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“Cuando los cuerpos se congregan en la calle, en un plaza o en otros espacios

públicos están ejercitando un derecho plural y performativo a la aparición, un


derecho que afirma e instala el cuerpo en medio del campo político, y que
amparándose en su función expresiva y significante, reclaman para el cuerpo
condiciones económicas, sociales y políticas que hagan la vida más digna, más
vivible, de manera que no se vea afectada por las formas de precariedad
impuestas.”
Buttler contextualiza sus análisis en sociedades capitalistas, con economías
liberales. De allí reconoce y caracteriza:
Una economía neoliberal que estructura cada vez más los servicios e
instituciones públicas, (escuelas universidades), época en que personas pierden
su hogar, pensión y posibilidad de conseguir un empleo, nos enfrenta a la idea de
que a ciertos sectores de la población de los considere desechables. Condiciones
de trabajo temporal, o carencia de empleo, o modalidades de mano de obra
flexible que se asientan sobre la base de sustitución y prescindibilidad de los
trabajadores. Estas condiciones indican que la racionalidad de mercado es la
que está decidiendo a quienes es necesario proteger y a quien no, cuales vidas
valen.
LA RACIONALIDAD NEOLIBERAL impone la autonomía como ideal moral:
únicamente somos responsables de nosotros mismos, no de los demás y esta
responsabilidad consiste en ser autosuficientes económicamente (moralidad
neoliberal) en unas condiciones en que la autonomía ha quedado minada en
términos estructurales. Es decir, se exige, al mismo tiempo que desde el poder se
destruye esa misma posibilidad en el plano económico, porque convierte a toda la
población en seres potencial o realmente precarios y se vale de la amenazante
precariedad para justificar su regulación del espacio público y desregulación de la
expansión mercantil. Si uno es incapaz de cumplir la norma de la
autosuficiencia económica, que se le impone (por ej no poder pagarte seguro
médico) se convierte automáticamente en una persona potencialmente
descartable. Presupuesto subyacente es que los individuos deben ocuparse sólo
de sí mismos y no de los demás, y que la atención sanitaria (por ejemplo) no es un
bien público sino una mercancía.
Liberalismo económico: ha puesto fin a cualquier sentido comunitario de la
responsabilidad social que todos compartimos, sustituyéndolo por criterios fríos,
calculadores, encuentran apoyo en la relación alegre con la crueldad.
Nos hallamos en un situación biopolítica en que somos más propensos a la
PRECARIZACIÓN  proceso producido generalmente por instituciones
gubernamentales y económicas, hace que población se acostumbre a la
inseguridad, desesperanza, estructurado sobre la base del trabajo temporal,
supresión de servicios sociales, erosión generalizada de democracia social,
imponiendo en su lugar modalidades empresariales que se apoyan en un feroz
defensa ideológica de la responsabilidad individual y en la obligación de maximizar
el valor de mercado que cada cual tiene, como objetivo prioritario de vida.
Propone partir de un enfoque distinto de la precariedad, considerando los cambios
en términos psíquicos (como plantea Lauren Berlant), a partir del cual se puede
percibir que el carácter desechable de las personas se reparte de manera
desigual en la sociedad. Lo que se produce es: cuanto más acata el individuo
esa exigencia de responsabilidad respecto a su autonomía, más aislado se
encuentra desde el punto de vista social y más conciencia de su precariedad. Y
cuantas más estructuras de apoyo social desaparecen por razones
económicas, más aislado se siente frene a la angustia y el fracaso moral.
Todo esto se traduce en incremento de la angustia sobre el futuro, impone un
marco de responsabilidad individual y redefine la responsabilidad en término de la
exigencia impuesta al individuo en tanto emprendedor de sí mismo.
Cuando se plantea que el individuo puede hacerse cargo de sí mismo bajo
condiciones de precariedad, si no auténtica pobreza, se está asumiendo que las
personas pueden y deben actuar de manera autónoma en unas condiciones en
que la vida se ha hecho invivible.
Autora propone una resemantización de la categoría de responsabilidad (usada
por defensores del neoliberalismo y versiones del individualismo político y
económico) en el contexto de la reflexión sobre las asambleas y reuniones
públicas. Y marca una contradicción: moralmente se nos obliga a convertirnos en
la clase de sujetos que justamente están excluidos por las propias condiciones
estructurales del cumplimiento de esas normas.
Se pregunta ¿Cómo puede la acción plural y corporeizada ser concebida desde
una perspectiva nueva en una situación histórica como la actual?.

Son interesantes los aportes de Buttler sobre la estructura social, en tanto dirá que
sin saberlo nos vemos expuestos a precarización, y esa ignorancia es una señal
de que no controlamos ni podemos llegar a controlar las condiciones que
determinan nuestra vida. Dependemos de las relaciones sociales y de una
infraestructura duradera para poder tener una vida vivible. Esa dependencia nos
muestra el modo que el modo como esté organizada la infraestructura está ligado
al sentido de pertenencia de la vida individual, cómo la vida perdura, al grado de
sufrimiento tolerancia o esperanza con que la vivamos. Si hay personas sin hogar
es porque previamente se ha producido un fracaso social en la organización de la
vivienda, si alguien carece de empleo es porque el sistema ha fallado en la
protección frente a esa contingencia. Experiencias en que más vulnerables somos
a la marginación, no solo se pone al descubierto nuestro carácter precario como
individuos, sino también los fallos e injusticias de las instituciones políticas y
socioeconómicas. Cada yo puede ver como la percepción de la angustia y
fracaso está imbricada en un contexto social mucho más amplio. A partir de ahí se
puede empezar a desarticular esa forma individualizadora y exasperante de la
responsabilidad, sustituyéndola por una concepción solidaria que ratificaría
nuestra dependencia mutual, sujeción a infraestructuras operativas y a las redes
sociales, que abre el camino a una forma de improvisación (democracias
emergentes) mientras se conciben formulas colectivas e institucionales de manejar
la precariedad impuesta.
La autora reconoce un sustrato de precariedad como condición manifiesta que
comparten los movimientos que protestan. En adelante, le interesa averiguar cómo
la precariedad podría operar como un campo en donde se pueden establecer
alianzas entre grupos, que aparte de ser considerados desechables, no tiene
mucho más en común.

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