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Foucault
Introducción a
la Filosofía
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Heidegger y Foucault
Develar el sentido de El siglo XX dejó muchas cosas en el pensar; entre ellas, la necesidad de
la metafísica y del revisar los fundamentos de una cultura que vio nacer dos guerras
complejo del saber mundiales que devastaron Europa. Pero también la eclosión de nuevos
occidental son dos
modos de relación humana, en especial tras el 68 francés.
grandes objetivos para
Heidegger y Foucault.
Desde paradigmas La crítica nietzscheana a la metafísica occidental se traduce en la obra de
distintos, estos Heidegger en una revisión de la historia de la ontología, pero también en
autores nos adentran un análisis crítico del proyecto moderno, de raigambre cartesiana; análisis
en alguna de las
que ya venía realizando la fenomenología, refundada por E. Husserl (1859-
polémicas de nuestro
presente: ¿es posible 1938). La obra de Husserl cierra con su visión de la crisis de las ciencias
un cuidado del ser en europeas (Husserl, 2010).
las condiciones
tecnocientíficas y de La fenomenología husserliana comprendía la situación de irracionalidad
producción de
que vivía la cultura europea tras la Primera Guerra Mundial –y cuando
subjetividad actual?
¿Existe la posibilidad estaba en ciernes la segunda– como una crisis de la razón europea, una
de modos alternativos crisis del modo racional de comprender la existencia humana y del mundo.
de construcción de Por esto puede leerse el proyecto husserliano como una pretensión de
dicha subjetividad? rescate de tal racionalidad (San Martín, 1994).
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ética es una suerte de estética camuflada (Copleston, 2011). Solo mediante
el salto a la trascendencia y la conversión en la fe, con el estadio religioso,
es posible elegir la existencia en su modalidad de existencia absoluta. La
filosofía se realiza aquí y se convierte en religión (Copleston, 2011). En la
angustia para Kierkegaard se expresa la condición interior del sujeto
(Olivera, 2015). La angustia es el puro sentimiento de posibilidad, la
inesencialidad del ser humano como pura potencia de ser (Olivera, 2015).
Existir es, para Sartre, proyectar; es un habérselas con la nada del presente
y asumir la forma del tener o del hacer frente a ella, desde la óptica de un
futuro que siempre huye. El encuentro de los hombres es, para Sartre, una
suerte de duelo de miradas, un choque entre diversos para-sí que
proceden reduciendo al otro al en-sí. El duelo de miradas y de proyectos
hace emerger el hecho de que la mirada del otro conforma la subjetividad
propia, el modo como el para sí se conforma a sí mismo. De ahí que, ante
ese infierno del otro (el infierno son los otros, en expresión sartreana), el
hombre busque siempre doblegar la libertad del otro. El existencialismo
activista de Sartre se incardinó con la acción política mediante su afiliación
al marxismo.
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La filosofía del siglo XX es muy variada en temáticas: el giro lingüístico
imprimó sesgos nuevos a la reflexión sobre las ciencias y sobre los grandes
temas de la tradición filosófica. Corrientes como el positivismo lógico
(Carnap), la filosofía del lenguaje (Wittgenstein, Ayer, etc.), pero también
los derroteros de la filosofía social crítica con la Escuela de Frankfurt
(Adorno, Marcuse, Habermas, etc.), la visión estructuralista (Althusser,
Lacan, el propio Foucault), la filosofía de la diferencia (Deleuze, Guattari,
Derrida), etcétera, son expresión de esta policromía filosófica.
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pues el Dasein es, ante todo, arrojado al mundo, se siente y encuentra en
un mundo con un conjunto de disposiciones que le conducen a plantearse
su propio ser como ser-en-el-mundo.
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o El habla es fundamental en la comprensión. El hombre
comprende verbalizando proyectos, y de ahí que habite el
mundo poéticamente, generando palabras que se apropian
de las disposiciones afectivas de la apertura al mundo.
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estar-en-el-mundo ya está siempre caído. La cotidianidad
media del Dasein puede ser definida, por consiguiente,
como el estar‐en‐el‐mundo cadentemente abierto,
arrojado‐proyectante, al que en su estar en medio del
“mundo” y coestar con otros le va su poder‐ser más propio.
(Heidegger, 1997, pp. 203-204).
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radicalmente en juego su ser más propio. La muerte no
“pertenece” tan sólo indiferentemente al propio Dasein,
sino que ella reivindica a éste en su singularidad, (Heidegger,
1997, pp. 282-283).
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platónico devenir del mundo sensible-eternidad del mundo de las ideas es
desplazado en la modernidad por el dualismo hombre (sujeto pensante y
libre)-resto del ente por el dualismo sujeto-objeto. Nietzsche avizora el
problema del olvido del ser en la metafísica, pero no logra a entender de
Heidegger sobreponerse a la tendencia de la metafísica occidental.
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Pero incluso allí donde, por una gracia especial, se alcanzara
el grado máximo de la meditación, ésta tendría que
contentarse con limitarse a preparar un estado de
disponibilidad para la exhortación de la que está necesitada
nuestra humanidad de hoy.
Ésta necesita de la meditación, pero no para resolver un
estado de desconcierto accidental o para romper la aversión
al pensar. Necesita de la meditación como un corresponder
que se olvide en la claridad de un preguntar incansable a lo
inagotable de lo que es digno de ser cuestionado, un
preguntar a partir del cual, en el momento adecuado, el
corresponder pierde el carácter del preguntar y se convierte
en un simple decir. (Heidegger, 2001, p. 50).
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o de hacer de tal suerte que su práctica científica esté
acompañada de una ideología justa. Es saber si es posible
constituir una nueva política de la verdad. El problema no es
“cambiar la conciencia” de las gentes o lo que tienen en la
cabeza, sino el régimen político, económico, institucional de
la producción de la verdad. No se trata de liberar la verdad
de todo sistema de poder — esto sería una quimera, ya que
la verdad es ella misma poder— sino de separar el poder de
la verdad de las formas de hegemonía (sociales, económicas,
culturales) en el interior de las cuales funciona por el
momento.
La cuestión política, en suma, no es el error, la ilusión, la
conciencia alienada o la ideología; es la verdad misma.
(Foucault, 1980, p. 189).
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valor racional o a sus formas objetivas, hunden su
positividad y manifiestan así una historia que no es la de su
perfección creciente, sino la de sus condiciones de
posibilidad: en este texto lo que debe aparecer son, dentro
del espacio de saber, las configuraciones que han dado lugar
a las diversas formas de conocimiento empírico. Más que
una historia, en el sentido tradicional de la palabra, se trata
de una “arqueología”. (Foucault, 2002, p. 7).
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someter a los cuerpos, orientándolos hacia la producción, la utilidad, lo
correcto, lo normal, etcétera (Foucault, 2000).
Una de las dimensiones mediante las que se ejercita el poder son las
relaciones de comunicación que producen la legitimidad de los discursos,
pero también de las variedades de conexión intersubjetiva. El lenguaje es
considerado por Foucault como el medio por excelencia de articulación del
poder (Hottois, 2003).
Los saberes nos organizan el caos humano y permiten así que podamos
articular formas más razonables de vida, pero es importante reconocer las
fuentes sobre las que se cimientan y las transformaciones genealógicas –
análisis de la arqueología en sus morfologías de poder– que han sufrido,
porque así podremos hacer de la experiencia del saber una experiencia
conforme a proyectos de libertad (Foucault, 2015).
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cada una de ellas representa una matriz de la razón práctica:
1) tecnologías de producción, que nos permiten producir,
transformar y producir cosas; 2) tecnologías de sistemas de
signos, que nos permiten utilizar signos, sentidos, símbolos
o significaciones; 3) tecnologías de poder, que determinan la
conducta de los individuos, los someten a cierto tipo de
ficciones o de dominación, y consisten en una objetivación
del sujeto; 4) tecnologías del yo, que permiten a los
individuos efectuar, por cuenta propia o con ayuda de los
otros, cierto número de operaciones sobre su cuerpo y su
alma, pensamientos, conducta, o cualquier forma de ser,
obteniendo así una transformación de sí mismos con el fin
de alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría o
inmortalidad. (Foucault, 1990, pp. 47-48).
Sin pretensión alguna de síntesis sobre una obra polifacética y amplia como
la de Foucault, sí es de rescatar como cierre de ella su apelación a las
prácticas de parrhesía de la antigüedad: solo se habla si se está dispuesto a
decir y escuchar la verdad incómoda. Restituir el lenguaje a un uso que
trata de depurar el poder mediante la declaración de este en la interacción.
Nada de lo que el hombre diga o haga está al margen del poder, pero el
coraje de la verdad supone asumir riesgos respecto a uno mismo: el riesgo
de escuchar lo que no se desea escuchar, que supone una forma de coraje;
el riesgo de decir lo que no se quiere escuchar, que supone otra forma en
consonancia. En sus últimos cursos en el Colegio de Francia (1983-1984),
Foucault analiza cómo se conforman las tecnologías de la parrhesía en el
mundo antiguo y su transformación en el mundo cristiano.
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de la ética antigua, etcétera, son propuestas del último Foucault para
abordar los problemas del (su, nuestro) presente.
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Referencias
Abraham, T. (2014). Los senderos de Foucault. Buenos Aires, AR: Eudeba.
Foucault, M. (2002). Las palabras y las cosas. Buenos Aires, ES: Siglo XXI.
Foucault, M. (2009). La arqueología del saber. Distrito Federal, MX: Siglo XXI.
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