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PRONUNCIAMIENTO DE CONSTITUCIONALISMO CRÍTICO SOBRE LA

CUESTIÓN DE CONFIANZA PLANTEADA POR EL PODER EJECUTIVO

Teniendo en cuenta el delicado contexto político que atraviesa nuestro país, y guiados
por el amor a nuestra patria, nuestros valores institucionales de honestidad intelectual,
justicia y respeto por los derechos fundamentales, y motivados por la responsabilidad
que nos merecen nuestra profesión legal y nuestra formación en Derecho
Constitucional, los integrantes de Constitucionalismo Critico nos sentimos llamados a
pronunciarnos con firmeza y claridad. En estas circunstancias, en las que la
interpretación de la Constitución resulta fundamental para la solución de la presente
crisis política, expresamos lo siguiente:

1. La cuestión de confianza planteada por el Presidente del Consejo de Ministros,


es una institución típica de los regímenes parlamentarios que se incluyó dentro
del sistema de gobierno presidencial existente en nuestro país. Implica que el
Presidente del Consejo de Ministros o un ministro solicita al Congreso que le
reafirme si continúa o no el cargo, lo cual el Parlamento puede votar favorable
o desfavorablemente. En caso rechace la confianza, el Presidente del Consejo
de Ministros o el Ministro solicitante debe renunciar.

2. La actual Constitución de 1993 recogió esta institución de su antecesora, poco


después de un hecho histórico específico: la disolución del Parlamento por el
entonces Presidente Alberto Fujimori.

El artículo 134 reformuló esta figura, y le otorgó al Presidente de la República


la facultad de cerrar el Parlamento, en caso éste le negase su confianza o
censurase en dos ocasiones al Consejo de Ministros. La finalidad de esta
disposición es entregar al Poder Ejecutivo un mecanismo para superar la
oposición del Parlamento a su política de gobierno o a las medidas que ésta
requiera para su implementación. La disolución del Parlamento en esos
supuestos, por tanto, no es una medida contraria al orden constitucional,
sino más bien una incorporada a dicho orden, para destrabar el
desencuentro entre poderes.

3. Una lectura de esta institución, desde su nacimiento y en clave democrática, es


incompatible con el uso autoritario del poder. Según esta lectura, quien va a
dirimir si corresponde apoyar al Poder Ejecutivo, o si más bien corresponde
que sus políticas o medidas sean rechazadas, es el pueblo, a través de la
elección de un nuevo Congreso.

Será el pueblo quien elija parlamentarios afines a las propuestas del Ejecutivo,
llevándolos al Poder Legislativo para que el Gobierno finalmente logre la
aprobación de las políticas o medidas que fueron rechazadas por el
Parlamento anterior. O por el contrario, será el pueblo quien vote
mayoritariamente por las fuerzas políticas que pusieron resistencia a las
propuestas del Ejecutivo, reproduciendo su composición original y obligando al
Poder Ejecutivo a retroceder.
4. Por estas razones, la afirmación de que un gobierno devendría en
autoritario, si adoptase una medida como la disolución del Parlamento
dentro de los supuestos previstos en la Constitución, es incorrecta y no
atiende a la finalidad democrática de la institución. No solo porque dicha
medida -la disolución del Parlamento- ha sido expresamente prevista por el
texto constitucional, sino porque su finalidad es, precisamente, superar una
situación de crisis política que no ha sido posible resolver por la vía del diálogo
o del consenso. Por el contrario, la solución final del conflicto es profundamente
democrática, al ser encargada al pueblo mediante la composición que le
otorgue al nuevo Parlamento.

5. En segundo lugar, la Constitución no impone limitaciones expresas a las


materias que pueden ser incorporadas en la cuestión de confianza, y
ciertamente, tampoco excluye de ella, la necesidad de una reforma
constitucional. Ello no significa que la institución carezca de límites, pero ellos
se derivan del sistema de valores y principios que recoge la propia
Constitución, debiendo ser analizados en cada caso.

Así, en el caso de la cuestión de confianza planteada por el Presidente del


Consejo de Ministros, el Ejecutivo ha sustentado que el fortalecimiento
institucional y combate a la corrupción y la impunidad constituyen políticas
centrales de su gobierno, cuya ejecución requiere reformar ciertos aspectos de
la Constitución, como la inmunidad parlamentaria y los requisitos para postular
a cargos de elección popular. A la luz de los hechos recientes, de la
evidencia de una corrupción estructural que ha alcanzado al sistema
político y afectado la independencia de las instituciones de la justicia, y
de los profundos efectos de la corrupción respecto del goce de derechos
y libertades básicas, es razonables sostener la necesidad apremiante de
estas reformas, e incorporarlas como fundamentales en la cuestión de
confianza planteada al Parlamento. Tales objetivos no son incompatibles con
el sistema constitucional de valores, sino que su consecución viene exigida por
éste.

6. En tercer lugar, una lectura democrática de la cuestión de confianza, desecha


la idea una invasión de las competencias del Congreso por parte del Ejecutivo,
o de una violación del artículo 93 de la Constitución, que prescribe que los
parlamentarios no están sujetos a mandato imperativo.

El planteamiento de la cuestión de confianza -incluso cuando versa sobre una


política de gobierno que requiere una reforma constitucional y/o legal- no obliga
al Parlamento a aceptarla. Si este considera que la reforma propuesta no es
legítima o que su aprobación no es urgente, puede rechazarla. Su rechazo
supondrá el ejercicio de su facultad constitucional de oponerse a la
política planteada por el Ejecutivo. El pedido de apoyo que viene aparejado
a la cuestión de confianza, y la posibilidad subsecuente de disolución del
Parlamento, no suponen la derrota del Legislativo, sino solo el aplazamiento
del conflicto a las urnas, que facilitarán la expresión de la única voluntad capaz
de resolver la falta de consenso, que es la voluntad del pueblo.

Cuando la posición del Parlamento en funciones representa cabalmente la


voluntad del pueblo, como ha sido indicado anteriormente, es dicha voluntad la
que prevalece, expresada en una nueva composición parlamentaria, y será ella
la que decidirá al final, el apoyo a la política propuesta. Pero cuando la
composición del Congreso no refleja esa correspondencia, las nuevas
elecciones eliminan esa discordancia.
7. Lamentamos que ciertos sectores de la prensa, autoridades y académicos
hayan alentado esta lectura de la institución, sin considerar la finalidad y
orígenes de la cuestión de confianza, denunciando inminentes
quebrantamientos del orden constitucional, del Estado de Derecho e incluso
deslizando la idea de un velado de golpe de estado.

Consideramos que este tipo de lectura, basada en intereses de coyuntura o


incluso en intereses partidarios concretos, se aleja del espíritu integrador de la
Constitución, que introdujo dicha institución para dar solución a la confrontación
política entre Poder Ejecutivo y Poder Legislativo, y genera una innecesaria
polarización social que agrava la crisis.

8. Desde Constitucionalismo Critico, consideramos que la lucha contra la


corrupción estructural que ha permeado al Estado peruano en todos sus
niveles, debe ser una prioridad, no solo porque la corrupción constituye la
expresión extrema de la arbitrariedad y es una negación intrínseca del Estado
de Derecho, sino porque consolida situaciones de grave desigualdad en el
goce de los derechos y libertades básicas, con un impacto mayor en los
peruanos y peruanas más vulnerables.

En ese sentido, expresamos nuestro decidido respaldo a una salida a la


situación de crisis, mediante el uso de las reglas establecidas por la
Constitución, que permiten una solución de este entrampamiento en el terreno
político; y rechazamos el uso de ardides legales que, desconociendo el sentido
de la Constitución, buscan colocar innecesariamente esta disputa en manos del
sistema de justicia. Asimismo, alentamos a los actores políticos y sociales a
actuar guiados por los valores democráticos, para alcanzar las reformas que el
país necesita.

Lima, 04 de junio de 2019

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