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MAESTRÍA EN ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS

PIURA 2010-I

ASIGNATURA : Retención de Graduados MBA.

PROFESOR : Dirección de MBA.

TÍTULO TRABAJO : Competitividad empresarial.

El presente trabajo ha sido realizado de acuerdo a los reglamentos


de la ESAN por:

 Sarango Mogollón, Samuel 1006541

Piura, 6 de enero de 2015


COMPETITIVIDAD EMPRESARIAL

La evolución del concepto de competitividad no ha sido pacífica. A lo largo de


la historia el término ha sido dotado de diferentes significados, muchos de los
cuales han contribuido a hacerlo más nebuloso. El presente artículo tiene por
objetivo exponer una visión sencilla de competitividad, dando respuesta a cada
una de las siguientes interrogantes: 1) ¿Cuál, a criterio del autor, resultaría del
ser la verdadera unidad de análisis del concepto?, 2) ¿cómo debe ser
entendida la competitividad? y 3) ¿los Estados o países compiten realmente? Commented [S1]: Subsanación a primera observación: “(…)
agregar los siguientes puntos: 1. Pregunta de investigación u
objetivo, sub preguntas u objetivos específicos”.

Definiciones y posturas de autores consultados


La Real Academia Española define a la competitividad como la capacidad de
competir y como la rivalidad para la consecución de un fin. Por su parte
competir encuentra dos acepciones: Dicho de dos o más personas, contender
entre sí, aspirando unas y otras con empeño a una misma cosa. Dicho de una
cosa, igualar a otra análoga, en la perfección o en las propiedades.

A priori y considerando estas acepciones, la competitividad empresarial estaría


relacionada con la capacidad que tiene una empresa de igualar o superar a
otra similar en los resultados de gestión. No obstante, las diferentes posiciones
sobre este concepto no han sido pacíficas a lo largo de la historia:

Evolución del concepto de competitividad


Los economistas clásicos que han identificado los cuatro factores: tierra,
capital, recursos naturales y fuerza laboral (véase Adam Smith (1723-
1776
1790), Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las
naciones, 1776).
David Ricardo, con su ley de la ventaja comparativa, que ya subraya cómo
1817 los países deberían competir (véase David Ricardo (1772-1823),
Principios de economía política y tributación, 1817).
Los economistas marxistas, quienes han destacado el efecto del ambiente
sociopolítico en el desarrollo económico, de allí la idea comunista de que
1867 cambiar el contexto político debería preceder al desenvolvimiento
económico (véase Karl Marx (1818-1883), Capital: Una Crítica de
Economía Política, 1867).
Max Weber, sociólogo alemán, quien estableció la relación entre valores,
creencias religiosas y el desenvolvimiento económico de las naciones.
1905
(véase Max Weber (1864-1920), La ética protestante y el espíritu
capitalista, 1905).
Joseph Schumpeter, quien enfatizó el rol del emprendedor como un factor
1942
de competitividad, subrayando que el progreso es el resultado de los

2
desequilibrios que favorecen la innovación y la mejora tecnológica (véase
Joseph Schumpeter (1883-1950), Capitalismo, socialismo y democracia,
1942).
Alfred P. Sloan y Peter Drucker, quienes desarrollaron con más
profundidad el concepto de administración como un factor principal para la
1965
competitividad (véanse Alfred P. Sloan (1875-1965): Mis años en General
Motors; 1963: Peter Drucker, La era de la discontinuidad, 1969).
Robert Solow, quien ha estudiado los factores subyacentes al crecimiento
económico en los Estados Unidos entre 1948 y 1982 para destacar la
1982 importancia de la educación, la innovación tecnológica y los crecientes
conocimientos técnicos (know-how) (véase Robert Solow, 1924), El
cambio tecnológico y la función de producción agregada, 1957).
Finalmente, Michael Porter, quien ha tratado de integrar todas estas ideas
1990 en un modelo sistemático llamado el diamante de la ventaja nacional
(véase Michael Porter, La ventaja competitiva de las naciones, 1990).
Fuente: S. Garelli, “The competitiveness of nations: the fundamentals”, IMD World
Competitivenes Yearbook 2006.

Como se puede apreciar, el concepto de competitividad es asociado


frecuentemente a naciones o países, de manera que surge la necesidad de
responder la siguiente interrogante: ¿Las naciones o países compiten
realmente entre sí?

Postulando una visión crítica sobre el uso del término, Krugman1 sostiene que
tratar de definir la competitividad de una nación es mucho más
problemático que definir la de una corporación. El punto de equilibrio
para una corporación es literalmente su punto de equilibrio: Si una
corporación no es capaz de pagar sus trabajadores, proveedores y
tenedores de bonos, saldrá del mercado. Así cuando decimos que una
corporación no es competitiva queremos decir que su posición de
mercado es insostenible y que, a menos que mejore su gestión,
quebrará; mientras que los países, de otro lado, no quiebran; estos
pueden ser felices o infelices con su gestión económica, pero no tienen
un punto de equilibrio bien definido. Como resultado, el concepto de
competitividad nacional es evasivo.

Uno puede suponer, ingenuamente, que el punto de equilibrio de una


nación es su balance de comercio, que la competitividad puede ser

1
Krugman, P. (1994). Competitividad: Una peligrosa obsesión. Foreign Affairs.

3
medida por la habilidad de un país para vender afuera más de lo que
compra. Pero tanto en la teoría como en la práctica un superávit
comercial puede ser un signo de debilidad nacional y un déficit un signo
de fortaleza.

Es más, los países no compiten entre sí del modo como lo hacen las
corporaciones. Coca-Cola y Pepsi son casi puramente rivales:
Únicamente una fracción despreciable de las ventas de Coca-Cola va a
los trabajadores de Pepsi. Así, si Pepsi es exitosa, ello tiende a ser a
expensas de Coca-Cola. Pero los principales países industriales,
mientras ellos venden productos que compiten entre sí, son también
recíprocamente sus principales mercados de exportación, así como
proveedores mutuos de importaciones útiles. Si la economía europea
marcha bien, ello no necesita ser a expensas de Estados Unidos;
indudablemente, si algo ocurre, es probable que una economía europea
exitosa ayude a la economía estadounidense proveyéndola con
mercados más grandes y vendiéndole bienes de superior calidad a bajos
precios. El comercio internacional no es entonces un juego de suma
cero. Cuando la productividad aumenta en Japón, el principal resultado
es un alza en los salarios reales japoneses; los salarios americanos o
europeos pueden, al menos en principio, subir o bajar, pero en la
práctica parece ser virtualmente inafectados.

Sería posible rebatir el punto, pero la moral es clara: Mientras en


principio podrían surgir problemas competitivos, en la práctica, en el
terreno empírico, las principales naciones del mundo no se encuentran
en grado significativo de competencia económica unas con otras. Desde
luego, hay siempre una rivalidad por estatus y poder (los países que
crecen más rápido verán levantar su rango político). Así, es siempre
interesante comparar países. Pero afirmar que el crecimiento japonés
disminuye el estatus de Estados Unidos es muy diferente de decir que
reduce el nivel de vida estadounidense y es esto último lo que la retórica
de la competitividad declara.

4
Para Michael Porter2 la competitividad se define por la productividad con la que
un país utiliza sus recursos humanos, económicos y naturales. Según Porter,
para comprender la competitividad, el punto de partida son las fuentes
subyacentes de prosperidad que posee un país. El nivel de vida de un
país se determina por la productividad de su economía, que se mide por
el valor de los bienes y servicios producidos por unidad de sus recursos
humanos, económicos y naturales. La productividad depende tanto del
valor de los productos y servicios de un país -medido por los precios que
se pagan por ellos en los mercados libres- como por la eficiencia con la
que pueden producirse. La productividad también depende de la
capacidad de una economía para movilizar sus recursos humanos
disponibles. Por tanto, la verdadera competitividad se mide por la
productividad. La productividad permite a un país soportar salarios altos,
una divisa fuerte y una rentabilidad atractiva del capital. Y con ello, un
alto nivel de vida. Lo que más importa no es la propiedad o las
exportaciones o si las empresas son de propiedad nacional o extranjera,
sino la naturaleza y la productividad de las actividades económicas que
se desarrollan en un país determinado. Y las industrias puramente
locales sí contribuyen a la competitividad porque su productividad no
sólo fija el nivel de los salarios en cada sector, sino también tiene un
impacto importante sobre el coste de la vida y el coste de hacer
negocios en ese país.

Porter señala también que, a nivel global, la definición más intuitiva de


competitividad es la participación de los productos de un país en los mercados
mundiales.
Bajo esta definición, la competitividad es un juego de suma cero porque
lo que gana un país, lo hace a costa de lo que pierden otros. Esta visión
de la competitividad se utiliza para justificar intervenciones destinadas a
inclinar las decisiones de los mercados a favor de un país determinado
(la llamada política industrial). También sustenta las políticas destinadas
a conceder subvenciones, mantener salarios locales bajos y devaluar la

2
Porter, M. (2005). ¿Qué es la Competitividad? Navarra. IESE Business School, Centro
Anselmo Rubiralta de Globalización y Estrategia.

5
divisa del país, todo ello con la finalidad de fomentar las exportaciones.
De hecho, sigue afirmándose con frecuencia que unos salarios más
bajos o la devaluación “hacen más competitivo un país”. Los
empresarios y directivos han sido conquistados por esta visión de cuota
de mercado porque parece dar respuesta a sus preocupaciones
competitivas inmediatas.

Por desgracia, esta visión intuitiva de la competitividad está viciada de


raíz y su aplicación perjudica el progreso económico nacional. La
necesidad de salarios bajos revela una falta de competitividad y limita la
prosperidad. Las subvenciones merman la renta nacional e imponen
opciones que impiden hacer un uso más productivo de los recursos del
país. La devaluación constituye un recorte de sueldo colectivo a nivel
nacional al rebajar el precio de los productos y servicios vendidos en los
mercados mundiales, a la vez que sube el coste de los bienes y servicios
comprados en el extranjero. Por tanto, las exportaciones que se
fundamentan en salarios bajos o una moneda barata no pueden
sustentar un nivel de vida atractivo. La economía no es un juego de
suma cero. Muchos países pueden mejorar su prosperidad si logran
mejorar su productividad. Por consiguiente, el reto fundamental en el
desarrollo económico es cómo crear las condiciones necesarias para un
crecimiento rápido y sostenido de la productividad. La competitividad
microeconómica debe constituir el tema central en el orden de día de la
política económica de todos los países sin excepción.

La tendencia a esta natural asociación ha originado que en la actualidad


existan instituciones a nivel mundial que tienen por objeto la realización de
investigaciones sobre la competitividad de las naciones, a saber, el
International Institute for Management Develoment (IMD) y el World Economic
Forum (WEF). El primero de ellos la define como “un campo del conocimiento
económico que analiza los hechos y políticas que determinan la capacidad de
una nación para crear y mantener un entorno que sustente la generación de
mayor valor para sus empresas y más prosperidad de su pueblo”; el segundo

6
como “el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel
de productividad de un país”.

Como se podrá apreciar en la siguiente gráfica, el IMD3 considera tres factores


de talento, a saber: Inversión y desarrollo, atractivo y formación. En el primero
de ellos se analiza el total del gasto público en educación, el total del gasto
público por alumno, la proporción de alumnos por profesor en educación
primaria y secundaria, el aprendizaje, la formación de los empleados y la fuerza
laboral femenina. En el segundo, el costo de vida, el atractivo y retención, la
motivación del trabajador, la fuga de cerebros, la calidad de vida y la mano de
obra calificada extranjera. En el tercero, el crecimiento de la fuerza laboral, la
mano de obra calificada, las habilidades financieras, la experiencia
internacional, los altos directivos competentes, el sistema educativo, la ciencia
en las escuelas, la educación universitaria, la educación gerencial y las
habilidades lingüísticas.

Por su parte el WEF4 analiza doce pilares, a saber: Instituciones,


infraestructura, entorno macroeconómico, salud y educación básica, educación
superior y formación, eficiencia del mercado de bienes, eficiencia del mercado

3
IMD World Competitiveness Center (2014). IMD World Talent Report 2014. Suiza. IMD.
4
World Economic Forum (2013). The Global Competitiveness Report 2013-2014. Ginebra.
WEF.

7
laboral, desarrollo del mercado financiero, preparación tecnológica, tamaño de
mercado, sofisticación empresarial e innovación.

Postura personal
Imaginemos una carrera de atletismo: Como agentes de la misma podremos
identificar a los competidores y a los organizadores del evento, y en un plano
muy distinto estarán los patrocinadores y el público espectador. El rol de los
competidores será el de prepararse constantemente para perfeccionar sus
habilidades y obtener los resultados esperados, es decir, desarrollar su
capacidad de competir. El rol de los organizadores, el de establecer las reglas
de la competencia y generar ciertas condiciones para que los competidores
puedan participar sin contratiempo alguno.

Extrapolando los roles de este sencillo ejemplo diremos que las personas
compiten entre sí a diario, ya sea en el ámbito educativo, laboral y personal en
general y siempre habrá alguien o algo que establezca las condiciones o
genere incentivos para que esta competencia natural ocurra (los centros de
formación, los empleadores o jefes, el Estado, etc.).

8
Esto nos permite sostener que toda competencia presupone una capacidad de
competir o competitividad, la voluntad de desplegarla y la existencia de una
contraparte con la misma capacidad y voluntad.

A diferencia de la literatura consultada que analiza la competitividad a nivel de


empresa y país5, diremos que tanto aquella como el Estado son construcciones
sociales que buscan organizar el entorno, pero finalmente están conformadas
por personas, con lo cual, sostenemos que la competitividad sólo puede ser
predicada stricto sensu de las personas como individuos capaces de
desarrollar habilidades inherentes, ya sea en el ámbito personal, empresarial y
estatal.

En efecto, las personas se asocian libremente para sumar esfuerzos y así


perseguir y conseguir fines económicos. E igualmente, ya sea por elección,
designación o nominación, ostentan la potestad y/o autoridad para organizar la
sociedad. Pero, ¿una empresa y el Estado pueden competir?

Esta perspectiva de la competitividad se complementa con la identificación de


los diferentes roles asignados cada una de las partes. El rol de un estudiante
consistirá en prepararse debida y oportunamente y así obtener las mejores
calificaciones. El de un trabajador, el de desempeñar sus funciones a
cabalidad, con criterio y sentido común.

Por extensión, coincidimos con autores como Abdel Musik y Romo Murillo6
para los que una empresa es competitiva cuando [por la capacidad de las
personas que la integran] genera una ventaja competitiva a través de sus
métodos de producción y de organización (reflejados en el precio y en la
calidad del producto final) con relación a los de sus rivales en un mercado
específico. Así, la pérdida de competitividad se traduciría en una pérdida de
ventas, menor participación de mercado y, finalmente, en el cierre de la planta.

5
Alarco, G., Anderson, C., Benzaquen, J. y otros (2011). Competitividad y desarrollo, evolución
y perspectivas recientes. Lima. Planeta.
6
Abdel Musik, G. y Romo Murillo, D. (2004). Sobre el concepto de competitividad. México.
Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).

9
La capacidad para competir se basa en una combinación de precio y calidad
del bien o servicio proporcionado, de manera que cuando la calidad es la
misma en mercados competitivos (esto es, mercados con una cantidad
importante de productores en los que cada uno de ellos no tiene el poder de
fijar precios), los proveedores seguirán siendo competitivos si sus precios son
tan bajos como (o más bajos que) los precios de sus rivales. Por otra parte, las
empresas que han logrado establecer una reputación de calidad superior
pueden destacar del resto y seguir siendo competitivas, incluso cobrando
precios más elevados que sus rivales en ese mercado específico.

De la misma forma, es posible señalar que un Estado es competitivo cuando


cumple los roles para el que ha sido creado y satisface las necesidades de los
ciudadanos que habitan en él. No obstante ello no puede ocurrir a cualquier
costo, la intervención del Estado debe ser mínima, a efectos de corregir los
fallos del mercado7 (inestabilidad de ciclos económicos, inexistencia de bienes
públicos, externalidades, competencia imperfecta y distribución desigual de la
renta), particularmente frecuentes en los países en vías de desarrollo.

Bajo estos supuestos, podemos sostener que las personas compiten entre ellas
a través de empresas nacionales y/o extranjeras y las autoridades de estos
países lo hacen para mejorar la salud de sus economías en un contexto global
cada vez más palpable e ineludible, pero no a expensas del bienestar de otros.

Meses atrás, en el año 2014, el WEF publicó el Reporte de Competitividad


Global 2014-2015, en el cual Perú ocupó el puesto 65 de un total de 144
países. En aquella oportunidad se dijo que las preocupaciones sobre el
funcionamiento de las instituciones (118), junto con el insuficiente progreso en
la mejora de la calidad de la educación (134) y la adopción tecnológica (92),
explicaban el descenso del país. Asimismo, que éste tiene como fortaleza el
desempeño macroeconómico (21) y altos niveles de eficiencia en el mercado
de bienes (53), financiero (40) y de trabajo (51), a pesar de la rigidez en las
prácticas de contratación y despido (130). Por último, que Perú necesita

7
Mochón, F. (2006). Principios de Economía. España. McGraw-Hill.

10
fortalecer sus instituciones públicas (127) mediante el aumento de la eficiencia
del gobierno (116), luchar contra la corrupción (103) y mejorar la infraestructura
(88). Además, desarrollar la capacidad para generar y utilizar el conocimiento y
así diversificar la economía hacia actividades más productivas y que requerirán
elevar la calidad de la educación (134), ya que aún no es capaz de
proporcionar las habilidades necesarias para una economía cambiante;
también impulsar la adopción de tecnología (92), que incluye una mayor
aceptación y uso de las TIC (101); y elevar su capacidad de innovación (117),
que sigue siendo baja. El Reporte también califica a Suiza, Singapur, Estados
Unidos, Finlandia y Alemania como los cinco mejores países; y a Chile (33),
Panamá (48), Costa Rica (51), Brasil (57), México (61), Perú (65) y Colombia
(66) como los mejor ubicados de América Latina. Como se podrá apreciar,
estos indicadores son más de personas que de entes abstractos, aquellas
dirigen los destinos de un país compiten para mejorar el nivel de vida de sus
habitantes o, si se quiere, rivalizan por estatus, parafraseando a Krugman. El
diagnóstico del WEF sobre el caso peruano revela las deficiencias del país,
pero en estricto de la clase política para desarrollar esa capacidad de competir
que se requiere, para generar los incentivos suficientes en determinados
sectores que propicien las habilidades que demanda una economía cambiante.
La competitividad de un país no es más que la competitividad de las personas
en los diferentes roles que la sociedad les asigna, de particulares y de aquellos
que dirigen el destino político y económico del mismo, pero no a través de una
intervención arbitraria de estos últimos. Commented [S2]: Subsanación a Segunda observación: “(…)
agregar los siguientes puntos: (…) 2. Caso práctico, sustentado en la
teoría”.

Siendo esto así, la competitividad debe ser entendida como la capacidad de


competir y resulta ser un requisito o condición indispensable en las personas
que tienen en sus manos la dirección de una organización y el destino de un
país.

Conclusiones
 No existe un concepto unívoco de competitividad. Este ha ido
evolucionando a lo largo de la historia, siendo definido desde diferentes
enfoques que en algunos casos han contribuido a distorsionar su alcance
en vez de aclararlo.

11
 Una de estas postura señala que las naciones -entiéndase estados-
compiten entre sí como las organizaciones empresariales, esto es, en un
juego de suma cero donde existen naciones que ganan a expensas de
otras. No obstante, esta postura es abiertamente criticada por prestigiosos
autores como Krugman y Porter, para quienes este tipo de prácticas
afecta la productividad de un país.

 Existe una justificación para que la unidad de análisis de la competitividad


sea la persona, al ser la empresa y el Estado construcciones sociales
integradas por individuos que desempeñan roles en la sociedad.

 En una sencilla definición la competitividad puede ser entendida como la


capacidad de los individuos de competir con sus pares en función a los
roles que tienen asignados en la sociedad. Esta capacidad de competir
presupone la existencia de una voluntad para desarrollar habilidades y el
despliegue de la misma frente a una contraparte que también decide
competir.

 Por extensión, las empresas compiten con otras empresas que


pertenecen al mismo sector o industria, resultando competitivas en la
medida que puedan generar una ventaja en sus métodos de producción y
de organización; el Estado puede competir con otros Estados, estando
condicionada su competitividad a la generación de un entorno que
favorezca el crecimiento sostenido de la productividad y se refleje en
niveles de vida más elevados para la población, con una intervención
mínima para corregir los fallos de mercado en determinados sectores.

 Bajo este enfoque la competitividad viene a ser una suerte de medio para
mejorar la productividad.

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Referencias bibliográficas
 Garelli, M. (2014). The fundamentals and history of competitiveness. Suiza.
IMD World Competitiveness Yearbook.
 Porter, M. (2007). La ventaja competitiva de las naciones. América Latina.
Harvard Business Review.
 Porter, M. (2005). ¿Qué es la Competitividad? Navarra. IESE Business
School, Centro Anselmo Rubiralta de Globalización y Estrategia.
 Krugman, P. (1994). Competitividad: Una peligrosa obsesión. Foreign
Affairs.
 Díaz Sánchez, H. (2010). Conceptualización y antecedentes teóricos de la
competitividad internacional y regional: Un asunto territorial. Bogotá.
Asociación Colombiana de Estudios Regionales y Urbanos ASCER.
 Alarco, G., Anderson, C., Benzaquen, J. y otros (2011). Competitividad y
desarrollo, evolución y perspectivas recientes. Lima. Planeta.
 Mochón, F. (2006). Principios de Economía. España. McGraw-Hill.
 Abdel Musik, G. y Romo Murillo, D. (2004). Sobre el concepto de
competitividad. México. Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).
 Benzaquen, J., Del Carpio, L., Zegarra, L. y Valdivia, C. (2010). Un índice
regional de competitividad para un país. CEPAL.
 IMD World Competitiveness Center (2014). IMD World Talent Report 2014.
Suiza. IMD.
 World Economic Forum (2013). The Global Competitiveness Report 2013-
2014. Ginebra. WEF.
 Consejo Privado de Competitividad (2013). Informe Nacional de
Competitividad 2013-2014. Lima. CPC.
 Consejo Nacional de la Competitividad (2012). Agenda de Competitividad
2012-2013. Lima. MEF.

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