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En el vasto campo de las “ideas”, los “discursos”, las “representaciones” que circulan en una
sociedad, hay una abundancia de palabras lugar común, ideología- que se superponen
confusamente, admitiendo variadas definiciones, y los investigadores las emplean
indistintamente. (pág. 13)
La hegemonía impone dogmas, fetiches y tabúes, hasta en una sociedad “liberal” que se
considera a sí misma emancipada de tales imposiciones arbitrarias.
En un momento dado, todos esos discursos están provistos de aceptabilidad y encanto: tienen
eficacia social y públicos cautivos, cuyo habitus doxico conlleva una permeabilidad particular a
esas influencias, una capacidad de apreciarlas y de renovar su necesidad de ellas.
Hablar de discurso social es abordar los discursos como hechos sociales y, a partir de allí, como
hechos históricos. También es ver, en aquello que se escribe y se dice en una sociedad, hechos
que funcionan “independientemente” de los usos que cada individuo les atribuye.
El discurso social no tiene relación con la “lengua” de los lingüistas. Si bien el discurso social
es la mediación necesaria para que el código lingüístico se concrete en enunciados aceptables e
intelegibles, la perspectiva sociodiscursiva permanece heurísticamente alejada del ámbito de la
lingüística. Ambas perspectivas parecen irreconciliables, y el análisis de los lenguajes sociales
es antagonista de la descripción de la lengua como un sistema cuyas funciones sociales deben
ser en cierto modo, neutralizados, escotomizadas.
1. Saturación y expansión: el discurso social tiene una “respuesta para todo”, parece permitir
hablar de todo y de multiples maneras, transformando por eso mismo lo no decible en
impensable. Para quien abre la boca o toma una pluma, el discurso social está siempre ya allí,
con sus géneros, sus temas y sus preconstructos. Nadie puede vanagloriarse de hablar en un
vacío, sino siempre en respuesta a algo. En la hegemonía todo se tiene en cuenta. Desde el punto
de vista de la hegemonía sociodiscursiva conviene encontrar criterios que distinguirán las
rupturas reales (que al final se revelan incompatibles con las ideas dominantes de la época) y las
rupturas ostentadoras o superficiales que contribuyen a la ideología misma de la originalidad.
Solamente un análisis global del sistema sociodiscursivo, de sus equilibrios y fallas, permite
contar con los elementos para identificar una ruptura verdadera o falsa. Tanto en el campo
literario, como en la política, muchas de las aparentes innovaciones son, si se las examina con
detenimiento, retornos de lo olvidado, incluso de lo rechazado, o la reactivación de formas
arcaicas. (En el caso de la propaganda de 47, por ejemplo, las modelos llevan zapatillas con
ropa de vestir. Retoman viejas modas y, a partir de ellas, realizan combinaciones “impensables”
y las postulan como una “ruptura” en el mundo de la moda y el “buen gusto”)
Inversamente, la novedad misma, cuando aparece corre el riesgo de ser interpretada con el
corpus disponible, según las legibilidades recibidas y, por lo tanto, de no ser percibida en
asboluto.
Respecto a este punto Angenot afirma, teniendo en cuenta las ideas de Bourdieu, en el
apartado saturación y expansión que en los discursos sociales “se formulan y difunden todos los
‘temas impuestos’ (…) de una época dada (…) El discursos social tiene ‘respuesta para todo’,
parece permitir hablar de todo y de múltiples maneras, transformando por eso mismo lo no
decible en impensable (…)”. (p. 61) En el caso de las temáticas presentes en la publicidad se
refieren a lo “aceptable” imponiéndose como ideas de moda, innovación y originalidad que
plantean temas hegemónicos que deben constituirse como elementos dominantes dentro de los
intereses sociales de formar parte de una sociedad integrada con los otros sujetos de ahí la idea
de “encuentro” que plantea la publicidad, que circulan dentro del ámbito social estabilizándose
como verdades.
Por otro lado, la función más importante de los discursos sociales es producir y fijar
legitimidades y validaciones en cuanto a gustos, opiniones e información que circulan en el
ámbito social fijándose como verdades, lo que tiene que ver con la legitimación, lo que
legitima. A su vez, los discursos son también transmisores de poder en cuanto ejercen control
sobre lo que la sociedad dice y lee, quién y cómo lo dice o lee, desviando la mirada hacia temas
que son dominantes, hegemónicos. La cosa impresa misma es un instrumento de legitimación.
Los discursos de control son indispensables para que lo social funcione la explotación y
dominación. Va acompañado de símbolos, eslóganes y justificaciones. De esta manera los
discursos naturalizan en los sujetos hábitos, gustos que se reproducen en el tiempo, como el
caso de beber alcohol debe circunscribirse bajo determinados estándares para ser legitimadas a
nivel social. En palabras de Angenot “(…) los discursos sociales (…) construyen el mundo
social (…) al hacer esto, rutinizan y naturalizan los procesos sociales.” (p. 67) En este caso se
sugiera a los adultos las bebidas que debería consumir, perfilando gustos ejerciendo un control
sobre los consumos sociales. De esta manera los individuos naturalizan hábitos como ser
reunirse con amigos a tomar una cerveza.
5. Sugerir y hacer – hacer: Los discursos sociales hacen conocer la historia de un modo
determinado. El discurso social puede abordarse como vectorialmente óntico (representar e
identificar) axiológico (valorizar y legitimar) y pragmático o proairético (sugerir, producir
reacción. (Aquí, podemos observar una imagen totalmente estética, que sugiere un tipo de
vestimenta, que “representa” a “diversas mujeres” (a su vez totalmente producidas) que utiliza
colores atractivos con el fin de invitar al consumo de la indumentaria de la marca, es decir,
influye – a través del uso de distintos recursos de marketing – sobre la praxis humana)
En cuanto a cómo se genera el sugerir y el hacer y hacer Marc Angenot propone que el
discurso social influye sobre la praxis humana, la forma de hacer, pero siguiendo los parámetros
de la hegemonía. Aquí ocupa un papel central los medios de comunicación, como afirma el
autor “(…) la prensa en general, la publicidad, las doctrinas políticas y sociales producían no
sólo creencias y valores, sino también ‘sugestión’, ‘hipnosis’ social.” (pp. 69-70). De esta
manera permite que el sujeto valore el producto y permite que se lleven adelante modelos de
prácticas y comportamientos. Consiste en presentar una serie de ideas que producen efectos,
sugestiones que fascinan a sus seguidores. En el caso de la publicidad de Quilmes la difusión de
la misma produce creencias, lo que trae consigo una sugestión hacia la compra y posterior
consumo.
El mercado de los discursos no es pues sinónimo de mercado de la cosa impresa, aunque esta
pueda dar indicaciones sobre aquél. En esta perspectiva, los discursos tienen un precio, se
demandan, se ofrecen y se intercambian.