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Estimulación Infantil 74

Módulo 1: Desarrollo Infantil de 0 a 4 años 1.5. Hitos del Desarrollo Emocional-Social


5.1. Identificar con claridad las etapas
principales en el desarrollo social,
emocional y afectivo del niño y la niña
de 0 a 4 años.
5.2. Descubrir y comprender la forma en
que se va desarrollando cada una de
estas etapas y como esto afectará
potencialmente, el futuro desarrollo de
las bases de la personalidad de niños y
niñas.
5.3. Transferir a las familias del Programa,
en forma amigable y sencilla de
comprender, estas características y las
posibles formas de abordarlas
adecuadamente.
GLOSARIO
CON ESTE CONTENIDO UD. PODRÁ:
Desarrollo socioemocional: se entiende como el continuo de evolución en las
relaciones con las demás personas, de las emociones y de los
sentimientos (hacia sí y hacia los otros). Dependiendo de la línea
epistemológica de cada autor, se destacan fases o etapas diversas.
Afectividad: en psicología1 se usa el término afectividad para designar la
susceptibilidad2 que el ser humano3 experimenta ante determinadas
alteraciones que se producen en el mundo real o en su propio yo. Se
conoce como el amor que un ser humano brinda a alguien. También
se puede entender como el conjunto de emociones y sentimientos que
un individuo puede experimentar a través de las distintas situaciones
que vive.
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1 http://es.wikipedia.org/wiki/Psicolog%C3%ADa
2 http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Susceptibilidad&action=edit&redlink=1
3 http://es.wikipedia.org/wiki/Humano
Emoción: estado afectivo, una reacción subjetiva al ambiente, acompañada de
cambios orgánicos (fisiológicos y endocrinos) de origen innato, influida
por la experiencia y que tiene la función adaptativa. Se refieren a
estados internos como el deseo o la necesidad que dirige al
organismo. Las categorías básicas de las emociones son: miedo,
sorpresa, aversión, ira, tristeza y alegría.
Sentimiento: es el resultado de una emoción, a través del cual, el consciente tiene
acceso al estado anímico propio. El cauce por el cual se solventa
puede ser físico y / o espiritual. Tendencias o impulsos de los estados
anímicos relativamente estables. Se consideran estados afectivos de
menor intensidad y mayor duración que una emoción.
Sensación: proceso por el cual los órganos de los sentidos convierten estímulos
del mundo exterior en los datos elementales o materia prima de la
experiencia.
Organizadores del desarrollo afectivo: Spitz, los define como la expresión de
ciertas emociones en edad temprana como “la sonrisa”, “la ansiedad
ante el extraño” y “la negación” que permiten o facilitan que el niño o
niña establezca las primeras interacciones afectivas.
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INTRODUCCIÓN
Todo niño y niña presenta respuestas de carácter emocional al medio, las cuales no son
aprendidas, puesto que se nace con esta capacidad. Sus primeras experiencias dentro
de lo que es este aspecto, tienen relación con el dolor y el placer. Para expresar estas
sensaciones es necesaria una relación basada en ciertas formas de comunicarlas: gestos,
movimientos, sonidos, llanto.
La primera y más importante relación humana la tiene el bebé con su madre, esta primera
relación es de carácter simbiótico, tema que se presenta como entrada para comprender
como se va construyendo este ámbito emocional - social en el niño y la niña.
Luego, para ir profundizando en esta materia, se describen las principales etapas que
plantea Erickson, en el establecimiento del mundo emocional y social del bebé, para
concluir con otros autores que aportan a la comprensión de estos procesos de
construcción de lo afectivo y social en los niños y niñas pequeños.
5.1. LA VIDA SIMBIÓTICA DE LAS PRIMERAS 6 A 8 SEMANAS
Importancia y ventajas de la vida simbiótica
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Las primeras semanas después del nacimiento tienen una importancia especial
para el desarrollo del niño y se denominan “vida simbiótica” (Quattrocchi, 1999).
La palabra simbiosis, que significa “una vida juntas”, describe una relación
especial de dos seres vivos que se necesitan porque cada uno de ellos da y recibe
algo absolutamente necesario para la continuación y calidad de sus vidas.
En el caso de la madre y el recién nacido, esta vida simbiótica dura 6 a 8 semanas
y es muy interesante ver lo que estos dos seres pueden intercambiar. La madre
proporciona el alimento correcto y con su presencia establece los puntos de
referencia para el apego. Por otro lado, el recién nacido ofrece a la madre la
tranquilidad de que lo que salió de su cuerpo no está perdido, ayuda a establecer
una relación preferencial y al mamar ayuda a que el útero de la madre se contraiga
y vuelva a su tamaño y proporción normales. Esto, disminuye el riesgo de
hemorragia e infección. Ambos seres pueden ayudarse a trascender el momento
crítico del nacimiento y transformarlo en una continuación de la relación.
En la vida simbiótica hay tres formas de contacto (unión) que tienen una
importancia especial para la relación madre e hijo o hija:
1. Tomar en brazos. Este simple acto de la madre puede variar enormemente.
Todo depende de los sentimientos de ella hacia su hijo o hija. El contacto
corporal al tomarlo en brazos le indica al niño o niña, la aceptación y actitud
de la madre y puede darle una gran seguridad que facilitará su paso al nuevo
ambiente.
2. Manejo: Esta es la forma en que usamos las manos cuando vestimos,
cambiamos bañamos y damos al niño o niña los cuidados que necesita.
Todas estas acciones requieren del compromiso emocional pasivo de la
madre. Cuando ella usa las manos para los intercambios afectuosos con el
bebé, esto se convierte en una oportunidad para que él o ella adquiera
conocimientos acerca de sí mismo y del mundo que lo rodea.
3. Alimentación. Aquí sólo consideraremos la forma en que se da la leche
humana al recién nacido. El amamantamiento implica un apego tan especial
que la madre y el bebé una vez más se convierten en una sola persona,
como lo fueron durante el embarazo.
Desde luego, esto sólo es posible cuando el bebé recibe leche materna y puede
pegarse al pecho, el que llega a ser el punto de unión directa con la madre. Así se
establece una unidad física y psicológica: el bebé experimentará de nuevo,
muchas veces al día, el placer de esta unión completa.
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Si todas estas experiencias son positivas, al cabo de las primeras 6 a 8 semanas
tenemos un bebé marcadamente diferente al recién nacido. Es un ser humano en
quien ya se ha producido la integración necesaria entre cuerpo y mente. Este
momento del nacimiento psicológico no coincide con el biológico, pues necesita
más contacto humano directo.
Al final del período simbiótico, el bebé ha adquirido un conocimiento fundamental
del nuevo ambiente que siempre influirá en su visión del mundo. Si la visión es
positiva, el bebé tendrá una “confianza básica” en el mundo y lo considerará un
lugar donde sus necesidades pueden ser satisfechas. El bebé puede entender, a
través de reiteradas experiencias directas con un padre o madre amoroso, que en
el mundo exterior se responde rápidamente a sus necesidades de contacto,
estímulo y alimento. Siempre hay una respuesta a su llamado y él puede confiar
en el ambiente, que está representado por la madre.
Esta confianza básica produce individuos optimistas que percibirán el mundo como
un lugar hermoso y qué creen, sin importar cuán difíciles lleguen a ser las
circunstancias, que se puede encontrar ayuda externa.
El profundo significado de lo que sucede durante las 6 a 8 semanas después del
nacimiento seguirá teniendo efectos a través de la vida. Es nuestra
responsabilidad dedicar toda la atención y cuidados posibles a este período. Los
padres deberían prepararse para la llegada de su hijo o hija y ser particularmente
apoyados en los lugares donde comienzan el nacimiento y la vida simbiótica.
Ahora sabemos que las primeras semanas después del nacimiento son un período
crucial en el que suceden muchas cosas importantes. Es muy probable que
incluso existan acontecimientos más significativos que aún no hayan sido
descubiertos, pero es claro que el pequeño tamaño del recién nacido, su
desamparo y su necesidad de un alimento especial son muy positivos para
favorecer una relación humana y van a permitir que el bebé siga creciendo física y
psicológicamente.
Para recibir leche y suficientes cuidados, el bebé debe “pegarse” a la madre
muchas veces al día. Esta repetida experiencia de separación y apego es la que
da al bebé la posibilidad de descubrir las ventajas de una nueva vida mientras se
le asegura continuamente que aún están presentes algunos de los importantes
puntos de referencia del pasado.
Mirando cuidadosamente todo esto, podemos descubrir el sabio plan de la vida
para ayudar al niño o niña a progresar fácilmente en su desarrollo, sin un
verdadero quiebre y sin trauma. Consideraremos particularmente los movimientos
coordinados del niño o niña y cómo esta actividad cambia después del nacimiento.
Aunque el feto mueve las diferentes partes de su cuerpo por completo. Esta
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condición es normal en la vida prenatal, pero debe cambiar después del
nacimiento. Al observar a recién nacidos, podemos ver claramente cuánto les
gusta tener espacio para moverse. Cada vez que están desvestidos disfrutan la
oportunidad de mover las piernas, y el placer que esto les produce es evidente.
Cuando damos al bebé un espacio más amplio para moverse, en vez de una
pequeña cuna o coche, el puede, lentamente pero con éxito, girar en dicho
espacio. También puede cambiar de posición hasta alcanzar la orilla de este
espacio. El bebé realiza esta acción con gran concentración y está muy atento a
las sensaciones provenientes de la relación entre su cuerpo y la superficie donde
se mueve. Esta actividad implica reunir mucha información, y el bebé comienza a
adquirir conocimiento de su propia existencia en un espacio externo muy diferente
al anterior.
La sensación de libertad en este espacio más amplio después del nacimiento, se
convierte en una fuente de placer, interés y aprecio. Para el niño y la niña es
maravilloso encontrar los brazos de la madre en cualquier momento que necesite
consuelo y además experimentar con la libertad de mover el cuerpo en muchas
posiciones diferentes.
Es claro que el apego y la separación alternados constituyen dos importantes
facetas del desarrollo del bebé y que ambos contribuyen de una manera natural a
su progreso hace la independencia. Con gran sabiduría, la vida ofrece
oportunidades de progresar a lo largo del camino del crecimiento humano, que es
un proceso de descubrimiento diario de nuestro poder de acción en el ambiente.
Sin embargo, desde el principio, los niños y las niñas son alejados de estas
valiosas experiencias y se impide su progreso natural. Mientras la vida programa
cuidadosamente los pasos del desarrollo, los adultos parecen hacer todo lo posible
para retardarlo.
Ya hemos visto que la vida simbiótica es muy breve, sin embargo, se debe
enfatizar su importancia, particularmente en relación con los factores psicológicos.
Es mucho más fácil ver lo que sucede a nivel físico, Podemos poner al niño o niña
en una balanza y ver que ha subido de peso, o podemos medir su altura, ¿pero
qué ocurre con los factores psicológicos?.
Es durante la vida simbiótica que el recién nacido debe pasar de un nacimiento
biológico a otro psicológico. Mientras el primero es, desde luego, el momento en
que el niño abandona el vientre materno, el último corresponde al momento en que
logra una integración básica cuerpo - mente y adquiere un conocimiento
fundamental acerca del nuevo ambiente.
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Cortar el cordón umbilical basta sólo para el nacimiento biológico. El nacimiento
psicológico sigue al período de la gestación externa, que consiste en los brazos de
la madre, los puntos de referencia, alimento cuando se necesita y la tranquilidad
de que siempre habrá una respuesta de la madre cuando se requiera. Como
dijimos previamente, estas experiencias positivas durante el período sensible del
apego producen en la mente de los niños y niñas la idea del ambiente como un
lugar donde se sienten seguros. El mundo exterior será para siempre un lugar en
el que pueden confiar, porque lo han puesto a prueba y encontrado confiable. El
niño no tendrá miedo de enfrentar nuevas situaciones y esforzarse más adelante.
En particular, no temerá ser separado de la madre; si se aleja de ella por breves
períodos, se sentirá igualmente seguro. Ya el niño o niña conocerá, a través de
las actividades de tomarlo en brazos y manejarlo, los límites de su cuerpo y esto le
ayudará a sentirse seguro en el mundo exterior. Se inicia una separación entre el
sí mismo y el no sí mismo, lo que permite actuar en el ambiente y seguir
recibiendo ricos estímulos multisensoriales.
La confianza básica en el ambiente es el primer pilar del ego psicológico y ya debe
estar presente en los primeros 2 meses de vida. Suceda lo que suceda en su
vida, seguirá buscando soluciones positivas a cualquier situación difícil. El mundo
que lo rodea se percibirá como un buen lugar y la vida, valiosa y grata. Es fácil
apreciar la importancia de tal logro para la vida futura.
Puede parecer que la vida simbiótica es demasiado breve como para provocar un
cambio tan grande en la percepción, pero si consideramos el período embrionario
del embarazo, sabemos que, durante la misma cantidad de tiempo, se producen
todas las partes del cuerpo del niño.
El desarrollo humano es rápido y, por esta razón, es difícil enfrentar los continuos
cambios del bebé en crecimiento. Después de sólo 2 meses, él es completamente
diferente al recién nacido que surgió al nacer y entonces se necesita un nuevo
enfoque. La misma madre que ha sido la persona fundamental durante la
simbiosis, la persona para una relación preferencial, ahora ya no se necesita de la
misma forma. Gracias a su amor y cuidados, el niño y niña ha atravesado
placenteramente el período de transición posterior al nacimiento. La madre
seguirá siendo importante, pero de un modo diferente. Ha concluido la fase
simbiótica y estos dos seres deben encontrar otra forma de vivir juntos. Su
relación ha progresado y ahora ofrece más libertad para ambos.
Desarrollar el correcto tipo de apego durante el período simbiótico pavimenta el
camino para una separación natural y así se produce el nacimiento psicológico.
Sólo se supera cuando se satisface completamente una necesidad. Es
maravillosos ver con cuánta sencillez la naturaleza une las necesidades biológicas
y psicológicas que se sustentan entre sí para el completo desarrollo del ser
humano.
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Todos los padres, madres y adultos deberían entender esto para dar a los niños,
desde el nacimiento en adelante, la ayuda apropiada. Podemos dar a los niños y
niñas valiosos regalos que los acompañan para siempre y cambiarán
profundamente la calidad de su vida.
La confianza básica es fundamental y se puede garantizar dentro de un corto
período. Cuando haya concluido la simbiosis, esta confianza debe esta ahí.
El proceso que denominamos separación se debe considerar desde una
perspectiva positiva, es decir, como una serie de entradas sucesivas a realidades
externas cada vez más globales. Debemos considerar cada nivel de separación
como una puerta a una realidad progresivamente más rica y multidimensional.
Para lograr con éxito este paso a través de estas puertas sucesivas, la persona
debe estar preparada para enfrentar el siguiente nivel de opciones. Si no sólo
prevalecen los aspectos negativos de la transición. Si se hace dolorosa la
adaptación a una nueva condición, parecerá preferible la condición previa y quizás
el ser humano decida no continuar su desarrollo.
Ningún ser humano puede desarrollarse solo. El niño y la niña necesita un
mediador humano que lo ayude en su viaje a un ambiente que ofrece
oportunidades y desafíos. El rol del mediador es estar atento a las necesidades
del momento y responder de la manera correcta.
Durante el período simbiótico se puede correr el riesgo de que respondamos
demasiado y, como resultado, el niño o niña no tendrá la experiencia de pedir y
recibir. O al contrario, quizás no le respondamos o no le respondamos pronto,
dando al niño o niña la impresión negativa de que el ambiente no satisface sus
necesidades.
La falla de respuestas apropiadas a las necesidades expresas del recién nacido
puede tener como consecuencia impedir el desarrollo de la confianza básica y
privar al niño o niña en crecimiento de la seguridad necesaria para desarrollarse
con la alegría del optimismo.
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5.2. EL DESARROLLO PSICOSOCIAL DE ERICKSON
Ya se ha visto que se presenta en la relación del niño y la niña con su madre, una
conducta de apego, basada en la confianza que deposita el niño y niña en ella, la
cual demuestra con algunas respuestas “reconocer a la madre, sonreírle,
balbucear, agitarse al verla, atender a su voz, percibir su olor, entre otros”.
Erickson, plantea que producto de esta estrecha relación y otros factores el niño y
la niña presentan una reacción la cual se conoce como “ansiedad ante el extraño”,
la cual se ve reflejada en el miedo o rechazo hacia nuevas personas que llegan a
su vida y va desapareciendo a medida que conoce este nuevo estímulo.
En “Infancia y Sociedad”, Erickson,(2008) desarrolla su concepto del desarrollo
psicosocial del ser humano, basado en el principio epigenético (concepto tomado
de la embriología). Plantea en éste que cada etapa del desarrollo humano está
guiada por un “orden natural interno”, que actúa como una preprogramación
biológica que interactúa con el medio ambiente, tanto físico como social.
Las conductas características de cada fase vital son la resultante de esta compleja
interacción. Las etapas del desarrollo psicosexual del individuo (oral, anal, genital,
etc.) descritos por Freud y los primeros psicoanalistas acentuaban la vertiente
biológica de esta secuencia evolutiva. Erickson elaboró el concepto anterior al
describir sus ocho etapas del desarrollo psicosocial, que complementan las de
Freud, pero desde una perspectiva de la interacción individuo y la sociedad.
(1902-1994)
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Estas ocho edades se resumirán en una tabla, y se desarrollarán con detalle las
tres primeras etapas o estadios que están relacionadas con esta franja etárea.
Otro concepto de Erickson es el de crisis vitales normativas, propias de cada
etapa. En este sentido el desarrollo biográfico de cada individuo es descrito como
una progresión de desafíos o tareas evolutivas. Cada crisis termina en un
desenlace exitoso, que posibilita un avance, o algo negativo, que conlleva a un
estancamiento del crecimiento individual.
PRIMERA ETAPA: INFANCIA 0 A 1 AÑO
“CONFIANZA BÁSICA VERSUS DESCONFIANZA BÁSICA”
La afectividad es considerada por algunos autores como un factor fundamental
facilitador de las primeras experiencias comunicativas en niños. El recién nacido
dispone de una gama expresiva muy variada. Como ya se ha dicho anteriormente,
entre la madre y el niño se establece este sistema de interacción afectivo que da
lugar al apego, establecido con las personas que interactúan con él de forma
privilegiada. Conlleva determinadas conductas que tienen como fin mantener al
cuidador cerca para garantizar la supervivencia. Las conductas motoras de
aproximación y seguimiento son las más frecuentes. Además, provoca
sentimientos por parte del niño y niña de seguridad, bienestar y placer ante su
proximidad y de la ansiedad ante situaciones de distanciamiento.
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A raíz de esta actividad del niño y la niña la relación se hace más de cómplices
que de madre a hijo o hija y comienza a aparecer la “ansiedad de separación”, que
se entiende como una mezcla de emociones (pena y rabia) al sentir o ver que su
madre se va de su lado (a la otra habitación, de compras, u otras actividades).
Es común que a esta edad “la primera demostración de confianza social en el niño
y niña pequeños es la facilidad de su alimentación, la profundidad de su sueño y la
relación de sus intestinos”.
Estas demostraciones van evolucionando gradualmente, a través de la madurez
de las capacidades del bebé, las cuales son cada vez más receptivas, gracias a
las experiencias recibidas que le proporciona el tiempo de vigilia. De esta manera
las experiencias que viva el bebé son aquellas que le permitirán despertar
sensaciones de familiaridad y un sentimiento de bondad interior, proporcionándole
bienestar.
El logro de la confianza significa:
“(…) que uno puede confiar en uno mismo y en la capacidad de los propios
órganos para enfrentar las urgencias, y que uno es capaz de considerarse
suficientemente digno de confianza (…) la calidad de la confianza derivada de las
más tempranas experiencias infantiles, no parece depender de cantidades de
alimento o demostraciones de amor, sino más bien de la calidad de la relación
materna. Las madres crean con sus hijos (e hijas) un sentimiento de confianza
mediante ese tipo de manejo que en su cualidad combina el cuidado sensible de
las necesidades individuales del niño (o niña) y un sentido de confiabilidad
personal dentro del marco seguro del estilo de vida de su cultura. Esto crea en el
niño (y la niña) la base para un sentimiento de identidad que más tarde se
traducirá en un sentimiento de ser “aceptable” para sí mismo y de convertirse en lo
que la otra gente confía en que uno llegará a ser”.
De la forma en que se atienda esta etapa, va a surgir un estilo vincular de enorme
importancia para el desarrollo emocional del niño o niña. El apego: como la
relación afectiva más estrecha que se establece entre el bebé y su madre o
cuidadora principal.
Su establecimiento se da a través de conductas que le transmiten sensaciones
irreemplazables como son la seguridad, el consuelo, el agrado, afecto, la
contención; entre otros. Lo que implica la satisfacción de sus necesidades
básicas, en forma sensible y oportuna.
Esta relación se constituye en la base del desarrollo emocional del bebé, lo que le
permitirá tener una mayor confianza en sí mismo y en los otros; dándole el
mensaje que su mundo es un lugar seguro, lo que entre múltiples efectos, será un
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extraordinario apoyo para su mejor desarrollo y para enfrentar los aprendizajes
que le depara su tránsito por la vida.
Es el rol materno y el vínculo que se genera entre el bebé y la madre, al que se
refiere Erickson: como lo más importante para lograr la confianza en sí mismos,
siendo lo más decisivo para la toda la vida de una persona desde que es un bebé
hasta que envejece, por lo tanto se debe tomar conciencia de la importancia que
tiene el buen desarrollo emocional durante la primera infancia para proyectar una
sociedad más sana y liberada de miedos, desconfianza, discriminaciones, entre
otros sentimientos negativos.
SEGUNDA ETAPA: NIÑEZ TEMPRANA, 1 A 3 AÑOS
“AUTONOMÍA VERSUS VERGÜENZA Y DUDA”
Erickson, explica que si falta la confianza, es insuficiente o bien existe una pérdida
de ella, provocará un desequilibrio en la autonomía del niño o niña:
“[…] si se niega al niño la experiencia gradual y bien guiada de la
autonomía de la libre elección, aquél volverá contra sí mismo toda su
urgencia de discriminar y manipular […] en lugar de tomar posesión de
las cosas a fin de ponerlas a prueba mediante una repetición
intencional, llegará a obsesionarse con su propia repetitividad, […]
también constituye la fuente infantil de intentos posteriores en la vida
adulta por gobernar según la letra y no según el espíritu”.
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En cuanto a la vergüenza dice que:
“[…] es una emoción insuficientemente estudiada, porque en nuestra
civilización se ve muy temprana y fácilmente absorbida por la culpa. La
vergüenza supone que uno está completamente expuesto y consciente
de ser mirado: en una palabra, consciente de uno mismo.
Uno es visible y no está preparado para ello; a ello se debe a que
soñemos con la vergüenza como una situación en la que nos observan
fijamente mientras estamos desnudos, con ropa de dormir o, con los
pantalones bajos.
La vergüenza se expresa desde muy temprano en un impulso de ocultar
el rostro, de hundirse, en ese preciso instante, en el suelo. Pero creo
que se trata en esencia de rabia vuelta contra el sí mismo […] la duda
es hermana de la vergüenza. Cuando la vergüenza depende de la
conciencia de estar vertical y expuesto, la duda, según me lleva a creer
la observación clínica, tiene mucho que ver con la conciencia de tener
un reverso y un anverso, y sobre todo un detrás. Pues esa área del
cuerpo, con su foco agresivo y libidinal en los esfínteres y en las nalgas,
queda fuera del alcance de los ojos del niño (y niña), y en cambio puede
estar denominada por la voluntad de los otros.
El “atrás” es el continente oscuro del pequeño ser, un área del cuerpo
que puede ser mágicamente dominada y efectivamente invalidada por
quienes se muestran dispuestos a atacar el propio poder de autonomía
(…) Esta etapa, por lo tanto, se vuelve decisiva para la proporción de
amor y odio, cooperación y terquedad de auto expresión y su supresión.
Un sentimiento de autocontrol sin la pérdida de la auto estimación da
origen a un sentimiento perdurable de buena voluntad y orgullo; un
sentimiento de pérdida del autocontrol y de un sobre control foráneo da
origen a un a propensión perdurable a la duda y la vergüenza”.
De acuerdo con lo anterior, se puede entender que al trabajar con bebés se
adquiere un compromiso por parte de una persona adulta o mediador, preparado
en el conocimiento del desarrollo emocional de éste, responsable y comprometido
en su actuar. Respetuoso de las características, intereses, necesidades y
contexto de este ser humano pequeño o pequeña.
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TERCERA ETAPA: EDAD DEL JUEGO, 3 A 6 AÑOS
“ADQUISICION DE UN SENTIDO DE LA INICIATIVA VS CULPA”
La tercera etapa de la Iniciativa se da en la edad del juego, el niño y la niña
desarrollan actividad, imaginación y son más enérgicos y locuaces, aprenden a
moverse más libre y violentamente, su conocimiento del lenguaje se perfecciona,
comprenden mejor y hace preguntas constantemente; lo que le permite expandir
su imaginación.
Todo esto le permite adquirir un sentimiento de iniciativa que constituye la base
realista de un sentido de ambición y de propósito. Se da una crisis que se
resuelve con un incremento de su sensación de ser él mismo. Son más activos y
están provistos de un cierto excedente de energía, es posible ocuparse de qué es
lo que se puede hacer con la acción; descubre lo que puede hacer junto con lo que
es capaz de hacer.
1. La intrusión en el espacio mediante una locomoción vigorosa.
2. La intrusión en lo desconocido por medio de una curiosidad grande.
3. La intrusión en el campo perceptual de los demás.
4. Fantasías sexuales, los juegos en esta edad tienen especiales
connotaciones simbólicas sobre aspectos sexuales. El niño y la niña poseen
una genitalidad rudimentaria y tienen muchas veces sentimientos de culpa y
temores asociados a ello.
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Las ocho etapas y sus características se observan en la siguiente Tabla:
SÍNTESIS ETAPAS DESARROLLO SOCIO-EMOCIONAL (ERIKSON)
EDAD CRISIS O TAREA EVOLUTIVA PRODUCTO DE LA ETAPA
I- INFANCIA
(nacimiento a 1 año)
ADQUISICION DE UNA
CONFIANZA BASICA
v/s
DESCONFIANZA
ADQUISICION DE LA
ESPERANZA
II- NIÑEZ TEMPRANA
(1 a 3 años)
ADQUISICION DEL SENTIDO
DE LA AUTONOMIA
v/s
DUDA O VERGUENZA
ADQUISICION DE LA VOLUNTAD
III- EDAD DEL JUEGO
(3 a 6 o 7 años)
ADQUISICION DE UN SENTIDO
DE LA INICIATIVA
v/s
CULPA
ADQUISICION DE LA
RESPONSABILIDAD
IV- EDAD ESCOLAR
(6 o 7 a 12 años)
ADQUISICION DE UN SENTIDO
DE LA COMPETENCIA
v/s
INFERIORIDAD
ADQUISICION DE LA
LABORIOSIDAD
V- ADOLESCENCIA
12 a 20 años)
ADQUISICION DE UN SENTIDO
DE LA IDENTIDAD
v/s
DIFUSION DE LA IDENTIDAD
ADQUISICION DE LA
IDENTIDAD
VI- ADULTO JOVEN
(20 a 40 años)
ADQUISICION DE UN SENTIDO
DE LA INTIMIDAD
v/s
AISLAMIENTO
DESARROLLO DEL AMOR
VII- ADULTEZ
(40 a 65 años)
ADQUISICION DE UN SENTIDO
DE LA CREATIVIDAD
v/s
ESTANCAMIENTO
DESARROLLO DEL CUIDADO
VIII- MADUREZ
(65 adelante)
ADQUISICION DE UN SENTIDO
DE LA INTEGIRDAD DEL YO
v/s
DESESPERACION
DESARROLLO DE LA SABIDURÍA
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5.3. LAS PRIMERAS MANIFESTACIONES AFECTIVAS DEL NIÑO Y LA NIÑA
(LOS ORGANIZADORES DE LA PERSONALIDAD DE SPITZ)
Las emociones desempeñan un papel fundamental en el establecimiento de lazos
afectivos entre el adulto y el niño y la niña. La expresión de estas emociones en
edad temprana son “la sonrisa”, “la ansiedad ante el extraño” y “la negación”,
considerados por SPITZ como organizadores del desarrollo afectivo del niño y
como hitos de su evolución emocional.
� La sonrisa, que es el primer organizador, aparece alrededor del primer mes
de vida en estado de vigilia y que se vuelve cada vez más selectiva con
respecto a los estímulos que la provocan siempre en contextos sociales. Los
niños y las niñas no aprenden a sonreír, sino a identificar rasgos de la cara
de su cuidador. El estímulo más determinante es el rostro humano.
� El segundo organizador, la ansiedad ante el extraño, tiene una manifestación
variada en cada niño o niña, tanto en la edad de aparición como en el grado.
Spitz, señala que es debido a que ha desarrollado memoria de evocación y
por un proceso de inferencia rudimentaria compara la representación interna
de su cuidador con el desconocido. Por otro lado, a raíz de los estudios
realizados con niños y niñas institucionalizados, también se sabe que su
manifestación depende de la calidad de la relación entre el niño y niña y su
cuidador. Otros apuntan que tiene un valor adaptativo como respuesta a
ciertos indicadores de peligro de su entorno, ya que el fin es solicitar el
auxilio de los padres. Desde las teorías cognitivas y sociales se plantea que
son manifestaciones ambivalentes ya que sienten a la vez atracción y miedo.
Y que la respuesta de los niños y niñas es más positiva si el extraño
previamente interacciona de forma positiva con el cuidador y posteriormente
no se dirige a él de forma brusca. Si la conducta les resulta rara desde el
principio si les provoca rechazo.
La ansiedad de separación. Se plantea como conducta de una de las etapas de
Erickson, aparece hacia el 6º y 8º mes, y se caracteriza porque los niños
comienzan a protestar cuando se les separa de los padres o cuidadores. Tres son
las principales respuestas dependiendo del tiempo que pasen separados.
Desesperación con una duración inferior a 15 días, por ejemplo por ser
hospitalizado. Es una reacción de inconformismo y protesta por la separación que
se puede manifestar con trastornos de la alimentación y en la relación con los
demás como llanto y rechazo de caricias y juguetes.
La ambivalencia cuando la separación supera el mes, que supone la progresiva
aceptación de los ofrecimientos de los adultos de su entorno. Cuando reaparece
la figura de apego se muestran esquivos y distantes, como protesta durante pocas
horas. El desapego se produce si la separación se alarga durante meses o años,
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ya que se rompe el vínculo afectivo y puede establecer relaciones de apego con
otros adultos.
Hay diferencias individuales en cuanto a la seguridad que las figuras de apego
proporcionan al niño. Pueden desarrollar seguridad en sus propias posibilidades,
creándoles habilidad para actuar en su entorno con éxito y confiar en las personas
de su entorno cuando los cuidadores responden con prontitud y adecuadamente a
las necesidades de los niños. Si responden de manera diferente ya sea con
mayor o menor prontitud de la que necesitan los niños, puede no darle seguridad
el vínculo afectivo.
Con respecto al tercer organizador, la aparición del no, puede acarrear mayor
conflictividad en las relaciones con su entorno. El niño y la niña, a través del
desarrollo motor que le confiere mayor control sobre su cuerpo y motilidad,
reivindica mayor autonomía, rechazando normas y pautas, que se le quieren
imponer, a pesar de los conflictos que esto le provoca con figuras tan importantes
como los adultos.
Además, desde que nacen sienten la necesidad de controlar su entorno y como
elementos principales de él (o ella), dominar a los adultos. Se muestran muy
exigentes cuando quieren algo, soportando muy mal las demoras entre sus
demandas y el cumplimiento de las mismas, en parte por la concepción del tiempo
en presente. Se suelen mostrar descontrolados e impulsivos, ya que sus deseos
son imperativos. Así mismo sus sentimientos son apasionados y poco matizados.
El sentimiento dominante en esta época de la vida es el sentimiento posesivo en
relación con los adultos, sus padres. Sus episodios de celos manifiestan la
incapacidad de compartir con los demás el afecto o la atención de la persona
querida.
Con respecto a sus relaciones con los iguales, a los 6 meses ya pueden mantener
relaciones sociales limitadas no conflictivas con otros niños y niñas. Con 12
meses, todos los niños y niñas manifiestan conductas prosociales. En estudios
realizados se ha observado que en los niños y niñas que a los 6 a 9 meses se
muestran muy sociables con sus madres, lo son a su vez con otros niños y niñas.
Todo parece indicar que la calidad y el tipo de relaciones que establecen con los
padres influyen en los estilos sociales que desarrollan con los compañeros de su
edad.
De los 2 a los 6 años, el desarrollo a nivel cognitivo está íntimamente relacionado
con su crecimiento social y afectivo, así los progresos en el desarrollo psíquico se
reflejan en tres dimensiones: la construcción de la personalidad, las relaciones con
los adultos y las relaciones con los iguales. Junto al desarrollo motor, los avances
en el lenguaje, la identidad sexual y el sentido del yo le dan un sentido de
individualización creciente.
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La construcción de la personalidad. Para Wallon (1987) es la etapa del
personalismo la más significativa en la formación de la personalidad.
Necesita diferenciarse de los demás a través de la oposición, luego pasa a una
fase de autonomía en la que quiere hacerlo todo por sí mismo, y luego pasa a una
fase de identificaciones a través de procesos imitativos y adopta características de
papeles que son significativos para él.
La conciencia psicológica de sí mismo se da a partir de la progresiva
diferenciación y relación con los otros, reflejado en el uso del pronombre personal,
aunque superficialmente limitado al aspecto físico y a su actuación, es decir, que
se define por como es y lo que sabe hacer o le gustaría saber hacer. Así, no es
debido a problemas del lenguaje que no use el pronombre personal, si no a
problemas en la construcción de la identidad. Esta construcción es fundamental
en este período. Otra realidad importante en este periodo es el de la identidad
sexual. Sobre los 2 o 3 años sabe como categorizarse pero falla en categorizar a
los demás. Así un niño de 4 o 5 años piensa que puede convertirse alguien en
una persona del sexo contrario solo con llevar atributos externos relacionados al
otro sexo: como vestirse o usar pendientes (aros).
Se ha demostrado la precocidad en la adquisición de los estereotipos asociados al
papel social adjudicado a cada sexo de una forma muy tradicional, siendo muchas
veces más acusados de lo vivido en su ambiente familiar, si bien no tiene
problemas en admitir que sus padres tomen papeles contrarios, cuando juegan
atribuyen los roles de manera tradicional. Desde las teorías psicoanalíticas, la
construcción de la identidad sexual tiene un papel primordial en la construcción de
la personalidad, relacionándolo con la resolución del conflicto edípico mediante la
identificación con las figuras parentales que lleva a la formación del superyó,
instancia de la personalidad que supone la interiorización progresiva de las
normas morales que en la edad de 5 años es muy rígida por la necesidad de ser
querido por los padres.
Piaget, desde la teoría constructivista concibe esta edad la del realismo moral, en
la que el niño y la niña conciben lo que se debe o no hacer en función del castigo
y recibir la sanción según el resultado y no la intencionalidad del acto.
Entre los 3 y los 5 años, se va formando la idea de un yo privado no observable
por los demás. Comienzan a surgir las rivalidades, los celos, la envidia y los
secretos.
Las relaciones con los adultos. La escala de valores y los estilos educativos
varían mucho de una familia a otra ya que los padres se encargan de la
educación, formación de hábitos y normas de conducta del niño o niña, cada
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familia tiene unas características afectivas y sociales determinadas. Otro aspecto
importante en la evolución social y afectiva del niño y la niña es la disciplina,
entendida como la adquisición de habilidades tomando como modelo a una
persona.
Los niños y niñas pequeños admiran profundamente a sus padres, personas que
les protege y por tanto las más importantes en su vida, por lo que se constituye
una base sólida para que deseen imitarlos. En su imitación influye más lo que
hacen que lo que dicen, de forma que es importante dar señales de autodominio y
paciencia. Los patrones de personalidad se adquieren, según Bandura (1980), en
gran medida por la imitación activa.
El autodominio no se alcanza hasta el momento en que las personas pueden
tomar sus propias decisiones, pero es importante desde pequeños educar para
ello. Un estudio comparativo entre estilos educativos americanos y japoneses
muestra diferencias en la capacidad de autodominio de ambas poblaciones
fijándose en la enseñanza de la misma: los americanos dan órdenes sin
explicaciones y a los japoneses les sensibilizan sobre los sentimientos y
pensamientos de los demás: ¿Que crees que pensará de ti el señor del
supermercado si haces eso?
En un caso se impone disciplina (no hay tiempo que perder) y en otro se enseña
autodisciplina (se necesita tiempo y paciencia).
La relación con los iguales. La actitud del adulto influye mucho en el tipo de
relaciones que establecen los niños y niñas entre ellos. La más favorecedora para
el desarrollo de la autonomía intelectual, afectiva y social es la que permite que
discutan y resuelvan los problemas entre ellos.
Además, una relación afectiva coherente con los padres favorece el desarrollo
social y afectivo con los demás. Aquellos que con 3 años constituyeron una
relación de apego seguro con sus madres, padres o cuidadores eran más
competentes socialmente; habría por tanto una relación de continuidad entre el
tipo de relaciones establecido con ellos y el establecido con los iguales. Las
relaciones con estos favorece el descentramiento social y cognitivo (porque las
perspectivas de otros niños y niñas son más próximas que las de los adultos), la
canalización y regulación de la agresividad y el reconocimiento de los derechos y
deberes de los demás.
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HITOS ESPECÍFICOS POR EDADES
El primer año de vida
La mayoría de los bebés pasan por etapas parecidas en su desarrollo emocional y
social pero durante los primeros cinco años de vida, los adultos también observarán
que las personalidades individuales de sus hijos e hijas empiezan a manifestarse.
Durante los primeros seis meses de su vida, los bebés comienzan a sonreír a la
gente, a disfrutar de que la gente les hable y que juegue con ellos, a imitar algunas
de las expresiones faciales y movimientos que observan y a manifestar una
preferencia hacia ciertas personas, usualmente sus padres.
Durante los siguientes seis meses, frecuentemente empiezan a sentirse tímidos y a
tenerles miedo a personas desconocidas. Podrían llorar cuando su padre o madre
se va y podrían indicar que prefieren a la madre, el padre o un cuidador más que a
cualquier otra persona. Muchos ponen a prueba ciertos comportamientos con su
padre o madre, como dejar caer un juguete o negarse a comer cierto alimento.
Los bebés imitan no sólo los sonidos sino también los gestos y claramente gozan de
la atención que podrían recibir como resultado de este comportamiento. Muchos
bebés de esta edad comienzan a cooperar con la alimentación al agarrar alimentos
que se comen con los dedos, o cooperan cuando se les está vistiendo al extender
su brazo para meterlo en la manga de una camisa.
El segundo año
Un niño o niña que ha cumplido un año de edad todavía forma el centro de su
propio mundo. Puede que le gusta jugar al lado de otro niño o niña, pero realmente
no comprende el concepto de compartir. Un niño y niña de esta edad podría meter
los dedos al ojo de otro niño o niña o tirar su cabello sin darse cuenta que este
comportamiento le duele al otro.
Para aproximadamente los 18 meses de edad, el niño y la niña podrían aprender su
propio nombre y reconocer su propia reflexión en un espejo. Podría intentar ayudar
a su padre o madre al imitar sus acciones en recoger juguetes o barrer. A medida
que los niños las niñas se acercan a los 2 años de edad, los padres observarán que
sus hijos intentarán distanciarse de ellos. Se comprenderá por qué se dice que esta
etapa se llama la de “NO”.
Los niños y las niñas de dos años de edad insisten en independizarse. Parecen
centrarse en sí mismos mientras aprenden poco a poco sobre el mundo más allá de
ellos mismos. Muchos no quieren compartir cosas ni turnarse y puede que no
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jueguen fácilmente con otros. Se comportan de forma agresiva más frecuente y
deliberadamente. Podría parecer que un niño o niña niegue a hacerles caso a sus
padres, y sin embargo imita exactamente los tonos de voz y las palabras de ellos al
hablarle a otro niño o niña o a su osito.
Las emociones extremadas se presentan comúnmente. Un niño de 2 años de edad
podría portarse peor con la persona de quien más se fía. Los límites que necesita
para su propia seguridad, así como para respetar los derechos ajenos, podrían
provocar berrinches. No obstante, el niño también podría ser un compañero
entusiasta que expresa el cariño abiertamente.
El niño y la niña de tres años
Los niños y las niñas de tres años frecuentemente están más dispuestos a estar
separados de sus padres y disfrutan jugar con otros. Con ayuda, un niño podría
desarrollar la capacidad de turnarse y de compartir cosas.
Una niña o un niño podrían hacer la cuenta de ser un personaje de un programa de
televisión o un cuento. Muchos niños y niñas de tres años evidencian marcadas
diferencias de género sexual en sus actividades.
Podrían aprender a resolver los desacuerdos menores con los compañeros de juego
para que el juego pueda seguir en marcha. A esta edad muchos niños y niñas
tienen amigos imaginarios. A veces, podrían necesitar ayuda para saber distinguir
lo real de lo fantástico, si esta experiencia les causa temor.
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El niño y la niña de cuatro años
Entre los 3 y los 5 años de edad, los niños y las niñas frecuentemente gozan de
estar con sus amigos tanto que quieren agradarles y ser como ellos. Puede que
están más dispuestos a aceptar las reglas. Podría parecer que les importa lo que
dicen y hacen sus amigos y amigas, más que las normas de sus padres.
Necesitan que se les enseñe la diferencia entre tener accidentes y portarse mal a
propósito, así como la diferencia entre una acción mala y una persona mala.
Usualmente comprenden la diferencia entre lo real y lo imaginario. Muchos niños y
niñas de esta edad evidencian tener empatía a otras personas.
A esta edad, empiezan a mostrar un interés en las diferencias del género y podría
parecer que compiten con su progenitor del mismo sexo por la atención del otro
progenitor.
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Bibliografía sugerida
Céspedes, Amanda. (2008) “Educar las emociones. Educar para la vida”.
Vergara ediciones. Santiago, Chile.
Erickson, Erick. (2008) “Infancia y sociedad”. Paidós. Madrid. España.
Páginas WEB
Desarrollo emocional y social desde el nacimiento hasta los cinco años de edad
Que pueden hacer los padres si están preocupados por el desarrollo de su hijo.
http://illinoisearlylearning.org/faqs-sp/socemotdev-sp.htm#1
Documento sobre desarrollo emocional infantil. Sociedad de pediatría de
atención primaria. España.
http://www.spapex.org/3foro/desemocional.htm
Recomendación Especial
http://paidos.rediris.es/genysi/guia_des.htm.
Se trata de una “Guía de observaciones del desarrollo madurativo de las
edades de 0 a 4 años”. Para ello se ha dividido en cuatro grupos de edades, y
en cada uno se ofrecen pautas y conductas que ocurren durante ese período de
la vida basándose en tres aspectos: identidad y autonomía, descubrimiento del
medio físico y social, la comunicación y representación.
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SentiPensemos
CON TODA ESTA INFORMACIÓN…
1. ¿En qué puedo repensar la forma
que desempeño mi rol con los niños
y niñas con sus familias?
2. ¿El contenido me sugiere algo para
los talleres, las visitas domiciliarias y
las entrevistas?
Comente brevemente.

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