En este escrito el autor nos da a entender que el ser humano por naturaleza viene a el mundo a dominar o a ser dominado. Ya que la alteridad en cada persona encuentra su origen en la suposición de un centro. Un centro donde cada quien adquiere una identidad y un sentido que articula la manera de relacionarnos con los demás. Así, el otro (El extranjero, el loco, el marginal, el homosexual, etc.) es aquel que se distingue del límite del mundo y lo cuestiona. Donde este es visto como fuente de amenaza, pues remite a lo desconocido y a lo peligroso. En cierta medida lo es, ya que pone en duda la verdad de lo que creemos, la verdad de nuestro centro. Desde allí, el otro es un bárbaro, un salvaje, un invalido cultural, que solo será aceptado de acuerdo a nuestro centro, ese yo único nacido por las culturas dominantes. Por esta razón, a lo largo de la historia el centro ha destruido hermosos mundos, antiguas razas, armónicas lenguas y profundas tradiciones que con el tiempo fueron rechazadas y olvidadas. La historia o creencia de nuestro centro no se equivoca, hasta que llega otro y trastorna ese orden que lo excluye. Así, al intentar conocer al otro y dar una crítica clara es a partir de la experiencia histórica práctica, donde busca conocer a el otro para dominarlo y sojuzgarlo. ALTERIDAD CON RESPECTO A LA IDENTIDAD El problema que se asoma de manera inmediata en lo que respecta a la alteridad y su relación con la identidad consiste en que el centro de ésta es siempre su relación y referencia con lo otro o los otros. Donde la intervención de lo otro como diferencia o distinción, resulta algo traumático la intervención del otro, una vez que tenemos una determinada forma de pensar y relacionarnos con el mundo, ya que vemos a los demás como una amenaza que puede llegar afectar mi equilibrio de unidad y sentido. Así, la alteridad es casi inimaginable para la vieja conciencia, la cual descansa en el eterno retorno de lo mismo. LOS RELATOS CONTRAPUESTOS: DOS MODOS DE PENSAMIENTO Y DOS POSTURAS VITALES En esta parte de la lectura nos presentan dos relatos, donde queda bastante claro que la posición que la alteridad requiere para su realización plena es la ruptura con lo que tradición demanda, una tradición de opresión y omisión del otro. En el primer relato nos cuenta que Ulises después de conocer tierras lejanas, exóticas selvas, hermosas mujeres, olvidados mundos resplandecientes y ser sujeto de la voluntad de los dioses, prefiere retornar a Itaca, el cual es el punto de salida de la historia, donde desea revivir una vieja felicidad perdida a tomar alguno de esos caminos de realización y posibilidad desconocida. El anula toda la realidad y sobreimprima siempre la misma imagen con la que salió de allí. El segundo relato es la oposición del primero, donde nos cuenta la historia de Abraham, quien sale de su ciudad natal en busca de una tierra prometida, sin ningún deseo de regresar, sino a partir de una total entrega al proyecto. Es así, Abraham el promotor de la realización de lo que en todo comienzo es una posibilidad. Como conclusión respecto a la alteridad, se puede decir que el otro es la garantía de que aún hay esperanza de asomar nuestra cabeza a un plano más vasto, exento de las limitaciones típicas de la vista miope de los ancianos necios que aconsejan a nuestra cultura, que nos susurran un mensaje de miedo que no siempre rechazamos.