Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
ALFABETOS
GRIEGO Y LATINO. TENDENCIA FONOLÓGICA DEL ALFABETO LATINO.
El latín cuenta con una tradición escrita de más de dos milenios. Pertenece al
indoeuropeo (ie), de capital importancia para el lingüista que se propone explicar una
estructura fónica y gramatical o el léxico latino. El latín es llevado a la península itálica
por un pueblo invasor del Norte en el año 1000 a.C. pero hay que resolver cuestiones
como el emplazamiento originario del pueblo protoindoeuropeo y la afiliación dialectal
del latín en esta familia lingüística.
1
En el siglo XX se supera la división centum/satum con el desciframiento del
tocario y hetita. Por otro lado, la palatalización afecta a las lenguas ie en distintas
épocas, así en latín (centum) se registra en fecha tardía, como ocurre al eslavo (satem).
Además hay muchas innovaciones que sólo se dan en lenguas occidentales y orientales,
sin corresponder a tal división. Schmidt propone la teoría de las ondas, por la que el
cambio lingüístico se propaga desde un epicentro a zonas distantes y las afectadas por
un cambio determinado, comparten un rasgo que las asemeja, esto es, la isoglosa. La
semejanza lingüística se debe a la extensión de isoglosas entre Europa y Asia. Aunque
se conciben las lenguas como dialectos de una lengua común, se acepta la existencia de
isoglosas que pasan a los dialectos vecinos.
La mayor parte del léxico y flexión latinos es herencia de una época que dista
mucho de su existencia por separado. Aunque el latín participa de la isoglosa centum,
sobresale la participación del itálico en una serie de hechos en las zonas extremas del
dominio ie. Las coincidencias entre itálico y griego se deben a evoluciones paralelas o
isoglosas y no a un antiguo parentesco (G pl –arum, -áwn en gr. y –āzum en osco).
Según la Gramática Comparativa, las principales correspondencias fonéticas entre
griego y latín son las siguientes: en ie *a, *e, *o se mantienen en griego alfa, épsilon y
ómicron y en latín; las oclusivas labiales, dentales y guturales sordas y sonoras se
mantienten (*p, *t, *k, *b, *d, *g), pero no así las aspiradas sonoras *bh, *dh, *kh, que
en griego pasan a fi, zeta y ji y en latín a f-b, f-d-b y h-g, respectivamente; la *s se
mantiene como tal o en latín con rotacismo; y *kw > pi, tau en gr. y qu en lat., *gw> beta,
delta en gr. y gu-u en lat, y por último, *gwh> fi, zeta y f-gu en lat.
2
remontan al XX. Este ie. crea nuevos temas, pierde laringales, introduce vocales largas,
el relativo *so-*sa-*tod y desarrolla dos variantes dialectales: la A para Grecia, Irán y la
India; y la B para Europa y Turquestán, por lo que el latín procedería del IE III B, punto
de partida del tocario, celta e itálico, sin embargo, para Ivanov el latín deriva del IE III
A. El ítalo presenta muchos rasgos comunes con el celta y germánico como el genitivo
temático en –ī; la –r con valor originario de pasiva impersonal; la sonorización de la –p-
media; subjuntivos itálicos y celtas en –ā y –s; formante *-smo- del superlativo; etc.
También hay numerosas concordancias léxicas entre el ítalo y el celta, interpretadas por
Silvestri como desarrollos fonéticos paralelos que invalidad la tesis de una amplia
unidad intermedia “ítalo-celta”. En fin, la tesis de la unidad ítalo-celta es defendida por
lingüistas de la talla de Meillet e Ivanov y rechazada por otros estudiosos.
3
alfabeto completo de la historia. Por otro lado, para los sonidos ph, kh y ps, los griegos
crean las letras fi, ji y psi.
Kirchoff elabora un mapa donde representa con colores las zonas donde se usa
cada variedad del alfabeto, distinguiéndose el alfabeto verde de Creta, Tera y Melos
que, al desconocer las tres nuevas consonantes, usan otras en su lugar; el rojo de la
Élide, Tesalia, Rodas y Siracusa; el azul claro en Atenas y Paros; y el azul oscuro en
Jonia, Corinto y Arcos, con psi para ps, ji para kh y xi may para ks. En el año 403
Atenas adopta oficialmente el alfabeto de Mileto, azul oscuro, que reutiliza la eta para ē
y crea la omega. Las demás ciudades siguen el ejemplo, creándose el alfabeto de 24
caracteres conocido como milesio: Α, Β, Γ (gamma), Δ (delta), Ε, Η (eta), Θ (zeta), Ι, Κ,
Λ (lambda), Μ, Ν, Ξ (xi) , Ο, Π, Ρ, Σ (sigma), Τ, Φ(fi), Χ (ji) Ψ (psi), Ω (omega). Al
principio el sentido de la escritura era de derecha a izquierda, herencia semítica; luego
se introdujo el bustrófedon, que combinaba una línea en este sentido y el contrario en la
siguiente; y por último, se fijó el dextrorsum, de izquierda a derecha. Las minúsculas se
desarrollan plenamente a partir del siglo IX d.C.
Según Velio Longo, en el periodo más arcaico, hay una -s sonora [z],
representada por Z, que más tarde sufre rotacismo y Z se torna superflua y, eliminada
por Apio Claudio, en su lugar se coloca G, de nueva creación. La tendencia fonológica
del alfabeto latino se manifiesta así: antes del rotacismo, no hay fonema /z/ sino sonido
[z]; no hay diferencia de significado entre [esed] y [ezed]. Las grafías de las palabas
4
tomadas del griego dan fe de la desaparición de la z, aunque en el siglo I d.C. se
restablece para reproducir la Z de palabras griegas, colocándose en el último lugar del
alfabeto latino.