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7.3 – EL CRECIMIENTO DE LA ECONOMÍA MUNDIAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL S.

XIX (1850-1914)

7.3.1 – EL RITMO DE CRECIMIENTO Y LOS CICLOS ECONÓMICOS

El ritmo de crecimiento de los países industrializados a lo largo del s. XIX fue muy rápido.
Entre 1800-13 el PBN en los países desarrollados creció un promedio anual de 1,1%. Aunque
hay que aclarar que: por un lado, la tasa de crecimiento varió entre los países en relación a
una compleja combinación de factores como el crecimiento demográfico, la relación
población-recursos, etc., permitiendo distinguir entre países de crecimiento rápido (EEUU,
Alemania, Bélgica, Francia, Suecia, Suiza, Dinamarca), de crecimiento mediano (Gran
Bretaña, Hungría, Austria, Rumania, Noruega, Rusia) y de crecimiento lento (Europa del sur y
los Balcanes). Por otro lado, el crecimiento no fue uniforme, alterándose etapas de expansión
y estancamiento.

7.3.1.1 – Los ciclos económicos

Es característica de la economía industrial en los países capitalistas la aparición de nuevos


tipos de fluctuación económica. Con la industrialización se atenúan las fluctuaciones de los
rendimientos agrícolas (propias del AR) y emergen nuevos ciclos específicos. Los ciclos de las
economías industriales son diversos y se clasifican según su duración. Los ciclos más largos o
de KONDRATIEFF (llamados así por el economista ruso que los investigó) duran alrededor de
50 años y se dividen en dos períodos, uno de alza y otro de descenso de precios; los ciclos
intermedios que duran entre 18 y 22 años; los ciclos cortos o de JUGLAR constituyen los
movimientos de “ciclos comerciales”, duran entre 4 y 5 años, de buenos negocios y alza de
precios, seguidos por una crisis que produce quiebra y desempleos, una depresión siguiente
para el saneamiento del mercado, para dar lugar a la recuperación y el comienzo de un nuevo
ciclo. Por último, los ciclos menores o de KITCHIN, de 3 años y medio, y variaciones
estacionales.

En los ciclos pueden identificarse cuatro momentos distintos: la expansión o auge; la crisis o
inversión del alza; la depresión y contradicción; y la recuperación o reinicio de la expansión.
Las crisis pueden entenderse como parte constitutiva de los ciclos económicos, y existen
distintos tipos: por perturbación endógena, crisis endógenas o cíclicas (ocasionadas por la
tensión resultado de la expansión) y las grandes crisis o crisis estructurales (cuando no se da la
compatibilidad de las formas institucionales de regulación con la dinámica económica). En
cuanto a los factores causales de las crisis se pueden distinguir 3 posturas:

1. Explicaciones que priorizan los factores financieros y/o monetarios como factores
causales: remarcan el carácter inflacionario del momento de expansión que crea
importantes distorsiones y ocasiona crisis, seguido de un reajuste económico a través
de un proceso deflacionario que corrige los excesos (fase de depresión).
2. Modelos que parten de las relaciones entre producción y consumo: crisis de
sobreproducción o sobreconsumo relativo. En el período de auge, la oferta de bienes
es menor a la demanda, en la crisis, la oferta es mayor a la demanda, y en la deflación
la demanda es inferior a la producción.
3. Interpretaciones que relacionan ciclos económicos con las innovaciones tecnológicas:
La emergencia de innovaciones tecnológicas originales (secundadas por otros
empresarios u olas secundarias) que son determinadas por los mecanismos
acumulativos conduce a la fluctuación de la coyuntura económica hasta que la
expansión encuentra sus límites naturales.

Sin embargo, no se puede establecer una teoría general de la crisis ya que no todas responden
a la misma causa.

7.3.1.2 – Las fluctuaciones en la segunda mitad del s. XIX

De acuerdo a la periodización de KONDRATIEFF, un primer ciclo u onda larga, transcurre


entre 1789 y 1849, con su fase ascendente entre 1789-1814 y una fase descendente entre
1814-49. El segundo ciclo se da entre 1850 y 1896, con la fase de ascenso entre 1850-73 y de
descenso entre 1873-90. El tercer ciclo se ubica entre 1896 y 1914.

7.3.1.3 – La expansión de 1850 a 1873

La primera oleada de industrialización generó un rápido crecimiento entre 1850-73, de alza de


precios. El número reducido de países industrializados favoreció el desarrollo de una
expansión industrial casi sin riesgos, con reducida competencia y mercados ilimitados en su
capacidad de absorción, empujando hacia arriba el volumen del comercio exterior, favorecido
por un aumento de la masa monetaria de metales preciosos y la vigencia del librecambio,
aumentando la tasa de inversión.

7.3.1.4 – La Gran Depresión de 1873 a 1896

Desde 1873, la dirección del ciclo económico se invierte, dando origen a la “Gran Depresión”,
que hasta 1896, no dio origen a una crisis económica en sentido estricto, sino a una serie de
cambios estructurales económico-sociales, unido a una reducción de la expansión económica.
Entre 1870-90, la RI se expandió a otros países: Suiza, Holanda, Italia y Rusia, y países de
ultramar se integran al mercado mundial. Esto ocasiona que la producción y el comercio
mundial aumenten de forma sustancial, por lo que la depresión es resultado de la reducción
de costos de producción de muchos productos y del descenso en los costos de transporte por
ferrocarriles y barcos a vapor.

La competencia se había intensificado ante la reducción de los mercados, por lo que aumenta
el riesgo del empresario y las nuevas inversiones de capital excedían el autofinanciamiento
empresarial. La deflación de los precios agrícolas e industriales por el aumento del volumen de
bienes, la depresión del interés y un descenso de los beneficios capitalistas hacen a las
empresas más vulnerables. La crisis de 1879 puso fin a la época del librecambio, renaciendo el
proteccionismo económico, el neomercantilismo, hasta que, después de la crisis, la búsqueda
de ampliar el comercio lleve a las potencias a ganar nuevos mercados: el imperialismo.

7. 3. 1. 5 – La “Belle Epoque” (1896-1913)

Hacia 1896 se inicia una segunda onda ascendente que duró hasta 1913, fase en donde se
equilibra el nivel de precios. Esta se caracteriza por el auge de una economía mundial cada vez
más articulada, según el orden de la división internacional del trabajo. El aceleramiento de la
tasa de crecimiento del comercio internacional previo a la 1ªGM, permitió que la economía
mundial de principios del s. XX, fuese tan integrada e interdependiente en el marco de un
sistema multilateral de intercambios y libre circulación de mano de obra y capitales, resultado
de la lucha de los países industriales contra el proteccionismo. Esta prosperidad de los
negocios constituye el trasfondo de la llamada “Belle Epoque” en Europa.

7.3.2 – EL COMERCIO INTERNACIONAL Y LA INTEGRACIÓN DEL MERCADO MUNDIAL

7.3.2.1 – La era del librecambio

Frente al limitado mercado mundial de la primera mitad del s. XIX, entre 1860-75 surge de
forma progresiva un sistema mundial extensivo de flujo de capital, trabajo y mercancías casi
sin restricciones, que era el sistema de librecambio. Este fue adaptado por toda Europa,
contrario al proteccionismo de EEUU. La adopción general del patrón oro por las monedas de
las principales naciones simplificó las operaciones en un sistema mundial de comercio libre y
multilateral. El régimen de libre comercio integró y multiplicó al comercio internacional,
permitiendo la transmisión de tecnología, al aliento a le eficacia técnica y la productividad,
alcanzando los beneficios a “todos por igual”.

La tradición librecambista se gestó en Inglaterra, entre el fin de las guerras napoleónicas y


mediados del s. XIX. Con la paz, se inició un movimiento político hacia 1820 favorable al
librecambio, originado en los círculos mercantiles de Londres, sobre la base de principios de
Adam Smith y David Ricardo. La aplicación del principio de la teoría clásica de división del
trabajo al comercio internacional, se establece que los beneficios de la especialización
geográfica de los países se basan en criterios de “ventaja comparativa o costos
comparativos”. Estos son resultados de las diferencias en los costos de producción de
algunos productos por parte de ciertos países respecto a otros, gracias a condiciones
naturales o tecnológicas, que orientan la especialización productiva. Esta especialización
terminaría beneficiando a las naciones que la practican. De esto deriva la importancia de la
libertad de mercado para dar fluidez y amplitud al intercambio de mercancías entre países, y
del librecambio como condición necesaria para un mercado mundial organizado sobre la
división internacional del trabajo.

El objetivo que motivó a los industriales británicos a la apertura económica fue la búsqueda de
reducir del costo de las materias primas industriales, y del precio de los alimentos para no
aumentar los salarios. De a poco el escenario político de Inglaterra entre 1820-30 fue invadido
por hombres de negocios que promovían ideas liberales, orientando una postura de gobierno
favorable a la modernización y liberalización. El debate del librecambio giró en torno a las
Leyes del Grano, que eran la cristalización del proteccionismo y mercantilismo de la vieja
Inglaterra. Estas leyes eran un obstáculo frente al aumento demográfico y la
industrialización-urbanización. Para 1845, además del enfrentamiento entre whighs y tories,
el escenario político se vio sacudido por una crisis agraria, a tal punto que para 1846 el
Parlamento revocó las Leyes del Grano, dejando sin vigencia a otras leyes proteccionistas,
como las Actas de navegación, consolidándose la adhesión de Inglaterra al libre comercio.
La aplicación del librecambio y la división internacional del trabajo, puede ser vista como
resultado de las ventajas comparativas a favor de Gran Bretaña debido a las consecuencias de
la RI. Esta podía exportar a menor precio que nadie carbón, bienes intermedios y
manufacturas, a la vez que se beneficiaba con la reducción del precio de los alimentos y
materias primas en el mercado mundial. Si bien el libre comercio favorecía a la economía más
avanzada, Inglaterra, no hay que obviar que las ventajas que tuvo respecto de sus socios
comerciales europeos, pronto empezaron a retroceder. El relativo declive de GB se evidenció
cuando fue sobrepasada en 1890 por Alemania y EEUU. Sus importaciones crecieron más que
las exportaciones y los beneficios de capitales invertidos en el extranjero bastaron para
equilibrar la balanza de pagos y convertirla en superávit. El auge del libre cambio inglés entre
1850-75 se debió a la difusión del liberalismo a escala mundial.

Hacia 1840 otros países europeos adoptaron el librecambio, como Holanda, pero no fue
hasta el 60 cuando adquirió un empuje fundamental cuando Francia pone fin a su tradición
proteccionista y adopta el librecambio, fomentando su adopción en el resto del continente.
En la Francia de 1850, las ideas del liberalismo económico fueron ganando a los funcionarios
del Segundo Imperio. Si bien se creía que la reducción de las barreras aduaneras le daría un
nuevo impulso a la economía francesa, los sectores políticos y económicos que se negaban a
aceptar el librecambio todavía eran fuertes. Además, se consideraba que el círculo industrial
francés todavía no estaba preparado para enfrentar la competencia extranjera. Pero el
gobierno avanzó decididamente y firmó en 1860 el Tratado Bilateral de Comercio con
Inglaterra (Tratado Cobden-Chevalier). Las autoridades consideraban que el tratado podría
modernizar la industria y reducir sus precios, aunque los aranceles no se redujeron
completamente. El Estado se comprometió en las transformaciones necesarias mediante
crédito, la demanda estatal y política de obras públicas. Las exportaciones aumentarían con la
reducción de los derechos arancelarios.

En los años siguientes a 1860, la mayoría de los países europeos firmarían con Francia e
Inglaterra tratados comerciales, vinculando a todos los países europeos en una red más
extensa de librecambio y reduciendo automáticamente los derechos aduaneros al más bajo
nivel. Las economías del continente europeo se orientaron comercialmente, por un lado, hacia
GB comprándole máquinas de hilados, lingotes, maquinarias, manufacturas, etc. Por otro lado,
hacia los vecinos menos adelantados a quienes exportaban tejidos y manufacturas de hierro.

El librecambio, no obstante, tiene dos limitaciones: por un lado, sus mejores resultados se
dieron en Europa y en una determinada fase de desarrollo. Por otro, la fuerte integración
económica, al sincronizar los movimientos de precios, hizo a la economía mundial más
vulnerable a las fluctuaciones cíclicas.

7.3.2.2 – El retorno del neomercantilismo proteccionista

Después de la crisis de 1873, la Gran depresión se encargaría de invertir la coyuntura de alza


del librecambio, generando la vuelta al proteccionismo. El miedo ocasionado por la
intensificación de la competencia y el desborde de un mercado saturado de bienes y
productos, permitió la reivindicación de la protección estatal. Entre 1878-90 una gran ola
proteccionista cubrió al mercado mundial. El Reich Alemán fue el primer estado en aplicarlo,
cuya principal razón fue la propia crisis del ’73. Aparecida la crisis, las industrias siderúrgicas,
metalíferas y textiles alemanas pidieron la protección del Estado frente a la competencia
externa, de la misma forma que la nobleza terrateniente alemana veía perder para sus
productos los mercados de exportación de Europa noroccidental y su propio mercado interno,
frente a la concurrencia de los cereales de EEUU y Europa oriental.

Para 1872, el Parlamento alemán fijó por ley para los productos agrarios y metalúrgicos
importados, altos aranceles. Si bien no se restablecieron los precios, se logró restaurar los
intereses de los terratenientes que iniciaron un proceso de modernización del campo,
mientras que los sectores industriales procedieron al dumping (vender a precios elevados en el
mercado interno para poder vender más barato que sus competidores en sus propios países y
otros mercados externos). Para 1890 la industria alemana desplaza del primer puesto a GB.
Pronto el proteccionismo se comenzó a ver como factor de incremento salarial, por lo que el
sector industrial comenzó a presionar para la reducción de las tarifas aduaneras de alimentos,
siendo que la depresión de precios había pasado.

Francia adoptó el proteccionismo, no por el efecto de la crisis (que fue escaso), sino porque
Alemania, su principal contrincante, lo adoptó primero. Así comienza el renacimiento de la
tradición arancelaria. Entre 1887-89 se aplicaron leyes aduaneras por la presión de distintos
sectores, en principal la industria. Con el auge de la economía alemana en 1890, Francia
aumentó su proteccionismo, fijando ahora aranceles agrícolas. En paralelo, entre 1880-95 se
desataron “guerras de aranceles”, entre distintas economías nacionales europeas. El
enfrentamiento aduanero se encrudeció por la deflación de precios y beneficios, y la amenaza
de la competencia internacional. Así, el sistema proteccionista incluía a Alemania, Francia,
Italia, Austria-Hungría, España y Rusia. Mientras que Inglaterra, Bélgica, Holanda, Suiza y
Dinamarca permanecieron con el régimen de librecambio, siendo que el libre comercio de GN
seguía descansando en su imperio colonial, mientras que el resto dedicaba su producción a la
exportación, no concibiendo un cambio de posición al respecto.

La gran potencia de EEUU se convirtió hacia 1870 en una de las economías nacionales más
proteccionistas del mundo (hasta la 2ªGM). El período de Gran Depresión da comienzo a la
convergencia creciente entre política y economía. La acción estatal se fue fortaleciendo y en su
afán de proteger, terminó incidiendo poderosamente en la economía. La Gran Depresión
imprime una nueva dinámica al contexto mundial, dónde el librecambio parecía que dejaba
de ser funcional para el desarrollo de muchas economías nacionales en vías de
industrializarse. Pero ¿fue literalmente una gran depresión la sufrida por la economía mundial
entre 1873 y 1896? ¿Fue tan grande la marea proteccionista como para frenar el crecimiento
del comercio internacional?

A pesar de la perturbación y el malestar económico, la tasa de crecimiento internacional,


aunque disminuyó, siguió siendo positiva. En cambio, la producción mundial tuvo un
crecimiento sustancial. La base geográfica de la economía mundial industrial se expandía. La
producción y el comercio internacional de las materias primas y alimentos adquirieron una alta
tasa de crecimiento con una consecuente disminución de precios. La sobreproducción llevó al
incremento de competencia y a los gobiernos a tomar al proteccionismo como medida para
afrontar los problemas. Para la segunda mitad del s. XIX, el núcleo fundamental del
capitalismo mundial lo constituían cada vez más las economías nacionales. El principio
teórico que la economía de mercado no conocía fronteras, resultaba inadecuado para general
el equilibrio y el bienestar general que el mismo propugnaba. Por ello surge el
neomercantilismo, pero desde luego sólo se aplicó en el sector desarrollado del mundo.
Además, el proteccionismo desarrollado no era tan riguroso, por lo que no perjudicó
demasiado al crecimiento del comercio internacional, sólo a ciertas “franjas” del mercado.
Se aplicaba un tipo de protección selectiva o finada, siendo los más protegidos los bienes de
consumo y los productos agrícolas, mientras que las maquinarias, productos semielaborados y
manufacturas específicas fueron muy poco afectados. En este rubro, las mismas potencias
económicas rivales se constituían en sus principales clientes.

Durante la Gran Depresión, la economía mundial sufrió un cambio en la distribución del poder.
GB ya no podía mantener la exclusividad/superioridad de su tecnología y organización
comercial, siendo que para 1880-95 su industria había sido superada por la de EEUU y
Alemania, más dinámicas e innovadoras. Pero GB continuó conservando y movilizando
recursos, manteniendo su liderazgo en la economía mundial, tanto en términos de inversiones
de capital extranjero, como en su hegemonía en los servicios financieros, monetarios,
comerciales y de transporte.

7.3.2.3 - El patrón oro internacional

El patrón oro internacional era el eje en torno al cual giraban el sistema monetario y el
comercio multilateral de fines del s. XIX, y que permitió un alto grado de integración y
estabilidad de la economía mundial desde 1890 hasta 1914. El patrón-oro es un sistema de
cambio fijo. Un país se encuentra dentro del sistema cuando su banco nacional y/o central se
está en condiciones de asegurar la libre convertibilidad de los billetes de banco y depósitos
bancarios en oro y cuando no impone restricción alguna a la importación y exportación de oro.
La oferta monetaria del país, por lo tanto, está vinculada a las reservas de oro del banco
central, cuya reducción aumentaría los tipos de interés y reduciría la oferta monetaria y
crediticia. La función de un patrón monetario es definir la unidad de valor de un sistema
monetario, la unidad de cuenta en la cual son convertibles todas las demás formas de moneda.
Fue el patrón bimetálico (oro y plata) el que predominó en toda Europa hasta mediados del s.
XVIII. Pero fue Inglaterra quien a mediados de ese siglo, ante la escasez de plata y el aumento
de la entrada de oro, comenzó a abandonar el sistema bimetálico y se propuso a fijar la libra
esterlina a un precio de oro, estableciéndose hacia 1844 que la emisión de billetes del Banco
de Inglaterra tendría como reserva 1/3 de oro y los otros 2/3 en títulos.

Pero en el continente continuaba el patrón bimetálico con centro en Francia, planteándose


una dualidad, Inglaterra con patrón oro y el resto con bimetalismo, lo que exigió una estrecha
cooperación entre los bancos nacionales/centrales para mantener la estabilidad del sistema
monetario. Sin embargo, ambos sistemas se engranaron de tal manera que permitieron la
expansión del librecambio hasta 1875. El papel predominante en el comercio y las finanzas de
GB, le permitió operar sin problemas con esa pequeña base de oro, impulsando al conjunto
de Europa a que se pasara el patrón oro entre 1875-78. A pesar de la resistencia de Francia,
después de la guerra franco-prusiana, Alemania, Bélgica y los EEUU se adhirieron al patrón oro.
El peso de Inglaterra y Alemania adheridas al patrón oro hizo que este se adoptara de modo
unánime y alcanzara a países como Rusia, Japón y Argentina.
7. 3.3 – EL IMPRERIALISMO

7.3.3.1 – El nuevo reparto del mundo

Entre 1875 y 1914 gran parte del mundo ajeno a Europa y América quedó sometido al
gobierno formal o al dominio político informal de las potencias europeas, EEUU y Japón. Los
escenarios principales fueron por un lado África, que para 1914 pertenecía casi en su totalidad
a británicos, franceses, belgas, alemanes, portugueses y en menor medida, españoles; y por
otro lado, Asia donde los principales imperios tradicionales se mantuvieron independientes,
pero las potencias occidentales establecieron allí sus “zonas de influencia” que limitaban la
soberanía de los mismos. Los países “avanzados”, debido a su mayor grado de
industrialización, establecieron normas de dominación inéditas sobre aquellos considerados
“atrasados”. Esto inicia hacia 1880 la “época del imperialismo”.

7.3.3.2 – Interpretaciones del imperialismo

¿Qué relación existe entre la importancia económica creciente del mundo periférico para la
economía mundial y la acelerada carrera de los estados industrializados por dividir el mundo
en colonias y esferas de influencia?

John A. Hobson ha establecido que las vinculaciones económicas con las colonias son
resultado del desequilibrio entre una demanda acotada y un ilimitado incremento de la
producción. La exportación de capitales pasa a ser el objetivo de los inversionistas que no
encontraban rentabilidad en la metrópoli. Por ende, las conquistas coloniales impulsadas por
intereses sectoriales han sido la consecuencia de esta fase del capitalismo. Así, el imperialismo
no es intrínseco al capitalismo, sino una distorsión originada por una minoría oligárquica que
arrastran al resto del país. Por otro lado, el alemán Rudolf Hilferding en “El capital financiero”
establece que la exportación de capitales hacia áreas subdesarrolladas permitía aumentar los
beneficios como resultado de privilegios y monopolios. Así, el dominio colonial no deriva de
nuevas características del capitalismo sino que surge de trabas por parte del país receptor del
préstamo o de la inversión productiva. Se requiere así la presencia del Estado para eliminar las
trabas a la penetración del capital.

Por su parte, la visión de Lenin en El imperialismo, etapa superior del capitalismo, innsiste en
afirmar que el imperialismo representa la etapa monopólica del capitalismo, resultado de la
evolución de sus contradicciones. Así, posee 5 características: 1) concentración de la
producción y el capital hasta el punto de crearse monopolios, decisivos en la vida económica,
2) fusión del capital bancario con el capital industrial y la creación de una oligarquía financiera,
3) la exportación de capitales desplaza a la exportación de mercancías, 4) los grupos
monopólicos se reparten el mercado, 5) el mundo se distribuye territorialmente entre las
potencias imperialistas.

Será David Fieldhouse quien plantee que si bien los factores económicos tuvieron relevancia,
en el establecimiento de dominios imperialistas no hubo una vinculación estrecha entre
economía e imperio. Es más, las clases dominantes pensaban que las cuestiones económicas
internacionales debían resolverse sin intervención estatal, pero los problemas ocasionados a
las empresas en la periferia, los transformaron en temas políticos que llevaron en último
término a la anexión.

7. 3. 4 – LA EMIGRACIÓN TRANSOCEÁNICA

Luego del Tratado de Viena el movimiento migratorio alcanzó niveles enormes, siendo que
alrededor de 50 millones de personas se trasladaron a América en el siglo antes de la 1ªGM.
Todo se produjo en un contexto de libertad de inmigración, tanto respecto a la ausencia de
trabas de los países americanos, como la libertad de movilidad europea. El movimiento
transoceánico europeo se desplaza de oeste a este hasta afectar a todo el continente. Si bien
el movimiento migratorio afectó a toda Europa, el porcentaje de los migrantes por habitante
es significativamente diferente en las diversas naciones y regiones. Si la emigración hacia
América fue grande, también lo fue el retorno, también desigual de acuerdo a regiones y
naciones. Mientras Escandinavia y Alemania conocieron pocos retornos de migrantes, Europa
central e Inglaterra vieron retornar el mayor número de personas.

Esta diferenciación de características, llevó a plantear una dicotomía entre “antigua


migración” (compuesta por familias, más calificada y permanente) y “nueva emigración”
(integrada por hombres jóvenes, trabajadores menos calificados que apuntaban a obtener
buenos ingresos en lo inmediato y retornar a su país, conocidas como “aves de paso o
golondrinas”). Si bien esta clasificación simplifica la realidad, es necesario tener en cuenta
además de los objetivos de los migrantes, las nuevas condiciones en las que se realizaba la
travesía atlántica. La disminución de los días de navegación (de 50 días a 15 antes de 1914)
fue decisiva. La disminución del tiempo en el que el trabajador debía estar desocupado
durante el trayecto hacia su destino fue lo que reducía los costos de la experiencia migratoria,
favoreciendo que más personas decidieran emigrar temporalmente para aprovechar los
ahorros que permitían hacer los salarios comparativamente más altos que se pagaban.

Los migrantes europeos se dirigieron a numerosos destinos, siendo que la experiencia


migratoria intraeuropea estaba al alcance de los grupos más pobres (braceros, jornaleros,
etc.) sin arraigo a la tierra y que no podían pagar la migración transoceánica, la cual atraía
más a pequeños propietarios, arrendatarios o colonos que podían afrontar el gasto del viaje
de un familiar. Entre los destinos americanos, se destacan EEUU y Argentina en los primeros
lugares, seguidos por Canadá y Brasil. Si bien EEUU fue el principal destino de casi todos los
grupos europeos, fueron los españoles, portugueses e italianos quienes privilegiaron América
del Sur y Cuba. Estas tendencias ocurren debido a que las migraciones se producen en mayor
parte por la “cadena migratoria”, dónde los futuros migrantes conocen las oportunidades y
acceden al empleo mediante relaciones sociales con inmigrantes anteriores. Más allá de los
folletos o propaganda que puedan hacer los gobiernos para promover la inmigración, la
información más confiable es la que circula por lazos familiares o interpersonales.

Entre las explicaciones del por qué las personas migran se encuentran las llamadas
pesimistas, que hacen hincapié en los factores de expulsión de los países de origen
(emigración masiva como resultado del encarecimiento del nivel de vida que acompaña al
capitalismo) y las optimistas que remarca los factores de atracción que ofrecían los países de
destino (nuevas oportunidades, como el diferencial de salarios y la capacidad de ahorro). Sin
embargo es difícil explicar los movimientos migratorios por una única causa, siendo que la
emigración de Inglaterra de la segunda mitad del s. XIX se incrementó aún cuando las
condiciones económicas locales mejoraron, siendo importante la circulación de información
sobre las nuevas oportunidades norteamericanas. En el caso de España, más que privilegiar los
altos salarios norteamericanos, dieron prioridad a otras cuestiones como la lengua o el tipo de
sociedad que se iban a encontrar. Esto muestra que los migrantes actúan de acuerdo a
distintos estímulos, algunos privilegiando máximas ganancias inmediatas mientras otros
desarrollan estrategias más a largo plazo en el nuevo país. Pero no hay que dejar de resaltar
que al explicar las migraciones se deben destacar las transformaciones demográficas que se
produjeron en Europa a mediados del s. XIX, conocido como “transición demográfica”, se pasa
de altas tasas de mortalidad y natalidad, a bajas tasas de mortalidad y natalidad, pero la
mortalidad desciende antes que la natalidad lo que genera un exceso de población, que es
mayor cuando más largo es el proceso de transición demográfica.

Los regímenes migratorios responden a distintas causas, y a todas las anteriores, hay que
añadirle otras cuestiones como los regímenes agrarios, características de la estructura familiar
o los sistemas de herencia.

7.4 – EL CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO Y LA URBANIZACIÓN

7.4.1 – LA POBLACIÓN

La transición demográfica se caracteriza por ser una etapa en la que se combinan altas tasas
de natalidad y tasas decrecientes de mortalidad, generando un crecimiento poblacional sin
precedentes. Estos cambios respecto las terribles condiciones demográficas del s. XVII, se
debe a tres factores: el aumento de los recursos alimenticios, los progresos en medicina e
higiene y la difusión de la educación, que tuvo alto impacto en la mortalidad infantil. El
descenso de las tasas de mortalidad se dieron también en los países menos desarrollados
gracias al avance de la medicina, y este descenso en la mortalidad infantil, aumentó la
esperanza de vida. Pero hacia fines del s. XIX, se desarrolló un descenso en las tasas de
natalidad en los países desarrollados como resultado de la generalización de prácticas
anticonceptivas, reduciéndose la tasa de expansión de la población.

7.4.2 – LA URBANIZACIÓN

El proceso de industrialización llevó a una disminución de la importancia del sector primario, y


un aumento del sector secundario y del terciario. Este crecimiento del sector secundario y de
los servicios permitió que la población se nuclee en áreas urbanas. La explosión urbana del s.
XIX fue resultados de diversos factores, como las transformaciones en la agricultura, la
revolución de los transportes y la difusión del vapor como fuente energía. El incremento de la
productividad agrícola permitió abastecer mejor a las ciudades, a la vez que el avance de los
transporte agilizó esta provisión a la áreas urbanas. Muchas ciudades crecieron al estar en los
nudos ferroviarios principales, siendo central ahora el establecimiento de estaciones de tren.
La utilización de vapor permitió a las industrias asentarse en las ciudades, dando origen a las
ciudades industriales, modificando el espacio urbano, concentrando las actividades
comerciales y financieras.
Hubo una segmentación y diferenciación entre los espacios ocupados por los distintos sectores
sociales, aunque para 1850 se mejoran las condiciones de vida de los sectores populares. En
general, crecieron más rápido las grandes ciudades y las capitales más vastas,
incrementándose el número de ciudades grandes. Con el proceso de urbanización se expandió
la industria de la construcción, el sistema de transporte urbano y las redes de desagüe para
mejorar las condiciones de salubridad.

7. 4. 3 – HACIA UNA NUEVA SOCIEDAD

La industrialización fue transformando la estructura social y las relaciones sociales durante


todo el s. XIX. La expansión del sector industrial y la difusión del sistema de fábrica fueron
alterando la conformación de las clases trabajadoras, siendo creciente el número de
trabajadores industriales en detrimento de los campesinos (aunque no fue un fenómeno
uniforme). De 1850-80, los obreros industriales constituían en los países industrializados la
tercera y cuarta parte de la población, mientras se reducía el número de trabajadores a
domicilio y artesanos.

Antes de la 2º mitad del s. XIX, las condiciones de vida de los obreros era deplorable, tanto por
el contexto laboral, como por la insalubridad de las aglomeraciones de viviendas obreras.
Luego de 1850, sus condiciones mejoran como resultado de la expansión económica y de la
organización y acción obrera. La expresión “cuestión social” representa dos caras de la
situación: las deficientes condiciones de vida y el conflicto y la violencia. Con la difusión de
las relaciones de mercado y del laissez faire, desaparecen las antiguas leyes de pobres y se
impone la idea de que el individuo es responsable de sus condiciones de existencia. La
abolición de los gremios contribuyó a la desarticulación de los viejos mecanismos de
solidaridad. Las nuevas condiciones de trabajo y la nueva legislación generaron desde el
principio resistencia de los trabajadores. Paralelo a la resistencia mediante la destrucción de
las máquinas, se fueron consolidando nuevas asociaciones que darían origen a los sindicatos,
irrumpiendo el movimiento obrero en la escena política a mediados de siglo, surgiendo el
socialismo, el anarquismo y comunismo (fundamentales en la organización del movimiento
obrero). Con la implementación de los primeros sistemas de modernización de protección
social, van surgiendo conjuntamente a los trabajadores de cuellos azul (obreros), los
trabajadores de cuello blanco (empleados), separados de los obreros y no vinculados en el
sistema de producción. Así, desde fines del s. XVIII hasta la 2ª GM se consolida el siglo de la
burguesía, principal beneficiaria de las transformaciones ocasionada en este período.

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