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Etiología.
Infecciosa (hepatitis viral tipos B, C y D, y toxoplasmosis).
Enfermedades genéticas (enfermedad de Wilson, hemocromatosis,
deficiencia de alfa 1-antiproteasa, enfermedades por depósito de glucógeno,
síndrome de Fanconi, fibrosis quística).
Medicamentos y venenos (p. ej., metotrexato, alcohol).
Diversas (sarcoidosis, enfermedad de injerto contra huésped, enfermedad
inflamatoria intestinal, fibrosis quística, derivación yeyunoileal, diabetes
mellitus).
La lesión inicial puede deberse a una amplia gama de procesos. Una
característica crucial es que la lesión hepática no es aguda y autolimilada, sino más
bien crónica y progresiva. En EUA, el abuso del consumo de alcohol es la causa
más frecuente de cirrosis. En otros países, los agentes infecciosos (en particular el
virus de la Hepatitis B y el virus de la Hepatitis C) son las causas más frecuentes.
Otras causas son obstrucción biliar crónica, fármacos, trastornos metabólicos,
insuficiencia cardiaca congestiva y cirrosis biliar primaria (autoinmunitaria).
Fisiopatología de la enfermedad pag 420.
Patogenia.
La alteración de la síntesis de colágeno y otros componentes del tejido conjuntivo
o de la membrana basal de la matriz extracelular están implicados en la aparición
de fibrosis hepática y, de esta manera, en la patogenia de la cirrosis. De este modo,
la fibrosis puede afectar no sólo la física del flujo sanguíneo por el hígado, sino
también las funciones de las células mismas.
La fibrosis hepática parece presentarse en tres situaciones: 1) como una
respuesta inmunitaria; 2) como parte del proceso de cicatrización de heridas; y 3)
en respuesta a agentes que inducen fibrogénesis primaria. Tanto en las respuestas
inmunitarias como en la cicatrización de heridas, la fibrosis se desencadena de
modo indirecto por los efectos de citocinas liberadas a partir de células inflamatorias
invasoras. Por último, ciertos agentes, como el etanol y el hierro, pueden causar
fibrogénesis primaria al aumentar de manera directa la transcripción de gen que
codifica para el colágeno y, así, incrementar también la cantidad de tejido conjuntivo
secretado por las células.
Quizá las verdaderas culpables en todos estos mecanismos de fibrogénesis
aumentada sean las células que almacenan grasa (células estrelladas) del sistema
reticuloendotelial del hígado. En respuesta a citocinas, se diferencian desde células
estrelladas en reposo, en las cuales se almacena vitamina A, hacia miofibroblastos,
que pierden su capacidad de almacenamiento de vitamina A y se dedican de modo
activo a la producción de matriz extracelular.
Al parecer, la fibrosis hepática se presenta en dos etapas: La primera etapa se
caracteriza por un cambio de la composición de la matriz extracelular desde
colágeno sin entrecruzamiento, no formador de fibrillas, hacia colágeno que es más
denso y está sujeto a la formación de enlaces cruzados. En esta etapa la lesión del
hígado aún es reversible. La segunda etapa comprende la formación de
entrecruzamientos de colágeno subendotelial, proliferación de células mioepiteliales
y deformación de la estructura hepática con aparición de nódulos de regeneración.
Aparte de los posibles efectos sobre la función de hepatocitos, la fibrosis
aumentada altera de manera notoria la naturaleza del flujo sanguíneo en el hígado,
lo que da lugar a complicaciones como la hipertensión portal.
No se entiende bien el modo en el cual el alcohol provoca enfermedad del hígado
crónica y cirrosis. Sin embargo, el abuso crónico del consumo de alcohol se
relaciona con síntesis y secreción alteradas de proteína, lesión mitocondrial,
formación de acetaldehído; y su interacción con proteínas y lípidos de membrana
celulares, hipoxia celular, y citotoxicidad mediada tanto por células como por
anticuerpos.
Factores genéticos, nutricionales y ambientales también influyen sobre la
aparición de enfermedad hepática en alcohólicos crónicos. Por último, la lesión
aguda del hígado de la cual una persona con un hígado normal se recuperaría por
completo, puede bastar para producir descompensación irreversible en un individuo
con cirrosis hepática subyacente. Fisiopatología de la enfermedad pag 420.
Anatomía Patológica.
A simple vista, el hígado puede ser grande o pequeño, pero siempre tiene una
consistencia firme. La biopsia de hígado es el único método para el diagnóstico
definitivo de cirrosis.
En el estudio histológico, todas las formas de cirrosis se caracterizan por tres
características: 1) deformación notoria de la estructura del hígado; 2) formación de
tejido cicatrizal como resultado de aumento del depósito de tejido fibroso y colágeno,
y 3) nódulos de regeneración rodeados por tejido cicatrizal. Si los nódulos son
pequeños (< 3 mm) y de tamaño uniforme, el proceso se denomina cirrosis
micronodular. En la cirrosis macronodular los nódulos miden > 3 mm y son de
tamaño variable. La cirrosis por abuso del consumo de alcohol a menudo es
micronodular, pero también puede ser macronodular o tanto micronodular como
macronodular. La formación de tejido cicatrizal puede ser más grave en regiones
centrales, o bandas densas de tejido conjuntivo pueden unir áreas portales y
centrales. . Fisiopatología de la enfermedad pag 420.
Complicaciones de la cirrosis.
Hipertensión portal: La hipertensión portal se define por un gradiente de
presión venosa portal de más de 5 mmHg. La hipertensión portal se debe a
un incremento de la resistencia vascular intrahepática. El hígado cirrótico
pierde la característica fisiológica de un circuito de baja presión para el flujo
sanguíneo que se observa en el hígado normal. La presión sanguínea
aumentada dentro de los sinusoides se transmite de regreso a la vena porta.
Dado que la vena porta carece de válvulas, esta presión alta se transmite de
regreso a otros lechos vasculares, lo que origina esplenomegalia, derivación
portosistémica y muchas de las complicaciones.
Varices y hemorragia varicosa: La complicación de la cirrosis que es
consecuencia más directa de la hipertensión portal es el desarrollo de
colaterales portosistémicas, las más importantes de las cuales son aquellas
que se establecen por dilatación de las venas coronarias y gástricas, y que
forman varices gastroesofagicas. La formación inicial de las colaterales
esofágicas depende de una presión portal umbral, establecida clínicamente
por un gradiente de presión venosa hepática de 10-12 mmHg, por debajo del
cual las varices no se originan. El desarrollo del estado circulatorio
hiperdinámico da lugar a posterior dilatación y crecimiento de varices y, en
última instancia, a su ruptura, con la correspondiente hemorragia varicosa,
una de las más temidas complicaciones de la hipertensión portal. La tensión
en una variz determina la posible ruptura de la misma.
Ascitis: En la cirrosis, la ascitis (acumulación de líquido intraperitoneal) es
secundaria a hipertensión sinusoidal y retención de sodio. La cirrosis produce
hipertensión sinusoidal por bloqueo del flujo venoso hepático de salida, tanto
anatómicamente, por fibrosis y desarrollo de nódulos regenerativos, como
funcionalmente, por aumento del tono vascular postsinusoidal. De forma
similar a lo que sucede en la formación de las várices gastroesofagicas, es
necesario un umbral de gradiente de presión venosa hepática de 12 mmHg
para la formación de la ascitis.
Peritonitis bacteriana espontánea: La peritonitis bacteriana espontanea,
que es una infección del líquido ascítico, se da en ausencia de perforación
de una víscera hueca o en un foco inflamatorio abdominal. La translocación
bacteriana, o migración de las bacterias de la luz intestinal a los ganglios
linfáticos mesentéricos y otras localizaciones extraintestinales, es el principal
mecanismo implicado en la peritonitis bacteriana espontanea.
Encefalopatfa hepática: Es una manifestación neuropsiquiátrica secundaria
a cortocircuitos portosistémicos debidos a la hipertensión portal. El
amoniaco, una toxina que es normalmente eliminada por el hígado,
desempeña un papel clave en su patogenia. En la cirrosis, el amoniaco se
acumula en la circulación sistémica por la derivación de sangre a través de
las colaterales portosistemicas y por la disminución del metabolismo hepático
(es decir, por la insuficiencia hepática). La presencia de grandes cantidades
de amoniaco en el cerebro daña las células cerebrales de soporte y origina
los cambios estructurales característicos de la encefalopatía.
Ictericia: La ictericia en la cirrosis es reflejo de la incapacidad del hígado
para excretar bilirrubina y es por tanto una de las consecuencias de la
insuficiencia hepática. Otros indicadores de insuficiencia hepática, como la
presencia de encefalopatía o la prolongación del índice normalizado
internacional, ayudan a establecer el desencadenante más probable de la
hiperbilirrubinemia.
Manifestaciones clínicas.
Las manifestaciones clínicas de la cirrosis varían dentro de amplios márgenes,
dependiendo del estadio de la enfermedad, y pueden ir desde cuadros
asintomáticos sin signos de hepatopatía crónica a casos de pacientes con
confusión, ictericia, atrofia muscular y ascitis. La historia natural de la cirrosis se
caracteriza por una fase inicial, llamada de cirrosis compensada, seguida de una
fase de progresión rápida en la que se desarrollan complicaciones de la hipertensión
portal o la disfunción hepática (o ambas), denominada de cirrosis
descompensada.
Cirrosis compensada: en esta etapa, la función de síntesis del hígado suele
preservarse y la presión portal, aunque elevada, no llega al umbral necesario
para la aparición de varices o ascitis. Igualmente, en esta etapa la cirrosis es
en la mayoría de los casos asintomática y se diagnostica durante la
valoración de una hepatopatía crónica, o accidentalmente, durante la
realización de rutina de un examen físico, o bien durante una endoscopia en
la que se observan varices gastroesofagicas o durante una cirugía abdominal
en la que se detecta un hígado nodular. Los únicos síntomas son muchas
veces fatiga, disminución del deseo sexual o trastornos del sueño. En torno
al 40% de los pacientes con cirrosis compensada presentan varices
esofágicas. Las varices gastroesofagicas no sangrantes son asintomáticas y
su presencia (sin hemorragia) no denota descompensación.
Cirrosis descompensada: en esta fase hay ya signos de descompensación,
tales como ascitis, hemorragia varicosa, ictericia, encefalopatía hepática o
cualquier combinación de ellas. La ascitis, que es el signo más habitual de
descompensación, está presente en el 80% de los casos de cirrosis
descompensada.
VÍAS BILIARES.
Los conductos biliares ubicados dentro del hígado presentan una disposición
paralela a las ramas de la vena porta hepática y de la arteria hepática, se describen
así dos ramificaciones biliares: El conducto hepático derecho e izquierdo los cuales
están formados por la unión de conductos segmentarios que se reúnen para
constituir dos conductos biliares interlobulillares. Ambos conductos hepáticos están
separados por la fisura portal hepática.
El conducto hepático común recibe a la vía biliar accesoria: el conducto cístico. Por
debajo de esta unión, el conducto hepático común pasa a denominarse conducto
colédoco. Este último conduce a la bilis a la porción descendente del duodeno. La
vía biliar accesoria se completa con la vesícula biliar y el conducto cístico.
Vesícula biliar:
Conducto Cístico:
La vesícula biliar es un órgano que almacena y concentra bilis, la cual drena hacia
ella desde el hígado por medio de los conductos biliares, hepáticos y císticos,
respectivamente. Una válvula esfinteriana en el cuello de la vesícula biliar permite
una capacidad de almacenamiento de 35 a 100 ml bilis. Cuando la vesícula biliar se
llena con bilis, se expande y adquiere el tamaño y la forma de una pera pequeña.
La bilis es un líquido verde amarillento que contiene sales biliares, bilirrubina,
colesterol, fosfolipidos (sobre todo lecitina) y iones inorgánicos.
SÍNDROME ICTÉRICO.
Se denomina ictericia a la coloración amarillenta de las escleras, las membranas
mucosas y la piel. Su magnitud y extensión dependen del grado de acumulación del
pigmento biliar, lo cual se produce cuando existe un desequilibrio entre la
producción y la excreción de las sales biliares.
Los grupos hem son degradados por el sistema hem oxigenasa a biliverdina, que
posteriormente se degrada a bilirrubina por la enzima biliverdina reductasa. La
bilirrubina recién formada se llama bilirrubina no conjugada o indirecta (BI) (soluble
en lípidos), que se libera a la circulación y se une a la albúmina para ser transportada
por el plasma; llega a los hepatocitos y atraviesa la membrana plasmática a través
de un polipéptido transportador de aniones orgánicos (OATP) y es captada por el
citoplasma. La bilirrubina recién captada, bilirrubina indirecta, es no polar
(liposoluble) y debe ser transformada en bilirrubina polar (soluble en agua), para
poder ser excretada por la bilis, lo cual se logra mediante la conjugación con el ácido
glucurónido en el retículo endoplásmico liso y rugoso, a través de la acción de la
enzima uridín difosfato (UDP)--glucuroniltransferasa.
Al fin la bilis sale de los canalículos hacia los conductos de Hering y sucesivamente
a los colangiolos, los conductos intralobulares y los conductos hepáticos derecho e
izquierdo que convergen y forman el hepático común; luego pasa al colédoco y llega
a la segunda porción del duodeno a través del ámpula de Vater.
Clasificacion:
Diagnostico:
Si se correlacionan los datos clínicos (género, edad, antecedentes, síntomas y
exploración física) con los datos de laboratorio, se puede integrar un diagnóstico
8. Ictericia fisiológica del recién nacido. Los neonatos tienen escasa flora intestinal
y tardía colonización del tubo gastrointestinal, por lo cual corren un gran riesgo de
absorber bilirrubina no conjugada formada a partir de la --glucuronidasa intestinal.