipto, Nanking), para obtener información (Bosnia, Burma, Sri
Lanka), para aterrorizar (Colombia, Darfur-Sudán, Libia, Nanking, Rwanda), para controlar recursos y territorios (República Democrática del Congo y Colombia) y para
llevar a cabo la limpieza étnica (Bosnia, Corea del Norte, Darfur-Sudán, Holocausto, Liberia, Rwanda, Sri Lanka) ( Cfr. Wolfe, L., «Why Soldiers rape —and when they don’t
— in diagrams», Women under siege , de 25 de julio de 2014, disponible en el siguiente enlace: http://www.womenundersiegeproject.org/blog/entry/why-soldiers-rapeand-
when-they-dontin-diagrams). En la República Democrática del Congo se han identificado como otros motivos la represalia, la expresión de frustración o ira, para silenciar,
para evitar violencias de los superiores, para incrementar la inseguridad alimenticia, para «proteger» soldados, para forzar abortos o por llamadas satánicas ( Cfr. LENT
HIRSCH, M., y WOLFE, L., «Democratic Republic of Congo-Conflict Profile», Women under siege , de 8 de febrero de 2013, en:
www.womenundersiegeproject.org/conflicts/profile/democratic-republic-of-congo).

La primera resolución del Consejo de Seguridad que habló de la violencia sexual en estos términos fue la resolución 1820 (2008), añadiendo que, cuando ello sucedía, se
podía agudizar sensiblemente la situación de conflicto armado y, en algunos casos, impedir el restablecimiento de la paz y seguridad internacionales, por lo que su
comisión podría ser el origen de la adopción de medidas coercitivas no militares «selectivas y graduales» ( Cfr. Doc. S/RES/1820 (2008), de 19 de junio, párrafos séptimo y
noveno del preámbulo y parágrafos 1 y 5). Alrededor de los regímenes de sanciones, el Consejo de Seguridad ya había previsto su disponibilidad a tener presente las
especiales necesidades de mujeres y niñas a la hora de establecer las excepciones humanitarias correspondientes a las posibles medidas del artículo 41 de la Carta, en la
resolución 1325 (2000), de 31 de octubre, parágrafo 14. Posteriormente y ya sin mención directa o indirecta al artículo 41, mostraría su disposición a adoptar medidas
«apropiadas para hacer frente a la violencia sexual generalizada o sistemática en situaciones de conflicto armado» en estas situaciones, en la resolución 1960 (2010), de 16
de diciembre, parágrafo 1, en la cual también se decidió solicitar al Secretario General, además de información detallada, la inclusión en anexos de una lista de partes
sobre las que recaigan sospechas fundadas de que son responsables de estos crímenes en situaciones examinadas por el Consejo, pudiendo dar como resultado la
adopción de medidas ajustadas a los procedimientos de los Comités de Sanciones ( ibid. , parágrafo 3). Regresaría, empero, a su referencia mediante la afirmación de la
competencia de los Comités de Sanciones para establecer sanciones selectivas contra los perpetradores de estos hechos y la posibilidad de incluir criterios de designación
relacionados en el establecimiento y prórrogas de regímenes de sanciones en la resolución 2106 (2013), de 24 de junio, parágrafo 13. La última previsión al respecto ha
versado sobre la posible designación de agentes, incluidos los de grupos de terroristas, implicados en la comisión de actos de violencia sexual y por razón de género, así
como sobre su compromiso de incluir en los grupos competentes de los Comités de Sanciones personas con especialización necesaria en materia de género ( Cfr. Doc.
S/RES/2242 (2015), de 13 de octubre, parágrafo 6). Sobre su reflejo en la práctica desarrollada en 2015, cfr. NGO Working Group on Women, Peace and Security, «Mapping
Women, Peace and Security in UN Security Council», de 10 de mayo de 2016, pp. 3-4, disponible en: http://womenpeacesecurity.org/media/pdf-
NGOWG_MappingWPS_PolicyBrief_2015.pdf

Al respecto, cfr. WOOD, E.J., «Variación de la violencia sexual en tiempos de guerra: la violación en las guerras no es inevitable», Revista Estudios Socio-Jurídicos , vol. 14,
2012-1, pp. 19-57.

Ya en 2009, Amnistía Internacional lanzó una campaña de carteles en las estaciones de metro londinenses, de dos semanas de duración, con el lema «Rape is cheaper than
bullets», dentro de la campaña correspondiente a la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, como una forma de llamar la atención sobre estos crímenes y
promover la acción contra los mismos ( Cfr. Amnesty International UK, «Women's rights's rights's rightss rights's rights's rights's rights: Provocative new rape in conflict
advert to appear in London tubes», Comunicado de prensa, de 23 de febrero de 2009, disponible en: https://www.amnesty.org.uk/press-releases/womens-rightss-rightss-
rightss-rightss-rightss-rightss-rights-provocative-new-rape).

Sobre las causas que motivaron el uso de la violencia sexual en el conflicto habido en Bosnia-Herzegovina, cfr. CLARK, J.N., «Rape and Sexual Violence in War: The Vexing
Issue of Causation and Some Reflections from Bosnia», Engenderings, Blog del Gender Institute of the London School of Economics and Political Science, de 20 de abril de
2016, disponible en: http://blogs.lse.ac.uk/gender/2016/04/20/rape-and-sexual-violence-in-war-the-vexing-issue-of-causation-and-some-reflections-from-bosnia/

Cfr. Secretario General, Informe Estudio a fondo sobre todas las formas de violencia contra la mujer , Doc. A/61/122/Add.1, de 6 de julio de 2006, parágrafo 146. En el mismo,
se ponía de manifiesto que en 1971, en el conflicto de Bangladesh, 200.000 mujeres fueron violadas, en lo que supone un ejemplo de que la práctica masiva y sistemática
de violaciones de mujeres no es de reciente data ( Ídem ).

Cfr. PALERMO, T., y PETERMAN, A., «Undercounting, overcounting and the longevity of flawed estimates: statitics on sexual violence in conflict», Bulletin of the World Health
Organization , núm. 89, 2011, pp. 924-925, disponible en http://www.who.int/bulletin/volumes/89/12/11-089888/en/.

Ibidem.

10

Cfr. KISHI, R., « Sudan leads in the use of rape as a weapon of violence in Africa », ACLED, de 23 de junio de 2015, disponible en http://www.crisis.acleddata.com/sudan-leads-
in-the-use-of-rape-as-a-weapon-of-violence-in-africa/. De la misma autora y en relación al continente africano, vid. también «Rape as a Weapon of Political Violence, Part 1:
Trends across Africa», ACLED , de 18 de febrero de 2015, en http://www.crisis.acleddata.com/rape-as-a-weapon-of-political-violence-part-1-trends-across-africa/, y «Rape as
a Weapon of Political Violence: Part 2: Where, When, and by Whom is this Tactic Used», ACLED , de 25 de febrero de 2015, en http://www.crisis.acleddata.com/rape-as-a-
weapon-of-political-violence-part-2-where-when-and-by-whom-is-this-tactic-used/. Por su parte, la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos
Humanos ha puesto de relieve en un reciente informe que tan sólo en el Estado Unidad, entre abril y octubre de 2015, se denunciaron 1350 casos de violación,
señalándose la brutalidad de las mismas y de otras violencias sexuales dirigidas, por lo demás, especialmente a niñas y mujeres jóvenes, aunque no exclusivamente (
Informe de la Misión de Evaluación de la citada oficina para la mejora de los derechos humanos, rendición de cuentas, reconciliación y capacidad en Sudán del Sur: hechos
detallados , Doc. A/HRC/31/CRP.6, de 10 de marzo de 2016, apartados 205-226).

11

Cfr. ONU Mujeres, El Progreso de las Mujeres en el Mundo 2011-2012. En busca de la Justicia , 2011, p. 84, en: http://www.unwomen.org/en/digital-
library/publications/2011/7/progress-of-the-world-s-women-in-pursuit-of-justice.

12

Ídem.

13

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/30, de 1 de noviembre de 2013, parágrafo 25. Esta realidad ya fue recibida por el Consejo de Seguridad (Doc. S/RES/1820 (2008), preámbulo, párrafo
séptimo), siendo recogida de diferentes formas en sus resoluciones posteriores. En este sentido, el Consejo de Seguridad ha puesto de relieve que el VIH y el SIDA supone
«una carga desproporcionada» para las mujeres y niñas que se muestra como un «obstáculo y desafío persistente para la igualdad entre los géneros», así como para su
empoderamiento (Doc. S/RES/1983 (2011), de 7 de junio, preámbulo, párrafos duodécimo y decimotercero y parágrafos 3 y 6, y Doc. S/RES/2106 (2013), parágrafo 20).

14

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/30, parágrafo 35.

15

Doc. CEDAW/C/GC/30, de 1 de noviembre de 2013. Dentro del proceso de elaboración de esta recomendación, se pueden señalar como hitos destacados el día de Discusión
general, celebrada el 18 de julio de 2011, o el apoyo del Comité de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos y de ONU Mujeres, que organizó cinco
consultas regionales (Addis Abeba, Amman, Bangkok, Guatemala y Estambul), que permitieron incorporar las correspondientes experiencias regionales ( Cfr. Ph. MLAMBO-
NGCUKA, Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, Statement on adoption of CEDAW general recommendation on women in conflict prevention , de 5 de noviembre de 2013,
disponible en http://www.unwomen.org/en/news/stories/2013/11/ed-statement-on-adoption-of-cedaw-general-recommendation-on-women-in-
conflict#sthash.IPgvg3xK.dpuf). Más información sobre la Discusión general en: http://www.ohchr.org/EN/HRBodies/CEDAW/Pages/WomenconflictSituations.aspx

16

Cfr. Doc. CEDAW/C/GC/33, de 3 de agosto de 2015. Los aproximadamente cuatro años de trabajos comenzaron con una propuesta de SILVIA PIMENTEL y una contribución
escrita presentada por un grupo de abogadas latinoamericanas y activistas de los derechos humanos. Tras ello, el plenario del Comité decidió su elaboración y la creación
de un grupo de trabajo, cuya nota conceptual sirvió de base para el debate abierto, celebrado el 18 de febrero de 2013, que precedió a la redacción de su texto, basado
también en los pronunciamientos previos emitidos alrededor de informes estatales, comunicaciones individuales, encuestas u otras recomendaciones generales ( Cfr.
SCHULZ, General Recommendation 33 of the UN Committee on the Elimination of Discrimination against Women , Ponencia en la Conferencia de la Comisión de Igualdad de
Género del Consejo de Europa, «Towards guaranteeing equal access of women to justice», celebrada en Berna, el 15 y 16 de octubre de 2015, en
https://rm.coe.int/CoERMPublicCommonSearchServices/DisplayDCTMContent?documentId=0900001680631f5a. Mayor información sobre la Discusión general puede ser
consultada en el siguiente enlace: http://www.ohchr.org/EN/HRBodies/CEDAW/Pages/Accesstojustice.aspx).

17

Doc. CEDAW/C/GC/28, de 16 de diciembre de 2010.

18

La recomendación se adoptó el 29 de enero de 1992, tras descartarse la opción de adoptar un protocolo facultativo sobre la cuestión ( Cfr. CEDAW, Informe anual.
Undécima sesión , Doc. A/47/38(SUPP), de 19 de febrero de 1993, pp. 1-6 y 98-99).

19

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/32, de 14 de noviembre de 2014. Los trabajos sobre esta recomendación comenzaron a resultas de un seminario organizado de forma conjunta por
el Comité y Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, celebrado los días 16 y 17 de julio de 2009, que tuvo como punto de partida el documento de
antecedentes preparado por A. EDWARDS el cual se publicó con la referencia Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, Displacement, Statelessness and
Questions of Gender Equality under the Convention on the Elimination of All Forms of Discrimination against Women , agosto 2009, Doc. PPLAS/2009/02, disponible a través
del siguiente enlace: http://www.refworld.org/docid/4a8aa8bd2.html.

20

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/28, parágrafo 3, Doc. CEDAW/C/CG/30, parágrafo 11 y 87 (éste último animando a la ratificación de diferentes tratados internacionales relacionados
con la protección de los derechos de la mujer) y Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 6.

21

Cfr. BOE , núm. 69, de 21 de marzo de 1984, pp. 7715 a 7720. A mayo de 2016, este tratado cuenta con ciento ochenta y nueve Estados Partes ( Cfr. United Nations Treaty
Collection , en: http://treaties.un.org).

22

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/28, parágrafo 11.

23

Cfr. Doc. CEDAW/C/GC/30, parágrafo 2.

24

Cfr. Doc. A/RES/2444 (XXIII), de 19 de diciembre de 1968, y CIJ, Opinión consultiva sobre las consecuencias jurídicas de la construcción de un muro en el territorio palestino
ocupado, de 9 de julio de 2004, parágrafos, 105-113, así como REMIRO BRÓTONS, A., RIQUELME CORTADO, R., DÍEZ-HOCHLEITNER, J., ORIHUELA CALATAYUD, E., y PÉREZ-PRAT DURBÁN, L., Derecho
Internacional. Curso General , Tirant lo Blanch, Valencia, 2010, pp. 760-770.

25

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/30, parágrafos 16 y 87.

26

Adoptada como consecuencia de la sinergia aparecida tras la celebración de una reunión bajo la fórmula Arria y en el marco de los debates temáticos del Consejo, a la
resolución 1325 (2000) le han sucedido las resoluciones 1820 (2008), 1888 (2009), de 30 de septiembre, 1889 (2009), de 5 de octubre, 1960 (2010), 2106 (2013), 2122 (2013),
de 18 de octubre, y 2242 (2015), de 13 de octubre. Se han de citar también las Declaraciones de la Presidencia 2001/31, de 31 de octubre, 2002/32, de 31 de octubre, 2004/40,
de 27 de octubre, 2005/52, de 27 de octubre, 2006/42, de 8 de noviembre, 2007/40, de 23 de octubre, 2008/39, de 29 de octubre, 2010/8, de 27 de abril, 2010/22, de 26 de
octubre, 2011/20, de 28 de octubre, 2012/3, de 23 de febrero, 2012/23, de 31 de octubre, y 2014/21, de 28 de octubre. Sobre ello, cfr. BARROW, A., «UN Security Council
Resolutions 1325 and 1820: constructing gender in armed conflict and international humanitarian law», IRRC, vol. 99, núm. 877, marzo 2010, pp. 221-224, OTTO, D., «The
Exile of Inclusion: Reflections on Gender Issues in International Law over the Last Decade», Melbourne Journal of International Law, vol. 10, 2009-1, pp. 11-26 (también
disponible como Legal Studies Research Paper no. 431 , Melbourne Law School, noviembre 2009, a través de http://ssrn.com) y TACHOU-SIPOWO, A.-G., «The Security Council
on women in war: between peacebuilding and humanitarian protection», IRRC , vol. 92, núm. 877, marzo de 2010, pp. 197-219. La conexión entre la Convención para la
Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer y la Agenda del Consejo de Seguridad relativa a las Mujeres, la Paz y la Seguridad , constituida de forma
principal por el conjunto de textos indicados, ha sido señalada por el propio órgano principal de Naciones Unidas (Doc. S/RES/1325 (2000), parágrafo 9, Docs. S/RES/1820
(2008) y S/RES/1888 (2009), preámbulo, párrafo sexto, Doc. S/RES/1889 (2009), preámbulo, párrafo cuarto, Doc. S/RES/2122 (2013), preámbulo, párrafo tercero, y Doc.
S/RES/2242 (2015), preámbulo, párrafo sexto). Por su parte, el Comité para la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer hizo lo propio en la
Recomendación general núm. 30, adoptándose a continuación por ONU Mujeres un guía al respecto ( Cfr. Doc. CEDAW/C/GC/30, parágrafos 25-26, y ONU Mujeres,
Guidebook on CEDAW General Recommendation no. 30 and The UN Security Council Resolutions on Women, Peace and Security , Nueva York, 2015, en el enlace siguiente:
http://www.unwomen.org/es/digital-library/publications/2015/8/guidebook-cedawgeneralrecommendation30-womenpeacesecurity). Sobre esta cuestión, proyectada
también a otros mecanismos de protección de derechos humanos, cfr. ONU Mujeres y Secretaría General, Preventing Conflict, Transforming Justice, Securing the Peace, A
Global Study on the Implementation of the United Nations Security Council resolution 1325, 2015, pp. 346-367, disponible en http://wps.unwomen.org/en.

27

El antiguo Ministro para Asuntos Exteriores y de la Commonwealth del Reino Unido, William Hague, y la Enviada Especial del Alto Comisionado de Naciones Unidas para
las Personas Refugiadas, ANGELINA JOLIE, promovieron el lanzamiento en mayo de 2012 de la Iniciativa para prevenir la violencia sexual en los conflictos armados .
Posteriormente y aprovechando su presidencia del G8, el Reino Unido promovió la adopción en este foro de la Declaración sobre la prevención de la violencia sexual en los
conflictos armados , de 11 de abril de 2013. Asumiendo un papel de liderazgo en la promoción de la acción gubernamental internacional sobre la cuestión, el Reino Unido
volvía a aprovechar su Presidencia, esta vez, del Consejo de Seguridad para adoptar la resolución 2106 (2013), tras tres años de silencio en el órgano restringido y con el
patrocinio de otros cuarenta y seis Estados. No quedaría ahí su labor, puesto que el Reino Unido también promovería que, al albur del debate general del sexagésimo
octavo período de sesiones de la Asamblea General, el 2 de octubre de 2013 se adoptara la Declaración sobre el Compromiso para poner fin a la violencia sexual en los
conflictos , actualmente respaldada por ciento cincuenta y cinco Estados. Este país de nuevo sería en gran medida responsable de la celebración de la Cumbre global para
poner fin a la violencia sexual en los conflictos, en Londres, del 10 al 13 de junio de 2014, a la cual asistieron representantes gubernamentales de ciento veinte y tres
Estados y alrededor de mil personas expertas, líderes de religiones, organizaciones juveniles, representantes de la sociedad civil y organizaciones internacionales. Como
resultados de la misma, se han de señalar la firma de una Declaración de Acción , basada en la Declaración recién citada, y el lanzamiento del Protocolo internacional de
documentación e investigación de violencia sexual en situaciones de conflicto armado . A nivel nacional e incidiendo en su publicitado compromiso, además de ser uno de
los cincuenta y tres Estados que, a marzo de 2015, contaba con un Plan de Acción Nacional sobre Mujeres, Paz y Seguridad (presentado el 14 de junio de 2014), ha creado
la Representación Especial del Primer Ministro para la prevención de la violencia sexual en los conflictos armados, que existente desde julio de 2014, ha sido ocupada por
WILLIAM HAGUE y, posteriormente, por ANELAY of St. Johns, estando vinculada, por tanto, a la titularidad de su Oficina de Asuntos Exteriores y de la Commowealth ( Cfr. UK
Foreign and Commowealth Office, «2010 to 2015 government policy: sexual violence in conflicto», Policy Paper , de 8 de mayo de 2015, en:
https://www.gov.uk/government/publications/2010-to-2015-government-policy-sexual-violence-in-conflict/2010-to-2015-government-policy-sexual-violence-in-conflict; el
texto de la Declaración sobre el Compromiso , disponible en:
https://www.gov.uk/government/uploads/system/uploads/attachment_data/file/274724/A_DECLARATION_OF_COMMITMENT_TO_END_SEXUAL_VIOLENCE_IN_CONFLICT.pdf;
y la información sobre la Cumbre Global, el Resumen de la Presidencia y la Declaración de Acción, en: https://www.gov.uk/government/topical-events/sexual-violence-in-
conflict). Sobre esta acción, consúltese también KIRBY, «Ending sexual violence in conflict: the Preventing Sexual Violence Initiative and its critics», International Affairs ,
vol. 91, 2015-3, pp. 457-472).

28

Cfr. Doc. CEDAW/C/GC/33, parágrafos 13-20. Se ha de señalar que, si bien en el texto en español, se habla de «suministro de recursos», «aplicación de recursos» y «eficacia
de los recursos» refiriéndose al mismo componente, se ha optado por esta última denominación por considerarse que responde mejor a la definición dada por el Comité
del mismo («requiere que los sistemas de justicia ofrezcan a las mujeres una protección viable y una reparación significativa de cualquier daño que puedan haber
sufrido») ( ibid., parágrafo 14 e).

29

Cfr. ibid. , parágrafo 15 a).

30

No en balde se ha puesto de manifiesto que aquellos países en los que la seguridad de las mujeres es más alta existen menores posibilidades de que se vean envueltos en
un conflicto armado ( Cfr. S/PV.7658, de 28 de marzo de 2016, p. 3).

31

Doc. CEDAW/C/CG/30, parágrafos 17 b), 18 a), 38, a) y b) y 81 d).

32

Ibid. , parágrafo 12 a).

33

En este sentido, corresponde subrayar que los reiterados y descarnados intentos de limitación del alcance del principio de jurisdicción universal o, si se prefiere, de su
conversión en mera anécdota jurídica a través de su neutralización, sin ofrecimiento de vías alternativas realmente eficaces para el enjuiciamiento de los crímenes
internacionales, inciden en la proliferación y recrudecimiento de las conductas delictivas que, basadas en la comprensión de la inferioridad de las mujeres y su
cosificación, se suceden en situaciones de conflicto armado y similares. Actitud que se está produciendo incluso en países donde la igualdad entre mujeres y hombres se
encuentra recogida en sus textos constituciones y resto de normas de su ordenamiento jurídico. Sobre las recientes modificaciones legislativas en esta dirección en
nuestro país, cfr. ORIHUELA CALATAYUD, E., La jurisdicción universal en España , Discurso de ingreso en la Real Academia de Legislación y Jurisprudencia de Murcia,
pronunciado el 27 de enero de 2016, Murcia, 2016, pp. 15-198.

34

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 39 b) y Doc. CEDAW/C/CG/28, parágrafos 28-29.

35
Cfr. los códigos militares del siglo XVIII, el Reglamento anexo a la IV Convención de La Haya de 1907 sobre las leyes y usos de la guerra terrestre (art. 46) o el conocido
como Código Lieber (Estados Unidos, Instructions for the Government of the Armies of the United States in the Field. General Orders no. 100, 1863) o en relación con las
excepciones, las condenas impuestas por el Tribunal Militar Internacional de Tokio, a los Generales Toyoda y Matsui, y al Ministro de Asuntos Exteriores del Japón, Hirota,
como superiores responsables del crimen de guerra de violación por sus soldados en Nanking. (BOU FRANCH, V., «Los crímenes sexuales en la jurisprudencia internacional»,
REEI , núm. 24, 2012-2, 46 pp., p. 2, y ONU Mujeres, op. cit. en nota 12, p. 85).

36

Cfr. KRILL, F., «La protección a la mujer en el Derecho Internacional Humanitario», RICR , 1985, en https://www.icrc.org/spa/resources/documents/misc/5tdlea.htm, y SELLERS,
p. V., Procesos penales sobre violencia sexual en conflicto: La importancia de los derechos humanos como medio de interpretación, Alto Comisionado de Naciones Unidas
para los Derechos Humanos, 2011, pp. 5-11, en: http://www2.ohchr.org/english/issues/women/docs/Paper_Prosecution_of_Sexual_Violence_sp.doc, y ONU Mujeres, op. cit.
en nota 12, pp. 85-86.

37

Un logro cuya consecución se debió a la labor de la entonces jueza (única) del citado Tribunal, Navanethem Pillay, en la medida en que, a pesar de la documentación
recopilada relativa a la violación sistemática en el genocidio, no se habían formulado cargos al respecto, siendo su labor la que consiguiera que se incluyeran los mismos
durante el juicio ( Cfr. TRAPANI, T., «Seeking justice for girl child soldiers in the Lubanga case», Women under Siege , de 7 de junio de 2012, en
http://www.womenundersiegeproject.org/blog/entry/seeking-justice-for-girl-child-soldiers-in-the-lubanga-case).

38

Cfr. BOU FRANCH, V., op. cit. en nota 36, pp. 2-5, del mismo autor, «El crimen internacional de esclavitud sexual y la práctica de los “matrimonios forzados”», Anuario Español
de Derecho Internacional , vol. 31, 2015, pp. 65-114, y ONU Mujeres, op. cit. en nota 12, p. 86. Puede consultarse también el Informe preparado por el Departamento de
Operaciones de Mantenimiento de la Paz, titulado Review of the sexual violence elements of the judgments of the International Criminal Tribunal for the Former Yugoslavia,
the International Criminal Tribunal for Rwanda, and the Special Court for Sierra Leone in the light of security council resolution 1820, publicado en 2010 y disponible en:
http://www.icty.org/x/file/Outreach/sv_files/DPKO_report_sexual_violence.pdf

39

Cfr. BOU FRANCH, V., op. cit. en nota 36, p. 5.

40

Sobre ello y la definición que, de acuerdo con los desarrollos jurisprudenciales, pueden recibir los crímenes de violación, esclavitud sexual y violencia sexual, cfr. ibid. ,
pp. 7- 43, y SELLERS, p. V., op cit. en nota 37, pp. 12-15. Por otra parte, desde la doctrina también se ha puesto de relieve que la humillación sexual, en cuyo alcance se halla
la desnudez forzosa, podría constituir crimen de lesa humanidad de violencia sexual si es «de una gravedad comparable a las otras ofensas» o un crimen de guerra de
ultraje a la dignidad si en la conducta concurre el resto de requisitos exigibles para este tipo de crímenes ( Cfr. WOOD, E. J., op. cit. en nota 5, p. 25). Sobre esta comprensión
en la jurisprudencia, cfr. SELLERS, p. V., op cit. en nota 37, p. 35.

41

Doc. S/RES/1820 (2008), parágrafo 4.

42

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/28, parágrafos 17 y 31, Doc. CEDAW/C/CG/30, parágrafos 52, 63, 65 b) y 81 g), y Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafos 19 e), 32-33 y 41-53.

43

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 15 b).

44

Una crítica a la falta de reconocimiento de legitimación activa a las víctimas ante la Corte Penal Internacional y las correspondientes propuestas de mejora puede hallarse
en ORIHUELA CALATAYUD, E. Las Víctimas y la Corte Penal Internacional. Análisis de la participación de las víctimas ante la Corte , Thomson Reuters. Aranzadi, Pamplona, 2014,
pp. 196-197 y 204-205.

45

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/30, parágrafo 61 c) y d), Doc. CEDAW/C/CG/32, parágrafo 50 a), y Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 25 a) i), c) y d).

46

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/30, parágrafo 81 j), y Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafos 15 c)-e).

47
Cfr. Doc. CEDAW/C/GC/30, parágrafo 46 b) y 81 e), referido expresamente a los mecanismos de justicia de transición, y Doc. CEDAW/C/GC/33, parágrafo 15 f). Se han
realizado estudios que han puesto de relieve que el incremento del porcentaje participativo de las mujeres ha influido en el aumento de las investigaciones relacionadas
con la violencia sexual, a lo que hay que sumar declaraciones como las del que fue Fiscal Jefe en el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, Richard
Gladstone, que señalaba que, si no hubiera habido mujeres en los primeros años del tribunal, no hubiera habido acusaciones de crímenes por razón de género, relatando
el papel que tuvo la jueza E. Odio Benito en la posición mantenida por el Tribunal en el caso Nikolic ( Cfr. MERTUS, J., Women’s Participation in the International Criminal
Court for the Former Yugoslavia (ICTY): Transitional Justice for Bosnia-Herzegovina , Women Waging Peace Policy Commission. Hunt Alternatives Fund, julio de 2004, p.
13). Así mismo, se ha indicado que la presencia de juezas femeninas puede conducir a que la defensa letrada o los testimonios a favor de defensa sean más respetuosos y
las declaraciones a favor de la acusación más libres. Ello, no obstante, se ha puesto de manifiesto la dificultad que encuentran las mujeres para llegar a estos puestos o
para no ser «atacadas», en su caso, por su conocimiento sobre la violencia sexual o por razón de género ( Cfr. ibid. , pp. 13-14).

48

Las primeras elecciones para la composición del Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia, celebradas en 1993, permitieron a las juezas acceder por
primera vez a los sistemas judiciales internacionales. Igualmente, este tribunal internacional fue el primero en contar con un equipo de investigación sexual, compuesto
exclusivamente por mujeres expertas en crímenes de género y liderado por Nancy Paterson, que dejó su impronta en el resto de equipos de investigación, a pesar de su
existencia de aproximadamente dos años ( Cfr. MERTUS, J., op. cit. en nota 48, pp. 11-12).

49

Cfr. Estatuto de la Corte Penal Internacional, Doc. A/CONF.183/9, de 17 de julio de 1998, artículo 36.8 a) iii) y b). Por otra parte, su artículo 21.3 recoge la obligación de
aplicar e interpretar el derecho de forma compatible con los derechos humanos internacionalmente reconocidos, sin distinción alguna basada en motivos de género,
entre otros. Igualmente, su artículo 68.1 se establece que la Corte tendrá en cuenta el factor del género y la índole del crimen, en particular en los que entrañen violencia
sexual y por razón de género, a la hora de adoptar medidas adecuadas para proteger la seguridad, el bienestar físico y psicológico, la dignidad y la vida privada de las
víctimas y de quienes presten su testimonio, señalándose de forma específica este mandato a la Fiscalía en el curso de la investigación y enjuiciamiento de tales crímenes.

50

Cfr. ibid. , artículo 42.9 y 54.1 b). De acuerdo con ello, se estableció una Unidad de Género e Infancia dentro de la División de Investigación de la Oficina de la Fiscalía y,
varios años después de la entrada en vigor del Estatuto, L. Moreno Ocampo nombró como Asesora Especial en Género de la Fiscalía a Catherine A. MacKinnon, el 26 de
noviembre de 2008 ( Cfr. SCHABAS, W. A., The International Criminal Court. A commentary on the Rome Statute , Oxford University Press, Oxford, 2010, p. 583). Señalada
dicha elección como meramente testimonial, las correspondientes funciones fueron asumidas por la entonces Fiscal Adjunta, F. BENSOUDA, que, apenas dos meses después
de tomar posesión de la Jefatura de la Fiscalía nombró a Brigid Inder para esta posición y unos meses después elegiría a Patricia Sellers como Asesora Especial en
Estrategias de Enjuiciamiento en Derecho Penal Internacional. Nombramiento significativo porque la misma desarrolló durante trece años las funciones de Asesora Legal
en Género del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, simultaneando dicha posición con su homónima en el Tribunal Penal Internacional para Ruanda
durante aproximadamente tres años ( Cfr. HAYES, N.. «La Lutte Continue: Investigating and Prosecuting Sexual Violence», en STAHN, C. (ed.), The Law and Practice of the
International Criminal Court , Oxford University Press, Oxford, 2015, pp. 801-839, p. 838). Por ende, nombró a otras dos asesoras, LEILA SADAT y ANNE MARIE AMANN, en las
posiciones de Asesora Especial en Crímenes contra la Humanidad, y en Infancia en y afectada por los conflictos armados, respectivamente ( Cfr. Press Release , Doc. ICC-
OTP-20121212-PR861, de 12 de diciembre de 2012). Sobre la importancia de contar con una estrategia de género y personas asesoras sobre la cuestión, con ejemplos
prácticos de sus beneficios y de las consecuencias de su ausencia, cfr. SELLERS, p. V., «Gender Strategy is Not Luxury for International Courts Symposium: Prosecuting
Sexual and Gender-Based Crimes Before Internationalized Criminal Courts», American University Journal of Gender, Social Policy & the Law , vol. 17, 2009-2, pp. 327-335.

51

Cfr. Press Release, Doc. ICC-CPI-20150311-PR1096, de 11 de marzo de 2015. En la primera elección, celebrada en febrero de 2003, tras treinta y tres rondas de votación y
con el empuje de una campaña de acción lanzada desde la sociedad civil para promover la elección de juezas, siete mujeres ocuparon los asientos de la Corte ( Cfr.
Women’s Caucus for Gender Justice, ICC Elections! Notebook , disponible en: http://iccwomen.org/wigjdraft1/Archives/oldWCGJ/index.html).

52

Este viraje ya era anunciado por ella misma unos meses antes de tomar posesión de la Jefatura de la Fiscalía, donde entre otros ejemplos se señalaba que las peticiones de
la sociedad civil sobre la formulación de cargos separados por violencia sexual o por razón de género en el caso de reclutamiento de menores de 15 años tras el caso
Lubanga Dyilo serían acogidas ( Cfr. BENSOUDA, F., «Gender Justice and the ICC: Progress and Reflections», Intervención en la International Conference: 10 years review of the
ICC. Justice for All? The International Criminal Court , celebrada en Sidney, el 14 de febrero de 2012, disponible en el siguiente enlace: https://www.icc-
cpi.int/NR/rdonlyres/FED13DAF-3916-4E94-9028-123C4D9BB0C9/0/StatementgenderSydeny140212.pdf). Sobre el Documento político , resultado de amplias consultas con
agencias especializadas de Naciones Unidas, Estados Partes en el Estatuto de la Corte Penal Internacional, sociedad civil y academia, así como de la introducción de los
retos y obstáculos para la investigación y procesamientos de estos crímenes en el Plan Estratégico de la Fiscalía 2012-2015 como uno de los objetivos prioritarios, cfr. Press
Release , Doc. ICC-OTP-10141209-PR1073, de 9 de diciembre de 2014, y https://www.icc-cpi.int/iccdocs/otp/OTP-Policy-Paper-on-Sexual-and-Gender-Based-Crimes--June-
2014.pdf.

53

Cfr. ICC, Trial Chamber I, Judgement pursuant to Artícle 74, Doc. ICC-01/04-01/06-2842, de 14 de marzo de 2012, parágrafos 629-630, y Separate and Dissenting Opinion of
Judge Odio Benito , ibid. , parágrafos 20-21. Sobre la más que discutible posición de la Oficina de la Fiscalía en la investigación relacionada con la situación de la República
Democrática del Congo, en general, y respecto de este caso, en particular, cfr. GLASSBOROW, K., «ICC Investigative Strategy under Fire», Special Report: Sexual Violence in RDC
, IWPR, de 27 de octubre de 2008, en: https://iwpr.net/global-voices/icc-investigative-strategy-under-fire.

54

Cfr. Press Release , Doc. ICC-CPI-20160321-PR1200, de 21 de marzo de 2016.


55

Cfr. K. SIEFF, «In historic ruling, international court cites rape in war crimes conviction of ex-Congo official», The Washington Post , de 21 de marzo de 2016, disponible en
el siguiente enlace: https://www.washingtonpost.com/world/africa/international-court-adds-rape-to-war-crimes-list-in-congo-conviction/2016/03/21/2e7f4320-ef72-11e5-
85a6-2132cf446d0a_story.html,

56

La actual Fiscal, FATOU BENSOUDA, afirmó que esta sentencia «has highlighted the critical need to eradicate sexual and gender-based crimes as weapons of war in conflict by
holding accountable those who fail to exercise their duties and responsibilities that their status as commanders and leaders entail», aprovechando la ocasión para
remarcar su compromiso y el de su Oficina en la lucha contra los crímenes sexuales y basados en el género ( Cfr. su declaración, emitida el 21 de marzo de 2016,
disponible en el enlace: https://www.icc-cpi.int//Pages/item.aspx?name=otp-stat-bemba-21-03-2016).

57

Cfr. Doc. ICC-01/05-01/08-3343, de 21 de marzo de 2016, Judgement in the case The Prosecutor v. JEAN-PIERRE BEMBA GOMBO. El efecto que una sentencia así puede tener de cara
al efecto ejemplarizante de la norma es evidente. No en vano se ha señalado que uno de los factores que favorece la menor práctica de la violencia sexual en los conflictos
armados es que las personas en posiciones de liderazgo la estimen contraproducente o demasiado costosa y el enjuiciamiento y posible condena de las mismas por estos
hechos se presentaría como uno de esos costes, en muchos casos, impensables de asumir (E. J. WOOD, op. cit. en nota 5, pp. 43 y 51). Sobre la responsabilidad penal
individual indirecta, cfr. SELLERS, p. V., op. cit. en nota 37, pp. 18-19, y sobre la doctrina de la responsabilidad superior en la Corte y respecto de la violencia sexual, cfr. KISS,
A., «La responsabilidad penal del superior en la Corte Penal Internacional», Zeitschrift für Internationale Strafrechtsdogmatik , 2016-1, pp. 40-66, y KORTFÄLT, L., «Sexual
Violence and the relevance of the Doctrine of Superior Responsability- in the Light of the Katanga judgement at the ICC», Nordic Journal of International Law , vol. 84,
2015-4, pp. 533-579. Al respecto, corresponde indicar que el Consejo de Seguridad ha instado a todas las partes en los conflictos a aplicar «medidas apropiadas de
disciplina militar y el cumplimiento del principio de responsabilidad del mando» de cara a asegurar la protección de mujeres y niñas de todas las formas de violencia
sexual» ( Cfr. Doc. S/RES/1820 (2008), parágrafo 3) y a asegurar que «los jefes militares, de conformidad con el derecho internacional humanitario, hagan uso de su
autoridad y sus atribuciones para prevenir la violencia sexual, incluso combatiendo la impunidad» ( Cfr. Doc. S/RES/1888 (2009), parágrafo 7).

58

En 2012, se ponía de manifiesto que la presencia femenina en la membresía de las comisiones de la verdad y la reconciliación representaba un 25% de media ( Cfr. ONU
Mujeres, «Seguimiento de la aplicación de la resolución 1325 (2000) del Consejo de Seguridad» , Manual de consulta de ONU Mujeres sobre las Mujeres, la Paz y la
Seguridad , 2012, p. 19, disponible en: http://www.unwomen.org/es/digital-library/publications/2012/10/un-women-sourcebook-on-women-peace-and-security).

59

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/30, parágrafo 81 j) y Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 29 a) y d)-f). Sobre los programas de capacitación con perspectiva de género ofrecidos por el
Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz, ONU Mujeres o los tribunales internacionales ad hoc, cfr. ONU Mujeres y PNUD, Improving Women’s Access to
Justice. During and After Conflict: Mapping UN Rule of Law Engagement , de 2 de julio de 2014, pp. 38-40, disponible en el siguiente enlace:
http://www.undp.org/content/undp/en/home/librarypage/womens-empowerment/improving-women-s-access-to-justice.html. La importancia de la capacitación en
perspectiva de género de los cuerpos policiales reside no sólo en su condición de primeros receptores de la noticia de los hechos y, por tanto, agentes esenciales en la
constitución de la prueba, sino también de la posible práctica por los mismos de actos de violencia sexual o por razón de género ( Cfr. World Vision UK, No Shame in
Justice. Addressing stigma against survivors to end sexual violence in conflict zones , diciembre de 2015, pp. 31-32). La prestación de asistencia en el desarrollo de la
capacidad por parte de otros Estados, Naciones Unidas, incluido su Secretaría General, y la sociedad civil está señalada en la resolución 1888 (2009) del Consejo de
Seguridad, parágrafos 8-9.

60

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 15 i). Si tenemos en cuenta que en los casos que nos ocupan, ese acoso va a venir en ocasiones de las propias estructuras
gubernamentales, iniciativas como la constituida por Women Human Rights Defenders International Coalition cobran especial relevancia, aunque sea como herramienta
de visibilidad, denuncia y presión (http://www.defendingwomen-defendingrights.org/). Acción que se suma a la que se protagoniza desde el marco intergubernamental. Y
es que la situación en la que viven estas personas es tal que dentro de la Relatoría Especial sobre la situación de quienes defienden los derechos humanos se ha abierto
una línea especial dedicada a ellas. Cfr. Women Human Rights Defenders, en http://www.ohchr.org/EN/Issues/Women/WRGS/Pages/HRDefenders.aspx, y el Informe de la
Relatora Especial, MARGARET SEKAGGYA, Doc. A/HRC/16/44, de 20 de diciembre de 2010).

61

Cfr. Doc. CEDAW/C/GC/33, parágrafo 15 h). Sobre esta colaboración, puede consultarse BENSOUNA, F., op. cit. en nota 53, p. 5, alrededor del papel desarrollado en la Corte
Penal International por Women’s Initiatives for Gender Justice (http://4genderjustice.org/), MERTUS, J., op. cit. en nota 48, pp. 7-10, así como la Tesina de Máster de WELKER, J.,
«The Influence of Human Rights Advocacy Networks on the Prosecution of Conflict-Related Sexual Violence in International Criminal Courts», CUNY Academic Works,
2014 (defendida en 2012), disponible en: http://academicworks.cuny.edu/cc_etds_theses/315.

62

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/30, parágrafo 81 h), Doc. CEDAW/C/CG/32, parágrafo 50 g) e i), y Doc. CEDAW/C/GC/33, parágrafos 15 g), 18 e) y 25 iii) y iv). Apuntamos que la
liberación de los estereotipos también habría de producirse en el caso de las mujeres combatientes o mujeres que participan en la comisión de estos crímenes, siempre
que dicha condición haya sido libremente elegida ( Cfr. DURHAM, H., y O’BRYEN, K., «The Dialogue of difference: gender perspectivas on international humanitarian law»,
IRRC , vol. 92, núm. 877, marzo 2010, pp. 31-52, pp. 40-46, HERRMANN, I., y PALMIERI, D., «Between Amazons and Sabines: a historical approach to women and war», IRRC , vol.
92, núm. 877, marzo 2010, pp. 19-30, y HOGG, N., «Women’s participation in the Rwanda genocide: mothers or monsters?», IRRC , vol. 92, núm. 877, marzo 2010, pp. 69-102).

63
Cfr. ONU Mujeres, op. cit. en nota 12, p. 86. Sobre el factor del consentimiento, cfr. SELLERS, p. V., op. cit. en nota 37, pp. 19-30 y 43-44. A pesar de que los crímenes de
violencia sexual de los que son objeto los hombres suponen en la actualidad un porcentaje muy reducido respecto de la cifra global, y que su concurrencia no deja de ser
una consecuencia de la impunidad que sigue existiendo respecto de estos crímenes y los derivados del género, la atención sobre los mismos resulta creciente y, como se
puede comprobar, objeto en ocasiones de un trato más favorable. Cfr. , entre otros, SIVAKUMARAN, S., «Lost in translation: UN responses to sexual violence against men and
boy in situations of armed conflict», ICRC ¸ vol. 92, núm. 887, marzo 2010, pp. 259-277, y DURHAM, H., y O’BRYEN, K., op. cit. en nota 63, pp. 47-49. En ningún caso se ha de
partir de argumentaciones que deriven en el mismo régimen de impunidad que existe respecto de estos hechos cuando sus víctimas son mujeres, aunque sí resulta
conveniente subrayar que la necesidad de investigar y enjuiciar estos casos no debe derivar en una minusvaloración del fenómeno mayoritario y sistémico que hace que
las mujeres sean predominantemente las víctimas de estas conductas criminales, siendo imperioso que cualquier evolución que favorezca la condena de estos crímenes
sea aplicada, independientemente del sexo o género de sus víctimas.

64

Además del Documento de Política sobre los crímenes sexuales y por razón de género de la Oficina de la Fiscalía de la Corte Penal Internacional ya señalado, desde el plano
judicial se pueden citar como ejemplos de mejora en el quehacer investigador los siguientes resultados: ICTY y UNICRI, ICTY Manual on Developed Practices , Turin, 2009,
disponible en el siguiente enlace: http://www.icty.org/x/file/About/Reports%20and%20Publications/ICTY_Manual_on_Developed_Practices.pdf; Best Practices Manual for
the Investigation and Prosecution of Sexual Violence Crimes in Post-Conflict Regions: Lessons Learned from the Office of the Prosecutor of the International Criminal Tribunal
for Rwanda, 2014, disponible en el enlace: http://w.unictr.org/sites/unictr.org/files/legal-library/140130_prosecution_of_sexual_violence.pdf; o Prosecuting Mass Atrocities-
Lessons from the International Tribunals: A Compendium of Lessons Learned and Suggested Practices from the Offices of the Prosecutors of ICTY, ICTR, Extraordinary
Chambers in the Courts of Cambodia, SCSL, and Special Tribunal for Lebanon , 2013, cuyo texto solo es accesible para miembros de la Asociación Internacional de Fiscales
(http://www.iap-association.org/). Nacido de la experiencia práctica, puede consultarse también el trabajo de MARCUS, M., «Investigations of Crimes of Sexual and Gender-
Based Violence under International Law», en BROUWER, A.-M. DE, KU, CH., RÖMKENS, R., y HERIK, L. VAN DE (ed.), Sexual Violence as an International Crime: Interdisciplinary
Approaches , Intersentia, Cambridge, 2013, pp. 211-242.

65

Desde el plano intergubernamental, merece una referencia especial el Protocolo internacional de documentación e investigación de violencia sexual en situaciones de
conflicto armado , lanzado en junio de 2014, en la Cumbre Global para poner fin a la violencia sexual en los conflictos, ya mencionada. Habiendo participado en su
elaboración más de doscientas personas expertas, su objetivo es suministrar unos principios básicos que ahonden en la recopilación, acceso y preservación de la
integridad de la prueba, la protección de la comunidad beneficiaria, el empoderamiento de quienes sobreviven a la violencia y el enjuiciamiento de las personas
responsables, pues con todo ello se promueve la denuncia de los hechos. Su texto fue presentado en español ante la Comisión de Igualdad de nuestro Congreso de los
Diputados el 29 de abril de 2015 (Para consultar su texto y mayor información, cfr. http://blogs.fco.gov.uk/es/danielpruce/2015/04/30/discurso-sobre-el-protocolo-
internacional-para-la-investigacion-y-documentacion-de-la-violencia-sexual-en-situaciones-de-conflicto/ y
https://www.gov.uk/government/uploads/system/uploads/attachment_data/file/376552/low_res_PSVI_Protocol_FULL-es.pdf).

66

Cfr. ONU Mujeres, op. cit. en nota 12, pp. 90-91, donde se pueden consultar los datos comparados entre las investigaciones por violencia sexual llevadas a cabo por los
Tribunales Penales Internacionales para la antigua Yugoslavia y Ruanda y la Corte Especial para Sierra Leona y las condenas del Tribunal de Crímenes de Guerra de
Bosnia-Herzegovina y el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, donde se comprueba que las cifras son inferiores cuando se introduce la variante de
estos crímenes.

67

Se ha señalado que, durante el período 1996-2006, sólo el 18% de las 3.700 personas que testificaron en el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia fueron
mujeres. Por otra parte, hechos como el ocurrido en el Tribunal Penal Internacional para Ruanda, en el que una mujer fue sometida a casi mil doscientas preguntas por
parte de la defensa, obviamente, profundizan y cronifican el trauma con el que estas mujeres se enfrentan y las apartan de los sistemas de justicia ( Cfr. ONU Mujeres, op.
cit. en nota 12, p. 90).

68

Cfr. SAHUQUILLO, M. R., «Falta voluntad política para perseguir la violencia sexual», El País , de 13 de junio de 2014, artículo elaborado a partir de la entrevista a Patricia
Sellers, disponible en el enlace: http://internacional.elpais.com/internacional/2014/06/13/actualidad/1402622482_535656.html.

69

Sobre los múltiples problemas que se han derivado en los casos abiertos alrededor de la prueba de estos crímenes en la Corte Penal Internacional y la adopción de este
Documento de Política, puede consultarse Women’s Initiatives for Gender Justice, Models of Liability , noviembre de 2013, en: http://iccwomen.org/documents/Modes-of-
Liability.pdf y EVANS-PRITCHARD, B., «ICC Restates Commitment on Crimes of Sexual Violence», IWPR , de 10 de junio de 2014, en: https://iwpr.net/global-voices/icc-restates-
commitment-crimes-sexual-violence. Sobre la utilización de la documentación forense para la prueba de estos crímenes, cfr. MORSE, J., «Documenting Mass Rape: Medical
Evidence Collection Techniques as Humanitarian Technology», Genocide Studies and Prevention: An International Journal, vol. 8, 2014-3, pp. 63-79.

70

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafos 25 a) ii), v) y vi), y 29 c).

71

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/30, parágrafo 81 k), y Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 16 a). En la zona oriental de la República Democrática del Congo se establecieron, en 2010,
nueve cortes móviles que se distribuyeron ciento ochenta y seis casos, los cuales concluyeron con noventa y cinco condenas, con sentencias de prisión de entre tres y
veinte años, entre cuyas actuaciones se puede destacar la llevada a cabo alrededor de la violación masiva de cuarenta mujeres y niñas el día de Año Nuevo de 2011 en
Fizi, donde por primera vez y tras el procesamiento de once soldados, un tribunal desplazado celebraba una audiencia en febrero, concluyendo el proceso, en el que se
oyó el testimonio de cuarenta y cinco mujeres, con el resultado de ocho condenas por crímenes contra la humanidad de entre 10 y 20 años de prisión ( Cfr. ONU Mujeres,
op. cit. en nota 12, p. 93). Mayores datos sobre la experimentación de esta medida se hallan en ONU Mujeres y PNUD, op. cit. en nota 60, pp. 42-43. Alrededor de la
movilidad, también se ha planteado la conveniencia de emplear clínicas legales o centros médicos móviles ( Cfr. Declaración de Goma sobre la Erradicación de la Violencia
Sexual y el Fin de la Impunidad en la Región de los Grandes Lagos , de 18 de junio de 2008, parágrafo 5, disponible en
http://www.norway.go.ug/Global/SiteFolders/webkamp/GOMA_DECLARATION1%20%282%29.pdf).

72

Sobre la influencia de la justicia penal internacional en las jurisdicciones nacionales, cfr. Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos,
Estudio analítico centrado en la violencia sexual y de género en relación con la justicia de transición , Doc. A/HRC/27/21, de 30 de junio de 2014, parágrafos 37-43. Sobre el
rechazo que generó la competencia de la Corte Penal Internacional respecto de los crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos en la región septentrional de
Uganda, cfr. WASONGA, J., «Exclusion of Women in Post-Conflict Peace Processes. Transitional Justice in Northern Uganda», en FINEMAN, M. A., y ZINSSTAG, E., Feminist
Perspectives on Transitional Justice. From International and Criminal to Alternative Forms of Justice, Intersentia, Cambridge, 2013, pp. 255-274, pp. 261-264.

73

Cfr. ONU Mujeres, op. cit. en nota 12, pp. 93-94, y ONU Mujeres y PNUD, op. cit. en nota 60, pp. 44-45.

74

Como uno de los ejemplos que se puede citar al respecto encontramos la labor desarrollada por la Comisión de Encuesta sobre la Violencia Post Elecciones, conocida como
la Comisión Waki, en torno a la espiral de violencia en la que se sumió Kenia tras la celebración de las elecciones presidenciales de 2007. Sus listas de posibles
responsables y pruebas recogidas fueron transmitidas a la Oficina de la Fiscalía de la Corte Penal Internacional, así como ofrecidas a los tribunales de dicho país, si bien
éstos han tenido que lidiar con problemas relacionados con la corrupción de sus componentes y con las críticas acerca de su falta de protección a las personas que emiten
testimonio o de apoyo a las mujeres desplazadas ( Cfr. ONU Mujeres, op. cit. en nota 12, p. 85, y KOENING, K. A., LINCOLN, R. y GROTH, L., The Jurisprudence of Sexual Violence ,
Sexual Violence & Accountability Project Working Papers Series, Human Rights Center, University of California, Berkeley, 2011, pp. 32-51).

75

Sobre los pasos dados hacia la mejora de estos sistemas sobre este extremo, cfr. ONU Mujeres y PNUD, op. cit. en nota 60, pp. 43-44, y Doc. A/HRC/27/21, parágrafos 15-28.
Entre ellos, todas las comisiones de investigación y de determinación de los hechos dirigidas por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos
cuentan con una persona asesora en temas de género o investigadora especialista en casos de violencia sexual o por razón de género por designación de ONU Mujeres, de
acuerdo con lo solicitado por el Secretario General (Secretario General, Informe sobre las mujeres y la paz y la seguridad, Doc. S/2015/716, de 16 de septiembre de 2015,
parágrafo 60). Sobre la crítica recogida en texto, cfr. Doc. CEDAW/C/CG/30, parágrafo 76.

76

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/30, parágrafo 81 a)-b) y l).

77

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 16 c).

78

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/30, parágrafo 81 j), Doc. CEDAW/C/CG/32, parágrafo 50 j), y Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 16 b).b En relación a los recursos financieros, con
ocasión del Estudio Mundial elaborado sobre la implementación de la resolución 1325 (2000) del Consejo de Seguridad, se expresó el acuerdo de que los Estados
Miembros, las organizaciones regionales y las Naciones Unidas dedicarían el 15% del presupuesto dedicado a la paz y la seguridad a programas sobre las mujeres ( Cfr.
ONU Mujeres y Secretaría General, op. cit. en nota 27, p. 396), lo cual de cumplirse incrementaría en gran medida la disponibilidad financiera para la asistencia integral a
las víctimas y los programas de capacitación. En el marco de la Corte Penal Internacional, el Fondo Fiduciario en beneficio de las víctimas presta asistencia física,
psicológica y material a las víctimas y sus familias ( Cfr. Fondo Fiduciario en beneficio de las víctimas, en: http://www.trustfundforvictims.org/).

79

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 16 d).

80

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/30, parágrafo 81 k), Doc. CEDAW/C/CG/32, parágrafo 50 c), y Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 17 a). En la Corte Penal Internacional, la Oficina Pública
de Defensa de las Víctimas suministra todas las formas de asistencia a las víctimas que carecen de representación legal ( Cfr. Oficina Pública de Defensa de las Víctimas,
Representación de víctimas ante la Corte Penal Internacional. Manual para los representantes legales , 2012, pp. 181-314).

81

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/32, parágrafo 50 b), y Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 17 b).

82
Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 17 d).

83

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 17 f). Sobre la práctica existente en la parte oriental de la República Democrática del Congo, cfr. Doc. S/205/716, parágrafo 65.

84

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/30, parágrafo 81 k), Doc. CEDAW/C/CG/32, parágrafo 50 e), y Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 17 e).

85

Véase el ejemplo de los tribunales móviles establecidos en la zona oriental de la República Democrática del Congo ( Cfr. ONU Mujeres, op. cit. en nota 12, p. 93).

86

Cfr. ONU Mujeres, op. cit. en nota 12, p. 96 y Doc. S/2015/716, parágrafo 59.

87

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 17 c).

88

En ocho zonas afectadas por conflictos durante once años, los resultados del estudio efectuado por la Iniciativa Humanitaria de Harvard mostraron que las mujeres
tienen un mayor desconocimiento sobre los mecanismos formales y tradicionales de justicia que sus compañeros ( Cfr. Doc. S/2015/716, parágrafo 51).

89

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 17 g).

90

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/30, parágrafo 81 f) y h), y Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafos 14 d) y 18 a)-d).

91

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/32, parágrafo 50 i), y Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 18 f)-g). Sobre la privacidad en los crímenes de violencia sexual, véase la reflexión de JELIN, E.,
«Sexual Abuse as a Crime against Humanity and the Right to Privacy», Journal of Latin American Cultural Studies , vol. 21, 2012-2, pp. 343-350, p. 348

92

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/30, parágrafo 81 b)-c) e i), y Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 19 a) y e)-g). Desde la sociedad civil este respaldo al fin de la impunidad, puede
encontrarse en la Declaración de Nairobi sobre el derecho de las mujeres y las niñas a interponer recursos y obtener reparaciones (Declaración de Nairobi) , de 1 de marzo de
2007, Principio 1 F, disponible en: https://www.fidh.org/IMG/pdf/DeclaraciondeNairobi-es.pdf

93

En una encuesta realizada en la zona oriental de la República Democrática del Congo, sólo entre el 1-2% de las personas entrevistadas señaló la justicia, el arresto y
sanción de las personas culpables de la violencia o la promoción de la reconciliación como prioridades inmediatas, si bien el 82% de las mismas señaló el papel
determinante que tenía la depuración de responsabilidades en la consolidación de la paz a largo plazo ( Cfr. VINCK, p., PHAM, Ph., BALDO, S. y SHIGEKANE, R., Living with Fear: A
population-based survey on attitudes about peace, justice, and social reconstruction in Eastern Democratic Republic of Congo , Human Rights Center (University of California,
Berkeley), Payson Center for International Development (Tulane University) e International Center for Transitional Justice, agosto de 2008, disponible en:
https://www.ictj.org/publication/living-fear-population-based-survey-attitudes-about-peace-justice-and-social).

94

Cfr. Doc. S/RES/1325 (2000), parágrafo 11, y Doc. S/RES/1820 (2008), parágrafo 4.

95

Cfr. ídem ., Doc. S/PRST/2005/52, parágrafo 15, Doc. S/PRST/2006/42, parágrafo 8, Doc. S/RES/1820 (2008), parágrafo 4, Doc. S/PRST/2008/9, parágrafo 5, Doc. S/RES/1888
(2009), parágrafos 6-7, Doc. S/RES/1889 (2009), parágrafo 3, Doc. S/PRST/2010/22, parágrafo 4, Doc. S/PRST/2011/20, parágrafo 8, Doc. S/PRST/2012/23, parágrafo 18, Doc.
S/RES/2106 (2013), parágrafos 2-3, Doc. /S/PRST/2014/21, parágrafo 7, Doc. S/RES/2242 (2015), parágrafo 14).

96
Doc. S/PRST/2004/40, de 28 de octubre, parágrafo 4, Doc. S/PRST/2007/40, parágrafo 15, Doc. S/RES/1820 (2008), parágrafo 4, y Doc. S/PRST/2012/3, parágrafo 7, donde señaló
que la impunidad puede socavar la confianza en las instituciones existentes y promover la inestabilidad.

97

Cfr. Doc. S/PRST/2011/10, parágrafo 9, Doc. S/PRST/2012/3, parágrafo 8, Doc. S/PRST/2012/23, parágrafo 19, Doc. S/RES/2122 (2013), parágrafo 12, Doc. S/RES/2106 (2013),
parágrafo 3, Doc. /S/PRST/2014/21, parágrafo 7, Doc. S/RES/2242 (2015), parágrafo 14).

98

Resulta difícil obviar el hecho de que de que agentes gubernamentales de algunos de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad han sido objeto de
enjuiciamiento por parte de jurisdicciones nacionales en virtud del principio de jurisdicción universal, lo cual ha generado diferentes presiones para las modificaciones
de la legislación nacional que así lo permitía (Sobre este hecho, la evolución legislativa española y, por ejemplo, la posición china, cfr. ORIHUELA CALATAYUD, E., op. cit. en nota
34, pp. 23-48). Una sala especializada de un tribunal nacional o tribunales mixtos o especiales difícilmente conocerían de estos casos. Tampoco un tribunal internacional
como la Corte Penal Internacional, concienzudamente estudiado en su génesis para impedirlo. En estado de cosas, parece evidente que la impunidad tiene nacionalidad.

99

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/28, parágrafo 32, Doc. CEDAW/C/G/30, parágrafo 81 g), Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 19 b)-c). En términos muy generales, el Consejo de Seguridad
también ha reclamado la asistencia y el resarcimiento a las victimas ( Cfr. Doc. S/RES/1888 (2009), parágrafo 6, Doc. S/PRST/2010/22, parágrafo 4, y Doc. S/RES/2242 (2015),
parágrafo 14).

100

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 19 d)-e) y g). Los Estados Miembros de la Conferencia Internacional de la Región de los Grandes Lagos también recomendaron la
medida de destinar fondos nacionales para la prevención de los crímenes de violencia sexual y la reparación de sus víctimas en la Declaración de Goma (parágrafo 1).

101

El 24 de junio de 2015 en lo que supuso una sentencia histórica el Tribunal de Crímenes de Guerra de Bosnia-Herzegovina condenó a tres soldados serbios a prisión y a
pagar a la víctima de un crimen de guerra por violación una indemnización (en total, 28.250). No se le exigió, por tanto, a la víctima acudir a un nuevo proceso para
obtener la indemnización como hasta entonces estaba sucediendo. Ante las alegaciones de insolvencia de los soldados, la defensa de la víctima señaló que se dirigirían
contra la República Srpska (una de las dos entidades bosnias) al pertenecer los condenados a su Ejército. En lo que parece una clara consecuencia de esta sentencia, casi
un año después, en la Federación de Bosnia-Herzegovina (la otra entidad) se presentaba el proyecto de ley para establecer una Comisión de Violaciones de Guerra con la
función de establecer la verdad y determinar la posible indemnización de las víctimas de las violaciones de guerra cometidas en la década de los noventa del siglo XX, con
el escepticismo de las víctimas y sus organizaciones de apoyo ( Cfr. JAHIC, A., «Bosnia Struggles with War Rape Compensation», Balkan Transitional Justice, de 14 de agosto
de 2015, en, y TOE, R., «Bosnia’s Federation to Establish Commision on War Rapes», Balkan Transitional Justice , de 18 de abril de 2016, ambas disponibles a través de:
http://www.balkaninsight.com/en/).

102

Cfr. Declaración de Nairobi, parágrafo 5.

103

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 20 a)-c).

104

La proliferación y recrudecimiento de los ataques y vulneraciones del Derecho Internacional de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario respecto
del personal humanitario dedicado exclusivamente a misiones médicas y personal sanitario han motivado que el Consejo de Seguridad se haya visto obligado a adoptar la
resolución 2286 (2016), de 3 de mayo, en la cual, entre otras cuestiones, ha condenado estas conductas y su impunidad generalizada, exigiendo el cumplimiento del
ordenamiento jurídico internacional, aunque, a la hora de la verdad, sólo haya instado «encarecidamente» a la adopción de medidas para prevenirlas y a su investigación
y procesamiento (parágrafos 1-2, 4 y 8-9).

105

En el Estudio Mundial efectuado sobre el grado de implementación de la resolución 1325 (2000) se sugirió la creación de un mecanismo independiente de supervisión del
cumplimiento de la asistencia humanitaria con las normas y estándares internacionales de protección de los derechos humanos y la igualdad de género, compuesto por
grupos de mujeres de la sociedad civil y defensoras de los derechos de las mujeres ( Cfr. ONU Mujeres y Secretaría General, op. cit. en nota 27, p. 400).

106

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 20 d).

107

Cfr. Doc. CEDAW/C/CG/33, parágrafo 20 e)-f).


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