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¿QUÉ ES LA UNIDAD CRISTIANA?

Por John Piper

La unidad entre dos o más personas recibe su virtud completamente de algo ajeno. La
unidad en sí misma es neutral hasta que otra cosa le da bondad o maldad. De manera que
si Herodes y Pilato se unifican por su desprecio común hacia Jesús (Lc. 23:12), esta no
es una buena unidad. Pero si Pablo y Silas cantan juntos en la cárcel por causa de Cristo
(Hch. 16:25), esta es una buena unidad.

Por lo tanto, nunca es suficiente llamar a los cristianos a tener unidad. Eso puede ser
bueno o malo. El voto unificado hace cincuenta años en mi iglesia en Carolina del Sur
para prohibir a los negros de asistir a los servicios no fue una buena unidad. El voto
unificado de una denominación protestante para bendecir actos sexuales prohibidos no es
una buena unidad.

¿Qué hace a la unidad cristiana?

La unidad cristiana en el Nuevo Testamento recibe su bondad de una combinación de su


fuente, sus ideas, sus afectos y sus objetivos.

Su fuente

Pablo nos dice que debemos esforzarnos “por preservar la unidad del Espíritu en el
vínculo de la paz” (Ef. 4:3). Eso lo tomo en el sentido de que el Espíritu Santo es el gran
dador de la unidad. “Pues por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo
cuerpo, ya Judíos o Griegos, ya esclavos o libres. A todos se nos dio a beber del mismo
Espíritu” (1 Co. 12:13).

Sus ideas

Pablo dice que los pastores y maestros han de equipar a los santos “hasta que todos
lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios” (Ef. 4:13). En
otras palabras, la unidad que buscamos es unidad en la verdad. Por supuesto, la unidad
cristiana es más que la verdad compartida, pero no es menos que esto. Pablo amontona
las palabras para unidad en Filipenses 2:2, “hagan completo mi gozo, siendo del mismo
sentir, conservando el mismo amor, unidos en espíritu, dedicados a un mismo propósito”
(véase también Filipenses 4:2). Todo para que sea “conforme a Cristo”. “Y que el Dios
de la paciencia […] les conceda tener el mismo sentir los unos para con los otros conforme
a Cristo Jesús” (Ro. 15:5).

Sus afectos

Por supuesto, el amor unificador en el cuerpo de Cristo incluye un compromiso fuerte a


hacer el bien a la familia de Dios, tengas ganas o no (Gá. 6:10). Pero la experiencia de la
unidad cristiana es más que eso. Incluye un amor afectuoso, algo más que sacrificarse por
aquellos que no nos agradan. Conlleva un sentimiento de cariño. Hemos de tener afecto
por aquellos que son nuestra familia en Cristo. “Sean afectuosos unos con otros con amor
fraternal” (Ro. 12:10). “Puesto que en obediencia a la verdad ustedes han purificado sus
almas para un amor sincero de hermanos, ámense unos a otros entrañablemente, de
corazón puro” (1 P. 1:22). “En conclusión, sean todos […] compasivos, fraternales,
misericordiosos, y de espíritu humilde” (1 P. 3: 8).

Sus objetivos

La unidad arraigada en el Espíritu, la unidad que manifiesta a Cristo, la unidad que atesora
la verdad y que ama humildemente está diseñada por Dios para tener por lo menos dos
objetivos: un testimonio al mundo, y una proclamación de la gloria de Dios. El apóstol
Juan deja claro el primero de estos: “Un mandamiento nuevo les doy: ‘que se amen los
unos a los otros;’ que como Yo los he amado, así también se amen los unos a los otros.
En esto conocerán todos que son Mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros”
(Jn. 13: 34-35).

Las famosas declaraciones de Jesús en Juan 17 tienen sus raíces en la profunda unidad
espiritual entre el Padre y el Hijo, y con los que Dios ha escogido de entre el mundo (Jn.
17:6). “Para que todos sean uno. Como Tú, oh Padre, estás en Mí y Yo en Ti, que también
ellos estén en Nosotros, para que el mundo crea que Tú Me enviaste” (Jn. 17:21). Nota
que el testimonio al mundo es que los discípulos están en el Padre y el Hijo para que el
mundo crea. Esto es mucho más —profundamente más— que estar relacionado a través
de una organización común.

La unidad que brilla con gloria para que el mundo vea es la unión con el Padre y el Hijo,
para que la gloria del Padre y el Hijo sea parte de nuestras vidas. “La gloria que Me diste
les he dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno” (Jn. 17:22). Esa gloria se
debe a esto: “Yo en ellos y tú [Padre] en mí” (Jn. 17:23). De esta unión con Dios, y la
gloria que da, brilla algo que el mundo puede ver, si Dios les da ojos para ver. El objetivo
de Dios con esta unidad verticalmente arraigada, esta unidad horizontalmente enfocada,
esta unidad que refleja la gloria de Dios, es que Él pueda “reunir en uno a los hijos de
Dios que están esparcidos” (Jn. 11:52).

El objetivo final de dicha unidad de los cristianos es la gloria de Dios. De ahí que Pablo
ora, “Y que el Dios de la paciencia y del consuelo les conceda tener el mismo sentir los
unos para con los otros conforme a Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquen
al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, acéptense los unos a los otros,
como también Cristo nos aceptó para la gloria de Dios” (Ro. 15:5-7).

¿Cuáles implicaciones hay para nosotros?

1. Busca la plenitud del Espíritu Santo que crea la unidad.

“Y no se embriaguen con vino, en lo cual hay disolución, sino sean llenos del Espíritu”
(Ef. 5:18). Busca ser guiado por el Espíritu y producir los frutos del Espíritu (Gá. 5:18, 22-
23) pues estos son los engranajes de las ruedas de amor. Si eres un extraño al Espíritu
Santo, te preocupará poco la unidad que Él construye.

2. Esfuérzate por conocer y difundir las verdades de Cristo y sus caminos.


Trata de alcanzar “la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios” (Ef.
4:13). Crecer “en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2
Pedro 3:18). Compartir, por todos los medios que puedas, lo que ves de Cristo. “Que la
palabra de Cristo habite en abundancia en ustedes, con toda sabiduría enseñándose y
amonestándose unos a otros” (Col. 3:16).

3. Ama a los cristianos más allá de tus fronteras teológicas.

Cultiva el afecto hacia aquellos más allá de tus fronteras teológicas que son
verdaderamente tus hermanos y hermanas en Cristo. Odia errores graves, no hermanos
sinceros. Los seres humanos nunca han sido buenos en esto. Y el ambiente filosófico y
emocional de hoy lo hace que sea aún más difícil, ya que las declaraciones de verdad solo
se ven como un pretexto para lograr tener el control. Pero considera lo que dice Spurgeon
y trata de llegar a ser como él. Observa la intensidad de odio y amor:

Donde está el Espíritu de Dios ahí debe haber amor, y si alguna vez he conocido y
reconocido a algún hombre como mi hermano en Cristo Jesús, el amor de Cristo me
constriñe a no pensar en él como un extraño o un extranjero, sino como un conciudadano
de los santos. Ahora, yo aborrezco la fuerte adherencia a las prácticas de la ‘Iglesia Alta’,
de la manera que mi alma odia a Satanás; pero me encanta leer a George Herbert, aunque
George Herbert era un denodado miembro de la ‘Iglesia Alta’. Yo aborrezco su fuerte
adherencia a las prácticas de esa iglesia, pero amo a George Herbert muy profundamente,
y guardo un cálido rincón en mi corazón para cada ser que sea como él. Si me encontrara
a algún hombre que ame a mi Señor Jesucristo como George Herbert lo amó, entonces no
me preguntaría si he de amarlo o no; las preguntas no cabrían, pues no podría evitarlo; a
menos que pudiera dejar de amar a Jesucristo, no podría dejar de amar a aquellos que lo
aman. (Sermones del Púlpito del Tabernáculo Metropolitano, vol. XII, 6)

4. Sirve a los cristianos más allá de tus fronteras teológicas.

En aras de un testimonio al mundo, busca maneras de mostrar amor a hermanos y


hermanas más allá de las barreras; tanto el tipo de barreras que deben ser eliminadas,
como el tipo de barreras que el compromiso con la verdad (y la unidad en la verdad) te
prohíbe quitar. Haz esto para la gloria de Dios. Que Francis Schaeffer sea tu guía:

Es en medio de una diferencia que tenemos nuestra oportunidad dorada. Cuando todo va
bien y todos estamos de pie en torno a un pequeño círculo, no hay mucho para que el
mundo vea. Pero cuando llegamos al lugar donde hay una diferencia real, y exhibimos un
compromiso inquebrantable con la verdad, pero al mismo tiempo un amor observable,
entonces hay algo que el mundo puede ver, algo que pueden utilizar para juzgar que estos
realmente son cristianos, y que Jesús ciertamente ha sido enviado por el Padre. (Obras
completas, vol. 4, 201, énfasis añadido)

La ambigüedad y la esperanza

Cuando todo está dicho y hecho, las ambigüedades permanecen. ¿Qué tipo de límites
deben definir iglesias, escuelas, denominaciones, conferencias, ministerios
paraeclesiásticos, reuniones de oración a nivel de la ciudad, esfuerzos evangelísticos
locales? Sin embargo no estamos a la deriva. No estamos sin timón y sin velas. Tenemos
las estrellas del cielo y nuestro sextante de confianza. En dependencia de la Palabra y el
Espíritu, en humildad, llegaremos a casa… juntos.

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