APORTE DE LA PEDAGÓGÍA QUE DA SENTIDO A MI EXPERIENCIA COMO
MAESTRA
En la experiencia cotidiana como maestro oriento la formación humana y
profesional de las personas que se encuentran en sus propios contextos locales y globales; para que desde sus competencias y capacidades puedan responder a los nuevos retos respondiendo al mundo de hoy. Ser un facilitador que, a través de metodologías: activas, propositivas, proactivas, trabajos colaborativos etc., proporcione las herramientas y estrategias necesarias, adecuadas y concretas a los sujetos de aprendizaje para que comprendan, reflexionen, analicen, interpreten el mundo: las sociedades (competitivas, de consumo, de masas, etc.), desde los diversos lenguajes. Así serán sujetos y personas que afiancen su pensamiento crítico consigo mismo y con los demás; y de esta manera mediante la enseñanza – aprendizaje, y la orientación les ayude a lograr la transformación de sus conocimientos y de sus vidas.
El propósito de la pedagogía, del sentido en mi experiencia como maestra no es
solamente generar conocimientos, ni llenarlos de información, sino el saber pedagógico también permite la creación de nuevos ambientes de aprendizajes de autorreflexión, retroalimentación y pensamiento crítico; con la finalidad de propiciar en el otro la capacidad de socializarse, de incitarlos a quererse unos a otros, de ser generosos, tratar de ser felices y ser útiles a la sociedad.
En la pedagogía se fortalecen las relaciones humanas, el sentir del otro, la
amistad, el respeto mutuo, la empatía y el momento circunstancial y situacional del otro, parafraseando a San Francisco de Asís, ese otro no es un extraño, no es un indiferente, ese otro es un don, es decir un regalo de Dios. Estas relaciones entre los sujetos, en el interactuar del conocimiento ayudan al que se reconozcan como sujetos libres, razonables; presupuestos que el maestro debe valorar, considerar en el camino de la construcción y desarrollo del conocimiento.
La misión del maestro no debe estar sujeta a una enseñanza de “mercado”, de
interés comercial; no se puede dejar que se mercantilice la educación, donde el maestro pase a ser solamente empleado y el alumno se ve como cliente; es decir no es solamente un contrato de oferta y demanda. Sin embargo, la educación siempre la ha visto como una labor social, como un trabajo remunerado, como un medio de solvencia personal y familiar, no obstante, por ello se permita que las funciones del maestro sean meramente por intereses determinados. No podemos como maestros permitir que los ámbitos del saber, de la verdad, de la ciencia, de la virtud y del conocimiento se tergiversen por dependencia de intereses particulares, y de sistemas de adoctrinamientos. La labor, enseñanza, arte, educación del maestro es ante todo un arte, un don, que conforta, asume, implica una gran responsabilidad, libre, consciente, voluntaria; que en su proceso de enseñanza contribuye a darle sentido a una sociedad más humana.
Se puede concluir, que la principal implicación pedagógica de un verdadero
maestro se encuentra en la percepción y en la entrega de su tarea, de su labor, de su vocación, de su profesión como un don, como un regalo auténtico. Don que tiene influencia por la forma en que se entrega como un acto de iniciativa, como un gesto de autoridad y no de dominio. Este acto de entrega y de recibir es una auténtica gratitud mutua y recíproca, como así lo dice Ricœur: “El santo y seña del recibir propio de la mutualidad es la gratitud”. Se podría afirmar que esa implicación pedagógica principal a la experiencia como maestra es desde una óptica la gratitud, es decir, el gusto, la alegría, la virtud de lo aprendido, la actitud de la investigación es lo que da sentido al sujeto de enseñar, a su pedagogía.