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AUTO-ACEPTACIÓN

(extracto de charla correspondiente a la serie Unio Mystica Nº8,


8 de Noviembre 1978, en Poona, India)

Bhagwan Shree Rajneesh


(OSHO)

La primera pregunta: “¿Pueden la cobardía y la hipocresía ser también


hermosas?¿Puedo aceptar incluso mi cobardía, mi hipocresía, mi mezquindad y
una tendencia por la privacidad que usted mismo ha llamado “idiotez”?¿Y si
acepto tales tendencias –todas las cuales tienden a hacerme sentir atascado-
cómo podré liberarme?”.

Deva Ashoka, el deseo mismo por la liberación es el que nos la quita. Todo deseo
es una cadena, una servidumbre, una prisión. Ningún deseo puede ser jamás
satisfecho. Si abandonamos el deseo, éste se satisface. Ahora bien: el mayor
deseo en el mundo es el anhelo por la transformación interna. El anhelo por
dinero es nada; el deseo de tener más poder, prestigio, es nada. El mayor deseo
es lo que llaman deseo espiritual. Y una vez que te hallas preso de ese deseo,
permanecerás infeliz para siempre. La transformación es posible, pero no se la
consigue buscándola activamente. La transformación es posible sólo por medio
de un relajarse en aquello que es, lo que sea que sea. La aceptación incondicional
de ti mismo te transformará. Tendremos que ahondar en este fenómeno, porque
ésta no es sólo la pregunta de Ashoka: es la de todos.

El hombre sufre. El hombre está angustiado. Por tanto, todo el mundo busca un
estado de éxtasis, un estado de unión con la existencia. El hombre se siente
alienado, desraizado. Por tanto, el deseo es natural: ¿cómo establecer raíces
nuevamente en la Existencia?¿Cómo reverdecer nuevamente?¿Cómo florecer
nuevamente?

Estas pocas cosas deberán meditarse:

Primero: para establecer esa perfecta unidad, la consciencia deberá primero


unificarse a sí misma en términos de todos sus aspectos personales,
absteniéndose de rechazar nada que sea experiencialmente real en sí mismo.
Esto es lo primero que debe ser comprendido.

Sientes miedo. Ahora, el miedo es una realidad existencial, una realidad


experiencial. Está allí. Puedes rechazarlo: al rechazarlo, lo estarás reprimiendo. Al
reprimirlo, crearás una herida en tu ser. Sientes cobardía. Puedes arreglártelas
para no mirarla. Sin embargo, es un hecho, una realidad. No va a desaparecer
sólo con no mirarla. Te comportas como una avestruz: a la vista del enemigo,
viendo el peligro de muerte, la avestruz esconde su cabeza en la arena. Pero al
hacerlo, al cerrar sus ojos, el enemigo no desaparece. En realidad, el avestruz se
vuelve más vulnerable al enemigo. Pensando que éste ya no está –porque no lo
ve-, creyendo que la imagen visual de su enemigo equivale a su existencia. Ahora
ya no tiene miedo. Pero ahora el peligro es mayor: el enemigo es más poderoso,
porque ya no está a la vista. Algo se puede hacer, siempre que el avestruz no
oculte su cabeza. Y eso lo que la gente está haciendo: ves la cobardía y tratas
de ignorarla. Pero es un hecho; al ignorarla, has creado una parte de tu ser que
no te será posible ver. Te has dividido en segmentos.

Otro día, habrá otra cosa: ira, y no deseas aceptar que hay ira en ti. Dejas de
mirarla; luego, otro día aparece la codicia, y así sucesivamente. Y cualquier cosa
que evites mirar permanecerá; pero ahora, te contraes más y más. Muchas otras
partes de tu ser se separan de ti. Las has separado tú mismo. Y mientras más
fragmentado te encuentres, mayor será tu sufrimiento. El primer paso hacia el
éxtasis es unificarse. Es en eso que insiste una y otra vez Hakim Sanai1: ser uno
es estar en éxtasis, ser muchos es estar en el infierno.

Así, acepta cualquier cosa que sea experiencialmente real. Negándolo, no logras
nada. Al negarlo, creas el problema. El problema se vuelve más complejo. Era
algo simple: te sientes cobarde -¿y qué?-. Así pues, soy un cobarde. Tan sólo
vean el punto, vean lo que digo: si puedes aceptar la cobardía, ya te has vuelto
valiente. Sólo un valiente puede aceptar el hecho de ser un cobarde. Ningún
cobarde puede hacerlo. Ya te encuentras en el camino de tu transformación. Así,
lo primero es: nada que sea experimentado como un hecho debe ser negado.

Segundo: con el fin de lograr eso, la consciencia debe primero des-identificarse


de todos los sí-mismos conceptuales y fijos con los que se ha identificado2,
puesto que si se adhiere a cierto concepto de sí mismo, no existirá tolerancia
para aquellas realidades experienciales que se hallan en contradicción con este
concepto de sí mismo fijo y oficial.

Si tienes una cierta idea acerca de cómo deberías ser, no podrás aceptar las
verdades experienciales de tu ser. Si tienes la idea de que debes ser un hombre

1
Antiguo Maestro de los Sufis, secta mística de origen árabe, en que se basa esta serie de charlas (N. del T.)
2
Auto-imagen, concepto de sí mismo, ego (N. del T.)
valiente, de que esa valentía es un valor; entonces, te será difícil aceptar tu
cobardía. Si tienes la idea de que debes ser como un Buda: compasivo,
totalmente compasivo, entonces no podrás aceptar tu ira. El ideal genera el
problema. Si no tienes ningún ideal, no habrá problema alguno. Eres un cobarde:
y bien, eres un cobarde. Y, puesto que no hay ideal alguno respecto a ser un
valiente, no condenas el hecho, no lo rechazas. No lo reprimes, no lo arrojas al
subterráneo de tu ser para no tener que volver a mirarlo. Pero cualquier cosa
que arrojes a tu inconsciente seguirá funcionando desde allí. Te seguirá
produciendo problemas. Es como una enfermedad que has empujado hacia abajo:
estaba apareciendo en la superficie, y desde la superficie existía la posibilidad de
que desapareciese. Si una herida aparece en la superficie, es algo bueno; se halla
en vías de curación, porque sólo en la superficie se encontrará en contacto con
el aire puro, con el sol… y sanará. Si la fuerzas nuevamente hacia abajo, si no le
permites asomar a la superficie, se convertirá en un cáncer. Aún una enfermedad
simple puede convertirse en una enfermedad peligrosa si se le reprime. Ninguna
enfermedad debiera ser jamás reprimida; sin embargo, la represión es natural si
posees algún ideal. Cualquier ideal tendrá ese efecto. Si tienes el ideal de
convertirte en un hombre célibe, un brahmacharya3, el sexo se convierte en el
problema. Obsérvalo: si no tienes como ideal transformarte en un brahmacharya,
un célibe, el sexo no será rechazado. Entonces no existirá división que te separe
de tu sexualidad. Habrá comunión, y esa comunión trae felicidad. La comunión
consigo mismo es la base de toda alegría.

Entonces, lo segundo que hay que recordar es: no tengas ideales. ¡Sólo piénsalo!
Si tienes el ideal de tener tres ojos, el problema surge de inmediato, porque sólo
tienes dos. Y el ideal afirma que debes tener tres. Si no tienes tres, algo falta:
ahora anhelas el tercero. Te has creado un problema imposible. No tendrá
solución. A lo más, podrás pintarte un tercer ojo en la frente. Pero este tercer
ojo que has pintado es sólo un dibujo de un tercer ojo. Es hipocresía. Los ideales
crean hipocresía en la gente. Y ahora, ve el absurdo: la gente tiene el ideal de no
ser hipócritas. Y la hipocresía surge de los ideales: si todos los ideales
desaparecen, no habrá hipocresía. ¿Cómo puede existir la hipocresía? Es la
sombra del ideal: mientras más grande sea el ideal, mayor será la hipocresía.

Por tanto, en la India encontrarás más hipócritas que en ninguna otra parte del
mundo, porque la India ha vivido durante siglos con grandes ideales. Ideales

3
Persona que transmuta su energía sexual en energía espiritual. Por lo tanto, no tiene necesidades sexuales (N. del
T.)
locos, extraños. Por ejemplo, un monje Jain4 no estará satisfecho a menos que
logre, tal como el mitológico Mahavir, comer sólo de vez en cuando. Se dice que
en doce años, Mahavir comió solamente para un año. Es decir, una vez cada
doce días: un día comía y doce días ayunaba. Si éste es tu ideal, vas a sufrir
muchísimo. Si no lo es, no habrá problema.

Véanlo: el problema surge del ideal. Un monje cristiano no se complica con esto,
no se hace problema. Pero el monje Jain sufre constantemente, porque no puede
alcanzar el ideal, se queda corto. Si eres realmente puro –ése es el ideal de los
Jainas- tu cuerpo no transpirará. Y ahora tienes ahí una idea estúpida. El cuerpo
seguirá transpirando y tú seguirás sufriendo. Mientras más ideales tengas, mayor
será tu sufrimiento y mayor será tu hipocresía, pues si no puedes satisfacer el
ideal, al menos puedes fingir. Es así como la hipocresía aparece. El mundo dejaría
de ser hipócrita si aceptáramos los hechos experienciales sin juicio alguno. Lo
que sea que es, es. Si vivimos con lo que es de la existencia y no con lo que
sería conveniente o lo que debería ser, ¿cómo podría haber hipocresía?

El otro día, alguien preguntó, “Bhagwan, ¿no eres acaso un hipócrita? Vives
confortablemente, vives en una hermosa casa, te trasladas en un hermoso
automóvil… ¡vives como un rey!”.

Ahora bien, esta persona no entiende lo que significa la palabra “hipocresía”…


¡esto es exactamente lo que enseño! Vivir tan hermosamente como sea posible.
No soy un hipócrita: de hecho, vivo lo que enseño. Si enseñara a vivir en la
pobreza y viviera en un palacio, eso sería hipocresía… pero no estoy enseñando
a vivir en la pobreza, la pobreza no es mi objetivo. Puedes ir a decirle a Morarji
Desai5 que es un hipócrita… o al Presidente de esta nación, que es un hipócrita.
No puedes decirme eso a mí. Puedes decírselo al Presidente Sanjiv Areti, pues
enseña la doctrina de Gandhi y sigue comiendo carne. Hablas de la no-violencia,
¿y sigues comiendo carne? Esto es hipocresía, pura hipocresía, hipocresía
impoluta. Pero no puedes decirle eso a Jesús. Él come carne, pero nunca ha
promovido ser vegetariano. Nunca ha hablado acerca de ese tipo de no-violencia.
No puedes decir que él es un hipócrita. Jesús bebe vino; no puedes decirle que
es un hipócrita, a menos que enseñe lo contrario. Mi enfoque de la vida consiste
en la total aceptación, en la celebración, no en la renuncia. ¿Cómo puedes
decirme que soy un hipócrita?

4
Discípulo de Mahavir, Maestro en la India antigua.
5
Jefe de gobierno de la India entre 1977-1979 (N. del T.)
Puede que sea la única persona en esta Tierra que no es un hipócrita, pues no
tengo ideales. La primera necesidad del hipócrita es tener ideales: yo no tengo
ninguno, soy un no-idealista. Vivo en forma natural. Y es muy natural vivir en
medio del confort y la comodidad. Es simplemente estúpido, si dispones de
confort, no vivir así –si no se encuentra a tu disposición, ésa es otra cosa-;
entonces, lo que sea que tengas a tu disposición, vive con ello
confortablemente. Arréglatelas para vivir confortablemente con lo que hay.

He vivido en muchos tipos de situaciones, pero siempre he vivido cómodamente.


Cuando era estudiante, solía caminar seis kilómetros y medio para llegar a la
Universidad, todos los días; sin embargo, me encantó hacerlo. Caminaba todos
los días esos seis kilómetros y medio con gran confort, lo disfrutaba. Cuando era
profesor, iba en bicicleta a la Universidad: también disfruté eso. Cualquiera haya
sido la situación, ya sea que sólo haya tenido una bicicleta o que tenga un
Mercedes Benz, no hace diferencia: he vivido confortablemente. El confort es
una actitud mental, es una actitud hacia la vida. He vivido en casas muy, muy
modestas. Cuando me convertí en profesor de la Universidad, comencé a vivir en
un cuarto que no tenía ventanas ni ventilación. ¡El arriendo costaba sólo 20
rupias al mes!6 Pero me gustó. Lo disfruté. No era en absoluto un problema. Lo
que sea que el momento permita, lo he vivido totalmente, he bebido el momento
hasta la última gota. Nunca me he arrepentido ni nunca he deseado alguna orra
cosa. Si algo diferente comenzaba a pasar, disfrutaba de eso también. Nunca
podrás decirme que soy un hipócrita. Es imposible para mí ser hipócrita, porque
no tengo ideales que satisfacer, ningún “debiera”. Lo que es es todo lo que hay,
y vivo con ello.

Así, lo segundo que debes recordar, Ashoka, es: no tengas ideas acerca de ti.
Debes andar trayendo muchas ideas, cómo tendrías que ser. Así surge el
problema: “¿Pueden la cobardía y la hipocresía ser también hermosas?”. Ahora
bien: si tienes el ideal de ser un valiente, parecerá feo ser un cobarde. Pero la
cobardía es un hecho, y el ideal es sólo un ideal, una fantasía de la mente.
Sacrifica las fantasías a la realidad. Abandona todos los ideales, y la vida
comenzará a integrarse. Todos los fragmentos rechazados comienzan a regresar
a casa. Lo reprimido comienza a salir a la superficie. Por primera vez, comienzas
a sentir un cierto tipo de integración: ya no estás disperso. Por ejemplo, si me
esfuerzo por ser una persona bondadosa, no me será posible reconocer y
aceptar sentimientos de rabia cuando surgen en la consciencia, porque la gente
bondadosa simplemente no se enoja.

6
Unos tres dólares.
Así entonces, para unificar la consciencia personal, debes primero asumir que no
eres nada fijo o perdurable, sino que limitarte a ser sólo la realidad experiencial
de momento-a-momento que surge en la consciencia.

Así: a veces me irrito, y en otros momentos estoy triste; en otros momentos


siento celos, y luego en otros momentos estoy alegre; en un momento a otro,
cualquier cosa que ocurra es aceptada. Así te vuelves uno solo. Y esta unidad es
lo más importante que debe entenderse. El Maestro debe ayudar al discípulo a
enfrentarse e integrarse con estos aspectos experienciales rechazados del sí
mismo que él en realidad es, en cualquier momento dado, en lugar de ayudarlo a
actualizar el opuesto compensatorio o lo que el discípulo siente que debiera ser;
o aquello que intenta proteger, aumentar o confirmar acerca de sí mismo.

El propósito aquí, mi función aquí, es despojarlos de todos sus ideales. Aún


cuando han venido aquí con ideales y quisieran que yo estimulara sus ideales,
quisieran que yo les ayudara, les apoyara para transformarse en aquello que
desean transformarse. Puede que ésa sea su motivación para venir aquí, pero no
es el trabajo que hago. Mi labor es justo la opuesta: ayudarles a aceptar aquello
que ya es, y a olvidar todas sus fantasías. Deseo que se vuelvan más realistas,
más pragmáticos; deseo que se enraícen en la tierra. ¡Y están anhelando el cielo!
Sí, también pueden alcanzar el cielo, pero sólo lo lograrán aquellos que tengan
raíces profundas en la tierra. Si un árbol desea elevarse hacia el cielo y susurrar
con las nubes y jugar con los vientos y tener comunión con las estrellas,
entonces el árbol deberá enviar raíces profundas, profundas hacia la tierra.

Lo primero es enviar raíces hacia la tierra. Lo segundo ocurre por sí solo:


mientras más profundo se hunden las raíces, más alto se eleva el árbol. No es
necesario hacer nada más. Mi esfuerzo aquí es que sus raíces entren
profundamente en la tierra de la verdad. Y la verdad es aquello que tú eres. Y
entonces, repentinamente comenzarán a ocurrir cosas: comenzarás a elevarte.
Los ideales que sempre has buscado y nunca has alcanzado comenzarán a
ocurrir por sí solos. Si una persona logra aceptar su realidad tal como es, en esa
misma aceptación, toda tensión desaparece: angustia, ansiedad, desesperanza…
simplemente se evaporan. Y cuando no hay ansiedad, no hay tensión, no hay
fragmentación, no hay división, no hay esquizofrenia… y entonces,
repentinamente, hay alegría. Entonces, de pronto hay amor… entonces, de
pronto hay compasión. Éstos no son ideales, son fenómenos muy naturales.
Todo lo que se necesita es abandonar todos los ideales, porque esos ideales
están funcionando como bloqueos. Mientras más idealista es una persona, más
bloqueada se encuentra.

Por extraño y contradictorio que parezca, la paz será encontrada sólo en medio
del dolor, y nunca luchando en contra o huyendo de aquello que es considerado
negativo o doloroso. Sí, la cobardía te produce dolor… el miedo te produce
dolor, la ira te produce dolor. Éstas son emociones negativas. Pero la paz puede
lograrse sólo mediante la aceptación y la asimilación de lo doloroso, no
rechazándolo. Al rechazarlo, te empequeñeces, te achicas y te achicas… y
menor y menor será tu poder. Y te encontrarás en una constante guerra interna,
una guerra civil en la cual una mano luchará con la otra, en la cual simplemente
disiparás tu energía.

Algo muy fundamental que debe recordarse: sólo la comunión con el dolor
psicológico abre la puerta de su liberación y trascendencia… sólo la comunión
con el dolor psicológico. Todo lo que es doloroso debe ser aceptado, debe
crearse un diálogo con ese aspecto… eres tú mismo. No existe otra forma de
trascenderlo. La única forma es asimilarlo. Y tiene un tremendo potencial: la ira
es energía… el miedo es energía… y también lo es la cobardía. Todo lo que te
ocurre tiene un gran ímpetu, esconde una gran cantidad de energía en su
interior. Una vez que lo aceptas, esa energía es tuya: te vuelves más fuerte, más
amplio. Te vuelves más espacioso; tienes entonces un mundo interno más
grande.

Sólo una dócil entrega o plena aceptación representa el fin del dolor. El dolor
psicológico finaliza sólo si lo aceptamos totalmente. El dolor psicológico no
existe sólo por la mera presencia, por sí sola, de ningún estímulo o realidad que
se ha vuelto dolorosa. Más bien, el dolor es producido por la interpretaci ón del
hecho o realidad, la cual produce la tendencia a evitar o resistir el hecho. Traten
de comprenderlo.

El dolor psicológico es tu propia creación. La cobardía no es dolorosa, pero sí lo


es tu idea de que la cobardía está mal, tu interpretación de que la cobardía no
debiera estar allí. Ashoka debe estarse diciendo a sí mismo: “Ashoka, ¿y eres un
cobarde? ¡No! ¿Cómo podrías ser un cobarde? Eres un valiente”.

Tienes un ego determinado. Ese ego condena la cobardía. Y es debido a esa


condenación e interpretación que el dolor se produce. Y la cobardía está allí; así
entonces, se transforma en una herida. No puedes aceptarla ni tampoco puedes
destruírla si la rechazas. Nada es destruído a través del rechazo. Tarde o
temprano deberás enfrentarte con ello. Aparecerá una y otra vez. Una y otra vez
alterará tu paz. Sólo se presenta el dolor cuando la mente se encoge frente a un
hecho o realidad. Tú te estás encogiendo frente al hecho de la cobardía, el
miedo, la ira, la tristeza. No te encojas. Encogerse frente a un hecho produce
dolor. El dolor psicológico forma parte intrínseca del proceso de huída y
resistencia. El dolor no es inherente a ningún sentimiento, sino que sólo surge
después del intento de rechazar algo. Apenas decides rechazar algo, se produce
dolor. ¡Obsérvalo en tu interior! Transfórmate en un laboratorio de gran
experimentación. Tan sólo observa: sientes miedo… está oscuro y estás solo, y
en millas a la redonda no hay nadie. Te hallas perdido en la selva. Sentado bajo
un árbol, en una noche oscura, leones rugiendo… ¡aparece el miedo! Ahora bien,
hay dos posibilidades: una es, recházalo. ¡Manténte firme, para no comenzar a
temblar de miedo! Entonces, el miedo se transformará en algo doloroso. Está allí
y produce dolor.

La segunda posibilidad es, ¡disfrútalo! ¡Tiembla! Deja que se transforme en una


meditación. ¡Es algo natural! Los leones rugen, la noche está oscura, el peligro
está tan cerca, la muerte puede venir en cualquier instante. ¡Disfruta! Permite
que el temblor se transforme en una danza. Cuando lo aceptes, el temblor se
transformará en una danza. Coopera con el temblor, y tendrás una sorpresa: si
cooperas con él, si te transformas en el temblor, todo dolor desaparece. En
realidad, si tiemblas, en lugar de dolor encontrarás que se produce un gran
repunte de energía en ti. Eso era exactamente lo que el cuerpo deseaba hacer.

¿Por qué tiemblas cuando tienes miedo? El temblor es un proceso químico: libera
energía. Te prepara para luchar o huír. Te da un repunte grande y repentino: es
una medida de emergencia. Cuando comienzas a temblar, la temperatura de tu
cuerpo aumenta. Es por eso que tiemblas cuando hace frío. No tienes miedo, ¿y
por qué tiemblas entonces cuando hace frío? El cuerpo tiembla
automáticamente, para calentarse. Es algo así como un ejercicio natural del
cuerpo. Los tejidos internos comienzan a temblar para calentarse y poder
enfrentar el frío. Ahora bien: si reprimes el temblor cuando hace frío, sentirás
dolor. Ocurre exactamente lo mismo cuando tienes miedo: el cuerpo se esfuerza,
libera sustancias químicas en la sangre, te está preparando para enfrentar algún
peligro. Quizás necesites… necesites luchar… ¡o quizás necesites huír! Ambas
cosas requerirán energía. ¡Observa la belleza del miedo! Observa el trabajo
alquímico del miedo: simplemente intenta prepararte para la situación, de modo
que puedas aceptar el desafío. Pero antes de aceptar el desafío, antes de
comprender el miedo, comienzas a rechazarlo. Dices, “Ashoka, eres un gran
homre, un gran sannyasin7… ¿y estás temblando? Y recuerda lo que Bhagwan
solía decir: que la muerte no existe, que el alma es inmortal. ¿Un alma inmortal
temblando? Recuerda lo que Krishna decia: “La muerte no puede destruírte; el
fuego no puede quemarte; las armas no pueden penetrarte”… ¡Recuerda! ¡Y no
tiembles! ¡Contrólate!”. Has creado una contradicción. Tu proceso natural es el
miedo, y estás trayendo un proceso no natural para contrarrestar al miedo.
Estás trayendo ideales a interferir con el proceso natural… habrá dolor, porque
habrá conflicto. No te preocupes de saber si el alma es o no inmortal. Ahora, la
verdad es que el miedo está… escucha este momento, y permite que este
momento te sumerja totalmente. Permite que este momento te posea, y
entonces no habrá dolor. Entonces… el miedo será una sutil danza de energías
en ti, y te prepara… es un amigo, no es tu enemigo.

Sin embargo, tus interpretaciones te hacen daño. Esencialmente, la sensación de


dolor psicológico es producida por el intento de separar la consciencia de sí
misma. La escisión de la unidad de la consciencia es una dualidad formada por
una entidad conceptual observadora que trata de huír de, distorsionar o
subyugar al sentimiento rechazado, y el sentimiento mismo que se está
observando. Si la consciencia en dualidad es el motivo del dolor, entonces sólo la
consciencia en unidad será la eliminación del dolor. En la unidad se halla el fin del
dolor. Esta separación que creas entre el sentimiento –el miedo, la ira- y tú: te
vuelves dos. Te transformas en el observador y lo observado. Dices: estoy aquí –
el observador- y allá está el dolor –lo observado-. Y yo no soy el dolor. Ahora
bien: esta dualidad produce dolor. No eres lo observado, no eres el observador:
eres ambos. Eres el observador y lo observado, ambos. No digas: “Yo estoy
sintiendo miedo”. Ésa es una forma incorrecta de decirlo. No digas, “Tengo
miedo”. Ésa también es una forma incorrecta de decirlo. Simplemente di: “Soy el
miedo”. En este momento, soy el miedo. No produzcas ninguna división.
Cuando dices, “Yo estoy sintiendo miedo”, te mantienes alejado del sentimiento.
Estás allí, en algún lugar lejano, y el sentimiento está a tu alrededor. Esta es la
des-unión básica. Di, “Soy el miedo”, y observa: ¡ésa es la realidad! Cuando el
miedo está presente, eres el miedo. No es que a veces sientes amor: cuando
realmente el amor está presente, tú eres amor. A esto se refiere Krishnamurti
cuando dice una y otra vez, “El observador es lo observado”, “El que ve es lo
visto”, y “El que vivencia es lo vivenciado”. No produzcas esta división entre
sujeto y objeto: ésta es la causa fundamental de todo sufrimiento, de toda
escisión.

7
Discípulo, en este caso, de Bhagwan Shree Rajneesh.
Así por tanto, uno no debe juzgar como malo o bueno, no debe etiquetar ni
tener ningún deseo u objetivo respecto a lo que surja en la consciencia. No debe
haber ningún setimiento de evitación, resistencia, condenación, justificación,
distorsión o apego con respecto a lo que surge, sino que sólo una consciencia
sin preferencias, y se establece la comunión consigo mismo. Una consciencia sin
preferencias… ésa es la llave suprema para abrir el misterio más íntimo de tu
ser. No digas que es bueno, no digas que es malo. Cuando dices que algo es
bueno, surge el apego… surge la atracción; cuando dices que algo es malo,
surge la repulsión. El miedo es miedo, ni bueno ni malo. No evalúes… déjalo ser,
simplemente. Deja que así sea.

Cuando, sin condena o justificación, estás ahí… entonces, en esa consciencia sin
preferencias, todo dolor psicológico simplemente se evapora como las gotas de
rocío al amanecer, y atrás queda un espacio puro… un espacio virgen. Éste es el
Uno, el Tao, o puedes llamarlo Dios. Este Uno queda, y todo dolor desaparece.
Cuando no estás dividido en forma alguna, cuando el observador se ha
transformado en lo observado… ésta es la experiencia de Dios, el Samadhi o lo
que quieras… y en este estado no hay un “yo” como tal, pues no hay
observador, controlador, enjuiciador. Uno es sólo aquello que surge y cambia de
un momento a otro. En algunos momentos puede ser júbilo, en otros momentos
puede ser tristeza, ternura, destructividad, miedo, soledad, etc. Uno no debiera
decir, “Yo estoy triste” o “Tengo pena”, sino que “Yo soy tristeza”, pues las
primeras dos frases implican un yo separado de aquello que es. En realidad, no
existe otro yo al cual le esté ocurriendo ese sentimiento particular. Sólo existe el
sentimiento mismo. Mediten acerca de esto. Existe sólo el sentimiento mismo,
no existe ningún Ashoka sintiendo miedo. Ashoka es el miedo en un momento
determinado… en otros momentos, Ashoka no es el miedo.

Pero Ashoka no se halla separado del momento, de aquello que está surgiendo.
Sólo existe el sentimiento mismo; por tanto, nada puede hacerse respecto a lo
que está surgiendo experiencialmente en el momento. No hay un “alguien” que
pueda hacer algo. Esta comunión con el dolor no trae más dolor, sino que en
realidad trae liberación y alegría; en realidad, la consciencia en comunión con
cualquier cosa –no sólo con el dolor psicológico- trae, por supuesto, paz y
felicidad. Transfórmate en la verdad, y la verdad te liberará.

Repetiré nuevamente la pregunta: “¿Pueden la cobardía y la hipocresía ser


también hermosas?”. Todo lo que es, es hermoso, incluso la fealdad. “¿Puedo
aceptar incluso mi cobardía, mi hipocresía, mi mezquindad y una tendencia por la
privacidad que usted mismo ha llamado “idiotez”?”. Lo que sea que es, es, ya
sea que lo aceptes o no. Tu aceptación o rechazo no cambian nada. Lo que es,
es. Si lo aceptas, surgirá alegría en ti; si lo rechazas, tendrás dolor. Pero la
realidad sigue siendo la misma. Puedes sufrir: el dolor psicológico será tu propia
creación, porque no fuiste capaz de aceptar, de asimilar algo que surgía.
Rechazaste la verdad. Al rechazarla, te transformaste en un prisionero. La
verdad libera, pero la rechazaste. Es por eso que estás encadenado. Rechaza la
verdad y estarás más y más encadenado. La verdad permanece: da lo mismo si
rechazas o aceptas. El hecho no cambia: lo que cambia es tu realidad
psicológica. Y existen dos posiblidades: dolor o alegría, o tensión o salud. Si la
rechazas, habrá tensión, incomodidad, porque estás cercenando un pedazo de tu
ser. Te dejará heridas y cicatrices. Si aceptas, habrá celebración y salud y
totalidad.

“¿Y si acepto tales tendencias –todas las cuales tienden a hacerme sentir
atascado- cómo podré liberarme?”. No te están atascando: ésa es tu
interpretación, Ashoka. Ninguna verdad amarra nunca a nadie –ésa no es la
cualidad de la verdad-; pero cuando la rechazas, tu rechazo te hace cerrarte. Te
embotellas. En ese rechazo, te transformas en un lisiado, te paralizas.

“¿Y si acepto tales tendencias” –dices- “todas las cuales tienden a hacerme
sentir atascado- cómo podré liberarme?”. La idea misma de liberarte es
nuevamente un ideal. La libertad no es una idea; es un producto lateral de la
aceptación de lo que sea que eres. La libertad es un producto lateral, no un
objetivo que debas lograr con empeño y esfuerzo. No se la alcanza por medio de
un gran esfuerzo, ocurre cuando te hallas relajado. Y ¿cómo puedes estar
relajado si no puedes aceptar tu cobardía? ¿Si no puedes aceptar tu miedo? ¿Si
no puedes aceptar tu amor, si no puedes aceptar tu tristeza, ¿cómo puedes
estar relajado? ¿Por qué las personas no pueden relajarse? ¿Cuál es la causa
fundamental de su tensión constante, crónica? Ésta es la causa fundamental: a
través de los siglos, sus mal llamadas religiones les han enseñado a rechazar y a
rechazar. Te han enseñado a renunciar. Te han enseñado, “Todo está mal; tienes
que cambiar esto, tienes que cambiar eso… sólo entonces serás aceptable a los
ojos de Dios”. Han creado tanto rechazo que para qué hablar de Dios: no siquiera
eres aceptable para ti mismo. No eres aceptable para las personas con las que
vives… ¿cómo puedes ser aceptable para el Dios? Dios ya te acepta, es por eso
que te encuentras en la Existencia; de otro modo, no estarías aquí.
Ésta es mi enseñanza fundamental para ustedes: Dios ya los acepta, no es
necesario que hagan méritos. Ya los tienen, relájense. Disfruten el modo en que
Dios los ha creado. Si Él ha puesto cobardía en ti, Ashoka, debe haber algún buen
motivo. Confía y acéptala. Y ¿qué hay de malo en ser un cobarde? ¿Y qué hay de
malo en tener miedo? Sólo los idiotas no sienten miedo. Los imbéciles no sienten
miedo. Si una serpiente se te cruza en el camino, ¡saltarás inmediatamente! Sólo
el imbécil, el estúpido, el idiota no tendrán miedo de la serpiente. Pero el
inteligente… ¡mientras más inteligente seas, más rápido saltarás! ¡Esto forma
parte de la inteligencia! ¡Esto está perfectamente bien! Te ayuda, te protege.
Pero al hombre le han entregado ideologías estúpidas. Y aún cuando están aquí,
insisten en sus antiguos esquemas… no me escuchan lo que estoy diciendo. Les
digo, lo que sea que sean, acéptenlo incondicionalmente… la aceptación es la
llave de la transformación. No les estoy dicendo que se acepten para ser
transformados. ¡Si es así, no han aceptado nada! Puesto que, profundamente,
desean la transformación, dicen “Bien: esto trae transformación, así que
aceptaré”. Pero esto no es aceptación, han errado totalmente el punto. Aún
deseas la transformación, es por eso que al final preguntas, “¿Cómo me liberaré
si acepto?”. Me estás preguntando, “¿Puedes garantizar que si acepto lograré
ser libre?”. Si yo te lo garantizo y tú aceptas debido a la garantía, ¿dónde está la
aceptación?

La aceptación debe ser incondicional, sin motivo alguno, sin motivación alguna.
Sólo entonces libera, trae inmensa alegría, trae gran libertad. La libertad no viene
como una consecuencia: la aceptación misma es otro nombre para la libertad. Si
has aceptado de verdad, si has comprendido a qué me refiero con aceptación,
aparece la libertad… ¡inmediatamente! ¡Instantánamente! No es que primero
aceptes… practica la aceptación, y luego, un día, serás libre… ¡no! Aceptas y la
libertad se produce, porque el dolor psicológico desaparece de inmediato.
¡Inténtalo! ¡Lo que digo tiene carácter experimental! Puedes hacerlo, no se trata
de que me creas. Has estado luchando contra tu miedo… ¡ahora acéptalo! Y ve
qué ocurre… Sentado en silencio, acepta, y di “Tengo miedo… así, soy el
miedo”. En ese mismo estado meditativo, “Yo soy el miedo”, la libertad
comienza a descender. Cuado la aceptación es total, la libertad ha llegado.

La segunda pregunta…

Traducción: Alejandro Celis H., Universidad de Chile, 1982.

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