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El viejo continente, que pretendía ser el referente democrático mundial, está recibiendo

críticas desde prácticamente todos los frentes.

 La moneda única no ha resultado tan estable como prometían


 la crisis de refugiados muestra la total falta de cohesión en decisiones importantes
 la amenaza del Brexit puede hacer que la Unión Europea aparezca, por primera vez,
como un proyecto que abandonar. Se va uno de los grandes, los demás deberán
aportar más

Porque, en realidad, más Europa significa

 dar por bueno el papel prominente de los mercados financieros y las corporaciones
transnacionales,
 someterse a los dictados autoritarios de Bruselas y del FMI,
 pretender acorazar las fronteras comunitarias ante la llegada inmigrantes y refugiados,
 + gasto militar
 proteger los paraísos fiscales.

Esto y no otra cosa es la Europa realmente existente; y la que preservan y fortalecen las
tímidas y sesgadas reformas en la arquitectura institucional introducidas por las elites políticas
y económicas

El aumento y enquistamiento de la desigualdad es una de las razones del auge de la extrema


derecha. La respuesta del establishment ante el aumento de la fractura social ha sido insistir en
las mismas promesas, mil veces incumplidas, y en las mismas recetas, mil veces fracasadas.

Poco se habla y casi nada se hace para corregir y revertir esta situación. Las ingenuas o
interesadas llamadas a la recuperación de las esencias de la construcción europea o levantar
la bandera del europeísmo frente a los populismos desintegradores que la amenazan suponen,
de hecho, una cortina de humo, pues ignoran o relegan a un papel secundario esa
problemática.
Otra Europa significa necesariamente un reparto de la renta y de la riqueza, así como de los
recursos materiales y energéticos, que beneficie a las mayorías sociales. Avanzar en esa
dirección supone poner el foco en los de arriba. Sabiendo que, en realidad, ambos planos
están íntimamente relacionados; los recursos necesarios para mejorar la situación de los de
abajo exige limitar los privilegios de los de arriba.
Avanzar en esta dirección significa, entre otras cosas,
 aplicar políticas decididamente progresivas en materia tributaria
 prohibir los paraísos fiscales,
 exigir que las corporaciones transnacionales tributen por todos los beneficios obtenidos
en los territorios donde operan,
 aplicar límites a las retribuciones percibidas por las elites empresariales,
 prohibir los mercados y productos financieros opacos,
 introducir principios de condicionalidad en materia de sostenibilidad, equidad de género
y respeto de la negociación colectiva a la hora de acceder a los recursos públicos
 prohibir las puertas giratorias.
En los años 50, tras una guerra que había dejado ahogado al continente en miseria, la
Comunidad Europea del Carbón y el Acero se alzó como un tímido intento de evitar que algo
así volviese a ocurrir en un futuro. La idea era simple: colocar a disposición de un organismo
superior y transnacional la producción del carbón y el acero de los países que quisieran
adherirse, de manera que quedara controlada por un ente ajeno a los países y evitara a toda
costa la supremacía de un país sobre otro. Sus fundadores consideraron que esta era la mejor
manera de conocer las posibles intenciones militares de los países vecinos.

https://elpais.com/elpais/2012/12/31/masterdeperiodismo/1355502162_598912.html

https://www.publico.es/economia/troika-da-tregua-grecia.html

https://elordenmundial.com/euroescepticismo-en-la-ue/

https://www.politico.eu/article/french-german-economists-launch-their-own-eurozone-plan/

Los euroescépticos aceptan la idea de la Unión Europea como comunidad política e


intervienen en decisiones de cooperación económica siempre que se respete la soberanía
de cada país, por lo que no admiten la integración política.
Los eurocríticos no están en contra de la Unión Europea como comunidad política, pero
defienden que podría mejorarse aplicando otro tipo de criterios.
Los eurófobos, por su parte, rechazan todo tipo de integración, política y económica, y
están en contra de la Unión Europea entendida como una comunidad política.

La crisis económica de 2008, así como las recetas de austeridad impulsadas por Bruselas y
auspiciadas por Berlín, aumentaron el rechazo popular a lo que era visto como una erosión
de los derechos fundamentales a causa de un programa económico y político diseñado por
unas élites liberales extranjeras. Además la crisis de los refugiados, que puso en evidencia la
división interna en el proyecto comunitario y la visión que muchos de ellos tienen de la
Unión como mero mediador de conflictos sin ningún poder real y un organismo del que
beneficiarse, no un ente que emita normas de conducta internacional.

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