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A propósito de la película “El Abogado del Diablo”1

“Lucha, tu deber es luchar por el derecho, pero el día que encuentres conflicto del derecho con la
justicia, lucha por la justicia”
Eduardo Couture2

“Con la marcha de los tiempos, más las actividades derivadas de la convivencia y los intercambios
genéticos, acabamos metiendo la conciencia en el color de la sangre y en la sal de las lágrimas y,
como si tanto fuera aún poco, hicimos de los ojos una especie de espejos vueltos hacia dentro, con
el resultado, muchas veces, de que acaban mostrando sin reserva lo que estábamos tratando de
negar con la boca. A esto, que es general, se añade la circunstancia particular de que, en espíritus
simples, el remordimiento causado por el mal cometido se confunda frecuentemente con miedos
ancestrales de todo tipo, de lo que resulta que el castigo del prevaricador acaba siendo sin palo ni
piedra, dos veces el merecido”.
José Saramago3

Carolina Loayza Tamayo4 y Alberto Che-Piú Carpio5

I. INTRODUCCION Y NOCIONES GENERALES.


¿Qué es la ética? Esta pregunta, tan inocente y sencilla, no tiene una respuesta con cualidades
similares. En las sociedades occidentales u occidentalizadas, aparece casi siempre ligada a los
conceptos religiosos: hacer el bien y evitar el mal; implica un comportamiento que se denomina
“ético”…, pero esta “línea de conducta”, no nos permite definir o señalar que es lo que
entendemos por alguna de esas palabras. Aquí no vamos a dar respuesta a nuestra pregunta
inicial, pero sí a buscar una aproximación a su innegable influencia en el “mundo de las
profesiones” o el “mundo de los negocios”.

El comportamiento del ser humano es un complejo mundo de decisiones, las cuales nos muestran
como, por el comportamiento de una persona, podemos saber muchas cosas de su vida…, más aún
sobre la forma en que desarrollan sus actividades profesionales, y es que el comportamiento ético,
comprende una unidad indivisible en el ser humano, pues es su disposición en la vida, su carácter,
sus costumbres y su moral; en líneas generales, es “su modo o forma de vida”.

Pero explicar esto en abstracto, no sólo es complicado sino también aburrido, por lo que hemos
escogido una película en la que el protagonista (un abogado para variar), debe tomar decisiones,
que no sólo van a influir en su futuro personal y profesional, sino que, y lo más importante, dichas
decisiones lo van a obligar a elegir entre la verdad y la justicia o el éxito y la vanidad. Nuestras
reflexiones en torno al ejercicio de la abogacía, las resumimos en las siguientes líneas.

El mensaje fundamental de la película, se resume en como debe conducirse el profesional del


derecho, en el ejercicio de su profesión. Tamaño problema, dado que la “cultura popular”, insiste
en caracterizar a nuestros colegas, como corruptos, deshonestos, “tinterillos”, “leguleyos”, etc., y
de decenas de formas más, sin contar por supuesto, con los infaltables “chistes de abogados” que
amenizan las reuniones sociales.

¿Cuánto de eso es verdad? Las generalizaciones siempre llevan a cometer excesos, pero también
un dicho popular reza que “Cuando el río suena, es porque piedras trae”.

Lo ético, la conducta honesta, implica la toma de decisiones correctas, produciendo situaciones


complejas, tanto para los abogados como para los que no lo son; la crítica es mayor, cuando se
sobreentiende, por definición que todos los abogados debemos por formación, estar familiarizados
con el estudio de este tema, es decir, con los cursos que algunas Universidades imparten
obligatoriamente o en forma electiva, denominados Ética Jurídica, Deontología Jurídica, etc. 6.

Si bien la ética está relacionada al estudio, análisis y al conocimiento de los valores, su práctica en
la vida diaria –el comportamiento ético–, complementa dicho conocimiento. En términos simples,
para entender lo que son los valores, diremos, que todas las sociedades poseen un sistema de
valores, es decir un conjunto de ideas, conceptos y costumbres relacionados entre sí, a las que se les
atribuye gran importancia. La palabra valor, desde este punto de vista, significa algo importante
tanto para el individuo como para toda la sociedad en su conjunto. En consecuencia, un valor es
cualquier cosa –idea, creencia, costumbre u objeto– que, por alguna razón, es importante para los
integrantes de una sociedad. Por otra parte, las cosas pueden ser importantes para nosotros de una
manera positiva o negativa, de manera que existen valores positivos, respecto a los cuales todos
estamos de acuerdo, “a favor”, mientras que los valores negativos son todo aquello con los que
estamos en desacuerdo, “en contra”.

Los valores positivos son aquellos a los que tienden las personas, y que guían la conducta de los
individuos en una sociedad. Dichos valores establecen el fundamento de las normas que regulan la
vida social y señalan lo que se debe y no se debe hacer, esto es, el deber ser es importante por que
todas las reglas que ordenan la vida deben contener ese deber ser y por tanto la conducta de todos
debe atender a ella. Las normas, en tanto respondan a los valores positivos, coadyuvarán a la
convivencia pacífica de los miembros de la sociedad.

El problema se presenta cuando en la vida diaria y sobre todo, en la vida profesional, el individuo
deja de lado la responsabilidad que le significa su profesión y se aparta de las normas éticas y opta
por comportarse según las normas que obedecen a valores negativos… y podría afirmarse, que
pareciera que ese es el problema de algunos colegas.

II. LA ETICA Y LA ABOGACÍA


La falta de ética en los abogados constituye la trama principal en la película en la que, no sin
razón, se señala a esta profesión como vinculada “al mal”, sin contenido moral alguno. En realidad
esta premisa ha ido concretándose con el tiempo, y lamentablemente no podemos contradecir
rotundamente que la profesión jurídica no está venida a menos, sobre todo en lo que se refiere a la
calidad de su ejercicio y su repercusión en la sociedad, pues esta sociedad es la que finalmente la
ha venido perjudicándose con los resultados que acarrea este problema.

Muchas veces nos hemos preguntado si tienen razón los literatos, políticos o juristas –y hasta los
cineastas como el de esta película–, que menosprecian si no denigran la profesión de la abogacía, al
culparla de muchos males sociales no sólo por el exceso de formalismos que desnaturalizan el
proceso, convirtiéndolo en enfermedad social, instrumento de dilación, chantaje o represión, sino
también, por las propias funciones públicas cumplidas por los abogados en los Poderes del Estado,
el periodismo, la docencia, actividades a las que contaminaron. La respuesta es que en gran
medida les asiste la razón. La literatura, el derecho o la política –y obviamente el arte–, son
manifestaciones de la conciencia social; traducen indudablemente las condiciones estructurales de
la sociedad que las produce y expresan siempre en mayor o en menor grado el pensamiento de la
sociedad, la opinión de la colectividad 7

El doctor Cuadros Villena, señala que el problema de la ética de la abogacía debe ser tratada desde
la perspectiva de la defensa privada, cuando nuestra profesión está en relación no solo con el
ejercicio forense y el modo cómo el abogado cumple sus funciones en defensa del derecho, sino
conceptuando a la abogacía más allá de la defensa del derecho, como ministerio de verdad al
servicio de la justicia y la paz de la colectividad 8 .
La abogacía es una de las profesiones más trascendentales de la vida social; no sólo porque se
ejercita utilizando el derecho como su instrumento fundamental en la búsqueda de la justicia, sino
porque está directamente relacionado con los bienes jurídicos del individuo de la sociedad, cuya
protección organiza la ley. El abogado, utilizando valores sociales como el derecho o la justicia,
tiene en sus manos valores individuales también muy importantes como la vida, la libertad y el
honor. Se trata pues de una actividad eminentemente social y que por eso trasciende, inclusive, del
caso particular al propio orden de la sociedad, pues, su objetivo no es solamente alcanzar la
sentencia que repare la injusticia en el conflicto de intereses sino que por su precisión de justicia,
contribuya al restablecimiento del orden social quebrantado. En suma, la mayor responsabilidad
social del abogado radica en la búsqueda de la justicia al servicio de la humanidad 9 .

El ejercicio de la abogacía comenzó cuando los hombres más aptos o más capaces, por un deber de
solidaridad, invocaron ante quienes debían resolver los conflictos, los derechos de las víctimas de
la injusticia y el abuso. Etimológicamente la palabra abogado deriva de ad y vocatus, del verbo
vocare y significa llamado para defender derechos de otros. En sus inicios el prestigio de los
abogados notables no se basaba ni en sus gestiones, sino en su entereza moral. Eran los defensores
de las personas, de la sociedad y de la República, de la justicia y de la libertad.

El abogado debe hacer que el derecho cumpla su cometido como instrumento de paz, debe hacer
que las leyes se tornen justas en la realidad donde se aplique. Sebastián Soler sostiene:
“Difícilmente podrá el Estado mantener normas coactivas que impongan a los súbditos deberes
inmorales”, esto implica que en realidad son los operadores del derecho los que deben hacer justo
al sistema jurídico.

En efecto, cuando una persona, como el abogado, tiene sobre sí la doble responsabilidad como
ciudadano y como profesional del derecho, la obediencia a las normas éticas acarrea consecuencias
mucho más graves. Esto, porque en ellos cae la responsabilidad de que las normas sean eficaces,
¿cómo pedir que la justicia exista, cuando los llamados a alcanzarla no hacen lo debido para
conseguirla?, ¿cómo hacer que las normas sean justas cuando quienes la elaboran no saben o no
conocen los valores positivos?, ¿puede el derecho, es decir el sistema jurídico de por sí, ser justo?
En realidad toda norma o sistema jurídico no es necesariamente justo y si bien las normas pueden
tener un contenido ético, este contenido puede perderse en tanto el individuo encargado de
aplicarlo lo haga atendiendo solamente a sus intereses por lo que acarrearía el mal uso o el uso
arbitrario del derecho, convirtiendo así, al derecho, en un conjunto de normas injustas, ajenas al
interés común, por ejemplo, el abogado que ejerce la defensa por el puro interés económico o el
mero éxito personal aún sabiendo que su cliente es culpable y que su defensa será exitosa en la
medida que acuda a valores negativos, es decir a las coimas, relaciones e influencias personales, o
creando con habilidad una duda razonable a partir del desprestigio de un testigo, olvidándose del
interés de toda la sociedad, cual es recuperar la tranquilidad social sancionando las conductas
desviadas. Si bien es un principio jurídico el que toda persona tiene derecho a defensa, hay
situaciones límites como la planteada en la primera parte de la película en que el abogado se
encuentra en una disyuntiva, la defensa justa o la defensa no ética, en este caso ante la decisión
correcta del abogado de alejarse o separarse del patrocinio de un caso, respecto al cual ha perdido
la confianza necesaria que debe existir en la relación abogado- cliente basada en la verdad de los
hechos a partir del cual se una defensa, queda el deber del Estado de conferir el derecho a defensa
de oficio, la cual debe también responder a criterios de equidad en la medida de la responsabilidad
del patrocinado – cliente.

La abogacía es una profesión complementaria con la labor del juez, porque está comprometido con
la justicia y con el derecho; de otro modo, su función sería desviante, lograr la equidad es uno de
sus cometidos. No es fácil lograr un campo de equilibrio en quien es llamado para defender al
cliente y debe hacerlo con decisión; pero el abogado no es un mercenario, no debe ser un mercader
de sus habilidades dialécticas, un manipulador de la judicatura, un seductor capaz de convertir en
mentecato al magistrado. Tampoco moralmente, no debe actuar como cómplice del mal o como su
favorecedor. La identidad de la profesión jurídica viabiliza la eficacia del derecho 10. Los
abogados deben ser conscientes que su profesión implica cultivar la justicia, profesar el
conocimiento de lo bueno y equitativo, separando lo justo de lo injusto, discerniendo lo ilícito de lo
lícito (ULPIANO 11). Es decir, se trata de una actividad intelectual dirigida a conseguir lo que es
justo y oportuno en la convivencia social.

El abogado que ha llegado a comprender la idea del Derecho como instrumento de Justicia y de
Paz, sabe bien que en los pilares de un orden social recto, se asientan en la piedra angular de la
libertad y el respeto de la persona humana.
Un concepto de abogado de fácil entendimiento es la que nos la da Llerena Quevedo: es un servicio
especializado, que supone un cierto dominio de un campo determinado y más o menos amplio del
conocimiento, dirigido a la solución de problemas y necesidades de orden práctico y ejecutado a
solicitud de otro, con independencia de criterio, esto supone que los actos del profesional del
derecho deben estar ajustados a la verdad y a la buena fe. Si bien se trata de una prestación de
servicios normalmente remunerada, la calidad del servicio no puede ser proporcional a la cantidad
pactada 12.

La abogacía, en tanto ejercicio privado, deja librado al criterio ético del abogado ser ordenador de
las relaciones sociales como colaborador de la magistratura, convirtiéndose así en el primer
realizador de la justicia; es decir, el primer juez 13.

De todo esto, podemos concluir que del ser humano, en este caso trátese del profesional de la
abogacía o del cliente o patrocinado, del ciudadano depende la correcta aplicación de las normas
para que ella se traduzca en la justicia que se espera. El culpable no puede ni debe moralmente
pretender una absolución ni el acusador buscar condenar al inocente para aplacar una sed de
venganza de la sociedad. Del actuar de los operadores del derecho, así como de las actitudes de
cuestionamiento y rechazo de los ciudadanos dependerá la inexistencia de la injusticia.

La ética en la profesión del abogado es importante dada la amplitud en el ejercicio de esta


profesión, pues el abogado además de ejercer la defensa, puede desenvolverse como legislador,
juez, fiscal, funcionario estatal, notario, docente, pudiendo ejercer muchas otras funciones
dirigenciales y de importancia en la sociedad. Esto hace que sobre el profesional del derecho,
recaiga la gran responsabilidad de dar el ejemplo tanto con su vida personal como profesional.

III. EL EJERCICIO DE LA ABOGACIA QUE SE NOS MUESTRA


La película que comentamos nos muestra que la profesión del derecho está en crisis en cuanto a
valores se refiere. Presenta al abogado exitoso como aquél que gana los casos, sin importar lo
despreciable de los cargos que se imputen al cliente y sin importar su inocencia o culpabilidad pues
su defensa solo se dirige a exonerarlo de responsabilidad o de satisfacer sus intereses mas allá de su
legalidad o no ¡Yo gano! ¡Yo siempre gano! resume la posición del abogado Lomax, porque ganar
es sinónimo de éxito y éxito es sinónimo de dinero. No importan los medios que se empleen para
ganar, si son los debidos o no, no interesan los medios sino los resultados. La pregunta de ¿cómo se
siente empujar al Jurado hacia la duda razonable? Recibe como respuesta, es el momento de
disfrutar el éxito, no es el momento de los escrúpulos. Los resultados se dirigen a los valores
determinados por un sistema mercantilista, ajeno a la moral y a la solidaridad, es decir a los
valores negativos que en realidad no ayudan a una mejor convivencia en sociedad.

Se dice que la pobre enseñanza en las Facultades de Derecho es una de las causas de la crisis de
valores en la profesión jurídica. En realidad dicha crisis se remonta en primer lugar, a la
formación personal que todo potencial alumno de las facultades de derecho- y todo futuro
profesional- recibe en sus hogares 14, y en segunda instancia a la crisis de la en la enseñanza
misma del Derecho que los alumnos reciben en las Universidades. Para lograr modelos y
paradigmas personales del abogado correcto que desean un derecho más justo y por ende una
sociedad más justa, queda una tarea concienzuda de parte de todos nosotros como padres de
familia, como ciudadanos y como abogados. En efecto, no podemos negar que las Universidades
tienden a la superproducción de abogados dirigidos a insertarse a un mundo donde prevalecen
valores contrarios a los que desea una sociedad carente de justicia, contrarios a lo que determinan
los valores positivos, tales como el poder económico, la vanidad, el individualismo, la falta de
honestidad y el éxito sin importar los medios. Se trata pues de un mundo donde si bien sobran
abogados, faltan modelos a seguir 15.

Según el Dr. Cuadros Villena, el descenso ético de la abogacía no es sino el resultado del
incumplimiento de las normas morales que regulan su ejercicio y la conducta privada del abogado.
Pero el problema es indudablemente mucho más profundo y cala en la esencia misma de las
relaciones sociales, en la propia naturaleza del derecho y en la ética general de la sociedad. Es que
la abogacía como parte de la conciencia social corresponde necesariamente a la estructura de la
sociedad y a la naturaleza del derecho que esa estructura produce 16. Por ello, cabe preguntarnos
¿acaso esta crisis de la profesión jurídica no corresponde también al comportamiento de toda la
sociedad, a la falta de valores positivos en ella?.

Si se quiere recuperar la imagen del abogado, será necesario incidir en su formación y dirigirla a
enriquecer la calidad personal del futuro profesional, la calidad moral donde las normas éticas, el
deber ser sean las metas a alcanzar en el ejercicio de la profesión. Es necesario abogados con
vocación solidaria, responsables de su rol en la sociedad. Sin duda el título de abogado confiere
una jerarquía intelectual y una dignidad social. El abogado de hoy, sabedor de su dignidad, debe
luchar constantemente por afianzar el derecho, la justicia, el progreso, la libertad y la paz social
17. El patrimonio principal del ser humano es su dignidad y no hay dignidad segura sin justicia
que lo ampare.

Ser abogado significa constituirse en un fiel custodio del régimen constitucional, en un defensor
abnegado de los derechos humanos, en un combatiente contra las injusticias sociales y toda la
actividad lesiva al ser humano.

Por tanto, toda profesión, no solo la del abogado, es un ejercicio habitual y continuado de una
actividad laboral desarrollada, que se ejercita luego de haber cumplido ciertos requisitos entre los
cuales está haber aprendido satisfactoriamente los elementos esenciales de carácter científico y con
la finalidad de servicio a la colectividad y a la propia persona y familia de quien lo ejercita

En “El Abogado del Diablo” hay una honda reflexión frente a la toma de conciencia de elegir la
justicia no en función al interés particular, sino al interés social. Hay dos situaciones claras que se
notan en esta historia:

– La relación defensor – cliente.- El ejercicio profesional del abogado en la relación defensor-


cliente, esta basada íntegramente en la versión del cliente y se sustenta en la confianza. De este
modo, el abogado cree de buena fe en la versión de su cliente que la sustenta en los medios
probatorios; a partir de ello, elabora una estrategia de defensa en base a sus dichos y a las pruebas
que posee. El abogado no puede erróneamente considerar que la contratación de su servicio
profesional implica per se una obligatoria defensa al margen de la verdad, por el hecho del pago de
los honorarios profesionales. Su ejercicio profesional está limitado por la verdad real que él deberá
sustentar observando principios éticos y jurídicos.

– La relación cliente – defensor.- Esta situación se refiere a la conducta del cliente, que puede
suponer que, por haber contratado los servicios de un abogado, dichos servicios deben ceñirse a
“su verdad” sin tener en cuenta los principios éticos, ni a la verdad real y a la justicia. La frase del
cliente, “tú eres mi abogado, tienes que defenderme” pretendiendo su absolución –aún a sabiendas
que no se es inocente–, no significa para el abogado el ejercicio de una defensa incondicional. En
este caso la exigencia del cumplimiento de las normas de la ética, debe recaer no solo en el abogado
sino también en el cliente. Ningún cliente puede pretender que frente a una situación de
culpabilidad tenga su abogado la obligación de demostrar una inocencia inexistente.

La conducta del cliente guarda relación con la conducta de los abogados. En este tipo de
situaciones todo profesional del derecho debe no sólo cumplir con sus obligaciones, sino también
propiciar que su cliente cumpla con sus obligaciones jurídicas y éticas, sólo así el abogado se
transformará en útil instrumento de pacificación, de perfeccionamiento individual y social 18.

En cualquiera de ambos casos, el abogado enfrenta una disyuntiva: reducir su ejercicio profesional
a la defensa de intereses particulares al margen de la justicia, ó conservar los principios que
animan su profesión observando los principios de justicia que buscar dar a cada uno lo que le
corresponde, y en ese caso, defender los intereses de su cliente en conjunción con los intereses de la
justicia.

Alcanzar la justicia por el abogado desde la perspectiva de la defensa comprende la absolución de


su cliente de ser inocente ó su condena si es culpable pero con la imposición de una pena que
corresponde al nivel de su responsabilidad, para ello deberá tener en cuenta las circunstancias de
la comisión del delito, su responsabilidad en el acto o no, la ausencia de dolo, la negligencia, las
circunstancias atenuantes, etc.

Cuando se logra imponer una falsa inocencia a través de medios lícitos- crear una duda razonable-
e ilícitos –pruebas falsas-, se atenta contra la sociedad misma, pues se le está negando su derecho a
sancionar conductas desviadas y por ende a mantener la tranquilidad social. En consecuencia, se
está favoreciendo la impunidad.

En efecto, al ser la sociedad humana una forma solidaria de existencia, en la que la actividad de
cada uno se coordina en sus aspectos básicos con los demás, la actividad de los unos resulta de un
modo u otro apoyando o ayudando a la de otros, intencionalmente o no. En función a ello, lo que
haga un individuo va a repercutir en la sociedad donde se desenvuelve, desde este punto de vista
debe entenderse que la profesión del abogado no es sino una forma especializada de servicio a los
demás. Supone hacer por ellos lo que no saben o no pueden hacer por sí mismos. Los abogados
actúan, por ejemplo, como “voceros”, “razonadores en pleito ajeno”, “peritos” en materia jurídica
19, etc.

– La relación del abogado con el derecho.- El abogado debe aceptar una defensa con convicción y
tratará de ganar el proceso en el contexto de la verdad de su cliente, que se la ha encomendado
más allá de los honorarios. Aquí el abogado se enfrenta a dos caminos: la justicia o el llamado
“éxito profesional”; esto es, no errar, no fracasar, solo ganar los casos que se representa; en el
sentido de su argumentación. Entre la justicia y el éxito profesional que satisface el ego personal el
abogado de la película que comentamos, elige –en un primer momento- por lo último, elige la
figuración personal buscando presentar al cliente como víctima, generando la duda ante el jurado
para conseguir la justicia disfrazada de este modo el éxito de abogado está condicionado a
satisfacer sus expectativas personales dejando de lado el rol que la sociedad le ha conferido. La
inocencia disfrazada no es un triunfo, es un triunfo disfrazado.

En este caso, debido a los valores alejados de todo sentido humanitario y social, el éxito del
profesional se mide en función de la mejoría material de su estatus profesional; es decir, medido en
dinero y en el poder que éste te posibilita dentro de la sociedad. El abogado en este caso, es
infalible, sin considerar los medios, importándole solo los resultados. Así el derecho se
deshumaniza.

Siendo el derecho sólo un mecanismo para alcanzar la justicia, depende de quiénes y cómo lo usen
para conseguir dicho fin, por lo tanto no hay que olvidar que del individuo, como operador del
derecho, depende que se alcance la justicia. Las leyes por sí solas no son justas, hace falta la acción
del ser humano.

Con esto no queremos decir que la abogacía se ejerce por “pura” vocación y nada más (aunque sea
requisito muy importante); sino también, para satisfacer nuestras necesidades; no puede negarse
un principio de productividad económica en todas las ocupaciones humanas.

El abogado es un profesional que necesita ganarse el sustento; sin embargo debe equilibrar su
ejercicio con el desinterés, el cual no debe ser entendido como una exagerada generosidad. Este
desinterés está referido al aspecto económico que no corresponda al de los honorarios
correctamente devengados; por lo tanto, no está referido a cualquier otro interés concomitante que
se le ofreciera al margen de dichos honorarios y a todo lo que no corresponde al ejercicio digno de
la profesión. De ser así, podría devenir en un mero ánimo del lucro e influir negativamente en su
toma de decisiones y en su independencia profesional 20.

No hay que olvidar que el abogado es siempre y ante todo la persona que debe combatir “por el
Derecho” con un espíritu de desinterés que es necesario entender en el sentido más elevado de la
palabra. Su misión no es un comercio del Derecho sino un servicio al Derecho. Cabe recalcar que
no debe buscar el éxito del pleito para sólo ganar dinero, sino principalmente para el triunfo de la
justicia. Esto no quiere decir que el abogado deba abandonar toda ambición y logro personal. Si
esto fuera así no seríamos abogados sino santos. Le es lícito pues, al abogado, perseguir su
mejoramiento económico a través del ejercicio de la profesión que ha elegido, pero es necesario al
tener en cuenta su interés personal, considerar siempre el interés del cliente a quien defiende y el
de la sociedad. Todo ello se expresa en el bien común.

El desinterés que debe caracterizar al abogado no consiste en el desprecio del provecho pecuniario,
sino en el cuidado de que la perspectiva de tal provecho no sea nunca la causa determinante de
ninguno de sus actos; pero le impide enriquecerse de cualquier forma a costa del cliente o de la
parte contraria. El ejercicio de esta profesión labra, indiscutiblemente, el bienestar individual,
pero el bienestar individual aislado de todo otro sentimiento humanitario, o de todo otro anhelo
colectivo, resulta la expresión de un egoísmo perjudicial para los intereses de la colectividad 21.

– De los Honorarios de los Abogados.- Respecto a los honorarios del abogado, no está de más
explicar sus orígenes. Entre los pueblos primitivos el ejercicio de la abogacía fue gratuito. En los
primeros tiempos de Roma, la defensa era ad honorem, pero después con el transcurso del tiempo,
se generalizó la costumbre de pagar a los defensores. Quizás estas costumbres degeneraron en el
abuso. En algunos países como en Alemania, por ejemplo, los honorarios deben fijarse de acuerdo
con Aranceles de Abogados, aunque pueden también pactarse convencionalmente. A falta de
Arancel o de pacto, o cuando se señala una suma indebida, la práctica legislativa ha establecido
que sea el criterio de los tribunales el determinante. Muchas veces sucede que el monto de lo
litigado puede definir la importancia, la fama del pleito o de la gestión, pero no la índole de la
labor profesional.

Las actuaciones judiciales pueden determinar el monto de los honorarios, pues constituyen un
signo del ejercicio profesional, pero no refleja necesariamente la efectividad del servicio, que puede
lograrse con pocas actuaciones. El éxito en el proceso constituye una indiscutible ventaja lograda a
favor del cliente, pero tampoco es índice de esfuerzo, porque una causa puede ser ganada por la
calidad del derecho defendido, por la naturaleza incontrovertible de la prueba preparada por el
abogado o por la sencillez del asunto.

– Otros temas planteados: el bien y el mal, el libre albedrío, la familia, género.- Se presenta
también un problema de la fe, que nos lleva a reflexionar sobre la posición que debe tomar el ser
humano entre el bien y el mal. Al margen de las creencias religiosas 22 y sin ánimo de herir
susceptibilidades, algunos consejos dados por “el diablo”, resultan interesantes cuando señala que
“el libre albedrío” debe ser utilizado en forma responsable pues hay que ser consecuentes con el
uso de esa libertad. Ello sin perjuicio que la fe cristiana se basa también en la libertad.

Cuando en la cinta, el abogado se defiende y dice: “soy un abogado” como una forma de justificar
su conducta inmoral, dando a entender que su profesión le impedía elegir, él se equivoca, pues el
uso del libre albedrío que encuentra su fundamento en la libertad. El abogado libremente eligió ser
un soldado de la justicia. En consecuencia, eligió hacer uso de esa libertad en función de valores
positivos. Cuando busca alcanzar esos valores, está buscando el bien social, ya que la justicia
particular va de la mano con la justicia que busca la sociedad toda.

Se nota la confusión que existe en la mente de todo abogado amoral o inmoral, que se funda en la
idea de que su trabajo consiste solamente en que siempre debe ganar, sin importar el medio o de
negar la verdad o la justicia. Si bien la profesión jurídica es fuertemente competitiva, donde
supuestamente es mejor quien gana un litigio sin tener en cuenta cómo lo hizo, ello obedece a la
distorsión ética antes mencionada. La relación del abogado consigo mismo, dejando de lado la
justicia y por ende el sentido de la solidaridad, es pues, un tema motivo de reflexión. El trabajo del
abogado no es ganar, es buscar justicia.

La película nos presenta al abogado que busca el éxito por la familia, pero que en este afán se aleja
de ella por el éxito personal, fama, dinero, fortuna poder. La familia es la célula básica de la
sociedad el primer cobijo del individuo, en consecuencia, su valor es inconmensurable para el
desarrollo del ser humano y de la sociedad. Cuando se deja de lado a la familia por los intereses
materiales, el individuo está atenta contra sí mismo.

También se puede apreciar una distorsión del rol femenino en la sociedad. La película en su
perspectiva religiosa del bien y el mal, presenta a la mujer como sinónimo de mal y de las más
bajas pasiones, recurriéndose a prejuicios históricos sobre la mujer y su responsabilidad en las
decisiones del varón. Se trata de una visión parametrada que deja entrever la imagen de la mujer
asociada al “mal” –demonio–, y su posición de gran influencia sobre el hombre, la que en todo caso
sería en ambos sentidos. La realidad es que cada persona tiene la plena libertad para tomar sus
propias decisiones, en ella radica la riqueza del ser humano, que no necesita de sugerencias para
tomar el camino debido, pues los principios éticos son inherentes a su razonamiento, es su
capacidad de decidir sobre la base del su libre albedrío lo que le ayudará a decidir qué camino a
tomar.

A MANERA DE CONCLUSIÓN.
Los valores éticos son inherentes al ser humano. La conciencia del hombre siempre está y estará
presente para evaluar todas las acciones de la vida, se trata del contenido del sentido común de
todo individuo. Si bien “la ley nos da acceso a todo, la ley es poder, es el paso supremo” 23; no
debemos olvidar que la ley la hacen los hombres, y en consecuencia es perfectible. De forma tal,
que el poder está en los hombres y en su libre albedrío, que se legitima cuando se ejerce en función
del bien común. Solo así la ley será justa y se constituirá en un verdadero poder, que los abogados,
deben coadyuvar a respetar, lo cual no es solo forma parte de su compromiso con la sociedad, sino
también, el que tienen consigo mismo, sea por vocación o por formación.
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1 Como parte de las actividades que realizó el Colegio de Abogados del Callao para celebrar el Día
del Abogado en el año 1999, se proyectó la película “ El abogado del Diablo” y se organizó una
Mesa Redonda a la que invitaron a la Profesora Carolina Loayza Tamayo a participar, su
exposición sirvió de base para el presente artículo.
2 Eduardo Couture comentando el Cuarto Mandamiento del Abogado.
3 José Saramago: Ensayo Sobre la Ceguera, Seix Barral “Biblioteca de Lima”; 1996.
4 Abogada, con estudios de maestría, profesora Asociada de Derecho Internacional Público y
Derecho Internacional Humanitario de la Universidad de Lima.
5 Abogado, Asesor del Tribunal Constitucional.
6 Quienes estamos vinculados al estudio y ejercicio del Derecho, sabemos que en la mayoría de las
Facultades de Derecho, los cursos relacionados a la Deontología Forense tienen la categoría de
electivos.
7 CUADROS VILLENA, Carlos F., Ética de la Abogacía y Deontología Forense. Editora FECAT,
Lima,1994. Pág. 46
8 Ibíd. , págs. 23 y 24.
9 Ibíd. , págs. 29 y 30.
10 Couture….
11 Digesto, I, i, 10, 1.
12 LLERENA QUEVEDO, J. Rogelio.”Notas para una Ética del Foro” Separata de Ética.
13 Ibíd. Pág.43.
14 Vemos cómo el abogado Lomax de la película en mención, finalmente decide por los principios
adquiridos en su hogar –a través de su madre- es decir, que muchas veces aquello que se inculca en
el hogar influye decididamente en la vida profesional.
15 Monroy Gálvez, Juan. ”¿Cómo se forma (o deforma) un abogado?”. En el Comercio. Opinión,
28 de febrero de 1999.
16 Ob. cit., pág. 40.
17 VIÑAS, Raúl. “Ética de la abogacía y de la Procuración”… separata…
18 Ibíd.
19 LLERENA QUEVEDO, Ob. Cit. Separata de Ética.
20 MARTINEZ VAL, José Ma. Ética de la Abogacía. Bosch, Barcelona, 1987, Pág. 64.
21 CASTILLO DAVILA, Melquiades. “Deontología Forense”… separata…
22 La autora es católica.
23 Frase textual del “diablo” en la película.
Sección Primera
Normas Legales

Sección Segunda
Relaciones de los Abogados con los Tribunales y demás Autoridades

Sección Tercera
Relaciones del Abogado con sus Clientes

Sección Cuarta
Relaciones del Abogado con sus Colegas y la Contraparte

Sección Quinta
De la Aplicación del Código de ética y de las Sanciones

SECCIÓN PRIMERA

NORMAS GENERALES

Esencia del Deber Profesional

Artículo 1.- El Abogado debe tener presente que es un servidor de la justicia y un colaborador
de su administración; y que su deber profesional es defender, con estricta observancia de las
normas jurídicas y morales, los derechos de su patrocinado.
Defensa del Honor Profesional

Artículo 2.- El Abogado debe mantener el honor y la dignidad profesional. No solamente es un


derecho, sino un deber, combatir por todos los medios lícitos, la conducta moralmente
censurable de jueces y colegas.
Honradez

Artículo 3.- El Abogado debe obrar con honradez y buena fe. No debe aconsejar actos
fraudulentos, afirmar o negar con falsedad, hacer citas inexactas o tendenciosas, ni realizar
acto alguno que estorbe la administración de justicia.
Cohecho

Artículo 4.- El Abogado que en ejercicio de su profesión soborna a un empleado o funcionario


público, falta gravemente al honor y a la ética profesional. El Abogado que se entera de un
hecho de esta naturaleza, realizado por un colega, está obligado a denunciarlo.

Abuso de Procedimientos

Artículo 5.- El Abogado debe abstenerse del empleo de recursos y formalidades legales
innecesarias, de toda gestión dilatoria que entorpezca el normal desarrollo del procedimiento y
de causar perjuicios.
Aceptación o Rechazo de Asuntos
Artículo 6.- El Abogado tiene libertad para aceptar o rechazar los asuntos en que se solicite
su patrocinio, sin necesidad de expresar los motivos de su resolución, salvo en el caso de
nombramiento de oficio, en que la declinación debe ser justificada. Al resolver, debe prescindir
de su interés personal y cuidar de que no influyan en su ánimo el monto pecuniario, ni el poder
o la fortuna del adversario. No aceptará un asunto en que haya de sostener tesis contrarias a
sus convicciones, inclusive las políticas o religiosas, con mayor razón si antes las ha
defendido, y cuando no esté de acuerdo con el cliente en la forma de plantearlo o
desarrollarlo, o en caso de que pudiera ver menoscabada su independencia por motivos de
amistas, parentesco u otros. En suma, no deberá hacerse cargo de un asunto sino cuando
tenga libertad moral para dirigirlo.

Defensa de Pobres

Artículo 7.- La profesión de Abogado impone defender gratuitamente a los pobres, tanto
cuando éstos se los soliciten como cuando recaigan nombramientos de oficio. No cumplir con
este deber, desvirtúa la esencia misma de la abogacía. No rige esta obligación donde las
leyes prevean la defensa gratuita de los pobres.
Defensa de los Acusados

Artículo 8.- El Abogado es libre para hacerse cargo de la defensa de un acusado, cualquiera
que sea su opinión personal sobre la culpabilidad de éste; pero habiéndola aceptado, debe
emplear en ella todos los medios lícitos.

Acusaciones Penales

Artículo 9.- El Abogado que tenga a su cargo la defensa de un acusado, tiene como deber
primordial conseguir que se haga justicia a su patrocinado.

Secreto Profesional

Artículo 10.- Guardar el secreto profesional constituye un deber y un derecho del Abogado.
Para con los clientes un deber que perdura en lo absoluto, aún después de que les haya
dejado de prestar sus servicios; y es un derecho del Abogado por lo cual no está obligado a
revelar confidencias. Llamado a declarar como testigo, debe el letrado concurrir a la citación y
con toda independencia de criterio, negarse a contestar las preguntas que lo lleven a violar el
secreto profesional o lo exponga a ello.

Alcance de la Obligación de Guardar el Secreto Profesional

Artículo 11.- La obligación de guardar el secreto profesional abarca las confidencias hechas
por terceros al Abogado, en razón de su ministerio, y las que sean consecuencia de pláticas
para realizar una transacción que fracasó. El secreto cubre también las confidencias de los
colegas. El Abogado, sin consentimiento previo del confidente, no puede aceptar ningún
asunto relativo a un secreto que se le confió por motivo de su profesión, ni utilizarlo en su
propio beneficio.

Extinción de la Obligación de Guardar el Secreto Profesional

Artículo 12.- El Abogado que es objeto de una acusación de parte de su cliente o de otro
Abogado, puede revelar el secreto profesional que el acusado o terceros le hubieren confiado,
si favorece a su defensa. Cuando un cliente comunica a su Abogado la intención de cometer
un delito, tal confidencia no queda amparada por el secreto profesional. El Abogado debe
hacer las revelaciones necesarias para prevenir un acto delictuoso o proteger a personas en
peligro.

Formación de Clientela

Artículo 13.- Para la formación decorosa de clientela, el Abogado debe cimentar una
reputación de capacidad profesional y honradez, y evitará escrupulosamente la solicitación
directa o indirecta de la clientela. Es permitido la publicación o el reparto de tarjetas
meramente enunciativas del nombre, domicilio y especialidad.
Toda publicidad provocada directa o indirectamente por el Abogado con fines de lucro en
elogio de su propia situación, menoscaba la dignidad de la profesión.
El Abogado que remunera o gratifica directa o indirectamente a una persona que está en
condiciones para recomendarlo, obra contra la ética profesional.

Publicidad de Litigios Pendientes

Artículo 14.- El Abogado n podrá dar a conocer por ningún medio de publicidad
informaciones sobre un litigio subjudice, salvo para rectificar cuando la justicia o la moral lo
demanden. Concluido un proceso, podrá publicar los escritos y constancias de autos y
comentarios en forma respetuosa y ponderada. Se exceptúa las informaciones o comentarios
formulados con fines exclusivamente científicos en revistas profesionales conocidas, los que
se regirán por los principios generales de la moral; se omitirán los nombres si la publicación
puede perjudicar a una persona, como cuando se tratan cuestiones de estado civil que afectan
a la honra.

Empleo de Medios Publicitarios para Consultas.

Artículo 15.- Falta a la dignidad profesional el Abogado que habitualmente absuelva consultas
por radio o emita opiniones por cualquier medio de publicidad sobre casos jurídicos concretos
que le sean planteados; sean o no gratuitos sus servicios.

Incitación Directa o Indirecta a Litigar

Artículo 16.- No está de acuerdo con la dignidad profesional el que un Abogado


espontáneamente ofrezca sus servicios o dé opinión sobre determinado asunto con el
propósito de provocar un juicio o de obtener un cliente.

SECCIÓN SEGUNDA

RELACIONES DE LOS ABOGADOS CON LOS TRIBUNALESY DEMÁS AUTORIDADES

Artículo 17.- El Abogado estará en todo momento dispuesto a prestar su apoyo a la


Magistratura, cuya alta función social requiere de la opinión forense; su actitud ha de ser
independiente, manteniendo siempre plena autonomía en aras del libre ejercicio de su
ministerio.

Artículo 18.- Es deber del Abogado velar para que el nombramiento de Magistrados no se
deba a consideraciones políticas, sino exclusivamente a su aptitud para el cargo; y también
para que no se dediquen a otras actividades distintas de la judicatura, que pongan en riesgo
su imparcialidad.
El Abogado que integra la Junta Directiva de su Colegio o Asociación no podrá ejercer ni
aceptar el cargo de Magistrado Suplente, excepto cuando para ese cargo, no exista en el
lugar el número de Abogados suficientes.

Acusación de Magistrados

Artículo 19.- Cuando haya fundamento serio de queja en contra de un Magistrado, el


Abogado la interpondrá ante el órgano respectivo o ante su Colegio. Solamente en este caso
tales acusaciones serán alentadas y los Abogados que las formulen, apoyados por sus
Colegas.

Extensión de los Artículos Anteriores

Artículo 20.- Las reglas de los dos artículos anteriores se aplicarán respecto de todo
funcionario ante quien habitualmente deben actuar los Abogados en ejercicio de la profesión.

Limitaciones de los ex-Funcionarios

Artículo 21.- Cuando un Abogado deje de desempeñar la magistratura o algún otro cargo
público, no debe aceptar el patrocinio de asunto del cual conoció su carácter oficial; tampoco
patrocinará asunto semejante a otro en el cual expresó opinión adversa con ocasión del
desempeño de su cargo, mientras no justifique su cambio de doctrina.

Influencias personales sobre el Juzgador

Artículo 22.- Es deber del Abogado no tratar de ejercer influencia sobre el Juzgador,
apelando a vinculaciones políticas o de amistad, o recurriendo a cualquier otro medio que no
sea el de la defensa. Es falta grave intentar o hacer alegaciones al juzgador fuera del tribunal
sobre un litigio pendiente.

Ayuda a los que están autorizados a ejercer la Abogacía

Artículo 23.- Ningún Abogado debe permitir que se usen sus servicios profesionales o su
nombre, para facilitar o hacer posible el ejercicio de la profesión por quienes no estén
legalmente autorizados para ejercerla. Denigra su profesión el Abogado que firme escritos en
cuya preparación y redacción no intervino o que preste su intervención sólo para cumplir
exigencias legales.

Puntualidad

Artículo 24.- Es deber del Abogado ser puntual en las diligencias y con sus colegas, sus
clientes y las partes contrarias.

SECCIÓN TERCERA

RELACIONES DEL ABOGADO CON SUS CLIENTES

Obligaciones para con el Cliente


Artículo 25.- Es deber del Abogado para con su cliente servirlo con eficiencia y empeño para
que haga valer sus derechos. No debe supeditar su libertad ni su conciencia, ni puede
exculparse de un acto ilícito, atribuyéndolo a instrucciones de su clientela.

Aseveraciones sobre el buen éxito del Asunto, Transacciones

Artículo 26.- No debe el Abogado asegurar a su cliente que su asunto tendrá éxito, sino sólo
opinar según su criterio sobre el derecho que le asiste. Debe siempre favorecer una justa
transacción.

Atención personal del Abogado a su cliente

Artículo 27.- Las relaciones del Abogado con su cliente deben ser personales, por lo que no
ha de aceptar el patrocinio de clientes por medio de agentes, excepto cuando se trate de
instituciones altruistas para ayuda de pobres. El patrocinio de estas instituciones no obliga al
Abogado a patrocinar a las personas físicas que actúan por ella.

Responsabilidad relativa a la conducción del Asunto

Artículo 28.- El Abogado debe adelantarse a reconocer la responsabilidad que le resulte por
su negligencia, error inexcusable o dolo, allanándose a indemnizar por los daños y perjuicios
ocasionados al cliente.

Conflicto de Intereses

Artículo 29.- Tan pronto como un cliente solicite para cierto asunto los servicios de un
Abogado, si éste tuviere interés en él o algunas relaciones con las partes, o se encontrare
sujeto a influencias adversas a los intereses de dicho cliente, lo deberá revelar a éste y
abstenerse de prestar ese servicio.

Renuncia al Patrocinio

Artículo 30.- Una vez aceptado el patrocinio de un asunto, el Abogado no podrá renunciarlo
sino por causa justificada sobreviniente que afecte su honor, su dignidad o su conciencia, o
implique incumplimiento de las obligaciones morales o materiales del cliente hacia el Abogado,
o haga necesaria la intervención exclusiva de profesional especializado.

Conducta incorrecta del Cliente

Artículo 31.- El Abogado ha de velar porque su cliente guarde respeto a los magistrados y
funcionarios, a la contraparte, a sus Abogados y a los terceros que intervengan en el asunto; y
porque no hagan actos indebidos. Si el cliente persiste en su actitud reprobable, el Abogado
debe renunciar al patrocinio.

Descubrimiento de engaño o equivocación durante el juicio

Artículo 32.- Cuando el Abogado descubra en el juicio una equivocación o engaño que
beneficie injustamente a su cliente deberá comunicárselo para que rectifique y renuncie al
provecho que de ella pudiera obtener. En caso de que el cliente no esté conforme, puede el
Abogado renunciar al patrocinio.
Honorarios

Artículo 33.- Como norma general en materia de honorarios, el Abogado tendrá presente que
el objeto esencial de la profesión es servir a la justicia y colaborar en su administración. El
provecho o retribución nunca debe constituir el móvil de los actos profesionales.

Bases para estimación de Honorarios

Artículo 34.- Sin perjuicio de lo que dispongan los aranceles de la profesión, para la
estimación del monto de los honorarios, el Abogado debe fundamentalmente atender a los
siguientes:

I. La importancia de los servicios.


II. La cuantía del asunto.
III. El éxito obtenido y su trascendencia.
IV. La novedad o dificultad de las cuestiones jurídicas debatidas.
V. La experiencia, la reputación y la especialidad de los profesionales que han intervenido.
VI. La capacidad económica del cliente, teniendo presente que la pobreza obliga a cobrar
menos y aún a no cobrar nada.
VII. La posibilidad de resultar el Abogado impedido de intervenir en otros asuntos o de
desavenirse con otros clientes o con terceros.
VIII. Si los servicios profesionales son aislados, fijos o constantes.
IX. La responsabilidad que se derive para el Abogado de la atención del asunto.
X. El tiempo empleado en el patrocinio.
XI. El grado de participación del Abogado en el estudio, planeamiento y desarrollo del asunto,
y
XII. Si el abogado solamente patrocinó al cliente o si también lo sirvió como mandatario.

Pacto de cuota litis

Artículo 35.- El pacto de cuota litis no es reprochable en principio. En tanto no lo prohiban las
disposiciones legales, es admisible cuando el Abogado lo celebra por escrito antes de prestar
sus servicios profesionales sobre bases justas, siempre que se observen las siguientes
reglas:

1. La participación del Abogado nunca será mayor que la del cliente.


2. El Abogado se reservará el derecho a rescindir el pacto y separarse del patrocinio o del
mandato en cualquier momento, dentro de las situaciones previstas por el artículo 30, del
mismo modo que dejará a salvo la correlativa facultad del cliente para retirar el asunto y
confiarle a los otros profesionales en idénticas circunstancias. En ambos casos el Abogado
tendrá derecho a cobrar una cantidad proporcional por sus servicios y con la participación
originariamente convenida, siempre que sobrevenga beneficios económicos a consecuencia
de su actividad profesional. Cuando las pretensiones litigiosas resulten anuladas por
desistimiento o renuncia del cliente o reducidas por transacción, el Abogado tendrá derecho a
liquidar y exigir el pago de los honorarios correspondientes a los servicios prestados.
3. Si el asunto es resuelto en forma negativa, el Abogado no debe cobrar honorarios o gasto
alguno, a menos que se haya estipulado expresamente a su favor ese derecho.

Gastos del Asunto

Artículo 36.- No es recomendable en principio, salvo que se trate de un cliente que carezca
de medios, que el Abogado convenga con él en expresar los gastos del asunto, fuera del caso
de promediar pacto de cuota litis u obligación contractual de anticiparlo con cargo de
reembolso.

Adquisición de interés en el Asunto

Artículo 37.- Fuera del caso de cuota litis escriturado con anterioridad a su intervención
profesional, el Abogado no debe adquirir interés pecuniario de ninguna clase relativo al asunto
que patrocina o haya patrocinado.
Tampoco debe adquirir directa o indirectamente bienes de esa índole en los remates judiciales
que sobrevengan.

Controversia con los Clientes acerca de los Honorarios

Artículo 38.- El Abogado debe evitar controversia con el cliente acerca de sus honorarios,
hasta donde esto sea compatible con su dignidad profesional y con su derecho a recibir
adecuada retribución por sus servicios. En caso de verse obligado a demandar al cliente, es
preferible que se haga representar por un colega.

Manejo de Propiedad ajena

Artículo 39.- El Abogado dará aviso inmediato a su cliente de los bienes y dinero que reciba
por él, y se los entregará tan pronto aquél lo solicite. Falta a la ética profesional el Abogado
que disponga de fondos de su cliente.

SECCIÓN CUARTA

RELACIONES DEL ABOGADO CON SUS COLEGAS Y LA CONTRAPARTE

Fraternidad Respeto entre los Abogados

Artículo 40.- Entre los Abogados debe haber fraternidad que enaltezca la profesión,
respetándose recíprocamente, sin dejarse influir por la animadversión de las partes. Se
abstendrán cuidadosamente de expresiones malévolas o injuriosas y de aludir a antecedentes
personales, ideológicos, políticos o de otra naturaleza, de sus colegas.
El Abogado debe ser correcto con sus colegas y facilitarles la solución de inconvenientes
momentáneos, cuando por causas que no le sean imputables, como ausencia, duelo,
enfermedad o de fuerza mayor estén imposibilitados para servir a su cliente. No faltarán, por
apremio del cliente, a su concepto de la decencia y del honor.

Trato con la Contraparte

Artículo 41.- No ha de tratar el Abogado con la contraparte directa o indirectamente, sino por
conducto o por conocimiento previo de su Abogado. Sólo con la intervención de éste podrá
gestionar convenios o transacciones.
El Abogado puede entrevistar libremente a los testigos de una causa civil o penal en la que
intervenga, pero no debe inducirlos por medio alguno a que se aparten de la verdad.

Sustitución en el Patrocinio
Artículo 42.- El Abogado no intervendrá en favor de persona patrocinada en el mismo asunto
por un colega, sin dar previamente aviso a éste, salvo el caso de renuncia expresa o de
imposibilidad del mismo. Si sólo llegare a conocer la intervención del colega después de haber
aceptado el patrocinado, se lo hará saber de inmediato.

Convenios entre los Abogados

Artículo 43.- Los convenios celebrados entre Abogados deben ser estrictamente cumplidos.
Los que fueren importantes para el cliente deberán ser escritos; pero el honor profesional
exige que, aún no habiendo sido, se cumplan como si constaran de instrumento público.

Colaboración profesional y conflicto de opiniones

Artículo 44.- No debe interpretar el Abogado como falta de confianza del cliente, que le
proponga la intervención en el asunto que le ha confiado, de otro Abogado adicional, y por
regla general ha de aceptarse esta colaboración.
Cuando los Abogados que colaboran en un asunto no puedan ponerse de acuerdo respecto
de un punto fundamental para los intereses del cliente, le informarán francamente del conflicto
de opiniones para que resuelva.
Su decisión se aceptará, a no ser que la naturaleza de la discrepancia impida cooperar en
debida forma al Abogado cuya opinión fue rechazada. En este caso, deberá solicitar al cliente
que lo revele.

Distribución de Honorarios

Artículo 45.- Solamente está permitida la distribución de honorarios basada en la


colaboración para la prestación de los servicios y en la correlativa responsabilidad.

Asociación entre Abogados

Artículo 46.- El Abogado solo podrá asociarse para ejercer la profesión con otros colegas, y
en ningún caso con el propósito ostensible o implícito de aprovechar su influencia para
conseguir asuntos.
El nombre de la asociación habrá de ser de uno o más de sus componentes con exclusión de
cualquiera otra designación. Fallecido un miembro, su nombre podrá mantenerse siempre que
se advierta claramente dicha circunstancia.
Si uno de los asociados acepta un puesto oficial incompatible con el ejercicio de la profesión,
deberá retirarse de la asociación a que pertenezca y su nombre dejará de usarse.

Artículo 47.- Es deber imperativo del Abogado prestar con entusiasmo y dedicación su
concurso personal para el mejor éxito de los fines colectivos del Colegio a que pertenezca.
Los encargos o comisiones que puedan confiársele, deben ser aceptados y cumplidos,
procediendo la excusa solo por causa justificada. De la misma manera observará
cumplidamente las obligaciones que contrajera, personal y libremente, bajo la intervención del
Colegio u otra Corporación de Abogados, referentes al interés profesional o propio del mismo.

Alcance y cumplimiento de este Código

Artículo 48.- Las normas de este Código se aplican a todo el ejercicio de la abogacía y la
especialización no exime de ellas. El Abogado al matricularse en el Colegio de Abogados,
deberá hacer promesa solemne de cumplir fielmente este Código de Ética Profesional.
El presente Código será de aplicación en todos los Colegios de Abogados de la República y
entrará en vigencia a partir del 15 de Mayo de 1997.

FIRMADO EN LA CIUDAD DE AYACUCHO A LOS VEINTISEIS DÍAS DEL MES DE ABRIL


DE MIL NOVECIENTOS NOVENTISIETE.

La Asamblea General de la Junta Nacional de Decano de los Colegios de Abogados del Perú,
reunida en la ciudad de Chiclayo los días viernes 12, sábado 13 y domingo 14 de julio del año
2002.

CONSIDERANDO

Que es necesaria la modificación del Código de Ética de los Colegios de Abogados del Perú,
incorporando algunas disposiciones de alcance nacional, cuya Exposición de Motivos se
adjunta a la presente moción;

Que la realidad actual demuestra que es imperativa la introducción de modificaciones e


innovaciones que garanticen el ejercicio correcto de la profesión por parte de los abogados.

Con arreglo a las facultades que les son propias:

ACUERDA:

PRIMERO: Incorporar las siguientes modificaciones al Código de Ética de los Colegios de


Abogados del Perú, cuyo texto es el siguiente:

SECCIÓN QUINTA

DE LA APLICACION DEL CODIGO DE ETICA Y DE LAS SANCIONES

Artículo 48.- Los Colegios de Abogados del Perú, a traves de sus órganos deontológicos
investigan, de oficio o a solicitud de parte, los actos contrarios a la ética profesional en que
incurran los abogados e imponen las sanciones a quienes resulten responsables.

Artículo 49.- Constituyen actos contrarios a la ética profesional la trasgresión de las normas
estatutarias del respectivo Colegio, así como aquellas contenidas en el presente Código. Se
comprenden también los actos contrarios a la ética profesional, la conducta o hechos en que
incurren los miembros de la Orden que, sin haberse producido en el ejercicio profesional,
inciden directa o indirectamente en la calidad del servicio que brinda el abogado y que genera
desmendro o desmerece la profesión.

Artículo 50.- El presente Código es de aplicación para todos los abogados sin distinción
alguna, sea que el acto violatorio de las normas éticas se haya cometido en el ejercicio de la
profesión, en la actividad pública o privada o cual fuere el cargo que desempeñen, así éste
provengade elección popular o por designación. En consecuencia, el ejercicio de partrocinio
judicial y/o administratativo, la consultaría o asesoría, la función jurisdiccional o notarial y
cualquier otra para lo cual se exija el título de Abogado, queda comprendida en los alcances
del presente Código.

Artículo 51.- Siendo que el presente Código regula la conducta ética y moral de los
abogados, no constituye impedimentos para la instauración del procedimiento disciplinario
respectivo, el hecho que el denunciado sea parte en un proceso penal, civil, laboral,
administrativo o de cualquier otra naturaleza, toda vez que la resolución que se emite es de
índole ética, más no jurisdiccional.

Artículo 52.- El plazo para el ejercicio de la acción disciplinaria prescribe a los diez años de
haberse producido el hecho infractor o haber finalizado la reiterada conducta violatoria de las
normas éticas.

Artículo 53.- Las medidas disciplinarias que impone este Código son:

a) Amonestación escrita, la cual quedará registrada en los archivos por un período de tres (03)
meses.

b)Amonestación con multa, la que quedará registrada en los archivos por un período de seis
(06) meses. La multa no deberá exceder de diez (10) Unidades de Referencia Procesal.

c) Suspensión hasta por dos (02) años.

d) Separación hasta por cinco (05) años.

e) Expulsión.

Estas sanciones rigen en todo el territorio nacional y son de observancia obligatoria para todos
los Colegios de Abogados.

Artículo 54.- Las sanciones establecidas en los incisos a), b) c) y d) del artículo precedente se
aplicarán teniendo en consideración la gravedad del hecho y el perjuicio causado.

Artículo 55.- La sanción establecida en el inciso e) del artículo 53° se aplicará en los casos en
que se incurra o promuevan violaciones de los derechos y libertades fundamentales, sea cual
fuere el cargo que desempeñe el abogado y en los casos de hechos ilícitos o delictivos.

DISPOSICIONES TRANSITORIAS

PRIMERA.-Las disposiciones establecidas en la sección quinta de éste Código se aplican a


los hechos y situaciones jurídicas existentes.

SEGUNDA.- Los Colegios de Abogados del perú adecuarán sus estatutos a lo establecido en
el presente Código, el cual prima sobre ellos en su parte deontológica.

DR. ANIBAL TORRES VASQUEZ

Decano del Colegio de Abogados de Lima

Presidente de la Junta Nacional de Decanos de los Colegios de Abogados del Perú


EN EL EJERCICIO PROFESIONAL DEL DERECHO

Trascendencia y valor de la ética

Las encuestas disponibles a lo largo de la última década en el Perú arrojan una alarmante
percepción ciudadana respecto del sistema judicial y el papel que cumplimos los abogados en
relación con el mismo. En efecto, como se constata en las encuestas que publica Proética
bianualmente, por ejemplo, el Poder Judicial es visto como la entidad más corrupta dentro del
aparato estatal (1), y ello va aparejado de otros sondeos de opinión sobre el grado de
confianza que ofrecen las diferentes profesiones u ocupaciones en nuestro país. En estos, los
abogados figuramos en los últimos lugares, solo por encima de los jueces, con lo que se hace
evidente que los abogados, jueces o no, arrastramos una imagen extremadamente negativa
frente a la opinión pública ciudadana.

Medidas

Es verdad que algo hemos avanzado desde que en el 2012 se puso en vigencia un único Código
de Ética para los abogados del Perú, que establece procedimientos y responsabilidades
precisas para poner en marcha un régimen disciplinario más ágil y eficiente, a lo que se suma
la creación del Registro Nacional de Abogados sancionados por Mala Práctica Profesional,
creado por el Decreto Legislativo N° 1265, de diciembre del 2106. Esto es apenas el inicio..

Peor todavía, en un relativamente reciente estudio de Datum (2), en el que lo que se mide es el
grado de deshonestidad que los encuestados atribuyen a las diferentes profesiones, de lejos, la
percibida como la más deshonesta es la de los abogados. La brecha entre los profesionales de
derecho (62.4%) y la segunda ocupación apreciada también como deshonesta, los
administradores (6.3%), es enorme, y da cuenta de una crisis que no puede ser desvinculada
de la que atraviesa el sistema judicial, cuyo punto más álgido ha sido, sin duda, el escándalo
desatado por la difusión de audios desde julio último, y cuyos alcances son todavía
impredecibles.

Esta realidad nos coloca, por cierto, en la necesidad de emprender profundas reformas en
todo lo relacionado con la cuestión jurisdiccional, pero la dimensión del problema obliga a
una mirada integral, lo que supone atender la crisis de valores que subyace a la enorme
corrupción que, como ha quedado demostrado, ha corroído hasta límites inimaginables la ya
débil institucionalidad en este ámbito.

En esa perspectiva, es indispensable examinar la situación de los centros de formación de


donde provenimos abogados y jueces, es decir, las universidades que cuentan con la
especialidad de Derecho en su oferta educativa y que, año a año, colocan en el mercado a miles
de nuevos profesionales del Derecho con una calificación ciertamente heterogénea, pero, en
promedio, ciertamente deficiente. En ese sentido, al margen de las medidas que deban
adoptarse para evitar que continúen proliferando facultades que no reúnen los mínimos
requisitos para ofrecer una educación de calidad, no podemos soslayar la escasa importancia
que se ha venido otorgando a la formación ética en la generalidad de los casos.

Por otro lado, no obstante que la colegiatura obligatoria tiene como uno de sus fundamentos
centrales velar por el correcto ejercicio de la profesión, los colegios de abogados no parecen
haber calibrado suficientemente el rol que les corresponde en este campo, tanto para
promover valores éticos como para sancionar oportuna y eficazmente a quienes transgreden
las reglas o códigos de ética vigentes.

Por esa razón, la Comisión Consultiva para la Reforma del Sistema de Justicia, creada por el
Presidente de la República en julio pasado, consideró crucial comprender dentro del paquete
de medidas a proponer para llevar adelante esa reforma un proyecto de ley para incentivar la
probidad en el ejercicio de la abogacía. Esta iniciativa ha sido puesta a consideración del
Congreso y se espera su pronta aprobación.

Se trata, en términos sustantivos, de optar por una aproximación social al ejercicio de la


abogacía, reconociendo como su fin último la defensa de los derechos de las personas y la
consolidación del Estado de derecho. A partir de ello, se establecen claramente reglas a
observar por los centros de formación de los profesionales del derecho, a fin de garantizar que
dicha formación adopte como eje central una perspectiva ética, incorporando sus contenidos
de manera gravitante y transversal a lo largo de toda la carrera de Derecho.

El proyecto demanda incluir en los planes o programas de estudio de esta especialidad del
pre- y posgrado tales contenidos, así como adoptar medidas para su implementación y dar
debido seguimiento a este propósito, asegurando una capacitación permanente de alumnos y
docentes en esta materia. Desde luego, la misma exigencia se plantea en relación con otros
centros de formación, como la Academia de la Magistratura.

Por otro lado, se exige a los colegios de abogados una más eficiente labor de promoción de la
ética profesional y adoptar los mecanismos e instrumentos necesarios para actuar oportuna y
decididamente en los procesos disciplinarios, sancionando ejemplarmente la mala práctica
entre los hombres y mujeres que ejercen la profesión, tanto en el ámbito público como en el
privado.

En definitiva, ética y valores deben inspirar la transformación del sistema judicial en nuestro
país, y en ese esfuerzo es fundamental comprometer a las nuevas generaciones de abogados.
El trabajo de los abogados

Óscar Uribe Amorós

Abogado y catedrático.

Ser abogado, esto es, ejercer como abogado litigante, asesor, árbitro o en cualquier otra
función privada, o como juez, fiscal, y, en general, como funcionario o servidor público exige,
en todo momento, una actuación consciente y responsable, orientada a hacer bien la tarea
asignada, dado que este ejercicio, en sus múltiples manifestaciones, es no solo una de las
profesiones más antiguas de la humanidad, sino también una labor que está cohesionada con
el mismo funcionamiento social; por lo tanto, hoy en día, es una ardua y difícil tarea, en que
ya existen algunos parámetros axiológicos de actuación, que es oportuno tener presente.

Es así que, de acuerdo con el Código de Ética del Abogado, elaborado por la Junta de Decanos
de los Colegios de Abogados del Perú, no importa el escenario de ejercicio profesional de los
abogados, nos es aplicable el código de ética de nuestra profesión, y, por tanto, debemos
defender el derecho de las personas y el propio Estado de derecho, la justicia y el orden social,
promoviendo –siempre– la pacífica convivencia y la regulación normativa sabia, mínima y
eficiente; además, de la libertad de las personas, dentro de un ordenamiento legal coherente e
integrado a los valores que nuestra sociedad considera inestimables.

Somos, dicen las normas aludidas, servidores de la justicia, eternos defensores de los derechos
de nuestros patrocinados, que debemos honrar, con nuestra correcta labor, la confianza que se
nos ha depositado, sin que se ataque ni destruya la dignidad profesional, con lealtad,
probidad, veracidad y buena fe, sea que intervengamos en un proceso judicial, como también
reza la Ley Orgánica del Poder Judicial, o fuera de él; siempre obedeciendo la ley, incluso,
cuando el orden constitucional ha sido quebrado, en cuyo caso, haremos uso –como miembros
de la población civil– de nuestro derecho a la insurgencia, previsto en la Carta Magna.

El trabajo, también declara la Constitución vigente, es un deber y un derecho, que se


estructura sobre la base del bienestar social, además de ser medio de realización de la persona
y que nadie está obligado a prestar (trabajo) sin retribución o sin su libre consentimiento.

Es así que, en esta coyuntura, no debemos circunscribirnos, ni menos satisfacernos, con solo
exhibir, en nuestro pecho, en una ceremonia y un acto que lo amerite, una estrella dorada de
siete puntas, unidas por una corona, en donde se lee “ORABUNT CAUSAS MELIUS”, frase
antiquísima de un léxico extinto, que yace en tiempos pretéritos e inmemoriales en el recuerdo
de nuestros viejos libros, sino, por el contrario, es una invitación permanente y actual a
asumir nuestro verdadero trabajo y papel dentro de la sociedad, renovando el compromiso
profesional de cada uno y de uno para con los demás colegas, de saber evaluar, objetivamente,
las situaciones fácticas y proceder a su irrestricta y leal defensa, según los axiomas descritos y
a las normas vigentes.
Perú País de Abogados
El Perú es un país atestado de abogados que incumplen la ley y que desconocen el Derecho.
¿Cómo puede darse esta paradoja? El mundo de la justicia y la ley es un mundo poblado de
abogados, creado y activado por los hombres de leyes, de manera que es inocultable la
relación que existe entre la crisis de la abogacía y la crisis del sistema de justicia.

No obstante lo señalado, el país no cuenta en la actualidad con un registro confiable del


número de abogados que ejercen, solo en el Colegio de Abogados de Lima se encuentran
colegiados más de 55,000 abogados, que sumados a los habilitados en provincia
(aproximadamente 45,000 en 29 colegios) hacen un total de 100,000 abogados. Es verdad que
la mayoría de estos registros no están depurados, y que aún figuran fallecidos, los que han
dejado el país o quienes sencillamente ya no ejercen la profesión; sin embargo, esta cifra no
pasa del 20% de los registrados. En otras palabras, en el Perú existirían cerca de 80,000
abogados. A eso habría que añadir a los futuros abogados; actualmente hay más de 40
facultades de Derecho (incluidas las denominadas filiales), que en su conjunto tienen una
población que, de lejos, supera los 100,000 estudiantes. Es decir, en cifras conservadoras, en
unos años en el Perú habrá por lo menos 180,000 abogados.

He aquí el centro del problema, con semejante población y el absoluto descontrol que existe, es
imposible que se esté brindando una formación de calidad a estos futuros abogados. La
mayoría de estas facultades han hecho de la enseñanza una suerte de negocio del engaño.
Improvisadas facultades de Derecho, con seudoprofesores “enseñan” abogacía. El resultado es
más que previsible: la masificación y la pauperización de la abogacía conspira contra el buen
funcionamiento de uno de los servicios públicos más importantes, la justicia.

Y es que la abogacía no es solo una profesión liberal, es también un mecanismo de control de


la aplicación del Derecho y, por tanto, de ella depende en buena medida que el sistema de
justicia funcione. El abogado es el primero que identifica la existencia de los derechos, la
legitimidad de las pretensiones y en función de este análisis activa el sistema de justicia. Así las
cosas, la importancia social de la labor del abogado es inocultable. En tal sentido, no solo es un
defensor de los intereses inmediatos de su cliente sino un defensor de la idoneidad y eficiencia
del sistema. De este modo, un abogado formado mediocremente terminará actuando
oportunista e inescrupulosamente, y su accionar afectará seriamente la administración de
justicia. Más aún si al desolador escenario se suma la ausencia de control en el acceso y el
ejercicio de la profesión.

Por todas estas consideraciones, la mejor garantía de protección y buen funcionamiento del
sistema de justicia, y en gran parte de todo el ordenamiento jurídico del país, es una reforma
y control de la educación legal, esto es, de la formación de los futuros abogados. No es posible
seguir tolerando el actual estado de cosas en la mayoría de facultades de Derecho, como
tampoco es posible la ausencia de control de la abogacía. Mencionaré sumariamente algunas
medidas que considero indispensables en este punto:
a) Examen de suficiencia profesional como control de acceso a la profesión.

b) Reacreditación periódica, cada 5 años, que obligue al abogado a mantenerse en


actividad y en constante formación.

c) Fortalecimiento del control deontológico, creando verdaderos tribunales de ética en los


colegios de abogados.

d) Capacitación continua de los abogados como un requisito para mantener la colegiatura.

El objetivo de estas medidas es proteger la justicia, es desterrar la improvisación, el ejercicio


temerario de la profesión, porque no habrá cambio en la justicia si no cambiamos la abogacía.

Artículo publicado en “La Ley”, febrero 2011.

¿Cuál es la naturaleza jurídica del Código de Ética del Abogado (el “Código de Ética”) y del
Reglamento del Procedimiento Disciplinario de los Órganos de Control Deontológico de los
Colegios de Abogados del Perú” (el “Reglamento”), aprobados por el Colegio de Abogados de
Lima (“CAL”)? ¿Contienen únicamente postulados morales o verdaderas normas jurídicas?
¿Son normas privadas que establecen relaciones entre los abogados y el CAL o son normas de
derecho público que trascienden el ámbito privado? ¿Tienen rango legal o meramente
reglamentario? ¿Basta su aprobación por el CAL para ser obligatorios o deben ser publicados
en el Diario Oficial El Peruano? Estas son algunas de las inquietudes que buscamos dilucidar
en este ensayo.[2]

En el Perú, suele considerarse equivocadamente que el Código de Ética es un conjunto de


meros postulados morales relacionados a cuestiones abstractas que estudia la deontología del
abogado,[3] materia mucho más cercana a la filosofía y a la moral que al Derecho.[4] Además,
con frecuencia, no suele ser identificado en forma inmediata con las normas de
responsabilidad profesional que regulan la conducta de los abogados y que, como
explicaremos en este ensayo, constituyen verdaderos mandatos jurídicos (al tener respaldo en
la fuerza del Estado) aplicables a situaciones concretas.[5]

La relevancia del Código de Ética radica en que es la norma que establece los parámetros
bajo los cuales debe ejercerse la abogacía en el Perú y cualquier abogado que patrocine
procesos en el país (aún si fuera extranjero) está en la obligación de cumplirlos. De allí que el
tema que abordamos sea esencial para comprender cómo se encuentra actualmente regulado
el control disciplinario de la abogacía en el Perú.[6]
Origen del Código de Ética y el Reglamento

El Código de Ética y su Reglamento vigentes fueron elaborados sobre la base del Código
Voluntario de Buenas Prácticas del Abogado de la Red Peruana de Universidades[7] y del
Proyecto de Código de Ética y Responsabilidad del Profesional en Derecho.[8]

Debe reconocerse en razón de justicia que la redacción actual de ambas normas es en su


mayor parte fruto de una iniciativa liderada por Beatriz Boza para actualizar las normas del
Código de Ética de 1997 que involucró inicialmente la participación del sector académico, más
adelante, de las universidades de la Red Peruana de Universidades, de diversos estudios
jurídicos y finalmente del CAL.[9]

En el año 2012, la Junta de Decanos, instancia cuya función es unificar criterios, promulgó el
Código de Ética y el Reglamento. El CAL, en una decisión que desde la academia debemos
aplaudir, los aprobó en el 2013;[10] no obstante, no todos los demás colegios de abogados lo
hicieron,[11] aparentemente bajo el entendido de que su promulgación por la Junta de
Decanos bastaba para su entrada en vigencia.[12]

Entendemos que con la finalidad de conseguir su vigencia y aplicación efectiva en todo el país,
el Decreto Legislativo 1265 de 2016 dispuso que «todos los colegios de abogados se encuentran
en la obligación de implementar un Código de Ética y un Tribunal de Honor».[13] Sin
embargo, hasta donde hemos podido averiguar aparentemente no se habría realizado esta
implementación del todo.[14] Este es un asunto sin duda que escapa a este ensayo y que
sugerimos que las autoridades de los colegios de abogados evalúen.

El Código de Ética y el Reglamento como normas jurídicas

Consideramos que las normas contenidas en el Código de Ética y el Reglamento son


verdaderas normas jurídicas, ya que cumplen con los requisitos de validez de estas:
generalidad, origen público, estructura normativa, son mandatos de conductas y respaldo en
la fuerza del Estado. A continuación, desarrollamos brevemente las características de dichas
normas:

a) Son mandatos generales (no tienen un destinatario específico) y abstractos (no se refieren a
acciones concretas).[15] Ello, sin perjuicio, de que su ámbito de aplicación personal está
circunscrito a los abogados que se colegian en el CAL, ya que este no tiene facultades para
crear normas que vinculen a terceros.
b) Tienen su origen en los poderes públicos otorgados por la Constitución al CAL. La
finalidad esencial del CAL, en tanto colegio de abogados, es el control del ejercicio profesional
de sus miembros.[16] Al derivar del ejercicio de potestades públicas, estas normas no tendrían
origen en la autonomía privada ni buscarían tutelar meros intereses privados.[17]

c) Tienen la estructura lógica propia de las normas jurídicas. Son mandatos de conducta que
establecen que ante cierto supuesto de hecho, corresponderá una consecuencia jurídica.[18] Si
bien el Código de Ética contiene diversos tipos de normas,[19] en forma general, puede
afirmarse que contempla normas prohibitivas: si un abogado, incumple el Código de Ética[20]
y se determina responsabilidad profesional,[21] este será sancionado[22] con alguna de las
sanciones establecidas en el Artículo 102 del Código de Ética.[23]

d) Contienen mandatos destinados a regular la conducta de las personas (los abogados).[24]


Los parámetros de conducta recogidos en las normas del Código de Ética consideran aquello
que, de acuerdo con las características, principios y valores de la propia profesión, se
considera como correcto.[25]

e) Están respaldados en la fuerza del Estado. Esto se evidencia en el hecho de que el Estado
cuenta con medios para garantizar la eficacia de las sanciones impuestas en virtud de estas
normas. Así, por ejemplo, si un abogado desacata la sanción de suspensión podría ser
denunciado por el delito de ejercicio ilegal de la profesión[26] contemplado en el Artículo 363
del Código Penal.[27] Además, nótese que en virtud de lo señalado por el Decreto Legislativo
No. 1265[28] las sanciones que imponen los colegios de abogados[29] son aplicables en todo el
territorio nacional.

Es preciso indicar que las normas del Código de Ética y el Reglamento -al igual que ocurre
con otras normas jurídicas- recogen consideraciones de carácter ético, particularmente, en
este caso, de carácter deontológico. Sin embargo, ello no desvirtúa que sean normas jurídicas,
puesto que tienen origen en procedimientos legalmente establecidos y están respaldadas por la
fuerza del Estado. Por eso, se distinguen de las normas morales cuyo incumplimiento
únicamente genera un remordimiento o, en todo caso, una crítica social.[30]

Obsérvese, en cambio, que el Código Voluntario de Buenas Prácticas del Abogado no contiene
normas jurídicas. Tal como pone en evidencia su propio nombre, es de cumplimiento
voluntario y, por ello, no prevé algún tipo de sanción. Los estudios de abogados que se
comprometen a cumplirlo ponen en juego su reputación ante sus empleados, clientes y la
opinión pública. Ello, sin perjuicio, de que en virtud de la autonomía privada podrían
incorporar sus normas en sus contratos para ofrecer un estándar más elevado de actuación
distinguiéndose así entre sus competidores.

Lo expuesto nos lleva a preguntarnos si el Código de Ética más que un código de “ética”
profesional es, en realidad, un código disciplinario.[31] Si bien ambos aluden a un conjunto de
postulados referidos al ejercicio de una profesión -a manera de guías o directrices de
conducta-, el primero carece de coerción[32] mientras que el segundo está respaldado en el
poder sancionatorio del Estado[33] y, por tanto, su aplicación debe ofrecer las garantías
propias al ejercicio del ius puniendi.[34]

Si bien admitimos que esta cuestión puede dar lugar a más de una interpretación, nos
inclinamos a pensar que es un código disciplinario, pues tiene origen en una “institución
autónoma con personería de derecho público” a la cual la ley le reconoce potestades
sancionadoras sobre sus miembros[35] sujetas al control del Estado.[36] Dicho ello, cabría
preguntarnos lo siguiente: ¿qué rango normativo tiene el Código de Ética?

Rango normativo del Código de Ética y el Reglamento

Las normas contempladas en el Código de Ética y el Reglamento son normas jurídicas muy
particulares, ya que tienen origen en el CAL (persona jurídica no estatal de derecho público)
que, como hemos explicado en otro ensayo, en este caso actuaría como administración pública
corporativa.[37] Por ello, tendemos a pensar que constituyen auténticos reglamentos
administrativos.[38]

Nótese que la Constitución, al garantizar a los colegios de abogados autonomía normativa,


buscaría que estos establezcan los parámetros que regulan la actuación de los abogados.[39]
Sin embargo, observamos que esta no les delega facultades para legislar[40] y, por eso,
descartamos que el Código de Ética y el Reglamento tengan rango legal.[41]

Reconocemos que la cuestión que analizamos admitiría otras interpretaciones, sin embargo,
obsérvese que lo expuesto tiene sustento también en una interpretación literal del numeral 4
del Artículo 200 de la Constitución, ya que dicha norma no incluye a las emitidas por las
organizaciones que tienen autonomía constitucional entre las normas que tienen rango de ley.
[42]

Ahora bien, el hecho de que el Código de Ética y el Reglamento tengan rango reglamentario
tiene consecuencias relevantes.[43] La más importante, sin duda, es que están subordinados a
la ley. Por ello, no podrían regular en forma contraria a lo dispuesto por las leyes. Así, por
ejemplo, no podrían restringir la libre competencia o imponer restricciones a la realización de
publicidad que contravengan el marco legal.[44]

Cabe mencionar que a la misma conclusión habría llegado el TC al señalar que la autonomía
normativa de los colegios de abogados se materializa en su “capacidad para elaborar y
aprobar sus propios estatutos, evidentemente, dentro del marco constitucional y legal
establecido” (énfasis agregado), añadiendo que su autonomía (administrativa, económica y
normativa) “no puede devenir en autarquía”.[45]

En consecuencia, dado que el Código de Ética y el Reglamento son normas reglamentarias, si


sus disposiciones infringieran la Constitución o la ley, pensamos que cabría la posibilidad de
interponer un recurso de acción popular, según lo establecido en el inciso 5 del Artículo 200 de
la Constitución.[46] Tratándose, entonces, de normas reglamentarias, ¿cómo deberían
publicitarse el Código de Ética y su Reglamento?

La necesidad de publicación de las normas que regulan el ejercicio de la abogacía

Un aspecto que merece especial atención en el análisis que hacemos es si el Código de Ética y
el Reglamento deben ser publicados para ser de obligatorio cumplimiento y, de ser ese el caso,
cómo debería efectuarse dicha publicación.[47]

Al respecto, debe tenerse en cuenta el Artículo 51 de la Constitución, que señala que “La
publicidad es esencial para la vigencia de toda norma del Estado”, y el Artículo 109 del mismo
cuerpo normativo, que dispone que “La ley es obligatoria desde el día siguiente de su
publicación en el diario oficial, salvo disposición contraria de la misma ley que posterga su
vigencia en todo o en parte”.[48]

Considerando lo establecido en dichas normas, pensamos que cabrían al menos las siguientes
interpretaciones:

Dado que el Código de Ética del Abogado y su Reglamento no fueron publicados en el diario
oficial El Peruano no serían normas obligatorias

El TC ha concluido en reiteradas oportunidades que es necesaria la publicación en el Diario


Oficial el Peruano de una norma de rango reglamentario que establece sanciones.[49] Desde
nuestro punto de vista, el siguiente párrafo resume muy bien los argumentos del TC:
“Si bien dicho precepto constitucional [refiriéndose al Artículo 51] establece que es la «ley» la
que tiene que ser publicada, el Tribunal Constitucional considera que en dicha frase debe
entenderse, prima facie, a cualquier fuente formal del derecho y, en especial, aquellas que
tienen una vocación de impersonalidad y abstracción. A juicio de este Colegiado, la
publicación de las normas en el diario oficial El Peruano es un requisito esencial de la eficacia
de las leyes y de toda norma jurídica, a tal extremo que, una norma no publicada, no puede
considerarse obligatoria […] La Constitución no deja al ámbito de la discrecionalidad del
legislador reglamentario la regulación de esa efectiva oportunidad de conocer las normas
jurídicas. Exige, por el contrario, y mínimamente, que éstas tengan que ser publicadas en el
diario oficial”.[50] (Énfasis agregado)

Como se observa, el razonamiento del TC resultaría trasladable al caso que analizamos por la
naturaleza reglamentaria y sancionadora del Código de Ética y el Reglamento. En
consecuencia, bajo dicho criterio, el Código de Ética y su Reglamento no serían exigibles y
serían obligatorios únicamente a partir del día siguiente al de su publicación en el Diario
Oficial El Peruano.

¿Cómo quedarían entonces las sanciones impuestas por el CAL a sus agremiados? ¿Podrían
los abogados sancionados cuestionar la falta de publicación del Código de Ética y su
Reglamento? Pasemos a analizar la otra interpretación.

El Código de Ética del Abogado y su Reglamento son obligatorios a pesar de no haber sido
publicados en el diario oficial El Peruano

La publicidad de las normas exigida por la Constitución busca evitar que se sancione a las
personas por infringir normas que no estuvieron en la posibilidad de conocer. Esto
aparentemente no habría sucedido con el Código de Ética y el Reglamento, ya que asumimos
que el CAL (y los demás colegios de abogados) las han difundido adecuadamente (¡tendrían
que haberlo hecho!), por ejemplo, a través de su página web, por correo electrónico y en
forma física.

La jurisprudencia del TC ha venido reconociendo de manera uniforme la necesidad de


publicación de las normas en el diario oficial El Peruano para ser obligatorias. La exigencia
de dicha formalidad es ciertamente una garantía para los ciudadanos y más en un país en el
que la población conoce muy poco sobre sus derechos.
A pesar de ello, pensamos que la regla mencionada no debería entenderse en forma irrestricta
sino susceptible de modulación en supuestos muy específicos.[51] En el caso particular, el CAL
es una persona jurídica a la cual los abogados se incorporan –si bien como un requisito
obligatorio para patrocinar-. Esta es una característica que distinguiría a sus normas respecto
de la mayor parte de las que integran el ordenamiento jurídico peruano y sugeriría una
evaluación diferente.

En efecto, cuando los abogados se incorporan al CAL aceptan su sometimiento a sus


Estatutos, el Código de Ética y su Reglamento. Así, con motivo de su incorporación, los
abogados juran “observar fielmente las disposiciones del Estatuto y el Código de Ética del
Colegio [de Abogados de Lima]”[52] luego de asistir a un curso y una charla informativa en
los que toman conocimiento sobre estos.

Además, no se ha establecido alguna formalidad específica para que las modificaciones que
hace la asamblea extraordinaria del CAL a su Estatuto, el Código de Ética y su Reglamento
surtan efectos frente a sus miembros. Por ello, para que sea dicha modificación sea exigible
para sus miembros bastaría que provenga de un acuerdo válido y que sea puesto en
conocimiento.

Cabría agregar que en nuestro ordenamiento jurídico rige el principio según el cual la ley se
presume conocida por todos.[53] Por ello, no cabría que los abogados aleguen el
desconocimiento del Código de Ética y su Reglamento para cuestionar sanciones impuestas
por su incumplimiento. Como resaltó el Tribunal Supremo español en un caso en el que se
discutía la necesidad de publicación del Estatuto General de la Abogacía, este principio
debería entenderse aplicable con mayor razón a los abogados con relación a las normas de su
profesión.[54]

Conclusión

A partir de lo expuesto, podemos decir que, considerando su origen, contenido, y los


mecanismos con los que cuenta el Estado para conseguir su cumplimiento, el Código de Ética
y su Reglamento contienen verdaderas normas jurídicas con lo cual en el Perú, al igual que
ocurrió en otras jurisdicciones, se habría producido una juridificación de la ética profesional
del abogado.[55]

Existen sólidos argumentos para defender que la falta de publicación del Código de Ética y su
Reglamento en El Peruano no desvirtúan su obligatoriedad. Bajo dichos argumentos, no
cabría que se revoquen las sanciones impuestas en su aplicación (sería vergonzoso que algo así
ocurriera); sin embargo, pensamos que el CAL debería disponer de todas formas su
publicación en el diario oficial en pro de una mejor publicidad.

En el Perú, el Código de Ética constituiría la principal fuente normativa que define cuáles son
los estándares de conducta y, por ende, las “reglas de juego” que debe respetar todo abogado
al ejercer la profesión. Se trata entonces de la principal norma que deben respetar quienes
conocen las leyes mejor que nadie y tienen la loable misión de ayudar a los ciudadanos a
entenderlas, cumplirlas y defender sus derechos.

Finalmente, nótese que la conclusión a la que llegamos en este ensayo, motiva una serie de
cuestiones adicionales: ¿cuándo la conducta de los abogados está sujeta a las normas del
Código de Ética del Abogado[56] (Código de Ética)? ¿están sujetos a dichas normas aun
cuando no ejercen la abogacía? ¿están todos los abogados sujetos a las mismas reglas del
Código de Ética? Resulta preciso analizar estas cuestiones para contribuir a definir una
institucionalidad acorde con las demandas que nuestra sociedad (la de hoy) impone a la
abogacía.

________________________________________________________________________

¿ES REALMENTE OBLIGATORIO EL CÓDIGO DE ÉTICA DEL ABOGADO EN


EL PERÚ?

El autor analiza el carácter normativo del Código de Ética del Abogado en el Perú.

Por Alexis Luján, bachiller en Derecho por la Pontificia Universidad Católica del Perú y ha sido
asistente del curso de Ética y Responsabilidad Profesional del Abogado en la Facultad de
Derecho de la PUCP y en la Facultad de Derecho de la Universidad del Pacifico[1].

[1] El autor agradece los valiosos comentarios de la profesora Beatriz Boza, coordinadora del
curso de Ética y Responsabilidad Profesional del Abogado en la Facultad de Derecho de la
Pontificia Universidad Católica del Perú. Además, deja constancia de que las opiniones
expresadas en este ensayo, así como cualquier error u omisión, son de su exclusiva
responsabilidad y que, de ninguna manera, comprometen la opinión de las organizaciones que
conforma. Cualquier crítica, sugerencia o comentario con relación al contenido del presente
ensayo puede ser dirigido al correo electrónico alexis.lujan@pucp.pe.

[2] Valga aclarar que en este ensayo no analizamos el nivel de cumplimiento del Código de
Ética y su Reglamento, las razones de su incumplimiento o temas similares, aspectos que
ameritan una investigación de otra naturaleza.

[3] Como bien explica Savater, “En todas las disciplinas y profesiones, en cualquier trabajo u
oficio, existe una especie de ética privada o particular que la pedantería académica llama
Deontología […] que quiere decir lo conveniente, lo apropiado para una profesión
determinada”. SAVATER, Fernando. Ética para la empresa. Barcelona. Conecta. 2014, p. 67-
68.

[4] La tesis de Alonso Acosta y Adriana Tapia confirma con fuentes objetivas que en el Perú
algunas importantes facultades de Derecho no contemplan un curso obligatorio de ética y
responsabilidad del abogado, que otras ofrecen un curso electivo (léase voluntario), y que,
entre las que lo hacen, algunas no enseñan las instituciones del Código de Ética como son el
secreto profesional, la lealtad con el cliente, el patrocinio debido, el cuidado de los bienes del
cliente o la responsabilidad profesional. Cfr. Acosta, Otto y Tapia, Adriana. La enseñanza del
Código de Ética en las facultades del derecho del Perú. Tesis de licenciatura en Derecho.
Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, Facultad de Derecho. 2016.

[5] Marcial Rubio explica que este rasgo diferencia a la norma jurídica de otras como las
normas morales que tienen un respaldo confesional, social o incluso individual o las normas
de uso social. Rubio, Marcial. El sistema jurídico: Introducción al derecho (10th ed.). Lima,
Perú: Fondo Editorial, Pontifica Universidad Católica del Perú. 2009, 84.

[6] La naturaleza jurídica y no moral de las normas del Código de Ética del CAL de 1982
(versión anterior al Código de Ética de 1997) fue brevemente analizada por el profesor
cusqueño Ferdinand Cuadros. Al respecto, señaló: “El código de ética profesional, debiera ser
normativa del carácter estrictamente moral. Sin embargo, por las sanciones que conlleva se
convierte en norma jurídica. La diferencia generalizada entre moral y derecho es que
mientras la moral no tiene sino el contralor [sic] de la conciencia del propio individuo, el
derecho lleva consigo la sanción. Esto es que la coercibilidad diferencia ambas normas.
Mientras el derecho es coercible, la moral no lo es”. Ferdinand Cuadros Villena, Carlos. Ética
de la abogacía y deontología forense. Editora Fecat. Lima. 1994. p. 336.

[7] Liderada por Facultad de Derecho de la PUCP e integrada también por las Facultades de
Derecho (y Ciencias Políticas) de las siguientes universidades: Universidad Nacional de
Trujillo, Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco, Universidad Nacional de San
Agustín de Arequipa, Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga de Ayacucho,
Universidad Católica de Santa María de Arequipa, Universidad Nacional de la Amazonía
Peruana, Universidad Nacional Hermilio Valdizán de Huánuco, Universidad Nacional de
Cajamarca y Universidad Nacional de Piura.

[8] Versión anterior al Código Voluntario de Buenas Prácticas del Abogado de la Red Peruana
de Universidades que resumía los aportes recabados en la consulta pública liderada por
Beatriz Boza profesora de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

[9] Para la revisión y elaboración del Proyecto de Código participaron 95 abogados en un


esfuerzo coordinado por los doctores Jorge Avendaño Valdez, Mario Pasco Cosmópolis y
Javier de Belaúnde López de Romaña contándose además con la participación del Grupo de
Estudio sobre Temas de Ética y Responsabilidad Profesional del Abogado dirigido por Beatriz
Boza, así como las siguientes asociaciones de estudiantes de Derecho: Círculo de Derecho
Administrativo, Derecho virtual, Foro Académico, IUS ET VERITAS, Ius Inter Gentes y
Themis, así como de las gerencias legales de las principales empresas del país y el Vance
Center del Colegio de Abogados de Nueva York. Además, para la redacción final del Código
de Ética y el Reglamento participaron los miembros de la Comisión Encargada de la
Redacción del Código de Ética del Abogado de la Junta de Decanos de los Colegios de
Abogados del Perú, la Directora de Ética profesional y Presidenta del Consejo de Ética del
Colegio de Abogados de Lima y algunos estudios de abogados: Barrios & Fuentes Abogados;
Benítez, Forno, Ugas & Ludowieg, Andrade; Estudio Grau; Estudio Olaechea; Estudio
Osterling; García Sayán Abogados; Hernández & Cía. Abogados; Miranda & Amado; Muñiz,
Ramírez, Pérez-Taiman & Olaya; Payet, Rey, Cauvi; Rodrigo, Elías & Medrano; Rubio
Leguía Normand y Escalante Abogados.

Se señala por ello que “el Código de Ética del Abogado, es el fiel reflejo del trabajo de varios
años de docentes y estudiantes de Derecho de las universidades del país y el aporte de los
decanos miembros de la Junta de Decanos de los Colegios de Abogados del Perú y los estudios
de abogados del país”. Cfr.: Documento “Fuentes para la redacción del Código de Ética del
abogado” de la Comisión Encargada de la Redacción del Código de Ética del Abogado de 24
de febrero de 2012.

[10] Por Asambleas Generales Extraordinarias de Delegados del Ilustre Colegio de Abogados
de Lima, de fechas 15 de junio de 2013 y 06 de julio de 2013, se aprobaron ambas
disposiciones, así como la adecuación a la nueva normativa de los procesos disciplinarios en
trámite.

[11] Decimos esto, ya que, pudimos corroborar que en las páginas web de dichas instituciones
fueron publicadas dichas normas indicándose como vigentes sin indicación del acuerdo de
asamblea mediante el cual se incorporó al respectivo colegio de abogados.

[12] Consideramos que, conforme al marco legal vigente, la obligatoriedad y efectiva


aplicación de dichas normas para los abogados agremiados a un colegio de abogados depende
de que estos las aprueben de acuerdo con lo dispuesto por sus Estatutos. Ello, puesto que entre
las competencias que le fueron asignadas por Ley a la Junta de Decanos no existiría alguna
que le habilite a aprobar normas de carácter obligatorio para los colegios de abogados o sus
miembros.

[13] La exposición de motivos de dicho decreto legislativo señala: «dicha disposición otorga
fuerza de ley al Código de Ética del Abogado, aprobado mediante Resolución de Presidencia
de Junta de Decanos No. 001-2012-JDCAP-P, de fecha 12 de abril de 2012 la cual establece
que todos los colegios de abogados deben de contar con un Consejo de Ética y un Tribunal de
Honor, y deben de cumplir de forma obligatoria con el Código de Ética del Abogado».

[14] No obtuvimos una respuesta oficial al cierre de la elaboración de este artículo. Sin
embargo, el personal de los colegios de abogados de Arequipa, Cusco, Loreto, Tacna, Piura y
Puno que nos respondió por vía telefónica no tenía conocimiento sobre la aprobación del
Código de Ética a nivel de la asamblea del colegio de abogados respectivo.

[15] Como explica el profesor Neves Mujica, “mientras los productos normativos constituyen
reglas generales y abstractas, es decir, universales en lo referente al destinatario y a la acción,
respectivamente; los no normativos forman decisiones particulares y concretas, esto es,
singulares en ambos casos”. Neves Mujica, Javier. Introducción al Derecho del Trabajo.
Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima. 2009. P. 27.

[16] El TC ha señalado, respecto de los colegios profesionales, que “se trata de entidades
creadas para tutelar intereses públicos, cuyos fines guardan estrecha relación, o están
directamente conectados, con los intereses profesionales propios de sus integrantes. Puede
afirmarse entonces que su finalidad esencial, pero no la única, es el control del ejercicio
profesional de sus miembros. […] En síntesis, para el Tribunal Constitucional queda claro
que, si bien la actividad de los colegios profesionales persigue la promoción de los legítimos
intereses de los profesionales titulados que las componen, también busca, esencialmente,
controlar la formación y actividad de aquellos para que la práctica de la profesión colegiada
responda a los parámetros deontológicos y de calidad exigidos por la sociedad a la que
sirven”. (Énfasis agregado) Cfr. Fundamentos 8 y 12 de la sentencia recaída en el Expediente
No. 3954-2006-PA/TC.

Nótese que la autonomía que la Constitución garantiza al CAL se traduce, para tales efectos,
en la potestad de aprobar el Código de Ética y el Reglamento. Cfr.: Fundamento 9 de la
Sentencia recaída en el Expediente No. 3954-2006-PA/TC. Desde nuestro punto de vista al
aprobar dichas normas actuaría como Administración Pública. Sobre este asunto, nos
remitimos a lo que hemos señalado en un artículo anterior. Luján, Alexis. El Colegio de
Abogados de Lima como Administración Pública: A propósito de la Comisión Odebrecht y la
resolución de la Comisión de Barreras Burocráticas del Indecopi. Portal jurídico enfoque-
derecho. 14 de julio de 2017. Disponible en: <https://www.enfoquederecho.com/2017/07/14/el-
colegio-de-abogados-de-lima-como-administracion-publica-a-proposito-de-la-comision-
odebrecht-y-la-resolucion-de-la-comision-de-barreras-burocraticas-del-indecopi/> Consulta
al: 05.03.2018.

[17] Tan claro es que no tutelan únicamente intereses privados que el Reglamento admite que
la Dirección de Ética del CAL realice investigaciones de oficio (inciso 2 del Artículo 9 del
Reglamento) y somete los acuerdos conciliatorios entre el denunciante y denunciado a la
aprobación del Consejo de Ética del CAL.

[18] Cumplen, por tanto, con el esquema lógico de toda norma jurídica (supuesto de hecho,
nexo lógico y consecuencia) reconocido en la doctrina. Cfr.: Rubio Correa, Marcial. Op. cit. p.
76.

[19] Así, por ejemplo, cuando el Artículo 6 del Código de Ética señala como deber
fundamental del abogado “actuar con sujeción a los principios de lealtad, probidad,
veracidad, honradez, eficacia y buena fe; así como del honor y dignidad propios de la
Profesión” más que recoger una “regla” estaría estableciendo una serie de “principios”. Cabe
recordar que, a diferencia de las reglas, los principios pueden cumplirse progresivamente y no
como las reglas que pueden se acatan o no, además tienen una dimensión de peso o
ponderación y se valoran en casos concretos en relación con otros principios. Cfr.: Cárdenas
Gracia, Jaime. Introducción al estudio del derecho. Instituto de Investigaciones Jurídicas.
Universidad Autónoma de México. México. 2009, p. 110.

Por otro lado, es preciso mencionar que el Código de Ética contiene también normas que
tienen un estándar aspiracional; es decir, que buscan servir como un recordatorio para los
abogados sobre la importancia de ciertas conductas, aunque no habilitarían por sí solas a los
colegios de abogados para sancionarlos. A manera de ejemplo, pueden verse las siguientes
normas:

Artículo 8º.- Probidad e integridad

El abogado debe inspirar con sus actuaciones la confianza y el respeto de la ciudadanía por la
profesión de abogado. Debe abstenerse de toda conducta que pueda desprestigiar la profesión.

Artículo 7º.- Obediencia de la ley

El abogado […]. Debe promover la confianza del público en que la justicia puede alcanzarse
con el cumplimiento de las reglas del Estado de Derecho.

Artículo 10º.- Puntualidad

Es deber del abogado ejercitar la puntualidad en el cumplimiento de sus actividades


profesionales.

Artículo 13º.- Confianza recíproca

“[…] Es recomendable que el abogado mantenga un registro actualizado de clientes, para


efectos de poder cumplir a cabalidad con lo regulado en el presente Código”.

Artículo 15º.- Alcance del encargo

[…] Es recomendable que el abogado establezca por escrito al inicio de la relación el alcance
del encargo. […]

Artículo 51°.- Transparencia

El abogado debe ser transparente frente al cliente, al proponer al inicio de la relación


profesional, sus honorarios y gastos, los mismos que se recomienda sean pactados por escrito
al inicio de la relación.

Artículo 78°.- Responsabilidad Social del Abogado


Con el objeto de facilitar el acceso a la justicia y la representación legal efectiva, el abogado
podrá prestar servicios gratuitos a personas de escasos recursos, ya sea de manera directa o a
través de programas sociales.

[20] Que en su Artículo 11 reitera que el abogado debe actuar en todo momento, conforme a lo
establecido en el mismo.

[21] El Artículo 102 del Código de Ética señala lo siguiente:

“En caso de determinarse responsabilidad disciplinaria del denunciado, las medidas


disciplinarias que pueden imponerse son las siguientes:

a) Amonestación escrita, la cual quedará registrada en los archivos por un periodo de tres (03)
meses.

b) Amonestación con multa, la que quedará registrada en los archivos por un periodo de seis
(06) meses. La multa no podrá exceder de 10 Unidades de Referencia Procesal.

c) Suspensión en el ejercicio profesional hasta por dos (2) años.

d) Separación del Colegiado hasta por cinco (5) años.

e) Expulsión definitiva del Colegio Profesional.

Estas sanciones rigen en todo el territorio nacional y son de observancia obligatoria para
todos los Colegios de Abogados del Perú”

Por su parte el Artículo 109 del Código de Ética señala que “Las sanciones deberán ser
estrictamente acatadas por los abogados. Su no acatamiento constituye falta grave que dará
lugar a la imposición de la sanción más severa y, de ser el caso, la denuncia penal
correspondiente”.

[22] Es importante observar que no solo puede dar lugar a una sanción disciplinaria el
incumplimiento de aquellas disposiciones del Código de Ética que son expresas en señalar que
una conducta constituye una “falta” (Ver Artículos 59 sobre aconsejar litigios innecesarios y
60 sobre abuso de medios procesales) o “falta grave” (Ver Artículos 55 sobre denuncia
maliciosa, falsedad, difamación, daño indebido contra autoridad, 56 sobre soborno a
autoridad, 109 sobre no acatamiento de sanciones y 110 sobre reincidencia) a la ética
profesional sino, en general, el incumplimiento por parte de un abogado de cualquiera de sus
disposiciones.

[23] Nótese que de acuerdo con lo señalado en los Artículos 103 y 104, las sanciones de
amonestación, suspensión por 2 años o separación por 2 años se aplicarán teniendo en
consideración la gravedad del hecho y el perjuicio causado, mientras que la sanción de
expulsión se aplicará: (i) en los casos en que se incurra o promuevan violaciones de los
derechos y libertades fundamentales, sea cual fuere el cargo que desempeñe el abogado; y, (ii)
en los casos de hechos ilícitos o delictivos.

[24] Esta característica es fundamental para decir que una norma es una norma jurídica.
Explica Marcial Rubio que “la norma jurídica es un mandato, es decir, la enunciación de una
conducta que debe ser seguida por las personas que conforman el pueblo del Estado
respectivo (en nuestro caso el Estado Peruano) o que residen en él, pero perteneciendo al
pueblo de otros estados (por ejemplo, un turista extranjero que está de paso por el Perú)”.
Rubio Correa, Marcial y Arce, Elmer. Teoría esencial del ordenamiento jurídico peruano.
Colección lo esencial del Derecho. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del
Perú. Lima. 2017. P. 49-50.

[25] En forma particular, el Código de Ética contiene normas sistematizadas en los siguientes
capítulos: (i) principios generales [de la actuación del abogado]; (ii) la relación del abogado
con sus clientes; (iii) la relación del abogado con las autoridades; (iv) la relación del abogado
con otros colegas y terceros; y, (v) la responsabilidad del abogado.

[26] El Artículo 363 del Código Penal sanciona el ejercicio ilegal de la profesión. El Poder
Judicial confirmó sanciones por este delito, por ejemplo, en las ejecutorias supremas de 22 de
setiembre de 1998 y de 4 de diciembre de 1997, a un bachiller que prestaba asesoramiento
legal, confeccionaba escritos y asistía a diligencias judiciales y al practicante de un Juzgado de
Paz Letrado. Cfr. SALINAS SICCHA, Ramiro. Delitos contra la Administración Pública.
Editora y Librería Jurídica Grijley EIRL. Lima. 2014. P. 63.

[27] El Artículo 363 del Código Penal titulado “Ejercicio ilegal de profesión” señala lo
siguiente: “El que ejerce profesión sin reunir los requisitos legales requeridos, será reprimido
con pena privativa de libertad no menor de dos ni mayor de cuatro años. El que ejerce
profesión con falso título, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de cuatro ni
mayor de seis años. La pena será no menor de cuatro ni mayor de ocho años, si el ejercicio de
la profesión se da en el ámbito de la función pública o prestando servicios al Estado bajo
cualquier modalidad contractual”. (Énfasis agregado)

[28] Publicado el 16 de diciembre de 2016.


[29] De acuerdo con lo dispuesto en el Código de Ética y el Reglamento las sanciones que
pueden imponerse a un abogado son de amonestación escrita, amonestación con multa,
suspensión hasta por dos años, separación hasta por 5 años y expulsión definitiva del colegio
profesional.

[30] De la Torre, Javier. Deontología de Abogados, Jueces y Fiscales. Biblioteca Comillas.


Universidad Pontificia Comillas. Madrid. 2008. P. 103.

[31] Se explica, por ello, que “La responsabilidad propiamente deontológica es la relativa a
reglas básicas de la profesión, sin que su incumplimiento genere por sí mismo una
responsabilidad profesional disciplinaria, a menos que en forma adicional se establezca
expresamente el sistema sancionatorio para su determinación”. Sandoval, Helber, Ceballos,
Berta y López Germán. El régimen disciplinario del abogado en Colombia. Universidad
Cooperativa de Colombia. Colombia. 2007. P. 31.

[32] O, en todo caso, ésta tiene naturaleza privada.

[33] Piénsese, por ejemplo, en los regímenes disciplinarios aplicados a ciertos funcionarios
públicos por su pertenencia a una determinada organización. Cabe mencionar que en la
doctrina se explica que la potestad disciplinaria implica lo siguiente: “a) una organización
pública, b) la facultad de imponer sanciones, c) que el sujeto pasivo de la sanción sea miembro
de la organización, y d) que los deberes infringidos se deriven de la pertenencia a la
organización”. Ver. Rojas Rodríguez, Fidel. Op. Cit. P. 57-58.

[34] En ese entendido, se ha pronunciado Fidel Rojas, explicando que, entre un grupo de casos
que la doctrina identifica excepcionalmente como derecho disciplinario público, aplicado
sobre no-funcionarios, se apreciaría a las sanciones disciplinarias aplicadas a profesionales
titulados a través de sus colegios profesionales, como los colegios de abogados. Señala, por
ello, que “esta manifestación del derecho sancionador en nuestro país puede ser identificada
como una manifestación del ius puniendi, pues no se trata de una expresión privada del
derecho sancionador. Nótese cómo sus sanciones pueden inhabilitar a un profesional de la
misma manera como lo hace el Derecho administrativo sancionador, el Derecho disciplinario o
incluso el Derecho Penal. No se trata pues de sanciones que tengan un efecto al interior del
gremio profesional, sino que trasciendan a la esfera de lo público. Por las mismas razones,
estas sanciones deben estar sujetas a las garantías del ius puniendi”. Op. Cit., p. 63-64.
[35] En ese sentido se ha pronunciado Rojas Rodríguez señalando, además, que “el Estado
otorga a favor de los gremios una suerte de delegación de facultades sancionadoras, sobre la
base de su necesidad de establecer garantías para los ciudadanos (sobre el correcto ejercicio
profesional de los titulados) y en virtud de la competencia deontológica de los colegios
profesionales, que evidentemente no puede ser ejercida directamente por el Estado”. Ver.
Rojas Rodríguez, Fidel. Fundamentos del derecho administrativo sancionador. Instituto
Pacífico. Primera Edición. Lima. 2015. P. 62-63.

[36] Según viene siendo interpretado por el TC, las sanciones impuestas por los colegios de
abogados a sus agremiados por el incumplimiento de las normas que regulan su conducta
están sujetas al control de la jurisdicción contencioso administrativa, así como al de la
jurisdicción constitucional ante la cual cabe recurrir ante la vulneración de derechos o
principios constitucionales con motivo de la actuación de los colegios de abogados (como, por
ejemplo, la adecuada motivación de las resoluciones) más no así para cuestionar el fondo de
una controversia. Cfr.: las sentencias del TC recaídas en los Expedientes No. 5691-2008-
AA/TC; 3285-2010-PA/TC; y, 3954-2006-PA/TC.

[37] Luján, Alexis. Op. Cit. Loc. Cit.

[38] Nótese que el origen de estas normas en una persona jurídica no estatal pone a prueba la
clásica distinción entre Ley y reglamento. Reconocemos que esta cuestión exige un análisis
más extenso, sin embargo, parecería razonable categorizarlos como reglamentos extra legem.
El TC ha señalado sobre los denominados reglamentos extra legem, independientes,
organizativos o normativos son “los que se encuentran destinados a reafirmar, mediante la
autodisposición, la autonomía e independencia que la ley o la propia Constitución asignan a
determinados entes de la Administración, o, incluso, a normar dentro los alcances que el
ordenamiento legal les concede, pero sin que ello suponga desarrollar directamente una ley”.
Cfr. Fundamento 15 de la Sentencia recaída en los Expedientes Acumulados No. 0001/0003-
2003-AI/TC.

[39] Bajo nuestro entendimiento, la autonomía garantizada a los colegios de abogados


permitiría una delimitación de competencias (la formulación de dichos parámetros
deontológicos quedaría, en principio, fuera de la competencia de los poderes del Estado) más
no de jerarquía normativa (la Constitución no estaría delegando los colegios de abogados la
potestad de emitir normas con rango de Ley).
[40] Nótese que el Artículo 104 de la Constitución señala que el Congreso “puede delegar en el
Poder Ejecutivo la facultad de legislar […]” no contemplándose en este precepto el caso de
una delegación a organizaciones autónomas como son los colegios de abogados.

[41] De ello se derivaría que el Código de Ética y el Reglamento requieren ser compatibles con
las normas con rango de Ley como, por ejemplo, las normas sobre publicidad, libre
competencia y represión de la competencia desleal sin que ello suponga, por supuesto, dejar
sin efecto la autonomía con la que cuentan los colegios de abogados para delimitar los
parámetros deontológicos que regulan la actuación de los abogados.

[42] Pensamos que en la medida que el CAL apruebe y aplique el Código de Ética y el
Reglamento de conformidad con lo establecido en su Estatuto, estará actuando en armonía
con lo dispuesto en la Constitución. Por ello, no cabría alegar que la tipificación de sanciones
en el Código de Ética del CAL incumpla el principio de legalidad en materia sancionatoria.

[43] Como explica Abruña refiriéndose al reglamento en general, “el Reglamento se sujeta
completamente a la Ley: está dotado únicamente de una presunción iuris tantum de legalidad
y es controlable por el Poder Judicial”. ABRUÑA, Antonio. Delimitación jurídica de la
Administración Pública en el ordenamiento peruano. Colección Jurídica: Universidad de
Piura. Palestra Editores. Lima. 2010. P. 104.

[44] A la misma concluyó llegó Ana Piñeyro en el 2008 sosteniendo incluso la sujeción de los
colegios de abogados a normas de rango distinto al legal. Al respecto, sostiene: “El Código de
Ética solo puede desenvolverse dentro de los límites impuestos por la Constitución, las leyes,
los reglamentos y toda otra norma de mayor jerarquía, más si de derechos fundamentales se
trata. Recordemos que no pocas veces el Tribunal Constitucional ha sostenido que ‘en nuestro
sistema constitucional, los derechos fundamentales vinculan tanto al Estado como a los
particulares’”. Piñeyro, Ana. ¿Pueden los abogados hacer publicidad? Análisis a la regulación
profesional de la publicidad y sus efectos. Tesis para obtener el título de abogado. Pontificia
Universidad Católica del Perú. 2008. P. 80-85.

[45] Cfr. Fundamento 6 de la Sentencia recaída en el Expediente No. 3954-2006-PA/TC.

[46] El artículo 200 de la Constitución señala lo siguiente: “Son garantías constitucionales:


[…] 5. La Acción Popular, que procede, por infracción de la Constitución y de la ley, contra
los reglamentos, normas administrativas y resoluciones y decretos de carácter general,
cualquiera sea la autoridad de la que emanen”.

[47] Podría pensarse que esta cuestión es trivial dado que anteriormente el TC se ha
pronunciado con relación a la aplicación de sanciones por el incumplimiento del Código de
Ética de 1997 asumiendo que se trataba de una norma eficaz obligatoria; sin embargo, es
relevante porque en dichos casos no se discutió la necesidad de su publicación. Cabría agregar
que no tenemos conocimiento de algún caso en el que el TC se haya pronunciado ya con
relación al Código de Ética y Reglamento vigentes.

[48] Solo como referencia, cabe mencionar que el Tribunal Supremo español sostuvo que si
bien es innegable que las normas deben ponerse en conocimiento fácil, preciso y exacto de sus
destinatarios la constitución española no exigiría que sean publicadas en el diario oficial sino
que tengan publicidad.

De esto da cuenta Nielson Sánchez refiriéndose a la Sentencia del Tribunal supremo, Sala
tercera, Sección Sexta de 9 de Julio de 2001 (Ponente señor Gonzales Navarro), Aranzadi
2001/8005.

Al respecto, explica que la Constitución española sólo consagra “la publicidad de las normas”
(artículo 9.3) pero no señala el medio por el que debe darse cumplimiento a ese requisito y los
términos “publicidad y publicación” no son sinónimos.

[49] El TC declaró fundadas diversas demandas de amparo contra sanciones impuestas a


cadetes de la escuela de Chorrillos sustentadas en un reglamento disciplinario no publicado
que contenía disposiciones que sustentaron tanto la sanción como el procedimiento para su
aplicación. Así, por ejemplo, pueden verse las Sentencias recaídas en el Expediente No. 06402-
2007-PA/TC (sobre la sanción a un cadete por haberse apropiado supuestamente de un equipo
celular), No. 3901-2007-AA/TC (sobre la sanción a una cadete por mantener relaciones
amorosas fuera de la escuela militar de Chorrillos) y No. 02098-2010-AA/TC (sobre una
sanción por mantener relaciones amorosas dentro y fuera de la escuela militar de Chorrillos).

Entre otros argumentos -usados indistintamente-, en dichas sentencias el TC sostuvo que “una
norma no publicada es por definición una norma no vigente, no existente, y, por lo tanto, no
genera ningún efecto”. Además, indicó que el principio de publicidad de las normas es uno de
los principios que garantizan presupuestos que todo procedimiento debe satisfacer para ser
considerado como constitucional. Por ello, concluyó que la falta de publicación del reglamento
en cuestión afectó el debido proceso de los demandantes.

[50] Nos referimos a la Sentencia recaída en el Expediente No. 2050-2002-AA/TC en la que el


TC declaró inaplicable la resolución mediante la cual se resolvió pasar a un policía de la
situación de actividad a la de retiro por medida disciplinaria, ya que el reglamento que
contemplaba el régimen disciplinario bajo el cual fue sancionado no fue publicado en el diario
oficial El Peruano sino únicamente la norma que lo aprobó. Algo similar ocurrió en las
Sentencias recaídas en los Expedientes No. 10287-2005-PA/TC y No.00017-2005-AI en las que,
aunque no llegó a explicar con claridad la diferencia entre “existencia”, “constitución”,
“vigencia”, “validez” y “eficacia”, el TC no reconoció como obligatorias las normas
contenidas en ordenanzas municipales cuyo texto íntegro no fue publicado sino únicamente la
norma que las aprobó.

[51] En la Sentencia recaída en el Expediente No. 02098-2010-AA/TC el TC concluyó que la


falta de publicación del reglamento conforme al cual se sancionó a un cadete, por mantener
relaciones amorosas dentro y fuera de la escuela militar de Chorrillos, afectó el debido
proceso del demandante. El vocal César Landa al emitir su voto en discordia sostuvo,
refiriéndose a la regla que exige la publicación de las normas en el diario oficial, que “existen
casos concretos que pueden constituir una modulación”. Señala como ejemplo el caso
analizado en dicha resolución, pues la demandante no podía desconocer el reglamento
disciplinario, ya que al ingresar a estudiar se puso este en su conocimiento junto con otras
normas de importancia en el desarrollo de su actividad académica militar.

[52] Según señala el Artículo 3 del Reglamento de Incorporaciones del Ilustre Colegio De
Abogados de Lima en ceremonia solemne se presta el juramento o promesa siguiente: “JURO
CUMPLIR LA CONSTITUCION Y EL ORDENAMIENTO JURIDICO DE LA NACION,
RESPETAR Y DEFENDER LOS DERECHOS FUNDAMENTALES, OBSERVAR
FIELMENTE LAS DISPOSICIONES DEL ESTATUTO Y EL CODIGO DE ETICA, ASI
COMO OBSERVAR LOS DEBERES PROFESIONALES CON MORALIDAD, HONOR,
LEALTAD Y DILIGENCIA PARA LOS FINES SUPERIORES DE LA JUSTICIA”.

[53] Este principio ha sido reconocido por el Tribunal Constitucional, por ejemplo, en el
Fundamento 6 de la sentencia emitida en el Expediente No. 06859-2008-PAITC publicada el
26.04.2010.

[54] El Tribunal Supremo español considerando que el Código Civil de dicho estado consagra
el principio de que la ignorancia de las leyes no excusa de su cumplimiento, sostuvo que “ello
sí que es predicable sin excusa alguna de un profesional del derecho y más todavía respecto de
las normas que son específicas de su profesión, como es el Estatuto General de la Abogacía
[…]”. De esto da cuenta Nielson Sánchez refiriéndose a la Sentencia del Tribunal Supremo,
Sala Tercera, Sección Primera de 29 de septiembre de 1989, Ponente señor Jiménez
Hernández, Aranzadi 1989/6723.

Además, según explica dicho autor en otra sentencia (Sala tercera, Sección Sexta de 9 de Julio
de 2001 (Ponente señor Gonzales Navarro), Aranzadi 2001/8005) el Tribunal Supremo español
sostuvo que si bien es innegable que las normas deben ponerse en conocimiento fácil, preciso y
exacto de sus destinatarios la constitución española no exigiría expresamente que sean
publicadas en el diario oficial (como sí ocurre en Perú, como ya hemos adelantado) sino que
tengan publicidad. Al respecto, explica que la Constitución española sólo consagra “la
publicidad de las normas” (artículo 9.3) pero no señala el medio por el que debe darse
cumplimiento a ese requisito y los términos “publicidad y publicación” no son sinónimos.
Nielson Sánchez Stewart, Nielson. La Profesión del Abogado (Deontología, Valores y Colegios
de Abogados). Tomo I. Difusión Jurídica. Madrid. 2008. 208-2014

[55] Haciendo referencia al régimen legal español Darnaculleta y Gardella explica que “[…]
incumbe a los Colegios Profesionales la determinación que regula la actividad de sus
colegiados. En este campo sí que se ha producido, debido a la naturaleza de Corporaciones de
Derecho Público, una juridificación de la ética profesional. Los códigos de conducta
profesional son aprobados en forma de reglamentos y las sanciones disciplinarias que se
imponen por su incumplimiento son, a pesar de su contenido, sanciones administrativas. En
principio, pues, la ética profesional es fruto de la regulación pública y no, como ocurre en
otros modelos de derecho comparado, de la autorregulación. […] Esta afirmación es
predicable, obviamente, de las profesiones colegiadas”. Cfr.: DARNACULLETA y
GARDELLA, Ma Merce. Autorregulación y derecho público: la autorregulación regulada.
Marcial Pons, ediciones jurídicas y sociales. Madrid. 2005. P. 272-273.

[56] Código de Ética del Abogado – Aprobado por Asambleas Generales Extraordinarias de
Delegados del Ilustre Colegio de Abogados de Lima, de fechas 5 de junio de 2013 y 06 de julio
de 2013.

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