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Facultad de Artes
Introducción a la Teoría del Arte
Pablo Contreras-Samantha Yaya
Luego de su regreso en 1945, pasó 10 años recuperándose tanto física como emocionalmente de todas
las secuelas que arrastró tras la guerra. Durante este tiempo sobrevivió con las comisiones que
cobraba haciendo esculturas de bronce, y sin sospecharlo, se ponía en contacto con una de sus
primeras influencias. A finales de la década de los 50, Beuys mostraría un crecimiento en su postura
frente al arte y su vida personal; habiéndose nutrido de autores como Hegel, Nietzsche, Jean Paul,
Tieck, Kierkegaard, y sobre todo Rudolf Steiner, teósofo y educador, auténtica columna vertebral de
sus teorías sociales, decidió asentar su estilo y dedicar la totalidad de su vida al arte, explorándose
como performer en 1961, y haciéndose profesor en la Academia de Artes de Düsseldorf, donde su
recién esposa, Eva Wurmbach, también era estudiante.
Un año más tarde se unió a Fluxus, un movimiento de “anti-arte” liderado por el estadounidense
George Maciunas, en el cual el estandarte era el entendimiento del arte como un proceso en flujo y no
como un mero producto. No obstante, en cuanto empezó a notar que este
movimiento se volcaba al arte institucional, lo abandonaría, sin olvidar,
aún así, la premisa de alear el arte y la vida, permeando cada vez más en
la política, la educación, la naturaleza, la religión y el mismo arte. Con
esta influencia, en 1969, consolidó una de sus obras actualmente
expuestas en el MoMA de Nueva York: The Sled descrita por el mismo
como un “kit de supervivencia”; así, sería evidente su tránsito desde la
escultura en bronce, a la escultura en general, para luego en la década de
los 70, volcarse a una escultura más experimental. Ya por 1974, al
responder las preguntas de rutina cuando aterriza en el John F. Kennedy, se definía a sí mismo como
un escultor, un escultor social.
Aquel viaje tuvo como principal motivación la realización de uno de sus performances más icónicos: I
Like America and America Likes me, en el cual hace todo un despliegue desde su llegada en
ambulancia, cubierto totalmente en fieltro, acompañado por dos hombres y el cayado de un pastor, a
la galería René Block en Manhattan, dispuesta en ese momento como un corral para acoger a un
Coyote vivo, y al mismo Beuys, quien pasaría allí 3 días con miras a reconciliar metafóricamente la
cultura moderna con la primigenia y el mundo natural de los Estados Unidos. Durante este tiempo
urga y camina sobre la culpabilidad reprimida de esta civilización al haber exterminado, en nombre de
la libertad, a la encarnación máxima de esta: el indio americano tan soberano como el búfalo o el
coyote, y así, logra traspasar desde adentro la desolación de una cultura, que el crítico social observa
desde la distancia. De aquí en más, con esta y otras acciones antropológico-sociales, se dejarían ver
sus atisbos de activismo político, participando en la conformación de grupos que perseguían el
desarmamiento mundial, una mejor administración ambiental, y reformas educativas, a la vez que
adjudicaría un nuevo significado al rol del artista (Lamarhe-Vadel, 1994):
Es de este modo que su legado más importante “todo hombre es un artista” se hace un hueco dentro de
la reflexión en torno al significado mismo de arte, pues para Beuys este constituía una herramienta a
la disposición de todos, en tanto entes creadores, para la transformación propia y de la sociedad, por
medio de acciones que llamó esculturas sociales. Ejemplificando las consideraciones previas, en 1982
tuvo lugar uno de sus últimos proyectos importantes: 7000 robles con el que buscaba la reforestación
de las áreas destruidas durante la guerra, por lo que sembró árboles a lo largo y ancho de la ciudad de
Kassel, todos acompañados de una piedra. 4 años más tarde, debido a una falla cardiaca, Beuys fallece
en Düsseldorf, habiendo heredado todo un nuevo y necesario paradigma, no exclusivo para el mundo
del arte, sino por el contrario, en comunicación permanente con la vida y con todos.
Evidentemente, es imposible disociar la obra de Joseph Beuys de sus vivencias, su contexto político,
sus posturas, sus influencias, todo lo que rondó su existencia de alguna manera se coló al “producto
final” que es su obra más grande, su vida misma. Pasados 7 años de su muerte, Richard Hamilton
diría: “ningún artista de su generación ha proyectado de manera tan poderosa esa disposición de su
tiempo, legitimado por Duchamp, para que la vida del artista se convierta en su obra maestra”. Sus
ideas de una democracia real, sus deseos por fomentar el espíritu, la vida, la naturaleza humana y la
empatía, su visión de la sociedad como una materia plástica a moldear, en la que todos, haciendo uso
de la voluntad expresiva y sensibilidad artística inherente a la conciencia humana, deben participar
activamente, jamás hubieran visto la luz de no ser por cada uno de los momentos que labraron su
camino y las decisiones que tomó, las acciones que emprendió para ser ejemplo vivo de sus
reflexiones; si bien puede tacharse de utopista, es verdad que nadie antes que él se atrevió a plantearlo
todo de una manera diferente, nadie, ni el mismo Duchamp, pensó jamás que desde el arte y la unión
del arte a todos los terrenos de la vida se pudiese proponer una sociedad modelada con más sentido,
esculpida desde todas las voces y no desde unas pocas.
https://www.revistaarcadia.com/arte/articulo/un-escultor-social-la-polemica-vida-del-artista-joseph-
beuys/71931
https://www.homines.com/arte_xx/joseph_beuys/index.htm
https://historia-arte.com/artistas/joseph-beuys