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Adam, Jean-Michel (1999) “Entre enunciado y enunciación: la esquematización”, en

Linguistique textuelle. Des genres de discours au textes, Paris, Nathan. Cap. 4.


(Traducción de Irene Brousse, para el seminario Semiología de IDAES).

Capítulo 4
Entre enunciado y enunciación: la esquematización

"El concepto clave de la lógica natural […] es el


de la esquematización, y por lo tanto de
representación discursiva."
Jean-Blaise Grize (1996:79)
"La noción de esquematización que es uno de los
fundamentos de la lógica natural de J.B. Grize, se
presta en semántica lingüística a aplicaciones
todavía inéditas, y puede de esta manera llevar a
generalizaciones inesperadas".
Alain Berrendonner (1997:219)

1. La esquematización como representación discursiva


La teoría de la esquematización, desarrollada por Jean-Blaise Grize en el marco de los
trabajos del Centro de investigaciones semiológicas de Neuchâtel, propone un
modelo de la interacción verbal bastante económico y lo sufientemente detallado
como para presentar una alternativa interesante a los esquemas clásicos de la
comunicación. El concepto de esquematización nos ayudará a pensar la relación entre
el texto y la interacción verbal que los esquemas 1 y 3 situaron en un dispositivo
teórico de conjunto. Luego de los géneros, con el objeto de tomar en cuenta la
interacción, detengámonos un momento en cuatro aspectos del concepto de
esquematización que resumiremos bajo la forma de cuatro definiciones,

1.1. Una esquematización es, a la vez, operación y resultado


Jean-Blaise Grize introduce así la noción de esquematización:
Si en una situación dada, un interlocutor A dirige un discurso a un locutor virtual B (en una lengua
natural), diré que A propone una esquematización a B, que construye un microuniverso frente a B,
universo que se pretende verosímil para B (Grize 1982:172).

Toda acción (inter)discursiva da nacimiento a una esuqmatización, este último


término remite tanto a un proceso como a un resultado (Grize 1990:35 y 1996:69).
Pensar todo texto como una esquematización es reunir en un solo concepto la
enunciación como proceso y el enunciado como resultado. La nominalizacion del
verbo "esquematizar" y el agregado a la palabra "esquema" del sufijo que marca el
proceso permiten destacar el doble sentido de un objeto que los términos enunciado
(resultado) y enunciación (proceso, operación) separan y que los conceptos texto y
discurso, por su parte, no incluyen en absoluto. Hablar de texto o de discurso es
siempre aludir más al resultado de prácticas discursivas que a las operaciones
complejas, inseparablemente psicosociales y verbales, que los produjeron.
El esquema 3 mostró la doble cara -textual y discursiva- de las esquematizaciones, así
como la naturaleza "ascendente" y "descendente" de los factores que corresponden
respectivamente l orden del texto y al orden del discurso.
La distinción entre esquematización-resultado y esquematización-proceso aparecerá
claramente cuando se examine, en el capítulo 5, el discurso pronunciado el 4 de junio
de 1958 por el general De Gaulle en el foro de Argel. Nos veremos conducidos,
entonces, a tomar en cuenta la esquematización escrita preparatoria, publicada luego,
y la esquematización realmente pronunciada, accesible a partir de grabaciones de la
época. Planteada como una esquematización-proceso, veremos en el capítulo 6, que la
llamada del 18 de junio responde a la alocución pronunciada la víspera por el mariscal
Pétain. Considerar, como lo haremos, la llamada del 18 de junio de 1940 en su
relación con esta declaración permitirá destacar metodológicamente el hecho de que
un texto nunca puede aislarse sin riesgo: tomado en una cadena discursiva, todo texto
está rítmicamente vinculado, como respuesta, a otros textos y apela a otros, a su vez,
como respuesta. Esta tesis es defendida tanto en toda la obra de Mikhail Bajtin como
por Michel Foucault en La arqueología del saber (1969) y El orden del discurso
(1971).
Como los escritos del círculo de Bajtin lo han destacado ampliamente, todo texto es
inseparable de una memoria intertextual/interdiscursiva. En el núcleo del principio
dialógico, encontramos esta idea capital:
Es (…) imposible comprender cómo se construye un enunciado cualquiera, aunque tenga la
apariencia de la autonomía y de la conclusión, si no se contempla como un momento, como una
simple gota en el río de la comunicación verbal cuyo incesante movimiento es el de la vida social y
de la Historia (Volochinov 1930, trad. Todorov 1981:288).
El diálogo -el intercambio de palabras- es la forma más natural del lenguaje. Más aún: los
enunciados, largamente desarrollados y aunque emanen de un interlocutor único -por ejemplo el
discurso de un orador (…)- son monológicos por su forma exterior únicamente, pero por su
estructura semántica y estilística son de hecho esencialmente dialógicos (Volochinov 1930, trad.
Todorov 1981:292).

Toda esquematización es también un proceso "interno" o cotextual: cada una de las


preposiciones que constituyen el texto es sólo una frase en un movimiento dinámico
complejo que prepara y trae la continuación. Así se teje la densidad de la textura
cotextual en la que se toman los enunciados sucesivos.

1.2. Toda representación discursiva es esquemática


Por definición, una esquematización no "dice" todo:
Una esquematización está siempre situada y reclama en consecuencia que el analista disponga de
conocimientos que la desbordan. Un discurso de geometría sobre los triángulos contiene todo lo
necesario para su interpretación. Un artículo de diario sobre el triángulo de las Bermudas reclama
saber cantidad de cosas que no figuran allí (Grize 1996:141).

Esquematizar es construir un esquema, es decir una representación verbal por


definición parcial, selectiva y estratégica de una realidad. De ese modo, todo texto
propone una suerte de microuniverso o "pequeño mundo":
Una esquematización (…) siempre tiene cierta dimensión descriptiva, a riesgo de que los elementos
de la descripción sean imaginarios, pero en todos los casos el autor debe realizar una elección de los
aspectos que representará, debe seleccionar los rasgos pertinentes de su referente (Grize 1996:50).
El carácter imaginario y estratégico de ciertos microuniversos será particularmente
evidente con el caso de los insultos rituales estudiados en el capítulo 7. Declarar al
interlocutor:
Tu madre es tan feroz que hasta los pitbulls cambian de vereda.
Tu madre es tan indigna que cuando marca a tu hermanito con un hierro al rojo vivo ni siquiera
desinfecta el atizador

Es proponer una representación manifiestamente falsa de su madre. La hipérbole


garantiza el carácter ficcional de la esquematización y ese carácter ficcional
compromete a los interlocutores en un tipo de intercambio que no es manifiestamente
el del insulto real.
Toda esquematización se cumple mediante predicados que se apoyan menos en
conceptos "verdaderos" que en nociones (Grize 1996:51). De ahí cierta vaguedad que
obliga siempre a los destinatarios a interpretar activamente lo que se les propone, a
ajustar la representación a la situación. Además, "de esquematización textual en
esquematización textual las nociones se transforman y evolucionan" (Grize 1996:51).
Como resume Alain Berrendonner en un volumen de homenaje a Jean-Blaise Grize:
Detrás del término esquematización, está la idea de que el discurso no tiene como función restituir
el marco verifucional de alguna realidad preexistente, absoluta e independiente de él, sino más bien
de imponer sus propios objetos construyendo una ficción conceptual original, provisoria y evolutiva
(…). La noción comporta (…) en ella una teoría de la referencia y del contexto que zanja de manera
radical con cierto cosismo ambiente. En efecto, supone que en lugar de asimilar los referentes del
discurso con los realia encomendándose al sentido común o de Frege, se les reconozca el estatuto
de representaciones cognitivas, de esquemas mentales, dotados de una estructura formal cuya
descripción es asunto de lógica y de semiología. En cuanto al contexto, lleva a ver en él no un
marco informacional o situacional fijo a título previo, sino el producto dinámico de la actividad de
comunicación: un capital evolutivo de conocimientos, hipótesis y asunciones compartidas,
asimilable a una suerte de memoria colectiva de los interlocutores (Berrendonner 1997:219-220).

La noción de esquematización propone una teoría de la referencia y del contexto (de


la que volveremos a hablar en el capítulo 5) así como un enfoque dinámico de la
interacción verbal. Esto nos lleva muy directamente a la tercera ventaja de la noción
de esquematización: su dimensión dialógica declarada.

1.3. Toda esquematización es una coconstrucción


El hecho de que un texto sea una esquematización nos coloca en la obligación de no
olvidar jamás que se trata del producto de una interacción verbal. Lo que diversas
corrientes teóricas ya han señalado: "Un texto postula su destinatario como condición
sine qua non de su propia capacidad comunicativa concreta, pero también de su
propia potencialidad significadora", escribe por ejemplo Umberto Eco (1985:67). La
misma idea se encuentra en la definición, por la escuela de Constanza, del concepto
de texto como "conjunto estructurado de instrucciones de lectura, producido según
convenciones más o menos bien conocidas de una comunidad de lectores y atores"
(Rutten 1980:73). Este principio de cooperación abierto y "bastante libre" se expresa
en el hecho de que al hablar o escribir los sujetos se esfuerzan por proporcionar los
indicios que consideran necesarios para la transmisión de lo que quieren decir. Al
basarse en un saber común, A (el esquematizador) hace hipótesis en cuanto a lo que B
(el co-esquematizador) puede o podrá inducir de su esquematización. Evidentemente,
esto no implica necesariamente que lo que A propone y lo que B re-construye sean
idénticos, simétricos. Este último puede narcotizar o malinterpretar algunos indicios.
Lo que busca -sus propias finalidades- no lo obliga (n) necesariamente a encontrar
todo lo que A puso, además, con mucha frecuencia de manera inconsciente. La
selección y clasificación jerárquica de las informaciones contenidas en una
esquematización dependen en gran medida de los saberes enciclopédicos, del grado
de familiaridad con el género y de los objetivos del que aparece, debido a esto, menos
como un receptor-destinatario que como un interpretante (término que vale tanto para
lo oral como para lo escrito y que destaca la parte activa del trabajo del auditor o del
lector).
Así, para volver sobre el ejemplo de los juegos de insultos que estudiaremos en el
capítulo 7, enunciados del tipo de los propuestos antes podrían ser tomados por B
como insultos reales. Este error sólo sería posible con la condición de desdeñar el
hecho de que la descripción del objeto del discurso (R=pariente cercano) sea a tal
punto hiperbólica que no pueda apuntar seriamente a la realidad, que la situación (Sit)
sea la de una justa verbal. Este error de interpretación también podría resultar -como
vimos en el capítulo 3- de una falta de familiaridad con el género (el isulto ritual es un
género propio de una formación sociodiscursiva).
El esquema de la comunicación-interacción que se puede obtener de las proposiciones
de Grize es mucho más interesante que los esquemas clásicos (entre ellos el de
Roman Jakobson no es más que una versión un poco mejorada). Es por lo menos
sobre lo que nos permite presentar de manera económica que basaremos nuestra
reflexión.

Esquema 17
SITUACION DE INTERACCION SOCIODISCURSIVA
Institución (formación discursiva)
Actividad en curso, Tiempo, Lugar
ESQUEMATIZACION
FORMACIONES IMAGINARIAS:
Imágenes de la situación (Sit)
Imágenes del referente-tema
objeto del discurso (R)
A Coconstruido Imágenes de A Imágenes de B Coconstruido B
Esquematizador iA > A/B/ iB > B/A/ Co-esquematizador
En función de: R/Sit R/Sit En función de:
. finalidades (objetivos, iA > [B > B] iB > [A >A]
. la esquematización
intenciones) iA > [B > A] iB > [A > B]
. finalidades (objetivos,
. represntaciones psicosociales etc. etc. intenciones)
(de A, B, R, Sit) . represntaciones psicosociales
. preconstruidos culturales (de A, B, R, Sit)
(memoria colectiva, ideología, MEMORIA DISCURSIVA . preconstruidos culturales
prácticas cotidianas) (memoria colectiva, ideología,
prácticas cotidianas)

La coherencia del microuniverso construido por la actividad de esquematización


textual, los "rasgos pertinentes" seleccionados tienen una doble fuente de pertinencia
(Grize 1996:50): las finalidades del esquematizador y las que este último presta a su
auditorio.

1.3.1. La(s) finalidad(es) del esquematizador


Hablar de objetivos, de metas, de intenciones del esqumatizador y del co-
esquematizador es considerar que en la fuente misma de todo texto hay una iteracción
verbal. UN sujeto trata de actuar verbalmente sobre uno o varios otros. Sus
intenciones interaccionales no son obligatoriamente concientes. Son siempre más o
menos confesadas y confesables. En estas condiciones, se puede decir que una
esquematización es el resultado y el medio de una intención de (inter) acción. Es muy
difícil establecer una lista de los grandes tipos de acciones de lenguaje que los sujetos
pueden emprender. Sin pretender en absoluto la exhaustividad, podemos enumerar
algunas grandes acciones ciertamente combinables (designadas aquí con sustantivos o
verbos en infinitivo):

Informar (describir, hacer saber);


Enseñar (explicar, instruir, docere);
Demostrar y probar;
Persuadir (argumentar, aconsejar);
Divertir (distraer, entretener, pasar el tiempo);
Ordenar-instruir (decir de hacer, recomendar);
Evaluar: elogiar/culpar (género retótrico epidictico);
Juzgar: acusar/defender (género retórico judicial);
Gustar (seducir, placere)
Conmover (movere).

Estas grandes acciones dan lugar a elecciones de textualización que son función de los
géneros disponibles en la formación sociodiscursiva en el interior de la cual la
interacción tiene lugar. Así, mientras el insulto real apunta a juzgar y a conmover, el
insulto ritual apunta a pasar el tiempo, se define como un juego verbal. Como vimos
antes, cuando la redacción de L´Aurore decide titular Yo acuso! la célebre carta
abierta de Zola, elige destacar una acción discursiva con implicancias muy fuertes
(consecuencias judiciales). Hablamos de la importancia de las formaciones
sociodiscursivas que vuelven o no posibles y eficaces a las acciones discursivas. En
este nivel de nuestra reflexión, retengamos sobre todo que, de manera paralela pero no
simétrica, el co-esquematizador interpreta una esquematización en función de sus
propios objetivos, metas y de su visión de la situación de interacción.

1.3.2. Las expectativas que el esquematizador le presta a su auditorio


Una esquematización tiene por rol hacer ver algo a alguien, más precisamente, es una
representación discursiva orientada hacia un destinatario de lo que su auto concibe o imagina de
cierta realidad (Grize 1996:50).

Se reconoce aquí lo que describe, por ejemplo, Francis Jacques, en Espacio lógico de
la interlocución:
Decir algo con alguien, y no sólo a alguien (lo que es trivial). El lenguaje adquiere un valor
referencial al mismo tiempo que un alcance transaccional (Jacques 1985:41).

Todo esto tiene sentido dentro del principio dialógico ya mencionado en el esquema
14:
La esencia misma de una esquematización es ser reconstruida por su destinatario y por lo tanto
intérprete (Grize 1990:88).
Una esquematización aparece (…) no tanto como expresión discursiva de un sentido que como una
solicitación para construir un sentido (Grize 1996:118).

Es decir que deben tomarse en cuenta tres parámetros contextuales: los de la situación
sociodiscursiva de la interacción considerada, las condiciones de producción y las
condiciones de recepción/interpretación.

1.4. Una esquematización es una proposición de imágenes


Hay que ver que una buena parte de la actividad simbólica de los sujetos tiene como
función reconstituir permanentemente la realidad del yo, ofrecerla a los otros para
ratificación, aceptar o rechazar las ofertas que hacen los otros de su imagen de ellos
mismos. Una esquematización comporta por lo menos seis tipos de imágenes de base
que se proponen por el discurso y son tantas suertes de versiones de mundo:

- imágenes de la situación de interacción sociodiscursiva en curso: im Sit;


- imágenes del objeto del discurso (que llamaremos también tema o referente): im
R;
- imágenes de A (esquematizador): im A;
- imágenes de B (co-esquematizador): im B;

A estos cuatro casos repértoriados por Grize, hay que agregar imágenes de la lengua
del otro o de la que el otro espera que se produzca. Esta cuestión fundamental que
atraviesa los estudios sociolingüísticos y la reflexión de Pierre Bourdieu sobre el
"capital lingüístico" (L) de los sujetos se extiende también hasta las imágenes del
soporte y/o canal de trasmisión de la esquematización. La materialidad -Foucault diría
el régimen de materialidad- del discurso, el medio (M) elegido, produce efectos tanto
en el sujeto parlante A como sobre el interpretante B (lo vimos antes, a propósito de la
publicación de "Yo acuso!" en primera plana de un diario con una tirada para esa
ocasión de 300.000 ejemplares).
Esta reflexión sobre las maneras en que la esquematización propone imágenes de A y
B recuerda también los rituales de interacción de Erving Goffman (1974) y su teoría
de la "cara" concebida como las imágenes valorizantes que los sujetos, en la
interacción, intentan construir de ellos mismos y de sus interlocutores. Cuidar la
"cara" de B, es siempre proponer una imagen de B que B pueda reconocer.
Volveremos a hablar de esto en el capítulo 7, dedicado a los insultos rituales.
Estos componentes se combinan, en la medida en que lo que Michel Pêcheux (1969)
llamaba "formaciones imaginarias" se ajustan. Una esquematización propone
entonces tanto:
- imágenes de la situación de interacción sociodiscursiva según A (im A > Sit),
según b (im B >Sit), o según la imagen que A se hace de la manera en que B se
representa la situación (im A >im B > Sit), o la imagen que A se hace de la
manera en que B imagina que A se representa la situación (im A> im B> im A>
Sit), etc.;
- imágenes del objeto del discurso según A (im A>R), según B (im B > R), o de la
imagen que A se hace de la manera en que B se representa el oibjeto del discurso
(im A > im B> R), o la imagen que A se hace de la manera en que B imagina que
A mismo se representa el objeto del discurso (im A> im B> im A> R), etc.;
- imágenes de B según A (ima A>B) en el marco de una réplica-respuesta:
imágenes de la representación de B por sí mismo (im B > B), o la imagen que A
se hace de la manera en que B se imagina a sí mismo (im A> im B>B), o la
imagen que A se hace de la manera en que B imagina que A se representa a B (im
A> im B> im A> B), etc.;
- imagenes de la lengua L y/o del medio utilizado M según A (im A> L/M), de las
imágenes de la representación que B se hace de L y/o M (im B>L/M), o la imagen
que A se hace de la manera en que N se representa el valor de L y/o M (im A> im
B>L/M), o la imagen que A se hace de la manera en que B imagina que A se
representa L y/o M (im A> im B> im A> L/M), etc.;
- finalmente, toda esquematización propone una imagen de A mismo: im A>A, o
una imagen según A de la manera en que B se representa a A (im A> im B> A), o
inclusive de la imagen que A se hace de la manera en que B imagina la
representación que A tiene de sí mismo (imA> im B> imA>A), etc. Este punto
merece un desarrollo complementario y un desvío por ciertas consideraciones de
la antigua retórica.

2. El ethos como representación discursiva de sí mismo


Al describir la estructura compleja de la invención retórica, Aristóteles considera tres
grandes tipos de pruebas:
Las pruebas administradas por medio del discurso son de tres especies: las primeras consisten en el
carácter del orador; las segundas, en las disposiciones en las que se pone al auditor; las terceras en
el mismo discurso, porque demuestra o parece demostrar (Retórica, libro 1, 2, 1356a-I).

La presentación que se encuentra al comienzo del libro II de la Retórica hace recordar


gran parte de lo que hemos dicho antes:
Ya que la retórica tiene como objeto un juicio (en efecto, se juzgan los consejos, y la sentencia de
un tribunal es un juicio), es necesario no sólo considerar la argumentación y los medios para
volverla demostrativa y convincente, sino inclusive mostrarse uno mismo bajo ciertos colores y
colocar al juez en cierta disposición; ya que hay una gran ventaja para la persuasión,
principalmente en las deliberaciones, pero también en los procesos, en mostrarse uno mismo en
cierto aspecto y en hacer suponer a los auditores que se está en el lugar de ellos en cierta
disposición, además de que se encuentren ellos mismos en tal o cual disposición para con el orador
(Retórica, libro II, 1, 1377b-20).

Lo que Aristóteles dice de la deliberación será particularmente útil cuando


analicemos, especialmente en el capítulo 6, los discursos políticos de Pétain y de
Gaulle, pero el propósito es más vasto y no concierne solamente a los discursos
políticos y judiciales. Al valor demostrativo del discurso -el polo del LOGOS-,
Aristóteles agrega dos otros componentes: el "carácter" o las costumbres del orador -
el ETHOS- y la disposición o el estado pasional del auditorio -el PATHOS. Se
encuentran estos tres polos hasta en La Retórica o las reglas de la elocuencia de
Gibert, bajo las apelaciones respectivas de ARGUMENTOS, COSTUMBRES y
PASIONES en la fórmula: "Se instruye con argumentos; se conmueve con pasiones;
se insinúa con costumbres" (París, 1741).
La teoría moderna de la argumentación tendió a veces a privilegiar solamente el polo
del logos (ejercicio de la razón) tanto en la inventio -búsqueda de argumentos- como
en la dispositio -su ordenamiento- y en la elocutio -su puesta en palabras. La cuestión
de las pasiones volvió a las preocupaciones teóricas de los años 1980, tanto en la
pragmática como en la semiótica de la escuela de París. Una relectura de El imperio
retórico de Chaïm Perelman permite no descuidar la unidad del dispositvo
aristotélico:
Ya se trate no de hechos sino de opiniones, y sobre todo de apreciaciones, no sólo la
persona del orador sino también la función que ejerce, el papel que asume, influencian
innegablemente la manera en que el auditorio recibirá sus palabras […]
Pero inversamente, los propósitos del orador dan de él una imagen cuya importancia
no debe subestimarse: Aristóteles la consideraba, con el nombre de ethos oratorio,
como uno de los tres componentes de la eficacia en la persuasión; los dos otros son el
logos y el pathos, la apelación a la razón por medio de argumentos y los
procedimientos retóricos que apuntan a suscitar las pasiones del auditorio (Perelman
1977:111).
Este dispositivo puede resumirse con un triángulo que destaca hasta qué punto los tres
polos están sometidos, según los discursos o los momentos de un mismo discurso a
ponderaciones, a un juego de dominante(s). Cuando, por ejemplo, los polos del ethos
y del pathos aplastan al logos, la manipulación no está lejos. Se verá en el capítulo 6
que el llamado de Pétain se distingue del que de Gaulle pronuncia el día siguiente en
función de un peso muy diferente de estos tres polos.

Esquema 18
LOGOS
(argumentos)

INVENTIO
(PRUEBAS)

ETHOS PATHOS
(costumbres) (pasiones)

No me detengo en el polo del pathos en el que se pueden colocar los procedimientos


retóricos que apuntan a suscitar las pasiones del auditorio en el sentido entendido por
Aristóteles, por ejemplo en el libro III ("piedad, indignación, cólera, odio, envidia,
emulación, espíritu de contradicción", III, 1419b-25):
La persuasión se produce por la disposición de los auditores, cuando el discurso los lleva a
experimentar una pasión: ya que no se pronuncian los juicios de la misma manera según se sienta
pena o placer, amistad u odio. (Libro I, 2, 1356a-14).

El polo del ethos, según Aristóteles, es particularmente importante. La convicción


viene de la confianza que el auditorio es llevado a otorgar al orador debido a las
cualidades personales que emanan de su discurso. Como lo dice Perelman,
anunciando en esto lo que hemos dicho de las formaciones imaginarias: "Los
propósitos del orador dan de él una imagen". Es esta imagen discursiva de sí mismo la
que Aristóteles llama ethos:
Se persuade con el carácter, cuando el discurso es tal que hace al orador digno de fe, ya que los
hombres honestos nos inspiran mayor confianza y más pronta sobre todas las cuestiones en
general, y confianza total sobre aquellas que no comportan certidumbre, y dejan lugar a la duda.
Pero es necesario que esta confianza sea el efecto del discurso, no de una prevención sobre el
carácter del orador (Libro I, 2, 1356a-3 a 8).

La observación final distingue claramente un ethos discursivo ("efecto del discurso")


y una imagen previa ("prevención sobre el carácter del orador"). Para Aristóteles, la
honestidad de la persona del orador en la vida -sus "costumbres reales"- no garantiza
de ninguna manera el hecho de que su discurso gane o no la adhesión. Aristóteles
reprocha a los retóricos insistir demasiado en la persona del orador y desconocer así
lo que hace la fuerza del discurso más allá de los individuos que lo profieren. El ser
del orador, su pertenencia social, su edad, lo que se sabe de él, su función, no deben ni
ganar ni arruinar por adelantado la argumentación. Esta es una posición democrática
sobre la que la ciudad ateniense trata de fundar la retórica misma. Un simple
ciudadano debe poder abogar de la misma manera que alguien conocido. Lo que
cuenta es que el discurso manifieste su sinceridad, su indignación, su inteligencia, su
elegancia. La retórica es necesaria para compensar, corregir o simplemente confirmar
posiciones extradiscursivas previas.
Esta posición incomodará mucho a los maestros de retórica de la edad clásica,
preocupados por el arte de la predicación religiosa. Michel Le Guern sintetizó bien el
debate en un artículo (1978) que relanzó el interés de los lingüistas por la cuestión del
ethos oratorio. Como San Agustín lo dirá con cierta turbación, aun el peor hombre de
Iglesia, con las costumbres más dudosas, puede predicar con sabiduría y elocuencia.
Antoine Arnault cita esta frase en las últimas páginas de sus Reflexiones sobre la
elocuencia: "El que predica con sabiduría y elocuencia, el que vive mal, sirve a varios
que desean ser instruidos aunque se perjudique mucho a sí mismo". EL comentario de
Arnault, en este libro del que M. Le Guern tiene razón al decir que es demasiado poco
conocido, es el siguiente: "aunque sea cierto […] que la virtud ejemplar de los
predicadores del Evangelio tiene más peso para persuadir a los auditores que la mayor
elocuencia; sin embargo, no hay que dejar entender al pueblo que no sirve escuchar
los predicadores que son lo bastante infelices como para no vivir según las reglas que
recomiendan a los otros". Como lo muestra M. Le Guern, el retórico oratorio Bernard
Lami, en La Retórica o el arte de hablar, "no duda que se pueda hacer un muy mal
uso de este arte que enseñamos […] Se puede simular que se ama a aquellos a los que
se habla, para esconder el mal designio que el odio habrá hecho concebir contra ellos.
Se puede asumir la máscara de un hombre honesto, para sorprender a aquellos que
veneran todo lo que tiene la apariencia de la virtud" (Lamy 1675, cap. V, 13).
Así se comprenden mejor las razones del recorte de las costumbres reales (ser) y del
ethos discursivo (parecer). Sólo cuentan las costumbres oratorias, es decir que la
esquematización discursiva misma hace imaginar al auditorio o al lector virtudes
eventuales del orador. Las costumbres oratorias, el ethos discursivo, tienen así desde
Aristóteles, una especie de autonomía retórica. Lo que cuenta es:
- lo que dice la esquematización: instruye mediante el logos (en el sentido de
enunciado o palabra y de ejercicio de la razón);
- lo que la esquematización logra mover en el co-esquematizador B (pathos);
- todo estos pasa por lo que la esquematización insinúa de las costumbres del
esquematizar A (ethos).
La consideración del concepto retórico de ethos por la pragmática y la lingüística del
discurso fue tardía. Las primeras observaciones de Michel Le Guern (1978) no fueron
realmente consideradas más que por Oswald Ducrot, en EL decir y lo dicho (1984),
luego por Dominique Maingueneau, en Nuevas tendencias en análisis del discurso
(1987), El análisis del discurso (1991), El contexto de la obra literaria (1993, cap. 7)
y, para aplicaciones al discurso filosófico (1996), a la prensa y la publicidad (1998,
cap. 8).
Dominique Maingueneau es fiel a Aristóteles cuando insiste en el hecho de que el
ethè de la retórica antigua corresponde "a las propiedades que se confieren
implícitamente los oradores a través de su manera de decir" (1993:137). El ethos está
claramente situado por él, como por M. Le Guern, en la enunciación: no es dicho,
explicitado, en el enunciado. La originalidad del trabajo de D. Maingueneau consiste
en volverle a dar una gran importancia a la acción retórica, inclusive en lo escrito, es
decir a la puesta en voz y en gesto, al dispositivo paraverbal de la esquematización y a
contemplar su presencia en el "tono" de los textos orales (ethos oral) como escritos
(ethos escriptural). El tono de la voz, el ritmo de la palabra, las mímicas y los gestos
forman parte del dispositivo semiótico de conjunto de la esquematización y muestran
tanto o más que las palabras la posición del sujeto de la enunciación. En la versión
extendida del ethos propuesta por D. Maingueneau, "la lectura hace surgir un origen
enunciativo, una instancia subjetiva encarnada que desempeña el papel de garante"
(1999:79). El mecanismo de la manera en que el coenunciador (B) se relaciona con el
ethos de (A) es un mecanismo de "incorporación":
La instancia subjetiva que se manifiesta a través del discurso no se deja concebir solamente como
estatus o papel, sino como "voz" y más aún, como "cuerpo enunciante", históricamente
específicado e inscripto en una situación que su enunciación presupone y valida a la vez
progresivamente (Maingueneau 1999:76).
Sin adelantarnos, por nuestra parte, hasta la captura de estas operaciones complejas,
insistamos solamente sobre el hecho de que es lingüísticamente interesante reparar la
manera en que Oswald Ducrot integra el ethos en su teoría polifónica:
Uno de los secretos de la persuasión tal como se la analiza desde Aristóteles es, para el orador,
darse a sí mismo una imagen favorable, imagen que seducirá al auditor y capturará su buena
voluntad. Esta imagen del orador, designada como ethos o "carácter", es llamada a veces -la
expresión es extraña pero significativa- "costumbres oratorias". Hay que entender con esto las
costumbres que el orador se atribuye a sí mismo mediante la manera en que ejerce su actividad
oratoria. No se trata de las afirmaciones halagadoras que puede hacer sobre su propia persona en
el contenido de su discurso, afirmaciones que corren el riesgo por el contrario de chocar al auditor,
sino de la apariencia que le confieren la cadencia, la entonación, cálida o severa, la elección de
palabras, los argumentos […]. (1984, 200:201).

O. Ducrot vincula el ethos tanto con la inventio (elección de los argumentos) como
con la elocutio (elección de la puesta en palabras) y con la actio (puesta en voz,
gestos, tono). No sólo tiene el mérito de ser uno de los primeros lingüistas en integrar
la cuestión del ethos en una teoría de la enunciación, sino que distingue ser del mundo
y sujeto hablante.
En mi terminología, diré que el ethos está vinculado con L, el locutor en tanto tal: es en tanto
fuente de la enunciación que se ve cargado con ciertos caracteres que, en contrapartida, vuelven
esta enunciación aceptable o repelente. Lo que el orador podría decir de él, en tanto objeto de la
enunciación, concierne en cambio […] al ser del mundo, y no es éste el que está en juego en la
parte de la retórica de la que hablo (1984:201).

Esto nos incita a distinguir diferentes niveles:


a. Un nivel extradiscursivo: el del "sujeto en el mundo", de la persona provista de un
documento de identidad y de un estado civil, poseedor o no de una casa, automóvil,
animales domésticos, casada o soltera, etc. Esta entidad no lingüística es un elemento
de contexto, puede estar provista de un ethos previo vinculado con su función, con lo
que B pudo aprender de ella por otros lados, por otros relevos mediáticos.
b. Un nivel discursivo: este nivel es el del Locutor, es decir del sujeto comprometido
en la interacción verbal. En este nivel, O. Ducrot propone distinguir dos maneras
posibles de ser locutor. La primera está vinculada con este elemento de la experiencia
que es el sujeto en el mundo, la segunda corresponde más exactamente al ethos de los
retóricos:
b.1. Expresiones vinculadas con el locutor en tanto ser del mundo (ethos
explicitado, mostrado)
En este caso, se dira que A-locutor habla desde una función (lugar) y el (o los)
papel(es) que asume al hablar. Por ejemplo, en el discurso de Argel del que hablamos
en el capítulo 2 y sobre el que volveremos a fines del cap. 5, cuando el general De
Gaulle declara:
Digo la renovación //en todos los aspectos // pero muy justamente // ustedes quisieron //que esta
comience // por el comienzo // es decir // por nuestras instituciones // y es por eso que estoy aquí
Habla en tanto presidente del Consejo que acaba de ser llamado, en junio de 1958,
puesto a la cabeza del Estado para resolver la crisis argelina y se apoya enteramente
en un ethos previo. Sucede lo mismo, hacia el final del discurso, cuando declara:
Puedan inclusive participar / aquellos // que por desesperación //creyeron su deber realizar en esta
tierra // un combate // que yo reconozco //valiente ya que el valor no falta // en la tierra de Argelia.
De Gaulle se apoya abiertamente, con sólo los pronombres (subrayados por mí), sobre
el hecho de que él es también en la memoria colectiva, el militar que pronunció desde
Londres el acto de fundación de la Resistencia francesa. Es en ese sentido que se
autoriza a decir "yo" de manera aún más clara en el pasaje siguiente (separado
únicamente del anterior por los aplausos de la multitud):
Que es valiente / pero que no es menos cruel / y fratricida // yo // de Gaulle / a ellos // yo les abro
la puerta / de la reconciliación
En este nivel, el ethos es siempre enunciado y no, como lo prescribe la retórica,
implícito. El locutor declara así "los he comprendido" (de Gaulle), "les digo lo que
pienso", "yo que les hablo con conocimiento de causa" (de Gaulle), "es con el corazón
angustiado que les digo" (Pétain). Es decir sentimientos, actitudes, atribuidos
explícitamente al sujeto como ser del mundo. O. Ducrot (1984:194) toma también el
ejemplo del enunciado "yo infraescrito". En cuanto alguien lo hace seguir con su
nombre, aparece como el locutor, ya sea él quien invente lo que sigue o que esta
continuación se haya impreso previamente en la espera de su firma. A este respecto,
la firma propiamente dicha cumple este papel de designación de la identidad del
locutor y de vinculación jurídica con una persona del mundo.

b.2. Expresiones vinculadas con el locutor en tanto tal (ethos implícito, insinuado)
La traducción lingüística del ethos discursivo planteada por la retórica pasa por
enunciados del tipo: "¡Zás!", "¡Bof!", "¡Puaj!". Este ethos que se puede llamar
implícito o insinuado pasa a la esquematización por un léxico evaluativo, por una
sintaxis expresiva exclamativa, las suspensiones y otras frases inacabadas, pero sobre
todo, en lo oral, por las entonaciones y la dicción. En el discurso pronunciado en
Argel, de Gaulle marca la intensidad de su adhesión a sus proposiciones en la
construcción optativa y en la exclamación (el subrayado es mío):
Ah! Puedan participar en masa // en esta inmensa demostración // todos aquellos // de vuestras
ciudades / de vuestros douars // de vuestras llanuras / de vuestros djebels
En el capítulo 2 ya habíamos destacado el largo período ternario final de este
discurso:
Nunca // más que aquí // y más que esta noche // sentí // cuán hermosa // cuán grande // cuán
generosa // es Francia
La emoción del orador se marca implícitamente aquí en la cadencia rítmica muy lenta
y la construcción de la frase segmentada que permite colocar a Francia en la caída del
período que sirve de peroración. Los intensivos ("nunca más que" y "cuán") vienen a
reforzar lexicalmente una emoción que los adjetivos ("hermosa", "grande",
"generosa") axiologizan positivamente. Sólo el enunciado "sentí" plantea
explícitamente un ethos que responde al ethos planteado al comienzo de la alocuión
("los he comprendido"). La introducción del verbo "sentir" permite a de Gaulle
plantearse no sólo como el que comprende intelectualmente las cosas, sino el que
acaba, en el curso de su viaje a Argelia, de sentir la situación. La participación
emotiva es entonces, en la esquematización del período final, a la vez mostrada e
implícita.
De la confrontación de una eventual representación psicosocial anterior con el ethos
discursivamente esquematizado de manera explícita (b1) o insinuada (b2), surge una
figura que es la de un sujeto siempre imaginario para el que interpreta la
esquematización. Este sujeto siempre imaginario lo anotamos como A/L* en el
esquema de comunicación que podemos construir con el objeto sobre todo de destacar
los desfasajes de la interacción entre A y B (cualquiera sea el soporte medio: oral o
escrito, directo o diferido en el espacio y/o el tiempo):
Esquema 19
Sujeto en el Representacion ESQUEMATIZACION
mundo A y es de B de la imagen de Preconstruidos
Locutor situación A/L* PROPUESTA y finalidades
(ethos discursivo)
Representación y del objeto del IB* Sujeto en el
extralingüística discurso ser de mundo
de SI MISMO discurso B
A/L* RECONSTRUIDA Representa- Representación
Preconstruidos imaginario ciones de A, de extralingüística
y finalidades la situación y de SI MISMO
del objeto del
discurso

Este esquema pone en evidencia la brecha entre la imagen construida a partir del
discurso (oral o escrito) y la complejidad de procesamiento de esta brecha. En lo oral,
es la condición de sinceridad lo que puede incitar a unir o disociar las dos
representaciones (previa y producida por la escucha del discurso). En lo escrito, en
cambio, en particular en la producción ficcional artística, la tentación de confundir el
ethos producido al término de la lectura con la persona del autor es uno de los
múltiples contrasentidos de la crítica ingenua. Como deploraba Balzac, en el prefacio
de 1836 al Lys dans la vallée: "El yo no deja de ser peligroso para el autor. Si bien la
masa lectora ha aumentado, la suma de la inteligencia pública no aumentó en
proporción […] Muchas personas hacen el ridículo de volver cómplice a un escritor
de los sentimientos que atribuye a sus personajes; y si emplea el yo, casi todos se ven
tentados de confundirlo con el narrador." Esta confusión del ethos discursivo con la
persona en el mundo perjudicó tanto al Flaubert de Madame Bovary como al Zola
considerado pornógrafo … La narratología desglosa bastante bien estas identidades,
separando la voz narrativa de la persona del autor. Pero las cosas son aún más
complicadas, ya que como deice Paul Auster en una entrevista del diario Le Monde,
no hay solo desglose desde el punto de vista del interpretante (como el esquema
anterior) sino también en la producción:
Hay algo en las novelas que me fascina: se ve un nombre en la tapa, es el nombre del autor, pero se
abre el libro, y la voz que habla no es la del autor, es la del narrador. ¿A quién pertenece esta voz?
Si no es la del autor en tanto hombre, es la del escritor, es decir una invención. Hay entonces dos
protagonistas […] En mi vida hay una gran ruptura entre mí y el hombre que escribe los libros. En
mi vida, sé más o menos lo que hago; pero cuando escribo, estoy totalmente perdido y no sé de
dónde vienen las historias (26 de julio de 1991).
Si el yo que dice o escribe puede ser tan diferente del yo-autor , sujeto en el mundo,
es probablemente porque el mismo ejercicio del decir (escrito u oral) es un ejercicio
complejo, que modifica el pensamiento. Para poder admitir estos desdoblamientos y
esta complejidad de instancias, hay que admitir que el decir no traduce quizá
simplemente el pensamiento previo de un sujeto.Como dice Merleau-Ponty, y
cerraremos nuestra reflexión sobre esta cuestión con sus observaciones
epistemológicamente ilustradoras no sólo para nuestro objetivo, sino para el conjunto
de nuestra posición teórica:
El orador no piensa antes de hablar, ni siquiera mientras habla; su palabra es su pensamiento. De la
misma manera […] cuando se lee un texto frente a nosotros, si la expresión es lograda, no tenemos
un pensamiento al margen del texto mismo, las palabras ocupan todo nuestro espíritu (1945: 209-
210).
La operación de expresión, cuando es lograda, no deja sólo al lector y al escritor un ayuda-
memoria; hace existir la significación como una cosa en el corazón mismo del texto, la hace vivir
en un organismo de palabras, lo instala en el escritor o el lector como un nuevo órgano de los
sentidos, abre un nuevo campo o una nueva dimensión de nuestra experiencia.
[..] La operación expresiva realiza o efectua la significación y no se limita a traducirla. No sucede
otra cosa, a pesar de la apariencia, con la expresión de los pensamientos mediante la palabra. El
pensamiento no es nada "interior", no existe por fuera del mundo y fuera de las palabras. Lo que
nos engaña aquí, lo que nos hace creer en un pensamiento que existiría por sí mismo antes de la
expresión, son los pensamientos ya constituidos y ya expresados que podemos evocar
silenciosamente y por los que nos damos la ilusión de una vida interior. Pero en realidad este
silencio pretendido es susurro de palabras, esta vida interior es un lenguaje interior (1945:211-
213).

3. El ejemplo de la Vida de Henry Brulard de Stendhal


Sin entrar en detalles, una interesante reflexión sobre la complejidad del dispositivo
comunicacional atraviesa la Vida de Henry Brulard de Stendhal. El juego, muy
conocido, de los seudónimos de aquel que la tradición literaria llama "Stendhal"
corresponde ya a identidades locutoras (L) diferentes de un sujeto en el mundo que,
por su parte, se llamaba Henri Beyle (A). Esto aparece con todas las letras en un
recuerdo de infancia de la página 50 de la edición Folio ("… Escribí: Henri Beyle
1789") así como en la mención siempre implícita del yo que escribe, locutor-escritor
si se quiere, Stendhal (por ejemplo p. 35: "… en 1830, cuando escribía Rojo y negro",
o en p. 259: "… cuando, dije, escribí Racine y Shakespeare"). Es sobre todo el
conjunto del dispositivo de la comunicación literaria que el libro cuestiona p. 32 y 33:
No siendo bueno para nada, ni siquiera para escribir cartas oficiales para mi oficio […]
A esta primera imagen de un ethos mostrado (b1) muy negativo sucede una
representación de la situación <1>, una alusión a la esquematización misma <2>, la
afirmación de un ethos sincero y a la vez lúcido (b1) y finalmente de la relación con
un destinatario imaginario integrado en la esfera íntima <4>:
Hice encender un fuego <1>, y escribo esto <2>, sin mentir espero, sin hacerme ilusiones <3>, con
placer como una carta a un amigo <4> […]
El acento está puesto rápidamente y sobre todo en lo que hemos designado antes
(esquema 16) como los preconstruidos culturales y las representaciones psicosociales:
¿Cuáles serán las ideas de este amigo en 1880? ¡Cuán diferentes de las nuestras! Hoy es una
enorme imprudencia, una enormidad para las tres cuartas partes de mis conocidos estas dos ideas:
el más bribón de los Kings y Tártaro hipócrita aplicadas a dos nombres que no me atrevo a
escribir: en 1880 estos juicios serán truismos que inclusive los Kératry de la época no se atreverán
a repetir […]
La alusión a Louis-Philippe y al zar Nicolás I ejemplifica la variación histórica de las
representaciones psicosociales de un objeto de discurso (R). Pero lo que es sobre todo
interesante aquí es la insistencia en la necesidad, para el que habla (A/L), de hacerse
una representación de su destinatario (B*) y sobre todo de sus preconstruidos
culturales:
Esto es nuevo para mí; hablar a gente de la que ignoro absolutamente el sesgo de su espíritu, el
tipo de educación, los prejuicios, la religión […]
Es interesante observar que el resultado de esta "novedad" es simplemente una ruptura
respecto de lo que enseña la tradición retórica. Se puede inclusive hablar aquí de una
contestación romántica del modelo retórico en la continuación del pasaje:
Qué aliento para ser verdadero, y simplemente verdadero, es lo que único que cuenta. Benvenuto
fue verdadero y se lo sigue con placer, como si estuviera escrito ayer, mientras que se salteen las
páginas de ese jesuita de Marmontel que sin embargo toma todas las precauciones posibles para no
disgustar, como un verdadero Académico. Me negué a comprar sus memorias en Livourne, a
veinte centavos el volumen, yo que adoro ese tipo de escritos […]
El preferir un discurso de la verdad en detrimento de la vulgata de una retórica
mentirosa en sus estrategias persuasivas no es para nada trivial. Stendhal problematiza
aquí la cuestión de la verdad romántica oponiéndola a un Marmontel elegido como
parangón de un ethos retórico dominado por el parecer en detrimento del ser. La
cuestión de la esquematización reaparece a través de una presentación muy precisa
del problema de la verdad de los enunciados y de las representaciones discursivas:
Pero cuántas precauciones hay que tomar para no mentir!
Por ejemplo, al comienzo del primer capítulo, hay una cosa que puede parecer una fanfarronada:
no, lector, yo no era soldado en Wagram en 1809.
Deben saber que cuarenta y cinco años antes de ustedes estaba de moda haber sido soldado con
Napoleón. Es entonces hoy, en 1835, una mentira absolutamente digna de ser escrita hacer
entender indirectamente y sin mentira absoluta (jesuitico more) que se fue soldado en Wagram.
El hecho es que fui mariscal de vivienda y subteniente en el 6ºdragones a la llegada de ese
regimiento a Italia, en mayo de 1800, creo, y que presenté mi dimisión en la época de la pequeña
paz de 1803 […]
La cuestión de la verdad supera claramente aquí los límites de la presentación que
hacen los lógicos. Aparece sometida a preconstruidos culturales cuya historicidad está
muy claramente subrayada. En otras palabras, un enunciado es menos verdadero en sí
mismo, relativamente a un estado objetivo del mundo, que "verdadero" relativamente
a preconstruidos culturales, válido o plausible en un contexto socioculturañ dado y en
el movimiento de una argumentación.
En este modelo de la interacción, el otro (B o A) permanece opaco. De hecho, la
oscilación entre opacidad y transparencia es permanente. Las representaciones
psicosociales actuan como sendos filtros imposibles de ajustar totalmente entre A y B.
La coconstrucción del sentido con los otros aparece como una lucha contra la
opacidad que tiene el principio de buena fe como principio directivo, pero sin excluir
la disimulación, el pudor, la reserva tanto como la mentira. Veremos, a fines del
capítulo 5, hasta qué punto esta cuestión de la mentira planea en torno de la
interpretación del discurso pronunciado en el forum de Argelia el 4 de junio de 19858,
por el general de Gaulle.

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