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Némesis

Ciclo de las Máscaras – Libro II

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Paul B. Thompson

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Indice
Preludio: Lente.…………………………………………………………………………7

Capítulo 1: Prisioneros…….…………………………………………………………..19
Capítulo 2: Hermanos…...…………………………………………………………….27
Capítulo 3: Llegadas ..………………………………………………………………..33
Capítulo 4: Mensajero…………………………………………………………………43
Capítulo 5: Regalos……………………………………………………………………53
Capítulo 6: Enemigos …………………………………………………………………63
Capítulo 7: Bautismo …………………………………………………………………73
Capítulo 8: Derrota …………………………………………………………………83
Capítulo 9: Víctimas …………………………………………………………………93
Capítulo 10: Rivales ………………………………………………………………..103
Capítulo 11: Banquete………………………. ………………………………………113
Capítulo 12: Fantasma……………. …………………………………………………125
Capítulo 13: Traidor………………………………………………………………… 135
Capítulo 14: Precio...…….. .…………………………………………………………145
Capítulo 15: Rehén...…………………………………………………………………155
Capítulo 16: Decisión.. ………………………………………………………………163
Capítulo 17: Abandonado…………………………………………………………….175
Capítulo 18: Coronación.. ……………………………………………………………187
Capítulo 19: Sobreviviente.. …………………………………………………………197
Capítulo 20: Juicio……………………………………………………………………209

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Capítulo 21: Reunión…………………………………………………………………219

Conclusión: Memorial..………………………………………………………………233

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Preludio

Lente

El cielo siempre gris de Rath se oscureció cambiando de un color perlado a


pizarra antes de que el agente se moviera. Había pasado un día y una noche en su
escondite camuflado en una grieta entre dos grandes árboles. Su capa con capucha había
adoptado el color y la textura de la corteza, y el ungüento especial en sus manos y su
cara tenía las mismas propiedades miméticas. Estando oculto, los elfos del pueblo
habían pasado tan cerca de él como la distancia de un brazo. Los podría haber derribado
con total impunidad pero esas no eran sus órdenes. Él tenía un objetivo específico, y sus
nuevos maestros no toleraban las desviaciones. Cuando las sombras se alargaron en el
Bosque Veloceleste el agente estiró sus miembros rígidos y doloridos. Sus piernas le
quemaron con una sensación de un millar de agujas pinchándole su piel, pero con sus
sentidos alterados era capaz de bloquear el malestar al igual que hacía caso omiso de los
sentimientos de hambre, miedo o remordimiento.
Los aldeanos estaban abocándose a sus tareas nocturnas. Una luz verdosa
saliendo de sus lámparas luminiscentes se filtraba hacia abajo y por un momento el

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agente se quedó inmóvil, sorprendido por su propia sombra proyectada difusamente en
las oscuras aguas debajo de los árboles. Estiró su cabeza encapuchada y vio a los
habitantes de los árboles pasar despreocupadamente sobre su cabeza, trepando con
soltura por sus escaleras y puentes de enredaderas.
Su objetivo era la enorme choza arborícola en el centro del poblado. La aldea
había sido despojada de guerreros por el reciente ataque a la Fortaleza, pero un solitario
elfo anciano vestido con una armadura de piel de serpiente estaba apoyado contra la
puerta de la choza objetivo.
No lo subestimes, le susurró la voz de su maestro dentro de su cabeza. Lo que los
elfos pierden de fuerza con la edad, lo ganan en habilidad.
Evitó el encuentro con el viejo guardia dando vueltas bajo el tablón del porche y
hacia el otro lado del árbol. El enorme olmo del pantano, un pilar viviente de seis
metros de ancho, atravesaba justo el centro de la casa. En los troncos de sus casas
arborícolas los elfos cultivaban un tipo especial de liquen color gris verdoso. Parecía
inofensivo pero cuando era apretado destilaba un aceite que hacía que el árbol fuera
demasiado resbaladizo para trepar. Bajo circunstancias ordinarias estaba destinado a
alejar a tritones hostiles y grandes serpientes depredadoras.
Debajo de su cubierta camaleónica, el agente llevaba dos pares de almohadillas
de tela negra. Un grupo tenía lazos para los dedos de sus manos, el otro, grandes
elásticos que se ajustaban alrededor de sus rodillas. Las almohadillas exudaban una
sustancia pegajosa desarrollada en el mismo laboratorio del evincar. Su maestro le había
asegurado que derrotarían los líquenes de los elfos.
Saltó sobre el tronco y se quedó pegado allí como una avispa
en una gota de miel. Levantó su mano y su rodilla derecha y las impulsó hacia arriba.
Las almohadillas se adhirieron al árbol sin ninguna oscilación. Pronto su cabeza rozaba
la parte inferior del porche. Las almohadillas de escalada funcionaron igual de bien en
las superficies lisas de las tablas de madera y en un momento estuvo en el porche.
La choza estaba tranquila, como debía ser, ya que su dueño estaba lejos
luchando contra el evincar. La ventana cerrada del objetivo traicionaba una pizca de luz
luminiscente en su interior. ¿Estaba todavía despierta?
Introdujo un dedo entre las tablillas cerradas y vio que el cuarto con forma de
riñón había sido labrado del mismo árbol viviente. Había una cama de ramas en el
extremo de la habitación, lejos de la única puerta. El objetivo yacía en la cama cubierto
por una piel de animal moteada de verde. Cerca de la puerta, una imagen tallada de un
ángel sostenía una lámpara abierta de luz fluorescente.
Las persianas estaban cerradas con un gancho simple que cedió fácilmente a la
hoja de su cuchillo. Las abrió hacia afuera, y levantando una pierna la pasó sobre el
alféizar. La silueta en la cama ni se agitó. Una vez en la habitación, cerró las persianas y
se dirigió hacia la
puerta. Estaba
bloqueada con una
tallada viga de madera
tan gruesa como su
brazo. Estas medidas de
seguridad tan primitivas
eran inútiles contra un
agente del evincar. Se
arrastró hasta la cama
quitándose en el camino
las almohadillas

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adhesivas de sus manos, se arrodilló junto a ella y estudió el rostro de su objetivo.
Estaba bien, era ella. ¿Cuántos días él le había mirado a los ojos y sentido el amor?
¿Cuántos días le habían llevado a los esbirros del evincar alejar esos sentimientos fuera
de él?
Con un movimiento repentino, retiró el cuchillo de su vaina. Este vaciló por un
momento en la luz de la lámpara como si los más profundos vestigios de su antiguo ser
lucharan con su nueva lealtad. Él no podía... resistirse. La hoja se deslizó en silencio en
el nido de ramas suaves. Sacó el frasco suministrado por los jefes supremos y usó la
punta de la cuchilla para perforar el sello de cera sobre el tapón.
Una gota será suficiente.
Se suponía que debía derramar una sola gota en el ojo o en los labios, pero vio
algo que le hizo cambiar de método. Un tocado de plumas colgaba de un gancho encima
de la cama del objetivo. En silencio arrancó una sola pluma azul del estilizado arreglo.
No hacía mucho tiempo que el mismo había llevado plumas como aquellas.
Mojó la pluma en el frasco y la sacó suavemente. Un líquido transparente se
aferró a su punta. Olía fresco, como un campo de hierba recién cortada.
Acercó la pluma a la boca de la chica durmiente y por una razón que nadie
nunca lo sabrá ella sintió su cercanía y se despertó justo cuando el elixir tocó sus labios.
Sus ojos se abrieron de par en par. El agente dejó caer el frasco y la pluma y buscó su
cuchillo.
Ella no debía gritar.
Ningún sonido salió de sus labios entreabiertos. Estaba muerta. En el momento
exacto que la poción mortal tocó sus labios lívidos su vida se extinguió. Sus ojos, aún
suaves por el sueño, se quedaron fijos sin ver a su asesino y sin ningún estremecimiento,
los cerró.
Pero su misión sólo estaba a medias. Rápidamente se puso a buscar algo en lo
que ocultar el cuerpo. La piel de una serpiente esmeralda le delataría en la oscuridad,
por lo que la desechó para buscar una envoltura más adecuada. Encontró una simple
manta marrón, una mercadería realizada por alguna tejedora Dal, y arrojó a un lado la
piel del animal. La vestimenta de lino de la niña podría crujir por lo que se la quitó.
Estando muerto su cuerpo desnudo se parecía a una de las estatuas del evincar, su piel
pálida y translúcida en la difusa luz fosforescente. El agente tragó tres veces tratando de
desalojar un bulto extraño de su garganta.
Hubo ruidos afuera: gritos y el clamor de una multitud.
Sorprendido, arrojó la manta sobre el cuerpo. Un suave llamado a la puerta
retumbó a través de la pequeña habitación de madera.
"¿Avila? ¿Estás despierta?" dijo una voz femenina. "¿Has escuchado los gritos?
¡Tu padre ha regresado! ¡Estará aquí dentro de poco!"
El agente corrió a la ventana. Su cuchillo y el vial abierto del elixir mortal
estaban todavía en la cama de la niña. No había tiempo para recuperarlos, sus brazos
estaban ocupados.
"¿Avila? ¿Estás bien, Avila?"
Como nadie contestó, las pisadas de la mujer pudieron ser escuchadas en rápida
retirada. Lanzó un grito, "¡Firanu! ¡Firanu, ven rápido! ¡Algo está mal con Avila!"
Ya no había tiempo para el sigilo. Se lanzó a través de las persianas y hacia el
porche. Corrió hacia la alta plataforma del puente. Los perseguidores esperarían que él
descendiera en un barco y no que subiría a los árboles más altos. Cuando dobló la
esquina del gran árbol se encontró cara a cara con el guardia anciano, sin duda Firanu.
Iba armado con una lanza con colmillos de serpiente.

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"Quédate quieto o te mato," dijo el viejo elfo. El agente se detuvo tan
bruscamente que la manta alrededor de su presa se deslizó, dejando al descubierto la
cabeza colgante de su carga.
"Avila"
El agente saltó y pateó la lanza de las manos de Firanu. Antes de que el elfo
anciano buscara su cuchillo, el agente bajó la cabeza y le embistió de lleno en el pecho.
El casco de acero que llevaba debajo de su capucha conectó con el esternón de Firanu.
Con un gemido el viejo criado salió despedido sobre la barandilla del porche.
El sonido de la multitud se hacía cada vez más fuerte. Una mujer apareció, una
matrona elfica con un fuerte parecido familiar a la niña muerta. Vio al ensombrecido
agente y la pintura de su cara se ajustó al gris de la noche.
Gritó: "¡Secuestro, secuestro! ¡Se llevan a la hija de mi hermano!"
No ofreció resistencia mientras él se apresuraba por el camino hacia el puente y
saltaba de a tres o cuatro escalones tallados a la vez. A ambos lados pudo ver el
resplandor de las lámparas reuniéndose mientras corría hacia un puente colgante de
tablones y enredaderas. Detrás de él, alguien gritó para pedir ayuda.
Elfos, algunos armados, se reunieron en ambos extremos del puente. Uno le
señaló y gritó. El agente les echó una mirada y comenzó a correr fervorosamente.
Nada más importa que el cumplimiento de tu misión. Ni tu vida, ni la vida de
cualquiera de los que se te opongan.
Un elfo que sostenía una lanza apareció en el extremo más cercano del puente.
El agente dejó caer su presa y se abalanzó sobre su nuevo enemigo. Antes de que el elfo
pudiera levantar su arma el agente fantasmal estuvo sobre él, tirándole al suelo de
planchas del puente. Lucharon, y el agente utilizó su cabeza forrada de hierro para
aporrear a su enemigo hasta matarlo. Sangre corrió por el rostro del agente,
mezclándose con el ungüento mimético. Hizo rodar el cuerpo del elfo muerto
lanzándolo del puente y este se hundió en las oscuras aguas de más abajo. Luego tomó
la lanza del guerrero caído.
Más elfos portadores de antorchas llenaron los embarcaderos en los extremos del
puente. Llevaban cualquier arma que habían encontrado a mano: mazas de colmillos de
serpiente, mayales, ramas de arboles, pero por suerte ningún arco. El agente colocó el
cuerpo cubierto por la manta encima del hombro mientras los elfos se presentaron en el
puente.
"¡Ahí está!"
"¿Qué es? ¿Un demonio?"
"Ningún demonio, ¡miren como sangra!"
Este comentario produjo más gritos en busca de la sangre del agente. Este se
posicionó tranquilamente en el puente y levantó la lanza capturada. Una maza voladora
pasó precipitadamente junto a él. Enfrentó a sus perseguidores más cercanos y les
enseñó los dientes en un gruñido. Las antorchas brillaron reflejadas en sus colmillos de
acero. Era un refinamiento, como le habían llamado sus maestros cuando le habían
extraído sus dientes naturales y los habían reemplazado por clavos de metal. En ese
momento los elfos furiosos vacilaron, paralizados por la extraña aparición entre ellos.
La lanza era inútil, así que la arrojó a sus perseguidores. Agarró una de las
enredaderas de apoyo del puente y la mordió con sus dientes de metal. El amarre se
quebró con un crujido. El lado izquierdo del puente se hundió. Los elfos empezaron a
retirarse desesperados hacia las plataformas. El agente dio la vuelta y tan eficientemente
como antes mordió y cortó el otro amarre.

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El puente roto cayó pero él había juzgado perfectamente su lugar. Su porción del
puente fue lo suficientemente larga como para arrastrarse por la superficie del agua y
detenerse antes de chocar contra el tronco de un árbol.
Sin despegarse de su carga, el agente se sumergió en la lóbrega agua. Su
armadura y la pintura de su cuerpo tomaron el color profundo de la noche, y pronto se
perdió en la oscuridad.
Sabía que no había terminado. Los elfos eran cazadores maestros y rastreadores.
Cuando llegara la luz matinal muchos se lanzarían detrás de él, y aquel día su portal de
escape estaba tan lejos que estaría bañado de luz antes de llegar a él.
El fracaso no es una opción. Completarás tu misión cueste lo que cueste.
Aferrándose a la cintura de la chica muerta, nadó más rápido.

* * * * *

La luz disipa la oscuridad: es un principio fundamental, una ley de la naturaleza,


en todos los mundos conocidos. Pero en el plano de Pirexia, la naturaleza no existe. En
Pirexia la luz sirve a la oscuridad, no la gobierna.
La Cuarta Esfera de este plano artificial es un reino de titánicos hornos. Allí se
forjan muchos de los componentes de las máquinas vivientes de Pirexia. Alrededor del
reloj (porque no hay día o noche), cuadrillas de trasgos esclavos alimentaban hornos de
casi dos mil metros de altura con la chatarra proveniente de mecanismos obsoletos. El
metal fundido era extraído, aleado y templado en enormes fábricas laminadoras
automáticas, y las mezclas resultantes vertidas, comprimidas, o estampadas en partes
para nuevas máquinas Pirexianas. Si los trasgos titubeaban ellos también eran
reciclados, sus filas renovadas constantemente con más trabajadores prescindibles.
Era extraña, entonces, la misión del trasgo Dabir. Un simple trasgo con un
ingenio insignificante que era mejor conocido por su fiabilidad y su absoluta
subordinación a sus maestros. Su supervisor inmediato, el sacerdote de los tanques
Paax, le había dado una tarea inusual. Dabir se mantenía de pie durante horas ante un
brillante portal que daba a otro plano, esperando con impaciencia la llegada de... ¿me
repite de nuevo que debo esperar?
"Una muestra," dijo Paax.
"¿Qué muestra?"
El descomunal Paax extendió un aceitado brazo lleno de ácido hasta que sus
dedos negros estuvieron a la mitad de un centímetro de la picuda nariz de Dabir. Una
chispa azul salió de la mano del demonio y el trasgo se desplomó en el suelo metálico
de la Cuarta Esfera en agonía.
"No preguntes la voluntad de tus superiores," dijo Paax con una voz marcada por
clics metálicos. Estaba provisto de un pegajoso regulador de respiración. "Sólo
obedece."
Dabir se levantó manoseándose su nariz palpitante. El olor a carne quemada hizo
que se revolviera incluso su feculento estómago.
"Dabir siempre obedece gran sabio Paax," se quejó él.

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Paax viró su delgado eje giratorio y comenzó a alejarse en cuatro delicadas patas
articuladas. Su boca trasera advirtió: "Estate en el portal a la hora señalada. Recibe la
muestra, y entrégala al Monitor 8391 en el Molino de Procesamiento 44. Ya sabes cual
es el castigo si no lo
haces."
El sacerdote
de los tanques
maniobró su
voluminosa parte
superior en torno a un
conducto de vapor y
pronto se perdió en el
laberinto de
intercambiadores de
calor y tubos de
lubricantes.
Y así Dabir
esperó al lado del
portal abierto, un
panel brillante de
treinta centímetros cuadrados, aguardando la muestra. A través de la puerta dimensional
podía ver destellos de un mundo removido mucho tiempo atrás del infierno que siempre
había conocido. La superficie de aquel lejano lugar era de tierra y piedra, y no de metal
aceitoso, y plantas vivientes se agitaban con el viento. Si el trasgo se acercaba
demasiado el portal brillaría como el aire cerca de las desembocaduras de los grandes
hornos. Temeroso de dañar el portal etéreo, Dabir mantuvo su distancia.
Esperó durante un turno completo de trabajo frotándose sus ancas cuando se le
entumecieron por estar sentado tanto tiempo. Le dio la espalda al portal y entrelazó sus
dedos provistos de garras a través de sus pies con uñas amarillentas, aburrido como tan
sólo un insípido trasgo podría estarlo.
De pronto hubo un destello de luz azul detrás de él. Se giró y vio que el portal se
había ampliado cuatro veces. Una figura encapuchada estaba corriendo a través de una
llanura de hierba alta y seca hacia el portal perseguido por una docena de seres de carne.
Sus bocas gesticulaban, pero Dabir no pudo entender lo que decían. El sonido no podía
atravesar los portales.
Varios de los seres altos, vestidos de pieles pintadas y plumas, llevaban flechas y
las soltaban hacia la figura que huía. Tres flechas le golpearon y rebotaron. Una cuarta
encontró una grieta en la armadura del agente y se enterró hasta la mitad de su longitud
en la espalda. Este se tambaleó y por primera vez Dabir se dio cuenta que la figura
encapuchada sostenía un pesado paquete encima de su hombro izquierdo.
"¡Date prisa!, ¡Ven!" gritó Dabir inútilmente. A él no le preocupaba para nada el
agente herido temiendo en su lugar su propio castigo si el agente no podía alcanzar el
portal. Se vieron más saetas destellando. Un segundo proyectil dio en el blanco y la
figura encapuchada cayó, lanzando su carga al suelo.
Dabir se orinó de miedo. Metió sus brazos largos en el portal vibrante y una
sensación molesta pero no desagradable jugueteó por encima de su piel aceitosa. La
preciada muestra estaba más allá de sus garras prensiles. Galvanizado por las visiones
de su propia larga y dolorosa muerte Dabir metió la cabeza por la ventana dimensional.
Sintió el aire fresco, libre de aceite y hollín. Luego se escucharon los gritos de
los cazadores. Una luz indefinida que venía desde arriba deslumbró los ojos del trasgo.

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Alargó la mano para tomar el paquete envuelto en mantas y sus movimientos le
parecieron lentos, como si estuviera nadando a través de un aceite espeso en lugar del
aire fresco y abierto.
Sus dedos se sintieron extrañamente insensibles y esa sensación se estaba
desplegando subiendo por los brazos. Desesperado, el trasgo arrebató el borde de la
envoltura. Con un tremendo empujón de sus largas piernas Dabir se arrastró a si mismo
y al paquete de vuelta a través del portal. Ambos aterrizaron con un golpe en las placas
de metal arenosas de la Cuarta Esfera.
El portal comenzó a disminuir. El agente herido levantó una mano, ya sea en una
plegaria o en un saludo final. Dabir vio seis seres altos rodeando a la figura caída.
Tenían lanzas. Las varas se levantaron y cayeron en una repetición implacable cuando el
portal se redujo a unos pocos centímetros y luego se apagó.
Dabir se balanceó sobre las rodillas y se sentó en las sombras emitidas por el
eterno resplandor de los hornos, mordiendo sus propias manos para restaurar la
sensación en ellas. Su normalmente aceitosa piel negra se había vuelto gris ceniza en las
partes de su cuerpo que el había hecho pasar a través del portal. El entumecimiento se
desvaneció lentamente pero su color no volvió.
El olor de algo delicioso tentó a su formidable nariz. Introduciéndola en un
agujero de la manta andrajosa, olfateó. La fea cosa blanca en el interior olía como el aire
en el otro lado del portal. Ni aceite, ni hollín, ni un sabor picante de los aerosoles de
ácido... reemplazó su nariz con su lengua y le dio a la muestra una rápida lamida. Carne,
recientemente muerta y aún dulce. El agente Pirexiano había muerto para entregar un
cadáver.
Dabir entregó el cuerpo al Monitor 8391 según lo ordenado y se fue a otras
tareas. El Monitor 8391 corrió al laboratorio para el análisis de los especímenes
orgánicos y colocó el delgado cadáver en su mesa de examen. Un aerosol de sustancias
químicas le quitó el cabello a la criatura. El Pirexiano midió con unas pinzas y una
exacta precisión cada dimensión crítica del cuerpo, luego puso cuidadosamente un
cuadrado de diagrama de flujo sobre la cabeza del cadáver. A la orden del Monitor, las
diminutas máquinas en el diagrama de flujo se arrastraron sobre la piel fría,
amoldándose a todos los contornos. Cuando terminaron él tenía un molde perfecto del
rostro de la chica muerta.
El Monitor 8391 pasó el cadáver a la Unidad Necrométrica 725 para su posterior
procesamiento. Los fluidos corporales fueron drenados. La sangre estaba contaminada
por el veneno y por lo tanto era inútil. Tendría que ser utilizado un sustituto. La carne
fue cuidadosamente destripada y enviada a los tanques de cultivo de modo que los
tejidos del cadáver pudieran ser preservados para su posterior reutilización. Los
esterilizados huesos
pulidos fueron enviados
de vuelta al Monitor
que aplicó a ellos sus
habilidades meticulosas
una vez más
midiéndolos con la
exquisita calibración de
sus instrumentos. Estas
cifras fueron

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transmitidas a la máquina que controlaba el poderoso aparato del Molino de
Procesamiento 44.
Los rodillos y prensas de estampado de la fábrica comenzaron a agitarse. Barras
de duraluminio y acero se introdujeron en la maquinaria, que formó un duro esqueleto
de metal idéntico al medido por el Monitor. Cada hueso fue copiado, desde los
metacarpianos individuales de las manos hasta las falanges de los pies. Alguna vez, la
muchacha se había roto su brazo derecho, y la ruptura calcificada se reflejó en el nuevo
húmero de duraluminio.
Articulado y unido, el brillante nuevo esqueleto fue sellado con una capa de
cobre estéril para protegerlo de la lluvia de aceite siempre presente en la Cuarta Esfera.
Unos trasgos cargaron el caparazón dentro de un tubo neumático y lo enviaron silbando
hacia los lejanos tanques de cultivo. Los órganos y tejidos fueron re-instalados en los
relucientes huesos junto con ciertas mejoras mecánicas añadidas por los ingenieros
Pirexianos. El vulgar e inútil proceso de alimentación y descanso fue eliminado
llenando las venas del cuerpo con aceite iridiscente Pirexiano en vez de sangre común y
corriente. El nuevo cuerpo tendría seis veces la velocidad y la fuerza de una criatura
puramente orgánica. Sería resistente al calor y al frío y sus sentidos superarían los de
cualquier elfo o humano. Como toque final, el molde hecho por el Monitor 8391 fue
utilizado para restaurar el viejo rostro de la nueva creación.
El cuerpo sin vida fue colocado en otra cápsula de cobre y enviado para que
bajara hasta la Sexta Esfera donde esperaría ser atendido por el miembro del Círculo
Interno, Abcal-dro, siervo del Señor Oscuro de Pirexia mismo.

* * * * *

Ella despertó en una sala abovedada y circular. Hacía frío. Bajó la mirada hacia
sus brazos y piernas desnudos, salpicados con la piel de gallina. Un momento de
concentración disipó la sensación cuando el calor corrió por sus venas.
Qué extraña era esta capa de carne. Extraña y sin embargo familiar. Se puso de
pie con facilidad probando las articulaciones de sus manos, brazos y piernas. El aliento
salió en penachos de su nariz en suaves jirones. Todas las partes trabajaban. Todos los
sistemas estaban en orden.
Las frías paredes eran de cristal azul, pulido y sin fisuras. Sin esfuerzo calculó la
altura de la cúpula en 4,995672 metros. Caminó lentamente hacia el único objeto en la
sala, un trípode de cromo de 1,5 metros de alto por encima del cual flotaba una pequeña
esfera negra de 10 centímetros de diámetro.
Algunas de las cosas las sabía, otras no. Sabía que estaba viva y en Pirexia.
Sabía la tabla periódica de los elementos, la tasa de expansión del vapor vivo en una
turbina, y la velocidad a la que la piedra variable se multiplicaba bajo condiciones
óptimas. Sabía dónde golpear el cuerpo de un ser humano para causarle el mayor daño,
pero también podía curar una fractura en una pierna con sus manos desnudas. No sabía
su propio nombre.
"Eso no se ha decidido aún," dijo una voz calmada y asexuada.
Ella se alejó corriendo de la esfera flotante y se agachó junto a la pared. No fue
el miedo lo que le hizo agacharse. El miedo no estaba en su diseño. Su postura fue
defensiva, una posición desde la que atacar al invisible orador.
"Yo soy Abcal-dro, tu maestro. Pónte de pie."
Ella obedeció.
"Habla. Tienes los medios," dijo la voz.
"¿Quién soy yo?"

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"Has sido llamada 'Belbe.’ El nombre tiene dos sílabas, bel-be."
"¿Qué quiere decir?"
"Deriva de la antigua lengua Thran, be'el-be. Significa "una lente."
Caminó hacia el trípode brillante en el centro de la habitación. "Lente. Un
dispositivo que amplifica un punto o separa rayos de luz u otro tipo de energía," recitó.
"Correcto."
Belbe se miró las manos. "¿Acaso yo amplifico luz?"
"En tu caso, el nombre es metafórico. Como irás a vivir entre seres de carne se
espera por tanto que tengas un nombre."
"¿A dónde voy?"
"Al plano de Rath."
Cerró los ojos y pensó. "Rath. Un mundo artificial, creado por nuestro maestro
supremo, compuesto por nanomáquinas de piedra variable, habitando en su propio plano
en las coordenadas…"
"Detente." El comando se expresó moderadamente, pero absolutamente. Belbe
no sólo dejó de hablar, dejó de moverse en absoluto. "Aprende a no hablar de todo lo
que estás pensando. Si lo haces así, regalarás demasiado y aburrirás a tus oyentes."
Belbe permaneció inmóvil como una estatua de carne y metal.
"Habla," ordenó Abcal-dro.
"Yo sólo hago su voluntad, Grandísimo."
Una extraña y burbujeante risa líquida llenó la cúpula y luego disminuyó en un
suspiro. "Escucha bien, Belbe. Pronto irás a Rath como nuestro emisario a ese mundo.
Nuestra lente, uno podría decir. La hora se acerca cuando Rath estará en congruencia
con Dominaria, el plano principal de nuestros antepasados. Cuando ocurra la conjunción
de los planos todo lo que está en Rath estará en Dominaria…"
"Y todo lo que está en Dominaria estará en Rath."
Una pausa. "Correcto." Un frío se aferró a su corazón fabricado. Incluso el más
leve resentimiento del sumo sacerdote desgarró sus entrañas como una hoja de afeitar
congelada.
"Fuiste hecha para parecerte a los habitantes de Rath, no a tus maestros en
Pirexia. De hecho el ambiente natural de Pirexia es hostil a tu existencia razón por la
cual deberás permanecer en esta cámara hasta tu partida. Eres lo más parecido a ellos
como pudimos hacerte y ese es un parámetro importante en tu misión."
"El gobernador de Rath ha abandonado su puesto en aras de su venganza
personal. Su negligencia es contraria a nuestro propósito y no será tolerada. Se debe
encontrar un nuevo evincar que pueda ocupar su lugar. Tú elegirás el nuevo evincar
para nosotros. Como la selección natural es el mejor bisturí para dividir a los débiles de
los fuertes permite que los candidatos luchen entre sí hasta que uno de los especímenes
se establezca a sí mismo como el candidato superior. Tú observarás esta lucha por
nosotros. Luego podrás elegir…" una vez más la risa burbujeante recorrió la cámara,
"…nosotros te damos a elegir si quieres participar en la competencia como mejor te
parezca."
"Sólo una tarea debe permanecer inviolable. Bajo ninguna circunstancia se debe
alterar, demorar o interferir la conjunción de Rath y Dominaria con… o por cualquier
persona. ¿Has entendido?"
"Sí, Grandísimo."
"Es posible que encuentres ciertos seres que, por un accidente de
engendramiento, tienen el poder de pasar de un plano a otro. Estos planeswalkers
pueden tratar de frustrar nuestros planes de superponer a Dominaria. No les permitirás

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intervenir. Tu propia vida no significa nada en comparación con el éxito de nuestro plan.
¿Está claro?"
Ella se inclinó con toda la gracia de su cuerpo copiado. "Así es, maestro."
"Acércate a la esfera."
Belbe se acercó a la longitud de un brazo del orbe negro. Este flotaba a unos
escasos dos centímetros por encima del trípode pulido. La superficie de la bola era lisa,
sin embargo, no reflejó su rostro cuando miró en ella.
"Quédate quieta."
Belbe trabó sus piernas en su lugar. La esfera se levantó en silencio y se acercó a
ella. La tocó en la base de su garganta, y por un instante ella no sintió nada. La esfera se
fundió con su carne sin romper la piel o causar ningún sangrado. Una presión se
construyó dentro de su pecho, empujando sus recientemente órganos colocados. Ella
jadeó con un dolor recién descubierto.
"Esta es nuestra 'lente'. Será la conexión entre nosotros."
"¿Qué es este sentimiento?" susurró.
"Se llama dolor. Como es parte de la existencia mortal, debes aprender a
reconocerlo. Para dominar a las criaturas de carne, debes hacer que el dolor sea tu
aliado. Úsalo siempre que puedas, Belbe. Es el fundamento del poder."
Su sangre fingida rugió en sus oídos. Temió que su corazón se rompiera, que sus
pulmones colapsaran. La visión de Belbe se cubrió con un velo de color gris y la
respiración se cortó en su garganta. Abrió su boca para gritar, pero no salió ningún
sonido. Sus rodillas se doblaron.
¡De pie!
La voz de Abcal-dro ya no estaba en sus oídos, sino dentro de su cabeza. A pesar
del intenso dolor Belbe se paró tambaleándose contra el trípode y parpadeando a través
de la bruma de su sufrimiento. El trípode se desvaneció abruptamente y ella tambaleó
hacia delante, ciega y jadeando. Algo cálido se deslizó hasta su labio.
Ahora el ojo se encuentra en su lugar. Pronto te ajustarás a su presencia. Oyó
las palabras, pero detrás de ellas había algo más. Detrás de la fría voz y la conducta
devocional del sumo sacerdote, Belbe detectó lo siguiente:
¡Dulce, dulce el salón de la carne! ¡Que antigua alegría, la canción de la
sangre! Demasiado tiempo he dormido… ¿por qué, en esta cáscara puedo caminar por
mil mundos y renovar las sensaciones de milenios perdidos? Mía es, mía es. ¿Quién
mejor que yo, es? Tomo a todos en mis manos, los trituro o los acaricio. Mi pequeña
marioneta, mi lente, mi objetivo. Por nada te encogerás, a tu creador complacerás…
Belbe se golpeó a si misma en la cara con la mano abierta, dos, tres veces. El
hilo chillante de voz se sumergió en el latido de su furioso pulso. Se limpió el aceite
iridiscente del labio y poco a poco la sala volvió a entrar en foco. Le pareció tan vacía
sin el orbe y el trípode.
Se dio cuenta de que estaba siendo observada. Vio en su mente una imagen de sí
misma, de pie desnuda bajo la fría cúpula de cristal. La lente estaba trabajando ya que
ella se estaba viendo a si misma mientras Abcal-dro también la miraba.
¿Aquella frágil criatura era ella? Parada erecta sobre dos delgadas piernas, Belbe
era del color de un nuevo pergamino, un poco sonrosada por el esfuerzo. Una mancha
de pálidas pecas azules le salpicaba el rostro y los hombros. Su pelo, unas revoltosas
greñas marrones, comenzaba en un pico en el centro de su frente y se arqueaba hacia
atrás sobre orejas grandes y puntiagudas. A lo largo de sus brazos, piernas, glúteos y
espalda había líneas negras mate en patrones geométricos, como tatuajes, pero en
realidad eran tiras de refuerzo de fibra de carbono. Su rostro era anguloso, su barbilla

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aguda. Finas cicatrices blancas habían permanecido donde su carne había sido vuelta a
unir a su esqueleto metálico.
Ella alzó los ojos hacia el ápice de la bóveda. El vidrio azulado se hizo poco a
poco transparente, y Belbe vio a su maestro oculto mirando hacia ella desde el exterior
de la cúpula.
La habitación era de 8,9916 metros de diámetro, lo sabía porque su maestro lo
sabía. Al presionar contra la funda transparente sintió que era una masa de tejido
translúcido. Pulsantes venas negras se hincharon con el mismo aceite iridiscente que
llenaba sus vasos sanguíneos, delineando el cuerpo sin forma. Decenas de seudópodos
tan gruesos como su cintura se agarraban a la base de la cúpula. Gotas de un espeso lodo
azul colgaban de la cúpula.
Vejigas verdes retorciéndose rítmicamente y complejos órganos poli-lobulados
eran visibles a través del protoplasma gris sucio. En la cúspide de la cúpula estaba el
verdadero ojo de Abcal-dro: un iris parecido a un remolino de color verde y negro de
cuarenta centímetros de ancho, un trío de pupilas con bordes enrojecidos en el centro.
"¿Es así como me ves?" preguntó el sumo sacerdote. Ella asintió una vez con la
cabeza, lentamente. "¿Cómo te resulta mi apariencia?"
"Mi maestro es hermoso," dijo. "Tal poder y eficiencia debe ser hermosa."
La risa líquida del Pirexiano se reanudó cuando la cúpula se opacó de nuevo.
"Una última advertencia, pequeña. En Rath estarás por tu cuenta. Aunque respaldada
por el poder y la autoridad del Señor Oscuro, triunfarás o fracasarás por tus propios
esfuerzos."
"No fracasaré, grandísimo."
"Procura no hacerlo. Es hora de irte."
El piso llano se partió en dos, revelando oscuros escalones descendientes. Un
aire húmedo y sulfuroso ascendió por el aire del agujero. Sin vacilar, Belbe bajó las
escaleras hasta un amplio corredor maloliente donde cuatro sacerdotes vestidos
elegantemente estaban de pie esperando por ella. Detrás de ellos había un entorno
completo de constructores y funcionarios menores, y por último una banda de trasgos
sosteniendo su nuevo ropaje: una túnica de cromo tejido y brocados de ónices y tocados
de refulgente obsidiana. En la parte posterior estaban los portadores de sus armas y
armaduras. Cada pieza había sido forjada en la Cuarta Esfera por las especificaciones
originales del Monitor 8391, resultando en una armadura perfectamente adaptada que se
ajustaría a nadie más que a Belbe.
El traje estaba hecho de diamante negro, la sustancia más dura en Pirexia. De
hecho era tan duro, que tuvo que ser moldeado y cortado con ácido sulfúrico ya que no
existían herramientas que pudieran cortar las placas. El tratamiento con ácido tiñó la
armadura de negro mate, un color tan muerto como la lente que ahora estaba incrustada
en el pecho de Belbe.
Ella tosió y sintió las primeras gotas de sudor formándose bajo sus brazos. Los
sacerdotes se inclinaron mientras pasaba y pensó que aquello era raro: exaltados
clérigos de Pirexia inclinándose ante ella, una criatura recién hecha con más carne que
metal, pero luego oyó un susurro en su interior diciendo mi lente, mi ojo...
Su obediencia tenía sentido. Ellos no se estaban inclinando ante ella, sino ante su
maestro.

* * * * *

"Monstruos."

16
La sala estaba llena de guerreros elfos, teñidos con el sudor, el humo y la sangre
de la batalla. No se habían reunido allí para luchar sino para llorar. La hija de su cacique
se había ido, su destino desconocido.
Eladamri se arrodilló junto a la cama vacía de Avila. "Monstruos," dijo de nuevo.
"¡Sabía que el evincar era cruel y antinatural pero no creía que se rebajaría a esto!"
"El demonio responsable será encontrado, se lo juramos," dijo Gallan, teniente
de Eladamri. Los guerreros que lo rodeaban gruñeron en señal de acuerdo.
Eladamri puso la mano en las ramas donde había estado su hija. Esa traición
había agriado su éxito en la Fortaleza. Sus guerreros se habían enfrentado a Volrath y a
su señor guerrero, Greven il-Vec, y sobrevivido: una victoria como nunca antes
registrada en Rath. Y ahora esto.
Retiró su mano dolorida, magullada por el reciente combate. El movimiento
agitó las blandas ramas revelando el suave brillo de un hueso de serpiente.
"¿Qué es esto?"
El cuchillo del agente había caído en el fondo del lecho. Junto a el había un
pequeño frasco de vidrio, aún de pie, y una sola pluma azul.
"Conozco esta arma." Era un arma claramente hecha por elfos con el mango
granate llevando el intrincado grabado de los artesanos de Veloceleste.
"Gallan, ¿de quién es este cuchillo?" preguntó Eladamri con brusquedad.
Su lugarteniente sostuvo mas cerca la hoja. En la escasa luz no era fácil de ver.
"El emblema es el del clan Carodonal."
"Sí." Eladamri se puso de pie. "Tenesi."
Era demasiado terrible para creer, pero aquello era del estilo del evincar. El
prometido de Avila. Se había perdido en una escaramuza veinte noches atrás.
"Espero que encuentre la muerte en lugar de su captura, pero..." Eladamri tomó
el frasco de vidrio pequeño.
"¿Qué es eso?" preguntó Gallan.
"Algo para que estudien nuestros sanadores, según creo. ¡Ahora, mis hermanos,
no se detengan en lo que ha pasado! Volrath piensa que puede asustarme con la inacción
por llevarse a mi hija. Esto nunca va a suceder."
"Desde este momento, cuento a Avila entre los muertos. Que su nombre se añada
a la lista de los guerreros que han muerto para libertar a nuestra tierra."
Fijó la estrecha pluma azul en el borde de su casco. Sería su talismán durante la
lucha que se avecinaba por la libertad.
Al día siguiente, la partida de caza regresó con el cadáver del agente atado de
pies y manos a un poste como una serpiente como trofeo. A pesar de que había sido
alterado con muchos implantes Pirexianos, incluyendo un injerto espinal en lugar de su
columna vertebral, todos los elfos del pueblo lo reconocieron como Tenesi, alguna vez
el mejor cazador en el Bosque Veloceleste, y el prometido perdido de Avila.

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Capitulo 1

Prisioneros

Ertai cayó gritando en una maraña de aparejos suspendidos a un lado de la


embarcación perseguidora. En el último segundo antes de una muerte segura, una mano
gigante de cuerda le arrebató desde el aire vacío.
La aeronave Depredador, tambaleándose bajo los daños acumulados por la
batalla, apenas se fijó en la adición de uno de sus complementos. Estaba torcida ocho
grados a estribor, su velocidad se había reducido en apenas cuatro nudos, y su aparato
de dirección se había dañado tanto que el barco no podía mantener un curso en línea
recta. Los marineros muertos y los trasgos mogg, las tropas de abordaje del Depredador,
estaban desperdigados por todas partes. El humo salía de las planchas del casco a lo
largo de la maltrecha cara de estribor, llenando la cubierta con asfixiantes serpentinas
negras. En medio de este caos caminó Greven il-Vec, maestro del Depredador.
La tripulación, o lo que quedaba de ella, se parecían a ratas corriendo
frenéticamente alrededor, cada uno persiguiendo su propia tarea. Greven sacudió la
cabeza con disgusto. ¡Ni entre todos ellos hacen un solo cerebro! Divisó a cuatro
marineros en la borda de estribor, acuchillando con sus machetes aparejos enmarañados.

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"¡No se preocupen por eso!" rugió. Luego, apoyado contra la inclinación de la
cubierta, gritó: "¡Todas las manos libres diríjanse a babor! ¿Acaso no sienten la
inclinación? ¿Quieren que volquemos?"
"Pero Comandante…" dijo uno con la hoja levantada.
Greven agarró al hombre por el cuello. El rostro del marinero se puso púrpura, y
su machete cayó en la cubierta inclinada.
"¿Me estás cuestionando?" dijo Greven furioso. El hombre ahorcado no pudo
responder. "¡Carne inútil! ¡Aligerar el barco nos resolverá dos problemas!" Y diciendo
esto arrojó al marinero sobre un lado del buque. Los tres restantes se escabulleron por
sus vidas hacia el costado babor de la nave.
El Depredador tembló, y una tapa de escotilla de proa voló. Un chorro de fuego
surgió de la bodega. La pesada tapa pasó volando a una distancia de un dedo de la
cabeza de Greven, el viento que dejó a su paso enfrió su mejilla, pero él nunca se
inmutó. Los gritos de los hombres que ardían en la sala de máquinas de más abajo
tuvieron el mismo efecto.
"¡Ingeniero, punto muerto! ¡Dirige toda la potencia para que podamos elevarnos!
¡Bomberos a la bodega de proa, ahora! ¡El resto de ustedes, formen un equipo de trabajo
y despejen las cubiertas!" Su voz cortó a través del terror y la confusión, y la tripulación
del Depredador se volcó a salvar su nave maltrecha. Gracias a Greven y a la temerosa
disciplina que inculcaba, la nave poco a poco se enderezó y mantuvo su altitud.
Pasando por encima de los restos de la cubierta Greven llegó al castillo de proa.
Allí el barco había recibido la mayor parte de su castigo. Los baluartes se habían hecho
añicos, la carcasa de aleación se había pelado hacia atrás como los pétalos de una flor
gris. Los peores daños fueron por colisionar con el portal cerrado. La proa de la nave se
había aplastado hacia atrás hasta la cuarta estructura del casco. El espolón aserrado se
había desprendido y yacía en alguna parte del fondo del Cañón del Portal. El cañón del
arpón delantero se había desmontado, y el barril se había atascado en la mandíbula de
embarque superior. Tendrían que pasar días, tal vez semanas, para que tales daños
estructurales pudieran ser reparados.
Greven se mantuvo parado con los pies ampliamente separados en la cubierta
inclinada y se quedó mirando el antiguo portal a través del cual se había desvanecido el
Vientoligero. Había perdido una batalla, algo que rara vez ocurría, y había fracasado en
su persecución del enemigo, algo que nunca había ocurrido antes.
En lo alto de la estructura del portal, el gran centro de control Pirexiano,
moldeado como un rostro mirando con fiereza, se burló del fracaso de Greven.
"Algún día, Gerrard," murmuró. "Algún día sangrarás por Greven. Te lo juro."

* * * * *

Mucho más abajo, agarrándose a la jarcia que colgaba sobre el lado de estribor
del Depredador, el joven Ertai reflexionó sus posibilidades. Desde esa altura nunca
podría sobrevivir a una caída al suelo. Él conocía un hechizo para volar, pero se requería
calma y una máxima concentración, unas condiciones poco probables en ese mismo
momento. Consideró brevemente esconderse entre los destrozos hasta que aterrizara el
Depredador pero la nave Rathiana todavía estaba flotando y no daba señales de tener
intención de aterrizar. Los brazos de Ertai le comenzaban a doler. No podría aguantar
para siempre. La única opción cuerda era subir a la nave. Un talento como el suyo no
debería ser desperdiciado en una muerte sin sentido.
Había empezado a subir por la madeja de cuerdas cuando un cuerpo pasó a toda
velocidad. Un marinero golpeó el aparejo a unos pocos metros de Ertai, y la parte

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posterior de su camisa se enganchó en algunos cables. Colgó impotentemente por un
momento y luego su ropa comenzó lentamente a rasgarse. Ertai y los ojos del marinero
se cruzaron, y durante unos segundos, Ertai vio la proximidad de la muerte en los ojos
del hombre. El marinero arañó desesperadamente el aparejo pero no pudo encontrar un
lugar donde asirse. Cuando quedó libre, el único sonido que el hombre hizo con su
garganta destrozada fue un horrible gorgoteo silencioso. Ertai lo vio caer.
Con renovada determinación Ertai reanudó la escalada. El cable del aparejo
rasgó sus manos. Qué pena, pensó. Esas manos expresivas y tan bien formadas que
tenía. Los viejos maestros que le habían entrenado en los matices y gestos del
lanzamiento de hechizos siempre habían lanzado cumplidos a sus finas manos. Ahora
estaban siendo cortadas en tiras. Una gran, y dolorosa, pena.
Los gritos provenientes del casco por encima de él disminuyeron. El
Depredador, poco a poco, comenzó a subir. Ertai estaba a unos pocos metros debajo de
la quilla cuando oyó una voz gritando, "¡Prepárense para eliminar los aparejos
destrozados!" Su corazón se contrajo en un tenso nudo cuando vio hachas y espadas
brillando por encima de la barandilla. ¡Iban a cortar la línea de su vida!
Trató de subir más rápido pero sus pies no paraban de enredarse en el nido de
ratas de alambres y cuerdas metálicas. Cuando la velocidad falló volvió a recurrir a su
mayor habilidad, la magia. Con un brazo envuelto alrededor de un grueso manojo de
cuerdas Ertai utilizó su otra mano para comenzar los gestos de un hechizo.
Los marineros en la barandilla esperaron la orden de Greven para cortar los
aparejos derribados y este, con un gesto, los puso a trabajar. El primer marinero levantó
una pesada hacha, pero antes de que pudiera llevarla hacia abajo sobre la masa de
cuerdas, voló hacia atrás desde su mano. A pesar de la tensión de la batalla y de su
miedo a Greven los hombres se rieron por la aparente torpeza de su compañero. El
siguiente marinero blandía un machete. Este fue arrancado de su agarre y lanzado por la
borda. Más risas. El tercer hombre tenía un hacha de mano. Esta se deslizó de su mano
y lo golpeó entre los ojos. Cayó hacia abajo sangrando de una seria herida en la frente.
La risa murió.
Greven se acercó. Giró la cabeza de un lado a otro, como si olfateara el viento.
"¿Magia? ¿Quién se atreve a lanzar hechizos en mi barco?" dijo en voz alta. Los
marineros se detuvieron con miradas en blanco. "Suban los aparejos," ordenó Greven.
Ertai casi se desmayó de la fatiga. Nadie esperaba que un mago lanzara hechizos
con una sola mano mientras colgaba a dos mil metros sobre el suelo, se dijo. ¡Nadie
además de Ertai podría haberlo hecho! El último hechizo fue particularmente
satisfactorio al ver a aquel patán hundirse su propia hacha en su denso cráneo.
El aparejo se estremeció y comenzó a subir. Estaban jalándolo hacia arriba. ¡Ya
era hora!
Manos ásperas le agarraron los brazos y el cuello y tiraron de Ertai sobre la
barandilla del Depredador. Le hubiera gustado llegar a cubierta de una manera
civilizada pero los enojados marineros lo arrojaron boca abajo. Ertai reunió su ingenio
para una respuesta adecuada pero antes de que pudiera hacer nada un par de grandes
pies calzados con botas aparecieron frente a él.
"¿Qué es esto?" dijo Greven. A Ertai su voz le sonó como el roce de la hoja
roma de un cuchillo en una piedra de afilar.
El joven mago se puso en pie con tanta dignidad como fue capaz. Respiró
profundamente para anunciarse pero su presentación quedó atrapada en la garganta
cuando vio a quien, o a que, se enfrentaba.
Greven il-Vec se parecía muy poco al hombre que había sido alguna vez. Con la
cabeza y los hombros más altos que cualquier otra persona en el Depredador, se irguió

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sobre Ertai. Era imposible decir en donde terminaba su armadura y comenzaba su
cuerpo. Los músculos injertados se enrollaban alrededor de sus piernas, hombros, cuello
y pecho. Los patrones anormales de los tendones y las placas de la armadura le daban a
Greven un parecido con un reptil, una semejanza acentuada por el ceroso molde
grisáceo de su piel. A eso había que añadirle los cortes y cicatrices de los numerosos
combates y Greven era un espectáculo prohibido para el joven mago recientemente
salvado.
"Tú eres de la nave de Gerrard," dijo Greven.
Ertai hizo una reverencia. "Mi nombre es Ertai. Ha tomado la decisión correcta
al haberme subido a bordo." Y diciendo esto, dio un paso atrás alejándose de Greven y
cruzando los brazos sobre el pecho para ocultar las palmas de sus manos
ensangrentadas.
Las cejas de Greven se arquearon muy ligeramente. Señaló a Ertai y dijo:
"Mátenlo. Y tómense su tiempo."
Diez miembros de la tripulación, que momentos antes habían parecido ovejas
presas del pánico, formaron un anillo alrededor de Ertai. Iban armados con cualquier
cosa que habían encontrado a mano: machetes, hachas, palancas de hierro, manojos de
cadenas. Interiormente, el corazón de Ertai se aceleró. Exteriormente proyectó una
calma absoluta.
"¿Así que los invitados no son bienvenidos, eh?" dijo. "Capitán, está cometiendo
una grave equivocación."
Greven no le importó su advertencia. "Vamos, maten al enano. A aquel que no
pueda asestarle un golpe, haré que le corten las orejas."
Ertai cerró los ojos e invocó los recursos más profundos de su fuerza mágica.
Las imágenes de su lejana tierra natal pasaron por su mente y el poder fluyó a través de
él. Incluso con los ojos cerrados podía ver las auras de sus agresores maniobrando para
atacarle. Como la sangre de estos comenzaba a calentarse, Ertai decidió “refrescarlos”.
Levantó sus manos maltratadas y proyectó un hechizo sucio y rápido hacia el trío más
cercano de marineros.
La cubierta pareció salir de debajo de ellos. Se precipitaron hacia delante con sus
armas levantadas y en el instante siguiente sus pies estaban allí donde habían estado sus
cabezas. Era como tratar de correr sobre hielo, sus botas no pudieron encontrar ninguna
tracción.
Ertai dio media vuelta y lanzó tres ráfagas rápidas al siguiente grupo de
atacantes. Las barras de hierro y los machetes salieron volando hacia atrás de sus
manos, algunos golpeando a sus compañeros detrás de ellos. Luego Ertai tuvo que
agacharse para esquivar un golpe mortal saliendo de un hacha. Tocó a su portador con
un solo dedo, y a una distancia tan corta la fuerza ambiental envió al hombre
desparramado por el suelo.
La empuñadura de un machete conectó con la parte posterior de la cabeza de
Ertai. Aturdido, se tambaleó hacia delante y la energía mágica se desvió escapando de
su cuerpo. El hechizo condensó el aire, creando un banco de niebla improvisado de
hielo y bruma sobre la cubierta. Ertai cayó de rodillas y se arrastró hasta los pies del
mástil principal del Depredador. Si pudiera poner un poco de distancia entre sí mismo y
sus verdugos les enseñaría una cosa o dos.
Greven apoyó un brazo en la bitácora de la nave y vio a su tripulación
atravesando torpemente la niebla tratando de encontrar a Ertai. Normalmente sus
hombres eran hábiles combatientes pero parecían incapaces de luchar a brazo partido
con un solo niño desarmado. Era la cosa más divertida que había visto en días.

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Ertai alcanzó el mástil y empezó a subir los peldaños de hierro pero alguien le
tomó sus talones y lo arrastró hacia atrás. Al no tener tiempo para una concentración
adecuada Ertai arrojó el primer hechizo que se le ocurrió y el marinero que le agarraba
sus pies desapareció bajo un repentino crecimiento de su cabello. Las cejas, el bigote, la
barba y el pelo de la cabeza del hombre estallaron en una estera de seda que cubrió por
completo su atónito rostro. Empezó a retroceder incapaz de ver o respirar a través de la
masa de pelo y tratando de tantear ciegamente la barandilla se tambaleó y dio un salto
mortal sobre ella. Greven negó con la cabeza y sonrió con un humor negro. El enano no
estaba mal.
Ertai se estaba quedando sin fuerza. Tenía una pequeña reserva guardada, pero
no era mucha. Hizo un puño y lanzó un último hechizo mágico a la cubierta por delante
de los marineros a la carga. Los secos tablones de madera se fragmentaron y se llenaron
de gruesos brotes verdes emergiendo de ellos. Los miembros de la tripulación del
Depredador atrapados por el repentino jardín de zarcillos y enredaderas tropezaron y
cayeron acumulándose en un montón frente a Ertai. Valientemente, unos pocos treparon
por aquella maraña para avanzar de nuevo. Nasser, un sargento del regular ejército
Rathiano, llegó primero hasta el agotado Ertai. Este levantó en alto su espada.
"Deténte," dijo Greven. Nasser se congeló y miró a su capitán, "Se ha cansado.
Encadénalo. Voy a llevarlo de regreso a la Fortaleza."
"Sí, Terrorífico Señor," dijo Nasser. Sus compañeros lucharon para liberarse de
las enredaderas que comenzaban a marchitarse rápidamente y se apoderaron de Ertai.
Satisficieron sus frustraciones sobre el joven indefenso haciéndole llover golpes en sus
costillas y su cráneo. Fuertes botas de clavos embistieron su costado obligando a Ertai a
doblarse en una protectora pelota.
"No, no, solo puñetazos," les advirtió Greven. "Quiero un prisionero que me
pueda dar información."
Y puñetazos fueron, y Ertai se contrajo bajo el implacable ataque. ¿Cómo le
pudo haber ocurrido esto a él?, ¡el estudiante mas talentoso de la escuela de Barrin, el
tripulante más valioso del Vientoligero!
Era evidente que algo estaba mal, muy mal, en el extraño plano llamado Rath.
"Suficiente," dijo Greven. "Llévenlo abajo," les ordenó y Nasser arrastró el
cuerpo inerte de Ertai por los talones.

* * * * *

Greven volvió a poner al resto de la tripulación de regreso a que efectuaran las


reparaciones de emergencia. Mientras caminaba por la cubierta observando su progreso
notó que el daño producido por la batalla en las tablas de madera había desaparecido.
Todo estaba como nuevo allí donde el hechizo de Ertai había golpeado, y la renovación
se difundía poco a poco hacia fuera desde el punto inicial hacia el resto de la cubierta.
Reparaciones por arte de magia, ahí si que había una habilidad útil. Greven
volvió a mirar a la escotilla donde Nasser había desaparecido con Ertai. El chico tenía
talento, eso era seguro.

* * * * *

Con el chasquido de un trueno, el portal del cañón se cerró.


La onda de choque descendió por el barranco, lanzándolo al suelo. Aquella
caída, sobre las heridas asestadas por la guerrera felina Mirri fue demasiado. Se
desplomó y rodó por el suelo abrasivo con las malezas y rocas desgarrándole su carne

22
ya destrozada. El Vientoligero había desaparecido. El esperaba en breve también
seguirle al olvido. Ya no le importaba. Desde la muerte de Selenia, él tenía más miedo a
la vida que a la muerte.
Abrió los brazos ampliamente sintiendo el viento tironeando de su ropa. El
buque de guerra que perseguía al Vientoligero había sido capturado en el campo de
energía residual cuando el portal se cerró y no parecía que pudiera seguir flotando
mucho más tiempo. Una justa recompensa, pensó. La muerte es la recompensa adecuada
para el fracaso.
Cerró los ojos y estiró los brazos y piernas más cerca. Esto le hizo rodar más
rápido. Quería creer que, después de que se rompiera en pedazos en el suelo del cañón,
su alma partiría a algún reino mejor y superior. Si no podía ser un ángel, al menos
podría morar entre ellos por toda la eternidad.
Pero la muerte lo eludió. Cuando el cañón se ensanchó en la llanura adyacente,
el sonido del viento en sus oídos cambió el tono. Abrió los ojos y durante un solo latido
de su corazón vio las paredes escarpadas del cañón recortándose profundamente contra
sus ojos: peñascos, grava, la extraña hierba parecida a alambre que era la vegetación
predominante en Rath, entonces todo se borró por un manto de negrura que se lo tragó
entero. Toda sensación de movimiento cesó. Estaba a la deriva en un mar de tinta sin
fin, flotando en ningún lugar y entre la nada.
Crovax.
"¿Quién pronuncia mi nombre?"
Se te necesita, Crovax.
Se giró, tratando de ver quién hablaba. Pero no había nada que ver.
¿Es esto la muerte?, se preguntó. ¿Es este el final de la vida?
Es el comienzo de tu vida, Crovax.
La misteriosa voz podía oír sus pensamientos. Muy bien, respóndeme: ¿Dónde
estoy?
Estás suspendido en un campo bi-planar. Era necesario para salvar tu vida.
¿Qué quieres de mí?
Sólo ofrecerte un destino mayor que la muerte.
¿Y si quiero morir?
Tú has nacido para comandar, Crovax. Generaciones de líderes se han criado
dentro de ti. Has tenido un tipo de conflicto, una pérdida personal. ¿Abandonarás tu
destino por estos contratiempos? ¿No sería mejor que le devolvieras el golpe a los que
te han hecho daño antes que entregar tu vida como su victoria?
Sí, lo haría. Repitió en voz alta. "¡Sí, lo haría!"
Entonces vuela, Crovax. Vuela a tu destino final.
"Habla con claridad, maldita sea. ¿Qué debo hacer?"
Vuela, Crovax. Empújate a ti mismo hacia tu destino.
Se sintió estúpido, pero se imaginó a sí mismo volando a través del aire,
envuelto en una nube de oscuridad. En el extraño vacío sin visión en verdad sintió que
se movía de nuevo. ¿Era aquello una brisa en su cara? ¿Era posible?
Bien, Crovax. Pronto estarás allí. Te estaré esperando.
Ni las montañas ni las paredes fueron un obstáculo para él. Ciego, se precipitó
como una estrella fugaz a través del más oscuro de los cielos nocturnos. Siguió adelante
y la desesperación que había sufrido poco antes le dio paso a la ira, al odio, y a un
profundo y corrosivo vacío.

* * * * *

23
Cuando Ertai recuperó la conciencia, se encontró que estaba debajo de la
cubierta, con las manos y los pies encadenados alrededor de uno de los mástiles del
buque. El eco de una pulsación fuerte y regular, pero diferente a los latidos de un
corazón, se escuchó a través del casco de la aeronave. Esa palpitación era a partes
iguales proveniente del motor dañado del Depredador y del dolor en su cabeza. La
tripulación no había sido serena con él. Ertai se lamió los labios resecos e hizo una
mueca.
"Saborear tu propia sangre no es una experiencia agradable."
Sus ojos se ajustaron a la penumbra. A unos metros, sentado en un barril, estaba
Greven il-Vec. Estaba tan quieto que era difícil distinguirlo de las cuadernas del casco
detrás de él. En reposo, el enorme guerrero no era menos terrible de lo que lo había sido
en la cubierta
expuesta. Incluso en
la débil luz un
oscuro brillo de
violencia ardía en
sus ojos.
"No ha sido
agradable estar en tu barco." dijo Ertai sardónicamente.
"No fuiste invitado a subir a bordo."
Incluso encogiéndose por el de dolor Ertai dijo: "No estoy aquí por elección."
"¿Entonces qué haces aquí, muchacho?"
No tenía sentido mentir sobre ello. "Yo estaba a cargo del portal, manteniéndolo
abierto para el Vientoligero. Salté de la estación de control hacia el barco mientras
maniobraba para entrar en el portal. Ustedes se estaban precipitando sobre nosotros
como si hubieran tenido la intención de abordarnos y ellos levantaron el timón para
evitarles. El cambio de curso fue tan violento que le erré por completo al Vientoligero y
quedé atrapado por tus aparejos. Si tu barco no nos hubiera pisado los talones habría
perforado mi propia tumba en el suelo de Rath."
"¿Un hechicero tan hábil como tú asesinado por una simple caída? Lo encuentro
difícil de creer."
Ertai no dijo nada, pero apoyó su dolorida cabeza contra el mástil.
"Sin embargo, no puedo imaginar a alguien tratando de plantar un espía en mi
barco de tal forma descuidada. Ni siquiera Gerrard Capashen."
La mención de su compañero del Vientoligero envió una chispa de ira a través
de Ertai. ¿Cómo podría Gerrard haberle abandonado en manos de este grotesco salvaje?
¡Tal ingratitud!
"Estamos volviendo a nuestra ciudadela," continuó Greven. "Una vez allí tu
destino será determinado por mi maestro, el evincar."
¿Acaso Ertai había escuchado resentimiento en la voz de Greven? Cansado
como estaba trató de leer el aura del guerrero, el halo invisible de poder que rodeaba a
todo ser viviente. Era una de las primeras proezas que se les enseñaba a los aprendices
de magos, la lectura del aura. Ertai prácticamente podía leer auras en su sueño.
Cerró los ojos para dejar que la imagen visible de Greven desapareciera de la
vista. En su lugar llegó una silueta oscura, una línea de trazos en negro sobre un fondo
del color de la sangre vieja. No existían otras fuerzas en el aura de Greven más que
fuerza y destrucción. No era de extrañar. Lo que sí le interesó a Ertai era la clara ruptura
en el aura del bruto. En lugar de un círculo completo de energía vital las líneas se
rompían en el cuello de Greven. Algo estaba allí que absorbía la fuerza vital y no la
permitía irradiar de la manera habitual. Algo artificial.

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"…qué hacer contigo," decía Greven. Los ojos de Ertai se abrieron de repente. El
sudor formaba perlas en su frente.
"¿Qué?" dijo Ertai.
Greven apretó los dientes, un ruido que la tripulación del Depredador sabía
temer. "Dije que no puedes esperar misericordia del evincar. Él no tiene tolerancia con
los enemigos del estado. Tu única esperanza es la de colaborar con nosotros. Entonces
Volrath podrá encontrar un buen uso para ti," dijo, elevando la voz cada vez más.
Ertai bajó la cabeza. "Ya veo."
Su manera cumplida hizo que Greven aflojara la mandíbula. "Tus amigos han
huido para no volver jamás," dijo poniéndose en pie.Tuvo que agacharse para evitar
golpearse la cabeza contra la cubierta superior. "Si eres tan práctico como talentoso
tomarás la decisión correcta."
Quedándose solo Ertai miró en la dirección por la que se fue el capitán. Mole
estúpida. Ertai conocía a los de su clase. Fanfarronadas y violencia, eso era todo lo que
sabían los hombres como Greven. Eran los tipos más fáciles de manipular. Había que
apelar a su orgullo, ceder el paso a su ira, esa era la forma de hacerlo. Greven odiaba y
temía a su maestro, Volrath, y esa también era una frustración factible de manejar. Ertai
empezó a sentirse un poco mejor acerca de sus posibilidades de supervivencia.
Hizo todo lo posible para abrir las esposas que lo ataban al mástil. Ni su fuerza
física ni sus debilitadas habilidades mágicas estaban a la altura y después de mucho
tiempo de un esfuerzo infructuoso se resignó a su cautiverio temporal. Su primer ataque
de confianza se desvaneció cuando encontró que no podía borrar la imagen del aura de
Greven de su mente. Esa negra aura quebrada le habló de cosas terribles y anti-
naturales, de un hombre que no estaba vivo pero tampoco muerto. Estaba siendo
controlado por la cosa en su columna vertebral y, sin embargo, consciente de su propia
falta de libre albedrío. Tal hombre era como una espada sin empuñadura, no importaba
cómo trataras de agarrarla, siempre era letal.
Así que él y Greven tenían algo en común. Cada uno, a su manera, eran
prisioneros de guerra.

25
Capitulo 2

Hermanos

La oscuridad era su amiga. Acudió a él íntimamente, envolviéndolo en su


abrazo profundo. Ningún aspecto de la luz jamás podría compararse con la compañía
sensual de la oscuridad. Lo cuidó, derramándose sobre y a través de él, estrujando los
últimos vestigios de luz que había conocido. Una vez que su ser estuvo impregnado por
el oscuro vacío, se sintió a si mismo extendiéndose hasta el infinito.
El orbe gris de Rath era como una bellota en la palma de su mano. Cerró los
dedos alrededor de ella y se echó a reír. Cerca de su mano izquierda flotaba otro mundo,
más brillante, pero cuando trató de agarrarlo se derritió entre sus dedos. Irritado, lo
intentó de nuevo. Su mano se cerró sobre nada, era como tratar de agarrar el humo. Su

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sangre se calentó, luego se convirtió en algo febril. Soltó a Rath y trató de apoderarse
del segundo mundo evasivo con ambas manos. Formando una jaula con los dedos
atrapó al fantasma en el interior. ¡Ahora era él! Cerró sus manos juntas y esperó la
emoción visceral de la posesión.
Esta nunca llegó. Una brillante corriente de fuego blanco se escurrió a través de
sus manos crispadas empujando hacia atrás la oscuridad con sus odiosos rayos. Trató de
sofocar la luz, pero sólo se hizo más fuerte. Le perforó sus ojos cerrados y le acuchilló
su cerebro. Su espalda se arqueó atormentadamente. Su mandíbula se cerró con tal
violencia que los dientes crujieron bajo la presión.
Suéltala, suéltala, parecieron decir una gran cantidad de voces agrupadas.
Suéltala antes de que te mate.
"¡Nunca!" exclamó. "¡Dominaria será mía!"
Crovax abrió los ojos. Estaba tendido en el suelo de una amplia sala en la
penumbra. Se levantó de un salto, con su corazón acelerado. ¿Qué era ese lugar? ¿Cómo
llegó hasta allí?
Suspendido a unos centímetros de su cabeza había un negro artilugio arácnido
salpicado de estacas cortas, con forma de una mano ahuecada. Un objeto perlado estaba
anidado dentro de la "mano". Al principio pensó que era duro y vidrioso pero cuando lo
miró más detenidamente la superficie latía como un ser vivo. Crovax extendió la mano
hacia el objeto extraño pero la mano salió silbando retrayéndose hacia arriba en un cable
fino de color negro con vertiginosa velocidad. Se desvaneció en las alturas ciclópeas de
la sala dejando a Crovax solo en el enorme piso pulido.
Sus manos estaban sangrando. Se había clavado sus propias uñas profundamente
en su propia carne.
"El sueño," murmuró frotándose las punzantes palmas de sus manos en sus
piernas. Las manchas brillantes de sangre contrastaban radicalmente en contra de las
polainas de color crema.
Una revisión rápida le demostró que estaba de pie solo vestido con su ropa
interior: un jersey ligero y polainas a juego. Sus pies estaban desnudos. La herida en su
cuello donde Mirri le había mordido se había sanado misteriosamente. Una pálida
cicatriz suave cubría aquel lugar. ¿Dónde estaban sus ropas, sus armas, su armadura?
Sin armas ni armaduras bien podría haber estado desnudo.
"¿Qué es esto?" gritó. Lejos por encima de él confusos movimientos y suaves
chasquidos respondieron al sonido de su voz. Crovax tuvo la desagradable sensación de
que estaba bajo observación.
Caminó por los alrededores examinando su entorno. Las dimensiones de la sala
eran enormes. El Vientoligero podría haber maniobrado fácilmente por encima de aquel
lugar. A intervalos iguales el techo abovedado estaba apoyado en enormes pilastras
decoradas en un estilo barroco y mecanicista. En cada pilar estaba representado un
rostro grotesco de color negro verdoso y cromo de varios metros de ancho y cuya boca
estilizada se abría en un silencioso rugido de rabia. En los rincones lejanos del techo
arqueado mecanismos invisibles cliqueaban y zumbaban. Crovax no podía imaginar el
propósito de una sala tan colosal.
Entonces se dobló, sacudiéndose violentamente. Gerrard. Hanna. Mirri.
Selenia... Crovax cayó hacia delante en el pasillo de mármol negro con sus manos
ensangrentadas deslizándose por la lisa piedra congelada. Un demonio dientudo le miró
de reojo desde el pavimento. La cara del demonio era su propia cara retorcida,
contorsionada por el odio, la ira y el sufrimiento.
Golpeó el suelo con su puño. "¿Por qué estoy aquí?" bramó.
¿No lo sabes?

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El orador estaba muy cerca, casi encima de él. Crovax arremetió en la dirección
de la voz pero sus puños no hallaron nada. Se puso en pie, jadeante.
"¡Muéstrate, cobarde!" dijo. "¡Deja de juguetear estúpidamente!"
El aire delante de él refulgió y formó una imagen. Crovax sacudió la cabeza y se
frotó los ojos. El ser frente a él no se parecía a nada que hubiera visto. De unos dos
metros de altura el fantasma transparente parecía una estatua horrible hecha de carne y
metal. Sus largos brazos estaban cubiertos con una piel de color rosa sólo en los codos,
por encima de ellos sus miembros estaban hechos de barras de metal y poleas. La
criatura llevaba una faja de cuero con cuentas envuelta alrededor de su cintura. La
cabeza era la característica más llamativa de todas. En lo alto de un torso esquelético se
posaba lo que parecía una enorme máscara de fantásticos penachos de colores grises y
rojos, huesos y pelos negros. Crovax no vio ojos visibles o boca aunque tubos
corrugados surgían de los hombros y el pecho del ser y entraban en la máscara en varios
puntos. Hacía sonidos audibles de respiración como el aliento de un perro. Una gola de
latón rodeaba el ancho cuello de la cosa. Joyas brillaban en todo a la criatura, y algunas
relucían y parpadeaban con su propia luz interior.
"Yo soy Kirril, sirviente del Oculto," dijo la criatura con una voz apergaminada.
Crovax no pudo discernir labios moviéndose en la criatura, sin embargo, lo oyó con
toda claridad. "Tú estás aquí porque así lo has deseado. Mi señor se ha interesado en ti."
"¿Quién es tu maestro? ¿Volrath? ¿Sirves al evincar?"
El brazo cadavérico de Kirril hizo un gesto desdeñoso. "¡No hables el nombre
del traidor! Aquel al que sirvo tiene muchos nombres: el Señor Oscuro, el Oculto, el
Primer Maestro. Él es nuestro gran señor, soberano de toda Pirexia."
Crovax quedó impresionado, pero no lo demostró. "¿Qué quiere tu maestro de
mí?"
"El Oculto te ha visto, Crovax, desde el día en que naciste. Él ha visto la semilla
de grandeza en ti y esperó su momento hasta que la reconociste en tí mismo. Ese
momento ha llegado. Una vez que decidiste seguir el camino al poder te convertiste en
su siervo. Pero cosas más grandiosas esperan por ti, Crovax, si tienes la visión y la
fuerza para aceptarlas."
El frunció el ceño ante el Pirexiano y dijo: "Yo no soy siervo de nadie, ¿me
oyes? ¡No me someteré de ninguna manera a tu Señor Oscuro! Ya he arruinado mi alma
con el odio y el asesinato, pero no voy a inclinarme ante nadie en este mundo… ¡o el
tuyo!"
Kirril se deslizó pasando al lado de Crovax. Este sintió hormiguear el pelo en sus
brazos cuando la imagen proyectada del Pirexiano pasó a su lado. En su estela Kirril
dejó un fuerte olor a ozono, como si su presencia chamuscara hasta el mismo aire.
"Es común que los dolores de parto sean intensos," dijo Kirril, siguiendo con la
discusión. "Lo importante es cómo uno trata con el dolor. ¿Lo dejarás vencer, o se lo
devolverás diez veces más fuerte a aquellos que lo causaron?"
"¿Qué estás diciendo?"
"Las muertes del ángel Selenia y la felina Mirri no fueron accidentes. ¿Quién fue
el responsable de estos actos de dolor?"
"Yo mismo."
"Esa es la respuesta de los débiles. Tú no fuiste criado para ser débil, Crovax.
¿Quién te inició en este viaje? ¿Bajo que mano llegaste a Rath?"
Su rostro ardió. "¡Gerrard Capashen!"
Kirril siguió adelante. Crovax lo vio alejarse. Era inquietante ver los relieves de
las paredes y las pilastras a través de la imagen de Kirril ¿o eran sus palabras las que
eran tan inquietantes?

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"Espera," dijo Crovax.
Kirril desapareció sólo para reaparecer directamente en frente de él.
Crovax retrocedió, luego recuperó el control. "Si todas estas cosas son culpa de
Gerrard, ¿por qué me siento tan… tan vacío?"
Por un momento la única respuesta del Pirexiano fueron sus joyas parpadeantes.
Luego dijo: "A todo ser le llega un momento de elección entre evitar su destino o
abrazarlo. Los débiles se alejan del poder y le niegan a los demás lo que ellos no pueden
lograr. Los fuertes se deshacen de las limitaciones de la moral restrictiva y reconocen
que un buen final es lo que es eficiente y exitoso. Tú, Crovax, aún no has tomado la
decisión. Has actuado de acuerdo a tu verdadera naturaleza como depredador pero aún
no has aceptado la verdad de tu superioridad. Por lo tanto estás atormentado al igual que
los tontos que te han traído aquí."
Kirril señaló al suelo entre ellos. Un recipiente cónico con una tapa plana se
materializó allí. Estaba hecho de una oscura piedra o vidrio translúcido. En el interior
del recipiente había un objeto amarillo débilmente resplandeciente que se movía
furtivamente.
"Tu nueva vida te puede proporcionar recompensas que jamás hubieras
imaginado. ¿Tienes hambre, Crovax? ¿Hay un vacío muy dentro de ti?"
"Sí, maldita sea."
"Recoge el recipiente."
Crovax levantó la jarra. Era de treinta centímetros de alto y bastante pesada.
"Quita la tapa," le ordenó Kirril. El frasco estaba sellado con una tira de plomo. Crovax
desprendió el sello y levantó la ancha tapa. "Ten cuidado de que no se escape."
Crovax se asomó a la jarra. Una lobulada bola de luz del tamaño de una ciruela
flotando en el interior se movía en círculos lentos, se detuvo, y luego invirtió la
dirección como un animal enjaulado. De repente, pareció darse cuenta de que la tapa ya
no estaba y se lanzó a la abertura. Crovax colocó su mano sobre la parte superior. La
bola le tocó su áspera palma y se fundió en ella y el pudo ver la luz a través del dorso de
su mano.
Una descarga le pasó por el brazo seguida de una intensa sensación de placer. La
adusta cara de Crovax se rompió en una amplia sonrisa. El vacío, la angustia en su
interior se evaporó. Se sentía lleno de energía y fortaleza. "¿Qué fue eso?"
"La fuerza vital de un ser vivo. Todos los seres vivos la contienen. La mayoría
de las criaturas renuevan su provisión simplemente consumiendo alimento y la gastan a
través de la actividad física y emocional. Como tú niegas tu papel natural como cazador
y maestro de seres de carne gastas tu fuerza vital innecesariamente alimentando
emociones tan inútiles como pena, angustia y lamento. Has progresado más allá de los
mortales, Crovax. Ahora tienes la capacidad de absorber la fuerza vital de otros seres.
¿La utilizarás o morirás como un débil y miserable humano?"
Los cortes en sus manos habían desaparecido. "¿Cómo ha pasado esto?"
"El poder siempre estuvo dentro de ti. Por tus actos en el Vientoligero has
despertado el instinto latente."
Crovax dejó caer el frasco y este se hizo pedazos en el pavimento negro. "Quiero
más," dijo. "Dame más. Necesito más."
La imagen de Kirril extendió ampliamente sus manos huesudas. "Tendrás más,
tanto como desees, si cumples con la prueba final del Oculto." Con otro fluido giro de
su mano Kirril convocó a los atrapa-sueños. Garras arácnidas descendieron rápidamente
desde el techo rodeando a Crovax en un anillo de espinosas “manos” negras.
"¿Para qué son estas?"

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"Tu educación, Crovax. Es importante que sepas la la historia de Rath para que
no repitas los errores de tu predecesor. Estos dispositivos te permitirán experimentar el
pasado como realmente sucedió. ¿Estás preparado para eso? Conocerás terrores y
placeres que pocos mortales han conocido."
Pero para ese momento Crovax no se alarmó. Le dio una patada a los fragmentos
de la jarra rota y se colocó en el centro de las máquinas de ensueño.
"Mi apetito es muy grande," declaró.
"Bien," respondió Kirril. "Así debe ser. Ahora, prepárate para tu lección."

* * * * *

Crovax estaba estirado en una mesa de operaciones, en alguna parte en el Cuarto


Nivel de Pirexia. Tubos llenaban su nariz, y una máscara de respiración cubría su boca
abierta. No había menos de cuatro sacerdotes de nacimiento Pirexianos trabajando en él
al mismo tiempo, cada uno con su propio cuadrante del cuerpo de Crovax. En lo más
recóndito de su confusa mente Crovax sabía que esto estaba sucediendo. Había visto la
historia completa de Rath y se había dado cuenta de que estaba recibiendo el mismo
trato que había recibido Volrath, estaba siendo modificado para desempeñar el papel de
evincar.
"¿Qué conclusión puedes sacar de la historia de Volrath?" le preguntó Kirril
"Volrath fue un tonto y un debilucho," respondió Crovax.
"Durante muchos años fue un gobernador muy eficaz."
"Estuvo bien en suprimir algunos elfos harapientos y azotar a algunos moggs.
Pero la primera vez que apareció un verdadero reto: el Vientoligero, echó todo a perder.
Peor aún, quedó tan fuera de control que abandonó su puesto para dedicarse a su pelea
privada con Gerrard. No es una buena acción para un hombre con sus
responsabilidades."
"¿Tú no cometerías esos errores?"
"Nunca," respondió Crovax.
"¿Cómo harías frente a una incursión del Vientoligero?"
"El Vientoligero no es importante. Se trata de un vehículo, un recipiente, un
medio para ofrecer un
fin."
Delicados
micrótomos rasparon
la carne de Crovax.
La sensación, o sus
pensamientos acerca
de la sensación, se
filtraron a través de
todo el
desprendimiento y la
anestesia. A través de
los ojos de Kirril vio
su cuerpo desnudo
abierto de par en par
en la mesa de
operaciones
Pirexiana, su piel de
ébano clavada hacia

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atrás como un cuero flexible, sus órganos aún con vida, latiendo, su corazón
bombeando....
Un ruido agudo lo distrajo y volvió a ver su propia transformación. Esta vez una
pequeña sierra zumbante estaba siendo utilizada para abrir su cráneo. El descomunal
sacerdote que empuñaba la sierra tenía tres brazos en cuya punta había delgados dígitos
metálicos de delicadeza atroz. El Pirexiano tocó con la brillante cuchilla la cabeza de
Crovax, y el ex miembro de la tripulación del Vientoligero gritó interiormente.
Sintió que se estaba precipitando a través de un abismo de total oscuridad. La
caída fue aún más terrible porque sabía que iba a durar para siempre. Nunca llegaría al
fondo, nunca sentiría el impacto indulgente de la muerte.
Debajo de él brillaba una luz tenue. Creció en forma sostenida haciéndose cada
vez más grande y más brillante y transformándose en un ángel que brillaba
intensamente.
¡Selenia!
Pasó junto a ella girando y agarrándose al borde ondulante de su diáfana capa.
Su triste rostro parecía borroso, confuso. Sin embargo, cuando se reconocieron, el ángel
plegó sus batientes alas y se dejó caer tras él. Crovax se estiró para tomar sus manos
extendidas. Las yemas de sus dedos se rozaron muchas veces pero no lograron unirse.
La desesperación dio paso a la frustración y luego a la ira. Crovax apretó ambas manos
en puños y se lanzó sobre Selenia. Un difuso halo rojo le rodeó cuando se disparó hacia
arriba para encontrarse con ella. Ella abrió los brazos para abrazarlo y el hizo lo mismo,
entusiasmado por su triunfo.
Se unieron en el aire y apretó al ángel brillante junto a su cuerpo. No estaba
muerta, no ha muerto, no ha muerto...
Selenia se retorció en su abrazo. "¡Déjame ir! Déjame ir, Crovax, ¡me haces
daño!"
"¡Yo nunca te haría daño!"
"¡Déjame ir, no puedo soportarlo!"
Crovax se echó hacia atrás lo suficiente como para ver su cara angustiada. Sabía
instintivamente que el poder que emanaba le estaba hiriendo. La misma fuerza que le
permitió detener la caída y alcanzar a Selenia ahora estaba matando al ángel.
"¡Déjame ir, Crovax! ¡Me estoy quemando!"
"¡No te dejaré ir! ¡Eres todo lo que me importa!"
Las plumas de sus alas cayeron, carbonizadas con un color marrón. Entonces se
convirtió en un peso muerto en sus brazos y poco a poco ambos giraron en el el aire
hasta que ella colgó fláccidamente debajo de él. Su vestido humeaba, su delgado pelo
estaba chamuscado
"Crovax, me has matado."
El le besó su rostro sin vida. Allí donde la tocó sus labios y mejillas se hincharon
con ampollas. En lugar de ver su belleza consumida completamente por el calor de su
rabia, Crovax la soltó. Ella cayó en espiral hacia la oscuridad, las alas rígidas por la
muerte.
Luego se cubrió el rostro con las manos. Si pudiera arrancar su memoria, borrar
a Selenia de su mente, podría salvarse del tormento de su muerte.
"¿Kirril? ¡Kirril! ¿Puedes oírme? ¡Concédeme este favor!"
"No," dijo el Pirexiano. "Debes preservar los recuerdos de todas tus obras."
"¿Por qué? ¡No quiero recordar las cosas horribles que he hecho!"
"Sólo parecen horribles porque te aferras a conceptos inferiores sobre el bien y el
mal. Debes aprender a saborear tus experiencias. De esta manera serás fuerte. Serás
superior a los mortales que viven en el miedo y reaccionan ante el dolor."

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"¿Puedes darme esa fuerza, Kirril?"
"Ya la tienes. Todo lo que se necesita hacer es borrar lo que queda de tu inútil
sentido moral."
"Entonces hazlo."
"¿Estás seguro? Lo que se quita no puede ser restaurado."
"¡Hazlo!"
Un electrodo, en cuya punta tenía un cauterizador metálico en miniatura, se
introdujo en el cerebro de Crovax. Con un silbido, lo que quedaba de su dolorosa
conciencia desapareció ardientemente.

Capitulo 3

Llegadas

A baja velocidad, y con una dirección considerablemente estable por parte de


Greven il-Vec el Depredador se acercó al túnel aeronaval en lo alto de la ladera de la
Fortaleza. Les había tomado dos días retornar desde el Cañón del Portal en lugar de las
habituales cinco horas. Maniobrar por el usualmente amplio túnel que atravesaba las
laderas del Pico de Rath pareció imposible. La dirección del Depredador era un desastre
de aparejos enredados y ninguno de los huesudos tripulantes pudo hacer nada para
corregirlo. Hicieron tres intentos de aproximación hacia la boca del túnel sólo para
abortar cada uno en el último instante y evitar colisionar contra el costado del cráter.
Furioso y desesperado Greven irrumpió bajo cubierta a donde Ertai todavía
estaba encadenado al mástil. "¿Ya llegamos?" preguntó Ertai alegremente. Greven quiso
arrancar cariñosamente la sonriente cabeza del niño pero se conformó con darle una
patada a un barril de sidra hasta convertirlo en astillas. Como estaba lleno el dulce olor
del líquido llenó la repleta bodega.

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El Depredador se sacudió fuertemente a babor. Gritos de alarma penetraron
desde la cubierta superior. Los labios llenos de cicatrices de Greven se apretaron con
disgusto.
"¿Y bien?," dijo Ertai."No puedo hacer mucho encadenado aquí abajo."
"¿Quién dice que yo quiera que hagas algo?" gruñó Greven.
"No has venido hasta aquí para ofrecerme sidra, ¿verdad?"
La habitualmente cara pálida de Greven se ensombreció. Extendió los brazos
con sus enormes y musculosas manos y Ertai temió que su momento había llegado.
Greven tomó la cadena entre las manos de Ertai y con un poco más que un
encogimiento de hombros la quebró en dos.
Ertai sólo lo miró con asombro. Greven hizo lo mismo con los grilletes en sus
piernas y el joven mago se puso de pie por primera vez en más de un día.
"Muchas gracias, Capitán. Estaba empezando a acalambrarme…"
"¡Cállate y sube a cubierta!," dijo Greven.

* * * * *

Ertai, haciendo resonar las cadenas, caminó dificultosamente por la pasarela. Y


emergió en el puente principal. Los marineros estaban tratando de nivelar el Depredador
con sus velas mayores echas jirones. Incluso aunque hubieran estado en las mejores
condiciones esos métodos hubieran sido demasiado brutos para dirigir la aeronave hacia
su base de operaciones.
Ertai estiró la cabeza y miró la Fortaleza. Un gigantesco cono redondeado se
alzaba abruptamente desde la llanura circundante a una altura de más de cinco mil
metros. Las áridas pendientes eran de piedra amarilla, con vetas de depósitos minerales
de color rojo y marrón. El lado occidental estaba cubierto por una cascada de color gris
plateada de piedra variable recientemente fabricada. En la cumbre, el gran Foco flotaba
sobre una corriente continua de chisporroteante energía azul. Este titánico objeto
cilíndrico recibía la energía y la lanzaba desde abajo hacia el indefinido espacio de las
alturas. Aunque no era brillante en el sentido de cómo se consideraría brillante al sol
Dominariano, los ojos de Ertai comenzaron a lagrimear por la luz.
"No es momento de lágrimas," dijo Greven.
"Soy del tipo sensible," dijo Ertai secándose los ojos.
Greven arrastró a Ertai a la barandilla del borde delantero. "Tenemos un
problema en la dirección." Realmente odió lo que estaba a punto de decir, y lo demostró
claramente en su rostro brutal. "Así que usarás la magia para hacernos atravesar el
túnel."
"Yo soy un prisionero de guerra."
"Tu estás en mi barco," dijo Greven con sus dientes empezando a rechinar. "Si
nosotros chocamos tú también te irás abajo con nosotros."
Ertai no pudo evitar sonreír. "Eso es persuasivo." Se dirigió hacia la banda de
babor del puente y luego a estribor. El Depredador estaba haciendo un giro grande y
lento que eventualmente lo pondría de vuelta en el camino hacia la boca del túnel.
"¿El timón esta arruinado?" preguntó Ertai. Greven asintió con la cabeza.
"¿Puedes maniobrar con un empuje diferencial de tus motores?"
"Normalmente, sí, pero el motor de estribor está fuera de su sitio. Sólo el motor
de babor está suministrando su empuje."
Ertai se protegió los ojos del resplandor azul de la cima y estudió a los marineros
tratando de dirigir la vela del palo mayor para contrarrestar el empuje desequilibrado del
motor. Incluso mientras miraba la aleteante vela se soltó y arrojó a tres hombres del

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botalón. Todos ellos se hundieron mortalmente en la oscuridad debajo del barco pero
nadie hizo una pausa para remarcar el hecho y menos el capitán del Depredador.
"¿Acaso no pueden abandonar el barco?" preguntó Ertai.
"Esa no es una opción," dijo Greven cruzando los brazos sobre el pecho. "¿Qué
puedes hacer? ¡Recuerda que si fallas seguirás el camino de esos torpes tontos por la
borda!"
"Como usted tan elocuentemente ha dicho, capitán, todos estamos juntos en este
cubo."
Ertai cerró los ojos y extendió sus manos. El poder crujió de sus dedos. Había un
montón de energía en el aire de allí aunque principalmente era de una variedad
destructiva. Extrajo una parte de esta energía de transfondo violento y se sintió mal
haciéndole doler todas las magulladuras de su cuerpo. Pero tiempos desesperados
requerían acciones audaces.
"¿Qué estás haciendo?" le demandó Greven.
"Haciendo un camino," murmuró Ertai. Visualizó una gran barra de energía
mágica que emanaba de sus manos hacia la lejana entrada del túnel. Eso fue bastante
simple, pero a continuación empujó la corriente de fuerza bajando por los brazos y a
través de su cuerpo hasta sus pies. Al anclar el flujo del poder a través del casco,
obligaría al Depredador a seguir esa dirección. La sensación era similar a la de abrazar
un árbol enorme, pero tenía que hacerse.
El Depredador se estremeció y se giró con elegancia hacia la Fortaleza.
"Prepárense para un aterrizaje de emergencia," exclamó Ertai. "Esto será duro."
Greven dio la orden, y los marineros y moggs supervivientes se agacharon detrás
de los bastiones de proa y popa. Desdeñando el peligro Greven permaneció en el puente
con Ertai.
"Necio," susurró Ertai.
"¿Qué?"
"Eh…‘neciosito’ más concentración." Sus miembros empezaron a temblar. El
sudor empezó a escurrirse a través de los sucios harapos que llevaba encima.
La proa se hundió y la aeronave aceleró. Allí estaba el peligro real aunque Ertai
no se molestó en explicarlo a Greven. Su hechizo podría fácilmente mantener a la nave
recta pero no sabía si tendría fuerza suficiente para detener el barco una vez en el
interior del cráter.
"Corten los motores."
La orden de Greven sonó muy lejos. Ertai luchaba por mantener el equilibrio. El
calor se estaba construyendo en donde su cuerpo tocaba a la nave. Las plantas de sus
pies se estaban llenando de ampollas y bajo ellos la cubierta empezó a arder. Alguien,
presumiblemente Greven, arrojó un cubo de agua en los pies de Ertai.
"Gracias," dijo con los dientes apretados.
"Ya casi estamos allí," respondió Greven. "¿No deberías abrir los ojos?"
"Puedo ver mejor así."
Sin el zumbido de los motores el Depredador estaba vivo con sonidos rara vez
escuchados: el crujido de los mástiles, el ruido del casco bajo estrés, el extraño
repiqueteo metálico de los cables ajustándose automáticamente a los cambios en la
tensión. Con el ojo de su mente Ertai vio el cono amarillo de la silueta de la Fortaleza
delante de él. El rayo mágico atravesaba el centro del túnel de aterrizaje. El Depredador
entró allí a gran velocidad. La estela del interior del cráter sopló ardientemente en la
mejilla de Ertai.
Con un chiflido el Depredador arremetió por el centro hueco de la Fortaleza. Los
miembros de la tripulación gritaron y Ertai abrió sus ojos.

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Se estaban precipitando hacia la ancha columna de energía que pasaba entre el
Foco de arriba y la Ciudadela de abajo. Greven puso una mano dura en el hombro de
Ertai.
"Vira ampliamente lejos del rayo," dijo. "Si le pegamos, estamos muertos."
Ertai cerró las manos en puños y trató de manejar la corriente invisible para que
se alejara de la columna de energía. La corriente era fuerte y le gustaba fluir hacia el
rayo. Las venas se
hincharon en el cuello
de Ertai cuando este
luchó para canalizar el
poder.
Dobla, dobla,
pensó con furia. ¡Ve a
donde te indico!
La conjurada
corriente se inclinó a
estribor hasta que se
quedó justo al costado
de la columna de
energía. El Depredador
pasó a toda velocidad
en una zambullida de
20 grados. El brazo
principal del palo
mayor de estribor rozó el campo de energía y chisporroteó hasta desaparecer
instantáneamente. Ertai sostuvo el giro, y la aeronave se disparó en una espiral
descendente hacia el muelle de aterrizaje situado en el punto más alto de la Ciudadela.
"Es mejor que desaceleres," dijo Greven.
Ahí estaba el punto que Ertai había contemplado incluso en la extrema dureza de
su conjuro. Rath era su prisión, Greven su carcelero y el Depredador fue un instrumento
de opresión para miles de personas libres. ¿Por qué debería salvarlo? ¿Por qué no dejar
que se estrellara en la Ciudadela y que recibiera todo el daño que fuera posible? Al
menos así podría dar un golpe por los oprimidos.
"Más lento," repitió Greven, con más urgencia.
Morir es fácil, le había dicho una vez su antiguo maestro. La muerte es pasiva, la
vida activa. Un mago verdadero debe vivir con el fin de lograr las metas de su arte.
¿Que has logrado en tu corta vida, Ertai?
"¡Despacio! ¡Despacio!" rugió Greven.
El Depredador era solo un buque. Greven, solo un comandante. Las bases de
dominación Pirexiana apenas temblarían ante su pérdida. El, por el contrario, podría
lograr cosas más grandes si vivía lo suficiente.
Ertai extendió los brazos ampliamente. La corriente mágica, visible sólo a él, se
extendió delante de la precipitada aeronave. Se apiló en oleadas hacia arriba contra la
proa y cada cresta rebotadora golpeó como un martillo frente al Depredador
desacelerando su paso. La proa ya destruida golpeó el anillo de amarre y lo demolió. La
gran nave se estrelló contra la plataforma y se deslizó hacia un lado, desgarrando la hoja
ventral de aterrizaje. Greven fue catapultado desde el puente hasta la cubierta inferior.
Sólo Ertai, arraigado en el lugar por el poder que fluía a través de él, permaneció de pie.

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El Depredador se detuvo bruscamente contra el caparazón de piedra variable.
Greven dio un salto para ponerse en pie en medio de los restos destrozados de la
cubierta.
"¡Tú! ¡Arruinaste mi nave!" dijo señalando con un grueso dedo a Ertai.
"Ya estaba arruinada," dijo Ertai débilmente tambaleándose en la barandilla
inclinada. "Estamos vivos. ¿De que te quejas?"
Dicho esto cayó inconsciente sobre la cubierta. Allí dónde había estado de pie
dos huellas ennegrecidas habían quemado el entarimado.

* * * * *

Dorian il-Dal, chambelán del palacio del evincar, esperaba la llegada de Greven
il-Vec con inquietud. Todo era un caos, la Ciudadela había sido atacada por primera vez
en la historia, la guarnición estaba en desorden, la poderosa aeronave Depredador era
una ruina humeante, y lo peor de todo, el evincar Volrath no se hallaba en ninguna parte.
Dorian se paseaba arriba y abajo fuera de las cámaras privadas del evincar,
inseguro de cómo proceder. Indudablemente Greven estaría en su estado de ánimo más
vil teniendo en cuenta su fracaso en la captura del Vientoligero. El sorprendente debacle
de la Ciudadela tampoco sería un bálsamo para su conciencia. Lo que más temía Dorian
era lo que podría suceder cuando se corriera la voz de que Volrath había desaparecido.
¿Acaso los siervos del evincar se rebelarían? ¿Los elfos rebeldes y sus aliados atacarían
de nuevo? ¿Y que pasaría con los moggs, obedecerían a sus capataces, sin la autoridad
de Volrath para amedrentarlos?
El ruido de pesados pasos alejó a Dorian de sus sombrías reflexiones. Greven
il-Vec descendió la rampa en espiral proveniente de la dársena de aeronaves seguido por
el remanente de su tripulación. Dos miembros de estos llevaban un cuerpo desmayado
entre ellos, un joven vestido con ropas extranjeras.
"¡Terrible Señor!" comenzó a decir Dorian haciendo una reverencia a toda prisa.
"¡Benditos seáis por haber llegado de nuevo a nosotros sano y salvo!"
"Guarda los halagos para alguien que lo necesite," dijo Greven. Ordenó a sus
hombres que pusieran al hombre inconsciente en el piso y preguntó: "¿Dónde está Su
Alteza? Tengo que informarle."
"Su Alteza Volrath está, eh…"
"¿Sí?"
"Él no está aquí."
Las chispas del pensamiento de Dorian habrían volado por el aire por el
rechinido de los dientes de Greven. El guerrero se apoderó de Dorian por sus elaboradas
mangas levantándolo hasta que sus dedos bailaron sobre las incrustaciones de mosaicos.
"¿Dónde está?" le exigió Greven.
"Yo…yo no lo sé, ¡Terrible Señor! ¡Después de que los intrusos fueran
expulsados de la Fortaleza, no se lo ha encontrado en ningún lado!"
La ira de Greven se desvaneció y dejó a Dorian en el suelo.
''¿En ningun lado? ¿Lo han buscado?"
"Sí, Terrible Señor."

* * * * *

Greven miró a Dorian. Desde la base de su cráneo hasta la parte más baja de la
espalda el guerrero tenía un injerto espinal Pirexiano implantada en lugar de su natural
columna vertebral. Esta vara le daba su enorme fuerza, pero también obedecía a las

36
órdenes mentales del evincar de Rath. La desobediencia le traía una represalia inmediata
en forma de un dolor insoportable. Greven había estado tan ocupado salvando al
Depredador que no había notado la sensación de vacío dejada por la falta de control de
Volrath. En ese momento sondeó todos los puntos al alcance de su odiado maestro y no
sintió nada. Si Volrath estaba en el plano de Rath Greven debería haber sido capaz de
sentirlo. Sin embargo, Volrath no podía estar muerto, por que la repentina ruptura del
control del evincar habría golpeado su columna vertebral como un rayo.
"Se ha ido," anunció Greven. "El evincar no está en este mundo." Después de
haber pronunciado estas palabras, hizo el salto de la lógica y dedujo la verdad. "¡Volrath
estaba en el Vientoligero!"
"¿Qué?" dijo Dorian con voz trémula.
"Gerrard debe haber capturado al evincar. No, eso no está bien. ¿Por qué huiría
si tenía a Volrath como rehén?"
"¿Entonces, Su Alteza fue de buen grado en el barco enemigo?"
Greven se tocó la barra de control en el lugar donde entraba en la base de su
cráneo. "Sí, eso es lo que hizo." ¡El necio! Y sintiendo renacer su ira pensó: ‘¡Utilizó sus
poderes de metamorfo para escabullirse en el Vientoligero! ¿Qué es lo que espera
ganar?’
"¿Ah, Terrible Señor?" dijo Dorian comenzando a lloriquear.
"¿Qué pasa?"
"¿Qué vamos a hacer?"
"¿Sobre qué?"
"Sobre todo. ¿Quién va a gobernar en el lugar de Su Alteza?" Su rostro regordete
se iluminó. "Usted es el segundo en el mando después del evincar. ¡Usted debe hacerse
cargo, Terrible Señor! ¡Que la gente sepa que una mano firme todavía lleva las riendas
de Rath!"
Los marineros de la aeronave vitorearon y le urgieron en voz alta a Greven de
que asumiera el cargo de gobernador. Él los miró en silencio.
"Esto no es una banda de ladrones, en este lugar no elegimos a nuestros jefes,"
dijo."Hay un orden en las cosas que debe ser observado. Otros evincars han muerto
antes y nuevos se han encontrado. Nuestros maestros lejanos deben ser notificados y su
voluntad obedecida. Los consultaré."
Tanto Dorian como los marineros palidecieron.
"¿Nos atreveremos?" preguntó Nasser, el sargento veterano del Depredador.
"Ustedes no lo harán. Yo lo haré," dijo Greven. Interiormente no estaba tan
ansioso. Por primera vez en muchos años estaba libre de dominación. Podría tomar la
Fortaleza como suya pero sabía que no podía quedársela. Los Grandes Señores no se lo
permitirían, y el castigo en sus manos haría que la brutalidad ocasional de Volrath hacia
él pareciera un juego de niños.
Caminó por la antecámara del evincar y hacia el ascensor más cercano. Había
cuatro de estas grandes plataformas cuadradas, cada una apoyada por un brazo flotante,
que pasaban a través de los muchos pisos de la Ciudadela. Dorian y la tripulación de la
aeronave le siguieron de mala gana.
"Traed al prisionero," les recordó Greven. Ertai fue arrastrado con ellos.
El ascensor los bajó suavemente hasta la sala del trono. La cámara ovalada
formaba parte de la totalidad del piso. La decoración era una mezcolanza de los gustos
de los evincars anteriores, de la brutal eficiencia de Davvol al fetichismo mecanicista de
Burgess. Volrath apenas había utilizado la sala del trono. Para sus funciones estatales
prefería el salón de reuniones que era más grande y estaba situado más profundo en la
Ciudadela.

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Muy por encima del trono de Rath colgaba una enorme pirámide invertida de
tres lados, hecha de alguna traslúcida aleación gris Pirexiana. Estaba acunada por un
intrincado artefacto de piedra variable de múltiples brazos. Esta era la "Ventana" a
Pirexia, un portal que trasmitía voz e imagen pero no podía enviar o recibir artefactos o
viajeros.
La noticia del retorno de Greven y la desaparición de Volrath había traído a la
corte del evincar. Seleccionados de entre las familias cooperativas de los Dal, los Vec, y
los Kor, los cortesanos de Rath eran sirvientes, aduladores y espías del evincar. Su
forma de comerciar era el chisme y la traición mientras competían entre sí por honores y
privilegios. Durante el ataque en dos frentes del Vientoligero y el ejército de los elfos
rebeldes de Eladamri los colaboradores de Volrath se habían refugiado en sus
apartamentos de la Ciudadela. Cuando el peligro pasó salieron con sus mejores galas
preparados para ser vistos y contados cuando la Ventana a Pirexia fuera abierta.
Los marineros depositaron a Ertai a los pies del trono vacío. Greven plantó sus
puños en las caderas y declamó, "¡Grandes Señores de Rath, escuchadme!"
La pirámide se mantuvo borrosa e inerte. Greven repitió su invocación. La
superficie de la pirámide comenzó a chispear.
Animado, Greven, dijo: "¡Yo soy Greven il-Vec, comandante de los ejércitos de
Rath! Nuestro evincar nos ha dejado, y solicitamos que nuestros maestros lo restauren o
nos envíen otro en su lugar."
Un delgado haz rojo salió disparado desde el mecanismo en lo alto de la
pirámide. Se arrastró inofensivamente a través del rostro de Greven, rastreando todos
sus contornos y comparándolo con las imágenes del guerrero almacenadas en su
memoria. Cuando estuvo satisfecho de que Greven era quien decía ser el artefacto
flexionó sus brazos y bajó la Ventana. La bruñida maquinaria de color amarillo zumbó y
chilló hasta que la pirámide se amplió bien alta por encima del trono. La ventana
comenzó a funcionar con un siniestro crujido de poder haciendo que los asustadizos
cortesanos retrocedieran alarmados.
"Sean valientes," se burló Greven. "Es sólo una máquina."
Oscuros colores rebotaron a través de la pirámide, de esquina a esquina a
esquina. Se estabilizó en el centro y asumió un tinte azulado. Greven enderezó sus
anchos hombros y esperó la orden de sus maestros.
"Saludos." La voz Pirexiana sonó mal articulada y mecánica. "Saludos, a
nuestro leal guerrero, Greven il-Vec."
Este se arrodilló sobre una rodilla. "El más humilde de mis saludos, Grandes
Señores. Tenemos un grave…problema… "
"El asunto es conocido por nosotros. El Oculto no está satisfecho con la
deserción del evincar o con el fracaso de sus soldados."
"Grandes Señores, ¿debemos rastrear a Volrath y castigarlo?," preguntó Greven.
"Eso no es necesario. Es más importante para usted fortalecer sus fuerzas en
Rath y aplastar la rebelión que se está fomentando entre los elfos."
"Sí, Grandes Señores."
"Para este fin estamos enviando un emisario especial que encontrará un nuevo
evincar, reorganizará el gobierno, y mejorará la programación de la producción de
piedra variable."
Un murmullo rodeó la sala.
"¿No sería más sencillo nombrar a un nuevo gobernador para hacer todo eso?,"
dijo Greven. La fatiga lo había hecho más obtuso de lo habitual.
El haz de luz roja volvió, pero esta vez no fue inofensivo. Golpeó a Greven en el
pecho y el vigoroso guerrero gimió y se derrumbó. Se retorció en el piso varios

38
segundos hasta que el rayo se aplacó. Los cortesanos en la parte trasera de la sala se
marcharon en silencio a no ser que el descontento de los jefes supremos se extendiera
aún más.
"No cuestione, sólo obedezca," entonó la pirámide. "Espere al emisario en siete
intervalos. Aparecerá en las Galerías de los Sueños para ese momento. Todos
obedecerán al emisario o serán castigados."
Greven hizo una mueca cuando se puso de pie. "Todos obedeceremos sin
cuestionar, Grandes Señores."
La luz dentro de la pirámide comenzó a girar y revolotear alrededor y luego se
volvió inerte una vez más. El brazo hizo retroceder al dispositivo a su posición anterior,
cerca del techo.
Ertai cojeó debido a sus pies quemados hasta detenerse junto a Greven. "Parece
que de nuevo estamos en el mismo barco," dijo.
"¿Y cómo es eso, Enano?" bramó el guerrero.
"Siempre hay alguien más grande alrededor quién espera que te inclines y te
arrastres para que ellos puedan seguir andando, ¿no?"
"Algunos de nosotros somos más grandes que otros."
"Y algunos de nosotros se paran para caer desde una altura mayor," respondió el
joven. "Ahora, ¿dónde puedo conseguir algo de bálsamo para mis pies?"

* * * * *

La vida es amable.
Esa fue la conclusión de Crovax mientras estaba de pie en el extremo de las
Galerías de los Sueños mirando hacia abajo en dirección al laboratorio real y la torre de
la prisión, la torre del mapa, y los caóticos cuarteles mogg. Debajo, los esbirros de Rath
correteaban presurosos a hacer sus tareas como los residentes de un hormiguero. Cada
vida podría ser suya, para tomarla y disfrutarla. Sonrió y su oscuro rostro reflejado en el
vidrio de piedra variable le devolvió la sonrisa. ¿Por qué no tomar a todos ellos con el
tiempo? El valor del ganado era solo como alimento para el león.
Con un gesto de su mano el cristal de piedra variable se quebró. Crovax se
acercó al alféizar y se quedó parado en la orilla, cientos de metros por encima del techo
del laboratorio. Levantó un pie y se asombró al ver al alféizar de piedra variable
extenderse rápidamente para sostenerlo. Levantó el otro pie y las nanomáquinas también
avanzaron con rapidez para posarse debajo de él. Crovax repitió el proceso hasta que
estuvo parado en una delgada plataforma de piedra variable a dos metros de donde
había comenzado. Permaneció de pie con los brazos extendidos y se rió por el poder
absurdamente grande que ahora era suyo.
Con un crujido siniestro, la fina estructura de piedra variable se arqueó bajo su
peso. La euforia de Crovax desapareció. Saltó de nuevo a las Galerías de los Sueños
justo cuando la débil plataforma se derrumbó inmediatamente, golpeó con su pecho
contra el borde del alféizar y quedó colgando de allí sin aliento en sus pulmones.
Jadeando, se empujó a sí mismo sobre el borde y rodó dentro de la galería. La ventana
de fluidos se cerró detrás de él. Crovax yació en el frío suelo de piedra con su corazón
martillando violentamente. Luego se echó a reír.

* * * * *

La delegación encabezada por Greven acababa de llegar en el otro extremo de


las Galerías de los Sueños. Normalmente sólo Volrath podría haber abierto las

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cerraduras de piedra variable en las puertas de su santuario, pero cuando el grupo llegó
las masivas puertas dobles ya estaban misteriosamente accesibles. Greven entró con
valentía, como si fuera un visitante frecuente. Detrás de él venía Dorian il-Dal y un
selecto grupo de cortesanos, una guardia de honor de la guarnición del palacio y Ertai.
Dorian había expresado su preocupación por traer al mago cautivo con ellos.

"Es un enemigo," dijo el chambelán. "¿No debe permanecer en la cárcel?"


"Todo a su tiempo," respondió Greven. "Por ahora, deja que vea el poder al que
se opone."
Ertai se deslizó silenciosamente a lo largo de sus pies vendados. El guardia de
honor estaba muy cerca detrás de él para que no tuviera ninguna oportunidad de escapar
pero este sólo consideró escapar por un breve momento. La perspectiva de conocer a un
emisario de Pirexia era demasiado interesante para perdérsela.
La parte más ancha de las Galerías de los Sueños era donde la estructura se unía
al segmento principal de la Ciudadela. Ninguno de ellos había visto su interior antes.
Los austeros relieves monocromáticos estilizaban marcadamente las imágenes de
Volrath y la rara maquinaria de piedra variable mantenía a la delegación en un grupo
apretado con sus cabezas girando en todas direcciones. Sólo Greven mantuvo su
dignidad y caminó rectamente alejándose del resto un momento hasta que Dorian le
llamó.
"¡Terrible Señor, espere por nosotros!"
"Dejen de perder el tiempo. Han habitado en la Fortaleza durante la mayor parte
de sus vidas y actúan como si nunca antes hubieran visto cosas parecidas."
Ertai se sentó en el pulimentado suelo negro. "Podríamos simplemente esperar
aquí," dijo.
"¡De pie!," dijo un sorprendido Dorian.
"Me duelen los pies. Le puedes preguntar al Señor Greven por qué lo hacen."
"Déjalo," dijo Greven."Cuando llegue el emisariose pondrá de pie como todo el
mundo. ¿Cuántos intervalos han pasado?"
Dorian consultó el contador de tiempo que llevaba alrededor de su cuello. La
esfera era tan grande como un plato de comida pero tan delgada como cuero. En medio
de números ordinarios, intrincadas runas y sigilos Pirexianos aparecían y desaparecían
irregularmente.
"Seis intervalos y medio," dijo cuando los símbolos amarillos aparecieron en la
cara del medidor.
"Estad tranquilos," dijo Greven a la guardia de honor. Los guardias, encabezados
por el sargento Nasser, se encorvaron en sus rígidos trajes cónicos de armaduras
ceremoniales.
Nadie habló durante varios minutos. Ertai se divirtió leyendo las auras de los
cortesanos. Sus componentes más fuertes eran el miedo y la codicia. La guardia de
honor era una historia diferente. Todos llevaban halos de violencia, y su líder, Nasser,

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tenía un aura poderosa que hablaba de una gran ambición personal. Ertai volvió a mirar
a Greven y se preguntó si él lo sabía.
Pasando el dedo por el suelo Ertai descubrió que el mármol era solo otra
variedad de piedra variable. Se concentró mientras hacía presión con su dedo y por un
instante fugaz pensó que sintió suavizarse la sustancia. Sorprendido, levantó su dedo.
No había señales de ningún sangrado pero la sensación debía haber sido genuina. Tenía
demasiada práctica para confundir una cosa así.
El silencio fue roto por un silbido lejano. Todo el mundo en la delegación
aguzaron el oído. Ertai se puso de pie. La guardia de honor se puso más rígida en señal
de atención.
"¡El emisario!" dijo Dorian sin aliento.
Greven observó hacia abajo del cavernoso pasillo oscuro. "No seas idiota.
¿Acaso los grandes señores silban como calderas de vapor?"
Dorian se deslizó hasta el gigantesco guerrero. "¿Entonces quién…o que es…lo
que es eso?"
El trino creció en forma sostenida haciéndose cada vez más fuerte. No sonaba
como una persona silbando sino más parecido a una tubería o un silbato de metal.
"¿Podría ser que Volrath ha vuelto?" preguntó Ertai.
"Ese sonido no es Volrath", respondió Greven.
Una voz se filtró hacia abajo, distorsionada e inidentificable en la extraña
acústica de la sala. Como todo el mundo se esforzó en escuchar el ruido se hizo más
claro.
Greven ordenó a los guardias que se colocaran delante. Estos formaron una
cuña frente a Greven y levantaron sus lanzas. El silbido se hizo más fuerte y más claro
pero aún no había nadie a la vista.
"¡Quienquiera que seas," gritó Greven, "muéstrate!"
El silbido se detuvo y fue sustituido por una misteriosa risa tranquila. Todos los
ojos se alzaron y contemplaron a Crovax en sus nuevas galas Pirexianas, de pie sobre la
pared vertical de la sala a unos seis metros por encima de ellos. Su posición desafiaba la
razón y la gravedad ya que estaba de pie en un ángulo de noventa grados con la pared
sin ningún apoyo más que las suelas de sus botas.
"¡Por los colores!," murmuró Ertai. "¿Cómo llegó él hasta aquí?"
"¿Lo conoces?" dijo Greven entre
dientes.
"Su nombre es Crovax. Es un hombre
hosco y atormentado que vino aquí con
nosotros en el Vientoligero."
Greven se separó de la línea de los
soldados. "¿Qué estás haciendo aquí? ¡Este es
el santuario del Evincar de Rath, atravesarlo
significa la muerte!"
Crovax se giró hacia el piso y caminó
sin esfuerzo bajando por la pared. Un pequeño
dispositivo de piedra variable blanco como un
hueso que estaba posado en su hombro volvió
a empezar a silbar la misma canción
melancólicamente nómada. Crovax alcanzó el
suelo y bajando de la pared dijo:
"Yo soy el evincar de Rath."

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Capitulo 4

Mensajero

Greven desenvainó su espada de cuchilla negra en un fluido y rápido


movimiento. "O eres un loco o un mentiroso. En cualquier caso, has perdido el derecho
a vivir. ¡Atrápenlo!"
Los guardias bajaron
sus lanzas y arremetieron.
Crovax, totalmente quieto, no
hizo ningún movimiento
inmediato para evadirlos.
Cuando los soldados
estuvieron a diez pasos de
distancia el liso suelo negro se
convirtió repentinamente en
jalea. Los pies de los

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soldados se hundieron en el fango negro y se sostuvieron firmemente. "¡Terrible Señor,
él comanda a la piedra variable!" exclamó Dorian.
Greven rodeó ampliamente a las tropas empantanadas. Crovax se apartó de
Greven sacando su propia espada. Parecía cauteloso en entrar en una pelea con el
guerrero corpulento.
Greven le apuntó con su arma. "Tienes alguna influencia sobre la piedra variable
pero no la comandas como Volrath lo hacía, ¿verdad?" Cortó amplios círculos en el aire
con su perversa hoja curvada. "¿Acaso puedes dirigir mi injerto espinal, impostor? ¡Sólo
tendrás esa única oportunidad antes de que te mate!"
Greven hizo un excelente ataque encima de la cabeza de Crovax quién lo detuvo
temblorosamente. Ertai, abriéndose paso a empujones, se colocó al frente de la multitud
de cortesanos asustados. El aura de Crovax era asombrosamente densa y oscura, mucho
más fuerte de lo que había sido en el Vientoligero, y se extendía a donde los soldados se
habían quedado atrapados en las garras de la piedra variable. Sin embargo le quedaba
poco poder para defenderse de Greven.
Greven avanzó ferozmente, cortando sobre la cabeza de Crovax, empujándose
con su estómago y sus piernas. Una baja estocada fue bloqueada en el último segundo
por la espada más ligera de Crovax. Los grandes músculos de Greven se abultaron y
este levantó su hoja y la lanzó contra la total resistencia de Crovax. La espada del
intruso se quebró y la hoja de piedra variable salió volando a la distancia, deteniéndose
a los pies de Ertai. Para su sorpresa de la hoja rota brotaron pequeñas piernas, se
pusieron de pie y comenzaron a marchar para reunirse a sí mismas en las manos de
Crovax.
Tomando su espada con ambas manos Greven la levantó para dar un golpe
mortal. La piedra variable liberó a los soldados y la sección del piso entre Greven y
Crovax se alzó para detener el golpe del guerrero. La hoja de Greven se clavó en el
escudo de piedra variable. Este gruñó y tiró de la hoja incrustada. Crovax, respirando
con dificultad, buscó un arma con la que golpear al distraído Greven.
Tres tonos profundos se hicieron eco a través del vasto espacio como el tañido
de una gran campana.
Una onda de choque entró como una flecha bajando por las Galerías de los
Sueños, silenciosa y poderosa. Los cortesanos fueron tumbados. Ertai cayó sobre su
rostro y arañó el duro pavimento. Para su sorpresa sus dedos se hundieron
profundamente y le permitieron sostenerse fuertemente a la piedra variable.
Los soldados, sacudidos por la silenciosa explosión, lucharon por mantener la
formación. El escudo de piedra variable de Crovax retrocedió. Greven recuperó su
espada pero detuvo su mano. El tremendo desplazamiento del aire sólo podía significar
una cosa: el emisario estaba llegando.
Dando tumbos a través del aire y bajando por el centro de la galería vino un
cubo gris girando sucesivamente sus caras hacia ellos mientras se acercaba. Mientras
crecía rápidamente de tamaño sólo Greven y Crovax mantuvieron su posición. Los
cortesanos y soldados, intimidados por el enorme poder frente a ellos, se alejaron. Una
vez que el muro de viento cesó Ertai levantó la cabeza para ver lo que estaba
sucediendo.
El cubo se estabilizó flotando a unos cuantos centímetros del piso. Era de al
menos nueve metros de lado y su brumosa superficie en ebullición no reveló detalles de
su propósito o composición. Detrás del velo grisáceo hubo un movimiento. Golpes
agitaron la superficie frontal del cubo.
El gong fantasmal sonó tres veces más y una mano apareció a través del cubo:
una mano delgada, esbelta, con guantes de color negro. Se vio una rodilla y un pie, y

43
luego la pierna que los conectaba. En un simple movimiento natural el emisario dio un
paso a través del portal entrando a las Galerías de los Sueños.
Pareció un enano al lado de Greven. Vestido de pies a cabeza con una armadura
de placas de un color negro atenuado, el emisario era sólo ligeramente más alto que
Ertai. Su yelmo cerrado se giró a un lado y a otro observando la escena y luego levantó
una mano pero no a modo de saludo. Un pequeño dispositivo Pirexiano sostenido en
ella emitió un chirrido y el portal comenzó a reducir su tamaño. Al mismo tiempo
escupió cuatro grandes cajas de metal negro. El cubo se redujo hasta tener el tamaño de
una tuerca pequeña girando en el aire mientras flotaba. El dispositivo de control del
emisario sonó de nuevo, el diminuto cubo desapareció y este guardó el artefacto en una
bolsa de su cinturón. El aire se apresuró a rellenar el espacio del portal desvanecido.
Los soldados y los cortesanos se colocaron estrambóticamente en alguna
apariencia de orden. Ertai se puso de pie, peinando con sus dedos el cabello alborotado
con aire ausente.
El emisario se quedó inmóvil y Ertai se preguntó por un momento si los
Pirexianos habían enviado una criatura mecánica como Karn, su ex compañero de
tripulación. Lentamente, el desconocido levantó sus manos a su yelmo y este salió con
un silbido audible.
"Es una niña," dijo Ertai.
"¡Silencio!" dijo Greven cayendo sobre una rodilla. "¡Saluden al
plenipotenciario del Maestro Supremo de Pirexia!"
Con mucho roce de telas rígidas y metal chirriante la delegación se arrodilló ante
la emisaria. Ertai fue el primero en ponerse de pie. Quería una mejor visión de esa chica
de otro plano.
Sus facciones eran afiladas, al igual que los elfos de su mundo. Tenía orejas
grandes y puntiagudas y los pómulos en forma de espátula de un elfo de pura sangre.
También vio que sus ojos tenían el mismo tinte élfico. Unas pecas incongruentes
salpicaban su nariz y sus mejillas. Su armadura estaba tan ajustada que parecía como
una piel negra mate, y allí dónde terminaba su propia tez pálida revelaba extrañas líneas
oscuras entrecruzadas. A pesar de la imponente presencia de Pirexia que llevaba con
ella, la emisaria parecía tener casi la misma edad que Ertai, el equivalente a unos
diecinueve años humanos.
Crovax se inclinó suavemente. "Saludos, Excelencia. Bienvenida a Rath."
Ella lo miró sin
comprender. "¿Quién
eres tú?"
Ertai rió por lo
bajo. Ante un guiño de
Greven dos soldados se
apoderaron del joven
mago en un agarre
hostil.
"Yo soy Crovax,
el nuevo Evincar de
Rath."
"He oído hablar
de usted," contestó la
emisaria con frialdad.

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"Usted se excede a si mismo. Estoy aquí para designar a un nuevo gobernador y aún no
he elegido."
Crovax retrocedió visiblemente. A su alrededor el suelo de piedra variable se
levantó en picos pequeños, como un lago sacudido por un tempestad, pero disminuyó
rápidamente.
Greven dio un paso adelante. "Greven il-Vec, comandante de todas las fuerzas de
la Ciudadela y capitán de la nave Depredador, al servicio De Vuestra Excelencia."
"Comandante."
‘Que voz plana y carente de emociones tiene’, pensó Ertai. Los miembros de la
corte, liderados por Dorian il-Dal, saludaron a la emisaria por turnos cada uno jurándole
eterna lealtad a ella y al poder que ella representaba. Ella aceptó su servilismo y ‘lamida
de botas’ con la misma indiferencia con la que recibió la arrogancia de Crovax.
"¿Y yo qué?" exclamó Ertai. El soldado que sostenía su brazo derecho le soltó y
le dio al hechicero una contundente bofetada en la parte posterior de la cabeza.
"¿Quién es ese?," preguntó la emisaria.
"Nadie, Excelencia. Un prisionero de guerra," le explicó Greven.
"¿Usted me trae presos a mí? ¿Por qué?"
"Buena pregunta," dijo Crovax.
"Este tiene un cierto talento para la magia," dijo Greven. "Lo he traído para que
fuera testigo de su llegada, Excelencia, como una lección objetiva."
"¿Ha sido interrogado?"
Greven se armó de valor para recibir el castigo. "No, Excelencia."
"La primera tarea de un captor es extraer información de los presos," dijo la
niña."Encárguese de su interrogatorio, Greven il-Vec."
"Prontamente, Excelencia." Hizo una seña a los guardias para que se llevaran a
Ertai.
Ertai miró a los soldados corpulentos y dijo: "¡No nos ha dicho su nombre!"
Greven estaba a punto de ordenar silenciar a Ertai pero la emisaria se lo impidió.
"Una pregunta lógica. Mi nombre es Belbe."
"Mi nombre es Ertai. Fui el primero en mi clase…"
"Llévenselo," dijo Greven irritado. "Le interrogaré yo mismo."

* * * * *

Crovax extendió el brazo para guiar a Belbe por la sala. Ella hizo caso omiso de
su pretensión de galantería y caminó rápidamente hacia adelante. Greven le preguntó
sobre las cajas enviadas con ella.
"Que las lleven a los cuarteles del evincar. Yo misma me ocuparé de ellas," dijo.
Aquel era un trabajo para los mogg pero las bestias malolientes tenían prohibido
entrar en las Galerías de los Sueños. Greven se movió como si estuviera a punto de
ordenar a los guardias que se llevaran las cajas cuando Crovax hizo una sugerencia.
"Deja que los cortesanos lo hagan," dijo. "El palacio es su negocio, ¿no?"
Dorian palideció ante el prospectivo ejercicio. "¡Nosotros no somos
trabajadores!"
Belbe dijo, "Haz lo que dice Crovax."
"¡Pero Su Excelencia!" protestó Dorian.
"Este hombre es un intruso, tan enemigo como esa verruga llamado Ertai," dijo
Greven señalando a Crovax. "Por derecho también debería estar en una celda."

45
"No," dijo Belbe. "Este ha recibido la atención de los Grandes Señores. Aún no
es un evincar, pero se encuentra en la pelea por el puesto. Siempre y cuando sus órdenes
no contradigan a las mías debe ser obedecido."
El rostro alterado de Crovax se dividió ampliamente en una mueca desagradable.
"¿Qué están esperando? Llévense el equipaje de la emisaria."
Dorian y los demás desfilaron al costado de Crovax. Las cajas de metal eran de
dos metros de largo y la mitad de ancho. Los consentidos cortesanos, en algunos casos
ancianos, lucharon para levantar los pesados contenedores sobre los hombros. Crovax
no pudo contener la risa cuando un anciano Dal se desplomó haciendo que la caja
cayera debajo de él mismo. Dorian dirigió al resto de los cortesanos para que levantaran
la caja del hombre caído. La sangre manchaba la capa con adornos de oro del anciano y
el color de su cara era parecido al de las cenizas frías. Dorian levantó la muñeca del
hombre.
"Está muerto." Su voz se quebró. Crovax se puso entre ellos. "Parásito inútil,"
dijo. Frunció el ceño y un segmento del piso se separó y formó una camilla. Caminando
sobre patas cortas de piedra variable la camilla se llevó el cuerpo del cortesano anciano
de la sala.
Dorian lo miró hacia arriba con lágrimas en los ojos. "Si usted le da órdenes a la
piedra, ¿por qué no le pide que lleve el equipaje de la emisaria?"
Crovax agarró el cuello de Dorian y levantando sin esfuerzo al corpulento
chambelán lo puso en pie.
"¡Prueben vuestra devoción a los Grandes Señores llevando el equipaje de Su
Excelencia! ¡Todos ustedes!," rugió.
Ertai y sus escoltas se había quedado mirando la escena que se había
desarrollado.
"Esto es malo," murmuró Ertai. "Se ha vuelto loco, completamente loco." Fue
sacado de inmediato. Belbe, Greven, Crovax, y la guardia de honor se quedaron como
espectadores mientras los ancianos y los miembros de vida delicada de la corte del
evincar luchaban por llevarse las cajas de Belbe.
Belbe hizo un gesto hacia Dorian. "¿Qué es eso en el rostro de aquel hombre?"
"Lágrimas," dijo Greven.
"Una solución salina que se excreta con el propósito de eliminar irritaciones de
la superficie de la córnea…"
"El anciano que murió era el chambelán anterior a Dorian," dijo Greven."Era su
padre."
Belbe se dirigió a los cuartos del evincar sin esperar por su equipaje. Greven se
excusó por tener que dirigir la interrogación de Ertai.
Antes de irse le dijo: "Si Su Excelencia necesita asistencia o protección sólo
necesitan llamar. Hay guardias apostados a lo largo de la Ciudadela." Le disparó a
Crovax una mirada de advertencia y se fue. Lo que quedó de la guardia de honor
esperaba sus órdenes.
"¿Qué debemos hacer, Excelencia?" le preguntó Nasser.
"Sigan con sus deberes," dijo.
"¿Y yo?" preguntó Crovax.
"Si va a estar al mando de las fuerzas de Rath debería inspeccionar el ejército y
familiarizarse con él. Han tenido un pobre desempeño en los últimos tiempos, ¿no es
cierto?"
"Es cierto, Excelencia," dijo Nasser sombríamente. "Hubo una gran confusión
cuando nos enteramos de que teníamos que hacer frente tanto a rebeldes como a una
aeronave enemiga."

46
"Muy bien, en cinco intervalos espero recibir su informe militar, Crovax.
Informe al chambelán y a Greven II-Vec que también quiero que ellos presenten los
suyos."
Ella se alejó. Crovax la vio marcharse.
"De hombre a hombre, ¿qué piensa de ella?" le preguntó Crovax a Nasser.
"Esto es muy extraño," dijo el sargento. "¿Por qué los Grandes Señores enviarían
una chica tan joven en una misión así?"
"Hay una razón, Sargento. Simplemente no la vemos todavía. Los Grandes
Señores no hacen nada sin una razón bien pensada. Por cierto, ¿cómo es su nombre?"
"Nasser, señor."
"¿Cuánto tiempo ha servido a Greven II-Vec?"
"Siete años, señor."
"¿Siete años y sólo manda una tropa de guardias de palacio? Greven no te
aprecia."
Nasser se encontró con la mirada del otro hombre. "No, señor, no lo hace."
"Vamos a tener que poner remedio a eso," dijo tendiéndole la mano. "Adelante."
Nasser formó la guardia de honor y los hizo marchar fuera de allí. Crovax
caminó detrás de ellos, sonriendo por algún regocijo interno.

* * * * *

El sonido de los pies marchando retrocedió en la distancia. Belbe respiró hondo.


¡Por fin estaba sola otra vez! Aunque había estado en Rath apenas una hora se sentía
golpeada por la experiencia. Encontró molesta la compañía de los habitantes de la
Ciudadela, la gran presencia descomunal de Greven, los soldados tan envueltos en sus
armaduras que parecían menos vivos que los sacerdotes Pirexianos que ella había
encontrado, los funcionarios de la corte con sus lavados rostros ansiosos, siempre listos
con un susurro y una mano abierta....
Su maestro, Abcal-dro, nunca le había dicho que la gente era de aquella manera.
Los únicos dos que le interesaban eran el joven que se hacía llamar Ertai y el oscuro
Crovax. Eran tipos muy diferentes. Ertai irradiaba un ingenio descarado y una enorme
autoconfianza, incluso con grilletes en los pies. Crovax era peligroso. Se dio cuenta de
que había estado en Pirexia y recibido la atención especial de los artífices del Cuarto
Nivel.
Caminó infaliblemente al ascensor de piedra variable que la podría llevar a la
suite de las habitaciones del evincar, situadas a mitad de camino de la gran torre. Un
esquema detallado de la Fortaleza había sido implantado en su mente cuando había sido
hecha. Cada puntal, cada tirante, cada dispositivo reptante de piedra variable le era tan
familiar como sus propias manos. Pero también todo era extraño porque sabía que nunca
había estado allí antes.
Entró en el ascensor de mecanismos de piedra variable. El medio de transporte
no se movió así que le solicitó.
"Hacia los aposentos del evincar."
La Ciudadela había
existido durante muchísimo
tiempo y sus sucesivos ocupantes
la habían alterado, decorado y
adornado como mejor les había
parecido. Belbe pasó a través de
plantas que reflejaban los gustos

47
de los seis evincars anteriores, cada nuevo maestro había superpuesto sus alteraciones a
las de su predecesor. La estructura básica era una carcasa de aleación de latón Pirexiana
y cerámica sobre la que había capas de piedra variable diseñadas para asemejarse a
madera, mármol, vidrio, y así sucesivamente. Su forma orgánica sobrevivía a todos los
caprichos decorativos y siglos de ocupación humana la habían afligido como cicatrices
en el cuerpo de una gran bestia marina.
Una voz chillona anunció cada planta a su paso. "Plataforma de observación...
apartamentos de los cortesanos... taller de reparación de dispositivos... museo del
evincar..."
"Detente," dijo Belbe. El ascensor se estremeció en su lugar y quedo a medio
camino entre los pisos. "Baja al museo del evincar."
El ascensor obedientemente bajó algunos metros y Belbe descendió de la
plataforma. El piso estaba a oscuras con sólo unos pocos fulgores brillantes.
"Luz," ordenó. Nada pasó. "¡Quiero luz!"
Algunos globos de piedra variable estallaron para iluminar plenamente el lugar.
Por el contrario, otros dispositivos se negaron a dar luz en absoluto. Como resultado la
habitación quedó ensombrecida, una condición que se hizo peor por el bizarro contenido
del museo.
Volrath había hecho su tarea de catalogar todas las formas de vida en Rath. Los
especímenes de cada especie estaban allí cuidadosamente conservados y montados en
pedestales de "mármol" de piedra variable. Había animales, aves, reptiles y peces, todos
mirando con ojos de vidrio. Algunos de los especímenes eran viejos y sufrían de
abandono y decadencia. Mientras Belbe caminaba lentamente por el pasillo tocó el
plumaje de un pájaro disecado. Las plumas de color azul claro se convirtieron en polvo
en sus manos. Belbe se lo sacudió de sus ropas y una pequeña máquina de dos patas
salió corriendo desde las sombras, sus narices con forma de campana succionaron
ruidosamente el polvo ofensor.
Volrath no sólo había colocado animales. Cada raza sensible sobre Rath estaba
representada por cuatro
especímenes
preservados: macho
adulto, hembra adulta,
niño, niña, todo ello con
su vestuario adecuado y
con sus atavíos típicos.
Pasó al lado de
exposiciones de los
Kor, Dal, y Vec.
Elegantes y poderosos
tritones se hallaban
exhibidos
ingeniosamente dentro
de bloques
transparentes de piedra
variable verde, simulando el mar en el que vivían.
La última raza expuesta era la de los elfos de Veloceleste. Sólo existía un único
ejemplar, un macho totalmente maduro. Belbe hizo una pausa, atraída por lo que vio. La
cara, aunque masculina, era muy similar a la suya. Subió al pedestal con el elfo
embalsamado y se quedó mirando con curiosidad en su rostro largamente muerto.

48
¿Quién eras? ¿Algún cazador, algún pescador capturado por los soldados del
evincar? ¿Dónde vivías? ¿Por qué te pareces a mí?
Belbe tocó la cara del elfo. Estaba fría, seca y dura. El taxidermista le había dado
al elfo ojos azul grisáceos. Tocó la polvorienta pupila con la punta del dedo y vio que no
era de vidrio cediendo a su contacto.
Belbe saltó del pedestal, temblando. Se restregó las manos varias veces en la
falda de su armadura. La habitación había crecido repentinamente pareciendo pequeña y
opresiva. Tenía que salir, ahora.
El ascensor estaba esperando por ella. Saltó a bordo y dijo: "Vete."
"¿Ir a dónde?" preguntó el dispositivo.
"A los aposentos del evincar. ¡De inmediato!"
Para el momento en que la plataforma se detuvo en el nivel más bajo de la suite
del evincar la estructura se había reducido a unos simples sesenta metros de diámetro.
La antecámara estaba fresca y sombría.
"Dame luz."
La sala poco a poco se iluminó con una intensa y pulsátil luz azul. Belbe se
movió hacia el centro de la habitación mientras las paredes pasaban del opaco al
transparente. La palpitante luz azul provenía del rayo exterior de energía y ella pudo
sentir la energía sangrado a través de las paredes en su propia piel. La planta baja de la
suite era una habitación grande con paredes curvadas hacia adentro y mientras estaba
allí de pie, fascinada por el paso de la energía entre la Fábrica de Piedra Variable y el
Foco, el suelo comenzó a parpadear. Lánguidas olas coloridas hacían círculos en el
suelo con bandas alternativas de color rojo, naranja, amarillo, verde y azul. Centrada en
ese silencioso vórtice de color, Belbe permaneció callada. Las ondas cromáticas daban
vueltas por la habitación alrededor de sus pies. Ella sabía que eso era causado por la
retroalimentación en la piedra variable mientras esta absorbía la energía filtrándose a
través de las paredes, pero además era una delicia, cualquiera fuera la causa.
Caminó unos pasos hacia las escaleras que conducían al piso siguiente y
mientras lo hacía la rueda de color cambió para volver a centrarse en aquel nuevo lugar
donde ella se había vuelto a detener. Divertida retrocedió unos cuantos metros. El
remolino la siguió.
Belbe trotó alrededor de la habitación. Sus piernas re-mecanizadas eran capaces
de adquirir una velocidad formidable pero en ese lugar tan cerrado de la torre no quiso
realizar una prueba de sus límites. Las bandas espectrales en el piso la persiguieron sin
importar lo rápido que corriera. Las cargas estáticas se construyeron en el aire. Belbe
extendió las manos y rió cuando chispas blancas fueron descargadas de las yemas de sus
dedos.
En su vigésima vuelta por la habitación notó a Crovax de pie junto al ascensor y
se detuvo repentinamente deslizándose por el piso. El suelo pasó por silenciosos
paroxismos de choques de color y luego asentó el patrón de su rueda una vez más.
"Luz," dijo. Su corazón latía rápidamente y su pelo estaba humedecido por el
sudor.
Las paredes se volvieron opacas cuando la iluminación artificial llegó desde
arriba. Crovax, con las manos cruzadas detrás de la espalda, pareció sombrío en sus
túnicas negras y su pectoral Pirexiano moldeado con ácido.
"¿Qué quieres?" preguntó Belbe.
"He venido para ver si estaba bien, Excelencia." Utilizó el lenguaje de un
subordinado pero no habló como tal. "Desde abajo pudimos ver un rayo de color
jugueteando sobre la torre. No me di cuenta de que se estaba... divirtiendo."
"Un efecto sorprendente," respondió ella. "Lo descubrí por accidente."

49
"Si, una sustancia interesante, la piedra variable. Puede ser controlada, si uno
tiene la voluntad de hacerlo. Pero si uno no tiene esta habilidad o no logra hacerlo
totalmente, controlándola o influenciándola a medias, es impredecible. Así que, por
favor, tenga cuidado, Excelencia."
Sin una orden hablada los lados del ascensor se elevaron para incluir a Crovax.
"Hasta luego," dijo mientras el dispositivo se hundía a través del piso.
Se sintió cansada. Estar en el centro de la atención era agotador y su carrera
alrededor de la habitación le había hecho gastar toda la vitalidad que le quedaba. Así
que Belbe subió por las escaleras adornadas al siguiente piso. Un evincar podría haber
hecho que las escaleras le transportaran pero ella tenía que hacer su propio progreso.
Deambuló por cámaras llenas de pinturas y estatuas, en su mayoría retratos de
guerreros y escenas de batalla. La mayoría de las imágenes individuales llevaban el
rostro de Volrath. Belbe encontró extraño que alguien quisiera estar rodeado de retratos
de sí mismo especialmente imágenes tan exageradamente extravagantes. Volrath
matando a todo un ejército con sólo su espada. Un Volrath colosal, envuelto en nubes,
de pie a horcajadas en la Fortaleza.
Volrath pisoteando naciones y mundos
bajo sus pies.
Intercalados entre las estatuas,
pinturas y tapices había elementos más
útiles como gabinetes, armarios,
estantes, sillas, sofás. El mobiliario era
uniformemente duro cuando Belbe se
sentó sobre el. Debido a sus formas
cóncavas y abultadas dedujo que eran de
piedra variable y que se ablandarían sólo
para el evincar pero nadie más.
Finalmente encontró una cama
con un gran colchón circular cargado de edredones hechos a mano y almohadas. Estos
eran regalos de los súbditos del evincar, y por suerte no eran de piedra variable. El
tamaño de la cama era para un ocupante muy alto por lo que tuvo que impulsarse para
subir a ella. Mientras estaba allí sentada, con los pies colgando, se dio cuenta de otra
estatua muy diferente de todas las demás. Estaba situada de tal manera que sólo una
persona tumbada en la cama la pudiera ver en la habitación contigua. Belbe saltó para
mirarla más de cerca.
La estatua, realizada en mármol blanco genuino, representaba dos figuras frente
a frente. La figura más alta era ineludiblemente Volrath, aunque ésta era la única estatua
en la que llevaba ropas reales en lugar de armadura. Su mano estaba extendida
estrechando la de la otra figura. Belbe dio una vuelta alrededor de la estatua de casi
cuatro metros de altura tratando de ver quién era la otra figura.
La silueta frente a Volrath era más baja y proporcionada como un hombre
normal. Tenía su cabello cortado hasta la base de su cuello, la sugerencia de una barba,
y estaba vestido con similares ropas pacíficas. Cuando Belbe finalmente llegó a un
lugar donde ella lo pudiera ver descubrió que la figura junto a Volrath no tenía rostro en
absoluto.

* * * * *

"Vamos a hablar de esto," dijo Ertai.

50
Greven asintió con la cabeza a sus dos guardianes mogg que rasgaron la camisa
de Ertai en su espalda. El no lamentó la pérdida de la prenda de vestir ya que esta ya
estaba hecha harapos pero si hizo excepción a la variedad de hierros ardiendo en un
brasero a no más de un metro de distancia.
"Esto no va a lograr nada," añadió Ertai. "No tengo nada que decir."
Greven tomó un instrumento de un bolsillo de su cinto: una delgada barra roja,
enrollada en un espiral apretado y plano. Apretó el extremo del espiral entre sus dedos y
este se desenrolló lentamente en un rígido bastón.
"¿Qué es eso?" preguntó Ertai tragando con su garganta repentinamente
apretada.
El corpulento guerrero avanzó hacia él, le dio a uno de los extremos de la varilla
un giro y pequeñas espinas aparecieron en el extremo opuesto. Ertai decidió que prefería
los hierros candentes así que retrocedió hasta que la pared se lo impidió.
Una vez más Greven le hizo un gesto a los moggs que tomaron los tobillos de
Ertai y dándole una sacudida le hicieron subir su pie derecho. Greven se inclinó sobre él
con la vara en la mano.... Ertai cerró los ojos.
Clic. El pesado grillete cayó de su pierna. Ertai abrió los ojos a tiempo para ver a
Greven retirar la varilla llena de pinchos del ojo de la cerradura. Repitió la operación
con el otro grillete.
"Llave Gusanal," dijo el guerrero metiendo la criatura bobinada lentamente de
vuelta en su cinto.
"Por todos los colores," dijo Ertai resoplando aliviado. "Yo pensé…"
Los guardias lo sujetaron fuertemente contra la pared. Greven recogió un hierro.
La punta estaba de un color naranja pálido, casi al rojo vivo.
"Ahora," dijo Greven, "dime sobre el Vientoligero."
Ertai, con sus manos sujetadas, cerró los ojos y conjuró una explosión
psicoquinética desde su lugar, su plexo solar. Tales conjuraciones no eran tan
controlables como las canalizadas a través de las manos, pero teniendo en cuenta su
situación, tenía poca elección. Mentalmente lo arrojó a Greven y fue recompensado por
el sonido de repiqueteo del hierro cayendo al suelo.
"Yo puedo seguir con esto mucho más tiempo que tú," dijo Greven. Recogió el
hierro caído, ahora enfriado a un rojo cereza, y lo devolvió al fuego. "Esto puede tomar
todo el día o puede terminar cuando tu lo desees. ¿Qué dices?"
"Un poco de resistencia es obligatoria," dijo Ertai débilmente. "Después de todo,
yo soy el hechicero con más talento natural de todos los de mi edad."
Greven recogió dos nuevos hierros al rojo vivo en cada mano y dijo: "Aquí
abajo, chico, no eres más que carne."

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Capitulo 5

Regalos

Belbe se relajó en la cama de Volrath durante una hora y se levantó sintiéndose


rígida y un poco desorientada. Unos pocos segundos de concentración disiparon las
telarañas en su cabeza.
Algún siervo discreto había dejado una bandeja de pasteles esponjosos y vino
para su refrigerio en la cámara exterior pero ella no comía. Conocía la comida y la
bebida pero los Pirexianos le habían quitado esos puntos débiles tales como el hambre y
la sed. Belbe olió los pasteles y mordisqueó la esquina de uno. Para ella no tenia gusto.
Bebió un sorbo del ambarino vino y luego lo escupió en el suelo. Para su
inexperimentado paladar la bebida era vil.
Su equipaje había sido entregado a la planta de abajo. Belbe tocó los sellos de
piedra variable con su dedo índice y las cajas se abrieron como lirios de metal negro.
Las dos primeras cajas tenían su ropa. La tercera llevaba una variedad de armas y
piedras de poder de repuesto para ellas. La cuarta caja guardaba tres cajas más pequeñas
de metal fino cada una etiquetada en Pirexiano. La más grande decía: Conversor de
Aceleración de Nanomáquinas. La más pequeña se limitaba a decir Unidad de
Alimentación. Estas eran actualizaciones de equipo que ella tenía que instalar en la

52
fábrica de piedra variable, en las entrañas de la Ciudadela. Portal Remoto Transplanar
se leía en la caja de tamaño medio.
Belbe se despojó de su apretado traje de armadura. Una vez que las ligeras
placas de cerámica estuvieron fuera se estiró ampliamente y se rascó los costados. ¡Qué
libertad! Nunca se había dado cuenta como unas prendas tan simples podrían marcar
una diferencia tan grande con respecto a la comodidad.
Era el atardecer y estaba cerca el momento que había fijado para la reunión con
el consejo. Para celebrar su nueva libertad escogió un par de sueltos y ondulantes
pantalones rojos coronados por una larga túnica de plata que le llegaba a la cintura. Se
dirigió al elevador, se detuvo y volvió sobre sus pasos hasta su armadura en el suelo. La
correa de herramientas estaba todavía alrededor de su coraza. Nunca te separes de tu
equipo, le había advertido Abcal-dro. Contiene la pieza más valiosa de tu armadura.

* * * * *

Dorian il-Dal la saludó. Parecía pálido y preocupado. Con él se encontraban dos


máquinas tipográficas con el objetivo de escribir cada palabra de la reunión. Estaban
agachadas a cada lado de la silla de Dorian y se parecían a grises brazos cercenados.
Cada uno de los cuatro dedos del dispositivo de piedra variable estaba teñido de negro
con tinta. El clavo de cada dedo servía como una pluma, y todos los cuatro dedos
escribían al mismo tiempo, encargándose no sólo del acta de la reunión sino también
haciendo copias por triplicado al mismo tiempo.
Greven estaba allí, tan ordenado y arreglado de lo que jamás pudiera haber
estado. Ambos hombres se inclinaron cuando Belbe entró en la habitación.
"¿Dónde está Crovax?" preguntó ella.
"No lo sé," respondió Dorian mordiéndose su labio. "¿Envío a alguien a
buscarlo?"
Ella consideró la idea brevemente y la desestimó. "No. Él sabe que nos estamos
reuniendo en esta hora. Si elige pasarnos por alto esa es su elección."
Se sentaron alrededor de la mesa y Belbe utilizó la silla más alta que supuso
estaba reservada para el evincar. Primero pidió un conteo de los habitantes de la
Fortaleza. Transpirando, el chambelán se encajó un monóculo en su ojo derecho y
comenzó a leer un largo pergamino con una voz cantarina: tantos criados, tantos
cortesanos, tantos hombres de armas residían en la Ciudadela. Comían tanta carne por
día, tantas lonjas de pan, tantos galones de agua, cerveza y bebidas espirituosas. Belbe
escuchó con atención durante la primera media hora pero cuando Dorian sacó un
segundo rollo de una canasta que contenía otros cinco su mente empezó a divagar.
Las puertas se abrieron de par en par revelando a Crovax a la cabeza de una
banda de soldados.
"Llegas tarde," dijo Belbe.
El la saludó en lugar de hacer una reverencia y dijo: "Su Excelencia me ha dado
una tarea considerable. Yo no quería llegar con ella incompleta."
Greven entrecerró los ojos. Las tropas tras la espalda de Crovax estaban
dirigidas por Nasser e incluían a todos los sargentos de alto nivel en la guarnición, una
inusual selección de hombres.
"No está permitido traer tropas armadas a la Ciudadela. Sólo los guardaespaldas
del evincar," le reprendió Greven mirando a los recién llegados.
Crovax entró con un ligero alarde en su paso. "¿Estos compañeros? No están
armados. Su Excelencia me pidió que inspeccionara el estado de la guarnición, y ¿a

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quién sería mejor preguntarles que a los hombres que lideran a los hombres, los
sargentos?"
Greven se inclinó sobre la mesa y gruñó: "Todos ustedes pueden irse."
Las puertas se cerraron detrás de los soldados que se retiraron y Crovax tomó
asiento frente a Greven sin esperar el consentimiento de Belbe. Dorian se quedó sin
aliento ante su insolencia.
"Pareces angustiado, chambelán," comentó, cruzando las manos en su regazo.
"¿Fue algo que comiste?"
"No, sólo algo que no puede tragar," dijo Greven.
Dorian quiso reanudar su monólogo pero Belbe lo detuvo. "Ahora escucharé al
Comandante Greven."
El imponente comandante habló sin nada escrito. "El cautivo, Ertai, fue
interrogado por mí durante ochenta y tres minutos," dijo.
"¿Eso es todo?" preguntó Crovax.
"No hacía falta más."
Belbe dijo: "¿Qué has aprendido?"
"Hasta hace poco era un estudiante en una escuela de magia dirigida por un tal
Barrin. Fue reclutado de la escuela por Gerrard Capashen para acompañar a Capashen a
Rath con el propósito de rescatar a la mujer Sisay, prisionera de Volrath."
"¿La prisionera fue liberada?" preguntó ella. Greven asintió con la cabeza
secamente.
"Yo podría haberle dicho todo eso," dijo Crovax aburrido.
Greven se enfureció.
Belbe levantó la mano. "La esencia de un interrogatorio exitoso no siempre es lo
que se te dice sino si el prisionero entrega todo lo que sabe. Prosiga Comandante."
"La tarea de Ertai era mantener abierto el viejo portal del valle permitiendo al
Vientoligero escapar de Rath. Sus habilidades mágicas son considerables para alguien
tan joven… como él le dirá a la menor oportunidad. Durante la huida del Vientoligero
fue arrojado desde la cubierta del barco de Gerrard al Depredador donde lo capturé."
Greven puso un pergamino enrollado en la mesa. "Este registro contiene todos
los detalles que Ertai me habló del Vientoligero y su tripulación: construcción,
especificaciones, armamento, todo." Sus enormes manos se cerraron en puños. "Pronto
conoceré a este barco mejor de lo que conozco al Depredador. La próxima vez aplastaré
al Vientoligero"
"Sí, ‘la próxima vez '," dijo Crovax. "El estribillo del derrotado."
Sin ninguna palabra de advertencia o rechinar de dientes Greven se inclinó sobre
la mesa y agarró a Crovax por la garganta. Crovax se apoderó del grueso antebrazo de
Greven con ambas manos. Poco a poco empezó a desbloquear el poderoso agarre del
comandante. Sorprendido, Greven asestó un golpe aplastante en la nariz del hombre más
pequeño. Crovax voló hacia atrás, arrastrándose varios metros sobre el piso pulido.
"¡Su Excelencia, haga algo!" exclamó Dorian.
Belbe se reclinó en la silla del evincar. "Ya estoy haciendo algo."
Greven avanzó pateando la silla volcada de Crovax fuera de su camino. El
aspirante a evincar se puso rápidamente de pie haciendo caso omiso de la sangre que
brotaba de su nariz rota. Su mano brilló saliendo de su axila y de allí salió una daga
corta.
En este punto Belbe dijo con firmeza: "Sin cuchillas Crovax."
Este se encogió de hombros y arrojó el arma a un lado. Greven lanzó dos golpes
fuertes, la mano izquierda primero, luego la derecha. Peso sólo golpearon el aire.
Crovax se agachó por debajo del alcance del hombre más grande y le dio una dura

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patada en los intestinos de Greven. Fue como patear un tronco de árbol. La
preocupación que apareció por primera vez en el rostro de Crovax desapareció cuando
debió evitar los grandes puños de su enemigo.
"Un poco injusto, ¿no te parece?" dijo Crovax jadeando y dando círculos más
cerca de Belbe.
"¿Por qué te imaginas que el combate tiene que ser justo?" respondió ella.
Gruñendo, Greven cogió una silla vacía y la arrojó a su evasivo enemigo.
Crovax salto impresionantemente esquivando el mueble volador y luego ejecutó una
patada giratoria que conectó sólidamente con la mandíbula de Greven azotando la
cabeza del guerrero hacia atrás. Greven se sacudió el golpe y subió a la mesa
obligándole a Crovax a ceder terreno.
Dorian gimoteó y corrió a acurrucarse detrás de Belbe. Su aburrimiento había
desaparecido observando, fascinada, mientras los dos hombres luchaban por la
habitación. Crovax, astuto y ágil, Greven, increíblemente fuerte y resistente. Cuando
uno u otro conectaban un golpe el impacto enviaba una punzada caliente y fugaz a
través de ella. No era como el dolor que ella sintió cuando Abcal-dro le introdujo la
lente en su pecho. La sensación le dejaba un cálido sentimiento en su cara y su vientre.
Ella se encontró deseando que Greven golpeara a Crovax de nuevo. Eso la sorprendió.
¿A ella qué le podía importar quién ganara?
Un rasgón proveniente del anillo en la mano izquierda de Crovax abrió el cuero
cabelludo de Greven provisto de cicatrices y el comandante comenzó a gritar con una
rabia no contenida. Se movió con una velocidad asombrosa para un hombre tan grande,
obligando a su oponente a retroceder hacia la puerta. Crovax intervino haciendo llover
golpes a la garganta y el rostro de Greven pero pagó por su temeridad. Un revés de
Greven lo envió volando estrellándose contra las puertas cerradas.
"¿Por qué no utilizas la piedra variable para salvarte?" se burló Greven.
Belbe se estaba preguntando lo mismo. A Crovax se le había dado la capacidad
psiónica suficiente para controlar a las nanomáquinas de una manera rudimentaria.
Podía haber hecho tropezar a Greven por el suelo o levantado un escudo como ella
había oído que había hecho en las Galerías de los Sueños. ¿Por qué no lo había hecho?
Greven tomó al hombre aturdido por la muñeca y tuvo la intención de torcer
fuertemente el brazo de Crovax desde su articulación pero justo cuando se estaba
preparando para tal esfuerzo una risa maliciosa y sobrenatural llenó la sala del consejo.
Crovax levantó la cabeza. Sus ojos brillaron con una alegría insondable. "Haz lo
que quieras, salvaje. ¡Esta será la última vez en tu vida que pongas tus manos sobre mí!"
En el tiempo que a Greven le tomó una exhalación este entendió a lo que se
refería Crovax. El injerto espinal en su columna despertó y comenzó a zumbar
derramando torrentes de dolor a través de incluso cada centímetro cuadrado de su
cuerpo. Minado por la agonía soltó a Crovax.
Belbe pudo ver el lívido implante entre los omóplatos de Greven. Ante sus ojos
mejorados la barra brilló con un exceso de energía que el mecanismo Pirexiano
convirtió en un dolor insoportable. Se estremeció y su boca se secó.
Crovax se limpió la sangre de sus labios. "Derríbame, Greven. Aquí estoy."
Las rodillas de Greven se doblaron y este lanzó arañazos hacia la barra que ni
siquiera pudieron llegar debido a la enorme amplitud de sus propios hombros. Crovax
levantó un pie y empujó suavemente el pecho de Greven. El enorme guerrero cayó hacia
atrás. Las luces, los pergaminos y las sillas saltaron por la fuerza de la caída de Greven.
"Esta es sólo una muestra," dijo Crovax. "Cuando sea el evincar lamerás mis
botas cada mañana o conocerás mi disgusto." Belbe se acercó por detrás. El control de
Crovax del injerto espinal no era sin esfuerzo. El sudor se destacó en su rostro y su

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cuello y corría por sus codos. Temblaba violentamente pero ella no pudo dilucidar si era
por el esfuerzo o la excitación. Belbe puso una mano sobre el hombro de Crovax y su
piel ardía febrilmente.
"Ya te han entendido," dijo.
"¿En serio?"
"El Comandante Greven es un valioso miembro de nuestras fuerzas. No quiero
que se le haga daño."
Crovax volvió a la mesa del consejo y volvió a enderezar su silla. Una vez que
estuvo sentado, se relajó visiblemente. Greven soltó una larga ráfaga de aliento y dejó
de retorcerse.
"Proclámame evincar," dijo Crovax en voz baja. "Puedo comandar a la piedra
variable. Acabo de demostrar mi capacidad de afectar los injertos espinales. ¿Qué más
pruebas necesitas? ¡Desempeña tu comisión y nómbrame gobernador!"
Belbe se fue en silencio hacia su silla. Dorian todavía se asomaba desde detrás
de ella. Cuando ella se hizo a un lado esperando el chambelán tímidamente volvió a
sentarse.
"¿Y bien?" dijo Crovax.
"Eres el principal candidato," dijo Belbe, "pero hay otros que todavía no han
tenido la oportunidad de mostrar sus talentos."
"¿Otros? ¿Quién? ¿Él?" Crovax indicó al postrado Greven con un empuje de su
barbilla. "¡Nadie se acerca a mi poder!"
"Como yo lo veo tu poder es limitado. Puedes influir a la piedra variable pero
solo aquella que esta cerca de ti y sólo con gran concentración. Las formas que creas no
son permanentes. Justo ahora estabas demasiado ocupado en evadir al Comandante
Greven y además pensar en la piedra variable, ¿no? ¿Y a que distancia puedes afectar a
un injerto espinal? ¿Un metro? ¿Diez metros? Se requiere más que una capacidad
psiónica: ¿puedes mandar un ejército? ¿Puedes ejecutar las órdenes de nuestros Grandes
Señores fielmente y sin dudarlo?"
Crovax malhumorado no dijo nada.
"Mi decisión se aplazará hasta que tenga suficientes pruebas en cuanto a quién es
el mejor cualificado para ser evincar," dijo Belbe y rebuscando a través del montón de
pergaminos en la mesa agregó "¿Tienes tu informe sobre la disposición de la
guarnición?"
Él sacó un rollo aplanado del bolsillo interior de su chaqueta y lo lanzó delante
de ella.
"Gracias. En pocas palabras, ¿cuál es tu estimación de la situación militar?"
Pasaron varios largos segundos hasta que Crovax respondió. "La guarnición de
la Fortaleza está en desorden. Tienen miedo de que los rebeldes estén equipados con
aeronaves y saben que Volrath les ha dejado en la estacada. Los rebeldes piensan que
han ganado una victoria porque algunos de ellos penetraron en la Ciudadela y escaparon
con vida. Van a estar llenos de fanfarronería y confianza y sin duda estarán planeando
nuevos ataques."
Ella abrió el pergamino aplastado que le había tirado Crovax y le preguntó:
"¿Qué recomienda?"
"Atacar sin demora."
Belbe y Dorian intercambiaron miradas. "¿Está usted seguro, mi señor?"
preguntó el chambelán.
"Es el curso de acción que menos esperan los rebeldes."
Belbe leyó el informe de Crovax en siete segundos. "¿Cómo lo hará?"

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"Formaré una fuerza contundente, lo mejor de la guarnición," dijo entusiasmado
con el tema."Nasser me ha dicho que Volrath tenía agentes entre los rebeldes que han
proporcionado mapas del Bosque Veloceleste. Localizaré y destruiré el pueblo de
Eladamri, el líder rebelde." Se tocó con un dedo su frente. "Si quitas el cerebro de la
rebelión el resto son sólo carroña."
Belbe enrolló rápidamente el pergamino de Crovax y lo cerró. "¿Cuántas tropas
necesitará?"
"Diez mil serán suficientes."
"¿Qué apoyo? ¿Suministros?"
"Me llevaré un número igual de moggs además de porteadores. Ni animales de
carga ni torpes máquinas, nos moveremos rápido y atacaremos duramente," dijo
golpeando la mesa con un puño arañado y ensangrentado.
"Debes irte para probarlo, Crovax."
El se puso de pie y saludó. "Le traeré la cabeza de Eladamri en una canasta."
Belbe parpadeó varias veces. "¿Por qué iba yo a querer su cabeza en una
canasta?"
Crovax caminó cojeando y sonriendo por la habitación. Había recibido un
castigo y no podía manejar bien la arrogancia que había llegado con él. A su salida, pasó
deliberadamente por encima de Greven, aún en posición supina por el dolor recordado.
Después de que las puertas se cerraron detrás de él, Belbe gritó: "¿Qué piensa
usted del plan de Crovax?"
Greven, blanco como la muerte, se arrastró hasta una silla. "Eladamri hará lo que
yo no pude," dijo con voz ronca. La emisaria y el chambelán se miraron perplejos.
"Matará a Crovax. Lamentablemente también quizás destruya la mejor parte de mi
ejército."

* * * * *

La mitad de un centenar de seres humanos y elfos se habían reunido en la


silenciosa noche. Su lugar de reunión era un pequeño montecillo insular en el pantano
cerca del límite del Bosque Veloceleste. Allí, los Rathianos rebeldes de libre
pensamiento habían ido a escuchar el llamado de la resistencia. Todas las razas del
mundo estaban representadas, salvo los tritones, que eran enemigos perpetuos de los
elfos y no buscarían su compañía, incluso si ello significaba evitar su total extinción. La
mayoría de los presentes eran Dal y Vec. Un solo hombre Kor había permanecido detrás
de la multitud.
No se había encendido ninguna antorcha. La oscuridad era la regla para esa
reunión.
"No me gusta esto," dijo un hombre maduro Dal. Estaba ricamente vestido y
llevaba una daga en su cinturón. "Los agentes del evincar podrían estar aquí, nuestras
vidas están en peligro, ¿y para qué?"
"¿Por qué has venido, si tienes tanto miedo?" Esto provino de una anciana Vec
apoyada en un alto bastón.
"No tengo miedo," dijo el Dal. "Sólo soy prudente."
"Ahora la prudencia es nuestro enemigo, tanto como Greven y su ejército,"
proclamó una voz resonante.
Al interior del círculo de hombres y mujeres acudió Eladamri y sus
lugartenientes. Los elfos estaban bien armados con las armas capturadas. Estos se
dispersaron hasta el borde de la pequeña isla mirando la noche en busca de signos de
una emboscada.

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"¡Salve,
Eladamri!" dijo la
anciana Vec.
"Saludos Tant
Jova," dijo el líder de
los elfos estrechándole
la mano. "¿Cómo
florece la tribu de Jov?"
"Somos muchos,
y hay metal en nuestras
manos, Eladamri. En los
últimos veinte días
hemos visto pocos de
los hombres del evincar.
El barco volador no ha
pasado sobre nosotros y
hemos matado muchos
moggs que fueron
hallados vagando en nuestro territorio."
"Esto es sólo el principio, Tant Jova," dijo Eladamri. "A medida que nos
hagamos más fuertes verás menos y menos soldados en las llanuras y en el aire."
El acaudalado Dal carraspeó. Eladamri se giró hacia él. "¿Escéptico, Darsett?"
"Sí, soy escéptico. Un ataque no es una campaña."
"Todas las campañas vencedoras deben comenzar con una victoria," dijo Gallan,
amigo de Eladamri y segundo al mando.
"Sí, pero tienen un largo camino por recorrer," respondió Darsett. La mayor
parte de los Dal murmuró detrás de él en señal de acuerdo.
"Tenemos un
largo camino por
recorrer," dijo Eladamri
levantando la la voz
para que todos lo oigan.
"El tiempo ha pasado
cuando mi pueblo sólo
podía resistir a la
Fortaleza con una única
esperanza más que la de
sobrevivir. ¡Ahora es
una oportunidad para la
victoria, para el
derrocamiento del
evincar y su tiranía!
Debemos forjar una
alianza de todas las
personas libres en Rath
para luchar contra el Evincar y sus fuerzas. Sólo entonces podremos ser verdaderamente
libres."
"Un bonito discurso," dijo Darsett. "Pero los discursos no vencerán al ejército de
Volrath."
"Nosotros crearemos nuestro propio ejército," respondió Gallan.

58
"¿Y qué pasa con la aeronave? Si nos rebelamos abiertamente Greven il-Vec y su
Depredador vendrá y nos destruirá," dijo Tant Jova.
La mención del terrible comandante y de su barco de guerra volador provocó
una nueva ronda de intranquilizantes murmullos. Gallan trató de calmar a los líderes
Dal y Vec pero estos estaban claramente temerosos de despertar la ira de Greven.
Darsett alzó la voz por encima del ruido. "Los Dal que estaban en la Fortaleza y
resistieron al evincar han desaparecido, la Señorita Takara, mi primo Sterba…"
El solitario Kor había rodeado lentamente a la multitud hasta que se había
posicionado cerca de los elfos y había captado la vista de Eladamri. "No te conozco,
amigo. ¿Quién eres tú?," dijo el jefe de los elfos.
"Furah," dijo de una extraña manera balbuceante. "De los Pescadores de la
Vida."
Todos los comentarios cesaron. Los Pescadores de la Vida eran una tribu que
vivía cerca de la cumbre de la propia Fortaleza. Nadie conocía el pico tanto como ellos.
Incluso se rumoreaba que los Pescadores de la Vida tenían acceso al cráter interno a
través de fisuras secretas en la piedra variable.
"Habla," dijo Eladamri. "Dinos lo que piensas, Furah."
El Kor provisto de bigotes y de aspecto gatuno acerco su cara cerca del cacique
élfico. "Volrath se ha ido," dijo.
Pasaron cuatro segundos completos luego el conjunto reunido explotó en vítores
espontáneos. Eladamri solo frunció el ceño. "¿Cómo sabes esto?," preguntó.
"Lo sabemos. Los Pescadores de la Vida ven en la Fortaleza como ustedes ven
en el agua debajo de su pueblo. Volrath a dejado Rath en el otro barco volador, el que
era perseguido por Greven il-Vec."
La emoción de Gallan sacudió su espada en su vaina. "¡Si esto es así nuestra
tarea está a medio hacer!"
"Hay más," dijo Furah. "El buque volador de Greven yace en ruinas en la cima
de la Ciudadela. Yo mismo lo he visto allí."
Sin el Depredador las tropas del evincar ya no tendrían ningún tipo de
reconocimiento de largo alcance y carecerían de la capacidad para atacar a grandes
distancias desde su base en la Fortaleza. Había pequeños puestos de avanzada
estacionados aquí y allá en la llanura pero sin la aeronave serían un blanco fácil para los
atacantes de Eladamri.
Todo el mundo empezó a hablar a la vez. Las noticias de Furah cambiaron a los
líderes Dal y Vec de conspiradores prudentes a ardientes revolucionarios. Algunos
incluso querían tomar por asalto la Fortaleza inmediatamente.
"Quiero la sangre de Greven il-Vec," dijo Tant Jova sombríamente. "¡Por todos
los miembros de mi clan que han perecido en sus manos!"
"¡Esperen! ¡Deténganse!" Gruñó Eladamri. "Sin ánimo de ofenderle, honorable
Furah, pero debemos estar seguros de noticias de tal importancia. Gallan, quiero la
confirmación de todo lo que el Kor dice. ¿Volrath se ha ido? ¿La aeronave está fuera de
servicio?"
El joven elfo asintió con la cabeza. "Así se hará, Eladamri," dijo y salió
corriendo de inmediato hacia la noche para llevar a cabo sus órdenes.
"Esto cambia las cosas," dijo seriamente Eladamri. "Tenemos una oportunidad
de asestar un duro golpe por la libertad. Si pasa el tiempo un nuevo evincar será
elegidos por los grandes señores…algo que puede estar sucediendo incluso ahora.
¡Debemos atacar antes de que el enemigo pueda reorganizarse! Si los líderes de los Dal
y los Vec que están en libertad juran su apoyo y envían guerreros a pelear con nosotros
yo juró que tomaré cada barraca entre la Fortaleza y el Bosque Veloceleste."

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Tant Jova silbó entre el hueco de sus dientes. "Debe haber unos treinta puestos
de avanzada en el territorio que usted describe," dijo. "¿Cuántos guerreros necesitarías
para hacer algo así?"
"Todos los que pueda conseguir, mi amiga."
"¿Dónde atacará primero?" preguntó Darsett.
El reflexionó un momento. "Chireef."
"¡Eso no está a la vista de la fortaleza!"
"Sí. No esperarán que ataquemos allí así que es el mejor lugar para hacerlo por
primera vez."
Darsett y los jóvenes guerreros Dal comenzaron a proponer diversos planes de
batalla. Eladamri los escuchó con una sola oreja y luego se dio cuenta de que Furah ya
no estaba presente. Maldito sea, pensó. El quería confiar en el Kor pero sus
comportamientos eran tan extraños y estaban tan cerca de la Fortaleza. ¿Acaso las
noticias de Furah podrían ser un ardid para atraerlos a una batalla abierta? Gallan
averiguará la verdad. Hasta entonces planearían un ataque.
Tant Jova se llevó a Eladamri a un lado. "Su asistente Gallan me ha dicho que su
hija Avila ha muerto a manos de un asesino de la Fortaleza. Me apena por la pérdida de
un padre."
"Gracias. Volrath pensó que tales medios me quebrarían pero este vil asesinato
sólo ha endurecido mi resolución."
El rostro cobrizo de Tant Jova se suavizó. Era una Vec muy, muy vieja. Había
visto muchas cosas terribles en su larga vida todas ellas procedentes de la Fortaleza.
"Voy a hacer un pacto contigo, O Eladamri," dijo. "Nunca nos subyugaremos al
evincar, nunca dejaremos de luchar contra sus fuerzas y nunca bajaremos las espadas
hasta que Greven il-Vec y todos sus secuaces hayan pagado el precio de la justicia."
Eladamri tomó su anciana mano. Ninguno dijo una palabra más pero incluso si
debían enfrentar la muerte ninguno rompería su vínculo solemne.

* * * * *

Después de muchas horas el dolor no había desaparecido. Su mente se


desvanecía una y otra vez buscando un lugar para esconderse del terror. El consuelo era
breve porque su cuerpo no dejaba que su mente desapareciera.
Atormentado por la sed Ertai se arrastró por el suelo de su celda hasta el grifo
de piedra variable montado en lo alto de la pared. Los guardias se habían burlado
haciéndole gestos a Ertai para que le hablara al grifo y así obtener agua de el. Así que
se había lanzado desde el sucio jergón en el que los moggs de Greven lo habían arrojado
y se arrastró a pesar de las quemaduras en sus piernas y pecho y a pesar de que la
mayoría de sus dedos estaban rotos.
"Aggg…," fue lo más cercano a la palabra "agua" que pudo balbucear. El grifo
no podía entenderle (o no lo hacia) y se mantuvo cerrado. Ertai odiaba esas máquinas.
Eran tan poco elegantes y tan poco eficientes. ¿Por qué duplicar el poder de la magia
con artefactos rudimentarios? Era una vieja discusión, una que él recordaba haber tenido
con Hanna, la hija de Barrin y navegante del Vientoligero. ¡Cómo le habría gustado
poder tener esa discusión con la seria y obstinada Hanna en ese mismo momento!
Anhelaba poder tomar un refresco pero para ello tenía que concentrarse más allá
de su dolor. Ertai trató de invocar recuerdos de agua: la vasija de barro que se
encontraba en el pasillo, fuera del dormitorio de la casa de su infancia, aquella que tenía
unos peces saltarines pintados en ella... la cascada de Jendary, llena de rayos y una

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congelada niebla... el océano azul en torno a Tolaria, la enriquecida y siempre
cambiante cuenca en el que la isla mágica brillaba...
Una sola gota fría le golpeó la frente.
¡Agua, agua, agua! gritó con su mente. Un goteo recompensó su esfuerzo, pero
nada más. El poco líquido que cayó humedeció sus labios resecos, y con voz ronca
repitió, "Aggg…ua."
El grifo se abrió con un chorro. Con impaciencia Ertai se tragó la corriente de
plata. Tenía un sabor duro mineralizado pero en ese momento le pareció más exquisito
que el vino más añejo.
"Suficiente," dijo una voz. El flujo se detuvo.
El se secó los ojos y descubrió que no estaba solo. La niña de pecas verdes, la
emisaria, se encontraba en el interior de la puerta de la celda, mirándolo.
"Inundarás la habitación," dijo señalando el charco que se estaba extendiendo en
el suelo.
"No tengo nada que decir," respondió ásperamente Ertai lamiéndose los labios.
"Yo no te pedí nada."
"Oh." Intentó levantarse pero no había fuerza en sus miembros. "Perdóneme por
no ponerme en pie." se enderezó con dificultad. "¿Qué quiere?"
"Hace un momento que he estado observando. Has abierto la válvula con magia,
¿no?"
"¿Y?"
"Eso demuestra una habilidad considerable para que una persona no mejorada
como tu tenga alguna influencia, aunque sea pequeña, sobre la piedra variable," dijo
Belbe.
"Yo tengo una habilidad considerable," respondió Ertai con inútil dignidad.
Belbe se acercó más y se puso en cuclillas. Ertai se encogió hasta que se dio
cuenta de que ella no estaba allí para hacerle daño. Lo examinó con ojos penetrantes y
él se sintió un poco como una mariposa en el recipiente de un recolector. Su expresión
no tenía ningún tipo de sentimiento más que curiosidad.
"Yo quiero soltarte," dijo. "Dame tu palabra de que no tratarás de escapar, y te
daré una libertad condicional."
Casi no lo podía creer. En el mejor de los casos había esperado una rápida
ejecución después de haberle dicho a Greven todo lo que sabía.
"¿Y qué será de mí?," preguntó.
"Quiero que trabajes en el desarrollo de tu capacidad para influir en la piedra
variable."
Ertai dejó escapar una breve y aguda risita. Luego otra. Un momento más tarde,
se convirtió en un ataque de tos cuando trató de reír con sus costillas rotas.
"Agua," dijo Belbe. Sostuvo sus manos ahuecadas bajo el grifo, las llenó y luego
dijo, "Suficiente." Arrodillándose al lado del sibilante Ertai le ofreció el agua de sus
propias manos. Con dedos temblorosos el guió las manos a sus labios.
"Gracias," susurró.
"Si puedes controlar la piedra variable," continuó impasiblemente, "te esperan
grandes cosas."
"¿Me está ofreciendo un trabajo?" preguntó Ertai con ironía.
Belbe separó las manos. Las últimas gotas de agua cayeron al piso húmedo. "Te
estoy ofreciendo una oportunidad de convertirte en Evincar de Rath."

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Capitulo 6

Enemigos

Con Volrath desaparecido el trono vacío daba un aire de incertidumbre a todas


las actividades en la Fortaleza. Crovax entró en esta vorágine de confusión y duda.
Armado por la comisión de Belbe de atacar a los rebeldes se volcó completamente a la
tarea. Las Tropas del Ejército Real salieron marchando de la Fortaleza y se reunieron en
la llanura por compañías. Batallones de moggs, menos disciplinados y menos
inteligentes, se congregaron detrás de los soldados y esperaron a su nuevo comandante.
Crovax despreciaba las elaboradas ceremonias militares favorecidas por Volrath y
caminó a pie en medio de sus tropas seguido por su recientemente formada guardia
personal, el Cuerpo de Sargentos.
La única cosa que faltaba en esa reunión de poder marcial era Greven il-Vec.
Como Crovax no le había pedido que se uniera a la expedición contra Eladamri el
antiguo comandante de todas las fuerzas Rathianas optó por no aparecer en la llanura
con el ejército. Permaneció en la Ciudadela supervisando las grandes reparaciones que
se estaban realizando en el Depredador.

62
Crovax, con la mano en la empuñadura de su espada, se acercó al Cuerpo de
Sargentos. Nasser salió de la fila y saludó.
"El ejército está reunido como ordenó, señor."
"Muy bien. ¿Tiene la lista?" preguntó Crovax.
Nasser deslizó una mano debajo de su peto y sacó una boleta doblada de
pergamino. Crovax la estudió brevemente y luego se dirigió a un lugar a la vista de
todas las tropas. Cerró los ojos y extendió las manos, sus dedos abiertos. El sustrato de
piedra variable se encorvó hacia arriba. Un murmullo recorrió la soldadesca.
El montículo se convirtió en un escenario rectangular de dos metros de ancho y
tres metros de largo. Crovax levantó las manos, y la plataforma se elevó aún más.
Cuando el escenario estuvo a unos dos metros del suelo, bajó las manos. Justo antes de
que sus botas tocaran el costado de la plataforma aparecieron unos escalones hendidos
allí que le permitieron subir fácilmente a la cima.
Sólo las primeras filas habían visto a Crovax comandar la piedra variable pero la
palabra se filtró a través de las tropas ordenadas. Estas se agitaron inquietamente
haciendo repiquetear las armas y armaduras mientras se zarandeaban y estiraban para
echar un vistazo a su nuevo líder. Lejos, a sus espaldas, los moggs gruñeron y ulularon
subiéndose unos sobre las espaldas de otros para ver a Crovax.
"¡Soldados de Rath!," exclamó.
Un centenar de compañías de 200 soldados cada una prestó atención al unísono.
Los Moggs se calmaron.
"Yo soy Crovax de Urborg. La emisaria de los grandes señores me ha
comisionado para que comandara una expedición contra el enemigo, los rebeldes elfos
de Veloceleste. En breve emprenderemos esta expedición pero primero tengo algunas
cosas que decirles."
"Un vehículo aéreo llegó a Rath desde un lugar lejano y prestó apoyo a un
ataque del líder rebelde Eladamri." Dijo Crovax pero no mencionó que él también había
llegado a Rath a bordo de este mismo vehículo. "Ya nos hemos encargado de la
aeronave enemiga y no será un factor en nuestra lucha."
Más murmullos recorrieron las filas. Crovax les dejó hablar por unos instantes y
luego levantó las manos para hacer silencio.
"Nuestro propio barco, el Depredador, está en reparación y pronto volará una
vez más. Los rebeldes creen que no nos atreveremos a movernos en contra de ellos sin
nuestra aeronave. Se equivocan. A partir de hoy voy a liderar esta fuerza contra el
pueblo natal de Eladamri cuya ubicación nos ha sido proporcionada por nuestros
espías."
Hizo una pausa esperando aplausos pero como estos no se produjeron Crovax
frunció el ceño. Nasser y los sargentos lanzaron un grito y los soldados se unieron a
medias. Crovax les hizo señas para que callaran.
"Vengaremos la derrota que los elfos le han inflingido a Greven il-Vec. Pero
primero tengo otra tarea, un deber solemne y sagrado para ciertos guerreros." Desplegó
el pergamino que Nasser le había dado y continúo. "Cuando lea los siguientes nombres
quiero que los oficiales nombrados acudan a mí."
Se aclaró la garganta y comenzó el listado. "De la Primera Compañía, el Capitán
Thayer il-Vec; de la Tercera Compañía, el Capitán Ulan il-Dal, de la Séptima Compañía,
el Teniente Shirzod il-Vec..." La lista creció hasta que dieciocho oficiales, todos
comandantes de la compañía, se detuvieron nerviosos a los pies de Crovax.
"Ustedes fueron los responsables de liderar las compañías durante la lucha
reciente con los elfos rebeldes," dijo Crovax. "Todos ustedes fueron vencidos o
sometidos por sus enemigos. Debido a su incumplimiento del deber, cobardía e

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incompetencia en frente del enemigo, por su fracaso absoluto como comandantes y
soldados, se los ha condenado a muerte."
Los oficiales se arremolinaron alrededor en estado de shock. No tenían ningún
lugar a donde huir, a la derecha se vieron cercados por el Cuerpo de Sargentos, y a la
izquierda por una banda de moggs que había sido convocada por Crovax para tal
eventualidad. Varios de los oficiales cayeron de rodillas y levantaron las manos abiertas
hacia Crovax que estaba parado por encima de ellos frunciendo el ceño.
"¡Piedad, piedad, Gran Señor! ¡La culpa no era nuestra!," exclamaron.
Con una inclinación de cabeza Crovax hizo que los moggs se colocaran delante
de los hombres arrodillados. Las criaturas arrastraron a seis oficiales de la multitud que
gritaban y los asesinaron con sus pesados garrotes.
Era considerado una gran desgracia morir a manos de un mogg y los doce
oficiales sobrevivientes cerraron filas y desenvainaron sus espadas dispuestos a matar a
cualquier mogg que se acercara a ellos.
"Esperen," dijo Crovax y los moggs bajaron sus garrotes ensangrentados. Crovax
se dirigió a los oficiales supervivientes. "Por su última acción militar he decidido
suspender sus sentencias. Serán reducidos en rango a soldados comunes y asignados al
batallón de exploradores. Liderarán nuestra columna hacia el Bosque Veloceleste. Sin
embargo, si llegan a distinguirse en combate, podrán ser restaurados en su rango."
Una vez más Crovax quería hurras pero las tropas permanecieron
uniformemente calladas. El espectáculo de seis oficiales Rathianos siendo apaleados
hasta la muerte por moggs no animaría a nadie a aplaudir.
Irritado, Crovax despidió a los hombres. "¡Las compañías designadas se reunirán
en la llanura para la expedición en seis intervalos!," gritó.
El escenario volvió a hundirse en el suelo y Nasser y los sargentos se reunieron
delante de él.
"Chusma inútil," dijo Crovax. "¿Has visto sus caras? ¡Sintieron nauseas por las
muertes de esos cobardes! No me extraña que hayan perdido su última batalla. ¿Qué
podemos hacer con tales debiluchos?"
"Se recuperarán una vez que saboreen la victoria," dijo Nasser.
"¡Triunfarán solo si tengo que azotarlos durante todo el camino a Veloceleste!"
"Acerca de la ruta, señor. ¿Ha considerado a que parte…?"
El olor de la reciente sangre derramada atormentó las ventanas de la nariz de
Crovax. Su atención divagó hacia los oficiales asesinados. Finalmente la tentación fue
demasiado fuerte y se alejó dejando la pregunta de Nasser a medio terminar. Los seis
hombres yacían en un montón con sus cráneos aplastados. Ni un solo hombre había
sacado aunque sea una daga para defenderse. Crovax no pudo entenderlo. Anunció su
muerte y aún así no habían peleado. Gusanos inútiles.
Había uno entre los oficiales asesinados que no había entregado totalmente su
vida. Crovax pudo sentirlo. Sus manos y cara hormiguearon y la extraña gula despertó
en su interior. Le dio una patada a un lado a dos cadáveres para descubrir al que estaba
aún con vida. El rostro del soldado estaba blanco y su pecho apenas se movió para
tomar aliento. Crovax se arrodilló sobre el charco de sangre y suavemente giró la cara
del hombre hacia él. Una débil corriente de fuerza vital jugueteó en los dedos de
Crovax. Sólo el toque de una pluma, pero estaba allí.
El frasco que Kirril le había dado en las Galerías de los Sueños había contenido
una vida primitiva tomada de algún animal. La emoción recordada por haber absorbido
esa esfera brillante hizo estremecer a Crovax. Para el momento en que se había
dominado a sí mismo de nuevo el oficial estaba a punto de expirar. Crovax apretó el
rostro moribundo con su mano y no le importó los huesos triturados y la sangre púrpura

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coagulada allí. Sí, él la tenía. Invisible a la luz del día, la huidiza fuerza vital del soldado
fue atrapada por la fuerte absorción del apetito de Crovax. A pesar de que no era más
que el último estertor de un moribundo era mucho más dulce que la cruda muestra que
había tomado de la jarra de Kirril. Qué delicia, qué éxtasis. Se sintió elevado,
ennoblecido, enriquecido. Aquel, en efecto debía ser el alimento de los dioses...
Oyó gritar su nombre, lejanamente, una y otra vez. Poco a poco se dio cuenta de
una mano en su hombro. En un repentino estallido de acción Crovax se levantó de un
salto dispersando a Nasser y a otros dos sargentos que habían estado de pie sobre él.
"Mi señor, usted estaba en un trance," dijo Nasser.
"¿Y? Si estaba en trance, ¿por qué has presumido en interrumpirlo?"
"Mi señor, ha pasado toda una hora desde que despidió al ejército. Hay
preparaciones que hacer."
Crovax miró salvajemente al cielo. El tiempo había pasado. El montón de nubes
grises que antes habían estado estacionarias en el cielo en ese momento estaban
ondeando en un ligero viento norteño.
"Pero fue sólo un momento…" susurró Crovax.
"¿Mi señor?"
"No importa. Continuen con los preparativos. Envía un escuadrón de moggs que
se lleve los cuerpos…"
"¿…y los quemen?" Nasser terminó. La cremación era lo usual en Rath.
"No," dijo Crovax. "Que los moggs establezcan una horca al lado del camino y
cuelguen los cuerpos de la misma. Quiero que toda la expedición los vea cuando pasen
marchando. Les motivará, ¿no le parece?"
"Como usted diga, mi señor."

* * * * *

Apoyado por dos guardias sombríos y acompañado por Belbe, Ertai fue
conducido a una pequeña cámara dentro de una gran torre fuera de la Ciudadela
principal. Se trataba de un inquietante lugar lleno hasta el techo con tanques, vasijas y
urnas de propósito desconocido. Algunos tanques estaban llenos de malolientes
soluciones que hervían y
burbujeaban a pesar de
que el fuego no ardía por
debajo de ellos. Aquí y
allá las criaturas artefacto
de piedra variable
continuaban las tareas
que Volrath había
establecido para ellas.
Una volteó un frasco con
forma de reloj de arena en
precisos intervalos de dos
minutos. Una turbia
solución de color pardo se
escurría incesantemente
de un matraz a otro a
medio llenar. Otro largo
brazo insectóide cambiaba potes de gelatinas rojas y amarillas debajo de un dispositivo
que emitía rayos de colores.

65
Ertai pudo sentir que el aire estaba vivo con el poder. La mayor parte de este era
energía destructiva, las fuerzas de la corrupción y la decadencia. Era tan fuerte que
razonó que debía haber una piedra de poder en algún lugar del laboratorio, una piedra de
poder muy grande.
"¿Qué es este lugar?" preguntó, pensando que había estado mejor en su celda.
"El laboratorio de Volrath," dijo Belbe. "Aquí hizo un considerable trabajo con
animales. Entiendo que su colección de criaturas artificiales es bastante fascinante. ¿Te
gustaría verlas?"
"¡No, gracias!"
Ella se encogió de hombros. "Tal vez más tarde. Aquí está lo que vinimos a
buscar."
En el centro de
la habitación, casi
oscurecida por otro
aparato, había una gran
losa circular de cristal.
La aplanada parte
superior estaba surcada
por cinco anillos
concéntricos, los lados
estaban alineados con
estrechas ranuras
verticales. Hecho de un
ahumado mineral
transparente, la losa
estaba colocada bajo un
elaborado trípode de
metal de cuatro metros
y medio de altura.
Elaborado en el esquelético estilo orgánico de la propia Fortaleza, el trípode soportaba
un segundo cristal facetado de aproximadamente la mitad del diámetro de la losa debajo
de el. Unos cables estaban unidos al cristal más pequeño saliendo hacia todas las partes
del laboratorio.
Allí estaba la fuente de poder que Ertai había percibido desde que había entrado
en la habitación. Ambos cristales estaban saturados con ella.
"Ayúdenle con el dispositivo," le dijo Belbe a los guardias.
"Espera un minuto," protestó Ertai. "¡No me irás a poner encima de esa cosa!
¿Sabes qué es?"
Belbe se cruzó de brazos. "¿Quieres sentirte bien, no es así? Esta máquina puede
aliviar todas tus lesiones en unos pocos minutos. De lo contrario, tendrán que
permanecer confinado en la cama durante días, tal vez semanas. Incluso para entonces
quizás tus manos no hayan sanado correctamente."
Ertai trató de no mirar sus manos arruinadas. Greven le había permitido a sus
moggs que le aplastaran sus dedos con empulgueras después de que había sobrevivido a
los hierros al rojo vivo.
"En este momento Crovax se está marchando con una fuerza para destruir a los
rebeldes," continúo Belbe."Si tiene éxito le deberé nombrar como evincar. Una vez que
eso suceda ya no podré hacer nada más por ti."

66
"Tendrá que matarme," dijo Ertai. Y mirando arriba hacia el alto soldado que le
estaba sosteniendo su brazo izquierdo agregó: "¿No te parece?" El guardia asintió con la
cabeza.
¿Por qué él estaba dudando? Obtendría una inyección de energía negativa, ¿y
qué? El ya había manejado cantidades de tal poder con anterioridad, en carácter
experimental. Había sido desagradable pero no había sufrido ningún efecto negativo por
la misma. El poder era el poder. Sólo brujas de aguas podridas y campesinos palurdos
seguían creyendo que los tipos de poder eran "buenos" o "malos."
El no se hacía ilusiones acerca de convertirse en Evincar de Rath. Tan absurda
era la idea que su primera respuesta después de que Belbe se lo había propuesto fue
reírse en su cara. La risa murió rápidamente, asfixiada por el fuego en su cuerpo
atormentado y la mirada de desilusión en el rostro de Belbe. Cuando ella le ofreció la
opción de una curación rápida y una existencia mucho más cómoda que una árida celda
o el hacha de un verdugo había optado por jugar el juego un tiempo más. Una vez que
recuperara su fuerza podría ser capaz de escapar por el Portal del Cañón, abrir una
puerta de entrada a Dominaria y volver a casa. Por lo menos existía la posibilidad... la
pérdida de un hechicero tan talentoso sería un crimen infame, una terrible pérdida para
la civilización.
"¿Qué dices?" preguntó Belbe irrrumpiendo en su ensueño. "La elección es
tuya."
"Supongo que puedo ceder un poco," dijo.
"Bien." Dijo Belbe sonriendo. Ertai se encontró sintiéndose alegre por haberla
complacido.
Los soldados izaron al joven mago en la losa de cristal. Belbe les ordenó
regresar y luego manipuló la alineación del enfoque del cristal superior centrando la
corriente del poder en el pecho de Ertai.
"No te excedas," dijo Ertai, tratando de sonar indiferente.
Ella no respondió sino que se dirigió a la protegida estación de control para
hacer algunos ajustes. "Volrath utilizaba este infusor para curar animales de
experimentación después de que él los había alterado quirúrgicamente. A niveles más
elevados puede mutar criaturas vivientes en formas drásticamente diferentes."
Belbe presionó varios interruptores. "En este caso usaré un nivel menor,"
anunció." A partir de ahora…"
Con un fuerte crujido chipas saltaron de la serie de cables por encima del cristal
focal. Ertai, impotente a causa de sus lesiones, no pudo hacer nada más que ver los
fuegos artificiales volar sobre su cabeza.
"Quédate quieto," gritó Belbe sobre el latido de la maquinaria. "Estoy desviando
el poder desde las máquinas del laboratorio."
Uno por uno los mecanismos automáticos del laboratorio se apagaron. Los
frascos cayeron al suelo y se rompieron derramando sus contenidos sobrenaturales.
Unos olores horribles flotaron a través de la habitación.
Ertai notó que el cristal central había comenzado a brillar oscuramente. Se
trataba de un concepto extraño, un resplandor oscuro, pero no había mejor manera para
describir la presencia de la energía negativa. Esperó ver un rayo saliendo de la piedra y
golpeándolo pero nunca lo hizo. En su lugar, el resplandor se amplió y oscureció,
borrando poco a poco todo lo demás que había a la vista.
A diferencia del poder que él había extraído para llevar al Depredador a un
aterrizaje de emergencia Ertai descubrió que aquella energía oscura, en su estado puro,
se sentía fría. Su cuerpo fue inundado por el hielo y el frío se extendió rápidamente a

67
través de su pecho y bajando por sus piernas. Verdaderamente borró el dolor de sus
heridas y por ello se mostró agradecido.
Con un chasquido el aumento de poder cesó. Ertai se empujó hacia arriba en un
codo y vio que el laboratorio estaba hundido profundamente en la niebla. Cada aliento
que exhalaba hacía brillantes cristales de hielo en el aire.
Belbe apareció nadando entre la niebla. Se veía despeinada, su pelo retorcido.
"¿Cómo te sientes?" preguntó.
"Maravilloso." Ertai flexionó sus manos, antes quebradas como un haz de cañas
rotas. "Me siento como nuevo…no, mejor que nuevo."
Saltó fuera de la losa y se dio unas palmaditas a sí mismo por todas partes. Sus
quemaduras habían desaparecido. Sus costillas habían sanado. Incluso los moretones
por los golpes recibidos de los marineros del Depredador ya no estaban.
¿Y qué acerca de su mente?
Levantó un dedo de su mano derecha, y una pequeña llama apareció en la punta.
Ertai extendió el dedo siguiente e hizo que la pequeña llama diera un salto a el, y luego
al siguiente dedo, y así sucesivamente. Se trataba de un ejercicio elemental mágico, uno
que él podía hacer desde que era un niño pequeño.
Para el momento en que la llama había saltado a su cuarto dedo parpadeó y se
volvió naranja, luego roja. Se dejó caer de su dedo meñique y se convirtió en púrpura.
Cuando Ertai transfirió la llama violeta al dedo pulgar de su mano izquierda la pequeña
llama se tiñó de un color negro azabache.
El mago se quedó mirando la llama oscura.
Belbe lo observaba. "¿Estás bien?"
Ertai apagó la llama con la otra mano. "No es nada," dijo. Nunca había visto que
la llama de sus dedos cambiara de color antes. Es cierto que él la había cubierto con
energía oscura pero había creado una llama amarilla y no la había querido cambiar.
Haber echo eso por sí mismo le resultó inquietante.
Belbe le separó suavemente las manos. "Ven, es tiempo de que tomes un buen
baño, ropa limpia y comida."
Lo llevó de la mano por el brumoso laboratorio. Cuando salían de allí Ertai vio
dos trajes vacíos de armadura parados cerca de la puerta. Los hombres en el interior, los
dos guardias que lo habían llevado allí, habían desaparecido.
"¿Dónde están los soldados?" dijo.
En respuesta a su propia pregunta, el pie de Ertai se enganchó en algo suave.
Detrás de las estanterías había una babosa gris de un metro y medio de largo que
rezumaba un rastro de baba iridiscente por el suelo. Otra monstruosa babosa se
deslizaba en la base de uno de los trajes de la armadura.
"Tal vez he usado un nivel demasiado fuerte después de todo" dijo Belbe
tranquilamente.

* * * * *

La Fuerza Expedicionaria de Veloceleste marchaba bajando por la larga calzada


de la Fortaleza con sus rostros envueltos en pañuelos para protegerse del remolino de
polvo. El viento se había levantado en las últimas horas. Se acercaba una inversión del
Foco y eso siempre hacía inestable el clima de Rath. El titánico dispositivo encima de la
Fortaleza giraba periódicamente para igualar el desgaste de su aparato de enfoque de
energía. Cuando el Foco giraba los vientos cambiaban rápidamente recorriendo la
superficie de Rath.

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Crovax levantó otra plataforma de piedra variable para hacer la revisión de sus
tropas marchantes. Tenía un total de cincuenta compañías, diez mil hombres y diez mil
moggs actuando como porteros llevando suministros para una campaña de dieciséis
días. Dos tercios de su fuerza era infantería, mientras que los otros tres mil quinientos
hombres eran caballería Rathiana. Montaban bestias mutantes de dos patas llamadas
kerls, creadas por Volrath como monturas de caballería. Era una fuerza poderosa,
muchísimo mayor que cualquiera enviada por cualquier evincar anterior.
Los soldados marcharon por la calzada hacia la llanura y dejando atrás los seis
cadáveres girando en el viento del Foco. Los moggs habían despojado los cuerpos de
cualquier cosa de valor dejando a los oficiales deshonrados sólo vestidos de harapos.
Ante esta sobria presentación, la Fuerza Expedicionaria de Veloceleste marchó en total
silencio.
Crovax estaba furioso por el penoso caminar de aquella larga columna de
hombres y moggs. Las tropas no tenían espíritu. En Dominaria un ejército salía
cantando de sus hogares con gaitas y tambores tocando melodías marciales. El ejército
de Rath era una taciturna fuerza mortecina en comparación con los guerreros que
Crovax recordaba.
Cuando la mitad de la columna había pasado más allá de su tribuna Crovax
disolvió la plataforma y montó en su kerl. Tomó las riendas de un mogg que las había
estado sosteniendo con paciencia y espoleando a su montura empujó al mogg
enviándole rodando por el polvo.
En la vanguardia del ejército marchaban los doce oficiales condenados actuando
como exploradores. Detrás de ellos cabalgaba Crovax al frente del Cuerpo de Sargentos.
Cada sargento tenía una perca en su hombro. Se trataba de otra de las creaciones de
Volrath, criaturas voladoras del tamaño de palomas con alas azules de cuero y
resplandecientes picos en forma de trompeta. Las percas entendían órdenes sencillas y
podían repetir mensajes
cortos al pie de la letra.
Iban y venían sobre el
ejército llevando las
órdenes.
Antes de caer la
noche los exploradores
habían llegado a la
barraca de Chireef. Esta
era una torrecilla de dos
pisos situada en el borde
del “mar” de piedra
variable, una vasija que
consistía en kilómetros
y kilómetros de piedra
variable congeladas en
ondas inmóviles como
la superficie de un océano. La guarnición de Chireef estaba preparada para recibir a
Crovax y su fuerza.
Crovax y sus ayudantes galoparon hasta la caseta en una ráfaga de tintineantes
armas y ondeantes banderas. El comandante de Chireef, Gunder il-Dal, estaba
claramente sorprendido por el tamaño del ejército que Crovax llevaba con él.
"Mi señor," dijo. "¿A dónde va con una fuerza tan vasta?"

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"A donde lo desee," respondió secamente Crovax. "¿Cómo están las condiciones
entre aquí y el Bosque Veloceleste?"
"Tranquilas como una tumba, mi señor." Gunder il-Dal se secó su frente
empujando su yelmo hacia atrás para mostrar su generosa frente. "Ningún rebelde se
atrevería a acercarse a la Fortaleza."
"Sí, sí. La caballería necesita agua para sus monturas. Después de que se hayan
saciado deja que los moggs beban lo que puedan," anunció y luego tiró de las riendas de
su montura con manchas negras para que diera la vuelta.
"¿Pasará la noche aquí, noble señor? Si lo desea le puedo ofrecer mi humilde
alojamiento en nuestra barraca."
"La columna marchará toda la noche," respondió Crovax. "Si en dos días algún
rebelde viene por aquí quiero que lo detenga. Estarán huyendo debido a su derrota y no
quiero que nadie escape."
Gunder quedó perplejo. "¿Derrota, mi señor?"
"Sí, la derrota que yo les infligiré."
La primera compañía de caballería se colocó en fila junto a una hilera de grifos
en lo alto de las murallas de la caseta. Crovax cabalgó hacia allí y ordenó mentalmente a
las válvulas que se abrieran. Fuera de ellas se derramó un agua fresca de las cisternas
del fortín. Los kerls metieron sus rostros carnosos en los canales de piedra y bebieron de
la corriente de agua con sus planas lenguas negras. A pocos metros, los sedientos
moggs, cada uno encorvado por casi noventa kilos de suministros, relamieron sus labios
secos y esperaron ansiosamente su turno en las canaletas.

* * * * *

Gunder caminó lentamente por la línea de sus tropas mirándolas atentamente.


Chireef sólo tenía una guarnición normal de cuarenta y ocho soldados. Cincuenta y
cinco estaban reunidos en la llanura y eso hizo poner nervioso a Gunder. ¿Y si alguien
se daba cuenta?
Crovax y sus jefes más importantes entraron precipitadamente y Gunder le
ordenó a sus hombres que ingresaran al cuarto interior. Una vez que la puerta de metal
estuvo cerrada y bloqueada se quitó el casco y vertió un jarro de agua fría sobre su
cabeza profundamente transpirada.
"¡Vino!" gritó. "¿Alguien me puede encontrar vino?"
"¿Cuál es el problema?" preguntó Eladamri surgiendo de las sombras. "Deberías
estar contento, Darsett. Te has encontrado frente a frente con este nuevo señor guerrero
Crovax y él no se ha dado cuenta ni de ti ni de tus hombres."
Darsett y sus seguidores Dal se despojaron de sus yelmos y dejaron escapar un
suspiro colectivo de alivio. Los jinetes de Eladamri habían tomado Chireef
sigilosamente justo unas horas antes. Estaban a punto de prender fuego al lugar cuando
vieron la enorme nube de polvo levantada por el cercano ejército de Crovax. En vez de
quedar atrapados al aire libre por una fuerza muy superior Eladamri mantuvo a sus
guerreros dentro y había enviado a Darsett disfrazado del asesinado comandante del
barracón.
"¿Qué hacemos ahora?" dijo Darsett mirando a través de la delgada hendidura
para espiar a las tropas pasando por el exterior.
"Espera hasta que se hayan ido," dijo Eladamri. "Entonces procederemos según
lo previsto."

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Gallan, que se había envuelto su pelo y orejas élficas con una bufanda para
hacerse pasar por un soldado Dal dijo con ansiedad: "¡Sabemos a dónde se dirigen,
Eladamri!"
El líder elfo asintió con la cabeza. Su armadura de piel de serpiente estaba
manchada de sangre. Mojó un trapo en un barril de agua abierto y se lavó las manchas.
"Crovax se dirige hacia el bosque. Él cree que puede destruirnos mediante la
pérdida de nuestros hogares," dijo con calma.
"¿Le dejaremos?" le exigió Gallan.
"Que trate de hacerlo. Los evincars, desde una fecha tan lejana como el
cumpleaños de mi abuelo, han tratado de imponer su dominio sobre nosotros. Este
Crovax no parece más sabio que ellos. De hecho, hasta ahora ha demostrado menos
ingenio que el desaparecido Volrath. Nuestro anterior evincar utilizaba infiltrados y el
dirigible para darnos caza. Sus tácticas era muy peligrosas como demuestran nuestras
pérdidas acontecidas el último año." Hizo una pausa en su lavado. "Incluso ni mi hija
estuvo segura en mi propia casa pero tenemos poco que temer de un enorme masacote
torpe de este estilo. Allí donde vayan, desapareceremos, y cuando estén cansados y con
poca comida y agua, les atacaremos."
Se agachó para recoger el yelmo de Gunder il-Dal y lo arrojó al suelo cerca del
nervioso Darsett. Al ver el sombrío rostro de Volrath grabado en la visera del casco, el
rostro de Eladamri se ensombreció con un odio implacable.

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Capitulo 7

Bautismo

El ejército marchó toda la noche alrededor de los límites del mar de piedra
variable. Al amanecer, los hombres arrastraban lanzas y escudos en el polvo detrás de
ellos. Los moggs, normalmente más resistentes que los seres humanos, se tambaleaban
bajo el peso que Crovax les había impuesto. Las disciplinadas formaciones se vinieron
abajo. Aparecieron huecos en la larga columna y Crovax aún les hizo seguir adelante.
Los asistentes seleccionados a mano por Crovax galopaban a lo largo de la
columna gruñendo y amenazando a los hombres para que cerraran filas y siguieran
adelante. Pronto ellos también se mostraron vacilantes, tambaleándose en sus sillas de
montar como la agotada caballería protegiendo los flancos del ejército. Las percas
realizaron bien su trabajo retransmitiendo las cada vez más estridentes órdenes de
Crovax a los grupos más retrasados de la fuerza.
Los exploradores de Crovax reconocieron a un grupo de elfos en las llanuras
abiertas a algunos kilómetros del bosque. No eran rebeldes, sólo una partida de caza,
pero la caballería Rathiana los rodeó y los condujo de nuevo a Crovax.
Cansado, con su negra armadura cubierta de polvo gris, Crovax estaba de muy
mal humor cuando los elfos prisioneros fueron llevados delante de él y estos no se
acobardaron ni le pidieron misericordia. Eso a Crovax le molestó. Sin siquiera preguntar
nada ordenó que cinco de los ocho elfos fueran decapitados en el acto.

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Los otros tres cazadores, con el rostro ceniciento, se acurrucaron juntos en el
medio del círculo de lanceros Rathianos. Crovax le ordenó a la piedra variable que
rodeara sus tobillos, tanto para contenerlos como para demostrar su dominio sobre las
nanomáquinas.
Se apeó y se acercó al más anciano de los elfos. "¿Dónde está Eladamri?"
El elfo, cuyo cabello blanco se estaba convirtiendo de color ámbar con la edad,
sacudió la cabeza. "No conozco a Eladamri."
Crovax abrazó al elfo alrededor de su cintura y le clavó una larga daga a través
de sus costillas. Sosteniendo la cuchilla allí miró a los ojos de su víctima mientras la
sangre del elfo corría hacia sus pies.
Con un movimiento rápido retiró la daga y al mismo tiempo liberó los pies del
elfo mayor de la piedra variable. El cazador se plegó como una vela mantenida
demasiado cerca de una llama.
Crovax limpió la sangre de su cuchillo con dos dedos, se detuvo cerca del
siguiente prisionero y le arrojó la sangre del elfo muerto a su cara.
"¿Dónde está Eladamri?" preguntó de nuevo.
El segundo elfo sostuvo su barbilla hacia arriba y sacudió la cabeza sin querer
responder. Crovax, puñal en mano, se colocó delante de él. El elfo cerró los ojos,
temiendo la arremetida que pensaba que se avecinaba pero Crovax dio una vuelta detrás
de él mientras este seguía en la misma posición. Se puso el puñal entre los dientes y
saltó en el aire pateando al elfo en la parte baja de la espalda. Debido a que sus tobillos
estaban sostenidos por la piedra variable este no pudo caer de forma natural y cuando
Crovax aterrizó con todo su peso sobre su espalda las piernas del elfo se rompieron en
las rodillas. Este gritó mientras Crovax se ponía de pie en su espalda, inmóvil por su
agonía.
"Mi señor…" quiso comenzar a decir uno de los soldados.
"El siguiente hombre que hable será arrojado a los moggs," dijo Crovax
tranquilamente.
Se puso en cuclillas en la parte superior de su gimiente presa y le hizo la misma
pregunta una vez más. El elfo solo pudo ahogarse en el polvo. Crovax tomó la cabeza
del prisionero en sus manos y, en un solo y poderoso movimiento de llave, le rompió el
cuello.
El tercer prisionero era el más joven y tembló abiertamente cuando Crovax se
acercó.
"¡Eladamri vive en la aldea de Aguadulce!" dijo tirando inconscientemente de
sus pies en cautiverio. "¡Salió de allí cinco días atrás para encontrarse con los jefes Dal,
Kor y Vec y convencerlos de que se unan a la rebelión!"
El rostro de Crovax brilló con placer. Todos a su alrededor asumieron que
finalmente estaba contento de conseguir información pero en realidad estaba en la
agonía de éxtasis después de haber absorbido las fuerzas vitales de los dos elfos que
había matado. Sonrió al tercer elfo de un lánguido modo soñador y preguntó: "¿En
dónde será esa reunión?"
"No lo sé. ¡No lo sé, gran señor! ¡Perdóneme, por favor, perdóname!"
Crovax, sin dejar de sonreír, puso una mano sobre la mejilla del joven elfo.
"¿Cómo te llamas, muchacho?"
"Valin, misericordioso señor."
Crovax asintió con la cabeza y haciendo retroceder su mano golpeó duramente al
prisionero en la mandíbula. Con un crujido de huesos el joven cayó al suelo
inconsciente.

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Crovax soltó al elfo de la piedra variable y ordenó: "Encadénenlo y pónganlo
con mi equipaje personal. Puede ser que tenga más información que decirnos."

* * * * *

Escondidos entre las "olas" del mar de piedra variable los rebeldes vieron la
gradual desintegración del ejército de Crovax con satisfacción. Años de cómoda vida
dentro de la Fortaleza habían desgastado el hierro dentro de las piernas de los soldados.
Los jóvenes y fervientes seguidores de Eladamri le habían instado a hacer un rápido
ataque de deterioro a la columna antes de que llegara al Bosque Veloceleste.
"Todavía no," dijo el líder de los elfos. "Les queda una larga marcha hasta el
bosque y un montón de útiles obstáculos yacen en el medio."
"¡Pero nuestros hogares, nuestras familias!," protestaron Gallan y los demás.
"Envía un mensaje para que puedan retirarse a las copas de los árboles, que se
marchen a lo más profundo del bosque."
El mensaje fue enviado, pero los exaltados alrededor de Eladamri continuaron
hirviendo por la frustración acumulada. Su ira fue aventada cuando se enteraron de la
captura de la partida de caza. Los exploradores de Eladamri vieron todo el episodio y le
informaron a su jefe. El jefe de los elfos recibió la noticia impasiblemente.
"Tenemos que salvar al sobreviviente," le instó Gallan.
"Está perdido," dijo Eladamri. "Se perdió en el instante en que los exploradores
se lo llevaron."
"¡Pero él vive!" dijo Cardamel, otro de sus juveniles seguidores.
"¿Qué quieres que haga, perder a diez para salvar a uno? Eso es lo que nuestro
enemigo quiere que hagamos."
"¡Nuestra gente está muriendo y no estamos haciendo nada!," dijo Gallan.
Eladamri derribó los restos de su escaso almuerzo de la piedra en torno a la cual
estaban sentados. "Yo destruiré su ejército. ¿No es eso suficiente?"
"¿Pero cuándo?"
"En menos de un día el enemigo llegará a Veloceleste. Para ese entonces la
columna se habrá extendido a mitad de camino de regreso a Chireef. Les atacaremos
antes del amanecer, cuando la mayoría de ellos estén dormidos." Tiró abajo un
pergamino de piel de serpiente y agregó: "Dos mil guerreros de Veloceleste, los Dal y
los Vec, se combinarán en el ataque. ¡Mañana, para este momento, y si el favor de los
dioses está con nosotros, Crovax y sus hombres serán alimento de serpiente!"
Los elfos vitorearon estruendosamente y se apretaron en un largo abrazo,
comprometiendo sus vidas a la victoria. Eladamri no se unió a ellos pero en silencio
salió de la grieta de la roca donde habían estado comiendo. Cuando se fue, Cardamel
hizo a Gallan a un lado.
"Algunos de los muchachos quieren hacer algo acerca del cazador en poder de
Crovax," dijo en voz baja."Su nombre es Valin. Es el nieto de Firanu, ¿sabías eso?"
Gallan sacudió la cabeza. "Hay cuatro de nosotros dispuestos a rescatar a Valin si nos
das la orden."
"No voy a ir en contra de las órdenes de Eladamri," respondió Gallan. El rostro
de Cardamel cayó. "Pero si sucede que ustedes cuatro desaparecen en la noche quizás
no pueda ser capaz de recordar a dónde se han ido."
Los elfos se estrecharon las manos. "Que los dioses bendigan tu falta de
memoria," dijo Cardamel sonriendo.

* * * * *

74
En la parte inferior de la Ciudadela, cerca de la entrada de lava que se dirigía
hacia las grandes obras de piedra variable, Greven il-Vec estaba supervisando la
reparación de su barco volador. Trabajadores, cuadrillas de moggs, y máquinas de
piedra variable pululaban sobre el casco roto, trabajando como burros día y noche para
reconstruir la nave.
Greven mismo se dedicó a la tarea en cuestión. Trató de olvidar su humillación a
manos de Crovax, trató de no pensar en el hecho de que el insolente usurpador estaba
liderando el ejército, su ejército, contra los rebeldes, incluso en ese mismo momento.
Greven había cazado a Eladamri durante años y respetaba la astucia del elfo. Sentía, en
lo más profundo de su muy alterado pecho, que Crovax estaba coqueteando con el
desastre. La crueldad no era un sustituto de la experiencia y en su propia manera de
pensar Greven le daba la bienvenida al día en que Crovax encontrara la derrota.
Arriba, una armazón del casco se deslizó de las manos de una grúa mecánica de
piedra variable y cayó al suelo, aplastando a un par de moggs que merodeaban por allí.
Greven arrojó los planos que sostenía y salió como una tromba hacia el muelle.

"¡Estiércol de
cerebros!," bramó.
"¿No saben que no
pueden alzar un
armazón del casco con
una sola grúa? ¡Utilicen
dos, gusanos inútiles!"
Un segundo brazo de
piedra variable bajó y
se apoderó del marco
caído. "¡Lo ven, ahora
lo han doblado!," dijo
cada vez más
enfurecido. Ordenó que
la estructura dañada sea
retornada a la fundición
y siguió caminando
iracundamente hacia
adelante.
Se agachó para recuperar los planos caídos y cuando se enderezó, se encontró
con un esbelto y etéreo Kor de pie a no más de sesenta centímetros delante de él.
"¿Cómo llegaste aquí? ¿Qué quieres?"
El Kor se colocó una mano en su pecho, un gesto de respeto que los Kor
realizaban en lugar de inclinarse. "Saludos, Terrible Señor. Mi nombre es Furah, de los
Pescadores de la Vida."
Greven conocía la tribu, vivían en el exterior del cráter
de la Fortaleza. Eran personas inofensivas, casi invisibles, que
nunca habían preocupado a las autoridades.
"¿Qué pasa?" preguntó Greven con impaciencia. "Como
puedes ver estoy muy ocupado."
"Cierta información ha venido a mí. Información que,
según creo, puede ser de gran valor para usted."
"¿Sobre qué?"

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"Las actividades de un cierto residente de las tierras exteriores… el Bosque
Veloceleste, tal vez."
Los dientes de Greven empezaron a rechinar. Hablar con un Kor era como tratar
de golpear moscas con un gran espadón a dos manos, las cosas nunca parecían conectar.
"¡Habla con claridad antes de que te rompa las piernas!"
"Hablo del elfo Eladamri, Terrible Señor."
"¿Tú tienes noticias de Eladamri?" Greven trató de tomar al Kor por el brazo,
pero de alguna manera le erró deslizando su mano a través del aire vacío. Furah dio un
paso atrás más allá de su alcance.
"Perdóneme, Terrible Señor, pero no me gusta ser tocado…una peculiaridad
común a mi pueblo."
"¡Ve al grano!"
Furah se llevó una mano al pecho otra vez. "Eladamri ha estado tratando de
conseguir la cooperación de los Dal, los Vec, y los Kor en su guerra contra usted," dijo
Furah. "Yo mismo fuí a un cónclave en el bosque en nombre de mi pueblo."
"¿Y cómo fue recibido el mensaje de Eladamri?"
"Con gran entusiasmo, Terrible Señor."
"¿Pero no por usted? ¿Por qué me estás informando sobre ellos, Furah?"
Detrás de Greven, un trío de Moggs volcó un crisol de piedra variable fundida
cuando subían por una rampa hacia la aeronave. La piedra líquida, inmune a las órdenes
o a la programación, se formó en legiones de minúsculas esferas plateadas y se deslizó
en todas direcciones. Los trabajadores que dieron un paso sobre la piedra variable
resbalaron y cayeron por todo el muelle. Con un gruñido Greven dejó al hombre Kor y
rugió para que cesara todo el trabajo. El tumultuoso muelle de la aeronave quedó en
silencio salvo por el silbido de las másquinas de piedra variable en espera.
"¡Deténgase todo el mundo!" gritó Greven y su voz fue escuchada en todo el
muelle. "Sólo cuando la piedra se solidifique, podremos movernos a salvo."
Un pequeño cordón de gotas plateadas giró en el lugar a los pies de Greven.
Cuando se enfrió, la piedra variable poco a poco se aplanó en un huevo, luego en un
disco, y, finalmente, se extendió tan delgada como el papel. Perdió su color plateado y
tomó la pátina de aquella sustancia sobre la que estaba posada.
"¡Vuelvan al trabajo!" bramó Greven y el muelle volvió a explotar con la
actividad.
Se dio la vuelta esperando encontrar al Kor en el mismo lugar pero no había
ninguna señal de Furah. ¿Qué debía hacer con esa información? Si Eladamri había
forjado una alianza con los intranquilos grupos extranjeros de los Dal y los Vec
entonces la simple y molesta rebeldía élfica podría convertirse en una verdadera guerra
civil.
Crovax... Crovax se había llevado la mitad del ejército como un mogg
inmiscuyéndose en el peor de los pantanos de Rath. Él había esperado pisotear a unos
pocos cientos de elfos cuando en realidad tendría que enfrentar una fuerza desconocida
de tamaño mucho mayor.
Le gritó a su capataz Vec y le ordenó que no detuviera las reparaciones sin
importa el qué.
"¿Adónde va, Terrible Señor?" preguntó el capataz. "A ver a la emisaria."
Encontró a Belbe en la suite del evincar. Estaba sentada en una de las grandes
sillas de Volrath viendo a Ertai lavarse en el adornado baño del evincar.
"Hola, Greven," dijo Ertai despreocupadamente. Estaba sumido de vapor de
agua hasta las caderas mientras que un aparato articulado de piedra variable le frotaba la
espalda con un trapo empapado.

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"Por el nombre de los grandes señores, ¿de qué se…?" Greven vislumbró a
Belbe en la silla de Volrath observando las abluciones de Ertai.
"Se llama un ‘baño'," dijo Belbe. "Evidentemente una costumbre entre los seres
humanos. El ritual sirve tanto como relajación como por higiene."
"Ya sé lo que es un baño, Excelencia." En ese momento los molares de Greven
estaban listos para pulverizar hierro. "¿Por qué este enemigo de Rath, este prisionero,
está en el baño real?"
"Porque estaba sucio," respondió Ertai. "Difícilmente sea lo más apropiado para
un hechicero de mis habilidades y un candidato para ser evincar ir por ahí con olor a
uno de tus moggs."
Las palabras hicieron desfallecer a Greven por completo. Extendió sus poderosas
manos y miró a Belbe en busca de una explicación.
"Es cierto," dijo. "Crovax, al tiempo que presenta unas excelentes calificaciones,
no puede ser el único candidato. No sería eficiente adjudicarle la posición sin una
competencia. Como Ertai ha demostrado una capacidad mágica excepcional, incluyendo
alguna inconciente influencia sobre la piedra variable, es eficiente ofrecerle una
oportunidad de probarse para el trabajo."
Belbe descendió de la silla alta. Estaba vestida con un tabardo grande con
cinturón de color escarlata que ondeaba de sus hombros como una capa y barría el
suelo. Contra la decoración monocromática parecía arder como una llama.
"Lo que me hace recordar, Señor Greven. ¿Le gustaría ser considerado para ser
evincar? Usted tiene muchos años de servicio efectivo de su lado y un manifiesto talento
para el trabajo."
Al fin, allí estaba claramente expresado. Greven había reflexionado sobre esta
posibilidad desde la salida de Volrath y sabía cuál debía ser su respuesta.
"Gracias, Excelencia, pero debo declinar," dijo.
"Como usted desee, pero ¿por qué?"
"Estoy contento de seguir siendo un leal servidor del trono."
"Para usted significaría el fin del injerto espinal."
"Ya había pensado en eso. Yo serví a Volrath durante muchos años y he visto
personalmente el efecto que este poder tuvo en él. Prefiero ser la espada que la mano
que la empuña."
Ertai arrancó la toalla de la suave garra del estropajo de piedra variable. Se
limpió la cara con ella y dijo: "¿Por qué dices eso?"
El no podía explicarle su pasado a estos…niños. Greven una vez había sido
en-Vec, un líder de una gran nación guerrera. La traición y los celos le habían costado
su posición, su clan, y su vida. Con ningún otro recurso que una ignominiosa muerte
cayó en manos de Volrath y se convirtió en il-Vec, el paria odiado.
Así que simplemente dijo: "Porque la víctima maldice a su asesino, no a la hoja
que lo corta."
"Las hojas no tienen otra opción más que cortar. En cambio los hombres si
pueden elegir," respondió Ertai.
"¡Ya he dado mi respuesta!" tronó Greven luchando por calmarse en la presencia
de la emisaria. "Excelencia: tengo noticias de suma importancia." Greven relató su
extraña conversación con Furah. Belbe escuchó mientras caminaba alrededor del borde
de la bañadera cubierta con azulejos.
"¿Usted cree que Crovax ha llevado a su ejército a una trampa?" le preguntó
después de una cierta contemplación.
"Así es, Excelencia."
"¿Cómo remediaría esta situación?"

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"Dudo que pueda llegar a Crovax con una fuerza de socorro antes de que los
rebeldes le ataquen," dijo Greven."Lo que es peor, Crovax probablemente lideraría
cualquier compañía que llevara ampliando la bolsa de Eladamri de muertos o
capturados."
"Eso suena como algo propio de él," dijo Ertai introduciéndose una punta de la
toalla en su oreja.
Greven no le hizo caso. "Yo puedo, si desea su Excelencia, juntar una fuerza e ir
a la ayuda de Crovax," dijo."Puedo tenerla preparada en dos horas."
"No," dijo Belbe.
"¿No?" preguntaron Greven y Ertai a la vez.
"Esta expedición es la audición de Crovax, su forma de demostrar que es lo
suficientemente fuerte como para ser evincar. Muy bien, vamos a dejar que lo
demuestre. Si tu informante está en lo cierto Crovax se enfrenta a un enemigo más hábil
de lo que él se imagina. Esta es su oportunidad de demostrar su valía."
"Fría," murmuró Ertai. Cuando Belbe le pidió que repitiera lo que dijo balbuceó:
"El agua se ha puesto fría."
"Entonces sal de ahí," le espetó Greven.
Ertai miró desde el descomunal guerrero hasta la joven emisaria y meneó la
cabeza. "Puedo esperar."
Greven apretó los dientes y luego continuó. "Excelencia, podemos perder
muchos soldados."
"Sí."
"Y valiosas armas, y una serie de moggs."
"Es muy posible."
"¿Acaso algo de esto no le preocupa a Vuestra Excelencia?"
"Lo que importa en una prueba de fuerza es quién gana," dijo Belbe. Hizo una
pausa mirando a la bañera donde estaba sentado Ertai. El reflejo de los pliegues de su
vestido carmesí ondeo con cada rizo del agua. "La victoria pertenece a los fuertes."
"No se olvide de la suerte y el cerebro," agregó Ertai. "El luchador más fuerte
puede caer si se equivoca y un combatiente inteligente haberle colocado su propia barra
de jabón." Diciendo esto, apretó la pastilla de jabón en su mano. Esta salió disparada
aterrizando a los pies de Greven quién le dio una patada haciéndola volver a la bañera.
"Por lo tanto, ¿no haré nada?" preguntó Greven una vez que las metáforas habían
quedado atrás.
"Pon la guarnición en estado de alerta," dijo Belbe. "Y trata de localizar a este
Furah, si es espía de sus amigos puede que también nos esté espiando a nosotros."
"Si Crovax es derrotado temo que pueda haber una insurrección," dijo Greven
con gravedad. "Hay miles de Dal en la ciudad del cráter y miles más de los Vec y Kor
debajo de la Ciudadela. No creo que los pocos soldados de la guarnición sean capaces
de defender la Ciudadela frente a un levantamiento general."
"Rehenes," dijo Ertai.
"¿Qué?" Preguntaron Belbe y Greven al unísono.
"Toma rehenes de las principales familias de los Vec, Dal, y Kor," dijo Ertai."De
esa manera, si sucede lo peor, no se inclinarán a rebelarse."
Interiormente, Greven se sorprendió. Este muchacho arrogante, no hace mucho
tiempo su víctima indefensa, le había dado una verdadera estratagema. ¿Acaso era
realmente un serio contendiente para el evincar después de todo?
"Una idea útil. Dorian il-Dal conoce a las personas de la Fortaleza. Dígale que
averigüe quién será tomado y cuántos de cada raza," Belbe miró hacia arriba desde la

78
bañera."Señor Greven, reuna a los rehenes como Ertai ha sugerido. Sea firme, pero no
los desgaste. Manténgalos en un lugar seguro hasta que sepamos el destino de Crovax."
"Así se hará, Su Excelencia." Con ello, el incondicional guerrero partió.

* * * * *

Una vez que Greven se había ido, Belbe se sentó en el borde de la bañera y
sumergió sus pies descalzos en el agua. Sonrió con placer ante la sensación moviendo
sus pies hacia atrás y adelante en la espuma.
De pronto se detuvo. "Esta agua aún está caliente."
Ertai se deslizó cuidadosamente a través del agua hasta que pudo apoyarse en el
borde a su lado.
"Belbe," dijo en tono confidencial. "Pase lo que pase no dejes que nadie lastime
a los rehenes."
"¿Por qué? Si ellos no perciben una amenaza la toma de rehenes no tiene valor
estratégico."
Él puso una mano húmeda sobre sus rodillas. Ella se quedó helada, sorprendida
por el contacto repentino e íntimo. "Si le haces daño a los rehenes, realmente tendrás
una guerra civil en tus manos."
"Entonces, ¿por qué lo has sugerido?"
Miró a su alrededor furtivamente. "¿Puedo hablar libremente?" Ella asintió con
la cabeza. "Parte de mi plan es convertirme en evincar."
"No entiendo."
Ertai bajó la voz aún más. "Los evincars anteriores gobernaron utilizando el
miedo, ¿verdad? ¿Miedo a la muerte, miedo a los soldados, miedo a los grandes señores
y sus máquinas? Yo no voy a gobernar de esa manera, Belbe. En caso de que me
convierta en evincar será por el apoyo y la aclamación de las personas y no a través del
terror. Si Crovax gana su batalla le presentaré la libertad a los rehenes. Si la pierde, los
salvaré de la venganza de Greven."
Entonces no se escuchó ningún sonido más que un goteo, el goteo de agua desde
el grifo de piedra variable. La humedad era tal que el pelo de Belbe se relajó y el rocío
se formó en su fría piel.
"El gobierno se impone, no se concede," recitó como si leyera un texto.
"La tiranía se impone," respondió Ertai. "La libertad es la voluntad del pueblo."
"Libertad: una falta de control político o social. También conocida como
anarquía, democracia, gobierno de las masas."
Ertai la rechazó y caminó por el agua hasta el extremo opuesto de la bañadera
donde yacían un montón de toallas y un albornoz. Miró hacia atrás una vez como
inconscientemente, y luego salió fuera. Belbe no lo miró, con los ojos perdidos en la
superficie del agua.
"Me olvido de quién eres, de dónde vienes," dijo él a pesar de que ella no estaba
escuchando. "¿Tú no entiendes otra cosa que la fuerza bruta, verdad?"
Por una corazonada leyó su aura. Para su sorpresa no era tan oscura como la de
Crovax o Greven. Belbe tenía una veta de violencia en su maquillaje pero irradiando
hacia el exterior de su yo físico estaban las brillantes coronas de otros atributos: pasión,
inteligencia, razón. La fuerza más poderosa trabajando en Belbe era la curiosidad: un
descubrimiento interesante.
Ertai se ató el cinturón de la bata con fuerza alrededor de su cintura. Sus dedos le
dieron una punzada por el esfuerzo como si fuera reumatismo. No estaba
completamente curado, se dijo. Tal vez debería visitar el laboratorio de Volrath más

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adelante para otra infusión. Eso haría que sus estudios sobre manipulación mágica de
piedra variable fueran mucho más fáciles.
"Buenas noches, Belbe," dijo.
Ella, aún pensativa, no respondió.

* * * * *

Cayó la noche y Crovax le permitió al ejército detener su apresurado avance. El


Foco había completado la mitad de la vuelta esa noche y el viento, por su movimiento,
azotaba el campamento en ráfagas fuertes y húmedas. En el horizonte se proyectaba el
oscuro perfil del bosque Veloceleste.
Al día siguiente el ejército penetraría en el bosque. En su tienda, Crovax recibió
los informes de sus exploradores. De los doce oficiales condenados sólo ocho habían
regresado del bosque para relatar lo que encontraron. Los otros cuatro habían entrado y
nunca fueron vistos de nuevo.
"Grandes secciones del bosque son intransitables, mi señor," dijo un explorador.
Estaba cubierto de pies a cabeza por un pegajoso lodo gris. "El suelo bajo el dosel del
bosque es muy pantanoso y totalmente impredecible en profundidad. Caminé durante un
kilómetro y medio con el agua hasta las rodillas, y luego, sin previo aviso, me hundí en
un agujero más allá de mi cabeza."
"Así que el pantano es un pantano," dijo secamente Crovax. "¡Gracias por una
información tan valiosa! ¿Cómo hacen los elfos para atravesar Veloceleste? La partida
de caza que capturamos no tenía ni una mancha de lodo sobre ella."
Otro explorador saludó. "Usan los árboles, mi señor. Vi puentes hechos de lianas
que conectan un árbol a otro."
"Quizás usen los árboles para grupos pequeños, pero no puedo creer que los
utilicen exclusivamente," dijo Crovax. "Tiene que haber caminos secos construidos por
encima del nivel del pantano. Quiero que los encuentren." Un sonido tintineante del
siguiente compartimiento lo distrajo. Echó una mirada hacia ese lugar y agregó:
"Búsquenme un camino por el bosque. No me importa si se toman toda la noche, ¿me
oyen? ¡Encuéntrenlo!"
Los soldados sucios y cansados saludaron y salieron. Cuando se habían ido
Crovax despidió a los guardias de la puerta y envió a sus ayudantes a inspeccionar el
campamento. Una vez a solas, fue al gran cesto de latón enlazado en la esquina de la
tienda de campaña y echó hacia atrás la tapa. Un trozo delgado de tapicería se retorció
en el interior. Crovax levantó lentamente la tela.
"Hola," dijo.
Metió la mano y sacó a Valin, el prisionero elfo. Las manos y pies del joven
estaban encadenadas y una tira de trapo amordazaba su boca. Crovax se sentó sobre un
montón de alfombras y miró a su prisionero.
"¿Tú crees en maldiciones, muchacho?" dijo. Valin solo pudo dar un gruñido
como respuesta. "Deberías hacerlo…son reales. En algún lugar del pasado distante mi
familia fue maldecida por un amuleto regalado. Mis antepasados pensaron que era sólo
una herencia pero tenía un ángel cautivo en el interior que sirvió a nuestro familia por
generaciones."
Su tono fue tan medido, tan razonable, que Valin recuperó su compostura. Se
sentó con la espalda contra el cesto, acunando sus grilletes en su regazo.
"Su nombre era… bueno, no importa. Basta con decir que yo destruí el amuleto
por la ira y el ángel fue liberado por mi culpa. Ella cayó bajo el hechizo de Volrath y
luchó por su causa hasta que pude ser capaz de volver a encontrarla. Luchamos. Yo la

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maté.... Como heredero de mi familia mi alma estaba unida a la suya aunque yo no lo
sabía. Cuando ella murió, una parte de mí murió con ella. Esa fue la maldición,
¿entiendes?… que mi vida debería continuara sólo por la muerte de los demás."
Crovax vertió vino en una pesada copa de plata. "Al principio estaba devastado
por su pérdida, pero ahora sé que la muerte de Selenia era una parte necesaria de mi
evolución. Los Grandes Señores me instruyeron. Ellos cambiaron lo que parecía una
tonta tragedia en la fuente de mi fuerza. Ahora sé que el camino de la grandeza está
sembrado de cadáveres así que prepararé mi camino con cuantos cadáveres sean
necesarios."
Bebió el vino de un trago y dejó caer la copa a la alfombra. Las linternas de
piedra variable que había en la habitación se atenuaron. Crovax se puso de pie con sus
ojos brillando de color rojo pálido.
"Ellos borraron mis sentimientos para curarme de mi debilidad," dijo Crovax
rotundamente."Es curioso, los cambios llevan a tantas pequeñas cosas... el vino ya no
tiene sabor. Comer es sólo un ejercicio de mis mandíbulas. El único alimento que ansío
ahora es la vida dentro de otros seres vivos. Hasta ahora sólo he probado la vida de los
muertos. Esta noche voy a cenarme a uno vivo."
Los ojos de
Valin se ampliaron con
terror. Se esforzó por
pararse y correr a pesar
de estar maniatado por
gruesas cadenas.
Crovax le vio cojear
hasta la puerta. En dos
pasos tomó al elfo y lo
agarró por la parte
posterior del cuello.
"Es un honor,
realmente," le susurró
Crovax al oído. "Al
menos sé tu nombre,
Valin. Los miles que te
sigan a ti serán tan
anónimos como
ganado."

81
Capitulo 8

Derrota

Cuatro sombras se deslizaron por la raquítica hierba. Envueltos de pies a


cabeza en ropas de color gris oscuro, estaban armados con lanzas cortas, reducidas para
permitir un manejo más rápido en lugares apretados. Y era cierto que los cuatro elfos
iban a un lugar apretado: el campamento de la Fuerza Expedicionaria Veloceleste.
Cardamel y sus compañeros Kameko, Darian, y Sanyu, se arrojaron al suelo uno
al lado de otro a una docena de metros de la línea de picas. Cada pocos minutos un par
de jinetes de kerls pasaban cerca de ellos. En medio de las patrullas montadas dos
soldados de a pie marchaban en la dirección opuesta. Transcurrían apenas treinta
segundos entre los anillos concéntricos de los centinelas. No era mucho tiempo para
correr veinte metros y detenerse en algún lugar fuera de la vista. "Ataquemos a los
hombres de a pie" sugirió Kameko. Incluso estando juntos era difícil escucharse entre sí.
El viento soplaba fuerte y así permanecería hasta que el Foco cesara de girar.
"Los primeros jinetes se darán cuenta y harán sonar la alarma," dijo Cardamel.
"Entonces, ¿qué podemos hacer?" preguntó Sanyu.
Cardamel miró las largas hileras de tiendas de campaña. Si pudieran llegar a
ellas había un montón de lugares oscuros para esconderse allí.
"Vamos a tener que hacerlo de uno a la vez," dijo. "Correr directamente a la línea
de tiendas y escondernos hasta que el último de nosotros haya cruzado."
Nadie tenía una idea mejor por lo fue adoptado el plan de Cardamel. Después de
que pasó por allí el siguiente par de kerls este corrió hacia las tiendas. Las enormes
fogatas del campamento le robaban a la noche su manto de negro y Cardamel sabía que
su silueta se destacaba contra el cielo. Corrió tan rápido como sabía hacerlo y se deslizó

82
hasta detenerse entre dos tiendas de campaña justo cuando los dos pares de soldados de
a pie aparecieron alrededor de la curva.
"Lo hizo," dijo Kameko. "¡Seré el siguiente!"
Kameko corrió a los brazos de Cardamel y ambos abrazaron la tierra cuando la
siguiente patrulla pasó por allí.
Darian se frotó polvo en sus manos y se agachó en la hierba alta, listo para
correr. Los jinetes pasaron, y Sanyu le dio una palmada en la espalda.
"¡Ve!"
Darian no era un buen corredor pero era un saltador. Estaba a dos metros de las
tiendas de campaña cuando aparecieron los guardias de infantería por lo que tomó
impulso y se tiró de cabeza en las sombras con sus amigos.
Uno de los soldados Rathianos descolgó la ballesta. "¿Qué fue eso?"
"¿Qué cosa? Yo no vi nada," dijo su compañero.
"¿No has visto algo lanzándose enfrente nuestro, ahí mismo?"
"No. ¿Qué fue?"
"No lo sé. Tal vez una especie de gran…pájaro." El soldado se humedeció los
labios. "¡Sería genial tener carne fresca! Lo podríamos asar cuando estemos fuera de
servicio."
Salió de la ruta establecida y observó con cautela entre las sombras con el arco
levantado. Su compañero esperó en el perímetro.
"Date prisa," dijo. "¡Nos castigarán por salir del camino!"
"Ven aquí, pajarito," dijo canturreando el soldado Dal.
Kameko se levantó y le arrebató la ballesta de las manos del atónito hombre.
Cardamel le puso la mano sobre su boca y lo arrastró hacia la oscuridad. Darian le
introdujo un cuchillo debajo de la coraza del soldado hambriento, y este detuvo su
forcejeo.
"Apúrate," le llamó el centinela en espera. "Nos meteremos en problemas."
Kameko levantó la ballesta y le asestó una flecha con punta de hierro a través de
la garganta del segundo centinela. Sanyu salió disparado de su escondite agarró los pies
del soldado muerto y arrastró su cuerpo hasta las tiendas de campaña justo cuando
aparecía la siguiente patrulla montada.
Cardamel pensó rápido. Se vistió con el yelmo y la capa del cazador del pájaro,
tomó la ballesta de Kameko y salió a la luz.
Uno de los jinetes que se acercaban le gritó "¡Centinela! ¿Qué está haciendo?"
"Tuve que responder a mi naturaleza," respondió Cardamel.
Los jinetes resoplaron con sorna. "¿Dónde está tu compañero?"
Sanyu ya estaba preparado para esta pregunta. Se puso el casco y la capa del otro
guardia y salió al lado de Cardamel sacudiendo una pierna mientras lo hacía. "¡Uff!"
dijo distraídamente. "¡Necesitaba descargar eso!"
Los jinetes espolearon sus monturas y siguieron adelante. Los dos elfos se
miraron entre sí con sus rostros cubiertos por las alas de los yelmos.
"Campesinos," dijo uno de los jinetes cuando pasó trotando junto a ellos.
"¡Manténganse en su ruta asignada! ¡Ya han visto lo que el Señor Crovax les hace a los
que faltan a su deber!"
"Lo sabemos," murmuró Sanyu.
Antes de que llegara la siguiente patrulla, los elfos se consultaron. No tenían otra
opción. Cardamel y Sanyu tendrían que tomar el puesto de los centinelas muertos o el
juego terminaría.
"Funcionará," dijo Cardamel. "Una vez que encuentren a Valin vuelvan aquí y
esperen hasta que nos vean pasar marchando entonces sabrán que es seguro."

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"¿Cómo vamos a saber qué son ustedes?" preguntó Darian.
"Esperen en este punto exacto," explicó Cardamel. "Cada vez que pasemos por
aquí haré sonar el arco contra mi yelmo de esta manera," dijo e hizo un sonido de
tintineo contra el yelmo dos veces. "Entonces sabrán que somos nosotros."
Y luego corrieron para colocarse en la posición en que debían estar los
verdaderos centinelas dejando a Darian y Kameko para que rescataran a Valin.
El campamento era muy grande y los elfos tuvieron que hacer ciertas
suposiciones si tenían la esperanza de encontrar a su hermano elfo. Un preso para ser
interrogado probablemente estaría cerca del comandante del ejército: Crovax, en otras
palabras. El cuartel de Crovax sería el más grande del campamento, probablemente en
el centro del mar de tiendas de campaña.
Los elfos se dirigieron al corazón del campamento enemigo alejándose de las
hogueras brillantes y de los pequeños grupos de moggs. Los soldados estaban muertos
de cansancio por haber marchado todo el día y toda la noche por lo que la mayoría de
las tiendas estaban llenas de hombres que roncaban.
Kameko se agachó entre dos tiendas de campaña y señaló adelante. El centro del
campo era una plaza abierta salpicada con postes recientemente hundidos en el suelo.
Varios soldados Rathianos estaban atados a los postes. Sus espaldas desnudas y
ensangrentadas eran una muda evidencia de los azotes que habían recibido sin duda por
alguna quisquillosa violación a las normas del ejército. Un alto soldado Vec con
insignias de sargento en su yelmo estaba dirigiendo la distribución del agua a los
soldados castigados.
"¡Un oficial! Si lo agarramos él sabrá dónde está Valin," dijo Kameko. Darian
asintió.
Vieron al sargento anotando que cada soldado azotado hubiera recibido un cazo
de agua, luego enrolló el pergamino y se giró para irse. Los elfos revolotearon entre las
carpas por delante de él y cuando tomó el camino principal para llegar hasta su saco de
dormir lo derribaron.
El sargento luchó pero Darian le colocó un puñal de hueso de serpiente contra su
tráquea.
Kameko susurró: "¡Quédate quieto o morirás!" El soldado Vec dejó de luchar
pero se mantuvo tenso, listo para correr. "¿Dónde está el prisionero elfo? ¿Dónde está
Valin?"
"¿Prisionero elfo?" repitió el sargento en voz alta. Kameko le hizo un corte con
el cuchillo por ser ruidoso.
"¡Has eso una vez más y tendrás una segunda boca en tu cuello! ¿Dónde está el
prisionero elfo?"
El sargento sonrió. "En la tienda del Señor Crovax." Su sonrisa enfureció a
Darian que le golpeó duramente en los intestinos. "¡Nos llevarás allí! ¡Si nos delatas
serás el primero en morir!"
Los dos elfos siguieron al sargento a un complejo de tiendas de campaña unidas
en la esquina noreste de la plaza. No había guardias en la entrada. El sargento se agachó
para entrar en el interior. Kameko y Darian le siguieron pero el primero tiró de la
espalda del oficial para preguntarle, "Si esta es la tienda de tu comandante, ¿por qué no
hay guardias?"
"El Señor Crovax no los requiere." Los elfos intercambiaron miradas. "¿Quieren
encontrarlo o no?"
Darian empujó al sargento y dijo: "Adelante." La tienda de campaña era un
laberinto de solapas y salas de lona. Parecía desierta hasta que Kameko oyó un suspiro

84
emanando de una habitación vecina. Usando al soldado Vec como escudo lo empujó en
la habitación. El sargento tropezó de inmediato con un cuerpo en el piso.
"Kameko, ¡mira!"
Tendido en la alfombra estaba el joven cazador Valin con los ojos vacíos
mirando al techo. El sargento había caído de rodillas pero en el centro de la sala de
estar, sentado sobre un montón de alfombras y con la cabeza baja, estaba Crovax
mismo. Parecía desmayado por un estado de ebriedad.
Kameko se arrodilló junto al elfo muerto. No había señales de violencia en él, ni
sangre, ni moretones.
Crovax no reaccionó en absoluto a los intrusos. Darian se precipitó hacia delante
dispuesto a matar al comandante enemigo allí donde estaba sentado. Su espada se alzó
pero se congeló allí.
"Kameko..."
Los elfos miraron a la cara de Crovax. Una extraña luz color de rosa brilló en sus
ojos abiertos a pesar de que estos estaban en blanco. Un fino vapor, como el aliento en
una fría mañana, brotó de su boca abierta. Sus dientes parecían afilados, como los de un
lobo o un tiburón y su cuerpo parecía más grande y más fuerte que aquel que los elfos
habían visto por primera vez en Chireef. Lo peor de todo es que algo se movía debajo de
la piel de Crovax pequeñas protuberancias en la carne de su rostro se deslizaban con
voluntad propia.
El sargento olvidado se lanzó sobre Darian. Ambos cayeron en un montón
luchando por el cuchillo del elfo. Kameko estuvo a punto de ayudar a su amigo cuando
el indiferente Crovax lo agarró por la muñeca.
"¡Darian! ¡Ayuda!"
Darian tenía sus propios problemas. El sargento Vec era fuerte y lo sobrepasaba
por trece kilos. Darian arañó la mejilla del Vec con la punta de la cuchilla haciéndole
sangrar. El sargento respondió con varios golpes atronadores a su cara y Darian vio la
habitación desapareciendo en una bruma negra.
Crovax levantó la cabeza, frunció los labios y silbó una melodía lenta y
misteriosa. Kameko sacó su cuchillo con su mano izquierda pero antes de que pudiera
introducirlo en una articulación de la armadura de Crovax el comandante enemigo le
quebró fácilmente su muñeca. Los huesos se rompieron y se fusionaron, un sonido
repugnante. Kameko gritó y cayó de rodillas dejando caer su cuchillo.

* * * * *

Marchando uno al lado del otro en sus yelmos y capas robadas, Cardamel y
Sanyu oyeron gritos en el interior del campamento. Toda la caballería en el perímetro se
volvió y se marchó al galope por los caminos que corrían entre las tiendas de campaña,
hacia el centro del campamento.
"¿Qué hacemos?" preguntó Sanyú.
"Sigue caminando. Somos centinelas no podemos dejar nuestro puesto
asignado," respondió Cardamel.
Después de muchos gritos y corridas apareció una perca agitando sus alas
estrechas y graznando a todo volumen el mensaje que se le había dado.
"¡Asesinos! ¡Asesinos han tratado de matar al comandante! ¡Dos elfos han sido
atrapados! ¡Puede haber más alrededor! ¡Estén alertas! ¡Asesinos! Asesinos..."
"Tenemos que salir de aquí," dijo Cardamel bajando la ballesta.
"Pero nuestros compañeros…"

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"¡Nuestros compañeros están muertos, y nosotros también lo estaremos si no nos
vamos ahora!"
Y diciendo esto se lanzaron velozmente hacia la esquelética hierba. Veintitrés
metros más allá cuatro jinetes kerl los vieron y les persiguieron. Los elfos se separaron,
Cardamel corriendo hacia la derecha y Sanyu a la izquierda. Dos jinetes siguieron a
cada fugitivo. Cardamel sabía que no podría correr más rápido que los incansables kerls
por lo que después de llegar a una pequeña colina se giró y sacó la lanza corta de su
espalda. Colocó una rodilla en tierra y apretó la lanza con el pie.
El primer jinete llegó lanzándose sobre la colina y se estrelló justo contra la
lanza de Cardamel. El kerl hizo un enfático balido y se desplomó, un grasiento chorro
de sangre verde salió de su pecho. El jinete cayó al suelo pesadamente y yació aturdido.
Cardamel plantó un pie en el pecho del kerl muerto y arrancó su lanza. El segundo
jinete tiró de las riendas torciendo su bestia para que esquivara al kerl caído. Cardamel
se echó hacia atrás y arrojó su lanza que se clavó en el pecho del caballero. Su armadura
lo salvó pero el impacto lo arrojó hacia atrás de la corta grupa del kerl. Antes de que
pudiera levantarse y pedir ayuda Cardamel le cortó la garganta.
Corriendo como el viento Cardamel desesperó. Kameko y Darian perdidos,
Valin casi en la misma situación. Oró para que Sanyu pudiera evadir la persecución y
regresara a Eladamri.
Corrió más de un kilómetro y medio hasta que se sintió lo suficientemente
seguro como para mirar detrás de él. La escuálida hierba daba latigazos por el viento del
Foco pero no había signos de una persecución. Cansado, Cardamel cayó de rodillas. Su
audaz plan estaba arruinado y sus valientes camaradas sacrificados. ¡Qué farsa tan
terrible!
"Levántate."
Miró hacia arriba y se encontró con el sombrío rostro de Eladamri. Cardamel
abrió la boca para hablar pero el líder rebelde se lo impidió con un gesto cortante de su
mano.
"¡Guarda tus súplicas! ¡Me has desobedecido, Cardamel! ¿Cuántos guerreros has
perdido en tu vagabundeo mogg?"
En silencio Cardamel levantó tres dedos.
"Así que ese es el precio que hemos pagado por tu noche de estupidez."
Justo en ese momento un mensajero llegó corriendo. "¡Eladamri! ¡Eladamri, un
mensaje de Tant Jova!," dijo entregando al líder de los elfos un pedazo de tela cuadrada
en la que la matriarca Vec había escrito una nota. Eladamri la leyó y arrojó el recorte a
la cara de Cardamel.
"¡Malas noticias! ¡Tu torpeza ha levantado una alarma general en el campo
enemigo y su caballería ha encontrado los guerreros Vec escondidos en el borde de la
ciénaga! ¡Todos nuestros preparativos están en peligro!"
Miserablemente, Cardamel sacó su cuchillo. Se quedó allí sentado, tanteando el
filo abatidamente con los dedos. Eladamri se lo quitó y respondió: "No tiene sentido
morir ahora," dijo sin alterarse. "Hay una lucha que pelear."
Cardamel miró a su líder. "¿Puedo ir en la vanguardia?" Eladamri asintió con la
cabeza y le devolvió su cuchillo.
El clamor de un combate lejano creció hasta que superó al constante sonido del
viento. Aún no era medianoche y faltaban horas para el ataque planeado, pero, de
repente, los elfos tenían una gran batalla en sus manos.

* * * * *

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Ertai salió de la base del cristal del infusor de energía. Su anterior cuerpo
dolorido se sentía ágil y en forma después de unos minutos de exposición a la corriente
de poder. Haciendo crujir sus nudillos probó el ejercicio de pasar el fuego una vez más.
Esta vez la pequeña llama fue negra desde el principio a pesar de que él había querido
una llama amarilla. Apagó la chispa de ébano y por un momento tuvo la aterradora idea
de que los tratamientos lo alterarían de forma permanente, al igual que los
desafortunados guardias que lo habían llevado allí por primera vez.
Hurgando por el laboratorio encontró una bandeja de metal entre los equipos de
Volrath y estudió ansiosamente su reflexión en ella. Todavía era Ertai el que le devolvía
la mirada ¿o no? El mismo pelo rubio revuelto, la misma nariz chata, la misma barbilla
débil. Movió la mandíbula hacia delante cómo había hecho a menudo cuando era un
niño tratando de corregir la retrasada línea de la barbilla. Esta se hundió de nuevo en su
lugar cuando él se relajó. El mismo Ertai de siempre.
Estaba contento de haber sanado. Su talento era demasiado valioso para haberse
perdido en una muerte sin sentido pero se preguntó qué clase de trato había hecho.
¿Podría realmente convertirse en el gobernante de un mundo entero? Regir Rath no
podía ser una posición confortable. Los misteriosos grandes señores de las alturas y la
latente revolución de más abajo…no, ser un evincar no era un trabajo para una hombre
cuerdo. Que Crovax lo haga. La cordura no era un obstáculo que Crovax disfrutaba.
Su estómago gruñó. La comida era un problema en la Ciudadela. Belbe nunca
comía, ni tampoco Greven. Por supuesto, él estaba seguro de que no quería ver qué, o a
quién, comía Greven il-Vec. Pero estaba hambriento por lo que volvió al estudio de
Volrath en lo profundo del laboratorio. En medio de los extraños aparatos y de las
goteantes y asquerosamente olorosas cubetas de precipitación había una isla de
armarios, sillas y un escritorio monumental. Un oscuro gabinete de madera pulida
parecía prometedor y la cerradura se rompió con facilidad cuando aplicó un hechizo
psicoquinético. Contenía una serie de obvias botellas de vino y algunos paquetes
envueltos en papel que Ertai supuso eran alimentos. Los bultos contenían duras galletas
amarillas. Se sentó en una de las muchas sillas de gran tamaño de Volrath y mordisqueó
una galleta experimentalmente. Estaba seca y ligeramente salada pero era mejor que
nada.
Ertai apoyó los pies en un cráneo deforme de mogg tendido en el suelo. Las
marcas en el cráneo óseo le revelaron que el antiguo maestro de Rath alguna vez había
tenido el mismo hábito.
¿Cuál debía ser su mejor curso de acción? Era probable que Crovax le asesinara
a la más mínima provocación, lo mismo que Greven. Belbe era lo suficientemente
amable, pero fría como el hielo. El no estaba seguro de si ella objetaría su muerte si esto
le servía para su misión.
La galleta había desaparecido así que comenzó con otra. También estaba el
dispositivo trasplanar Pirexiano en el Portal del Cañón. Si podía llegar hasta allí Ertai
sabía que podía hacerlo funcionar. El problema era el Portal.
El cañón estaba muy lejos de la Fortaleza. Llegar allí era un problema y llegar
allí sin ser detenido era un enigma aún mayor.
El único camino que, según él, tenía era seguir jugando con Belbe. De esa
manera él tenía la libertad de recorrer la Ciudadela y podría mejorar su conocimiento
mágico y su control sobre la piedra variable. Luego, cuando el momento fuera
adecuado, iría al Portal del Cañón.
"Ahí estabas."
Ertai vio a Belbe parada cerca. Perdido en sus pensamientos no se había
percatado de su llegada.

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"¿Qué estás haciendo?" dijo.
"Contemplando mis opciones."
Ella señaló. "¿Qué es eso?"
"Comida. ¿Quieres un poco?" Le entregó el paquete que ahora estaba medio
vacío.
"Yo no como," dijo Belbe olfateando una galleta. "¿Dónde encontraste esto?"
"Ahí dentro. Volrath las debía haber tenido a mano para tomarse un bocadillo."
"Volrath era suficientemente enérgico como yo. No le hacía falta comer." Dijo y
luego leyó la escritura Pirexiana en la envoltura de la galleta. "Estoy segura de que
nunca comió eso."
"¿Por qué?" preguntó Ertai. "¿Qué es?"
"Dice 'Galletas de mogg’."
Ertai hizo una mueca. "¿Esto es comida para moggs?"
"No, está hecha de carne de mogg. Me imagino que Volrath alimentaba con estas
galletas a sus animales de laboratorio."

* * * * *

Crovax salió de su estupor para encontrar tres elfos muertos en su tienda, el


Sargento Tharvello herido y todo su ejército despotricando acerca de un ataque nocturno
de los rebeldes. Gritó para que hicieran silencio.
"Que la Primera Compañía de Caballería rechace a los rebeldes," dijo Crovax.
"Que se mantenga la Tercera y Cuarta Caballería en la reserva, al norte del campamento.
Que la infantería y los moggs comiencen a moverse. Quiero una formación escalonada
estándar con no más que un metro entre cada compañía. Coloquen a los moggs en el
frente como hostigadores. ¿Cuál es la fuerza del enemigo?"
"Desconocida," dijo Nasser. "Los exploradores estiman que más de un centenar,
todos a pie."
"Puede ser una distracción," dijo Crovax. "Mantengan una férrea vigilancia en
otros frentes. ¡A sus puestos!"
Pasó por encima de los cadáveres sin una segunda mirada. Tharvello, con la cara
ensangrentada, se fue a su compañía sin recibir ninguna pregunta o agradecimiento de
su comandante.
Crovax salió del campamento y se alejó rápidamente a través de la moribunda
hierba. La noche estaba matizada de cobalto por el lejano resplandor de la columna de
energía de la Fortaleza. En las alturas las nubes se arremolinaban en un ancho patrón
espiralado, arcos de rayos verdes destellaban de un grupo de nubes a otro.
Un oficial de caballería entró al galope con su lanza ensangrentada. “¡Mi señor!
¡El enemigo se está retirando hacia el pantano!"
"¿Quiénes son? ¿Qué estaban haciendo?" le exigió Crovax.
"Son Vec, mi señor. Nuestros exploradores los vieron por primera vez
arrastrándose por la hierba hacia el campamento."
"¿Vec? Así que Eladamri tiene aliados. No importa. Empújenlos hasta el borde
del bosque, Capitán, pero no entren en el pantano. Puede haber más de ellos al acecho
aguardando nuestro movimiento."
El capitán saludó y se alejó al galope.
Crovax pidió su Kerl. Detrás de él la Fuerza Expedicionaria se estaba formando
sobre la llanura en una formación en damero. Cada bloque representaba una tropa de
cincuenta hombres y cuatro bloques hacían una compañia. Los moggs formaron una
línea irregular por delante de las tropas regulares. La formación de batalla Rathiana

88
tenía dos mil metros de largo de oeste a este, con el campamento situado por detrás del
centro de la línea. El resto de la caballería de Crovax se colocó al norte de las tiendas de
campaña, como reserva.
Crovax salió para ver la lucha real. En la inquietante penumbra la caballería
Rathiana estaba rodeando a pequeños grupos de guerreros Vec que aparecían de vez en
cuando para lanzar hachas de mano o lanzas con puntas de piedra a los kerls y jinetes.
Crovax vio una de esas lanzas romperse en uno de los escudos de la caballería y se echó
a reír.
"¡Avancen sobre ellos!" gritó Crovax. "¡No son más que salvajes! ¡Están usando
lanzas de piedra! ¿Qué son, una banda de moggs?" Heridos por sus burlas la caballería
invadió a los Vec clavando sus lanzas a los guerreros nómadas a derecha e izquierda.
Grupos de Vec que aún no habían aparecido comenzaron a correr por el pantano unos
mil metros más allá.
Crovax se desplomó en su silla de montar. Eso no era una lucha. "Retiren a los
soldados," dijo. Las percas se elevaron en el aire, chirriando sus órdenes.
Nasser se acercó y Crovax lo llamó. "¿Algún movimiento en otros frentes?"
"No, mi señor. He enviado exploradores en todas las direcciones. Han informado
que no hay rebeldes a la vista."
Cabalgaron juntos de nuevo a la línea de batalla. Para la sorpresa de Crovax los
soldados en las primeras filas elevaron una ovación desordenada.
"Parece que han cambiado de tono," dijo.
"Todo lo que quiere un soldado es la victoria," dijo Nasser.
El viento murió por primera vez en muchas horas y se produjo una calma frágil.
La noche se hizo más oscura cuando las nubes se juntaron llenando todo el cielo. Una
serie de vacilantes luces de color naranja aparecieron sobre la llanura al norte del
campamento Rathiano. A lo lejos, el Foco dio marcha atrás en su rotación enviando un
viento fresco corriendo desde el norte. Este llegó al campo de batalla espeso con un olor
a humo.
"¿Fogatas?" se preguntó Nasser. Crovax estaba parado en sus estribos. Una
mancha de humo blanco bajó rodando por la llanura. Con sus ojos mejorados pudo ver
claramente la silueta de su caballería en reserva recortada contra la nube impulsada por
el viento.
"Algo está mal."
Las llamas saltaron hacia el cielo desde la pradera seca. La llanura al norte del
campamento estaba en llamas y el cambio en la dirección del viento estaba impulsando
las llamas hacia el ejército de Crovax.
"¡Den la vuelta!" gritó Crovax. "¡El enemigo está detrás de nosotros!"
Elfos agitando antorchas alrededor de sus cabezas corrían a través de la hierba
alta y las aplicaban a las densas malas hierbas. En ese momento un muro de llamas de
dos kilómetros de largo llegó deslizándose velozmente hacia Crovax. Detrás de el había
más de un millar de elfos guerreros.
Las monturas kerls eran bestias tontas, criadas para la resistencia y la pasividad,
pero no se interpondrían en el camino del fuego. Dos compañías de caballería
comenzaron a formar remolinos en la confusión mientras sus monturas balaban con un
terror cada vez mayor. A regañadientes Crovax les ordenó que salieran del camino y
envió a la infantería que estaba detrás para que marchara a través del campamento y se
enfrentara al enemigo. Las tiendas de campaña y el montón de equipo desorganizaron la
apretada formación de batalla. El anterior tablero de damas se rompió en corrientes de
soldados inclinándose hacia adelante en el viento y el humo.

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La brecha entre los soldados Rathianos y los elfos se cerró a unos pocos metros.
Las tiendas estaban ardiendo a lo largo del lado norte del campamento. Detrás del humo
y las llamas los elfos arrojaron una descarga de lanzas. Sus puntas provistas de
colmillos de serpientes eran filosas y aunque no siempre perforaron la armadura
Rathiana encontraron resquicios suficientes como para causar bajas en el avance de la
infantería. Cuando los soldados desaceleraron en la lluvia de lanzas el fuego les alcanzó.
Los rangos de la vanguardia vacilaron y comenzaron a retroceder. Los moggs ya
estaban corriendo a través del campamento aullando en alarma.
"¿Por qué están en retirada? ¡Yo no ordené ninguna retirada!," gritó Crovax.
"Los hombres no pueden luchar en medio del fuego," dijo Nasser. "¡Debemos
abandonar el campamento!"
"¿Dar el campamento a los rebeldes? ¡Nunca!"
Espoleó a su montura hacia adelante atropellando hombres y moggs que estaban
en su camino. Una ola de fuego estaba inundando las tiendas y casi había alcanzado el
centro del campamento. Los soldados atados en la plaza en espera de su castigo gritaron
pidiendo auxilio mientras las llamas avanzaban. Algunos de sus compañeros trataron de
llegar a ellos pero el incendio rápidamente envolvió la zona convirtiendo la plaza en una
enorme pira funeraria.
Crovax levantó su escudo sobre su cabeza para evitar la lluvia de lanzas de los
elfos. Su kerl gimoteó y comenzó a dar cabriolas, ansioso por escapar de las llamas.
Crovax hizo caso omiso de la protestante bestia poniéndose de pie sobre los estribos y
mirando a través del fuego para vislumbrar a Eladamri y sus rebeldes.
Comandante o no, el kerl había tenido suficiente. Se agachó, se sacó de encima a
Crovax, y poniéndose de vuelta en pie se marchó galopando y balando. Estando en el
suelo no tuvo tiempo de maldecir a la estúpida bestia cuando las llamas se apoderaron
de él. Colocó un brazo por encima de su rostro y esperó la llegada del dolor punzante.
Este nunca llegó. Crovax sintió el calor pero nunca cruzó su umbral de dolor.
Satisfecho se paró en un rebote y el fuego siguió su paso impulsado por el viento del
Foco.
En la chispeante luz
cientos de elfos ligeramente
armados corrían adelante y
atrás, arrojando sus lanzas
sobre el avance del fuego.
Rugiendo, Crovax cargó
contra el grupo más cercano
atacándolos con su espada.
Cada elfo evadió su espada
desvaneciéndose en la
oscuridad más allá de la luz
del fuego.
"¡Yo soy Crovax!
¡Crovax de Urborg!," bramó.
"¡Muéstrate, Eladamri, y
lucha conmigo cara a cara!"

* * * * *

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A menos de treinta metros de distancia Eladamri vio a Crovax caminando
alrededor, gritando y agitando su espada. El líder rebelde simplemente observó la ira de
Crovax.
"¿No vas a pelear con él?" le preguntó Gallan.
"Míralo," dijo Eladamri. "Está completamente loco."
"Es el comandante enemigo. ¿Por qué no lo mataste?"
Eladamri se apoyó en el mango de la lanza. "¿Viste lo que hizo? Cayó de su
cabalgadura, se revolcó en el fuego y se levantó ileso. Él no es de carne y hueso, ha sido
alterado al igual que Volrath. No caerá ante una lanza de colmillos de serpiente." Se
puso su lanza en el hombro. "Es hora de poner fin a esta batalla. El Señor Crovax tendrá
que esperar otro día para morir."
Eladamri se llevó una mano a la boca y lanzó un fuerte trino. Este se hizo eco en
las gargantas de miles de elfos a lo largo de la línea de batalla. El sonido detuvo los
inútiles gritos desvariados de Crovax y este le dio la espalda a los elfos caminando
rápidamente de nuevo a sus tropas estremecidas y chamuscadas.
Los elfos hicieron un ancho círculo alrededor del flanco occidental del ardiente
campamento. Allí Darsett esperaba con más de cuatro cientos Dal totalmente vestidos
con armaduras de combate. A su lado estaba Tant Jova y la fuerza principal de los Vec,
trescientos guerreros fuertemente armados con armas Rathianas arrebatadas a los
soldados caídos de Crovax. Eladamri le dio una palmada a la espalda de Darsett y
estrechó su mano con la de Tant Jova.
"Es hora de lavar nuestras lanzas en la sangre enemiga," dijo.
Los tres compañeros rebeldes se lanzaron hacia delante, gritando, rugiendo y
golpeando sus armas en sus escudos. A la infantería Rathiana le pareció como si una
fuerza enemiga totalmente nueva hubiera surgido de la oscuridad y se hubiera arrojado
sobre ellos. Las azoradas tropas de la Fortaleza formaron un cuadrado hueco y se
defendieron de las olas de ataques de los rebeldes. Los muertos y heridos comenzaron a
acumularse en una pila más y más alta cada vez que un nuevo ataque se abalanzaba
sobre ellos. Los moggs que estaban en el exterior del cuadrado de la infantería fueron
liquidados en grandes números. Gradualmente, la agotada línea Rathiana fue empujada
hacia atrás pasando de un cuadrado a un estrecho triángulo. Eladamri mantuvo la
presión durante toda la noche mientras algunos segmentos de su fuerza fueron enviados
a un lugar seguro en el bosque. El viento del Foco murió antes del amanecer y el fuego
se apagó. El campamento era un montón de cenizas. De los diez mil soldados que
habían llegado al borde de Veloceleste la noche anterior dos mil estaban muertos o
moribundos y otros tres mil habían resultado heridos. Sólo se hallaron unos pocos
cientos de moggs. Crovax había perdido más de la mitad de su ejército en una sola
batalla.
Eladamri no estaba de humor para celebrar. Con muchos menos recursos sus
pérdidas resultaron ser poco más que un centenar de elfos tres docenas de Dal, y casi
dos centenares de los nómadas Vec de Tant Jova. No se podía esperar capturar un rico
botín de armas después del ardiente fuego consumidor.
Se culpó a sí mismo y le echó la culpa a Cardamel por haber arruinando su
trampa. "Otras seis horas y los podríamos haber tenido a todos," dijo irrumpiendo
tempestuosamente en el consejo posterior a la batalla llevado a cabo en la profundidad
del bosque. "¡No sólo sus vidas sino también todas sus armas y suministros! Eso es lo
que tu pequeña aventura nos ha costado, Cardamel."
El joven elfo, que había perdido una mano en la lucha no dijo nada. Tant Jova
trató de calmar a Eladamri. "Los hemos golpeado en una batalla abierta por primera vez,
mi hermano," dijo. "Su nuevo comandante, Crovax, ha sido deshonrado. Ya no hay

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nadie que los lidere ahora. Hemos ganado tiempo así como una victoria, tiempo para
reunir un ejército mejor y más grande."
La anciana matriarca Vec caminó dificultosamente hasta el centro de la casa del
árbol. "Otra cosa, tal vez lo más importante de todo: esta mañana he recibido una
citación de la Oráculo en-Vec. Dice que tiene noticias del Korvecdal."
El Korvecdal era el legendario libertador de las profecías Vec, un héroe que
derribaría la Fortaleza y lideraría a los pueblos de Rath a la libertad. Cuando el
Vientoligero había llegado a Rath se había dicho que su capitán, Gerrard Capashen, era
el Korvecdal. Pero ahora ya nadie pensaba esto ya que se había ido en su barco volador
y la Fortaleza seguía de pie.
Todos los ojos en la sala se giraron hacia Eladamri. Eladamri suspiró
profundamente. Había ganado una victoria costosa y su primer pensamiento era la
preservación de su ejército. Los santos profetas no eran de su incumbencia.
"Nos retiraremos a Korai," dijo, frotándose el humo de sus ojos. "Allí podremos
hacer un balance de nuestras pérdidas y tal vez obtener una visión del futuro."

Capitulo 9

Victimas

La operación comenzó al amanecer pero no estaba yendo bien. Les tendría que
haber llevado un par de horas escoger rehenes de las familias más importantes de los
Dal, Vec, y Kor, pero mientras Dorian il-Dal estaba de pie en una pared rota en el
cuartel de la ciudad en ruinas, estudiando su reloj vio que la redada estaba entrando en
su octava hora. Se necesitaría más tiempo aún para que las cosas se grabaran
correctamente.
Greven había descendido sobre el cráter con dos mil soldados y otros tantos
moggs. Tenía una lista de nombres elaborada por Dorian y sus cortesanos y tenía que ir
casa por casa para encontrar a las personas que quería. Las cuotas requerían no menos
de dos mil rehenes de cada grupo, el rumor de la redada se extendió rápidamente y la
búsqueda de los rehenes se tornó cada vez más difícil. Hubo escaramuzas pero no una
batalla real. La mayoría de los rehenes se hallaron silenciosamente ansiosos u
obstinadamente malhumorados pero pocos ofrecieron abierta resistencia.

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Las líneas de los cautivos, ordenadas por familia y raza, marcharon en filas de a
cuatro saliendo de la Ciudad de Traidores bajo la Fortaleza y hacia las ruinas de más
allá. Los soldados mantuvieron las hileras portando armas.
"Si pongo látigos en las manos de mis moggs, las líneas avanzarían más rápido,"
reflexionó Greven.
Dorian se horrorizó. "¡No puedes hacer eso! ¡Moggs azotando a los súbditos del
evincar! ¡Habría disturbios, se rebelarían!"
"Tranquilo, anciano," dijo Greven. "Este trabajo se trata de detener una rebelión
no de iniciar una. Solo estaba pensando como un soldado." Pensando como un salvaje,
se dijo Dorian. Así que el chambelán permaneció de pie en una pared derrumbada con
un trío de escribas debajo de él sumando a la gente mientras caminaban penosamente
por allí. Cada lista era comparada con la lista del maestro Greven para asegurarse de que
estuviera representado el número exacto de cada grupo. Dorian había puesto énfasis que
en una operación como esa ninguna raza debía ser vista como siendo favorecida por las
autoridades ya que el resentimiento causado desharía la revulsiva lección de la toma de
rehenes.
Greven apartó la vista de la operación y preguntó. "¿Cuál es la cuenta?"
Dorian le dio una palmada en el hombro de cada uno de sus secretarios. "Mil
trescientos cuarenta y cuatro de los Dal," dijo el primero.
"Mil, doscientos ochenta y nueve de los Vec," dijo el segundo.
"Ochocientos setenta y cinco de los Kor," agregó el tercero.
"¿Por qué tan pocos Kor?"
"Son más elusivos," dijo Dorian. "He tenido informes que Kor de fuera de la
fortaleza no se han podido capturar en absoluto."
"¿Los Pescadores de la Vida?"
El chambelán consultó un pergamino. "Sí, ese es el clan. ¿Cómo lo sabe?"
Greven no respondió. En su lugar, le preguntó: "¿Las zonas de contención están
preparadas?"
"Como su nombre lo indica. Si tenemos que contener a estas personas más de
unos pocos días ellas no van a resistir las condiciones de aquí."
"Resistirán lo que tengan que resistir," gruñó Greven. Hizo una señal a su escolta
para que se formara. Quería ver la zona de contención por sí mismo.
En el extremo más alejado de las ruinas, cerca de la fosa de la ciudad, tres
grandes cuadrados habían sido limpiados por trabajadores mogg. Toscas paredes hechas
de los escombros de casas destruidas se apilaron para construir crudas prisiones. Cada
prisión tenía una sola entrada. Los rehenes fueron llevados dentro de las empalizadas de
acuerdo a su raza.
Pasaron algunas horas y las líneas comenzaron a estrecharse. Eventualmente
Dorian y sus secretarios se presentaron con los soldados que habían estado conduciendo
las líneas hacia adelante. El chambelán se veía feliz.
Greven volvió sus ojos a Dorian. "¿Cuál es el conteo final?"
"Hemos hecho el recuento de los Kor. Toda una banda de ellos llegó en el último
minuto, " dijo Dorian en voz baja. "La cuota está a 20 personas de ser prefecta."
"¿Dónde están los Kor?"
"Allí, al final de la línea. Aparecieron por si solos."
"¡Qué!"
Dorian se encogió de hombros. "Aparecieron por su propia cuenta atrás de la
escolta del destacamento. Uno de ellos me habló y me pidió que lo añadiera a la lista."
Greven tomó el esponjoso brazo de Dorian en una dolorosa apretada. "El Kor
con quien hablaste… ¿se llamaba Furah?"

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El chambelán gruñó de dolor. "Temerario Señor, me está haciendo daño."
"¿Cuál era el nombre del líder Kor?"
"Furah suena bien, o Furdah…alguno de esos nombres incultos."
Greven soltó a Dorian con un empujón y se metió a través de las filas de los
guardias. Delante de ellos estaban los últimos rehenes, en este caso más de un centenar
de Kor vestidos con idénticas ropas de cuero gris. A pesar de Greven había vivido toda
su vida en Rath tanto con los Dal y como con los Kor nunca había visto que los
miembros de un clan entero parecieran tan idénticos entre si.
Sorprendido, Greven gritó: "¡Furah! ¡Furah, quiero hablar con usted!"
En un solo movimiento, más de un centenar de Kor se giró y miró hacia donde
estaba Greven. Todos ellos eran Furah. El guerrero movió la cabeza.
"¿Viste eso?" le preguntó Greven a un soldado cercano.
"¿Ver que, Terrible Señor?"
"Nada. No importa."

* * * * *

La noche del viento del Foco, Belbe hizo su primera inspección de la fábrica de
piedra variable. La hizo sola, o más bien, con seis moggs que le llevaron la nueva
maquinaria enviada con ella desde Pirexia. Descartó rápidamente a los asesores de la
corte por aduladores inútiles. Greven y Dorian estaban ocupados contando a miles de
rehenes y a Ertai no se lo encontraba en ninguna parte. Este último hecho le molestó de
una manera que ella no podía definir. Belbe se encontró queriendo la compañía de Ertai
y el no tener lo que había querido la había hecho sentir frustrada.
Pronto se olvidó de Ertai, Greven, los rehenes, y todo lo demás una vez que
estuvo sumida en los mecanismos de piedra variable. A diferencia de aquellas partes de
la Ciudadela adaptadas para ser habitadas la fábrica era la parte más Pirexiana de la
Fortaleza y en la corta vida de Belbe, Pirexia significaba hogar.
La estructura de la fábrica era puramente orgánica: los marcos de diamantinas
del edificio eran como huesos y el revestimiento estaba aplicado como el músculo y la
piel sobre el esqueleto de piedra variable. La totalidad de la fortificación sobresalía casi
volando del costado del cono de la Fortaleza y estaba salpicada de chimeneas, puertos
de escape y enormes conductos que transportaban la piedra variable líquida por los
canales fuera del cráter. Con los años, los residuos de los grandes mecanismos habían
secretado hacia fuera como el tejido de una cicatriz, desafilando las líneas de la severa
arquitectura. En el momento que Belbe había llegado la Ciudadela era como un enorme
nido de avispas, creciendo orgánicamente e infestado por miles de habitantes
venenosos.
De pie, en el centro de control abovedado que estaba encima de la fábrica, Belbe
miraba con una absorta fascinación el gran caldero en el corazón de la Ciudadela. Allí la
lava, la materia prima de la piedra variable se unía al chisporroteante haz de energía que
descendía desde el Foco. Los átomos se desintegraban en el flujo energético
retorciéndose alrededor a velocidades extremas y se reformaban en nanomáquinas
programables: la piedra variable. Era todo tan maravilloso, magnífico y eficiente.
Los moggs se arrellanaron en el suelo detrás de ella tomando un respiro mientras
Belbe estaba perdida en la admiración de la fábrica. Recuperó el sentido de su propósito
y les ordenó que trajeran el Conversor de Aceleración de Nanomáquinas. Este
dispositivo era un globo de cuarenta y cinco centímetros de diámetro cuya piel exterior
estaba incrustada con tubos, cables y conectores de salida. Era un artefacto auto-
consciente, capaz de aceptar órdenes verbales e implementarlas en toda la fábrica. Los

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técnicos Pirexianos habían diseñado el Conversor de Aceleración para optimizar la
producción de piedra variable. Como estaban las cosas la fábrica trabajaba todo el
tiempo a una misma velocidad. Sin embargo, la producción actual varía de acuerdo con
la cantidad de energía procedente del Foco, la calidad y cantidad de lava, y la pureza de
los materiales utilizados. El Conversor de Aceleración armonizaría estos elementos con
el fin de producir más piedra variable cuando las condiciones estuvieran garantizadas, y
gastar menos energía cuando las condiciones fueran desfavorables. En conjunto se
esperaba un incremento de la eficiencia de la producción de casi un veintisiete por
ciento.
Los moggs colocaron el pesado módulo en su lugar. Belbe realizó las conexiones
de la alimentación principal y el Conversor comenzó a funcionar.
"Implementa la instalación final," ordenó.
"Entendido." El dispositivo extendió afilados tentáculos hacia la consola de
control. Los tubos perforaron la piel de piedra variable. Un diluido aceite de color
amarillo se escurrió de las incisiones pero estas se curaron pronto.
"Conexión completada," dijo el Conversor. "Entrada de flujo nominal. Salida de
flujo al 117 por ciento."
"Reducir la salida al 100 por ciento."
"Ese no es el máximo," respondió la máquina.
"Esta es una prueba de tu estructura de mando verbal. Reducir a 100 por ciento."
El Conversor vibró ligeramente en sus nuevos soportes. Las luces por toda la
fábrica bajaron, subieron, y luego volvieron a su modo normal. El zumbido constante
del torbellino molecular en el núcleo de la fábrica bajó media octava.
"Salida de flujo al 100 por ciento." anunció el Conversor.
Belbe ajustó algunos de los controles externos sobre el módulo. Uno de ellos era
el circuito de reconocimiento de comandos de voz.
"¿Quién soy yo?"
"Emisaria del Centro de Control, número de unidad 338551732…"
"Detente, estás en lo correcto. ¿Reconoces mi autoridad?"
"La autoridad de mando es auténtica."
"¿Hay alguna autoridad por defecto?" preguntó ella con curiosidad.
"El Evincar de Rath."
"¿Alguna otra?"
"No hay otra."
"Muy bien. Sella la autoridad de comandos para mi voz y la del evincar."
La unidad emitió un clic audible y dijo: "Sellada."
Con una tarea hecha quedaba otra aún mayor que terminar. Los moggs tenían
una segunda caja que entregar. En el bolsillo de su cinto ella tenía la unidad de control
para un portal transplanar, el único dispositivo portátil de su clase en Rath. La segunda
caja de su equipaje era un Generador de Portal un dispositivo especial que podría abrir
un portal a cualquier plano en el multiverso.
Para que el portal fuera abierto necesitaría espacio. También necesitaría estar
fuera del camino. ¿Dónde se podría instalarlo? Belbe recorrió el complejo plano de la
Ciudadela que tenía en su cabeza. Había un lugar... llamó a los moggs. La instalación
del Conversor había tomado tanto tiempo que los moggs se habían quedado dormidos
apoyados en la segunda caja. Ella les gritó y estos se despertaron de una sacudida.
Caminó por la pasarela que rodeaba el poderoso crisol central. Al estar tan cerca
de la fábrica la estática de la tremenda entrada de energía podía ser sentida a través de
las paredes del horno. A los moggs no les gustó ni un poco así que se escabulleron a lo
largo del recorrido rascándose su hormigueante piel en cada protuberancia disponible.

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Belbe encontró estimulante la sensación de picazón, muy diferente a su experiencia con
el baño de Volrath.
Cuando llegó al lugar que había elegido comprobó cuidadosamente para
asegurarse de que nadie la observaba. La locación del equipo de su portal tenía que ser
secreta. Había gente en el palacio que mataría por una oportunidad para salir de Rath y
Belbe tenían órdenes explícitas de sus maestros que no permitiera a nadie tener acceso
al portal.
Una hora más tarde el dispositivo de portal fue depositado en una parte rara vez
visitada de la Ciudadela. La emisaria se hizo una nota mental de pedirle a Greven que
ejecutara a los moggs que la ayudaron con la instalación de la maquinaria como medida
estándar de seguridad.
Belbe tenía una necesidad mínima de sueño. El aceite iridiscente que corría en
sus venas la mantenía activa mucho más tiempo del necesario por el resto de los seres
ordinarios. Al amanecer bajó hasta el muelle de aeronaves inferior para ver como
avanzaba el progreso en el Depredador. Encontró que el casco había sido vuelto a
montar y que se estaban instalando nuevas guarniciones en la cubierta. Todo lo que
quedaba por hacer después de ello era la difícil tarea de la instalación de los motores y
aparejos.
Vislumbró al capataz Vec de Greven y le preguntó donde se hallaba su maestro.
"No lo he visto desde ayer, Excelencia," dijo el Vec. "Se fue con el Señor Dorian
y no he visto a ninguno de ellos desde entonces."
"Gracias…"
"Excelencia, cuando encuentre al Señor Greven dígale que por favor vuelva tan
pronto como le sea posible. No nos atrevemos a colocar los motores sin él."
Belbe se comprometió a pasarle el mensaje a Greven. Un guardia la detuvo
cuando estaba saliendo del muelle de aeronaves.
"Excelencia, si está buscando al Señor Greven lo encontrará en las ruinas más
allá de la Ciudad de Traidores."
Rebuscó en su memoria implantada y se dio cuenta de que no sabía de ese lugar.
"¿Dónde está eso?" preguntó Belbe.
El guardia se paró en el borde de la plataforma del muelle y señaló al suelo del
cráter.
"¿Ve las luces de ahí abajo, Excelencia? Esa es la Ciudad de Traidores. Si se
dirige hacia allí," señaló al otro lado del cráter en la dirección de los barracones mogg,
"hay una gran cantidad de edificios derrumbados. Ahí es donde usted encontrará al
Comandante Greven."
Belbe se apoyó en la barandilla. Una cálida corriente de aire ascendente con olor
a roca fundida y ozono le alborotó el pelo y le apretó las mangas de su vestido verde
azulado.
"¿Qué está haciendo Greven allí?"
"¿No le han dicho, Excelencia? Ahí es donde está llevando a los rehenes… los
rehenes de la Ciudad de Traidores."
Belbe tuvo un repentino deseo de descender a las ruinas y observar la operación
por sí misma. Sin la aeronave era un viaje largo hasta la superficie del cráter. Despidió
al guardia y se quedó junto a la barandilla mirando hacia la zona cubierta de neblina que
había debajo y ponderando la mejor manera de llegar allí.
"¿Su Excelencia?"
La segunda palabra fue enunciada con una precisión irónica. Allí estaba Ertai,
inclinándose casualmente en uno de los contrafuertes invertidos que soportaban al
muelle de aeronaves. Tenía algo diferente. No era sólo su aspecto, aunque finalmente

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había abandonado sus ropas andrajosas y se había puesto el traje Rathiano: jubón de
cuello alto, pantalones hasta la rodilla, y botas de piel variable hasta los tobillos, todo en
distintos tonos de gris. Había algo más sobre él, menos tangible que un cambio de ropa.
La presencia de Ertai era diferente.
"Alguien tiene que hablar con los sastres de este lugar," dijo. "No tienen sentido
del color en absoluto. Pero quería estar presentable ya que me has llamado."
"Yo no te he llamado."
"Pero estabas pensando en mí. He venido a encontrarte."
"Tenía trabajo que hacer," dijo ella haciendo como que no le importaba. "En la
fábrica."
"Entonces me alegro de que me lo haya perdido. No hay nada tan aburrido como
la maquinaria." Se acercó a la barandilla y miró abajo hacia la ciudad. "Un horrible
lugar," comentó. Y luego mirando hacia arriba a la enorme mole sobresaliente de la
Ciudadela agregó: "Es como vivir en un pozo con una roca equilibrada sobre tu cabeza."
"Quiero ir allí abajo," dijo ella señalando a las ruinas lejanas. Ertai preguntó por
qué. Y ella le recordó su idea de los rehenes. "Greven y Dorian están allí ahora,
reuniéndolos."
La cara de Ertai se ensombreció. "Siento haberlo sugerido. No se como esa idea
entró en mi cabeza," dijo encogiéndose de hombros. "Es cierto que es una muy buena
idea, desde un cierto punto de vista… al igual que todas mis ideas. Sin embargo, nada
bueno saldrá de ello."
"Quiero ir ahí," repitió Belbe.
Ertai se apoderó de su mano. Ella hizo un leve intento de liberarse pero él
resistió.
"Deje que la lleve allí, Excelencia."
Ella dejó de luchar. "No hace falta que me llames así."
"¿No?"
"No."
"Muy bien, Belbe. Puedo bajarte hasta allí más rápido que una aeronave o que
cualquier tonta grúa mecánica de piedra variable."
"¿Cómo?"
Soltó su mano, dio media vuelta y se alejó a unos dos metros de distancia. Se
sentó en el suelo arenoso, doblando las piernas delante de él, apretó las palmas de las
manos y cerró sus ojos.
"Visualización," dijo en voz baja, "es la parte más importante del lanzamiento de
conjuros."
Belbe lo observó de cerca. Ertai temblaba. Sus dedos se volvieron blancos por la
presión y la mayoría del color desapareció de su rostro. El cuello de su nueva chaqueta
se endureció por la transpiración.
Algo perturbó el aire detrás de ella. Belbe se giró y vio una gran forma vaga
batiendo las alas y volando a pocos metros de la plataforma. La expresión de Ertai se
hizo más tensa, y el contorno del objeto volador se hizo más distinguible. El aire mismo
parecía estar solidificándose para formar a la criatura, que poco a poco asumió la forma
de una gran ave depredadora.
"¿Qué es eso?" preguntó impresionada.
Ertai no respondió. Abrió los ojos y enderezó rígidamente las piernas. Su frente
estaba grabada con surcos profundos mientras mantenía su feroz concentración incluso
con la distracción de tener los ojos abiertos y el movimiento.
Extendió una mano hacia el pájaro fantasma, la echó hacia atrás y cerró sus
dedos extendidos en un puño. El pájaro gigante voló hacia el muelle, con sus alas y

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cabeza pasando a través de la sólida estructura de la plataforma sin resistencia. Sin
embargo cuando llegó a Ertai extendió una garra y le tomó por la cintura. El repitió el
gesto de apretar y el halcón espectral también se apoderó de la cintura de Belbe.
"¿Qué es esto?" protestó ella tratando de abrir las garras del ave. Aunque estaba
sólidamente apretada en las zarpas de la criatura sus esfuerzos para repeler al ave no
encontraron ninguna carne sólida. Era muy molesto ser levantado por algo visible pero
en garras intocables.
"Ya basta," dijo. "Usaré las escaleras de salida de la Ciudadela. Sólo nos llevará
unas cuantas horas ir allá abajo…"
Antes de que pudiera terminar la frase el halcón espiritual salió disparado fuera
de la plataforma de aeronaves. Para su consternación, Belbe vio que estaba colgando
debajo de la traslúcida creación, a cientos de metros en el aire. Alguna parte primitiva
de ella estaba encantada con el terror: una emoción que ella había estado aprendiendo en
Rath pero su sentido común le dijo que si interrumpía la concentración mental de Ertai
sería desastroso para ambos.
El halcón descendió rápidamente en forma de espiral a través del caliente aire
oliendo a lava. Dieron
vueltas bastante cerca de
la columna de lava
ascendiente. Entre la
garra del halcón gigante
sujetada alrededor de la
cintura de Belbe y el
calor sofocante de la
lava era difícil respirar.
Afortunadamente la
siguiente vuelta del
halcón los alejó de la
corriente de lava fuera
de la Ciudad de
Traidores.
Mientras volaban
por las nubes delgadas
Belbe comenzó a
disfrutar de la experiencia. El barrido, la sensación de velocidad y poder que confería el
vuelo era embriagadora. Miró hacia la ciudad debajo de sus pies maravillándose de la
cuadrícula de calles y casas. Pasaron unos minutos hasta que ella se dió cuenta de que
las calles y plazas estaban desprovistas de actividad. No pudo ver a ni un solo integrante
de los Vec o los Kor. Ertai comenzó a ahogarse profundamente. Su rostro se había
vuelto terriblemente pálido y la sangre goteaba por sus fosas nasales. Dejó escapar una
tos desesperante y, para su horror, Belbe sintió las garras del halcón enflaquecer y
escurrirse. Estaban a sesenta metros sobre la ciudad. Si ella caía de aquella altura ni
siquiera su esqueleto de metal la salvaría y Ertai seguramente moriría.
Estaban bajando con demasiada rapidez cuando las alas del halcón comenzaron a
aparecer y desaparecer. A unos quince metros los techos se precipitaron y las chimeneas
se convirtieron en un grave peligro. Ertai estaba colgando fláccidamente en las garras
del halcón evanescente con la sangre manchando el frente de su ropa nueva.
Nueve metros. Belbe miró hacia arriba. El cuerpo y las alas del halcón casi
habían desaparecido sólo quedaban los débiles contornos del mismo. De repente, la

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criatura mágica se desvaneció. Belbe se abalanzó sobre Ertai, lo tomó retorciéndose en
medio del aire hasta que sus pies apuntaron hacia abajo preparados para el impacto.
Ambos chocaron con el techo de una casa vacía, lo atravesaron, golpearon el
suelo del segundo piso y también pasaron a través de el. Cuando Belbe colisionó con el
suelo sus piernas se doblaron duramente pero las aleaciones Pirexianas absorbieron el
impacto. Sus nervios aumentados le marcaron un dolor generalizado y luego se
apagaron. Rodaron una y otra vez en el polvo y los escombros de la vivienda
abandonada deteniéndose contra una pared exterior.
Belbe se levantó de entre las ruinas. Las malas aplicaciones de sus piernas
temblaron por el esfuerzo. Pero en ese mismo momento sus implantados sistemas de
curación se estaban encargando del asunto, reparando los músculos y ligamentos
desgarrados y dosificando libremente supresores del dolor en su sistema nervioso. Dio
vuelta a Ertai y vio que su color ya estaba regresando y su nariz había dejado de sangrar.
Belbe le había evitado la mayor fuerza de la caída.
"Ay," dijo apretándose la cabeza. "¡Qué dolor de cabeza! ¿Qué pasó?"
"Tu pájaro mágico ha fallado."
"Mi hechizo, ¿falló? ¡Imposible!" Su convicción, hablada en voz alta, le hizo
retumbar su cabeza sin piedad.
"Nos soltó. Si no te hubiera atrapado ahora estarías muerto."
El oscuro interior de la casa en ruinas, la sangre seca en su rostro y cuello, y la
forma inquebrantable de hablar de Belbe debió haber convencido a Ertai de que ella
estaba diciendo la verdad.
"El Halcón Espiritual es un hechizo especializado que resulta difícil de realizar
pero nunca he oído que fallara así," dijo genuinamente perplejo.
"Comenzó a desaparecer después de unos pocos minutos."
Se rascó su cabeza rubia oxidada y respondió. "Algo debe haber interferido con
el flujo de energía mágica."
"Tal vez sea tu tratamiento curativo. Las energías nativas de Rath deben ser muy
diferentes a las de tu mundo de origen."
Belbe le ayudó a ponerse de pie.
"Que bueno que caímos en una casa vacía," dijo en voz baja.
Por razones que ella no entendió del todo Belbe se inclinó y apretó sus labios
con los de Ertai. Él se sorprendió tanto por esta acción inesperada que falló en
responder del mismo modo. Belbe se echó hacia atrás inexpresiva.
"¿Lo hice mal?"
"No lo sé," dijo él. "No estaba preparado…"
"Entonces prepárate," dijo. "Puede volver a ocurrir." En un incómodo silencio
buscaron la manera de salir de las casa en ruinas.
La calle de tierra estaba cubierta de un enfermizo musgo amarillo y liquen gris y
obstruida con adoquines, frontones caídos, ladrillos y fragmentos de cerámica. Belbe y
Ertai se abrieron paso a través de las ruinas de la siguiente calle. Ese amplio camino
estaba libre de escombros, y la gruesa capa de polvo había sido movida recientemente
por una gran multitud de personas.
"Los rehenes pasaron por aquí," dijo Belbe.
"Debe haber cientos de ellos."
"Miles. El Señor Greven no es alguien de medias tintas."
Bajaron caminando por el camino ancho y vacío mientras la luz rojiza de la
columna ascendente de lava pintaba las ruinas en tonos rosáceos.
Ertai miró a Belbe. "¿Puedo hacerte una pregunta?"

99
Ella echó los brazos detrás de su cabeza y estiró sus miembros recientemente
curados. "Por supuesto."
"¿Te has preguntado alguna vez si estás en el lado correcto o no?"
Ella miró a sus pies. "¿Del camino?"
"No, de la lucha."
"No."
"¿Por qué no?"
"El lado correcto es el lado que tiene éxito," dijo simplemente. "Esta es la verdad
básica que mis maestros me enseñaron."
"Podrían estar equivocados."
"Es posible pero no probable. El tiempo lo dirá."
"Yo solía pensar que sabía diferenciar el bien del mal," dijo Ertai. "Eso fue antes
de que yo comenzara mis estudios superiores de magia. Luego aprendí que el poder es
el poder, independientemente de su origen. Todas las especies pueden se utilizadas para
matar o curar y si eso es así ¿cómo algunas de ellas pueden ser buenas o malas?
Simplemente lo son. Creo que la gente es también así. Simplemente lo somos."
"Voy a hacerte una pregunta," dijo ella. Él estuvo de acuerdo. "¿Te arrepientes de
haber venido aquí? ¿Echas de menos a tus compañeros del Vientoligero?"
Ertai se detuvo repentinamente con los pies agitando pequeñas gotas de polvo
fino. "Ellos me dejaron aquí," dijo Ertai."Estaba enojado con ellos por eso. Pero ahora,
de un modo extraño, creo que me hicieron un favor."
En medio de las ruinas, la luz sanguinaria de la columna de lava y el inmóvil aire
húmedo en el fondo del cráter Belbe tuvo una nueva experiencia extraña. Una mujer
más mundana podría haberle dicho que estaba sintiendo afecto por primera vez. Pero
eso ella lo tendría que averiguar por sí misma.

* * * * *

Los rehenes llenaron las prisiones con resignación. Cada familia se apropió de
un lugar en los recintos polvorientos y esperó la orden para que pudieran volver a casa
otra vez. Los soldados se colocaron encima de los bajos muros de escombros, mirando a
sus silenciosas responsabilidades.
Belbe y Ertai llegaron para encontrar a Greven sentado en un monolito roto.
Dorian il-Dal estaba con él, el almuerzo se extendía sobre una manta entre ellos.
Cuando vieron acercarse a Belbe ambos hombres se levantaron y se inclinaron.
"¡Saludos, Excelencia! Se ve bien el día de hoy. ¿Por qué no nos dijo que iba a
venir? Le habría preparado una comida para usted también." Dijo Dorian efusivamente.
"No es de importancia," respondió ella. "Yo no como."
"¿Los rehenes están aquí?" preguntó Ertai con impaciencia.
"Seis mil de ellos," confirmó Greven.
"Cinco mil novecientos ochenta y ocho, para ser exactos," dijo Dorian. Levantó
varios pergaminos sueltos."Tengo los recuentos aquí mismo si Su Excelencia los
necesita ver."
Ella hizo caso omiso a los rollos ofrecidos y se dirigió a la entrada de la prisión
Dal. Los moggs gruñeron y se apartaron del camino de Belbe. Los guardias en la pared
redoblaron su atención.
Dorian, Ertai, y Greven se acercaron por detrás.
"¿Qué requiere Vuestra Excelencia?" preguntó el chambelán.

100
"En primer lugar, una mejor vista." Miró a derecha e izquierda, juzgó que la
pared del fondo debía ser más recta y caminó desde su posición más llana hasta la parte
superior de la estructura de dos metros de altura.
Desde allí Belbe observó la polvorienta plaza repleta de casi dos mil Dal. Con
una minuciosidad diseñada catalogó a la multitud: mil quinientos treinta y tres adultos,
cuatrocientos sesenta y un niños. La mayoría de los adultos eran ancianos o mujeres.
Comenzó a contar a los lisiados en la multitud y se detuvo al pasar los ciento cincuenta.
Un desagrado subió por su garganta. Se volvió hacia el trío de hombres que esperaban
debajo de ella.
"¿Quién eligió a esta gente?" gritó ella.
"¿Por qué, yo lo hice, Excelencia, con la ayuda del Señor Greven," dijo Dorian.
"¿Por qué han tomado esta gente en particular: mujeres, niños, ancianos?"
"Descienda, Excelencia. Prefiero no tener esta conversación gritada desde la
empalizada," dijo Greven endureciendo su rostro.
Ella saltó, cayendo a unos centímetros frente al gigantesco guerrero.
"Explíqueme sus opciones, chambelán."
Los labios de Dorian temblaban. "El…el Temible Señor y yo lo hemos discutido.
Estuvimos de acuerdo de que ellos serán los rehenes más eficaces."
"Siga adelante."
Greven dio un paso al frente. "Nuestro objetivo es mantener la paz en el interior
de la Fortaleza. Elegimos las personas que tienen fuertes lazos con aquellos no elegidos.
Los hombres Dal lo pensarán dos veces antes de alzarse en contra de nosotros si ellos
saben que tenemos a sus madres, padres, esposas e hijos en nuestro poder."
"Comandante, creo que ha cometido un error," dijo Belbe. "¡Ahora nosotros
somos tan rehenes como las personas más allá de la pared!"
Ertai habló. "¿Qué quieres decir?"
"Si algún mal le ocurre a estas personas fomentará una rebelión en vez de acabar
con ella." Estaba enojada y no sabía cómo manejar las emociones suscitadas por la
difícil situación de los rehenes. "¿Por qué no han reunido a hombres jóvenes en su
lugar? Ellos son los potenciales aliados de Eladamri, no esta gente inocente."
"En materia de disturbios civiles no hay espectadores inocentes," dijo Greven.
"¡Tranquilícese, Excelencia!" le rogó Dorian. "Nadie desea hacerle daño a estas
personas. Cuando el Señor Crovax regrese triunfante, todo estará bien."
"¿Y si Crovax es vencido?" preguntó Ertai.
El silencio que siguió fue sofocante.

101
Capitulo 10

Rivales

La Fuerza Expedicionaria de Veloceleste se mantuvo en el campamento durante


dos días quemando a sus muertos y construyendo defensas temporales con turba, rocas
y los restos destruidos del equipo del ejército. Todo el mundo esperaba que los rebeldes
los atacaran y exterminaran pero no lo hicieron. Las patrullas de caballería fueron
enviadas para localizar a la banda de Eladamri pero regresaron en unas pocas horas y
reportaron no haber encontrado ni rastro del enemigo.
Los rebeldes no dejaron ni un solo despojo, cada lanza arrojada, cada espada
doblada, cada yelmo roto fue retirado del campo de batalla. Tampoco dejaron atrás el
cuerpo de ningún rebelde muerto. No había quedado ninguna otra evidencia de la fuerza
de Eladamri más que la llanura pisoteada por hombres, elfos, moggs y kerls alrededor
del campamento Rathiano quemado.
Crovax se retiró a sus aposentos, una pila improvisada de césped quemado con
un cuadrado de tela por techo, y caviló sobre su derrota. La organización y la defensa de

102
la posición Rathiana recayeron en Nasser. Aparte de los gruñidos de aprobación a las
sugerencias de Nasser Crovax no había hablado durante dos días enteros. A última hora
de la tarde del segundo día después de la batalla salió de su choza. Nasser había
caminado persistentemente afuera de ella esperando a que su comandante apareciera.
"Mi señor," dijo Nasser cuando Crovax se paró allí sin pestañear en los últimos
rayos del sol. "¿Cuáles son sus órdenes?"
"¿Alguna señal del enemigo?" preguntó Crovax en voz baja.
"No, mi señor."
"Levanten el campamento. Nos marchamos." Crovax se giró para volver al
interior.
"Muy bien, mi señor. ¿A dónde?"
"La Fortaleza."
El ejército había estado esperando por esa orden y en menos de una hora ya
estaban listos para marchar. La caballería desplegada para buscar a los rebeldes y la
columna de infantería mucho más reducida en longitud se pusieron las armas al hombro
e iniciaron la marcha.
El Cuerpo de Sargentos esperó pacientemente a que Crovax se les uniera. El kerl
del comandante estaba atado al poste de una lanza fuera de su tienda. Más de la mitad
del ejército estaba en camino de vuelta a la Fortaleza y no había señales de Crovax.
"Alguien debería despertarlo," dijo Tharvello. Los otros sargentos negaron con
la cabeza. Nadie quería incurrir en su ira.
"Nasser, tu eres su favorito. Házlo tu," dijo Tharvello.
"Puedo esperar."
"¡Ja! ¡Tú también le tienes miedo!"
Con los ojos entrecerrados en rendijas Nasser desmontó su kerl manchado de
hollín y arrojó las riendas al mogg más cercano. Enderezó los hombros y se dirigió a la
puerta de la pequeña choza de césped, sólo una solapa de tela hecha jirones moviéndose
lentamente en la ligera brisa.
A un metro y medio de la choza Nasser se detuvo y gritó: "¡Mi señor! El ejército
está en camino. ¿Va a tomar su lugar con nosotros?"
Un ruido sordo y una nube de polvo salieron en un remolino de la choza de
Crovax. Rayos de luz blanca cegadora brotaron de todas las grietas y hendiduras en las
paredes de césped. Nasser levantó un brazo enfrente de su cara y la cabaña se derrumbó
con un chorro de polvo gris y cenizas.
"¡Sargentos, a mí!" gritó Nasser. Una docena de experimentados guerreros corrió
hasta la choza destruida y buscó a su comandante a través de las estacas y terrones de
tierra. Cuando se encontraron raspando al suelo virgen debajo de la cabaña los sargentos
se dieron cuenta de que Crovax se había ido. Todo el mundo habló a la vez.
"¿Qué pasó?"
"Eladamri…"
"¡…magia élfica!"
"¿Alguna nueva arma…?"
"…Eladamri…"
Nasser se puso en cuclillas en los restos de la cabaña escarbando en los
escombros con sus dedos. Su atenta contemplación de la situación calmó poco a poco a
sus compañeros sargentos.
Finalmente alguien dijo: "¿Adónde se fue?"
"Tal vez volvió de donde vino," dijo Tharvello. "¿Qué hacemos ahora?"
El sargento mayor se sacudió el suelo gris de Rath de sus manos. "Tomaré el
mando."

103
Ellos estaban más que dispuestos a dejarle asumir la carga. Tharvello dijo:
"¿Cuáles son sus órdenes, Nasser?"
"Sin cuerpo no se puede asumir que el Señor Crovax esté muerto. La última
orden del comandante permanecerá," decidió. "Vámonos a casa."

* * * * *

El Depredador estaba en el aire una vez más, gracias a los incansables esfuerzos
de Greven. Después de que los rehenes fueron asegurados, Greven volvió al muelle de
la aeronave donde supervisó la sustitución de los potentes motores del Depredador. El
casco flotó desde el muelle inferior y maniobró cuidadosamente al pilón del muelle
superior de aterrizaje. Allí se llevaría a cabo el carenado definitivo, y Greven tomaría
una nueva tripulación para reemplazar a los perdidos en la costosa batalla con el
Vientoligero.
Ertai había desaparecido en las bibliotecas de la Ciudadela, acosado por los
enigmas de ese lugar en el esquema de las cosas. Los días pasaron y Belbe lo veía poco.
Cuando por fin lo hacía se sorprendía por los cambios que poco a poco lo iban
transformando. Una mañana temprano lo encontró sentado en una mesa en uno de los
viejos depósitos de pergaminos, rodeado por montones de documentos descartados. La
estrecha habitación estaba sofocante y Ertai se había desnudado hasta la cintura para
soportar mejor el calor.
Aunque Ertai nunca había sido un hombre musculoso ahora ostentaba una
extensión formidable de los hombros mientras estaba sentado encorvado sobre un
pergamino. Eso, y el hecho de que su pelo se había convertido en un marrón cobrizo, le
habían hecho dudar a Belbe si era él en absoluto.
"Hola," dijo con incertidumbre. "Veo que estás haciendo uso de las bibliotecas."
"Estos pergaminos están todos mal," dijo Ertai empujando el pesado manuscrito
a un lado. "Su descripción del cruce de la energía…"
"¿Qué te está pasando, Ertai?"
Él la miró por debajo de párpados cansados. "¿De qué estás hablando?"
"Estás cambiando. Tu pelo, tu físico…"
"Era de esperar," dijo estirando sus brazos desnudos ahora cubiertos con
delgados músculos fibrosos. "Las infusiones de energía que tú empezaste en mi lo están
haciendo. Cada vez que vuelvo al laboratorio de Volrath cambio un poco más."
Ella se echó hacia atrás. "¿Todavía estás usando el sistema de infusión? ¿Por
qué?"
"Imagina mi sorpresa cuando descubrí que los efectos del dispositivo sólo eran
temporales. Cuando mis lesiones volvieron tuve que volver a la máquina para otro
tratamiento. Debería haber sabido que en realidad no me curaría. Si no hubiera estado
tan herido estoy seguro de que hubiera pensado en ello."
"¿Pensado en qué?"
Ertai apoyó la mejilla contra su rodilla. "Sólo la energía vital natural puede curar
la carne humana. Otras variedades pueden enmascarar los daños causados
transformándolos en otra cosa. En mi caso el dispositivo de Volrath parece que me está
transformando en una versión menor de nuestro amigo Greven."
"¡No!"
"No importa. De todos modos ahora ya no puedo parar. Si olvido un día en el
sistema de infusión la miseria de la sesión de tortura volverá. No puedo soportarlo.... un
poco de músculo no me hará daño y mi mente sigue siendo la mía. Tal vez aún mejor, si

104
eso es posible. Estoy leyendo ocho libros al día, ¿sabías eso? Pronto terminaré con esta
sección de la biblioteca así que tendré que pasar a la siguiente."
"Ten cuidado, Ertai."
Este sonrió de su conocida manera irónica y levantó la mano con la palma hacia
fuera en dirección a la estantería más cercana de pergaminos. La piedra variable onduló
como una vela arrizada. Sostuvo el movimiento durante varios segundos hasta que se
desvaneció.
"Tu influencia está mejorando," dijo satisfecha.
"Sí. En poco tiempo quizás le pueda dar una sorpresa a Crovax."
Ella quería hablar con él acerca de su creciente poder pero Ertai bajó
nuevamente la cabeza a su lectura y rápidamente olvidó que Belbe estaba presente. Se
retiró de la pequeña habitación con el corazón latiéndole con fuerza y sin saber el por
qué.
Le tomó varios minutos reducir su velocidad a un ritmo normal.
Belbe continuó con sus rondas por la Ciudadela deteniéndose en la sala de
control de la fábrica para comprobar la unidad del Conversor que había instalado. El
terco dispositivo siguió tratando de aumentar la producción a ineficientes niveles
superiores a 100 por ciento lo que obligó a Belbe a improvisar un método para
obstaculizar el excesivo entusiasmo de la máquina por la producción. Lo arregló
manipulando el medidor de salida manualmente y poniéndolo en cero para engañar al
Conversor y que pensara que la fábrica estaba produciendo más piedra variable de lo
que realmente correspondía. Sin embargo, hubo un problema con su solución
provisional. Como todos los otros mecanismos en la fábrica el medidor de salida se
auto-regulaba. En el transcurso de varios días de producción descubriría que sus lecturas
eran inexactas y se corregiría. Así que Belbe tendría que volver a la a la cúpula de
control cada dos días para restablecer el contador de salida y mantener la máxima
eficiencia.
Mientras estaba ajustando el medidor de salida por primera vez vio una bola de
luz blanca de unos sesenta centímetros de ancho, dando vueltas y bajando por la
columna de energía. La esfera se lanzó primero en una dirección y luego en otra. Belbe
la perdió por un segundo contra el resplandor del rayo y luego ajustó su visión para ver
más allá de la corona de la columna. En lo más alto la bola de luz blanca flotaba sobre el
muelle de aeronaves superior. Se sumergió detrás del pilón y se perdió de vista.
Curiosa dejó la estación de control y volvió al ala residencial de la Ciudadela
Todo parecía normal. Los criados y cortesanos se inclinaron a su paso. Los guardias
estaban eficazmente en sus puestos.
Alcanzó la intersección principal en el corazón del palacio. A partir de allí las
escaleras y ascensores de piedra variable se ramificaban hacia toda las direcciones por
la estructura: subiendo a los cuartos del evincar, bajando hasta los laboratorios,
bibliotecas, sala de mapas, arsenales y prisiones. Belbe tensó todos los nervios de su ser
buscando al ígneo intruso. El rastro más fuerte (que de hecho era muy débil) provenía
de una ventana en la pared exterior. Desde allí miró hacia abajo en dirección a las
madrigueras de moggs, la torre del mapa, el laboratorio de Volrath, y el techo de las
Galerías de los Sueños. El techo abovedado de la sala tenía pistas fantasmales de calor,
entrecruzándose de ida y vuelta. El visitante fantasma estaba allí.
Por primera vez en su corta vida Belbe echó a correr. Sus piernas se habían
curado totalmente después de su caída en las ruinas unos días atrás y ella corrió hasta
los límites físicos de su marco de aleación. Bajando como un rayo por los pasillos
oscuros del palacio pasó al lado de insospechados cortesanos y soldados semejantes a
manchas borrosas. En unos segundos Belbe llegó hasta las puertas de las Galerías de los

105
Sueños. Sus manos estuvieron a punto de posarse sobre los pomos cuando ambas
puertas enormes se abrieron silenciosamente hacia el interior. Belbe se precipitó en el
gigantesco y quieto salón.
"Ah, mi joven señora."
"¡Crovax!"
Todavía estaba en su armadura llena de polvo. Podía oler la sangre y el humo y
vio trozos de hierba raquítica enganchada en sus botas.
"¿Eras tú?" dijo ella incrédula.
"¿Usted me vio? Oh, sí, eres la emisaria, lo ves todo." Parecía mareado y arrastró
los pies para mantener el equilibrio. "Esto es un extra de nuestros maestros," dijo.
"Puedo ir de un punto a otro."
"Teletransportación."
"¿Así se llama? Te hace doler la cabeza si me lo preguntas a mí." Hizo aparecer
un taburete de piedra variable en el suelo y se sentó.
"¿Qué pasó con el ejército? ¿Por qué los dejaste?"
"¿Mi ejército?" explotó. "¡Es un ganado cobarde y miserable! ¡Si hubiera sido
Eladamri los habría matado a todos!"
"¿Has perdido todo tu ejército?"
El rostro de Crovax se contorsionó. "Solo he perdido algo sin valor."
"¿Cuántos han sobrevivido? ¿Dónde están ahora?"
Dio un salto y se puso de pie. "¿Quién eres tú para cuestionarme?"
"Yo soy la emisaria de los Grandes Señores," dijo Belbe con calma. "Te pregunto
de nuevo, ¿dónde está tu ejército?"
"Ahí fuera," dijo extendiendo una mano. "Luchamos toda la noche. Los rebeldes
iniciaron un fuego alimentado por un viento hacia nuestra posición y muchos de los
soldados quedaron atrapados por las llamas."
"¿Y Eladamri?"
La voz de Crovax fue casi inaudible. "Escapó."
La distante maquinaria de sueños cerca del techo hizo clic y zumbó. Durante
unos segundos fue la única cosa moviéndose o haciendo ruido en las Galerías de los
Sueños.
Luego Belbe habló. "Has fallado."
El tono frío y duro volvió a su voz. "Esta es sólo la primera ronda. Hay muchos
actos aún por jugar."
"Un nuevo evincar debe ser nombrado en breve."
"¡Entonces nómbrame!, ¿a quién más puedes elegir? ¿Greven? Ha sido un
esclavo demasiado tiempo para saber cómo gobernar."
"Hay otro candidato." La piedra variable alrededor de Belbe se agitó como las
olas de un mar. Ella lo ignoró y cuando se calmó dijo, "Me refiero a Ertai."
"¿Ese chico? ¿Los Grandes Señores saben que estás considerando a ese canalla
arrogante?"
"Los Grandes Señores saben todo lo que yo hago," dijo ella con frialdad. "Ertai
tiene dones mágicos muy por encima de cualquier otra persona en Rath. Su influencia
sobre la piedra variable crece día a día."
"¿Podrá comandar un ejército? ¿Podrá gobernar? ¿Podrá dominar?"
"Esas son preguntas a las que tú todavía no me has dado respuestas, Crovax. En
cuanto a Ertai, es inteligente, ingenioso y tiene muchos puntos de vista. Fue Ertai, por
ejemplo, quién ideó la estratagema de la toma de rehenes de la población local para
asegurar que no se prestara apoyo a los rebeldes de Eladamri."

106
Crovax esgrimió una espantosa mueca que le dividió su rostro. "¿Rehenes? ¡Qué
idea más encantadora! Le doy crédito al cachorro." Caminó lentamente haciendo un
círculo alrededor de Belbe lo suficientemente cerca como para que ella sintiera su
aliento frío en la cara. "¿Cuántos rehenes?"
"Mil." Respondió sin saber por qué le había dado esa cifra equivocada.
"¿Dónde están?"
"En las ruinas fuera de la Ciudad de Traidores."
Detuvo su deambulación directamente detrás de ella. "Ya veo. Gracias,
Excelencia."
"¿Por qué?"
"Por restaurar mi fe en la sabiduría de nuestros maestros," dijo. Las frías yemas
de sus dedos le rozaron la parte trasera de su cuello. "Pero escúchame, niña. Yo seré el
Evincar de Rath."
"¿Me estás amenazando, Crovax?"
Los dedos se retiraron. "Por supuesto que no, Excelencia. Tan sólo me
comprometo a hacer todo lo posible por la causa. Usted hace lo mejor para los Grandes
Señores, ¿no?"
"Yo hago la tarea que me fue asignada."
De repente él la rodeó por detrás en sus poderosos brazos, uno alrededor de su
cintura y el otro alrededor de su cuello. En una una fracción de segundo Belbe decidió
no luchar sino que permaneció lo más relajada posible.
"Somos aliados, después de todo," le dijo en voz baja al oído. "La cooperación
puede ser tan satisfactoria como la competencia… si uno busca la compañía adecuada."
"Estoy aquí para elegir a la mejor persona para el trabajo, cualquiera que lo sea."
Dijo Belbe aún sin moverse.
"¿Sin hacer participar ninguna emoción?" preguntó Crovax.
"La emoción no es eficiente."
Crovax apretó su agarre.
"Tu no puedes dominarme, Crovax."
"Ni me ocurriría tratarlo, Excelencia." Dejó caer sus brazos y Belbe se apartó. La
adrenalina corría a través de ella. Se sintió como un estirado resorte en espiral. Crovax
parecía bastante tranquilo.
"Quiero un informe completo sobre la batalla por escrito, detallando sus
pérdidas, las tácticas de Eladamri y el estado del ejército," dijo Belbe temblando por
dentro de emoción. Se mantuvo pensando como se sentiría romper los brazos y piernas
de Crovax. Sabía exactamente cómo hacerlo, incluso a través de su armadura.
"Como usted desee. ¿Cuándo debo presentar mi informe?"
"Lo presentará cuando me plazca." Belbe imaginó su rostro explotando en una
lluvia de sangre y fragmentos de hueso, sus dientes cayendo como granizo en el piso
pulido. "¿Dónde están los supervivientes de tu fuerza?"
"A unos pocos días de marcha de aquí."
"¿Van a volver por su propia cuenta?" Con una patada podría aplastarle la
tráquea y él moriría de una horrorosa muerte lenta....
Se encogió de hombros. "Eso tiene más que ver con Eladamri que con mis
soldados."
"El Depredador está volando de nuevo. Voy a enviar a Greven para que
encuentre a sus hombres y los escolte a casa. El barco aún no tiene armas a bordo pero
los rebeldes no lo saben." Con un solo golpe podría introducirle el cartílago de su nariz
en su cerebro.
El hizo una reverencia y dijo: "Su Excelencia es sabia y frugal."

107
Crovax salió y cerró las puertas de las Galerías de los Sueños en silencio detrás
de él. Belbe saltó en el aire dando una patada y golpeando furiosamente el aire con sus
puños. Cuando esto no pudo satisfacerla corrió hacia la pared y golpeó un elaborado
bajorrelieve representando los sueños de gloria de Volrath. Las paredes de piedra
variable, hechas para imitar el mármol, se quebraron bajo los golpes de Belbe. Tan
pronto como los fragmentos cayeron al suelo comenzaron a subir de nuevo hasta
reunirse con la estructura rota. Siguió golpeando la pared hasta que sus nudillos
estuvieron tan destrozados que se escurrió aceite iridiscente de ellos. Jadeando de
excitación dio un paso atrás para recuperar el aliento.
Su violencia hizo funcionar el dispositivo de sueños. Con un silbido de servos y
cables desenrollándose, tres atrapa-sueños cayeron a nivel de los ojos de Belbe. En cada
uno había una sucia “perla” blanca representando alguna experiencia ilusoria que el
dispositivo consideró conveniente para el estado actual de la mente de Belbe. Ella se
quedó mirando al trío de máquinas y con un grito de pura rabia se apoderó de dos de
ellas en cada mano y las arrancó. El tercer atrapa-sueños se retractó rápidamente.
Belbe disfrutó aplastar los sueños de Volrath bajo su talón.

* * * * *

El ejército llegó a Chireef, el último bastión antes de la Fortaleza, tres días


después de la batalla. Una marcha que a Crovax le había llevado un día y medio Nasser
se contentó con hacerla en el doble de tiempo. Sus hombres estaban cansados, muchos
resultaron heridos, y nadie tenía prisa por volver a casa después de una derrota.
Los jinetes volvieron con la noticia de que el fortín en Chireef parecía
abandonado. Las puertas estaban cerradas y atrancadas y ninguno de la guarnición
respondió a los gritos de los exploradores. Alarmado, Nasser y el Cuerpo de Sargentos
cabalgó por delante del cuerpo principal con toda la caballería restante para investigar lo
que sucedió en Chireef.
El fortín parecía desierto. Las saeteras estaban vacantes. Ningún centinela
caminaban por el techo. Una bandera desconocida colgaba del mástil, el aire estaba
demasiado quieto como para hacerla ondear. A pesar de los repetidos gritos nadie
respondió en el interior del fortín.
La puerta era un bloque de bronce macizo y los soldados Rathianos no estaban
preparados para derribarla. Un equipo de cuatro hombres recibió la orden de escalar los
muros del fortín con cuerdas y garfios de abordaje. La parte exterior de la garita era tan
lisa como el vidrio (para evitar tales intentos de escalada por parte del enemigo) por lo
que tomó algún tiempo hasta que los soldados fueran capaces de alcanzar el techo. Tres
hombres entraron en el fortín y abrieron la puerta exterior mientras que el cuarto arrió la
misteriosa bandera y se la arrojó a Nasser.
Era un triángulo de tela verde rugosa con una imagen simplificada de la cabeza
de una serpiente roja enseñando sus colmillos en el centro.
Las puertas de Chireef se abrieron con un fuerte ruido. Los soldados de
caballería que habían entrado en el fortín surgieron con miradas perplejas. No había
nadie dentro, vivo o muerto. El lugar había quedado totalmente limpio, ni siquiera la
basura quedaba.
"¿Qué pasa con las cisternas?" preguntó Nasser. El ejército tenía sed.
"Vacías," informaron a los exploradores. Alguien había roto las válvulas de
piedra variable haciendo que toda el agua se escurriera de los tanques de
almacenamiento.

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Aquello era claramente el trabajo de Eladamri y sus rebeldes pero el misterioso
estado de la fortificación era inquietante. ¿Por qué no había signos de una pelea?
¿Dónde estaban los muertos o los heridos? Ni siquiera habían encontrado manchas de
sangre. ¿Cómo podía una banda de rebeldes, provistos sólo con armas de mano, capturar
un fortín bien defendido que el ejército había visitado sólo unos días antes?
Una mancha de polvo en el horizonte le advirtió a Nasser que la columna de a
pie estaba en camino. Tharvello y algunos de los sargentos querían mantener a las tropas
lejos de Chireef, ocultar el extraño destino de la guarnición de todo el regimiento. pero
Nasser no se lo permitió.
"Que todos lo sepan," dijo sombríamente. "¡Esto es lo que pueden esperar en
manos de los rebeldes! Déjenlos que contemplen Chireef y luchen más duramente para
evitar el destino de sus compañeros."
Cada compañía desfiló frente a la garita vacía. Válvulas destrozadas y charcos al
pie de la muralla les dejó bien en claro que no había agua para ellos. Se corrió la palabra
a través de las filas sobre la desaparición de toda la guarnición y un escalofrío envolvió
al ejército ya desanimado.
Nasser ordenó que la marcha continuara hasta el anochecer. A pesar de que
estaban a una noche de marcha de la Fortaleza el sargento mayor no quería que su
tropas abatidas llegaran a casa en medio de la noche. Decidió acampar una noche más y
marchar a la ciudad a plena luz del día. Nasser envió una perca por delante con estas
noticias. Sin saber dónde estaba Crovax dirigió su mensaje a Greven il-Vec.
Detuvo al ejército al lado de la carretera principal que corría desde la Fortaleza a
Chireef. Los hombres cansados salieron fuera de la formación y dejaron caer sus
mochilas en el suelo. Las órdenes fueron recoger yesca para las fogatas y desempacar
las ollas comunes para la cena.
Estas tareas mundanas ocuparon al ejército en las últimas horas de luz diurna.
Nasser y sus compañeros estaban a punto de sentarse cuando los centinelas informaron
de una luz desconocida en el cielo.
Nasser volcó su copa en su prisa por ponerse de pie. No tuvo que ir muy lejos
para espiar lo que los centinelas habían visto: una brillante luz dorada volando bajo en
el aire y moviéndose con una velocidad considerable. Se acercaba desde el suroeste en
dirección opuesta a la Fortaleza.
"¿Aeronave?" sugirió Tharvello.
"¿Una aeronave enemiga?" "No lo sé. Alerten a las tropas. Si vamos a ser
atacados los hombres deben dispersarse."
Sonaron las trompetas y las percas y los soldados abandonaron su pobre comida
para tomar sus armas. En ese momento la baliza aérea fue visible para todos mientras
maniobraba por debajo de las perezosas nubes. Murmullos ansiosos pasaron a través de
los rangos.
El zumbido de los motores aéreos llegó a los soldados. El primer tenue esbozo
de la nave detrás de la luz podría ser sólo una ilusión. "Es una grande," dijo Tharvello.
"Cállate," respondió Nasser.
El reflector dorado barrió la llanura cubierta de hierba, a derecha, izquierda,
delante y detrás. Algunos jinetes se vieron atrapados en el haz y los kerls dieron
nerviosas cabriolas cuando la luz golpeó sus ojos débiles. Nasser levantó la mano para
alertar a las tropas. A su señal se dispersarían para evitar el ataque aéreo.
Ni misiles ni bombas eruptaron de la aeronave. En su lugar esta se hizo más
lenta y comenzó a descender. El reflector se giró hacia abajo iluminando el pedazo de
tierra donde el barco aterrizaría. En la luz inversa Nasser reconoció la proa larga y la
mandíbula prominente de embarque. "¡Es el Depredador!"

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Las tropas Rathianos dejaron escapar un grito concertado de alivio y cientos de
ellos se adelantaron para saludar a la nave que aterrizaba. El Depredador descendió a
pocos metros del suelo y se mantuvo flotando allí. Las lámparas ardían delante y atrás, y
en contra de la luz Nasser pudo ver a los miembros de la tripulación corriendo por
cubierta.
Una escalera de cuerda se desenrolló y cayó el suelo pero el primer hombre de la
nave no la utilizó. Greven il-Vec saltó de la cubierta aterrizando limpiamente. Se agachó
para despejar el sobresaliente casco de la aeronave y se irguió una vez que vio al Cuerpo
de Sargentos acercarse para darle la bienvenida.
"¡Terrible Señor!" dijo Nasser sobre el latido de los motores del barco flotante.
"¡Es bueno verle!"
"¿Esto es todo lo que queda de la fuerza?" dijo Greven con firmeza, examinando
los hombres agrupados en torno al Depredador.
Desconcertado, Nasser recuperó su comportamiento profesional y respondió: "Es
todo, Terrible Señor."
"¿Dónde está Crovax?"
Nasser miró a los ojos de Greven. "No está aquí, señor. No le hemos visto desde
hace unos días."
"¿Qué?" tronó Greven. Todos los hombres presentes, veteranos o reclutados, se
estremecieron. "¿Dónde está su comandante en jefe?"
Nasser explicó que Crovax se desvaneció cuando la extraña explosión demolió
su choza. Esperó una demostración adicional de temperamento pero el gigantesco
guerrero pareció contento de oír hablar de la inesperada partida de Crovax.
"Se ha ido, ¿verdad? Su oportunidad de ser evincar también se ha ido." Greven
se dio cuenta de la prensión de los soldados a su alrededor y gruñó. "¿Acaso no tienen
nada mejor que hacer que pararse aquí embobados como un montón de moggs
hambrientos?"
Los soldados despedidos regresaron a sus fogatas. Greven le ordenó al
Depredador que permaneciera en lo alto por si había problemas mientras él permaneció
en el suelo. Quería escuchar una explicación completa de la batalla con los rebeldes.
Luego anunció que dirigiría personalmente al resto de la Expedición Veloceleste en su
vuelta a la Fortaleza.
Greven supo toda la historia de Nasser y los sargentos. Ellos culparon al viento y
al fuego de su descalabro y le confirmaron que Eladamri había tenido aliados Vec y Dal
en la lucha.
Greven escuchó cada palabra. Sus rasgos inhumanamente duros fueron una
máscara para los sargentos reunidos. Mientras Greven se quedó sentado allí, pensando
pero aún sin decir nada, uno por uno los sargentos se marcharon para dormir un poco.
Nasser fue el último en irse.
"Si no hay nada más, Terrible Señor, le diré buenas noches." Greven miró la
fogata moribunda. Nasser saludó secamente y desapareció en las tinieblas de afuera.
No había andado ni nueve metros cuando Tharvello lo agarró desde atrás.
"¿Qué pasa?," dijo Nasser.
"Has oído a Greven allí atrás. Esto significa el fin de Crovax, ¿no?"
"Esas decisiones se producen muy por encima de mi cabeza."
"Vamos, tu y yo tiramos del dobladillo del manto de Crovax de buena gana
pensando que nos haría avanzar en el ejército y sacarnos de debajo del bastardo pulgar
de Greven. ¡Bueno, Crovax fue un chapucero! Debemos hacer las paces con Greven."
"Hablas como un delicado cortesano," dijo Nasser. "No voy a vender mi lealtad a
la primera señal de adversidad."

110
Tharvello sonrió. "¿Así que te vas a quedar con Crovax?"
"Yo sirvo a Rath, no a un solo hombre. Si piensas que Crovax está acabado estás
muy equivocado. Derrotado o no derrotado él va a regresar más fuerte que nunca. Marca
lo que digo."
Nasser le dejó.

* * * * *

Tharvello abrió su cota de malla y sacó la perca que había escondido debajo. Las
percas recordaban las últimas palabras habladas en su presencia.
Tus palabras están marcadas, pensó Tharvello, acariciando la criatura alada.

111
Capitulo 11

Banquete

Ertai caminaba por un pasillo vacío, un largo rollo de pergamino en una mano,
un pedazo de pan blando en el otro. El extremo del pergamino se arrastraba por el suelo
mientras este seguía adelante comiendo su merienda. Salió al pasillo principal justo
cuando Dorian il-Dal apareció como una flecha. Ambos cayeron en una maraña y el
manuscrito se enredó alrededor de ellos mientras luchaban para liberarse a si mismos.
"¡Estate quieto!," dijo Ertai. "¡Vas a romper el rollo!"
"¡Ayuda! ¡No tengo tiempo para estas tonterías! ¡Uf! ¿Dónde está la emisaria,
joven?" Ertai se deslizó fuera del enredo.
"No la he visto."
"¡Tengo que encontrarla! ¡Debe saber de esta cosa terrible!"
"¿Qué cosa tan terrible?"
Dorian intentó desembarazarse de los rollos de pergamino y desenredar sus
piernas de las de Ertai. "¡Los rehenes! ¡Los rehenes! han desaparecido!"

112
Ertai empujó a Dorian hacia atrás. La cabeza del chambelán golpeó en el suelo y
cuando lo hizo la piedra variable se apoderó de su cabeza calva y se mantuvo allí.
Con los ojos muy abiertos por el shock Dorian balbuceó, "¡Tú controlas la
piedra!"
"Parcialmente," dijo Ertai levantándose y sacudiéndose el polvo. "Ahora, ¿qué te
puso en tal estado de pánico? Seis mil personas no desaparecen así nomás. Greven debe
haberlas movido."
"Greven se fue con el Depredador esta mañana… ¡y ni un solo rehén permanece
en la zona de contención!"
Sus palabras se clavaron a través del corazón de Ertai. Con su concentración
sacudida su control de la piedra variable se evaporó. Liberado, Dorian se sentó y agarró
la pierna de Ertai.
"Hace menos de dos horas he recibido un informe del comisario oficial. Fue a
las empalizadas para distribuir alimentos y agua y descubrió que todo el mundo se había
ido."
"¿Qué pasa con los guardias?"
"También han desaparecido." Dorian se puso a llorar. "Había un gran número de
huellas que salían de la ciudad y se metían en las cavernas pero no hay manera de salir
del cráter por allí."
"¿Usted ha enviado a alguien a rastrear?"
Dorian asintió, limpiándose la nariz con la manga. "¡Por supuesto que lo hice!
¡Algunos regresaron diciendo que las pistas conducían derecho a la pared del cráter pero
no hay túneles o cuevas en ese lugar sólo un muro ciego! Cuatro hombres se perdieron
durante la búsqueda. Me temo que los Pozos de la Muerte…"
"¿Qué es eso?"
Dorian se retorció de mala gana. "Una fábula, en su mayoría. Los desechos del
proceso de creación de piedra variable se envían hacia remotas cavernas y grietas. Se ve
como el alquitrán pero es muy venenoso. Los crédulos creen que los Pozos de la Muerte
es un ser sensible. Es sólo un mito."
"Pero usted dijo que temía algo…" le objetó Ertai.
"¡Es una traición!" Dorian comenzó a sollozar otra vez. "¡Si un solo rehén muere
va a ser muy malo para nosotros!"
"Ven," dijo Ertai levantando rotundamente al chambelán en pie. "Tratemos de
encontrar a Belbe."
"He buscado y buscado. Nadie sabe dónde está."
Ertai cerró los ojos y levantó las manos a quince centímetros de distancia justo
en frente de su pecho. La energía mágica crepitó entre las palmas de sus manos
solidificándose rápidamente en un objeto con forma de estrella que giraba.
"¿Qué es eso?" preguntó Dorian secándose los ojos.
"Un buscador." Ertai le impartió una única orden mental a su creación mágica:
Encuentra a Belbe. La estrella se marchó girando y el agarró la parte delantera de la
túnica de Dorian y le dijo: "¡Por aquí! ¡No lo pierdas de vista!"
Siguieron al buscador volador a través de pasillos oscuros y alumbrados, y en
poco tiempo se hizo evidente hacia donde iba.
"Está en la gran sala," dijo Ertai. "¿A dónde llegó por primera vez?"
Una de las grandes puertas estaba entreabierta. La estrella giratoria sobrevoló
fuera incapaz de pasar las poderosas guardas mágicas colocadas alrededor de las
Galerías de los Sueños. Ertai desencantó el buscador con un movimiento de su mano y
con Dorian detrás entró en la amplia sala.

113
Sus pies pisotearon algo que crujió. El suelo estaba lleno con brillantes
fragmentos de color gris que no eran de piedra variable sino algún tipo de cristal. Hasta
donde abarcaba la vista el lugar estaba salpicado de las cosas.
Varios metros a la distancia se produjo un choque seguido por el tintineo de
trozos rotos. Ertai corrió hacia adelante y encontró fragmentos de un globo
recientemente destrozado que seguía girando en el suelo negro espejado.
"¿Belbe?"
Oyó una voz baja murmurando y otra esfera gris cayó despedazada a unos
metros de distancia. Ertai miró hacia arriba y vio a una figura que se movía en las
borrosas alturas.
"¿Belbe?" gritó en voz más alta.
"Vete, estoy ocupada."
Él frunció el ceño. ¿Qué le estaba pasando? "¡Se trata de los rehenes! ¡Han
desaparecido!"
Ella guardó silencio un momento y luego dijo: "Sube."
Se puso a buscar una escalera, peldaños, cualquier forma de subir. "¿Cómo?"
"Tú eres el mago."
Enfurecidamente fue hasta las monumentales pilastras que sostenían el techo de
cristal puso sus manos en contra de la dura superficie de piedra variable y unas asas
tomaron forma para él. Subió de manera equilibrada notando que los asideros
desaparecían después de que él los utilizaba. El techo era muy alto y le llevó varios
minutos de escalada alcanzar una especie de entresuelo hecho de una retícula de metal
negro, invisible desde abajo. Allí estaban almacenados todos los extraños dispositivos
que Volrath utilizaba para explorar y preservar sus sueños. Belbe había estado
caminando a lo largo de la plataforma arrancando todas las esferas que guardaban
sueños y arrojándolas al suelo.
Ahora estaba sentada a horcajadas sobre el borde de la pasarela con los pies
colgando al aire libre. Ertai se deslizó con cautela por la plataforma y trató de no mirar
hacia abajo.
"¿Qué estás haciendo?" preguntó.
"Se llama 'limpieza de la casa'," dijo. "Me he estado deshaciendo de la colección
de terrores y placeres de Volrath." Levantó una cáscara rota. "En su caso no había
mucha diferencia entre ambos."
"¡Belbe, los rehenes Dal, Vec y Kor han desaparecido!"
Arrojando un caparzón al abismo preguntó: "¿Han escapado?"
"¡No lo sé! Dorian dice que incluso los guardias se han desvanecido."
"Ah. Me pregunto..."
"¿Sabes algo sobre esto?" Se inclinó y tomó su mano. "Belbe, ¿que está
pasando? ¡La seguridad de miles está en juego!"
Ella apartó la vista. "Probablemente ha sido trabajo de Crovax."
"¿Crovax? ¿Está aquí?"
"Crovax ha regresado y sus poderes se han incrementado mucho. Podría haber
abierto un túnel a través de la pared del cráter con un gesto de su mano."
"¡Por todos los colores… si le hace daño a esa gente, todos los miembros de su
familia se unirán a la rebelión de Eladamri!"
"Crovax..." Se agarró a la plataforma de malla a ambos lados, cada dedo en una
perforación diferente y cuando dijo el nombre cerró la mano desgarrando la red de
enormemente fuerte metal como si fuera una tela podrida.
"Bajemos de aquí," anunció.
"Puedo hacer asideros, si quieres bajar conmigo."

114
"Demasiado lento." Agarró un atrapa-sueños vacío y lo abrazó fuertemente. "Ven
aquí, Ertai." El mago gateó hacia ella quien lo recogió con su brazo libre. "Sostente."
"¿Qué estas…?"
Antes de que pudiera terminar su pregunta Belbe se deslizó fuera de la
plataforma. Ambos se hundieron con Ertai gritando todo el camino. A medio camino del
piso el carrete de alambre del atrapa-sueños se tensó desacelerando la caída. Se ajustó
por el exceso de peso y los bajó con suavidad a la explanada.
Con sus pies en tierra firme de nuevo Ertai dijo: "¡Me podrías haber advertido!"
"Los candidatos a evincar deben ser audaces," dijo abriendo los brazos y
liberando a Ertai y al atrapa-sueños. El mecanismo vacío zumbó y con un azote voló de
regreso a las vigas.
Con Dorian detrás, Belbe y Ertai salieron corriendo por el pasillo. Ella se desvió
a través de la guarnición para entrar en la Guardia de Palacio.
“Selle la Ciudadela,” le ordenó a los guardias, nadie iba a entrar o salir sin su
aprobación. Luego ella, Ertai y Dorian se apretaron en una de las máquinas caminadoras
de piedra variable de Volrath. Incluso con una prisa extrema les llevaría un par de horas
dar la vuelta al cráter hasta el lugar fuera de la Fortaleza donde las pistas de los rehenes
llegaban.

* * * * *

En lo profundo del Bosque Veloceleste estaba el Ojo de Korai, un montículo de


cumbre plana creado a lo largo de varios siglos por los elfos del bosque. Cestas de tierra
y piedras fueron traídas de fuera de Veloceleste y depositadas en un lugar situado dentro
de la parte más densa del pantano. Pasados los años se creó una isla artificial que se
elevó a unos siete metros por encima de las estancadas aguas negras. La parte superior
plana cubría seis kilómetros cuadrados y estaba pavimentada con miles de piedras
cuidadosamente encajadas traídas a mano por generaciones de elfos. El montículo fue
llamado el Ojo de Korai por el gran jefe elfo que lo comenzó.
A principios de la rebelión Greven il-Vec encontró el Ojo desde el aire y el sitio
estaba gravemente dañado por las bombas. El Ojo fue reparado y una red de camuflaje
gigante fue fabricada para cubrir el montículo. Tejida de enredaderas vivientes, la red se
mezclaba con el dosel natural de los árboles, ocultando el sitio sagrado de la asamblea
de los elfos.
Era en el Ojo de Korai donde las tribus de los elfos se reunían para celebrar sus
ceremonias más solemnes, para honrar a sus muertos (que eran enterrados en nichos en
lo más profundo del montículo), y para consultarse mutuamente sobre asuntos
importantes. Era lo más natural que el lugar elegido por Eladamri y sus aliados para
reunirse con la figura santa más reverenciada en Rath, la Oráculo en-Vec, hubiera sido
el Ojo.
Nadie sabía su verdadero nombre. Ella era muy vieja, mucho más anciana que la
matriarca Tant Jova o cualquiera de sus hermanas. Se rumoreaba que la Oráculo había
habitado en otros planos y no sólo podía ver el futuro de ese mundo sino también el
futuro de otros mundos.
Nadie la vio llegar. Eladamri y su gente fueron a dormir una noche después de su
llegada y se despertaron al día siguiente para descubrir que un pabellón extraño había
aparecido en el centro exacto del Ojo. El pabellón se parecía a la tienda de un nómada
Vec: techo cónico y paredes inclinadas, pero era más grande y cambiaba de color
constantemente cuando la luz y la sombra jugaban sobre el. No había una obvia entrada.

115
A Eladamri le hizo gracia cuando Darsett caminó alrededor y alrededor del pabellón en
busca de una puerta y no la encontró. "Es un maldito truco," gruñó Darsett.
"Por supuesto," dijo Eladamri. "¿Qué mejor manera de preservar tu privacidad
que vivir en una casa sin puerta?"
Tant Jova y sus jóvenes guardaespaldas mujeres se unieron a los Dal y los elfos.
La anciana estaba apoyada en el brazo de una de sus orgullosas nietas, la guerrera Liin
Sivi.
"Señorita, ¿cómo podemos hablar con este oráculo suyo?" preguntó finalmente
Darsett.
En cambio Tant Jova respondió: "No podrás, Oh Darsett. Cuando la Oráculo
tenga algo que decir, llamará."
Se quedaron cerca del misterioso pabellón durante algún tiempo con algo de
esperanza de ser convocados a la presencia de la famosa oráculo. Cuando los minutos se
convirtieron en horas Darsett se irritó y se fue. Eladamri también tenía asuntos que
atender y se despidió. Sólo Tant Jova permaneció. Sivi encontró una silla plegada para
que su abuela se sentara y se quedó con ella.
Después de su derrota a Crovax, Eladamri envió corredores a todos los distritos
llevando la noticia. Como él había esperado nuevos reclutas se presentaron con ganas de
luchar contra las fuerzas de aquel gobierno desordenado así que estableció una serie de
campamentos de reclutamiento en las márgenes de la selva. Allí, tenientes de confianza
desestimaron a los traicioneros y los perezosos de la corriente de voluntarios Solo los
que mostraron compromiso y capacidad de resistencia serían llevados a las
profundidades de Veloceleste para comenzar su entrenamiento para la guerra.
La luz del día estaba comenzando a desparecer cuando Eladamri y Darsett
fueron alertados por Tant Jova de que había aparecido una puerta en la tienda de la
oráculo. Los tres líderes aliados se colocaron uno al lado del otro fuera del pabellón,
mirando a la aleteante apertura de lona. La tienda de la oráculo tenía una aureola de un
tenue resplandor verdoso. Este halo preocupó a la matriarca Vec.
"Es una mala señal," dijo Tant Jova.
"¿Y cómo es eso?" preguntó Darsett.
"Para mi pueblo, el verde es un color de mal agüero."
"Entre el mío, es una buena señal," dijo Eladamri alegremente. "El verde es el
color de los árboles centenarios. Tal vez ella usa esta aura para honrarme." Tant Jova no
se vio muy convencida.
"Supongo que deberíamos entrar," murmuró Darsett. Eladamri asintió con la
cabeza y tomó la delantera. Darsett le siguió y una preocupada Tant Jova cerraba la
marcha.
Entrar en la tienda era como entrar en un banco de niebla. Cada característica
visible, incluyendo la entrada, desapareció una vez que estuvieron en el interior. La
ligera niebla verdosa olía profundamente a incienso y especias raras. Los olores eran
suficientemente fuertes para hacer nadar la cabeza de Eladamri. Siguió su camino en
línea recta, o por lo menos el supuso que lo estaba haciendo, durante varios metros que
no tuvieron sentido. El pabellón no tenía más de cuatro metros y medio de ancho visto
desde el exterior. ¿Estaba caminando en una especie de mareante círculo?
"Buscador, ven. Eres bienvenido," dijo una voz sin origen.
"¿Dónde está?" dijo Eladamri.
"Aquí, a tu alrededor."
Él se enfureció un poco. ¿Por qué estas personas místicas siempre eran tan
oscuras? "Quiero hablar con usted cara a cara," gritó.

116
Apenas había dicho esto una silueta oscura apareció en la niebla. Eladamri se
acercó con precaución. La silueta se transformó en una mujer Vec sentada y vestida con
ropas nómadas estampadas densamente con remolinos bordados de color verde y
marrón. Estaba al lado de una alta mesa con forma de tazón llena con un líquido
plateado. Su rostro estaba mirando hacia abajo con los brazos apretando el tazón a cada
lado.
"¿Tú eres la Oráculo en-Vec?" preguntó Eladamri.
"Yo esperaba que tu primera pregunta fuera más inteligente."
Sorprendido por su descaro, el líder elfo respondió: "¿Qué es esto? ¿Usted quiere
que admita que se burló de mi ingenio?"
"Haya paz, Oh Eladamri. No te ofendas de mi soltura de lengua. Cuando el
pasado, el presente y el futuro existen en tu mente al mismo tiempo es difícil ahorrar
suficientes pensamientos para las buenas costumbres."
Ella levantó la cabeza. Eladamri había oído que la oráculo era una anciana de
edad pero la cara que vio fue tan fresca como un lirio abierto. A él le pareció que no
tenía más de quince años de edad.
"Tengo muchos más años que eso," dijo la oráculo. "Lo que ves es una ilusión
como a mí me gusta verme."
"¿Puedes leer mentes?"
"Cuando son lo suficientemente simples me asomo detrás de los ojos pensantes y
leo sus palabras antes de que se formen en sus labios."
"¡Más insultos! ¿Por qué estoy aquí, Oh Oráculo?"
Ella sopló en la superficie de la taza y el líquido plateado onduló hasta el borde y
volvió. "Tu causa es justa, Oh Eladamri. Tus triunfos son genuinos pero la victoria final
está más allá de tu alcance."
"Todo es posible con la ayuda de los dioses," dijo él. "¿Me estás diciendo que la
rebelión está condenada al fracaso?"
"Nunca tendrá éxito en Rath."
El no quiso creerlo. A pesar de su invocación a los dioses Eladamri era un
realista creyendo en primer lugar y principalmente en Eladamri. Le dolía que este
antiguo oráculo, este fenómeno, le dijera rotundamente que su causa fuera imposible.
"No es imposible," dijo ella. "Un día derrotarás a tus enemigos, señor elfo, y
serás aclamado como el salvador de un mundo que no será el tuyo."
"Basta de vaguedades," dijo. "Dime algo útil. ¿Qué está haciendo Crovax en este
momento?"
Ella apretó sus labios amarronados y sopló de nuevo sobre el charco de plata.
Aunque Eladamri no podía ver nada en el la Oráculo miró detenidamente en el tazón. Se
estremeció violentamente y golpeó el espejo líquido con la palma de su mano.
"¡Oh, oh!" fue todo lo que la Oráculo pudo decir.
"¿Qué pasa?"
"¡Es horrible! No puedo…"
"¿Qué?"
"¡Sangre y más sangre... se alimenta de sus vidas!
¡Abominación!"
Eladamri se inclinó hacia delante apoyando su mano en el
borde del tazón. Colocó su cara cerca de la de la Oráculo y por un
instante alcanzó a ver su verdadero rostro, una piel profundamente
arrugada del color del barro, ojos hundidos, una nariz tan pequeña que
no era más que dos agujeros en la cara. Parpadeó y la impresión
despareció. La chica de ojos color rocío estaba de vuelta.

117
"Habla con claridad," le exhortó. "Tengo que saber que es lo que está haciendo
Crovax."
"No puedo decírtelo...." susurró. Le dio la espalda en señal de repugnancia.
"¡Esto es inútil! ¿Me puedes decir algo de valor?"
"Dos cosas, Oh Eladamri. Tu destino yace en la Fortaleza, no en el bosque o en
la llanura. Se te ofrecerá una puerta, y deberás entrar en ella. ¡Si haces lo contrario
condenarás todo lo que aprecias!"
"¡La Fortaleza! ¿Debo atacar allí antes que se elija a un nuevo evincar? ¿Es eso
lo que me estás diciendo?"
La oráculo se hundió en su silla, cubriéndose el rostro con sus manos. "No...
ningún ataque a la Fortaleza tendrá éxito. Esta caerá en las manos del más tranquilo y
silencioso de todos, ningún hombre, ningún elfo. Deberás ir allí en cadenas, Oh
Eladamri. Ir encadenado, ir encadenado. El Muerto abrirá una puerta para tí y tú debes
atravesarla."
"¡No lo entiendo! ¿Voy a ser capturado? ¿Es eso lo que quieres decir?"
La niebla se espesó entre ellos. El trató de estirarse a través de ella y apoderarse
de la Oráculo pero fue como apoderarse de una sombra.
"¿A dónde me llevará esa puerta?" exclamó.
Su respuesta fue un susurro desvaneciéndose rápidamente. "A una tierra de luz y
color. Ve allí. Ve allí y se el Korvecdal..."
La niebla desapareció y Eladamri se encontró de pie al aire libre sobre el Ojo de
Korai. La tienda de la Oráculo se había ido. Darsett y Tant Jova estaban a unos metros
de distancia, con los ojos cerrados. Eladamri se sacudió las secuelas de las intensas
ilusiones de la oráculo y se giró a sus amigos.
Ambos se despertaron al mismo tiempo.
"¡Se ha ido!" dijo Darsett.
"¿Acaso alguna vez estuvo aquí?" preguntó Eladamri a pesar de que sabía la
respuesta.
"He oído todo," dijo Tant Jova. "¡Sus profecías y tu proclamación como el
Korvecdal!"
"Yo también la oí pero no podía ver ni hablar," dijo Darsett perplejo.
"Sí, sí," dijo Tant Jova. "La palabra debe ser gritada en cada aldea y cada tienda:
Eladamri es el Prometido. ¡Eladamri es el Korvecdal!"
Los rebeldes en el montículo se reunieron rápidamente cuando oyeron el grito de
la matriarca Vec. Todos repitieron el estribillo: "¡El Prometido! ¡El Korvecdal!", y lo
gritaron tan fuerte como pudieron, una y otra vez. Liin Sivi y Gallan levantaron a
Eladamri sobre sus hombros. A pesar de sus dudas acerca de las oscuras predicciones
del oráculo Eladamri estaba muy aliviado. Toda su vida había soñado con ese momento.
Tantos se habían sacrificado, no sólo él: su esposa, su única hija, una vida segura y
normal todo perdido por las oscuras fuerzas de la Fortaleza. Ahora la lucha final podría
comenzar. Él sería el Korvecdal, no importaban las oscuras y ambiguas profecías que la
Oráculo en-Vec había hecho.
Llevaron a Eladamri alrededor del perímetro del Ojo gritando y cantando
canciones de guerra. Estaban a punto de comenzar un segundo circuito cuando cuatro
elfos cansados y ensangrentados se presentaron en el borde del montículo. El desfile
triunfal cesó bruscamente y Eladamri fue bajado de nuevo en sus pies.

118
Saludó a los apresurados recién llegado. "Yo te conozco, Hermano," le dijo al
más anciano de los elfos del grupo."¿Tú eres Raydon, de la aldea Puentemohoso?"
"Lo soy. Salud a ti, Hermano." Raydon tenía un número considerable de cortes
de espada en los brazos
y visibles marcas de
tajos de cuchillo en su
coraza."Mis sobrinos y
yo somos todo lo que
queda de una banda de
cuarenta fuertes
luchadores. Veníamos
de camino hasta aquí
para reunirse con
vosotros, Eladamri,
cuando fuimos atacados
por la nave voladora del
evincar."
La alarma
rebotó a través de la
multitud.
"¿Qué?" dijo
Darsett. "¿El Depredador vuela de nuevo?"
"Lo hace, o su gemelo," dijo el cansado Raydon. "Tomamos un atajo a través de
la llanura desde Puentemohoso y los demonios cayeron sobre nosotros sin previo aviso."
"Tienen lesiones de armas en las manos," dijo Eladamri. "¿Cómo sucedió eso?"
"Fue su método, Hermano," dijo el elfo. "No hicieron llover fuego y flechas
sobre nosotros como en el pasado. El barco volador bajó y un centenar de soldados
salió. Greven Il-Vec los lideraba."
La mención del señor guerrero Rathiano provocó nuevos gritos de venganza.
Eladamri tranquilizó a sus amigos y aliados.
"Esto cambia mucho," dijo. "Tenía la esperanza de forjar un ejército que luchara
contra los soldados de la Fortaleza en combate abierto pero no nos podemos atrever a
exponernos a la destrucción desde el aire."
"¿Qué podemos hacer?" preguntó Gallan.
Eladamri reflexionó un momento. "Tenemos que seguir adelante," dijo. "Vamos
a volver a las viejas formas: emboscada, golpear al enemigo y huir. Robaremos sus
armas y esperaremos el momento oportuno mientras nuestra fuerza crece."
"No podemos ganar la guerra por emboscar los fortines," dijo Darsett.
"Es por ese buque volador," dijo Tant Jova golpeando el suelo con su bastón.
"¡Sin el la Fortaleza se derrumbaría como un barril podrido!"
Los aliados comenzaron a discutir estrategias. Las voces se levantaron por no
ponerse de acuerdo sobre cómo luchar bajo la amenaza del ataque aéreo.
Gallan se giró a Eladamri. "¿Cuál es nuestro mejor curso de acción, Hermano?"
"Destruir el barco volador."
"Haces que parezca fácil," dijo Darsett con amargura.
"No será fácil," respondió Eladamri, "pero se debe hacer."
"¿Pero cómo? El Depredador pasa la noche dentro de la fortaleza," le objetó
Gallan.
"Es verdad."

119
Darsett gruñó, "¿Está usted proponiendo que tomemos por asalto la Fortaleza
para destruir al barco volador?"
"Ningún ‘asalto’, Darsett. Sólo será una pequeña visita de unos cuantos amigos y
yo."
Tant Jova parecía confundida. "¡¿No irás a atacar la Fortaleza tu solo, O
Eladamri?!"
"No," dijo. "Voy a entregarme."

* * * * *

Habría sido más rápido buscar a Crovax por aire pero Greven se había llevado al
Depredador para encontrar la Fuerza Expedicionaria de Veloceleste por lo que se vieron
obligados a depender de uno de los viejos caminantes bípedos de Volrath. El Pavo sin
Cabeza, como Ertai lo llamó, rebotó a través del paisaje ondulado por debajo del cráter.
El caminante avanzaba lentamente por aquel terreno desigual.
Contrariamente a la calzada principal de la Fortaleza la llanura era nivelada y
cubierta de altas hierbas amarillas que daban a la rodilla. Cuando el ‘Pavo’ salió de una
barranca poco profunda los ojos agudos de Belbe vieron una mancha en el horizonte:
una multitud de personas.
"Más rápido," dijo.

120
La vieja máquina de Volrath cubrió el suelo plano a una admirable velocidad con
cada movimiento de los pies con puntas de metal desgarrando una tajada polvorienta.
Ertai estaba en los controles que consistían en dos palancas, una para cada pierna. Las
había empujado hacia adelante tanto como pudo al máximo de la velocidad. Belbe
estaba situada en la parte delantera de la máquina con la mano en la frente explorando
los obstáculos. Rebotando en la parte de atrás iba Dorian apretando los lados del
corredor con manos de nudillos blancos.
Cuando aún estaban a unos dos kilómetros de la evidente multitud Belbe se puso
rígida y le hizo una señal a Ertai para que desacelerara. Él tiró de las palancas
convirtiendo el galope del Pavo en un trote lento.
"¿Qué ve?," preguntó Dorian.
"Gente," respondió ella desconcertada. "Parecen estar flotando por encima del
suelo."
Un grito lejano los alcanzó, un tenue gemido de puro terror y angustia extrema.
Ertai dejó caer las manos, y el caminante se detuvo.
"¡El no estará…!"
"Así es." Afirmó Belbe saltando por la borda. Estaba a dos metros y medio del
suelo pero aterrizó suavemente en sus pies y salió corriendo. Ertai empujó hacia
adelante los controles enviando al caminante rebotando detrás de la fulminante emisaria.
Belbe cubrió los últimos setecientos metros en cuestión de segundos. Lo que ella
había pensado que era gente "flotando" no era eso en absoluto. Más por delante la
llanura estaba densamente salpicada con postes afilados formados a partir del sustrato
de piedra variable que yacía debajo de la delgada capa de la superficie del suelo. Los
rehenes estaban empalados en los postes: miles de ellos.
Belbe se detuvo, congelada en seco por la escena ante sus ojos. Crovax le había
mandado a los picos salir fuera del suelo y empalar a las víctimas allí donde se
encontraban. Algunos murieron inmediatamente. Otros se tomaron el tiempo para
encontrar la muerte y algunos aún se aferraban a la vida. Sus gemidos eran como un
viento arremolinado, procedente de todas las direcciones a la vez.
Ella no oyó el golpe seco del caminante deteniéndose detrás de ella. Este se puso
en cuclillas y Ertai salió. Dorian no pudo. Enterró su rostro entre las manos y sollozó.
Lo siguiente que Belbe sintió fue la mano de Ertai sobre su hombro. Ella la
apartó furiosamente.
"¿Cómo pudo hacer esto?" susurró Ertai.
"Su poder sobre la piedra variable se está desarrollando de forma exponencial,"
dijo Belbe. "Ha aprendido a fijar los moldes en formas permanentes. Es impresionante."
"¿Impresionante? ¿Cómo puedes decir que este salvaje es impresionante?" Ertai
dio un paso atrás con una mirada de horror en su rostro.
Lentamente Belbe entró en el bosque de muerte. La mayor parte de las estacas
eran de dos metros y medio a tres metros de altura lo suficientemente altas para que los
pies de las víctimas no pudieran llegar a la tierra. Los picos de metal gris estaban negros
por las vísceras y el aire estaba cargado con el olor de la sangre. Ertai trató de seguir a
Belbe pero después de unos pocos metros se vino abajo, con náuseas.
Aturdida, Belbe terminó su camino por el laberinto de picos.
Como se habían originado allí donde una persona había estado de pie, no estaban
en orden, no había un patrón en su colocación. Cuando una familia se había abrazado en
busca de seguridad un pico para cada uno de ellos había entrado en erupción. Haberse
quedado solo tampoco había sido la salvación. Muchas de las víctimas parecían como si
hubieran sido atrapadas en medio de un paso. La edad y el sexo no habían hecho
ninguna diferencia, todos habían caído a la insaciable venganza de Crovax.

121
Se escuchó un grito muy cerca de allí. Aturdida, Belbe se giró hacia el sonido.
Vio a un grupo de moggs tratando de llevarse a un hombre Dal. Sin pensarlo se arrojó
sobre ellos arremetiendo con puñetazos y patadas contra los repugnantes trasgos.
Desconcertados, los moggs dejaron ir a su presa y huyeron aullando.
Belbe trató de ayudar al hombre para que se pusiera en pie pero estaba
enloquecido por el temor y siguió tratando de arrastrarse en cuatro patas.
"Está bien, está bien," dijo Belbe una y otra vez. El hombre, envuelto en sangre,
la miró y empezó a hablar.
Sus palabras fueron interrumpidas por un pico emergiendo del suelo debajo de
él. Lo empujó hacia arriba con tanta fuerza que el hombre fue levantando un metro por
el aire antes de que incluso Belbe pudiera reaccionar. Agarró el filoso poste que seguía
creciendo y trató de quebrarlo pero incluso su considerable fuerza no podría afectar a
una estaca de metal de tres metros de altura y en ese momento de casi veinte
centímetros de espesor. La sangre cayó en cascada por el palo sobre las manos de Belbe
y esta, temblando, se echó hacia atrás y lanzó un grito de terror.
Ertai oyó su alarido. Enfermo y agitado corrió hacia ella gritando su nombre. Se
agachó en torno a un grupo de gruesos picos y ambos cayeron en los brazos del otro.
Belbe estaba bañada en sangre hasta los codos y en algún momento un espeso chorro de
sangre le había rociado la cara.
"¡Belbe! ¡Belbe!" gritó él sacudiéndola por los hombros. Levantó una mano para
pegarle pero con sus reflejos tan rápidos como un relámpago ella le atrapó la mano
mucho antes de que pudiera golpear.
"¡Si me golpeas te mato!" exclamó ella. Para enfatizar su punto le estrujó la
mano. Ertai dobló las piernas para aliviar la presión sobre su mano y Belbe le obligó a
ponerse de rodillas.
"No me hagas daño," dijo. "¿No han habido suficientes personas heridas hoy
mismo?"
De pronto, avergonzada, lo dejó en libertad. "Crovax. Debo encontrar a Crovax."
La sangre y el polvo habían fabricado un denso barro de color marrón que se
aferró a las rodillas de Ertai. "Iré contigo."
Caminaron a través de lo que parecía ser una interminable campo de carnicería.
Ertai mantuvo los ojos fijos en el suelo pero Belbe miró con los ojos abiertos a cada
horror. Las imágenes y los olores de la muerte la asaltaron a cada paso y la incansable
mente analítica ofrecida a ella por sus maestros pirexianos hizo su catálogo de cada
víctima a su paso:
Hombre, Dal, edad estimada, 60. Empalado a través del pecho.
Hombre, Vec, edad estimada, 72. Empalado a través del muslo, el abdomen, la
axila.
Mujer, Vec, edad estimada, 11. Empalada a través de los pies, muslo, y cabeza.
Mujer, Dal, edad estimada, 44. Empalada a través del abdomen
Hombre, Vec, 6.
Mujer, Kor.
Mujer.
Mujer.
Mujer...
Ertai se aferraba a su mano. Ella cesó su macabro catálogo y dijo: "¿Todavía
quieres el trabajo?"
"¿Cómo puedo derrotar a un hombre que hace cosas como esta?" dijo él.
"¿Cómo puedes permitir que un monstruo como él gobierne un mundo entero?"

122
"Debo escoger al mejor candidato para evincar," dijo Belbe con voz débil. "Solo
existo para tomar esta decisión."
Belbe oyó voces por delante. Ertai dejó caer su mano y continuó. Belbe siguió,
contando metódicamente los muertos.
En el epicentro del campo mortal había un espacio libre de veinte metros de
ancho. En medio del claro estaba sentado Crovax en una larga mesa rectangular cubierta
con un inmaculado mantel blanco. Les daba la espalda. Un grupo de moggs armados
con hachas y palos estaban de pie holgazaneando alrededor del borde del claro. Otros
vestidos extrañamente cómicos, llevaban puestos lujosos uniformes de terciopelo y
pelucas y acercaban bandejas de plata cargadas de alimentos a la mesa.
"Bienvenida, Excelencia," dijo Crovax sin dejar de darles la espalda. "¿Mi rival,
el joven Ertai, está con usted?"
"Bastardo," escupió Ertai comenzando a caminar hacia delante. Belbe lo detuvo.
"¿Vamos a tener un almuerzo?" dijo. La misma serenidad de siempre había
regresado a su voz. La vista de Crovax le dió el enfoque necesario a sus violentos
sentidos.
"Una comida ligera. Ha sido una mañana muy ocupada. Por favor, únanse a mí."
La cara de Ertai se puso de color púrpura pero Belbe le advirtió con una mirada.
"Yo no como, pero
igualmente gracias," dijo.
Ella le indicó a Ertai que la
siguiera.
Dieron la vuelta
hasta el extremo de la mesa
que Crovax había levantado
desde el suelo. Dos sillas de
respaldo alto subieron
burbujeando y se
solidificaron frente a
Crovax. Belbe se deslizó
con gracia en una silla. Y
Ertai cayó pesadamente en
la otra.
Era una escena
extraordinaria. Crovax se
había quitado su habitual atuendo negro y estaba vestido todo de blanco: incruento, de
un blanco estéril, sin una mota de sangre o suciedad en él. Un manto blanco con ribetes
dorados colgaba a través de sus hombros y en su cabeza llevaba un adorno en forma de
anillo forjado de oro y esmalte blanco. Se había cortado su larga coleta hasta el cuello y
había dejado su pelo suelto. Si no hubiera estado respaldado por un panorama de muerte
violenta Crovax habría sido el epítome de un monarca pacífico y civilizado.
"¿Vino?" dijo. Un mogg, con una corbata blanca mal ajustada, saltó hasta el
codo de Belbe y le tendió una urna de plata. "Es de las cosechas de Volrath. Me han
dicho que él solo lo bebía por placer." Belbe no dijo nada por lo que el Mogg llenó la
copa de cristal grueso al costado de su plato. El vino era brillantemente escarlata y olía
ligeramente a flores.
"Dale un poco al niño también. Supongo que puede beber," dijo Crovax. El
mogg se contoneó hacia Ertai.
"¿Por qué has hecho esto?" dijo Belbe. "¿Por qué masacrar a estas personas
inocentes?"

123
"Me sorprende usted, Excelencia. ¿Acaso los Grandes Señores no le han
enseñado que la herramienta más valiosa de gobierno es el miedo? Este pequeño
ejercicio asegurará la lealtad; o al menos, la sumisión; de la población civil durante la
próxima campaña contra Eladamri."
"¿Pequeño ejercicio?" gritó Ertai. Su copa se volcó derramando el brillante vino
de color rojo sobre el nevado mantel. Antes de que lamiera la parte inferior de los
pesados platos de plata el líquido color escarlata se desvaneció, al igual que la copa de
Ertai.
"No más vino para ti," dijo Crovax.
"Cinco mil ochocientos sesenta y ocho asesinados difícilmente califica como un
‘pequeño ejercicio '," dijo Belbe.
"Sólo son más de un millar," dijo ajustando sus cifras mentirosas. "Pero ellos
eran prescindibles. Dorian solo escogió a los ancianos y los débiles."
"Eres un monstruo," dijo Ertai rotundamente.
Crovax cortó una tajada de una carne algo rara y pinchándola con un tenedor la
llevó a su boca. "¡Y eso viene del niño que quiere ser evincar! Me han dicho que la idea
de los rehenes fue tuya."
"Nadie iba a salir lastimado."
"Eres un sentimental, Ertai," dijo Crovax. "No hay lugar para el sentimiento en
Rath."
"A lo que ustedes llaman sentimiento, yo llamo prudencia," dijo Belbe. Pudo ver
su reflejo en la bandeja de plata vacía delante de ella. La salvaje cara manchada de
sangre no podía ser la de ella. "Tus acciones son precipitadas, Crovax. No había
ninguna evidencia de que los habitantes de la Fortaleza pretendieran alzarse en rebelión
contra nosotros. Eres tu quien les ha dado una causa común con Eladamri al haber
asesinando a sus familias."
"Con todo respeto, Excelencia, usted no sabe de lo que está hablando. Yo estaba
con el ejército cuando fuimos emboscados por los rebeldes. Había guerreros Dal y Vec
con los elfos de Veloceleste."
"¿Así que usted se venga de su derrota en indefensas personas mayores y
niños?," dijo Ertai.
"Sí," dijo bebiendo un sorbo de vino. "Como evincar, no toleraré ninguna
resistencia a mi gobierno. La única ley del reino será: obedecer o morir."
"Tú aún no eres evincar," dijo Belbe.
Crovax golpeó su copa quebrándole el tallo. "¡Entonces declárame así! ¡Ahora!"
"Hay otros factores a considerar."
"¿Qué factores? ¿El?" Crovax sacó un cuchillo salido de la mesa y lo apuntó a
Ertai. "¡Puedo matarlo sin salir de mi silla!"
"Hemos visto lo que has aprendido a hacer," respondió Belbe. "Tu dominio de la
piedra variable aumenta cada día pero has perdido una batalla y una buena parte de tu
ejército con ella. Has demostrado poca comprensión de cómo la gente debe ser
gobernada confiando en la fuerza bruta en lugar de gobernar. ¡En resumen, Crovax, sus
métodos son ineficaces y por lo que me consta la cuestión de quién sucederá a Volrath
sigue estando sin resolver!"
Este se echó hacia atrás. "Me sorprende constantemente, Excelencia. Por
supuesto, tiene razón. Ya veremos en los próximos días quién es el mejor hombre para
el cargo."

124
Capitulo 12

Fantasma

El resto de la Fuerza Expedicionaria de Veloceleste estaba formado por debajo


de la calzada principal que conducía a la Fortaleza en espera de las órdenes de Greven
il-Vec. El Depredador zumbaba en las alturas buscando al enemigo en las amplias
llanuras. El día anterior la aeronave había atacado a varias bandas de rebeldes haciendo
caer tropas sobre el enemigo sorprendido. Estas pequeñas acciones habían hecho mucho
por restaurar la moral del ejército y con Crovax o sin Crovax marchaban a la Fortaleza
como un ejército y no como un populacho derrotado.
Una perca se posó en el hombro de Greven. "¡Urgente desde el Depredador!
¡Urgente desde el Depredador!," chilló.
El odiaba a esas correosas criaturas estridentes. "¿Y ahora qué?"
"¡Intruso
desconocido! ¡Intruso
desconocido!" Greven
agarró a la criatura
irritante por el cuello.
El corazón de la perca
se agitó violentamente.
"Aterricen en el
hueco debajo de la
Colina Tres Dedos," le
dijo al mensajero. "Nos
encontraremos allí."
Arrojó a la perca
en el aire. Esta hizo un
círculo una vez y luego
se alejó batiendo sus
alas para encontrarse
con la aeronave.
Greven le gritó órdenes a Nasser. "Lleve a los hombres a los cuarteles. Envíe a
los heridos a los sanadores y luego mantenga a todos confinados hasta que yo vuelva."

125
"¿Algún problema?" preguntó Nasser.
No tenía ni idea, pero respondió: "No."
La Colina Tres Dedos era un promontorio de doce metros de alto a un kilómetro
al este de la calzada. Allí había un ancho pero poco profundo hueco por debajo de la
colina donde la aeronave podía aterrizar sin ser vista desde el suelo. Para el momento en
que Greven llegó allí y debido a que no existía ningún kerl lo suficientemente grande
como para llevarlo, el Depredador ya lo estaba esperando.
El contramaestre de la aeronave, Narmer, estaba en el suelo esperando a Greven.
Subió corriendo la pendiente cuando la gran silueta del comandante apareció en la cima
de la colina.
"¡Terrible Señor!"
"¿Qué es eso del intruso? ¿Acaso no puede manejar a un único hombre de a
pie?," dijo Greven.
"Hay más que eso, Terrible Señor." Narmer se veía bastante perturbado. Retorcía
las manos y sacudía sus pies de forma continua en el césped seco. "Pensé que esto debía
ser traído a su atención de inmediato."
"Muy bien," dijo Greven desbloqueando su mandíbula. "Vayamos a encontrar a
ese intruso suyo."
Narmer colocó una mano en el masivo pecho del guerrero. Greven francamente
se sorprendió que el contramaestre se hubiera atrevido a tocarlo.
"No hay necesidad, Terrible Señor."
"¿Qué? ¿Por qué no?"
"Lo hemos recogido," dijo Narmer. Señaló hacia el Depredador flotando a unos
pocos metros del suelo. Una figura apareció en la barandilla, muy recortada en la
sombra de la colina detrás de ellos. "Quiere hablar con usted."
Greven fue lentamente hacia la escalera de cuerda colgante. Pocas veces en su
vida había experimentado realmente un sentimiento de temor y esa fue una de ellas. La
figura ensombrecida se inclinó en la barandilla. Cuando los ojos de Greven se
acostumbraron a la sombra vio la cara del intruso.

* * * * *

"Eladamri, estás loco."


Darsett en-Dal y el círculo interno de rebeldes estaban sentados en la gran sala
de la casa de Eladamri. Su anfitrión estaba sentado en el suelo junto a la puerta tallando
espontáneamente un bloque de madera. El granate de la empuñadura de su cuchillo de
tallar brillaba en la luz fría de cuatro lámparas fosforescentes.
"Lo digo con todo respeto," agregó Darsett cuando nadie secundó su opinión.
"Lo que quiero decir es que este esquema tuyo parece mucho más desesperado de lo que
requieren las circunstancias."
"He sido cazado por la aeronave durante años," respondió Eladamri. Horadó un
agujero en el extremo del palo y sopló las virutas de madera. "Mi esposa murió en un
ataque de la aeronave. No hay ninguna manera de que la rebelión puede proceder con
esa máquina volando sobre nosotros, espiando todo lo que hacemos y haciendo llover
muerte sobre nosotros desde lo alto."
"Estoy de acuerdo, Oh Eladamri, pero ¿por qué debes ir tu en esta incursión?
¿Cómo sabes que Greven il-Vec no va a querer matarte en el acto?," dijo Tant Jova.
"Lo conozco," dijo el elfo. "Si él cree que puede poner sus manos sobre mí
asesinarme es lo último que querrá hacer. Greven querrá saber todos los detalles de la

126
rebelión incluyendo los nombres de mis aliados," dijo sonriendo a sus amigos Dal y
Vec. "En cualquier caso él me querrá vivo por un tiempo.Eso es todo lo que necesito."
En las últimas semanas Eladamri había envejecido notablemente. El elfo duro y
determinado que había sido siempre había dado paso a uno más contemplativo, casi
melancólico. No se había puesto un yelmo desde su reunión con la Oráculo en-Vec,
yendo con la cabeza desnuda y su largo cabello recogido en una rústica coleta. Las
líneas profundas grabando su rostro y sus ojos revelaban un cansancio no presentes
antes.
"Desearía que dejaras que algunos de nosotros fueran contigo," dijo Gallan.
"Eso solo aumentaría el peligro," respondió Eladamri. "No hay elfos en el
ejército del evincar y mi escolta debe pasar de cerca la inspección de los soldados
Rathianos."
"Tampoco hay mujeres en el ejército de Volrath," protestó Gallan. "¡Sin
embargo, Liin Sivi va contigo!"
"Sivi es la mejor guerrera de mi clan," protestó Tant Jova. "Es una experta con el
toten-vec." Esta era la única arma que combinaba látigo y cuchillo usada sólo por la
sociedad de mujeres guerreras de los Vec. "No me hace feliz que Eladamri haya elegido
este curso pero me siento mejor en mi corazón si Sivi está con él en la Fortaleza."
"Ya todo está arreglado," dijo Eladamri uniendo las dos mitades del fetiche que
había tallado. Un poco de pegamento y la articulación sería invisible. "Saldremos
mañana al atardecer. ¿Hemos capturado suficiente equipo y uniformes?"
"Suficiente para un regimiento," dijo Darsett, sonriendo. "Hay un exceso de ropa
oficial. Todos podríamos ser oficiales Rathianos si así lo quisiéramos. Ellos fueron los
que murieron más a menudo."
"Si me presento en la Fortaleza apresado por diez sargentos creo que van a
sospechar un poco," dijo Eladamri. "Sería mejor si se visten como humildes soldados."
El plan de Eladamri necesitaba una fuerza de diez guerreros extraídos de sus
aliados Dal y Vec para vestirse con uniformes Rathianos. Caminarían hacia la Fortaleza
con Eladamri como su "prisionero" y lo presentarían a las autoridades de allí. Una vez
dentro de la Fortaleza encontrarían donde estaba amarrado el Depredador y destruirían
la aeronave. Gallan y Tant Jova reunirían al ejército rebelde, que en ese momento era de
casi once mil hombres, y cuando Eladamri y su equipo regresara comenzarían una
nueva guerra a gran escala sobre la Fortaleza.
"¿Qué pasará si no encuentran al Depredador convenientemente amarrado,
esperando ser destruido?," preguntó Gallan.
"Entonces esperaremos hasta que regrese," dijo el líder de los elfos.
"¿Y si Greven te asesina antes de que la aeronave regrese?" Eladamri se quedó
momentáneamente en silencio mientras hacía un agujero en la mitad superior de la
imagen que estaba haciendo. Pasó la lengua por el extremo de un rollo de cordel y lo
enhebró a través del agujero.
"Esta guerra no es sobre mí, Gallan. Ya es el momento de que ustedes entiendan
esto. Ya sea que viva o muera esta no es la rebelión de Eladamri. Le pertenece a cada
persona libre en Rath, no a mí. Si muero en esta operación o cualquier otro lo hace
deben seguir luchando, ¿me han oído? De lo contrario todo por lo que hemos luchado
habrá sido en vano, una lucha vacía de gloria. ¿Juran seguir con la lucha sin importar lo
que me pase a mí?"
"Lo juro, Oh Eladamri," dijo Tant Jova. "Lo juro," añadió Liin Sivi.
"Si que eres un tonto," dijo Darsett rascándose la barba de su mejilla. "Un
galante y dedicado tonto de quien me siento orgulloso de conocer. Yo también lo juro."

127
Gallan permaneció callado. Todo el mundo en la sala lo vio luchar en busca de
las palabras.
"Seguiré luchando," dijo al fin. "Pero si tú mueres juro no mostrarle ninguna
misericordia a Crovax, Greven il-Vec, o a cualquier otro líder de la fortaleza. Todos
ellos morirán…y por mi mano, si es necesario."
Eladamri continuó tallando. El montón de virutas blancas a sus pies crecía.
"Gracias Gallan," dijo.

* * * * *

"El ejército de Crovax ha vuelto," dijo Ertai.


Estaba de pie al lado de una de las extrañas y protuberantes ventanas con forma
ovoide de las habitaciones del evincar. Mucho más abajo podía ver a los soldados
abriéndose en abanico desde la calzada hacia la ciudad Dal situada en el borde de la
pared del cráter. Durante la noche se había corrido la voz acerca de la masacre y había
habido problemas en todos los asentamientos. Pero nada importante, ningún ataque
había sido realizado a la Ciudadela más que pequeñas bandas de habitantes indignados
deambulado por las calles toda la noche. Algunos moggs habían sido asesinados y
pequeños grupos de soldados habían sido increpados pero cuando los guardias de la
Ciudadela salieron de la guarnición los buscapleitos se fueron a casa. El saber que tanto
Crovax como Greven estaban presentes en el cráter disuadió a la gente común de llevar
las cosas demasiado lejos.
Sin embargo, dentro de la ciudadela, una mentalidad de asedio se estaba
fraguando. Las patrullas circulaban constantemente dentro de la fortaleza asegurándose
de que todas las entradas estuvieran protegidas. Dorian il-Dal estaba postrado después
de haber visto las consecuencias de la venganza de Crovax y había abandonado sus
deberes regulares. Ante el temor de ser asesinados los cortesanos se encerraron en sus
habitaciones. Belbe se había retirado a la suite del evincar. Poco tiempo después, Ertai
se unió a ella, sus ropas rellenas con rollos tomados de las bibliotecas de la Ciudadela.
Hablaban poco. Ertai arrastró una silla a la ventana y leía desde ahí de vez en cuando
echando un vistazo afuera para ver lo que estaba sucediendo. Belbe se acurrucó en uno
de los grandes sillones de Volrath con las rodillas hasta la barbilla y permaneció allí
durante una noche completa y la mitad del día siguiente.
"Tengo miedo," dijo finalmente.
Ertai levantó la vista de su pergamino. "¿Por qué tienes miedo? Tú eres la
emisaria de Pirexia. De la gente de aquí tú eres probablemente la más segura de todas.
Nadie se atrevería a hacerte daño."
"Tal vez hago mal uso de la palabra. Nunca me había sentido de esta manera
antes. Creo que es miedo."
"¿De que tienes miedo?"
"De herir a alguien."
Ertai dejó la silla y se apoyó en el brazo de la silla de Belbe. "¿Tienes miedo de
herir a alguien y no que te hagan daño a ti?"
"Sí."
"¿A quién tienes miedo de hacerle daño?"
"Crovax."
El joven mago reaccionó tardíamente. "Por todos los colores," dijo." ¿Por qué
deberías tener miedo de eso?"
"Porque que quiero hacerle daño. Pienso en ello todo el tiempo. Quiero quebrar
sus extremidades, sacarle los ojos, desmembrarlo, castrarlo…"

128
"Entendí," dijo Ertai a toda prisa. "Nadie va a llorar si en verdad matas a
Crovax."
Ella le tomó la mano en un fuerte apretón. "¡Escucha lo que te estoy diciendo!
Quiero hacerle daño y cuando haya terminado quiero hacerle daño otra vez. Matarlo
sería un acto misericordioso. ¡Y yo no quiero que él encuentre ninguna misericordia!"
"Belbe, mi mano…"
"Al principio las imágenes eran efímeras. Me podía distraer con otras cosas. En
las Galerías de los Sueños rompí los registros de sueños de Volrath porque realmente
querían romper el cráneo de Crovax."
Sus dedos se le estaban clavando en su carne. Ertai intentó deshacerse de su
agarre pero incluso sus músculos recién crecidos no podían competir con la mayor
fuerza de Belbe.
"No se supone que no debería importarme lo que hace Crovax siempre y cuando
sirva a los efectos de mis maestros. Sus métodos son toscos pero él es el candidato más
fuerte para ser evincar. ¿Por qué no lo nombro para el puesto y me marcho? Tengo los
medios. Yo no soy responsable de la gente de aquí. ¿Será porque sé que con el tiempo
Crovax matará a todo ser viviente en este mundo para alimentar su apetito por la
destrucción?"
Ertai hizo un puño y golpeó a Belbe tan duro como pudo en la mandíbula. Su
cabeza cayó hacia atrás y por un breve instante vio la luz de la ira en sus ojos. Su
corazón se contrajo hasta sentirse como una dura pelota y un lugar hueco se abrió en la
boca de su estómago. Belbe debía haber visto la expresión de miedo en el rostro de Ertai
así que lo soltó bruscamente. El se apartó rápidamente, restregándose la mano
dolorosamente magullada. "Lo siento. No tenía la intención de hacerte daño, Ertai."
"Espero no estar cerca cuando en verdad le quieras hacer daño a alguien," dijo
con tristeza. Su estado de ánimo cambió rápidamente." ¿Realmente tienes una manera
de salir de Rath?"
"Por supuesto pero no puedo permitir que te vayas," dijo ella bajando sus pies en
el suelo.
"¿Incluso si eso significa que Crovax me mate?"
"Sí."
Ertai se paseó arriba y abajo. "Tú sabes que no puedo competir con él para el
puesto de evincar. A pesar de que mi sabiduría y talento lo superan con creces no puedo
superar su poder en absoluto."
"Nadie puede. Crovax se alimenta de la muerte. Cada vez que algo cerca de él
muere absorbe la fuerza vital del mismo aumentando su propio poder. Combinado con
su innata lujuria por la destrucción nadie será capaz de detenerlo."
"¿Cuánto tiempo hace que conoces esto?"
Ella bajó la cabeza hasta las rodillas. "Me ha quedado claro desde ayer. Seguí
tratando de determinar por qué su poder seguía aumentando a pesar de los errores que
cometía. Entonces me di cuenta de que sus modificaciones en Pirexia eran en gran parte
neurológicas no mecánicas. A pesar de que, obviamente, le fueron dadas mejoras
musculares y aumento de tamaño, los cambios importantes debían haber sido realizados
en su interior. Todavía comía alimentos como un ser normal de carne pero es sólo una
costumbre a la que él aún no ha renunciado. Su dominio de la piedra variable iba
creciendo de manera exponencial. Este dominio no venía de raros trozos de carne y vino
agrio. Obviamente, tenía otra fuente de alimentación."
"Entonces me di cuenta de lo que estaba sucediendo, la muerte de tantos
soldados en la batalla habían alimentado a Crovax de suficiente energía como para que
se pudiera teletransportar por primera vez desde el campo de batalla hasta la Ciudadela.

129
La masacre de los rehenes ha aumentado su poder mil veces más. Pronto será imparable.
Es por eso que quiero hacerle daño. Quiero qué sepa que se siente sufrir a manos de
otro."
Por un momento Ertai se olvidó de su escape. "¿Por qué no lo matas? Él va a
matarnos a ambos si nos metemos en su camino."
"Tengo que poner al mejor candidato posible en el trono de Rath."
"¿Por qué?" gritó él. La piedra variable a su alrededor se levantó en cientos de
pequeños picos.
"Es mi propósito," respondió ella con vehemencia. "Es la razón por la que
existo."
"Tengo una idea para ti, Belbe. ¡Existe para ser tú misma! ¡La lealtad es un rasgo
admirable pero no puedes aferrarte a ella en el rostro de una destrucción segura!"
Ella caminó majestuosamente a través del piso aplanando las olas de piedra
variable con sus pies y se detuvo a un centímetro de su rostro.
"¡Es por esta razón que tu y los de tu tipo fallarán… solo piensan en sí mismos,
sus propias e insignificantes inquietudes individuales por encima del bienestar de su
raza! Mis amos te destruirán a ti y a cualquier otra persona que se interponga en su
camino. Es la ley de la naturaleza que los eficientes desplacen a los ineficientes... "
Ertai le levantó cuidadosamente la mano y la unió con la de él. "Tú eres de la
misma raza que yo," dijo. "No tienes una causa común con los seres cuyo único
propósito es obligar a gente como nosotros a la esclavitud."
Su tacto era firme y cálido. Belbe lo miró fijamente entre sus manos y luego lo
soltó y se alejó.
El puso sus brazos alrededor de ella. A diferencia de Crovax su toque era dulce.
"¿Por qué siempre te giras en el último momento?," dijo.
"No puedo hacer lo que me imagino."
"¿Por qué no? ¿Qué te detiene?"
Belbe se estremeció. "Yo no estoy sola y nunca lo he estado. Hay un...
dispositivo en mi cuerpo que transmite todo lo que yo veo y hago a mis maestros en
Pirexia."
El hizo girar a Belbe para que lo mirara. "¿Dónde está ese dispositivo?" Ella le
tomó la mano y apretó la punta de sus dedos contra su esternón. Ertai sintió la superficie
curvada de la Lente incrustada allí.
"¿Se puede quitar?"
"Tal vez en Pirexia. Aquí no."
El cerró los ojos y probó la Lente con su mente. Si se la tocaba, incluso
físicamente, sería como entrar en un gran pozo vacío, negro y sin fondo. Este parecía no
tener fin mientras se extendía a lo largo del camino desde Rath hasta el plano secreto de
los Grandes Maestros de Belbe.
Esta bajó su cabeza colocándola en el hombro del mago.
Ertai suspiro de asombro. "Esa cosa podía tragarme entero."
"¿No la podrías romper, o bloquear?" murmuró ella. "¿Al menos por un rato?"
"Mmm, tal vez. Tus maestros no pueden soportar la fuerza vital natural, ¿no?.
Tal vez, si puedo enviar una carga de tal energía hacia el dispositivo les cegará."
Ahuecó las palmas de las manos sobre la esfera incrustada y convocó toda la
magia natural que podría alcanzar en aquel mundo antinatural. Belbe sintió una
acumulación de calor en el pecho. No no le quemó, sino que poco a poco se difundió
hacia afuera a través de su cuello, brazos y abdomen. Ertai quitó las manos.
"¿Funcionó?" preguntó ella.
"No hay manera de saber a ciencia cierta."

130
Ella le envolvió sus brazos alrededor de su cuello. "Ya no me importa más. Estoy
cansada de ser una lente. Quiero estar a solas contigo, aunque sólo sea por un rato."

* * * * *

Después de algunas horas en los brazos del otro Ertai estaba cansado y Belbe
había drenado todas sus emociones tormentosas. El se quedó dormido sobre el sillón.
Ella lo observó un rato, respirando profundamente, sus labios apenas separados. Su
cabello ahora tenía un color marrón rojizo y después de su piel pálida el gris cada vez
mayor de su carne era muy notable. Era verdad que se estaba comenzando a parecer a
una versión menor de Greven il-Vec.
Belbe se levantó, con cuidado de no molestar a su amante dormido. Tenía frío y
aunque trató de disipar la piel de gallina en sus brazos y piernas encontró que no podía
hacerlo. Esto le desconcertó hasta que decidió que debía haber sido el hechizo de Ertai.
Sus sistemas Pirexianos no habían sido hechos para soportar magia natural y su pérdida
de control metabólico era probablemente debido a la presencia de su carga mágica en su
sistema. Miró hacia atrás al durmiente Ertai desnudo. Valió la pena.
Deambuló por la habitación vacía dejando que sus dedos rozaran a través de las
extrañas obras de arte de Volrath. Ella no las había tocado antes y descubrió que algunas
de las estatuas tenían respuestas latentes de la piedra variable si eran tocadas. A pesar de
que parecían de piedra cuando acarició las estatuas estas se convirtieron suaves como el
terciopelo, flexibles como el cuero y cálidas al tacto. Que extraña persona debía haber
sido el evincar gastando su intimidad en los inanimados, aunque sensibles, objetos.
En el dormitorio de Volrath se detuvo ante un espejo. Su pelo estaba revuelto, su
rostro sonrojado, y sus labios amoratados. Esas eran cosas superficiales. Belbe se paró
más cerca del espejo. Trazó la línea de su rostro y cuello como lo había hecho en las
estatuas de Volrath. Su piel era fría al tacto y sintió que no cambiaba la textura cuando
pasó la punta de sus dedos sobre ella. ¿Por qué era eso? ¿Era ella menos sensible que la
piedra variable? Nadie lo hubiera dicho dos horas atrás. Ahora que su pasión había
desaparecido, ¿volvía a ser la misma de antes?

* * * * *

Ertai se dio la vuelta, con los brazos vacíos buscando a Belbe. Al no encontrarla
abrió los ojos. A través de la cámara, en los rincones ensombrecidos del techo, vio lo
que parecía una armadura negra colgado por los pies desde el techo. La armadura se
movió.
Ertai saltó de la silla.
"¿Quién es?" preguntó. Y levantando la mano agregó: "¡Desciende o te
tumbaré!"
Una risa cantarina fue su respuesta. El intruso se dejó caer desde el techo dando
un salto mortal y aterrizando de pie.
"¡Crovax!"
"Felicidades, Chiquillo," dijo Crovax. "Has conocido a la emisaria en igualdad
de condiciones, ¿verdad?"
"¿Cuánto tiempo has estado allí?"
"Lo suficiente. ¿Quién hubiera pensado que los Grandes Señores nos enviarían a
un representante tan espiritual? Caminó tranquilamente y recogió una prenda de ropa
tirada por Belbe. Ertai se la arrebató de su mano.

131
Crovax se echó a reír. "¿Ahora vas a defenderla, como lo haría cualquier galán
rústico?"
"Eres un inmundo animal," dijo Ertai. Estaba aterrorizado de haber sido hallado
así por Crovax,su miedo se agravó por no saber lo que Crovax haría con él o Belbe.
"Y tú eres un muchacho estúpido, el rendimiento de hoy no ha sido gran cosa,"
dijo Crovax sentándose en el mismo sillón largo en donde Ertai y Belbe habína hecho el
amor. "Sin embargo es un buen truco, no te lo voy a negar. Seducir a la emisaria está
obligado a ser bueno para tu candidatura."
"¡Eso no es lo que pasó!"
Los ojos oscuros de Crovax brillaron. "¿Vas a decirme que fue amor?"
"No…no lo sé."
Hubo una brusca respiración. Ambos hombres vieron a Belbe de pie en la puerta.
Ertai arrebató la primera prenda de vestir disponible, su jubón, y corrió a envolverlo
alrededor del cuerpo de Belbe.
"La respuesta correcta hubiera sido 'sí'," dijo Crovax estirándose en el asiento.
"¡Cállate!" dijo Ertai.
Crovax se paró con las manos cayendo poco a poco a los costados. "Eres
bienvenido a tratar de hacerme callar, Chiquillo."
"Lo que pasó entre nosotros no fue sobre el amor humano," dijo Belbe con
malicia. "Yo tenía curiosidad acerca de la práctica de la copulación y Ertai me estaba
obligando."
"Ya veo. Si todo lo que quería era la experiencia, podría haber tenido algo
mejor," dijo Crovax." Siempre estoy disponible a educar a Vuestra Excelencia."
Ertai empezó a avanzar pero Belbe lo detuvo.
"No," dijo. "Está tratando de provocarte. Lo he visto antes."
Crovax se encogió de hombros y se sentó de nuevo. "Es mejor que la escuches,
muchacho. Puedo matarte en cualquier momento que desee," dijo y extendió
repentinamente su mano. Ertai retrocedió acobardado dando lugar a que Crovax
estallara de risa. "No eres un tonto total. Eres lo suficientemente inteligente como para
tenerme miedo."
"¿Qué quieres, Crovax?" dijo Belbe.
"Vine a decirle a Vuestra Excelencia que el orden finalmente ha sido restaurado
en las ciudades de la Fortaleza," dijo."Cuando el ejército regresó coloqué soldados en
cada plaza, taberna, posada, y lugar de reunión en el cráter. Ya no habrá más
problemas."
"Muy bien. Puedes irte."
"Otra cosa, Excelencia. Como el Maestro Ertai la ha 'obligado' a usted, ¿no cree
que esto le ha perjudicado en la materia de su candidatura?"
"Yo elegiré al nuevo evincar basándome en su habilidad total, no por sus
destrezas mágicas o militares…. o proezas biológicas."
Crovax se rió y se giró para salir. Había hecho unos cuantos pasos cuando Belbe,
moviéndose con una velocidad vertiginosa, saltó por encima detrás de él. Lanzó un grito
breve y agudo, Crovax se giró, pero sus puños sólo golearon el aire. Belbe arremetió
con sus pies desnudos asestándole bajo el pectoral derecho y haciéndole volar hacia
atrás. Su coraza quedó muy abollada por el golpe.
"¡Belbe, no lo hagas!" gritó Ertai.
Crovax se puso en pie, y los muebles de piedra variable que había entre ellos se
unieron para formar una pared sólida de dos metros de altura y diez centímetros de
espesor. Belbe no pudo detener su carrera a tiempo para evitar chocar contra la barrera.
Crovax sonrió y la pared golpeó a Belbe dos veces más. Estaba a punto de aplastarla

132
contra la pared de la Ciudadela cuando ella saltó sobre el pesado garrote y le propinó
una patada en ángulo recto sobre la frente de Crovax. Este comenzó a caer pero el suelo
se hinchó y lo volvió a poner en pie. Crovax tenía una espada pero no la desenvainó. En
su lugar hizo que el suelo fluyera para atrapar a Belbe por los tobillos pero fue
demasiado lento. Ella saltó a un pilar cercano hecho de hierro natural, fuera de la
influencia de Crovax, y se aferró allí con los dedos de sus manos y pies, jadeando.
Crovax se desprendió de su coraza haciendo una mueca de dolor por los golpes
que había recibido.
"Ya he entendido su punto, Excelencia," dijo él. "No debería tratar de
intimidarla. Sin embargo, por los intereses de la…deberíamos decir… ¿eficiencia?
¿Alguna vez fijará una fecha en la que nombrará al nuevo Evincar de Rath?"
Belbe se mantuvo en el pilar, su pelo revuelto, parecida a una de las estatuas
exóticas de Volrath. Respiró profundamente, tragó saliva y dijo: "Fijaré una fecha."
"¿Cuándo?"
Echó un vistazo a un reloj en la pared. Los numerales Pirexianos se disolvieron
en dígitos Rathianos mas simplificados.
"Dentro de dos días. Exactamente al mediodía."
Crovax se colgó su armadura abollada sobre un hombro e hizo una leve
reverencia. "Esperaré la sabia decisión de Vuestra Excelencia."
Cuando se hubo marchado Belbe cayó al suelo. Ertai se apresuró a llegar a ella
pensando en consolarla. La encontró temblando de pies a cabeza.
"Está bien," dijo. "No te hará daño. Al menos no se atreverá hasta que elijas al
nuevo evincar."
Belbe no estaba temblando de miedo. "¡Eso fue maravilloso!" declaró. "¡Quiero
demolerlo con mis manos desnudas!"
Ertai bajó sus brazos consoladores. Sin decir otra palabra recuperó sus ropas
tiradas y se apresuró a vestirse. Belbe estaba tan emocionada que incluso no notó sus
movimientos hasta que, a medio vestir, este comenzó a salir.
"¿Adónde vas?," preguntó ella.
"A la biblioteca," respondió con frialdad. "Tengo mucho que leer. Mi examen
final es en dos días, ¿no?," y dando un portazo la ornamentada entrada de piedra
variable se cerró detrás de él.

* * * * *

El sargento Nasser, bañado y vestido con un uniforme nuevo le esperó, para el


placer de Crovax, en la sala de reuniones del evincar.
"Ya he hecho el conteo del ejército que retornó a la Fortaleza, mi señor," dijo
Nasser sosteniendo un rollo delgado. Cuando Crovax no respondió lo colocó sobre la
mesa en forma de estrella frente a él.
"¿Dónde está Greven il-Vec?" preguntó Crovax.
"Fue llamado por la aeronave. Algo acerca de un intruso en la llanura del este."
"Ya veo. Déjalo que persiga tantos vagabundos como quiera. En dos días la
emisaria de los Grandes Señores convocará una asamblea especial. Su propósito será el
de nombrar al nuevo Evincar de Rath."
"La elección es clara, mi señor."
"Eso es lo que tú dices pero nuestra estimada emisaria se encuentra bajo todo
tipo de presiones e influencias. En tales circunstancias quizás no tome la decisión
correcta. No podemos permitir que eso suceda."
"No, señor mío."

133
"Mañana, quiero que el Cuerpo de Sargentos vuelva a la Ciudadela… todos
ellos. Que cada hombre traiga su espada, escudo, casco, y daga."
"Los guardias del palacio no van a permitir que las tropas armadas accedan al
interior," protestó Nasser.
"¡Entonces pase las armas de contrabando! ¡Use su imaginación!," dijo Crovax
fulminándolo con la mirada. "La ceremonia será al mediodía dentro de dos días a partir
de ahora. Dos horas antes del mediodía quiero que el Cuerpo de Sargentos se reúna en
la antecámara del evincar. Arriben en grupos de dos o tres, no vengan todos juntos.
Estén completamente armados."
Nasser asintió con la cabeza. Él sabía lo que Crovax pretendía pero parte del
precio de su complicidad era hacer que su nuevo señor y maestro lo admitiera en voz
alta.
"¿Cuáles son sus intenciones, señor?"
"La sucesión no puede dejarse en los caprichos de una niña de sangre caliente,"
dijo Crovax. Sacó su daga, la sostuvo apuntando hacia arriba por un segundo y luego la
clavó en la mesa hasta la empuñadura. "Ante usted y todos los sargentos la emisaria me
nombrará evincar o morirá en el acto. Su amante, el muchacho Ertai, morirá pase lo que
pase."
Nasser se cruzó de brazos. "Así se hará, mi señor."

134
Capitulo 13

Traidor

Acosada y desconcertada Belbe escapó de las intrigas del palacio retirándose a


la fábrica. Nadie más podía soportar el ruido y la atmósfera electrizante de las máquinas
de piedra variable por mucho tiempo así que era un lugar ideal para esconderse o auto-
secuestrarse. En medio de válvulas de inyección, distribuidores centrífugos y
reguladores de flujo encontró una medida de serenidad.
O al menos eso pensó. Incluso bajo la cúpula facetada del centro de control
Belbe fue acosada por los recuerdos y las elecciones que ella no quería hacer. Su vida,
su existencia total, se debía a Abcal-dro y Pirexia. No había ninguna duda acerca de eso.
Pero ¿acaso ella tenía el derecho, como había sugerido Ertai, de existir para sí misma?
Nunca había pensado en qué pasaría con ella una vez que su tarea en Rath hubiera
terminado. ¿Sería llamada una vez más a Pirexia? La vida allí se vería gravemente
limitada por su necesidad de un ambiente no contaminado. ¿Podría vivir bajo la cúpula
de Abcal-dro como uno de los animales de laboratorio de Volrath, siempre bajo la
mirada de su polimorfo amo?
Era evidente que, si dependía de ella, no lo haría.
¿Podría permanecer en Rath? Esta opción tenía aspectos positivos y negativos.
Una vez que fuera elegido un evincar ya no tendría ningún papel que desempeñar. Belbe
podría quedarse como asesor del nuevo gobernador pero la tolerancia de su posición
parecía dudosa. Tal vez podría encontrar algún papel menor en la Ciudadela, el
mantenimiento de la sala de producción de piedra variable, por ejemplo.
Incluso ese trabajo estaba destinado a ser de corta duración. La conjunción de
Rath y Dominaria no estaba lejos. Entonces comenzaría la invasión final y ella estaría
perdida en la ola de la embestida Pirexiana.
Belbe miró a través de la cúpula de varios paneles de vidrio en el rayo de energía
que fluía a través del corazón del cráter artificial. Más allá de él, como un fantasma
teñido de azul, estaba el pináculo del palacio coronado por el muelle superior del
Depredador.
El Conversor le hizo salir de sus ensoñaciones. "Salida de flujo menor al
máximo," dijo con voz quejumbrosa."Aumentando la producción a 114 por ciento."
Distraída, Belbe bajó el medidor de salida hasta 86 por ciento y lo recalibró para
que se leyera 100. Toda la fábrica cambió con la fluctuación en la producción.

135
El Conversor aceptó la información manipulada con una frase plana,
"Aumentando la producción a 114 por ciento."
Su mano estaba en el dial. ¿Qué le sugería eso?
Sólo tenía un conocimiento moderado de la mecánica planar pero conocía lo
suficiente para saber que Rath y Dominaria poco a poco estaban entrando en las mismas
coordenadas planares. Cuando concordaran los mundos se entrelazarían y se
convertirían en uno solo. Rath se superpondía en la parte superior de Dominaria y sería
la plataforma de invasión de las fuerzas Pirexianas.
Miró por encima del mosaico de diales e interruptores y la imagen de los rehenes
masacrados llenó su vista. Todas esas personas, esos leales sujetos inocentes, asesinados
para satisfacer el hambre de venganza de un hombre. Su mente implacablemente lógica
le formuló otra pregunta similar ¿Sería eso diferente a permitir que el Oculto saciara su
hambre de poder con la vida de Dominarianos inocentes?
¿Cómo podía ser diferente? ¿Cómo?
"No hay ninguna diferencia," declaró en voz alta.
El factor crítico en la congruencia de Rath y Dominaria era masivo. En ese
momento los dos mundos ocupaban el mismo nicho interespacial pero Rath no tenía una
masa suficiente para arraigarse en el antiguo mundo creado de forma natural. Cuanto
mayor fuera la masa de Rath más lenta se volvería su tasa vibratoria, hasta que
finalmente resonaría en la misma proporción que Dominaria.
Era por eso que la fábrica de piedra variable tenía la más alta prioridad para los
recursos en Rath, cada capa de nano-máquinas, sin importar cuan delgada pareciera ser,
aumentaba la masa de Rath y apresuraba el día en que los dos mundos se unirían.
¿Qué pasaría si eso no ocurría? ¿Qué pasaría si Rath carecía de masa suficiente
para superponerse de forma permanente sobre Dominaria?
La mano de Belbe todavía descansaba en el medidor de salida. Ella podía hacer
una elección: “la” elección por Rath. Si la conjunción final fallaba en llevarse a cabo
Rath podía cambiar. El gobierno absoluto del evincar podría ser disipado. Las
negociaciones con los rebeldes podrían poner fin a la guerra de guerrillas. La ley y la
razón podrían tomar el lugar del gobierno por mandato. No había duda de que los
Grandes Señores, contraatacarían, pero antes de que ello pudiera ocurrir el desequilibrio
de la energía en Rath podría ser invertido dando como resultado un ambiente tóxico
para cualquier potencial invasor Pirexiano. Ertai sabía la suficiente magia para ayudar a
que eso sea posible.
Desafortunadamente, aunque era muy talentoso, Ertai no era rival para Crovax.
Ella no podía depender de él solo para alterar el curso del destino de Rath. Greven era
más capaz, pero su injerto espinal le impedía oponerse abiertamente a Crovax. Dorian y
los cortesanos eran inútiles. El verdadero poder subversivo para cambiar las cosas
estaba solo en sus manos.
Belbe se tocó la Lente ligeramente. Ertai dijo haber cegado el implante. ¿Se
atrevería a creerle?
Tenía que hacerlo. Belbe no podía enfrentar el resto de su vida, sin importar que
tan corta fuera, sabiendo que era responsable de la destrucción de dos mundos y las
muertes de millones de personas.
Ajustó el medidor de salida a 50 por ciento. Luces de advertencia destellaron en
toda la fábrica hasta que ella les ordenó secamente que se detuvieran. Belbe recalibró
rápidamente el medidor para que se leyera 100%. Si ella era capaz de mantener el flujo
inferior al nivel normal hasta el tiempo previsto de la conjunción la masa de Rath sería
demasiado baja para superponerse sobre Dominaria.

136
Estaba segura de que nadie en la Ciudadela se daría cuenta de su manipulación.
El medidor tendría que ser ajustado diariamente si se quería mantener la salida reducida,
de lo contrario la auto-regulación de la fábrica compararía la producción de las tasas
anteriores de piedra variable y corregiría su salida. De todos modos, Belbe visitaba
regularmente la fábrica asi que nadie podría sospechar si hacía viajes diarios al centro
de control.
Mientras estaba incapacitando permanentemente el sistema de alarma el
Depredador entró en el cráter pasando a varios cientos de metros sobre el centro de
control. La cúpula vibró cuando la poderosa aeronave dio un círculo alrededor del rayo
de energía. Belbe vio al navío deslizarse suavemente hasta el muelle superior y amarrar
allí plegando sus alas hacia atrás contra el casco. Terminó sus alteraciones y salió de la
cúpula.
Acababa de llegar al corredor central del palacio cuando Greven il-Vec y la
tripulación de la aeronave llegaron bajando desde el muelle. Belbe notó una figura alta
entre la habitual tripulación. Estaba envuelta en una capa marrón que llegaba hasta el
suelo y llevaba puesta la capucha. Nadie más en la tripulación vestía así. Utilizó su
visión infrarroja para mirar a través del disfraz pero descubrió que no podía penetrar la
tela aparentemente simple de la envoltura. ¿Qué estaba pasando aquí? Curiosa, cambió
su ruta para cruzarse con Greven. Se encontraron al pie de la escalera que llevaba a la
gran sala de reunión.
"Excelencia," dijo Greven haciendo una reverencia.
"Saludos. ¿Cómo encontró su buque reparado?"
"Bastante fime, aunque me alegraré cuando el armamento esté de nuevo a bordo.
Ser escolta es un trabajo suave para un barco de batalla como el Depredador."
La tripulación esperaba pacientemente en la sombra de Greven, todos excepto el
encapuchado. Este se deslizó hacia un lado como para pasar desapercibido. Belbe dio un
paso directamente en frente de él.
"Yo no le conozco, ¿verdad?"
El encapuchado miró bruscamente en la dirección de Greven.
"Excelencia," le explicó el guerrero. "Este es un asunto delicado. Me encantaría
explicárselo en un lugar menos público."
Ella hizo un gesto a los escalones. "Creo que el salón está vacío."
Belbe subió los escalones seguida de Greven y la figura encapuchada. Las
puertas de la sala de reunión, alguna vez la sala del trono del evincar Burgess, consistían
en una serie de discos gigantes uno dentro de otro formando una barrera parecida al iris
de un ojo. A la orden de Belbe la enorme puerta se dilató para admitirlos. Con un
rasguño como el vidrio sobre vidrio los discos laminados se juntaron.
"¿Y bien?" dijo Belbe. Su voz resonó en el vasto salón vacío.
"¿Su Excelencia sabe que tenemos una red de espías y asesinos fuera de la
Ciudadela?" dijo Greven."Este es uno de nuestros agentes."
La figura encapuchada se mantuvo a distancia permaneciendo de pie con las
manos cruzadas. Belbe intentó ver una vez más a través de la pesada capa pero
nuevamente falló. Tuvo una impresión fugaz de que la persona debajo de la capa la
estaba evadiendo cambiando incluso su forma mientras ella lo trataba de identificar. Era
una experiencia inquietante.
"¿Hay algo más que necesite?" preguntó Greven con impaciencia.
"Déjame ver tu cara," dijo directamente al encapuchado.
"Excelencia…"
"Déjame ver tu cara."

137
Las manos enguantadas se levantaron y tiraron hacia atrás el profundo borde de
la capucha. Una enjuta cabeza felina emergió con una perilla rala y el labio superior
bifurcado. El misterioso compañero de Greven era un Kor.
Apretó la mano en el pecho de manera formal y dijo: "Soy Furah, jefe de los
Pescadores de la Vida."
"Furah no debe ser reconocido dentro de la Ciudadela." dijo Greven. "Pondría en
peligro su seguridad como nuestro agente."
"Por supuesto," dijo Belbe. "Gracias por permitir saciar mi curiosidad."

* * * * *

Belbe partió y Furah se levantó la capucha de nuevo.


"Bastante simple," dijo el Kor. "Ella no va a ser un problema."
"No la subestimes," respondió Greven. "Puede parecer una niña pero fue hecha
por los Grandes Señores y tiene muchos talentos."
"Te has vuelto cauteloso, Greven. Antes no eras así."
"Estamos jugando un juego muy peligroso. Yo valoro mi vida por más miserable
que sea."
Furah metió las manos en las mangas voluminosas. "No me traiciones, Greven."
El encarnizado guerrero levantó la barbilla y respondió: "¡Yo no traiciono a
nadie! Solo entiende que este es tu juego, tu lucha. Yo no te entorpeceré, pero tampoco
te puedo ayudar mucho."
Greven se alejó. Las puertas se abrieron para él. Furah permaneció en la sala de
reuniones durante un tiempo contemplando los tapices y bajorrelieves que
conmemoraban las obras del evincar anterior.

* * * * *

Diez rebeldes, vestidos con uniformes Rathianos capturados caminaban en una


sola fila a través de la meseta seca. Los seis Dal eran dirigidos por Teynel en-Dal,
sobrino de Darsett, que llevaba el yelmo de un cabo Rathiano. Los cuatro Vec seguían a
Liin Sivi ahora disfrazada de hombre Vec. Se había cortado su largo pelo negro hasta
casi quedar pelada y disimulado la ruptura entre sus caderas y cintura con una venda
manchada de sangre. La sangre era real, Sivi había tomado la envoltura de un soldado
Rathiano muerto.
Portaba su arma
ancestral, el toten-vec,
enrollada alrededor de
su cintura debajo de la
venda. El toten-vec
consistía en un mango
de hueso, dos metros de
cuero de serpiente
trenzado moldeado
como eslabones de una
cadena, y un cuchillo de
doble filo y doble punta
de veinte centímetros
de largo.
LIIN-SIVVI

138
El látigo de piel de serpiente pasaba a través de un agujero en la base de la
cuchilla. Debido a que los nómadas Vec tenían poco acceso a un buen metal,
desarrollaban armas como el toten-vec en lugar de las espadas tradicionales. Un usuario
experto podía cortarle la garganta a un enemigo a dos metros de distancia o sacarle un
ojo con un movimiento de la muñeca. Sivi era una maestra reconocida de la cuchilla-
látigo, de ahí su título de "Liin", que literalmente significaba "víbora atacante."
Eladamri, convenientemente vestido de harapos, se sentó en la parte posterior de
un perseverante kerl, con las manos encadenadas. Las riendas del kerl eran llevadas por
Medd, uno de los impostores Dal. El elfo tenía una copia de la llave del grillete
escondida en su cinturón por lo que podría liberarse si era necesario. Estaba desarmado
y con la cabeza descubierta. Miró de soslayo contra la constante corriente de polvo que
soplaba en sus ojos. El alto cono de la Fortaleza rompía el plateado horizonte por
delante. Todavía estaban a un día de distancia.
Los rebeldes estaban aburridos. Cantaron durante un tiempo, los Dal
enseñándole a los Vec sus canciones y los Vec devolviéndoles el favor de su propio
repertorio ululante. Después de unas horas las canciones cesaron y sus gargantas se
secaron. Eladamri se negó a permitirles traer raciones adecuadas de agua. Se suponía
que eran rezagados, supervivientes, comandos mal equipados. Si llegaban con los pies
doloridos y sedientos todo sería más verosímil.
Teynel se hizo sombra sobre los ojos. "No hay rastros de la aeronave," dijo. "Yo
creía que nos iban a avistar y recoger."
"¿Estás loco?" respondió Sivi. "¡No me podrás hacer subir en esa máquina
voladora!"
"Es mejor que caminar," respondió Khalil, uno de los guerreros Vec.
Sivi negó con la cabeza vigorosamente. "Esa máquina es un creación artificial.
¡Algún día los dioses la derribarán de los cielos!"
"Derribada o no, hasta entonces, prefiero andar en ella que caminar." Dijo
Teynel.
"¿Quieres la bestia?" dijo Eladamri, sosteniendo las riendas en sus manos
esposadas.
Avergonzado, el joven Dal declinó. "Yo no le pediría a mi Señor que caminara."
"Yo no soy ningún Señor," dijo el elfo bruscamente. "Tampoco llevo ninguna
insignia. Llámame Eladamri, o hermano, y nada más."
"Yo creía que sólo los elfos se llamaban unos a otros: 'Hermano,'" dijo Sivi.
"Cualquier persona que luche a mi lado me puede llamar hermano."
Esta frase aceleró el paso de los rebeldes. Habían cubierto mucho terreno para el
mediodía cuando se detuvieron para una comida escasa compuesta de raciones
Rathianas del ejército.
La poca brisa que había murió. Shamus, el Dal en el puesto de observación, vio
una columna ascendente de polvo en la distancia.
"Alguien viene," anunció.
"Mantengan sus lugares," aconsejó Eladamri. "No se supone que se alarmen por
la visión de sus compañeros soldados Rathianos."
El origen del polvo resultó ser una banda de Kor, un centenar de hombres
fuertes, mujeres y niños, marchando desordenadamente y llevando todas las
pertenencias que tenían en sus espaldas. La vista fue tan inusual que incluso Eladamri se
puso en pie. Le susurró unas palabras a Teynel quien hizo señas al grupo de Kor.
"¡Alto!" gritó Teynel. "¿Quiénes son ustedes?"

139
Cuatro varones Kor que llevaban una camilla sobre sus hombros bajaron
rápidamente su carga al suelo. Las mujeres se acurrucaron en la hierba con los niños,
abanicándose por el calor. Un anciano Kor se acercó a Teynel con los brazos cruzados.
"¡Saludos, soldado de Rath!" dijo. "Soy Theeno y esta es mi gente, los
Pescadores de la Vida."
"¿Adónde van?"
"A las lejanas montañas del sur, valiente soldado. Nuestro jefe ha muerto y
tenemos que dejar nuestro hogar en la Montaña Fuegoazul."
En ese momento Teynel entendió. Muchas personas que vivían fuera de la
Fortaleza se referían a ella como Montaña Fuegoazul.
"¿Por qué deben irse?"
"Fue el último deseo de nuestro jefe. Era muy conocido a tu comandante, el
Señor Greven."
Teynel pasó junto a Theeno. El cuerpo de un Kor de mediana edad yacía en la
camilla envuelto en una sábana traslúcida. A medio camino entre el cuello y las caderas
una oscura mancha marrón estaba empezando a empapar la tela.
"¡Este hombre ha muerto de forma violenta!" dijo Teynel.
"Bastante cierto, soldado de Rath," dijo Theeno. "Nuestro jefe fue al encuentro
de los señores del cráter, como era su costumbre, sólo qué esta vez regresó herido de
muerte."
Eladamri se puso sobre el cuerpo. Ardid o no él tenía que saber quién yacía
muerto en la camilla.
"Perdónenme. No quisiera faltar el respeto..." El señor elfo se arrodilló y levantó
el sudario.
El Kor muerto era Furah.
Eladamri cubrió el cuerpo de nuevo y levantándose le frunció el ceño ante
Teynel.
"Sigan su camino," ordenó Teynel. "Tenemos que entregar este prisionero al
Señor Greven."
El Kor se quedó mirando a Eladamri con los ojos entrecerrados. "¿Este es
Eladamri? Es un enemigo," dijo Theeno."Dénselo al Señor Crovax. Él lo despachará
como hizo con los otros."
Sivi dio un paso adelante. "¿Qué otros?"
Theeno sonrió, mostrando unos prominentes colmillos. "El Señor Greven había
reunido seis mil individuos de los pueblos del cráter para mantenerlos como rehenes
contra aquellos que quisieran ayudar a los viles rebeldes de la selva. Cuando el Señor
Crovax regresó de la batalla, él nos salvó, salvó a los Pescadores de la Vida. Sabía que
éramos sus fieles servidores. El resto…" Theeno sostuvo dos dedos con garras delante
de sus ojos e hizo un movimiento punzante. "Aún están ardiendo."
"¿Crovax los mató a todos?" preguntó Sivi levantando la voz.
"A todos menos a los Pescadores de la Vida. Nuestro jefe era amigo del Señor
Greven por lo que nos salvó de la ira del gran señor."
Teynel volvió a ordenar al Kor que se marchara. Las mujeres y los niños se
pusieron de pie y los portadores alzaron el cuerpo de Furah en sus hombros. Agitando
gran cantidad de polvo y sin decir nada más los Pescadores de la Vida siguieron su
camino. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos para ser oídos, Sivi explotó.
"¡Carnicero! Seis mil personas…su pueblo, de sus propias ciudades… matadas a
la vez! ¿Con qué clase de demonio estamos luchando, Eladamri?"
"Al parecer uno con una gran sed de sangre," respondió el elfo. Dividió su
mirada entre los Kor en retirada y el lejano cono de la Fortaleza. "Yo pensé que Volrath

140
era despiadado y cruel pero este Crovax es maldad en estado puro. Por si no lo saben
mis intentos de acercamiento a la gente del cráter han sido ampliamente ignorados.
Pensé que estaban demasiado aterrorizados o demasiado cómodos como para luchar
contra sus opresores. Ahora Crovax y Greven han asesinado a seis mil. La Oráculo
en-Vec lo vio suceder pero no me lo pudo describir a mí de lo horrible que era. Es un
crimen monstruoso pero aún puede volverse a nuestro favor. Si envío nuevamente
agentes al cráter esta vez la respuesta debería ser favorable a nuestra causa." Cruzó sus
brazos encadenados. "¿He sonado cruel?"
"Un poco," dijo Teynel. "Encontrar una ventaja en una catástrofe parece frío."
Eladamri volvió a montar su somnoliento kerl. "Una revolución no es una danza
regional. No podemos salvar a aquellos que ya están muertos pero podemos vengarnos
de los crímenes de sus asesinos. Vean con claridad lo que estamos haciendo, todos
ustedes. Esto no es un juego o un concurso de honor. Es un negocio sangriento y cruel.
La diferencia entre nosotros y Crovax o Greven es que hacemos lo que hacemos para
poner fin a la opresión y al derramamiento de sangre. En cambio, para ellos, la violencia
es una forma de vida y siempre lo será."
Le indicó al grupo que siguiera la pista de los Pescadores hacia la Fortaleza. Esta
les dio un recorrido bien pisado y les ayudó a ocultar sus propias huellas si el
Depredador o una patrulla Rathiana los descubría. La noticia de la masacre le dio una
nueva fuerza a sus pasos. Cuando Teynel propuso caminar toda la noche para llegar a la
Fortaleza por la mañana siguiente, nadie se opuso.

* * * * *

Dorian il-Dal dejó sus cámaras por primera vez tres días después de la masacre
de los rehenes. No había dormido en todo ese tiempo. El hambre le llevó finalmente a
salir y a vagar por las salas de la Ciudadela en su bata tratando de recordar dónde
estaban las cocinas.
No encontró a nadie más que a los guardias en los pasillos. A la primera docena
que le preguntó le dio instrucciones para llegar al comedor pero cada vez que se
trasladaba unos pocos metros se olvidaba se lo que le habían dicho. Un soldado se
compadeció de él y le dio dos galletas saladas de su bolsa de ración. Murmurando
abundantes gracias Dorian siguió vagando, mordisqueando el pan duro y dejando un
rastro de migas blancas en el pulido suelo negro.
Cuando terminó con sus galletas Dorian tuvo sed. Caminó sin rumbo hacia una
de las zonas menos utilizadas del palacio, los almacenes agrupados fuera del puente del
laboratorio de Volrath y la torre del mapa. Dorian tocó en las puertas sin rostro diciendo:
"¿Agua? ¿Alguien tiene una taza de agua para Dorian?" Las bodegas estaban selladas y
no encontró a ningún soldado útil en la sala.
Comenzó a llorar. Las lágrimas dejaron surcos a través de la harina en sus labios
y su mentón. Oliendo, arrastró los pies, agitando las manijas de las puertas y hablando
con voz ronca en busca del agua. Después de intentar más de treinta habitaciones
selladas su mano cayó en la manija de una puerta que se abrió y Dorian se secó las
lágrimas de sus ojos. Alguien por aquí le daría un trago.
La habitación era pequeña pero ancha con una bajo techo acanalado. Dorian
entró y fue arrebatado por la parte delantera de su túnica y lanzado al piso de la
habitación. Tropezó y cayó de rodillas. La puerta se cerró de golpe detrás de él y una luz
se encendió.

141
Se encontró rodeado de hombres fornidos vestidos con rústicas ropas. Había
armas apiladas en el suelo: espadas, vainas, corazas, yelmos. Cuando levantó la cabeza,
vio a quién sostenía la lámpara.
Crovax.
"¡Ah! ¡Ayuda! ¡Ayuda!" gritó Dorian. Con sus labios curvados con disgusto
Crovax indicó que silenciaran a Dorian. Una mano callosa se apretó sobre la boca del
chambelán y unos puños golpearon su espalda y vientre. Jadeando, Dorian se hundió en
el suelo y sollozó.
"Cállate y nadie te va a golpear," dijo Crovax. "¿Qué estás haciendo aquí?"
"Quería un poco de agua."
Los sargentos se miraron desconcertados. Nasser y Tharvello levantaron al obeso
Dorian a una posición de rodillas y le colocaron un taburete bajo sus ancas. El rostro del
chambelán estaba surcado de nuevas lágrimas.
"¿Qué le pasa?" preguntó Tharvello en voz alta. "El viejo tonto nunca ha sido
un guerrero robusto pero nunca lo había visto llorando y vagando por el lugar."
"Parece angustiado," dijo Crovax levantándose. Dorian se encogió ante un ligero
movimiento de Crovax. Este último sonrió, sus afilados rasgos se destacaron aún más en
el brillo de la lámpara en su mano.
"Soy yo, ¿no?" dijo. "¿Te estoy asustando, Dorian?"
El cerró los ojos y sacudió la cabeza con furia. "¿Puedo tomar una taza de
agua?"
Nasser miró a Crovax quien se encogió de hombros. Un sargento le entregó a
Dorian una botella. El chambelán la bebió con avidez, el agua derramándose por la
barbilla.
"Basta ya," dijo Crovax. "Es repugnante." Le quitaron la botella no sin que
Dorian lanzara manotazos al aire y volviera a los sollozos cuando la alejaron de su
alcance.
"¡Cállate!" le cortó Crovax.
"Lo siento," dijo Dorian esnifando. "¿Por qué se están escondiendo aquí?"
"¿Quién dice que nos estamos ocultando?" preguntó Nasser.
Dorian señaló el montón de armas. "No se supone que tengan estas en el
palacio."
"Veo que tu mente no está completamente ida," dijo Crovax colocando la
lámpara sobre la mesa. "Es una pena. Como idiota eras inofensivo. Como testigo con
agallas eres un peligro."
Por más mal que estuviera Dorian sabía cuándo estaba en peligro. Se esforzó por
levantarse pero seis fuertes sargentos le obligaron a permanecer en su taburete. Trató de
gritar pero alguien le metió un trapo en la boca. Nauseabundo, Dorian vomitó su comida
reciente de galletas y agua.
"Sosténganlo," dijo Crovax. Sacó un puñal de doble filo de su cinturón.
Los ojos de Dorian se abrieron aterrorizados y luchó débilmente para ponerse de
pie.
Crovax colocó la afilada punta de la daga en la parte inferior de la barbilla
carnosa de Dorian. El chambelán perdió todo su color y dejó de luchar. Crovax miró al
hombre desválido y detuvo su mano.
Se giró hacia Tharvello y luego le arrojó el puñal al joven sargento. "Hazlo tu."
"¿Por qué yo?"
Tharvello puso el borde de la daga en la fofa garganta de Dorian. Cuando la hoja
estuvo a punto de cortar la piel del chambelán Crovax gritó.
"¡Detente!"

142
Todos los ojos se posaron sobre él. Crovax tendió la mano para que le entregara
el arma y Tharvello le puso el mango del puñal allí.
En un rápido movimiento Crovax cerró sus manos alrededor del mango y
acuchilló horizontalmente con el puñal. Cortó una garganta de un solo golpe limpio,
pero no fue la de Dorian. Tharvello se tambaleó hacia atrás en contra de sus compañeros
sargentos con sangre derramándose por el pecho.
"¡Traidor!" gruñó Crovax. "¡Quisiste venderme a Greven y a ese gusano de
Ertai!"
"¿Qué?," dijo Nasser. Su pregunta fue repetida por todos los hombre en la
habitación.
Crovax metió la mano en la arrugada túnica de Tharvello. De allí salió una
perca, sus patas y alas atadas con pedazos de telas. Crovax la levantó y la hizo hablar.
"'Yo sirvo a Rath y no a un solo hombre’, " repitió la criatura.
"¿Tus palabras?" preguntó Crovax a Nasser.
"Sí, son mías, pero yo dije más que eso," explicó el sargento mayor con calma.
"Tienes razón." Crovax le dio a la perca una pequeña sacudida y esta habló de
nuevo.
"‘Si piensas que Crovax está terminado estás muy equivocado. Derrotado o no él
va a volver más fuerte que nunca. Marca lo que digo.’"
Crovax aplastó la perca convirtiéndola en una pulpa sangrienta en su mano y tiró
los restos sobre el moribundo Tharvello.
"Muy clarividente lo de usted, Nasser. Nuestro amigo Tharvello registró lo que
dijo y fue a ver a Greven il-Vec con ello. Como a Greven no le importó lo que escuchó y
sólo le dijo que lo nombraría jefe del Cuerpo de Sargentos si te lograba asesinar,
Tharvello juró que llevaría su perca a Ertai y a la emisaria. Resulta que yo tengo una
cierta cantidad de influencia sobre Greven y fue él quien me contó toda la sórdida
historia a mí."
Los ojos de Tharvello quedaron en blanco. Su piel había tomado el color de un
pergamino nuevo. Desde su taburete Dorian levantó sus pies descalzos y trató de no
dejar que la sangre le tocara.
"Usted encontrará que soy tolerante de muchas cosas," dijo Crovax limpiando el
puñal en el vestido del aterrorizado chambelán. "Embriaguez, duelos, juegos de azar,
estos son entretenimientos normales de los hombres de guerra. Mientras no
comprometan sus funciones no me importa lo que hagan de sus vidas. Incluso puedo
tolerar el fracaso. Todos fallamos de vez en cuando." Se echó a reír aunque nadie más
en la estrecha habitación se unió a él.
"Lo que no toleraré nunca es la traición. Este es el destino de los traidores." Dijo
pateando el cadáver aún caliente de Tharvello. "¿Saben por qué le di primero el cuchillo
a él?" Los sargentos asintieron con la cabeza o gruñeron por la ignorancia. "Para darle
una oportunidad de matarme. Si hubiera tratado de golpearme con un movimiento
rápido no le hubiera perdonado. Yo puedo utilizar asesinos pero los traidores son sólo
carroña. "
"Ya saben sus lugares en la operación de mañana. Ustedes son los mejores
hombres de Rath, los mejores guerreros y los verdaderos líderes. Cuando yo sea evincar
todos ustedes compartirán la recompensa de mi victoria."
Nasser levantó un puño en señal de saludo. "¡Crovax! ¡Victoria!" Los sargentos
repitieron el grito. "¡Crovax! ¡Victoria!"
Dorian tragó la bilis en su garganta y con voz ronca dijo: "Crovax, victoria."
"Oh, sí, chambelán. Casi me había olvidado de usted."

143
Agarró a Dorian por su grueso cuello y le izó en el aire. El rollizo chambelán
pesaba casi tanto como dos hombres de tamaño normal, pero Crovax lo levantó con una
mano. Los ojos de Dorian se hincharon y echó espuma por sus labios rojos.
"No puedo confiar en ti por más tiempo," dijo Crovax apretando su agarre.
"Siempre has sido un tonto pero también has tenido el suficiente sentido común como
para mantener la boca cerrada. La pérdida de tu ingenio te ha costado la vida."
Lanzó a Dorian contra la puerta de piedra variable y esta lo sostuvo rápidamente.
Los paneles de la puerta fluyeron hacia el exterior, agarrando la cabeza, brazos, cintura
y piernas de Dorian.
Crovax giró el puñal entre sus dedos. "Observa," dijo. "Te mostraré que el golpe
que utilicé en Tharvello no fue pura casualidad."

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Capitulo 14

Precio

La pila de pergaminos descartados había caído de la mesa y se había


desparramado por el suelo. Un buen tercio de las estanterías estaban vacías. Ertai estaba
desplomado sobre el último tratado, la cabeza apoyada en una mano. No podía leer más.
Había trabajado durante dieciséis horas sin parar en aquel oscuro anexo donde un
anterior chambelán había guardado todos los libros que le habían parecido demasiado
viejos o demasiado esotéricos para pertenecer a la colección principal del palacio. La
información técnica que había obtenido de los rollos fue suficientemente sencilla. Las
diminutas máquinas eran altamente resistentes a la influencia mágica normal porque
eran artificiales. La piedra variable existía a nivel molecular. Con el fin de sobrevivir a
la programación y la recombinación las moléculas de piedra variable se hallaban
extremadamente y armónicamente bien equilibradas y por lo tanto resistentes a
cualquier tipo de entrada de energía. En una sustancia natural, madera, por ejemplo, la
materia se equilibraba estáticamente. En reposo, en condiciones normales, la madera es
madera. Si se le añade calor su equilibrio se rompe y como resultado se quema. Ni todo
el fuego del mundo podría quemar a la piedra variable porque añadir calor a la sustancia
armónicamente estable no tendría ningún efecto. Tratar de encender piedra variable
sería como tratar de hervir un océano añadiéndole una tetera llena de agua caliente.
El secreto de la manipulación de la piedra variable residía en centrar magia o
energía mental en las moléculas individuales de la cosa. Ertai lo imaginaba de esta
manera: comienza con una alta torre de ladrillos, sólida y nivelada. Un hombre no
podría derribar la torre simplemente empujándola o golpeándola con un martillo común.
Pero con un cincel y un mazo podría aflojar ladrillos alrededor de la base de la torre.
Cuando la base se volviera inestable la torre podría ser derribada con un solo dedo. La
verdadera habilidad era en tratar de hacer que los escombros resultantes fueran algo útil.
Los Pirexianos les dan a los evincars esta habilidad psiónica durante su
metamorfosis física. Las mentes inalteradas solo podrían influir en la piedra variable a
través de una absoluta concentración o por el contrario por una gran salida de magia
dirigida. Los efectos de Ertai provenían de este último método. Sus habilidades mágicas
le habían iniciado y la terapia de infusión que había estado tomando le había
proporcionado el poder disponible para extraer. Sin embargo, en ese momento, su

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método se encontraba en un callejón sin salida. Todo el poder mágico natural presente
en Rath no era suficiente para que él pudiera levantar una mesa o convertir el suelo en
una pasta como lo hacía Crovax.
La candidatura de Ertai estaba, en pocas palabras, condenada al fracaso. El truco
consistiría en asegurarse de que él mismo no estuviera condenado junto con ella.
Estaba considerando acudir a Crovax y abdicar su oportunidad de convertirse en
evincar. ¿Quizás, el aliviado Crovax le perdonaría, tal vez incluso le permitiría salir de
Rath a través del antiguo portal Pirexiano en el Cañón del Portal?
Por supuesto. Crovax era un sujeto amable e indulgente.
Ertai empujó bruscamente los rollos restantes de la mesa. La pequeña lámpara de
piedra variable se volcó y por un momento temió que ocurriera un incendio entre todos
los manuscritos sueltos. La mecha amarilla siguió brillando en el interior del protector
de vidrio. No había un combustible como tal en la lámpara. Como se le había ordenado
brillar, brillaba. Pasado un tiempo, las nanomáquinas en la lámpara se descompondrían,
se desintegrarían, y la luz se apagaría. Por lo menos se necesitarían varios cientos de
años.
Ertai puso su cabeza sobre la mesa y miró fijamente a la luz. Le recordó a Belbe.
Brillante, con un propósito, incansable y con un pensamiento unidireccional. ¿Qué
pensaría ella de aquel encuentro que habían tenido? Por otra parte trató de entender lo
que había significado para él. Desde pequeño la vida de Ertai se había centrado en la
práctica de la magia. Durante diecinueve años fue en lo primero que pensaba cuando se
levantaba y en lo que soñaba por la noche. En la Academia de Barrin había estado
demasiado ocupado para tener un romance, si algo no hacía avanzar su conocimiento de
la magia, ¿de qué serviría? Ahora podía reírse de su propia arrogancia excepto que no
tenía ganas de reírse.
Con el pulgar y el dedo índice trató de arrancar la refulgente mecha de la
lámpara. Esta se apagó sumiendo a la habitación desordenada en la oscuridad. Cuando
apartó los dedos el elemento reanudó su fulgor. Sin llama, sin calor. Eso le recordó aún
más a Belbe.
Ella había dicho que tenía su propio portal. Si era así podría irse y llevárselo con
ella. En opinión de Ertai tenían una causa común en dejar Rath juntos. Una vez que
Crovax estuviera en el poder nadie en Rath estaría a salvo. Todo el mundo sería forraje
para su apetito, su propia manada privada de ganado de dos patas. Como rival derrotado
la vida de Ertai estaba, obviamente, en peligro y él podía ver que la de Belbe también lo
estaría.
Sí, Belbe sería la número dos en la lista de Crovax.
¿A dónde ir? ¿Dominaria? Era su hogar pero muy pronto sería el escenario de
una guerra horrible. Gerrard y los otros le habían contado esto y Belbe se lo había
confirmado. En sus momentos privados Belbe le había explicado como Rath y
Dominaria se entremezclarían, el paisaje de uno pasando a formar parte del paisaje del
otro. Una vez que la superposición Rathiana estuviera en su lugar las legiones de Pirexia
se derramarían con toda su terrible eficiencia tecnológica y la vida en Dominaria sería o
bien esclavizada o extinguida.
Ertai se consideraba un realista. Gerrard, Hanna y compañía no podían
prevalecer contra las huestes del Oculto. Lo había creído posible una vez pero ya no. Se
enfrentarían a un ejército de cien mil ‘Crovaxs’ totalmente despiadados e inflexibles. Su
hogar estaba condenado.
El portal de Belbe podría llevarlos a cualquier parte. Debía haber un millón de
mundos o más ahí afuera poblando el vacío. Incluso los Pirexianos podrían llegar a
todos ellos. Tal vez podrían encontrar algún mundo pacífico de magia que poder habitar,

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donde la máquinas estuvieran hechas de madera y no fueran pensantes, donde los pisos
sólo existieran para poder caminar sobre ellos y un hombre y una mujer talentosos
pudieran vivir una buena vida juntos hasta que el tiempo mezclara sus almas en el gran
firmamento para siempre.
Apágate, le ordenó, y la lámpara obedeció.

* * * * *

Las nubes se estaban amontonando en una corriente alta y oscura sobre la


Fortaleza cuando Eladamri y su equipo llegaron a los pies de la calzada principal.
Teynel había montado en el único kerl que tenían, como correspondía a su rango
superior entre las tropas "Rathianas". Eladamri caminaba detrás, sus esposas atadas a
una cuerda larga. Teynel había atado el otro extremo alrededor de un anillo de su
montura.
La calzada se levantaba de la llanura y un enorme puente de sólida mampostería
estaba levantado. El camino, usualmente lleno de tráfico subiendo y bajando, estaba casi
despejado. Pronto quedó claro el por qué: un grueso cordón de soldados patrullaba el
final del camino y los puestos de guardia a lo largo del puente estaban totalmente llenos.
Teynel gesticuló a Sivi y los otros para que siguieran adelante. Se alinearon y se
pusieron firmes. Eladamri llegó junto al cabo Dal y cayó en ambas rodillas, tratando de
parecer oprimido.
"¿Por qué hay tantos soldados?" preguntó Teynel. "¿Sabrán que estamos
tramando?"
"No," dijo Eladamri, cabizbajo. "Si hubieran sospechado de nosotros habrían
caído sobre nosotros mucho antes. Está sucediendo algo más."
"No creo que nos haga daño preguntar," dijo Sivi. "Todos somos parte de el
mismo ejército, ¿no? Hemos perdido más de una semana por lo que no sería extraño si
no sabemos lo que está pasando."
"Es verdad," dijo Eladamri y levantando la cabeza advirtió, "Cuidado, nos han
visto."
La torrecilla de piedra amarillenta en el final de la calzada era una pequeña
fortaleza por sí misma. Un centinela, parado fuera en la arcada de la puerta, vislumbró a
los rebeldes y llamó a toda prisa a su superior. Apareció un capitán Rathiano comiendo
una pera azul brillante y al verlos gritó una orden, inaudible desde donde Eladamri
estaba sentado. Cuarenta soldados completamente armados salieron de la fortificación y
corrieron desordenadamente hacia los rebeldes en espera.
"Ahora es el momento de tener la cabeza fría," dijo Eladamri. "Recuerden, todos
ustedes son soldados Rathianos. Esos hombres que vienen allí son sus compañeros."
Los soldados se desplegaron y rodearon al pequeño grupo. Teynel se inclinó
tranquilamente a través del cuello de su kerl. Liin Sivi colocó el tallo de una larga
brizna de hierba entre sus dientes.
El capitán llegó aún sin soltar su merienda a medio comer. "¿Quiénes son
ustedes?," dijo bruscamente.
Teynel saludó. "Cabo Elcaxi de la Cuarta Compañía. ¡Es bueno estar en casa!"
El capitán le miró de soslayo. "Cuarta Compañía, ¿eh?"
Teynel sonrió. "Así es, de la Temible Cuarta."
"No muchos de tus compañeros lograron volver." El capitán le tendió la mano.
"Bienvenido a casa."
Teynel estrechó la mano del hombre con verdadero alivio. "Tenemos un
prisionero que entregar."

147
El capitán se paró cerca de Eladamri con las manos en las caderas. "¿Por qué
preocuparse? Yo le habría cortado el cuello y lo hubiera dejado en la llanura."
Sivi dio un paso adelante. "Oh, no," dijo. "Hemos atrapado a un rebelde
importante. ¡Este es Eladamri!"
La fruta cayó de la mano del capitán. "¡Que me rellenen de piedras! ¿El mismo
líder de los rebeldes? ¿Están seguros?"
"Eso es lo que él dice que es. No puedo pensar por qué alguien quiera decir que
es Eladamri a menos que así lo fuera. Quiero decir, sabiendo lo que le pasaría, ¿no?,"
dijo Teynel.
"¡De pie!" El capitán le ordenó a sus hombres que se acercaran y tomaran al
prisionero. Sivi y los rebeldes se cerraron alrededor del elfo, bloqueando a los soldados.
"Él es nuestro premio," dijo. "Nosotros lo hemos atrapado y nosotros lo vamos a
entregar."
El capitán se echó a reír. "¡En verdad que son de la Cuarta Compañía! Nadie
más tiene tanta desfachatez," dijo haciéndoles un gesto a sus hombres para que
retrocedieran. "Acompáñennos a la fortificación. Les daré una señal que les permitirá
atravesar las demás fortificaciones, y enviaré una perca al Señor Greven con la noticia."
"El Señor Greven odia las percas," dijo Teynel con inteligencia. "Envíe un
corredor en su lugar. No tenemos apuro y este elfo ¡no va a ir ninguna parte sin
nosotros!"
Excitado con la emoción el capitán estuvo de acuerdo. Se mandó un corredor
con la sorprendente noticia de la captura de Eladamri. Los rebeldes se dirigieron hacia
la caseta de vigilancia en medio de las miradas de admiración de los soldados Rathianos
y Eladamri arrastró sus pies e hizo lo mejor que pudo para parecer abatido.
El capitán le dio a Teynel un pase, un disco de metal grabado de diez centímetros
de ancho con el sello de la Ciudadela en él. Teynel pasó la correa alrededor de su cuello
y dejó que la ficha cayera a través de su pecho.
"Esto es maravilloso," dijo el capitán. "Dime, ¿cómo lo capturaron?"
"Fue difícil," dijo Sivi. "Nuestro batallón salió a la carga a través del campo
ardiente cuando vimos a esta banda de elfos cruzando en frente de nosotros. Los
perseguimos hasta el pantano perdiendo a la mitad de nuestro grupo en el camino.
Matamos a veinte o treinta rebeldes y capturamos a este a punto de suicidarse. Tratamos
de encontrar el camino que saliera de Veloceleste pero los árboles nos hicieron perder.
El resto del batallón fue pereciendo por los pozos, las serpientes, y la fiebre. Pasado el
tiempo logramos salir pero el ejército se había ido así que logramos regresar de la mejor
manera que pudimos."
Los soldados estaban ensimismados por cada palabra de Sivi. Cuando finalizó
aplaudieron vigorosamente. Sivi no podía dejar de sonreír.
"¡Esta es la mejor noticia que hemos tenido desde la reparación del
Depredador!," dijo el capitán."¡Ahora que su líder ha desaparecido, los rebeldes no
tendrán las agallas para enfrentarse a nosotros otra vez!"
Rodeados por las agitada y animada tropa el equipo condujo a Eladamri hacia
adelante. Cuando la fortificación había quedado detrás de ellos el elfo habló.
"Buen trabajo, Teynel."
Teynel sonrió y asintió con la cabeza. "Hice mi mejor esfuerzo por sonar como
un soldado insolente."
"¿Y qué tal mi desempeño?" preguntó Sivi.
"Esplendido," dijo Eladamri. "Tienes los dones de un bardo," dijo caminando
hacia delante con los brazos agobiado por los pesados grilletes. "Una cosa ha sido

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engañar a los soldados comunes de la puerta pero Greven II-Vec aparecerá pronto y por
lo que sabemos también lo hará Crovax. Así que mantengan la tranquilidad."
"No estoy preocupado," dijo Teynel. "Una vez que se corra la voz de que
estamos trayendo a Eladamri nadie nos mirará dos veces."
Y así fue. En cada puesto de guardia que pasaban los soldados se giraban para
vitorearlos y para mirar al jefe rebelde capturado. Pero no todas sus miradas eran
siniestras. Muchas eran simplemente de curiosidad por ver al famoso Eladamri, el
escurridizo jefe guerrillero que los había eludido durante tanto tiempo. Los rumores del
populacho habían convertido a Eladamri en un mago elfo, cuyos hechizos le habían
permitido sus muchos escapes milagrosos. Para los amantes de la leyenda fue
decepcionante ver que el fabuloso elfo era en realidad un pequeño sujeto de mediana
edad vestido con harapos.
El corredor debe haber tenido una lengua ocupada ya que todos los que
encontraron a lo largo de la calzada sabían que Eladamri estaba llegando. Tanto los
soldados como los civiles por igual se alineaban en el puente y a cada minuto llegaban
más y más. La población civil de los asentamientos del cráter salió a ver la procesión.
Los rebeldes disfrazados se vieron casi desbordados por hordas de curiosos Dal y Vec
que querían ver a Eladamri.
De repente, la multitud en frente de ellos se desvaneció. Una caballería de kerls
vino galopando por el puente con las lanzas horizontales. La gente se apresuró a evitar a
los soldados. Detrás de ellos venía un batallón de infantería pesada luciendo altas
armaduras cónicas. En medio de ellos venía Greven il-Vec ataviado con una temible
armadura de batalla. Eladamri comprobó los rostros de sus jóvenes compañeros. El
rostro de más de un rebelde perdió color ante la vista del imponente señor de la guerra.
De todos los rebeldes Liin Sivi fue la más tranquila. Empujó las caderas hacia delante y,
despreocupadamente, dejó descansar su mano sobre la empuñadura de su toten-vec.
"Terrible Señor," dijo Teynel con la voz quebrada. "El Cabo Elcaxi y sus
hombres, reportándose. Tenemos un prisionero."
La infantería pesada se separó en filas y Greven dio un paso al frente de ellas.
"Ya veo." Le llevaba unos buenos sesenta centímetros más al elfo maniatado, sin
embargo, mientras ambos se miraban entre sí, un tipo de igualdad existió entre ellos. No
era respeto sino un reconocimiento de que cada uno era un formidable guerrero.
"Si no eres Eladamri deberías serlo," dijo Greven.
"¿Lo duda usted, Terrible Señor?" dijo Sivi.
Él la miró como si fuera un insecto arrastrándose a través de su plato de comida.
"La duda mantiene a un soldado vivo," dijo. "Usted debería cuidarla tanto como a su
espada."
Él dijo: "Yo soy Eladamri, hijo de Kelimenar. ¿Me dejará parado aquí?" Por un
momento, un fugaz fragmento de un segundo, vio la indecisión en el rostro del otro
guerrero.
Luego desapareció y Greven dio sus órdenes. "Entréguenlo a los guardias de la
Ciudadela en la explanada de la fábrica."
"Pero Terrible Señor," dijo Teynel. "¿Qué pasará con él?"
"¿Acaso es de su preocupación, Soldado?"
"Sí, Terrible Señor," intervino Sivi. "Como sus captores queremos una
recompensa por haberlo atrapado."
Algunos de los civiles en la multitud se quedaron sin aliento por su
impertinencia. Los genuinos soldados Rathianos esperaron escuchar el rechinar de
dientes pero ninguno llegó.
"Todo lo que han ganado será suyo. Esta es la palabra de Greven il-Vec."

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Se puso de pie a un lado y dejó que Teynel liderara a su grupo a través. La
oscura mole encorvada de la Fortaleza les esperaba. Eladamri levantó su semblante
hacia el cielo y realizó la que esperaba no fuera su última mirada a las turbulentas nubes
grises de Rath.

* * * * *

El tenso ambiente en la Ciudadela había llegado a un nivel insoportable. Cada


minuto era como la hora antes de la tormenta cuando todo está quieto pero la amenaza
de un levantamiento se siente claramente en el aire.
Belbe sintió que las cosas estaban a punto de romperse. Se puso su armadura
ceñida por primera vez desde el día de su llegada. Para su mente lógica el peligro venía
de las miles de personas Dal y Vec que vivían en el cráter. Estas eran las personas que
Crovax habían agraviado por haber asesinado a sus seres queridos y, a pesar de la
relativa calma de los últimos dos días, Belbe estaba segura de que se estaba cociendo
una revolución justo debajo de la cubierta de la normalidad.
Protegida, con su yelmo bajo el brazo y una delgada espada Pirexiana en la
cadera, Belbe salió a encontrarse con los demás residentes de la Ciudadela. Tuvo poca
suerte. Ertai había desaparecido, probablemente enterrado en alguna biblioteca olvidada.
A Dorian il-Dal no se lo hallaba en ninguna parte. Fue a sus aposentos privados y
encontró la puerta abierta. Las habitaciones de Dorian eran un desastre. Las sábanas
habían sido arrancadas de la cama. Cerámica rota estaba esparcida por el suelo. Sus
orinales estaban llenos y apestando.
Cuando salió de los cuartos de Dorian el pasillo estaba lleno de personas:
cortesanos, algunos de los cuales no había visto en una semana y miembros de la
guardia de palacio. Incluso guardias fuera de servicio en sus jubones acolchados se
arremolinaban alrededor del corredor. Belbe detuvo a un anciano Dal.
"¿Qué está pasando?" dijo.
"¡Grandes noticias, Excelencia!," dijo el cortesano. "¡Dicen que el señor elfo
Eladamri ha sido capturado! ¡Estará aquí en minutos!"
"¿Eladamri? ¿Capturado?" Ella se sorprendió aún más que si el hombre le
hubiera dicho que Greven había cambiado de sexo. "¿Cómo sucedió?"
"No sé cómo el bribón fue capturado, sólo que viene encadenado hacia aquí."
Y haciendo varias reverencias se alejó rápidamente. Belbe, un poco aturdida, se
quedó inmóvil en un río de personas moviéndose y dialogando. ¿Eladamri capturado?
La ordenada marcha en formación de los guardias la despertó de su ensueño. Se
giró y les ordenó detenerse. Los doce guardias hicieron alto y saludaron a su líder.
"Tenemos órdenes de llevar al rebelde Eladamri a la prisión de palacio," dijo el
guardia de alto rango."Debemos esperar al Señor Greven en la explanada de la fábrica y
custodiar al prisionero."
"Voy a cambiar sus órdenes," dijo. "Llevarán al prisionero a la Sala de
Reuniones. Quiero verlo." El capitán de la guardia saludó de nuevo y continuó su
camino.
Belbe subió las escaleras que terminaban en la antecámara del Salón de
Reuniones. Al mediodía debía anunciar su elección del siguiente evincar. En la
preparación para la ceremonia la antesala había sido pulida y decorado con pancartas y
banderas marciales. Los guardias vestidos con una armadura negra esmaltada ya estaban
de pie en las puertas del iris. Presentaron las armas cuando la vieron.
"Descansen," dijo. "Un prisionero de estado será traído aquí en breve. Lo
admitirán a él, a su escolta y a cualquiera que le sigua, ¿está claro?"

150
"Así se hará, Excelencia."
Ella se interpuso entre ellos. Los paneles circulares se apartaron siseando. "Hasta
entonces no admitan a nadie más," agregó Belbe.
"Sí, Excelencia."
El salón estaba decorado con un amplio semicírculo de estandartes carmesí y oro
cada uno con la heráldica del escudo de armas de los evincars anteriores. Cada
compañía del ejército Rathiano estaba representada por una bandera de batalla. El trono
del gobernador, despojado de las insignias de Volrath, había sido traído de la sala del
trono superior para esta ocasión. Flanqueando la silla alta había dos braseros ardientes.
Caminó lentamente por el pasillo, rodeado de símbolos pasados y presentes del
poder de Rath y por el olor se dio cuenta de que las llamas que había visto eran reales y
no simulaciones de piedra varible. Los braseros eran del tamaño de los escudos
guerreros montados en negros trípodes de metal.
Sus pasos sonaron fuertes en la quietud. Se sintió extrañamente adormecida.
Belbe subió los escalones bajos de la tarima y se sentó en el trono. Su espalda
apenas había tocado la parte trasera del asiento cuando escuchó una voz que dijo:
"¿Cómo se siente?"
Crovax salió de las sombras directamente encima de ella.
"¿No te cansas de caminar por todos lados al revés?"
"Un truco divertido de la piedra variable, a veces útil," respondió mientras
bajaba caminando por la pared. "Pero usted no contestó la pregunta."
"Es una silla, como cualquier otra."
Crovax bajó al suelo. "No es así. Esa es la silla del Evincar de Rath, el único
árbitro de la vida de millones."
"Pensé que el poder residía en el gobernante, no en el mueble."
"Usted tiene tan poco aprecio de los símbolos de poder. Cualquier persona que
se siente allí, sin importar su origen, obtiene un toque de liderazgo. Eso no sucede con
un taburete ordinario o las sillas de una cocina."
"En Pirexia tales adornos no son necesarios. El poder viene del conocimiento y
el control no de banderas y muebles. Mi propio maestro..." su voz se apagó al recordar
la informe masa de Abcal-dro. "Él no tiene necesidad de sillas."
Crovax descendió de la tarima. "Llegó temprano. ¿Ha tomado una decisión?"
"Sí."
"¿Y no sería tan atenta de compartirla conmigo?"
"Todavía no."
"¿Entonces por qué está aquí, Excelencia?"
"¿No ha oído? Eladamri ha sido capturado. Greven lo está trayendo aquí
mientras hablamos."
Crovax estaba electrificado. "¡Es broma! No, usted nunca las hace… ¡Eladamri
capturado!" Dio un aplauso y sonrió ampliamente. "¡Un premio apropiado para
comenzar mi nueva era en Rath!"
El ruido creció en la antesala y las puertas del iris se separaron como las
cuchillas de una tijera. Greven il-Vec, todavía vestido con su armadura de batalla, venía
liderando una enorme multitud. Inmediatamente detrás de él aparecieron diez soldados
indescriptibles con los pies embarrados y vestidos con abolladas armaduras oxidadas.
Luego los guardias de palacio en una formación cuadrangular con cuatro de ellos en el
fondo. En el centro del cuadrado había una figura solitaria llevando harapos grises y las
manos atadas por cadenas pesadas. Los cortesanos con sus mejores galas barrocas
llenaron la sala detrás de los guardias y una variada colección de soldados fuera de
servicio, funcionarios, y uno o dos extraños moggs completaron la multitud.

151
Belbe estiró el cuello para ver al famoso líder rebelde pero con Greven y un
muro de guardias en el camino no pudo obtener una visión clara de él.
Greven detuvo la procesión. Unos pocos espectadores tosieron con nerviosismo.
"¡Su Excelencia!" retumbó Greven. "¡Los soldados del ejército de Rath le traen
un tributo!" Se hizo a un lado.
Crovax estaba al pie del trono con los brazos cruzados. Abrió la boca para hablar
pero sus palabras murieron cuando Belbe se levantó desde el trono del evincar y
descendió los escalones.
La sala quedó en silencio sepulcral, sus botas chasquearon en el simulado suelo
de mármol y ella sintió como si estuviera frente a un gran misterio, una maravilla
perdida de la naturaleza.

* * * * *

Teynel, Sivi, y los atacantes rebeldes contuvieron el aliento. Nunca habían


imaginado que llegarían tan cerca del sitio del poder del enemigo. La gigantesca
Fortaleza les impresionó. La fábrica de piedra variable les dejó perplejos y asustados.
Cada uno de los vigorosos soldados profesionales estaba preocupado. En ese momento,
en el corazón de la Ciudadela, estaban cara a cara no sólo con Greven il-Vec y Crovax
sino también con la emisaria personal de los temibles grandes señores Pirexianos.
Y ella era una niña. Una joven niña elfa.
"Estos son los soldados que trajeron a Eladamri," explicó Greven.
Teynel saludó con tal fuerza que casi hizo caer su propio yelmo. "Ccc…cabo
Elcaxi de la Cuarta Compañía, Su Excelencia."
"Cabo."
"Es mi segundo al mando, Soldado Vertino a Vuestras Ordenes," respondió Sivi
a la mirada vacía de Belbe con una fría evaluación de su propiedad.

* * * * *

Los rebeldes separaron sus filas para dejar pasar a Belbe. Cuando despejaron su
camino ella tuvo una visión mejor de Eladamri. Era de altura moderada y el color de su
cabello significaba que había pasado más allá de la flor de la vida de su raza. Los altos
guardias del palacio, elegidos por su tamaño y fuerza de las filas del ejército regular,
aún le impedían verlo con claridad.
Greven asintió con la cabeza y una puerta de guerreros armados retrocedió.
Eladamri vio su rostro y ella el suyo.
Los ojos de él se abrieron y una oleada de sangre ardió en sus mejillas. Eladamri
dejó escapar un rugido de rabia perfecto y aunque cargado con treinta kilos de grilletes
y cadenas se arrojó sobre Belbe y la tiró al suelo.
Ella pensó que el tiempo se había detenido. Todo el mundo estaba quieto, al
igual que las estatuas del baño de Volrath…los guardias obstaculizados por su atuendo
ceremonial, los soldados harapientos que habían capturado a Eladamri boquiabiertos;
Crovax flotando en la periferia de la escena, mirando y sonriendo. Greven, cuya
violencia siempre parecía estar a al filo de la navaja sólo miraba con curiosa pasividad.
Van a dejarme morir, pensó. Van a dejar que este loco me mate.
Eladamri tenía las dos manos alrededor de su cuello. Debido a que ella tenía su
gola no podía estrangularla por lo que levantó su cabeza y la estrelló contra el suelo.
Eso dolió pero sólo superficialmente. Su cráneo de aleación podría resistir el golpe de
un hacha. Cada vez que su cabeza golpeó el suelo se escuchó un sordo ruido metálico.

152
"¡Asesino! ¡Asesino!" gritó el elfo. "¡Avila! ¡Avila…!"
Los doloridos soldados de la Cuarta Compañía se movieron primero. Agarraron
a Eladamri por los brazos y los hombros y lo arrancaron de Belbe. Una vez que estos
actuaron el hechizo se rompió y los guardias del palacio se abalanzaron con sus armas
de asta para obligar al líder rebelde a quedarse en el suelo. Elcaxi y sus compañeros
rechazaron las armas de los guardias confiando en sus cuerpos para mantener quieto al
furioso Eladamri.
Alguien levantó a Belbe. Su visión se aclaró y vio que su benefactor era Crovax.
"Yo sabía que era astuto pero nunca pensé que Eladamri estaba loco," dijo
Crovax suavemente." ¿Está usted bien, Excelencia?"
Belbe se frotó la parte posterior de la cabeza. "No tengo daño permanente."
"¡Malditos asesinos! ¡Lo hicieron a propósito! ¡Demonios! ¡Monstruos! Querida
Avila, mi dulce niña, ¿cómo te pudieron hacer esto…?"
Belbe todavía seguía sondeándose la parte posterior de la cabeza cuando
preguntó: "¿Qué delirios son esos?" Crovax y Greven no tenían idea. "Ustedes dejen
que se vaya," ordenó Belbe.
Sivi y Teynel vacilaron pero siguieron las órdenes. "¡De pie!" dijo Teynel y los
rebeldes se pusieron rígidos. Eladamri arqueó su espalda y saltó a una posición
agazapada con un solo movimiento. Las lágrimas corrían por sus mejillas. Con un
segundo tirón volvió a ponerse en pie. Los guardias del palacio interpusieron un muro
de armas de asta entre él y Belbe.
"Esperen," dijo ella a las tropas. "No le hagan daño." Se volvió a Eladamri y le
preguntó. "¿Por qué has arriesgado tu vida poniendo las manos sobre mí? ¿Quién es
Avila?"
El avanzó un paso, respirando dificultosamente. "¿Mi rostro no significa nada
para ti?"
"Nunca te he visto antes."
Apretando los mangos de las armas de asta que le impedían avanzar preguntó:
"¿De dónde vienes, Niña?"
El revés de Greven a Eladamri lo envió arrastrándose por el suelo. La multitud
dejó escapar un colectivo "¡Oh!"
"¡No eres quién para cuestionar a la emisaria!" ladró Greven. Belbe levantó una
mano al guerrero corpulento. "Estad quietos," dijo y abriéndose camino a través de la
cobertura de armas de asta se arrodilló junto al elfo. Eladamri se apoyó en un brazo y se
limpió la sangre de su labio recién dividido.
"¿Me atacas porque soy la emisaria de tu enemigo?," dijo Belbe.
"He atacado porque eres una abominación, una horrible mentira," dijo Eladamri
en voz baja."Debes ser exterminada, como debería pasar con todas las criaturas
artificiales."
"Yo no hablaría de exterminio demasiado a la ligera," dijo Crovax pasando a
través del gentío. "Desde donde estoy parado el mejor candidato para el exterminio es
usted."
Eladamri se puso de pie. Estaba agobiado por las cadenas pero cuando Belbe
trató de ayudarle se alejó mirándola con odio.
"Quítenle los grilletes," dijo Belbe. Como nadie cumplió con su orden gritó,
"¡Hagan lo que digo!"
Teynel metió la llave en los grilletes de su líder. Trató de instar a Eladamri a
estar tranquilo con una mirada significativa. El elfo no le miró a sus ojos. Le quemó con
la mirada a Belbe y la mantuvo allí incluso después de que sus cadenas cayeron
estrepitosamente al suelo.

153
"¿Cuáles son sus órdenes, Excelencia?" preguntó Greven.
"¿Cuál es la primera tarea de un captor?"
El hizo una reverencia. "Como usted ordene, Excelencia." A la orden de Greven
la cuadrícula de los guardias se reformó. Teynel y los rebeldes se mantuvieron
discretamente en la parte trasera.
"No lo maten," agregó Belbe cuando el preso se giró. "Sáquenle lo que sabe pero
preserven su vida. ¿Han entendido?"
Greven reconoció haberlo hecho.
Crovax suspiró. "Tantos problemas. Dudo mucho que nos diga algo. Es mejor
rebanarle la cabeza ahora y terminar con todo esto. Puedo hacer que la aeronave caiga
sobre los rebeldes en el Bosque Veloceleste…"
"Cállate," ordenó Belbe.
Crovax se encogió de hombros.
La multitud trató de salir del camino de de la escolta de Eladamri pero había
tantas personas en la parte trasera de la sala que tomó unos minutos despejar la puerta.
Justo cuando la atención de todos estaba centrada en la partida del líder de los rebeldes
el suelo de la sala se convirtió en una arcilla suave y las dilatadas puertas se fundieron
en una masa sólida. Todo aquel que trató de levantar los pies perdió sus zapatos y
sandalias en la sustancia pegajosa.
La frustración se Belbe estaba escrita en su rostro. "Crovax, ¿Qué estás
haciendo? Restaura la puerta y el piso."
Crovax estaba sentado en el trono. Se veía muy natural y cómodo en la silla
vestida de negro. Inclinándose hacia atrás apoyó la barbilla en las manos y esperó a que
todo el mundo lo mirara para responder.
"La hora del mediodía no está muy lejos, Excelencia. ¿Por qué no tomar ventaja
de estos espléndidos testigos y anunciar su elección para el próximo Evincar de Rath?"
Ella miró a su alrededor. "Ertai no está aquí."
"¿Debería estarlo?"
"Él está bajo consideración para el puesto."
Crovax flexionó los dedos. Cuatro estacas de piedra variable de unos treinta
centímetros de espesor, parecidas a las que había utilizado para masacrar a los rehenes,
surgieron del suelo alrededor de Belbe. Unos picos secundarios sobresalieron de estas
mismas estacas aislándola en un anillo de espinas artificiales.
Belbe lo fulminó con la mirada. "Estoy cansada de tus demostraciones."
Su párpado derecho tembló. Una quinta varilla se formó entre los pies de ella. Se
levantó lentamente hasta el nivel de la rodilla y se mantuvo allí con la punta doblándose
hacia atrás para acariciarle la pierna como un curioso tentáculo.
"Dinos tu elección," dijo tranquilamente Crovax.
"Aún no."
La quinta estaca se elevó hasta su barbilla. Flexibles pseudópodos surgieron de
ella e investigaron delicadamente las articulaciones de su armadura. Ella sabía que con
un solo pensamiento él las podría convertir en estacas tan duras como el acero.
"Si me matas nunca serás nombrado evincar," dijo Belbe. "Sabiendo eso, ¿crees
que puedes asustarme para tomar una decisión?"
Crovax se echó a reír. Fue una risa cruel y hostil pero la jaula de estacas se
hundió en el suelo. El resto de la multitud se había dado cuenta de que sus pies estaban
libres. Su éxodo se aceleró ahora que muchos de ellos habían visto los talentos de
Crovax por primera vez.
"Aplazaré mi decisión hasta mañana por la mañana. Para entonces ya podré
conocer más acerca de los planes de los rebeldes y así actuaré en consecuencia."

154
Y diciendo esto Belbe caminó por el salón. Los ojos de Eladamri, llenos de odio,
la siguieron hasta que salió de la habitación.

Capitulo 15

Rehén

Ertai despertó lentamente. La habitación estaba completamente a oscuras y tan


caliente que el sudor de su frente se había acumulado sobre la mesa pegoteando varios
de los manuscritos antiguos. Tenía un horrible sabor en su boca. Tosiendo se irguió y se
dio cuenta de que había estado masticando un pergamino en su sueño. Eso explicaba el
asqueroso sabor de la tinta.
Con un pensamiento puso a la lámpara a trabajar. Esta comenzó a brillar,
primero roja, luego naranja, y gradualmente convirtiéndose en un resplandor de color
amarillo suave. No tenía idea de qué hora era ni cuánto tiempo había estado en el
polvoriento y árido anexo.
Pisoteando a través de pilas de pergaminos abiertos llegó a la puerta y abrió el
cerrojo. El aire se derramó como una fresca cascada. Abrió los brazos y lo bebió con
gratitud. Aquellas habitaciones de la Ciudadela eran lugares casi herméticos con sus
puertas cerradas. Había sido un milagro que no se hubiera sofocado en aquella tumba de
libros alineados.
Sudoroso y con su rostro hinchado por el sueño Ertai caminó lentamente por el
pasillo. Por la cantidad de luz proveniente del exterior parecía tarde por la mañana o
temprano por la tarde. Rath no tenía ni días ni noches marcados, pero las variaciones
diurnas del gigantesco rayo de energía se aproximaban a dos mitades de un día. Quería
una bebida fría, un poco de comida decente y un baño. Pensar en un baño le hizo
sonreír. Tendría que utilizar la lujosa bañera en las habitaciones del evincar una vez
más. Quizás esta vez Belbe se uniría a él. Sería un buen lugar para soltar su plan acerca
de los dos dejando Rath para siempre.
El pasillo lateral conectaba a un gran corredor que estaba sorprendentemente
lleno de gente. La Ciudadela no había estado tan animada desde que había llegado. En
ese momento el lugar bullía de sirvientes y cortesanos ricamente vestidos, algunos
acelerando su paso cada vez más, otros demorándose en las alcobas mas a mano,
conversando en susurros exageradamente fuertes. "Perdóneme, pero ¿cuál es el
alboroto?" le preguntó a un trío de chillones haraganes.

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"¿No has oído? ¡Hemos capturado a Eladamri!" El fofo cortesano, inclinado bajo
un tocado lleno de piedras preciosas, no parecía como alguien que hubiera capturado
algo más que una comida gratis.
"¿Está usted seguro? ¿Cuándo ocurrió esto?"
"Lo vi yo mismo en la Sala de Reuniones, media hora atrás," dijo el hombre con
altivez. "Es un salvaje, no hay duda. ¡Trató de matar a la emisaria en frente de toda la
corte!"
Y tirándole de la abundante manga del cortesano le preguntó: "¿Belbe está
bien?"
El Señor Tallegrande se quitó los dedos manchados de tinta de Ertai de su
camisa bordada de oro y olfateando respondió: "Su Excelencia no recibió ningún daño."
Ertai hizo una ligera alteración en la piedra variable que rodeaba a los pies del
cortesano, pronunció un agradecimiento breve y aceleró el paso. Momentos más tarde
fue premiado con el sonido del hinchado cortesano cayendo de bruces en el piso. Ertai
había encerrado sus mocasines en el suelo.
El pasillo que conducía a la antesala del Salón de Reuniones se amplió. Ertai
echó a correr. Eludió a todos los lentos holgazanes que se desplazaban por allí y luego
chocó contra la ancha espalda de un hombre que no se movía en absoluto.
"Fuera del camino," dijo. "Este es un corredor público no una ciudadela
pública."
El gigantesco hombre se dio la vuelta
"Te conozco," dijo Ertai. "Eres un soldado, el Sargento ‘alguien’…u ‘otro’…"
"Nasser es mi nombre." Otro forzudo compañero apareció detrás de Ertai. "Este
es el Sargento Valmoral."
El sudor se volvió frío en el cuello de Ertai. "¿Cómo lo hacen?" Los dos estaban
vestidos con jubones y calzones por lo que dijo: "¿Este es su día de descanso,
muchachos?"
"El trabajo de un sargento nunca termina," dijo Nasser. El que se llamaba
Valmoral colocó la punta de un cuchillo corto pero muy afilado en la espalda de Ertai.
"Sabemos que eres un sujeto inteligente así que elije con cuidado tu siguiente acto."
"Tienen toda mi atención."
"Vendrás con nosotros," dijo Valmoral.
"¿De verdad creen que me pueden secuestrar aquí, delante de todas estas
personas?"
"Vas a venir," dijo Nasser. "La vida de la emisaria está en juego."
"¿Belbe?" Los ojos de Ertai se estrecharon. Él podría enviar, con un poco de
esfuerzo, simultáneos estallidos sicoquinéticos de cada una de sus manos y repeler a
estos rufianes. Pero entonces, ¿qué? Por todo lo que sabía Belbe ya se encontraba en sus
manos. Así que se relajó dejando caer sus hombros.
"Bien pensado," dijo Nasser. "Por este lado."
Se movieron lentamente en contra del flujo general de la multitud con los
soldados colocados a sus lados y dirigiéndole con codazos de sus anchos hombros.
"Por lo menos díganme a donde vamos," dijo por el costado de su boca.
"A un lugar para reflexionar con tranquilidad," respondió Nasser.
"Yo podría sugerirles ese lugar... ¡ay!" Valmoral lo pinchó con la punta de su
cuchillo.
"Parloteas como una perca. ¡Cállate la boca!"
Doblaron por el pasillo principal y se metieron en un corredor pequeño
perdiendo a la mayor parte del tránsito a pie. Pasaron varias ramificaciones más y

156
volvieron a girar, esta vez metiéndose en un pasaje apenas lo suficientemente ancho
como para que dos hombres caminaran apretados.
"Cuarta puerta a la derecha," dijo Nasser.
El aminoró el paso hasta que Valmoral se estiró para empujarlo hacia adelante.
Tan pronto como Ertai arrastró los pies fuera del alcance del brazo mandó a los muros
de piedra variable que se estrecharan. Dos protuberancias se formaron en frente de los
sargentos bloqueando su camino. Ertai echó a correr.
"¡Espera, tú!"
Se deslizó hasta detenerse en la cuarta puerta y echó un vistazo hacia atrás para
ver a los hombres atrapados. Uno gritaba terribles amenazas, el otro estaba tratando de
pasar como un gusano más allá de la obstrucción. Ertai puso una mano en la manija de
la puerta y esta se abrió hacia dentro mostrándole la cara sonriente de Crovax.
"¿Divirtiéndote muchacho?" dijo. "Bueno. Yo también estoy de humor para un
poco de diversión."

* * * * *

Teynel, Sivi y los rebeldes caminaron con cautela a la zaga de Eladamri y su


escolta de guardias de palacio. Fue fácil seguirlos, incluso a través de las multitudes,
porque Greven il-Vec sobrepasaba a todos a la vista. Mientras mantuvieran la espalda
del imponente guerrero en el punto de vista ellos sabían donde estaba su líder.
A excepción del toten-vec de Sivi estaban desarmados. Incluso como soldados
Rathianos tuvieron que entregar sus armas cuando entraron en el palacio. Eladamri
había estado inexplicablemente calmado a través de todo el peligro hasta que puso sus
ojos en la emisaria. Su posterior furia asesina e implacable fue algo que ninguno de
ellos lo había visto hacer jamás.
"La emisaria se parece a un elfo," señaló Sivi mientras caminaban a la sombra de
su líder en cautividad. "¿Es eso lo que le enojó?"
"No lo sé," dijo Teynel, "pero tengo un mal presentimiento al respecto. No me
esperaba todo esto y creo que Eladamri tampoco lo esperaba. No creía que fueran a
actuar con tanta rapidez para interrogarle."
"¡No podemos dejar que lo torturen!" dijo Sivi.
Teynel se giró bruscamente llegando cara a cara con Liin Sivi, "Tenemos una
misión que cumplir. ¡Si no estás feliz con la manera en que la estoy llevando eres libre
de irte!" Su mirada hostil se suavizó y añadió: "Yo no tengo la intención de perder a
Eladamri pero puede que tenga que soportar algunas dificultades antes de que podamos
recuperarlo. Él sabía que podía pasar esto antes de que saliéramos de Veloceleste ¿tu
no?"
Eladamri y sus captores se detuvieron cerca de la boca de un puente dorado que
salía al cráter abierto del exterior. A corta distancia y algo más abajo un gran edificio
cónico se extendía muy por debajo de la línea del puente.
Oyeron hablar a Greven. "Dale una última mirada," dijo con un acento de
extraño respeto. "Quizás no vuelvas a ver la luz del día."
Eladamri inhaló profundamente. "Yo veré la luz mucho más tiempo que tú,
carnicero."
Cualquier rastro de compasión despareció de la voz de Greven. "¡Adelante!,"
gruñó. Los guardias colocaron sus escudos juntos y Eladamri quedó encerrado dentro de
una jaula viviente. Con la cabeza en alto echó a andar con pasos perfectos junto a la
escolta.

157
Los rebeldes se habían colocado en nichos individuales de la pared justo detrás
del puente levadizo viendo y oyendo el intercambio entre Greven y Eladamri.
"¿Qué es ese lugar?" preguntó Sivi.
"Supongo que una prisión," dijo Teynel. "Está aislada del resto de la fortaleza."
"¿Cómo podremos entrar?"
"No lo haremos. Estamos siguiendo el plan original de Eladamri. Sivi, toma la
mitad de los hombres y busca el Depredador. Yo lideraré al resto y búscaré en donde tú
no lo hagas. Si lo encuentran no realicen ningún tipo acción tenemos que asegurarnos
del éxito del ataque ya que solo tenemos una única oportunidad. Nos reuniremos en
cuatro intervalos en la entrada a la gran sala que vimos. Entonces todos iremos a la
aeronave y la destruiremos de una vez por todas."
Sivi salió de su nicho y tocó los hombros de cuatro de los rebeldes. Sin decir
nada se separaron y la siguieron. Teynel la vio llevar a su equipo a una escalera de
espiral y le hizo una señal a los rebeldes restantes para que marcharan detrás de él.
Como Sivi había optado por ir hacia la parte superior de la Ciudadela él buscaría en las
zonas inferiores.

* * * * *

Ella todavía podía sentir la presión de su mano alrededor de su garganta.


¿Qué fue lo que llevó a ese total desconocido a atacarla a la vista de la corte
reunida? Belbe se sentó de costado en el trono de Rath y trató de responder a la
pregunta lógicamente. La había llamado una abominación, una mentira. Ambas palabras
implicaban representaciones de la verdad que en realidad eran falsas. ¿Cómo podía ser
ella falsa? Ella era quien era, hecha en la Cuarta Esfera de Pirexia para esta exacta
misión. ¿Acaso se parecía a alguien que Eladamri conocía? Ella rechazó la idea por ser
demasiado absurda.
Si eso era cierto, ¿quién era Avila?
Belbe negó con la cabeza. Le dolía un poco más en donde Eladamri la había
estrellado contra el suelo. No tenía suficiente información como para responder a sus
preguntas. El único lugar del que podría conseguir más era de Eladamri.
La sala de reuniones estaba vacía. Todo lo que quedaba eran las banderas, las
esposas de Eladamri y Belbe. Recogió las cadenas pesadas y pensó que en ese momento
estaba comenzando el interrogatorio del líder de los rebeldes. Recordó como había
quedado Ertai después de lo que Greven había hecho con él. Un sabor amargo se
extendió subiendo por la garganta. No tenía dudas de que Eladamri era más duro que
Ertai pero pensar en él siendo quemado y golpeado por los moggs de Greven le hizo
sentir mal. Había sido bastante fácil haberlo enviado allí después de que él hubiera
intentado estrangularla pero ahora ella se lamentaba. Ya había habido suficiente
violencia en aquel lugar… demasiada. Estaba harta de ello. Si ella tenía la autoridad
para detenerla ya era hora de que la ejerciera.
Belbe se marchó a toda prisa de la sala aferrando las esposas. También había
tenido suficiente de la intimidación de Crovax. El ya la había humillado en el pasado
pero esta última vez había sido en público y ya no lo aguantaba más. Si Greven la
apoyaba ella estaba dispuesta a nombrar a Ertai como el siguiente evincar de Rath.
Crovax no se lo tomaría bien pero ella tenía unas cuantas sorpresas para él. Entre
los equipos enviados con ella desde Pirexia había una caja de armas especiales. Se
suponía que ella debía suministrarle esas armas al nuevo evincar pero le daría un mejor
uso de ellas. Quizás sus maestros no lo aprobarían pero ya había ido demasiado lejos en
el camino de la resistencia para sentirse atemorizada. Con Ertai a su lado, Greven se

158
liberaría del control sobre su injerto espinal y juntos los tres podrían destruir a Crovax y
establecer a Rath como un mundo soberano y no una marioneta de Pirexia o una
amenaza para Dominaria. Y posiblemente, si Eladamri era dócil, también podría tener
un puesto en su nuevo orden.
El ascensor de piedra variable la llevó rápidamente a los aposentos del evincar.
Cuando llegó a la cámara exterior la sala estaba a oscuras. Belbe pidió luz pero nada
pasó. Molesta, subió las escaleras y entró a la habitación de las estatuas. Allí las
lámparas brillaban intensamente. Se detuvo en seco. Algo andaba mal. La habitación
estaba en orden pero evitó la ruta habitual a través de las estatuas prefiriendo en su lugar
pegarse a la pared. Las cajas Pirexianas estaban donde las había dejado, los sellos
intactos. Colocó el dedo pulgar en la pequeña depresión de la parte posterior del sello y
este se abrió con un clic.
Ubicada en la caja había dos armas idénticas: descargadores de energía de
plasma. Eran armas que se colocaban en el hombro, al igual que las ballestas, pero en
lugar de un arco de acero en ángulo recto con el mango tenían una larga carcasa
metálica que terminaba en dos puntas agudas de metal apuntando hacia delante. Los
descargadores utilizaban una sola piedra de poder. Seis de ellas estaban almacenadas en
la caja. Estas piedras estaban tan fuertemente cargadas que no se podían colocar a mano.
Tomó una herramienta de carga en forma de L, la apretó contra una de las piedras de
poder y la insertó en la ranura de la parte inferior del arma. Una hilera de joyas verdes y
rojas en la parte superior del descargador comenzó a brillar. El arma estaba cargada.
Acunando el arma Pirexiana bajo el brazo Belbe corrió hacia el ascensor. Estaba
a medio camino de la habitación de las estatuas cuando oyó un silbido metálico.
Belbe giró el descargador a su alrededor apuntando con el doble objetivo en la
dirección del sonido. La suave melodía se repitió.
"¡Sal, o voy a usar esto!" dijo. La respuesta del silbador fue burlonamente la
misma. Su pulgar presionó contra una almohadilla suave en la parte posterior de la
carcasa metálica. Hubo un destello como un relámpago, un ensordecedor crujido y una
de las estatuas de Volrath se partió en dos. La melodía cesó.
"Nuestros maestros hacen armas impresionantes, ¿no?"
Crovax estaba detrás de ella, demasiado cerca. Trató de levantar el pesado
descargador pero él se lo arrancó de sus manos antes de que pudiera estabilizarlo. Belbe
saltó sobre él tratando de volver a arrebatarle el arma pero Crovax le dio un distraído
puñetazo en la mandíbula haciéndola volar hacia atrás y chocar contra una estatua de un
joven en cuclillas. Para el momento en que Belbe se recuperó del golpe las puntas del
descargador estaban a un centímetro de su rostro.
"Si que eres cabeza dura pero sospecho que este dispositivo podrá lidiar con
eso," dijo Crovax.
"A esta distancia evaporizarás mi cráneo," dijo Belbe.
"¿En serio?" Crovax acarició el arma con admiración.
Belbe esperó que siguiera el destello y su repentina muerte pero Crovax levantó
las puntas hacia el techo. "Levántate".
Se dirigió a la puerta y unos hombres se presentaron saliendo de la oscurecida
escalera. Los reconoció como el Cuerpo de Sargentos. Dos de ellos llevaban un tercer
hombre entre ellos con las manos atadas y la boca amordazada: Ertai.
Sus ojos se encontraron y Belbe dio medio paso en su dirección pero se congeló
cuando el sargento Valmoral presionó el borde de su cuchillo en la yugular de Ertai.
Se forzó en mantener la calma y preguntó: "¿Y ahora qué?"

159
"Este es un golpe de estado," respondió Crovax con la mayor naturalidad. "A
partir de este momento estoy tomando el gobierno de Rath. Me nombrarás evincar
delante de estos testigos. Ahora."
"¿Y si no lo hago?"
"El Sargento Valmoral hará sangrar tanto al niño que lo secará."
Belbe se cruzó de brazos. "Háganlo. No me obligarán."
Crovax se encogió de hombros y asintió con la cabeza. Valmoral echó su
cuchillo hacia atrás para añadir fuerza al corte. Los ojos de Ertai se abrieron de par en
par y luego los cerró bien apretados. La cuchilla cayó.
Bajo su brazo Belbe había escondido una pieza rota de la estatua contra la que
había caído. Era la mano del joven, una mano delgada y elegante con todos los dedos
unidos incluido el finamente tallado pulgar. Estaba hecha de piedra variable y su peso
de unos cuatrocientos gramos. Le arrojó la mano a Valmoral con toda la velocidad y
poder que poseía y esta le golpeó en la frente, justo antes de que su cuchillo abriera la
garganta de Ertai.
La sala estalló. Ertai arrojó sus manos atadas hacia el hombre más cercano
golpeándole en los intestinos. Belbe dio media vuelta y se abalanzó sobre Crovax. El
apuntó el arma Pirexiana hacia ella pero no pasó nada. Alarmado por el hecho la dejó
caer y la estatua de piedra variable de un andrógino desnudo que había entre él Belbe
volvió a la vida a sus órdenes. Belbe intentó esquivarla pero la estatua la tomó por la
cintura y la arrojó hacia atrás. Dos sargentos que llevaban yelmos y corazas pero sólo
estaban armados con cuchillos entraron en la pelea. Belbe puso un pie contra la estatua
en movimiento y la arrojó lejos. El primer hombre trató de acuchillarla pero ella le
agarró el brazo y se lo quebró como una ramita. Bramando dejó caer su arma y ella le
torció el brazo detrás de él haciéndole girar a su alrededor y empujándolo contra sus
compañeros cercanos.
El suelo se arrastró alrededor de sus tobillos y se endureció. Belbe esquivó a un
soldado, se arrodilló y golpeó la piedra variable con el puño. El material alrededor de su
pie derecho se quebró y al quedar libre lo utilizó rápidamente para darle una patada en
el pecho a uno de los atacantes. Debido al golpe su coraza se hundió ocho centímetros,
se sintió crujir los huesos de la espalda y el hombre cayó al suelo.
La punta de un cuchillo pasó por delante del puente de su nariz. ¡Este le quería
destruir los ojos! Enfurecida, Belbe echó su mano hacia atrás para lanzar otro ataque
pero el sargento le metió su cuchillo a través de la palma de su mano. Ella bloqueó el
dolor y cerró los dedos alrededor de su cuchillo aplastando todos los huesos de la mano
del hombre que gimió y cayó de rodillas. Belbe deslizó su mano empalada de la hoja del
cuchillo y le dio una patada inversa a la parte posterior del cráneo del hombre. Hubo un
crujido de huesos y este cayó hacia delante. El hombre estaba muerto antes de que su
cabeza golpeara el suelo.
De repente la lucha había terminado. Belbe había acabado a cuatro atacantes. Su
pie izquierdo estaba atrapado en un grueso bloque de piedra variable y aceite iridiscente
chorreaba del agujero de su mano. Crovax y el resto de los sargentos retrocedió fuera de
su alcance.
Ertai, con los brazos y piernas estirados, estaba siendo sostenido por dos de las
estatuas de Volrath animadas por Crovax para aquella tarea. Su camisa estaba
desgarrada y una brillante cuchillada de color rojo cruzaba su pecho. Valmoral, con una
fea herida en la cabeza, había cortado a Ertai una vez y estaba a punto de hacerlo de
nuevo.
"Mátalo," le ordenó Crovax.
"¡No!" dijo Belbe. "No le hagan daño."

160
"¿Lo ven?," dijo Crovax a sus hombres sobrevivientes. "El amor triunfa después
de todo."
Dos estatuas tomaron a Belbe por las manos y pies estirándola del suelo como
Ertai. Crovax encontró el descargador y lo tomó mientras se dirigía a través de los
hombres caídos y las estatuas derribadas hacia Belbe.
"La verdad es que eres formidable. Los grandes señores te han construido bien,"
dijo.
"Me aseguraré de transmitirles tus felicitaciones," respondió ella jadeando.
El levantó el descargador y preguntó: "¿Por qué esto no trabaja para mí?"
"El mecanismo está protegido. Solo funcionará en mis manos," mintió.
Crovax arrojó la exótica arma a un lado. "Que lástima. Un espléndido aparato
destructivo."
El le examinó detenidamente la mano herida. "¿Sin sangre?"
Belbe negó con la cabeza.
"Interesante." Crovax olió el aceite iridiscente y sin previo aviso lamió el fino
líquido negro que exudaba de la herida. Belbe luchó contra el agarre de las estatuas. La
que le estaba sosteniendo su mano herida suavizó su control… sólo por un segundo. Fue
suficiente. La palma de la mano de Belbe conectó con la mejilla de Crovax y lo tumbó.
Nasser y algunos de sus hombres se dirigió hacia él. Crovax se puso de rodillas y
los detuvo con una escalofriante mirada feroz.
"¡Que nadie se mueva!," bramó.
"¿Por qué no me liberas y convertimos esto en una lucha justa?" se burló Belbe
agitando su mano libre.
Crovax le tomó la mano en la suya y lucharon por unos pocos segundos.
Luego, dijo jadeando"¿Por qué te imaginas que el combate tiene que ser justo?"
Le dio un revés en su rostro dos veces y los ojos de Belbe se cubrieron de gris
hasta que ella cerró también ese dolor. Crovax estaba claramente sorprendido cuando
ella recibió sus golpes y le sonrió malvadamente.
"Tú eres el más fuerte," dijo Belbe. "No tiene sentido resistir lo inevitable. Te
nombraré evincar."
Todo quedó en silencio.
Ertai masticó a través de su mordaza y escupiendo el pedazo de tela chilló
"¡Belbe, no!"
"¡Ya la escucharon!" gritó Crovax señalando con el dedo a los sargentos
reunidos. "¡Lo ha dicho!"
"Lo he dicho y es en serio," dijo Belbe. "Pero no será oficial hasta que te
proclame gobernador ante los Grandes Señores de Pirexia."
"¿Cómo puedes hacer eso? ¿Tengo que viajar a Pirexia?"
"No, tengo que declararte evincar frente a la Ventana abierta," dijo refiriéndose
al portal de mensajes en la sala de reuniones.
Crovax dio un paso atrás. Las estatuas dejaron en libertad a Belbe y Ertai.
"Tendré misericordia porque eres la emisaria y una luchadora formidable,"
dijo."Convoca a la corte para que acuda a la Ventana y proclámame evincar ante todo el
mundo."
Belbe se frotó su mano maltrecha. "Lo haré. Mañana."
"¿Por qué no ahora?"
"Es tarde," dijo. "Podemos hacer esto a la ligera o podemos instalarte con toda la
pompa y la adecuada ceremonia. Todo depende de ti. También está la cuestión de
Eladamri."
"¿Qué tiene él que ver con eso?"

161
"¿No te gustaría tenerlo a tus pies, en cadenas, cuando te nombre en el trono?
Todo lo que ocurra en el salón se verá en Pirexia, ya sabes. ¿No te gustaría impresionar
a los Grandes Señores presentándoles al líder derrotado de los rebeldes?" Ella vio el
brillo de la vanidad en sus ojos.
Crovax asintió con satisfacción. "Todavía no veo por qué no lo podemos hacer
antes," dijo.
"Dale a Greven una noche para quebrarle," dijo Belbe con frialdad. "No querrás
escucharlo gritar consignas rebeldes mientras los Grandes Señores estén viendo,
¿verdad?"
"No lo creo," dijo Crovax sonriendo. "Eres demasiado inteligente para alguien
cuya vida se mide en semanas. ¿Por qué no te quedas en Rath? Cuando sea evincar
necesitaré funcionarios inteligentes que lleven a cabo mi voluntad."
Ella no dijo nada. Acarició su mano lesionada con la otra sana y pensativamente
lo consideró. "¿La idea te intriga?," dijo Crovax.
"Es una propuesta interesante. La consideraré."
Los sargentos recogieron a sus compañeros muertos y los hombres heridos se
marcharon cojeando de la habitación. Cuatro de ellos, incluido Nasser, se mantuvo
detrás rodeando a Ertai.
"Voy a mantener la luz de tu vida hasta mañana," dijo Crovax. "El es mi garantía
de que no renegarás de tu promesa."
"Tú serás evincar," dijo Belbe. "Tienes la palabra como emisaria de los Grandes
Señores. Deja ir a Ertai."
Crovax se echó a reír. "¿Deberíamos decir mañana, una hora después del
mediodía? Odiaría convertirme en gobernador antes de que los cortesanos se hayan
alimentado."
"Elije la hora que desees. Yo estaré allí."
Crovax condujo a Ertai y a los sargentos a la salida. Se detuvo junto a la puerta y
dijo: "Tendré que hacer algo con este desorden," dijo. "Mi predecesor tenía un pésimo
gusto… tal debilidad por la forma humana. Buenas noches, Excelencia. Disfruté de la
pelea."
Ella tomó el olvidado descargador Pirexiano. Las joyas en la parte superior
estaban a oscuras. Belbe giró el arma y descubrió que la piedra de poder había
desaparecido. Alguien, presumiblemente Crovax, la había removido durante el combate
cuerpo a cuerpo. Una hazaña impresionante teniendo en cuenta que el nunca había
manejado un dispositivo semejante antes. También lo había hecho sin la herramienta
especial, con las manos desnudas. Un hombre común habría recibido una descarga
mortal por la potente energía almacenada en la piedra.

162
Capitulo 16

Decision

En la cima más alta de la Ciudadela Sivi y sus compañeros se agacharon detrás


de una grúa en el muelle de dirigibles. A unos pocos metros de distancia el Depredador
flotaba suavemente amarrado a la plataforma por media docena de gruesos cables. El
enorme cañón de cubierta de la aeronave, que disparaba un gigantesco arpón de púas
contra las aeronaves enemigas, acababa de ser colocado en su lugar por otra grúa.
Grupos de moggs tiraron de las cuerdas moviendo la cureña adelante y atrás hasta que
se deslizó sobre los rieles preparados. Sivi contó por lo menos treinta moggs junto con
sus supervisores Dal y Vec alrededor del Depredador. Tal vez unos cien más estaban
cerca en varios talleres.
"¿Qué hacemos, Sivi?" preguntó Khalil, uno de los voluntarios Vec.
"Si pudiéramos subir a bordo le podríamos hacer algo de daño," murmuró.
"Teynel nos dijo que no actuáramos solos," dijo Langwin una Dal pariente de los
Darsett. "Deberíamos reunirnos con él como habíamos planeado y decirle que hemos
encontrado la aeronave."
"Sí y para el tiempo en que volvamos a la maldita cosa esta podría haberse ido
volando," dijo Sivi."¡Todo este tiempo Eladamri está en las manos de Greven! Yo les
digo que tenemos que hacer lo que podamos, ahora." Se aflojó los vendajes falsos y
desenrolló el toten-vec de alrededor de su cintura. "¿Están conmigo?" Los miembros
Vec del clan aceptaron rápidamente. Los Dal fueron menos entusiastas.
"Escucha," dijo ella. "Si somos capaces de destruir al Depredador esto creará
confusión a través de la fortaleza. Será más fácil para nosotros rescatar a Eladamri y
salir de aquí."
Los dos rebeldes Dal se secaron el sudor de sus rostros.

163
"Muy bien," dijo Medd, el mayor de los dos. "¿Cómo subimos a bordo?"
Sivi miró a su alrededor. Había muchos espacios abiertos entre ellos y el
dirigible flotante. Aunque todavía estaban vestidos con uniformes Rathianos se hallaban
en una zona restringida y serían obligados a detenerse mucho antes de llegar a su
objetivo.
Sivi levantó los ojos. La grúa de piedra variable en la que se estaban
escondiendo era la más grande del muelle. La cabina tenía unos doce metros de altura y
el brazo mecánico podía elevarse por encima de la aeronave amarrada.
"¿Les gusta escalar?," dijo.
Enrolló el toten-vec alrededor de su hombro y empezó a trepar por la esquelética
estructura de la grúa. Uno por uno los demás la siguieron. La cabina era lo
suficientemente grande para permitirles subir de a tres pero Liin Sivi tomó la delantera.
Cuando Sivi llegó al final de la sección vertical hizo una pausa y miró hacia
abajo. Con las manos apretadas sobre la estructura notó que no sólo estaba a doce
metros por encima de la plataforma sino también podía ver por encima del borde del
muelle hacia la Ciudadela que se extendía muy por debajo. El siempre presente haz de
energía estaba al otro lado del Depredador y la chisporroteante corriente azul casi
ahogaba completamente los ruidos de la construcción del muelle.
Los trabajadores aflojaron las cuerdas del cañón de cubierta una vez que estuvo
en su lugar. Unos moggs con pesados mazos de hierro rodearon el cañón y golpearon
remaches al rojo vivo en el pedestal del arma. Las chispas saltaron y cuando otros
moggs echaron agua fría en los remaches para endurecerlos en su lugar gotas de vapor
de agua nublaron la cubierta.
Era la oportunidad enviada por los dioses. Sivi gesticuló frenéticamente a sus
hombres para que siguieran adelante y uno a uno se dejaron caer de la grúa sobre el
castillo de proa vacío.
Se agacharon junto al bastión de babor y caminaron cautelosamente hacia popa
en busca de alguna compuerta abierta. Oyeron voces y sonidos de gente trabajando
provenientes de la parte inferior de la cubierta.
Medd miró a su líder. "¿Y ahora qué?"
"Debe haber materiales inflamables en un barco como este," dijo ella. "Aceite,
salitre, licor, algo. Buscaremos debajo de las cubiertas hasta que encontremos algo y
luego ¡pum!," dijo tirando una mano en el aire. Los rebeldes asintieron solemnemente.
Estaban a punto de bajar por la primera escotilla abierta cuando un trabajador
portuario salió inesperadamente y se quedó mirando a los cinco soldados Rathianos
amontonados allí.
"¿Qué…?" fue lo único que el atinó a decir antes de que los rebeldes lo
arrastraran y golpearan hasta dejarlo inconsciente. Luego lo tiraron en un agujero fuera
de la vista.
Sivi descolgó el toten-vec y con gestos indicó que iría primero.
Paso a paso bajó la ancha escalera que daba a la parte inferior del barco. El aire
estaba cargado con el olor a metal caliente y madera recién cortada. Sivi dejó que la
cabeza del cuchillo de su arma colgara a unas cuantos centímetros del cable. Un mogg
salió de un lado de la cabina con un haz de varillas de refuerzo en el hombro pero no vio
a Sivi congelada como una estatua a unos pocos metros detrás de él por lo que siguió
adelante. Ella se pegó contra el mamparo y se asomó por la puerta abierta. Dos moggs
más estaban trabajando en el interior, atornillando varillas a las planchas del casco
exterior. Sivi les hizo una seña a sus compañeros para que se deslizaran. Cuando estuvo
despejado entró con valentía por la puerta abierta sosteniendo el látigo que colgaba
libremente en su mano.

164
Bajaron dos pisos y llegaron a una rejilla de ventilación abierta encima del
compartimiento de los motores. El ventilador tenía dos metros cuadrados y la rejilla
metálica que normalmente lo cubría estaba desmontada y apoyada en la mampara de la
popa. Un aire caliente y húmedo salía del motor en reposo. Sivi se arriesgó a ser
descubierta al mirar hacia abajo en el cuarto de motores. Contó a cinco obreros Dal
limpiando con trapos los acumuladores de piedras de poder, puliendo las guarniciones
de bronce hasta que brillaran como el oro. Sivi olió el aire. Líquidos espirituosos... estos
arderían con facilidad.
¿De dónde los obtendrían? Ella se asomó aún más. Los obreros se estaban
pasando un cubo de lata alrededor, sumergiendo sus trapos y escurriendo el exceso.
Cuando el balde estuvo vacío lo rellenaron de un barril que estaba en las cercanías.
"Aquí es," susurró. "Prepárence."
Se congregaron alrededor del agujero y cuando los cuatro obreros estuvieron a la
vista Sivi asintió con la cabeza y cayeron uno tras otro sobre los hombres
desprevenidos.
Los rebeldes sin
armas sorprendieron a
los trabajadores y
rápidamente los
sometieron mediante
golpes. Sivi estaba
lanzando un hombre de
cabeza contra el
mamparo cuando el
quinto Dal volvía con
un cubo lleno de líquido
inflamable. Dejó caer el
contenedor y gritó
pidiendo ayuda pero el
ruido del motor ahogó
sus palabras. Se dio la
vuelta pero antes de que
hubiera dado dos pasos
Sivi lanzó el toten-vec. Con un solo azote la hoja de la cuchilla giró por el aire al final
de su cadena y golpeó al hombre que huía en la espalda. Este se quedó inmóvil con los
brazos extendidos como si se hubiera convertido en piedra. Sivi tiró del toten-vec, y el
impulso de retorno hizo girar al hombre de vuelta para caer muerto a sus pies.
Los otros rebeldes miraron con asombro. "¿Pensaban que era un juguete?
Traigan ese barril de allí," dijo.
El grupo empujó el pesado barril hacia el lado de estribor del motor. Sivi se
inclinó y los tres lo volcaron. Un líquido espirituoso de color marrón se desparramó por
la cubierta llenando el aire con un aroma penetrante.
Medd volvió la cabeza para evitar los humos. "Alguien sentirá el olor…"
Y alguien lo hizo. Un segundo después de su oración una pesada llave salió
arrojada desde lo alto golpeando la frente de uno de los Dal quien cayó como un kerl
derribado por un hacha. Los rebeldes levantaron la vista y vieron que en la rejilla de
ventilación estaban alineados varios moggs, gruñendo, farfullando y agitando sus
herramientas de mano.
Un aluvión de llaves y mazos explotó desde la abertura y cubierta del motor. Sivi
y Medd saltaron a un lado, Khalil y Langwin al otro. Un par de moggs se entusiasmaron

165
y se metieron en el compartimiento. El suelo estaba pegajoso por el líquido así que
resbalaron y cayeron pesadamente. Esto no impidió que otros moggs saltaran hacia
abajo sobre la parte superior de sus amigos. Dos de ellos cayeron sobre el indefenso Dal
que había sido golpeado por la llave y le dieron martillazos hasta matarlo. Los rebeldes
restantes se dividieron entre el motor y un enorme enjambre creciente de moggs.
Un Mogg, cubierto de líquido inflamable se levantó agitando su maza. Sivi azotó
la cuchilla de su toten-vec introduciéndosela en el verrugoso pecho. Casi no le pareció
importar. Ella y Medd intercambiaron miradas preocupadas.
"Son más duros de lo que parecen," observó Medd.
Sivi frunció el ceño y contestó: "Sólo tengo que encontrar un punto débil."
Y lo hizo, enterrando la cuchilla de hierro de veinte centímetros en el ojo
izquierdo del mogg. Este lanzó un grito y cayó golpeando la cubierta con sus piernas
rechonchas.
"¡Salgamos de aquí!" gritó Medd. "¡Khalil! ¡Langwin! ¡Traten de llegar a la
cubierta principal!"
Langwin esquivó un golpe y gesticuló con aprobación.
"¡Necesitamos una antorcha!" gritó Sivi.
Una llave rebotó en la mampara al lado de su cabeza. La herramienta le raspó su
yelmo prestado.
"¿Pedernal? ¿Acero?"
"¡Pensé que esto era una incursión no un viaje de campamento!"
Se retiraron saliendo por la escotilla de proa y Medd cerró la puerta de golpe.
Una maza que había sido arrojada demostró ser útil para atascar el pestillo.
Pasos resonaron en la cubierta superior. Sivi y Medd corrieron hacia adelante
mirando el techo.
"Suenan como un centenar," dijo el rebelde Dal.
Sivi miró pensativamente hacia el techo. "No más de sesenta, diría yo." El pasaje
por delante todavía estaba despejado."¡Por ese lado!," dijo. Medd rondaba por la puerta
de al lado dividiendo su atención entre el corredor y lo que estaba haciendo Liin Sivi.
Esta vislumbró una lámpara en la pared. Estaba sobre un pivote para ajustarla
libremente según la actitud que la aeronave asumiera. Dejando a un lado el toten-vec
agarró la lámpara con ambas manos y logró arrancarla. Ajustó el control de la mecha y
la lámpara comenzó a brillar.
El líquido volátil estaba chorreando bajo la escotilla de la sala de máquinas. El
Depredador estaba bastante inclinado a proa porque el cañón de cubierta acababa de ser
montado por lo que el derrame estaba fluyendo poco a poco hacia adelante. Sivi dio un
paso atrás y lanzó la brillante lámpara en el charco oscuro que se filtraba por debajo de
la puerta. La lámpara se quebró y la luz se apagó. "¡Maldición! Sus lámparas no usan
fuego." Dos obreros aparecieron en el pasillo, se agacharon cuando el toten-vec llegó
silbando donde estaban parados y luego huyeron rápidamente.
"¿Y ahora qué?" preguntó Medd.
"Tenemos que provocar algo de daño," dijo Sivi.
"¿Podríamos utilizar la grúa grande de afuera? ¿Apalear a la nave con ella?"
"Eso funciona para mí. ¡Vámonos!" Corrieron por el largo pasillo, cruzando la
bodega sobre una estrecha pasarela. El interior de la aeronave tenía la misma calidad
zoológica de la Ciudadela y correr a través de ella era como atravesar el vientre de una
gran bestia. La cubierta estaba echa de tablones de madera pero los mamparos y las
costillas de la embarcación eran de una especie de aleación de color rojiza, entre metal y
hueso.

166
Finalmente el pasaje culminó y se encontraron con una escalera de metal que
conducía hacia arriba. Sivi subió y cuando asomó la cabeza la flecha de una ballesta se
clavó pesadamente en la cubierta. Las plumas del disparo rozaron su mejilla y se metió
tan rápido que hizo que Medd cayera de la escalera debajo de ella.
"¿Estamos atrapados?" preguntó Medd frotándose la cadera.
"Todavía no."
Dejó que el toten-vec colgara por las escaleras y con un movimiento rápido
lanzó el extremo con el cuchillo saliendo por la escotilla y en la dirección de donde
había venido la flecha. Esta se clavó en algo Sivi tiró y la cosa se resistió. Levantó la
cabeza lo suficiente como para ver que había matado al ballestero pero la cuerda del
toten-vec estaba enredada en la ballesta del hombre muerto.
La cubierta estaba despejada. Salieron a toda prisa y cerraron la escotilla. Khalil
y Langwin estaban por delante en el puente principal asediados por un enjambre de
iracundos moggs.
"¡Tenemos que ayudarles!" gritó Medd.
Sivi desenredó frenéticamente su arma de la ballesta del hombre muerto. "Vamos
a necesitar más de un toten-vec para detener a esa turba."
¿Más de un toten-vec? Medd miró sobre su hombro y su vista se posó sobre el
arma más grande que jamás había visto. Tomó a Sivi de la mano y la arrastró hacia allí.
"¿Sabes cómo funciona esa cosa?" preguntó ella clasificando el arma en la
carrera.
"¿Qué tan difícil puede ser?"
El cañón de cubierta estaba cargado con un arpón de púas con un asta tan gruesa
como el muslo de Medd. El extremo de la recámara del arma era un conjunto de
palancas ninguna de las cuales estaban etiquetadas.
Hombres y Moggs se estaban reuniendo en el muelle.
Sivi vio el destello de las espadas entre ellos. "¡Date prisa!"
Medd tiró de una palanca y el cañón de cubierta giró a la izquierda. Tomando
nota de aquello trató la palanca en el lado opuesto. El arma se movió amablemente a la
derecha. Una palanca entre las dos hacía subir o bajar el cañón.
Tiró de nuevo en el control del lado izquierdo y la base del arma giró
rápidamente hasta que apuntó totalmente a popa. Medd soltó la palanca y bajo la boca
del cañón hasta que la punta llena de pinchos del arpón, en vez de apuntar hacia la
multitud de Moggs amenazando a sus amigos, lo hiciera hacia la cubierta por debajo de
ellos. Una flecha pasó silbando sobre su cabeza.
"¡Date prisa!"
Medd tiró de una palanca corta por debajo de los tres controles principales y fue
recompensado con un chorro de vapor saliendo de la base del cañón. Sivi balanceó
nerviosamente su toten-vec hacia atrás y adelante.
"¡Trata otra vez!" gritó.
En la perilla de control de elevación había un botón negro. Medd lo presionó.
Hubo una explosión ensordecedora y el cañón de cubierta se disparó
directamente hacia la parte trasera de la nave. Sivi fue arrojada a la cubierta. El enorme
arpón apenas salió del arma que se incrustó por debajo del puente. Los tablones de la
cubierta se despellejaron hacia atrás mientras el arpón penetró. El impacto lanzó moggs
por el aire de punta a punta.
Sivi se sentó sosteniéndose la cabeza. Un sonido metálico llenó sus oídos y le
llevó unos segundos darse cuenta de que el ruido era real y que no provenía desde el
interior de su cerebro estropeado. Medd la hizo ponerse en pie.

167
Dijo algo que ella no pudo oír así que el lo repitió poniendo sus labios cerca de
su oído y gritando.
"¡Han levantado la alarma! ¡Pronto este lugar estará lleno de un enjambre de
soldados!"
La recámara del cañón se abrió automáticamente después del disparo. Un objeto
marrón con forma de tambor salió de un contenedor junto al arma, y un montón de
arpones estaban apilados convenientemente en la cubierta. Medd se tambaleó hacia la
pila de arpones dispersos y trajo uno arrastrándolo hasta el arma. El cañón no se debía
recargar a través de la recámara por lo que metió el arpón por la boca del artefacto. El
tambor marrón era de exactamente el tamaño de la cavidad en la parte trasera del cañón,
por lo que lo insertó y cerró la recámara.
El humo del primer disparo ondulaba a través de la cubierta y se dirigía al
muelle de la aeronave. Los trabajadores del muelle se habían puesto a cubierto después
del ataque del cañón y desde su lugar llegaban guardias del palacio fuertemente
armados. Sivi utilizó el humo para llegar al alcázar. Moggs aturdidos y ensangrentados
yacían por todas partes. Tuvo que cavar debajo de ellos para encontrar a sus
compañeros desaparecidos. Khalil estaba muerto, asesinado por los moggs antes de que
el arma fuera disparada. Langwin estaba inconciente así que lo arrastró hacia fuera y lo
puso de pie.
"¡Ustedes en el Depredador! ¡Manténgase alejados de ese cañón!," gritó una voz
desde el muelle. Medd tiró de la palanca derecha y el lanzador de arpones giró con
suavidad hacia la voz.
"¡Apártense o vamos a tomar por asalto el puente!"
Medd niveló el cañón en la dirección de la persona que hablaba y esperó hasta
que Sivi apareciera a través del humo con Langwin apoyado en su hombro.
"¡Disparen!"
Una oleada de flechas barrió la cubierta. Escudado por la enorme arma Medd
estaba lo suficientemente seguro pero la descarga atrapó a Sivi y Langwin en medio de
su caminata. Langwin fue golpeado dos veces. Sivi dejó caer al hombre muerto y se
arrojó sobre la cubierta.
"¿Qué estás esperando?" gritó ella. "¡Hazlo volar!" Una veintena de soldados
llegó corriendo a través del humo con las espadas al descubierto. Estaban en orden de
escaramuza por lo que Medd apuntó el arma hacia ellos y apretó el botón de disparo.
Hubo una doble explosión. El mango del arpón se quebró y la cabeza con púas
salió disparada horizontalmente hacia los guardias atacantes. El extremo del arpón voló
alocadamente por el aire rebotando en el muelle y, dirigiéndose hacia el rayo de energía,
lo atravesó vaporizándose en un estallido de luz blanca y humo.
Medd no había cerrado el arma correctamente disparando con el conector trasero
abierto. La explosión resultante arruinó completamente el arma.
Sangrando de las leves heridas de metralla en su cara y manos, Medd se puso en
pie. Sivi estaba acostada boca abajo en la cubierta a unos cuantos metros de distancia.
Sin hacer caso del peligro se movió a través de la humeante cubierta para llegar a ella.
No había agujeros obvios en ella pero tampoco se movía. Se arrodilló y la tocó con la
punta de su ensangrentado dedo.
"¿Sivi? ¿Sivi, estás viva?"
Ella levantó la cabeza. "Por supuesto que sí," dijo levantándose y sacudiéndose
el polvo. Enrolló el toten-vec en su mano. "Eres bastante peligroso con esa cosa."
"La he arruinado."
"Bien. Es por eso que hemos venido aquí."

168
El muelle estaba en calma aunque la alarma seguía sonando. Los rebeldes
sobrevivientes corrieron hacia el borde de la cubierta de proa y descendieron
traqueteando por la pasarela. Nadie en el muelle estaba vivo. La giratoria cabeza del
arpón había matado a todo el escuadrón.
Sivi se detuvo el tiempo suficiente para tomar un par de dagas. Medd encontró
una espada que no se había doblado demasiado por la explosión y la metió en su vaina
vacía.
"Ven," dijo. "¡Tenemos que encontrar a Teynel y a los demás!" Llegaron a las
escaleras laterales justo cuando otro destacamento de guardias de palacio arribó por el
ascensor principal. Los rebeldes se escabulleron en el humo dejando un Depredador
dañado pero intacto flotando fácilmente en sus amarres.

* * * * *

El nunca gritó. Greven lo admiraba por eso.


El interrogatorio se prolongó durante horas sin resultado. Greven y los
guardianes mogg utilizaron todo su repertorio de hierros ardientes, empulgueras y
tenazas. Eladamri nunca gritó, nunca pidió misericordia. Maldijo por un rato, luego se
quedó en silencio. Su resistencia asustó a los moggs que comenzaron a escapar de la
sesión. Para la medianoche ya no quedaba nadie en la celda menos Greven y el
obstinado líder rebelde.
El guerrero Vec se sirvió una taza de agua tibia. Se sentó en un taburete bajo y
estudió al enemigo que tanto se le había escapado. A diferencia de los soldados rasos de
Rath Greven nunca creyó que Eladamri tuviera poderes mágicos. El entendía, o creía
entender, la mente de un luchador dedicado. Pero cuando Eladamri agotó a sus
interrogadores y no reveló nada de sus planes, su organización, o de sí mismo, Greven
se sintió privado de esa comprensión. Eladamri no era más que un elfo de mediana edad
carente de gran tamaño o fuerza física. No predicó acerca de la libertad y la
independencia de la forma en que algunos prisioneros rebeldes lo habían hecho. No dijo
nada. Resistió.
"¿Cuál es tu secreto?" preguntó Greven.
Colgado por las muñecas Eladamri se dobló lentamente en las retorcidas
cuerdas. Había quedado inconciente pero todavía estaba respirando visiblemente.
La puerta de la celda se abrió y Greven se levantó de un salto arrebatando la
espada desnuda en la mesa junto a él. Una sombría figura permaneció de pie en la
entrada.
"¿Quién anda ahí?"
El intruso dio un paso adelante y Greven vio a la figura encapuchada con
claridad.
"Eres tú," dijo. "No hay nada que contar. No hablará."
El encapuchado se deslizó en la habitación. Las manos pálidas surgieron de las
mangas anchas y echaron la capucha suavemente hacia atrás. Greven vio el rostro de
Furah.
"¿Por qué estás aquí?" le preguntó al Kor.
"Hace mucho tiempo que he estado interesado en este," dijo el visitante. "Tus
métodos habituales han fallado, ¿no?" Greven lo admitió. "No puedes romper a un
guerrero como Eladamri abusando de su cuerpo. Alguien como tú, Greven, cuyo ser
entero está envuelto en su forma física, te habrías quebrado para este momento."
Greven se enfureció. "No soy un extraño al dolor."

169
"El dolor no es el autor de la sumisión…el miedo si lo es. Son bastante
diferentes. Los hombres ordinarios llegan a esta habitación llenos de terror porque saben
que van a sufrir un gran dolor. Eladamri no tiene miedo. Su espíritu lo preserva del
simple sufrimiento físico. Para llegar hasta él tendremos que saber a lo que él teme."
"¿Tienes tiempo para esto? La emisaria ha estado demorando la coronación de
Crovax pero ella no lo podrá soportar mucho tiempo más. ¿Actuarás pronto?"
"Aún hay tiempo. Tengo ciertos elixires conmigo que abrirán ventanas en la
mente de Eladamri. Los usaré."
Greven puso su rostro como una piedra. Odiaba las drogas. Bajo circunstancias
normales había una especie de vínculo entre el prisionero y el interrogador: fuerza
contra fuerza. Aunque nunca lo admitiría al visitante el sintió que Eladamri había
clasificado para una muerte honorable. Había sido torturado, había resistido y el
siguiente paso debería ser una ejecución digna. Los elixires eran un engaño. Nadie
podía resistirse a ellos. Eladamri diría todo y su honor se perdería.
Le ordenó a Greven que soltara al elfo. Este desató la cuerda y bajó a Eladamri
al suelo. Trajo arrastrando una pesada silla y el inconsciente líder rebelde fue atado a
ella. Mientras tanto el visitante estaba ocupado en la mesa mezclando polvos de
diversos viales en una taza. Su varilla para revolver tintineó en la lóbrega celda.
Levantó la copa y dijo: "Sostenle la nariz. No quiero que me muerda."
Greven inclinó hacia atrás la cabeza floja de Eladamri. Sostuvo la nariz del elfo
y estiró la barbilla hacia abajo. La copa se acercó sostenida por una delgada mano de
Kor. Greven captó un tufillo de la poción. Tenía un olor fuerte como el vinagre.
De repente, una campana metálica comenzó a sonar con fuerza en el corredor.
Greven soltó la nariz de Eladamri. "¡Intrusos!"
"Los guardias lo pueden manejar," dijo Furah poniendo la copa en los labios de
Eladamri.
"Debo ocuparme de cualquier tumulto," insistió Greven apartando la copa. "Tu
también deberías venir."
"¿Por qué yo?"
"Las cosas están muy inestables. Es un momento peligroso para todos nosotros.
Si deseas seguir en contacto con lo que está pasando es mejor que me acompañes."
"Tu no quieres que yo le administre mi elixir. ¿Tienes miedo de que tenga éxito a
donde tu fracasaste?"
"El preso no irá a ninguna parte. Si la alarma es falsa o la situación se resuelve
fácilmente, podemos volver… no perderemos nada," dijo Greven.
El visitante levantó la capucha. "Perderemos tiempo, pero entiendo lo que has
querido decir. El orden debe ser restaurado en Rath para que mi plan tenga éxito."
Greven se colocó rápidamente el cinturón de su espada. "¿Cuál es tu intención?"
"Sólo tomar lo que es mío."

* * * * *

Teynel y su equipo descendió a


las entrañas de la Ciudadela en
busca de una estación de
acoplamiento de la aeronave.
Ninguno de ellos conocía el
camino alrededor y cuanto más

170
profundo penetraban en los recovecos laberínticos de las obras de piedra variable, más
perdidos se encontraban.
"¿Estas personas no creen en los signos?" preguntó Teynel con exasperación.
Había pensado que siempre que siguieran descendiendo por el camino a la larga se
encontrarían con evidencias del muelle de la aeronave. Pero no tuvieron tal suerte. En
poco tiempo los rebeldes se encontraron transitando túneles demasiado bajos como para
que ellos pudieran caminar erguidos. El aire estaba caluroso y húmedo y cuanto más
bajo fueron más calor hacía.
Hacía bastante tiempo que no encontraban a ninguna otra persona pero eso no
significaba que los túneles estuvieran desocupados. Mientras Teynel y sus hombres se
arrastraban a lo largo de ellos, pasando por encima de crestas en el piso acanalado,
vieron extrañas criaturas moviéndose en la penumbra.
Una de aquellas numerosas criaturas tenía un cuerpo en forma de huevo y del
tamaño de un cubo de agua. Caminaba sobre dos piernas largas dobladas hacia atrás en
la rodilla. Cubierto de una piel desnuda y con manchas no tenía una cabeza
diferenciada. La criatura olía a carne podrida. No prestó atención a los rebeldes que se
apretaron contra la pared y dejaron que la cosa sin cabeza siguiera su curso.
Siguiendo su camino llegaron a un estrecho conducto vertical. La parte superior
se perdía en una profunda oscuridad, el fondo brillaba refulgentemente con una luz roja
pulsante. Un sonido veloz, como aguas profundas vertiéndose en un precipicio, tronó
subiendo por el pozo.
"Hay luz ahí abajo," dijo Teynel. "Puede ser un camino hacia el muelle."
Garnan, miembro de su clan, se ofreció para explorar la situación. Las paredes
del pozo estaban profundamente acanaladas por lo que no tuvo problemas en descender.
Los otros rebeldes se acostaron en el suelo del túnel y miraron a su compañero bajar
hacia la palpitante luz roja.
Después de unos largos minutos Garnan exclamó "¡Teynel! ¡Tienes que ver
esto!"
"¿Qué es?"
"¡Teynel, ven a ver! ¡Es fantástico!"
Todos querían ir pero Teynel les ordenó a los rebeldes restantes que se quedaran.
Escupió en sus manos y comenzó su descenso. La saliente estaba revestida con alguna
clase de piel elástica cediendo a su agarre. Parecía aceitosa pero en realidad era seca al
tacto y Teynel fue capaz de bajar con confianza. Tres metros más o menos por debajo
del túnel el resplandor no hizo más que oscurecer aún más la entrada del pozo. El aire
en el hueco estaba hirviente sin embargo las paredes se mantuvieron sorprendentemente
frescas. Teynel no podía ver que el pozo tuviera fondo pero siguió andando. Garnan era
un sujeto razonable y no lo hubiera llamado si no había algo digno de ver.
Bajó el pie derecho pero en lugar de otra saliente encontró sólo aire. Teynel se
sostuvo moviendo su pie alrededor y tratando de encontrar un lugar para apoyarse. Algo
le agarró el talón.
"Por aquí. Soy yo."
Con la ayuda de Garnan, Teynel bajó. Había una plataforma hecha de un tubo
pulido en la parte inferior del pozo. Los pies de Teynel comenzaron a deslizarse tan
pronto como tocó la cornisa resbaladiza.
"Cuidado," dijo Garnan. "¡Este material es como el cristal!"
Teynel se agarró a la barandilla que rodeaba la plataforma y vió que estaban
suspendidos a cientos de metros en el aire en el punto más bajo de toda la Ciudadela.
Toda la estructura estaba por encima de ellos y por debajo, claramente visible a través
de la tubería de pizarra, se hallaba el piso del cráter y el pozo de lava.

171
"Por todos los dioses," jadeó Teynel.
Una columna de roca fundida de unos veintisiete metros de ancho se alzaba de la
abertura en forma de embudo por debajo de la Ciudadela. Se metía en un gran grupo de
orificios en el centro del vientre de la Ciudadela. La corriente de roca líquida al rojo
vivo tronaba al entrar en los tubos con un sonido como de un centenar de cascadas. El
calor era intenso y Teynel tuvo que cubrirse la cara con su brazo solo para echar un
vistazo a la corriente.
"¡Mira allí!" dijo Garnan extendiendo su brazo. Los ojos de Teynel se apartaron
del impresionante espectáculo y siguieron la mano indicativa de Garnan. A unos quizás
treinta y seis metros de distancia había un enorme poste que sobresalía hacia abajo
desde el cuerpo principal de la Ciudadela. Una amplia plataforma atendida por grúas
había sido construida al final del poste.
"¡El muelle de la aeronave!" gritó Teynel por encima del rugido.
"¡Sí, y no está ahí!"
"O Sivi la ha encontrado o el Depredador ha dejado el cráter," dijo Teynel
empujando a su compañero a la apertura del pozo. "¡Debemos volver! ¡Debemos
encontrarnos con los demás!"
Garnan saltó y tomó el revestimiento interior acanalado del pozo. Se empujo
utilizando sólo sus brazos hasta que pudo poner los pies en la saliente inferior. Teynel lo
vio trepar y luego se agachó para repetir el salto de Garnan.
La plataforma se estremeció bajo sus pies. Como la superficie pulida casi no
tenía fricción Teynel patinó en un pequeño círculo. Se agarró a la barandilla y
aterrorizado se dio cuenta que la plataforma estaba avanzando hacia el atronador arroyo
de lava.
"¡Garnan! ¡Garnan, date prisa!"
La base del agujero circular en el que había entrado su compañero se había
convertido en una forma de media luna. ¡Aquella no era una mera plataforma de
observación, era parte de un gran conjunto de tuberías de piedra variable! ¡El pozo se
utilizaba para enviar lava fundida a la fábrica de la parte superior!
Teynel saltó y agarró la saliente con una mano. No fue suficiente. Uno por uno
sus dedos se soltaron y cayó fuertemente en el suelo brillante de la tubería.
"¡Teynel!"
Garnan, colgado por los pies y una mano le hizo señas a su compañero para que
volviera a intentarlo. El avance inexorable de la plataforma giratoria pronto sumergiría a
Teynel en la roca fundida. El rebelde Dal se arrojó hacia la mano extendida de Garnan.
Sus dedos se encontraron pero sus manos sudorosas se resbalaron unas sobre otras.
Garnan estiró su hombro hacia abajo y envolvió sus dedos alrededor de la camisa de
Teynel. Durante uno agónico segundo este colgó del final del brazo de su amigo. La
apertura del pozo seguía disminuyendo. Teynel se apoderó del brazo de Gaman con
ambas manos y con su rostro de color púrpura el joven Dal tiró de su amigo. Justo
cuando Teynel consiguió pasar sus pies la abertura se cerró a unos pocos centímetros.
"Seas mi primo o no, a partir de hoy, tú eres mi hermano," le prometió Teynel.
"¿Eso significa que no puedo casarme con tu hermana?," bromeó Garnan.
Teynel y Garnan lucharon para recuperar el aliento en el pozo relativamente frío.
Cuando pudieron subieron al túnel de intersección. Kireno, Vellian, y Shamus no
estaban al final del túnel donde los habían dejado.
Volvieron sobre sus pasos a través del túnel y después de llamar en voz baja a
sus compañeros y no recibir respuesta Teynel se detuvo a escuchar.
"¿Oyes eso?"
Un sonido suave y desgarrante venía de abajo del corredor.

172
Garnan asintió con la cabeza. "Lo oigo."
Reptaron hacia adelante forzando los sentidos para detectar cualquier peligro y
el túnel se curvó hacia la izquierda y comenzó a subir. Al dar la vuelta Teynel vio algo
tirado en el suelo unos metros más adelante.
Parte del objeto se movía. A medida que se acercaban lentamente Teynel
distinguió un par de pies calzados con botas yaciendo inmóviles en el suelo. El
remanente de un sucio manto de soldado Rathiano envolvía el resto.
Era un cadáver, uno de sus hombres, pero él no pudo decir de cual de ellos se
trataba. Parado sobre la espalda del cadáver había una de esas manchadas criaturas
bípedas. No tenía una cabeza pero tenía una boca llena de dientes torcidos parecidos a
agujas. Giró sus mandíbulas hacia abajo y le dio otro mordisco al cuerpo.
Garnan también lo vio y sostuvo el aliento con un silbido agudo. Teynel corrió
hacia delante y pateó al espantoso carroñero con todas sus fuerzas. Este gritó y salió
volando. Respondiendo ominosamente se escucharon chillidos desde la oscuridad.
Muchos de ellos.
"Inmundos pequeños monstruos," dijo Teynel. "¿Me pregunto cuántos más de
ellos están ahí fuera?"
"No me gustaría averiguarlo," respondió Garnan.
La misteriosa muerte de su compañero y la desaparición de los otros dos
hombres los hizo caminar más rápido. Cuando Garnan y Teynel surgieron en un pasillo
de altura normal y bien iluminado de la parte inferior del palacio se detuvieron de nuevo
para recuperar el aliento.
"¿Habrán sido capturados o comidos?" preguntó Garnan.
"Ruego por que no fuera así. Tengo la esperanza de que Kireno se haya
impacientado y marchado para encontrarse con Liin Sivi."
La pareja siguió su camino.
Estaban a la vista de la escalera de la sala de reuniones cuando la alarma entró en
erupción. Teynel supo al instante que eso significaba que una parte de su equipo había
sido descubierto. Resistiendo el impulso de correr ambos se hicieron a un lado mientras
los guardias de palacio se congregaban en la sala. Crovax apareció con la espada en la
mano y exigió un informe.
"Ha habido un tumulto," dijo uno de los guardias.
"¡Qué revelación! ¡Habla con claridad!" tronó Crovax.
"Algunos soldados atacaron a los trabajadores del Depredador…"
Teynel apretó el brazo de su compañero. ¡Sivi! ¡Maldita sea! ¡Le había dicho que
no actuara por su cuenta!
"¿Soldados? ¿Qué soldados?" dijo Crovax caminando a un lado y a otro y
blandiendo su espada. "A mi me suena como infiltrados rebeldes probablemente
tratando de liberar a su líder."
Rápidamente ordenó que las tropas armadas del ejército entraran en la
Ciudadela. Cuando el capitán de la guardia protestó por el uso de tropas regulares en los
ambientes del palacio Crovax levantó un tentáculo de piedra variable y estranguló al
hombre donde estaba parado.
"¿Alguna otra objeción?," preguntó. "Bien. Ustedes, síganme."
Cincuenta guardias formaron filas y se marcharon a las escaleras y ascensores.
Teynel y Garnan estaban a punto de desaparecer.
"¡Ustedes ahí! ¿A dónde creen que van?" Crovax estaba mirando directamente a
ellos.
Teynel saludó. "Volviendo a nuestra compañía, mi señor."
"Olvídenlo. Les necesito ahora."

173
Teynel extendió las manos. "No tengo espada, mi señor, ni tampoco mi amigo."
Crovax levantó una ceja ligeramente. Dos estacas de piedra variable se
levantaron del piso y se formaron en idénticas espadas cortas completas con
empuñadura de cruz y pomo de media luna. Teynel y Garnan miraron con asombro.
"Tómenlas idiotas," dijo Crovax. Cuando los rebeldes lo hicieron las varas de
apoyo de piedra variable se
separaron y se retractaron en el
suelo. Las espadas tomaron el
color y el peso de las armas de
acero estándar.
"Vengan." Crovax se
marchó con el manto ondulante.
Teynel y Garnan enfundaron
sus espadas nuevas y corrieron
para alcanzarlo. De una forma u
otra encontrarían a sus
compañeros incluso si eso
significaba unirse a las tropas
enviadas para su captura.

174
Capitulo 17

Abandonado

El no era ajeno al dolor. Lo conocía de muchas formas, de la mordedura de una


serpiente de Veloceleste al beso mellado de la cuchilla de un tritón. La suya había sido
una vida activa y había sufrido muchas lesiones. Había peores formas de sufrimiento
que el de tipo físico: La visión de una esposa en los restos destrozados y ardientes de la
casa que habían construido juntos. Una cama vacía donde una dulce hija había dormido
y muerto.
Aprendió a matar a sus enemigos como venganza por éstas heridas. No sirvió de
nada pero él nunca se preocupó por la sangre en sus manos. Lo que pesaba en su
conciencia eran todos los amigos y aliados muertos, gente que llevó a la guerra y que
murió por su causa. Cada una de sus vidas perdidas era una cicatriz más que debía
soportar, una carga que él sabía iba a crecer más y más hasta que la vida se acabara para
él.
Dado que estaba solo, Eladamri dejó que las lágrimas rodaran por su rostro
arrugado. Siempre había estado despierto, incluso durante la peor parte de los tormentos
de Greven. A veces su mente huía por si sola dejándole inseguro de lo que estaba viendo
o sintiendo. Recordó, o creyó recordar, a Greven il-Vec sentado en la mesa junto a él
viéndole con algo parecido a la perplejidad en su malvado rostro. Alguien se le había
unido, alguien a quién Eladamri no conocía. Sus ojos erráticos le mostraron el rostro de
Furah, el jefe de la tribu Kor, pero Furah estaba muerto. Su hija también estaba muerta
pero alguien estaba caminando por ahí con su rostro. ¿Esta impía fortaleza estaba llena
de fantasmas?
Las lágrimas suavizaron la costra de sangre seca que pegoteaba su ojo derecho
manteniéndolo cerrado. Abrió ambos ojos y los estiró ampliamente. Unos carbones
brillaban débilmente en el brasero de hierro a sus pies. Empulgueras, hierros al rojo vio
y otros horribles instrumentos se hallaban esparcidos alrededor. Podía oler el agua en la
olla sobre la mesa. Lamiéndose los labios resecos Eladamri anhelaba un sorbo.
Pensándolo inconsciente Greven había atado a Eladamri a la silla por las
muñecas y los tobillos… un error. Eladamri relajó las manos y cruzó los dedos hacia
adentro para hacer sus muñecas tan pequeñas como le fuera posible. Forzó la mano
izquierda hacia atrás contra las cuerdas. La cuerda negra estaba hecha del mismo cable
mimético utilizado en el Depredador y por tanto era una forma de nanomáquina como

175
la piedra variable. Cuando él tiró de ella esta se redujo y se apretó aún más alrededor de
su muñeca. Se detuvo y el cable cesó su reducción. Eladamri se dio cuenta de que el
error de Greven no era tan grave. Si continuaba luchando durante más tiempo contra la
soga mimética esta le cortaría las manos.
Se inclinó hacia delante y logró levantar las patas traseras de la silla del suelo.
La silla pesaba unos buenos veinte kilogramos pero una vez que consiguió mecerla fue
bastante fácil volcarla. Se estrelló contra el duro suelo sobre su lado izquierdo. El
brasero se volcó, desparramando cenizas.
¿Cómo ardería una cuerda mágica? Eladamri acercó un carbón encendido a sus
dedos quebrados. ¿Qué importaba una ampolla o dos cuando tus dedos ya estaban rotos?
Apretó el cable contra el carbón y una punzada de calor pasó a través de la
atadura hacia su muñeca pero nada más pasó. Tanto esfuerzo para nada. Lanzó la pesada
silla hacia adelante en dirección a un montón de hierros ahora fríos. No podría colocar
los hierros pesados en su agarre sólo con sus dedos. ¿Y ahora qué?
Podía ver la jarra de cerámica en la mesa arriba de él. Lo que más deseaba, tal
vez incluso más que su libertad, era un sorbo de agua fresca. Como no podía llegar a la
jarra mientras estuviera atado a la silla era un punto discutible. Eladamri cabeceó la pata
de la mesa. Lo hizo una y otra vez hasta que su visión se disolvió en una neblina de
color rojo. Esto no podía continuar.
Con un toque más ligero dejó reposar su cabeza golpeada contra la pata de la
mesa y suspiró. La jarra se sacudió hasta el borde de la mesa y cayó inmediatamente al
suelo. Se estrelló en pedazos en un chorro de agua pero ninguno mojó su cara.
No es mi mejor día, decidió.
La jarra estaba destrozada, una cerámica dura, cristalina, adecuada para su
propósito. Tomó un trozo bellamente irregular y aserró las cuerdas. Por un momento las
cuerdas miméticas se apretaron y luego comenzaron a deshilacharse. Su corazón dio un
salto cuando el cable se liberó de sus muñecas y se retorció en el suelo como una
lagartija sin cabeza. Algunos cortes más y su mano derecha estuvo libre, luego sus pies.
Eladamri intentó levantarse pero se encontró que sus rodillas maltratadas no se
lo permitían. Se sentó en el suelo, libre, pero demasiado herido para caminar.
Ató pedazos de cuerda en conjunto y las usó para enlazar un hierro a su pierna
izquierda como un entablillado. Utilizando la mesa como apoyo se las arregló para
ponerse de pie. Tomó la taza sobre la mesa y se dispuso a beber su contenido pero
cuando la acercó a sus labios su nariz detectó un olor acre. Veneno. Sin duda destinado
a él ¡y él que casi le hizo el trabajo de Greven por él!
Sus escasas pertenencias yacían sobre la mesa. Lo único que recuperó fue el
pequeño fetiche de madera que había estado tallando su última noche en el bosque. Lo
examinó con cuidado y vio que estaba intacto por lo que lo colgó alrededor del cuello.
Eladamri encontró otro hierro de marcar con un gancho desafilado en el extremo
que serviría como un arma, caminó hasta la puerta de la celda y la encontró abierta. Eso
le preocupó. ¿Por qué no lo habían encerrado? ¿Acaso aquello era algún tipo de trampa
elaborada para que Greven pudiera reclamar que Eladamri fue asesinado "tratando de
escapar"?
Un ensordecedor estruendo mecánico se filtraba a través de las paredes gruesas.
Algún tipo de alarma. Es por eso que Greven se había ido. Hizo la conexión rápida entre
sus jóvenes guerreros y su misión de destruir la aeronave. Eladamri no oraba pero deseó
fervientemente el éxito de sus compañeros. Tenían muchas posibilidades en contra de
ellos.
Cojeó por el pasillo pero no había nadie a la vista. La forma cónica de la torre
hacía que el pasillo corriera por fuera de las celdas, que estaban dispuestas alrededor del

176
eje de la torre como rebanadas de pastel. Al mirar en ambas direcciones por el desierto
corredor su instinto guerrillero le dio una idea. ¡Nunca pasar por alto una oportunidad
de causarle máximos problemas al enemigo!
Se dirigió a la puerta de al lado. Estaba cerrada y el mecanismo estaba protegido
por un desagradable artefacto de piedra variable cuyas mandíbulas dentadas rodeaban la
cerradura. Si se usaba la tecla equivocada o se trataba de manipular el dispositivo este te
podría rebanar la mano.
Eladamri llamó suavemente a la puerta. Apretó la oreja al panel y oyó unos pies
arrastrándose en el interior. Había una ventanilla baja a través de la cual el preso recibía
la comida.
Deslizó la puerta corrediza de la ventana y susurró, "¿Hola? ¿Quién está ahí?
¡Soy un amigo!"
En lugar de una voz o un rostro un carnoso tentáculo de color rojo apareció y se
envolvió alrededor de la pierna de Eladamri. Una sensación de ardor apareció allí donde
la cosa lo tocó y su agarre se apretó más y más. Se sintió apenado por la bestia o
monstruo que Volrath había encarcelado pero él tampoco iba a perder una pierna como
muestra de simpatía. Unos pocos golpes bien dirigidos de su hierro desalentaron a la
criatura y el tentáculo se retiró.
Las siguientes tres puertas estaban cerradas ya sea porque las celdas estaban
vacías o bien sus ocupantes no tenían ganas de responder a la convocatoria de Eladamri.
En la quinta puerta oyó claramente un hilo de voz hablando o cantando.
Inclinándose en la ventanilla susurró: "¿Hay un humano ahí dentro?"
"¿Hay un humano ahí fuera?" fue la respuesta sarcástica.
"Soy un elfo de Veloceleste, un prisionero como tú. Te dejaré salir."
No hubo respuesta. Insertó con cuidado el hierro en el mecanismo de cerradura
y, efectivamente, las mandíbulas de piedra variable se cerraron de golpe mordiendo
profundamente la dura barra de hierro. Eladamri puso todo su peso sobre la herramienta
atrapada y con un crujido rompió la cerradura sin desalojar el dispositivo de protección.
La puerta se abrió hacia el pasillo y el olor a basura proveniente desde el interior
fue abrumador. Algo gris se agitó dentro de la celda y por un segundo Eladamri pensó
que había sido engañado por otro de los monstruos de Volrath. La silueta gris se
convirtió en una forma humana, una demacrada y pelirroja joven mujer de altura
modesta, vestida con inmundos harapos.
Parpadeó ante la luz y dijo: "Eres un elfo. Pensé que mi hora había llegado y que
Volrath estaba jugando un pequeño juego conmigo."
"¿Quién eres tú?"
"Mi nombre es Takara, hija de Starke."
Él conocía el nombre de Darsett en-Dal. Takara había sido parte de uno de los
primeros movimientos de resistencia Dal. ¿Por qué estaba todavía con vida?
Takara se desplomó contra la puerta. "¿Ha habido una revolución? ¿O tu eres el
nuevo jefe de los carceleros?"
"Ninguna de las dos cosas. Estoy escapando, si puedo. Si quieres ser libre, ven
conmigo."
Aunque estaba cojo le dio su brazo a la extraña. Takara no parecía que hubiera
sido invitada a la celda de interrogación de Greven. Tenía la piel sin marcar pero estaba
terriblemente delgada y débil, probablemente había pasado hambre durante semanas.
Ella miró a su improvisado entablillado y sus maltratadas manos. "Veo que no
estás en buena forma para esto, ¿verdad?"
"No estoy solo," le aconsejó. "Algunas de mis personas se encuentran en la
Ciudadela pero tenemos que encontrarlos."

177
Takara bajó la cabeza hasta su hombro. "Oh bueno, parece que has roto mi
aburrimiento... "
La alarma cesó. Había sido parte del ambiente durante tanto tiempo que la
repentina parada pareció más fuerte que el ruido que había hecho. En su lugar oyeron el
eco de pisadas a lo largo del enroscado corredor.
Takara levantó la cabeza. "El escape mas corto del mundo," dijo suspirando.
Eladamri se llevó un dedo a los labios. Se sacó el hierro del entablillado de su
pierna torturada y sin la ayuda casi se derrumbó. Takara lo sostuvo a pesar de que sus
frágiles brazos temblaron por el esfuerzo.
Él asintió con la cabeza en señal de agradecimiento.
Se acurrucaron en el hueco poco profundo de la puerta de una celda cerrada
esperando que aparecieran los corredores. Eladamri vislumbró un destello de una bota y
una coraza Rathianas y levantando el hierro arrojó el golpe. Este pasó silbado por la
nariz de Kireno fallándole por un pelo.
"¡Hermano!" gritó el rebelde Vec. "¡Somos nosotros!"
El impulso de la oscilación tiró a Eladamri al piso. Takara, sin poder
desenredarse, cayó encima de él. Los dos fueron gentilmente separados por Kireno y
Shamus, uno de los muchos primos de Teynel.
Ambos apoyaron al elfo contra la pared.
"Tranquilo hermano," dijo Kireno. Tomó la botella de agua de su cadera y se la
dio a Eladamri. Este bebió con avidez hasta que vio a Takara mirándole con los labios
entreabiertos. Limpió la boca de la botella y se la ofreció.
Takara se apoderó de la botella con las dos manos y la levantó en alto. El agua
salió a borbotones de las comisuras de la boca y salió corriendo por su barbilla
dibujando líneas blancas en la suciedad gris de su rostro.
Eladamri sonrió. "¿Qué noticias hay de Teynel, Liin Sivi y el resto?"
"Tememos que Teynel y el primo Garnan estén muertos," dijo Shamus.
"Estábamos tratando de encontrar el muelle inferior de la aeronave del que habíamos
oído hablar y nos perdimos en algunos túneles en las profundidades de la fortaleza.
Teynel y Garnan siguieron adelante para explorar, pero fuimos atacados."
"¿Greven? ¿Crovax?"
"¡Criaturas, monstruos!" dijo Kireno. "El pobre Vellian puso su mano en un nido
de ellos. Estos insectos de dos patas lo devoraron... tuvimos que correr, no teníamos
armas para luchar contra ellos. Se suponía que debíamos encontrarnos con Liin Sivi y
sus hombres en la sala donde vimos a Greven y Crovax pero la campana empezó a
sonar y había guardias en todo el lugar…"
"…por lo que en su lugar venimos a buscarte," dijo Shamus terminando la frase
de Kireno por él.
"¿Cómo está la Ciudadela?," preguntó Eladamri.
"Es un caos," respondió Kireno. "Les oí decir que están trayendo tropas desde
los cuarteles de la ciudad. Todo el lugar estará invadido de soldados."
"Sivi debe haberles llamado la atención. Muy bien, necesitamos salir de la vista
por un tiempo y esperar que las cosas se calmen un poco antes de tratar de escapar," dijo
el elfo.
"¿A dónde podemos ir?" dijo Shamus.
"Greven está obligado a volver aquí para acabar conmigo," dijo Eladamri. "No
puedo decidir si emboscarlo aquí o huir para luchar otro día."
"Con tu perdón, Oh Eladamri, pero no estás en buena forma para luchar," dijo
Kireno."Deberíamos tratar de encontrar un rincón tranquilo para escondernos como bien
has dicho."

178
Takara intervino y dijo: "La sala de mapas. Es el edificio más cercano antes de
llegar a los barracones de moggs. Solo lo usa el evincar así que nadie va a menudo allí."
"¿Cómo es que tu sabes los caminos de este laberinto?"
Ella hizo un bucle con su sucio pelo cobrizo y poniéndolo detrás de las orejas
respondió: "Mi padre fue el mentor de Volrath y más tarde su siervo. Sé algunas cosas
acerca de la fortaleza." Luego le entregó la botella de agua vacía a Eladamri.
"Que sea la sala de mapas entonces," dijo él.
El elfo y Takara tuvieron que ser ayudados a ponerse de pie y luego se abrazaron
entre sí.
Takara sonrió con ironía. "Uno nunca sabe lo que encontrará detrás de una
puerta cerrada, ¿verdad?"

* * * * *

Cuando la alarma se activó Belbe estaba en la sala de control de la fábrica de


piedra variable haciendo el tercero de sus subversivos ajustes en el medidor de salida.
Como ella había sospechado las unidades de monitoreo construidas en la maquinaria de
la fábrica habían detectado la reducción de la producción mediante la comparación de
las cifras actuales de producción con las pasadas. Durante todo el día la producción de
piedra variable había aumentado constantemente. Esa noche, para el momento en que
había llegado, las maquinarias estaban produciendo piedra variable al 90 por ciento de
su capacidad. La velocidad a la que la fábrica se corregía le perturbaba. Significaba que
tendría que estar más atenta a su sabotaje si su objetivo era evitar que la conjunción con
Dominaria se llevara a cabo.
Cuando sonó la alarma cubrió todos los rastros de su manipulación y volvió al
palacio para averiguar que estaba pasando. Encontró los pasillos obstruidos por los
guardias. A pesar de que la guarnición del palacio contaba con más de dos mil hombres
halló cientos de soldados del ejército regular reunidos en la explanada de la fábrica. Se
acercó a un capitán de la Décima Compañía y le preguntó qué sabía de la situación.
"Perdóneme, Excelencia, pero yo no sé mucho más que usted," dijo el
oficial."He oído algo sobre el Depredador… un motín entre los moggs y los
trabajadores, tal vez. No lo sé."
"¿Por qué necesitarían tantos soldados para sofocar una pelea?"
"Hay miles de moggs en los barracones, Excelencia. Si se ponen fuera de control
se necesitaría todo el ejército para derribarlos."
"¿Quién está al mando de esta operación?"
El capitán frunció el ceño y señaló. Belbe siguió su gesto y vio a un sargento de
pie con una armadura de piedra variable dando órdenes a gritos. Si el Cuerpo de
Sargentos estaba involucrado significaba que Crovax estaba a cargo.
Belbe fue capturada por un sentimiento de aprensión. Olía a un complot. Si
Crovax había diseñado una emergencia con el fin de inundar la Ciudadela con las tropas
del ejército esto le daba una ventaja insuperable en la lucha por el poder. Es cierto que
ella le había ofrecido la corona del evincar pero eso había sido sólo una estratagema
para salvar la vida de Ertai. Ella todavía mantenía la esperanza de que con la ayuda de
Greven pudiera reprimir a Crovax y guiar a Rath hacia una dirección completamente
nueva. Pero en ese momento las cosas se veían muy mal, casi desesperadas.
Una vez en el palacio se enteró de que había habido disturbios en el muelle
superior de la aeronave. Fue allí de inmediato y encontró la cima muy ocupada. La
plataforma de acoplamiento estaba llena de guardias muertos y el aire estaba
condimentado con el olor de la pólvora quemada. El Depredador flotaba de manera

179
uniforme en sus amarres pero no había daños visibles en la caseta de cubierta y el
puente principal.
Encontró fácilmente a Greven y Crovax entre la masa de las tropas. Greven se
inclinó cuando la vio. Crovax no lo hizo.
Acercándose a Greven le preguntó: "¿Qué es lo que pasa?"
"Las cosas no están claras por el momento, Excelencia," respondió. "Estamos
interrogando a los trabajadores y moggs que estaban a bordo cuando esto sucedió pero
no estamos obteniendo una historia coherente de ninguno de ellos. Los guardias que
respondieron al primer sonido de la alarma están todos muertos, asesinados por eso."
Señaló la cabeza del arpón de cuatro metros de largo ahora incrustada en la pared del
fondo de la plataforma. "Alguien disparó el cañón de cubierta sin cerrar la recámara. El
arma quedó destrozada y el arpón masacró a más de veinte hombres a la vez."
"¿Qué dicen los trabajadores?" preguntó Belbe.
"Dicen que los moggs se volvieron locos y los atacaron."
"¿Y los moggs?"
"Los moggs son moggs," dijo Greven. "He aprendido a no tomar muy en cuenta
lo que dicen."
"Dile," dijo Crovax. Parecía medio enojado, medio exitado. "Dile lo que
dijeron."
"No está demostrado," dijo Greven sin prestar atención.
Incluso esta leve contradicción trajo una represalia inmediata de Crovax. El
rostro de Greven se contorsionó cuando su injerto espinal chisporroteó en acción.
"Suficiente," dijo Belbe. "Dime tu, Crovax."
Crovax hizo que su descomunal víctima sufriera unos pocos segundos más y
luego lo liberó. "Los moggs afirman que fueron atacados por soldados… hombres del
ejército."
"¿Por qué nuestros propios soldados atacarían al Depredador?"
Crovax se acercó y en un susurro burlón dijo, "¿Cuándo un conejo no es un
conejo?"
"¿Qué?"
"Cuando se trata de un zorro."
El sargento Nasser, en la cubierta de proa de la aeronave, gesticuló a su maestro.
Crovax se excusó cortésmente y fue a ver lo que Nasser tenía que decirle.
Belbe se giró a Greven. El señor de la guerra aún tenía los ojos fuertemente
apretados.
"Greven," dijo. "¿Estás bien?"
"Ha aprendido a infligir dolor persistente," dijo Greven con los dientes
apretados. "Me ha hecho esto varias veces en los últimos días. Me castiga o se divierte
con mi sufrimiento. Creo que ha acabado pero él siempre reserva alguna sorpresa.
Últimamente he sentido un dolor agudo cuando la luz golpea mis ojos."
Belbe bajó la voz. "Lamento escuchar eso. ¿Caminaría conmigo un momento?
Tengo una propuesta que deseo que escuche."
"Como usted mande, Excelencia. Primero…" Los ojos de Greven se abrieron de
golpe. Estaban inyectados de sangre y cuando la luz normal de la Fortaleza los golpeó
hizo una mueca y lanzó un grito corto de agonía.
"¿Le duele mucho?"
"Me estoy acostumbrando a ello," gruñó Greven. "Sin embargo, si no gratifico el
sentido del humor del Señor Crovax gritando, redoblará el efecto la próxima vez."
Belbe se estremeció. "Venga. Tengo algo importante y secreto que decirle."

180
Ella lo llevó a la sombra del caparazón de piedra variable despidiendo a los
guardias que ya estaban allí. Cuando estuvieron solos Belbe comenzó.
"Ha llegado el momento de hablar claro. Crovax me ha estado presionando para
que le nombre evincar. Después de muchas amenazas y algo de violencia he accedido a
hacerlo mañana por la tarde en la sala de reuniones."
"Ya me preguntaba por qué demoraba esto tanto tiempo," dijo Greven. Ella se
sorprendió.
"Al principio yo quería que él demostrara si era digno para el cargo. Más tarde
tuve miedo de lo que haría cuando todo el poder fuera de él. Ví lo que le hizo a los
rehenes. Yo estuve allí. No le preocupó más de lo que a usted o a mí nos preocuparía
aplastar una mosca. Descubrí que gana poder cuando se extingue la vida… que absorbe
la fuerza vital de los seres que mueren y la introduce en sí mismo. ¿Lo ve? ¡Esto
garantiza que la gente seguirá muriendo!"
"Todos vamos a morir algún día, Excelencia."
Las manos de Belbe se cerraron en puños. "¿Qué le pasa a usted? Yo esperaba
que usted entendiera más que todas las demás personas. El lo atormenta. Se burla. Y
todo esto sólo va a empeorar, ¿no lo puede ver? ¿Usted no tiene ambición para sí
mismo, Greven? Si podemos forjar una alianza contra Crovax podríamos cambiar las
cosas en Rath."
"Crovax es demasiado poderoso. Él controla la piedra variable."
"Ertai también tiene influencia sobre la piedra. ¡No tan grande como Crovax
pero suficiente para equilibrar la balanza si usted y yo le atacamos juntos!"
Greven hizo una pretensión de mirar a su alrededor. "¿Dónde está Ertai?"
"No lo sé. Los hombres de Crovax lo mantienen prisionero."
"Entonces es un hombre muerto."
"¡No!" dijo ella con fuerza. "¡Déme su palabra… prométame que se unirá a
nosotros contra Crovax y esta noche encontraré y liberaré a Ertai!"
"No puedo." Belbe se desanimó visiblemente por el llano rechazo de Greven.
"Hay más en juego de lo que usted sabe, Excelencia. No puedo actuar como usted me
pide. Mi lealtad está... comprometida."
"No le creo," dijo. "Yo sé que le odia. ¿Puede ser que también tenga miedo de
él?"
Ella pensó que esta burla, que siempre había enfurecido a Greven en el pasado,
lo despertaría de nuevo pero el corpulento señor guerrero se alejó sin dar su palabra.
"Yo no soy libre de actuar, Excelencia," dijo Greven. "Yo nunca lo he sido. A
pesar de que mando ejércitos y la bandera del puente del Depredador es mía no tengo el
mando en mí mismo. Lo siento."
Sin palabras, Belbe lo vio regresar a la algarabía que rodeaba a la aeronave
dañada. En el camino fue interceptado por un oficial de la guardia de palacio en una
capa roja. A pesar que Greven superaba en rango a cualquier otra persona de los
guardias o del ejército regular lo vio claramente saludar a este funcionario de menor
importancia.
Belbe decidió que Crovax realmente lo había sacudido. Sus opciones se
encogían de hora en hora. Ertai cautivo, Greven inmovilizado, incluso el líder rebelde
Eladamri ya no era una amenaza. Crovax estaba parada solo en el campo esperando a
que Belbe le colocara una corona sobre su cabeza.
Debía encontrar a Ertai. Una vez que ella supiera que él estaba a salvo recurriría
a su último recurso. Si él no la ayudaba, entonces, cada ser vivo de Rath estaba
condenado.

181
* * * * *

Kireno y Shamus todavía vestidos como soldados de la Cuarta Compañía


salieron con valentía a la calzada abierta que conectaba la prisión con la sala del mapa.
Dos centinelas estaban apostados en el puente entre los edificios, uno en cada lado y
uno frente al otro, así que se acercaron con pasos medidos.
"¡Alto!" gritó el rebelde Vec con la esperanza de sonar militar.
"¿Qué es esto?" preguntó el centinela de la derecha, más cercano a Kireno.
"Somos su relevo."
Los rebeldes esperaron tensamente. Los guardias relajaron su posición.
"Ya era hora, maldita sea," se quejó uno de los guardias. "¡Debimos haber sido
relevados hace dos horas!"
"Hay problemas en la Ciudadela," dijo Shamus. "Es por esa razón que enviaron a
la Cuarta Compañía."
"¿Ah, sí? Ustedes chicos hablan mucho, pero ¿qué los hace tan grandes?"
"Hemos capturado a Eladamri," dijo Kireno.
Los centinelas no podían superar eso y no lo intentaron. Cargaron al hombro sus
armas de asta y se prepararon para marchar de vuelta a la ciudadela.
Entonces, uno de los guardias se detuvo. "Oye, ¿cómo piensan hacer guardia sin
ningún tipo de armas?"
Shamus y Kireno intercambiaron una mirada rápida. "Uh, no nos dejaron
atravesar el palacio armados," dijo el rebelde Dal.
"¿Qué? ¿En una alarma general?"
Kireno evitó la barrida del arma de asta y atacó antes de que el guardia pudiera
recuperarse. Golpeó al hombre por lo alto empujándolo a lo largo hasta que alcanzó el
borde del puente. El Vec dio un empuje extra y el guardia cayó hacia atrás sobre el
borde. Su grito se desvaneció al caer y fue rápidamente ahogado por el constante ruido
ambiental del haz de energía de la fábrica.
Shamus tuvo más problemas con su hombre. Evitó la punta de lanza del guardia
pero el revés del mango lo golpeó detrás de las rodillas y cayó. Ese debía haber sido el
final de él si Kireno no hubiera saltado sobre la espalda del guardia golpeando al
soldado Rathiano con su yelmo en el proceso. Ambos cayeron sobre Shamus en una
maraña y rodaron una y otra vez en una ráfaga de puños y patadas.
Eladamri y Takara salieron de su escondite en la puerta de la torre carcelaria. En
el momento en que llegaron a la pelea el desafortunado guardia estaba colgando de sus
manos sobre el lado del puente. Shamus estaba frío y Kireno sangraba por un labio
partido. "¡Ayuda! ¡Ayuda!" gritó el guardia.
Eladamri y Takara se pararon delante de él y el soldado Rathiano dejó de gritar.
"Por favor ayúdame," dijo.
El elfo le mostró las manos. "Gracias a Greven il-Vec no hay mucho que pueda
hacer," dijo.
"¡Señorita, por favor ayuda!"
Takara miró a su alrededor. Vio el arma de asta del guardia. En su estado
debilitado no la podría recoger por lo que la arrastró por el mango hasta el borde de la
calzada. "Eso es," dijo el guardia. "Pásame el eje y podré subir."
Takara no dijo nada pero sostuvo el mango del arma de asta sobre la cabeza del
guardia. Él la miró con curiosidad hasta que ella lo soltó. El pesado mango conectó
sólidamente con la desnuda cabeza del soldado y este desapareció con un chillido. El
arma de asta con la punta hacia arriba le siguió en el precipicio.

182
"Que desperdicio de arma," dijo Kireno. Se arrodilló junto a Shamus y le
cacheteó la cara con fuerza para revivirlo.
Eladamri se apoyó en la barandilla mirando fijamente a Takara. "Eso fue frío."
"Aprendí desde muy temprana edad, si alguien se interpone en tu camino, hazlo
a un lado," dijo Takara.
Limpiaron el puente de todos los rastros de problemas y corrieron hacia la torre
del mapa. La puerta estaba cerrada pero Takara dijo que ella sabía cómo eludir el
mecanismo. Metió intrépidamente su mano en las fauces de piedra variable y manipuló
la cerradura en el interior. Eladamri y los rebeldes esperaron a ver si las mandíbulas le
cortaban su brazo delgado.
"Mi padre me enseñó esto," dijo. "Es bueno para escabullirse en donde no está
permitido... Espero que Volrath no haya cambiado la combinación desde que me echó
en la cárcel."
Con un fuerte ruido las puertas se abrieron y Takara retiró con cuidado el brazo
de la cerradura.
"Después de ti," dijo Eladamri.
El interior de la torre del mapa estaba bañado de una vacilante luz verde que
fomentaba la extraña sensación de estar bajo el agua. Venía del cono de la torre cubierto
en su totalidad con pesados paneles irregulares de cristales de jade. En la mitad superior
de la torre del mapa estaba instalada algún tipo de maquinaria compleja, engranajes y
levas y brillantes piedras de poder. Takara guió a Eladamri y los rebeldes a un anfiteatro
que llenaba el cuarto inferior de la estructura. Esa habitación individual era de más de
noventa metros de ancho y contaba con dos plataformas concéntricas de asientos,
centrados en una columna central de intrincado diseño. Un grupo de anchos escalones
descendían hacia esta columna y, arriba, un pórtico segmentado se rizaba por encima del
pilar central como la cola de un enorme escorpión metálico. Mientras entraban en la
gigantesca cámara vacía sus pasos sonaron huecos por las verdes paredes de cristal.
"Bienvenidos a la Sala del Mapa," dijo Takara. Su voz era todavía débil por la
privación, sin embargo, la acústica de la sala del mapa hizo que su voz fuera escuchada
fácilmente.
"Yo no veo ningún mapa," dijo Shamus todavía aturdido por su lucha en el
puente.
"Les mostraré".
Bajó una escalera hacia el anillo interior de los asientos y al pie de ella había un
panel cubierto de extraños glifos y símbolos. Takara se puso delante de este altar arcano
con las manos suspendidas. Entonces, como si estuviera tocando un instrumento
musical, sus dedos volaron sobre los controles tocando los símbolos en una secuencia
compleja.
La enorme máquina se despertó con un zumbido profundo. La ancha columna
descendente, cubierta con ruedas dentadas de bronce y haces de tubos, se deslizó
laboriosamente en el techo. Detrás de ella apareció un tronco grueso, aserrado con aletas
triangulares. Estas aletas, como pétalos de una flor, se doblaron hacia afuera y se
detuvieron. Cuando la columna estuvo a unos nueve metros de altura se fijó en su lugar.
"¿Y ahora qué?," preguntó Eladamri en voz baja.
"Aquí," dijo Takara acariciando un solo glifo.
El aire entre la columna y la base aserrada brilló. Un remolino de niebla gris y
verde se formó dando vueltas en ambos ejes. Se oscureció, se hizo opaco y asumió la
forma de un globo ovalado giratorio. Se volvió más definido y la rápida rotación
desaceleró. En cuestión de segundos el globo se convirtió en un huevo gris moteado
girando lentamente en su eje vertical. "Rath," dijo Takara.

183
Eladamri quedó fascinado. "¿Esto es Rath?" Takara asintió con la cabeza.
"Durante años he oído filósofos debatiendo con sacerdotes acerca de la forma del
mundo. La mayoría de los santos enseñaban que el mundo es plano rodeado por un
vacío, como una piedra flotando en un arroyo. Algunos filósofos clamaban que era
redondo como un huevo."
"¿A quién cree usted?"
"Siempre he considerado que carece de importancia. Ya que nadie puede ver
todo el mundo a la vez, ¿qué diferencia puede hacer la forma que tiene?" "Es con el
conocimiento de este tipo que el evincar puede localizar y atacar a sus enemigos."
"Muéstrame al Bosque Veloceleste," dijo. Takara manipuló los controles y el
globo gris fue reemplazado instantáneamente por una aplanada media esfera. Centrada
en la porción frente a Eladamri había un ancho e irregular parche de color verde oscuro.
"Este es Veloceleste visto desde una altura de 30.000 metros," dijo. Tocando un
botón la mancha verde se hizo de mayor tamaño. "Desde 6000 metros." Takara tocó el
panel una vez más, y la imagen se hinchó para cubrir la totalidad del hemisferio.
"Desde 3000 metros de altura," dijo. "Así es como se ve desde el Depredador."
Eladamri buscó el Ojo de Korai, su pueblo y otras regiones que conocía.
Ninguna era perceptible. Había una textura en la imagen, formada de árboles más altos
y más bajos, pero las copas era tan monótonas como el mar.
"Ahora sé por qué Volrath y Greven han tenido tantos problemas en
capturarnos," dijo el elfo."A pesar de este gran artefacto, Veloceleste sigue siendo
nuestro escudo y santuario."
Intrigado por los mapas, Kireno y Shamus bajaron y se unieron a ellos. Durante
varios minutos los rebeldes se perdieron en las vistas de pájaro de Rath.
"Aquí hay algo que ninguno de ustedes ha visto alguna vez." Takara manipuló
expertamente el panel y la visión hemisférica de Rath fue sustituida por un globo de
colores brillantes.
En comparación con Rath, que estaba compuesto de tonos grises, verdes y
marrones, este mundo era un conjunto deslumbrante de colores: brillantes océanos
azules, desiertos amarillos y rojos, humeantes montañas de color púrpura. Nubes
blancas llenaban la atmósfera suavizando los contrastes entre los colores más nítidos.
Toda la cosa era como una joya, un ornamento adecuado para la frente de una
emperatriz.
Algo sobre el colorido mundo conmovió profundamente a Eladamri. "¿Qué es
eso, Takara?"
"Dominaria."
Él conocía el nombre. El Vientoligero había venido de allí, con su grupo
variopinto de héroes y también Crovax. Dominaria. El nombre tropezó de su lengua tan
placenteramente como la esfera multicolor encantando sus ojos.
"Háblame de Dominaria," dijo.
"Es el lugar de origen de nuestra especie, la tuya y la mía," respondió Takara.
"Los antepasados de cada alma en Rath vinieron de allí. Algunos sabios antiguos dicen
que incluso los Grandes Señores vinieron de ahí, mucho tiempo atrás. Hay una profecía
que dice que el mundo de los demonios un día desgarrará las nubes y hará llover la
destrucción en ese Mundo Luminoso. Creo que los videntes sabían lo que nosotros sólo
estamos empezando a darnos cuenta ahora: el propósito de Rath es destruir Dominaria."
"¿Cómo puede ser eso? Son mundos separados. Sé de personas y máquinas que
vuelan entre ellos, pero ¿cómo puede Rath destruir a otro mundo?"
Suspirando, Takara se apoyó contra el panel de control. "Nunca me educaron en
cosas tan altas. Lo que puedo decir es que Rath es una sombra creada por los Grandes

184
Señores de Pirexia como puerta de entrada a Dominaria. Así como los mortales que
duermen sirven de puente a los terrores de la noche, así es Rath, un puente lleno de
pesadillas hacia Dominaria. Durante cientos de años Rath ha ido creciendo acercándose
al viejo mundo natal. La Fortaleza es el punto clave, el centro del diseño de los Grandes
Señores. Esta oscura fortaleza es donde las pesadillas se hacen carne la punta de la
espada contra la garganta de Dominaria."
"¡Dios nos libre!" murmuró Shamus.
"Tu dijiste que tu padre sirvió a Volrath, ¿a donde se encuentra ahora?," preguntó
el elfo.
"Desapareció. Se ha ido." Les dio la espalda mirando el globo. "No sé a dónde."
"¿Por qué Volrath no te mató? ¿No sabe de tu trabajo en la rebelión?"
Ella se rió secamente. "A Volrath no le importaba nada de mi trabajo con la
resistencia Dal. Me encerró para asegurarse de que mi padre no le traicionara…"
Los ojos de Takara se pusieron en blanco. Kireno saltó a su lado y la tomó en sus
brazos. Sin sus manos en los controles el aparato de mapas se apagó. La doble esfera de
Rath-Dominaria perdió rápidamente el color y la definición, parpadeando y finalmente
desvaneciéndose como una pompa de jabón.

185
.

186
Capitulo 18

Coronación

Ertai le tenía que dar crédito a Crovax. El hombre era un asesino despiadado
pero en su sangre fría tenía una cierta cantidad de estilo. Ertai se sentía generoso
mientras esperaba su propia muerte.
Estaba incrustado hasta el cuello en un cubo de piedra variable de dos metros y
medio de ancho. En la parte trasera del cubo un tubo delgado se estiraba hacia atrás en
dirección a uno de los principales conductos de piedra variable. Poco a poco el cubo iba
creciendo y allí estaba la malvada inteligencia de Crovax: el cubo estaba en equilibrio
sobre un horno de piedra variable. Un infinito torrente de energía azul se hundía en el
crisol fundiéndose con la lava sacada de debajo de la Ciudadela. Cuando Crovax y sus
siervos lo pusieron allí Ertai había estado por lo menos a treinta centímetros del borde
del cono del horno. Durante las siguientes cuatro horas el cubo había crecido por lo
menos treinta centímetros por lado. En otras seis o siete horas el cubo sería tan grande
que la estrecha cornisa no podría soportarlo. Caería hacia delante en la fundición y se
desintegraría por el furioso rayo de energía.
A Crovax le había llevado unos minutos crear el cubo. Programó mentalmente a
las nanomáquinas para que conservaran sus formas mientras el cubo crecía y
atentamente le proveyó a Ertai una cavidad en el cubo del tamaño exacto de su cuerpo.
Una vez que los sargentos colocaron el cubo encima de la fundición Crovax dio un paso
atrás y observó por varios minutos.
La piedra variable también absorbía el calor radiante del rayo de energía y se
calentaba cada vez más.
"¿No es todo esto demasiado complicado?" dijo Ertai.
"¿Le dirías a un artista que su pintura es demasiado complicada?," respondió
Crovax.
"Si es necesario."
"Niño, tu no tienes sensibilidad. La belleza de este arreglo es su lentitud. Tienes
la mitad de un día para contemplar tu fin. Espero que lo uses sabiamente."
"¿Por qué me matas? Yo no soy una amenaza para ti. No puedo ni siquiera salir
de este cubo y mucho menos cuestionar tu gobierno de Rath."

187
"Realmente no has entendido el punto. Has sido una molestia para mí y por lo
tanto mereces morir. Además, debido a tus estrechos vínculos con la emisaria, matarte
será muy doloroso para ella."
Ertai le gritó a Crovax todos los nombres sucios que tenía en su considerable
vocabulario. Crovax le respondió apretando la piedra variable alrededor de la garganta
de Ertai hasta que su lengua sobresalió y su rostro se volvió azul. Entonces,
repentinamente, cedió.
"Me encantaría quedarme y jugar pero hoy voy a ser coronado," dijo. "El deber
está antes que el placer, como se suele decir."
Bajó los escalones hasta donde se hallaba esperando su guardia privada y nunca
miró hacia atrás.
Ertai trató de influir a la piedra variable lo suficiente como para permitirle
escapar. Amplió el espacio alrededor de su cuerpo ligeramente a expensas de aumentar
el cubo prematuramente. Era como luchar dentro de un bloque de queso. Cuando se
concentraba la piedra más cercana a él se ablandaba pero no podría influir en la parte
exterior del cubo. El esfuerzo le dejó sin aliento y el calor ascendente le hizo sudar por
cada uno de sus poros.
Qué tonto había sido en estar de acuerdo con esta farsa. Él era un hechicero no
un político o un señor guerrero. Todos sus grandiosos planes de escapar o ser evincar de
Rath eran las consecuencias de su soberbio orgullo. Ahora estaba pagando el precio de
su locura.
Sus ojos comenzaron a inflamarse. Supuso que esto era por estar tan cerca del
ardiente rayo de energía. Todo lo que el prometía ser, todo ese talento que tenía, todo se
perdería en ese mundo feo e incoloro, gobernado por gente fea e incolora. ¿Era este el
destino final de Dominaria?, ¿Acaso la invasión Pirexiana tendría éxito? Si era así, se
alegraba de que no estuviera vivo para verlo.
También estaba Belbe. ¿Por qué él se preocupa por ella? Trató de convencerse a
sí mismo de que él la había seducido, que sus motivos habían sido sólo auto-serviciales.
Mirando hacia atrás a esas horas que pasó con ella no sólo habían sido las mejores que
había tenido en Rath, sino quizás las mejores que había conocido en toda su corta vida.
El no la había seducido, él había sido el seducido. Por primera vez Ertai había
encontrado a una mujer que no lo ignoraba o rechazaba por su atronadora arrogancia.
El agujero en su cuello era lo suficientemente grande como para que Ertai
asomara unos dedos hacia fuera. A pesar de sus mejores esfuerzos se dio cuenta que no
podía agrandar el agujero. La conjuración siempre era más segura cuando el hechicero
podía usar sus manos para gesticular pero en esa situación tendría que prescindir de ello.
Ya una vez con anterioridad él había buscado a Belbe con una brújula mágica.
Ahora él invocó una creación similar, esta vez fue un recuperador. Era difícil evocar
algo que apareciera en el resplandor del rayo de energía pero se las arregló para crear su
recuperador en el aire por encima de su cabeza. Era similar a una bola fantasmal
tachonada de clavos, como un erizo de mar transparente.
"Trae a Belbe aquí," fue todo lo que le dijo. El recuperador se marchó girando.
Ertai no pudo decir si sobrevivió pasando tan cerca del rayo pero era su última y única
oportunidad.

* * * * *

A Sivi y Medd les tomó mucho tiempo abrirse camino desde el muelle del
dirigible. Ayudados por la inundación de soldados entrando en el palacio fueron capaces
de mezclarse con los nuevos hombres y poco a poco poner algo de distancia entre ellos

188
mismos y el Depredador. Para el momento en que la alarma fue sofocada los dos
rebeldes estaban a la vista de las puertas de la sala de reuniones.
La antecámara estaba curiosamente desprovista de tropas. Mientras Sivi y Medd
entraron por el pasillo central se detuvieron para examinar la habitación… nada. Ni
cortesanos, ni soldados, ni guardias del palacio.
"Cuando salgamos de aquí, ¿sabes lo que voy a hacer?," dijo Medd a medida que
avanzaban.
"¿Qué?"
"Voy a beber tanto que me voy a emborrachar como nunca lo he hecho antes."
Sivi sonrió. "Me parece una buena idea. ¿Cuál es tu bebida favorita?"
"Ojo Negro." Esta era una bebida Dal hecha de liquen fermentado.
"Nunca he tenido alguna," dijo. "¿Por qué lo llaman 'Ojo Negro’?"
"Oh, tiene algo que ver con el efecto. Si bebes lo suficiente, caes y te despiertas
la mañana siguiente con un ojo negro."
"¡Eso es puro cuento!"
Sivi y Medd dieron vueltas. Teynel y Garnan aparecieron saliendo de una alcoba
ensombrecida en la pared trasera.
"¡Primo!" gritó Medd, pero el sombrío rostro de Teynel acalló cualquier muestra
más de alegría por el joven rebelde Dal.
"¿Qué has estado haciendo, Liin Sivi?" dijo Teynel con frialdad.
"Mi deber," respondió ella.
"Atacaste la nave, ¿no?"
Ella se cruzó de brazos. "¿No es por eso que vinimos?"
"¿Han destruido al Depredador?"
Sivi se mordió el labio. "No."
"¿Dónde está el resto de tu grupo?"
"Muertos. ¿Dónde están los tuyos?"
Teynel le mostró el manto sobre sus hombros. "Perdidos o muertos, no lo sé.
Pero ahora debe haber cuatro compañías vigilando la aeronave. Nunca vamos a
conseguir pasar a través de ellas. Todo lo que podemos hacer ahora es encontrar a
Eladamri y salir de aquí."
Ella no dijo nada. Garnan y Medd siguieron delante a unos cuantos pasos
mientras que Teynel se retrasó al lado de la mujer Vec.
"Has desobedecido mis órdenes," dijo con un tono de voz para que sólo ella lo
oyera.
"Tuve una oportunidad y decidí tomarla."
"Y fallaste." Sus botas resonaron con fuerza en la imitación de mármol. "Si
Eladamri está muerto veré que mueras tu también."
Ella levantó una ceja. "Ya llevaré mi caso a cualquier consejo o tribunal que tu
puedas levantar."
"Yo no estoy hablando de un juicio," explicó Teynel. "Solo me refería a esto, si
Eladamri está muerto yo mismo te mataré."
Sivi asintió con la cabeza. "Inténtalo."
A treinta metros de la torre de la prisión corrieron hasta su primer puesto de
control. Una mezcla de guardias de palacio y soldados regulares habían bloqueado el
paso con un muro de lanzas y escudos. Teynel se puso delante de Garnan y Medd.
Apilados contra la pared había tres moggs muertos. Sus heridas de espadas aún
supuraban sangre.
"Alto," dijo el guardia en la línea de escudos. "¡Deténganse e identifíquense!"

189
Teynel saludó. "Cabo Elcaxi de la Cuarta Compañía. Este es mi equipo. Se
supone que debemos patrullar por la prisión y alrededores." Y haciendo girar sus ojos
agregó: "El problema es que nadie nos dijo de que debemos vigilar."
"Nosotros tampoco lo sabemos," dijo otro guardia. "La alarma sonó, nos
formamos, ¿y qué sucedió? Nada."
Sivi señaló a los moggs muertos. "¿Qué es eso?"
"Un grupo de moggs. Trataron de pasar forzosamente por aquí." El primer
guardia sonrió maliciosamente."No lo lograron."
Los guardias apartaron dos docenas de escudos apuntalados a un lado y dejaron
pasar a los rebeldes.
"Estos tipos no son muy inteligentes," observó Garnan.
"No los subestimes," dijo Teynel. "Hay miles de soldados en la Fortaleza por lo
que nadie los puede conocer a todos. Esta pequeña farsa nuestra no podrá tener éxito
mucho tiempo más. Tan pronto como alguien los reconozca a ustedes dos del
Depredador o se den cuenta de que no existe un Cabo Elcaxi estamos perdidos."
Pasaron a través de otro puesto de control antes de llegar al puente de la torre de
la prisión. El puente en sí estaba vacío. Teynel hizo que los demás le siguieran en una
sola fila para ocultar su número de cualquier enemigo cercano. Entraron a las puertas
más bajas de la cárcel sin encontrar a nadie.
"Esto es demasiado fácil," dijo Sivi. "Alguien debe estar montando guardia
aquí."
"Es verdad, todo esto me huele mal." Teynel miró a ambos lados en la
encrucijada hacia el pasillo curvo y hacia abajo. "Me pregunto dónde estarán
manteniendo a Eladamri."
"¿Y si nos separamos y buscamos?" preguntó Medd.
"No esta vez. Quédense conmigo. Quizás tengamos que luchar."
Teynel optó por ir a la derecha. Se movieron lentamente bajando por la torre y
comprobando las puertas por las que pasaban en busca de ruidos. Excepto por algunos
movimientos suaves y sonidos raspantes no oyeron nada.
"Creo que los prisioneros no duran mucho tiempo aquí," dijo Sivi.
Cuanto más se alejaban más oscuro se convertía el pasillo. Las lámparas de
piedra variable proporcionaban una anémica luz de color naranja. Sivi las olfateó
recordando su fracaso por encender el Depredador con una lámpara similar. Teynel trató
de ajustar una de esas luces pero en lugar de volverse más brillante se apagó.
"Salgamos de aquí," dijo Garnan de repente.
"No podemos abandonar a Eladamri," dijo Teynel.
"Te ves asustado," sugirió Medd. "Una luz se apagó. ¿Y qué? Aún no hay un
peligro real. Sigamos adelante."
Teynel y Sivi siguieron caminando sin tenerlos en cuenta. Una puerta abierta
bloqueaba parcialmente el paso delante de ellos. Teynel hizo un gesto para que todo el
mundo se detuviera. Una suave luz brillaba constantemente de la puerta abierta. Con
señales de mano indicó que quería que Garnan y Medd permanecieran en el pasillo. Él y
Sivi investigarían la habitación.
Teynel se asomó por la pesada puerta. La celda estaba arreglada como una
cámara de tortura: grilletes en la pared, cacerolas de carbones ardientes y todo tipo de
herramientas horribles yacían en una mesa en el centro de la habitación. Una silla
robusta estaba apoyada de espaldas contra la puerta abierta. Alguien estaba en la silla.
Teynel sacó su espada. Se deslizó en el cuarto y Sivi le siguió como un fantasma
detrás de él con el toten-vec en la mano. Con mucho cuidado Teynel rodeó la silla hacia

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la izquierda mientras que Sivi lo hizo hacia la derecha. El rostro de la persona sentada
se vio más y más.
"¡Eladamri!"
Teynel corrió a la silla. El elfo estaba atado por las manos y los pies y su cabeza
colgaba hacia abajo. Teynel puso una mano en su pecho y sintió un latido fuerte.
"¡Vive!" anunció con alegría. Sivi se arrodilló y comenzó a cortar los lazos de
las piernas con la cuchilla de su toten-vec. Teynel utilizó su espada para liberar las
manos de Eladamri.
"Agua," dijo Teynel. Sivi tomó el cántaro de barro de la mesa y Teynel salpicó
suavemente la cara del elfo. Eladamri se agitó.
"Han venido," dijo con voz débil.
"Lo siento, hermano. Ha habido problemas," dijo Teynel.
"¿La aeronave?"
"Traté de destruirla, Oh Eladamri," dijo Sivi. "Fallé."
Teynel echó agua en las manos ahuecadas del elfo y Eladamri bebió. "¿Puedes
levantarte?," preguntó. "Debemos salir de aquí tan pronto como sea posible."
"Dame un momento."
Sivi apoyó su cadera en la mesa. Cuando lo hizo algo crujió bajo sus pies.
Trozos de cerámica rota... recogió uno. El fragmento era de un color amarillento con un
esmalte de tono rojizo sobre él, parecido a la jarra de agua que Teynel sostenía. Alguien
debía haber roto una jarra idéntica.
Hubo sonidos de movimiento en la sala, la raspadura de metal sobre la piedra.
Medd gritó: "¡Vienen soldados! ¡Teynel, date prisa!"
Rápidamente Sivi acudió a la puerta. Miró por encima de los dos guerreros Dal y
vio al menos a quince guardias de palacio acudiendo por el pasillo.
"¡Es hora de irse!"
"Tienes razón." Eladamri se levantó rápidamente de la silla sin ningún rastro de
dolor o lesión. Teynel, todavía de rodillas junto a la silla, miró con asombro.
"Ya estaba empezando a pensar que nunca llegarían hasta aquí," dijo el elfo.
"¿De qué estás hablando, hermano?" dijo Teynel.
"De tu perdición, rebelde idiota."
Teynel se puso de pie, la espada en su mano. Había pasado muchos días con
Eladamri y ambos siempre habían sido de similar altura… en verdad Teynel era un poco
más alto. El Eladamri que ahora estaba junto a él tenía unos quince centímetros más de
alto. Incluso mientras miraba horrorizado el rostro conocido las contusiones y las
quemaduras fueron desapareciendo de la vista.
"Por todos los dioses," dijo. "¡No puede ser!"
"¿Qué pasa?" dijo Sivi. Para su horror vio a Teynel levantar la espada para herir
a Eladamri. El sorprendentemente fuerte elfo agarró la muñeca Teynel y con un
movimiento brutal le rompió el brazo al guerrero Dal. La espada de Teynel cayó al
suelo.
Los dos rebeldes en el corredor ya se hallaban combatiendo acaloradamente con
los guardias de la ciudadela. Como el pasillo era demasiado estrecho no le permitió a las
tropas Rathianas explotar su superioridad numérica dándole a los rebeldes una pequeña
posibilidad.
El Eladamri impostor, sin soltar el brazo de Teynel, se agachó para recuperar la
espada del rebelde. Examinó brevemente la empuñadura, asintió con la cabeza y luego
con la mano izquierda introdujo la hoja a través del pecho de Teynel. El rebelde Dal
quedó sin aliento.

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"¡Bastardo!" gritó Sivi y arrojó el toten-vec hacia el impostor. Este trató de
esquivarlo pero fue obstaculizado por el moribundo Teynel. La cuchilla de hierro le
golpeó en el costado del cuello y gruñendo de rabia lanzó el cadáver de Teynel al cuerpo
de la mujer guerrera Vec. Arrancándose la hoja de su cuello el impostor pareció hacerse
aún más grande, distorsionando grotescamente sus falsos rasgos élficos.
Sivi recuperó el toten-vec y se abalanzó hacia la puerta.
Medd y Garnan mantenían a raya a los guardias que parecían extrañamente
reacios a insistir en su ataque. Sivi se colocó espalda con espalda con Medd mirando la
puerta de la celda de interrogatorios. Esperó que el deforme Eladamri emergiera de allí
pero en cambio fue Greven il-Vec el que salió al pasillo. Supo que era el mismo hombre
por la herida en el cuello que ella misma le había provocado.
"Terrible Señor," gritó el capitán de los guardias. "¿Está usted bien?"
"Muy bien. Cuidado con la bonita. Su pequeño juguete les puede picar."
"¿Qué está pasando ahí?" dijo Garnan deteniendo desesperadamente las
estocadas de varias espadas.
"¡No importa! ¡Mantén tu vista al frente y lucha!" exclamó Sivi.
El impostor Greven no atacó. Retrocedió más lejos siempre manteniendo los
ojos fijos en Sivi. En la primera puerta que había más allá de la celda abierta se detuvo y
puso una clave en la cerradura de piedra variable. Dio un paso más atrás mientras abría
la puerta.
"Me encantaría quedarme y ver la pelea pero tengo una cita con el Señor
Crovax," dijo."En mi lugar le dejo un gellerac."
Desde la oscuridad de la puerta de la celda surgió retorciéndose un único
tentáculo rojo tratando de agarrarse a algo. Encontró la pierna de su libertador y quiso
enroscarse alrededor de ella pero Greven le dio un pisotón con el filoso talón de su bota
y el apéndice de cuero, retractándose uno o dos metros, cambió de dirección.
Aparecieron dos tentáculos más seguidos por un reptante torso grasiento cubierto de la
misma piel correosa de color rojo oscuro.
"Amigos," dijo Sivi. "Estamos en problemas."
Los rebeldes y los guardias dejaron de luchar para contemplar al monstruo. El
cuerpo del gellerac brotó más y más de la puerta. Un bulboso apéndice superior alcanzó
la luz. La parte superior estaba cubierta con una masa de tentáculos blancos en
miniatura que se movieron y doblaron con una imitación más rápida de los tentáculos
más bajos. A medio camino entre el cuello de la cosa y su “cabello” animado estaba lo
que podría ser una boca, un obsceno orificio en forma de estrella solo ribeteado con una
grasienta piel gris y babeante saliva rosa. Los guardias del palacio murmuraron entre sí
y retrocedieron.
"Sólo tienen que impedir que los rebeldes se escapen," dijo Greven a sus tropas.
"El gellerac se encargará del resto."
La bestia llenó todo el ancho del pasaje y aún no había ninguna señal de que
hubiera salido por completo de su celda. Los tentáculos se apoderaron de la puerta de la
sala de interrogatorios y la cerraron. Liin Sivi se preguntó si el monstruo simplemente
los aplastaría con su desagradable y pesada masa. Como en respuesta la abominable
boca eructó hacia el exterior invirtiendo la piel húmeda para revelar filas y filas de
dientes cónicos.
Ella atacó a la criatura cuatro veces en rápida sucesión. La cuchilla de su arma le
propinó cortes profundos en la sebosa carne del monstruo pero esta casi no los tuvo en
cuenta. Un miembro de color rojo sangre tan grueso como su brazo se envolvió
alrededor de su tobillo y la tiró al suelo. El gellerac, moviéndose con una velocidad
asombrosa, lanzó sus labios dientudos hacia ella.

192
Medd intervino y le clavó su espada a través de la boca de la criatura. Una
sangre negruzca se vertió de la herida y el gellerac vibró con el dolor. Levantó a Medd
por sus tobillos y lo arrojó contra la pared. El descanso dio tiempo a Sivi de atacar al
tentáculo agarrándole la pierna. Este se aflojó y ella se arrastró fuera de su alcance con
la ayuda de Garnan.
Las tropas Rathianas se habían retirado a más de cinco metros.
Sivi se puso de pie y dijo: "No creo que este monstruo sepa diferenciar al amigo
del enemigo, ¡vamos a ver si le gusta luchar tanto contra ellos como lo hizo con
nosotros!"
Se retiraron hasta el punto donde estaba detenidos los guardias y Sivi gritó:
"¡Oh, capitán! ¡Escúchame!"
"¿Qué quieres, Rebelde?"
"Esa bestia no tiene ojos. Me pregunto si tus hombres le saben tan bien como los
míos."
"¿Cuál es tu punto?"
"Me pregunto qué sucederá después de que estemos muertos. ¿Cómo le van a
parar?"
Más murmullos de los soldados Rathianos se hicieron más urgentes cuando el
gellerac rodó rápidamente por el pasillo hacia ellos. Sivi y sus compañeros corrieron en
dirección recta hacia los guardias que bajaron las puntas de sus espadas. El gellerac
golpeó la fila de los guardias y tomó a dos con sus tentáculos. Estos chillaron y atacaron
a la criatura con sus espadas. Algunos de sus compañeros acudieron en su ayuda. Unos
pocos en la parte posterior dieron media vuelta y huyeron.
"Esta no es una lucha de guerreros," dijo Sivi. "¡Su maestro no se preocupa nada
por sus vidas!"
El capitán Rathiano observó, una mirada repugnante en su cara. Uno de sus
hombres desapareció debajo del gellerac, sus gritos sofocados por la carne flácida.
"¡Retrocedan!"
gritó el capitán.
"¡Retrocedan al
puente!"
Las tropas de
la Fortaleza
rompieron filas y
echaron a correr. El
capitán intentó
acorralar a los
rebeldes pero Sivi le
advirtió con veloces
azotes de su toten-
vec. El gellerac había
desacelerado su
avance mientras
digería a su primera
captura.
Sivi, Medd y Garnan dieron marcha atrás dirigiéndose a la izquierda del pasaje.
"No pueden escapar," dijo el capitán Rathiano. "¡Ríndanse y yo les protegeré del
monstruo!"

193
"Es mejor que se preocupe de su propia piel, Oh capitán," dijo Sivi. "¡Nosotros
vamos a aprovechar nuestras oportunidades en otro lugar!" Le dio a Medd una palmada
en la espalda y todos corrieron por el pasillo abierto.
A mitad de camino alrededor de la torre esperaron y escucharon. El pesado ruido
de deslizamiento del gellerac ya no era evidente.
"Liin, ¿que sucedió con Teynel?" preguntó Garnan. En unas pocas palabras ella
le describió la trampa extraña en que habían caído y la muerte de Teynel. Garnan se
cubrió el rostro y lloró en silencio.
Medd miró a Sivi. "¿Desde cuándo Greven il-Vec es un metamorfo?"
"¿Por qué me lo preguntas a mi? ¡Cualquier cosa parece posible en esta
maniática fortaleza!" Unos suaves sonidos raspantes se filtraron de la parte mas baja del
sombrío corredor. "Es hora de seguir adelante."
Llegaron al lado opuesto de la torre y notaron otra puerta. Esta estaba abierta por
lo que la reconocieron cuidadosamente antes de ir a través de ella. No había signos de
Greven o de cualquier otra persona.
Medd examinó la puerta. "Esta cerradura ha sido forzada."
"¿Por qué el Rathiano forzaría su propio cerradura?" dijo Garnan.
Sivi entrecerró los ojos. "No creo que hayan sido ellos. Vengan."
Irrumpieron en el puente. Dos soldados Rathianos estaban de guardia a mitad de
camino de la siguiente torre. Cuando Sivi, Garnan y Medd aparecieron los centinelas
sacaron sus espadas y bloquearon el paso.
"Espera," murmuró en voz baja Sivi. "Todavía somos soldados amigos hasta que
alguien les diga lo contrario."
Se acercaron lentamente. Los centinelas tenían cerradas las rendijas de sus
yelmos.
A una distancia de seis pasos uno de ellos gritó: "¡Alto!"
Sivi saludó de manera descuidada. "Saludos."
"¿Cuál es la contraseña?" dijo el centinela.
"¿Eh?"
El centinela lanzó su brazo apuntando con su espada a Sivi. "¿Cuál es la
contraseña?"
Sivi miró impotente a Medd y Garnan. Todos bajaron sus manos a las
empuñaduras de sus espadas.
"¡Dile a este soldado estúpido la contraseña!" gruñó el centinela.
El segundo centinela contestó: "¡Tant Jova!"
¿Tant Jova? "¿Quién eres tú?" le exigió Sivi. Las viseras se subieron y Sivi
exclamó: "¡Kireno! ¡Shamus!"
Hubo muchas palmadas en la espalda cuando los rebeldes finalmente se
reunieron hasta que Sivi truncó la celebración, "Teynel y el resto están muertos y
nuestra presencia es conocida."
"Hemos escuchado la alarma," dijo Shamus.
"Vinimos a buscar a Eladamri pero no lo encontramos."
"Él está con nosotros," dijo Kireno. "Logró escapar y rescató a otro preso de las
celdas. Están escondidos en la sala de mapas, a lo lejos."
"Llévame allí," dijo Sivi. "Tengo mucho que decirle."

* * * * *

194
La sala se llenó con los dignatarios, funcionarios judiciales y demás ociosos. El
conjunto de estandartes seguía en su sitio pero era tan grande la demanda de espacio que
las banderas fueron empujadas de nuevo a las paredes por la multitud cada vez mayor.
Belbe estaba parada en el estrado al lado del trono vacío observando como
llegaba la gente. Todavía vestida en su armadura Pirexiana se había colocado el
emblema rococó del Oculto en el soporte de la pluma de su yelmo. Durante toda la
mañana había sido incapaz de encontrar a Ertai y un escalofrío de miedo se apoderó de
su interior. No pudo pensar en nada más que hacer que ocultar el descargador de plasma
detrás del trono vacante. Una nueva piedra de poder brillaba dentro de él.
Había pasado una hora después del mediodía. La multitud que entraba menguó.
Desde más allá de las puertas abiertas llegó el ruido de hombres marchando a paso de
desfile. Los espectadores corretearon fuera del camino cuando una columna de hombres
con armadura de acero brillante y capas blancas marchó en filas de cuatro directamente
dentro de la sala de reuniones. Era el Cuerpo de Sargentos, doscientos hombres fuertes.
De acuerdo con la tradición sus vainas estaban vacías pero Belbe sabía que los
doscientos hombres más fuertes del ejército de Rath no necesitaban espadas para
intimidar a la oposición.
Los sargentos principales, dirigidos por Nasser, detuvieron la columna a los pies
del trono. No hubo órdenes gritadas pero las dos filas externas de hombres hicieron un
cuarto de vuelta a la derecha e izquierda, respectivamente. El conjunto se redujo desde
la línea de sargentos quienes por lo tanto formaron un pasillo brillante a través de la
multitud.
Nasser hizo una reverencia a Belbe. "Excelencia, mi Señor Crovax está
viniendo," dijo. Belbe no respondió. Le dio un suave puntapié al arma Pirexiana y sintió
su tranquilizador peso.
Una figura alta entró caminando a través de la antecámara. El pulso de Belbe
latió con fuerza hasta que reconoció los anchos hombros y la elevada altura de Greven
il-Vec. El le hizo una reverencia desde la puerta y luego trató de hallar un camino fuera
del pasillo humano. Al final se abrió paso a través de la multitud y tomó lugar junto a la
pared, sobre el costado derecho de Belbe.
Alguien más se aproximó, una persona más pequeña en esta ocasión, demasiado
pequeña para ser Crovax. Belbe distinguió su rostro aún estando lejos. Era el Kor,
Furah, vestido con ropas de cuero gris quien se movió con una gracia sinuosa entre la
inmóvil retaguardia de sargentos. Tomó su lugar junto a Greven y nunca sacó los ojos
de la joven emisaria.
El reloj detrás de Belbe parpadeaba en silencio a través de una abstrusa ecuación
Pirexiana y luego mostró el tiempo Rathiano: una hora, un minuto, después del
mediodía.
Finalmente ella lo vio a unos cien metros de distancia, bajando con confianza
por el pasillo central hacia la antesala. Una vez más iba vestido con su traje blanco
aquel que Belbe siempre asociaría a la masacre de los rehenes. Este reconocimiento
debe haberse demostrado en su cara porque todo el salón cayó en silencio mucho tiempo
antes de que Crovax alcanzara la cámara exterior.
Sus pasos sonaron fuertes contra las duras paredes. Belbe se humedeció los
labios y trató de tragar.
Cuando Crovax llegó a la cima de la escalera Nasser levantó el pie derecho y lo
estrelló con fuerza.
Acero y piedra sonaron en conjunto mientras gritó: "¡Señor Crovax!"
"¡Crovax!," gritaron los sargentos.

195
Con la habilidad de un actor Crovax esperó en la puerta hasta que sus hombres
dejaron de vitorear. Luego, en un silencio absoluto, subió por el pasillo con su manto
labrado de oro ondulando por el viento de su paso. Greven cambió su mirada hacia
Crovax pero Belbe notó que Furah aún seguía mirándola. Crovax se detuvo al pie del
trono.
"¿Su Excelencia me mandó llamar?"
Ella asintió con la cabeza, lentamente. Crovax se giró hacia el pasillo. "Gente de
Rath," comenzó ella. "Yo, la emisaria de los Grandes Señores, la Lente de Abcal-dro, la
representante elegida por el Oculto, os saludo."
"¡Todo el poder al Oculto!" exclamó Crovax.
"¡Todo el poder al Oculto!," respondió la multitud.
"Desde que llegué aquí mi misión ha sido encontrar un nuevo gobernador para
Rath. Fui encargada por nuestros maestros para poner la corona sobre la cabeza del
candidato más fuerte, para asegurarme de que el gobierno de Rath fuera dado al más
poderoso, más inteligente, y más leal sirviente del Oculto."
Belbe bajó la mano detrás del trono tocando la punta del descargador de plasma.
Encontró el suave gatillo pero antes de que pudiera terminar su declaración ritual o
recoger el arma una pequeña perturbación estalló en la parte trasera de la sala.
Ella se apartó del trono y un pequeño objeto brillante, del tamaño de una
manzana, entró volando en la habitación. La gente en la parte posterior se agachó o trató
de espantarlo con sus sombreros pero en ningún de los casos alguien lo tocó.
Crovax estaba lívido. Sin moverse trató de atrapar el objeto volador con pinzas
de piedra variable sacadas del piso o columnas cercanas. La esfera espinosa esquivó
fácilmente las torpes garras y a los únicos que ellas capturaron fueron a cortesanos
desafortunados cerca del centro de la multitud.
El objeto bailó bajando por el pasillo. Los sargentos lo vieron pero no estaban
seguros si romper filas y apoderarse de él o no. La pelota pasó cerca de la cabeza de
Crovax y flotó frente a Belbe.
"¿Un amigo tuyo?" preguntó Crovax fríamente.
Ella tendió la mano encantada con la lúdica esfera. Esta deslizó sus picos suaves
gentilmente sobre su palma y ella fue presa de un deseo de poseer ese objeto y
mantenerlo con ella para siempre.
El dispositivo salió corriendo y Belbe corrió tras él. La multitud estalló en un
chisme frenético. Crovax agarró el brazo de Belbe a su paso.
"¿Dónde crees que vas?"
"Tengo que tenerlo..."
"¿Qué pasa con la ceremonia?"
"Volveré… lo haré… tan pronto como capture esa cosa."
El la sacudió, no muy gentilmente, diciendo: "¡No te puedes ir hasta cumplir con
tu deber! Di las palabras, pequeña estúpida…"
Greven le interrumpió. "Ella no puede decir nada ahora, mi Señor. Está bajo una
compulsión mágica."
"¡Qué! ¿Quién se atreve…?" El mismo debía haber respondido a su propia
pregunta así que cerró la boca. Soltando a Belbe habló al oído de Nasser. Crovax se fue
a los escalones que subían hasta el trono y se sentó cruzando distraídamente las piernas.
Nasser gritó para pedir tranquilidad. "¡Gente de Rath!" dijo. "Habrá un pequeño
retraso en la ceremonia. El Señor Crovax ha pedido que nadie abandone la sala hasta
que la emisaria regrese."

196
Para asegurarse de ello los sargentos cerraron la retaguardia para que la gente se
alejara de las puertas. Belbe salió corriendo, persiguiendo a la bola brillante. Nasser
habló a toda prisa al sentado Crovax y luego corrió tras ella.

Capitulo 19

Sobreviviente

La cavernosa Sala de Mapas fue el escenario de una sombría reunión. Sivi le


entregó la triste noticia a Eladamri de que no habían podido destruir al Depredador y
que la mitad de su fuerza, incluyendo Teynel, se había perdido. Esto fue contrarrestado
por la supervivencia de Eladamri y la adición de Takara a su grupo.
Compartieron sus raciones simples con Takara y ella recuperó su fuerza
rápidamente después de comer y beber además de prestar voluntariamente su
conocimiento de la Fortaleza y su funcionamiento a la causa de los rebeldes. Medd, que
sabía algo de artes curativas, atendió las lesiones de Eladamri. El brazo izquierdo del
líder rebelde estaba roto en la muñeca por lo que Medd hizo un entablillado usando los
asientos en la Sala de Mapas, atando el brazo de Eladamri con ellos y uniéndole con un
vendaje. Aunque su rodilla estaba gravemente herida no parecía rota.
Sivi le describió la muerte de Teynel a Eladamri. "El hombre en la cámara de
tortura se veía exactamente como tú, Oh Eladamri," dijo. "Fue sólo cuando él comenzó
a cambiar que sospeché la verdad."
"¿Dices que se convirtió en Greven?" preguntó Takara pensativamente.
"Sí. Vi a Greven il-Vec cuando llegamos por primera vez y era sin duda él."
Eladamri estudió de cerca a Takara. "¿Qué significa? ¿Greven es un
metamorfo?"
"No, a menos que haya adquirido ese don desde que he estado encarcelada."

197
"Entonces, ¿quién mató a Teynel?"
Takara trazó una línea en su cara con un solo dedo bajando por la nariz a través
de sus labios hasta la barbilla. "Hay una posibilidad... "
"¡Eso ya no importa!" dijo Garnan. "¡Tenemos que salir de aquí!"
"De acuerdo," dijo Eladamri. "Takara, ¿cuál es la mejor manera? ¿Takara?"
Ella levantó la vista de su ensueño con el ceño fruncido. "¿Qué? ¿Fuera? Por
qué, tenemos que ir a través de la Ciudadela."
Los jóvenes rebeldes gruñeron. "¿No podemos seguir adelante en esta
dirección?," dijo Shamus apuntando en dirección opuesta a la fortaleza.
"En esa dirección están los barracones mogg," dijo Takara. "Un laberinto de
túneles, pozos y nidos de mogg infestados con miles de feas y malhumoradas criaturas.
No llegaríamos ni a internarnos unos cien metros antes de que fuéramos atacados,
comidos o termináramos perdidos."
La sala de mapas quedó en silencio.
Al fin Eladamri dijo: "Nos metimos mediante el sigilo y los disfraces por lo que
es natural que salgamos de la misma manera."
"Nuestros disfraces ya no sirven más," dijo Sivi.
"Los cambiaremos. Si están buscando a un elfo y cinco soldados nos
convertiremos en algo distinto."
"Mi rostro es conocido," dijo Takara.
"Te podrías convertir en un hombre," sugirió Sivi.
Takara esbozó una sonrisa. "No creo que pueda llevarlo tan bien como tu, mi
querida."
Sivi se enrojeció y estaba a punto de pronunciar una respuesta fuerte pero
Eladamri la cortó.
"Nuestra fuerza reside en permanecer juntos e ir tan silenciosos como nos sea
posible. Yo nunca he huido de una pelea en mi vida pero hay algunas probabilidades que
un guerrero sabio no debe experimentar. Siete de nosotros contra toda la Fortaleza no es
una batalla es una ejecución prolongada."
Hicieron lo que pudieron para cambiar su apariencia. Aquellos en uniformes
Rathianos se deshicieron de sus mantos y los convirtieron en trapos para pulir sus
cascos y corazas. Kireno, el más delgado de los rebeldes, se quitó el peto y se lo dio a
Eladamri colocándose la placa posterior en su pecho. Medd envolvió la cabeza de
Eladamri con vendas improvisadas para ocultar sus rasgos élficos.
Takara vio esto con considerable diversión. "Ustedes deberían haber sido
actores," dijo. "Se ven como una compañía de bardos en gira."
Sivi se abalanzó sobre la cintura de Garnan y sacándole su cuchillo avanzó sobre
Takara, sosteniendo la hoja en una manera amenazante.
"Abandónala, Eladamri. Yo soy tu valiente guía, ¿recuerdas?"
"Liin Sivi…"
Sivi giró el cuchillo en un amplio arco y Takara trató de bloquear capturando la
mano del cuchillo de Sivi. La mujer Vec era mucho más fuerte y Takara tuvo que usar
ambas manos para mantener el cuchillo a raya. La mano libre de Sivi salió disparada y
agarrando la larga cola de caballo roja de Takara la hizo girar tirando de ella
bruscamente. Con sus compañeros gritando "¡No! ¡Sivi, no!" cortó el pelo de Takara
justo por donde estaba atado.
Sivi arrojó el pesado trozo de pelo en el suelo y le regresó el cuchillo a Gaman.
Takara se arrodilló junto a su cabellera rapada. "¿Por qué hiciste eso?"
"Tu también tienes que cambiar tu apariencia, Oh Takara," dijo Sivi. "Sin ese
pelo y con un poco de tierra en tu cara puedes ser una mujer de la limpieza."

198
"Suficiente," dijo Eladamri bruscamente. "No quiero más discusiones."
Medd estaba más cerca de Takara. Ella se acercó a él y sin mediar palabra le
exigió su cuchillo. Sivi dio un paso atrás y dejo caer el toten-vec de su mano. Medd no
le daría a la mujer su cuchillo así que ella lo tomó por sí misma. Sivi hizo girar el
extremo letal de su arma y se dispuso a lanzarlo.
Mirando fijamente a la mujer Vec con los ojos hundidos Takara utilizó el
cuchillo de Medd para cortarse aún más su pelo. Cuando el vio que no tenía intención
de atacar a Sivi Medd tomó gentilmente el cuchillo de Takara y se ofreció a terminar el
horrible corte de pelo.
"Tu problema," dijo Takara a Sivi, "es que no vas lo suficientemente lejos."
Riendo, Sivi enrolló el toten-vec. "Trataré de recordar eso."
De ser cinco soldados, un elfo y una mujer demacrada pasaron a ser seis
soldados razonablemente ordenados y una mujer de pelo corto y demacrada. Limpiaron
la sala del mapa para ocultar el hecho de que habían estado allí y abandonaron la torre
por el puente superior para evitar al gellerac que aún paseaba libremente por la prisión.
No había nuevos centinelas en el puente por lo que se apresuraron a cruzarlo.
"No me gusta," declaró Sivi.
Takara pasó junto a ella para tomar la iniciativa. "Ellos no esperan intrusos entre
la Ciudadela y los barracones mogg," dijo."Nadie es tan loco."
"Nadie más que nosotros," dijo Kireno.
Medd y Shamus se encogieron de hombros y la siguieron. Kireno y Garnan
fueron los siguientes, dejando solos a Eladamri y Sivi.
"No sé si me gusta esa mujer o la odio," murmuró Sivi.
"Toma tu propia decisión," respondió Eladamri. "Pero hasta que no seamos
libres de este lugar no le des la espalda."

* * * * *

Solo le quedaban unos pocos centímetros.


Sus párpados estaban tan hinchados que Ertai apenas podía ver pero con el ojo
mágico de su mente podía vislumbrar el cubo que ahora se extendía sobre el borde del
cono del horno. En otros veinte minutos todo habría terminado. Al parecer su última
esperanza, el recuperador, había fallado. Belbe no había llegado.
Frente a la muerte tuvo la extraña idea de que estaría contribuyendo a la
composición de Rath de una manera muy literal. Todos los cuerpos volvían a la tierra
pero el suyo se desintegraría en el horno y se agitaría con la matriz de piedra variable.
Su composición de átomos se mezclaría con la sustancia de Rath, pasarían a través de la
fábrica y serían bombeados a la superficie junto con miles de millones de toneladas de
piedra variable. ¿Habría una pequeña parcela de Rath que sería Ertai? Se preguntó si su
conciencia podría sobrevivir. Si era así esperaría que Crovax caminara sobre él algún
día y se aseguraría de que tropezara.
Ertai.
Recordó un libro que había leído en una de las bibliotecas reales sobre los pozos
de la muerte de Rath. Los evincars anteriores habían utilizado el negro residuo
alquitranado sobrante de la fabricación de piedra variable para llenar los vacíos en la
caverna de la Fortaleza. Como era venenoso y corrosivo algunos evincars habían tenido
que lanzar a los presos no deseados en esa porquería. Como resultado el libro afirmaba
que los pozos de la muerte habían alcanzado una especie de sensibilidad colectiva,
fusionado las almas de las personas que murieron allí.
"¡Ertai!"

199
Era una voz real, llamándolo por su nombre. Se las arregló para abrir el ojo
derecho a una ranura pequeña.
"¡Belbe!"
¡El recuperador había funcionado después de todo! Ella lucía espléndida en su
diamantina armadura negra y su tocado Pirexiano. Estaba rompiendo el cubo con las
manos pero la superficie era demasiado dura y lisa así que no podía hacer mella en él.
"Tubo," dijo. "Rompe el tubo."

* * * * *

Ella se bajó y encontró el tubo de alimentación en la parte trasera. Como este no


era más grueso que su dedo meñique lo quebró fácilmente. La piedra variable semi-
líquida se derramó a través de la plataforma hasta que ella cerró el tubo doblando su
extremo. Pequeñas esferas de plata bailaron alrededor de sus pies.
Belbe oyó pies golpeando en la escalera y subiendo por el cono del horno. Un
hombre con una armadura brillante apareció: Nasser. La estrecha cornisa entre ella y la
escalera estaba salpicada de glóbulos giratorios de piedra variable todavía no
solidificados. Ella adivinó que la radiación de la corriente energética los seguía
manteniendo líquidos durante más tiempo de lo normal.
"¡Excelencia! ¡Quédese donde está! ¡La llevaré de vuelta a la coronación!," gritó
Nasser por encima del crepitar del haz.
"¡Volveré una vez que Ertai esté seguro!"
"Mis órdenes son traerla de vuelta inmediatamente. ¡Deje que el niño se vaya!"
"¡No!"
El sacó su espada. "Debe hacerlo. Es la voluntad de Crovax."
Belbe deslizó sus pies a lo largo para evitar pisar los glóbulos de piedra variable
y se colocó en posición de combate. "¡Usted no me puede obligar a nada!"
Nasser vio las gotas de piedra variable y comprendió llanamente el peligro.
Imitó el deslizamiento de pies de Belbe y avanzó de cerca. El sargento Rathiano atacó
tentativamente con la punta de su espada. Belbe le dio un fuerte manotazo con sus
manos desnudas a la parte plana de la hoja para alejarla.
"¡Esto es absurdo!" declaró Nasser. "Vuelva conmigo y complete la ceremonia.
¡Puede salvar al niño después!"
"¡Ya no me interesa la oferta de Crovax! ¡Vuelva y dígale que regresaré cuando
se me antoje!"
Belbe se deslizó más cerca y soltó una patada que alcanzó a Nasser en la cintura.
Era un hombre fuerte y aunque el golpe le dejó sin aliento se mantuvo en pie. Envainó
la espada y lanzó un puñetazo de hierro. Belbe bloqueó un golpe pero el otro le golpeó
con solidez en la mejilla. Se tambaleó hacia atrás deslizándose sobre plateadas bolitas
de brillante piedra variable. Sólo el peso del cubo detrás de ella evitó que se cayera
hacia atrás en el horno.
"¿Ha tenido suficiente?" le preguntó Nasser, bajando sus manos.
Pero Belbe, agachándose repentinamente, saltó un metro en el aire impulsada
hacia arriba solo por el poder de sus manos y pies. Giró utilizando la fuerza centrífuga
de su salto para hacer de sus pies armas letales. Su pie izquierdo rebanó la punta de la
nariz de Nasser. Su derecho se encontró con su mandíbula que se quebró por el impacto.
Las manos del sargento volaron hacia arriba y se tambaleó. La piedra variable engrasó
su movimiento y le hizo caer boca abajo en la plataforma sobre más glóbulos plateados.
Lanzando un profundo grito aterrador Nasser cayó en el horno con los pies hacia
adelante.

200
Belbe no aterrizó mucho mejor. Completamente fuera de control ella también
cayó boca abajo pero como estaba a horcajadas sobre la plataforma fue capaz de
sujetarse a los bordes con sus manos y pies evitando el destino de Nasser. Aun así, su
mano derecha, antebrazo, pierna y pantorrilla fueron chamuscadas por el rayo de
energía.
El dolor no era nada y esta se levantó con mucho cuidado, cepillándose las gotas
mortales debajo de ella.
"¡Ertai!"
"Has ganado," dijo muy aliviado. "¿Me puedes sacar de aquí?"
"Lo intentaré."
Se agachó al lado del cubo y sopló los globos plateados dispersos. Una por una
las esferas se deslizaron sin fricción hacia el horno. Cuando la plataforma estuvo limpia
puso su hombro contra el cubo y lo apartó del borde. Era enormemente pesado pero ella
lo movió lo suficientemente atrás para que no cayera fácilmente por la cornisa.
Belbe se alejó un trecho bajando por las escaleras hacia la cúpula de control. Allí
había todo tipo de implementos y encontró un gabinete de herramientas pesadas
utilizadas para combatir un derrame accidental o problemas de acreción. Tomó un
hacha, una cuña y un martillo con cabezas especiales para cortar piedra variable, metió
éstos bajo el brazo y echó a correr por las escaleras hacia Ertai.
Dejó a un lado el martillo y la cuña y atacó el cubo con el hacha. Usando las dos
manos osciló la pesada hacha en un amplio arco desde detrás de la cabeza. Golpeó el
cubo con un ruido fuerte cortando una gubia de dos centímetros y medio de profundidad
en la superficie. Belbe pegó otra vez y sin darse cuenta dejó escapar un grito ronco y
enojado. El cubo se desplazó ligeramente por el golpe. Golpeó una y otra vez y después
de ocho terribles golpes el hacha cayó de sus manos.
Sus hombros estaban dislocados. Haciendo una mueca por el dolor suprimido
Belbe subió al cubo y se arrastró hasta Ertai quien ahora apoyaba la barbilla sobre el
metal.
"No puedo hacerlo," jadeó. "No con estas herramientas. Lo siento, Ertai."
"Está bien. De todos modos ya estaba a punto de irme," susurró.
"No te atrevas a dejarme," dijo ella agarrando sus mejillas en sus manos. "Eres
mi amigo… ¡mi único amigo! No te dejaré ir."
Cuando él no respondió Belbe intentó agarrar la piedra alrededor de su cuello. El
la había aflojado un poco con su propia magia antes de que la fatiga le hubiera
reclamado por lo que había suficiente espacio para que ella enganchara sus dedos en el
interior y tirara. Sus hombros ardieron y su sistema nervioso envió insistentes
advertencias de que se detuviera.
"¿Necesitas ayuda?"
Ella se volvió de golpe y vio a Crovax en el cono del horno. Un halo de energía
residual se estaba desvaneciendo a su alrededor. Se había teletransportado desde la
ceremonia de coronación. El intenso resplandor azul del rayo de energía hacía que su
piel oscura se viera gris y sus vestidos blancos brillaran con la radiación reflejada.
"¡No te burles de mí, Crovax!" dijo Belbe. "¡He eliminado a tu hombre, y puedo
disponer de ti!"
"¿Amenazas, Excelencia? He venido aquí para ofrecer mi ayuda."
Ella se deslizó fuera del cubo. Sus brazos eran casi inútiles, colgando a los
costados como pesos muertos.
"Libera a Ertai," exigió.
"Lo haré con una condición."
"¡Sin condiciones! ¡Ponlo en libertad!"

201
Crovax se cruzó de brazos. "Usted sabe que puedo ordenarle al cubo que lo
exprima como un gelatina desde donde estoy," dijo. "O puedo hacer que caiga en el
horno."
Respirando con dificultad, luchando contra el dolor, Belbe miró con odio a
Crovax. Estaba golpeada. Mientras a ella le importara lo que pasara con Ertai él la tenía.
"Está bien. Dime tu condición."
"Voy a disolver el cubo y dejaré al chico aquí, si usted vuelve conmigo a la
ceremonia de forma directa y hace lo que ha prometido hacer."
Era demasiado simple.
"¿Eso es todo?" preguntó Belbe.
"Eso es todo. Por supuesto, si el niño sobrevive o no a su cercana exposición al
haz de energía es un asunto que no está en mis manos."
Belbe hizo dos puños y el esfuerzo la hizo estremecer. "¡Lo llevaré con
nosotros!"
"No," dijo Crovax. "Tienes que dejarlo aquí. Esa es mi condición. Di que sí
ahora o la oferta será retirada."
Ella se abalanzó hacia él y se alegró de verlo dar un paso atrás.
"¿Por qué me necesitas tanto?" dijo ella. "Tienes el poder para gobernar Rath.
¿Por qué estás tan apegado a mí para que te proclame como evincar?"
"Que pregunta estúpida. Tú eres la emisaria de los Grandes Señores. Lo que soy
se lo debo a ellos y necesito su sello de aprobación. Podría gobernar Rath como lo soy
ahora pero hay facciones dentro de la Fortaleza que no me reconocerán como evincar
sin tu declaración."
"El tiempo es corto, Excelencia. Nuestra conjunción con Dominaria está a tan
sólo unos días. No tengo tiempo para suprimir rebeldes debo atraer el apoyo de la
población local y preparar la invasión de Dominaria al mismo tiempo. Mi
nombramiento como nuevo evincar me salvará mucho esfuerzo. Ahora ven. No hay más
tiempo para bromas. Mi corona está esperando."
"Libera a Ertai."
Crovax asintió con la cabeza. El cubo, al igual que un poco de mantequilla en
una plancha caliente, comenzó a derretirse de inmediato. Riachuelos plateados de piedra
variable se derramaron por el borde hacia el horno. En cuestión de segundos los
hombros de Ertai fueron visibles. Belbe se aferró a él mientras la piedra variable licuada
se regaba en la distancia.
Lo besó suavemente en la frente y él abrió una rendija de sus ojos hinchados.
La voz de Ertai fue un susurro. "He oído lo que dijo. Ve. Estaré bien."
"Volveré por ti."
La cabeza de Ertai se poso sobre su hombro para susurrarle al oído, "Vamos a
utilizar el portal y escapar."
Belbe lo bajó con cuidado a la plataforma. "Eso no creo que pueda ser posible,"
dijo.
"Debemos."
Fuertes brazos la apartaron. Crovax puso un brazo alrededor de su cintura y la
abrazó. Con sus brazos heridos Belbe no luchó.
"Te odio, Crovax."
El sonrió gratamente. "Bueno. Un gobernante fuerte debe ser odiado y temido.
Ahora que he alcanzado lo primero, veré qué puedo hacer con lo otro."
Antes de que Belbe pudiera responder Crovax se teletransportó. Todo se borró
en un feroz destello blanco: visión, audición, todos sus sentidos. Incluso el odio de
Belbe se extinguió durante el tiempo que transcurrió el viaje.

202
* * * * *

Los rebeldes volvieron a entrar en la Ciudadela con bastante facilidad pero luego
de caminar cuarenta y seis metros por el interior del palacio chocaron contra un cordón
compuesto de un gran contingente de soldados Rathianos. Takara retrocedió de su
posición de liderazgo para caminar al lado de Eladamri.
"¿Qué van a hacer?" preguntó ella.
"Fingiremos. ¿Qué otra cosa podemos hacer?" y susurrándole a los otros les
ordenó: "Yo soy su capitán… no digan nada, pero sigan mi ejemplo."
Un parapeto de cajas había sido levantado a través de la salida circular y por lo
menos un centenar de soldados se acordonaban por detrás de la barrera. Ante la
aproximación de los rebeldes el comandante del cordón salió y les ordenó que se
detuvieran.
"¡Identifíquense!"
Eladamri salió de las filas de su banda.
"Hemos sido llamados a la prisión hace unas horas," dijo. "Algo acerca de una
huida. Capturamos a este caminando solo." Tomó a Takara violentamente por el brazo y
la empujó hacia adelante. "Una de las criaturas del Señor Volrath también está libre allí
así que nos tuvimos que marchar."
"También hay rebeldes disfrazados como soldados del ejército," dijo el
comandante."¿Han visto a alguien sospechoso?"
"Ni un alma. Sin embargo hubo algún tipo de problema en los barracones mogg.
Hemos llegado hasta la lejana Torre del Mapa y desde allí escuchamos una conmoción."
El comandante se rió con dureza. "¡Ja, si los condenados rebeldes se fueron a la
Ciudad Mogg, es su final!" Sacó un trozo de pergamino de la rodilla y realizó algunas
notas usando una barra de carbón.
"¿Cómo te llamas, soldado?," preguntó. "Drannik. Capitán Drannik," dijo
Eladamri.
El comandante, que era sólo un teniente, se puso rígido y lanzó un saludo. "¡Lo
siento, señor! ¡No reconocí su rango!"
"Eso es comprensible. Si nos deja pasar, ‘Teniente’, tenemos que llevar este
preso vagabundo al Señor Greven."
"¡Déjenlos pasar!" gritó el oficial, y la barricada se abrió a los rebeldes.
Takara miró a Eladamri con amargura pero permitió ser guiada a través del
cordón. Los rebeldes cruzaron la unión al pasillo principal. Las cajas utilizadas para
crear el baluarte en el otro lado fueron separadas para ellos.
"Un momento," pidió el teniente. "Para mi informe, Capitán Drannik, ¿con que
compañía trabaja usted?"
Gaman le gesticuló rápidamente cuatro dedos al elfo. Eladamri sacudió la
cabeza. Habían estado diciendo que eran de la Cuarta Compañía demasiado tiempo y las
tropas Rathianas ya sabían de la artimaña.
"Somos de la Décima Compañía."
Los soldados que estaban apartando la barrera se detuvieron repentinamente. La
varilla de carbón del teniente se rompió y cayó al suelo y su mano manchada se dirigió a
la empuñadura de su espada.

203
"Nosotros somos de la Décima compañía... y yo nunca los he visto antes. ¡Son
los rebeldes! ¡Atáquenlos!"
Sivi y los hombres sacaron
sus armas. Eladamri se quitó la
venda de los ojos y arrebató la
espada del Rathiano de su cadera.
El camino estaba abierto pero cien
soldados Rathianos los rodearon.
Sivi paró una estocada con
su espada robada. El toten-vec
estaba escondido detrás de su
coraza y ella necesitaría unos
pocos segundos libres para sacarlo.
Medd se precipitó enfrente de ella
para protegerse de cualquier
ataque.
Garnan, Shamus y Kireno formaron un triángulo en la parte delantera de
Eladamri. Con sus manos heridas el elfo no estaba en forma para enfrentarse al
enemigo. Los rebeldes resistieron durante varios segundos y luego Sivi desató su
toten-vec. En poco tiempo hirió a tres soldados Rathianos despejando un camino para
escapar. Takara, desarmada y sin luchar, tomó el brazo de Eladamri y lo arrastró a la
abertura sin protección en la pared de cajas. Una vez que hubieron pasado a través los
otros rebeldes se retiraron lentamente. Sivi azotó su arma de un lado a otro obligando a
los soldados a mantener su distancia. Cuando se volvieron demasiado audaces la
silbante hoja del toten-vec los golpeó en la cara, la garganta o la pierna. Sivi fue el
último rebelde en salir del cerco. Medd gritó para que se diera prisa.
"Allí estaré," respondió ella.
Una de las cajas utilizadas para bloquear el camino estaba colocada arriba de
otra. Sivi se retiró a través del hueco en el cordón y enterró la punta de su cuchilla en la
parte superior de la jaula. Tirando con ambas manos derribó la caja de su lugar,
bloqueando el camino.
"¡Sí!" Sivi giró la muñeca para recuperar el toten-vec pero tiró en vano. La
cuchilla de hierro estaba atrapada sin remedio debajo de la enorme caja fuerte. Los
soldados estaban
pasando por encima de
la barricada y Sivi miró
por encima del hombro.
Sus amigos estaban casi
fuera de vista. Arrojó el
mango del toten-vec y
sacó la espada menos
familiar. Cuatro
soldados cayeron al piso
y se abalanzaron sobre
ella. Detuvo al primero
con la espada, esquivó el
ataque del segundo
hombre, traspasó al
tercer hombre cuando
bajó la guardia antes de

204
tiempo y fue golpeada directamente en el pecho por la espada del cuarto soldado. El
arma resbaló por la coraza pero quedó enganchada en su cinturón penetrando su costado
justo por encima de su cadera izquierda. Sivi le dio un revés al hombre que la había
herido, se giró y trató de correr.
Más hombres se virtieron sobre la barricada. Cojeando y sangrando
profusamente Sivi se las arregló para caminar sólo unos pocos pasos antes de que fuera
superada. Atacó salvajemente a sus atacantes pero la espada fue arrancada de su mano.
La empuñadura de hierro de otra de esas armas conectó firmemente con su cabeza y ella
cayó.
Takara y Kireno apresuraron a Eladamri para que siguiera adelante. Habían
cambiado dos veces de dirección para deshacerse de los perseguidores, girando por
corredores que ascendían a través de la Ciudadela y se dirigían a la zona de palacio.
Mientras se acurrucaban debajo de un arco cuya forma era parecida a la caja torácica de
un animal monstruoso quedó claro que Liin Sivi no les alcanzaría.
"Tenemos que regresar," dijo Medd alejándose de los otros.
"¡Detente!" dijo Eladamri. "Tu también quedarás atrapado."
"Pero Sivi…"
"Tiene razón," dijo Takara. "Ella ya está muerta."
Se produjo un silencio y Medd dio un puñetazo en contra del arco esquelético.
"¡Se quedó atrás para que podamos escapar!"
"Fue su decisión," dijo Garnan poniendo una mano en el hombro de su
compañero. "Debemos honrar su sacrificio permaneciendo juntos."
"Es mi culpa," dijo Eladamri. "Pensé que estaba siendo inteligente cambiando el
regimiento del que veníamos. No sabía que estábamos en medio de la Décima
Compañía."
"Si has terminado de aceptar toda la culpa, te sugiero que sigamos adelante," le
reprendió Takara."Hay una gran cantidad de pasajes que cubrir y ahora que hemos sido
descubiertos inundarán los pasillos con tropas en nuestra caza."
Eladamri estuvo de acuerdo. Era probable que la ruta directa, en torno a la
fábrica y fuera de la gran calzada, se llenara de soldados enemigos en alerta. Takara
sugirió que subieran al palacio y rodearan la fábrica por el nivel superior.
"Hay tuberías de piedra variable y pasajes que se ramifican desde la fábrica
hacia la pared del cráter," dijo Takara. "Podemos seguirlos."
"¿Son aberturas hacia el exterior?" preguntó Shamus.
"Oh, sí," dijo. "Hay todo tipo de aberturas, orificios de ventilación, y canales de
escape perforando el cráter."
Con el corazón triste los cuatro rebeldes siguieron adelante trepando la rampa
circular que se dirigía hacia la zona de palacio.
En la retaguardia Eladamri se volvió a Takara. "¿Cuáles crees que son nuestras
posibilidades?"
Ella evitó sus ojos. "Pocas o ninguna. Francamente es sorprendente que hayamos
llegado tan lejos. Tiene que haber algo más sucediendo aquí, algo importante o
ceremonial."
Eladamri le explicó lo que sabía sobre Crovax y su derecho al trono. Takara
sonrió profundamente cuando oyó esto.
"¿Que es divertido?" dijo.
"Usted habla de este Crovax como si su coronación fuera una conclusión
inevitable," contestó ella."Nada es seguro, especialmente en la Fortaleza."
Por encima y por delante, un estruendo de acero les indicó a los rebeldes que
habían encontrado otra patrulla hostil.

205
Eladamri corrió tan fuerte como sus piernas golpeadas se lo permitieran. Una
vuelta completa a la rampa arrojó rápidamente a los rebeldes a una lucha con seis
guardias de palacio. Takara se quedó atrás pegándose contra la pared. Eladamri sacó su
espada y entró en la refriega.
Deslizándose al lado de Shamus y Garnan intercambió torpes ataques con un
guardia fuertemente armado. Shamus asestó un golpe contundente en la espalda del
hombre que dejo caer su lanza. Mientras se agachaba para recogerla Eladamri le golpeó
inteligentemente en la cara con la empuñadura de su espada. El guardia rodó por la
rampa fuera de combate y se detuvo cerca de Takara. Ella retiró la daga adornada del
cinturón del guardia y con ambas manos la empujó a través de la garganta del hombre
inconsciente. Eladamri la vio hacerlo y cuando ella se puso de pie sus ojos se
encontraron. Takara se encogió de hombros.
Otro guardia cayó, víctima de un golpe de Kireno. Los cuatro restantes
comenzaron a retirarse pero los rebeldes mantuvieron la presión sobre ellos. Un hombre
trató de correr. Garnan fue tras él pero en su prisa se olvidó del compatriota mas
cercano del guardia. Este hizo girar su pesada lanza hacia los lados y el asta golpeó a
Garnan en los intestinos. El guerrero Dal se dobló conmocionado por el repentino revés
y el guardia que huía se giró clavándole su lanza a través de la espalda. Su triunfo fue
tan efímero como su vida porque un instante después Medd atravesó con su espada la
barbilla del guardia. Los otros guardias fueron acorralados contra la pared y ultimados
por los habilidosos rebeldes.
Con el sudor corriendo por su rostro Eladamri se arrodilló con Medd al lado de
Garnan. Medd trató de encontrar el pulso y al no encontrar ninguno meneó la cabeza.
Eladamri le retiró suavemente su mano.
"Era un compañero valiente," dijo el elfo. "Ahora debemos ocultar su cuerpo."
"¿Por qué?" dijo el angustiado Medd.
"No podemos dejar que los Rathianos sepan que estamos perdiendo números. No
pudimos evitar que se lleven a Sivi pero tenemos que ocultar nuestras pérdidas para que
no sepan que somos pocos."
Arrastraron a Garnan a la parte superior de la rampa y lo empujaron en una
pequeña abertura ovalada que Takara identificó como un conducto de aire caliente de la
fábrica de piedra variable. Kireno y Shamus borraron cuidadosamente todo rastro de
sangre entre el conducto y el lugar donde había caído Garnan.
"¿Dónde estamos?" Eladamri preguntó.
"Debajo de los aposentos de los cortesanos," dijo Takara. "Allí se hallan las
Galerías de los Sueños."
Reducidos a sólo cuatro miembros los rebeldes apresuraron su camino. Los
pasajes ya estaba llenos de ecos con el sonido de soldados juntándose. El sudor en el
cuello de Eladamri comenzó a enfriarse. Aquel era el tipo de final que más temía:
cazados, muriendo cada pocos centímetros, como una bestia acorralada. Comparado con
esto incluso era preferible la cámara de torturas. Se había resignado a la muerte en el
momento en que Greven y sus moggs lo habían encadenado a la pared. Había sido una
gran victoria el haber sobrevivido y por un tiempo se permitió la esperanza de que
pudieran escapar. Ahora las bobinas de poder Rathianas los estaban envolviendo poco a
poco. Sus valientes luchadores estaban muriendo uno por uno y el final parecía
inevitable.
Como un cerco animado de lanzas una muralla de guardias bloqueó el paso
delante de ellos. Negándose a varias llamadas a rendirse los rebeldes volvieron sobre
sus pasos a la parte superior de la rampa en espiral. Justo cuando llegaron al sitio
pudieron ver un flujo de hombres armados subiendo por la rampa desde la base.

206
"Nada bueno, nada bueno," no dejaba de repetir Medd.
"Necesitamos otro lugar a donde ir… ahora," dijo Kireno.
Takara señaló. "¡El único lugar que nos queda son las Galerías de los Sueños
pero las puertas están selladas y sólo las puede abrir el evincar!"
Eladamri instó a sus amigos a seguir. "Si voy a morir estaría bien hacerlo en un
lugar llamado las Galerías de los Sueños que en un pasillo común lleno de gente así."
Shamus, el más rápido del grupo, sobrepasó al jefe de los elfos y llegó en primer
lugar a las enormes puertas dobles. Golpeó con el hombro contra el panel de la derecha
y, para su sorpresa, la puerta cedió.
Doscientos soldados y guardias persiguieron a los rebeldes hasta las mismas
puertas de las Galerías de los Sueños. Algunos se detuvieron para arrojar lanzas al
huidizo grupo pero todos le erraron. Kireno, Medd, Takara, y Eladamri se deslizaron por
la puerta abierta. Cuando su jefe pasó a través de ellas los guerreros se lanzaron contra
la puerta y cuando se cerró Medd puso el gigantesco pasador de pie que había en el
suelo bloqueando la misma. Shamus y Takara también deslizaron otro gigantesco
bloqueo horizontal en su lugar.
Kireno y Medd rieron por su escape cercano. Shamus caminó de un lado a otro
delante de las puertas. Takara se desplomó en el suelo.
Solitario, Eladamri se introdujo más profundamente en las Galerías de los
Sueños. Las vastas dimensiones, las pilastras decoradas con bustos de Volrath con el
ceño fruncido, todo de alguna manera le recordaba al claro de un extraño bosque
alineado con altos árboles negros.
Se tocó el fetiche de madera que colgaba de su cuello y sus instintos le dijeron
que estaba en lo correcto. Aquel sería un buen lugar para morir.

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208
Capitulo 20

Juicio

Ella desapareció en un abrir y cerrar de ojos. Incluso en contra del filoso brillo
constante de la corriente de energía el destello de la partida de Crovax con Belbe fue
intenso. Ertai sintió que el aire desplazado y el exceso de poder pasaron por encima de
él, un susurro frente a un rugido.
Rodó en sus manos y rodillas y comenzó a arrastrarse. Fue un largo camino
desde el borde de la muerte al teatro de los vivos.

* * * * *

La multitud no se atrevió a salir de la sala de reuniones. Inquieta pero también


atemorizada de lo que podría pasar si ellos no eran testigos de la ascensión de Crovax
permaneció en la sala sudando y rascándose en sus incómodas galas. Pasó una hora,
luego otra, y una tercera estaba en marcha cuando el silencioso fulgor de un rayo cegó a
todos y un viento caliente hizo ondular las capas y los vestidos de la corte reunida.
Crovax había regresado con Belbe en sus brazos.
El Cuerpo de Sargentos que había estado relajado se enderezó con atención. Los
cortesanos jóvenes y viejos se esforzaron para mantenerse en pie o se suavizaron sus
pesadas túnicas ceremoniales. Sin decir una palabra de explicación Crovax se sentó en
el trono. La emisaria de los Grandes Señores estaba apoyada en el brazo del gran sillón
y tenía una mano sobre los ojos fuertemente cerrados.

209
"Excelencia, estamos aquí," dijo Crovax. "Cumpla con su deber," insistió.
Ella respiró profundamente. "Gente de Rath," dijo con una suave voz. "Les pido
a todos ustedes que perdonen mi debilidad. Los Grandes Señores me dieron la tarea de
encontrar un nuevo gobernante para Rath y con la debida diligencia traté de elegir el
mejor candidato. No me di cuenta hasta este momento que la búsqueda fue una farsa,
que la elección ya había sido hecha por los señores incluso mientras yo estaba siendo
enviada en mi misión a Rath."
"Diga lo que vino a decir," dijo Crovax cada vez más impaciente.
Belbe enfrentó al público. "Me arrepiento de lo que me veo obligada a decir
ahora. Les presento al nuevo evincar…"
"¡Detente!"
Crovax se puso en pie. "¿Quién se atreve a interrumpir?"
Dos figuras caminaron entre la multitud: Greven il-Vec y el jefe Kor, Furah.
"Greven, tendré tu cabeza en una jaula de hierro después de esto. Asaré tu
cerebro a fuego lento e incluso entonces no voy a dejarte morir…"
"Guarde sus amenazas, mi señor," dijo Greven. "Hay asuntos más importantes
que tratar."
Los sargentos trataron de cerrarle el paso pero Greven apartó fácilmente sus
brazos enlazados. Más miembros del Cuerpo rompieron formación para rodear al
fornido guerrero pero Crovax les ordenó que dejaran pasar a Greven y al Kor.
"¿Por qué no te estás retorciendo en el suelo?" le demandó Crovax. "Tu columna
vertebral debería estar humeando en este mismo momento."
"Tú no eres el único que comanda al injerto espinal," dijo Greven."Lo que tu
ordenas otra persona puede contrarrestarlo."
"¡Tonterías! ¡Nadie se atreve a interferir con mi voluntad!"
Furah dio un paso adelante. Hizo una leve reverencia y sonrió, mostrando los
dientes largos y felinos.
"Hace tiempo que esperaba encontrarme con usted," dijo. "Greven me ha
contado de sus actividades."
"¿Quién eres tú?" exigió Crovax.
"Yo soy al que le pertenece ese sitio. Tú, Crovax de Urborg, eres un usurpador."
Crovax bajó la cabeza. La piedra variable alrededor de los pies de Furah onduló
en una serie de puntos diminutos pero ninguno se hizo más grande que un centímetro y
ninguno se acercó para hacerle daño. El jefe Kor, a su vez, extendió las manos. Una
corriente de esferas de piedra variable, del tamaño de la cabeza de Greven, estallaron
desde las paredes y aporrearon a Crovax. La última y más grande de esas esferas le
golpeó con fuerza en el pecho y arrojó a Crovax hacia atrás sobre los brazos del trono.
Belbe saltó a un lado mirando a Furah con incredulidad.
La multitud se empujó y se dio codazos entre sí para ver mejor este inesperado
desafío a Crovax. Aquellos en en la parte frontal lamentaron su afán cuando el
pavimento por debajo de sus pies estalló en un seto de estacas. Decenas de personas
fueron empaladas allí donde se encontraban y el anillo de pinchos amuralló
completamente a Furah y Greven del resto de la habitación. Crovax apareció desde
detrás del trono. La sangre del labio cortado salpicaba su, alguna vez impecable, túnica
blanca.
"Veo que comandas muy bien a la piedra variable," dijo Crovax descendiendo
los bajos escalones. "¿Quién eres tú?"
"Pensé que para este momento ya habrías adivinado. Greven me dijo que
carecías de imaginación mas que para otra cosa que matar pero tenía la esperanza de

210
que estuviera equivocado." Miró a su gigantesco compañero y continuó. "Greven es un
fuerte guerrero pero a veces carece de discernimiento. Parece ser que este no es el caso."
"Suficiente charla. ¡Explícate!," dijo Crovax mirando odiosamente al hombre
Kor.
En lugar de una respuesta hablada, Furah empezó a cambiar. Sus hombros se
expandieron; sus piernas y brazos se alargaron. Su cráneo se amplió y sus características
se hincharon y desaparecieron.
En lugar del pálido y delgado Kor ahora había un hombre con un cuerpo
escultural de proporciones increíblemente perfectas. Con una altura mucho mayor que
Crovax irradiaba gracia y poder. Su rostro estaba tallado de tal manera como para
sugerir sabiduría y fuerza. La gente gritó su nombre. "¡Volrath!" Belbe estaba
impresionada. A un gentío más simple Volrath le hubiera parecido un dios. Justo cuando
ella pensaba esto muchos de la corte se arrodillaron y bajaron el rostro hacia el suelo en
extrema reverencia de su Evincar.
"Así que has vuelto," dijo Crovax. "¿Por qué?"
"Para reclamar lo que es mío," dijo Volrath.
"Has perdió el trono cuando lo abandonaste. Yo soy el nuevo evincar." Se volvió
a Belbe y le exigió: "Dígale, Excelencia."
Belbe bajó los ojos y dijo: "Yo soy la emisaria de los Grandes Señores de
Pirexia. Fui enviada aquí para designar a su sucesor."
"Eso ya no es necesario. He regresado," dijo Volrath.
"¡Has regresado
a tu propia muerte!"
gritó Crovax.
La multitud
aplaudió. "¡Volrath!
¡Viva Volrath!"
Crovax escupió a
la multitud. "¡La
próxima boca que
glorifique a este
pretendiente será lo
último que haga!"
"No puedes
masacrar a todos, y
aunque lo hagas eso no
va a cambiar la verdad.
Yo soy Volrath. Yo soy
el Evincar."
"¡No eres más que un cadáver que aún no se ha acostado!"
Crovax tomó la espada y la daga y avanzó. Volrath, desarmado, se acercó y tomó
la enorme espada de Greven. Belbe notó que Volrath sobrepasaba el tamaño de Greven.
"¡Deténganse! ¡Deténganse inmediatamente!," exclamó ella colocándose
repentinamente entre los próximos combatientes.
Crovax trató de atacar a su alrededor y arremetió a Volrath con su espada de hoja
oscura. Belbe capturó la cuchilla con su mano. El borde afilado le mordió hasta su
hueso de duraluminio. Crovax trató de retirar su espada pero ella se resistió.
Volrath agitó la ancha espada de Greven alrededor de su cabeza como si tratara
de apuñalar suavemente. Con Crovax estorbado por Belbe dio un paso hacia un lado y
arremetió contra el usurpador. La emisaria bloqueó el ataque con la otra mano. La filosa

211
punta del arma de Greven se hundió más profundamente en su palma pero su mano de
metal se cerró herméticamente y no dejó seguir la espada.
Volrath se relajó soltando su hoja préstada. Belbe arrojó la espada de Greven en
la distancia. Crovax trató de liberar su arma pero Belbe se dio la vuelta y quebró en dos
la hoja de la espada con un solo golpe de su ensangrentada mano derecha.
"Eres una construcción formidable pero esta intervención es inoportuna," dijo
Volrath."No puede haber dos evincars."
"No propongo que haya más que uno," dijo Belbe lanzando el extremo de la
espada de Crovax al suelo. La multitud se apretó contra el vallado de estacas de piedra
variable tratando de ver lo que estaba sucediendo.
Belbe, con sus manos sangrando copiosamente, subió los escalones y se sentó en
el trono.
"Este es mi último acto como emisaria," anunció. "Me sentaré para juzgar la
lucha entre Crovax y Volrath y el ganador será el único y legítimo gobernador de Rath."
Crovax lanzó la empuñadura de la espada en el suelo con un ruido metálico.
"¡Indignante!" rugió. "¡Yo tenía tu palabra de que sería llamado evincar!"
"Yo también me opongo," dijo Volrath más tranquilamente. "He sido evincar por
más años de lo que ha vivido este usurpador. ¿Por qué debería someterme al juicio de
alguien o a alguna pelea ridícula?"
Dirigiéndose primero a Volrath respondió: "Es cierto que usted era regente de
este mundo y durante su reinado los Grandes Señores estuvieron satisfechos con su
gobierno. Sin embargo, cuando abandonó su puesto para perseguir una venganza
personal contra el Vientoligero y su tripulación perdió todo crédito con nuestros
maestros Pirexianos. El Oculto mismo me dirigió para venir aquí y encontrar un
reemplazo."
"Francamente, estoy interpretando mis órdenes libremente incluso para permitir
esta lucha, pero estoy seguro de que nuestros maestros la aprobarán," dijo. Su cabeza
dio una vuelta y metió sus sangrantes manos manchadas con aceite iridiscente bajo las
axilas. "Considérelo… considérelo en reconocimiento a sus servicios pasados que se le
permita borrar su registro de la mancha de su deserción."
Era imposible leer a Volrath. Su rostro era una máscara viviente, con vida pero
no más expresiva que las estatuas en sus aposentos privados.
Volrath meditó sus palabras y luego hizo una reverencia. "Su Excelencia es la
más generosa. Acepto su propuesta."
Crovax hervía con una rabia apenas contenida. El piso, las paredes y el techo
más cercano a él onduló y se retorció bajo la fuerza de su frustración. Volvió su terrible
mirada de Belbe a Volrath y su ira exterior disminuyó.
"No veo ningún problema," dijo a Belbe. "Este patético debilucho no presentará
ningún reto para mí. Le mataré y, a continuación, la mataré a usted."
Greven, que ya había recogido su espada se situó al costado de la mano derecha
de Belbe.
"Durante la duración de la lucha defenderé a la emisaria de forma que ninguna
ventaja sea adquirida injustamente mediante su amenaza," dijo. Y diciendo esto, le
ofreció un trozo de pañuelo. Está observó el regalo de Greven sin comprender hasta que
él rompió la tela en dos y le indicó que lo utilizara para vendar las heridas en sus manos.
Las puertas de la sala de reuniones fueron abiertas y los espectadores situados
más atrás fueron expulsados de la sala por el Cuerpo de Sargentos. Un ovalado espacio
abierto fue despejado de la alfombra, los estandartes y transeúntes. Los sargentos de
Crovax se retiraron en formación a la pared de la derecha. La valla de estacas de piedra

212
variable se disolvió y aquellas personas desafortunadamente asesinadas por la furia
inicial de Crovax fueron retiradas rápidamente.
Dos guardias de palacio les ofrecieron a los combatientes espadas de acero y
escudos de idéntico tamaño. Volrath se colocó un par de guanteletes de cota de malla y
Crovax, al ver esto, hizo lo mismo. Luego dejó caer de sus hombros su manto bordado
de oro. Ninguno de los dos llevaba alguna otra armadura.
Volrath se alejó un paso o dos y comenzó a estirar y flexionar sus músculos
tallados artísticamente. Crovax pidió vino y bebió una copa mirando secamente a su
oponente arreglándose ante la multitud.
Crovax dejó caer su copa y dijo: "El tiempo es corto. Comencemos."
"Estoy de acuerdo. ¿Cuáles son las reglas?" dijo Volrath.
Belbe cruzó las manos vendadas en su regazo. "Hay una sola regla: ganar."
Crovax atacó rápidamente con un gran corte hacia los lados. Volrath se echó
hacia atrás y levantó su escudo haciendo saltar chispas cuando la hoja golpeó la pulida
defensa. Crovax arremetió, cortando, apuñalando y usando su escudo para golpear
contra Volrath.
Volrath se hizo visiblemente más alto incluso mientras Belbe miraba. Se movía
tan rápido que la mayoría de la gente en la sala no podía ver sus verdaderos ataques
pero los ojos mejorados de Belbe siguieron todos sus movimientos. El brazo de Volrath
se alargó mientras daba una estocada hacia adelante. La punta de su espada se deslizó
por la parte superior del escudo de Crovax y siguió su camino. El brazo de un luchador
ordinario no habría sido peligroso pero el alcance de Volrath era sobrenatural. Crovax se
dio cuenta del riesgo y se giró justo cuando la punta de la espada de Volrath le recortó
su oreja izquierda. Acudió al piso para hacer resbalar a Volrath pero las olas de piedra
variable se rompieron sobre los tobillos del ex evincar como si fueran de agua y no lo
impidieron. En respuesta Volrath invocó otra andanada de esferas de piedra variable.
Crovax ya esperaba ese movimiento. En lugar de licuarlas como había hecho su
oponente las bateó con órdenes contundentes. Los proyectiles del tamaño de un cráneo
acribillaron a cinco espectadores.
Volrath retractó su brazo a proporciones más normales y avanzó. Fingió un
ataque encima de la cabeza pero de nuevo, con una rapidez sorprendente, cambió la
línea de su corte a una estocada baja. Crovax le bloqueó con el escudo y le golpeó con
su pie derecho. Las tachuelas de su bota conectaron con la pierna de Volrath debajo de
la rodilla.
"Eres rápido," dijo Crovax con una sonrisa. "Pero no tienes un verdadero instinto
asesino."
"He matado a más personas en un año como evincar de lo que tu has hecho en
toda tu vida, bárbaro," replicó Volrath. "Lo que tú llamas 'instinto asesino' no es más que
un deseo de muerte. Yo estoy por encima de estos sentimientos."
Intercambiaron cuatro ataques que dejaron sus hojas profundamente melladas y,
por primera vez, Belbe sintió que Volrath estaba preocupado. No había esperado que
Crovax durara tanto tiempo.
Envalentonado, Crovax bajó la cabeza y gritó bruscamente golpeando las piernas
y el estómago de su oponente. Volrath cedió terreno a regañadientes retrocediendo dos
pasos y avanzando uno con un contraataque y luego retrocediendo otros dos más.
Detrás de Crovax el suelo se formó en una serie de jorobados semicírculos
redondeados. Aparentemente Crovax no se dio cuenta y Greven asintió con la cabeza.
La punta de la espada de Crovax rebotó en el escudo de Volrath. Este último
ejecutó una pirueta cegadora con su espada atacando el costado del cuello de Crovax
quien se agachó y su talón fue atrapado en la joroba más cercana. Con una expresión de

213
absoluta sorpresa Crovax cayó. Volrath soltó una carcajada triunfal y saltando aterrizó a
horcajadas sobre el cuerpo de Crovax. La brillante espada subió…
Crovax desapareció en un destello de luz blanca y la hoja de Volrath penetró
siete centímetros en el suelo. La piedra variable se suavizó permitiéndole recuperarse y
sus partidarios en la multitud le gritaron una advertencia. Giró la cabeza y vio a Crovax
materializarse en el aire a cuatro pasos directamente detrás de él. No había tiempo de
parar o esquivar su ataque así que Volrath se redujo. Contrajo su cuerpo en una quinta
parte y la espada de Crovax le arañó la espalda abriéndole ampliamente la piel. El aceite
iridiscente salpicó la parte delantera de la túnica de Crovax.
El encogimiento salvó la vida de Volrath pero tenía una dolorosa herida desde su
hombro izquierdo a su cadera derecha. Dejó caer las manos al suelo y se tambaleó hacia
delante. Crovax, sonriendo ampliamente, trató de pisotearlo. La piedra variable
salpicaba y volaba mientras los hombres luchaban por el control. Volrath rodó sobre su
espalda. Crovax intentó rebasarlo y fue recibido con una patada en el pecho. Los
músculos duramente proporcionados del pie de Volrath se desenrollaron lanzando a
Crovax en el aire. Este voló cinco metros por el aire y luego se estrelló contra la
apretada multitud.
Se puso de pie en un instante cortando y acuchillando a todo aquel que estaba al
alcance de su espada. Cortesanos y soldados por igual treparon unos sobre otros para
salir de su camino pero este mató por lo menos a diez de ellos hasta que los demás
quedaron tan lejos como para tener que ser perseguidos. Belbe supo que aquello no era
un homicidio sin sentido; Crovax se apropiaba de nuevas fuerzas de la muerte de otros.
Se estaba refrescando a sí mismo en el medio de un duelo utilizando el sacrificio de
espectadores inocentes.
Con su espalda mojada con aceite iridiscente Volrath fue al pie del trono. Belbe
pudo oler el crujiente olor eléctrico del fluido. Los anchos hombros de Volrath se
levantaron, miró a Greven il-Vec, de pie con la espada desenvainada al costado de Belbe
y preguntó con ironía: "¿Cómo lo estoy haciendo?"

* * * * *

Ertai caminó a rastras todo el camino desde la boca del horno hacia los calientes
ascensores exteriores en los alrededores del palacio. Excepto por patrullas ocasionales,
no vio a nadie. Los guardias pasaron marchando a su lado sin detenerse y viendo
despreocupadamente su doloroso progreso.
Llegó a los ascensores y cayó pesadamente en el más cercano de ellos. Había
pasado mucho tiempo desde su última infusión. Sin la energía oscura que las eliminaba
sus viejas heridas estaban emergiendo lentamente de nuevo. El laboratorio estaba muy
alejado de allí. A pesar de sus heridas viejas y nuevas su primer pensamiento fue el de
encontrar a Belbe. Su vida pendía de un hilo y el estaba seguro de que Crovax la
mataría una vez que fuera proclamado evincar.
"Sala de Reuniones," le dijo al ascensor. Las puertas de piedra variable se
cerraron y el dispositivo se hundió a través del suelo.
El elevador se detuvo con una sacudida y cuando las puertas se abrieron vio que
la antecámara estaba atestada de gente. Todo el mundo estiraba la cabeza hacia las
puertas abiertas de la sala. A lo lejos oyó los sonidos de un combate remarcado por un
griterío. Ertai se agarró al costado correoso del ascensor y se puso dificultosamente en
pie. Si ese iba a ser su último acto quería entrar de pie y no de rodillas.
Se abrió camino a través de la masa de curiosos y algunos, encogiéndose ante su
rostro temeroso e hinchado, lo dejaron pasar. Otros lo miraron con lástima y se

214
apartaron. Cuando Ertai alcanzó el borde interior de la multitud las filas estrechamente
apretadas de guardias y cortesanos se abrieron para mostrarle una Belbe pálida y
preocupada, sentada en el trono y custodiada por el imponente Greven il-Vec. Estaba
hablando con otro alto sujeto musculoso portador de un improbable hermoso rostro:
Volrath. Ertai lo reconoció por todas las estatuas de la Fortaleza. Tenía una herida
horrible en la espalda y la carne expuesta no era roja sino gris. Ertai levantó una mano
en señal de saludo.
Sin hacer caso del peligro, Belbe empujó a un lado al alto y herido espadachín y
se reunió con el joven mago en el borde de la multitud. "¿Me he perdido mucho?" le
susurró él. Ella lo depositó en el suelo.
"No deberías haber venido. Aquí no es seguro."
"¿Y que lugar es seguro en Rath?"
Distraído, Volrath no vio formarse las tenazas de piedra variable saliendo de los
escalones detrás de él. Una le atravesó el muslo derecho pero la expulsó inmediatamente
y, enfurecido, levantó un muro de piedra variable de dos metros de alto y tres
centímetros de espesor. Gritó tan fuerte que el suelo tembló y la pared se rompió en una
densa nube de pequeños perdigones. Volrath extendió las manos y la masa de
proyectiles se lanzó contra Crovax.
Su escudo se elevó y con un sonido similar al de un millar de clavos perforando
a través de un centenar de platos de hojalata los proyectiles convirtieron la protección de
Crovax en un tamiz. Su túnica estaba destrozada y una docena de perdigones del tamaño
de un guisante se había enterrado en su rostro.
Crovax arrojó su escudo destrozado y cruzó los antebrazos con los puños
fuertemente apretados. Un gruñido se elevó de su garganta. Comenzó bajo y gutural
pero se hizo más fuerte y más fuerte centrado por su rabia y su dolor. Uno por uno los
proyectiles de piedra variable fueron expulsados de su cuerpo cayendo a sus pies a una
velocidad constante. Pronto el suelo a su alrededor estaba cubierto con cientos de
perdigones.
Ertai trató de medir la situación. Volrath era un ser desconocido para él. Había
visto los aposentos del ex-evincar y escuchado los comentarios de la gente en la
Ciudadela que lo habían conocido. Era un hombre cruel, despiadado, astuto y de un
apetito inusual. En comparación con él, Crovax era una máquina desalmada,
completamente desprovista de culpa o sentimientos de humanidad. Volrath esperaba
ganar utilizando sus habilidades superiores, Crovax pensaba que podría prevalecer a
través de la fuerza bruta y la voluntad de hacer cualquier cosa para ganar.
La batalla iba a seguir y seguir hasta que la mera supervivencia determinara un
ganador. Con su capacidad de renovarse a sí mismo con las vidas de los demás, Crovax
sería, en última instancia, el ganador. Nada de lo que pudiera hacer Ertai ayudaría a
Volrath. Una vez que el ex Evincar estuviera fuera de combate la retribución caería
inevitablemente sobre todos los demás.
Con un golpe a dos manos Crovax rompió el escudo de Volrath y la abollada
protección salió despedida de su agarre rebotando en las paredes del salón. Ambos
peleadores se vieron reducidos solo a sus espadas.
Volrath asumió una postura de lado, la postura de un esgrimista en lugar de un
soldado de infantería. Crovax lo rodeó con cautela, atacándole con cortes y cuchilladas
ocasionales. Mientras orbitaba fuera del alcance de Volrath, miró a Ertai y traicionó su
sorpresa al ver al joven mago con vida.
Volrath se acercó un paso adelante cuando Crovax desvió la atención. Su brazo
se alargó unos cinco centímetros y dobló cuidadosamente el codo para ocultar el nuevo
crecimiento. Volrath comenzó su estocada, su brazo se estiró, y con la velocidad de una

215
víbora atacante introdujo su espada en el cruce entre el brazo derecho y el pecho de
Crovax.
Los ojos de Crovax se abrieron alarmados. Trató de retroceder fuera de peligro
pero su respuesta fue demasiado lenta. La mellada hoja dentada se lanzó sobre él.
Levantó su propia espada en una desesperada parada pero el ímpetu de la embestida de
Volrath le arrojó la empuñadura de su arma contra su propio rostro. Setenta y seis
centímetros de acero templado se deslizaron a lo largo del brazo de Crovax. La estocada
de Volrath tuvo éxito y el sorprendido usurpador pareció paralizado por la realización de
su inminente derrota.
El tiempo se extendió. El brillo normal de color amarillo de las lámparas del
salón en la hoja de acero brillante se convirtió en púrpura. El rostro triunfante de Volrath
cayó. Una fuerza desconocida estaba minimizando la longitud de la embestida de su
espada. Alguien estaba manipulando la lucha utilizando magia antigua para desviar su
arma. Con una expresión de horror en su rostro Volrath miró la punta de su espada
reduciéndose en tres centímetros, cinco centímetros, hasta que toda ella pasó por debajo
del brazo de Crovax.
Todo se vino abajo con un estrépito. Volrath y Crovax chocaron pecho contra
pecho, la espada de Volrath oscilando inútilmente detrás de la espalda de Crovax. La
propia espada de Crovax doblada hacia atrás por encima de su hombro por la fuerza del
ataque de Volrath. El primero se giró arrojando al desequilibrado Volrath y al mismo
tiempo dándole un duro puñetazo en la cara con su mano libre. Volrath cayó al suelo y
su espada salió despedida de su mano desapareciendo entre la multitud.
Crovax se lanzó sobre la espalda de Volrath enganchó su brazo izquierdo
alrededor de la barbilla del hombre y echó la cabeza hacia atrás torciendo la espalda de
Volrath como si fuera un arco. El mellado filo de su espada cayó para cortar la tensa
garganta de Volrath pero este bloqueó la hoja con su mano enguantada.
La pared de cortesanos y soldados se disolvió para revelar a un capitán de la
guardia de palacio respaldado por una falange de sus hombres. El rostro del capitán
estaba manchado de sangre.
"¡Señores! ¡Los rebeldes!" exclamó. "¡Se han atrincherado en las Galerías de los
Sueños!"
Belbe se puso en pie. Lanzó una mano hacia el par de combatientes y exclamó:
"¡Alto!"
Estos siguieron luchando así que solicitó la ayuda de Greven pero el guerrero
Vec no se movió.
"Declare un ganador o hágase a un lado, Excelencia," dijo.
"Habéis oído el capitán," dijo ella. "¡Debemos defender la Ciudadela!"
"Ese es el trabajo del evincar."
Todo se redujo a ese momento. Belbe miró de rostro en rostro buscando una
respuesta. Greven fue impasible. Ertai sonrió débilmente y luego se hundió en el negro
pavimento. Los cortesanos la evitaron y los soldados pretendieron estar ocupados
alistándose para luchar contra los rebeldes.

216
Por último, ella miró hacia abajo a Crovax. Había derribado a Volrath le había
bloqueado la cabeza y dejado vulnerable la garganta. Sólo sus cuatro dedos protegidos
con los guantes de
malla le impedían
cortarle la yugular a
Volrath. "¿Haga... su ...
deber!" dijo Crovax sin
aliento.
"¡Mirad!" gritó
Belbe. "¡He aquí, el
Evincar de Rath!
¡Crovax!"
Los sargentos
rompieron filas y
gritaron el nombre de
su maestro. La mayoría
de los notables reunidos
se unieron a ellos,
aunque un buen número
de ellos huyeron
silenciosamente.
"Déjalo libre," dijo Belbe por encima del rugido de la multitud.
"¡Él debe morir!" respondió Crovax.
"Ha perdido. Su vida está condenada pero tu primer deber como evincar es
acabar con los rebeldes en tu propia fortaleza."
Crovax estuvo de acuerdo así que le ordenó a sus hombres que se apoderaran del
ex evincar y lo pusieran bajo estrecha vigilancia.
"Atenlo con unas buenas cadenas de acero," dijo Crovax. "Cuélguenlo por sus
pies de modo que ninguna parte de su cuerpo toque la estructura de la Ciudadela y dejen
diez hombres con espadas desnudas a su alrededor. ¡Al menor movimiento del piso,
decapítenle la cabeza!"
Volrath fue enterrado bajo un montón de sargentos. No se resistió pero estos lo
presionaron fuertemente contra el suelo y le colocaron grandes cadenas alrededor de sus
piernas. Sus manos fueron torcidas detrás de la espalda y encadenadas entre sí y le
colocaron una capucha sobre su cabeza.
Para el momento en que Volrath estuvo seguramente atado la sala se hallaba casi
vacía. Los guardias y soldados bajo la orden de Greven se habían marchado fuera y los
sargentos se habían llevado a Volrath.
Crovax se giró a Belbe. "¡Excelencia! ¡Este es un gran día!"
Dejó caer su espada y la envolvió con brusquedad en sus brazos. Aunque ella se
resistió, Crovax la besó con fuerza, manchándole de sudor su rostro mientras ella le
teñía con aceite iridiscente todavía rezumando de sus manos lesionadas.
Solo, tendido en el suelo a pocos metros de ellos, Ertai sonrió.

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218
Capitulo 21

Reunión

Garnan pegó su oreja a la puerta. "Está muy tranquilo allí afuera," susurró.
Shamus hizo lo mismo y respondió: "¡No se han marchado!"
"Están ahí," dijo Takara rotundamente. "Una compañía se ha quedado para
vigilar la puerta mientras que el resto fue a buscar un ariete."
Shamus parpadeó. "¿Ariete?"
"¿Creías que iban a tratar de matarnos de hambre?"
Medd llenó el momento relativamente tranquilo inspeccionando las lesiones de
Eladamri. Colocó una pequeña cantidad de ungüento en sus quemaduras y las volvió a
envolver con tiras de tela arrancadas de su capa. Eladamri estaba sentado en el negro
suelo frío, apoyado contra una de las pilastras monumentales de Volrath. "¿Estás muy
dolorido, hermano?," preguntó Medd.
"No."
"Las quemaduras son superficiales. Me temo que has perdido algunas de tus
uñas y no volverán a crecer." Eladamri asintió con la cabeza, Medd ató el último
vendaje y fijó el brazo del elfo suavemente en un cabestrillo. "¿Crees que vamos a salir
de aquí con vida?"

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Eladamri abrió los ojos. "No sé. ¿Tienes miedo?"
"Sí."
"Yo no. Vivo o muerto he tomado mi decisión de no caer en sus manos otra vez.
Sin embargo, si tengo remordimientos. Tantas misiones que han quedado pendientes..."
Kireno regresó de su reconocimiento de las Galerías de los Sueños. Todo el
mundo menos Shamus se reunió alrededor de Eladamri para escuchar el informe de
exploración del guerrero Vec.
"Este lugar es enorme pero es básicamente una habitación grande," dijo Kireno.
"En el otro extremo hay un ventanal espejado. No parece haber ninguna otra puerta."
"¿Qué se puede ver a través del vidrio?"
"Desde las ventanas se ve la prisión y la torre del mapa, Oh Eladamri."
"¿Podríamos bajar?"
Kireno demolió su idea. "La Ciudadela se recorta hacia debajo de las Galerías de
los Sueños así que no hay manera de bajar. Requeriría cientos de metros de cuerda solo
para llegar hasta el puente de la torre de la prisión que acabamos de dejar. Para llegar al
piso del cráter necesitaríamos miles de metros."
"¿Y si subimos?" preguntó Medd.
Takara lanzó un bufido. "¿Subir a cientos de metros por el exterior de la
Ciudadela? ¿Estás loco?" Y sacudiendo su cabeza recortada hacia el líder de los
rebeldes añadió: "¿Cómo va a trepar él cualquier distancia arriba o abajo con las manos
destrozadas?"
"Hemos entendido tu punto," dijo Eladamri. "¿Tienes alguna sugerencia
pertinente, Takara?"
Sus ojos brillaron. "Escriban sus testamentos."
Desde las puertas Shamus gritó, "¡Viene gente… un montón de ellos!"
Los rebeldes se dirigieron apresuradamente a las puertas con las armas
desenfundadas. Takara cayó al suelo en un rincón y se cubrió la cara con las manos.
El ruido de muchos pies fue evidente incluso a través de los enormes paneles. Se
escucharon gritos tenues y el suelo vibró bajo sus pies.
"Háganse a un lado," aconsejó Eladamri a sus hombres. Apenas había dicho esto
cuando un enorme estruendo reverberó a través del pasillo. Las puertas se sacudieron
pero permanecieron firmemente cerradas. El impacto se repitió una y otra vez.
El ruido era ensordecedor.
"¡Si las puertas no se rompen el ruido nos romperá a nosotros!" gritó Medd.
Después de muchos golpes el ariete cesó. Se escucharon voces más
amortiguadas y los rebeldes pudieron oír a los hombres corriendo lejos de la puerta.
"¡Cúbranse!"
El fuego pulverizó a través del estrecho espacio debajo de los paneles de la
puerta y por los huecos en la parte superior y los lados. Los rebeldes esperaron unos
pocos aterradores segundos para ver si las gigantescas puertas caían derribadas de sus
goznes y admitían una horda de soldados Rathianos. Las puertas resistieron.
"¡Ja!" dijo Kireno golpeando un panel negro y espeso. "¡Esta si que es una buena
mano de obra!"
"Creo que Volrath no quería que nadie lo molestara en su santuario," dijo
Eladamri.
Animados por la resistencia de las puertas los rebeldes se prepararon para un
asedio. Medd sacó su piedra de afilar y la utilizó en sus espadas y cuchillos. Kireno se
marchó en otra partida de reconocimiento, esta vez en búsqueda de puertas ocultas o
pasadizos secretos. Shamus continuó su guardia.

220
Eladamri hurgó en sus vestidos. Encontró un trozo de papel roto y una desafilada
barra de carbón que alguna vez había sido propiedad del soldado Rathiano vestido con
aquel uniforme. Se sentó en el suelo y comenzó a escribir con letras lentas y
cuidadosamente formadas. Shamus le preguntó qué estaba haciendo.
"Siguiendo el consejo de Takara," dijo. "Escribiendo mi testamento."

* * * * *

Crovax se marchó para liderar el ataque de los rebeldes acorralados pero Belbe
tenía que ver a Ertai antes de que pudiera unirse a las fuerzas Rathianas fuera de las
Galerías de los Sueños.
Se las arregló para reunir a cuatro aterrorizados funcionarios y les ordenó llevar
a Ertai al laboratorio de Volrath. Los hombres tenían miedo de llevar al extranjero por
su propia cuenta. Toda la Ciudadela estaba alborotada y el aire estaba lleno de cuentos
de gargantas degolladas y puñaladas por la espalda. Sólo mediante una considerable
intimidación Belbe fue capaz de conseguir que llevaran a Ertai al infusor.
Lo dejó en su camilla improvisada y le dijo: "Estos hombres te llevarán al
laboratorio. Ya saben lo que pasará con ellos si no lo hacen." Los portadores se
movieron con nerviosismo hasta que Belbe frunció el ceño para que se quedaran
quietos. "Iré a ver a los rebeldes. Tengo que hablar con Eladamri una vez más."
El le tomó la mano. "¿Y cómo estás?" dijo, acariciándole los dedos de su mano
vendada.
"No siento ningún dolor."
"Eres una mentirosa."
Belbe deslizó su mano libre. "Cuando tu tratamiento esté terminado encuentra un
lugar tranquilo para descansar. Crovax irá a buscarte."
"Hablando de eso..." Ertai la instó para que se acercara. Belbe se arrodilló junto
a la camilla. "¡Ambos tenemos que escapar! Tu tienes los medios…"
"Shhhh," dijo ella cubriéndole la boca con su mano. "Cuando llegue el momento
la puerta se abrirá. Pero hay un papel que yo debo jugar allí."
Despidió a los criados y corrió hacia las Galerías de los Sueños. Mientras se
acercaba a la entrada encontró los corredores tapados con tropas tensas y ansiosas.
Parecía que la guarnición entera estaba llena de soldados en las vías periféricas y le
tomó algún tiempo abrirse camino entre la masa de soldados fuertemente armados. Para
el momento en que Belbe alcanzó el hall de entrada se encontró con Greven
supervisando a los guardias de palacio en el la creación de un ariete. Un armazón de
hierro con forme de “doble A” había sido traído y una enorme cabeza de bronce de
carnero colgaba por cadenas de la estructura.
Arrodillado junto a Greven había un soldado rebelde capturado, un joven Vec
con los brazos atados a la espalda, sangrando de un lado sin vendar y con heridas en el
cuero cabelludo. Crovax, todavía con su sucio traje blanco de batalla, se encontraba
cerca con un contingente de cincuenta guardias, listo para irrumpir en las Galerías de los
Sueños una vez que las puertas fueron violentadas.
A la cuenta de tres los guardias oscilaron el ariete hacia atrás y luego lo
estrellaron contra las puertas negras. El ariete rebotó y este tiró a sus portadores al
suelo. Greven apretó los dientes con disgusto.
"¡Otra vez!" bramó.
Veinte hombres robustos agarraron las asas del ariete y retrocedieron. Como ya
estaban preparados para el choque ninguno de ellos cayó pero el ariete dejó la misma
impresión en la puerta que había hecho con anterioridad.

221
"¡Sigan adelante!"
Mientras los guardias golpeaban en vano Belbe se abrió paso hasta llegar al lado
de Greven.
En medio del ensordecedor estruendo del ariete ella le preguntó: "¿De que están
hechas estas puertas?"
"De un especie de metal creado por Volrath."
"¿Piedra Variable?"
"No, Excelencia. El mecanismo de bloqueo está hecho de piedra variable pero
los rebeldes han cerrado las puertas con barras desde el interior. Crovax trató de abrirlas
con su voluntad pero son insensibles a sus órdenes."
Se realizaron veintiseis golpes infructuosos hasta que Greven les ordenó a los
jadeantes guardias que se retiraran. Se formó un nuevo equipo para ocupar su lugar pero
Crovax tenía una idea diferente.
"¿Acaso Su Excelencia lo quiere intentar?" dijo.
"No soy lo suficientemente fuerte como para derribar esas puertas."
"No," dijo, "pero es lo suficientemente fuerte como para usar esto."
Un soldado le pasó el descargador de plasma Pirexiano que ella había escondido
detrás del trono. Él sonrió con ironía cuando ella tomó el arma de sus manos y acunó la
pesada arma de fuego en sus brazos. Crovax le fulminó fijamente con una mirada. "Ya
sabe que no funcionará para mí ya que puedo absorber la energía de su explosión. Así es
como pude manejar las piedras de poder con las manos desnudas."
Belbe se dio la vuelta y disparó el descargador a las puertas. Nadie estaba
preparado y la explosión resultante dispersó tropas en todas direcciones. Cuando el
humo se disipó las puertas no se vieron afectadas en absoluto. Crovax parecía
impresionado.
"Una sustancia muy útil," dijo. "Me pregunto si Volrath podrá ser persuadido
para compartir el secreto de su composición."
Belbe lanzó el descargador hacia él y girándose hacia Greven le ordenó: "Quiero
que retire a sus hombres. Despeje un área de nueve metros desde las puertas y deje
conmigo al prisionero rebelde."
El no puso en duda por qué quería esto sino que simplemente obedeció y ordenó
a los soldados que retrocedieran a la boca de los corredores convergentes. El ariete fue
retirado y abandonado. Belbe ayudó a pararse al semi-consciente guerrero Vec. Un duro
golpe en la cabeza no sólo le había abierto su cabellera sino que había entorpecido su
entendimiento.
"¿Cuál es tu nombre?," preguntó ella.
"Sivi ... Liin Sivi."
"¿No es un nombre de mujer?"
Ella levantó un poco la cabeza y miró a Belbe. "Eres la primera en notarlo."
"Está bien. Liin Sivi, pronto te reunirás con tus amigos."
Belbe acompañó al aturdido combatiente rebelde junto a Crovax. "Su Alteza,"
dijo ella utilizando su título por primera vez. "Usted también haga retroceder a su
pelotón de asalto."
"¿Por qué?"
"Trataré de persuadir a los rebeldes para que salgan," dijo. "Les daré a su
compañero herido como muestra de confianza. Pero no se moverán si ven a sus hombres
a punto de atacar."
"Usted ya no manda aquí."

222
Belbe se apartó el pelo que le caía sobre el rostro. Sus brazos se sentían como
plomo, sus dedos estaban entumecidos. Su capacidad de curación estaba reaccionando
mal a sus muchas heridas acumuladas.
"Haz esto, Crovax. No te costará nada. Como bien sabes no hay manera de salir
de las Galerías de los Sueños. Esta mujer Vec será tan presa en su interior como lo fue
aquí fuera. Si puedo convencer a los rebeldes se salvarán algunas vidas y problemas."
Él miró más allá de ella. "Las vidas son forraje barato," dijo. "Pero sería una
pena arruinar estas delicadas puertas antes de que le pueda preguntar a Volrath la forma
en que fueron hechas... está bien, Belbe." Y olvidando deliberadamente el título de la
emisaria dijo: "Tiene mi permiso para intentarlo."
El escuadrón de asalto dio la vuelta y marchó de regreso a la línea de ascensores
de piedra variable. Crovax les siguió sosteniendo el descargador colgando de una mano.
Belbe y Sivi se aproximaron a las imponentes puertas negras con cautela y esta
golpeó tranquilamente uno de los paneles ornamentados.

* * * * *

En el otro lado Shamus se estremeció ante el inesperado golpe civilizado.


"¡Hermano!" siseó. "¡Alguien está llamando a la puerta!"
Eladamri colocó el trozo de papel en el interior de su camisa, se puso cerca del
panel y preguntó: "¿Quién anda ahí?"
"Belbe. La emisaria."
El se ruborizó por la repentina emoción. "¿Qué quieres?"
"Están atrapados allí. No hay manera de salir. He venido para ayudarles."
Medd, Shamus y Eladamri intercambiaron expresiones sorprendidas. Takara se
levantó de la penumbra y en silencio se unió al grupo en la puerta.
"¿Por qué nos querrías ayudar?" le cuestionó Eladamri.
"Sin importar de donde venga yo, soy de carne como tu. Ya no creo en las metas
de mi maestro. El pueblo de Rath merece vivir en libertad."
Eladamri aferró el brazo de Shamus. "Encuentra a Kireno," siseó. "¡Tráelo
rápidamente!" Shamus echó a correr.
"¿Me puedes oír? ¿Has oído lo que dije?"
"Ya te he oído," dijo el elfo. "¿Qué pruebas ofreces de tu sinceridad?"
"He convencido a Greven y Crovax de que retiren sus hombres de la puerta.
Tengo uno de sus compañeros conmigo. Dice que su nombre es Sivi. Si abren la puerta
sólo entraremos nosotros dos."
Siguió una discusión frenética entre Medd, Takara, y Eladamri. Si eso
significaba salvar a Liin Sivi el guerrero Dal quería aprovechar la oportunidad que la
emisaria estaba diciendo para rescatarla. Takara no quería saber nada de todo aquello y
Eladamri no dijo nada más que recordar la cara que sabía que estaba en el otro lado de
la puerta.
"¿Cómo nos salvarás?" preguntó Eladamri cuando la discusión se enfrió. "Si
estás confiando en salvoconductos garantizados por Greven y Crovax, olvídalo. No
confiaremos nuestra vida a esos desleales bandidos."
"Greven y Crovax no saben nada de lo que estoy haciendo. Déjenme entrar y les
explicaré."
Los combatientes rebeldes llegaron corriendo a Eladamri y este les explicó
apresuradamente la situación.
"¿Tu confías en esta mujer?" preguntó Kireno.

223
"No, pero tengo la intención de enfrentarle. Hay algo en ella que ustedes
deberían saber. Verán…ella es mi hija. O lo era."
"¿Cómo sucedió esto?" preguntó Takara.
"No lo sé. Quiero creer que es un truco horrible de Volrath."
"Eladamri," gritó Belbe. "El tiempo se acorta. Déjame entrar."
El agarró el cerrojo del suelo y dijo: "Estén listos. Puede que nos traicionen."

* * * * *

La puerta se abrió unos centímetros. A unos nueve metros de distancia Crovax


alzó el descargador. Había descubierto que la historia que le había contado Belbe acerca
de que el arma solo disparaba en sus manos era una mentira. Su anterior fracaso había
sido simplemente no saber qué botón apretar así que había remediado su ignorancia
desde entonces.
Los ojos de Eladamri se encontraron con los de Belbe. "Envía a Sivi."
Belbe estabilizó a la guerrera Vec y la ayudó a pasar por la brecha.
"Ahora dame la mano," dijo.
Belbe levantó la mano derecha.
Crovax apuntó a través de la mira a la parte posterior del cráneo de Belbe.
Greven vio las intenciones del evincar al levantar el arma.
"¡Detente!" gritó el guerrero.
En un movimiento suave Eladamri sacudió el brazo de Belbe para hacerla pasar
a través. Esta, para su suerte, tropezó y en el segundo siguiente una ardiente explosión
de plasma golpeó la puerta. La sustancia estalló con un fuerte chasquido y los
fragmentos incandescentes llovieron en todas direcciones. Gritando en señal de alarma,
Medd y Kireno cerraron inmediatamente la puerta y Shamus colocó con un estampido
los pasadores en su lugar.

* * * * *

Belbe tropezó contra Eladamri pero en lugar de atraparla él la hizo caer con su
pie estirado y esta aterrizó sobre su vientre.
"Sabía que nos traicionarían," dijo Eladamri con frialdad. "Tu tirador le erró."
Belbe se levantó y el elfo le dio un golpe de revés. Ella cayó de nuevo y
Eladamri estaba a punto de repetir el golpe cuando Takara detuvo su mano.
"Puede que no nos sea útil más que en calidad de rehén," dijo Takara. "Pero no
tendrá utilidad alguna si está muerta."
Belbe se puso de pie y gritó: "¿Por qué me odias tanto? ¿Es porque represento a
los Grandes Señores con quienes luchas tú?"
"Yo no conozco a tus Grandes Señores," dijo Eladamri. "Solo conozco este
mundo y los hombres malvados que lo rigen. Esos hombres decretaron la extinción de
mi familia. Yo soy el único de mi línea que todavía vive."
"Tal vez es verdad que realmente no lo sepas pero tú una vez fuiste mi hija. Su
nombre era Avila. Murió bajo las órdenes de Volrath y su cuerpo fue robado. Eso fue
cinco semanas atrás. ¿Cuánto tiempo has estado aquí?"
"He estado en Rath tres semanas. Antes de eso, en Pirexia, dos semanas..." Belbe
se miró las manos tocando su propio rostro. "¿Por qué los Grandes Señores le habrán
ordenado a Volrath hacer una cosa así?"

224
"Es algo muy simple. Al asesinar a mi hija esperaban aterrorizarme para
someterme. Si eso fallaba creyeron que me acobardaría ante la vista de mi querida hija
al mando del ejército de mis enemigos."
Tú eres el instrumento de nuestro estudio. Las palabras de Abcal-dro la llenaron
repentinamente de odio.
"¡He venido a ayudarles!" dijo. "Volrath ha vuelto sin previo aviso. Luchó con
Crovax y perdió. Ahora Crovax es el nuevo evincar y, mientras él reine, nadie estará a
salvo: amigo, enemigo, aliado o neutral."
"Diles sobre Dominaria," dijo Takara. "Diles lo que va a pasar cuando este
mundo y ese se unan."
Belbe se alejó de los rebeldes. "¿Tu sabes sobre la invasión?"
"La señorita Takara tuvo la amabilidad de explicarnoslo," dijo Eladamri. "Me he
dado cuenta de que no lo has mencionado."
"¡Ya me he ocupado de eso! ¡No sucederá mientras yo permanezca en Rath!"

* * * * *

El elfo sacó su espada. El corazón le latía con tanta fuerza que él pensó que ellos
debían ser capaces de escucharlo. El enemigo con el rostro de su hija se apartó. Él no
podía soportar verla así, su mente vacía de recuerdos, su rostro burlonamente libre del
amor de una hija. El hecho más insoportable de todos era que llevaba los colores de la
sangre de sus enemigos, la librea de sus propios asesinos.
"¡Espera, oh Eladamri!" le rogó Kireno tratando de retenerlo por la espalda. Él
no le hizo caso y levantó su espada. Belbe se dio la vuelta y salió corriendo.
Treinta metros más abajo del vestíbulo se detuvo y se enfrentó al elfo que se
acercaba. Su ataque fue torpe y ella lo evitó fácilmente.
Belbe tomó a Eladamri por su coraza y lo tiró al suelo. Plantó su pie en la
muñeca que sostenía su espada y le arrancó el arma de sus dedos. En un hábil
movimiento rompió la hoja por encima de su rodilla y dejó que las piezas cayeran
resonando en el suelo.
"El tiempo de las espadas ha terminado," dijo. "Yo no soy tu hija, Eladamri. Es
cierto que he sido hecha en los talleres de Pirexia. No dudo de que haya sido fabricada
para parecerme a tu niña perdida. Hubiera servido perfectamente a los propósitos de mis
maestros usar el rostro de tu ser querido contra tí pero yo no tuve ninguna opción en el
asunto, no más de la que tuviste tú cuando naciste con ese rostro."
"He venido aquí para deshacer la causa por la que fui creada. Puedo sacarlos de
aquí con seguridad, si así lo desean. Eso es todo lo que estoy ofreciendo."
El se sentó con rigidez y preguntó: "¿Con qué condiciones?"
"Sin condiciones."
El resto de los rebeldes, incluyendo a Sivi apoyada en el hombro de Medd, los
rodearon.
"¿Y cómo propones sacarnos de aquí?" preguntó Takara con su voz chorreando
veneno.
"Tengo una salida de emergencia. Les enseñaré."
Se deslizó entre Kireno y Takara y se dirigió a la cuarta pilastra en el lado
izquierdo de la sala. El suelo estaba lleno de los sueños rotos de Volrath y los pies de
Belbe aplastaron los frágiles fragmentos convirtiéndolos en polvo.
En la base de la media columna había una fila de botones decorativos. Apretó el
tercero desde la izquierda y un panel se abrió revelando un profundo hueco de un metro
y medio de altura.

225
Ellos rodearon el nicho y vieron que en su interior había dos grandes cajas
estibadas. Belbe las sacó y abriendo con sus propias manos la caja de metal más grande
dejó al descubierto un intrincado dispositivo mecanizado de un metro de altura y de
cerca de veinticinco centímetros de espesor. Tenía una base cuadrada, lados cilíndricos
altos acanalados con tubos de metal y una cúpula transparente en la parte superior.
"¿Un arma?" preguntó Kireno
Los ojos de Takara brillaron. "No," dijo ella sonriendo. "Es un portal mecánico."
"¿Lo has visto antes?" dijo Belbe.
"Mi padre lo ha utilizado en tiempos pasados. Este es uno bastante pequeño."
Belbe admitió que lo era. "Me lo suministraron con un único propósito en
especial. Si alguno de la tripulación del Vientoligero o de sus equipos llegaba a mis
manos yo tenía que enviarlos a Piexia para un examen más detallado."
La otra caja contenía una sola piedra de poder. Belbe la introdujo en la base de la
unidad explicando que tenía el poder suficiente para transmitir ciento ochenta kilos de
material a otro plano.
"¡Ciento ochenta kilos!" protestó Medd. "¡Todos nosotros juntos pesamos mucho
más que eso!"
"Yo no iré," les explicó Belbe. "En cuanto al resto de ustedes… tendrán que
resolverlo bajo sus propios medios."
Sacó la unidad de control del portal de su cinturón y lo activó. La cúpula sobre el
dispositivo del portal cobró vida.
"Háganse a un lado," dijo. "El dispositivo va a arrojar la puerta a través de este
eje."
Los rebeldes vieron con asombro que la máquina comenzó a zumbar. El aire
entre ellos y el otro extremo de la Galería de los Sueños brilló y se espesó perdiendo
poco a poco su normal transparencia. Un cuadrado de dos metros de altura se formó
gradualmente saliendo de la niebla gris y los destellos de luz como si fuera un
relámpago en un banco de niebla. Medd dio la vuelta alrededor del cuadrado. Era tan
delgado como el papel y opaco de ambos lados.
"¿Ya nos podemos ir?" preguntó Kireno.
"Aún no ha alcanzado el poder para poder ser atravesado," dijo Belbe. "Puede
tomar otro cuarto de hora antes de que la puerta sea abierta. Entonces tendré que
calibrar el transmisor."
"¿Qué?"
Ella sonrió. "Elijan su destino."
"¡Veloceleste!" dijo Medd. "¡Envíanos al Ojo de Korai!"
Belbe jugueteó con los diales diminutos en su unidad de control y unas ondas de
colores fueron rociadas en el cuadrado gris.
"Deben entender," dijo enfáticamente. "Que un portal solamente es una conexión
transplanar. No los puedo enviar a otra parte de Rath. Tendrán que ir a otro plano… otro
mundo."
Dejó que esta asombrosa revelación fuera asimilada por los rebeldes.
Sivi se despabiló y preguntó: "¿Seremos capaces de volver alguna vez a Rath?"
"No lo sé. Lo que sí se es que si se quedan aquí morirán y la causa por la que han
luchado sufrirá una terrible pérdida."
"Pase lo que pase, Eladamri debe ir," dijo Medd. "¿Estamos de acuerdo en eso?"
Sivi, Kireno y Shamus coincidieron solemnemente. Takara se mordió el labio y no dijo
nada.
"Yo nunca seré capaz de sopotarlo si dejo a alguien atrás," dijo seriamente el
elfo."¿No hay otra opción?"

226
"El equipo transmitirá ciento ochenta kilogramos, nada más," dijo Belbe. "Todo
lo que exceda el límite de potencia no pasará. Las consecuencias para un ser vivo serían
desastrosas."
"¿Quieres decir que una persona puede llegar sin las piernas o la cabeza?,"
preguntó Shamus.
"Exactamente."
Belbe terminó los ajustes de potencia y en ese momento el portal cuadrado
brillaba azulinamente, libre de ondulaciones o niebla. Anunció que el portal estaba
estable y lo único que necesitaba era alinearlo con un destino.
Se produjo una larga pausa y Eladamri finalmente dijo: "Dominaria."
Los ojos de Takara se abrieron por la sorpresa. "¿Por qué allí?"
"Nos has dicho que nuestros antepasados vinieron de allí. Eso significa que allí
hay gente como nosotros, incluyendo, supongo, a los elfos. Dominaria es el blanco de la
agresión Pirexiana y la gente de allí debe ser advertida. Yo me encargaré de que ellos
sepan lo que está por venir."
El se enfrentó al cuadrado azul y continuó: "Una extraña mujer me dijo algunas
cosas no hace mucho tiempo atrás, cosas que no entendía. Profecías... Yo sería el
salvador de un mundo en el que nunca había estado. Se me ofrecería una puerta y debía
entrar en ella. Creo que la Oráculo en-Vec me vio ir a Dominaria. Así que iré."
Belbe estableció las coordenadas del mundo paralelo a Rath. La paciente puerta
azul comenzó a parpadear y a destellar de nuevo mientras la barrera entre los planos era
subvertida.

* * * * *

Ertai saltó del infusor. Había marcado una dosis doble de energía oscura y se
bajó de la plataforma de cristal lleno de vigor renovado. No había tenido tiempo de
avisarles a los cuatro funcionarios que lo habían llevado al laboratorio. Una silenciosa
onda de energía se apoderó de ellos transmutándolos en escasos minutos. Ahora estaban
aleteando alrededor de la sala con alas carnosas o aferrándose a las paredes con varios
pares de piernas. Mientras yacía en el sistema de infusión y el brillo oscuro inundaba su
mente angustiada la verdad había estallado sobre él como un rayo salido del
descargador de plasma de Belbe.
Ella había ocultado su dispositivo de portal en las Galerías de los Sueños. Era el
lugar perfecto para esconderlo. Los habitantes ordinarios de la Ciudadela nunca irían
allí ya que temían aVolrath incluso durante su ausencia. Crovax pensaba que las galerías
eran un vano monumento vacío por lo que nunca se dignaría a ir allí. Por suerte o por el
destino los rebeldes habían elegido ese lugar para su última resistencia y Belbe iba a
entrar para "hablar" con Eladamri....
El tuvo la buena fortuna de encontrar a Greven en primer lugar. Crovax lo podría
haber matado en el acto.
"¡Terrible Señor!" dijo agarrando al temible guerrero por sus anchos hombros.
"¿Belbe se ha metido a las Galerías de los Sueños?"
"Hace algún tiempo atrás. Ha estado muy tranquilo desde entonces."
Ertai se enfureció. Pudo sentir el peso de la muerte o del exilio permanente en
Rath colocándose sobre sus hombros. El miedo y tal vez la demasiada energía decadente
retorció su moral y le aflojó la lengua.
"¡Tenemos que hacer algo, Terrible Señor!" dijo. "¡Ella tiene un dispositivo de
portal allí dentro!" ¡Qué yo necesito usar! fue la parte que no se atrevió a decir en voz
alta.

227
Greven lo empujó. "Niño, ¡es mejor que no estés mintiendo!"
"¿Por qué iba a mentir? ¡Tenemos que detenerla!"
Greven despertó a sus tropas inactivas y los hizo armarse. "Ven," dijo tomando
bruscamente a Ertai por el cuello. "Tenemos que informar de esto al evincar."
El revuelo entre los soldados se extendió delante de Greven y para el momento
en que encontró a Crovax sentado en un silla elaborada de piedra variable el nuevo
Evincar de Rath sabía que algo andaba mal. Su expresión se endureció aún más cuando
vio a Ertai.
"¿Qué está haciendo este cadáver aquí?," dijo.
"Su Alteza, la emisaria trajo un dispositivo de portal con ella desde Pirexia. De
acuerdo con el niño lo escondió en las Galerías de los Sueños," explicó Greven.
Crovax saltó como un relámpago de la silla que se hundió en el piso. "¿Un
portal? ¿Estás seguro?"
"Ella me lo dijo cuando nosotros... bueno yo le creo," respondió Ertai
con su rostro ardiendo.
"¿Acaso lo utilizará para ayudar a Eladamri?" dijo Crovax deteniéndose. "Ya no
importa. Todo el mundo en esa habitación ha sido condenado a muerte,"
anunció."Pongamos fin a este juego."
El escuadrón de asalto avanzó un paso detrás de Crovax, Greven y Ertai. El
evincar se dirigió a una docena de pasos de las puertas cerradas.
"¿Les dirá que se rindan?" dijo Ertai.
"¿Para qué? Están muertos a partir de este momento."
Crovax le entregó el descargador de plasma a un soldado de la guardia y luego
presionó las manos juntas en una horrible parodia de oración. Poco a poco levantó las
manos extendiéndolas más ampliamente a medida de que las alzaba.
Una gran joroba apareció en el suelo. Los soldados se echarón hacia atrás
mientras la forma cúbica se hacía cada vez más grande. El piso se levantó tanto en la
forma creciente que las vigas del embaldosado parecieron como cardúmenes alrededor
de los bordes de la habitación. La figura invocada tomó la forma de una pirámide
truncada de cuatro metros y medio de altura y tres metros y medio de base.
"¿Qué está…?" la pregunta de Ertai fue cortada cuando la pirámide se lanzó
hacia adelante y se estrelló contra las puertas. Toda la Ciudadela se estremeció ante el
terremoto.

* * * * *

El impacto repentino sorprendió a los rebeldes. "Crovax se ha cansado de


esperar," dijo Eladamri."¿El portal está listo?"
Belbe hizo algunos cálculos apresurados. "No, aún no está fijo en el destino."
El gigantesco ariete golpeó nuevamente las puertas. Algunos dispositivos atrapa-
sueños se soltaron y llovieron desde el techo y por primera vez las enormes puertas
mostraron daños. El centro se abolló unos veinte centímetros hacia adentro, y la brecha
en la parte superior e inferior admitió más de la brillante luz del exterior.
"¿Cuánto tiempo nos queda?" preguntó Takara con ansiedad.
"No lo sé exactamente, la unidad nunca ha sido utilizada antes. No tiene
parámetros con los que comparar."
Eladamri agarró por el pelo a Belbe y tiró de la cabeza hacia la espalda. "Date
prisa," dijo. "Si me entero de que nos estás retrasando…"
"Tu me estás retrasando ahora," dijo. Él la soltó.

228
Los combatientes rebeldes restantes se colocaron entre las puertas y el portal con
las espadas desenvainadas. Sivi trató de tomar su lugar junto a Medd pero él la empujó
gentilmente a un lado.
"¡Todavía soy lo suficientemente buena para pelear contigo!" dijo arrastrando
sus palabras y con movimientos temblorosos.
"Has tenido un duro golpe en la cabeza, Sivi," respondió Medd. "Apenas te
puedes parar. Ve con Eladamri. Él necesita a alguien que lo proteja."
"¡No te dejaré morir aquí!"
Un tercer poderoso impacto causó una lluvia más de escombros cayendo desde
las alturas de las Galerías de los Sueños. Los pesados choques causaron la caída de la
unidad de portal. Belbe dejó escapar un grito de horror.
Ella y Takara volvieron a colocar el dispositivo en posición vertical.
Takara estaba preocupada. "¿Está dañado?"
Belbe corrió los comandos de prueba en los dos lados de su unidad de control y
todas las respuestas fueron normales. "¡No! Pero es mejor que lo sontengamos, otra
caída podría echarlo todo a perder."

* * * * *

En el exterior Crovax se tambaleaba. La batalla con Volrath había agotado sus


fuerzas y el esfuerzo necesario para elevar y mover varias toneladas de piedra variable
lo estaba esforzando hasta sus límites. Reunió el poder para un cuarto ataque pero no lo
pudo terminar. El gigantesco ariete se congeló a unos centímetros de las puertas cuando
Crovax se desmayó cayendo boca abajo en el suelo. Nadie trató de atraparlo.
Greven cerró la visera de su yelmo. "¡Décima Compañía, a la derecha! ¡Sexta
Compañía, a la izquierda! ¡Ahora todos juntos a la carga!"
Exclamando ensordecedoramente los soldados se lanzaron contra las puertas.

* * * * *

Los gritos salvajes de las tropas de asalto hicieron correr un escalofrío por la
sangre artificial de Belbe. Ella dio unos golpecitos en las coordenadas finales y la
unidad transplanar zumbó potentemente. El portal se fijó en su destino y una imagen se
formó llenando el cuadrado de arriba abajo y de lado a lado.
Sollozando en silencio Takara se dirigió hacia el portal. "¿Eso es todo? ¿Es eso
Dominaria?"
La escena que se veía através del portal era de una frondosa llanura, verde en el
crecimiento exuberante del verano. Unos cuantos árboles salpicaban la ondulante
sabana. El cielo era azul, no tan azul como el portal abierto, pero de un tono cálido y
vivaz nunca visto en los cielos grises de Rath.
Eladamri fue traspasado por la belleza de la vista. "¿Eso es todo, Avila?"
Belbe no se percató de cómo le llamó. "Debería serlo."
Cuatrocientos hombres empujaron y golpearon las flácidas puertas. Medd,
Kireno y Shamus estrecharon sus manos. Las bisagras entrelazadas de la puerta de la
derecha comenzaron a rechinar mientras el metal era destrozado.
Takara no pudo aguantar más tiempo. Empujó a Eladamri a un lado y corrió
hacia el portal. Cuando lo tocó la imagen se distorsionó en ondas concéntricas, como un
charco de agua después de que una piedra cayera en él. Luego ella desapareció. Un
segundo más tarde Belbe vio la espalda de Takara mientras corría por entre la hierba
alta, lejos de la abertura del portal. Lejos de Rath.

229
"Ve, Eladamri," dijo Belbe.
"Todavía no. Tengo algo para ti."
"¿Qué?"
La bisagra superior cedió
y cayó al suelo. La puerta de la
derecha cayó lentamente,
torciendo la bisagra inferior
mientras lo hacía. Los soldados y
guardias entusiasmados por su
éxito no esperaron que la puerta
cayera sino que se encaramaron
sobre ella. Kireno gritó un grito
de guerra Vec y corrió hacia ellos.
Shamus le siguió dejando a Medd
solo para que alejara a los
atacantes que trataran de llegar al
portal.
Kireno apuñaló a dos
soldados antes de que pudieran saltar claramente sobre la puerta pero más de ellos se
vertieron sobre los costados y pronto se vio rodeado de espadas hostiles. Cambió
ataques con enemigos en dos frentes por varios impresionantes segundos y luego fue
cortado por detrás. Un enjambre de soldados Rathianos pisotearon al rebelde caído y se
arrojaron sobre Shamus. El joven y ágil Dal se quitó de encima por lo menos a cuarenta
guardias mientras se retiraba a la pared. Siguió su lucha matando a dos e hiriendo a
cuatro hasta que la presión se hizo demasiado grande y fue empalado por no menos de
seis espadas a la vez que lo clavaron a la pared. Los soldados retrocedieron dejando el
cadáver de Shamus tirado en la base de una de las pilastras de Volrath.
"¡Eladamri, date prisa!" gritó Belbe. Ella no estaba armada pero estaba dispuesta
a usar sus considerables habilidades para salvaguardar su partida.
Vio cómo el elfo se quitó el fetiche de madera de alrededor de su cuello. Era una
nudosa talla pequeña de un hada, un espíritu ancestral venerado por los elfos más
ancianos. Eladamri no era religioso por lo que el fetiche tenía otro propósito.
Rompió la cintura de la figura, ya que el fetiche era hueco, y dentro de la
cavidad había un pequeño frasco de vidrio cerrado con un tapón de cristal y sellado con
cera. Era el vial que habían dejado junto a la cama de Avila la noche en que murió.
Medd gritó varias palabras a Sivi quien también estaba desarmada pero dispuesta
a defender el portal. Vio como Medd era engullido y asesinado en una tormenta de
escudos y espadas pero también supo que su acción le compró a su líder algunos
preciosos segundos adicionales.
Belbe se alejó de la pelea hasta que se topó con Eladamri. "¿Qué estás
esperando?" exclamó ella. "¡Vete! ¿Acaso no quieres ir?"
"Después de ti, Avila."
Esta vez ella lo escuchó, lo miró con una genuina piedad y le dijo: "Yo no puedo
ir."
Pareció bastante tranquilo cuando sacó el tapón del frasco y arrojó el contenido
sobre ella. Había sólo unas pocas gotas de elixir de la muerte en el mismo. La mayor
parte golpeó la armadura de Belbe sin causar daño pero una sola gota cayó sobre su
mejilla.
La audición de Belbe falló instantáneamente. Su visión se borró y cuando ella se
secó los ojos con las manos untó la pequeña gota en su cara. Sus músculos se

230
bloquearon y un dolor punzante atravesó sus entrañas. Una persona común y corriente
habría muerto en el mismo segundo de entrar en contacto con el elixir pero los potentes
sistemas de Belbe tenían más resistencia. Aún asi, supo que aquella era su perdición.
Una por una, sus funciones corporales se fueron apagando y dejaron de funcionar. Ya
estaba sorda y su visión se estaba contrayendo a un punto estrecho.
Sivi se tambaleó frente a su línea de visión y Belbe alcanzó a ver a Eladamri
empujándola através del portal. La bucólica escena del otro mundo onduló y luego se
aquietó para mostrar a Sivi de espaldas en la hierba alta. Luego esta se giró para mirar a
los dos elfos a través del portal.
Las rodillas de Belbe fallaron y cayó al suelo frente al portal estremeciéndose
violentamente mientras su vida prestada luchaba contra la toxina. Sus labios se
separaron para hablar pero no emitieron ningún sonido.
"Por la paz de mi alma y la tuya, así debía acontecer…" dijo Eladamri y con un
último gesto de aprobación dio un paso através del portal.
Greven y sus soldados llegaron al dispositivo transplanar y uno de los guardias
mas estusiasmado trató de seguir a Eladamri saltando en el portal pero no había
suficiente energía acumulada para efectuar su traslado. Veintisiete kilos del hombre
aterrizaron en la hierba junto a Sivi: su cabeza, sus hombros, un brazo, el yelmo y parte
de una coraza. El resto de él, un tronco chamuscado, cayó hacia atrás en el piso de las
Galerías de los Sueños.
Con su poder
agotado el portal se
cerró. La pristina
imagen de la llanura a
donde Takara, Eladamri
y Sivi habían escapado
se desvaneció en una
humeante niebla gris.
Belbe, pálida por su
inminente muerte y con
lágrimas corriendo por
su rostro, sólo pudo
distinguir las palabras
en los labios de
Eladamri.
"Adiós, Avila."

231
232
Conclusión

Memorial

Cuando se restauró el orden en las Galerías de los Sueños Greven hizo que sus
soldados victoriosos se formaran por compañías en filas enfrentadas entre sí. Allí
permanecieron en posición de firmes hasta que Crovax, recuperado de su desmayo,
entró en la sala. Los rebeldes muertos fueron presentados para su inspección. Crovax les
dio una mirada superficial. Sus almas habían partido tanto tiempo atrás que ya no
estaban disponibles para él.
Ertai se escondían detrás de los talones de Crovax buscando ansiosamente a
Belbe y el dispositivo de portal. Mirando más allá del evincar vio a Belbe arrodillada en
el suelo a pocos metros de distancia y con la cabeza caíada sobre su pecho. Desdeñando
el desagrado del evincar salió corriendo y gritando delante de él. "¡Belbe! ¡Belbe!"
Ella no se movió ni contestó. El le tocó la parte posterior del cuello y de
inmediato supo por qué. Su piel estaba tan fría como el hielo. "Belbe..." susurró
arrodillándose a su lado. Tenía los ojos cerrados y las mejillas aún húmedas. Ertai tomó
su mano mientras las yemas de sus dedos se teñían de negro.
"Muerta, ¿verdad?" preguntó Crovax. Ertai asintió con la cabeza sin decir nada.
"¿Cómo lo hicieron? No veo una herida. No creía que se pudiera matar a una
construcción Pirexiana con tanta facilidad."

233
Ertai parpadeó a través de sus propias lágrimas y vio un pequeño vial de vidrio
en el piso. Estaba agrietado y vacío y olía como a heno recién cortado.
Crovax tomó el frasco de su mano. "Ya veo. Voy a hacer que analicen esto. Los
venenos potentes son cosas útiles a tener en cuenta."
El evincar ordenó que removieran el cuerpo de Belbe junto con lo que quedaba
de la maquinaria del portal y Greven estaba a su lado en espera de la voluntad de su
nuevo maestro.
"Eladamri se ha ido," dijo Greven.
"¿A dónde?" preguntó Crovax.
"Nadie sobrevivió para contarnos, Su Alteza. Este dispositivo de la emisaria
puede que nos proporcione esa información," dijo colocando el control del portal de
Belbe en la mano de Crovax.
Tan pronto como Crovax se apoderó del vital dispositivo Greven fue golpeado
por aporreantes olas de un dolor inimaginable. Este gritó y cayó a los pies de Crovax.
"Esto es sólo el comienzo," dijo. "Tengo años de dolor guardados para ti. Me has
estorbado, frustrado, has ayudado a mi enemigo y encima de todo eso permitiste escapar
al archi-rebelde."
Greven se revolcó sin poder hacer nada, dando arcadas y golpeando su rostro
atormentado contra el suelo.
"La única razón por la que no te mato es porque serás necesario en la guerra que
se avecina." Pateó la cabeza de Greven y agregó: "Además, que Eladamri se haya
exiliado a otro plano es casi tan útil como tenerlo muerto, tal vez más. No habrá la
tumba de un mártir, no existirá un ejemplo valiente para otra generación de
insubordinados."
Envió a dos guardias para que le trajeran a Ertai y estos arrastraron al joven
mago ante Crovax y lo obligaron a acostarse sobre su vientre a los pies del evincar.
"Ahora, ¿qué debería hacer contigo?"
"Ya no me importa."
Crovax le enterró una patada en sus costillas y este gimió y se dobló en dos.
"Niño, no te hagas el héroe conmigo. Yo puedo hacer que te importe cualquier
cosa," su tono se relajó y continuó diciendo: "pero te debo una, ¿no es así?"
"¿Deberme?" dijo jadeando Ertai.
"¿Crees que no me he dado cuenta de que interveniste en mi duelo con Volrath?
Pude ver tu hechizo infantil haciéndole empequeñecer su espada. Nadie en Rath practica
tu clase de magia arcaica. ¿Por qué me ayudaste? Yo pensé que Volrath habría sido un
patrón mas de tu agrado."
"Yo sabía que, eventualmente, tu ibas a ganar. Pensé que si te ayudaba nos
perdonarías a Belbe y a mí."
"Es demasiado tarde para la emisaria. Supongo que sus amigos rebeldes se la
cargaron." Y frunciendo el ceño prosiguió: "Al final esa chica resultó ser un desperdicio
de buena tecnología Pirexiana. ¿En qué estaban ellos pensando?"
Cedió el castigo de Greven y el agonizante guerrero no podía ni ponerse en pie
después de su tratamiento.
"Ertai, como recompensa por tu ayuda no solicitada te perdono tu vida. A
cambio me servirás. ¿Está de acuerdo?"
Una débil chispa de esperanza iluminó la profunda oscuridad en el corazón de
Ertai. "Soy una persona muy talentosa, Su Alteza. Tal vez pueda demostrárselo a usted."
"Ya lo veremos. Mientras tanto utilizaré tu influencia sobre la piedra variable."
"Señor, mi influencia no es nada comparada a la suya."

234
Crovax sonrió y todos los que se encontraban cerca palidecieron con el miedo.
"Tus habilidades serán suficientes para mi propósito."

* * * * *

En una parte remota de la Fortaleza la fábrica de piedra variable inició la


producción de un nuevo día. El Conversor de salida y el medidor de piedra variable
coincidieron, como era la costumbre de su diseño, en la eficiencia de la producción del
día anterior.
"Producción de ayer: 648.922.765 de toneladas," dijo el Conversor. "Esto es
aproximadamente el cincuenta por ciento de nuestra capacidad total."
"Es ciento por ciento," respondió el medidor.
"Hace cuarenta días producimos 1.2 billones de toneladas de piedra variable,"
dijo el Conversor. "Eso representa un esfuerzo del 108 por ciento de nuestra capacidad.
¿Cómo pueden 648.922.765 toneladas del ciclo diario anterior ser el ciento por ciento?"
"No pueden," dijo el medidor. "Aumentar la producción a 1.1 billones de
toneladas en este ciclo."
Los tubos de entrada de lava situados en la parte inferior de la Ciudadela fueron
encendidos. Empujados a plena capacidad, la fábrica retumbó a alta velocidad. La
aceleración de la producción aumentó.

* * * * *

Había un montón de cuerpos que desechar. Los moggs arrastraron un pesado


carro a los Pozos de la Muerte y arrojaron los cuerpos de a uno a la vez para evitar
salpicarse del negruzco alquitrán mortal. Allí cayó Dorian il-Dal, ex chambelán de
palacio. Allí cayó Tharvello, un joven y prometedor sargento. Allí cayeron nueve
jóvenes de los Dal y Vec, todavía vestidos con sus apropiados uniformes Rathianos.
Los moggs ulularon felizmente cuando el último de los cuerpos se hundió en el
lodo gris. Aunque aún había que arrojar muchos cuerpos más su turno había terminado.
Tenían medio día libre ya que el nuevo evincar había declarado día festivo.

* * * * *

Tant Jova estaba muriendo. Ya había pasado los ciento veinte años de edad y
todos los conocimientos de los sanadores de su clan ya no podían evitar el asalto de la
vejez. Se murmuraba en el campamento que la verdadera causa de su enfermedad final
había sido el hecho de que Eladamri y Liin Sivi nunca habían vuelto de su última
incursión.
Acostada en su tienda de campaña en un montículo del Bosque Veloceleste, Tant
Jova llamó a dos personas para que se pusieran al lado de su cama: Darsett en-Dal y
Gallan. El rico comerciante Dal y el joven guerrero elfo se colocaron al costado del
camastro.
"Larga vida a ti, Tant Jova," dijo Darsett apretando una mano en su pecho.
"Tonterías," dijo la anciana con voz áspera. "El tiempo que me queda se mide en
latidos del corazón. Si yo tuviera una larga vida por delante de mí no estaría yaciendo
aquí, ¿verdad?"
"¿Qué podemos hacer, Tant Jova?" preguntó Gallan.

235
"Quiero que se comprometan a continuar la lucha contra la Fortaleza. Sé que la
noche parece oscura y larga pero, como todas las noches, terminará. Dirijan a los
pueblos libres de Rath hacia la mañana."
"Seguiremos adelante con la lucha," dijo Darsett. "Aunque ahora ya no se cual es
su sentido. Tenemos un nuevo evincar, peor que el anterior. La aeronave vuela de
nuevo, haciendo llover muerte sobre nuestro pueblo desde las alturas. La Fortaleza
parece más poderosa que nunca y hemos perdido a Eladamri y a muchos de nuestros
mejores jóvenes guerreros."
"El sentido es luchar, Oh Darsett," dijo Tant Jova tomando su ancha mano.
"Eladamri comenzó su rebelión veinte años atrás. Tú y yo solo hemos estado luchando
durante cinco meses. Si somos capaces de resistir incluso cuando el enemigo es más
fuerte con el tiempo prevaleceremos."
"Nuestros agentes han informado de un gran progreso en el reclutamiento de
personas provenientes de la Fortaleza," dijo Gallan. "No han olvidado lo que Crovax les
hizo a sus familias."
La anciana Vec cerró los ojos. "Él cavó su propia tumba aquel día," susurró."Ya
vendrá el tiempo cuando las almas de todos los justos asesinados se levantarán y
retribuirán al tirano Crovax justicieramente.... "
"Duerme ahora," le exhortó Gallán. "Puedes descansar en paz. Darsett y yo
continuaremos la batalla."
Sus ojos hundidos se cerraron y Gallan y Darsett salieron de la tienda dejando a
la matriarca Vec soñando un último sueño de libertad.

* * * * *

Anochecía. Los dos líderes rebeldes salieron debajo de los árboles y observaron
el cielo oscureciéndose.
"¿Has notado los extraños colores del cielo al amanecer y al anochecer?,"
preguntó Darsett."A veces el cielo se ve bastante azul."
"Es extraño," coincidió Gallan. "Pero no mas extraño que algunos otros cuentos
que he oído. Estoy en contacto con los elfos de otras partes del bosque y con nómadas
Vec que han ido hasta las lejanas Colinas Aserradas y las Tierras Membranosas. Hablan
de ciudades fantasmas apareciendo en la llanura al anochecer y de bosques y montañas
fantasmales visibles justo antes del amanecer."
"¿Eso qué quiere decir?"
El joven elfo negó con la cabeza. "Yo no soy un adivino pero estas señales
pueden ser presagios de cambios próximos, cambios que quizas alteren Rath para
siempre."
Darsett metió las manos en los bolsillos y unas monedas sueltas tintinearon en su
interior. "Fui a la primera reunión de Eladamri porque odiaba los altos impuestos que
Volrath me hacía pagar," reflexionó. "Cinco meses después me encuentro liderando una
maldita revolución y dándole vueltas a presagios misteriosos. ¿Eso tiene sentido?"
Gallan no le pudo responder. En ese momento vio el cielo del norte plagado de
un azul intenso. Las nubes bajas fueron iluminadas por una fuente desconocida y
brillaron con un rojo sanguinario. Tales colores no eran naturales a Rath y su repentina
belleza radical dejó boquiabiertos tanto al elfo com al Dal.

* * * * *

236
Por razones sólo conocidas por él mismo Crovax optó por darle a Belbe un
suntuoso funeral de estado. La Fortaleza era demasiado estrecha para el espectáculo que
Crovax había previsto por lo que la pira funeraria se construyó fuera del cráter en la
suave llanura meridional. Se le ordenó presentarse a todo el ejército de Rath y cada
soldado acudió engalanado con un nuevo manto negro y con cintas oscuras atadas
alrededor de sus yelmos. Las delegaciones de los Dal, Vec y Kor fueron obligadas a
asistir y así lo hicieron, vestidos con un traje de luto adecuado. La pira se vio rodeada
por más de cinco mil espectadores civiles. Muchos de los civiles se preguntaron por qué
se había colocado un robusto poste en el suelo junto a la hoguera y por qué estaba
equipado con cadenas pesadas. Había rumores de que se iba a realizar una ejecución
durante el funeral de la emisaria Pirexiana.
Los soldados y los civiles se colocaron en sus lugares designados y en el tiempo
especificado: una hora antes del anochecer. Esperaron y miraron hacia la calzada en
busca de signos de la procesión funeraria. Para llenar los largos minutos la conversación
giró en torno a los colores extraños que se estaban viendo en el cielo y a las visiones
fantasmales que aparecían con mayor frecuencia en el el inicio y el final de cada día.
Todo aquello era inquietante pero también lo era el nuevo evincar. A diferencia
de Volrath, Crovax no pretendía tener
los modales de la realeza. Era rápido y
eficiente dispensando justicia e
injusticia con una misma facilidad. Su
primer acto después de ordenar el
funeral de Belbe había sido purgar más
de seiscientos cortesanos de la
Ciudadela quienes simplemente
desaparecieron sin ningún juicio ni
dejar rastro.
Las primeras notas viscerales de
un tambor lejano se filtraron por la
calzada. La multitud agitada se calmó y
las multitudinarias filas de soldados
aguzaron la atención.
Una columna de guardias de palacio aparecieron vestidos de gala y sosteniendo
estandartes en lugar de sus armas de asta habituales. Cada miembro del grupo llevaba
una oriflama negra, colgando lánguidamente en el aire inmóvil. Detrás de los guardias
venía un grupo de cincuenta percusionistas golpeando fuertemente un ritmo constante.
Detrás de ellos caminaban los portadores de antorchas, sesenta en total.Vestían tabardos
blancos sobre negro y cada uno portaba una deslumbrante tea de un metro y medio de
largo.
Pisándole los talones venía la emisaria misma cargada en un féretro hecho de
madera auténtica. Belbe había sido envuelta de pies a cabeza en resplandecientes vendas
blancas. Solo se veía su rostro pálido. Su armadura Pirexiana estaba apilada a sus pies.
Todo el féretro pesaba doscientos treinta kilogramos y habían hecho falta ocho fuertes
guardias para llevarlo.
Hasta ese momento el espectáculo había sido impresionante pero predecible. Lo
que seguía al cuerpo de Belbe dejó a todos boquiabiertos por la sorpresa. Volrath… vivo
y encadenado.
Todo el mundo había asumido que Volrath había sido asesinado por Crovax poco
después de su derrota, sin embargo, allí estaba en toda su gloria perdida. Unos técnicos
habían estado trabajando en Volrath durante las semanas posteriores a la ascensión de

237
Crovax al trono. Le habían removido, con diversos grados de éxito, la mayoría de sus
injertos e implantes Pirexianos hasta que lo único que quedó fue una cáscara del ser
divino que alguna vez había sido Volrath. Su hermoso cuerpo había desaparecido y la
pequeña y terrenal figura de Vuel era lo único que había quedado. Vestido sólo con un
taparrabos Volrath, llamado apropiadamente Vuel una vez mas, se las arreglaba para
caminar con una dignidad glaciar levantando su cabeza bien alto. Algunas personas
hicieron una reverencia a su paso. Sus nombres fueron anotados por los agentes de
seguridad de Crovax dispersos entre la multitud. Estaba prohibido el respeto por el
vencido y el castigo era la muerte. Siguientes en la procesión venía el Cuerpo de
Sargentos en sus brillantes armaduras y con las espadas sostenidas rígidamente delante
de sus rostros severos. Un verdugo encapuchado caminaba en su estela y un último
contingente de guardias de palacio cerraba la marcha. Pero ¿dónde estaba Greven il-
Vec? ¿Dónde estaba el evincar?
La primera compañía de guardias se dispersó para formar un anillo alrededor de
la hoguera y del poste. Los percusionistas marcharon más allá del sitio y se detuvieron.
Un anillo de fuego rodeó el lecho fúnebre cuando los portadores de antorchas se
desplegaron en una sola fila a su alrededor. Los portadores del féretro entraron en el
círculo de fuego con oscilantes pasos y lo colocaron cuidadosamente encima de la
gigantesca pirámide de leña. Luego se retiraron fuera del cordón de guardias.
Vuel entró en el anillo y se detuvo por un momento a los pies del féretro de
Belbe. Le hizo una profunda reverencia y luego dirigiéndose al poste chasqueó los
grilletes alrededor de sus propias manos.
El verdugo tomó su lugar al lado de Vuel. No llevaba ningun hacha o espada,
sólo una pequeña bolsa de cuero.
El último contingente de guardias se detuvo en el camino, bloqueando el mismo.
Los percusionistas siguieron tocando un tiempo más y luego terminaron su marcha con
un moviendo de sus bastones. El silencio envolvió la escena.
Arriba, un zumbido de motores aéreos anunció la llegada del Depredador.
Greven estaba entre ellos. La aeronave salió de la Fortaleza y poco a poco dio una
vuelta alrededor del sitio del funeral. El cielo estaba inusualmente libre de nubes y
ningún viento agitaba el anochecer de peltre.
Hubo un destello cerca de la pira y algunos de los espectadores pensaron que el
fuego había sido encendido pero era la llegada de Crovax. La mayoría de la gente nunca
lo había visto teletransportarse y fue complacida por el asombro ondulando entre la
multitud. El evincar estaba resplandeciente con un nuevo yelmo y armadura blanca.
Incluso sus guantes de cuero eran de blancos.
"¡Gente de Rath!" tronó. "Esta es una solemne ocasión. Estamos aquí para
celebrar la muerte y así lo haremos porque la muerte es tan esencial para la vida como el
alimento, el calor o la respiración. La muerte es la gran vara de medición contra la que
nosotros evaluamos nuestras vidas y hoy, delante de nosotros, tenemos dos personas
cuyas vidas han llegado a su fin."
"La emisaria de nuestros Grandes Maestros logró mucho en su corta vida. Ella
siempre deberá ser recordada por haber tendido un puente durante el difícil y peligroso
interregno entre mi reinado y el del evincar anterior."
Tomó una antorcha del portador más cercano y levantándola en alto gritó:
"¡Salve, Belbe! ¡Emisaria de los Grandes Señores!"
Los guardias repitieron el grito de Crovax y la multitud lo elevó aún más.
Crovax arrojó su tea ardiente en la pira y los otros portadores siguieron su ejemplo. La
leña había sido empapada con líquidos inflamables y se incendió a gran velocidad.
Crovax se acercó al verdugo. "¿Cómo estás, Ertai?," preguntó.

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Este se quitó la capucha. "Bien, señor. Es una magnífica noche."
El alguna vez arrogante hechicero había sido cambiado. Las modificaciones, no
muy diferentes a las de Greven, habían hecho al hombre más alto y ancho. De debajo de
su pesada túnica Ertai no sacó dos, sino ¡cuatro brazos! y su rostro estaba parcialmente
oculto de la vista por una máscara metálica y planchas en el hombro. Sólo su frente, sus
ojos y el puente de su nariz podían ser vistos por los miembros de la multitud. El
extremo superior del injerto espinal implantado en la columna de Ertai también era
visible. La incisión todavía seguía inflamada pero la amarillenta barra de metal se
observaba claramente a través de la lívida piel del niño.
Crovax dio la orden. "Prepara la inyección."
Ertai se arrodilló y abrió la bolsa. Adentro había dos objetos: un gran vial de
líquido plateado y una jeringa de metal. Rompió el sello del vial y hundió la aguja en el
espeso líquido.
"Esto tomará unos pocos segundos," dijo en tono de disculpa.
"Haz bien tu trabajo," dijo Crovax. Este se puso de pie cara a cara con Vuel y
dijo: "¿Alguna última palabra? Adelante, di lo que quieras." Pero Vuel no dijo nada
porque Crovax le había hecho cortar la lengua la noche anterior.
"¿Nada que decir? Eso es estimulante. Recordando tu reinado tengo que decir
que en verdad hablaste demasiado."
Ertai se irguió. "Señor, el preparado está listo."
"Procede."
Ertai empujó el émbolo de la jeringa para expulsar el aire restante y unas gotitas
plateadas se escurrieron de la aguja. Cuando las gotitas tocaron el suelo formaron
pequeñas esferas que giraron locamente en su lugar.
Los ojos de Vuel se abrieron de par en par.
Ertai clavó la aguja en la arteria carótida de Vuel ya que el preparado era
demasiado denso para ser bombeado en un brazo o en una vena de la pierna. Los ojos
inyectados en sangre de Vuel sobresalieron cuando Ertai apretó forzosamente el émbolo
hacia abajo. El ex evincar luchó contra sus cadenas pero no obtuvo ningún resultado.
Cuando la jeringa estuvo vacía Ertai se hizo a un lado.
"Su Alteza, está hecho. ¿Quiere tener usted el honor?"
Crovax cruzó los brazos sobre el pecho e inhaló profundamente. "La tarea es
tuya. Lleva a cabo la sentencia."
Ertai hizo una reverencia se puso de pie al lado de Vuel y formó el comando en
su mente. El ex evincar tembló. Su cabeza giró bruscamente y se quedó mirando a Ertai
con un profundo horror.
Vuel se arrancó sus esposas cuando las convulsiones sacudieron su cuerpo. Las
uñas de sus pies y manos salieron desprendidas una por una. La piel de sus
extremidades se
despellejó y la sangre
roja, que ya no poseía
aceite iridiscente, se
volcó como un torrente
sobre el suelo gris. Sus
articulaciones se
desintegraron y,
mientras miraba, sus
dedos cayeron
articulación por
articulación.

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La piedra variable líquida corrió por sus venas obedeciendo la última orden de
Ertai: desmontarse. Las nanomáquinas atacaron a Vuel desde el interior desmantelando
su cuerpo en un nivel celular. Sus rodillas se disolvieron y sus piernas cayeron dejando
al antiguo maestro de Rath colgando por las muñecas esposadas. Luego las muñecas se
desprendieron y este cayó al suelo.

* * * * *

Vuel aterrizó boca arriba. A medida que sus orejas y su nariz se deslizaban de su
rostro, a medida que sus dientes saltaron de su boca con el último aire de sus pulmones
vió el cielo siempre gris de Rath cambiar a un azul perfecto y sin nubes. Era el cielo de
Dominaria y Vuel, hijo de Kondo, supo que por fin había regresado a casa.

* * * * *

El fuego se apagó. Nada más que cenizas quedaron de la carne de Belbe.


La llanura estaba vacía. Vuel se había ido. Ni siquiera los huesos habían quedado
cuando la implacable piedra variable le había desmontado hasta la última mota
sangrienta. Solo Ertai permaneció. Esperó bajo un cielo que el conocía hasta que el
fuego se apagara. Cuando se consumieron las últimas y pequeñas llamas se metió en la
pila de cenizas que habían sido el féretro de Belbe desinteresado por las brasas
ardientes. Su esqueleto de metal estaba intacto aunque deformado por el intenso calor
de la hoguera. Encontró su pequeño cráneo, manchado y ennegrecido pero con una
aleación brillante refulgiendo alrededor de las cuencas de los ojos y se lo guardó debajo
del brazo.
Su pie desprendió un extraño objeto, una esfera negra de unos diez centímetros
de diámetro. La tomó y sintió que en vez de estar caliente era fría al tacto y ni una mota
de ceniza se aferraba a ella. La superficie brillante era perfecta, sin mancha. Pirexiana,
sin lugar a dudas. La “lente” de Belbe.
Incluso con un injerto espinal en su columna vertebral Ertai se sintió
aterrorizado. Dejó caer el orbe negro y dándole una patada este se hundió de nuevo en
las cenizas. Lo único que quería era el cráneo. Luego volvió corriendo a la Fortaleza
bajo las estrellas de Dominaria y rezando que la lente ya no funcionara nunca más.

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