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Mateo 25, 1-13. La vida lleva su rumbo sin preguntar, le damos la Luz de Cristo y comienza a brillar.
Oración introductoria
Petición
Señor, dame la gracia de tener un corazón alerta y vigilante, para obrar siempre el
bien.
El Evangelio de hoy es una célebre palabra, que habla de diez jóvenes invitadas a una
fiesta de bodas, símbolo del Reino de los cielos, de la vida eterna. Es una imagen feliz,
con la que sin embargo Jesús enseña una verdad que nos hace cuestionarnos; de
hecho, de aquellas diez chicas: cinco entran en la fiesta, porque, a la llegada del
esposo, tienen aceite para encender sus lámparas; mientras que las otras cinco se
quedan fuera, porque, tontas, no han llevado aceite. ¿Qué representa este ´aceite´,
indispensable para ser admitidos al banquete nupcial? San Agustín y otros autores
antiguos leen en él un símbolo del amor, que no se puede comprar, pero se recibe
como regalo, se conserva en la intimidad y se practica en las obras. Verdadera
sabiduría es aprovechar la vida mortal para realizar obras de misericordia, porque,
tras la muerte, eso ya no será posible. Cuando nos despierten para el juicio final, este
se basará en el amor practicado en la vida terrena. Y este amor es don de Cristo,
infundido en nosotros por el Espíritu Santo. Quien cree en Dios-Amor lleva en sí una
esperanza invencible, como una lámpara con la que atravesar la noche más allá de la
muerte, y llegar a la gran fiesta de la vida. Benedicto XVI, 6 de noviembre de 2011).
Reflexión
Como cuando un escalador se detiene para ver lo recorrido y para contemplar la cima
deseada y anhelada, así también Dios nos concede a veces momentos que son como
esas paradas, y vemos lo recorrido en la vida y contemplamos la cima deseada y
anhelada: la eternidad. Y entendemos el sentido de la vida y se nos hacen amargos
todos los consuelos de la Tierra.
En esta situación estaban estas muchachas: el Esposo deseado... ¡Qué gozo!, ¡Qué
alegría vivir así, esperando al Esposo! ¡Como si ya tuvieran ganada la Cima! ¡Cómo les
rebotaría el corazón a estas chicas!
¡Qué contentas estarían! Así se encontraba Santa Teresita del Niño Jesús cuando
descubrió los primeros síntomas de su enfermedad que la llevaría a la muerte, escribe:
"¡Ah, mi alma se sintió henchida de gran consuelo! Estaba íntimamente persuadida de
que Jesús (...) quería hacerme oír una primera llamada. Era como un dulce y lejano
murmullo que me anunciaba la llegada del Esposo. (...) Gozaba por entonces de una fe
tan viva, tan clara , que el pensamiento del cielo constituía toda mi felicidad"
(Manuscrito C, F. 5r-5v).
Pero así como las vírgenes se durmieron, el caminante sigue caminando, a nosotros
nos envuelve el remolino de la vida, y a Teresita se le duerme la fe.(cfr Manuscrito C,
5v). ¿Qué, pues es lo que importa si hasta los prudentes también se duermen? Tener
encendidas nuestras lámparas y llevar el aceite para alimentarlas. Digamos que la
lámpara es la vida, la Luz es la Vida de Gracia y el aceite es la Caridad.
La vida lleva su rumbo sin preguntar, le damos la Luz de Cristo y comienza a brillar,
pero para que nunca de apague se necesita alimentarla con obras de caridad. Es así
como nos va a reconocer el esposo: "En esto reconocerán que sois discípulos míos, si
tenéis amor los unos para con lo otros". "Entonces el Rey les dirá: Venid, benditos de
mi Padre, (...)porque cuanto hicisteis con uno de estos pequeños, conmigo lo hicisteis"
Propósito
Dar la Luz de Cristo a nuestra vida para que comienza a brillar, pero para que nunca
de apague se necesita alimentarla con obras de caridad.
San Agustín dijo que tuviéramos cuidado de la gracia de Dios que pasa y no vuelve.
Por eso te pido, Padre bueno, que me ayudes a percibir tu presencia en lo cotidiano
de este día para que con tu gracia pueda ser tu fiel discípulo y misionero. Mis
decisiones labran mi destino, que terrible sería que me descuidará y siguiera el camino
fácil que ofrece el mundo, por eso te pido me ayudes a vivir con el constante deseo
de trabajar por ti.
El Fin del Mundo
Nadie sabe cuando será el fin del mundo. Antes de la venida de Cristo
ha de producirse «la apostasía general», o sea, habrá una crisis religiosa
a escala mundial
En esta carta les voy a hablar del fin del mundo, no con cuentos y
fábulas de ciencia ficción, sino leyendo simplemente las Sagradas
Escrituras.
Antes que nada el «fin de los tiempos» del cual nos habla la Biblia es el
gran misterio de esperanza que aparece en todo el libro sagrado. Es el
misterio de la historia humana que está en el corazón de Dios, guiada
hacia «un nuevo cielo y una nueva tierra».
Para comenzar, las Escrituras nunca hablan del «fin del mundo», sino
del «fin de los tiempos», como diciendo que este mundo no acabará del
todo, sino que sería transformado en un «cielo nuevo y una tierra
nueva» gracias a la Resurrección de Jesucristo.
En la Biblia también encontramos muchas expresiones que se refieren al
«fin del tiempo», «día de Yahvé», «día del Juicio», «el día», «la Venida
de Cristo», «la resurrección final», «la Parusía», «la llegada del Reino
de Dios». Son todas expresiones que indican este «fin del tiempo».
«En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe ni los mismos ángeles del cielo,
ni siquiera el Hijo de Dios. Solamente el Padre lo sabe» (Mt. 24, 36 y Mc.
13, 32). Jesús no quiso dar la fecha, ni el día ni la hora. «A ustedes no
les toca saber cuándo o en qué fecha el Padre va a hacer las cosas que
solamente El tiene autoridad para hacer» (Hch. 1, 1-7).
Con esto, Jesús condena enérgicamente la tendencia humana que
todavía existe entre nosotros de fijar el día y el año del fin del mundo.
Por supuesto que la fecha exacta tiene algo de excitante y llama
siempre la atención; hasta es noticia en los diarios. Pero el fijarla es
simplemente una mentira y un engaño, porque nadie la sabe. Jesús no
quiso satisfacer nuestra curiosidad, sino que quiso comunicarnos algo
mucho más profundo.
La Biblia, hablando del fin del mundo, siempre dice que debemos estar
preparados. Aunque no sabemos la fecha, este día vendrá como un
ladrón en la noche: «Ustedes, estén preparados, porque cuando menos
lo piensen vendrá el Hijo del Hombre», dice Jesús (Mt. 24, 44). «El día
del Señor vendrá cuando menos se espera, como viene un ladrón de
noche» (2 Pedr. 3, 10; 1 Tes. 5, 2 y Apoc. 16, 15).
«Y este mensaje del Reino será predicado en todo el mundo para que
todas las naciones lo conozcan; es entonces cuando vendrá el fin» (Mt.
24, 14).
La figura de este mundo está afeada por el pecado pero Dios nos
prepara una nueva tierra donde habita la justicia y cuya
bienaventuranza es capaz de saciar y rebosar todos los anhelos de paz
que surgen en el corazón humano.
Cuestionario